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Ellie Moody

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Mensajes publicados por Ellie Moody

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    Las aguas del Lago Sombrío la abrazan como una vieja amistad y Madeleine mantiene los brazos abiertos para recibirla. El frío helado dura tan sólo unos instantes, pues de inmediato la luz del día queda extinguida y todo es oscuridad. No hay arriba ni abajo, no hay el más mínimo rastro que le permita orientarse. Solo hay oscuridad, solo es ella misma. Luego de la batalla contra Laura Nielsen, una gran parte de su energía mágica había sido drenada, tras abusar de sus poderes durante la batalla; por no mencionar que la purificación espiritual a la que tuvo que someterse para detener los estragos de la corrupción que el horrocrux de la Inquisidora causó en ella, cuando lo sustuvo entre sus manos, también afectaron su conexión a la Magia de la Oscuridad. Aunque sólo es su imaginación ayudándola a entender qué es lo que ocurre, está segura de poder ver dentro de sí misma lo que ocurre. Puede ver el núcleo que está en su interior comenzar a crecer, alimentándose de las aguas de la vida.

    Siempre que baja la mirada a esa mano, la que recibió el daño directo del medallón de Laura, los recuerdos vienen a ella. Pero no los recuerdos vagos y borrosos de la acalorada batalla, donde intentaron tantas maniobras diferentes para destruir ese maldito horrocrux, sino de lo que vino después. Los vendajes sagrados que purificaron la corrupción de Laura, pero también debilitaron su propio núcleo mágico. El entrenamiento para recobrar la condición física, el dominio de su mano y de su brazo. Y, finalmente, el último paso de su recuperación: el bautizo en el Lago Sombrío. Al igual que la primerísima vez, cuando Zarco la guió al interior de las aguas heladas; al igual que un par de años atrás, cuando ella y Kaori volvieron a encontrar la Fortaleza Errante, luego de que el secreto de los clanes se perdiera; al igual que repetía el ritual, a medida que la Magia de la Oscuridad se hacía más fuerte en su interior. Como ocurrió en todas aquellas ocasiones, entró para alimentarse de la energía primitiva y reafirmar su conexión con la Orden Oscura.

    «Trabajamos en las sombras para servir a la luz», recita para sus adentros.

    Se pregunta si Graves la convocó con recelo, para esa misión que parece hecha a la medida para un paladín. Después de todo, entre las habilidades de los paladines está su conocido intelecto sagrado, el cual suelen emplear para descubrir espías, mentirosos y ladrones. Sería fácil asumir que en esa misión, aprovecharían esa agilidad mental para intentar hacer alguna conexión entre las pocas pistas que la Orden del Fénix tiene de los Nuevos Rastreadores y espiar sus movimientos. Sin embargo, Madeleine está segura de que mentir y robar inteligencia, aunque esté muy bien justificado, puede ser un poco más difícil de aceptar para ellos. A menos, claro, que puedan culpar a alguien más de aquellas ideas tan poco puras.

    —Por fin llegan —musita Madeleine, apartando la oscuridad con la que se estaba camuflajeando con las paredes del callejón donde se encuentran, para dejarse ver ante Graves y Delacour. Había llegado al punto de reunión un poco antes, pero decidió hacer una ronda rápida por los alrededores de la dirección que habían obtenido.

    Se trataba de una residencia en Brooklyn Heights, una lujosa área residencial con elegantes edificios de arenista. Lo extraño es que no habían rastreado actividad sospechosa en todo el distrito de Brooklyn, pero en un interrogatorio el informante aseguró que se trataba de un punto crucial para las actividades de los Rasteadores, así como el mago que vivía en tal lugar: Diego Brown. Madeleine lo había investigado de antemano, por supuesto, aprovechando su posición en el MACUSA. Un profesor universitario, aparentemente nomaj, sin familia mágica; la única razón por la que vivía en tal lugar, era porque había hereado la residencia familiar. Madeleine dio una ronda rápida en las cercanías de la residencia, moviéndose ágilmente entre las crecientes sombras con su control de energía interna, pero no había detectado nada que la alarmara. Y eso no es una sorpresa. Todavía los rastreadores no tienen motivos para saber que la Orden del Fénix los está investigando. Por eso mismo, esa misión tiene que ser exitosa; si revelan sus intenciones, pierden el factor sorpresa.

    —Lamento interrumpir tu discurso inspirador, Graves —dice Madeleine sarcásticamente, dándose la vuelta para abrir un portal en la pared del callejón—, pero no hay tiempo que perder. Aseguré una zona más cerca de nuestro destino, donde podemos observar mejor a qué nos enfrentamos. En mi evaluación premilinar no vi nada fuera de lo normal, pero quién sabe con los rastreadores —farfulla, sacudiendo la cabeza—. En fin... no parece que venga nadie más, así que deberíamos darnos prisa.

    @ Hobb Graves  @ Dennis Delacour

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    Grimmauld Place #12

    Primero aparece una línea luminosa, suspendida en el aire sin razón de ser, y luego un portal comienza a abrirse a la mitad del vestíbulo del antiguo hogar de los Black. Ellie primero pasa un pie, luego el torso y finalmente el resto del cuerpo; a sus espaldas, el portal donde se distingue vagamente su despacho ministerial se cierra sin dejar el más mínimo rastro. Cuando el patronus de Hobb apareció a su oficina, iluminándolo todo con su luz celeste, sintió un deje de nostalgia. Estaba terriblemente cansada, como lo dejaban ver las ojeras en su rostro, pero sabe que un llamado de Hobb a esas horas no podía ser por un tema de poca importancia. Además, prometió apoyarlo en ciertos temas de la Orden del Fénix, y sabía que tenía cierta obligación de asistir. «Espero que alguien haya comenzado a preparar el café, teniendo en cuenta qué hora es», dice para sus adentros, mientras sus pies se terminan de acomodar a la sensación del suelo.

    En su fuero interno, Ellie guarda la esperanza de que la razón de la reunión tenga algo que ver con el tema que tanto estrés y ansiedad ha generado en ella el último par de semanas. Sabe que está la posibilidad de que sea difícil convencer a toda la Orden que es necesario investigar el tema del robo de la supuesta fórmula mejorada de la Poción Matalobos; podría lucir como que intenta instrumentalizar al bando para una supuesta agenda del Ministerio de Magia, aunque no tiene el menor interés en una investigación ajena, mucho menos cuando dentro del departamento hay proyectos muy similares en marcha, lo cual no puede comentar abiertamente. Sin embargo, la muerte de los licántropos sí que debería captar su atención. Es un ataque demasiado selecto, que podría venir de alguna persona u organización supremacista, con rechazo a otras razas... Pero, claro, sólo es una posibilidad entre muchas.

    Por inercia, Ellie dirige sus pasos a las escaleras y comienza a bajar los escalones hacia el sótano. A medida que desciende, comienzan a llegarle las voces. Como casi siempre, los miembros de la Orden se están reuniendo en la cocina.

    Hiya —saluda Ellie, con su tono escocés.

    En torno a la mesa están reunidos Hobb, Kaoi y Ludwig Malfoy. Mientras camina hacia ellos, alcanza a escuchar el último comentario realizado por el nuevo Ministro de Magia. No sabe qué tanto han hablado, ni siquiera sabe si Hobb ha dado alguna explicación acerca de su llamada, pero se atreve a deducir que hablan acerca de la muerte de los licántropos.

    —Entonces, ¿la Orden tomará cartas en el asunto? —musita, acercándose al grupo— Porque, creo que es importante que movilicemos nuestras fuerzas... No es que piense que el Ministerio esté haciendo un mal trabajo, todos nos estamos esforzando —añade, volviendo la mirada Ludwig—. Pero, tengo que reconocer que sé que hay miembros de la Orden que están dispuestos a saltarse algunos procedimientos, lo cual podría ponernos a la delantera —dice, bajando la voz, apoyando las manos en la mesa y bajando la mirada. Ella no es de las personas que llega muy lejos en una misión, y normalmente se mantiene bastante a salvo y hasta cómoda en las sombras; sabe que puede llegar a parecer hipócrita, pero cree que cada uno de ellos tiene un lugar y un papel que cumplir—. Tampoco sabemos si hay personas infiltradas en el Ministerio que pudieran tener alguna relación con todo lo ocurrido, pero... —«Deberíamos poder confiar entre todos nosotros, ¿no?», piensa, pero tartamudea y tiene problemas al intentar decirlo en voz alta.

    Por fortuna, el resonar de unos pasos en la escalera hace que la atención grupal se dirija a la persona que acaba de llegar a la reunión.

    @ Ludwig Malfoy  @ Hobb Graves  @ Kaori M.  @ Darla Potter Black

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  3. Las luces coloridas, que penetran a través de las delgadas cortinas, y el sonido de la música la despierta de su "siesta" de ya ocho horas. Todavía medio dormida, sintiendo el cuerpo cansado —y ahora levemente adolorido, por haber caído directo a la cama luego de regresar de la misión—, se sienta en el borde de la cama y se frota los ojos. Le cuesta unos momentos asimilar que no se encuentra en su residencia habital, la casa de la familia Moody, sino que está en su habitación del castillo McGonagall. ¿Por qué había venido? ¿Y qué es lo que está ocurriendo afuera? Se levanta, arrastrando los pies descalzos hasta llegar al otro extremo de la habitación, donde está la gran ventana que da hacia el patio. Al apartar levemente la cortina y asomar la mirada, logra distinguir entre borrones de luz las siluetas de las mesas, sillas, decoraciones y todas las adiciones que no forman parte del estado regular del jardín trasero. ¡Ah! Es la fiesta. Recibió una invitación para el cumpleaños de un familar —aunque no recuerda ni el nombre ni el rostro—, así que le pareció que tenía sentido descansar un rato en el castillo al llegar del trabajo y luego ver en qué necesitaban ayuda.

    Pero, claro, es evidente que ya todo está listo y quizás incluso los invitados han comenzado a llegar. Y ella ha estado durmiendo toda la tarde, solo para llegar a disfrutar del esfuerzo de los demás. «Bueno... supongo que mañana ayudaré a recoger las cosas», se dice a sí misma.

    Todavía tiene puesto el uniforme: los pantalones negros de talle alto, la camisa blanca abotonada de mangas largas y hasta el abrigo gris oscuro. Loa parte baja de sus pantalones está deshilachada y llena de barro, y la camisa sucia con sangre seca de las heridas ya curadas. Madeleine reflexiona que con un baño estará como nueva, siempre y cuando use algo cubierto para ocultar los moretones de los brazos, donde el mago que estaban intentando retener la estaba aferrando con fuerza, en un intento de apartarla o quizás causarle suficiente daño como para hacer que lo soltara. Los recuerdos son borrosos, pero no había sentido dolor; este había llegado, eventalmente, en terribles oleadas cuando el berzerker se había esfumado. Sin saber muy bien por qué, se examina las uñas y descubre que están astilladas y un poco rotas; sus dedos sanaron, pero supone que estas están más allá del límite de las pociones curativas. Quizás cortándolas un poco, podría disimularlo.

