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Tienda del Magic Mall


Sagitas E. Potter Blue
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Diana López

 

El Callejón Diagón, aunque está en el corazón de Londres, no se parece en nada a las calles nomajs que ha recorrido los últimos días. Los magos y brujas caminan tranquilamente usando túnicas y sombreros, paseando a sus mascotas mágicas, con escobas e incluso alfombras voladoras bajo el brazo. Las tabernas tienen un aire antiguo, aunque también hay bares y discotecas más modernos que le recuerdan más al Londres nomaj. Las librerías exponen tranquilamente libros que muerden, libros que cantan, libros que sólo pueden leer ciertas personas. Y las boticas exponen sin reparo ojos de sapo, cuernos de unicornio, sangre de dragón, todo tipo de ingredientes para pociones. En Nueva York no hay ningún lugar así. Allá, en lugar de concentrarse toda la magia en un solo lugar, todo está disperso, "oculto a simple vista" para una persona mágica.

 

Quizás por lo colorido del lugar, se animó a buscar un empleo allí mismo. Había pensado que demoraría más, pero logró conseguir uno con su primera y única postulación. Como ella lo ve, sólo será la empleada de una tienda así que ¿qué podría salir mal? No cree que se desgaste mucho. Además, allí ganará más que trabajando en cualquier negocio, lo cual no está nada mal. Planea asentarse en Inglaterra varios meses, de modo que será mejor que busque un lugar más espacioso y más personal que las habitaciones del Caldero Chorreante.

 

El edificio del Magic Mall resalta en el Diagón, del mismo modo que lo hace el de Gringotts. Por lo que Eileen le ha contado, en varias de sus charlas para ponerse al día —le resulta irónico que sea ella, quien luego de treinta años se atrevió a salir de su país natal, la que ahora la guíe en Inglaterra—, que el Magic Mall vende objetos muy exclusivos, incluso varitas mágicas y libros de magia "secretos", e incluso criaturas mágicas como unicornios y dragones. También le habló sobre sus preocupaciones respecto a cómo eso podía arruinar a los negocios más antiguos y emblemáticos del callejón. Diana intentó empatizar, aunque apenas descubra la cultura mágica británica. Al entrar, Diana se da cuenta de que el negocio debe ir muy bien, pues le parece que el lugar es bastante elegante; casi se avergüenza de usar ese vestido de flores de llamativos colores y el chal de macramé verde manzana, en lugar de una túnica formal y unicolor. Ahora que lo piensa, ni siquiera preguntó si debía usar un uniforme o si hay un código de vestimenta para los empleados. Bueno, ya lo averiguará.

 

Por supuesto, no reconoce a nadie... sólo conoce a un puñado de personas, de la gran comunidad mágica inglesa. Se postuló por lechuza y de la misma forma recibió su respuesta. Quizás, lo mejor sea buscar alguna oficina y presentarse.

Editado por Eileen Moody

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Bajando por las escaleras de piedra caliza, dio un pequeño bostezo y levantó ambos brazos con su tabla en la mano izquierda. Se encontraba en uno de los depósitos del Magic Mall, tenía como deber esa lluviosa pero frío mañana controlar nuevamente los objetos de valor que se iban recaudando. Tenía por costumbre el solo pasar por fuera de ellas y tachar que todo se encontraba en perfectas condiciones, cuando quizás no lo estaban, pero nadie bajaba excepto él.

 

A simple vista parecía estar todo en su lugar, pero había algo que lo inquietaba... En la cuarta habitación de la derecha había un lugar vacío, lo cual era demasiado extraño y poco común que las cosas no estuvieran en orden, de haberlo notado antes lo corregirá de inmediato. Encendió una de las antorchas que decoraban el lugar y se adentro, revisando su tabla y los papeles que tenía sobre ella, noto que muchos de los artículos que figuraban, no estaban, revisó diferentes hojas contemplando que la habitación estuviera mal numerada, pero aun asi no los encontró.

 

¿Candela? ¡seguro fue ella! Se inmuto.

Ahora entiendo, aquellos artículos de alto coste y dudosa procedencia. Apoyó el bolígrafo en su barbilla.

