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Aritmancia


Aldaron Passim
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Hace días que no lograba concentrarse o terminar una actividad, todo le parecía aburrido y a causa de eso las horas se le hacían interminables. En su habitación se sentía encerrada, las puertas y ventanas habían permanecido cerradas durante horas, por lo que ya ni sabía en qué momento del día se encontraba. A un costado de su sofá se hallaba una pila de libros, los que había estado leyendo en las últimas semanas, aunque hasta el momento no lograba explicarse a sí misma porque no había finalizado ninguna de las historias.

Se levantó del sofá en el cual había estado recostada por horas para darse una larga ducha. Al salir decidió ponerse ropa cómoda: un short de jean, una remera suelta y un par de zapatillas. Al regresar al sillón notó que en uno de los almohadones descansaba una especie de piedra, no recordaba haberla notado allí antes, aunque tampoco había escuchados ruidos que delataran que alguien hubiese entrado a husmear en su habitación.

La curiosidad la invadió, desde pequeña lo había sido, y a los quince años no dejaría de serlo, ¿Qué era lo peor que podía pasarle? Además no le vendría para nada mal encontrarse con algo nuevo para matar su aburrimiento. El brillo que emitía la piedra le dio pie a agarrarla con mucho cuidado. No pudo evitar cerrar los ojos al notar que se trataba de un traslador. Nunca le habían gustado ese tipo de cosas, y el hecho de que la tomara por sorpresa seguramente la pondría molesta, aunque todo dependía de quien estaba detrás de todo eso.

Apareció en una habitación bastante grande, en una de sus esquinas. Tardó unos segundos en recuperarse y darse cuenta de que allí había personas que no conocía. Y luego comprendió que se trataba de una clase, más específicamente de Aritmancia, a la que se había inscripto hace tan solo unos días, pero que desde hace tiempo tenía ganas de cursar, solo que no disponían de un profesor. Y al parecer en esa ocasión su profesor sería un centauro, o eso creía, ya que las mujeres que allí se encontraban le hacían preguntas, por lo que seguramente esperaban respuestas.

Lamento la demora— se disculpó acercándose al grupo —Soy Romina Targaryen— se presentó. No quiso alargar la presentación para no interrumpir la clase, aunque nunca le gustaba contar su vida personal a cualquier persona, era desconfiada y reservada.

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Se había quedado totalmente embobada en el lomo del centauro, era demasiado para ella estar delante de uno, aunque hubiera preferido ver a un humano entero, o por el contrario, un hermoso caballo. No podía quejarse, estaba alucinada de que su profesor fuera aquel y ya se le había olvidado que se encontraba en ropa totalmente fuera de lugar.

 

Se alejó lentamente, caminando de espaldas para no perder ni un detalle de cada pelo del profesor. Simplemente alucinante.

 

Cuando Sagitas comenzó a dar saltos alrededor suya primero frunció el ceño, algo desconcertada por todo lo que decía de un tal Sombra Gris el Sabio, ¿quién era ese? Luego sonrió de oreja a oreja y soltó una pequeña carcajada con el comentario último, la verdad es que no le sorprendía que Sagitas no supiera aún sobre su embarazo, teniendo en cuanta que aún se perdía en algunos trámites de su propio departamento.

 

- El día en que te enteres algo a tiempo será un triunfo, Sagitas... Estoy embarazada, Anne fue tan amable de decírmelo -dirigió una mirada a su madre quien parecía estar en su mundo, aunque sabía que pronto iba a despertar de éste y, de una manera u otra encontraría algo para regañarle, gritarle o simplemente hacerla quedar mal.

 

Se encogió de hombros y se alejó un poco de Sagitas, quedando junto a Tauro y Anne. Miró con admiración a su líder y no pudo evitar que sus mejillas se volvieran un poco rojas, estar junto a ella era demasiado maravilloso, y más si le dirigía la palabra. Mery no era una chica importante en ningún lado, quizás en el Departamento donde trabajaba por ser jefa de oficina, pero dentro del bando era una más, de bajo rango y siempre acatando órdenes. Era normal que Tauro conociera a todos los mortífagos, pero, ¿llegar al punto de saludarla? estaba asombrada. Hizo una pequeña reverencia con su cabeza hacía la peli azul y miró hacía el frente.

