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Primera planta: Objetos mágicos


Lyra Katara Selwyn
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Curiosamente me sobraban algunos galoenes y bueno, no lo podia negar, deseaba seguir invirtiendo, a ver que conseguia con ello, lastimosamente pronto tendria que seguir en esta planta para adquir nuevos productos, dado que sabia que pudiera repetir incluso la compra, dado que no sabia que tan mala suerte y pudiera perder estos objetos, más que nada la varita, dado que bueno, era curioso la relación que tenia, mientras tanto deseaba poder probar la nueva, y poder esconderla la otra, eso me pudiera ayudar incluso a ocultos mis delitos, dado que usaria una para una cosa y otra para otra, extraña estrategia que quizas me pudiera servir, pero quien sabe. Al fin y acabo , seguro que no seria el primero o el último que por su mente le pasara esa ida, por lo pronto, opte, por observar que mis compras fueran aceptadas, sabiendo que la anterior, tenia un leve errror, que fue pasado por alto y estaba agradecido por ello. Y así, que entregue el nuevo formulario.
ID:120408
Link a la Bóveda Trastero: 108927
Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 108589
Nivel Mágico: VIII
Fecha: 2017-04-05
Objeto: Varita
Puntos: 20 P
Precio: 1000 G

Objeto: Reloj Mágico Familiar

Puntos: 20 P

Precio: 1000

Total de puntos: 40 P
Total de Galeones: 2000 G

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Luego de varias horas en la segunda planta se dispuso a realizar las recorridas de costumbres para verificar que todo estuviera en orden, o al menos era la excusa que se auto-implantaba para no tener que admitir que debía vigilar de cerca a Wanda McGregor, la ayudante de la primera planta. No porque fuese a robar productos como él mismo sino porque no se sabía desenvolver por su cuenta y se ponía nerviosa cuando había demasiada gente.

El problema al entrar en la planta no fue ver a Wanda bebiendo de una humeante taza sino el hombre que parecía haberse quedado a vivir en aquel lugar. ¿Acaso aquel cliente no se iría hasta vaciar las estanterías del lugar? Aunque Felias estaba seguro su bóveda se vaciaría primero. No creía que fuese a tener mucho más metálico disponible.

-Buenas tardes. ¿Otra vez tú?- saludó cuestionando la presencia del hombre. -Es extraño que luego de tantos rechazos sigas insistiendo. Pero que va, es tu problema, no el nuestro.-

Snape tomó el pergamino que le extendió Licaón y, luego de revisar detalladamente cada uno de los datos que había puesto queriendo buscar una falla para tener un motivo de no entregarle los objetos (el déjà vu que había tenido antes con Darius le había dejado pasmado, ese momento que creó ver y escuchar lo mismo en su persona), notó que no había excusas posibles por lo que tuvo que aprobarle la compra.

-Todo en orden.- entrecerró los ojos, advirtiéndole con la mirada que tuviese cuidado con cada paso que diese (?). No sea cosa que Candela le hiciese tropezar.

_____________________________

 

@ todo en orden, compra APROBADA.

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Nunca me había dado por pisar el establecimiento que había frente al banco y ya que hoy tenía tiempo pues me dediqué a pasear por aquellos lares.

 

Parecía que estuviera haciendo una visita guiada, lo miraba todo y andaba a paso de tortuga. Era maravillosa la construcción y me sentí arropada en aquel interminable pasillo. Claro que, el murciélago de la verja no me impresionó demasiado, puesto que en mi escudo de armas también tenía uno.

 

Por el hall estuve paseando un buen rato, esperando que alguien apareciera para poder decirle lo que quería, por como nadie hizo acto de presencia, pues me fui asomando...

 

En la escalera miré hacia arriba y al no ver nada, me acerqué a la puerta que traía "trastienda". No me gustaron los ruidos que salían de allí y decidí volver sobre mis pasos y subir la escalera.

