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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Terminamos de esconder los objetos, Lawan” Aviso una de las serpientes acercándose a donde el Arcano esperaba paciente a su alumno. Asintió en respuesta a ella, mientras la veía perderse en el lago.

 

La lluvia empezó a caer en forma ligera. Llenando el oasis de sonidos apagados. Los reptiles apenas buscaban refugio. El agua no era algo que los molestara. Seguían con sus actividades normales de todo los días. Un ejemplo a seguir que los humanos habían olvidado copiar de la naturaleza. Eran tan sensibles a los climas que tan solo un poco de lluvia los afectaba como para dejar las cosas sin hacer. Dejaban en evidencia mucho más que la debilidad de su especie.

 

La mirada del Arcano fue a parar a Demian, quien ya se acercaba a relatarle todo lo que había visto con mucho detalle. Lawan lo miro calculando la resistencia del hombre a todas las pruebas que vendrían. La paciencia era una que estaba empezando a faltarle. No podía entender como la falta de ella hacia que su voluntad flaqueara a la hora de conseguir la habilidad. Tenía que entender que solo el esfuerzo y el empeño, le harían tener la posibilidad de probarse para obtener el anillo.

 

-¿Qué aprendiste de ello? -Preguntó cortante. Por lo que veía a segunda vista, las cosas a desarrollar tardarían más que las que al principio tenía pensado. Escucho con atención su respuesta antes de pasar a lo que sigue.

 

-Este oasis está construido exactamente igual al hábitat que necesitan los reptiles y serpientes para vivir -Relato con voz pausada antes de meterse de lleno para que entendiera toda las pautas - Sin esfuerzo, dudo que puedas llegar a conseguir lo que viniste a buscar. Quiero notar que tus capacidades están a la altura de un hablante de pársel. Existen dos objetos que escondí en este lugar. Uno es una cola de cascabel y la otra es un frasco que contiene veneno de serpiente. Quiero que los busques. Tú única ayuda, serán las serpientes. No podrás valerte de la amistad que trajiste contigo -Advirtió finalmente.

Editado por Lawan Nguyen Thanh
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  • 1 mes más tarde...

Fue tan agradable como sorpresivo, tenia días escapando, así que no había tenido esperanza de recibir correo. Su lechuza lo alcanzó cuando cabalgaba en la zona exterior de los bosques aledaños a Rumania, Hoia. Por donde había vagabundeado con la esperanza de animarse a volver a conectar con sus raíces, pero no, no lo había logrado y se había maltratado bastante en aquel fallido intento. Bajó inmediatamente del frisón negro que había tomado prestado de Países Bajos, le entrego una manzana que con anterioridad guardo en su monedero de moke, y se detuvo a leer la carta que le dejo la lechuza.

El anuncio, por otra parte, era más de lo que había esperado. Habia tenido problemas con sus poderes, perdiéndolos paulatinamente por un motivo que desconocía, quizás, era una de las razones principales por las cuales Triviani había emprendido aquel repentino viaje. Como si una fuerza aún mayor que le hubiese estado brindado el poder se hubiera esfumado, o contraído su influencia. Matthew temía que hubiera sido por lo acaecido con Keaton. Por eso, había decidido sumarse al grupo de personas que visitarían al arcano Lawan... -Un nombre bastante largo y difícil de pronunciar- con la esperanza de no perder del todo la habilidad que recordaba poseer -o eso creía, porque su mascota serpiente, le obedecía- desde que tenia memoria.

Por medio de la desaparición, su llegada a Mahoutokoro fue casi inmediata, a pesar de que no tenia el mejor de los aspectos: llevaba pantalones rasgados y unas botas bajo la túnica negra manchada de barro y la capa que encontraba en el mismo estado precario. Se limitó a pasarse la capucha sobre la cabeza debido al calor, agradeciendo no llevar el usual traje, aún con la varita en la mano, para luego dejarla en su bolsillo dejando el extremo sobresaliendo en el aire a ojos vista e intentando atisbar a su alrededor bajo la sombra que le hacia la tela sobrante de su capucha.

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Ssss...