 

Aún sentía emoción en su cuerpo, la cual iba aumentando poco. Miró la pizarra, letras y números. Los miró fijamente intentando recordar de que le sonaba todo aquello. Desde que se llevaba bien con su abuelo Shiro había estudiado, o mejor dicho, leído, algunas cosas sobre todas las asignaturas, aunque solía prestar una atención nula. Aquello le sonaba de algo. Siguió observando, calculando la distancia entre números y letras, pero Anne llegó con sus regañinas para interrumpir en su pensamiento.

 

- Dios, Anne, ¿dejarás de regañarme por todo algún día? No es mi culpa que yo estuviera limpiando y me cayera una piedra en la cabeza, y que resultara ser un trasladador -gruñó mientras se cruzaba de brazos y le dirigía una mala mirada-. Si hubiera sabido que vendría aquí no hubiera venido así -dijo de manera obvia. Volvió a mirar a la pizarra y una luz encendió su cabeza. ¡Ella sabía formar su nombre con números!

 

Sonrió con gesto de superioridad y observó a la nueva chica que había aparecido en clase. Romina Targaryen. Con ese apellido ya le había caído mal a la pelirosa así que la ignoró como solía hacer con muchos magos y brujos, con casi todos para ser sinceros. Aclaró su voz para comenzar.

 

- Yo he leído algo de esto... Con mi abuelo Shiro leí algo en un libro, no me acuerdo del título, y tampoco de la explicación, pero aprendí a formar mi nombre con números... Era algo de unas columnas con las letras del abecedario y una asignación de cada tres o cuatro números... O algo así -se rascó la cabeza pensativa y se acercó a la pizarra-. Con permiso, señor centauro -. tomó una tiza y comenzó a escribir su nombre y los números correspondientes.

 

MERY GAUNT KARKAROV

 

4 5 97 71 35 2 2 1 92 1 96 4

 

Sonrió y limpió las manos del polvo de la tiza. Luego miró al profesor-. ¿Lo hice bien?, ¿me equivoqué en algo? -dijo para después mirar a su madre y sacarle la lengua en gesto de burla.

 

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Puede que la gente crea que soy algo loca, o despistada, o las dos cosas a la vez. El hecho de que Mery viniera en pijama no era importante para mí; al fin y al cabo, yo calzaba zapatillas de cama con un chandal desgastado por el uso. Me pareció raro que tuviera barriguilla, pero vamos, nada comparable cuando nos reuníamos la familia en la Pottr Black y nos atiborrábamos de pastas de té y mantequilla con zumo de arándanos. No podíamos andar en tres días... Lo que más me extrañó fue que Anne le dirigiera una mirada crítica a mi Jefa. ¿Es qué se conocían? Pero el comentario de Tauro me hizo olvidar momentáneamente ese detalle.

 

-- ¿52 qué...? ¿Años? ¡Pero bueno...! ¿Cómo puedes creer que soy una cincuentona? ¡Nooooo! Me refería a la suma de todos esos numerajos. No entiendo mucho de matemáticas pero soy buena sumando. Todos esos números suman 52, aunque no sé para qué sirve conocer ese detallito.

 

Pero apuntó que podían ser letras de abecedario y arqueé una ceja. ¿Para qué usaban los números para poner letras de abecedario? ¿No era más fácil usar las letras mismas? Ay, a saber en qué conocimiento me había metido. Mientras la Directora nos llama "caso" a las dos internacionalistas presentes y después se disculpaba ante el caballo, digo, centauro, por nuestro comportamiento, como si fuéramos raras o algo parecido, me dediqué a contemplar los números que podían ser letras.

 

-- No entiendo nada -- murmuré. En medio de mi desconcierto, apareció una nueva alumna que dijo llamarse Targaryen, un apellido nada común en el pueblo. Y eso que me sonaba... Tal vez me la hubiera cruzado en algún momento por el Ministerio. Volví a dejar ese pensamiento de lado al sentir la suave riña de Mery. -- ¿Embarazada? ¡Leñe...! Embarazada...

