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Ellie Moody

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Mensajes publicados por Ellie Moody

  1. Ellie observa a Madeleine seguir las mismas indicaciones del cuerpo de seguridad del MACUSA, preguntándose qué piensa ella de aquello. Sabe que tiene ideales afines a los de Goderic Slithering, aunque la razón por la que está ahí es única y exclusivamente por los generosos pagos que van a su bóveda de ahorro. Su rostro es inescrutable, como de costumbre, pero le gustaría pensar que se siente culpable. Porque los protestantes no estaban haciendo nada malo, ¿verdad? Después de todo, la pena de muerte es... Un escalofrío recorre su columna vertebral, y se obliga a sostener la cámara de fotos mágica con fuerza para no dejarla caer. No sabe qué palabras hilar para terminar el pensamiento, pero el malestar físico que siente es suficiente. Sin embargo, su propia mente le envía pensamientos y recuerdos en un intento de refutarse a sí misma. Si no se atreve a decirlo en voz alta, es porque sabe que está siendo ingenua. Puede ser un mal necesario: Tom Riddle, Gellert Grindelwald, la Inquisidora, ¿habrían podido reformarse? ¿Valía la pena correr el riesgo? ¿Valía la pena gastar dinero en mantenerlos con vida durante décadas y décadas, en lugar de emplearlo en algo más?

    —Todo en orden —escuchar de forma tan repentina la voz ronca de Madeleine a sus espaldas hace que se sobresalte—. Sólo los dispersamos, a la mayoría por lo menos... No había necesidad de tener a nadie...

    —Está bien, así no habrán motivos para que hablen mal del gobierno de Slithering —replica Ellie—. Es un día muy importante como para que sea nublado por algo así.

    —Como sea —Madeleine se encoge de hombros, aunque Ellie se atreve a pensar que no le da tan igual como lo hace ver. No sólo porque esta obra se trata de una buena causa, sino porque quien estará a la cabeza es una vieja amiga suya, Valkyria Karkarov. 

    Escuchan el discurso de Goderic en silencio, aunque Ellie toma algunas fotografías, esperando que alguna captura sea decente. Mientras compraba rollos fotográficos para la ocasión, Melrose le dijo que debería tomar una fotografía de Madeleine para el álbum familiar, pero Ellie no se atreve a girar la cámara en su dirección. Con su atmósfera terrorífica, tiene la sensación de que al revelar la foto, vería una sombra o una mancha que le daría pesadillas por días —aunque el fenómeno tuviese una explicación perfectamente racional—.

    —Ah, ya viene el discurso de Valkyria —murmura Madeleine, apenas consciente de ello. Da un vistazo alrededor, aunque no hay necesidad real de hacerlo, pues sus criaturas asechan las sombras, dándole muchos más pares de ojos y orejas para monitorear la zona que Graves le asignó. Las bestias con forma de serpiente que se arrastran en las sombras, según su voluntad, no han percibido ningún peligro, nada fuera de lo ordinario; todo parece estar en orden, por los momentos. Vuelve a fijar la mirada sobre la bruja que se acerca a tomar su lugar frente al público, diciéndose que el escalofrío en su nuca sólo es paranoia.

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    Ellie sacude la cabeza cuando la caja de herramientas se desparrama sobre el piso, pero apenas se sobresalta. Está segura de que no hay nadie a quien le importe el ruido que haya ocasionado la caída. La casa de seguridad que es el antiguo hogar de la familia Potter se había convertido, desde hace un par de semanas, en el lugar perfecto para trabajar sin ser molestada. Las visitas de los miembros de la Orden del Fénix eran escasas y breves, y normalmente se limitaban a utilizar la cocina para aquellas esporádicas reuniones. Es por eso que, de alguna forma, había adoptado aquel lugar como un taller para los proyectos de la Orden del Fénix, aquellos que prefería mantener alejados tanto de su negocio en el Callejón Diagón como de su propio hogar. Sabía que los mortífagos sospechaban de la ubicación del número 12 de Grimmauld Place y La Madriguera, pero el Valle de Godric parecía no estar bajo su radar. O, por lo menos, se atrevía a sacar aquellas conclusiones luego de examinar los datos de los ataques mortífagos del último par de años.

    En el escritorio, unas especies de granadas estaban abiertas, exponiendo un circuito interno que con ayuda de libros muggles había comenzado a entender. Aunque por supuesto que Ellie no sacaba información del Departamento de Tecnomagia, más que todo por respeto a Goderic, no podía evitar que su labor allí la inspirara a seguir buscando nuevas formas de combinar la tecnología muggle con la magia que había estudiado toda su vida. Era un gran desafío, pero el más pequeño logro la llenaba de felicidad y autosuficiencia, y le hacía sentir que podía ser útil para la Orden, aunque evitara las misiones más peligrosas y violentas.

    Decide dejar el destornillador sobre el escritorio, pero le duele demasiado la espalda para agacharse a recoger el pequeño desastre. Por el contrario, se recuerda en la silla y busca la taza de hidromiel, solo para descubrir que está vacía, así como la botella de la que se había estado sirviendo. La señal para ir a la cocina a estirar las piernas y buscar más provisiones costeadas por el bando.

    Se echa la manta sobre los hombros y se coloca unas acolchadas pantuflas para bajar, todavía pensando en el plano que había estado leyendo el último par de horas. Es casi un cliché que los "genios dementes" hablan solo consigo mismos, pero Ellie podía pasar mucho tiempo en silencio. Sin embargo, dentro de su mente podía ver sus ideas tan claramente como una fotografía, y podía añadir sus modificaciones antes de llevarlos a la vida real. En los tres días de reclusión que llevaba, no había pronunciado una sola frase entera. Quizás es por eso que, cuando se dio cuenta de que había alguien en la casa, tuvo que hacer varios intentos para decir algo coherente.

    —Ah... mmm.... hiya, Matt —se las arregla para saludar al mago. Las palabras llegaron tarde, pero mentalmente había encontrado el recuerdo casi inmediatamente. Sabe que conoce a Matt Ironwood, un mago estadounidense con lazos con la familia Evans McGonagall. El primer recuerdo que se le vino a la mente fue el de la 184, aunque era bastante lejano y probablemente se habían vuelto a ver luego de ello—. Disculpa si interrumpo, sólo vine a buscar unas provisiones —explica, aunque no parece que el mago esté acompañado. 

    @ Syrius McGonagall

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    No puede evitar ahogar una carcajada cuando escucha la frase con que Kaori los "saluda". Quien hubiera escuchado aquella exclamación sin tener contexto, habría pensado que Kaori se refería a una situación indecorosa... Aunque, a decir verdad, quizás haberse quedado desparramados e inconscientes en el salón de Slithering, borrachos como unas cubas, podía considerarse una situación indecorosa, a pesar que todos hubieran mantenido la mayoría de su ropa encima. Con una sonrisa, sacude la cabeza levemente, recordándose que es momento de concentrarse. 

    —Relájate, Kaori, todavía no ocurre nada —musita Madeleine, comiéndose de un bocado lo que le queda de hot dog, pues por la expresión en el rostro de su compañera parecía como si se lo fuera a arrancar de las manos en el instante en que bajara la guardia. Saca una pequeña botella de gel antibacterial del bolsillo de su chaqueta y se limpia las manos con su contenido—. Pero no creo que haya tiempo para ir a comprar comida, y más con las medidas de seguridad que han establecido para poder entrar —así que Madeleine hurga en los bolsillos de su chaqueta, hasta que da con algo. Cuando saca la mano, tiene una barrita de avena con pasas. Ella odia las pasas, solo compró el snack pensando que eran chispas de chocolate. Un error de novato—. Aquí tienes —le dice a Kaori, extendiéndole la barrita.

    Esta vez, sí deja salir la carcajada con el comentario de Kaori destinado a molestar a Graves. Es cierto que quizás no están siendo de los más discretos, pero bueno, Slithering es una figura pública. ¿Acaso de verdad sería creíble que no tendría todo un escuadrón de seguridad acompañándolo? «Aún así, parece que elegimos un mal día para tener resaca».