 

Abre los ojos, pero no ve nada. Está en la oscuridad. El siseo, que no sabe de dónde viene, se extiende hasta el infinito; le roza el rostro, el vello de los brazos, le arranca escalofríos y sigue su camino. Tiene miedo de caminar. Percibe algo malo, algo de lo que es mejor huir. Sin embargo, ¿desde cuando es una cobarde? Las cicatrices en su piel son un recordatorio de las veces que no huyó. «Pero eso fue hace mucho tiempo». Eso fue cuando era una niña inmadura, cuando su razón se veía cegada por el alcohol y la fantasía de ser una justiciera. Lo único que queda de esa joven bruja es su envoltorio lleno de cicatrices y su fama de criminal, que todavía la persigue.

 

Sabe que es un sueño. Quiere despertar.

 

Ssss...

 

El siseo es fino y muy agudo, casi doloroso en sus oídos. Intenta cubrirse los oídos, pero atraviesa con facilidad la carne de sus dedos y sus vagos intentos por cerrar su mente.

 

Madeleine...

 

Pero la voz que dice su nombre es cálida y familiar. Cuando abre los ojos, le devuelve la mirada una mujer de cabellos de tonos grises y azules. Le cuesta reconocerla en un principio. Por un momento piensa que se trata de Aylin, su media hermana, pero aquello no puede ser, pues ella jamás pronunciaría su nombre así. Sólo una madre lo haría. Entonces lo recuerda, cómo se veía Pandora antes de que compartiera su cuerpo con Morded. Sin embargo, cuando la reconoce, su visión se torna borrosa. Entonces, cuando es capaz de observarla nuevamente, se encuentra con Catherine. Una Catherine con un rostro vivaz, antes de la marca tenebrosa, antes de Káiser, antes de la nigromancia.

 

De cualquier forma, se trata de su madre. De cada una de ellas.

 

Madeleine abre la boca, pero lo único que sale de ella es un doloroso siseo ininteligible.

ϟ ϟ ϟ

 

Sus pasos se detienen, cuando observa a la distancia el bungaló. En un extremo de Minami Iwo Jima, el Oasis del arcano Nguyen había encontrado su lugar. Aunque no es la primera vez que Madeleine visita a un arcano, es cierto que nunca antes ha estado en Mahoutokoro. Si tiene suerte, será su primera y última vez. No está ahí por que así lo quiera, sino porque lo necesita. Deja escapar un suspiro y se echa andar hacia la morada del arcano. Eileen le prestó para la ocasión una capa gris, una túnica negra y zapatos de charol, ya que hace mucho que en su guardarropa dejaron de figurar las típicas vestimentas de magos. Su cabello castaño y rebelde está suelto y despeinado, enmarcando su rostro pálido y ojeroso.

 

Escucha pasos cercanos a ella, pero de momento sus ojos no divisan a ninguna otra persona. Internamente, ruega porque Lawan Nguyen Thanh esté en su morada.

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Detrás del Bungaló.

 

 

El arcano estaba terminando de estructurar el sitio donde pondría dos ejemplares de ombú que traerían sombra, insectos y distracción en el bungaló. No hacía mucho rato que estaba utilizando la magia para excavar la dura tierra del volcán. Más tiempo le había llevado encantar el sistema de riego para que tuvieran un buen servicio de agua al momento de necesitarlo. Sus compañeros ofidios estaban continuamente dándole consejos sobre el tema. Cada una de ellas hablaba con la sabiduría que les daba su anterior hábitat natural, donde eran muy variados la cantidad de tierras y climas.

 

Llegan nuevos aprendices” aviso el basilisco que siempre estaba a su lado.

 

Lawan asintió con la cabeza, pensando en aquellas dos nuevas personas que se animaban a intentar comprender aquel idioma tan natural para él mismo. Siempre le importaba comprender los motivos que llevaban a los magos a querer adquirir la habilidad de hablar con las serpientes. Bajo su propio análisis, entender aquello lo dejaba tranquilo de cómo usarían ese poder. Si para bien o para mal. Aunque lejos estaba de involucrarse si era la segunda opción. Ya había pasado por aquello en su pasado. Como todo Arcano, nunca dejaba de aprender continuamente.

 

-Tráiganlos hacia mí -Les ordenó a sus compañeras en Parsel - Que no les sea fácil llegar hasta aquí.

 

 

Las serpientes de inmediato tomaron la orden de su jefe con alegría. Llevaban mucho tiempo queriendo usar sus instintos salvajes con los aprendices que llegaban cada poco tiempo al oasis. Se separaron cinco por un lado y cinco por el otro con un objetivo claro. Atacarian a los extraños. No utilizarían veneno ni mordeduras. Tan solo la constricción que rompía huesos provocando dolor intenso.