 

Por mi mente pasó el felicitarle, el preguntarle por el padre, si estaba casada, si iba a pedir una baja laboral por maternidad, si sabía que tenía derecho a un extra en su salario por lo mismo.

 

-- ¿Anne te lo dijo? ¿Es que es adivina? ¿Lo vio en la bola de cristal? -- ¿cómo iba a verlo en una bola? ¡Si ella misma parecía una bola! Ya me podía haber fijado antes. -- ¿De cuánto estás? No irás a dar a luz en plena clase, ¿verdad?

 

De repente, pensé en el centauro haciendo de partero, con las dos patas equinas delanteras dobladas mientras Mery soplaba y empujaba, apretando con una mano la de Anne y con la otra la mía. Sentí el dolor de unos huesos casi rompiéndose, mis falanges, cada vez que tenía una contracción.

 

-- ¡Demonios! -- dije, dando un paso hacia atrás, alejándome. Era Vidente, pues había conseguido el Anillo de esa Habilidad hacía poco, pero era novata. Aún no distinguía bien entre las visiones verdaderas y la imaginación desmesurada de mi mente. Así que lo mejor era seguir lo que decían los otros sobre números y pasar desapercibida.

 

¿Desapercibida, yo?

 

-- Hala, Mery. No sé lo que son esos números, pero 4+5+97+71+35+2+2+1+92+1+96+4 suman 410. ¿Eso qué son, años, hijos...? Como tengas 410 hijos, te espera una vida muy dura...

 

Tenía que confesar mi ignorancia, así que me atreví a preguntar:

 

-- ¿Qué son todos esos números y por qué decís que son letras?

 

Traducido... Yo, de Aritmancia, cero patatero.

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Aldaron miró con paciencia a cada uno de sus alumnos. Su rostro ni siquiera se inmutaba, parecía como si lo hubieran petrificado. Pero sus pensamientos mostraban otra cosa y le interesaba cada persona allí presente. ¿Todas sus clases serían iguales? Esperaba que si, porque particularmente Aritmancia, era bastante concurrida. ¿Acaso sería por su fama de maldita? Todo el mundo intentaba olvidar ése detalle, pero aquellas señales eran certeras y el profesor estaba seguro que siempre ocurriría algo.

 

Tenía que estar atento. Saludó a cada presente a medida que llegaban, con una perceptible reverencia a modo de saludo. Su cabello se movía apenas como una leve brisa. Y sus piedras tintineaban como estrellas. Piedras que por cierto, recuperaba cada vez que alguien pisaba el suelo de su nueva aula. Las volvía a colocar, colgadas de su cinta alrededor de la cabeza. El Maestro Passim ignoró a propósito dos temas que surgieron allí. El motivo de su presencia y el nombre del bosque que la pelivioleta había comentado mal.

 

La Aritmancia no es algo de ver para creer, señorita Crouchs —expresó el Centauro, mientras daba algunos pasos alrededor de su enorme escritorio. Ninguna de las presentes había tomado asiento. Éso era algo bueno—. Es algo que nos rodea y los expertos no pueden asegurarnos porqué. Pero como bien dijo acá la directora Anne, lo desconocido nos llama la atención, y es por eso que podemos recurrir a la Aritmancia.

 

Para ése entonces, casi todos sus alumnos habían llegado. Menos una. ¿Ésa seria la que las estrellas le habían comentado que no terminaría el curso? No estaba seguro. A Aldaron le gustaba dejarse algo para sorprenderse, algo para la imaginación. Rodeó un poco más aquella mesa, esperando que las alumnas no lo siguieran, porque cuanto más lejos, más visión tendrían. Tenía que mostrarles a los chicos ejemplos claros, ejemplos que les servía en ése momento. Tocó uno a uno aquellos números y letras que había escrito. Y su alumna también.