    Se da un largo baño con agua caliente, que le deja la piel casi al rojo vivo, pero logra relajar un poco sus músculos. No tiene mucha ropa guardada allí, pero encuentra unos jeans que le quedan un poco sueltos, pero logra sostenerlos con una correa negra —supone que quizás, con tanto ejercicio físico que ha estado haciendo, está un poco más en forma—. Consigue también una camiseta un poco desteñida de las Brujas de Macbeth, y encima se coloca una franela de cuadros, con el único propósito de cubrirse los brazos. Por último, se coloca los mismos zapatos, las botas de combate negras, luego de lanzarles un hechizo rápido de limpieza.

    Mientras baja las escaleras, siente que su estómago comienza a rugir al comenzar a oler la comida. Espera que ya haya algo que pueda ir picando, porque está famélica.

    —Oh... buenas —saluda Madeleine, cuando casi se tropieza con Catherine y Richard en su búsqueda de algo para comer. Ellos están hablando con alguien que se le hace vagamente familiar, pero supone que debe ser un invitado de la fiesta—. ¿Hay algo para comer mientras tanto? Me perdí el almuerzo —comenta, con su estómago volviendo a rugir como si no hubiera comido en tres días. 

    @ Melrose Moody  @ Syrius McGonagall

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    Departamento de Misterios

    —¿Directora Moody?

    Ellie tritura el cuerno de longhorn rumano con la mirada perdida, repasando por enésima vez la elaboración de la poción matalobos. Lo normal es empezar la poción durante el cuarto menguante lunar, período durante el cual se fermenta el queso lunar. Por supuesto, esto no pudo ser así, y el Ministerio de Magia tuvo que aflojar bastante el bolsillo para importar una generosa dotación de queso lunar, y que el Departamento de Misterios pudiera comenzar lo más pronto posible con la fabricación en masa de los brebajes que serían entregados al Hospital San Mungo. Fueron unos días intensos, pero pudieron comenzar la gran tanda de pociones justo a tiempo para dejarla reposar hasta el cuarto creciente. Ellie había supervisado muy de cerca el uso de la luparia, comprobando varias veces la fórmula y el proceso de destilación de los aceites esenciales de las flores de la planta, pues el menor error de cálculo causaría una tragedia peor que la que ya había reportado El Profeta. Ahora, había preparar el polvo de cuerno de longhorn, para tenerlo todo listo en el momento preciso en que hubiese que añadirlo a las decenas de calderos.

    Cuando la poción tomara un tono vítreo, sería la confirmación de que el proceso había sido perfecto y Ellie podría dormir en paz. La sucesión de incidentes que habían ocurrido recidentemente la tienen al borde del desquicio.

    Semanas atrás, cuando ocurrió el asalto a la fábrica de pociones y se reveló su supuesta fórmula mejorada para la Poción Matalobos, el Departamento de Misterios estuvo bajo la mira de todo el mundo. Pues ¿cómo era posible que una empresa ajena al Ministerio de Magia estuviese trabajando en un proyecto de aquel calibre? El problema no fueron las suposiciones de quien financiaba a esa empresa, o si tenían algún tipo de autorización para llevar a cabo su investigación. No, lo que perturbó a Ellie fue el cuestionamiento de la eficiencia del Departamento de Misterios; ¿de verdad eran tan incompetentes, que una empresa sin los recursos del Ministerio estaba llevando a cabo tal investigación? ¿Se estaban quedando atrás?

    Ellie frunce los labios, recordándose que rechinar los dientes es malo para la salud de estos.

    —¿Acaso se supone que voy a estar anunciando en revistas todas las investigaciones que llevamos a cabo? —farfulla Ellie por lo bajo, aplastando con más fuerza de la necesaria los trozos de cuerno contra el mortero— ¿Es que no piensan...?

    —Directora Moody...

    Resignada, cierra los ojos y toma una gran bocanada de aire, diciéndose a sí misma que debe calmarse. Sabe que no hay nadie culpando al Departamento por nada, y la entrega de esa tanda de pociones será bien recibida. El Hospital San Mungo prometió que se encargaría de distribuir de forma gratuita las dosis de matalobos a quiénes lo requirieran, para garantizar el acceso a una poción segura y confiable. Ellie espera que se vuelva una costumbre, pues es bien sabido que la poción matalobos no es para nada accesible e incluso teniendo conocimientos de Pociones, es costosa y difícil de elaborar. 

    —Ya pueden retirarse por hoy, es bastante tarde —musita Ellie, que no necesita mirar el reloj de la pared para saber que ha pasado la medianoche. Solo quedan un par de preparativos que hacer, pero está segura de que podrá ocuparse de eso por sí misma—. Gracias por quedarse hasta esta hora, me aseguraré de anotar las horas extra. 

    El laboratorio de pociones se queda en silencio, aunque Ellie sigue sintiéndose agobiada. Se repite que tiene que calmarse, pues la poción controlará el problema. «Aunque eso no importa mucho, si no sabemos qué fue lo que sucedió verdaderamente», se dice a sí misma. Lentamente, baja las manos y suelta el mortero. Se levanta de su asiento y camina hasta el frente del laboratorio. En búrbujas de cristal individuales, suspendidas a varios palmos del suelo, están los viales que se encontraron en las diferentes escenas del crimen. Han hecho ya varias pruebas, analizando los restos de poción matalobos que habían en ellos, pero todavía no encuentran nada extraño en las pociones. Lo que sí es certero, es que todas tienen exactamente la misma composición; si tuvieran diferentes orígenes, a pesar de estar hechas bajo la misma fórmula, habrían variaciones. Pero son los mismos viales y exactamente el mismo contenido en todas.

    Son demasiadas las cosas que la agobian, y se siente incapaz de poner tanta información en orden por su cuenta. Quiere hablar con alguien de fiar... 

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  5. Trabajo Incógnito
    - Misión de Octubre -

    Desde el atentado ocurrido durante la inauguración Hospital St Mary Jauncey, donde ocurrió una terrible explosión durante el discurso de inauguración del Hospital, algunos miembros de la Orden del Fénix se han puesto en acción intentando rastrear a los responsables de este golpe. Según las indagaciones realizadas, los responsables son integrantes de una misteriosa célula terrorista autenominada como Los Nuevos Rastreadores. No hay mucha información de la organización interna ni de los objetivos de este grupo de criminales, pero lo más sensato es estar preparado para más ataques.

    Mientras que los miembros de la Orden del Fénix que deciden enfrentarse a esta nueva amenaza se preparan para un posible ataque, a un reducido grupo de paladines y oscuros se le asigna una misión apta para sus especialidades mágicas. Se les entrega la poca información que recopilada acerca de los Nuevos Rastreadores, para que encuentren la forma de infiltrarse y robar inteligencia que pueda ser útil para conocer sus próximos movimientos, así como sus motivaciones y el objetivo específico de sus ataques.

    La información consiste únicamente en una dirección en un barrio de Nueva York, y el nombre de un mago cuya pertenencia a la organización no está garantizada, pero que con toda seguridad es la clave para llegar a los rastreadores.

    ◈ ◈ ◈

    Saludos chicos, por acá les traemos la misión de clanes de octubre. Recuerden que este rol tiene un máster o guía, pero el desarrollo de la trama depende de ustedes. Les animo a que integren elementos interesantes, a que exploren situaciones que crean que pueden ayudarles a indagar en el perfil de su personaje. Son libres de añadir detalles que no estén especifitados (y esperamos que lo hagan), siempre recordando que deben leer y respetar los roles de sus compañeros, y entre todos debemos esforzarnos en unificar todos los aportes para que todos estemos en la misma página.

    Recuerden echarle un ojo a los lineamientos acerca de las Misiones de Clanes, que dejaré al final de este post.

    Importante: La participación, interés, dedicación e iniciativa en esta actividad en rol son fundamentales para la obtención del conocimiento de bando al que estén optando. 

    CONOCIMIENTO DE BANDO I

    Oscuros • Control de Energía Interna

    @ Ky.

    CONOCIMIENTO DE BANDO II

    Paladines • Intelecto Sagrado

    @ Dennis Delacour

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  6. Rhiannon Kincade

    Sin ser apenas consciente de ello, deja escapar un suspiro de resignación. Sabe que se dejó llevar durante su breve monólogo, pero tiene miedo de repasar sus propias palabras y encontrar en ellas un atisbo de descortesía o de brusquedad, a sabiendas de que no eran las formas en las que debía tratar a Sajag; más allá de guardarle un profundo respeto por su rango académico, el arcano no había sido nada más que amable y comprensivo con ella, a pesar de que su comportamiento era mucho menos que ejemplar. También tiene miedo de analizar la información que compartió en frente de personas desconocidas. Desde que tiene uso de razón, su familia la ayudó a construir una coraza impenetrable en torno a su personalidad, de modo que el secreto no saliera a la luz salvo en casos muy específicos, como consultas médicas con los más selectos especialistas; con el pasar de los años, entendió que sería una vergüenza para su padre revelar lo que en verdad era ella, algo muy alejado de la imagen inmortalizada en los retratos que recubrían las paredes de su recámara. Pero Rhiannon sabe que, aunque sería horrible, podría sobrevivir a la vergüenza de revelar su fealdad. Para lo que jamás estaría preparada, sin embargo, es para el miedo que causaría su revelación. No lo sorportaría, ni siquiera viniendo de desconocidos.

    Sólo levanta la mirada, disimuladamente, para volver a mirar a los demás. Al llegar solo los saludó brevemente, y luego sólo se enfocó en dirigirse al arcano, reconociendo que el viaje de los demás era poco importante para ella. Aunque, más allá de eso, también quería respetar la privacidad de cada uno, pues entiende que en ese tipo de viajes uno termina exponiéndose a un nivel más personal. No es que alguno haya dicho todavía algo a lo que ella le haya dado mucha vueltas, pero al verlos entiende que cada uno está en su proceso. Uno de ellos sostiene un cuenco con algo negro y espeso, que no tiene la menor idea de qué es y lo cierto es que tampoco desea averiguarlo; parece totalmente absorto en éste. El otro mago, que había estado ensimismado desde que Rhiannon llegó, abrelos ojos abruptamente, aunque no enfoca la mirada en ninguno de los presentes. Cuando habla, es obvio que se refiere a alguna visión que tuvo. ¿Acaso todos están haciendo lo mismo, intentando tener visiones? Rhiannon frunce los labios, enojada. Si para ella aquello no fuera una tortura, quizá...

