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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Tal y como había imaginado, Juv se negó en rotundo a entregarle la varita al centauro. Sauda, por supuesto, así lo había previsto pero se dio cuenta enseguida de que la Malfoy no parecía proteger su mente respecto a aquello. ¿Acaso no había comprendido que todo lo que practicarían en aquella clase sería magia mental? Esperó un poco, dando un paso al costado cuando ella mencionó que solo entregaría su arma si la arcana se lo pedía.

 

Entonces desapareció del lado de su pupila, con tanta delicadeza que la mujer no parecía haberse dado cuenta, mientras continuaba respondiendo a aquel ser, y reapareció tras un árbol, desde donde podía seguir manipulando la magia del bosque para que el centauro siguiera actuando como si fuera real.

 

Me temo que la anciana Saka, a pesar de ser una buena amiga del bosque y sus habitantes, no tiene potestad para dictar las normas que en él se rigen. Puede acotar las de su propia clase, en consonancia con las nuestras, pero nada más —pronunció el centauro claramente, con la mirada fija en la Malfoy. Evidentemente, no iba a ceder en aquella cuestión porque Sauda así lo pretendía. Ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que había visto un centauro en el bosque, a pesar de que sabía de que habitaba allí una hermosa comunidad de aquella especie. Pero procuraban no encontrarse con ellos, los humanos, y ella jamás había hecho el intento de encontrarlos en contra de su voluntad. Se preguntó qué pensarían estos si la veían usar la imagen de uno de ellos para sus lecciones oclumánticas.

 

Aguardó por la reacción de Juv, rezando interiormente para que notara que no era más que una ilusión. No obstante, para provocar a la mujer, el centauro agarró el arco que llevaba colgado a un hombro y, sosteniéndolo con la mano izquierda, se llevó la derecha al carcaj que llevaba colgado a la espalda, completamente lleno de flechas.

 

No voy a repetírtelo: entrega tu varita o prepárate para combatir. ¿O deberías intentar defenderte? —añadió el centauro, dándole una pista sobre lo que debía hacer para vencerle. Sauda esperó, atenta.

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—La respuesta es no—replicó tajante mostrándose alerta en todo momento—Es su hogar y tuyo también, no tengo dudas sobre ello. Pero no pienso ceder, además si eres tan valiente, ¿ por qué no me atacas de una vez?—le retaba clavando su azul mirada en sus ojos color caramelo. No le atacaría a menos que el lanzará el primer golpe, respetaría la vida del Centauro sin lugar a dudas, pero si esté traspasaba el limite de la vida que le separaba de la de Malfoy. Entonces si, ya no le vería del mismo modo, vino a ese sitio para aprender, no para ceder a las peticiones de un morador de ese espacio lleno de paz y tranquilidad.


Su mente poco a poco, entendía todo aquello. Era una prueba más por parte de Sauda, deseaba ver si era capaz de matar o herir al Centauro, sólo por el simple hecho de no entregar su varita sin chistar al respecto—No te atacaré a menos que tu lo hagas, no pienso romper la confianza que la Arcana depositó en mi, no pienso perder el rumbo que he tomado para lograr ser una merecedora del don de la Oclumancia. Pero tampoco, pienso dejar que amenaces mi vida de ese modo, yo sólo estoy delante de ti y ni mi varita he desenfundando para atacarte— soltó sin dejar de mirarlo—Atácame si es lo que deseas, pero el primer golpe no vendrá de mi parte—percibiendo los latidos de su corazón acelerarse repentinamente.


Su cabeza estaba siendo presa de una ilusión creada por la sabia mujer, ahora ella no estaba al lado de Malfoy y todo comenzaba a cobrar sentido. Sauda empleaba lo que le dijo momentos antes. “Tu vida es tan valiosa como las demás”, aquella frase se dejaba sentir como una roca al caer dentro de un lago, creando ondas que aumentaron de tamaño de forma considerable—Espero tu reacción o ataque—desafiándolo creaba una protección mental ante todo aquello, ella no sería la causante de derramar sangre inocente en los terrenos de su maestra. Aunque le lanzará mil flechas en contra, ya buscaría el modo de disuadirle de sacarle la varita de encima.


—Puede verme, pero yo no la veo—siseó sintiendo como la barrera creada por su mente era más resistente—Oclumens—agregó notando que poco a poco las facciones del centauro se suavizaban un poco. Ya no le notaba tan feroz y desafiante, porque ahora ambos entendía que si uno no atacaba, el otro no tenía motivos para hacerlo y en el peor de los casos arrancarle la vida sin razón aparente. Su cuerpo se volvió a tensar como una tabla, experimentando una sensación diferente y renovadora. No mutaba su esencia asesina por nada del mundo, quizás estaba aprendiendo a ser más cerebral a la hora de lanzarse a matar y no tan instintiva. Pero así era ella un alma libre que hacía lo que deseaba a destajo y nadie le frenaría, al menos no del modo que deseaban y eso era lo que agradecía a su parte más nociva y tóxica.


