Jump to content

Joaquín Granger

Magos
  • Mensajes

    515
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    8

Todo lo publicado por Joaquín Granger

  1. Al parecer Sain tenía un compromiso más urgente y había tenido que retirarse, decidí esperar unos momentos, por si otro empleado del ministerio aparecía frente al local para completar la tarea, pero no fue así. Sentí curiosidad por saber que tanto podrían tardar en pedir relevamiento, y si lo hacían, o los casos se asignaban según sus peculiaridades, serían esas cosas que no sabría hasta que le preguntara a algún miembro del departamento de Criaturas y seres mágicos, bien podría pasar un buen rato antes de eso. Ariane, o Selene, si había podido traerla a flote, comenzaban a preocuparme, esperaba que fuera algo rápido, y por eso me llamaban impaciente. Era hasta irónico que alguien que tuviera tiempo indeterminado y juventud para realizar lo que quisiera, se impacientara y se apurara por cosas que bien necesitaban su tiempo para que fueran bien logradas. Me sentí como un niño el día anterior a su cumpleaños, desvelado esperando los regalos, imaginando las grandes cajas con papel brillante y moños maravillosos ocultando las magnificas sorpresas. O eso concluía de ver a los niños que conocía. Una sensación extraña comenzó a llenarme, algo no andaba bien, en el local había un espeluznante silencio. Corrí escaleras arriba y abrí bruscamente todas las puertas. No había nadie en su oficina, ni en la mía, la respuesta obvia sería que estuviera en la sala común que compartíamos pero allí no había nadie. Busqué frenéticamente, grité e hice volar todos los muebles como si ella fuera una chiquilla escondiéndose, pero así no lograría hacer más que bloquear mis sentidos; respirando profundamente sentí ese olor tan conocido, sangre, sangre única y especial, la sangre de un vampiro con esencia de demonio, había una gota que discurría largamente de la pared. Me acerqué confundido, y pasé mis dedos por el rastro de sangre y con unas chsipas una puerta se deliñó en el lugar donde se suponía era una pared ordinaria. Pasé por el arco con cautela, amiga o no, Ariane era una demonio, no desconfiaba de ella sino de sus superiores, si es que los tenía, no hablábamos mucho de eso, ella controlaba tan bien sus poderes que algunas veces se me olvidaba. El olor a sangre quemándose me inundó, y ahí lo noté: Ariane, o Selene, ya tenía casi todo el cuerpo dentro de un espejo, que mostraba un sol exquisitamente tentador. -¡Malditas hadas y su maldito sol! -Apreté los dientes y prácticamente volé hacia mi oficina. Me detuve frente a mi retrato mis ojos pintados pidieron una sonrisa de colmillos y se la brindé, a la apurada, acto seguido, mi yo del lienzo abrió la boca y se reveló un hueco en la pared. Ahí guardaba mis reservas de sangre ultra especial. Allí estaba una ampolla hecha de cristal con soles de oro, la tomé y sin siquiera sonreír satisfecho ante una búsqueda exitosa, corrí otra vez hacia aquella habitación. Ya solo quedaba un pie de Ariane o Selene, o quien fuera, en este plano de la realidad. Lo tomé y jalé hacia atrás. Dio batalla pero al final pude traerla otra vez, pero ya estaba casi carbonizada. Solté otra maldición y destapé aquel frasquito, el olor de por si llenaba el alma de uno, olía a todo lo que yo consideraba digno de vivir y disfrutar. Vertí unas gotas en la boca de Ariane o Selene, no había comprobado eso dado aquella situación, y su recuperación fue casi instantánea. Sonreí aliviado y tomé el resto de aquella delicia que me hacía sentir increíblemente bien, era como beber el paraíso. -Que susto me has dado, gracias al cielo...-<<o a la sangre>>-...que estás bien -La ayudé a incorporarse y miré el espejo que irradiaba una luz tan intensamente atrapante como para freír a todos los vampiros que no supieran ese secreto-. Ari o Sele, quien quiera que seas, preciosa, vayamos de cacería, te prometo que si esas gotas que te acabo de dar te han hecho sentir más que hasta el humano más excitable, lo que probarás allí lo harán parecer como sangre de rata. <<Nada mejor que la sangre de hada fresca>> Liberé mis colmillos, sonreí excitable por lo que pasaría, y miré a mi socia con aquella misma expresión. Sin esperar su respuesta me metí en el espejo y mis sentidos se llenaron de olores frescos y embriagadores, pero lo mejor... lo mejor era sentir el sol en mi piel sin comenzar a humear. Era mi primera vez desde hacía siglos, y se sentía tan bien como aquella ultima vez.
  2. -Soy un una persona que se interesa en la vida de las personas con quien trabaja, además me gusta charlar -respondí a la pregunta del joven Ollivander, encogiéndome de hombros. No había podido obviar aquella pregunta ni siquiera cuando Ari había aparecido allí, el chico había vuelto a clavar su mirada, mostraba demasiado interés en mi relación con Ariane. Sentía una leve curiosidad por saber si aquellos ojos heterocromos, eran más que una simple alteración genética, y podía leer lo que las personas pensaban. Pero descarté esa posibilidad en mi porque yo estaba muerto, era imposible que supiera lo que pensaba, podía mentir tanto como quisiera. Aunque la respuesta que le había dado no era mentira, solo había obviado algunas cosas. Sain había cambiado su atención hacia mi socia, lo que me dejó más tranquilo. Me gustaba saber todo, y sobre todos también, pero detestaba que me preguntaran cosas y que me sacaran información, no era extraño, a muchos humanos no les gustaba, pero cuando uno es vampiro, y puede usar la hipnosis para obtener información, sin riesgos de mentiras, entonces uno detesta más aún que le pregunten cosas importantes. La perdida de la capacidad para evadir esas preguntas se fue junto con mi vida humana, aún cuando esa fue mi arma principal. Ariane pidió mi oficina, e inventó una buena escusa para justificar aquella simple petición. Ella sabía mejor que nadie que estuviera o no en aquella pequeña reunión, por decirle de alguna forma, escucharía lo que el Ollivander y ella hablaran, ya fuera porque me quedara tras la puerta, o porque se lo ordenara a un elfo. Tardé un momento, lo justo como para evitar una mirada de profundo desconcierto, en descubrir la verdadera razón para que utilizaran mi oficina. -Claro, siéntete libre de usarla como si fuera tuya. -Sonreí con cortesía, aguardando a que Sain aceptara y seguir a Ariane hasta mi oficina. Lo cierto era que aquella sonrisa despreocupada no era nada natural, sentía nervios. Hacía tiempo que trataba solamente con Ariane, se había apoderado del cuerpo, y aunque la influencia de la tierna Sele se notaba, ella no dejaba de ser la demonio con la que trabajaba a diario. Pero me alegraba la posibilidad de volver a ver a Selene, aunque no tendría mucha posibilidad de charlar con ella. Solo esperaba que pudiéramos mantenernos profesionales, y ocultar lo emotivo del reencuentro.
  3. Era sumamente frustrante que lo poco que sabía del local, además de la mercancía que entraba, las varitas que se fabricaban y se vendían, las que se almacenaban y el dinero que entraba y salía del banco, no sirviera para resolver las cosas realmente importantes. Lo cierto era que si había un torno, y todos los materiales para una gran varita como ameritaba a aquel lugar, yo no podría lograr hacerla, me entrenaba siempre que tenía la oportunidad, pero no obtendría el resultado deseado. -Así es, ella es la dueña del local. El local estuvo cerrado un tiempo, no estoy seguro de cuanto, fue antes de que yo llegara a Ottery, no estoy seguro si alguien lo frecuentaba durante ese tiempo -El "no sé" y "no estoy seguro" eran palabras demasiado frecuentes cando tenía alguna charla importante. Esas cosas no pasaban cuando vivía escondido entre los muggles. Días como aquel extrañaba mi antiguo yo. Tenía un castillo entero para mi, había silencio en el bosque, y siempre había una agradable melodía en el salón, ahora que lo pensaba, creía haber olvidado como tocar el piano y el violín, era una pena. Solía tener toda la sangre fresca que quisiera, algunas veces mataba a los cazadores, y otras me apiadaba y los dejaba irse sin recordar nada. Tuve mis amigos, también murieron, otros fueron asesinados y otros huyeron, pero ni rastro de los que quedaban vivos. El suspiro del chico me trajo a la realidad, y su pregunta provocó que volviera a perderme en mis pensamientos. Ni Ari ni Sele eran de mi sangre, al menos eso creía, los registros de mi familia parecían borrados de todo el mundo y no sabía más allá de mis padres. Ari era mi socia, mi amiga, básicamente la única persona con la que tenía contacto, al menos persona adulta. No olvidaba que era la madre de mi hija, pero los lazos entre nosotros eran solo lazos sentimentales. Helena sería la que contaba, pero no sabía más que unas cuantas palabras sueltas. -Solo soy su socio -Podría haber agregado que era mi ex novia, mi amiga, y la madre de mi hija a eso, pero ¿qué importancia tendría aquello para un empleado del ministerio? además no me gustaba hablar de temas personales con cualquier persona, por agradable que pareciera. Sentí la voz de Ari al saludar y no pude voltear y darle una mirada inquisitiva. No podía evitar hacerlo después de enterarme de que podía haber un fantasma allí. ¿Por qué no me lo habría dicho? Quizás Garrick no estaba a fabor de que alguien que no fuera Ollivander trabajara allí, y por eso no se manifestaba. Cualquiera fuera el motivo, pronto me enteraría, pero primero debía dejar de comportarme como alguien que no sufría rarezas y volver a mi normalidad. -¡Ari! ¡Qué oportuna, siempre a tiempo! -esa habilidad era envidiable y admirable a la par- Este joven me está informando sobre tu tatarabuelo Garrick, esperemos que tu puedas aclarar todo. -Sonreí guardando toda mi impaciencia por descubrir un misterio.
