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Prueba de Animagia #1


Suluk Akku
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Emitió un rugido suave. Nervioso, dejando de lado cualquier sentimiento de amenaza. No estaba en las condiciones de verse amenazante. Aquellas criaturas, despojos de humanidad, parecían ser peligrosas y lo superaban en número de forma avasallante. ¿Cómo podía un animal asustado luchar y sobrevivir en una batalla justa? Y el principal problema en ese momento es que Bastian no tenía de forma consiente el recuerdo de ser una persona. ¿Cómo comunicarse sin saber el idioma de los animales? ¿Cómo mostrar que sus intensiones no eran dañinas?

 

En aquel mundo -de humanos completamente diferentes a los que el animal conocía- habían tres estados de vida para las personas. Aquellos que vivían, aquellos que morían y aquellos que vivos eran despojados al abismo a vivir en la penumbra. Y como es normal, en cualquier dimensión y mundo, las personas no aceptan nunca los castigos.

 

Pero en el mundo de los despojos habían seres que estaban consientes del destino al que habían sido condenados. Porque los despojados estaban allí por crímenes horribles. Ultrajar a persona, darles muerte o esclavizarlas. Aquellos que mantenían consciencia eran en realidad los peores criminales. Antes de ser despojados sus cabezas funcionaban anómalas. No eran consientes de lo que hacían. Se les condenaba a la penumbra, si. Pero en la penumbra no tenían que obedecer a los demonios que los habían desquiciados. Eran los que más sufrían porque ido el demonio tomaban responsabilidad de lo que hicieron, comprendían que estaba mal y se arrepentían. Aquellos que vivos eran normales sin embargo no lograban aceptar su destino.

 

Esa era, por su puesto, la única forma en que Bastian lograría escapar de la penumbra y visitar la dimensión de los vivos de aquel mundo. Rugió pidiendo ayuda ¿Alguien sería capaz de comprender? ¿Alguien podría guiarlo para escapar? Su mirada se fijó en los saltones ojos de uno de los despojados. Todos los demás se dispersaron cuando este movió su humanoide mandíbula emitiendo sonidos fantasmagóricos.

 

—No eres un vivo, no eres un muerto ni un despojo ¿Qué eres? —preguntó en una lengua imposible de documentar por escrito debido a su complejidad inclusive al hablarla.

 

—Ayuda —respondió Bastian en rugidos. Un destello, el rostro de su hijo se formó en sus pensamientos y pudo invocar para si una palabra >

 

—Utilicé a criaturas parecidas a ti para iniciar una guerra no autorizada. ¿Serás capaz de entender su idioma? —dijo nuevamente en aquella fantasmagórica lengua —¿Eres un felino verdad? Porque yo si que entiendo tus extraños sonidos. No totalmente, tienes una pronunciación complicada —agregó, esta vez emitía suave rugidos parecidos a los de un león.

 

—En mi tierra me dicen tigre. Tampoco puedo entender todo lo que dices

 

—Ya lo harás, nos entenderemos. Y te utilizaré para escapar de aquí. Mi demonio era bueno. Esa guerra no estaba autorizada pero era necesaria para evitar una mayor. Cuando me despojaron destruyeron a mi demonio pero se que tengo que continuar con su misión. Llevo aquí milenios, soy el primer despojado. Soy el que les concedió el habla a todos los felinos en mi mundo. Sígueme

 

La criatura se volteó y comenzó a caminar (si a esos extraños movimientos se le podía llamar caminar) y Bastian aún sobre sus cuatro patas no dudó en seguirlos. El despojado conocía muchas cosas, tenía capacidad que nadie había desarrollado en estado vivo pese a los milenios transcurridos. El podía sentir que algo mucho más listo que un felino estaba dentro del cuerpo del animal.

 

 

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-¡Abusivo! Más te vale dejar a Tobias, ¿quién te crees que eres?- Le gruñi al perro con esa habilidad que teníamos los animagos para comunicarnos con otros animales y animagos.

 

Además, lo amenací con la pata, cuidando de no caerme. El crup me sonrió, sabía que no era animago, ya que nadie en Londres era capaz de convertirse en un animal mágico. En ese momento, me lleve la pata derecha a la cabeza, pensativa. ¿Cómo sabía que estabámos en Londres?

 

-Pero si estamos jugando. ¿No ves que tenemos que fingir por si alguien nos ve? Tobias ya hizo tu coartada, yo solo tenía que fingir perseguirlo por si llegaban antes.-Contestó.-Tardaste mucho en descubrir que buscar.

 

El pequeño gato negro al que hubiera confundido con Gatiux salió de su escondite, al parecer disfrutando todo eso, mientras que yo no entendía nada.

 

-¿Todos ustedes sabenn de que se trata todo esto?- Pregunté.

 

-Si, excepto la lechuza.- Contestó el crup.-Como ella dijo, a nosotros no nos modificaron recuerdos como lo hicieron con ellos, ahora baja y ve al cuarto de los amos, mañana sigues.