—Sólo espero no haber errado o ya me veo abandonando este lugar—se decía confiando en su accionar. Si la Arcana le desterraba de sus tierras, no buscaría mirarle a los ojos, para pedir una segunda oportunidad, ya que no se consideraba merecedora de ella por ningún motivo—Espero lo que tenga para decirme—acariciando con las yemas de sus dedos su vientre sintió algo dentro de este removerse un poco inquieto.

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Juv no cedió, y Sauda fue torciendo el gesto conforme la mujer seguía en sus trece respecto a su opinión. Tampoco pareció percatarse de que el centauro no era real y, aunque intentó hacer una defensa mental, ésta no fue sino un intento vano que podría ser derribado con un mínimo empujoncito.

 

El problema de Juv era que se cerraba en sus propios pensamientos, no conseguía abrir la mente tal y como le había indicado la arcana. Se había centrado tanto en el tema de no dar su varita que se había olvidado de comprobar si el centauro era real si quiera. Estaba allí, hablando de que no lo atacaría si él no lo atacaba primero sin darse cuenta de que aquel centauro irreal no solo no iba a atacarla, sino que era una imagen débil que con cualquier defensa formada con mediana fuerza podría ser derribada. Pero no fue el caso, porque Juv no dejó de verlo en ningún momento. ¿Cuál sería el fallo? Sauda no podía estar segura, no sin explorar en la mente de la Malfoy con fuerza y empeño. Y eso podría molestar a la mujer, y tampoco era ético para una profesora.

 

Basta.

 

Su palabra hizo que la imagen del centauro se difuminara en el aire y desapareciera lentamente, como si su imagen se la llevara el viento. En su lugar, por detrás de un árbol, salió Sauda con gesto serio.

 

Juv, el centauro solo era una ilusión... no estás desarrollando la práctica como te he indicado —le explicó, enlazando ambas manos en su regazo. Su vara de cristal quedaba pillada entre el brazo derecho y su cuerpo, a pocos centímetros de rozar el suelo. Su rostro, de apariencia joven, se mostraba grave—. Te centras demasiado en el contenido de las palabras y muy poco en lo que verdaderamente significan. Esa imagen que veías era algo que yo había puesto ahí, una sencilla imagen que debías combatir con tu mente, no con tu varita. Posiblemente, si hubieras lanzado un hechizo, habrías dañado el bosque mientras la ilusión sólo era atravesada por tu magia, ¿te das cuenta? Es más... mírame. ¿Cuántos años calculas que tengo, según mi apariencia? ¿Treinta? ¿Cuarenta, como máximo? —le preguntó, plantándose ante ella.

 

Y así era, pues la magia hacía que se viera como cuando era joven. Alta, con la piel tersa, bien proporcionada, de espalda recta y hombros anchos y huesudos. Lentamente, aquella máscara fue desapareciendo y su piel se apergaminó; sus pómulos, antes tersos, ahora se mostraban arrugados, y otras más surcaron su frente y rodearon sus ojos, profundos y sabios. Su espalda se encorvó ligeramente acentuando su delgadez y pareció medir un par de centímetros menos a pesar de que seguía resultando bella a su manera. Pero ahora era una anciana cuyo pelo canoso había sustituido al de color oscuro que solía lucir, si bien el pañuelo con el que se había hecho un turbante no permitía verlo. Miró a Juv y sonrió suavemente.

 

¿Ves? Yo misma soy producto de la magia la mayor parte del tiempo, ahora me estás viendo como realmente soy. Casi —puntualizó, misteriosa—. Debes olvidarte de la varita y de todos esos pensamientos que te mantienen tan... cerrada al mundo. O no conseguirás aprender oclumancia, pues no consigo ver una barrera mental que verdaderamente me convenza ni el empeño por aprender de mí que yo quiero ver en ti. Creo que no estás enfocando correctamente la clase. ¿Tienes dudas? ¿Hay algo que no comprendas? Déjame ayudarte, déjame enseñarte. Pregúntame todo lo que necesites, e incluso cuestióname si lo crees conveniente, aunque deberás atenerte a las consecuencias después si traspasas el límite de lo permitido, claro.