    Sin embargo, a medida que el mago habla, Rhiannon se da cuenta de que su visión también fue fatal. Ella lo entiende, un final donde todo es destrucción, oscuridad y miseria. 

    Al final, el tercero de los magos, el más joven, comienza a hablar. Rhiannon vuelve a enfocarse en sus manos, asumiendo que se dirigirá al arcano, pero pronto se da cuenta de que le está hablando a ella. Aquello le parece extraño, pues es consciente de que su aura no es muy amigable, razón por la cual es raro que alguien intente charlar con ella —y lo sabe muy bien, pues es un aura que se esfuerza en mantener—; sin embargo, si la metodología del arcano es juntar a varias personas para que puedan compartir experiencias con la esperanza de generar un crecimiento o un aprendizaje mutuo, asume que sólo es por eso que ocurre. Aunque, sintiendo el enojo comenzar a correr por sus venas, le parece absurdo que alguien con una realidad que no es la suyo quiera darle consejos.

    Entrelaza sus dedos e inhala profundamente, antes de levantar la mirada. Observa brevemente al muchacho, preparada para responder las primeras palabras que le vienen a la mente, pero la forma en que la mira la descoloca. Sin verlo, sus palabras habían sonado como un reproche ignorante, pero advierte que su mirada es más gentil de lo que había esperado. Antes de darse oportunidad a titubear, se recuerda aminorar su respiración y mantener a raya sus reacciones emocionales. No puede descuidarse ni distraerse, si quiere que aquella jornada transcurra con normalidad. Se dice que debe pensar rápidamente en alguna respuesta que sea lo suficientemente amable como para mantener ligero el ambiente, pero a la vez suficientemente tajante como para cortar el tema; sin embargo, una vez más sus pensamientos se destruyen de golpe cuando siente un roce en su mano. Esta vez, no puede evitar sobresaltarse.

    Pero no es por el contacto persé; después de todo, constantemente ella pone todo su esfuerzo por mantenerse alerta a todo lo que ocurre a su alrededor, y por no dejar que las cosas que se le escapan de la vista la tomen por sorpresa. De las peores formas, aprendió que no mantenerse bajo control significa ceder su autonomía a la bestia. Para lo que no estaba preparada es para que la vista se le nublara de forma repentina, como si la vista se le hubiese empañado de lágrimas, aunque sus ojos están secos y bien abiertos. Cuando sueña, que es cuando las visiones suelen llegar, las sombras suelen echársele encima, provocando que vea todo a través de una visión en túnel; su campo de visión es limitado, y en consecuencia solo puede enfocarse en el punto que las sombras le permiten observar. Sin embargo, lo que ocurre ahora es muy diferente. Luego de unos breves segundos de neblina, la luz ilumina todo su campo visual. Y ve... y ve...

    Una punzada en la sien la obliga a bajar la cabeza, apartándose de aquella ensoñación. Parpadea un par de veces, hasta eliminar los puntos blancos que nublan su visión y puede distinguir perfectamente sus manos, que se aferran con fuerza a la falda de su vestido. Cuando levanta la mirada y vuelve a distinguir la habitación bañada por la luz natural que entra a través de la ventana, se dice que probablemente fue víctima de algún reflejo accidental. 

    —L-lo siento —farfulla por lo bajo, por inercia, como si hubiera sido ella la que se tropezó con el muchacho, aunque es muy consciente de que él intentó tocarle la mano adrede. Supone que era parte de su acto de amabilidad, y concluye que debe ser un gesto habitual en tales situaciones. Eso es lo único que le parece que tiene sentido—. Creo que tantas luces me están mareando.

    Se acomoda en su lugar y endereza la espalda, aunque sigue sintiéndose incómoda. No le gusta verse sorprendida, mucho menos vulnerable, y ahora todo parece juntarse. Es un alivio que el muchacho se dirija al arcano, por lo que Rhiannon aprovecha de cerrar los ojos y volver a recuperar el ritmo traquilo de su respiración. Lo mejor es que mantenga los ojos ya sea en sus manos o en el arcano, y que evite hablarle directa o indirectamente. De hecho, apenas pueda, acorralará a Sajag en algún instante en que los demás no presten atención, y exigirá una reunión privada; le dirá que por razones de salud, no puede socializar con más personas. Sin embargo, de nuevo, su mente se queda rezagada y habla casi sin darse cuenta.

    —Yo... siempre tengo esos sueños, visiones, aunque es algo que nunca busqué ni pedí —añade por lo bajo, a las palabras del muchacho—. Diría que, estando consciente, es posible escapar de las visiones. Pero en el sueño, quedas totalmente vulnerable —poniendolo en palabras, entiende que tiene sentido. Sin embargo, odia comenzar a encontrar la lógica detrás del asunto. Y odia hacerse a la idea de que, quizás, ella no es la única cuyas visiones la hacen sufrir. Porque si es así, entonces quizás es cierto que hay una elección... y no sabe si tiene la valentía suficiente para tomarla.

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    Madeleine no está segura de cómo reaccionar. Se debate entre gritar histéricamente, reírse como una tonta o estrechar a Kaori entre sus brazos y agarecederle por quitarle del corazón la daga de tener que ejecutar a un miembro de la Orden del Fénix, aunque sea poco más que un desconocido. Esta información que la bruja comparte calmadamente con ellos la obliga a dar un giro de ciento ochenta grados a sus pensamientos y emociones. Desde el momento en que abrió el pergamino y vio la copia del contrato con la firma de sangre —que ahora entiende que únicamente vicula al solicitante con la Agencia, y no viceversa—, su mente de fue directamente al caos, incapaz de pensar las cosas con calma para encontrar una solución coherente. Porque, ahora que Kaori le explica lo que verdaderamente ocurrió, sabe que no tiene motivos para desconfiar de su compañera alguna vez; ahora que pone en palabras claras y concisas la situación en la que están, entiende que eso sí tiene sentido y no lo que había estado pensando desde el stand de Bratvá hasta llegar al stand de la Agencia.

    «Que idi*** eres —escucha esa molesta voz interna, susurrarle desde atrás con tono burlón—. ¿Cómo pudiste haber desconfiado de Kaori? Sigues siendo la misma loca paranoica de siempre».

    Todavía sintiéndose sin aliento por tanta información nueva que la obliga a replantearse su visión de la realidad, y por pasar entre sentimientos conflictivos tan rápidamente, se sostiene disimuladamente del borde de la mesa de juntas para no caerse en el piso. Con los ojos cerrados, se esfuerza por olvidar sus propios pensamientos y enfocarse en las palabras de Kaori. Esa es la verdad, y es lo único que importa.

    Hay un contrato para asesinar a Ludwig Malfoy, pero no hay un vínculo de sangre que los ponga en peligro en caso de que incumplan con este. Esa es una buena noticia, aunque no significa que todo esté bien. Por los momentos, supone, tienen que hacerle creer a ese tal Derhorm que cumplirán con lo "prometido". Madeleine piensa que sería fácil fingir la muerte de una persona normal, podrían fingir un accidente, plantar un cadáver falso y sobornar a algún medimago que trabaje para el Ministerio; luego, solo tendrían que reubicar a esa persona, por lo menos temporalmente, mientras idean un plan mejor. Pero el problema es que el objetivo que les pusieron al frente no es para nada una persona normal, sino uno de los candidatos a Ministro de Magia más querido. Gane o no las elecciones, no pueden simplemente hacerlo desaparecer sin causar una gran conmoción, ni tampoco pueden esconderlo a simple vista pues el cliente sabrá que sigue vivo.

    Y como si fuera poco, está ahí mismo, en el Mercado. Ni siquiera pueden buscarlo directamente y hablar con él, pues Derhorm muy probablemente siga en el lugar. Lo que le da un poco de tranquilidad, es que todo esto reafirma la hipótesis de Kaori de que el mago no es muy peligroso.

    —Pues si Malfoy está por acá, ¿no pudo ocuparse él mismo del asesinato? —farfulla Madeleine por lo bajo, sacudiendo la cabeza con reprobación—. Quiero decir... Bien, por lo menos ya lo tenemos ubicado. Yo ni siquiera imaginé que podría estar acá, así que por eso no pensé en buscarlo. Lo molesto es que tendremos que encontrar una forma discreta para reunirnos con él, pues Derhorm debe estar por ahí. Quizás podríamos crear alguna distracción, pero no creo que eso le haga mucha hacia a Slithering ni a Graves.

    Sintiendo que su corazón vuelve a latir con normalidad y respirar dejó de ser doloroso, guarda las manos en los bolsillos de sus pantalones y suspira, cansada pero también sumamente aliviada.

    —Lo siento —masculla por lo bajo, clavando la mirada en sus botas negras. Ni siquiera se siente avergonzada, sólo decepcionada de sí misma—. Nunca he tenido razones para desconfiar de ti, Kaori, y por el contrario y como bien has dicho, podría desconfiar de Ludwig Malfoy. De hecho, creo que tienes razón. Pero cuando se trata de la Orden del Fénix, yo... no puedo... —aprieta la mandíbula, sabiendo que no hay forma en que pueda articular una idea coherente. Porque, quizás lo que intenta decir no tiene sentido. El hecho es que aunque Kaori tiene razón y quizás ella tampoco debería poner las manos en el fuego por Malfoy, el hecho de que fuese de la Orden del Fénix la obligaba  a hacer todo lo posible para impedir que ese contrato fuera ejecutado. Y todavía no está libre de responsabilidad: tienen que hacer algo, con todo lo demás. Se pregunta si Kaori lo entiende, aunque diga que es "conveniente" que Malfoy sea el Ministro de Magia; aunque, de ser así, no diría que es algo malo. A esas alturas, Madeleine debería aceptar que pertenecer a la Orden no es una señal de inocencia, y que quizás de no haber reconocido el nombre no habría cuestionado la misión.

    »Gracias por la explicación —suspira finalmente, resignada—. Creo que fue una estrategia inteligente. Estamos informados de la situación, y Derhorm cree que estamos de su lado. Todo irá bien —susurra, más para sí misma que para los demás.

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    «No entiendo qué se supone estoy haciendo acá...». Ellie baja la mirada a sus manos, mientras juguetea con ellas, esperando que el Ministro haga acto de presencia y la ceremonia comience de una buena vez. Desde que recibió la invitación al evento, ya algunos días atrás, había estado llenándose de valentía y convenciéndose de que tenía que asistir.