  4. "Ollivander" y "Vengo de parte del departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, de la oficina de seres, duendes y espíritus para ser mas específicos" eran dos cosas que no podían significar nada bueno. El simple apellido, que no era un apellido fuera de lo normal en Ottery, en aquella tienda hacía que mis nervios se alteraran, y ni hablar de la mención de una oficina del ministerio, sin la palabra "premio" o "compensación" antes de que me identificaran el departamento. Pero aún así me controlé y mantuve una cortés mirada de interés en el asunto. -Es un placer, señor Ollivanders. Soy Joaquín Granger, uno de los propietarios de "Ollivander's" -Estaba seguro que el joven preferiría haber tratado con Ari, quien tenía más experiencia y sin duda varios datos sobre la familia que había fundado aquella tienda; pero haría lo posible para que el joven pudiera cumplir en tiempo y forma su trabajo. Aunque Garry Sain hubiera dicho que aquello era algo de rutina, no faltó mucho tiempo para que una pregunta por parte de aquel agradable muchacho, rompiera mis esquemas de lo que podría ser una inspección de rutina. Incluso había pensado unas cuantas frases que ocultaran mi falta de habilidad, y había repasado mentalmente alguna tonta historia que se me iba ocurriendo para la trastienda, y el taller, respectivamente, en una guía por aquel milenario negocio. Pero todo se derrumbó con aquella pregunta. -Garrick Ollivander... si... -tenía problemas para ubicar al Ollivander en el tiempo, y rescatar alguno de sus hechos. Lo cierto era que al parecer me había perdido de algo, a pesar, de que en nuestros ratos de rebuscar en el pasado, Ari y yo habíamos hablado de Garrick-. Garrick Ollivander!. Es el tatarabuelo de mi socia, apasionado del fino arte de la creación de varitas. Ella me contó que murió instantes después de terminar una varita. -Comenté aliviado al comenzar a recordar todo, pero Ari lo sabría-. Desgraciadamente, no se sabe cuales fueron las causas de su muerte, usted sabe, vivimos en un pueblo de sucesos extraños con personas extrañas. Esa varita se perdió quien sabe hace cuantos años <<Y si es más viejo que Ari, entonces son más de los que puedo llegar a calcular>> -pensé-. Admito que estoy enterado de ningún fantasma que haya en este local, es muy tranquilo, pero puedo guiarlo por la tienda, por si quiere investigar al respecto.
  5. Eramos un vampiro, y dos elfos buscando el maldito libro, puesto que las criaturas, que se suponía, cumplían con la tarea de mantener el lugar limpio, y ordenado, no recordaban dónde habían dejado el libro, y tampoco recordaban nada acerca de esas mercancías, pero se excusaban diciendo: <<El amo debe comprender, son muchas cajas las que abren los elfos>>. Una respuesta insatisfactoria, y ellos lo sabían, pero no podía dejar de reconocer, que tenían razón, porque de no ser así yo mismo lo hubiera recordado. El tiempo se hacía muy lento, las agujas del reloj parecían no correr nunca, y estaba con un evidente mal humor por no poder encontrar el libro, ni recordar nada respecto a aquella mercadería. El punto era que me sentía inútil, incapaz de llevar medianamente bien una parte del negocio, no quería ni imaginarme lo que hubiera sido muy vida sin Ari como socia, ella tenía la mentalidad empresarial, la voluntad, la capacidad de soportar extraños y almacenar información en la cabeza, de la que yo carecía, y lo peor es que era algo que aquello lo padecía desde hacía poco tiempo, relativamente. Una paternidad forzada, que, aunque me hacía sentir lleno de una vida humana especial, esa parte de la condición mortal que podría extrañar, no dejaba de cuestionarme una y otra vez ¿Por qué? ¿Por qué había yo de cuidar de un niño que no era mio, y que tenía los ojos del ser que yo más detestaba sobre la tierra; y aunque supiera la respuesta, y resonara en mi cabeza constantemente, intentaba negarla, sin el más mínimo efecto. "Porque la ambas, porque la amas, y lo sabes" Cerré los ojos exhalando un profundo suspiro de fastidio y resignación, era cierto, y aquello también había hecho que perdiera cantidad de oportunidades. Gracias a ese asqueroso amor no correspondido no había logrado mantener pareja estable por mucho tiempo, lo que me causaba cierto dolor que no quería reconocer. Además por ese amor que ya no tenía sentido, acogí al niño que ahora tiene mi vida en su poder, limitaba mi tiempo, modificaba mis horas de sueño y costumbres, y era por su culpa que el dolor, el sufrimiento, y el amor se habían vuelto tan intensos en mi. Sacudí frenéticamente la cabeza y miré con curiosidad hacia el techo, en dirección hacia donde yo creía que estaba la oficina de Ari ¿De que hablarían? ¿Sería algo grave? Esperaba que no. Tanto Ariane, como Selene, eran la única persona, además de Seishiro, claro, que aún se mantenía a mi lado, y se había vuelto en una amiga incondicional, a pesar de que, y no lo iba a negar, la había hecho sufrir, y había explotado alguna vez con ella. Pero ella seguía allí, ocultando sus problemas con una sonrisa y poniéndose siempre a mi servicio. Quizás hablaban de Helena. Ahh Helena, la niña más hermosa jamás vista en el mundo, con una tranquilidad tan admirable, a pesar de tener, por lo menos un padre, tan agitado, por decirlo de alguna manera. El mirarla me tranquilizaba y hacía que la vergüenza y el arrepentimiento, por no ser un padre tan presente, aflorara. Era algo que me prometía una y otra vez, y una y otra vez fracasaba, y lo tapaba con escusas. Aquello no debía ser, pero lo era, y las escusas tenían fundamento, entre el trabajo, la mansión el la que prácticamente vivía solo, y Seishiro, mi tiempo se iba, y estaba envuelto en un ciclo vicioso, al menos estaba tranquilo por lo buena madre que era mi socia, pero la pequeña crecía sin mi, y podía decir que ella era el error más feliz de mi vida. Mi vida se resumían en errores, errores buenos y malos, pero errores que hacían que perdiera la cabeza. Me encontré entonces mirando un punto fijo en la pared, cando Kraven jaló de mi camisa para llamar mi atención y sacarme del trance, tenía el codiciado libro en los brazos, y parecía pesarle. Lo tomé, asentí fríamente ante una tarea bien realizada y me di la vuelta para salir de allí. No sabía cuanto tiempo había tardado, pero había parecido una eternidad, una aburrida eternidad, y muy incomoda, detestaba escuchar mis pensamientos atormentantes. Bajé la vista, divisé el enorme libro encuadernado en cuero, y sonreí ¡Un problema menos! y un sentimiento reconfortante me recorrió al pensar que estaba siendo útil, estaba haciendo algo bien, y que a partir de ahí todo cambiaría. Curioso efecto tenía un libro en una persona de 300 años, aunque ciertamente, algunas veces parecía un joven cualquiera. La puerta se abrió justo cuando subía el primer escalón hacia el segundo piso. Una voz que no conocía saludó anunciándose, era el momento justo para confirmar que tan bien podía desempeñar mi trabajo. Di el libro a Kraven que se anticipó a mis movimientos, y me dirigí al mostrador. -Buenos días, ¿en que puedo ayudarle? -pregunté lo más cortés y agradable que pude.