 

Prometo no aburrirlas demasiado, jovencitas —emitió una sonrisa, un gesto demasiado extraño en él. Hasta podía quedar totalmente inadecuado en él. Pero sabía que la parte teórica de las clases podía ser algo tedioso. Pero por algo tenía que empezar—. Cada grupo de letras, tiene un número que las representa. Por ejemplo, la A, J y S se le asigna el 1. Como también la M, D y V, se le coloca el 4. Todo ésto se resume a que alguien totalmente desconocido, puede ser descrito por la Aritmancia. La suma de todos los dígitos, que se suma del 1 al 9, te da un número final que te muestra como es alguien. O como puede llegar a ser.

 

Al principio Aldaron comentaba lo de los dígitos por Sagitas, quien había sumado erróneamente de a dos números. Luego lo siguiente, lo comentó por el pequeñito que llevaba Mery en su vientre. No quiso actuar demasiado, pero en la mano del Centauro apareció un alto cayado, que lo sobrepasaba por unos centímetros, para poder utilizarlo como señalador. Si, podrían saber como sería el bebé de la bruja pero no quería aburrirlos.

 

Gracias a la Aritmancia, además de conocer a las personas, nos ayudan a comprender las cosas. ¿Y cómo sabemos eso? Con números. Los números nos rodean. En la cantidad de estrellas, en las ocasiones que se repiten las salidas de un pájaro en su nido. De la cantidad de veces que canta un gallo o que muerde un gnomo. Y de ésa forma, nos dirige a un futuro. Es una forma de leer lo que va a venir, lo que significa algo y cómo son las cosas.

 

Aldaron Passim se alejó un poco del pizarrón, guiñándole un ojo a Mery que lo había hecho de una manera excepcional. Sería una buena conocedora de la Aritmancia. Eso ayudaría a todo lo que iba a pasar. Continuó caminando, por detrás de todas las mujeres. Cuando ellas quedaron entre el centauro y el pizarrón, éste movió su mano y todas las luces se apagaron en la habitación, las naturales y artificiales. Las letras de la pizarra desaparecieron. Y el Cayado del profesor se movió, invocando unos círculos raros contra la pared, algunos se unían y formaban otros. Una gran estrella los contenía a todos. Diminutas de ésta, revoloteaban prediciendo lo que iba a pasar.

 

Quiero que salgamos un poco de aquí. ¿Ustedes no? Me siento aprisionado y podremos ver la fuerza de la Aritmancia en el exterior. ¿Quién se anima a analizar el futuro? ¿Y quien se anima a llevarnos a él? Seguiremos al primero que hable, claramente. Allí podremos ver muchas cosas.

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Observó su nombre en la pizarra y todos los números, revisándolos uno por uno para ver si se había equivocado en alguno, pero no, estaba tal cual lo aprendió hace tiempo. Debería darle las gracias a su abuelo por haberle enseñado a formar su nombre con números y eso que no recordaba absolutamente nada más.

 

Escuchó la voz de Sagitas de fondo y decidió no hacerle caso porque para volver a decirle y afirmarle que si estaba embarazada mejor se quedaba callada y mirando al centauro, el cual solamente saludaba con una pequeña inclinación de cabeza a los alumnos que iban llegando, lo cual hacía mucho más interesante a aquel animal, ser o cosa, todavía no sabía muy bien como catalogarlo.

 

- Anne... En verdad no sé cómo supo mi madre que estaba embarazada... Mamá, ¿cómo lo averiguaste? -preguntó casi en un grito mientras giraba la cabeza para mirar a la mortífaga. Después volvió a mirar a su jefa con una sonrisa en el rostro-. Estoy de seis meses, y no creo que me ponga de parto en la clase... A no ser que el niño nazca unos cuantos meses antes, lo cual dudo... -se encogió de hombros.

 

¿410 hijos?, ¿en qué pensaba Sagitas? Más de una vez había deseado estar en la mente de aquella bruja para saber de qué manera llegaba a tener esos pensamientos tan disparatados. ¿Se creía que Mery era una fábrica de niños? Para tener esa cantidad de criaturas se necesitaba más años de los que un ser mortal podía llegar a tener, aunque para ella no era un problema demasiado grave.