 

Paso a paso, haciendo el menor ruido posible, por si me estaba adentrando en el negocio mas de lo permitido, fui subiendo hasta la primera planta y allí fue cuando saqué coraje y levanté la voz.

 

-¿Hola? Intento hacer una compra... ¿hay alguien que pueda ayudarme?

 

No me separé mucho de la escalera por miedo a tener que salir corriendo.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Miró irse a Demian con sus compras algo complicado ya que habían comprado varios animales y cada uno en una jaula diferente, pensó en ofrecerle llevarle sus cosas hasta la mansión donde viviera, al fin y al cabo era parte de su trabajo y a ella le sentaría bien salir del Magic Mall también pero lo notó tan apurado que seguro se iba a negar. Se estiró y ya que no había nadie y la trastienda para atender y que ya había dado de comer a todos los animales de la trastienda que dicho sea de paso no era algo fácil de hacer decidió dar un paseo por las demás plantas.

 

Conocía poco las demás plantas, siempre le había gustado más la trastienda aunque la tercera planta era su segunda, planta favorita sobre todo por lo curiosas y a la vez peligrosos obejtos que habían allí y claro, el no olor a animal también ayudaba a hacerla más agradable. Pensó pasar de reojo nada más porque seguro había alguno de sus compañeros ocupados atendiendo a alguien pero algo más llamó su atención aparte de asustarla de paso.

 

Dio un respingo y se volvió alguien había gritado y venía de la escalera alegaba por ser atendido.

 

<<Sólo es un cliente>> Pensó calmando sus pulsaciones cardíacas.

 

-Hola....ehm ¿Hola? - Dijo acercándose no sin cierto cuidado hasta la escalera donde suponía estaría la bruja esperando - Ah hola disculpa la demora ¿viene a comprar algun objeto? Suba por aquí y con gusto le atenderé - Le contestó a la bruja la cual se encontraba algo seria ¿Estaría esperando allí hace mucho tiempo? Esperaba que no, que lo que menos quería era una queja a recursos humanos en su primer mes de trabajo.

 

-¿Algun objeto en específico? Tengo un catálogo también por si desea ver de lo que disponemos.

 

@@Reena Vladimir

Editado por Adryanie
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Corría por el Callejón Diagon y el resto de varias tazas rotas hacían un ruido en mi bolsillo. Sí, corría. Lo sé, soy rara... ¿Por qué no me aparecí? Supongo que no confío mucho en mí misma cuando estoy alterada. Y ahora lo estaba. Sabía que Reena me iba a matar por lo sucedido y me habían chivado que ella había venido al Magic Mall. Así que allá me fui a verla, que patosa, lo soy mucho, pero siempre acepto mis desastres y los confieso (si es que no podía tirárselos a otros y librarme yo).

 

Tuve que apartar a varios magos que se habían puesto en medio pero conseguí llegar a la primera planta y reconocer a mi sobrina. Era fácil. Su pelo rojizo brillaba bajo la luz de las velas de aquel lugar, casi como si llevara una flecha que la señalara. Además, estaba muy cerca de la escalera, era fácil de encontrar. Casi me tiré encima de ella para impedir que hablara con la dependienta.

 

-- ¡Lo pago yo! No, no, no admita que pague ella. Fui yo quien las rompió y...

 

Metí la mano en el bolsillo y saqué los trocitos que quedaban de las tazas autorrellenables que Reena tenía en su despacho en el SAW. Las fui poniendo encima del mostrador y, al sacar el último, solté un gritito. Saqué la mano y el dedo corazón goteaba un poco porque me había cortado. Metí el dedo en la boca y lo chupé la heridita.

 

-- Do laz dompí. Lo ziento, ze caeron ar zuelo zolas -- dije con la boca llena.

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Mi semblante serio y algo temeroso, se transformó en una sonrisa, al ver una cara amiga que se acercaba a mi con animo de prestarme ayuda. Me quedé encantada con su pelo...