 

Quédate quieto” Siseo una boa enroscándose en las piernas de pantalones rasgados que tenía Matthew. Otra de ella se fue más a la cintura del muchacho enrollándose sobre su pecho dejando su cabeza cerca del rostro del mago, sosteniéndole la mirada. La lengua bífida tocaba intermitentemente la mejilla del mago.

 

A su vez, una Pitón de dos metros y medio interrumpió los pasos de Madeleine, poniéndose en pose de ataque para que ella no pudiera pasar. Eso solo para despistarla de la Anaconda que desde la espalda de la bruja empezó a enrollarse uniéndole los brazos al torso.

 

¿Quién eres?” Siseo la Pitón.

 

Las demás serpientes rodeaban a sus víctimas esperando su turno para actuar.

 

 

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Matthew termino de quitarse la capucha que cubría todo su rostro, con la mano que aun tenia libre.

Un pequeño escozor en su dedo, el anillo le indicaba que estaba en peligro, por lo que solo respiro y pocos segundos después una constrictora lo arropo sin darle siquiera tiempo a defenderse. Se dedico a comprender lo que aquellos dos reptiles intentaban decirle mientras su bífida se movía persistente. El murmullo abandono sus labios como un siseo más, imperceptible, tan bajo que nadie mas que la originaria del paleotrópico podría haberlo escuchado. Quedo cubierto con su cuerpo frió y habilito el anillo de entendimiento con las bestias lo cual le permitió poder comunicarse con ella en Parsel, con lo poco que él gitano sabia y había podido estudiar antes de llegar hasta los terrenos de Lawan.

Orbis Bestiarum, pensó picando a la serpiente, luego de materializar a Frida en la mano aún disponible.

La serpiente había caído bajo su control temporal, su intención no era lastimara, ni utilizarla para atacar a nadie que pudiera estar a su alrededor, solo que lo guiara hasta donde estuviera su maestro, para poder aprender más sobre aquella habilidad. Ésta se desenrosco de su cuerpo y lo rodeo, siseandole a las demás serpientes que no lo atacasen.

Aquel viejo se salvó por muy poco de que le volara la cabeza con algún hechizo de los suyos, puesto que no estaba presente, pero se detuvo a tiempo como para no lastimar a sus criaturas, al igual que la mamba negra que espiaba desde las sombras sobre una rama del árbol de palmera ubicado a su izquierda. La había visto, pero desidió actuar como si no estuviera ahí, todo era una trampa.

Escucho una rama quebrarse; diviso la figura de una mujer... Al principio creo que se trataba del viejo, haciéndose pasar por otra persona, enarco la ceja y se giro a mirarla detenidamente.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

La atmósfera en el oasis es húmeda y cálida, totalmente desagradable para Madeleine. Se siente asfixiada en la túnica de Eileen, mucho más adecuada para la vida diaria en diferentes puntos de Gran Bretaña —como el poblado de Luss o la ciudad de Londresque en aquel lugar. La angustia la necesidad de arrancarle las mangas a la túnica, recogerse la falda, despojarse de las botas manchadas de lodo y las calcetas disparejas. Le gustaría nadar en las tranquilas aguas, a las cuales el sol les arranca un resplandor ocasional. Cerca de una de las orillas del lago está el bungaló del arcano, el marrón de la madera destacando contra el vivo verde de la vegetación. Aquel le parece un lugar perfecto para vivir, tranquilo, alejado del caos de los humanos. ¿Por qué arruinarse la vida aceptando visitas de cualquier mago con suficiente oro para acceder al sistema educativo mágico? Sacude la cabeza con desaprobación, hasta que se da cuenta de que ella es una de aquellas personas molestas, que perturbará la paz del arcano por un simple sueño.

 

La culpabilidad se ve reflejada en su rostro. Madeleine nunca ha sido muy ambiciosa con la magia. Cuando estudiaba y practicaba arduamente lo hacía por el papel que desempeñaba en la Orden del Fénix. Lo hacía sólo porque le permitía ayudar a los demás. Sin embargo, el pársel no es algo que se aprende. Los hablantes de pársel nacen así y acuden a Lawan para aprender a dominar esa habilidad nata. Ella nunca deseó tener ese o cualquier poder natural, nunca deseó tener que buscar a este arcano. Maldita sea, nunca deseó que nada de Pandora se le "pasara" a ella; aunque todavía anhela el amor de su madre biológica, es consciente de lo tóxica que es. Lo que podría heredar de ella son maldiciones: el vampirismo, la maldición de Mordred... y a ese nivel, todavía considera la capacidad de hablar con las serpientes una cosa maldita. Madeleine, una típica Gryffindor, no puede evitar ver esa habilidad con malos ojos. Claro que el tema nunca la había preocupado, pues nunca consideró que tuviera mucho de su madre. «Quizás, me parezca a ella, cuando era humana... pero nada más».