 

Sus palabras fueron sinceras, claras y directas. Miraba ahora a Juv directamente, en su verdadera apariencia, para demostrarle que ella no tenía nada que ocultarle. Si le decía todo aquello era porque verdaderamente quería ayudarla, como a todos los que se desplazaban hasta allí para aprender de su magia.

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La mayor duda de Malfoy, no radicaba en la apariciencia fisica que tuviera delante de la Arcana o la que ella le mostrará a la rubia de orbes lapislazulis. Era el misteriio que rodeaba en realidad al don de la Oclumancia, ¿Cómo saber todo lo necesario para adquirir dicho conocimiento?, ¿Cómo confiar al 100% en lo que era real o en lo que era una vil mentira?. Su desconfianza era una de sus peores armas, pero también la consideraba una venataja la mayor parte del tiempo, ante todo cuando le servía para defenderse de las dobles intenciones de los que buscaban acercarse a ella de una u otra forma. Sus pensamientos estaban turbados por la necesidad de disipar las nuevas dudas que surgian, arremolinados como un puñado de barcos en el mar iban y venían buscando un puerto seguro donde desembarcar.


—Quizás no es miedo, sólo precaución de mi parte. Yo no puedo mutar mi apariencia física del modo que usted lo hace, yo no poseo ese privilegio y dudo que si lo tuviera, emplearía el mismo con tal destreza—sonrió destensándose un poco—Era una ilusión que no supe apreciar de ese modo, tal vez me empeñe en defenderme y no atacarlo como era debido. Parece que el valor que le estoy dando a la vida de ahora en adelante, no me deja discernir entre lo que debo hacer y lo que no debería hacer—expresaba manteniendo un semblante impasible en todo momento. Su curiosidad iba en aumento, ahora estaba decidida a aprender al precio que costará, no le importaba pasarse el resto de su vida dentro de ese bosque, ya no volvería a defraudar a Sauda como antes.


—¿Cómo puedo crear una barrera impenetrable?, anhelo aprender todo lo que tiene para enseñarme. No soy de las personas que se dan por vencidas fácilmente, no me rendiré por nada del mundo. Mis dudas no radican en lo que puedo ver o no, sino como aprender a diferenciar lo que es real y palpable, lo que habita dentro de nuestro mundo y lo que no. Lo irreal y que anhelamos tocar y no podemos hacerlo, confió plenamente en que podré con este reto y usted no me dejará mentir respecto a esocruzándose de brazos esperaba la reacción de la mujer. Le gustaba el modo en que deseaba ayudarle, brindándole una mano amiga que le conduciría por la senda correcta sin lugar a dudas.


—Con todo el respeto que me merece, no creo conveniente que externe mi inquietud con respecto a su edad. Pero creo que es lo suficientemente sabia y sus canas pueden avalarlo, no creo que pase de los 300 años, puede que tenga unos 250 o tal vez menos—miraba a la mujer fijamente—¿Qué tan complicado es adentrarse en el mundo de la Oclumancia?, ¿Cómo fue para usted aprender todo lo que sabe y que tiempo le tomo hacerlo?—le cuestionaba esperando no importunarla. No era adepta a los interrogatorios, al menos no dentro de las clases que cursaba dentro del Ateneo, porque casi siempre optaba por respetar la privacidad. Pero en este caso, Sauda le invitaba a conocer un poco más de ella y la habilidad que compartía con sus alumnos.


—Asumo que he fallado, pero no espero que me eche y no me permita demostrarle mis habilidades en el terreno de la Oclumancia. Yo no tengo nada que esconder, ya vio parte de mi vida dentro de mi cabeza, si hay cosas que contar adicional a eso, no creo que este sea el sitio indicado para eso. Pero si insiste, no creo poder negarme, no es malo darse a conocer un poco, igualmente el misterio debe rodear parte de nuestras vidas. Es como un a frase que escuche hace tiempo “A veces somos como la Luna, no siempre nos muestra sus dos caras, sino que mantiene una oculta en la oscuridad y está es la que jamás podremos conocer como deseáramos”—recordaba a la persona que compartió con ella esa mención tan peculiar—No es que me cierre, pero es la primera vez que me tengo que defender sin emplear mi varita o la magia que posee la misma—intentaba comprender la otra forma de defenderse sin tener que alzar su varita.


—Estoy lista para lo que tenga planeado para mi—quedaba en silencio analizando las formas de repeler los ataques enviados por la Arcana. No usar la varita era el primordial, aferrarse a la idea que el control lo tenían sus pensamientos y su cabeza, ahí radicaba el mejor escudo impenetrable con el que podía contar dentro de ese bosque.

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Lo sé, querida, solo te mostraba mi verdadera apariencia para que veas que tu mente aún está demasiado desprotegida. Pueden manipulártela cuando deseen, y eso es lo que debemos evitar. Sígueme.