 

Tanto que ni la saludé. ni me di cuenta de que mi tía Sagitas, había surgido de la nada, escaleras arriba y casi nos caemos las dos, porque prácticamente me hizo un placaje.

 

Son una sonrisa, le quité importancia al asunto, para que la dependienta no se asustase, pero la que terminó fría fui yo cuando la escuché y la vi sacar trozos de mis bonitas y útiles tazas...

 

-Claro, con razón tras la reforma, no las encontrabas. Las tenía ella. -El pensamiento pasó muy rápido por mis ojos.

 

Mi cara estaba pálida y mis labios formaban una O perfecta, no podía creer lo que veía y tardé en reaccionar.

 

Mis ojos pasaron del cálido ámbar, al rojo sangre y la sonrisa se me esfumó. Miré a la dependienta y me di cuenta de que no merecía el bochorno que le iba a hacer pasar. Por ello cerré los ojos y respiré.

 

Y respiré y respiré.

 

-Buenos días señorita, me llamo Reena y quería varias cosas, a parte de todas las tazas auto-rellenables que tengan en la tienda y que va a pagar muy amablemente mi tía Violeta.

 

Fui abriendo los ojos a medida que hablaba y terminé la frase con mi sonrisa ministerial, ni forzada, ni poco marcada. Profesional. Además de señalando con el dedo pulgar a Sagitas, ya que ella era la familiar de la que hablaba.

 

-Si quiere, paseamos por aquí y le voy diciendo lo que quiero, para que luego me diga como formalizar la compra ¿Le parece bien? Es que yo de trámites ministeriales si, pero me sacan de allí y todos los pergaminos me dan miedo...

 

Terminé la frase como si fuera un chiste, con una sonrisa fácil que le diera a entender a la castaña que se había ofrecido a ayudar, que era una broma que escondía realidad. No tenía la mas mínima idea de como hacer la compra que quería realizar y si le pedía ayuda a mi tía, podía llegar a arder la tienda entera y no estaba dispuesta a tirar mi pequeña fortuna de esa manera.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Vale... Ni una sola mención a la sangre de mi dedo.

 

Di un paso hacia atrás.

 

Ni una sola mención a que sus apreciadas tazas autorrellenables que la acompañaban en su departamento desde hacía años, casi desde que se inventó el SAW en el Ministerio, se hallaban hechas trizas sobre la mesa del mostrador.

 

Di otro paso hacia atrás.

 

Ni un comentario sobre cómo se habían roto. Sus ojos ambarinos empezaron la transformación peligrosa. Una vez la había visto, en el templete que había en su mansión, perder la compostura y convertirse en dragón. Literalmente. Y había empezado así, poniendo los ojos en rojo sangre.

 

Di tres pasos hacia atrás y me escondí tras los objetos del pasillo lateral. Sólo cuando la oí hablar de su tía Violeta me atreví a asomarme, sólo un poco de cabeza, para que la dependienta me viera.

 

-- ¡Presente! Yo pago.

 

Me volví a esconder. No era prudente confesar un hecho como el romper las tazas de Reena y esperar que no se tomara la revancha. Lo único positivo era que estábamos en un lugar público y con testigos ministeriales que podrían presentar testimonio de que yo había acudido a confesar de buena fe. ¡Al menos que la obligaran a pagar mi sepelio, porras!

 

Cuando dijo que la dependienta la acompañara y vieran los objetos para que le ayudara a comprar lo que quería, volví a asomar la cabeza. Oteaba el camino. Primero, para no coincidir por el mismo pasillo que ella y segundo para tener las escaleras cerca por si tenía que huir de mi sobrina.

 

-- ¡Reena! Mira... En ese pasillo venden varitas... ¿No querías una de repuesto?

 

En realidad, la dirigía hacia otro pasillo para que no me pillara en medio de ninguna salida.