 

Ignoró a la pelivioleta ya que si intentaba contestar a aquél disparate le saldría una barbaridad que seguramente haría que Anne se volviera loca, Tauro riera y Aldaron... No lo sabía, el centauro era un completo misterio para ella y por eso cuando comenzó a hablar atendió como si fuera una niña estudiosa y aplicada, lo cual no era y nunca lo había sido, aunque quizás y desde aquel día sería distinto.

 

- Pero... -dijo mientras tomaba su varita del bolsillo de su bata de ositos y hacía aparecer un papel y una pluma, los cuales comenzaron a escribir todo lo que el profesor había dicho de las letras y números-. Habrá un modo de saber a qué letras corresponde cada número, ¿verdad? Porque si no sería una locura, cada persona le pondría un número distinto a una sola letra, y al final no tendría sentido la Aritmancia -frunció su ceño y arrugó sus labios-. Si eso es así... -dijo respecto a las siguientes palabras del centauro.

 

No continuó hablando puesto que su boca se había quedado un tanto seca. Sus manos se dirigieron hasta su vientre y, cuando se posaron ahí su pequeño dio alguna patada que otra. ¿Podía saber cómo iba a ser su hijo?, aunque la pregunta correcta quizás no era esa, sino... ¿Quería saber cómo sería su hijo? No estaba todavía demasiado emocionada por el hecho de ser madre, no era nada responsable con nada, y menos con las personas. Suspiró y miró al frente, aunque sus ánimos habían disminuido levemente.

 

Todo había cambiado, no había luces y unos aros con estrellas se encontraban junto a una pared. ¿Cuánto tiempo había estado pensando en su hijo y el futuro? Que ella hubiera calculado, aproximadamente, habían sido un par de minutos o tres, pero vamos, por suerte la pluma y el papel habían tomado nota si el profesor había dicho algo más sobre la clase.

 

- ¿En el exterior? -preguntó algo desconcertada. Seguramente había dicho algo respecto a eso, pero como era así de despistada y le gustaba tanto pasear en su mente, Mery no se había enterado. De todas formas, ¿qué tenían que ver los números con el exterior? -. Veamos... -dijo dando unos pasos al frente, mirando al círculo raro que había en la pared, una gran estrella y varias mucho más pequeñas. Su cara debía de ser un poema en aquel momento, ¿enserio quería el centauro que predijera el futuro mirando aquello? Se giró hacía Aldaron y le puso la mejor cara inocente que podía-. Disculpa que le diga, profesor... Yo si quieres paso por el aro éste sin problemas, pero, ¿analizar el futuro? No soy adivina, y tampoco creo que eso sea demasiado fácil de hacer -volvió a mirar hacía las estrellas bailarinas y pequeñas y se concentró tanto que dejó de escuchar hasta la respiración de todos sus compañeros de clase. ¿Qué era eso?, ¿un árbol? -. ¡POR MORGANA! -dio un brinco hacia atrás y puso una mano en su pecho, el cual subía y bajaba con brusquedad-. Yo no sé si estoy volviéndome loca, pero si cuando pase por ese aro llego a un sitio con árboles podré morir en paz -y después de decir aquello camino algo indecisa y traspasó aquella cosa con los ojos cerrados.

 

Una suave brisa zarandeó el pelo de la pelirosa y lo desordenó más de lo que ya estaba. Ese aire no provenía del aula donde había comenzado su clase de Aritmancia así que, con valentía, abrió sus ojos poco a poco.

 

- No me lo puedo creer -dijo cuándo se encontró, delante de sus narices, un árbol grande y fuerte, seguramente bastante viejo, de un color marrón oscuro su tronco y unas hojas de un verde claro. Miró a su alrededor y frunció el ceño. ¿Dónde se encontraba? Había unas mesas, como si se tratara de un merendero al aire libre, justo a la derecha de donde estaba situada, lo demás era bosque y un camino de piedras de un color gris claro, y muy poco desgastadas, por lo que poca gente había ido allí. Su miraba se dirigió al cielo, en el cual no había ni rastro de una nube. Abrió sus ojos más de lo que ya lo estaban, ahora parecían platos. Estaba completamente alucinada, Aldaron debería estar más que contento con ella, había adivinado que habría árboles al cruzar el aro que había creado-. ¡¡SOY LA MEJOR!! –gritó totalmente emocionada y dando pequeños saltos.