    Para Ellie, el Departamento de Misterios siempre fue uno de sus más grandes sueños y ser su directora todavía le parecía una mentira. Durante años, estudió y se esforzó para entrar al Ministerio de Magia y luego ascender desde inefable, hasta jefa de oficina... y, cuando estaba en el punto más alto de su carrera e incluso comenzó a ser medianamente reconocida en la comunidad mágica, sucedió la tragedia de Selena Haydn. Por culpa de su fracaso como inefable, junto a Bel y Melrose, fue "reubicada"; así, pasó de Jefa de la Oficina de Experimentación Mágica, a ser una simple sanadora, bajo la excusa de que sus conocimientos en pociones y encantamientos serían mejor aprovechados en San Mungo. Al principio intentó esforzarse para recuperar su trabajo y volver a ser una persona de fiar, pero sus intentos fueron en vano, y terminó renunciando al Ministerio de Magia. Sabía que su carrera estaba arruinada, y no había nada que pudiera hacer para arreglarlo.

    Y así fue, hasta que Rory se convirtió en el Ministro de Magia. Cuando él le permitió regresar al Departamento de Magia, ya que se había quedado sin alguien al mando, sintió que sus errores habían sido perdonados y que podía comenzar otra vez su sueño original de ser una inefable reconocida. Solo necesitaba eso: una oportunidad, una auténtica y sincera, para demostrar que podía hacer un buen trabajo. Aún así, no podía evitar el miedo e incluso la culpa de solo hacer sido capaz de lograrlo por una conexión, aunque fuese una tan vaga como la de haber conocido en algún momento a Rory y que éste, al convertirse en Ministro, decidiera dar un vistazo a profundidad de su historial en el Ministerio de Magia. ¿Si no le hubiera parecido familiar su nombre en los archivos, habría investigado el caso? Quiere pensar que sí, pero de todas formas, nunca se atrevió a hacer la pregunta...

    Tiene que reconocer que, justamente por eso, tenía miedo de lo que pasaría cuando Rory diera un paso atrás en el mandato. Desde el principio, sabía que él parecía no tener las intenciones de prolongar su gobierno más de lo estrictamente necesario. Por supuesto, temía lo que pasaría cuando alguien más tomara el control del Ministerio. Así que, cuando llegó la invitación, Ellie sabía que tenía que asistir. El hecho de que el nuevo Ministro fuese también parte de la Orden del Fénix, lo cual en alguna medida debía hacer que confiara en él, hizo más fácil su elección de permanecer en el Ministerio. Pero, claro, también debía demostrar su compromiso, su lealtad y su capacidad para mantener su puesto.

    Pero ahora, estando allí sentada entre tantas personas desconocidas, no puede evitar sentirse fuera de lugar. Es una consecuencia que va más allá de su introversión, y es que es la propia naturaleza de los inefables trabajar muy por su cuenta, manteniéndose apartados de los demás y guardando muy bien sus asuntos.

    Cuando la ceremonia por fin da inicio, Ellie se siente aliviada, pues significa que pronto acabará. Se relaja ligeramente en su asiento y se distrae escuchando el discurso del nuevo Ministro. A medida que su discurso se prolonga y menciona nada más y nada menos que siete retormas, no puede evitar sentir temor de que el progreso que Rory logró hacer se pierda. Desde hace mucho tiempo, desde antes del Inquisidor y las guerras entre naciones, Ellie fue una gran defensora del cese de la segregación mágica. Ella sigue estando convencida de que la paz entre comunidades mágicas y no mágicas es posible, y que de hecho podrían lograr muchos avances que beneficien a la humanidad. Un pequeño ejemplo de ello es el trabajo que ha hecho en el Departamento de Tecnomagia del MACUSA, donde Slithering le ha permitido ser colaboradora. Ha logrado fusionar la magia con la tecnología muggle en inventos únicos, que todavía están resguardados, pero si algún día salen a la luz serían de mucha utilidad. Por fortuna, Ludwig no parece mencionar que vaya a echar nada para atrás, e incluso hace varias referencias a la enseñanza de personas no mágicas en Hogwarts, lo cual es un alivio para ella. Incluso, nombra a Benjamin Whisper, la ex mano derecha de Rory, como encargado de una nueva oficina para relaciones muggles y mágicas.

    Reconoce que esas novedades la emocionan más que la razón por la cual su nombre sale de la boca de Ludwig. La Reforma de Seguridad Mágica no la emociona demasiado, y mucho menos las palabras "policía ministerial"; no porque no entienda la necesidad de mejorar la defensa de la comunidad, y más luego de los sucesos que el Ministro narró brevemente, sino porque no le gusta la idea de, básicamente, tener que desarrollar magia militar. Lo único en lo que Ellie puede pensar es en "Proyecto Manhattan", lo cual hace que se estremezca. Espera tener cierto margen de libertad para elegir en qué colaborar, y en qué no.

    Cuando el discurso termina, los aplausos y vitoreos llenan el Atrio. Ellie aplaude discretamente, todavía sentada. 

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  9. Rhiannon Kincade

    La voz del Arcano, al otro lado de la puerta, le indica que pase adelante, con lo cual Rhiannon toma la iniciativa de abrir la puerta. El interior de la residencia de Sagaj está llena de luz natural, que se cuela a través de los altos ventanales que recubren la mayor parte de tres de las cuatro paredes de la recámara. Rhiannon reflexiona que por supuesto que el lugar necesita luz natural, para mantener tan vivas a las plantas auténticas que decoran muchos rincones de la habitación, lo cual le da la sensación de estar en un jardín muy intimo. El recordatorio de que está en el "interior", son las estanterías llenas de libros y el aroma a velas aromáticas. El arcano está sentado con tres magos, dos adultos y uno mucho más cercano en edad a ella, que no debe pasar de los veinte años; están sentados sobre cojines, tomando el té.

    —Gracias por recibirme, arcano Sajag —saluda Rhiannon, haciendo una leve reverencia, esforzándose lo suficiente para demostrar respeto, pero sabiendo que es igual de importante cuidar los modales para no parecer exagerada ni hipócrita. La línea es muy delgada, como siempre se lo ha repetido su abuela, pero precisamente recibió años de educación para que aprendiera a diferenciar ambos escenarios—. Lamento la interrupción —añade, saludando con un leve gesto de la cabeza a los otros presentes.

    Aunque se esfuerza por mantenerse igual de tranquila como si hubiera tenido la suerte de reunirse únicamente con el arcano, no es un escenario al que esté acostumbrada. Ella puede mantener la calma en eventos sociales con una gran cantidad de personas, la mayoría totales desconocidos para ellas, y la ansiedad social jamás fue un problema para ella en tales circunstancias. Pero toda su vida estudió en casa, sin más compañeros. Y quizás, una clase normal habría sido tolerable y llevadera, pero esto es algo totalmente diferente. Rhiannon sabe que será más tarde que temprano el momento en que tendrá que hablar con mucha franqueza, tanto de los sueños que la han llevado a recurrir a Sajag como de su propia naturaleza, ese destino que ya debería comenzar a aceptar, pero que de todas formas quiere dejar de recordar constantemente; y la idea de hacerlo con otras personas que ni siquiera conoce, no es nada agradable. Pero sabe que no puede quejarse y tiene que esforzarse en seguir adelante.

    Se sienta en virasana en el lugar donde estaba Sajag, dejando la cajita de madera con matcha a un costado, para tomar la taza de té que el arcano apareció para ella. Se preparó no hacer una cara de desagrado al tomar el té, mas no fue necesario fingir, pues de verdad el té estaba bueno. Desde su llegada a Inglaterra muchas veces tuvo que fingir que lo que le servían no era un insulto al té de su abuela, con el que había crecido. Es un alivio que no sea el caso.

    Luego de dirigirse a los otros presentes, finalmente Sajag le habla directamente. Rhiannon coloca frente a ella la taza vacía, y entrelaza las manos sobre su regazo. Se esfuerza por enfocarse en las palabras del arcano, pero lo cierto es que sus palabras la dejan perpleja.

    —Lo siento —musita, con la mirada clavada en sus manos—, pero no entiendo qué elección tengo que tomar. Entiendo que tomé una elección al venir acá, pero es lo que la gente se supone que hace cuando tienen visiones molestas; eso sólo fue coherente, nada extraordinario. Estoy segura de que las personas que son bendecidas con el don de la Videncia, sin duda fueron elegidas para ver o hacer algo que marque una diferencia. Pero el único futuro que he visto, es el que ya conozco; y lo demás, sólo son fantasías absurdas, que jamás podrán ser y sólo sirven para atormentarme. La única reacción coherente debería ser ponerle fin a esa tortura, para poder tener un poco de paz durante el tiempo que me queda. Ya intenté cambiar mi destino, y eso no me ha llevado a ningún lado.

    »Quizás, los sueños sean un recordatorio de que tenemos que aceptar las cosas como son, y no cuestionar los caminos de la vida. Por lo menos, creo que es así para mi —añade por lo bajo—. Pero no es una elección que esté haciendo. Porque, si yo pudiera... Quiero decir, si se me permitiera... Pero ese no es el caso —farfulla, sacudiendo la cabeza levemente, al darse cuenta de que descontroló su tono y su ritmo. Respira profundamente, intentando calmarse—. Simplemente, es así. 

    Internamente, se repite sus propias palabras. «Tenemos que aceptar las cosas como son». Si hubiera seguido ese consejo, no habría desperdiciado el último par de años en Inglaterra, alejada de su familia y sus comodidades; no habría perdido tiempo, energía y dinero en busca de una cura que no existe. Ella sabe que queda muy poco tiempo, quizás sólo algunos años más, y tiene que aprovecharlos. Pero ¿de verdad es mucho pedir que durante ese tiempo pueda soñar dulcemente?

    Ella no conoce a los otros magos que están ahí, pero está convencida de que alguien que decide incursionar en la Videncia puede permitirse tener esperanzas en el futuro. Tienen posibilidades, ya sean cientas o ya sean sólo dos caminos. Sin embargo, no importa lo que el arcano le haya dicho, lo único que ella puede visualizar frente a ella es un único camino oscuro, el único que ha tenido frente a ella desde el momento de su nacimiento. Un final violento, solitario; no será ella misma, no será nadie. Un final peor que la muerte, pues no será ella quien muera; simplemente desaparecerá sin dejar rastros, y solo quedará algo horrible. Ni siquiera una muerte digna es algo que pueda escoger. 