  6. Aunque ya había aceptado que aquel chico no era ningún espía de Ari, ni un chismoso, me sentí extrañamente aliviado cuando la pelinegra me dio que el joven era su hijo, aunque no dejé que se mostrara aquel alivio tonto, pues tampoco había tenido motivos para estar preocupado por algo. Era extraño ver a familiar de Ariane allí, en realidad, sería extraño ver a un familiar de cualquiera de los dos; no solíamos tener muchas visitas en el trabajo. Pero esperaba que aquel joven trajera buenas noticias. -El gusto es mío, soy Joaquín Granger -aunque el nombre ya había sido pronunciado por mi socia, tenía por costumbre decir también mi apellido, no creía que a todos les interesara, pero en lo personal, el apellido de las personas me ayudaba a identificarlas mejor, o a relacionarlos con otras personas que quizás conociera. Por esa razón yo me presentaba así. La Dumbledore formuló una invitación de un té, a lo que no sabía que responder. Por un lado, allí estaba Seba, deseoso de charlar con su madre, y sería de mal gusto no entorpecer aquello con mi presencia. Aunque no aceptar el té también era una descortesía, y a sabiendas de que su hijo tenía algo que decirle, aún así me había invitado ¿Sería que ella estaba nerviosa por lo que el muchacho tenía que contarle? Era algo extraño, pero era algo que podría ser. -Está bien, aceptaré tu invitación -dije con una sonrisa, y comencé a caminar en dirección a la escalera de caracol, y hacia la oficina de Ariane. Bebería una rápida taza de té, y me retiraría con la excusa de que tenía trabajo que hacer, y aquello no era mentira. Era el plan perfecto. Los elfos habían estado atentos, y cuando entramos, ya había una bandeja de plata con tres tacitas que humeaban elegantemente. Tomé asiento frente a la madre y su hijo, y sonreí por dentro al imaginarme una situación similar pero con Helena y Seishiro, yo en el centro del sofá y ellos a cada lado. Aunque faltaban bastantes años para aquello, ¿cuantos años tendría aquel chico? ciertamente, no podría decirlo. Seba inició la charla, y yo tomé mi taza y di un largo sorbo, no quería seguir importunando. -Más o menos dos años y medio ¿verdad Ari? -Mi memoria no solía fallar, aunque siempre se me podían escapar algunos detalles. Di otro sorbo al té, dispuesto a terminar aquella exquisita infusión, mientras escuchaba la respuesta de Ari, para luego dejar la taza sobre la charola de plata. Sonreí, tratando de parecer, tranquilo, despreocupado, como si no supiera que interrumpía algo, y me puse de pie. Aquel día no habría forma en que no terminara el trabajo antes de la hora de cerrar, incluso era posible que pudiera salir un ratito antes. -Me encantaría quedarme -dije a mis acompañantes- pero debo continuar con mi trabajo, y estoy seguro que ustedes tienen cosas de que charlar -miré al chico y agregué- Ha sido un placer conocerte Seba, espero que podamos charlar mejor otro día. Me dirigí hacia la puerta pero me di la vuelta, y le guiñé un ojo a mi socia, ella sabría que significaba "hablamos luego". Cerré la puerta tras de mi, y llamé a mi elfo para que buscara el libro de cuentas.
  7. La gran verja de la mansión estaba frente a mi. Desde aquel punto, aquella gran residencia se veía espléndida, el césped siempre tenía el largo perfecto, y sus grandes muros se veían como recién hechos; pero lejos de aquello, quienes vivíamos allí coincidíamos muy poco y por lo general, quien ponía un pie allí podría decir que tenía la mansión para uno. Sonreí pensando en que era uno de los grandes deseos de mi infancia, uno que ya había realizado hace años, pero que ya no lo quería seguir viviendo. Crucé rápidamente el jardín delantero, a pesar de que ya se había ocultado el sol; había sido de esos días pesados en el trabajo, en los que me había comprometido a terminar todo y no dejar cosas atrasadas que me tuvieran loco a fin de mes. Me sentí tan muggle en aquel momento que quise sacar la varita y hacer algún encantamiento, para comprobar que seguía siendo un mago. Pero al final me encogí de hombros y entré abriendo la gran puerta blanca, que tantas exclamaciones me había sacado cuando la vi por primera vez, y que ahora no era más que una puerta. Los elfos aparecieron y me reverenciaron como siempre, uno de ellos tomó mi abrigo, y el otro mi maletín y con otra reverencia se retiraron. Crucé del hall directo al living y me desplomé en el sofá. De pronto, inundado por un silencio poco común, extrañamente relajante y que parecía capaz de desconectarme de la realidad, cerré los ojos y a mi mente acudieron un montón de recuerdos, de aquellos momentos en los que estaba con la familia. Recordé la expedición al sótano y el descubrimiento de una criatura que casi deja la casa en los cimientos, nadie podría decirlo ahora que ese tema se había acabado. Era verdad que cada uno tenía su vida y las diferentes actividades que nos mantenían separados, al fin y al cabo, si estuviéramos todos pegados sería horriblemente estresante. Solo había que imaginar tener a Valeskya provocando todo el día, al final uno de los dos terminaría muerto; en cambio, al vernos tan poco, el maltrato mutuo casi se vuelve afectivo. Abrí los ojos y con un sonrisa miré todos los objetos que estaban allí, y al detenerme en el sofá en que estaba sentado, no pude contener una carcajada al recordar cuando, hacía años ya, habíamos sorprendido, Valeskya y yo, a Sophie con un acompañante, en una situación comprometida. Sonreí pensando que afortunadamente ni ella ni yo eramos niños pequeños que pudiéramos quedar traumatizados, aunque si nos reímos como niños que hacen una inocente travesura. Mantuve aquella sonrisa y al ver el florero que estaba en una mesita en el hall, que se veía desde el lugar que estaba sentado, recordé cuando la explosiva de mi hermana había estrellado ese florero contra el piso, y dos veces. Había que reconocer que el florero estaba ubicado en un lugar peligroso si en la casa había una desquiciada que se desquitaba con lo primero que tuviera a la mano. Haría ese florero indestructible, solo para fastidiar a la ojivioleta cuando intentara romperlo una tercera vez. Aquel lugar estaba lleno de recuerdos, esos que hacían poner a uno emotivo, algo que detestaba, me mostraba demasiado... humano.Sentí suaves y rápidos pasitos y una sombra pequeña que se proyectaba, y Seishiro apareció en el living sosteniendo su vaso preferido. Era increíble pensar que estaba cerca de cumplir 3 años, y cuanto había crecido en todos estos años, aunque siempre sería mi pequeño, ese que me había convertido en un blandito; aunque no podría enojarme con Él por eso. -Hola pequeñito -Saludé mientras lo abrazaba- ¿Estuviste jugando? -Pregunté, aunque era callado, simplemente asintió y buscó los juguetes que tenía por allí. Kraven apareció de un momento para otro con una copa que contenía un espeso líquido rojo y que olía especialmente delicioso. Aquello era lo que necesitaba para volver a ser quien era y dejar mi estado pensativo. El elfo se fue, y el pequeño rubio me alcanzó uno de sus juguetes. No estaba seguro que era aquello, ni lo que hacía, pero como todo buen improvisador, me senté en el suelo y comencé a hacer ruidos extraños, que hacían reír al demonio. Bebí un sorbo de la copa, y la volví a dejar en la mesa de café.
  8. Los minutos pasaron rápidamente mientras continuaba con mi trabajo de aquel día. Con energía renovada había firmado aquel montón con una rápida eficiencia y ya solo quedaban dos asuntos por resolver, aquello era todo un alivio, no recordaba cuando había sido la última vez que me sentiría completamente libre en la tienda, es decir sentarme en mi sillón y mirar por la ventana o hacer algunas compras sin la vocecilla de la conciencia que repitiera "tienes trabajo que hacer, maldito vago" La sonrisa de placer al imaginarme estar libre en la tienda se esfumó cuando vi la penúltima hoja que debía firmar, y que en realidad no era una hoja sino tres. Se trataba de uno de nuestras hojas de inventario, en las que marcábamos las mercancías llegadas, para guardar en los archivos y tener un respaldo por si se perdían los recibos y boletas, y poder reclamar en cualquier caso. Y al parecer tendría que buscar en el libro de cuentas si las mercancías habían llegado, puesto que tenía unos cuantos materiales sin confirmar. Solté un largo suspiro, firmé la última hoja, y la dejé en el montón que se había vuelto más alto del que había sido del que me había traído Kraven originalmente. Eso si que era ser una persona eficiente. Me puse de pie, decidido a bajar y consultar el depósito el libro (puesto que lo más seguro era que lo hubiera dejado allí, luego de haber hecho a medias aquel inventario). Al menos si había algo de lo que no dudaba era que si teníamos las boletas estarían guardadas allí, los elfos se habrían encargado luego de entrar y acomodar las cajas. Bajé las escaleras con la mente puesta en aquel libro, y al estar a cuatro escalones de llegar a planta baja, me di cuenta que había olvidado la hoja arriba. Reprimí, apretando los puños, un grito de frustración al darme cuenta de aquello y continué hacia el depósito, obviamente pensando como un muggle, puesto que también había olvidado que tenía una varita y poderes mágicos. Era algo normal de lo que reiría después, al hacer tareas muggles mi mente se adaptaba. Me detuve en seco detrás de un estante al escuchar a Ari, "...voy a ser abuela?". Por un momento me sorprendí, aquello fue penoso, puesto que yo sabía que ella, aunque se viera tan joven, no lo era, aunque igual que yo no teníamos ningún problema para ocultarlo. ¿De verdad, cuánto podía uno sentirse un muggle, o un simple humano? Era horrible, eran cosas a las que no quería volver. Volví a prestar mi atención a Ari y al muchacho, seguramente era su hijo, aunque bien podría ser un chismoso que revelaba cosas de alguno de sus hijos. Aunque siendo realistas aquello no parecía posible ¿Necesitaría Ari personas que espiara a su familia y le reportar la cosas después? Daba escalofríos sólo de pensarlo. -Ari ¿no recuerdas si...? -comencé a decir mirando hacia el depósito como si no me hubiera enterado que estaba con visitas. Giré la vista y fingí, esperaba exitosamente, sorpresa al ver al chico-. Lo siento no sabía que estabas con visitas. -Me disculpé sonriendo cortésmente