 

Retomó un nuevo rumbo, directo hacia el corazón del bosque, donde la luz del sol no penetraba hasta el suelo con la misma fuerza con que lo hacía en otros puntos. Además, todos los sonidos parecían sonar más fuertes: los pájaros y ardillas hacían crujir las hojas de los árboles constantemente, y los arbustos y demás hierbas del suelo se removían constantemente con el paso de los conejos, zorros y demás. Algunas criaturas mágicas las observaban atentamente, sabiéndose superiores al resto de habitantes del bosque. Y luego estaba el clabbert, que iba saltando por las ramas por encima de sus cabezas.

 

No has acertado con mi edad, pero no ha estado mal para ser un intento —mostró una amplia sonrisa, sin aclarar más los detalles—. Para mí, aprender oclumancia fue... sencillo. Tanto que ni siquiera lo recuerdo. Esa magia nació en mí, como cualquier otro rasgo genético como la altura o el color de la piel. Nunca he necesitado aprender, pues sabía proteger mi mente desde niña. Me consta que muchos magos y brujas conocen mi historia pero, como no sé si es tu caso, te haré un pequeño resumen. Siempre he tenido facilidad para aprender, y eso me llevó a salir de mi aldea con una reputada bruja que se ofreció a enseñarme todo cuanto sabía. A mí me encantó la idea pensando que así podría contribuir a la mejora de mi pueblo y de mi familia, pero no fue más que una locura tras otra. Eso sí... gracias a todo eso, hoy soy lo que soy. Así que en el fondo siempre le estaré agradecida a aquella mujer —a pesar de los años transcurridos, el recuerdo de Cora seguía resultándole doloroso—. He enseñado a muchos magos antes que a ti a utilizar mi poder, Juv. Por eso sé que puedo hacerlo igualmente contigo, aunque nos cueste un poco empezar.

 

Se detuvo, habían llegado a un punto donde los árboles estaban extraordinariamente juntos y la oscuridad era palpable. Murmuró unas palabras y, del extremo de su vara de cristal, brotó una bola de luz diminuta que levitó hasta posarse a unos metros sobre ellas. Eso hizo que la iluminación mejorara a su alrededor. Luego miró al árbol que tenía justo al lado y extendió una de sus manos para rozar su tronco.

 

Quisiéramos sentarnos... por favor, amigo.

 

Sus palabras fueron mucho más que palabras. Fue un pensamiento audible que se extendió hasta el árbol a través de la mente de la africana y caló en él hasta lo más hondo. Sorprendentemente, el árbol reaccionó ante aquella petición y sus raíces comenzaron a moverse lentamente hasta que se alzaron formando una especie de arco a la altura de las rodillas de la africana. Sauda sonrió.

 

Gracias —añadió, tomando asiento y señalando a Juv para que hiciera lo mismo, a su lado—. Hagamos algo, querida. Empecemos de nuevo. Necesito que olvides lo que sabes hasta ahora, al menos de momento. Que dejes atrás tus miedos y rencores, que desaparezca de ti la ira. Son sentimientos que embotarán tu mente impidiendo que trabajes correctamente con ella, ¿de acuerdo? Para poder usar la oclumancia, debes ser capaz de moverte por tu propia mente a voluntad, saltando de unas ideas a otras sin necesidad de relegar las demás a un segundo plano. Y hay muchas formas de hacerlo, voy a empezar a enumerártelas. Por ejemplo, la primera: si yo quiero defender el recuerdo de esa maestra mía de la que te he hablado, debo hacerlo teniéndolo muy presente pero recurriendo a otro recuerdo, como sería el rostro de mi madre y mi padre, haciendo que ambos se combinen para confundir a quien intente obtener esa información.

 

«Un segundo método sería, basándonos en el mismo ejemplo, que sustituyera en mi mente tanto el recuerdo del nombre como de la apariencia de mi maestra para que mi atacante vea algo totalmente falso. Así, se vería lejos de la información que quiere obtener. El tercer método sería simplemente crear una barrera defensiva. Este método es, a menudo, el más utilizado. Para ello, suelen utilizarse recuerdos de sonidos, olores, sabores o sensaciones que nos hagan poderosos desde el interior. Por ejemplo, a mí me gusta utilizar el recuerdo del olor de un campo de flores que había cerca de mi aldea cuando era niña. Fue destruido tiempo después, pero si me concentro aún puedo sentir esa fragancia en mi nariz. Y eso hace que mi mente se fortalezca hasta el punto de hacerla inmune a cualquier magia extraña. Sería capaz de rechazar incluso una maldición de dominación, como es Imperio. Quisiera que aprendieras todos los métodos, por supuesto, pero antes de nada quiero saber si tienes dudas sobre lo que te acabo de decir, sea lo que sea, y si tienes preferencia por aprender alguna de estas cosas primero. Después de eso, continuaremos con la práctica».