 

¿Porqué tendría que bajar? ¿Cómo sabía que no me perseguiría? Siendo tan desconfiada como era, no creía posible confiar en ellos, sino saía nada. Además, ya otras veces me había equivocado. De todas formas baje de un brinco de la estantería más alta y llegue al cuarto indicado justo a tiempo.

 

¿Justo a tiempo? Vi que había un desastre. Toda la ropa de la cama deshecha, me iban a ocasionar un lio enotme, pero entonces entendí, porque escuché que la familia regresaba antes de tiempo. El señor entraba al cuarto del hijo, gritando un te atrape. Al ver que no había nadie más que el crup durmiendo, la esposa y el hijo se rieron.

 

Mi instinto me había hecho acomodarme en la cama y fingir que estaba dormida y así me descubrieron, sin embargo, no se enojo la señora.

 

-Bueno, si ha estado ocupada, pero haciendo otras cosas.- Comentó, empezando a quitar la colcha, tirándome de la cama.

 

-¡Meow!- Maullé enfadada, escondiéndome debajo de la cama.

 

¿Qué tan poderosa era la animagia? Lo suficiente para poder comunicarte con otros animales y ponerlos de tu parte traicionando a sus dueños. O tan eficaz para poder infiltrarte en una familia duranate meses, si uno sabía actuar bien. De esa forma uno podía robar secretos o recuperarlos.

 

Hasta el momento sabía que tenía meses trabajando en esa pantalla y que además de alguna forma había logrado poner de mi parte, aunque sin convencer bien al dueño. ¿Porqué seguía en ese sitio? Suponía que todo terminaría cuando por fin logrará salir de ahi con ese diario. Y me faltaba poco para lograrlo.

 

Esa vez pase la noche debajo de la cama sin lograr que me convencieran por nada del mundo que saliera de ahi. Atribuyeron mi actitud a los gritos del señor, quien durmió en el sofá. Empezaba a sentir un poco de remordimiento por el mismo. Quizás cuando me fuera, podría dejar alguna prueba de que no estaba loco.

Quería poder recuperar mi forma humana nuevamente e iría a comprar mucha ropa, me lo merecía. Me estiré, esperando el momento para sacar ese objeto de su escondite. Algo me decía que todavía me faltaba una parte por hacer para demostrar que manejaba bien la habilidad, si bien hasta ahora me había probado como animaga.

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Un extraño ruido despertó a los gatos dormidos que se guarecían en aquella abandonada fábrica, los más precavidos salieron por las ventanas rotas, algunos corrieron al amparo de los diferentes agujeros, donde si alguien intentaba alcanzarlos acabarían con unos cuantos cortes mientras los felinos huían al exterior. Otros, como Gatiux se quedaron desde una posición alta, muy quietos pero despiertos, esperando a ver qué ocurría.

 

- Racitcarp somedop íuqa. Adan riced a av son eidan. Adanodnaba átse acirbáf al. Ffej, ohcid eh lo et. (Te lo he dicho, Jeff. La fábrica está abandonada. Nadie nos va a decir nada... Aquí podemos practicar.)

 

- ¿Aícilop al a amall y sorit sol eyo neiugla is y? (¿Y si alguien oye los tiros y llama a la policía?)

 

-Satal de sacop sanu racoloc a somav. Rahcucse a av son eidan. Odipútse, néibmat rodederla de lo. (Lo de alrededor también, estú.pido. Nadie nos va a escuchar. Vamos a colocar unas pocas de latas...)

 

Gatiux frunció el ceño y entornó los ojos. Aquellos tipos que acababan de invadir el lugar hablaban un dialecto extraño, no entendía que estaban diciendo. En el callejón, la noche anterior, le sucedió lo mismo, pero supuso que el tipo gordo hablaba así de raro porque era italiano, pero estos dos chavales parecían los típicos macarras de un barrio cualquiera de londres, combinaban chandal y oros, y la gorra en una posición que no les cubría del sol. El gato negro miró a Wade, un gato atigrado al que le faltaba un ojo que estaba tendido a menos de un metro de ella.

 

Wade, no los entiendo, ¿qué tipo de dialecto hablan?

 

¿Tienes cera en los oídos, gatita? Tienen acento inglés, inglés capullo para ser exactos.

 

La gata azabache movió la cabeza a un lado y a otro. ¿Se la había golpeado? No entendía una palabra de lo que aquellos dos estaban diciendo. ¿Cómo iba a ser eso inglés? Una risa mental llegó a su cabeza. Wade la miraba con burla mientras ella se daba con la pata en la cabeza inútilmente. Había algo en ella que estaba mal. ¿Qué había sucedido? Gatiux intentó rememorar los días anteriores, pero en lugar de recuerdos había una laguna en blanco. No recordaba más atrás del callejón o su nombre. Ella era algo más que un gato, una mujer de pelo púrpura apareció en sus recuerdos pero no eran todo lo nítidos que deberían ser.. ¿no era extraño?

