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Libro del Caos


Bakari
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Cuando surca el cielo en la saeta de fuego, observando los terrenos de la universidad mientras acelera hacia la zona norte, hasta cree que podría disfrutarlo si no se tratara de un curso tan exigente. Mel no se considera a sí misma "guerrera" pero debido a los libros que ha estado llevando en la universidad guiada por los Uzza, empieza a preguntarse si no debería intentar serlo. De por sí, los libros anteriores le habían costado muchísimo y aunque la cantidad de galeones pagada era exorbitante, no se refería precisamente al dinero cuando hablaba del costo: se refería a sí misma. Algo en su interior le decía que no era precisamente la de antes. Quizá para otras personas eso significaba algo positivo pero no para Mel; no era que le preocupase en particular, si no que le demandaba un esfuerzo más allá de lo normal.

 

No había tenido muchas referencias previas, como con todos los Uzza, pero le habían dicho que lo mejor era esperarle en el lago que se encontraba en la zona aledaña a su tienda de campaña, al norte de los terrenos de la universidad. Con el tono del terreno, le costó dar con la tienda pero el lago ya fue cosa más visible.

 

Quizá no era capaz de predecir cómo sería recibida por el Uzza pero al menos había intentado prepararse para cualquier eventualidad. Fuera de los libros que llevaba en el morral extendido y la varita, además de la saeta de fuego sobre la que iba llegando, traía en el cuello los amuletos y en las manos los anillos que le otorgaban ciertas ventajas en el desarrollo de esas clases. Como siempre cuando de los Uzza se trataba, al usarlos todos a la vez lucía como un mercachifle. Asimismo, traía una túnica de tono blancuzco, el cabello sujeto en una trenza y unas gladiadoras de color piel. De esa manera, buscaba asegurarse de que el calor exagerado del campus no le afectara, así como tampoco se viera totalmente vulnerable en caso cambiaran de emplazamiento.

 

Descendió trazando círculos amplios y se detuvo apenas a unos cuantos metros del lago. No había nadie a la vista, quizá porque no habían tenido tiempo de informar al Uzza o porque éste se encontraba ocupado con alguna otra persona. No lo admitió ni siquiera en su fuero interno pero esperaba también que Evans apareciese y por ello mismo, se quedó oteando con curiosidad el horizonte en busca de una figura de melena roja. Evans había resultado ser una compañera agradable en la transición de aquellos libros y desde que empezara a acompañarla, entender las intenciones del Uzza de turno había sido menos difícil para Mel. Podía decirse que Bel ponía el entendimiento y ella la ejecución. Se complementaban al encarar momentos difíciles mas ¿eso sería suficiente para ese libro que parecía ser especial en grado sumo comparado con los que ya conocía?

 

Eso, sin contar con que el hecho de que Evans llegase no era cosa segura ¿y si de último momento hubiese decidido posponer la inscripción?

Editado por Melrose Moody

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Estaba satisfecha de sí misma por resolver la situación de la mejor manera a pesar de saber que su maestro prefería verla muerta. Sin embargo, estaba segura que podía ver su progreso en este punto de la instrucción que le había obligado a salir de su zona de confort y de sus propias inclinaciones mágicas, pero de este modo se veía obligada a ir más allá.

 

Bakari era un guerrero Uzza muy tosco y seguramente al igual que los demás Uzza no sentía empatía por sus alumnos, pero Bodrik encontraba la enseñanza del hombre maravillosa y conforme iban transcurriendo las horas su crecimiento aumentaba y las palabras del hombre se imprimían en sus propios pensamientos – Me ha quedado más que claro maestro- Le dijo mirándole fijamente con total seguridad.

 

Hasta ahora pensaba que la suerte podría influir por completo en cualquier situación hasta el punto influir en lo bueno y lo malo que pueda ocurrir a cualquiera y mucho más en un duelo o batalla, pero gracias a la enseñanza del señor del caos este concepto había cambiado y ahora veía mucho más claro que gracias a la fuerza interna se podía cambiar el destino.

 

-Casi una guerra- repitió sonriendo. Pese a la actitud del Guerrero que nuevamente se apartaba de ella con indiferencia y como Bodrik estaba acostumbrada solo espero con paciencia a que le diera nuevas instrucciones.

 

Ya sabía que no estaría satisfecho con hacerle utilizar la rueda de la fortuna pues el hombre estaba empeñado en que utilizara aquellas fuerzas que no eran muy de su agrado y sin lugar a duda, para Bodrik la peor de todas las ruedas era la del tiempo, pero la usaría no solo para conseguir el uso de los hechizos del caos, sino porque quería probarse a sí misma y superar sus propios miedos.