 

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La reacción de Mery ante su presencia hizo que Tauro abriera mucho los ojos, más que todo por lo que podrían pensar los demás. ¿Por qué alguien se comportaría ante ella de esa forma? Podía resultar muy sospechoso o bien lo explicaría como que Mery simplemente sentía una especie de admiración hacia Tauro por los buenos comentarios de Anne hacia su hija, quiénes por cierto mantenían una conversación bastante animada y entretenida. Luego, para su sorpresa, Mery también escribió su nombre en números, unos que seguían sin ser muy claros para la peli-azul, quién no tuvo más remedio que esperar a que el Centauro les explicara algo.

 

«¿Había dicho embarazada?» Cada vez entendía menos lo que estaba pasando y no era la única.

 

Por fin el Centauro decidió ponerle fin a sus pensamientos aleatorios, volviendo a centrar su atención en la clase.

 

—Entiendo —lo interrumpió Tauro y antes de que dijera algo más, se le adelantó —En ese caso, ¿qué significa la suma de sus números y los de Mery? ¿Se podría decir que los resultados son acertados? No quisiera ofender su materia, no dudo que haya algo de ciencia, pero verá, la adivinación puede no ser tan exacta a veces porque de ser así, dudaría entonces de la existencia de un libre albedrío.

 

La idea de salir al exterior le entusiasmada, odiaba estar en espacios tan pequeños como los salones de clase de la Universidad y prefería aprender mientras exploraba el exterior, siempre y cuando no implicara un viaje hacia el pasado donde tuviera que recolectar alguna reliquia importante; la clase de Historia de la Magia le había dejado un trauma.

 

— Yo también quiero aprender a escribir mi nombre, pero aun no nos dice qué número corresponde a cada letra, señor Centauro —dijo empeñada en no decirle profesor. Mientras tanto se aventuró a avanzar hacia los círculos que este había dibujado en la pared siguiendo a Mery. Tauro no tenía ni la más mínima intención de leer la estrella o los círculos, porque ciertamente no tenía nada de idea y esperaba que el profesor les ayudara a hacerlo, la única que parecía comprenderlo todo era de nuevo Mery, quién predijo que irían hacia algún lugar lleno de árboles y efectivamente fue así.

 

— Wow. ¿Das clases particulares? —bromeó.

 

— ¿Se necesita nacer con algún talento especial para aprender Aritmancia?

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Empezaba a pensar que Mery era más apta que yo para muchas cosas. Sabía de su capacidad para entender cosas que se me escapaban; además, siempre había creído que ella o Nicole serían mejor Directora de Internacional que yo, pero claro, mientras estuviera yo, les frenaba en su crecimiento. Así que dejaba que ellas se desarrollaran en el departamento mientras yo dormía en el sofá de mi despacho para hacerles un favor de entrenarlas y estuvieran preparadas si algún día decidía ceder mi sillón a alguien más preparado, para irme de año sabático.

 

Y si ese era mi pensamiento desde hacía tiempo, ella acababa de darme la lección de que entendía antes que yo de lo que significaba la Aritmancia. Apenas escuché al Centauro decir que cada número tenía una letra asignada (o al revés, no estoy segura, pero creo que el orden del producto no altera el significado; o tal vez sí... Aggg, por eso se me daba tan mal la Aritmancia) me senté en el suelo y empecé a pensar en mi nombre y las letras que implicaba.

 

-- Sagitas Ericen Potter Blue... Demonios, podría llamarme más cortito. -- ¿Y si hacía trampas...? Al fin y al cabo todos me llamaban Sagitas, así que como ni nombre popular sería más fácil: -- S:1, A:1, G:7, I:9, T:2, A:1, S:2... Todo sumado es 23, que es 2+3= 5. ¿Mi número es el 5, Sombra Gris?

 

Me atrevía a llamarle por su nombre, aunque no le había pedido permiso. Sólo me cuestionaba ahora si todo el número entero me daría igualmente un 5 o me daría otro número.

 

-- ¿Pero qué significa el 5?