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Pues bueno, Keaton no se iba a rendir tan fácilmente con aquella habilidad. En la ocasión anterior tuvo que abandonar su aprendizaje debido a una contravención que se le presentó en su salud, pero ahora ya estaba mucho mejor y podía continuar. Algo le estaba causando malestares constantemente, y la verdad era que por más que se trataba no lograba pasar demasiado tiempo en óptimas condiciones, lo más seguro es que pronto tuviera que visitar San Mungo, pero primero, era el compromiso con la Arcana Sauda.

 

—Buenas ¿tardes? Arcana Sauda, Keaton Ravenclaw de nuevo ante su presencia para seguir con mi instrucción en esta noble disciplina —Dijo algo confundido al no saber exactamente en que horario se encontraba, mientras toca con los nudillos de su siniestra la puerta de aquella sencilla edificación de piedra con techo de paja.

 

El mortífago no entendía esa sencillez que los Arcanos en su totalidad demostraban. Era algo con lo que jamás comulgaría, es decir, él jamás se vería viviendo en un lugar tan humilde como aquel, él estaba acostumbrado a los lujos, a los espacios grandes, a lo suntuario, y jamás podría comprender cómo era que aquellos magos y brujas tan poderosos se conformaran con tan poco, pero bueno, suponía que eso era algo que jamás sabría, a no ser que aquellos arcanos, alguno de ellos, le contara su historia.

 

Mientras esperaba en la puerta de entrada, su mente volvió a imbuirse en los recuerdos de aquellos dos meses de convalecencia, ¿le estaría pasando aquello que más temía? Se sabía que en la vida de cualquier vampiro, llegaba un momento en el cual la poca humanidad que en ellos existía se extinguía, algo que provocaba en aquellos seres una cambio drástico en su forma de ver, se perdía por completo la conexión con los humanos y se les veía como poco más que un aperitivo... Posiblemente su resistencia al cambio era lo que provocaba aquellas decaídas tan frecuentes, y por más que su clan le decía que debía aceptarse y dejarse llevara...

 

—No, no estoy convencido de esto, no quiero perder eso que todavía me ata a la vida —Dijo sin pensarlo y cayó en cuenta de que lo había dicho en voz alta.

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―Es agradable saber que tuvo una excelente guía en su andar, yo puedo decir lo mismo. Pero mis guías, no han centrado sus conocimientos en las habilidades que puedo poseer, ya sabe dones como la Nigromancia, Oclumancia o Videncia. Ellos han explotado mi lado oscuro, aquel que me hace lucir como realmente soy, no me es grato jactarme de todo eso―sonrió caminando al lado de la Arcana―Desde siempre he matado de todas las formas habidas y por haber, empleando métodos que a más de uno lo dejarían perplejo, pero no creo que ese sea su caso. Yo sólo busco aprender todo lo que usted tiene para enseñarme, no anhelo saber lo que le ha enseñado su instructora cuándo tuvo la oportunidad―agregó visualizando un paraje oscuro desprovisto de todo rastro de luz natural o artificial, quizás así de oscura y sinuosa era la mente de Malfoy en realidad.


La vampira estaba maravillada ante el poder de las palabras de Sauda, sólo basto expresar su deseo por tener un sitio cómodo dónde reposar y el árbol respondió complaciente ante dicha petición. Sentándose a su lado, volvía a experimentar un desconocimiento absoluto sobre la habilidad de Oclumancia, tal vez el simple deseo expresado por la africana ante eso, le dio el impulso necesario para atacar sus indicaciones sin rechistar―Entiendo, no tendré nada en mente, dejaré que esta sea como un lienzo blanco que será pintado por primera vez. Me parece una buena forma de arrancar de cero, no es mi deseo hacerle perder su tiempo. Sólo busco aprender de usted todo lo que pueda, no se puede saber todo en realidad, pero si dejar de ser medianamente ignorante ante algunos temas o cuestiones de la vida―explicaba escuchando con atención a su mentora.