 

-Entonces hasta mañana maestro- entre cerro los ojos mientras se despedía del hombre justo cuando nuevas alumnas iban llegando para ser instruidas en esa magnifica magia.

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> se recriminó a si misma mientras caminaba rumbo a su clase para poder aprender y hacer uso del libro del caos, ella no era una guerrera. Miró al libro que llevaba en su mano e hizo una mueca, quizá debió dejarlo guardado en donde estaba, eso sin duda hubiera sido lo más sencillo, pero esa curiosidad propia de ella no se lo permitió.

Repasó en su mente si había guardado todo en un pequeño bolso de cuero que llevaba colgado en su hombro izquierdo y la verdad es que había olvidado meter algo de comer, no sabía cuánto tiempo iba a estar ahí y a pesar de ser bajita Kaori comía mucho, parecía que siempre tenía hambre.

Esta vez ya no se perdió, siguió al pie de la letra las indicaciones que le habían dado de dónde encontrar al guerrero, llegó al lago sin problemas a la tienda no pensaba ni de broma acercarse, había escuchado algunas historias un poco aterradoras de lo que les podía pasar a los alumnos que se atrevieran a hacerlo.

Se hizo un par de raspones con las ramas cecas mientras caminaba para acercarse a la orilla del lago, en ese momento lamento no haberse puesto unos jeans, en lugar de eso la joven iba vestida con un short en color blanco, una blusa en el mismo tono y una cazadora en un tono verde menta que resaltaba. En lo único que había acertado era en los zapatos deportivos que llevaba puesta.


—Hola… llevas mucho esperando al guerrero —Preguntó intentando mejorar cada vez más su dicción y que su asentó no se notara tanto. Sonrió y al hacerlo el rasgado de sus ojos se hizo más evidente. Estaba un poco nerviosa y el jugar con una pulsera lo dejaba percibir, no le gustaba no saber a qué atenerse.

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Ahh ¿cómo era que había podido privarme tanto tiempo de un viaje largo en alfombra voladora? Estirada sobre ella, todo lo que podía observar era aquel cielo límpido poco usual en la ciudad, pero constante en los parajes a los que ahora me dirigía.


Quizá y ese viaje iba ser lo más placentero que tuviera en toda la clase. Entonces, era mejor disfrutarlo y olvidarme de lo que vendría después.


Cruzado sobre mi cuerpo iba el morral con hechizo expansor que solía utilizar en todas mis clases con los guerreros uzza, la única forma en realidad de poder transportar todos esos volúmenes de libros y chuchería variada con que hacían su magia, además de mi varita y mis viales de pociones. No, no era partidaria de sus métodos un tanto sangrientos y su temperamento violento, pero si una vez más me había inscrito a una clase con ellos era únicamente para poder tener esos conocimientos tan indispensables que de seguro los mortífagos no dudarían en aprovechar a su favor para vencer en la guerra mágica.


Era una obligación entonces, y como toda obligación requería de mí la mayor voluntad posible para no salir huyendo a la primera.


Cuando al incorporarme un momento, divisé desde aquella altura la superficie lisa del lago, supe que era momento de alistarme. Cambié entonces mi indumentaria por un sencillo pantalón de drill y una blusa de algodón, amarré mi cabello en una sencilla coleta y por último cambié mis botines de cuero por unas zapatillas más ligeras y flexibles. Como último toque, comencé a colocarme las largas cadenas de donde colgaban los anillos uzza, de modo que pudiera usarlos indistintamente según lo requiriera la ocasión.


¿Que apariencia tendría el guerrero guía esta vez? ¿Empezaría atacándome como había hecho Badru? Apenas había dado una ojeada al libro del caos, y si los anteriores libros habían resultado difíciles, este sencillamente era inentendible. Quizá por esa certeza, era que me encontraba tan nerviosa, y cuando finalmente la alfombra descendió, un par de metros lejos de la orilla del lago, aquel nerviosismo pareció extenderse como una corriente eléctrica por el resto de mi cuerpo.


Sentía la adrenalina a tope.


Fue un alivio entonces cuando al observar a mi alrededor reconocí la figura de Melrose, y de una muchacha más que parecía dirigirse a ella en esos momentos. ¡No llevaría sola la clase! Y que al menos una de mis compañeras fuera una conocida era ya satisfactorio. Cuando había ido a inscribirme, mi nombre vacío en la lista me había preocupado, pero quizá Melrose al ver mi nombre en la lista se había animado a inscribirse también. Igual ¿cuánto secretismo respecto a quienes llevábamos esa clase podía existir? Intenté no pensar más en el asunto y en cambio alcé la mano a modo de saludo ante ambas mujeres con una sonrisa en la cara.


