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Prueba de Animagia #1


Suluk Akku
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El silencio reinaba en la fábrica cuando llegaron los gatos que salieron en la tarde. Todos los demás habían decidido que era una pérdida de tiempo esperarlos despiertos, oirían a cualquier ser que se acercase al lugar gracias a su sentido auditivo desarrollado. Sue dormía junto a un macho del grupo que no se había despegado de ella desde el incidente, él se había preocupado de no dejarla sola en ningún momento. Ahora todos aguardaban las noticias de lo sucedido.

 

Habían vuelto todos, todos los gatos, ya que Dave y su compañía perruna habían huído hasta su territorio en cuanto tuvieron la oportunidad. Fue Wade, al que todos solían escuchar, quien explicó lo sucedido. El porqué de la columna de humo en la lejanía. Cómo se había torcido todo, y que habían podido huir a duras penas. Al día siguiente, el incendio en el parque de las caravanas sería noticia en el periódico local.

 

- Si Dave reclama un favor, no se lo devolveremos. Ha dejado bastante que desear.

 

El gato tuerto estaba enfadado, y con razón. Querían vengarse de dos personas en particular, y se habían visto envueltas las seis o siete caravanas que ocupaban aquella zona. No devolverles el favor supondría un dolor de cabeza durante algún tiempo para ambos bandos. Se fueron a dormir nuevamente, aunque faltaban pocas horas para que el sol asomase por el horizonte, cada quien ocupó su lugar oscuro para que el astro rey no le molestara cuando decidiera salir. Gatiux sin embargo durmió fuera de la fábrica, cerca de la puerta principal.

 

Mientras aquella gata negra dormía, soñó. Soñó con una mujer de piel bronceada, piernas largas y curvas generosas, con un inusual tono de pelo violeta y unos ojos amarillos como los de un gato, con la pupila levemente rasgada en vertical. Su apariencia inquietante la hacía llamativa, tanto que no podías parar de fijarte en lo que dejaba o no dejaba de hacer. ¿Quien era?. En el sueño se movía con la gracilidad de una ninfa. Intentaba acercarse a ella, pero no se dejaba alcanzar. La mujer del sueño reía y daba vueltas, mientras te invitaba a acercarte con un gesto de su mano. Hechizando a aquel que la viera. La mujer daba vuelo a su vestido celeste con su movimiento. Y por un momento la deseó, deseó estar con ella. Deseó SER ella. ¿Quien era? No importaba, era muy bonita, le atraía su magnetismo.

 

Los primeros rayos del alba despuntaron, la luz incidió en sus párpados y se estiró para levantarse. Le extrañó ver lo lejos que estaba el suelo cuando se puso en pie. Sobre dos largas piernas que vestían unas mallas negras. ¿Dos piernas?. Parpadeó y se tocó la cara con las manos, no tenía patas ni almohadillas si no unos largos y finos dedos de mujer. Ayer era un gato, y hoy era humana.

 

«¿Estás dentro del sueño aún?»

 

Miró hacia atrás, temerosa de que alguno de los gatos descubriese a un humano cerca de su territorio después de lo vivido en las últimas horas. Caminó durante mucho rato. Corrió otro tanto mientras echaba la vista atrás, asegurándose de que nadie la seguía. El solitario paisaje rural fue dejando paso a unas casitas de construcción baja, que dieron paso a su vez a edificios cada vez más altos conforme se fue acercando a la ciudad. Estuvo caminando durante horas, intentando recordar, confusa de lo que había ocurrido, sin saber qué aspecto tenía siquiera aparte de las mallas negras, las deportivas a juegos y unas manos con múltiples anillos.

 

Fue por eso que sufrió un shock al quedar frente a un escaparate. Allí reflejando sus movimientos estaba la mujer del sueño. La de cabello violeta y ojos amarillos inquietantes. Vestía ropa deportiva ajustada y cargaba una pequeña mochila en la espalda. Movió una mano hacia su rostro y el reflejo hizo lo mismo. Era ella. Ella era el gato, y el gato era ella. Lo sabía. Aunque desconocía de donde provenía toda aquella aceptación pese a la falta de recuerdos. Suponía que una persona normal se hubiese desmayado ante aquella revelación.

 

Se sentó en un banco, retirándose de las bulliciosas calles por las que había deambulado. Miró con desconfianza hacia los lados, estaba sola, por lo que procedió a abrir la mochila que llevaba a la espalda. Encontrando un montón de objetos extraños y variados: una vara larga de madera, una brillante piedra púrpura a juego con el anillo que tenía en la mano, varios frascos pequeños con líquidos de colores. En cada frasco había un nombre y en letra minúscula breves descripciones. Encontró unos cuantos libros... Aquella mochila no parecía tener final, metía la mano y encontraba un objeto, volvía a meter la mano y encontraba otro diferente.