 

¡Bang!

 

Antes de que pudiera seguir con el ritmo de aquellos pensamientos, el sonido de una pistola disparándose la sacó de su estado meditativo. Aquel sonido fue acompañado de un maullido lastimero. Y después un bufido, y luego otro. Se sumaron más bufidos y algunos gatos que habían permanecido en la oscuridad salieron donde hacia la zona iluminada. Dispuestos a atacar a aquellos jóvenes.

 

Sue era una gatita naranja la cual trajo al mundo pocos días atrás una camada de gatos enfermizos, cuatro de los cinco murieron en los días siguientes al parto. El otro que quedaba acababa de morir, y su madre intentaba despertarlo en vano, maullando de forma dolorosa. El resto del clan iba a por los invasores, que no sabían a qué gato apuntar con las pistolas, cambiaban de objetivo en un intento inútil de persuasión.

 

- Sodaisamed nos sonomav oít. (Tío vamonos, son demasiados.)

 

Ambos echaron a correr, perseguidos por unos cuantos gatos furiosos, disparando al aire pero sin acertar a ninguno de los felinos en movimiento. En cuanto salieron de la fábrica, Gatiux bajó de la caja de madera en lo alto y acudió donde estaba Sue, no se podía hacer nada por la cría inconsciente. La madre también estaba herida, fruto del rebote de una bala que le alcanzó en una pata. Wade se acercó con una camiseta vieja que decía Industrias TecCop, uno de los muchos uniformes dejados atrás en la fábrica. Juntos enrollaron la camiseta alrededor de la pata de la gata que lloraba su pérdida, y a la que no le importaba no seguir adelante.

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El sol salía desde el horizonte. O por lo menos eso podía intuir porque se veía claramente el contorno de los troncos de los árboles, la copa de éstos apenas iluminada y no hacía falta que me continuara guiando con la luz de mi varita. Aquellos árboles parecían soldados que jamás se movían de su posición, sus ramas me hacían agacharse o intentar zafarme cuando se aferraban a mi camisa. Y las raíces, me habían hecho tropezar más de una vez. Y había estado casi toda la noche refugiado cerca de aquel lago. Aunque se me había pasado aquel malestar, el sueño y el cansancio caían sobre mis hombros y párpados. Unas horas de sueño me habían incentivado para caminar todos aquellos kilómetros.

Había llegado a la zona del bosque donde el calor aumentaba a cada segundo. Los troncos de los árboles ya no creían tan juntos, por lo que tenía más visión tanto a los costados, como al cielo que se volvía cada vez más claro. Incluso las estrellas ya habían desaparecido. Me habían ayudado a orientarme en una ocasión. Aunque tenía la simple impresión de que fuera cualquier dirección que hubiera tomado, estaría en aquel mismo punto. Pero lo que más llamó mi atención, porque mis pies se hundían más a menudo, era que el césped, piedritas y tierra, era reemplazado por arena. Para cuando llegué a la altura del último árbol, desabrochándome por completo la camisa por el calor, lo único que podía ver tan lejos como llegaba mi vista era arena.

No dejaba de caminar. Aquella voz me había vuelto a hablar. Antes de dormirme. Cuando recién abría los ojos y cuando había empezado a notar la arena. Mi varita estaba guardada en la cintura de mi pantalón y ahora tenia la camisa arremangada y mi pecho con algunas gotas de sudor. Mi frente era igual, por lo que me limpie con el dorso de la mano. La brisa suave que había estado jugando entre el bosque, allí parecía que no quería hacerlo. Mojé varias veces mi cabeza con la varita pero al cabo de algunos minutos se secaba.

Tanteé nuevamente mi bolsillo. Aquella piedra azul seguía permaneciendo oculta. Había tenido la valentía de lanzarla bien lejos. El puntito azul brillaba sobre la arena. Pero luego de varios pasos, había reaparecido en mi bolsillo. Ya hasta jugaba para ver cuánto tardaba en regresar. En todo el tiempo libre que había tenido, hasta me había detenido a observar la piedra por minutos. Y desaparecía cuando pestañaba un segundo de más, para encontrarla entre mi vestimenta. Aunque debía admitir algo. Aquella soledad no me gustaba, me incomodaba, hasta me molestaba.

 

Había abierto mi mano como queriendo traer algo con la mente. Pero no había aparecido ni mi escoba ni ningún objeto que me perteneciera. Había intentado hasta convertir aquella piedra en un traslador pero no había funcionado. Estaba seguro que de haberlo hecho, me hubiera llevado al comienzo de aquella duna. La voz se repetía en mi cabeza — Persevera. Persevera. Persevera — ¿Quién demonios era? Cada vez que pensaba en regresar, en retirarme o en convertirme en búho y salir de allí, aparecía ésa palabra. Parecían horas que habían transcurrido, hasta que sobre el horizonte, divisé unas figuras. Parecían edificios. A veces parpadeaban o se movían como si una ola de calor estuviera entre nosotros.