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    «Qué molestia», dice Madeleine para sus adentros, mientras se abre paso a través del . Ministerio de Magia. Recibió una notificación de solicitud de prestación de servicios hace menos de una hora, y por un momento creyó haber leído mal el lugar al que fue convocada. Pero ella sabía que su empleador no solía cometer equivocaciones a la hora de asignarle una misión. Siente el cuerpo adolorido por el cansancio acumulado de semanas de trabajo ininterrumpido, y sabe que su rostro refleja su cansancio sin disimulo, pero no le da mucha importancia. Por su mente pasa la idea de tomar una poción multijugos, pues no es que ella sea una persona muy querida en Inglaterra, pero si a Slithering no le importan sus antecedentes, no ve por qué ella debería preocuparse por ello. Lo único en lo que debe enfocarse es en su rol de personal de Slithering, y, muy a su pessr, seguir las indicaciones del jefe de seguridad, Graves.

    Está vestida con pantalones cargo negros, botas de combate, una franela negra y una chaqueta de cuero. Tiene el cabello recogido en una cola de caballo baja, y a sus espaldas lleva colgada la vaina de Melle. 

    —Qué bueno que piensas así —comenta Madeleine, al abordar a Slithering y Graves—, ya que he decidido traer mi propio para de ojos. Pero si tenemos suerte, será un día poco memorable. En verdad, no estoy preocupada —reconoce, mientras dándole un bocado al perrito caliente que trajo consigo, y que compró en un puesto callejero cercano al Ministerio. El sabor es familiar, pues son los mismos que solía desayunar cuando trabajaba como Auror en el Ministerio.

    Sin embargo, es una verdad a medias. Es cierto que Madeleine no está preocupada por Slithering. Pero acerca de Rory, es otro tema...

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    No puede evitar sobresaltarse ligeramente cuando escucha a Graves hablar. ¿En qué momento había llegado? De cualquier forma, pone los ojos en blanco al escuchar su apasionado discurso, aunque en gran medida está de acuerdo con sus palabras; lo que le fastidia un poco, es el tono justiciero de los paladines. Para Madeleine, sólo es un tema de practicidad. La verdad es que le fastidia la idea de trasladar a un prisionero fuera del continente, pero supone que habrá que hacerle caso a Rory; después de todo, si el propio Ministro de Magia declara que no hay un lugar en Europa donde puedan mantenerlo oculto, habrá que hacerle caso. Pero... la verdad es que preferiría no hacerlo. Es una misión que implica usar recursos, que bien podría ser mejor empleados en algo más significativo, algo con más valor.

    «Deberíamos acabar con esto, aquí y ahora». Madeleine observa de reojo a Hobbamock, a sabiendas de que si alguien lo apoyara, no lo pensaría dos veces. Le daría la misma sentencia que le dio a Marie Tenenbaum, o quizás una peor y más definitiva. Pero también sabe que Rory haría todo lo posible para impedirles llegar a ello.

    —"Pero para los impíos no hay paz, dice el Señor" —replica Madeleine, fastidiada, pero sacude la cabeza con resignación.

    Reflexiona una vez más en las palabras de Rory, acerca de sacarle información al mortífago, pero quizás por su afán en descartarlo Madeleine se siente incapaz de intentar pensar en algo que hacer para que el prisionero tenga alguna utilidad para la Orden. Es sólo que, ¿qué les podría decir? ¿Revelar identidades, revelar lugares...? Entonces, ¿qué harían? ¿Darles de caza y quemar sus hogares? ¿No pueden hacer eso ya mismo? ¿No tienen nombres y lugares y más información? Además, ellos normalmente son un hueso duro de roer y no tiene energías para ello. No quiere más meses de investigación, de trabajo, de paranoia... por otro lado, una ejecución, o una condena de por vida, le haría una breve sensación de realización. Y quizás, en el fondo, podría darle un poco de alegría. La sensación de un trabajo bien hecho. Como diría Graves: es justicia.

    La pregunta de Rory hacia Malfoy, hace que Madeleine salga de su ensimismamiento y fije la mirada en la nota que acaba de recibir el mago. Quizás habría ignorado aquello, de no ser por las preguntas del sacerdote. ¿Acaso teme algo?

    —No sé qué tan seguro sea este lugar, si los mensajes pueden llegar con tanta facilidad —murmura Madeleine, con el ceño fruncido. Decide no preguntar nada en voz alta, pero una pequeña preocupación (no sabe de qué, ni por qué) comienza a gestarse en un rincón de su cabeza.

    Finalmente, Kaori recalca que están estancados. Parece ser que ella aboga por un juicio, pero no en Inglaterra, sino en los Estados Unidos. Madeleine no tiene idea de si es posible juzgarlo allá, ni los detalles legales, pero sabe que al final apoyará lo que decida la mayoría. Es claro que no se pondrán de acuerdo pronto, pero la sugerencia de Kaori de ir a su barco mágico, el cual pueden ver a través del portal que abre en medio del salón, podría darles tiempo para ponerse de acuerdo. Madeleine reflexiona que eso no evitaría una masacre, sí les daría la seguridad de que no podrían alcanzarlos. Sin embargo, ¿no es cierto que mientras más tiempo estén en ese tira y encoge, más masacre harán los mortífagos? Aunque, no es como si eso no sea lo que hacen normalmente; si no tuvieran un prisionero, siempre tendrían otra excusa para destruir y matar. 

    —Yo estoy de acuerdo con que no podemos quedarnos en un solo lugar —dice Madeleine, avanzando un par de pasos hasta ubicarse junto a Kaori—. Mientras nos sigamos moviendo, tendremos la seguridad de que no nos quitarán al prisionero. 

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    Cuando por se encuentra en la tranquilidad de su hogar, en completo silencio y con las luces atenuadas, siente que podría llorar de la felicidad. Durante el día la adrenalina la impulsa y la empuja hacia adelante, pero cuando la jornada laboral termina siente de golpe todo el cansancio y el estrés acumulado. Suele llegar como una muerta viviente a su sencillo y silencioso apartamento, deja su abrigo y sus botas en el sofá de la sala y se arrastra hasta el baño para darse un largo baño de agua caliente; a veces es capaz de comer y llegar a dormir a la cama, pero la mayoría del tiempo termina quedándose rendida en el sofá mientras cena y ve la televisión, sin siquiera terminar su plato de comida. Y ese día no es la diferencia, por supuesto. Si es posible, se siente más exhausta de lo normal. Las misiones que Slithering encarga suele ser un martirio, pero la bolsa de monedas de oro que tintinea en su abrigo mientras se lo quita, le recuerda que la recompensa suele valer la pena.

    Hace un gesto de dolor mientras se agacha para quitarse las botas, sintiendo los moretones en el cuerpo que deberá tratar pronto para evitar que sean una molestia el día de mañana. Sin embargo, decide apartar sus pensamientos del trabajo y enfocarse en qué comerá. Se le antoja un poco de cereal con leche, algo que no requiera mucho trabajo. Y ese día, hay un episodio nuevo de la serie que ha estado viendo últimamente, debería haber una revelación importante...

    Pero sus pensamientos se detienen y sus manos se quedan paralizadas con las trenzas de las botas en las manos, cuando percibe algo. Rápidamente vuelve el rostro por encima del hombro,  entrecierra los ojos ligeramente al reconocer el resplandor del encantamiento patronus. Un gato está posado sobre el sillón, mirándola; todo se mantiene en silencio por unos segundos, hasta que la criatura habla con la voz de uno de sus compañeros de bando.

    —Por el amor al cielo... —maldice Madeleine por lo bajo, cerrando los ojos con fuerza. «Cálmate. Respira; inhala, exhala...». Es una reunión urgente. No hay razón para molestarse; no es como si las personas la fastidiaran a propósito cuando por fin tendrá un breve momento de paz, entre el caos y el cansancio del día. Por supuesto que no. No es como si el universo conspirara constantemente en su contra de esa forma. Ella lo sabe. Se lo repite mientras se pone lentamente de pie, aunque sus manos están hechas puños junto a ella—. Bien, como sea —farfulla finalmente, suspirando y relajando las manos.

    Aunque es una emergencia, decide primero tomar una ducha rápida y cambiar su uniforme del MACUSA por su otro uniforme. Viste unos pantalones cargo negros, con una camiseta negra y una chaqueta de cuero; su calzado es el mismo de su uniforme diurno, unas botas de combate. Se recoge el cabello en una cola de caballo y toma su varita mágica, para hacer un portal ahí mismo.