  9. Mi pregunta había sido sincera, nunca habría preguntado algo que hiciera sentir mal a Ariane, eso no lo haría un caballero. Aunque al ver si mirada irónica salí de mi propio mundo y recordé que los cumpleaños no eran tan placenteros para todo el mundo, como lo eran para mí. Era algo que no comprendía, de los inmortales al menos, pero no todos pensaban en esa cualidad que nos unía como lo hacía yo, por lo que me mantuve en silencio al escuchar sus palabras, con una expresión de que entendía lo que quería decir: "Deja el tema ¿Si? De todas formas tenía que haber sabido que aunque ella adorara cumplir años y celebrarlos, era una dama, y nunca me diría que cosas le gustaría que le obsequiara, además ella alguien que no se privaba de nada, si en lo material hablábamos. Eso dificultaría un poco más mi trabajo, pero conocía bien a aquella señorita que tenía sentada allí en frente, y conocía sus gustos, era la excusa perfecta para salir y dar un paseo también; quizás podría llevar a Seishiro, ya estaba grande. Justo antes de que pudiera comenzar con un nuevo tema (por no decir, intentar sacar detalles de la vida de mi querida socia) Lizzy entró en la sala, la saludé con una sonrisa y un sentimiento de cabeza, y escuché satisfecho de mi mismo como consultaba a Ariane sobre las fundas de piel de dragón. Aunque claro, no comentaría nada eso no sería correcto, se podría tomar a mal, y en realidad yo no era muy bueno en ese trabajo como para burlarme. Ari y Lizzy, salieron de la habitación, y consideré en hacer lo mismo, ir a mi oficina, y continuar con mi trabajo hasta que la Dumbledore volviera a reclamar mi presencia. Pero estiré los brazos intentando quitar la pereza, observé mi alrededor y me sentí demasiado a gusto como para moverme de allí, pero no por eso debía perder el tiempo pensando cosas, que al cabo de un rato se volverían extraños, era la historia de mi vida. Kraven apareció, portando una bandeja con dos tazas de las cuales salía un aroma exquisito, pero no creía que tuviera mucho sentido beber mi café allí solo, mientras el té de mi acompañante se enfriaba; en cambio le pedí a la criatura que dejara aquellas bebidas en reserva, y me trajera la pila de documentos que me quedaba y mi pluma. El pequeño desapareció, con una reverencia, y al momento volvió con una pila de papeles y una pluma sobre a última hoja. Tomé aquello y volví a trabajar. Ari no tardaría, pero aún así yo podría adelantar trabajo
  10. -¡Perfecto entonces! -exclamé con una gran sonrisa al escuchar si aceptación de la idea, lo cierto era que me encantaba aquella cabaña, y tener un fin de semana distinto, era algo que en realidad e encantaba estaba aburrido de mi vida tan repetitiva- De todas formas el jueves concretamos bien todo, ya sabes, de los contratiempos no nos salvamos ni los inmortales -comenté con una sonrisa; y aunque eso era cierto no creía que tuviera ninguno. No pude evitar reír ante su comentario de la champagne. Ella tenía razón debíamos brindar con algo mejor que un té, pero mejor no me arriesgaba a beber en horas de trabajo, y más teniendo que realizar aquella tarea tan aburrida; lo último que quería era poner una firma en un lugar en dónde no correspondía y que los del ministerio me hicieran lío como solía pasar el año que había pasado, y eso aún estando sobrio. -Concuerdo contigo, dejemos la champagne para el fin de semana, ni tú ni yo queremos pasarnos horas en el ministerio tratando de resolver problemas causados por un firma mal colocada -Comenté, sonriendo divertido. Escuché su carcajada y reí, con eso había respondido mi pregunta, no había sido un regalo, aunque me lo confirmó después. De repente recordé que no faltaba mucho para su cumpleaños ¿Qué podría regalarle? Esa duda siempre e asaltaban un momento, pero luego recordaba sus gustos, y que en un tarde de compras encontraría el regalo perfecto para ella. En lo que a mi concernía nunca le había regalado algo que no le gustara. Antes de que pudiera comentar algo sobre su vestido, y que en realidad si creía que el verde hubiera sido mejor, y ella sabía que yo comentaría eso, se puso de pie y se dirigió a la salita de la oficina. Sonreí resignándome a que terminaría aquel trabajo más tarde y la seguí; al menos ya tenía excusa para toare un pequeño descanso de tanta firma, y no era tanto lo que quedaba, lo terminaría para la hora de cerrar. -La verdad ese vestido es muy bonito, aunque sí, ya sabes que adoro el verde, a pesar de que no lo uso mucho, es extraño ¿Verdad? -pregunté sabiendo la respuesta obvia- en fin, a lo mejor en los demás aparadores parisinos tengan uno verde que un socio te pueda regalar por tu cumpleaños, el cual se acerca -insinué y le guiñé el ojo-. Pero de verdad ¿Qué te apetece por tu cumpleaños? -Sentía que aquella pregunta era algo inútil, no tenía muchas esperanzas de que me lo dijera. Uno de los elfos del lugar entró a la salita y le pedí un café para mi y un té para Ari, y justo en el omento en que la criatura desaparecía sentí la campanilla y la voz de una clienta. Agradecía poder entender aquello que necesitaba, aunque no fuera yo quien la atendiera, en cambio miré a mi socia unos momentos. Yo sabía que ella entendió mi duda: si ella debía ir a atender a la cliente.
  11. Mientras mi socia terminaba de entrar a la oficina, yo aprovechaba el tiempo y adelantaba con mi trabajo, que afortunadamente no era tan denso cómo lo podría haber sido en otro período, en la época de fiestas las oficinas cerraban, los permisos se entregaban después y yo estaba alegre de que el año terminara y se llevara con él todos los permisos del 2013 los cuales habiéndoles dado la mayor prioridad, e increíblemente había podido terminarlos a tiempo, y librarme de problemas con los distribuidores, el banco, y el ministerio. -Me alegra saber que pasaste bien -respondí, sabiendo que aunque no lo haya dicho yo sabía que así había sido-. ¿Cómo están los chicos? Hace bastante que no los veo, debería visitarlos, siempre nos entendimos muy bien. -Había ocultado mi risa como pude al escuchar el énfasis en "acogedora", vaya que recordaba aquella cabaña y los momentos en ella. Recibí los besos, e hice lo mismo; esperé a que tomara asiento, para decidirme completamente a dejar aquel montón de hojas para después, al fin y al cabo eran documentos nuevos, y tenía tiempo para firmarlos, además no eran tantos, terminaría antes de la hora de cerrar, aunque si no era así siempre podía llevarlas a casa y terminarlas allá. El hecho de siempre tener trabajo que hacer en casa me consumía el tiempo, esa era la explicación por la cual nunca tenía el tiempo necesario para hacer las visitas que debería. -Oh sí... lo siento -comenté con voz suave, y de haber podido también me habría sonrojado, por la pena- No tengo ninguna excusa, sé que no hubieras tenido problemas en que llevara a Seishiro conmigo, Él te adora, y al final el pobre chico pasó solo conmigo en las fiestas, mis hermanas no sé dónde diablos se metieron y mi prima tampoco sé dónde está, te digo la verdad, estar en aquella mansión, es realmente deprimente -solté un pequeño suspiro de resignación y proseguí-. Organicemos algo para éste fin de semana, ¿Que te parece si vamos a tu cabaña en Suiza? yo llevo a Seishiro, y tú a Helena y los niños. No habrán desconocidos, y al pequeño le hará bien interactuar con otros niños. -¿Gustas un café o un té? -pregunté con una cortés sonrisa, cómo de costumbre, mientras esperaba su otra respuesta-. Por cierto, lindo vestido ¿regalo de Navidad? -pregunté para finalizar.
  12. Firma, firma, firma, ¡firma! Aquello era tan, tan aburrido, tan monótono... Pero era mejor que atender a los clientes, aquello era un trabajo prácticamente imposible para mí; las relaciones humanas nunca se me habían dado bien, al fin y al cabo, era mi naturaleza mantenerme oculto, aparecer en otros horarios, y si fuera de verdad tradicional, a aquellas horas yo debería haber estado dormido, recargando energías para atacar por las noches. Desgraciadamente en aquel lugar no éramos más que los humanos, aquellos eran especiales. En aquel lugar en el que, como dirían los humanos (si lo llegaran a saber, claro), todos somos "especiales" por no decir abominaciones monstruosas, para algunos, y todo lo que ellos quisieran ser, para otro grupo más pequeño, habíamos logrado aprender a vivir en una armonía, al menos en cuanto a lo racial. Vampiros y Lycans se casaban, humanos y demonios, todos dejando un gran rastro de híbridos, que lejos de molestarme, me gustaba la idea, yo pensaba que la mezcla de sangres especiales es una gran idea para la supervivencia, y todo un manjar si me centraba en que a su vez son mi alimento. Mientras firmaba automáticamente aquellos permisos, aunque siempre cuidando que no fueran permisos vencidos, y consideraba el hecho de que debía dejar de pensara aquellas cosas macabras, porque, al fin y al cabo, yo no era un vampiro de sangre, es decir, hubo un período de mi vida en el que yo era un humano, aunque claro ya no lo recordaba muy bien; sentí los pasos de alguien acercándose a mi puerta. Sonreí sabiendo que quien estaba por llegar allí era nada más y nada menos que Ariane. -Claro querida -dije levantando la cabeza de la generosa pila de papeles por firmar, y sonriéndole a mi socia. No podía evitar sentir curiosidad por como había pasado sus fiestas, seguro que habían sido mejor que las mías- ¿Cómo has estado?