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    Aunque no recibe ninguna confirmación luego de su mensaje, decide confiar en que acudirán pronto a la reunión. A esas horas de la mañana, el Mercado Público ha comenzado a llenarse de transeúntes que recorren con curiosidad los diferentes stands; al pasar frente al stand de El Trastero, observa a Ellie con un desprevenido joven mago, mientras agita la varita mágica sobre un piano. Sacude la cabeza, diciendose a sí misma que no es momento para distraerse. De reojo observa a Will siguiéndola, y entonces Madeleine se da cuenta de que ella misma por poco no está corriendo, y quizás así fuera si no hubieran tantas personas caminando en dirección cotnraria a ella, lo que la obliga a estar constantemente evitando choques y tropiezos. El mensaje del simposio, arrugado en el bolsillo de su gabardina, se siente pesado como un montón de piedras. De verdad, de verdad, espera que Kaori tenga una explicación que le permita volver a respirar con normalidad. De otra forma, no importa qué le puedan ofrecer, no hay forma de que vaya a ejecutar ese trabajo... ni tampoco que vaya a dejar que se lleve a cabo.

    No hay nadie frente al stand de la Agencia de Servicios Profesionales, además de la bruja que trabaja como asistente organizativa. La observa haciendo hablando con urgencia a través de uno de los comunidadores fabricados por Ellie, con un carlelito de "No disponible" sobre el mostrador tras el que está sentada. El hecho de que parezca estar tan ocupada, probablemente en la misión que tienen encima, hace que el sentimiento de urgencia crezca. «¿Tan rápido? ¿Ni siquiera nos vamos a reunir primero?».

    Cuando Madeleine pasa junto a la asistente, esta no se molesta en decirle nada; no sabe si es porque la reconoce, o porque está demasiado ocupada. De cualquier forma, luego de indicarle a Will que pase frente a ella, saca un anillo de su bolsillo y se lo coloca en un dedo de la mano izquierda; la pequeña gema roja brilla tenuemente, cuando el conjuro se activa protegiendo la sala de reuniones. El anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos protegería la conversación manteniéndola dentro de esas paredes, y solo dejaría que sus compañeros puedan escucharla.

    A primera vista, no reconoce a la única mujer que está dentro, una mujer con un cabello casi tan claro como el de Ellie y vestida con un traje ejecutivo, hasta que recuerda el hecho de que no se supone que es sabido que Kaori es la Líder del Simposio, un hecho el cual esconde detrás de la falsa identidad de Ivanna Volkov. Poco a poco, Madeleine se relaja y advierte que la mujer está rodeada por un aura familiar, donde percibe la Magia de la Oscuridad. La realización hace que afloje el agarre de su varita mágica, que había estado sosteniendo con fuerza, preparada para lanzar una maldición ante la menor señal de alerta.

    —Bueno, Kaori —habla Madeleine con firmeza, poco acostumbrada a dirigirse de esa forma a Kaori. Normalmente, es más amable con ella que los demás, pero hoy eso se le hace especialmente difícil. Aunque se había estado esforzando en mantener su ansiedad a raya (y no es que estaba haciendo un buen trabajo de todas formas), ver a su compañera hace que vuelva a darle vueltas a todo el asunto y comience a alterarse—, puedes explicar... ¿qué se supone que es esto? —susurra con la voz ronca, sacándose el pergamino del bolsillo y golpeando la mesa con este— Porque sinceramente, lo único que se me ocurre es que te hayas equivocado de Malfoy. Tantos que podríamos eliminar sin remordimientos, ¿y justamente hay que matar a uno de los que está de nuestro lado?

    @ Kaori M.  @ Hobb Graves

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  11. Rhiannon Kincade

    Cuando sus ojos distinguen las begonias del jardincito del arcano, recuerda estar agachada en la tierra, sus rodillas y zapatos completamente sucios. Nunca le gustó jugar en la tierra, al aire libre; siempre odió ensuciarse y sentirse monstruosa. Aún así, intentó hacer su mejor trabajo en aquella visita a Sajag, cuando recibió la orden de colaborar en la labor de jardinería junto a otros pupilos. A pesar de que la tarea no fue para nada algo agradable para ella, no se atrevió a cuestionar las maneras del arcano; tenía muy en claro que el expero era él, no ella. Y ella quería mantener a raya las visiones... Eso fue lo que le dijo, cuando tuvo que justificar su visita. Los sueños —las pesadillas— no la dejaban en paz y ella ya tenía muchos problemas encima como para sumar algo más a su lista. Sin embargo, cuando el arcano le ofreció su mano y la invitó a pasar, sintió temor.

    «Niña, definitivamente enseñarte no será una pérdida de tiempo», le había dicho Sajag. Pero, ¿aprender no iba a empeorar su problema? Ella sabía que los demás acudían al arcano para abrir el llamado Tercer Ojo, pero ella más bien quería cerrar esa maldita caja de Pandora. Y cuando, para su consternación, el instructor mencionó la bola de cristal, fue la gota que colmó el vaso. Ya había tenido una experiencia con una de esas malditas cosas en una clase de Castelobruxo, intentando buscar respuestas, y lo que había visto no era tan alejado de sus pesadillas. Su propio futuro. No tenía que ser una Vidente para saber cuál era, y no necesitaba más recordatorios. Así que decidió que cerraría esa puerta ella misma.

    Pero, claro. Nuevamente está allí, con una cajita de matcha en las manos. Recordó que la última vez había llevado un vestido verde, así que esta vez eligió uno azul cielo, pues no quería ser recordada con la misma indumentaria; y nuevamente escapó de los colores oscuros, pues con lo pálida que estaba su piel, estos la habrían hecho lucir como un espanto. Hizo un intento por ocultar las ojeras con maquillaje, pero al final tuvo que colocar un par de gotas extras de poción embellecedora en su perfume para poder lucir tan bella como en verdad era, en lugar de esa máscara atroz que las pesadillas y el temor colocaban en su rostro. Con su cabello, sin embargo, no hubo forma de que luciera bien al natural, así que se hizo un moño a la altura de la nuca, con elaborazas trenzas cruzadas. Una apariencia cuidada demuestra respeto y apreciación, eso es lo que le enseñaron toda su vida, y si va a visitar a un importante arcano —especialmente luego de una huída— tiene que lucir perfecta.

    Toma un gran respiro, con los ojos cerrados, y luego de unos segundos levanta el rostro y avanza hasta la puerta, para dar un leve golpe con los nudillos de la mano libre. Casi puede oír la voz de su padre detrás de su oído. «Cuando abra la puerta, harás una reverencia, entregarás la ofrenda y le rogarás que vuelva a aceptarte».

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    La sonrisa desaparece de sus labios cuando un pergamino con el sello del Simposio de Ladrones aparece en su mano. Es... inusual, cuando menos, recibir un mensaje a la luz del día, a sabiendas de que se encuentra en horas de trabajo con el MACUSA y no puede abandonar su puesto, aunque no esté haciendo nada importante. Además, sabe que una misión de la agencia no podrá tratarla con la misma ligereza con la que se ha tomado la seguridad para el evento; por lo tanto, ese pergamino representa el final de una mañana tranquila y el comienzo de una misión quizás más molesta. 

    —Parece que ahora hay algo más por lo que preocuparse —masculla Madeleine, soltando la mano de Will para arrancar el sello del Simposio y leer el mensaje que creyeron pertinente que recibiera cuanto antes. A primera vista, reconoce que se trata de un contrario hecho con la Agencia de Servicios Profesionales. Es un contrato vinculante para ambas partes, sellado con magia de sangre, que obliga a ambas partes a cumplir con el acuerdo especificado. Y si no lo cumplieran, no hace falta decir cuáles serían las consecuencias. «El pacto se sella con sangre, y se paga con sangre». Normalmente las condiciones no le preocupan y no suele cuestionar las misiones que le encargan, pero un nudo se le hace en el estómago cuando lee el nombre de la persona a la que hay que "desaparecer".

    Ludwig Malfoy. ¿Qué significa eso? Madeleine es consciente de que ella puede ser un poco más moralista que sus compañeros del Simposio, especialmente cuando sus asuntos se intersectan con la Orden del Fénix o su vida. No conoce mucho a Ludwig, pero sabe que tiene cierta trayectoria en la Orden del Fénix, incluyendo ser Lugarteniente junto a su prima Ellie. Y eso por no mencionar que es una figura pública, siendo uno de los candidatos más queridos para ser Ministro de Magia. ¿Quién querría hacerlo desaparecer? Pero, todavía más importante, ¿por qué la agencia había aceptado ese trabajo? ¿Por qué tenía que enterarse ella de eso? Ahora tenía que hacer algo, ¿no? Primero que nada, comunicarse con los demás y tratar de entender qué es lo que está sucediendo.

    Se imagina la respuesta que le darían sus compañeros. «Solo son negocios, no es nada personal». Pero es incapaz de tener esa visión al cien por ciento, y ella no está en ese "campo laboral" porque se apegue mucho a esa ética laboral. Sólo trabaja para el Simposio porque sabe que es buena en ese tipo de trabajo y, aparentemente, no hay forma de que sea capaz de tener un trabajo normal, de la misma forma en que tampoco es capaz de tener una vida normal. Pero esto que está frente a sus manos, es algo que no puede ni quiere hacer, no importa a quién decepcione ni qué consecuencias le traiga. Aunque, quizás no debería preocuparse tanto. Kaori es la Líder del Simposio, y pertenece también a la Orden del Fénix. Y ella no querría matar tampoco a Malfoy, ¿cierto?

    —Me acaban de encargar un asesinato, pero de verdad, de verdad quisiera no tener que hacerlo —dice en voz baja, volviendo a enrrollar el pergamino para guardarlo en el bolsillo de sus pantalones—. ¿Quieres venir? Necesito conseguir a alguien del Simposio, y creo que todos deberían estar por ahí —sin contar a Slithering, que seguramente esté resguardado en algún lugar el cual incluso ella desconoce, Graves no debería estar lejos y la propia Kaori debe estar en el stand de la Agencia de Servicios Profesionales.

    Mandar un patronus sería exagerado,  así que toma el galeón falso encantado que usa para comunicarse con Kaori, Graves y Slithering, y con un toque de su varita de ébano hace que las letras cambien para escribir un mensaje breve: reunión stand ASP -M.

    @ Hobb Graves  @ Kaori M.  @ Ludwig Malfoy  @ Goderic Slithering

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    Aunque preferiría estar trabajando en su taller habitual en el Callejón Knockturn, confía en que es capaz de superar esta pequeña aventura que se impuso a sí misma. Mientras se da la vuelta para recoger de detrás del mostrador sus herramientas y su varita de sicomoro, se dice a sí misma que tiene que controlar la sonrisa de suficiencia que ha ido apareciendo en su rostro a medida que ejecuta el plan en su cabeza, pues no quiere pasar por una persona egocéntrica ni extremadamente confiada, y mucho menos hacer pensar a Adrian que no está tomando con seriedad el asunto. Porque aunque Ellie no es una persona que entienda mucho el arte, ni sea capaz de ver el mundo por lo que podría ser, se toma muy en serio muy trabajo y no soporta la idea de defraudar luego de prometer que haría algo, incluso si se trata de defraudar a una persona prácticamente desconocida. Sí, por supuesto que se lo toma en serio... Pero, ¿no puede disfrutrar ese pequeño desafío, de todas formas?