 

«¿Cómo es posible? Si la mochila no pesa nada...»

 

Lo dejó todo dentro menos una botella de agua. No entendía qué era aquel agujero negro que cargaba en su espalda y por qué tantos objetos pesaban tan poco. La piedra era tan bonita como su anillo del dedo índice. Y el anillo era del color de su pelo. Intentaba concentrarse en algún recuerdo que no se escapase como agua entre los dedos... Desentrañar qué significaban la piedra y el palo de madera. ¿Eran tan importantes como para cargar con ellos? Cerró los ojos y respiró hondo, como sabía que hacía siempre que necesitaba aclarar sus ideas. Se conocía y al mismo tiempo no. Era extraño y confuso.

Editado por Gatiux

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Miraba en dirección contraria de donde se encontraba la bruja. Muchas cosas que había compartido conmigo, las sentía de la misma manera. Los animales tenían mejor comunicación con nosotros en nuestra forma animaga. Era como un lenguaje oculto. Pero entre animagos había mejor relación. Tal vez por eso me había reconocido. Tal vez era casualidad que me haya encontrado y luego de hablar con el silencio, se dio cuenta que sus palabras eran escuchadas por un mago camuflado. La bruja se estaba yendo pero recordaba cada pregunta y respuesta.

 

Yo también te conozco, Katara. Soy Elvis —de un salto, había desplegado mis alas, aletee dos o tres veces y me posé sobre el césped. En cuando sucedió éso, me transformé en humano nuevamente. Llevaba otra ropa. Casi me había olvidado de lo sucedido en el desierto aunque aún tenía el recuerdo fijo de mi vida siendo apagada a cada segundo. Mi túnica negra el interior, los bordes y los botones en plateado. Y algunos arabescos jugaban entre si en el borde de ésta, casi rozando mis talones—. No recuerdo bien de dónde —admití luego de acomodar el cuello de mi ropa y asegurarme que la varita estaba dentro de mi manga—. Tampoco estoy seguro, pero hubo un momento antes del desierto, que casi muero.

 

¿Qué desierto? Allí estábamos en medio de un pueblo. Ni siquiera había bosques pero ésa era la respuesta que tenía que darle. Al parecer ella estaba peor que yo, porque casi había sabido su nombre al mismo tiempo que ella. Aunque mis modales siempre eran los mismos, le dirigí una sonrisa y me acerqué de a poco, saludando a la rubia con una reverencia. Y mirando luego a su pequeño hijo. Automáticamente vino a mi mente Annick, mis hijos y nietos. Y recordé que los extrañaba.

 

Me encantaría acompañarlas —me coloqué al lado de Katara aunque esperando resolver las preguntas que habían surgido allí—. Yo tambien tengo hijos. Muchos. La mansión Gryffindor está repleta de personas —con otra sonrisa le comenté, en respuesta a lo de su hijo. Jamás cuestionaba las maneras de criar a los hijos de los demás, si ella lo había dejado con alguien, estaba seguro que tenía sus razones. Aunque hablando de razones, recordé sobre la animagia y el recuerdo de mantener la habilidad en secreto—. No me gusta demasiado que sepan sobre mi habilidad. Siento que eso me vuelve vulnerable. Que cualquiera podría sacar provecho de eso. Y no me serviría para ayudar. Me vería obligado a salvar.

 

No sabía si estaba de acuerdo con aquello. Era cierto, todas las formas que adoptaban los magos para con los animales correspondían además con la personalidad. ¿Como podría mantener la serenidad si era un gato? Se caracterizaban por ser curiosos y juguetones. Si no hacía de las suyas, entonces ése animal no la representaba. En cambio a mi, me gustaba quedarme en un rincón. Escuchar. Ver en qué temas podía ayudar. No estaba seguro, pero eso me daba más tranquilidad. Y tampoco sabía porqué le estaba contando ésas cosas a Katara, me producía confianza.

 

De a poco fuimos dejando aquella plaza y el supermercado para volver a una zona más rural. De a poco se iba observando más casas, más árboles y las calles eran iluminados con faroles en cada esquina. Emitían una luz amarillenta, que se unía a la luz de la luna. Ibamos caminando por la calle. No había ni autos ni personas. De hecho, solamente me había cruzado con ésa pareja y nadie más. Miré a la bruja de ojos café y me interesaba saber que opinaba.

 

¿Crees que haya personas que utilicen ésta condición para beneficio propio? ¿O para algún fin malvado?