 

Matthew suspiro, giró sobre sus talones y se fue rumbo a las escaleras, debía subir y empezar con el reporte sobre aquellos artículos extraviados, pero aún tenía una duda que lo carcomía. << ¿Si me preguntan? claramente no puedo decir que fue mi madre. >> Se repetía en sus adentros. Sonrio y subio hasta la tienda. Era más que evidente, debía llamar a una persona conocida que pudiera asesorar sobre lo sucedido y encontrar la manera de tapar todo rastro que ella pudiera haber dejado ¡Culpar a otro! Grito sin percatarse que una femenina estaba presente.

 

Oh, disculpa mi... Arqueo una ceja y miro para atrás. Que vá. ¡Buenos días! mi nombre es Matthew. ¿Que podría hacer por ti? Extendió su mano en forma de saludo.

 

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¡Holo! x_x . Es hora de nos conozcamos On-Rol. Matt te confundió con un cliente. (?)

 

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Diana López

Aunque ya había notado al mago, quien como ella se acercaba a las escaleras, su repentino grito la sobresalta. Diana cada vez está más convencida de que los magos suelen estar mal de la cabeza, mucho más que los nomajs. Sin embargo, reacciona con una risa ligera, para restarle importancia a lo extraño de la situación. Normalmente, Diana intenta ser agradable; en sus viajes, eso hace que muchas puertas se abran. Sólo es unos momentos después de ese gesto, con las palabras del mago y al observar los papeles que lleva en las manos, que se convence de que se trata de un empleado del Magic Mall, lo cual no podría haber sido más conveniente.

 

—Buenos días —responde, haciendo un leve gesto con la cabeza. Diana se demora un momento en detallar el rostro del mago, para asociarlo a su nombre y guardarlo en su memoria. Después de todo, si será su compañero de trabajo, lo mejor es guardar esa información—. Soy Diana. Bueno... —es en ese momento, cuando se da cuenta de que no planeó aquello bien. ¿Tendría que haber enviado una lechuza antes, haciendo todas las preguntas que tenía que hacer, en lugar de esperar a su primer día de trabajo? Ahora le parece una posibilidad bastante considerable, pero decide no darle importancia ni dejarse inhibir por ello. Está decida a tener un buen día.

 

»Creo que debo reunirme con alguien de la Logia Eligentium, o quizás con algún jefe —afortunadamente, Eileen le explicó el funcionamiento del Magic Mall, luego de una larga plática sobre el Ministerio de Magia. Cree saber cómo se maneja el lugar, aunque lo cierto es que sigue teniendo muchísimas dudas. De todas formas, no es que Diana sienta la necesidad de conocer el funcionamiento hasta el más mínimo detalle; con saber lo suficiente para hacer su trabajo y tener una buena paga, se conforma—. Me aceptaron como empleada, así que me estoy reportando a mi primer día de trabajo.

 

 

@@Matthew B. Triviani

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Bienvenida, Diana. Soy el actual Jefe de Magic Mall. Triviani se presentó. Habia olvidado por completo que nuevas empleadas tienen que arribar a la tienda. Su gélida mirada seguía intacta luego de haber saludado a la femenino. Por lo que solo giro en sus talones y fue detrás de un mostrador a escribir, un mensaje que debía ser entregado rápidamente al Departamento de su hermanastra. Chasqueo sus dedos he hizo que Dominic; su demonio personal se hiciera presente, para entregarle el pergamino y hacérselo llegar a Rachel.

 

Inspiro y miró por uno de los ventanales gigantescos antiguos, devolvió la mirada a Diana e hizo bailar el bolígrafo entre sus dedos mientras le hizo señas con su mano al rubio para que desapareciera. Era momento de dar una pequeña y corta presentación a la instalaciones, pero antes debía esperar si la otra mujer se hacía presente, si no empezaría sin ella.

 

Bueno, esperaremos a una de tus compañeras y te mostraré el lugar. Antes, quiero que me hables de ti. Inquirió y entrecerró los ojos.