―Debo usar recuerdos que puedan ligarse con el principal, pero sin dar más detalles. Sería como camuflajear lo evidente, dejándolo a buen resguardo mostrando algo que se asemeje a el, pero que no de señas de que es mi recuerdo principal o el que causa alguna reacción en mi persona―intentaba explicarse sólo esperaba no haberse enredado en una maraña de ideas cruzadas, tal y como lo haría si se hubiera tropezado con una manguera muggle y le resultará prácticamente imposible librarse de ella. El segundo método también le resultaba viable a Malfoy, suprimir por completo el nombre o aspecto físico de la persona que era la protagonista de sus recuerdos. Al menos en la mayoría de ellos, siempre estaba la imagen de su esposo Stephen. El tercero era más intimo y personal para ella, sumergirse en algún aroma o sonido que le causará una grata sensación y emplearlo como un escudo impenetrable para defender su mente.


―Mi unida de momento es, ¿Cómo puedo detectar que desean entrar a mi mente?. Lo preguntó, porque en el caso de su persona, no pude darme cuenta de primera mano y eso me dejó algo descolocada. No piense que mis esfuerzos serán en vano―se aventuró a decirlo sin temor―Simplemente lo que pregunte, el resto no se de donde ha provenido―ladeaba la cabeza centrándose en el primero de los métodos―Me interesa antes que nada, descifrar como emplear el primer método. Usando el rostro de una persona querida o amada, pero...―carraspeó con suavidad―Si son pocas las que puedo situar dentro ese rubro, no suelo ser la clase de mujer que expresa su afecto por los que le rodean o forman parte de su familia―ahí el pequeño detalle que podría complicar un poco las cosas. Justo eso era lo que más le causaba un poco de conflicto, aunque jamás le importó demasiado querer o estimar a alguien, no como si su vida dependiera de ello.

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Asintió ante las palabras de Juv. Bien, saber que disponía de toda su atención era un buen paso hacia el progreso dentro de su aprendizaje. Ahora solo faltaba que verdaderamente supiera aplicar aquello que decía haber comprendido. Ante su duda, se detuvo unos momentos para pensar en cómo explicárselo de mejor forma.

 

Veamos... eres una mujer de acción, he podido comprobarlo tanto en la clase como en tus recuerdos. Así que sé que has estado envuelta en grandes batallas donde seguro has lanzado y recibido ataques de las más diversas naturalezas. Entonces, déjame que te responda a tu duda con una pregunta. ¿Qué o cómo sientes que te han atacado con magia no verbal? —dejó que el sonido de su voz se extinguiera y cayera sobre ambas un silencio solo interrumpido por los sonidos de la vida del bosque—. Piénsalo. Solo eres consciente cuando empiezan a aparecer las consecuencias de esa magia... pues un ataque mental es muy parecido. Hay varias formas de notarlo. Por ejemplo, si entran de manera muy brusca pueden provocarte dolor de cabeza intenso, normalmente con un pinchazo en la sien —ella misma se señaló el punto del que estaba hablando—. Pero esto es lo menos usual, pues normalmente un mago legilimántico no se atreve a usar sus poderes si no tiene un buen control de su propio poder. De lo contrario, puede causarse más mal que bien a sí mismo.

 

Hizo una pausa mientras miraba a su alrededor. El bosque se había enrarecido de repente, y comprendió que alguien llegaba. «La sangre de Ravenclaw regresa... muy bien», se dijo, sonriendo suavemente. Pero primero debía terminar con la teoría de Juv.

 

Como te iba diciendo, un ataque legilimántico es en casi todos los casos más sútil de lo que te expliqué, así que ese método que te he dicho es el menos probable. Otra cosa que puedes notar es que, de repente, te sientas cansada: como cuando hemos tenido un día muy duro y notas la cabeza embotada. Pues eso puede ser un indicador de que alguien está hurgando en tu cabeza. Y sobre todo, si además del cansancio, hay algo que te viene constantemente a la cabeza sin motivo ni razón. Algo sospechoso, por supuesto —añadió. Se rascó la barbilla, pensativa—. Eso suele ir acompañado de un cosquilleo en la cabeza, dentro de la cabeza —puntualizó—. Pero lo cierto es, Juv, que lo más probable es que no sientas que te están atacando si no sabes Oclumancia. Y por eso mi poder es tan importante.

 

Había llegado al punto exacto que había querido alcanzar desde el principio.

 

Cuando sabes usar la oclumancia, sientes inmediatamente si alguien roza tu mente. Esto es porque con la oclumancia aprendes a dominar tu propia mente, mientras que la Legilimancia te permite saber penetrar en las ajenas. ¿Me explico? La oclumancia es personal, será siempre tu recurso para no olvidarte de quién eres.

 

«Ese método del que hablas, el recurrir a alguien querido para defenderte, es muy efectivo si sabes usarlo. Es como... desviar la atención del atacante hacia otro punto. Además, quien habla de una persona, habla de un lugar, un sonido, un olor... lo que te resulte más fácil a ti. Pero, para practicar, quiero que pruebes pensando en alguien querido. Y no me importa si puedes recurrir a muchos o solo a uno, tranquila por eso. Quiero que te prepares, que te olvides de la magia... y utilices tu mente. Tres, dos, uno...