 

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Bastian había imaginado ver un mundo destruido en cuanto pudiera ver finalmente el mundo de su acompañante. Ya era consciente de que se podía convertir en humano y animal. Conocía aquellas dos palabras aunque no tuvieran un significado real en ese momento. Su pelaje estaba manchado de rojo, un poco de su propia sangre. En el momento de la batalla no se dio cuenta del peligro por el que estaba pasando, de las heridas que tenía en su cuerpo y de que posiblemente aquellos seres fueran venenosos. No era el caso, pero ya sin el calor de la pelea esas preocupaciones abordaron su cabeza. Se sorprendió de ver que en realidad todo aparentaba ser un pueblo próspero.

 

—Me mentiste. ¿Cómo la maldad pude crear algo tan hermoso? —preguntó en rugidos.

 

Y fue cuando comprendió el motivo por el que no podía convertirse en humano. Antes no se había dado cuenta de eso. Como humano él jamás hubiera podido comunicarse con su ¿salvador? Más como tigre, hablando el tosco lenguaje de los felinos, si que podían mantener una conversación. Algunas cosas no se comprendían, como era de esperar, pero la mayor parte del tiempo no había problema alguno.

 

—Han pasado miles de años. Pocos son los que llegan con conciencia, nadie había hablado de esto. Nadie me había dicho que mis planes habían llegado a buen término.

 

—¿Cómo, si no pudiste evitar la guerra que destruiría a tu pueblo, es esto posible?

 

—Porque te ha mentido...

 

Una tercera voz, rugidos obviamente, se hicieron presente. Un felino, con colores de puma, melena de tigre y rayas como las de un tigre pero blancas, había salido de la nada. Del bosque que lindaba aquella aparente próspera civilización.

 

—Nos obligó a pelear en su guerra. Sus rugidos dormían nuestros sentidos y nos manipulaba. Al menos eso cuentan las leyendas. Los felinos recordamos, somos inteligentes. Pero ellos tienen armas, sus cuerpos están hechos para trabajar los metales. Para crear bombas y para disparar armas de fuego. Se dice que cuando fuiste despojado trataron a mi especie como traidora. Pocos sobrevivieron. He renacido cada muchos años. Porque mientras nazcan felinos el espíritu del líder trascenderá. He sabido que volvería desde hace veinte vidas. Te he estado esperando.

 

Luego de aquel extraño monólogo las cosas se salieron un poco de control. La mirada del melena de león se perdió en el infinito. Las garras de su acompañante se habían clavado en el animal que con su último aliento había devuelto el ataque. Una fea herida apareció en lo que aparentaba ser su brazo.

 

—Tengo que matarte, mentiroso.

 

—Hazlo. Mi cuerpo es rudimentario. No han pasado miles de años, sino millones. ¿No viste cuan diferentes eran algunos despojos? Sus cuerpos se han adaptado, han evolucionado. Si me matas volveré en el primer individuo que nazca. Soy un inmortal, uno de los fundadores de este mundo.

 

—Creo que no entendiste algo. No te mataré por el bien de esta civilización. Lo haré porque me mentiste. Para cuando vuelvas no estaré aquí. Y si lo estoy, te volveré a matar en cada una de tus vidas hasta que la mía se extinga.

 

Aquellas últimas palabras no las entendió el asesino del felino. Sin que Bastian lo hubiera notado había adoptado apariencia humana. La varita mágica materializada entre sus dedos. Un rayo verde salió de la misma y todo se volvió oscuridad...

 

 

 

 

 

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Escuché con atención la explicación de que lo de casi morir, era antes del desierto. También estaba desorientado, como yo, lo cual era bastante raro, pero sabía que no podía hablar delante de Cindy de eso. Tendría que buscar la oportunidad de hablar a solas con Elvis.

 

Lionel se había alborotado con la transformación de Elvis en humano y aplaudía. Hasta entonces estuvo jugando con m cabello, pero en ese momento balbuceaba cosas como búho y plumas. Quiero al búho de nuevo. ¿De dónde habría salido su faceta de coleccionador de plumas? No lo sabía.

 

-Creo que mi hijo quiere coleccionar plumas tuyas.- Comenté.-Con gusto te daremos alojamiento en el castillo Selwyn. Es muy tranquilo, solo somos mi hija Eliah que es la mayor, Sophie es la de enmedio y es adopta y Lionel.

 

Ignoraba en ese momento que al ser hijo de Hades**, el pequeño en realidad era un semidios que podía convertise en un adolescente de 21 años, por ese motivo mi padre se encargaba de su educación la mayor parte del tiempo, excepto cuando no podía. A Lionel no le gustaba estar como bebé, lo odiaba pero sabía que podría dejar de serlo en el momento en que necesitará su ayuda.