Lindísimo viaje tuve hasta aquí. Es un bello emplazamiento ¿no?- comenté relajada mientras volvía a observar alrededor inquieta por la llegada del uzza- creo que ese clima infernal de la clase pasada me ha vuelto más soportable el calor usual que se tiene en la universidad ¿ustedes que creen?

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Mel se vuelve en el momento en que la figura de la muchacha asoma tras la arboleda. Parece agobiada por algo pero desde luego, no la conoce ¿o sí? Bendita memoria.

 

—En realidad, sólo llevo esperando cinco minutos. Soy Mel, por cierto.

 

Hace una venia hacia ella sin estar segura de si debería tender la mano. Algunas personas, prefieren mantener la distancia de ella, por el tema de ser licántropo. Por otro lado, la muchacha parece amigable, distinta de aquellos que hubieran demandado espacio de su parte.

 

Antes de perderse en pensamientos funestos, alcanza a ver la alfombra de Bel, por lo que camina hacia la zona de su aterrizaje, indicándole a la muchacha que se ha acercado porque llevarán el curso también la pelirroja, termina parada ante ella. Cuando Mel se dispone a saludarla, Bel toma la palabra enseguida por lo que prefiere pensar un momento antes de responderle.

 

Huele bien por allí, un aire puro, pero hay también aves acuáticas que en otra ocasión habría terminado por echar a tierra. No le gustan las aves, Mel es más bien de morderles el cuello durante sus transformaciones. Sus únicas excepciones son los fénix y aquellas mezclas más encantadoras, como los hipogrifos o los abraxan. En cuanto al viaje, no hay nada en el suyo que pueda destacar.

 

—Yo creo que hace calor también hoy —señala ante el comentario de Bel, pensando en que quizá si se mete con las aves haga enojar al guerrero Uzza— aunque al menos hoy no estamos en el mismísimo desierto de infierno.

 

El terreno, a diferencia de la vez anterior, donde todo había sido desierto y arena, es llano. No hay piedras o desniveles en el mismo y el pasto que crece es suave y pequeño. Se diferencia mucho de la mayoría del terreno desértico que se encuentra en el campus universitario, quizá por la fuente de agua cercana. Mel agradece que así sea, aunque espera que no tengan que trasladarse.

 

—Oh, por cierto, ella también llevará clase con nosotras —explica alzando la palma ante la muchacha que la saludara antes.

 

Todavía observando a su alrededor, Mel se pregunta entonces si ese día también los atacarán con estatuas o cosas parecidas. Quizá les echen alguna criatura o las obliguen a atacarse entre ellas. Cuando ve a su alrededor, sin embargo, no ve ninguna cosa de esas. Lo más letal que tiene cerca es una piedra del tamaño de su puño.

 

Eso le da una idea.

 

Así que se acerca y se la guarda en el bolsillo luego de transformarla en un bezoar. No había olvidado que la última vez la habían cogido desprevenida con veneno.

Editado por Melrose Moody

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Bakari logró descansar un poco tras deshacer de algunos estudiantes dándole oportunidad de dormir, pero fue un sueño incomodo, el calor de la noche hizo difícil que pudiera conciliar sueño con rapidez, dio varias vueltas en la cama tratando de acomodarse. En última instancia, trato de concentrarse solamente en su respiración, inhalar y exhalar, de la misma manera a la meditación realizada para despejar sus pensamientos y calmar su espíritu.

No sintió que hubiese transcurrido mucho tiempo, en un par de horas comenzó a escuchar voces a las afueras de su cabaña perturbando el poco sueño conciliado. No tuvo más opción que levantarse, sabía que las personas hablando eran estudiantes aguardando por el guerrero y su lecciones para el libro del caos. Calentó un poco de café, bebió una taza la cual lo despertó y animó un poco más a como estaba.

Giró la aldaba de la puerta y pudo ver a tres chicas. La primera poseía un cabello teñido entre castaños y rojizos, de pequeño tamaño y sin una belleza que resaltara como lo hacía la segunda de ellas con unas curvas atrayentes, una piel canela, unos ojos miel y un cabello bastante largo. La tercera, en cambio, era la más alta de todas y la que poseía menor cabellera. Bakari por su parte, solamente estaba vestido con pantalones ligeros llevando su torso descubierto como era costumbre.

Ignoró la cháchara llevada por las alumnas, pero no pudo ignorar el sol brillando con una intensidad peculiar para la mañana acrecentando poco a poco. Sería un día caluroso.