 

Hizo la cuenta atrás para que Juv supiera en qué preciso momento iba a introducirse en su mente. Para demostrarle lo que le había explicado un poco antes, lo hizo con algo más de brusquedad para que sintiera su ataque como un molesto cosquilleo. Además, decidió buscar en la cabeza de la Malfoy detalles relativos a la infancia de ésta. Al principio con suavidad, y luego con algo más de fuerza para que Juv se esforzara al máximo. ¿Cómo la detendría?

 

Mientras tanto, con una parte de su mente enfocada en aquella práctica con la mujer, otra porción de su entrenada cabeza buscó rozar la mente de Keaton Ravenclaw, que volvía a esperarla en la puerta de su hogar.

 

«No me encontrarás allí, querido alumno. Estoy en el bosque, ayudando a otra compañera con sus estudios de oclumancia. ¿Esta vez sí viene a aprender? En la anterior ocasión ni siquiera te dignaste a realizar la primera tarea... así que no estoy segura de si debo confiar en tu empeño por aprender. Es más, considero que te va a costar mucho... si no te resulta imposible. Espero que puedas hacerme cambiar de opinión». Sauda no se caracterizaba por ser brusca con sus alumnos jamás, excepto cuando les veía dudar de alguna forma. En el caso de Keaton, el hecho de que no hubiera hecho ni siquiera el intento por complacerla... bueno, ahora intentaría picarle lo suficiente como para que quisiera demostrarle que se equivocaba. «Bien, la introducción de la clase es la misma que la última vez que estuviste aquí. Espero que la recuerdes, o me sentiré aún más decepcionada. Si quieres que comencemos con tus estudios, quiero que busques el río. Rodea mi casa y, colocándote en la parte trasera, busca la ventana central y sitúate junto a ella. Y a partir de ahí, camina en línea recta hasta que llegues al río. ¿Podrás hacerlo? Te estaré esperando».

 

Las órdenes habían sido muy sencillas, aunque no le había dicho todo lo que sucedería una vez iniciara su caminata. Sauda, en un intento de ver hasta qué punto alcanzaba la fuerza de voluntad del Ravenclaw, tocaría su mente para convencerle de girar a la izquierda continuamente, torciéndose así del camino original. Él lo sentiría como un impulso propio, y la anciana esperaría para ver si sería capaz de vencerlo.

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Las palabras de la Arcana habían calado bastante hondo en Malfoy, desde hacía varios años que sentía extraños dolores de cabeza o sus sienes siendo atacadas por lapsos de cansancio extremo. Ahora lo entendía todo con claridad, posiblemente le habían atacado de una forma demasiado sutil y descarada, pero al no contar con la habilidad de la Oclumancia, poco o nada podía hacer respecto al tema. Casi siempre le atacaban de diversas formas, empleando hechizos que pocas veces le causaban daño físico o que provocará heridas en su anatomía―Muy pocos de mis enemigos me han atacado mentalmente, no recuerdo que ninguno de ellos sea conocedor de la Legilimancia. Puede que mis conocidos o compañeros de andanzas, pero ellos jamás me han atacado. No lo tenemos permitido en lo absoluto, sería como atentar contra sus propias vidas―sonrió recordando esa regla de oro que defendían a capa y espada.


―Sólo una vez lograron que mi mente divagará lejos del sitio donde estaba mi cuerpo, pero esa es la finalidad de ese conjuro. Confundir a quien lo recibe y lograr sacarlo de balance, puedo decir que lo mismo sucede con la Legilimancia o ¿me equivoco?―le cuestionaba a la mujer. Poco o nada encontraba de complicado en todo aquello, salvo tener que aferrarse algún rostro o aroma conocido. Justamente ahí radicaba lo interesante de todo aquello, escarbar en sus viejos recuerdos y andanzas, para encontrar la mejor defensa contra un ataque de esa especie. El único rostro que se le vino a la mente fue el de su mejor amigo, perol ya no estaba dentro de ese mundo―Si la persona ha muerto, puede serme útil como una defensa―no esperaba obtener una respuesta afirmativa, ya que ella misma tenía que comenzar a darse cuenta de las cosas.