 

Tenía que ir hacia allí, estaba seguro. Esperaba que fuera mi destino o me volvería loco.

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El tiempo pasaba lento en aquella fábrica abandonada. El grupo gatuno se reunía en torno a la desgarrada y rota Sue, la cual acababa de perder a la última criatura de una camada que nunca estuvo destinada a sobrevivir durante mucho tiempo. Compartían pensamientos, intentando en vano aliviar el dolor de una madre que había sufrido demasiado. Sólo el paso de los días mitigaría aquel dolor.

 

Unos pocos, más curtidos en batallas y menos apegados a aquellos sentimentalismos, permanecían alejados, mirando hacia el horizonte por el que habían dado persecución a los invasores. El sol comenzaba a caer cuando éstos regresaron a paso cansado. Wade, Gatiux y otros dos más los esperaban sobre sus cuartos traseros, ansiosos por las noticias que éstos traían.

 

- Los seguimos hasta el parque de caravanas que se encuentra cerca del río. Parece que viven allí. Podríamos ir y darles un escarmiento. -dijo uno de los gatos que habían perseguido a los hombres- Pero necesitaríamos ayuda de Dave y sus secuaces.

 

- ¿De Dave? Yo no quiero trabajar con Dave.

 

-Yo tampoco. Conseguiremos objetivos, pero, ¿a qué precio?

 

Gatiux se acercó al gato atigrado.

 

- Wade, ¿quien es Dave? -preguntó- ¿Por qué parecen todos tan enfadados por tener que pedirle ayuda?

 

- Olvidaba que eras nueva aquí, preciosa. Dave es un gran danés que vive cerca con otros chuchos abandonados, a cada cual más malhumorado. Solemos acudir a él a cambio de ciertos favores que pagamos con otros trabajitos para él. Ya sabes, meternos por verjas que no caben, bajarles cosas de sitios altos... Muchas veces no nos sale rentable porque quiere esclavitud a cambio de nada.

 

Al final los gatos decidieron por mayoría que tenían que ir a pedirle ayuda a Dave, aunque no les quedase más remedio que permanecer con los perros un tiempo. Salieron cuando el cielo comenzaba a teñirse de azul oscuro, sin hacer ruído, para reunirse con el gran danés, un enorme perro que hacía ver pequeño a cualquiera que se pusiese a su lado. Tuvieron que esperar un rato hasta que su majestad decidió recibirles, como si fuera alguien realmente ocupado en vez de un chucho callejero sin nada que hacer aparte de roer unos desgastados huesos.

 

Acordaron con él atacar el campamento en la noche, mientras todos los humanos dormían, para hacerles creer que había animales salvajes en la zona a cambio de un mes entero de esclavitud de dos gatos del grupo de Wade. Si resultaban convincentes el grupo de caravanas se alejaría de la zona y dejarían de internarse por curiosidad en las fábricas. Utilizando a los perros para derribar las pertenencias de los humanos y crear un caos contenido.

 

Se dirigieron a medianoche hacia el parque de caravanas, cuando llegaron allí todos era casi las dos. Los rescoldos de un fuego crepitaban aún, los grillos hacían su ruido característico, mientras que en silencio todos tomaban posiciones. Dave y los suyos, un pastor alemán, un sucísimo border collie, y un pitbull terrier, habían comenzado a mordisquear unos sofás que tenían los humanos cerca del fuego mientras los felinos tiraban otros objetos por el campamento menos pesados.

 

Todo iba bien hasta que uno de los perros comenzó a agitar un palo prendido de la hoguera, el cual hizo fuego. El perro asustado lo tiró lejos, y el palo fue a parar bajo una de las caravanas, donde se acumulaba hierba seca que fabricó humo. Y antes de que pudieran hacer mucho más, se inició un incendio en mitad del campamento. Los humanos chillaban y corrían en todas direcciones con sus pertenencias. Los gatos se escondían bajo las caravanas para no ser arrollados mientras la marea humana se agitaba sin control, gritando y llorando. El humo comenzaba a aturdir a Gatiux, que asustada no se atrevía a salir de allí, pero si no salía moriría pronto.

 

-Persevera

 

Miró a los lados, no estaba segura de quien le había dicho eso, pero tenía razón, no podía rendirse. Con los ojos llorosos salió desde debajo de una caravana, corriendo y mirando hacia todas partes para no acabar aplastada, nadie se fijaba en ella, lo cual era bueno y peligroso. No quería ser pisoteada. Finalmente, gracias a su buena estrella, logró salir de la zona de caravanas, bordeando la verja y yendo hasta la zona alta del río, lejos de la humareda y del caos. Allí se derrumbó sobre la hierba fresca, respirando aire puro. Había visto de cerca la muerte, esta vez no tenía una guadaña, sino un manto de fuego.

 

- Malditos chuchos locos. No se puede confiar en ellos...