 

-- Esto... Señorita... -- Con las prisas, no había saludado a Adryanie pero en aquel momento me pareció más prudente que Reena no supiera que nos conocíamos por si entraba en cólera y mataba a todo aquel que pudiera ser amigo mío, en revancha por sus tazas. ¿Exagerada...? Eso es que no conocéis a Reena de mala gaita. -- ¿Se pueden comprar los equipamientos de Quidditch que se vendían para el mundial? Ya sabe, Quaffles, Protectores, escobas trucadas varias... ¿O sólo era en el Mundial y ya no están a la venta?

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Solo se escuchaban los pasos de la mortífaga. No había nadie en pie, todo estaba oscuro y la clásica multitud viciada con las compras descansaba. En esa ocasión, la Malfoy no podía dejarse ver. No quería. En sus planes no estaba que alguien se enterase de lo que pensaba adquirir, no estaba interesada en que nadie, absolutamente nadie, lo supiera.

 

Es que según su opinión, comprar criaturas debería estar prohibido. Luego iban a parar a la Reserva, como cualquier animal. Ninguno estaba etiquetado, simplemente vivían ahí porque alguien había pagado mucho dinero para que lo hicieran. No se molestaban en aprender acerca de ellos, no se informaban acerca de lo que estaban comprando, no los respetaban, no sabían cuidarlos. No podían. Y de esa manera terminaban casi todos bajo su cuidado. Ella los alimentaba, ella los curaba, ella merodeaba. ¿A quien pertenecían entonces? Pues todos a ella claro. Y a Cillian, quizás.

 

Aquella vez era distinta. Quería eso quizás más que a nada en el mundo. Crecerían bajo su cuidado, serían más libres que cualquier dragón y ella los criaría. De manera secreta. Ella sería la llamada Mother of Dragons cual Daenerys Targaryen. Excepto por el cabello claro, Avril lo llevaba negro azabache.

 

¿Habría alguien a estas horas de la madrugada? Tosió.

 

El lugar estaba cerrado, claro, no podía entrar a las tres de la mañana a un negocio y pretender hacer compras como si fuera la luz del día. Pero otra vez, la adquisición no sería habitual. Palpó bajo se capa de viaje negra su morral de piel de moke, aquél que llevaba siempre rodeando su cintura y donde guardaba casi todas sus cosas. Allí tenía el dinero suficiente…y las llaves.

 

Tosió.

 

Alzó una mano para golpear pero no le convenía hacer tanto ruido. Quizás la suerte no anduviera a su lado como lo había estado últimamente, probablemente nadie saldría a abrirle, nadie la escucharía. Se aclaró la garganta de manera sonora. Cerró su puño y lo alzó en dirección a la puerta, protegida con cerrojos y candados, justo sobre el letrero que rezaba “Cerrado”

 

Tocó la puerta dos veces. Y aguardó.

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¿Dónde estaba Edna? Candela estaba casi segura de haber escuchado la puerta de entrada pero no oyó ni que se abriera ni que entrara alguien, tampoco escuchó voces, además de las de Adryanie y sus acompañantes. Llevaba bastante rato con ellas y la bruja pasó por delante en el momento justo en el que una mujer de cabello violeta le hizo una pregunta a su compañera. La Triviani observó levemente a las tres mujeres y decidió pasar de largo, no es fuese a cometer un crimen metiéndose en una conversación que no le pertenece, pero tampoco pecaría de entrometida, pues detestaría que le hiciesen lo mismo.

 

Una vez en la puerta y con la mano en el picaporte, se detuvo. No había escuchado un segundo golpeteo y, el hecho de que las tres féminas por las que pasó anteriormente no hubiesen reaccionado al ruido en la entrada, le hizo preguntarse si no hubo sido producto de su imaginación; si ese hubiese sido el caso, no era de extrañarse, casi siempre escuchaba o veía cosas donde no las había. Así que, entre dubitativa e incrédula, giró la perilla de la puerta y ésta se abrió.

 

Y allí estaba ella...