 

-Obviamente también está Cindy, varios elfos y otros guardianes que tenemos.- No podía confesar que esos guardianes en realidad eran demonios.-Al contrario que en tu mansión, en el castillo no suelen estar mis hijaas.

 

Suspiré. En cierta forma lo preferia así. Recordaba haber tenido antes una familia grande pero que había desaparecido...

 

-A mi me gusta presumir mi habilidad. Me gusta mucho jugar con mis hijos y arañar los muebles es muy divertido.- Comené.-Aunque sé cuando es conveniente usarla. Sobre si hay personas que usen la habilidad con malos fines, de seguro las hay. Y no solo la animagia.

 

Cindy había acomodado mientras tanto las compras debajo del carrito de Lionel, lo cual era muy raro. No al hecho que las acomodará, sino que a menos que hubiera una huelga de elfos, nunca iba al super más que para un antojo. Además que la rubia solo había estado en mi vida en los negocios, sobre todo en Chroockshanks, pero nunca como niñera de Lionel.

 

Lionel, en el mundo que recordaba, ya era un joven de veintiun años después de aquella batalla en la que me ayudó. ¿Qué estaba pasando? A lo mejor un mundo paralelo, pero si mencionaba esa idea me creerían loca.

 

-Katara, Elvis, no volteen pero nos están siguiendo.- Comentó Cindy en voz baja.

 

-Usemos la aparición entonces. No, me llevó a Lionel y a Elvis.- Miré a Elvis y sin dudarlo lo tomé de la mano, mientras con la otra tenía a Lionel y mi varita.

 

Vi que Cindy tomaba el carrito y desaparecía. Al notar que dos sujetos se acercaban, hice lo mismo, logrando escapar de ellos. Eso sí, había esperado a llegar unos arbustos y que estos ocultaran la desaparicion, lo mismo que había hecho Cindy. Eso los descontrolaría.

 

Aparecí con Elvis y Lionel en la sala del castillo, dejando a Lionel acomodado en un sillón. Recordaba que era frecuente que nos siguieran, ignoraba los motivos.

 

-Lamentó traerte así, Elvis. Pero esos hombres daban miedo.- Comenté.-¿Quieres algo de merendar? O mejor aún, un cuarto. Siempre están disponibles los destinados para las visitas.

 

Espere la respuesta de Elvis, mientras me negaba a dejarle a Lionel a Cindy. Esta vez yo me encargaría de acostarlo.

 

-Descansa ,Cindy. Deja que los elfos guarden lo que compramos. - Le pedí.

 

 

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Katara me comentaba sobre la situación en la Selwyn. Al parecer era de aquellas pequeñas familias tranquilas. Sin embargo, escuché atento. Cada familia era un mundo y estaba seguro que ellos se sentían tan de cómodos como nosotros, los Gyffindor. Estaba seguro incluso que hasta podríamos compartir algún momento, aunque era mejor que ellos vinieran a nosotros. El viaje sería mucho menos concurrido. ¿Podría llegar a imaginarme a todos los Gryffindor viajando a su mansión?

Sería todo un honor, Katara —le dije con una sonrisa, y mirando al pequeño—. Pero si me dan alojamiento a mi, minuto a minuto empezarán a localizarme mis hijos y estoy seguro que llenarán la mansión todos mis familiares. Pasaría a ser la Selwyn Gryffindor —comenté con una risa que no pude evitar. Era cierto. Ni siquiera podía alejarme a dos habitaciones que ya tenía a alguien buscándome—. Pero estoy seguro que pueden venir a la Mansión Gryffindor a tomar el té o cenar, si quieren. Muchos pequeños querrán conocer a Lionel

Aquella conversación se había vuelto interesante. Estaba conociendo a una bruja que era totalmente diferente a mi. Le gustaba mostrar su habilidad y al parecer, lo que me paralizaba en cuanto al tema, a ella le divertía. ¿Le habría traído problemas el que la vean como gata? No sabía porqué, pero me imaginaba que aquello como un animal, podría traerme feas situaciones. ¿Y si alguien me amenazaba por eso? ¿Y si alguien amenazaba a alguien de mi familia para que tuviera que transformarme como búho y espiar o hacer algún trabajo? Tal vez pensaba siempre cosas malas, pero ése era mi trabajo. Lo había sido por años.

Y exactamente allí fue cuando todo sucedió. Su intuición fue más fuerte que mi accionar. Y me lo estaba demostrando, que era tan sigilosa y atenta como una gata blanca. Dos personas no estaban persiguiendo. No se había detenido dos segundos para corroborarlo. Tal vez ella confiaba más en su escape y yo confiaba más en mi varita, pero sentí sus dedos aferrándose a los míos y ambos desaparecimos justamente a la castillo que habíamos estado hablando, la Selwyn.