 

Había levantado la vista para preguntar eso, pero claro, mientras yo me dedicaba a sumar con los dedos, mientras el resto de los alumnos hablaban, me había perdido parte de lo que había sucedido. Así, me sorprendí viendo unos círculos en vez de la pizarra y también al ver a Mery gritando no-sé-qué de un bosque y de morir en paz.

 

-- ¡Anne! ¿Qué dice de morir en paz? No se puede morir... ¡Es una de mis mejores funcionarias! -- grité, mientras me levantaba del suelo como si me hubieran pinchado con un palo. -- Vamos, no vaya a ser que se suicide ella y al enanito de seis meses que lleva ahí dentro.

 

Cuando traspasé el círculo, ya había llegado Tauro y preguntaba si había que tener algún talento especial para aprender Aritmancia. Negué con la cabeza y después dije que sí con ella:

 

-- Sí, estar loca, como Mery. Aunque... ¿eso no me hace también a mí estar apta para este conocimiento?

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El lugar donde se encontraba era más que bonito. Todavía no sabía si llamarlo bosque, campo, merendero o lugar con árboles. Seguramente el centauro sabía dónde estaba, pero como aún no había pasado el círculo no podía preguntarle. Se giró para caminar hacía las mesas, pero la voz de Tauro hizo que se girara en el sitio y sonriera de lado, algo sonrojada.

- No doy clases particulares... Bueno, puede que si -se cruzó de brazos y alzó una ceja, arrugando sus labios. ¿Las clases que daba con su abuelo serían clases particulares? Él solo les ensañaba lo que sabía y entendía de los cientos de libros que tenía, y lo hacía por placer, no porque lo necesitara-. Quizás sí que de clases particulares -se encogió de hombros.

Justo cuando su líder volvió a realizar una pregunta, Sagitas apareció allí. Sonrió aún más que antes, ¿desde cuándo le tenían tanto cariño? Debería de caerle mal, incluso odiarla, por tenerla siempre trabajando aun estando embarazada, pero cada vez que la miraba sentía que no podía estar enfadada. Se acercó a ambas chicas a zancadas.

- No estoy loca -dijo mientras ponía sus brazos en jarra y hacía un leve puchero-. No creo que haya que tener un talento especial para aprender Aritmancia, Tauro... Quizás solo haya que poner empeño para entenderlo, estudiarlo y aprenderlo. -aquello tenía mucho sentido, si estabas en una clase sin que te interesara, seguramente se aprendería poco. Luego miró a su barriga y suspiró-. A lo mejor también tiene que ver con mi embarazo... -relamió sus labios y luego giró su cabeza para mirar a los asientos-. yo voy a sentarme, estoy demasiado cansada.

Se alejó de las chicas con paso pesado hasta llegar a las mesas. Se sentó, casi tirándose, a uno de los bancos y estiró sus piernas. Bostezó. Estaba ya cansada y eso que llevaba muy poco rato en aquel lugar, lo suyo no era estar al aire libre, solía aburrirse con facilidad y rapidez.

- Vamos a ver -bajó del asiento de madera a la tierra del suelo. Tomó su varita y volvió a poner su nombre en números en el suelo, arrastrando la punta por la tierra. De alguna manera debía de aprender cuales eran los números que correspondían a cada letra, y si Aldaron no llegaba para explicárselo, lo haría ella-. Si el número 1 corresponde a las letras A, J y S, y el número 4 a las D, M y V... -garabateó por todos lados, pero luego lo borró todo con la palma de su mano. Puso en dos columnas el abecedario, y al lado los números que sabía con las letras-. ¡Chicas! -las llamó con un fuerte grito-. Mirad, mirad -no paraba de mover la mano para que llegaran a ella.

Comenzó a sumar y restar números con la ayuda de sus dedos, y entonces se dio cuenta de que entre una letra y otra del mismo número, como la A y la J, había nueve números de diferencia. ¿Había conseguido darse cuenta de cómo formar una tabla con las letras y números? Se levantó de un salto y comenzó a bailar y gritar de emoción, pisoteando justo donde había estado escribiendo los números y letras.