  13. Era ese momento del día, en que caminaba apresurado por el callejón Diagón, esquivando con una habilidad innata, a los compradores distraídos; afectados por el frío día, y seducidos por la variedad de productos que se exhibían en las distintas tiendas de aquel diverso callejón de tiempos inmemoriales. Llegando tarde, como de costumbre, a pesar de que me había prometido una y mil veces dejar de hacerlo, y adaptarme a los horarios de los demás y de una tienda normal. Pero nunca lo conseguía. Para aquel día había elegido un sobre todo de lana, negro, cubriendo una simple camisa blanca, unos pantalones grises, zapatos negros de punta cuadrada, y para terminar el atuendo y que apenas se veía era la corbata, de anchas franjas en dos tonos de gris. Era un atuendo en mi opinión de acuerdo con aquella estación del año, nada fuera de lo común; aunque no podía dejar de preguntarme, ¿Por qué tanta preocupación en el atuendo, si al fin y al cabo, la sensación térmica era cosa de humanos, y además yo me pasaba las horas de trabajo encerrado en mi oficina firmando papeles. En cuanto a mí, podría trabajar en pijamas. Pensar en aquello era est****o, no lo haría, eso estaba claro, me gustaba verme bien. Eché un vistazo al maletín que que llevaba en mi mano derecha, estaba lleno de papeles firmados; parecía poco, pero tenía un encantamiento expansor, o no hubiera podido cargarlos todos. Lancé un pequeño suspiro, eso me pasaba por mis interminables días libres, tener que trabajar hasta tarde, y llevar trabajo a casa, y otra pila de papeles me estaría esperando en aquel escritorio. Al fin me detuve frente a la puerta de Ollivander's, pero aquella vez no me tomé los segundos que generalmente me tomaba para admirar el rostro de mi hija como una de las herederas de aquella tienda, algún día, dentro de muchos años, para cualquiera de los hijos de Ariane en realidad, no creo que ni ella ni yo tuviéramos intención de morir pronto. ¿Pero que demonios estaba pensando? Me dispuse a entrar antes de que mi mente continuara formando ideas extrañas de un futuro lejano. -Buenos días -dije con una sonrisa a los presentes, luego de que la campanilla me anunciara al abrir la puerta. Pasé por al lado de mi socia y le guiñé un ojo, ¿cuanto tiempo hacía que no la veía? Mucho, definitivamente; desgraciadamente mi vida era tan monótona que no tenía muchas novedades que contarle, pero seguro que ella sí las tendría. Tocaría esperar a la hora del almuerzo para enterarse. Esperé una mirada de Ariane para hacerle unas discretas señas de que estaría en mi oficina por si me necesitaba para algo, y continué mi trayecto, hacia la trastienda, y luego mi lugar habitual de trabajo. Llegué frente a mi oficina y y tantee la puerta, estaba abierta, y del interior salía un exquisito aroma a café, los elfos habían hecho bien su trabajo. Entré y me senté de espaldas al ventanal como de costumbre, di un sorbo a la taza humeante, y abrí el maletín. Tomé mi varita y apunté a los archiveros que abrieron sus tres cajones en escalera; un par de toquecitos más en el borde del maletín bastaron para que los papeles salieran volando y se guardaron en sus respectivos cajones. Dejé el maletín sobre el sofá, y busqué mi pluma para comenzar con los permisos de aquel día.
  14. Estreché la mano de la joven, y sonreí amablemente. Helena ya estaba en brazos de su madre, era casi imposible tener a esa bebé en frente y no querer abrazarla y tenerla, era tan bella. Cualquiera diría que era orgullo de padre, y no lo negaría, pero ¿Quien podría decir que ella no era bonita? Partiendo de que todos los bebés, o al menos la gran mayoría, eran adorables y lindos, y mi Helenita no era la excepción, incluso quizás diría que rompió los esquemas impuestos. -¿Trabajarás? -pregunté realmente sorprendido al escuchar a mi socia, luego de salir de aquel trance paternal- ¿eso quiere decir que el local sigue en marcha entonces? -pregunté con una enorme sonrisa, sin esperar respuesta alguna. Así que no tendría que abandonar mi hermosa oficina, ni tendría tanto apuro por encontrar mi pluma, ¡Qué maravilla!. Por más que fuera un vago sin remedio, de verdad me gustaba pasar el tiempo allí, al menos cuando lo hacía regularmente y no me esperaba una interminable pila de papeles por firmar. No podía evitar preguntarme, que puesto ocuparía aquella chica ¿Sería acaso la nueva discípula de Ariane, y haría alguna de sus obras maestras? Aunque también podría ser a quien le toque atender a los clientes. Ari volvió, con una varita en las manos y con Helena en brazos ¿Cuándo se habría ido? -Un trabajo perfecto, como siempre, Ari -comenté alegremente- Ahora solo me queda darle la bienvenida a la señorita Lizzie -dije, y me dirigí hacia ella- Bienvenida seas al mundo de las varitas, verás que Ari es una jefa fantástica. ¿Ya te ha enseñado el local? Miré la invitación que había traído un elfo; "¿Le temes a la oscuridad?" por alguna razón esa pregunta se me hizo graciosa y me pregunté si ya se estaba adelantando a Halloween, siempre había supuesto que esa festividad era una de las favoritas de la comunidad.
  15. La voz llegó claramente hacia mis oídos, y al parecer a los de Helena también, pues movió bruscamente su cabecita hacia el lugar de dónde provenía la voz. Su raza no se negaba, estaba ansioso por ver cortar sus colmillitos, serían adorables. Helena era la primera vampiresa bebé que conocía en mi larga vida, y era algo que todavía no podía creer, al menos me consideraba capaz de cuidar de ella, ya tenías algo de experiencia como padre, y el hecho de que ella fuera como yo, facilitaba mucho las cosas. Me sorprendí un poco al llegar frente a la salita de espera, y ver a Ari con otra persona, pero no tardé nada en darme cuenta que era lo más lógico ¿qué habría estado haciendo Ari allí de otra forma? Un balbuceo de la bebé me trajo de nuevo a la realidad, solía perderme en mis pensamientos, lo que seguramente me hacía ver como un completo idi***, o como un loco, cualquiera fuera la impresión sobre mi, no era algo que me importaba mucho. -¡Ari querida, que suerte encontrarte, por aquí! -exclamé esperanzado- he perdido mi pluma preferida, ¿Por casualidad no has entrado a mi oficina y la viste por allí? -Al volver a repetir esa pregunta en mi cabeza, sonaba bastante tonta. De pronto, recordé que no estábamos solos, y que ni siquiera me había presentado, pobre chica, ¿qué habrá pensado de mí?. Aún tenía tiempo para enmendar aquella situación. -Por favor, disculpe mis modales, mi nombre es Joaquín Granger, y soy el socio de Ariane, es un placer conocerla -Me presenté sonriendo, como si nada hubiera pasado, y me las arreglé para estirar, por un momento mi brazo, y así estrechar su mano.
  16. ¿Cómo diablos pude haberme olvidado de aquello? Me había tomado tres días para organizar todo, y así no estar presente el último día, para variar, yo ausente. No era tan fuerte como mi socia, me costaba despedirme de las cosas con las que me había encariñado, y era algo que había hecho muchas veces antes de llegar aquí. Lo curioso era que al llegar aquí pensé que todo aquello había terminado, pero desgraciadamente no fue así, y admitía que era consecuencia de mis actos. Caminaba rápido, protegido por la sombra que producían los edificios, y en mi cabeza se maquinaban al menos 7 lugares en los que pudiera estar la pluma, mi pluma preferida. No era una pluma cualquiera, la tenía desde hace años, había sido un regalo de alguien muy especial, que hacía años había muerto ya, significaba el inicio de mi vida de riquezas independientes a las de mi madre, riquezas que hace tiempo dejé de usar, la vida aquí es fácil si encuentras pronto a tus parientes, la economía en Ottery era una maravilla. -¡Amo Joaquín! -sentí la voz chillona de una elfina a la que conocía, y en cuanto presté atención, allí estaba Nana, y con Helena en brazos. Me invadió la curiosidad. -¿Qué haces aquí con Helenita? -pregunté sin rodeos. -La ama Ariane ha vuelto al negocio y le ha pedido a Nana que cuide de la señorita Helena. Asentí y tomé a la bebé. Hacía relativamente poco que la había visto, pero no pude evitar llenarla de besos, la pequeña no se quejó, era una dulzura, se entretuvo jalando suavemente mi cabello mientras yo me dirigía hacia el local, dejando a la elfina atrás ¿Por qué no me habrá seguido? No era momento de pensar en aquello. Abrí la puerta del local, y la campanilla me anunció; el local se veía extrañamente vacío, sin alma. -¿Hay alguien por aquí? -pregunté en voz lo suficientemente alta para que me oyeran hasta las oficinas, por las dudas, aunque me di cuenta que la pregunta era obvia, de otra forma el local no hubiera estado abierto.