No te preocupes. Aunque se muy bien como defenderme, Katara —le comenté, aplastando un poco mi cabello y guardando la varita. Esperé a que ella se organizara un poco—. Tal vez me agrade tomar un poco de café —al parecer era el momento donde los más pequeños se iban a dormir. Me mantuve parado, observando aquella sala. Era grandiosa y era un espacio desconocido, así que era agradable estar allí. Esperé unos segundos, esperaba continuar la charla que habíamos interrumpido—. ¿Crees que alguien tenga algún registro de nosotros? ¿Crees que las personas nos podrían reconocer fácilmente?

Y no estaba seguro, pero algo me volvió a recitar en la cabeza, aquella voz "Persevera" algo me estaba diciendo que estaba por terminar. No sabía qué, pero parecía que luego del café, pasaría a otra cosa, algo que terminar.

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Sonreí ante los comentarios de Gryffindor. Por un momento había pensado que estaba extraviado, pero por lo visto no era así, recordaba todo bien, pero ¿su mundo sería real? Porqué de alguna forma sentía que no lo era. No me había costado convertirme en una minina persa blaanca después del mareo, pero algunas cosas no encajaban. Además, seguía escuchando la palabra persevera.

 

-Selwyn Gryffindor suena bien.- Bromee.-Tienes ssuerte, por lo visto tu familia es bastante unida. En otro momento claro que me gustaría ir a tu mansión a tomar el té, a Lionel le vendría bien el cambio de ambiente.

 

Sin darme cuenta, en la sala Cindy habia acomodado un corral para bebé, acostando a Lionel. Ella había desaparecido, sabiendo que me gustaba tener a Lionel vigilado. En cierta parte me daba envidia aunque sana la relación que tenía Elvis con su familia. Recordaba haber tenido antes que la Selwyn otra familia, la que consideraba bastante unida y al final cuando herede la Selwyn, la deje sin buscar. Al contrario que a Elvis, a mi no me habían buscado, más que las hijas y mi ahijado que ahora tenía.

 

¿Porqué pensaba en eso ahora? Moví la cabeza para ahuyentar esos recuerdos, seguramente ni siquiera eran reales.

 

-Sé que sabes defenderte. Yo no me iba a arriesgar a dejarte solo, pero no podía quedarme con el pequeño Lionel.si había una batalla, no podría ayudarte. Comenté.- Lamento si eso te ofendió de alguna forma, pero prefiero tener mi conciencia tranquila. Aunque espero que no me acuse tu familia por secuestrarte.

 

Bromeé al decir lo anterior. Asentí cuando dijo que tomaría café. Los elfos, sobre todo Wnky siempre estaban atentos a todo.

 

-Sientáte por favor, No te preocupes por hacer ruido. Lionel no se despierta con nada, lo cual es raro, los niños pequeños siempre despiertan a cada rato..- Expliqué, mientras aparecía en la mesa varias bebidas, algunos antojos y botanas también.-Sírvete lo que gustes. Por mi parte, tomaré un refresco y un emparedado.

 

Tomé el refresco que me gustaba y mi emparedado favorito, mientras pensaba en la respuesta que le daría a Elvis.

 

-No creo que sea difícil conseguirlos. No se si esa sea información privada, pero creo que si uno se registra es para que todo mundo sepa en que animal te puedes convertir, ¿no? - Contesté.- Aunque no sé si el departamento que controla los registros tenga una política para eso. Sobre las personas que nos vigilan, supongo que los que saben de nuestra animagia si podrían hacerlo, aunque tampoco sería difícil.

 

En ese momento me hizo recordar cuando saque el registro de la animagia. Jocker Black Lestrange me había sacado un par de fotos.

 

-A mi me tomaron dos fotos cuando me registe y las pusieron en el registro. Una como animaga y otra como humana, así que si alguien ha tenido acceso a los mismos, seguramente puedan recornocernos.- Expliqué.-Pero no creo que sin verlos logren hacerlo. Entre animagos difícilmente podríamos negar que los somos, pero con un mago que no posea la habilidad, no creo que nos reconozcan sin habernos estudiado.

 

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Katara estaba siendo demasiado bondadosa y su hospitalidad me hacía acordar justamente a mi familia. Tenía algunos recuerdos vagos de eso, no recordaba bien porqué, pero me sentía cómodo, me sentía bien. Como si la conociera de hacía años. Claramente que acepté su bebida y me puse a escucharla. De vez en cuando miraba a ver si el pequeño Lionel se despertaba pero al parecer era un niño con un dormir muy profundo. Asentí cuando comentó que aceptaría aquella invitación para ir a la Gryffindor.