 

Quizás no eran preguntas que él gitano debía hacer, pero era una manía que tenía sobre saber un poco más de quienes lo rodeaban, aun que ellos no supieran absolutamente nada más que como lucia. Todo permanecía en su sitio, como si se tratara de una fotografía estática. Matthew repasó con los dedos los grimorios milenarios, los tomos privados acerca de criaturas sin nombre o extintas y amplias bitácoras que databan de los mismísimos inicios del concilio, e incluso las cartas secretas encontradas en recónditos lugares.

 

Revoleó sus ojos al escuchar el chillido de un Grindylow. Dio unos zapatazos cortos al piso de madera, para hacer que la criatura se callara y el elfo que estaba controlando su actitud e hiciera bien su trabajo. Maldito elfo inservible. masculló y sonrió aguardando que Diana respondiera.

 

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Dos meses, dos meses era el tiempo en el que el Ravenclaw no se había presentado a las Oficinas del Concilio y temía por su puesto, sobre todo después de que por azares del destino, el Metamorfomago terminase aquella "relación" con Emmet. Sabía que el también vampiro no era de tomarse venganzas ni nada, pero vamos, era un mortífago también y a veces esa vena salía de control. Pero es que además, esa ausencia había sido por cosas de la Logia, las últimas conversaciones con Sudáfrica estaban poniéndose tensas por la patente de los manteles "cómeme", ya que ellos estaba tercos con que ellos lo habían inventado antes que los ingleses, y bueno, era todo un caos que estaba metiéndose en los más profundo de diplomacia.

 

—Menuda panda de negros asquerosos, me tienen ya hasta la coronilla —Dijo el Black Lestrange, que aquel día, llevaba los cabellos de color azul eléctrico, los ojos azul turquesa y unos labios carnosos bastante atractivos —No puedo creer que nada se pueda solucionar aun con las miles de pruebas que les hemos enseñado —Añadió mientras se acercaba a Matthew y Diana (a los cuales no había visto pues su mirada iba clavada en un pergamino que sostenía con ambas manos) —Pero esto no se quedará así, si es necesario, emplearé toda la fuerza de la Ma... —Y chocó contra el Triviani, y justo a tiempo, porque estaba por decir "La Marca Tenebrosa".

 

¿Qué era Matthew de Keaton? ¿Su primo, su sobrino? ¿Cómo era que jamás había visto aquellos ojos tan embelesadores y ese cuerpo tan atractivo? Se notaba de inmediato que por sus venas corría sangre mágica, no sabía si pura (esperaba que si) pero sin duda, ahora notaba por fin al muchacho. Enrolló el pergamino y se lo guardó entre sus ropas (una chaqueta de piel de dragón de color negro abierta dejaba ver su pecho tonificado, porque claro, era un exhibicionista y le encantaba mostrarlo) y dio un par de paso a la derecha para contemplar a aquel par de seres.

 

—Matthew, me acabo de enterar, felicidades por el puesto. Espero que pronto nos acompañes en la Logia y nos apoyes desde más arriba. ¿Quién es tu acompañante? —Dijo mirando con desdén a la mujer, y lo hacía así por dos motivos: 1) no estaba dentro de las filas de La Marca Tenebrosa y eso la hacía enemiga, y 2) ¿Tendría algo con el Triviani? Bueno, la verdad le daba igual, pero hasta que no supiera quién era, le causaría aquella desconfianza.

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La vampira caminaba con paso apresurado mientras una chica de cabellos violetas la seguía con cara de pocos amigos, parecían venir discutiendo algo entre ellas y por un momento pareciera que la de cabello bicolor se quisiese comer a la pelivioleta. Elizabeth Wallace que asi se llamaba la chica con aspecto rockero y cabellos de un violeta brillante había entrado a trabajar en el cuartel inquisidor cuando Sofia aun mandaba en el cuerpo de la Granger y ahora parecía querer seguir trabajando con la ella aun veía como la antigua mortifaga que le enseño todo lo que sabia sobre el Cuartel y el Ministerio

 

- pero ese lugar es...agh...¿porque no me puedo venir para aca?, ahora eres importante, puedes mover tus influencias- dijo señalándola con un dedo acusador, como si fuese culpa de Zahil que la chica no se hubiese salido de aquel lugar cuando ella se fue

 