 

Candela elevó la mirada un poco para poder observar aquel rostro pálido, muy diferente a la palidez de la Triviani que asemejaba más a la de un muerto, la de la mujer que tenía enfrente era más bien un pálido estéticamente "bello". Sus ojos grises se encontraron con los de su par y pudo contemplar parte de los años perdidos. Si bien la gitana tenía lagunas en su memoria, habían cosas o personas que no podía olvidar. Sin embargo, optó por fingir lo contrario.

 

— ¿Qué tal? —la saludó con total naturalidad y notó el cartel de "Cerrado" que oraba la puerta.— Pase... por favor —ofreció mientras quitaba el cartel— No sé quién demonios hace este tipo de bromas est****as, no está cerrado señora. Pase tranquila. —continuó su camino delante de la Malfoy, hasta llegar al mostrador, en donde se colocó de manera soleme— ¿Se le ofrece algo? —todos los clientes son testigos de que casi nunca dura su amabilidad.

 

Por supuesto que estaba al tanto del regreso de Avril, había visto su nombre en el Ministerio cuando la Triviani vio que la habían aceptado como empleada en el Concilio. También leyó el nombre de Avril Malfoy en los libros de haberes, aquellos en donde quedaban registradas todas las compras del Mall Mágico. Aquella que antaño hubo sido su otra mitad, hoy la contemplaba cual desconocida. Se arrepentiría pronto, estaba segura, por permitir que la presencia de la morocha la perturbase mentalmente, por haberse ofendido por la falta de contacto de la Malfoy cuando, en realidad, había suprimido todas esas emociones de su cabeza.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Y la puerta dejó al descubierto mucho más que a una persona. Cuando la misma se abrió y le presentó a quien sería su vendedora, justamente de lo que tenía en mente comprar, la Malfoy se quedó de piedra. Simplemente anonadada.

No era ella. No podía serlo.

 

Aunque ya la había visto, muy de pasada, cuando fue a sacar un basilisco de uno de los negocios del Callejón no podía creer que fuera ella la persona que le abría la puerta y que la trataba con tanta indiferencia. ¡Era ella! Si la leyenda de que en el mundo tenemos otra mitad fuera cierta, ella lo sería. O lo había sido al menos. Juntas eran imparables, formaban el mejor equipo que podía existir, se entendían con tan sólo una mirada. Y esa mirada fue la que le dijo que la había reconocido. Pero ella no era quien para desbaratar los planes de la Triviani. Hasta ese punto se respetaban.

 

-Digo, como son las tres de la mañana, supuse que estarían cerrados…- entró y paseó su mirada por todos lados y por ninguno haciéndose la distraída. ¡Cuánto dolía recordar! Y cuan difícil era explicar a los seres que habían sido imprescindibles en su vida porque había desaparecido así. En verdad no sabía como continuar aquel encuentro. Optó por imitarla.

 

-Vine a estas horas porque estoy buscando algo que me gustaría que quede en privado, de hecho no veo ninguno expuesto por aquí, tan abiertamente a la venta…- comenzó evitando constantemente la mirada de la gitana. Rascó su mentón y continuó. –No es algo que debería estar a la venta claro, pero de cualquier manera me enteré que podía encontrar algunos aquí. Busco huevos de dragón.- terció, decidida.

 

Lo más probable era que los mantuvieran en la trastienda, no esperaba que sea de libre venta por eso había traído consigo varios galeones de más. Quizás los guardaban en algún lugar más seguro, de seguro con la temperatura adecuada. No es que se podían exhibir en una vitrina. – Quisiera saber si tienen, que variedad, con que cuidados los trataron…si los puedo comprar. –alzó una ceja. Los tiempos habían cambiado pero aún así seguía con resquemor.- Y cuanto costarían…- Y si me conoces, Candela. Le hubiera gustado agregar. Pero tiempo al tiempo, cada cosa en su lugar.

 

 

@@Candela Triviani

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