 

Tienes razón. Es muy extraño igual —le comenté cuando estábamos hablando sobre los registros que existían en el Ministerio. Tenía en mi cabeza algunas imágenes de ésta misma institución desmoronándose. De un supuesto traidor que estaba secuestrando a Crazy. Recordaba como hacía un año y algunos meses, todos nos quedábamos desempleados. Recordaba que había noticias de que todo se había perdido. Era demasiada casualidad que luego aparecieran los Arcanos enseñando las habilidades. Tal vez ése registro no existía más y eramos animagos libres.

 

Pero antes de dejar la taza de café, todo nuestro alrededor empezó a vibrar. La sala del Castillo Selwyn empezó a girar y eran como manchones de colores que giraban alrededor de nosotros. Por inercia, saqué la varita pero automáticamente, sin saber realmente porqué, me transformé nuevamente en búho. Era grandioso que la magia me permitiera mantener conmigo la ropa, los objetos como mis nuevos anillos y la varita. Luego de unos pocos segundos, la oscuridad nos embargo. »¿Dónde estamos?« pensé, aunque suponía que mi acompañante podía escucharme.

 

Estábamos en el Atrio del Ministerio de Magia. Me había olvidado todo lo que había pasado con Katara. La bruja al menos había mantenido su apariciencia de humano, no sabía hasta cuando. Una voz en mi cabeza me comentaba que mantuviera aquello. Persevera. Los magos iban y venían con sus túnicas de trabajo. Algunas eran verdes, otras violetas y otras marrones. Los memorandum viajaban en diferentes direcciones y las estatuas gigantes se erguían en el medio de todo. El techo estrellado era genial y allí pude darme cuenta que hacía demasiado que no entraba al Ministerio. Estaba nervioso. Estaba ansioso. Me posé sobre el hombro de Katara. Y mordisqué por encima de su oreja.

 

»Necesito robar mi registro de animagia« el pensamiento aquel lo había perdido hacía años. Siempre me había negado a registrarme. Me parecía injusto que el Ministerio de Magia me limitara de aquella manera. Había llegado a transformarme en un búho, luego de años y años de estudio. Y allí estaba, había tenido que registrarme. Me gustaba dar el buen ejemplo, pero cuando yo quería. Tal vez ése era el momento, tal vez mi inconsciencia había empezado a hablar en voz alta. No sabía porqué le pedía aquello a Katara. ¿Y si se negaba? ¿Y si me aprisionaba y me acusaba? Sacudí mi cabeza y ululé. Miré fijamente los ascensores, estaba decidido.

 

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Seguiamos tomando bebidas, hasta que todo pareció cambiar. ¿Estabámos en el Ministerio? Fruncí el ceño, ¿Elvis había ocasionado esa situación? Me molestaba que me obligaran a hacer las cosas, aunque hace poco se podía decir que hice lo mismo cuando hice desaparecer a Elvis conmigo.

 

Elvis estaba convertido en un búho y encima de mi hombro. Por instinto, le robé una pluma. ¿O se la tomé prestada, mejor dicho? Quizás esto último se escuchaba más bonito.

 

-Te mereces que te haya hecho solo ¿tú hiciste esto? ¿Cómo me puedes traer al Ministerio si todo el tiempo lo estoy evitando?- Protesté. El Ministerio era lo que más odiaba, por eso me gustaba estar en el Magic Mall, a pesar de ser parte del mismo, lo sentía aparte del mismo, al estar lejos de ese edificio.-Lo siento, lo harás solo.

 

No hice ningún movimiento brusco para alejar al búho del hombro. Si fuera otra cosa que no involucrará al Ministerio, lo haría, pero no me iba a arriesgar a perder lo poco que me quedaba en Londres por un registro robado.

 

-Lo siento, a mi no me molesta que se sepa de mi animagia, ni me importa recuperar mi registro. Fue lo primero que hice cuando tuve la habilidad y no lo perderé, espero que entiendas.- Si, me creería egoista de seguro, pero más egoista era meter a otra persona en problemas.-No te aprisionaré ni te acusaré, pero ahora tengo que llegar a la mansión Selwyn. Lionel no debería estar solo con esos guardianes, eso lo sé.

 

Ahora si, al escuchar el ruido del elevador hice que el búho se alejará de mi hombro, justo cuando se escuchaba el elevador.

 

-Suerte, lindo búho. Si ves mi registro déjalo ahí. Estoy orgullosa de tenerlo.- Comenté.

 

Me dirigí a la entrada de visitantes. Afortunadamente, mi varita, mis anillos y los amulestos seguían con ellos. Además me llevaba una pluma de recuerdo. Eso era lo único que me atrevía a robar.