    Adelantándose al hecho de que el cabello le va a estorbar mientras esté trabajando, comienza a recogerlo en un moño a la altura de la nuca, mientras Adrian le explica el tiempo que tienen para el trabajo. Internamente Ellie se dice que no es un plazo terrible, aunque no ideal; sin embargo, debería ser suficiente, o de lo contrario debería quemar los montones de certificados de estudios mágicos que ha acumulado con el pasar de los años. Capta la mirada del mago y frunce el ceño, extrañada, sin saber muy bien qué es lo que quiere que le diga; sin embargo, aunque no llega a usar la legeremancia, percibe el sentimiento de urgencia y comprende que no respondió en voz alta. Está demasiado acostumbrada a trabajar sin nadie más presente. 

    —Deberías relajarte, es mi trabajo estar preocupada —replica Ellie, luego de asegurar su moño con una última nodriza. Decide apartar la mirada, pues se dio cuenta de que pudo captar una emoción fácilmente, y no desea atrapar ningún pensamiento en un descuido. Sería demasiado poco profesional—. Ya tengo un plan. El problema no será tener un piano en nuestras manos, sino afinarlo. ¿Pero tú lo sabes tocar, me imagino? Con una canción debería bastar para calibrarlo.

    Sobre el mostrador, acomoda con parsimonia la caja metálica con distintas herramientas mágicas, así como su varita mágica. Y, finalmente, su preciado Grimorio de Hufflepuff. Sin embargo, antes de elegir qué encantamientos utilizará, necesita una pieza muy importante. Se ve obligada a agacharse para buscar en las cajas traídas por Madeleine aquellos objetos que no consideró aptos para su exhibición. La mayoría son simplemente baratijas, quizás agradables a la vista como joyas y cristales, pero sin demasiado potencial mágico —aunque podrían contener muy hermosamente cualquier maldición, pero no sabía qué tan buen visto sería ese negocio en el evento—. Luego de volcar algunas cajas en el suelo, causando considerable ruido, encuentra lo que estaba buscando. Un pequeño piano de cola de jueguete, de una casa de muñecas antigua que nunca terminó de restaurar.

    —¿Lo ves? Acá está tu piano —dice Ellie con ligereza, encogiéndose de hombros luego de colocar el piano rosado sobre el mostrador—. Bien, quizás hay que "comprimir" un poco la cola. Y luego hacerlo todo más grande, y trabajar en el mecanismo interno... Pero ya estamos a medio camino, de verdad —asegura.

    @ Adrian Wild

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    A pesar de que recibe justamente lo que ella misma pidió, observa el vaso con cierta resignación. Aunque es habitual el sentimiento de añoranza, sigue sin estar acostumbrada al golpe que conlleva; sin embargo, por lo menos es capaz de tragárselo en unos momentos y seguir adelante. Deja los limones a un costado, quizás para comérselos como una rodaja de naranja al terminar su bebida, y le da un gran sorbo al vaso. No había advertido lo sedienta que la había dejado el trabajo matutino. Sabe que una bebida sin alcohol no aliviará el cansancio de sus músculos, ni hará divertida la larga jornada que le queda por delante, pero por lo menos le quita la sed y la refresca.

    Entre sorbos, levanta la mirada hacia Will cuando vuelve a hablar. Sus palabras la toman por sorpresa, casi provocando que se atore con la bebida, pero es lo suficientemente astuta para evitar un bochornoso ataque de tos. Sin embargo, no puede controlar el calor que invade su rostro, como si en lugar de agua con gas se hubiese tomado un shot de vodka seco. Esos ataques de Will hacen muy difícil su trabajo de mantener su comportamiento habitual, y más cuando la agarra tan desprevenida. Él es su punto débil, y no puede evitar preguntarse si él lo sabe y por eso aprovecha la oportunidad para hacerla abochornarse, o sólo es algo que sucede naturalmente.

    Una vez más, aunque esta vez por razones diferentes, bebe un sorbo de su bebida imaginando que tiene alcohol y se esfuerza para sonreír levemente, sin dejar que su nerviosismo se vea. Quizás sea una estupidez, pero Madeleine siempre ha odiado aceptar que necesita a las demás personas; todavía le acuesta aceptar que aquello no es debilidad. Una cosa es que en una misión o una batalla, algún compañero que apenas conoce cubra su espalda; pero si se trata de un ser querido, alguien a quién más bien ella debería ser capaz de proteger, el tema es mucho más complicado. Mientras más quiere a alguien, más difícil es aceptar cuanto puede necesitarlo. Y con Will, bueno...

    —¿Ah, sí? —logra decir, sonriendo con malicia, recordándose que tiene que actuar normalmente. Aún así, sabe que está hablando con franqueza, confiada porque están suficientemente apartados de los demás— Te tomaré la palabra, entonces —murmura, atrapando una de las manos de Will—. Pero no hay nada que odie más que las promesas vacías, ¿sabes? —dice con tono amenazador, aunque luego suelta una risa inocente. 

    »Y ya no te preocupes por Graves. Yo sé que él puede ser est****o, pero no creo que lo sea tanto como para mudarse a un lugar donde no tendrá un niñero gratuito —y eso por no mencionar que se rumoreaba que retomaría el mando de la Orden, lo cual podría ser un ancla más a Inglaterra. Aunque, claro, esa información no podía soltarla así como así

    @ Hobb Graves

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    Tiene la sensación de que el muchacho se le es familiar, mas no podría identificar de dónde. Aquel es un fenómeno común en la comunidad mágica, al frecuentar lugares como el Ministerio de Magia o el Callejón Diagón, así que no le da muchas vueltas. Al verlo más de cerca, su preocupación es todavía más evidente y no puede evitar que esta se le contagie un poco; aunque no habló mucho al respecto con Madeleine ni con los demás, el incidente ocurrido en el Hospital St. Mary Jauncey la aterró y le trajo recuerdos enterrados de la Batalla de Hogwarts, y en el fondo de su cabeza está el temor de que la misma amenaza ataque este evento. Pero a medida que el mago habla, explicando que lo que extravió es solo un mueble, se tranquiliza.

    El hecho de que no consiga a nadie de la organización no le sorprende para nada. Según lo que le dijo Madeleine esa misma mañana, mientras se quejaba de que Graves la hizo abandonar su día libre para apoyar en la seguridad del evento, tuvieron que hacer muchos ajustes en la organización del Mercado y añadir muchas labores extra. Seguramente los empleados del MACUSA estén ocupándose de mil cosas a la vez, y no vayan a darle mucha importancia a un piano perdido. Sin embargo, no sabe si es acertado comentar eso en voz alta, ya que el evento se supone que es una forma de alejar esos temores.

    Se limita a observarlo en silencio, sin saber muy bien qué decir que no sea sólo una reafirmación de que no hay muchas alternativas, ni tampoco una promesa vacía.

    —¿De verdad es tan importante un piano? —pregunta Ellie, confundida, pues sigue sin entender por qué es tan importante— ¿Es para algún tipo de espectáculo?

    Supone que no hay mucho que pueda hacer, de modo que la siguiente pregunta del mago la toma desprevenida. Ellie suelta una risa nerviosa.

    —¿Un piano...? —suelta, volviéndose hacia el stand y echando un vistazo rápido— Sin duda es una solicitud peculiar...

    Sin embargo, una pequeña bombilla se enciente —figurativamente— sobre su cabeza. Es una oportunidad de hacer negocios y sacar a relucir sus talentos manipulando objetivos, ya sean mágicos o muggles. Las conexiones son útiles, y últimamente muchas.

    —No lo creo —responde Ellie con franqueza, dando un vistazo rápido por los mesones. ¿No había por ahí una casa de muñecas?—, pero estoy segura de que algo puede hacerse —dice inocentemente, con una sonrisa, diciéndose que hay que aprovechar las oportunidades—. Soy Ellie, y sería un placer hacer negocios. ¿Cuánto tiempo tenemos?

    @ Adrian Wild

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    Ellie sonríe, aliviada, cuando finalmente su stand está listo. Busca a Madeleine con la mirada para agradecerle su ayuda, pero se da cuenta de que se ha quedado sola con su sobrina Maevë. ¿En qué momento se habría ido? Con los brazos cruzados sobre el pecho, sale detrás del pequeño mostrador que hace las veces de mesa de trabajo y camina entre los mesones donde están expuestos sus artefactos, hasta llegar al frente de su stand y poder asomarse hacia los demás. Pasea la mirada por los establecimientos vecinos y, a lo lejos, reconoce la silueta de Madeleine en su uniforme de seguridad. Está en el stand de Bratvá, lo cual hace que Ellie se extrañe. ¿Un trago a estas horas? ¿No se supone que está en un régimen de alcohol? Pero, bueno, supone que no es asunto suyo.

    Además, ahora mismo tiene otras preocupaciones. Cuando comenzó a armar su stand, no había ningún otro stand dispuesto, de modo que Ellie se había sentido bastante confiada de que su mostrador —y mesa de trabajo—, con herramientas llamativas, así como los mesones en los cuales estaba dispuesta una muy selecta colección de artefactos restaurados iba a lucir bastante bien. Pero ahora que echaba un vistazo a los otros stands, bastante más cautivadores e interesantes, comenzaba a preocuparle no tener ningún visitante ese día. Sería un día de tiempo, esfuerzo y dinero perdido... 

    Sin embargo, se obliga a sacudir la cabeza. Tiene que mantener una actitud positiva. Se repite lo que siempre le dice a Eve: que lo importante no son las apariencias, sino las habilidades.

    Recostada junto a uno de los soportes del toldo, observa a un mago joven que camina entre los otros stands, con la apariencia de estar buscando algo. Ellie pierde la esperanza de que sea un cliente al que pueda hacer entrar a su stand, pues el evento ni siquiera se ha abierto "oficialmente" al público, de modo que supone que viene como parte de algún negocio.

    —Disculpa, ¿se te perdió algo? —pregunta Ellie, cuando el mago está los suficientemente cerca como para oírla sin tener que gritar. A esas alturas, ya lo había estado observando en su búsqueda por algunos segundos.