    Mientras abre la puerta de la residencia Potter, se da cuenta de que ha pasado un tiempo desde la última vez que estuvo allí; sin embargo, todo parece estar igual que siempre. Hay cosas que nunca cambian y, en esencia, Madeleine siente que la Orden del Fénix siempre es ella misma. No importa el tiempo que esté alejada, cuando regresa, es como si el tiempo no hubiese pasado. «Después de todo, siempre van a haber problemas que deban resolverse».

    Durante unos momentos se limita a observar en silencio a sus compañeros hablar en torno al prisionero. Madeleine sólo se ha enterado de los sucesos tras leer los reportes de las misiones, pero cree que entiende la situación. Lograron apresar a un mortífago, y ahora están en la encrucijada de qué hacer con él. Sinceramente, no entiende por qué le dan tantas vuelvas al asunto. En su mente, es una decisión simple. Sin embargo, cuando Rory pregunta abiertamente al grupo qué harán con él, se da cuenta de que le cuesta decirlo directamente.

    —¿Qué tanto vamos a hacer con él? —musita Madeleine, hundiendo las manos en los bolsillos de los pantalones— Seguramente interrogarlo sería una pérdida de tiempo. Podríamos simplemente arrojarlo en alguna celda que tengamos por ahí, y botar la llave. No sería de utilidad, pero por lo menos sería un mortífago menos del cual preocuparnos.

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  7. El sonido de los pasos a su espalda hace que se ponga alerta, y vuelve el rostro por encima del hombro. «Respuestas», repite Madeleine para sus adentros, esperanzada, al reconocer la figura de Slithering. Sin embargo, como es habitual, él no dice mucho por los momentos. Normalmente, cuando se reúnen, él espera a que todos los convocados estén en el lugar para compartir la información, o dar alguna indicación.

    —Y ahora llegaste tú —responde Madeleine, poniendo los ojos en blanco, pues el comentario le había parecido innecesario, al ser evidente la situación; sin embargo, es cierto que más que una pregunta, parecía una afirmación.

    Apenas un momento después, Emily hace acto de aparición. Por lo menos, ya están casi completos; sólo debe faltar Kaori por llegar, asume Madeleine. Las otras personas que suelen acudir a las misiones de Goderic son Ellie y los gemelos Karkarov, pero de haber sido necesarios ya habrían llegado. Aunque, nunca se sabe qué sorpresas puedan haber en esas situaciones. Madeleine saluda a Emily con un ligero asentimiento de la cabeza, y asiente ante su pregunta.

    —Supongo —musita. Sin embargo, repentinamente, Madeleine se da cuenta de que no es tan sencillo. No sabe si los demás están enterados de la "situación difícil" de la que Kaori prácticamente acaba de salir; y tampoco sabe si le corresponde hacer un comentario al respecto, así que aprieta los labios y simplemente esperar y ver qué sucede. «Espero que sí», dice para sus adentros, pues si Kaori asiste significa que ya está recuperada y que todo está bien. Por otro lado, si pasa el tiempo y no aparece...

    En ese momento, cree oír la grava crujir y comenzar a sentir una presencia familiar. Aliviada, exhala el aire que, no se había dado cuenta, estaba conteniendo. A pesar de las protecciones colocadas en el lugar, podía percibir la Magia de la Oscuridad de sus compañeros de clan en el aire. Kaori aparece de entre los árboles, y está acompañada por su pareja, lo cual la sorprendió. Frunce el ceño, confundida, pero asume que todo tiene su razón de ser. Ella ha estado demasiado alejada de todo como para cuestionar quién participa en la misión.

    —Bien, ya estamos todos, ¿no es cierto? —inquiere Madeleine, volviendo el rostro hacia Goderic, cómodamente sentado en el piso como si estuvieran en un picnic— ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí?

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    Aunque es inútil, vuelve a mirar inquisitivamente el reloj en su muñeca, como si los números fueran a revivir ante sus ojos. Se siente como si aquella diminuta pantalla apagada y muerta, por lo que termina quitándoselo y arrojándolo en el bolsillo de su chaqueta. No puede creer que Ellie haya sido tan descuidada como para darle un artefacto que no funciona correctamente para una misión, pero, a final de cuentas, nadie es perfecto. Es entonces cuando su mano se tropieza con el otro objeto que lleva consigo: algo que parece una pequeña brújula de oro envejecido, que encontró en el cobertizo de Catherine. Es un aletiómetro, y Ellie le advirtió que no debía tratarse de un objeto de fiar; después de todo, parecía funcionar a base de adivinación, más que otra cosa. Pero Madeleine no creía que le hiciera daño llevarlo consigo, de vez en cuando. Lo había usado en un par de ocasiones, aunque nunca era capaz de decir si las respuestas que le eran mostradas eran acertadas o no, pues aquello de hacer una pregunta con tres dibujitos, y recibir uno como respuesta no era tan sencillo como se oía.

    —No recibí más instrucciones que las coordenadas de este lugar seguro —explica Madeleine, señalando con su varita de ébano el claro que los rodea—. El Bosque de Morgana; quizás un apodo, porque indagué un poco y no encontré información oficial de este lugar,. Como sea, revisé la zona y encontré varios encantamientos defensivos, que parecen funcionar bien, pero no me han dejado "percibir" si hay algo extraño en la atmósfera. Y usar mi magia quizás afectaría las defensas, y todavía no nos hemos reunido con los demás, así que no he querido hacerlo todavía...

    »Seguramente Slithering tiene más información, no creo que nos haya convocado acá porque nos extraña demasiado. Pero supongo que la ha mantenido para sí mismo hasta los momentos.

    Cuando saca la mano del bolsillo de la chaqueta, tiene el aletiómetro en las manos. Madeleine lo abre y le echa un largo vistazo, sin saber qué combinación resultaría en una pregunta coherente.

    —Como sea, las respuestas deben estar más allá de la magia defensiva.

    «Las respuestas, o el peligro».

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    Mientras Madeleine camina por el claro, bordeando el claro que resplandecía por la luz de la luna, Ruby sale de su escondite en el bolsillo de su chaqueta y se arrastra por su brazo, hasta treparse en su hombro izquierdo. Tal y como lo había prometido Slithering, aquel se trata de un lugar seguro: está protegido por encantamientos defensivos, que probablemente mantienen al peligro alejado, pero también le impiden a Madeleine percibir si hay algo extraño en la atmósfera. No se atreve a invocar su Magia de la Oscuridad, pues normalmente esta es caótica y destructiva, y no puede arruinar las defensas del lugar sin que los demás hayan llegado y se hayan podido agrupar. Odia esperar, pero es su única opción, ya que no hay pistas, no hay información que repasar mentalmente, no hay un plan que simular en su mente. Y ni siquiera puede calentar un poco.

    No está segura de cuánto tiempo ha pasado, cuando siente una perturbación. Por inercia, su mano se dirige a la varita mágica que guarda en el bolsillo de sus pantalones cargo; sus ojos reconocen a Graves, aunque no por eso suelta su arma mágica. Prefiere lucir preparada paralo que sea que enfrentarán, a pesar de que se siente ciega en aquella misión y había estado perdida en sus pensamientos. Ruby, la serpiente cristalina, se enrolla en su mano derecha y examina al mago en silencio.

    —Uhm —Madeleine baja la mirada al reloj que lleva en la mano izquierda, recordando que llegó allí a un cuarto para las diez de la noche. Ellie se había comprometido mucho con sus labores para el Departamento de Tecnomagia, y le había entregado un reloj digital que había demostrado funcionar incluso en lugares donde había una gran acumulación de magia en la atmósfera, como el Ministerio de Magia. Sin embargo, cuando intenta ver la hora, la pantalla está apagada y aunque oprime bruscamente los botones de los costados, nada sucede. ¿La batería habría muerto? ¿No se suponía que las baterías de esas cosas podían durar mucho tiempo?—. Tengo un buen rato esperando por ustedes —replica luego de unos momentos, decidiendo no preocuparse por ello. De cualquier forma, intenta que su comentario suene a reprimenda, a pesar de que probablemente sea la hora exacta a la que Slithering los convocó.