 

Sali y cuando llegue a la zona en que podía desaparecer, lo hice, siendo mi destino el castillo Selwyn. Tenía que investigar que pasaba en él. Esperaba que a Elvis le fuera bien en sus asuntos.

 

Aparecí en la sala, Lionel estaba dormido todavía en el corral, por lo que no dude en abrazarlo. No me importaba despertarlo.

 

-Ni siquiera sé si en verdad eres mi hijo o si todo esto es un engaño.- Murmuré, fijándome antes que nadie estuviera en la sala.. Una palabra se dejo escuchar solo en mi cabeza.-Persevera.

 

No había soltado mi varita en ese tiempo.

 

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La oscuridad dio paso a un destello de luz cegador. Mientras se acostumbraba a aquel cambio lumínico tan repentino varios fragmentos de su memoria comenzaron a aparece de forma intermitente en su cabeza. Algunos alegres, otros tantos tristes, y por su puesto algunos muy intensos. La mayoría de ellos estaban inundados de personas en común, una mujer que supo era su esposa. Su hijo, que conforme habían más recuerdos aislados dejó de ser un hijo hasta ser tres.

 

Finalmente pudo ver. Se encontraba en la playa en que se había unido su vida a Valyria. No tenía varita mágica. Es más, ni siquiera un centímetro de tela cubría su cuerpo. Se encontraba recostado, con las patas estiradas y con el pelaje moviéndose al son del viento. Las manchas azuladas destacaban en aquel paisaje de arena blancuzca típica de las orillas de las áridas Galápagos.

 

—¿Estoy muerto y eres una especie de dios que mi mente ha pervertido? —preguntó Bastian.

 

Y es que las memorias de su paseo por aquel universo ficticio lleno de seres humanoides y felinos habían desaparecido casi totalmente. Solamente recordaba una luz verde que inundaba todo el sitio. Luego de eso solo hubo oscuridad por un tiempo que le fue imposible de calcular puesto que aveces parecía eterno y otras tan ínfimo como un pestañeo.

 

—Estás vivo. Aunque he de reconocer que si llegas a conocer a algún dios (oscuro, por su puesto) tendrá apariencia felina.

 

—¿Qué hago en este sitio, Harimau?

 

—No lo se. Yo estaba en un sitio y al segundo siguiente aparecí aquí. Te devuelvo la pregunta ¿Qué hacemos en este lugar?

 

—Creo que lo se, pero puede sonar un tanto extraño

 

—Suéltalo

 

—Creo que en realidad, Harimau, somos un mismo ser. Se que parte de mi alma habita en tu cuerpo, y nunca me he puesto a pensar en ello. ¿Cuándo perturbé el cuerpo de mi mejor amigo con una magia que me da asco el solo pensarlo?

 

—Yo tampoco lo recuerdo.

 

—Exactamente. He hablado con otros animales siendo tigre. No es lo mismo, cuando conversamos solo tenemos que pensar en las palabras y charlamos. Pero acabo de recuperar recuerdos de cuando era niño, recuerdos que el cabrón de Sergey había ocultado porque no entendía lo que estaba pasando. Recuerdo que apenas te conocí ya podíamos hablar, nos comunicábamos de forma precaria. Entendías mis ordenes, las ejecutabas sin rechistar. Pero dudaba cuando yo dudaba, te emocionabas cuando yo me emocionaba.

 

—Yo no lo recuerdo.

 

—Pronto lo harás. Somos un mismo Aiùa que habita dos cuerpos. Estamos unidos por filotes invisibles. No eres mi horrocrux como hemos pensado durante todo este tiempo. Si alguno de los dos muere quien quede vivo asimilará a quien no. Y ambas conciencias llegarán a fusionarse con el tiempo

 

—¿Qué son todas esas patrañas sin sentido que acabas de decir?

 

—No tengo ni la más remota idea, pero se que son ciertas. Son palabras que las aprendí en cuanto las pronuncie. Conceptos que acabo de entender —respondió Bastian.

 

—Lo entiendo ahora

 

—Conozco tus recuerdos

 

—Lo hago yo también

 

—¿Crees que esto sea real?

 

—Lo es

 

—Lo es

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No me gustaba haber dejado a Elvis en el Ministerio, pero sabía que tenía mis propios asuntos que resolver. ¿Tendría que ver con los dos magos que nos habían seguido en el parque? Era muy probable, igual que la sensación de que nunca había convivido con Cindy en otro sitio que no fueran los negocios y que nunca la dejaría cuidando a Lionel.