    @ Adrian Wild

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    Si bien en el stand hay unas pocas mesas con asientos, Madeleine se dirige hacia la barra donde está Will. Luego de un vistazo rápido, confirma que en efecto, el lugar parece una pequeña exposición del auténtico Bratvá, casi como si hubiesen trasladado una fracción del local al parque. Puede sentir la mirada de los camareros sobre ella, lo cual atribuye a las cicatrices. Aunque su uniforme —que consiste en una camisa blanca de mangas largas, un pantalón ancho negro y una gabardina gris— cubre la mayor parte de su piel, todavía están expuestas las marcas de quemaduras que ascienden por su cuello y los rasguños y cortes en su rostro, cicatrizados hace ya varios años. Normalmente no le da importancia a quiénes sus cicatrices puedan incomodar, pero no aprecia las miradas descorteses, de modo que les devuelve la mirada con fastidio hasta que los obliga a apartarla y dispersarse, como si las mesas necesitaran una mano más de limpieza. 

    A sabiendas de que hay personal de seguridad de sobra y sin Graves a la vista, Madeleine se sienta en un taburete frente a la barra, diciéndose que se merece por lo menos un pequeño descanso luego de ser la mula de Ellie desde tempranas horas de la mañana. «Esos tales Nuevos Rastreadores tendrían que estar extremadamente aburridos para atacar este lugar, sinceramente...», dice para sus adentros.

    —Bueno, supongo que lo importante es la actitud —comenta, rodando los ojos. A esas alturas, ya está acostumbrada al exceso de confianza que Will solía demostrar, especialmente en un lugar tan público. Aún así, el traje seguía pareciéndole gracioso, pero no podía decir que no era agradable a la vista, por así decirlo—. No sé por quién me tomas, definitivamente no me alcoholizaría en horario laboral —suelta Madeleine, sacudiendo la cabeza. Quería soltar una risa, como si fuera una broma, aunque hace no demasiado tiempo era justamente lo que hacía. no importa el tiempo que pase sobria, el temor de recaer tan mal se sigue sintiendo como una amenaza que le respira en el cuello. Se obliga a tomarse un par de segundos para mantener a raya su ansiedad.

    La última vez que tuvo una recaída de verdad, fue justamente la ocasión en que conoció a Will, poco más de un año atrás. Madeleine es consciente de que hay muchas cosas problemáticas en la forma en que todo comenzó, como el hecho de que su primer encuentro sucedió cuando ambos estaban bastante intoxicados y perturbados con asuntos que no tenían que ver el uno con el otro. Lo más lógico habría sido que no volvieran a cruzar una palabra y que se aseguraran de no volver a toparse, en un intento de preservar la dignidad. Pero, como la vida no tiene ningún sentido narrativo, de alguna forma ahí están. A esas alturas, sabe que no tiene caso pensar en qué habría pasado si hubieran sido personas más decentes y maduras, que no solucionan sus problemas con estupefacientes. Lo que importa es la vida real y sus intentos de tener una vida lo menos problemática posible.

    —De todas formas, tengo algo de sed, una agua con gas estaría bien —suspira.

    Cuando levanta la mirada hacia Will, advierte que parece estar intentando prestar atención a algo, como si le estuvieran hablando. Madeleine recuerda los comunicadores al estilo muggle en los que Ellie estuvo trabajando hace algunas semanas, un proyecto del Departamento de Tecnomagia y cuyo uso se había adoptado en algunas secciones del MACUSA, principalmente entre los aurores. Madeleine tiene uno que está enlazado al "escuadrón especial" del Presidente, pero está en el bolsillo de sus pantalones. De todas formas, las palabras de Will le dan una pista de a quién estaba escuchando.

    —No diría que pidió ayuda —masculla Madeleine, poniendo los ojos en blanco—. Me obligó a tomar esta misión. Por lo menos me prometió un bono, y unas vacaciones pagas luego de que se calme el asunto de ya-sabes-qué —añade por lo bajo, evitando mencionar a los Rastreadores en voz alta. Algo había oído de que Hobb era la nueva cabeza de los Aurores del MACUSA, lo cual le trae recuerdos del mago sugiriendo fuertemente a Slithering que reemplazara al director de aurores que "permitió" el ataque ocurrido en la inauguración del Hospital; supone que esa "sugerencia" es lo que lo llevó a ser la cabeza del cuartel—. A pesar de todo, pareciera que acá las cosas no son tan caóticas como en Inglaterra —murmura, frunciendo ligeramente los labios.

    »Pero, ¿quién sabe? Quizás el resultado de estas elecciones haga que Hobb reconsidere su decisión de mudarse.

    @ Hobb Graves

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  18. Aquí vengo a ejercer mi derecho a la democracia, antes de que se me olvide.

    Primero que nada, felicitaciones a todes les nominades, incluides quiénes no figuran en esta lista pero fueron mencionaron en el otro topic, y (acá sí lo diré xD) suerte a todes. Apoyo lo que comentó Dennis arriba, no hay dudas de que todos tenemos cariño por la Orden y también sé que todos los nominados y mencionados se merecen bastante reconocimiento por su dedicación. Como siempre, gane quien gane, la Orden es la Orden y acá estaremos cada vez que el mundo muggle nos de un respirito.

    Decidí que mi voto será para @ Hobb Graves . Confío en que puede hacerse cargo de la Orden, esforzarse para sacar adelante los proyectos que en su momento (nos) quedaron pendientes y especialmente, que es consciente de que ser líder puede ser una labor ingrata pero tiene el carácter para afrontarlo. También confío en que en las negociaciones vela por los intereses de la Orden, es intenso en defender nuestros derechos fenixianos y no acepta que le metan gato por liebre (?).

    Y bueno, eso es todo, una vez más suerte para todos y nos veremos al otro lado de las elecciones 👽

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  19. Alcanza a escuchar la queja de Graves de quién fuese que estuviese a cargo de los Aurores del MACUSA, por permitir aquel ataque. Aunque Madeleine puede entender de dónde viene el enojo y la frustración, no puede decir que no siente algo de culpa por no haber sido más paranoica. A decir verdad, la consterna bastante el hecho de que algo de aquel calibre haya sucedido frente a sus narices y no hayan podido hacer nada por impedirlo. Tanta destrucción, tanto dolor, quizás incluso muerte... ¿y de verdad no había nada que pudieran haber hecho? El dolor de sus uñas hincándose en las palmas de sus manos le recuerda que tiene que respirar, y seguir adelante. Actuar en lugar de lamentarse y buscar culpables.

    —¿Pero no se tomaron medidas anti-muggles? —replica, luego de que Graves enviase algunos patronus—. Sé que estas formas no parecen mágicas, pero no veo cómo personas sin magia pudieran haberse colado y organizado lo suficiente como para lograr lo que hicieron. Cuando mínimo sería necesaria un poco de colaboración interna...

    Madeleine se sobresalta al sentir una mano en su hombro, pero al mirar hacia atrás encuentra a Ellie, cuyo rostro pálido está lleno de polvo gris. Sostenida con las manos temblorosas, tiene la cámara mágica prácticamente destruida. Aunque reconoce que está asustada y nerviosa, por lo menos está a salvo, así como las personas que lograron refugiarse bajo su encantamiento; sin embargo, estas ya están evacuando el lugar. Cualquier vida salvada es un alivio y una victoria, pero eso no significa que las bajas no sean dolorosas ni vergonzosas.

    —De momento, enfoquémonos en evacuar a los civiles y hacer una inspección del edificio —dice Madeleine, esperando que suene a un plan coherente, aunque es consciente de que le cuesta pensar con claridad dada la situación—. Una vez hayamos confirmado que el atentado de verdad ha terminado, podemos investigar más a fondo qué demonios es lo que sucedió.

    @ Hobb Graves  @ Goderic Slithering  @ Kaori M.

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  20. PwNXERM.gif

    Con paciencia, Ellie destapa las cajas y extrae los artefactos uno a uno; los examina inquisitivamente antes de realizar un asentimiento y decidir que puede incluirlos en la exposición del stand. Si tiene el rostro cansado y ojeras bajo los ojos, es porque pasó una gran parte de la noche puliendo y acicalando los objetos elegidos para este evento, asegurándose de que lucieran en perfecto estado y eliminando cualquier rastro de polvo o de olvido. Es muy consciente de que el último año descuidó su negocio personal, al embarcarse junto a Rory en el proyecto de los Centros de Educación Comunitarios; sin embargo, ahora que este por fin se dió a conocer en el mundo mágico, siente que se libra de una gran carga y puede regresar a sus propios asuntos. No es que se arrepienta de aquella inversión de tiempo, pero sin duda tiene que volver a encaminar su negocio y su carrera. Y este evento le pareció la forma perfecta de hacerlo.

    —Oh, por fin, la última —suspira Ellie, aliviada, al ver a Madeleine dejar una caja de cartón con un código identificador escrito al costado. Al revisar una vez más el montón, asiente, segura de que son todas las cajas que registró a nombre de El Trastero.

    Madeleine no puede evitar dirigirle una mirada de indignación al oirla, sonido agobiada como si todo este tiempo no hubiera estado bajo la sombra del toldo, mientras que ella tuvo que hacer varios viajes y ni siquiera pudo ahorrarse trabajo mediante la aparición o el uso de portales, debido a las medidas de seguridad implementadas a último minuto en el evento. Se obliga a cerrar los ojos, tomar una gran bocanada de aire y contar hasta diez.

    —Muy bien, todas tuyas —repone Madeleine, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

    Ellie, ajena al mal humor de Madeleine, asiente con una sonrisa de alivio y se dispone a terminar de acomodar su stand. Sobre la mesa, en un marco de madera, hay un pergamino con el nombre de su negocio y la descripción de los servicios que ofrece, de modo que los transeúntes puedan leer la información al pasar por el frente. Y en el resto de la mesa están acomodados algunos artefactos mágicos restaurados y mejorados por si misma, aunque ninguna de sus invenciones debido a que todavía no ha presentado las patentes correspondientes. De todas formas, se siente orgullosa del trabajo que puede presentar y espera comenzar a darse a conocer de forma profesional.

    Madeleine decide dejar a Ellie terminar de acomodar su stand, ya que no parece necesitar más su ayuda. Ya algunos de los otros stands parecen estar preparados para recibir visitantes, y aunque el aroma del café le hace cosquillas en la nariz, se recuerda que no está allí por ocio. Se supone que está allí como personal de seguridad, aunque le sigue fastidiando que la hayan llamado de último minuto, y más sabiendo que el MACUSA tiene una gran cantidad de Aurores legítimos. «Todo por esos molestos "Nuevos Rastreadores"», piensa, sacudiendo la cabeza. Si les preocupa tanto esa nueva amenaza, ¿por qué no suspender el evento? No sé vería como una señal de cobardía ni de paranoia, sino de cautela. Ella confiaría en un gobierno cauto.

    Pero tampoco le importa mucho el tema, y la paga no le molesta. Se aseguró de dejar en claro que por la llamada a último minuto, tendría que haber una compensación económica adicional.