- ja, y quien dijo que quiero - dijo la Granger cruzandose de brazos mientras la chica le gruñía enfurruñada y haciendo una especie de pataleta

 

- oh vamos Sofia, un poco de agradecimiento debería de recibir por soportarte tantos años, merezco que me ayudes, lo sabes - volvió a embestir intentando lograr su cometido

 

- por enesima vez!! no me llamo Sofia, tu...pequeña motera....de pelos morados...- dijo empujandole el hombro con un dedo perdiendo la paciencia mientras intentaba asustarla cosa que al parecer no lograba pues la chica solo le torcia los ojos y la arremedaba

 

- nanana...no me llamo Sofia - dijo arremedandola mientras exageraba los movimientos hechos por la vampira

 

- aaahg, vale, hablare con Jessie pero dudo mucho que te quiera soltar, no me pidas mas, y no prometo nada, ahora dejame trabajar - dijo despidiendola de su presencia mientras continuaba caminando por el pasillo.

 

Apenas dio unos pasos cuando se topo con Keaton, su compañero Logia, con el Jefe del Mall y con otra persona que no conocia, asi que saludo amablemente presentandose con la joven

 

- hola Keaton, Mathew...hola Zahil Granger, miembro de la Logia y tu eres? ..

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Diana López

—Oh, qué suerte —suspira, aliviada. Cualquiera pensaría que se trata de una bruja con buena suerte, pero, en el fondo, ella sabe que no es así. Es algo más. A veces, tiene corazonadas de las que es apenas consciente y actúa sin pensarlo, sin entender qué la guía, qué la mueve... en esas ocasiones, cuando se relaja y deja de pensar, es que termina en el lugar indicado, en el momento indicado. Lo que la mantiene tranquila, es la certeza no de todo será miel sobre hojuelas, sino que lo suceda, es lo que tiene que suceder. Ahora está segura de que es así; después de todo, terminó presentándose ante el jefe del Magic Mall, lo cual es justamente lo que necesita en su primer día de trabajo.

 

Mientras el mago se retira a la parte trasera del mostrador, Diana se apoya sobre éste, ya un poco fastidiada de estar de pie. La última mirada que le dirigió Matthew no le pareció muy agradable, sino fría, pero no le da importancia. Se dedica a observar el lugar, mientras el jefe se encarga de escribir una misiva y entregársela a un mensajero bastante particular. Diana le presta atención pues, para su sorpresa, no se trata de un elfo, sino de una persona... o eso parece ser, por lo menos.

 

—Está bien —replica, cuando el mago le informa que esperarán a otra nueva empleada para comenzar con la inducción. No le molesta hablar sobre sí misma, no porque crea que es interesante sino porque podría incitar una charla más amena, aunque lo cierto es que las palabras junto a su forma de hablar y su expresión, le parecen contradictorias. Como si no hubiera en realidad interés por conocerla, sino que, por el contrario, sólo se tratara de una orden (aunque, ¿con qué propósito?). De todas formas, como de costumbre, decide no hacerle mucho caso. Si le da importancia a esos detalles, sólo se hará pasar por un mal rato y sacrificará valiosa paz.

 

En pocas palabras, si finge demencia, muy probablemente sus jornadas de trabajo estén libres de molestos problemas sociales.

 

«Ah, sí, ahí está el elfo», piensa, cuando de repente el mago regaña a la criatura por no controlar a su vez a otra criatura mágica. No está acostumbrada a estar cerca de elfos domésticos, ni tampoco a la forma en que los magos los tratan. Como viene de una familia muggle, evidentemente nunca tuvieron en casa a uno. Y, en sus viajes, sólo en pocos lugares los vio de la forma en que los ve ahora: como a sirvientes. En los Estados Unidos, no es muy usual; en Inglaterra, por el contrario, le parece que en cada pequeña casa tienen a uno de esos.

 

—¿Aquí no tiene magizoológos para cuidar a las criaturas mágicas? —suelta al imaginarse al elfo intentando hacerse cargo de un demonio del agua, y olvidando por un momento la pregunta— Porque yo no...