- ¡¡LO CONSEGUÍ!! -abrazó a Sagitas fuertemente-. ¡Soy la mejor! -vociferó mientras cambiaba a Sagitas por Tauro, a la que cogió por los hombros y zarandeó levemente. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo y con quienes, paró de gritar, mordió su labio y se sonrojó-. Lo... Lo siento -agachó la mirada sin borrar la sonrisa del rostro y aguantando las ganas de bailar y gritar-. Creo que ya sé cómo podéis formar vuestros nombres con números -las miró con un brillo en los ojos y sonrió tímidamente.

Editado por Mery Gaunt Karkarov
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Miré hacia el cielo, contemplando la copa de los altísimos bosques en el que nos encontrábamos, mientras Mery decía que no estaba loca. Hice un mohín con el rostro que tanto podía significar "eso dices tú" como "¿dónde demonios nos hemos metido?", sin especificar bien qué quería decir. ¡Y me mantuve callada, todo un récord para mí!

 

No mantuve el silencio.

 

-- Este terreno está húmedo para mis zapatillas -- protesté.

 

Pero ni caso me hizo nadie, así que refunfuñé por lo bajo mientras Mery comenzaba a poner números y letras y a pegar saltos de alegría.

 

-- Pues claro que eres la mejor, Mery... Nunca lo dudé... Pero ahora... ¿podrías compartir con nosotros eso de las letras y los números...? Anda, sé buena con tu directora -- leve presión ministerial, pero no mucho, no me crean tan mala -- y haz eso con mi nombre largorote: Sagitas Ericen Potter Blue... A ver si se sale lo mismo que a mí...

 

Sonrisa agradable que podría significar, "pero qué buena eres por hacerme los deberes".

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─Que sean dos plannig…─intervino Malfoy captando la atención de Anne. Era de mala educación llegar tarde a una clase, pero era peor visto que la directora se enfrascará en una discusión infantil y divertida al mismo tiempo. Entornando sus ojos hacia el profesor de Aritmancia, no podía negar que le intrigaba la forma en que impartiría aquel conocimiento─Un placer, Malfoy…─se presentó ante el resto, no deseaba ir saludando a cada uno de los alumnos de esa clase. Aquello de explorar el futuro, no le sonaba tan descabellado, podría acrecentar sus conocimientos desde otra perspectiva y eso le despertaba mucho más la curiosidad que ya le carcomía por dentro.

 

─Los números son una parte vital de nuestra existencia, parece que los podré apreciar desde otra perspectiva…─terciando una media sonrisa comenzó armar su nombre mentalmente. Le divertía la forma en que todo tomaba una perspectiva más interesante, atrayente hacia ella, invitándola a perderse por completo en ese mundo de números infinitos. Era momento de adquirir un nuevo conocimiento, adaptándose a un profesor que era la primera vez que se cruzaba con ella dentro del Ateneo─Vayamos al futuro entonces…─respondió aplaudiendo como una niña pequeña.

 

Sí que cambiaba su humor estando dentro del Ateneo, no era lo mismo desempeñar sus funciones como Directora del departamento de misterios o profesora de magia avanzada. Aquello sí que le significaba un reto mayor, sumergirse en un mar de conocimientos desconocido para ella, deseando que los números le contarán alguna descabellada historia o solo le obsequiarán un mapa con la cruz roja al final del camino, aquel que podría llevarse a subirse a un barco fantasma y develar los misterios que cada uno de los números tallados en su cubierta le ofrecían sin rechistar.

 

El ir y venir de sus pensamientos, le alejo un poco de la clase. Sus pies comenzaban a moverse sobre el suelo como un par de felinos juguetones, buscando quizás un juguete que los entretuviera un rato. No lo tenía del todo claro, solo buscaba volver a encontrar el hilo que le conectará con sus compañeros de clase y profesor. Una colleja la sorprendió por parte de Anne, arrancándole un ligero quejido que amainó obsequiándole una mirada asesina. Desviando su vista hacia una danza numérica que se desataba en su cabeza, meneaba la misma al compás que marcaban las cifras, unos, doces, y tres, iban y venían moviéndose de un lado a otro, armando mensajes que le obligaron a divagar nuevamente fuera de ese sitio.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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