Sauda era una guía, pero no iría contándole todo con pelos señales. Ya era hora de que Malfoy andará con sus propios pasos, ya se había caído una vez y eso le hizo comprender todo de nueva cuenta. Empeñarse en visualizar con lujo de detalles cada uno de los rasgos de ese rostro, atrayendo a su mente el color esmeralda de sus ojos, aquel verde que podía ser comparado con el césped de la Mansión Malfoy, la sonrisa blanquecina que destellaba como la estrellas del cielo y esa faz que ensombrecía por momentos todo lo grato o bello que deseará colarse en su vida. Era un hombre apuesto sin duda alguna, pero la mala entraña que habitaba en este, poco o nada permitía de bueno en su entorno.


―Oclumens―siseaba la rubia percibiendo un cosquilleo en su cabeza, similar al que se experimenta luego de recibir el piquete de un insecto. El rascarse era una solución en vano, ya que eso avivaría el malestar y acrecentaría el daño que este causó en la zona afectada. Sus ojos recorrían el pasado con afán de toparse con ese rostro conocido para ella, pero el recorrido estaba lleno de momentos peculiares de su infancia. Poco o nada recordaba de todo aquello, vaya que le sirvió el suprimir algunas cosas y sepultarlas debajo de toneladas de odio y maldad, pero la travesura más grande salió a flote justo en el momento en que sin querer o tal vez, si queriendo un poco hirió al mayor de sus hermanos con un sectusempra. De un momento a otro el rostro de Karn estaba ahí, suplantando la mueca de dolor del pequeño castaño, regalándole la sonrisa más encantadora que jamás hubiera visto en su vida.


El aroma que emanaba de su cuerpo, embriagaba cada uno de los sentidos de la Nigromante, ya no se encontraban dentro de los terrenos de su familia, sino en Rusia recorriendo las calles con una soltura que espantaría a cualquiera que les conociera. El dolor de su hermano se vio apagado por la presencia del castaño, ocultando el mal que perpetró contra una de las personas más importantes en su vida. Empero ahora el rostro de su madre, acompañaba sus pasos dentro del país Europeo, ambas canturriaban a viva voz la nana que solía cantarle para arrullarla por las noches. Curioso el cambio que se dio de una persona otra, tal vez su mente ya estaba tomando un poco más en serio todo aquello. Ahora quedaba en Sauda aprobar o cuestionar el accionar de la vampiro, ya no sentía el escozor que percibió al verse atacada por la Africana.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Juv reaccionó un poquito mejor que las anteriores ocasiones. Seguía mostrándose un poco reacia a trabajar tal y como le había indicado ella, pero el progreso en aquella ocasión fue mucho más palpable. Y Sauda se lo recompensó con una amplia sonrisa.

 

Muy bien, querida. Bastante mejor. Estamos en la recta final de la clase. Sígueme.

 

La sacó de aquella parte oscura del bosque caminando, volviendo así hacia el río pero sin aproximarse al lugar al que había enviado a Keaton. ¿Se animaría a unirse a la clase en aquella ocasión? Porque ya era la segunda visita, y ni siquiera habían tenido tiempo de iniciar su aprendizaje.

 

Se detuvo junto a la orilla del río, en una parte donde los árboles quedaban muy próximos al cauce, y se sentó de modo que podía meter los pies en el agua sin despojarse de las sandalias.

 

¡Ah, qué fresca! Me encanta este lugar. Allí donde crecí, el agua no era lo más abundante... así que disfruto mucho de parajes como éste. Pero bueno, no me hagas caso... la vejez me supera a veces —añadió, risueña. Invitó a Juv a ocupar un lugar a su lado—. Lo que haremos ahora será... distinto. Pero igual al mismo tiempo. Defender la mente siempre es igual, uses el método que uses y te defiendas de lo que te defiendas. Solo has de estar preparada para ello y tener la fortaleza suficiente para no flaquear. Porque, piensa... ¿y si en lugar de una persona o un hechizo lo que nos ataca es una pócima? ¿O un veneno en esporas? La oclumancia puede ayudarte siempre que el efecto de estos sea para afectar el cerebro. Será la práctica que hagamos a continuación. Toca el agua... y defiéndete como te he enseñado, Juv.

 

Aguardó a que lo hiciera sin mirarla, no necesitaba hacerlo. Ella misma estaba tocando el agua y sabía que, justo en ese punto del bosque, alguna extraña magia afectaba a unos metros de la corriente a los más incautos. A ella no le hacía efecto, o quizás simplemente tenía tan desarrollaba su habilidad oclumántica que pasaba por alto los efectos de aquel embotamiento de mente. En cualquier caso, cuando la Malfoy tocase el agua sentiría ganas de irse de allí y abandonar su empeño de aprender oclumancia. Y abandonaría el bosque para no volver jamás. Ahora solo quedaba ver si sabía o podía defenderse de aquel primitivo impulso cuando lo sintiera.

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