 

La palabra persevera era constante. Además de que el anillo detector de enemigos estaba enloquecido también. La sensación era demasiado extraña. Pronto lo descubrí.

 

Después de decir que no sabía si Lionel era mi hijo o si todo era un engaño, el bebé que cargaba desapareció literalmente y una risa inundó el lugar. Este seguía teniendo la apariencia de la Selwyn. Me volteé temerosa.

 

-¿Creíste que nunca te iba a descubrir? ¿Qué nunca vengaría la muerte de mi padre?- Me preguntó el joven que tenía delante de mi, ahora unos veinte años.

 

No lo había reconocido. Era el hijo del hombre que al parecer había muerto al destruir la mansión, cuando logré robarme el libro con la lista de las personas involucradas en ambos bandos. ¿Era el futuro eso?

 

-¡No me vayas a decir que no sabes quien soy, Katara! Si, he investigado.- Comentó.

 

No podía retrasar más las cosas. Era obvio que el hijo iba a estar resentido con la muerte de su padre, aunque no siempre buscaban venganza.

 

-No iba a decir nada. Además, lo que hice fue por un bien mayor. Si tu padre vivía iba a destruir muchas familias.- Comenté.-¡Deberías agradecerme por dejarte vivo igual que a tu madre!

 

El joven estaba visiblemente enojado. Obviamente lo que sucedió en el pasado cambiaron muchas cosas, sin embargo para mi no importaba si por una familia, se salvaran las demás.

 

-Es cierto que no perdimos nada monetario, papá había dejado pagada la mansión y nos dejo una buena herencia a mi y a mi madre. Ella siempre pensó que eras una minina inocente, pero yo si le creí a mi padre. - Tomó aire y siguió con su monólogo. -Al final mi madre enloqueció y terminó en San mungo. Ni yo logré entender eso nunca. Algo descubrió y se la pasaba repitiendo que la gata mato a nuestro padre. Le pedí que no lo repitiera, pero otros familiares se dieron cuenta y al ver que no reaccionaba e intentaba matar a cualquier gato que pasara, la internaron. Ven, daremos un paseo a la azotea.

 

¿Qué era lo que tenía en mente? No lo sabía, pero me alegraba tener mi varita, mis anillos y amuletos. Se puso atrás de mi y me apunto con la varita, haciéndome subir a azotea. El trayecto lo hizo en silencio.

 

-Hay un testigo de que dos hombres te persiguieron en el parque. Creeran que supieron donde vivías y que por medio de hechizos te hicieron creer que estabas en el castillo de tu familia. Que ellos te hicieron subir.- Comentó, haciéndo que me acercara y subiera al borde de la barda.-Ni tiene caso quitarte las joyas, ¿de que te sirven tantos anillos? Y no tienes hechizos para esto.

 

Me aplicó un zancadilla, por lo que me hizo caer al frente. El no lo sabía pero me había dado la oportunidad de escapar. Aunque no era necesario toque el amuleto volador, el mismo me permitió planear desde la azotea de ese lugar y caer lentamente.

 

 

-¡No puede ser!- Se escuchó ese grito en el lugar cuando el joven vio como me salvaba.

 

No le daría tiempo para tratar de alcanzarme, el no tenía los anillos y no tenía poderes de animagia. Lo vi corriendo hacia las escaleras. Yo corri hacia la reja de la entrada cuando pase la misma, desaparecí. El cícculo se había cerrado.

 

-Tengo que regresar a mi mundo- Pensé en voz alta.

 

Estaba en el parque donde había visto a Elvis y pensé en Lionel. ¡Lo recordaba! El ahora tenía veintiun años, estaba en la Selwyn y me ayudaba con los negocios. Quizás si repetía todo eso podía lograr regresar sana y salva.

 

Segui caminando sin rumbo fijo, solo se veía un enorme bosque a mi alrededor. Me fije en una extraña roca, demasiado grande, del tamaño de una persona, se notaba que salia de la misma un resplandor azul. ¿Sería señal de que podría volver? Esperaba que si. Había escapado sana y salva del peligro como animaga y en mi forma humana.

 

Me miré las manos, todo antes de entrar. Lo que había llevado conmigo, anillos, amuletos y varita seguian conmgo, inclusive la piedra que llevaba en los bolsillos. También el anillo de aspirante de la habilidad.

 

Era extraño. Hasta el momento no me había vuelto a acordar del anillo, quizás porque nunca estuve en un peligro grande. Con mi varita en la mano derecha como siempre, atravesé el portal. Quería volver a casa.

 

Una vez que lo atravesé, vi mi mochila en el sitio en el que la había dejado. Me pareció ver también a la Arcana, por lo que sonreí, sin atreverme a decir nada.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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