  17. Era un día tranquilo, no había que hacer mucho más que firmar, y firmar. Era algo mortalmente tedioso y aburrido, demasiado monótono, pero al menos era fácil, y ya tenía dos organizadas pilas en dos mesitas más pequeñas que pedí que los elfos me llevaran. Odiaba que todos los papeles se me juntaran en el escritorio. Aún había muchas hojas sobre el escritorio, y en una costumbre muy arraigada que tenía, miraba todos los permisos, para saber lo que firmaba, aunque sabía muy bien, que no sería nada muy peligroso, o indebido, a aquella oficina, solo llegaban papeles. Al darme cuenta de aquello me di cuenta de que ya podría haber terminado, o al menos haber estado a muy poco en terminar. Pensando en aquello, moví el brazo sobre el escritorio, y un par de hojas cayeron suavemente al suelo. Solté un suspiro y me doblé para alcanzarlas. Y lo logré, pero entonces se cayó la pluma; tantee el suelo con los dedos, y rebusqué por aquí y por allá, pero sin éxito, hasta que sentí que algo se quebraba bajo mi pie, que hasta el momento había estado suspendido en el aire. Tomé aquel cilindro, para evaluar el daño (no sin antes soltar toda una serie de variadas blasfemias). Afortunadamente solo había quebrado la plumilla, y de todas formas, con un ligero movimiento de mi varita se arreglaría; abrí el tercer cajón de mi escritorio y saqué otra plumilla para la pluma. Sabía que no era algo convencional tener repuestos si uno era un mago, pero como anticuado que era me encantaba cambiar los plumines de las plumas. Ya habiendo resuelto ese problema, y contemplando mi capacidad de reparar cosas sin magia, con una sonrisa, continué firmando los permisos. Seguía siendo temprano. Continué firmando, y el tiempo pasaba, aunque ya no lo sentía, me guiaba por el movimiento que empezaba a sentirse por todo el callejón, pero lo ignoré y seguí trabajando, que ya quedaba relativamente poco. Al cabo de un rato sentí el sonido de unos tacos sobre la madera, y sonreí sin levantar la cabeza. Unos leves golpecitos a la puerta, pronunciaron aún más mi sonrisa. -Entra querida -dije sin levantar mucho la voz, yo sabía que ella lo escucharía.
  18. Aunque la noche no se prestaba mucho para la risa, tuve que hacer un esfuerzo bastante grande por no reírme allí mismo de sus quejidos, que se me hicieron puramente infantiles. Al fin y al cabo yo no la había tomado con tanta fuerza, y sus quejidos habían sonado como si fuera humana; pidiendo consideración y preguntándome que me pasaba. Pero la desconsiderada era ella, que se ponía a gritar, o provocar que yo gritara, allí, en el segundo piso, donde estaban la mayor parte de las habitaciones, en las cuales, había niños; al menos Seishiro estaba allí. En ese momento recordé a los pequeños de Sophie, ¿estarían en la casa? ¿y si habían sentido aquel escándalo? pobres chiquillos... Aunque seguro estaban durmiendo, quizás ella tendría algún sistema de alarma para casos así, o los elfos se encargaban de ellos, como hacían muchas veces con el demonio rubio. Me sentía raro. No lograba acostumbrarme a tantas emociones juntas, y por tantos motivos; no lograba acostumbrarme a vivir con otras personas que llegaran a importarme, siempre había sido alguien desapegado a todos, era un método de auto-protección impuesta forzosamente gracias a que la vida de que aquellas personas a las que había llegado a apreciar, se habían extinguido relativamente rápido. Pero ahora que estaba rodeado de personas en mi misma condición, me habían desarmado, y era vulnerable a todas las emociones, aquellas malditas emociones. Volví en sí, luego de que Valeskya respondiera a la pregunta que le había hecho momentos antes. La miré al tiempo que respondía y liberaba su brazo, me había agarrado desprevenido. Escuché atentamente su respuesta, manteniendo una pequeña sonrisa en el rostro, pues más allá de lo que me gustaba hacerla enojar, estar de acuerdo con ella, era mucho mejor, y no recordaba además otra cosa en las que hubiera estado de acuerdo con ella. Incluso su comentario había sido algo que yo había pensado desde que vi la primera señal de que la Orden había estado allí, y que más adelante la pelinegra me confirmara. Es extraño estar de acuerdo contigo, pero tienes razón, son falsos, hipócritas, y digan lo que digan, sus objetivos ya no son los que se supone que tenían en un principio, ahora son solo más que contribuyen al desmembramiento de una familia, y la destrucción de un hogar, sin nobleza ni nada que se le parezca, como ellos creen tener -comenté soltando un suspiro, y miré al rededor, como si alguien estuviera allí espiando, o al acecho para atacar, para luego volver a erguirme- al menos la parvada ya se ha ido...- En ese momento el sonoro "crack" de un elfo me distrajo, lo fulminé con la mirada y al volver la vista hacia donde segundos antes estaba mi hermana, no había nadie; ella iba muy concentrada hacia el jardín, al menos allí no nos oiría nadie, y los elfos no andarían apareciendo y desapareciendo, en fin, interrumpiendo la conversación. No salía mucho al jardín, a pesar de que era uno de los mejores lugares de la mansión, y las fuentes me encantaban; el no poder disfrutar de aquella fuente y del jardín en general era una prueba del poco tiempo que tenía para mí. Me detuve en el umbral de la puerta a contemplar todo un momento, la fuente emanaba agua sin cesar, mientras aquellas estatuas, que ya había olvidado, la miraban fijamente. Pero lo que más captó mi atención era el árbol que estaba un poco más allá de la fuente, allí abajo me había sentado tranquilamente entrelazando césped hasta hacer una larga cadena, que Silverlyn se había encargado de romper. Recordar aquello, logró sacarme una nostálgica sonrisa, que apresuré a ocultar de los ojos violeta de Valeskya, mirando las estatuas de los caballeros medievales. -Yo soy mucho más apuesto que estos caballeros -comenté sin esperar respuesta alguna, era más bien, un pensamiento en voz alta, no algo que mi hermana tuviera que escuchar precisamente, pues aquello daba pena ciertamente, compararse con una estatuas... Dejé aquello, y me senté justo en frente a mi hermana, sobre la orilla de la fuente, y dejé que mi mano cayera sobre el agua y jugara tranquilamente en ella, moviéndola de un lado hacia otro, como si todas mis preocupaciones se fueran haciendo eso. Aquel movimiento monótono resultó ser bastante relajante, y hasta causaba un poco de sueño, pero logré espabilarme en cuanto Val tomó la palabra, y su forma de expresarse tan suave, me hizo acordar automáticamente a mi antigua hermana, a Lunita. -Estoy seguro de que ella volverá aquí en cualquier momento, se dará un baño, y todo será siempre, como si nunca hubiera pasado lo de esta tarde -respondí, permitiéndome sonreírle, para darle un poco de ánimos. No le iba a decir que no había nada que temer, pero yo tenía la sensación de que Sophie estaba bien-. ¿Qué fue lo último que te comenté sobre mi? -pregunté en un brusco cambio de tema, sin relación. No era que lo mío fuera más importante, pero mi incapacidad de dar consuelo resultaría evidente, y me parecía que Valeskya, no sabía nada de mi hija, o de lo que había sido de mi, y quizás así también podría sacarle un poco de información.
  19. Un nuevo día en el que el calor parecía volver a atacar a los humanos, por suerte yo no los sentía. Lo que si sentía era el sol al acecho, aunque estaba convenientemente cubierto por algunas nubes blancas, mis salvadoras, y las que me permitían caminar por el callejón. Al menos por ahí si podía caminar, porque los edificios, todos pegados del callejón proyectaban una sombra alargada que me mantenía protegido; era como caminar por un bosque, pero en lugar de robustos y altos árboles, eran edificios, en su mayoría de ladrillo, salvo por algunos de la arquitectura moderna que me gustaban tan poco. Por eso adoraba el negocio, clásico, con la misma fachada desde hace años, y años, incluso desde antes de que naciera, y eso era mucho decir. Me detuve frente a la puerta del negocio; lo cierto era que el trayecto se me había pasado sin que yo me diera cuenta. Metido en mis pensamientos no había podido mirar los aparadores de las tiendas, los descuentos, las promociones, la mercadería que llegaría, y la que acababa de llegar. Bueno de cierta manera, eso era algo bueno, así me cuidaba de que se me antojara algo y cuidaba mis galeones. Pero ya había llegado el momento de producirlos, o al menos hacer un poco de mérito, para que no digan que los que tenga en mi bóveda no me los merecía; por supuesto nadie sabía que tanto tuviera en mi bóveda o como habían llegado allí, por lo cual yo era el único que sabía que tanto trabajaba, y admitía que solía ser bastante inconstante en mi trabajo, por lo que muchas veces al ver mi bóveda me sentía un aprovechado, alguien deshonesto, que sin hacer mucho, o nada prácticamente, consumía buena parte de las ganancias que mi socia con tanto esfuerzo conseguía. Bueno, pero ya estaba cansado de verme como un parásito, poniendo una excusa tras otra, que la familia, que el pasado, que mis instintos, y que una cosa y otra. Pero lo cierto era, que esas cosas eran un impedimento, no eran algo tan grave, que me llevara todo un día solucionar; además mi socia tenía muchas más responsabilidades y tareas que yo, y a pesar de verla alguna vez agotada, nunca faltaba si no era por suma necesidad. Si pensaba en aquello, lo mío era solo la falta de costumbre al trabajo, antes de llegar aquí yo me resolvía de otra manera, me encargaba tan solo de mi, y era el único vampiro de la comunidad. Entré en el local, donde los elfos estaban ya, organizando y limpiando todo para aquel día; Ari llegaría más tarde seguramente, lo cierto era que no había hablado con ella, pero los elfos me informarían de cualquier asunto. Asentí secamente a las criaturas que detuvieron sus actividades para reverenciarme. Subí, sin esperar más, por la escalera de caracol, y seguí directo por el pasillo hacia mi oficina. Abría mucho que hacer allí dentro, de eso estaba convencido.