- ¿Cuál es su mayor deseo y su mayor temor? - Preguntó el guerrero a las tres.

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No hubo presentaciones y de hecho, al parecer habían estado más cerca de la tienda de lo que había parecido desde el aire. Mel se vuelve un tanto sorprendida pero más relajada que cuando llegase. A pesar de encontrarse a las orillas del lago y tener gran cantidad de aire a disposición, pegándole en la cara, puede percibir el aroma del café, que se desprende del guerrero Uzza como si hubiera estado junto a un pocillo hace poco.

 

Aún tiene la saeta de fuego en la mano y en la otra sólo la varita.

 

A pesar de sentirse un tanto confundida, guarda silencio todavía, pensando en realidad en la pregunta que les ha hecho. En su experiencia suelen ser preguntas con trampa pero no es eso lo que le preocupa si no que no se le ocurre respuesta alguna. Al menos, no a ella. Para la bestia en su interior, la respuesta es demasiado simple como para ponerla en palabras frente a todos: morir.

 

El instinto de supervivencia del lobo es fuerte, aunque no es como si Mel se guíe al cien por ciento por el instinto; es verdad que suele fiarse mucho de él, pero en una pregunta como esa, dista mucho de querer darle la razón. Aún así, decide que es la respuesta más sincera que tiene. Si bien tiene discrepancias propias, a la hora de la hora lo más probable es que intente salvar el pellejo, así que es bueno para empezar, antes de que empiecen a hacerle preguntas o ejercicios más complicados.

 

—No tengo un deseo en particular —dijo entonces, sintiéndose algo extraña de ser la primera en replicar. Es algo que nunca le ha pasado antes. Aún recordaba su ingenuo sueño de hincarle el diente al tebo, pero según el anterior guerrero Uzza, ese pequeño anhelo nunca se haría realidad, así que no le quedaba nada. Mel era una muchacha simple e inmediatista—, en cuanto al miedo, sólo el de morir.

 

Se sentía extraña dando esa clase de respuestas. No era de algo que le gustase hablar, no porque le asustara la muerte en sí misma, si no porque hacía que se sintiera tonta y poco profunda, a diferencia de todos aquellos que se encontraban con ella. Bel tenía esas palabras de cuatro sílabas y el guerrero Uzza parecía que le doblaba la edad. En cuanto a la chica asiática que no recordaba que le hubiera mencionado su nombre, era difícil de leer a través de esos ojos rasgados pero Mel podía apostar que de seguro era lo suficientemente inteligente como para tener contento al instructor, a diferencia de ella.

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Alcé la mano en dirección a la jovencita no más alta que yo y cuyas pocas palabras revelaban un acento muy particular de fuera de Inglaterra, lo mismo que sus rasgos físicos. No tuve sin embargo para socializar porque en esos instantes una voz diferente hizo que girara la cabeza para observarlo, justo como Melrose había hecho apenas unos momentos antes.

 

Es verdad que el calo está en un punto más elevado, pero aquello de verlo apenas con unos pantalones y el torso completamente desnudo me descoloca unos instantes. Es el tipo de cosas que claro, un varón siempre puede permitirse, sin detenerse a pensar que esa exhibición puede desconcentrar y además de darse en mujeres, sería considerada deshonrosa.

 

¿Pero que más da pensar en todo eso ahora? Lo importante está en responder a la pregunta que ha hecho. Una pregunta antes que cualquier presentación, o antes que un ataque. Es muy pronto para teorizar acerca del carácter del uzza que tenemos delante, pero algo en su temperamento me hace sentirlo diferente a Badru.

 

Bien podía ser que se hubiera dignado a dirigirnos la palabra en lugar de solo aventarnos hechizos.

 

Es extraño como cuándo te hacen preguntas tan profundas, que implican "cosas importantes" la mente se nubla. Sucede en ese momento, en que mareada entre muchas ideas no parezco dar con una lo suficientemente fuerte como para llamarla "mi mayor deseo". Por contraste, el mayor temor se dibuja casi desde el comienzo, aunque sus contornos también sean difusos.

 

El tema además de vivir en Ottery, y estar sumergida en una guerra, es que muchas veces las prioridades, los deseos y temores van reconfigurándose, cambiando de acuerdo a las circunstancias.

 

No tengo un solo gran deseo. Incluso en no pocas ocasiones mis deseos personales resultan contraponiéndose a los grupales. En el plano personal, por ejemplo, acabar con esta guerra bajo una salida pacífica es mi deseo, pero a nivel grupal actúo en un grupo que se enfrenta en campos de batalla a los mortífagos porque sé que mi deseo personal, llegados al punto en que estamos, no puede concretarse en la realidad.