 

Wade llegaba cojeando hasta Gatiux, a él también le había parecido buena zona para reposar antes de volver a la fábrica. Todo iba bien hasta que a uno de los perros le había dado por jugar con uno de los palos que había cerca del fuego a medio apagar, olvidándose de que estaba en una misión e iniciando un incendio. De aquello hablarían al dia siguiente los periódicos, estaba segura.

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—En mi mundo era una especie de dios —dijo el ser que caminaba delante de Bastian —. Pero la gente estaba llena de demonios, demonios que los hacían hacer las peores de las perversidades posibles. El consejo no podía aceptar esa guerra. No estaban de acuerdo con mi actuar, no entendían lo que yo había visto.

 

El habla del "ser" sse escuchaba claramente. Pero en ocasiones era casi incompresible. Bastian había comenzado a entender el idioma sin necesidad de pensar mucho. Las palabras se formaban en su cabeza pese a que algunas eran totalmente desconocidas para él. Pero habían algunas que el tipo las decía muy rápido, o las cerraba demasiado por la velocidad de habla.

 

—¿Cómo exactamente tengo o puedo ayudarte?

 

—No lo se a ciencia cierta. Hay una salida, lo se. Pero quien la vigila solamente dejará escapar a alguien que le hable en dos lenguas porque le confundirá. Cuando digas la primera palabra comprenderá todo tu idioma. Si luego hablas de otra forma, un lenguaje que sea lo suficientemente diferente podrás escapar. Se lo que piensas, que yo podría hablar en la lengua de los felinos y en la de mi raza. Pero no puedo. En realidad, estoy proyectando las apalabras en tu cabeza. Rujo con los pensamientos pero mi cuerpo no podría jamás emitir esos rugidos. Mis oídos comprender tus sonidos, pero mi boca no puede pronunciarlos

 

—¿Cómo podría yo hablar dos lenguas si soy un simple animal?

 

>

 

>

 

Un sonido lejano se formó en su cabeza. Los comprendió aunque supo que no era en absoluto la lengua de los felinos. Era otro tipo de hablar, uno que vivía en lo más profundo de su ser pero al que apenas podía acceder. Su cuerpo no estaba hecho para decir esos sonidos.

 

—¿Ahora lo comprendes? Hay sonidos en tu cabeza que no logro comprender, es otra lengua. Nos estamos acercando y tendremos varios obstáculos que pasar. Está en la naturaleza de aquellos seres temerte, aunque intentarán pelear. Destruyelos.

 

¿Qué eran esos? No tenía forma alguna. Pero lo pusieron nervioso. Ser un animal significaba que muy en su interior habían procesos que simplemente se daban. Rugió como no lo había hecho desde que llegó puesto que la bestia se apoderó completamente. Un rugido que paralizó a las criaturas por un segundo. Se abalanzó contra la más cercana y lanzó un zarpazo. Por suerte más que nada dio en un punto vital y su rival se desplomó. Acabó con dos más siguiendo la misma táctica. Varios rugidos comenzaron a oírse.

 

—Estás aquí porque quieres abrir las puertas. Si sales a dos puedes llevarte. Si fracasas dejarás de existir.

 

Toda su familia se formó en su cabeza. Seis humanos que eran muy importantes para él. Seis humanos que esperaban que él regresara con bien. Seis humanos como él. La bestia se tranquilizó. Bastian, aún en forma animal, continuó avanzando. El "dios" se le acercó nuevamente.

 

—Me bloqueaste, no puedo ver lo que piensas

 

—Lo hice. Llevo desde ese momento tratando de adoptar mi segunda apariencia. Hay algo que me lo impide.

 

Fue solo cuando fue humilde > que el portal le dio paso al ser humano racional. La varita mágica se formó entre sus dedos y una suave luz comenzó a surgir delante de ella.

 

—Como animal he derrotado a tus sirvientes. Como animal he hablado la lengua de los animales. Como persona re ordeno que abras las puertas. Pasaré yo, mi otro yo y el tipo este que me sigue. Quizá me haya mentido, y de verdad merezca estar aquí. Pero me ha ayudado.

 

La criatura decía palabras a medias, rugidos a medias, no era capaz de comprender que un mismo individuo tuviera dos lenguas. Porque era el alma lo que analizaba, más no la forma de quien hablaba. La puerta siempre estuvo abierta, pero en la confusión de su guardián Bastian la atravesó sin importarle realmente si alguien más lo seguía.

 

 

 

 

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La arena había quedado atrás. Como el miedo de haberme encontrado rodeado de aquella soledad y no poder encontrar a alguna persona nunca más. Me gustaba la tranquilidad. Me gustaba la libertad. Pero la soledad era algo que me incomodaba, algo que no me gustaba para nada y hacía que pensara en las peores cosas que había ocurrido en mi vida. Por eso que la animagia, me había enseñado a tener las dos primeras mientras alejarme de aquel temor. Porque siendo humano o búho, podía estar cerca de alguien.