    Espera que pronto llegue alguien más, ya que la verdad es que Graves no es exactamente su persona favorita. Si lo tolera, normalmente es por alguien más: por ser amigo de Ellie, o por ser el cuñado de Will. Pero es una labor bastante pesada, más cuando está convencida de que cada cosa que le dice tiene la intención de fastidiarla de alguna forma. 

    —Naturalmente —suspira Madeleine, encogiendo la cabeza con suficiencia—. Soy una excelente... —cuando se da cuenta de que está a punto de decir «una excelente tía», se interrumpe fingiendo una tos por el frío. Se frota los brazos por encima de la chaqueta y termina de hablar — una excelente niñera. Es uno de mis muchos talentos. Pero es momento de enfocarse en la misión.

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    Unos instantes después, sus pies alcanzan el suelo y la realidad vuelve a dibujarse a su alrededor. Madeleine abre los ojos, y parpadea un par de veces hasta adaptarse a la luz escasa. La brisa helada de la noche hace que se estremezca debajo de su chaqueta de cuero, a pesar de que están en uno de los meses más calurosos de Gales; para sus adentros, se dice a sí misma de que es evidente que esa reacción no se debe al clima. No está segura de qué es lo que está haciendo allí, ni tampoco Slithering brindó demasiada información en su mensaje, pero si el "escuadrón especial" fue convocado, no debe ser nada bueno. La sensación de ser un perro del Gobierno Americano la hace mascullar con desagrado, mas sabe que está allí por voluntad propia, por la promesa de una jugosa recompensa. Mientras más misteriosa es la misión, más peligrosa suele ser y mejor es la paga, eso lo sabe cualquiera.

    Madeleine echa un vistazo rápido alrededor, aunque no es que eso le de mucha información del lugar donde está. Lo único que sabe, gracias a la información brindada por el presidente, es que está en un lugar llamado el Bosque de las Sombras, y únicamente logró abrir un portal allí ya que le fueron proporcionadas las coordenadas exactas de un área segura para aparecerse. Se trata de un pequeño claro, iluminado por la luz de la luna. A su alrededor, se levantan altos y frondosos robles, cuyas ramas son empujadas levemente por la brisa nocturna. Y la atmósfera está llena de los sonidos del bosque nocturno; el ulular los búhos, el cantar de los insectos, el aullido ocasional de los lobos... Nada de lo que no pueda cuidarse por sí misma. Aunque, para ser sincera, preferiría estar acompañada; no tanto porque le incomode el escenario, sino porque está segura de que necesita el apoyo del grupo.

    «Más les vale no tardarse demasiado».

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    Escuchar la voz de Kaori hace que se sobresalte. Madeleine se apresura a quitarse las sábanas de encima y se incorpora en la cama, justo a tiempo para ver cómo la reluciente mamba negra se arrastra por el suelo, hacia ella, sin dejar de recitar el mensaje de la bruja. Tiene la sensación de que ha pasado mucho tiempo desde que escuchó la voz de uno de sus compañeros. «Es cierto —recuerda súbitamente, a medida que la realidad vuelve a dibujarse ante ella—. Estoy de vacaciones. Sólo tengo que regresar a dormir, no importa qué hora sea». Madeleine descubrió, muy a su pesar, que ignorar los llamados de la Orden del Fénix era más fácil de lo que solía pensar. Bastaba con cerrar los ojos, echarse la sábana por encima de la cabeza y volver a regresar a la tranquilidad de los sueños. No había dormido tan bien, ni sus sueños habían sido tan amables con ella, desde... A decir verdad, ni siquiera puede recordar una época así, si es que alguna vez existió.

    Pero pronto, Madeleine se da cuenta de que este llamado era diferente. No se trata de una reunión de emergencia, de un asedio o de una batalla, aunque ciertamente sí es un pedido de ayuda. Kaori está en problemas. Madeleine baja la mirada a sus manos y estruja la sábana entre ellas, frustrada. En su fuero interno, no le da vergüenza reconocer que podría ignorar el mensaje y hacerse la desentendida si se tratara de alguien más ajeno a ella; si fuera sólo un compañero más. Sin embargo, Kaori es más que eso. «Maldición...».

    Se pregunta si ella habrá enviado ese mismo mensaje a los demás. Hobbamock, Goderic, Amily... e incluso Ellie, que aunque no tiene mucha experiencia en "heridas de batalla", posee grandes conocimientos teóricos, y justamente las maldiciones son una de sus especialidades favoritas —«y también unas de sus más grandes frustraciones», se dice, al recordar el fiasco de Rhiannon, la maledictus—. Está segura de que es así, porque por sí sola, no está segura de cómo podría ayudar a Kaori. Ni siquiera siente que sus energías oscuras estén muy elevadas, pues ha pasado algún tiempo desde que visitó la Fortaleza Errante.

    Mientras se cambia el camisón de dormir por unos pantalones cargo negros, un suéter gris y sus desgastadas botas de combate, sigue elaborando excusas mentalmente, como si se estuviera disculpando de antemano ante los demás por no poder ser de ayuda. Sin embargo, cuando se para frente al espejo del baño para recogerse el cabello en una cola de caballo, decide que ya es suficiente. Odia sentirse como una llorona y una quejica. 

    Su apartamento queda cerca del Callejón Diagón, así que decide tomar su moto voladora para dirigirse a Shadowhunters. El nombre del local se le hace familiar; está segura de que en algún momento lo visitó, pero duda que haya sido por ocio. Probablemente fue por trabajo, ya sea fuese para el Cuartel de Aurores o para la Orden del Fénix. No entiende qué relación pueda tener Kaori con ese bar,  pero no es que sea un tema importante por los momentos. Lo que sí es importante, es llegar a Kaori cuanto antes. 

    —Uhm, debe ser aquí —murmura, casi sin darse cuenta de que habló en voz alta. Luego de dar un golpe de aviso en la puerta, gira el pomo y entra, sintiendo un nudo en el estómago.

    Cuando recorre la habitación con los ojos, lo hace esperando ver a sus usuales compañeros, pero la única persona familiar es Kaori. Está acompañada con un mago que cree no conocer de algún otro lado, aunque con el historial que tiene de olvidar personas conocidas, fácilmente podría estar equivocándose. Se siente como una intrusa, pues aunque sabe que suele ser bastante hermética, no le costó percibir cierto ambiente íntimo allí. Como si su entrada no hubiese sido aviso suficiente, se aclara la garganta antes de hablar.

    —Vine lo más rápido que pude —comienza a decir, con el ceño fruncido. Aunque el mensaje había sido bastante claro acerca de que había una maldición sobre Kaori y que había que detenerla, a primera vista no parecía ver nada fuera de lo ordinario. Sería una estupidez preguntar qué fue lo que ocurrió, porque también recibió los detalles importantes. Y preguntar por los demás, sólo sería lavarse las manos.

    »No podemos perder tiempo —musita, obligándose a recordar la forma en que tiene que actuar. La Madeleine que los demás conocen, y seguramente la Madeleine a la que Kaori envió el mensaje—. ¿Puedo verla? La maldición...

    Desde debajo el umbral no podía percibirla, pero a medida que se acerca, se va haciendo evidente que las cosas no están bien. Puede percibirla en la atmósfera, perturbando las energías de por sí caóticas de la Magia de la Oscuridad.

    @ Kaori M.  @ Ky.

    • Love 1
    • Me encuerva 2
  12. A decir verdad, no tiene ganas de discutir con Richard —o con nadie—, así que Madeleine se limita a gruñir y buscar una nueva canción en la lista de reproducción. Considera en buscar los audífonos en su bolso para poder ahogar, si volviese a surgir, la voz de su tío con algún comentario acerca de su nueva elección, con una vibra muy diferente a la canción anterior. Sin embargo, Catherine también parecía haber estado disfrutando la música, así que decide que simplemente hará oídos sordos y se concentrará en lo demás. Es un día demasiado bueno como para dejar que la poca paz que tienen se viera turbada.