 

Sin embargo, ahí está. No compartió el sueño con nadie, ni siquiera con Catherine, aunque ella debe saber de dónde viene la habilidad. ¿Vale la pena molestar al arcano, rechazando ella misma ese poder?

 

Un siseo hace que pierda el hilo de sus pensamientos.

 

¿Quién eres?

 

Madeleine se da la vuelta, pero no hay nadie cerca de ella, aunque todavía tiene la sensación de que no está sola en aquel oasis. Continúa buscando a su alrededor, pero sigue sin ver a nadie... Es entonces cuando, sin pensarlo, baja la mirada y se da cuenta de que hay una gran serpiente en el camino frente a ella. Es muy grande, de dos metros y medio de largo, con escamas amarillentas. No sabe qué clase de serpiente es, aunque ¿qué importa ahora? La varita mágica está en el bolsillo de su túnica, pero no se atreve a moverse ya que el animal parece estar a punto de atacar. Entonces, vuelve a escuchar el siseo.

 

¿Quién eres?

 

Sólo entonces se da cuenta de que es eso... ella, quién le está hablando.

 

—¿Y quién eres tú? —replica Madeleine, con calma, ocultando el terror que despierta en ella el animal con aparente seguridad. Después de todo, conociendo lo retorcidos que son los arcanos, aquella puede ser alguna prueba— Déjame pasar, estoy buscando a Lawan Nguyen.

 

Cuando da a un paso adelante, cree que ha ganado, pues la pitón no salta hacia ella. Se relaja por un instante, hasta que siente que algo se está trepando en ella. Intenta mover los brazos pero éstos están apresados contra su torso. Otra serpiente, una más oscura, la rodea con su cuerpo grueso y fuerte, la abraza cada vez con más fuerza. Madeleine tiene la sensación de que todo sucede en cámara lenta. Observa cómo el animal se enrosca en ella, se da cuenta de que cada vez es más difícil respirar, siente el terror apoderarse de su mente... Intenta luchar. Intenta abrir los brazos, intenta sacarse al animal de encima, pero mientras más resistencia pone, su ataque es más cruel. El siseo de las serpientes le parece una risa burlona, pero no para de luchar. Sin éxito claro está.

 

Sin ser apenas consciente de ello, desesperada por sobrevivir, comienza a hablar en pársel.

 

Por favor... por favor...

 

El abrazo parece relajarse mínimamente, así que lo sigue intentando. Parece que han pasado minutos, cuando es capaz de sisear:

 

Por favor, déjenme ir con Lawan —por algún motivo, el siseo es doloroso. Siente la garganta seca, se tiene que esforzar para comunicarse con tan poco aire en los pulmones. Pero hay algo más en aquel dolor: siente que realiza un gran esfuerzo, aunque apenas ha dicho un puñado de palabras.

 

La anaconda la libera, aunque ella y la pitón se siguen burlando de ella. Madeleine se queda de rodillas en el suelo, recuperando el aire y las energías. Está cansada y no es sólo por casi haber sido aplastada por la fuerza de la anaconda. Cuando vuelve a levantar la vista, las serpientes ya no están. En cambio, su mirada se encuentra con un mago alto, de cabello y ojos negros y con muchos tatuajes a la vista. Aunque no lo conoce, está segura de que no es Lawan. Se pone de pie lentamente, sin apartar la mirada, sacando a relucir su naturaleza desconfiada. Entonces, empuña la varita de ébano, no sólo por el desconocido sino por cualquier otra sorpresa que pudiera aparecer en su camino hacia el arcano.

 

—¿Qué quieres? —inquiere, cuando se da cuenta de que él también la mira detenidamente— Sólo estoy buscando al arcano, ¿okey? —aclara, antes de que otra anaconda quiera aplastarla. Recuerda que a los arcanos les gusta que los estudiantes insistan en sus deseos de verlos.

