Tal y como esperaba, la carrera de Marcus lo llevó directo a los terrenos del castillo. Saltó el muro con una destreza que sólo un antiguo vampiro podía lograr y, entonces, tres flechas volaron directo hacia él. Pero su control de las sombras era mucho mejor que el mío y unas enormes alas que parecían hechas de acero oscuro se desplegaron y lo envolvieron, al tiempo que una esfera de agua lo protegía del ataque. La misma había venido desde la varita de Lisa, que no dudó en lanzar una regañada y Marcus estalló en carcajadas.
-Mi.erda... eres est.úpido- me quejé, dándole una palmada fuerte en la nuca que podría haberle arrancado la cabeza a un humano, más a él sólo le dolió un poco-. Lo siento Lisa, es el id.iota de mi hermano, le gusta causar malas impresiones y caerle mal a la gente- negué con la cabeza, enojada, mientras lo pasaba de largo e iba directo hacia la bruja-. No planeaba llegar así a presentarme en Hunyad, pero verás que Marcus no tiene paciencia- señalé con una palma abierta a mi incompetente hermano gemelo-. Ven aquí- le ordené al moreno, que llegó mostrando una amplia sonrisa.
Cualquier mujer podía decir dos cosas del hombre alto parado a mi lado; la primera era que su sonrisa podría derribar cualquier muro en el maldito mundo y, la segunda, que sus bíceps estaban por romper su chaqueta de cuero negro. El moreno parecía sacado de una revista de modelos exóticos, con su cabello oscuro como el ébano, su piel tostada por el sol de los campos espartanos y su porte confianzudo. Tenía los ojos azules tan penetrantes que costaba mantener la mirada en ellos mucho tiempo, nada que ver con esa sonrisa socasorra que lucía en el anguloso rostro.
-Su Alteza Real, Lisa Weasley Delacour, Reina de Rumania; Su Alteza Real, Kamra Ashryver Estuardo, Reina de Escocia y la Primer Ministra de Francia, Ada Camille Dumbledore, les presento a mi hermano y General de la Hermandad de la Rosa Negra, Marcus Argéadas- hice una mueca pequeña al mencionar su supuesto apellido y miré al hombre que se había posicionado a mi lado, hacer una reverencia muy respetuosa que hizo que su cabello largo hasta los hombros se deslizara hacia adelante.
-Sus Altezas... señorita Dumbledore- dijo él con una profunda voz seductora.
Rodé los ojos.
-Aunque no lo parezca, venimos en son de paz- agregó el infradotado, como si se tratara de un alienígena cuya nave había tocado tierra en las colinas rumanas.