 

Ya solo quedaba la otra parte de su pregunta, el mayor temor. Había oído la respuesta de Mel, y de cierta forma algo igual y algo diferente tenía lo que ella había dicho con lo que yo tenía para decir.

- Mi mayor temor es olvidar. Mis recuerdos, buenos y malos, me hacen ser quien soy. Siento que si los perdiera sería como "morir" porque no podría ser la misma persona que soy ahora.

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Kaori Matsudaira

Tenía la sensación de conocer de alguna parte a Mel y dado que solo había estado un par de días por el lugar solo podía ser de sus clases con la Arcana Rosalia. Estaba por responder al saludo cuando algo llamó su atención en el cielo. > pensó al ver descender de una hermosa alfombra voladora a otra bruja que también le resultaba familiar.

—Un gusto volver a verlas… —empezó a decir Kaori pero no pudo decir más nada pues un hombre algo mayor, de una estatura bastante considerable y de cara de pocos amigos se unía a ellas.

Sin duda se trataba del guerrero que sería su profesor, por alguna razón le dio la sensación de que se había metido en la boca del lobo y que aquella clase sería una que recordaría por el resto de su vida. Alejándose un poco del mago se paró a la derecha de Mel, quien fue la primera en responder a las dos preguntas que ni bien llegar, el profesor había hecho.

No le sorprendió la respuesta de la bruja, el instinto de sobrevivencia de todas las personas hacía que la mayoría le temiera a la muerte. Para ella sin embargo no era así, hace mucho que había aprendido los misterios que esta representaba y ahora más que miedo, le tenía un profundo respeto. Luego llegó el turno de Bel quien si tenía un par de deseos interesantes. Era la segunda vez que escuchaba de aquella guerra entre los mortifagos y el otro grupo llamado la Orden del Fénix, ella aun desconocía de lo que se trataba.

—Mi mayor deseo en este momento es aprobar la clase y tratar de no morir en el intento, deseo obtener el conocimiento que me permita dominar este libro —Le habían comentado que esas clases eran muy difíciles y que por lo general sus vidas estaban en peligro desde el mismo momento en que se estas empezaban.

Por un momento se planteó la posibilidad de ignorar la segunda pregunta, pero luego de volver a ver al guerrero comprobó de que no era una persona a la que le gustaban los juegos, se veía muy rudo.

—Mi mayor temor es la soledad —respondió.

A pesar de que con su padre no tenían una buena relación le aterraba pensar que algún día él ya no estaría y quedaría sola, quizá esa era una de las razones por las que había hecho ese viaje, conocer a más miembros de su familia, saber que no estaría sola.

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Cada una de ellas analizó por unos segundos las preguntas realizadas por el guerrero tratando de encontrar entre sus cavilaciones una respuesta correcta para acercarlas a la aprobación del libro, como si Bakari tuviese una respuesta acertada definitiva escrita en un papel. No era así. Sin embargo, la joven entre castaños y rojizos dio una respuesta interesante a comparación de las otras dos que simplemente eran las más comunes y aburrida.

Acabar con la guerra entre los dos conocidos bandos fue algo nunca escuchado por el Uzza, tenía conocimiento básico de la situación y del tiempo prologado de las batallas. No era unos simples meses, eran años, décadas de enfrentamiento. Muchos muertos, enemistades y odio irracional, la experiencia del guerrero imaginaba todo lo vivido por pueblo mágico londinense estaba pasando y el deseo de poder aumentó mucho más desde la llegada de los suyos a la universidad, escuchó en alguna de sus salidas que llevaban tiempo sin enfrentarse, una especie de tregua o alguna estupidez.

- ¿No pertenecen ustedes al mismo grupo que ella? - Preguntó tratando de adivinar y conocer un poco más de la situación. - O tienen alguna opinión al respecto.

No era más que la simple y banal curiosidad de un anciano queriendo saber más de la guerra moderna, y esa curiosidad era tan importante que hizo que se le olvidará las siguientes etapas de su clase, de aquello que debía enseñarle a las chicas para realizar las invocaciones del libro del caos. No se dio cuenta de inmediato, en realidad volvió a preguntar sobre el mismo tema.

- ¿Creen que vaya a terminar pronto? ¿Algún bando tiene una ventaja?.

La culpa de la distracción no era de él, la falta de respuestas interesantes y un poco más profundas lo llevaron a desviarse del tema principal. Esperó, por primera vez en mucho tiempo, impaciente las respuesta de sus estudiantes lo llenaran de un conocimiento que no poseía.

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