Editado por Eileen Moody

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Lawan estaba atento a todo lo que estaba pasando con sus compañeras. El arcano podía ver a través de los ojos de ellas, utilizando varios hechizos de una magia antigua aprendida en su ancestral hogar mucho tiempo atrás. Las aguas de la laguna que rodeaba el Bungaló se mecían con la pequeña brisa que corría. La humedad pronto tomaría el control del lugar. Los insectos harían su aparición y querrían consumir todo lo que pudieran. Aunque nunca llegaban. Los sapos se los comían y sus amigas acuáticas, los comían a ellos. Era el ciclo que terminaba y volvía a empezar todo el rato. El arcano se conocía cada rincón del hábitat que había construido a su anterior tierra.

 

La muda orden transmitida por medio de los pensamientos a los ofidios era demasiado simple. Debían encontrarse con Lawan en los pantanos del oasis, para eso les pidió que fueran usadas como guías por sus alumnos. El arcano desapareció con suma rapidez para aparecer allí sobre una pequeña plataforma de piedra natural, que sobresalía en aquel pequeño lago espeso. Dos pequeñas piedras de color cambiante, que llegaban a ocupar la palma de una mano, fueron puestas delante de él, en el suelo. Ambas rocas llevaban una runa marcada.

 

Luego se quedó a esperar que las serpientes trajeran a sus pupilos a ese lado. El bosque con poca luz, no era un desafío para alguien supiera explorar, llegar hasta ahí pasando por las tierras lodosas, lo hacían un poco más difícil pero no imposible. Lawan confiaba en que supieran interpretar a sus guías para llegar hasta él. Por lo demás, la clase marcharía con desafíos un poco intensos. Quería que demostraran merecer el obtener la oportunidad de pasar a la prueba, la cual determinaría si eran aptos para de hablantes de pársel.

 

Las rocas a sus pies iban cambiando de color. Pasaban del azul, al verde, amarillo, magenta y negro, de forma calidad. Sabía que al tocarlo tendrían la visión de una raza de serpiente determinada por su propio cerebro. El arcano esperaría a tener recopilados estos datos antes de poder ayudarlos a comprender la habilidad, con sus peculiaridades. Tan solo debía esperar que ninguno de ellos, en el camino osaran con dañar a sus compañeras. Sino deberían soportar la furia del oasis entero.

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Tardó un momento en responder cuando la mujer desconocida le preguntó. Había quedado sorprendido por lo sucedido, porque consideraba que no había nada de malo en aniquilar un par de serpientes -entonces las personas se preguntarían para que intentaba aprender Parsel- si después de todo lograba entenderlas un poco, y no hicieron caso a su pedido de acabar con su postura ofensiva, pues, de no ser una bruja habilidosa, Matthew creía que no lo hubiera logrado...

Una pequeña mueca de costado, al ver que estaba bien, iba a ofrecerle ayuda, cuando se levantaba del suelo, pero parecía ser que no la necesitaba, y solamente le hizo una pregunta; mientras él aún la observaba. Podía confiar en desconocidos, pocas veces, dada la ocasión, prefirió no hacerlo. Ambos tenían el mismo objetivo, encontrar a Lawan... ¿Acaso quería volarle la cabeza? mordió su lengua sin que ella lo notase, de emoción.
Yo también busco a Lawan... replico Si quieres, podemos hacerlo juntos, podría serte de ayuda giró su mirada y la clavo en la Pitón que parecía aún estarse burlando Con tantos reptiles sueltos devolvió su etérea mirada a ella.
Claramente, no había que sobrepasar ciertos limites un tanto cuestionables. Pero seguía pensando que no había nada de malo en todo aquello.
Las serpientes se movían, entre siseos casi inaudibles, pedían que las siguieran... El gitano encogió los hombros, para restarle importancia de ser una trampa y las siguió, moviendo unas pequeñas palmeras caídas y espantando los insectos voladores que vivían en aquel oasis. La abrasadora humedad era algo que no estaba a su favor, no le gustaba, ni toleraba demasiado los climas tropicales, prefería el frió invernal de Rusia y las lluvias interminables de Londres.
Al recorrer unos cuantos metros, giro para buscar a la lívida quien estaba en camino, los grandes lagos de lodo creaban una dificultad, para poder sortearlo debía ser muy cauteloso y recurrir al uso de su varita, pero no abusar de ella, ya que le gustaba más hacer el trabajo sucio con sus propias manos. Lado su varita e hizo levitar unas seis rocas de tamaño medio, que no durarían demasiado flotando sobre el lodo, pero al menos seria un puente que les permitiera pasar rápidamente hacia el otro extremo.
Ven, sígueme dijo intentando que la bruja notara las buenas intenciones del gitano, de las cuales pocas veces eran sinceras.