    Sin embargo, mientras extiende una manta bajo la sombra de una palmera y se acuesta boca arriba, con los lentes de sol puestos, no puede evitar pensar que aunque no se trate de Richard, algo llegará eventualmente para arruinar la salida familiar. El cielo es perfectamente azul, las nubes son escasas, el sol los calienta y los broncea, pero la brisa marina los refresca. No hay personas de las que preocuparse, no duda que entre Catherine y Ellie se hayan encargado de elaborar algún encantamiento para mantener alejados a los visitantes indeseados. Hay comida, hay bebida, y hay juguetes de playa. Pero aún así, Madeleine lo sabe. Siempre hay una sombra vigilante, que espera el momento exacto en que baja la guardia, en que logra relajarse, en que cree que todo estará bien... entonces, el monstruo saca sus garras y se le lanza encima.

    Se da cuenta de que su respiración está acelerada y se obliga a calmarse. Sólo estaba divagando, pero a veces los pensamientos eran tan reales y asfixiantes que sentía que se volvían realidad con la fuerza de su propia ansiedad. Intenta concentrarse, nuevamente, en los colores del cielo, en el sonido de las olas, en el olor del mar, pero puede sentir las sombras tras ella. Lentamente, se incorpora apoyándose en los codos, y echa un vistazo a los demás. Todos parecen estar disfrutando el día, lo cual es de esperarse. De nuevo, se deja caer, sin fijarse si su cabello cayó en la arena o en la manta.

    Está segura de que hay quien piensa que a ella le gusta estar en conflicto, buscar problemas y todo lo demás, y quizás ella misma ha llegado a pensarlo. Está demasiado acostumbrada a ese tipo de vida. Pero la verdad es que su más grande anhelo es que esta tranquilidad pudiera durar para siempre. Que nada la amenazara. Y que no hubiera un temor que le permitiera disfrutarla. Pero, mientras las nubes en el cielo y mientras el sol se eleva más, mientras la lista de reproducción corre aleatoriamente sin fijarse si sonará alguna canción vergonzosa, lo único que puede pensar es en la manera desastrosa que acabará el día.

  13. ID: 113619
    Nick (con link a la ficha): Ellie Moody
    Link a la Bóveda Trastero: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=107502
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=94381
    Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): ---
    Nivel Mágico: 54
    Fecha: 2022-04-17


    Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): https://www.harrylatino.org/forums/topic/107502-bóveda-trastero-de-ellie-moody/?do=findComment&comment=5468824&_rid=113619
    Criatura: Baby Cancerbero
    Puntos: 160
    Precio: 12000

    Total de puntos: 160

    Total de Galeones: 12000

  14. Madeleine Moody
    Astronomía

    Madeleine está convencida de que hubo un error en el sistema de correspondencia del Ministerio de Magia. En primer lugar, sus conocimientos de Astronomía no eran precisamente algo envidiable; y, en segundo... ¿El Ministerio de Magia le había pedido ayuda? ¿A ella? ¿Una fugitiva de la ley? La vocecita paranoica de su cabeza sugirió, en un susurro, si era alguna forma de acorralarla; sin embargo, la acalló rápidamente al recordar quién está a la cabeza de la comunidad mágica de Gran Bretaña actualmente. ¿Acaso Rory había tenido lugar en ello? ¿En involucrarla de alguna forma con aquella misión? Sin embargo, si así hubiese sido, ¿no se lo habría consultado primero, de la misma forma en que le preguntó a Ellie si quería estar a la cabeza del Departamento de Misterios? Madeleine siente el impulso de romper la carta y fingir que nunca recibió nada, pero...

    —«El cráter de un asteroide...» —susurra Madeleine, leyendo la información anexa a la carta, que detallaba lo que debía saber acerca de Nördlingen. Y sus ojos se dirigen a la vaina que reposa contra la pared, con runas grabadas en el cuero de dragón.

    A pesar de que no es precisamente una erudita, Madeleine conoce lo suficiente de Astronomía como para saber qué es un asteroide y el hecho de que este únicamente difiere en tamaño de un meteorito, pero "en esencia" son prácticamente lo mismo. «Propiedades curativas en la tierra... una vida longeva para los habitantes del pueblo...». Lentamente, camina hacia Melle y pasa las manos por la empuñadura. Aquella espada está hecha a partir de un meteorito que también impactó en la Tierra, lo cual la dotó de ciertas características mágicas. La más llamativa, la que le da el título de "Espada Susurrante", es el hecho de que al cortar cualquier metal, la espada emite un sonido lastimero parecido al canto del fénix. Es un arma fuerte y resistente, pero no tiene ningún poder similar al que se le atribuye a las tierras de Nördlingen. Y aún así, Madeleine no puede evitar preguntarse. ¿Y si...?

    —Parece que viajaré a Alemania —informa Madeleine, al bajar las escaleras, guardando la carta con el sello ministerial en el bolsillo trasero de sus pantalones cargo. Ellie y Melrose vuelve la mirada hacia ella, atónitas, sin saber muy bien qué decir. Sin embargo, por su indumentaria, es obvio que está rumbo a una misión. Está vestida con una sudadera negra de mangas largas, a juego con el pantalón, y encima una chaqueta de pana. Cruzada en la espalda, lleva la vaina de su espada.

    —Oh... —dice Ellie, luego de unos segundos en los que ella y Mel intercambiaron miradas confusas— ¿Necesitas ayuda con algo...?

    Las cosas que le fueron enviadas por un tal Macnair, están guardadas en sus bolsillos. Madeleine está casi segura de que Ellie podría ayudarla con el mapa astral, pero decide que ella misma puede encargarse del asunto.

    —Sólo déjenme un trozo de pizza, por favor —dice casi en tono de regaño, observando de reojo a Melrose mientras camina hacia la puerta—. Seguramente llegaré muerta de hambre, no creo que el Ministerio nos tenga preparada una merienda, aunque estemos haciendo su trabajo sin cobrar.

    Sinceramente, Ellie no tiene idea de qué está hablando, pero decide que lo mejor es no preguntar. Observa a Madeleine hacer un portal en el jardín delantero, y cruzarlo sin mirar hacia atrás.

    • Love 2
  15. —¿Agente Candiotti? —repite Madeleine, con el ceño fruncido, luego de que el buey con la voz de Rory Despard termine de dar el mensaje clasificado como un asunto urgente. Volvió la mirada hacia Ellie, esperando que ella tuviera más detalles al respecto, pero la bruja se limitó a encoger los hombros sin alzar la vista de su libro. «Es cierto», piensa Madeleine con frustración, había cedido sus responsabilidades en la Orden del Fénix. Eso no significaba que había dejado de apoyar al bando, pero no estaba al tanto de las misiones más restringidas ni de los movimientos de la organización dentro y fuera del país. En pocas palabras, Ellie sabe lo mismo del asunto, que Madeleine, lo cual es únicamente lo que Rory informó: que tienen que rescatar a un mago muy valioso y que deben trasladarse a unas coordenadas específicas lo más pronto posible.

    El tono de urgencia es demasiado repentino y, en lugar de sentirse ansiosa, simplemente está confundida. Durante el último tiempo no han habido muchas situaciones en las cuales la Orden del Fénix haya tenido que intervenir. Dejando de lado un par de ataques pequeños y fácilmente controlables, y algunas situaciones extrañas pero resueltas, todo había estado tranquilo. Es por eso que, al caer la noche, Madeleine había tomado la costumbre de ponerse el pijama y se había acostado en la sala a ver algún reality show en la televisión, en lugar de mantenerse a la espera de un llamado de emergencia.

    Mientras se incorpora en el sofá, siente el cansancio de la jornada laboral y el entrenamiento de la tarde, pero lamentablemente el mensaje llegó antes de que conciliara el sueño. No puede ignorarlo. Sabe que debe haber información de la misión que ignora, pero ese no es un motivo para ignorar su responsabilidad con la Orden del Fénix. «No, no es una responsabilidad —piensa, mientras sube las escaleras a su habitación—. Simplemente quiero hacerlo». No cree que Despard se haya guardado información para sí mismos por cuestiones de secretismo con sus propios compañeros; seguramente, sea algo que es más seguro compartir una vez se reúnan. ¿Cuántas personas se unirían a la misión? ¿El llamado había sido abierto o había sido para unas personas en específico, con atributos especiales para la misión? ¿No se le haría muy tarde mientras ata las trenzas de sus botas de combate?