 

Era una de las mejores sensaciones el volver a pisar suelo firme. Como había pasado con el bosque, ocurrió con aquel pueblo. La arena se había hecho cada vez menos profunda, las leves colinas eran nulas y las calles se empezaban a ver entre ellas. Cuando miré atrás, hasta había algún que otro farol, los autos muggles pasaban alrededor y no recordaba haber estado caminando durante horas debajo del sol. Me sentía fresco. La noche me ayudaba en aquellos sentimientos y eran agradables. Escuchar un poco de ruido y ver gente era lo que al parecer, me hizo convertirme nuevamente en búho.

 

»Ya no quedan muchos sitios seguros«

 

»Ayer atacaron a media docena de lechuzas simplemente por no querer que entregaran esos ejemplares«

 

Estando en mi forma animal, la comunicación con los otros animales era mucho más fácil, mucho más fuerte. Siendo búho, aún, mantenía mi personalidad de ser alguien tranquilo, alguien que le gustaba escuchar, alguien que prefería observar, así que permaneciendo así, podía ir recopilando información. Al parecer aquel pueblo mágico estaba siendo alterado por alguna noticia del profeta. Era sabido que muchos magos y brujas encantaban sus mansiones o intercedían cartas para que la comunicación se cortara o las noticias no llegaran nunca a su destinatario. Recordaba la vez que había parecido algo así dentro de ministerio. No sabía como alguien había sospechado de mi persona como búho. Pero había logrado zafar.

 

Sobrevolé algunas estructuras y llegué a un lindo parque. Tenía unos cincuenta metros de diámetro. Por todo su contorno había árboles que variaban en tonalidades verdes, rojizas y marrones. El césped que había en aquel claro, en el centro de la plaza, era tupido y había dos o tres senderos en diferentes direcciones. En el medio, se encontraba una hermosa fuente, con dos figuras que escupían agua. ¿vivían muggles por allí? No estaba seguro, pero de lo que si estaba, es que pude ver algunas luciérnagas y media docena de hadas que descansaban alrededor del agua.

 

Marta. No puedes preocuparte por todo. Los chicos están bien. Ya verás. Mañana nos van a responder la carta.

 

Hugo. ¿No lees las noticias? El mundo se está dando vuelta y tú quieres...

 

Solamente quiero que te quedes tranquila. Los chicos están en Hogwarts, nadie va a ser el objetivo de ellos

 

Al parecer una pareja de magos de mediana edad conversaba en uno de los bancos, cerca de aquella fuente. Eran magos, claramente por su vestimenta aunque disfrutaban de la tranquilidad de lugar. Asi que sobrevolé aquel parque dos veces y decidí descansar sobre la rama de uno de los árboles. Por debajo podía ver algunos arbustos con flores dispersas. Un sendero paseaba cerca por allí y las estrellas, junto a la luna, brindaba un panorama hermoso de admirar. ¿Quién podría preferir otra cosa que aquella tranquilidad?

 

@@Lyra Katara Selwyn

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Habían pasado varios días en que la familia saliera de su casa. Odiaba los fines de semana largos, más cuando estaba en una misión. La próxima vez tendría que engañarlos mandando una nota de que se ganaron algo, como suelen hacer los muggles y al final siempre resultaba que no era un premio sino una venta, siempre pedían que llevaran una tarjeta de crédito, como ellos lo llamaban.

¿Cómo sabía eso? Era raro, suponía que era por la clase de estudios muggles y haber vivido entre ellos un par de años, pero ¿cómo lo recordaba? No tenía tiempo para eso, logré llegar por fin a la última estanteria del cuarto del chico y después de tirar casi todos los libros, cuando llegue al último se activo el secreto.

La puerta del armario se abrió, dejando ver al fondo del mismo una pequeña puerta, la cual tenía espacio suficiente como para que un gato o un perro pequeño pasaran. Brinque de un salto y sin pensar en las consecuencias entre. Sabía que tenía que buscar algo parecido a un diario y mismo que defintivamente no sería un horrocrux o algo similar.

El lugar pasando la pequeña puerta era del tamaño del armario que se encontraba en la habitación del hijo de la familia. Al menos como gato podía moverme tranquilamente, pero ¿cómo le habría hecho alguien para poner algo ahi? ¿Aparición?

Vi que aunque pudiera moverme, el encontrar el libro no sería tan fácil. Estaba lleno de varias cosas que no parecían peligrosas. La mayoría de ellas juguetes, peluches, un par de trenes de juguetes, algunas pelotas. Por fin vi el libro, tuve que saltar algunas cosas para evitar tocarlas, pero por fin lo logre. Como animagos podíamos leer y lo que vi me sorprendió.

En ese libro se encontraban muchos apellidos de familias que se involucraban con la orden del fénix y con los mortífagos. Si esos datos salían a la luz, la mitad de la sociedad mágica se vería destruida. Fui pasando las hojas con la pata, era obvio que tenía que poner el libro a salvo o mejor dicho destruirlo, para poder salvar esas familias.

-Selwyn.- Ese apellido en particular llamo la atención y se escuchó de nuevo la palabra persevera.