  20. A pesar del estado de la mansión, sentir los pasos apresurados de mi hermana logró sacarme una sonrisa; una sonrisa que duró bastante poco, pues nunca había un "Hola hermanito", un "hola" siquiera, o cualquier palabra amable. Al parecer yo tenía la culpa de todos los males del mundo, como si ella no me conociera y que yo no era alguien que no salía si no era por necesidad, además vio al pequeño, no estaría haciendo nada indebido. ¿Pero qué estaba pensando? esas cosas ella no las consideraba, no alguien que tenía sus hijos ya mayores y que de todas formas dudaba que le importaran, la última vez que la vi en actitud de madre su hija la repelía. Pero fui yo quien terminó sintiéndose mal al haber pensado aquellas cosas tan presurosamente. Aunque lo que había pensado era verdad, y mi hermana si solía ser así, aquella noche su comportamiento tenía otra explicación. Me esforcé por no mostrar arrepentimiento alguno, y me disculpe mentalmente, ante mi querida hermana no se podía mostrar debilidad, o ninguna emoción muy fuerte, aunque aquello seguro que no afectaba a Valeskya, era dura, dura como una piedra, o al menos esa era la impresión que me había dado, sin embargo aceptaba que pudiera equivocarme, al fin y al cabo acababa de hacerlo. -¡Valeskya! -exclamé sacando mi enojo- ¡Tú no eres quien para preguntarme dónde estaba, esa pregunta deberíamos hacerla quienes habitamos esta mansión y te desapareces sin decir nada, la familia se preocupa por ti aunque tu no lo creas o Tú no hagas lo mismo -respiré hondo tratando de tranquilizarme, pero no tuve mucha suerte. Decidí continuar hablar con los dientes apretados, como si temiera que al abrir mucho la boca comenzara a insultarla- ¿Tú crees que yo habría podido hacer algo? ¿Qué diablos pasa por tu mente? ¡tengo responsabilidades! y desgraciadamente no soy tan habilidoso, y dejé mis actos suicidas. ¿Tú por qué no hiciste algo? ambos sabemos que tu tampoco habrías podido, ni siquiera los dos juntos habríamos podido -Terminé aceptando. Y en aquel momento sentí un asco tan intenso por mi que no habría faltado mucho para que me arrojara a la luz del día o me matara allí mismo y no tener que aguantar toda una noche. ¿Por qué tenía que ser tan débil? Me fastidiaba aquello, haberlo reconocido y peor aún haberlo aceptado. Maldita fuera la Orden, ella y sus integrantes y quienes irrumpen en la paz de la mansión casi abandonada. Pero me consolaba pensando que no habría hecho falta que unos más de los compañeros de la Sopa para evitar aquello, no había que ser muy brillante para darse cuenta que los de la Orden tenían que venir en grupos considerables para lograr algo; eso solo teniendo la ventaja injusta con la que contaron. -Vamos a la cocina, no tenemos que quedarnos en el pasillo -Me hubiera importado muy poco si charlábamos en el pasillo, si no tuviera a Seishiro ahí, y yo estuviera seguro de que sería una charla tranquilo, pero con los humores que traíamos, aquello no sería posible. Pero aquella tendría que ser en el hall, en el living, en jardín, en el sótano o junto a los lazos del diablo, pero no allí- ¡vamos vamos! -La apremié con un susurro y la tomé del codo con algo de fuerza para arrastrarla escaleras abajo en caso de que opusiera resistencia. El lugar ya estaba quedando mejor con los elfos, pero no parecía que supieran por donde continuar, aunque, la verdad, aquello no me interesaba nada. La noticia sobre Sophie me había caído como un balde de agua fría, y lo único que podía pensar eran improperios contra la Orden; los cuales murmuraba por lo bajo, sin una razón muy clara pues yo sabía que Val podía escucharlos de todas formas. Tenía curiosidad por saber donde habían atacado a Sophie, y a la vez no quería imaginar aquello; lo mejor era dejar de lado aquella idea, y descargarme con mi hermanita. Presentía que en esa ocasión podríamos poner nuestro odio en común. -Mira este lugar -dije mientras caminábamos observando todo- parece que hubiera pasado una plaga por aquí, y bueno... no estoy demasiado alejado de la verdad ¿tú qué opinas? -pregunté como si la respuesta fuera un enigma y continué- han destruido todo, tal como harían sus enemigos supuestamente, y después dicen que son lo contrario, yo creo que son más bien similares, a diferencia de que los de la Orden han roto sus propios límites. Oh y han entrado de a montones -y reí con asco- ¿Cuántos fueron? ¿5 ó 6? y para una sola, al fin y al cabo me hacen pensar en que son tan poco habilidosos como yo.
  21. Otra vez ese recorrido, era prácticamente lo único que hacía, salir de Ottery, entrar a Ottery, y llegar a la mansión. Era todo tan monótono, tan aburrido.... Pero eso es lo que pasa cuando estás lleno de responsabilidades, y ya no te ocupas de ti mismo, como era mi caso, que tenía un pequeño a mi cargo, y algunas veces dos. No era que me quejara me gustaba mi vida, y estar con mis dos pequeños me daban mucha alegría, y eran quienes llenaban mi necesidad social, descubierta desde que llegué a Ottery, y con la que he intentado luchar, reprimir, sin mucho éxito, ya extrañaba a mis pocos amigos, a mi familia, y las personas que ya no están entre nosotros. No me había dado cuenta que me había detenido frente el portón de la mansión Granger, mirando hacia el cielo ya oscuro, perdido en mis pensamientos, como de costumbre. Sentí que me jaloneaban de la manga de mi camisa y volví en sí. Allí estaba el pequeño demonio, con una camiseta rayada y unas bermudas, lo ideal para el día caluroso que había hecho. Sonreí y revolví su cabello, solo para molestarlo, y escuchar sus protestas mal dichas, producto de su corta edad. Dejé que me guiara hacia los terrenos de la familia, pero duró poco porque me soltó enseguida y comenzó a correr hacia el interior de la mansión. Sonreí viéndolo correr, le hacía falta una mascota, y buscar alguien más con quien jugar, alguien de su edad, pero ya estaba solucionando eso. Miré hacia atrás, tenía la sospecha de que no había cerrado el portón, y la había confirmado, pero no hizo falta más que un leve movimiento de varita para cerrarlo. El chillido fue sumamente molesto, e inapropiado, por el estado de aquel portón, parecía que el solar que guardaba en su interior estaba abandonado; y el estado del jardín y de la fachada de la imponente mansión ayudaban a crear aquella ilusión, y ¿por qué no? casi realidad de abandono. El abandono tendría sus motivos, no podríamos obligarnos unos a otros estar constantemente en la mansión; pero el descuido no tenía justificación cuando con unos cuantos movimientos de varita todo quedaba impecable, y que nuestros elfos pudieran hacerlo con un chasqueo de dedos. Era curioso que me hubiera dado cuenta de eso justo aquel día que no era diferente a cualquier otro, pero aquello no tenía explicación, o al menos no era relevante. Llegué frente a la gran puerta donde me esperaba Seishiro, impaciente, pateando el suelo y empujando la puerta, intentando abrirla. Ya al llegar volví a agitar mi varita y una hoja de la perta se abrió. El rubio entró sin mirar nada, pero yo me quedé unos momentos de pie, mirando aquel desastre poco común. Todo estaba esparcido por el piso que era difícil describirlo, pero era un caos. Entré y evalué aún más aquel lugar; floreros rotos, lienzos cortados, marcos destruidos, las paredes manchadas con cosas escritas, los sillones estaban dados vueltas y cortados, y uno no podía caminar sin pisar algo que no era suelo. Vi que los elfos tomaban al infante y lo llevaban a su habitación, ellos ya sabían que debían hacer en un caso así. No sabía por dónde empezar a agitar mi varita, ni que hacer, por lo que dejé todo tal cual y allí me quedé mirando el desastre como si fuera algo que no pasara nunca, mas era algo común en aquel pueblo. Sin expresión alguna en el rostro comencé a subir la escalera sin mirar mucho más, mi objetivo era llegar a mi habitación, dejar la mochila de Seishiro y mi maletín en la cama, y bajar luego de que los elfos se ocuparan de aquello, para al fin poder tomar té o sangre, o dadas las circunstancias algo un poco más fuerte. -Amo Joaquín -Me sorprendió Kraven- Kraven no sabe que ha pasado, Kraven estaba en el jardín y cuando Kraven volvió, la mansión se había vuelto un desastre. Pero Krven tiene una noticia que alegrará al amo, Breena le ha dicho a Kraven que el ama Valeskya ha llegado a la mansión. -¿Valeskya? ¡vaya sorpresa! ¿Y dónde está ahora? -pregunté sorprendido y más bien alegre. -Kraven no lo sabe. -Ve a bañar a Seishiro, llévate esto -ordené en tono serio, mientras le tendía el maletín y la mochila- dile que subiré en un rato, y vístelo para dormir-. El elfo asintió y luego de una reverencia desapareció. Buscar a Valeskya no era una tarea muy difícil, seguro que estaba en su habitación, era tan simple como golpear la puerta, o simplemente entrar seguro que estaba abrazada de una botella de whisky, con un par más vacías a sus pies, las últimas veces que la había visto en su local estaba bebiendo aquella bebida. Pero lo más fácil que podría hacer era quedarme allí y gritarle, a ver si ya le genero el malhumor, y contribuir un rato a la destrucción del lugar. Eso sería divertido. -¡VALESKYAAAA! ¡HERMANITA LINDA! ¿POR DÓNDE ANDAS? -Llamé sin considerar mucho la posibilidad de que alguien estuviera durmiendo.