 

Pero deja la frase en el aire, cuando alguien más habla. Diana vuelve la mirada y observa a un mago con un cabello y unos ojos de colores llamativos, seguramente así producto de la magia. Luego de saludar a Matthew, se dirige a ella aunque no de forma directora. Y, casi al mismo tiempo, alguien más también se acerca (una bruja, en esta ocasión) y además de presentarse como Zahil, pregunta por su identidad (además, por sus palabras, asocia al mago de cabello azul como Keaton).

 

—Soy Diana López —le responde a ambos, haciendo un gesto con el dedo índice y medio apoyados en la frente—. Es mi primer día de trabajo, como empleada, aunque creo que primero necesitaré un poco de orientación. No tengo mucho tiempo en Inglaterra, así que... —se encoge de hombros, suponiendo que es demasiado obvio que, por tal motivo, no esté familiarizada con aquella institución.

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Obviamente no quería hablar con nadie. Pero, ¿para qué había concurrido a la tienda si no era para socializar? Ademas, Matthew era ya de por sí un poco solitario. Tal solo bastaba hacer poca mención sobre algo o alguien para que su cabeza se concentrará en aislarse más y más. Aunque también hay que mencionar que más de una y dos veces le había despertado ese interés, causando algún que otro problema, sobretodo con las personas que no estaban. Aquella conversación ya se tornaba un poco aburrida, el gitano de tan pocas palabras prefería el silencio; las miradas cortas que lo decían todo.

 

Se inclinó un momento bajo el mostrador, apoyando ambas manos sobre él, en busca de un grimorio, con una peculiar contextura arcaica, que habían adquirido hace muy poco tiempo. Tenía unos problemas que debía resolver y aquel quizás le servía o daba alguna idea de como llegar a una solucion mas rapida y factible. No era que no le gustara dañar a nadie, si no que en horas de trabajo, lo menos caótico posible era la mejor idea.

 

No habia prestado atencion al arribo de Keaton al local, sinceramente había apagado todos sus sentidos y solo escuchaba sus propios pensamientos. Este lo chocó al no ver por donde caminaba, Triviani suspiro y lo miró fugazmente, sin darle mucha importancia a lo que balbuceaba. Se estaba poniendo un poco tenso al no encontrar lo que buscaba, cerró los ojos un momento y escuchó a Keaton. La voz del vampiro era una melodía algo arrabal. Lo miro y sonrio.

 

Se ve que la nueva compañera no aparecera, asi que es mejor empezar con todo esto. dijo con desgano.

 

Zahil había llegado también al lugar, parecía ser un dia de mucha suerte; quizás ella podría encargarse de Diana, mientras que el Licántropo atendía sus asuntos delinquidos con una de sus hermanastras y el departamento. Acento su cabeza en forma de saludo al escuchar su nombre y tomó al mago del antebrazo, tocando justo su marca. Habia ignorado por completo sus palabras por lo cual lo arrastró hasta la parte de atrás empujando contra una estantería vieja y lo beso.

 

Gracias, no ha sido fácil llegar hasta aquí. Pero valio la pena. repuso Matt. ¡Ahi está! exclamó y movió al mago.

 

Habia encontrado el grimorio que tanto estaba buscando, aquel libro envuelto en unos cuantos trapos algo estropeados. Volvió a la parte delantera de la tienda, se paró dos segundos a visualizar la cara de ambas brujas que parecían no entender nada de lo que había pasado recien:

 

Zahil ella es Diana, la nueva empleada, Diana ella es Zahil miembro de la Logia. retomo la conversación.

¿Podrías mostrarle el lugar? ahora que estas aqui podrias ayudarme. Hubo un problema e intentó resolverlo... añadio.

 

Se puso de espalda a ellas frente a una mesa de cristal, con forma redonda y lo desenvolvió.

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  • 2 semanas más tarde...

Pronto llegó a nuestro encuentro Zahil, aquella mujer que tenía nada de ser parte de la Logia y que la verdad estaba medio de vacaciones, pero es que a cualquiera le hacían falta, porque a como estaban las cosas en las Oficinas Privadas del Concilio... bueno, bastaba decir que aún faltaban muchas cosas por pulir y había ciertas personas que estaban frenando el trabajo de los Eligentium. Keaton mismo había tomado julio como su mes de ausencia, y si bien no había estado al ciento por ciento fuera, si que se había atrasado un poco. Suspiró.