En la pata derecha sentí algo extraño, como si me avisará de algún peligro. No lograba recordar que llevaba puestos todos los anillos y amuletos de los libros, mismos que aún como animaga conservaba, aunque claro, en mi forma gatuna se perdían con el pelaje.

Ahi estaba. En ese closet justo en lado contrario de la puerta se encontraba el padre de familia apuntándome con su varita, retandome mientras cerraba el libro y lo protegía con las patas.

-No dudaré en matarte si no me das eso. ¿Sabes a cuantas familias he logrado chantajear y quedarme con sus fortunas para que no dijera a ninguno de los departamentos de seguridad que alguno de sus miembros pertenecían a un bando?- Preguntó. -A muchas, ¿creías que un puesto en el gobierno podía pagar tantos lujos?

Suspire, ¿quién era ese? Por lo visto algún neutral lleno de poder.Moví la cabeza negativamente, seguia en mi forma gatuna.

-Esa lechuza me aviso. Menos mal que mi esposa e hijo quisieron ver una película, ellos no están en casa. ¡Vamos! Muestráte de una vez tal como eres.- Gruño el hombre, mientras lanzaba un rayo, seguramente aturdidor.

Afortunadamente para mi, el hombre estaba nervioso y no logro darme. Jalando el libro con las patas, fui acercaándome a la puerta por donde pude entrar, mientras seguía amenzandome. El hombre toco uno de los juguetes, un conejo de peluche y descubrí el secreto.

¡Los objetos se duplicaban! Eso era una ventaja para mi. Afortunadamente los objetos cerca del agujero no estaban todavía multiplicándose, por lo que pude salir por el agujero con el libro. Me aseguré que el crup saliera de la casa, la lechuza me daba igual.

-¡Vámonos! Le dije al crup, mientras escapabamos por la puerta principal, menos mal que habían puesto una entrada para mascotas.

El hombre había seguido lanzando hechizos hasta el último momento, haciendo estallar la mansión.

-Hombre se volvió loco al quedarse atrapado en un cuarto secreto y destruyó su mansión con hechizos experimentales.- Dijo el crup.

-Entonces, ¿sabes para quien trabajaba? ¿Cómo logró hacer que creyeran que iba al Ministerio?- Pregunté.

-Creo que no lo sabremos. ¿Qué vas a hacer con ese libro?- Preguntó, señalando con la pata.

Lo miré, podía entregárselo a quien me lo había pedido, pero ese Selwyn me preocupaba. Podíamos destruirlo de otra forma, por lo que se lo acerque con una sonrisa.

-¿Jugamos?- Bromeé.

Entre los dos destruimos el libro, rompiendo hoja por hoja. Sabía que un mago podía repararlo, pero por eso lo enterramos en diferentes partes del inmenso jardín, creando un desastre. Había valido la pena, por todas las familia que salvámos y las que dejarían de pagar chantaje.