  22. Sabía que tipo de tés le gustaba a mi querida socia, exóticos, difíciles de conseguir, aromáticos y exquisitos, cómo los prefería yo también. Llamé a Kraven y le pedí una taza para ella, que la sorprendiera con alguna de mis mezclas especiales, a mi parecer todas eran exquisitas, por algo me tomaba todo ese tiempo en buscar la mezcla perfecta, pasando por otras realmente asquerosas, pero al final valían la pena, y con esas bebidas quería agasajar a mi socia. Después de que se fuera el elfo, escuché lo que decía Ari, y sonreí abiertamente. Nunca había sido conocido por mi modestia, sabía que yo era bastante apuesto, es decir ¡Un vampiro! uno no conoce vampiros que no sean guapos, así como no hay hombres lobos sin pulgas, o hadas pequeñas que no sean confundidas con moscas. Pero dejando de lado mi casi narcisismo, me moría de ganas de ver a mi pequeñita, quería comprobar su evidente belleza. -Debe ser hermosa entonces -dije dejando de lado toda modestia, tenía demasiada confianza con ella cómo para fingirla- pero seguro tiene que tener también de tu belleza, por ejemplo que se combinaran tus ojos con los míos, o que sacara tu suave y hermoso cabello, o quizás tus habilidades además de mis colmillos, ya sabes, con los híbridos todo puede ser... -dije y bebí otro sorbo de mi taza. Kraven llegó con una taza de porcelana, sobre una bandeja de plata finamente ornamentada, recuerdo de Francia; tenía también, en la bandeja, un azucarero, y un par de cucharillas, una para el azúcar y otra para revolver, además de unos bocaditos dulces, para llevar una mejor charla. Pero lo importante era el contenido de la taza, un liquido que parecía muy espeso, a pesar de ser simplemente agua con un exquisito sabor, y su líquido de un color azul suave pero opaco, causaba curiosidad nada más al captar su aroma indescriptible. -Ahora con el té podré contarte todo con lujo de detalle, pero primero quiero saber qué es lo que tienes tú, no te veo muy bien, ¿acaso estás enferma?- pregunté sinceramente preocupado.
  23. Una taza de café humeaba justo frente a mí, un poco de crema y 3 generosas cucharadas de azúcar para darle el sabor optimo. Pero apenas lo había probado, los papeles me estaban consumiendo, avisos de pagos, notificaciones del banco, recibos, confirmaciones de que las materias primas llegaron a su destino, otro cargamento de terciopelo, y de los estuches de varitas para las nuevas creaciones, todo aquello que requería de mi firma, y era bastante aburrido. El sonido del plumín escribiendo en la hoja, era bastante brusco, y no pasaba desapercibido, me estaba volviendo loco, y el tarro de tinta disminuía considerablemente, esperaba tener otro en el segundo cajón del escritorio, o tendría que mandar a los elfos de compras; tenía que haber hecho caso y comprar de esas plumas mágicas que no necesitaban recargarse, pero me costaba deshacerme de aquella, tenía un valor sentimental para mí. Bajé la pluma un momento y tomé la taza; revolví unos momentos con la cuchara, y la quité luego de golpearla dos veces contra el borde de la taza, era costumbre de años. Cerré los ojos y capté el aroma del café para luego darle un pequeño sorbo, delicioso como siempre; tomé otro sorbo y me quedé mirando al vacío un momento, tomándome un pequeño descanso, aunque no hacía mucho que había empezado a firmar, era la falta de costumbre que llevaba. Sentí que alguien golpeaba la perta y antes de que pudiera decir algo la puerta se abrió mostrando a una hermosa mujer que tenía una sonrisa en los labios. A pesar de lo que había pasado podía volver a alegrarme de ver a mi socia querida, eso había sido todo gracias a Helena que es la bebé más perfecta que había visto en toda mi vida, y parte de esa perfección era de su madre, pero en aquel momento Ariane no se veía bien como siempre, parecía que estuviera enferma, o agotada, eso me preocupó. -¡Ari querida! -exclamé poniéndome de pie, para luego acercarme a ella y abrazarla- llevo tiempo sin verte, pero tengo mis excusas, pasa que te lo explico todo ¿gustas acompañarme con un café? -le ofrecí, al tiempo que la llevaba al sofá, tendría todo el día para terminar con los papeles.
  24. Un nuevo día en el que tocaba ir a trabajar, aunque lo hacía con gusto, pues ya me encontraba mejor, sin tanto que hacer y sin esa extraña vulnerabilidad al sol que me había atacado, es decir, desde hace años el sol me afecta, pero al menos podía resistir un poco antes de quemarme. Pero desde hacía un tiempo el más mínimo contacto con el sol podía dejarme carbonizado, y lo había descubierto de la peor manera, quemando mi mano, pero por suerte ya se habían restaurados los niveles de restauración celular, y era seguro volver a salir en el horario normal. Llegué frente la puerta de local, y por primera vez desde que había salido de la mansión, me puse a pensar en todo el trabajo que tendría que hacer. Había pedido a los elfos que me llevaran trabajo a casa, me sentía mal estando sin hacer nada, y los elfos habían cumplido, mi escritorio se desbordaba y me decían que quedaba mucho más sobre el escritorio de mi oficina. ¿Sería que mí querida socia planeaba algo, o que simplemente era lo mismo de siempre que había pospuesto por demasiado tiempo? Sea como fuere yo tenía que firmar y no hacer preguntas, confiaba en Ari. Para aquella mañana había elegido un simple atuendo, una camisa blanca con finas franjas horizontales de color azul oscuro, pantalón azul, similar al de las franjas de la camisa, y unos zapatos negros, para completar el atuendo, aunque llevaba un suéter de hilo, negro, por si en la noche refrescaba y no desentonar con los humanos. Observando que no tuviera ni una arruga, ni polvo en el pantalón o en la camisa entré por aquella exquisita puerta roja. La campanilla de la puerta sonó, pero estaba todo silencioso, extrañamente más polvoriento que de costumbre, a pesar de que los elfos iban a diario. Pero lo que más me extrañaba era que mi socia querida no apareciera con su energía característica a recibirme, creyendo que fuera un cliente, cuando en realidad era yo, ella lo hubiera hecho, ella sabía cuando alguien iba a entrar en su negocio, era todo extraño. Me encogí de hombros, y subí las escaleras de caracol. No tenía tiempo que perder; cuando llegara algún elfo sacaría todas mis dudas, y pediría un café, pero en aquel momento solo debía pensar en firmar.
  25. -Si claro, me encantaría darle de comer a Helenita -miré a la bebé y sonreí, aquel sería un momento que no olvidaría, sería la primera vez que le daría la mamadera, un recuerdo único, en el que me volvería un padre un poquito más responsable. Aquello representaba un pequeño paso, quizás estaba exagerando, a mi no me lo parecía, o al menos no quería reconocerlo, y con eso era feliz, que al fin y al cabo era lo que importaba. Aunque Helena era mi primogénita, ya tenía bastante práctica con Seishiro, y eso era todo un alivio, no quería volver a recordar lo que fue la primera vez que alimenté al bebé. Estaba hecho una bola de nervios, y el pequeño no paraba de llorar, no había nadie en la mansión que me ayudara, y el bebé no había estado más de dos semanas con su madre, tiempo que preferí no estar en la mansión y ahorrarme malos momentos, tiempo que prefería no recordar. Me acomodé en el diván, era importante estar cómodo. Aparecí un babero para la pequeña, no quería que se manchara, y sin un babero era casi imposible, aunque siempre podía sacárselas con magia, de todas formas me gustaba ver a los bebés con baberos. Tomé la botella y se la di a Helena, mientras la contemplaba beber con una sonrisa en los labios.

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.