    Madeleine es cuidadosa de abrir un portal en las coordenadas seguras indicadas por Despard, recordando su advertencia de que toda la isla donde vive la familia de mafiosos está protegida. Supone que irá a parar en una isla cercana, o en algún archipiélago; los detalles son algo que no le preocupan, pues tiene confianza en las órdenes dadas por su compañero.

    Al atravesar el portal, la brisa marina le golpea la cara, empujando la capucha de su capa de viaje, y el estruendo de las olas invade sus oídos. La Luna está en un punto más alto allí, que en Luss, pues Italia está una hora por delante de Escocia (y de Inglaterra). La idea de que el jetlag no será una molestia es un pequeño alivio. A primera vista no observa a nadie, pero confía en que no deben estar tardando en llegar...

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    Al cruzar el portal, una brisa fría le golpea el rostro. A pesar de que está cómodamente abrigada en sus pantalones gruesos y el abrigo de cuero sintético, se estremece. El olor a madera y vegetación quemada, así como la electricidad en la atmósfera, la tomaron con la guardia baja; pero es algo que no volverá a repetirse. Sólo necesita unos instantes para adaptarse a la situación, y es como si no hubiesen pasado meses desde la última vez que estuvo presente en el campo de batalla. Cruzada en la espalda, lleva la vaina de Melle, su espada de meteorito. Y en las manos, hasta ahora libres, comienza a materializarse su Magia de la Oscuridad hasta tomar la forma de un arco hecho de hielo; también se materializa un carcaj a sus espaldas, lleno de flechas heladas. Rápidamente, Madeleine toma una con sus manos desnudas y escarchadas, y la tensa en el arco con la vista hacia el frente.

    Puede ver perfectamente los estragos que la magia tenebrosa causó, mientras los mortífagos se abrían paso a través de la reserva; la entrada todavía ardía a causa del fuego maldito que la había destrozado. Madeleine maldice por lo bajo, mientras sus ojos escanean rápidamente el panorama. A primera vista no parecen haber moros en la costa, pero de todas formas no baja su arma ni relaja los músculos de su cuerpo. Ni siquiera cuando escucha el saludo calmo de Rory, desde sus espaldas.

    —Gracias, Despard —responde sin volver el rostro—. Siempre estoy lista.

    El sacerdote se encarga de extinguir el incendio, cosa que Madeleine agradece, pues no estaba segura de cómo podría usar su magia sin causar un daño todavía peor al de los mortífagos. En aquella batalla, no puede perder el control; después de todo, más que una batalla contra los mortífagos, es una operación de protección, como Rory se encargó de recalcar en su llamado. No puede arriesgarse a dañar a una persona ni a una criatura inocente.

    —¿Se te ocurre alguna razón por la que los mortífagos querrían atacar la reserva? —le pregunta a Rory, cerrando los ojos para canalizar su energía. Es consciente de que están en desventaja numérica, y no hay garantías de que eso vaya a cambiar pronto, de modo que tiene que aprovechar sus poderes para igualar la situación. A sus espaldas, de su sombra, comienzan a materializarse sus Criaturas de sombras, y se elevan por encima de ella hasta alcanzar los dos metros de altura. Se tratan de tres serpientes gigantes, que se arrastran a su paso, listas para saltar sobre cualquier enemigo— Asumiendo que no es por puro "amor al arte", por supuesto —comenta con sorna—. Quizás así podríamos ubicarnos unos pasos por delante de ellos... porque si esperamos ganar en un enfrentamiento directo, no sé si tenemos muchas posibilidades —murmura, de mala gana.

    @ Rory Despard

    • Love 2
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    —¿No deberían ir todos los funcionarios ministeriales a ver qué es lo que sucedió en la Reserva? —cuestiona Madeleine, mientras se ata las trenzas de sus botas de combate, al ver que Ellie sigue sentada en la mesa, con la mirada perdida en su taza de café.

    El mensaje de Rory Despard llegó justo a tiempo, mientras Madeleine y Ellie tomaban una comida tardía en la cocina, discutiendo con un tono cada vez más elevado acerca de los gastos mensuales de la casa. A pesar de que había estado esperando aquel día libre con ansias toda la semana, se siente incapaz de ignorar el llamado de Rory para "proteger a las personas inocentes que pudieran quedar atrapadas durante la revuelta" y "asegurarse de que las criaturas mágicas no fuesen a convertirse en víctimas de tráfico". De la misma forma Ellie recibió un memo desde el Ministerio de Magia y le contó a Madeleine acerca de los rumores de ciertas amenazas poco concretas de una organización animalista, y de la pequeña posibilidad de que ambos sucesos estuviesen relacionados; sin embargo, luego de decirlo en voz alta, como si sólo de aquella forma comenzara a atar cabos, la duda apareció en el rostro de Ellie. Pero Madeleine no podía imaginarse a magos tenebrosos de la mano con un grupo de hippies.

    —No entiendo qué demonios está ocurriendo —suspira Madeleine, luego de intentar unir las piezas que habían llegado. No entiende por qué los mortífagos atacarían la reserva. ¿Cómo tiene eso alguna utilidad? Lo más lógico sería asumir que es su forma de sembrar el caos, o lo que sea, pero tiene entendido que la reserva está ubicada en una isla apartada. La pesadilla que se desate sólo se limitaría a aquel lugar, y a las poco afortunadas personas que estuviesen visitando la reserva, así como a sus trabajadores. Y si el ataque fuese enfocado hacia las criaturas... Bueno, no es que piense que no hayan personas así de crueles, pero ella pensaría que las criaturas mágicas de la reserva valen más como herramientas, que como carne descompuesta.

    —De cualquier forma, es una lástima. Tengo entendido que las reservas naturales son lugares que se mantienen en estado salvaje, para que la flora y fauna pueda estar en su "hábitat natural", ¿sabes? Quiero decir, no podría llamarme a mi misma animalista, pero no es que no me importan las criaturas. Y bueno, pensaba que aquel era un lugar seguro para ellas... —«por las mismas razones por las que los defensores del Secreto Mágico aseguran que estamos a salvo estando escondidos», reconoce Ellie internamente—. Pero con lo que está ocurriendo, la comunidad mágica podría perder a muchas criaturas, incluso algunas que están en peligro de extinción.

    »En fin... supongo que por ahora no importa mucho entender lo que está ocurriendo —acota Ellie, dándose cuenta de que estaba pensando demasiado en lo que menos importaba. Lo dijo en voz alta intentando convencerse a sí misma, a pesar de que muchas cosas le chirriaban internamente. Su consuelo es que de cualquier forma, no deben haber tantas personas en peligro.

    —Espero que Despard conozca a algún susurrador de criaturas —masculla Madeleine por lo bajo—. No me suelo llevar bien con ellas...

    Echa un vistazo a la ventana, a través de la cual observa el bosque que esconde la "mini reserva" donde están las criaturas de la familia; después de todo, todos tienen suficiente poder mágico como para que aquello no termine en desastre. Madeleine sabe que, de cierta forma, es una prisión. No puede decir que no lo entiende. La Reserva de Newt Scamander también lo es, pero no cree que lo que esté ocurriendo sea un acto benévolo y desinteresado. No cuando Despard confirmó que hay personas visitando la reserva, ni mucho menos cuando conoce el lado oscuro de la comunidad mágica. Siempre hay alguien que se beneficia de este tipo de sucesos. La verdadera pregunta es quién sale ganando con este ataque, y quién es el perdedor.

    Ellie le dijo que contactaría a Melrose y Richard, en caso de que hubiese algo que pudieran hacer, y también le aseguró que reuniría material de primeros auxilios, en caso de que este fuese necesario. Así, Madeleine abre un portal con destino a la Reserva Newt Scamander. 

    @ Rory Despard  @ Kaori Moody  @ Melrose Moody

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    —Una... infestación... de doxys... —repite Madeleine con la voz contenida, cerrando los ojos con fuerza y llevándose una mano a la sien. Siente el impulso de estallar contra quién haya usado el llamado de la Orden del Fénix para convocar a una limpieza, como si la línea de emergencia fuera un chiste y como si no hubiesen otras formas de comunicar información tan poco importante; sin embargo, sabe que de hacerlo, quedaría como una est****a, pues ella parece ser una única que no se tomó la molestia de escuchar mal el mensaje. «Es mi merecido por no tomarme un descanso. Nadie te exigió que vinieras, de todas formas»— Por supuesto —suspira Madeleine, resignada—. No... no podemos subestimar a las doxys. Tienen dos hileras de dientes venenosos, y si te descuidas se convierten en una plaga que te podría echar de tu propia casa. Cuando se trata de seguridad, nunca se puede exagerar.