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Lawan estaba esperando a sus alumnos, los ojos de miles de serpientes que seguían los pasos de los magos, le servían para saber en dónde estaban exactamente y qué movimientos llevaban a cabo con su magia. Por ahora todo lo que veía le parecía que marchaba bien. El mago de mirada intrépida sorteaba los obstáculos con buena predisposición. Era cauteloso pero no cobarde. Un detalle de su carácter muy prometedor. Aunque una sombra de rebeldía cubría su espíritu, lo que podía llevarlo a fracasar si sucumbía a estados emocionales fuertes. Debería tener cuidado para mantener eso bajo control.

 

Está cada vez más cerca, encontró una forma de pasar por el lodo usando bloques de piedra” Siseo una de las serpientes que vigilaba el pantano sobre una de las ramas de un viejo árbol.

 

Que llueva veneno” Ordenó el Arcano.

 

¿Puedo comer su cadáver?” Preguntó una de las anacondas en la orilla, antes de empezar a meterse bajo el agua espesa.

 

Podrás hacerlo si fracasa” Respondió Lawan. No sería la primera ni última vez que tuviera que rellenar papeles en la universidad por la inevitable muerte de un pupilo. Todos sabían las cláusulas que se manejaban en los contratos de ingreso, para adquirir la habilidad.

 

Las serpientes se pusieron en camino. Tres cobras escupidoras, se colocaron cerca de donde al mago pasaría cubiertas por los pequeños arbustos que sobresalían del pantano, una Mamba Negra empezó su recorrido siempre detrás del brujo para que no pudiera retroceder sobre sus pasos. Siempre poniendo su cilíndrico cuerpo en posición de ataque. Otra serpiente verde conocida como boomslang, mantenía una posición sobre una rama baja, para atacar desde arriba llegado el momento.

 

Cuando vieron a Matthew cerca empezó la acción, las cobras escupidoras lanzaron su veneno tóxico al rostro del hombre. Buscando destruir sus córneas y dejarlo ciego. La boomslang se dejó caer en los hombros del Triviani para darle un rápido y potente mordisco en el cuello soltando hemotoxinas que inhabilitarían el proceso de coagulación de sangre una vez que sufriera hemorragias internas o externas.

Lawan esperaba paciente que el chico pudiera defenderse de todo aquello de forma correcta. Aun esperaba con las rocas que cambiaban de color, a sus pies. El encantamiento estaba por llegar. ¿Podrían sortearlo? ¿Serían capaces? Ya vería. Un paso a la vez.

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Creyó que lo hizo, pero solo pensó, en estirar su mano para que la bruja cruzara con él.

 

Las rocas aún seguían de pie, sobre aquel pantano de aguas pardas el cual Matthew intentaba cruzar dando pequeños saltos sobre ellas, mientras que con cada paso estas caían al agua, salpicando su anegadizo hedor. Pudo ver con facilidad como alguno de los reptiles irrumpían el lugar, adentrandoce al agua en busca de dificultar el paso del gitano. Una lúgubre risa salio de sus labios; mientras lograba llegar al otro extremo. Los arbustos se movían, y unos extraños fluidos salieron expulsados de la boca de tres serpientes, lo cual hizo que Matthew cayera al lodo, dejándolo mojado, pero a salvo de aquel extraño ataque, que iba directo a sus ojos.

 

Maldijo en voz alta.

 

Apunto a una Liana, y la acerco hacia él, con ayuda de ella, pudo salir del pantano, pero una de las mascotas de Lawan habían caído sobre los hombros del brujo, mordiéndolo en su cuello. Para su suerte, él siempre llevaba sus artefactos, aquellos que los guerreros Uzzas le proporcionaron, y su anillo antiveneno se activo con un simple roce de la gema de su dedo, haciendo que el veneno saliera por las dos pequeñas aberturas que los afilados dientes le dejaron.

 

Utilizo un viejo encantamiento, también Uzza, que había aprendido, -Curación- y los dos orificios se cerraron rápidamente. La mamba que lo seguía por detrás, cada instante desaceleraba su paso, y las bífidas que lo rodeaban se abrían al paso, entre los arboles las ramas se movían y a lo lejos se podía ver al Arcano, sobre unas piedras que cambiaban su color, Triviani camino con desconfianza, hasta poder acercarse a él.

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