Sin embargo, sentí una extraña sensación al enterrar el último pedazo de papel. Era como si una fuerza poderosa me llevará a otra parte.

~~~*~~~

No estaba segura donde estaba, pero por lo visto había estado enferma. Me sentía muy mareada y la persona con la que iba, una mamá me miraba preocupada.

-Katara, ¿estas bien? Te ves más pálida que de costumbre.- Dijo la joven que llevaba un carrito con un bebé, el cual intentaba llamar mi atención.

Estabámos en una especie de supermercado muggle. Sentí que iba a desmayarme, por lo que al ver el parque que estaba enfrente, decidi salir.

-Solo necesito aire, necesito salir.- Pedí.

-Tu mamá se encuentra realmente mal, Lionel. Ella nunca te dejaría con nadie.- Dijo la demonio.

Alcancé a escuchar esa parte, por lo visto esa joven era una niñera o una amiga. Moví la cabeza, solo recordaba a Lionel, uno de mis hijos en la Selwyn. La mayor era Eliah y la de enmedio era Sophie, pero ella era adoptada.

Empecé a pasear sin rumbo fijo, mirando los anillos en mis manos, igual los amuletos. Jugaba con mi varita en la mano derecha. Era una noche clara, cuando vi algo que me llamo la atención. En la rama de uno de los árboles vi descansando un bújo, pero no era cualquiera.

Me convertí en animaga.

-Te conozco.- Maullé, sabiendo que el búho me entendería.-No se de donde, pero te conozco.

Tenía intención de subir por el árbol, pero espere abajo, regresando a mi forma humana. Si me decía algo, seguro lo entendería.

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Editado por Lyra Katara Selwyn

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Aquellas dos personas que hablaban entretenidamente, sin saber que sus palabras eran escuchadas por un mago, se alejaron para regresar a su hogar. La noche los había enfriado de a poco, aunque era un clima agradable parecía afectarle a las personas mayores. El ruido de la fuente era tranquilizador. La brisa movía a copa de los árboles y amortiguaron, ya los pasos tranquilos, de aquella mujer que no había visto. ¿Cómo había aparecido allí? Su varita la delataba como bruja.

Iba a descender hacia ella. Siempre me gustaba llegar al hombro de las personas, darle algunos mordiscos de cariño en sus orejas y alejarme. Eso me hacía parecer un búho normal, como un ave que esperaba alguna recompensa, aunque claro, no siempre llevaba una carta entre mis garras. Pero antes de siquiera aletear una vez, esta se transformó en un gato. ¡En una gato blanco! Era hermoso. Peludo. Y sus ojos parecían más tenebrosos en su forma animal.

»Alejate. No quisiera estar de nuevo casi a borde de la muerte« aquello para cualquier oído sería un ulular tranquilo. No recordaba porqué pero había sentido que había llegado mi hora, justo antes de encontrar aquel lago. Pero no me importó que la bruja regresara a su forma humana. ¿Y si cuando bajaba decidía atacarme? No estaba segura cuan gato o cuan humano era. Pero no quería corroborarlo. Aleteé algunas veces y me alejé un árbol de distancia. Las ramas estaban en la misma altura. A pesar de estar dándole la espalda, volví a emitir algunos sonidos. »¿De dónde me puedes llegar a conocer? ¿Eres de por aquí?«

Aunque a decir verdad, no sabía realmente donde me encontraba. No parecía ser un parque conocido dentro de Ottery. Era un pueblo tan grande que los jardines de cada casa eran diferentes. Pero la mayoría eran conocidos. Miré alrededor, con mis enormes ojos. No había castillo o mansión alguna. También parecíamos ser solamente los dos. Miré a la bruja. ¿Qué diferencia veía en mi como búho del resto de los búhos? Se supone que nadie sabía sobre mi animagia. O eso siempre había deseado. No estaba seguro si tenía que tomar sus palabras literales. Tal vez ella solía hablar con los animales o las plantas, muchas personas lo hacían.

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Afortunadamente ya era muy tarde y no me había encontrado a nadie más que aquel búho a lsalir del supermercado. El mismo parecía estar con bastante gente y abierto las veinticuatro horas. Era una imprudencia lo que había hecho. Transformarme en mi forma gatuna y jugar con mivarita, ¿y si alguien me veía?

 

No le hice caso al búho. Seguí jugando con la varita en la mano ya una vez que estuve trranquila. Me senté recargando la espalda en su tronco, intentando responder sus preguntas, mientras intentaba también responder las mias.

 

-¿Qué quieres decir con estar de nuevo al borde de la muerte?- Pregunté.

 

El búho escucharía mis pensamientos. Solo recordaba que entre animagos nos podíamos reconocer sin problemas, al menos eso había entendido. ¿Pero quién nos había dicho eso?

 

-Ahora me tomarás como loca y no sé porque soy tan sincera contigo, pero solo se que te conozco. A lo mejor es por la animagia, se supone que los animagos podemos reconocernos entre sí.- Me encogí de hombros, mientras hablaba con él.-¿O se supone que tu animagia es secreta?

 

Me levante y lo miré interesada. A mi nunca me había preocupado mantener mi animagia en secreto, siempre me había gustado presumirla y era bastante conocida por las travesuras que hacia.

 

-No se en donde estamos, pequeño búho. Sé que me llamo Katara porque asi me dijo la persona que estaba conmigo en el supermercado y por cierto, creo que deje a mi hijo de un año con ella.- Intenté bromear.

 

-Katara, ¿quieres llevarte al pobre búho contigo? ¿No tienes ya muchas mascotas?- Preguntó la chica rubia, quien sacó a Lionel del carrito y me lo dio.- ¿Cómo es posible que dejarás a tu hijo? Ya sé que nos conocemos de toda la vida, pero nunca habías hecho eso.

 

Cargue al bebé, mientras este sonreía feliz de verme. Eran demasiadas preguntas y no sabía bien que debía hacer, mientras que la palabra persevera no dejaba de sonar en mi mente.

 

-No sé que me pasa, me siento mareada y no, no voy a tener otro hijo.- Bromeé con la joven niñera, al parecer lo era, pero ¿mia o de Lionel?

 

-Entonces mejor vámonos a casa. Nos tendremos que ir caminando, si estas mareando no es conveniente volar o aparecernos.- Comentó.- Soy Cindy, por si sigues sin recordarme.

 

Puso de nuevo a Lionel en la carriola, aunque esta vez yo lo llevaría. Miré de nuevo al búho.

 

-Si quieres seguirme, eres bienvenido. A lo mejor podríamos resolver esto juntos.- Le dije al búho en un lenguaje que solo los animagos podíamos entender.

 

-Yo lo llevo.- Le dije a Cindy, mientras tomaba el carrito.

 

Había guardado mi varita en el bolsillo derecho de la sudadera que llevaba. Cindy también usaba ropa muggle. Al poner los dedos en la carreola vi los anillos y amuletos que llevaba. No recordaba usar tanta joyería.

 

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