    Lamentándose por haber abandonado la calidez de su cama para acabar limpiando la pocilga en la que parece haberse convertido la casa de seguridad, saca un par de guantes de piel de dragón del bolsillo trasero de sus pantalones y se los coloca para colaborar en la limpieza. Al ver que su prima se ha sumado al grupo, la saluda con gesto de la cabeza, una vez más confirmando que todos habían entendido bien el mensaje salvo por ella.

    —Creo que todos deberían ponerse un tapabocas, hay mucho polvo y quién sabe qué más volando en el aire —sugiere Madeleine, mientras busca en el cajón de soluciones de limpieza la poción para paralizar a las doxys. Sin embargo, entre Granger y la recién llegada Melrose parecen estárselas arreglando bien.

    Rory Despard también se suma al grupo, especialmente emocionado por la limpieza. Madeleine advierte que últimamente no se encuentra demasiado con Despard, pero le parece que tiene sentido; después de todo, ahora es la cabeza de la comunidad mágica de Gran Bretaña, por lo que debe tener muchas cosas que hacer. «Supongo que este es el año de que todos tengan trabajos serios», se dice a sí misma.

    Ellie retomó con dignidad una prometedora carrera en el Departamento de Misterios, aunque solía restarle importancia al asunto, dando a entender que sólo fue posible gracias a la intervención de Despard. Madeleine también tuvo que aceptar que ya venía siendo hora de tener un trabajo serio y comenzar a preocuparse por sus planes del futuro, por lo que aceptó trabajar en el cuerpo de inteligencia de Slithering, así como formar parte del Simposio de Ladrones. No es que fuese a realizar nada diferente a lo que es normal para ella, y su nombre aparecía en nómina, además de otros beneficios. A pesar de que no ha elaborado un plan de lo que pasará en los siguientes dos, cinco o diez años, ese tiene que ser un paso en la dirección correcta, ¿no? Sólo espera que las cosas se mantengan así. A pesar de que la casa Potter esté llena de polvo, a pesar de que seguramente el número doce de Grimmauld Place esté todavía más olvidado, sinceramente le gustaría que todo siga así; pues si los lugares seguros de la Orden del Fénix lucen así, es porque no ha sido necesario reunirse. Porque tienen a los mortífagos y a todos sus enemigos bajo control.

    Ella solía detestar la rutina y la normalidad, pero ahora siente que es su tesoro más preciado. Levantarse a las siete de la mañana, y darse un baño de agua caliente; desayunar con Richard, Melrose y Ellie, mientras mira las redes sociales; ir al MACUSA y reunirse con Slithering, Kaori, Emily y Graves; terminar la jornada a las cinco de la tarde, para ir a trotar o entrenar, no como si se preparara para la batalla, sino porque estar en forma es parte de su trabajo. Todo esto de lunes a viernes, pues los sábados y los domingos se queda en el castillo Evans McGonagall, como parte de su promesa para Catherine de no alejarse demasiado. Si las cosas cambiaran, no podría...

    —Todo parece estar en orden —musita Madeleine, cuando se da cuenta de que se ha quedado sin cosas por hacer. Se quita los guantes y el tapabocas, ahora que el aire es más "respirable"—. Creo que voy a preparar el café.

    • Me enluna 1
  19. Nick: Ellie Moody
    ID: 113619
    Nivel: 51
    Conocimiento: Adivinación y Astronomía
    Link a la Bóveda: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=94381
    Link a la Ficha: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=94359

    Pd. La última vez que intenté hacer Adivinación, reprobé pero dejaron una nota de que podía volver a cursarlo sin pagar inscripción. Si todavía aplica, me gustaría usar esa carta (?) Link: https://www.harrylatino.org/forums/topic/112913-tablón-de-calificaciones/?do=findComment&comment=5424863&_rid=113619

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    Lentamente, Madeleine se incorpora en la cama. Ya ha comenzado a sentir el dolor de los moretones, luego del entrenamiento de esa tarde. Casi no puede sentir los brazos, cansados luego de blandir a Melle durante horas, y ni hablar de su espalda. Echa un vistazo a la ventana, desde donde se cuela el resplandor plateado del patronus de algún miembro de la Orden del Fénix, y suspira con cansancio. Casi puede oír la voz de Catherine, diciéndole que está bien tomar un descanso de vez en cuando y que el mundo no se acabará si decide tomar una siesta. ¿Acaso no está rompiendo la promesa que le hizo a su madre? La promesa de descanso, de depender de su familia y de darle uso a la vajilla polvorienta de los Evans McGonagall... Hay cosas que nunca cambian. Quizás, durante un tiempo, parece que será diferente; pero los viejos hábitos no tardan en llegar.

    Apenas escucha las palabras del patronus, pues todavía está decidiendo si permanecer en el mundo del sueño o de la vigilia. Por puro instinto su mente se encarga de almacenar la información que más importante; que es convocada a la casa Potter. No guarda información acerca del motivo de la llamada, así que su mente llena los espacios vacíos, basándose en las experiencias vividas. Si está siendo convocada a un Lugar Seguro de la Orden del Fénix tan de repente, tiene que ser una emergencia, ¿no es así? La sensación de ansiedad es lo que hace que se levante de la cama y reúna la ropa tirada por ahí. Tiene que apresurarse y llegar al Valle de Godric, antes de que algo pase.

    Sin embargo, mientras dibuja un portal en el aire con su varita de ébano, se da cuenta de que ni siquiera recuerda quién le envió un patronus. ¿Eso fue real o fue un sueño? ¿De verdad hay un llamado o lo imaginó? «No, por supuesto que sucedió. Es importante que llegue al Valle». Normalmente Madeleine prefiere viajar en su moto voladora, pero se siente muy cansada como para eso; a pesar de que el portal le da náuseas, decide que en ese momento es su mejor alternativa. Se esfuerza en concentrarse para convocar el portal con rumbo al lugar correcto, y no terminar en el trasero del mundo. A pesar del cansancio y de estar despertándose de un sueño incompleto, logró vestirse con unos pantalones cargo negros, una camiseta negra de mangas largas, una chaqueta de cuero y botas de combate. Cruzada en la espalda lleva la vaina de Melle y, por supuesto, se asegura de empuñar con fuerza su varita mágica, pues quién sabe con qué escenario se encontrará al llegar.

    Por un momento, cree haber llegado por accidente al número doce de Grimmauld Place, pero luego de examinar la arquitectura confirma que es el lugar correcto. Por un momento le parece que la atmósfera es sombría, lo cual la podría hacer llegar a pensar que ciertamente hay algo mal, pero entonces comienza a escuchar voces que no parecen preocupadas ni alteradas. «Entonces, después de todo, ¿sí era mi imaginación?». Madeleine sacude la cabeza, malhumorada, y sigue las voces vagamente familiares. Quizás es un pensamiento egoísta, pero espera que haya alguna emergencia que haya justificado interrumpir su sueño.

    —¿Qué demonios? —masculla Madeleine por lo bajo, frunciendo el ceño y bajando la varita mágica, al ver que algunos de sus compañeros están... bueno, en verdad no reconoce qué es lo que están tramando, pero todo parece estar tranquilo. El chivatoscopio que suele llevar consigo, está inmóvil en el bolsillo de sus pantalones.  Siente que es inútil preguntar a esas alturas, pero no quiere quedarse sin hacer el esfuerzo— ¿Dónde está la emergencia? —inquiere, pasando la mirada por los presentes— ¿El llamado... de emergencia? ¿No?