 

—Bueno, pues bienvenida, Diana, espero que te sientas pronto cómoda con el entorno de trabajo, No solemos hacer mucho bullicio, nos dedicamos a un trabajo muy rutinario, pero bastante llenador, bueno, al menos para mi que me encanta el Concilio, lo es —Dijo a la nueva y se quedó más tranquilo, al menos ahora sabía por qué estaba con Matthew —Zahil, querida, debes de andar más a las vivas, siento que un día de estos te vamos a perder en la Trastienda siendo devorada por una criatura —Keaton deseaba aquello con ansias, la mujer no le caiga muy bien que digamos.

 

Así pues, Matthew jaló al Ravenclaw hasta la parte de atrás y le plantó un beso... ¿un beso? ¿pero quien diantres se creía aquel sujeto para besarle de la nada? Mínimo una tacita de té... Aunque el Black Lestrange debía de admitir que aquello le había gustado, pero el Triviani, como siempre, grosero, le apartó para agarrar algo que había estado buscando. El beso parecía haber sido todo un pretexto. Sonrió. Eso era lo que más le gustaba de él.

 

—¿Y qué se supone que es ese Libro? Espero que no pienses robarlo —Dijo en son de broma.

 

@@Matthew B. Triviani @ @

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Varias horas habían transcurrido desde que el sol se había ocultado en el horizonte, dejando reinar a la oscuridad de aquel lugar. Se trataba de una noche fresca, agradable. El viento movía con suavidad las ramas menos gruesas de los árboles que se encontraban encantados por la ventana, haciendo que el vaivén de las mismas fuera incluso bello. Pero a parte del viento no se escuchaba nada más en el lugar, como si todos se hubieran quedado mudos, pese a la cantidad de personas que habitaban la tienda...

Matt comenzó a entrar en un tipo de transe cuando comenzó a leer las líneas finas y letras casi perfectas expresadas en tinta negra de aquel grimorio; antiguo por demás está decir y realmente tentador. Lo que realmente buscaba era una manera de invocar nuevamente otro demonio, traerlo desde el mismo averno de los pecadores para que cumpliera nada menos que sus órdenes. Había pensado un tiempo en utilizar al nigromancia, como el viejo le supo enseñar, pero no poseía más que solo palabras que tal vez estaban vacías.
Escucho la voz del Ravenclaw y volvio a sí Quizás lo tome prestado, no es lo mismo que robar... ¿No? Retomo la conversación.
Dio vuelta sobre sus talones, apoyando las manos por detrás de su cintura en el escritorio dejando abierto de par el vademécum. Sonrió con esfuerzo y se inclinó sobre Keaton; buscaba ponerlo en una situación incómoda a ver que tal reaccionaria o simplemente para molestarlo un rato. Tal vez debía comportarse un poco más, al ser su superior... Pero a decir verdad, las actitudes altaneras del joven gitano eran de esperarse con demasiada frecuencia.
¿Quieres saber por que anhelaba tanto encontrarlo? Apoyó la cabeza sobre su hombro.
Muchas veces me gustaría traer el mismo infierno al mundo mágico. Pasó las punta de sus dedos por el rostro pálido del mago.
Diagon solía estar tranquilo a aquellas horas de la noche, y mucho más las vacías veredas de la tienda del Magic Mall. Parecía Aokigahara, el famoso bosque del suicidio; voces embellecedoras solían silbar con los vientos que soplaban, Mortífagos haciendo de las suyas cubiertos tras una extensa cortina de bruma negra y gente desapareciendo sin dejar rastros. «¿Acaso el infierno no estaba hecho ya en la tierra?» se pregunto mientras pasaba la página.

 

asdjaskjdajsd(?) musito despacio haciendo que el suelo temblara y algunos frascos cayeran de su repisa.

 

Todo había vuelto a la normalidad, Matthew había fallado. Como era de esperar, debía recurrir a las imponentes Artes Oscuras.

 

@@Keaton Ravenclaw

Editado por Matthew B. Triviani

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