    Detiene sus pasos al llegar al stand de Bratvá, el negocio que solía pertenecer a Bastian. Pasa la mirada por las botellas de vodka, pero obliga a sus ojos a seguir de largo. Está en servicio y, se supone, todavía está intentando pasar sobria la mayor parte del tiempo. Tanto como sea posible, a pesar de los tropiezos. Will parece estar a cargo del stand, lo que la toma por sorpresa, pues le cuesta imaginar que hubiera aceptado ese trabajo de buenas a primeras.

    —Lindo uniforme —musita Madeleine, conteniendo una carcajada, porque sin duda su indumentaria era diferente a la habitual—. Muy pintoresco.

    @ Hobb Graves

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  21. Hola, me paso a nominar o/

    Este año mi nominado será @ Ludwig Malfoy Haughton , lo he visto muy constante e interesado en el rol del CMI desde que retomó el foro prácticamente, y el poco tiempo que pude trabajar con él como lugarteniente me pareció un jugador con muchas ideas y mucha energía, y creo puede refrescar mucho el juego.

    No desearé suerte a nadie porque quiero que gane mi nominado, sorry not sorry (?

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  22. Mientras el discurso de Valkyria se prolonga, Madeleine lucha, plantada en el punto donde está parada, con la ansiedad que crece exponencialmente en su pecho. Intenta convencerse de que sólo es paranoia, y que no sucederá nada malo. No hay una amenaza real, está todo en su cabeza. Siempre es así, en todas las misiones; siempre tiene que obligarse a mantener la calma, a apegarse a la evidencia y no a lo que cree sentir. Siempre la han tildado de paranoica, de exagerada... y es consciente de que hay verdad en eso. No puede seguir arruinando misiones por culpa de ese comportamiento errático, y menos cuando no es ella quien las comanda ahora; no puede arruinar el esfuerzo de los demás, por su incapacidad para mantenerse bajo control. Así que intenta enfocarse en las palabras de Valkyria, aunque hace rato dejaron de tener sentido, y aprieta las manos con fuerza para controlar los temblores, sintiendo las uñas clavarse en la piel de sus palmas. «Todo está bien. Todo...».

    Pero no puede continuar con el mantra cuando una corriente eléctrica recorre su brazo derecho. No necesita bajar la mirada y ver la esfera de obsidiana resplandeciendo en el anillo detector de enemigos para saber que esta vez el peligro no está en su cabeza. Madeleine toma a Ellie de la muñeca, ignorando su protesta al interrumpir la captura de una fotografía, y hace que se vuelva hacia ella para mirarla inquisitivamente a los ojos, de modo que ésta puede leer en ellos lo que sin duda demoraría más explicar en palabras. Ellie, en efecto, al observar la urgencia en la mirada de su prima se toma el atrevimiento de emplear la legeremancia para tomar un par de pensamientos superficiales y entender qué es lo que ocurre.

    —P-peligro —tartamudea Ellie, en un susurro.

    Sin embargo, la alarma sólo alcanzó a llegar un par de instantes antes de la primera explosión. Pero de esa forma por lo menos Ellie, en lugar de quedarse paralizada por el shock, alcanza a tomar su varita mágica y conjurar un fortificum. Una muralla de piedra se levanta inmediatamente desde el suelo, adecuándose a la forma ordenada por Ellie en su hechizo. La "pared" no tiene la forma típica, sino que parece más bien una especie de puente o arco, cuyos lados están expuestos, pero bajo el cual pueden ponerse a salvo varias personas. El hechizo apareció justo encima de donde Ellie, Madeleine y varias personas estaban; aún así, por instinto, todos se protegen la cabeza con las manos y se sobresaltan al escuchar los escombros caer. Ellie se estremece al reconocer que más allá de donde conjuró el fortificum, hay muchos gritos de pánico y de dolor, pero siente los músculos tensos y no es capaz de pensar con claridad. El shock comienza a llegar en oleadas tardías, ahora que la adrenalina parece haber abandonado su sistema y que se siente ligeramente a salvo bajo la estructura de piedra.

    Madeleine, sin embargo, sabe que debe hacer algo.

    —Quédate aquí —espeta Madeleine, hablando por encima de su hombro—. Y mantenlos a salvo.

    Y prácticamente desaparece, sin hacer el más mínimo susurro, controlando la energía de su entorno para moverse ágilmente entre las personas que corren. Aunque siente el impulso de detenerse a proteger a las personas, es más fuerte el instinto de buscar a quién o quiénes hayan estado detrás de aquel atentado; sólo de esa forma, todos pueden verdaderamente estar a salvo. Apenas hace un esfuerzo para que aparezca en sus manos un arco hecho de pura Magia de la Oscuridad, al igual que el carcaj de flechas heladas colgado a su espalda. Toma una flecha y la coloca velozmente en el carcaj, mientras sus ojos buscan al enemigo, pero sólo puede ver empleados del MACUSA y personas asustadas. O huyeron, o están ocultos. De cualquier forma, parece que lo que buscaban no era comenzar un enfrentamiento, sino simplemente sabotear la inauguración y (o) atacar al MACUSA para ¿demostrar algo? ¿Sembrar pánico? 

    Es por accidente que llega hasta donde están Graves, Slithering y Kaori, esta última aparentemente ayudando a una mujer.

    —Si esto fuera obra de mortífagos, habríamos visto alguna marca tenebrosa —dice Madeleine, deteniéndose frente a ellos, pero sin dejar de mirar alrededor, esperando ver algo que le de información de lo que acaba de ocurrir—. Pero nadie ha salido a llevarse el crédito de esto. ¿Por qué? ¿Qué demonios es esto? —masculla por lo bajo.

    Una vez más vuelve la mirada al lugar donde estaba el público; muchas personas salieron corriendo, pero otras no pudieron hacerlo y están heridas o confundidas. Los funcionarios del MACUSA que no se vieron heridos parecen estar buscando en qué ayudar; entre ellos, Madeleine reconoce a Matt Ironwood, que si mal no recuerda es parte del FBI.

    —¡Ironwood! —llama Madeleine, como si tuviera derecho para hacerlo, cuando probablemente el mago tenga más jerarquía que ella en el MACUSA— Acordonemos la zona —sin embargo, no tiene mucha esperanza de que eso haga alguna diferencia. Todo se volvió un desastre en tan solo unos instantes.

    No puede evitar pensar que el universo está haciendo un terrible trabajo en darle razones para mantener la calma cuando los pensamientos catastróficos y el temor irracional la invaden. Siempre hay que estar alerta, preparada para lo peor. ¿Cómo pudo hacer sido tan idi***?

    @ Syrius McGonagall  @ Goderic Slithering  @ Kaori M.  @ Hobb Graves

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    —Creo que soy la última persona que podría ayudarles a ponerse al día —replica Madeleine, al escuchar las preguntas que Slithering dirige al grupo y sabiendo que las respuestas que él recibiera podrían ser de utilidad para todos. Pero durante el último tiempo ella no había estado muy atenta a los sucesos ocurridos en la comunidad mágica británica, e incluso se había mantenido bastante alejada de sus amistades y conocidos; mirando atrás, sólo hay un borrón en su memoria, pero sabe que no ha sido tiempo perdido. Ha estado trabajando arduamente, para... para...—. De todas formas, parece que ya lo averiguaremos —murmura por lo bajo, sin prestar atención a Graves todavía medio-discutiendo con Kaori.

    Al ver el rostro de Rory, Madeleine se da cuenta de que ciertamente sí lo había visto hace muy poco, pero fue un encuentro tan rápido y un poco enredado que no pudieron hacer un intercambio. Aunque, bueno, ahora que lo piensa el mago sí que tuvo tiempo para hacerle un comentario a Kaori acerca de cómo era una "mala influencia", lo cuál sólo le hizo pensar que sin duda conocía muy poco a la bruja. No dijo nada, por supuesto, aunque la culpabilidad de acabar nuevamente con varios meses de sobriedad por un arrebato todavía le pesaba en el pecho. Por lo menos, no fue una noche llena de excesos, sino una velada más bien tranquila en la residencia de Slithering en Ravenrock y estaba segura de recordar toda la noche. Ya ni siquiera está segura de por qué decidió unirse a la "celebración". Normalmente esos arrebatos venían del enojo, de la tristeza, del miedo... pero, lo cierto es que sólo quería disfrutar de la compañía de ellos, por tonto que sonara. Y ya que aparentemente no había sido requerida en la misión a la cual había sido convocada a la casa de los Potter, era mejor aprovechar la noche.

     De cualquier manera, no tiene la más mínima idea de qué era lo que compartiría Rory en aquella conferencia y no puede ni siquiera intentar imaginar nada. De modo que sólo cruza los brazos, respira profundamente y espera no tener que escuchar la palabra "edicto".

    Lo primero que se le viene a la cabeza es, que si Ellie estuviera allí, habría enloquecido. Habría perdido totalmente la cabeza, pues solía compartir en voz alta sus pensamientos en contra de la segregación. De hecho, su colaboración con el Departamento de Tecnomagia justamente había nacido de su creencia en la colaboración mutua y el intercambio de saberes. Y también había participado en el proyecto de los Centros de Educación Comunitaria. ¿Ella sabría algo al respecto, o también la noticia la tomaría de sorpresa? Madeleine mira de soslayo a Slithering, pero no sabría qué pasa por su mente. Tampoco es capaz de saber qué piensan Graves, o Kaori; sin embargo, quiere pensar que pase lo que pase, habrá quien apoye a Rory. Porque, quizás no siempre esté de acuerdo con él, pero se considera una de las personas que vio su elección como un rayo de esperanza para la comunidad. 

    Y en cuanto a si está de acuerdo con él o no, es una pregunta más difícil de responder. Lo cierto es que para Madeleine no es extraña la idea de que los magos vivan junto a muggles, pues ella misma vive en un lugar principalmente muggle y desde hace ya un tiempo fue expuesto el Secreto Mágico, así que no es un cambio exageradamente drástico. Sin embargo, sabe que especialmente la comunidad británica está llena de personas anticuadas e intolerantes. No le preocupan los sentimientos de esos magos y brujas, pero sí el bienestar de las comunidad no-mágica. Ella confía en que Rory velaría por el bienestar de ellos, pero no cree que sea suficiente. Una vez más, quizás, tenga que entregar su varita para una causa mayor. 

    —De alguna forma, se siente como si esto no debería tomarnos por sorpresa —musita Madeleine, mirando a sus acompañantes—. Rory nunca mostró interés por reestablecer el Secreto Mágico, y siempre ha tenido una postura muy abierta acerca de la convivencia con la comunidad no-mágica. ¿Verdad? Espero que no cause mucho revuelo —añade por lo bajo, aunque está convencida de que es una afirmación muy ingenua.

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