    • jajaja 1
    • Me enluna 1
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    Mientras espera que el café esté listo, el pensamiento que la invadió durante su viaje a la playa con Melrose, Ellie, Richard y Cath, vuelve a angustiarla brevemente. En aquella ocasión también la había invadido una angustia que no sabía de dónde venía y llegó a la conclusión de que todo había comenzado desde que abandonó su aprendizaje con Sajag; desde que falló en abrir todos sus chacras, tenía la sensación de que estaba en un constante estado de alerta, como si estuviese al borde de una gran revelación... pero nada venía hacia ella. Sólo paranoia. Sólo angustia que no tenía razón de ser. Madeleine frunce el ceño, cuando el olor del café recién colado llena sus fosas nasales. Sí, quizás no sea la mejor bebida en aquel momento, pero no sabía qué más podía hacer —y no quería asaltar la bodega de alcohol de Slithering—. Se está sirviendo una generosa cantidad de café en una taza de gatitos, cuando escucha la voz del presidente.

    —No sé por qué me sorprendo a estas alturas de la impuntualidad de las personas —responde al comentario de Slithering, luego de darle un sorbo a su taza—. Es una misión oficial, y pareciera que nadie se lo toma en serio.

    Le hace un gesto señalando la cafetera, como diciendo "si quieres, puedes servirte". Y se recuesta de la barra que separa la sala de la cocina, decidiendo que lo mejor que puede hacer por los momentos es tratar de concentrarse en dar un sorbo a la vez, mientras los demás llegan. Es cierto que está acostumbrada a que se tarden, pero tiene que admitir que nunca la han dejado mal. Tarde o temprano, sus compañeros aparecen. Así fue durante el enfrentamiento a la Inquisidora, durante tantas misiones de la Orden... Le pasa por la cabeza la idea de discutir con Slithering el comunicado emitido por Rory Despard, el cual le llegó gracias a Ellie, pero respeta el acuerdo no verbal de esperar a que los demás hayan llegado para hablar de temas serios. No se molesta tampoco en rellenar el silencio con cháchara vacía, pues no hace falta. Aunque no lo diga en voz alta, se siente bastante cómoda con ellos como parte de su equipo, pues no hay ningún tipo de presión o de expectativa en actuar de forma correcta. Ni siquiera aunque uno de ellos sea el presidente de uno de los países más poderosos.

    Inconscientemente, sonríe levemente cuando reconoce la voz de Kaori. Le tiene mucho aprecio, pues juntas recorrieron todo el camino de la Magia de la Oscuridad hasta alcanzar el rango más alto de la Orden Oscura. Es una de las pocas personas en las cuales confía a morir.

    —Si el Simposio necesita ayuda, puedes contar conmigo. Pareces bastante casada —le dice a Kaori, sirviendo una taza de café para ponerla frente a ella. Su taza tiene perritos dibujados (¿de dónde Slithering habrá sacado esa vajilla?). Quizás se ablandó un poco al reconocer que tenía un rostro agobiado, o quizás porque simplemente es una de las compañeras que más le agrada—. No creo que Despard sepa todavía mucho —se atreve a decir Madeleine, mirando de reojo a Slithering. Él será quién confirme si le habrá brindado información al Ministro de Magia, quizás en calidad de colegas, supone—, pero definitivamente deberíamos contar con él. Él es una persona de confiar —asegura Madeleine con firmeza.

    Sabe que en algún momento lo subestimó, pero ella presenció su valentía durante el enfrentamiento a Laura Nielsen. Lo vio dar todo de si y hasta sacrificar su propio bienestar para ayudarlos a encontrar las debilidades de la Inquisidora. Él permitió que la energía de Madeleine lo corrompiera, y aunque no fue algo que ella solicitara, seguía sintiendo el remordimiento, pero también la admiración. Luego de aquello, no fue una sorpresa que fuese elegido como el nuevo Ministro de Magia.

    La siguiente en llegar es Emily Karkarov, a quien Madeleine sentía que tenía tiempo sin ver, pero saludó amablemente. Aprecia que esté preparada para afrontar la misión, pero la pregunta es demasiado abrumadora y no se siente capaz de contestarla. ¿Qué es lo que de verdad saben y qué es lo que sospechan? Quizás es mejor que Slithering responda eso. 

    Y la última persona en integrarse al grupo, por los momentos, es Will. Madeleine alza ligeramente las cejas, sorprendida; la verdad es que en ese tipo de situaciones, es un tanto extraño que aparezca sin Graves ni Benjamin. Y, a decir verdad, no sabía que él participaría en aquella misión en específico. Pero tiene que reconocer que es simplemente lo normal; después de todo, hay una especie de acuerdo acerca de evitar hablar demasiado de trabajo, o de misiones, o de la propia Orden del Fénix. Pretende pasar rápidamente la página al respecto, pero cuando se acerca a Will para saludarlo se da cuenta de que hay algo extraño en el aire, pero no está segura de qué sea. Probablemente sea sólo la angustia irracional, que es molesta, pero no real. 

    —Ah, es cierto —murmura, luego de reflexionar un momento acerca de sus palabras. Están cerca de la Fortaleza. Slithering, Kaori, Emily y ella son integrantes de la Orden Oscura; allí, están muy cómodos. Y parece ser que a Will, por lo menos, no le perturba la cercanía a la fuente de la Magia de la Oscuridad. Madeleine se pregunta si debería ahondar más al respecto—. Es mejor evitar las perturbaciones de energía —añade por lo bajo. Aunque es indiferente con Benjamin, lo cierto es que a veces Graves puede ser bastante molesto, así que la verdad no le importa mucho su ausencia.

    »Slithering. ¿Qué es lo que sabemos, entonces?

    • Me enluna 2
  22. Madeleine arruga el ceño luego de darle un sorbo a la lata. No le gusta para nada el sabor de la cerveza sin alcohol, pero siente la necesidad de entretenerse con algo para no acabar con la botella de hidromiel que Ellie con tanto cuidado envolvió en un paño mojado para mantener una temperatura fresca. A pesar de que a esas alturas de su progreso decidió que es inútil convencerse de que se mantendrá totalmente sobria, se esfuerza en no tomar con tanta facilidad como antes y en mantener el control. Quizás funcione como pasó durante su adolescencia: cuando los primeros tragos de cerveza eran asquerosos, y ni hablar del whisky de fuego...

    —Esta es música para personas jóvenes, ya sabes, con mucha energía y vitalidad —le explica Madeleine a Richard con tranquilidad, con la paciencia de una nieta que le enseña a su abuelo cómo te utiliza un teléfono inteligente—. ¿Sabes? Es penoso cuando los señores mayores quieren actuar como si fueran muchachitos todavía. Creo que deberías buscar música más acorde a tu edad.

    Disimuladamente, le da la espalda a Richard y pone los ojos en blanco. No quiere darle el gusto de demostrar que aunque fuese en un nivel bajo, su comentario logró fastidiarla. Esa es la cosa con la familia, razona Madeleine. Parece ser que no pueden permanecer mucho tiempo sin ser una molestia. Sin pensarlo mucho, echa un vistazo a Ellie y Melrose, que se han alejado algunos metros. Madeleine llegó a ir a la playa en algún momento, así que reconoce el juego de saltar con las olas. Sin embargo, a su parecer esa es una playa demasiado aburrida para tal juego. Ella prefería las olas más grande y salvajes, que la arrastraban hasta la orilla y hacían que su bañador se llenara de arena.

    —¿Uhm? —vuelve el rostro hacia Richard, al darse cuenta de que le había estado hablando, pero no le había prestado mucha atención— ¿Celebrar...? —a pesar de que en teoría las cosas habían mejorado en la comunidad mágica, Madeleine no se sentía particularmente feliz. Claro, le alegraba que Ellie hubiese por fin regresado a ser directora del departamento de misterios, y ella misma estaba satisfecha con formar parte de la nómina del cuerpo de inteligencia del MACUSA, pero como es usual en ella, no podía sacudirse la sensación de que los problemas estaban por llegar. Quizás su entrenamiento incompleto con Sajag tiene la culpa de ese estado de alerta, pero en el que es incapaz de visualizar nada claro; solo paranoia, silenciosa, pero siempre presente.

    »Las celebraciones familiares nunca terminan bien, y siempre terminan siendo los eventos más extraños —dice Madeleine por lo bajo—. Mejor no le pongas etiquetas y ve a darte un chapuzón con ellas. ¡Ve a divertirte, Richard¡ —rezonga, a sabiendas de que debería estar haciendo lo mismo.

    @ Melrose Moody

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