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Ellie Moody

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Todo lo publicado por Ellie Moody

  1. Hito 5: Horrocrux No hay una forma sencilla de describir aquella experiencia; su propia mente ni siquiera ha terminado de entender lo que ocurre, y todavía le intenta dar alguna clase de sentido. Si solo hubiera poseído a Despard, podría hacerlo levantar, ver a través de sus ojos.En verdad, quizás sí lo intentara, podría hacerlo. Sin embargo, Madeleine ha estado escudriñando en su interior buscando aquel lugar donde se acumula la energía de Laura, hasta que finalmente puede sentirlo, como una extensión o una carga del cuerpo de Rory. Y a partir de allí, lo que intenta hacer es hacer que la posesión le permita llegar allá. Por supuesto que no es fácil. Hay una gran resistencia, a la que quizás podría sobreponerse de estar en mejor condición, pero no tan cansada, con tanto dolor y con una ira desbordante que amenaza con descontrolar su magia, que es tan sensible a sus emociones más oscuras. Se da cuenta de que puede estar progresando, cuando siente la perturbación y el dolor ocasionado por el ataque de Melrose.Y aquello la aterra, porque hay un gran problema: ha avanzando tanto en su posesión, que ha llegado a Laura y si aquella conexión se rompe, todo habrá sido en vano. Es algo bueno, pero también peligroso, que en ese punto la posesión depende más de aferrarse a Laura que de Rory. https://rolhl.foroactivo.com/t29p275-el-nuevo-ministro-de-magia#4122
  2. Hito 5: Horrocrux Ellie se ha mantenido en silencio... Expectante. No intentó disuadir a Madeleine, porque sabe que ello es un caso perdido. Cuando una idea se le mete en la cabeza, no importa qué hechos, datos y lógica intenté exponer, ella simplemente la ignora. Pero aunque Ellie no conoce mucho acerca de los clanes de la Orden del Fénix, tiene la idea general de que el hecho de que una oscuro ingrese dentro de un sacerdote es mala idea. ¿Aquello no causaría algún tipo de daño? ¿Si quiera funcionaría? Agradece con una sonrisa cuando Kaori se acerca a ayudar. La medimagia no es su especialidad, pero tiene cierta experiencia de un breve período en San Mingo que le permite leer los datos de Madeleine y Rory, aunque no es que aquello la tranquilice. De repente, al escuchar el ruido de la batalla, levanta la mirada hacia Melrose y la observa atacar a Laura Nielsen, pero luego del golpe inicial no insiste. Se pregunta si tiene que ver con la posesión. «Me siento tan...». Ellie está acostumbrada a ser la persona a la que los demás acuden cuando necesitan una respuesta certera. Está acostumbrada a tener respuestas, razones, explicaciones. Pero ahora, se siente tan inútil. Ceñuda, observa a Kaori intentar curar a Madeleine, pero advierte que la harina de su brazo va más allá de lo físico.
  3. Hito 5: Horrocrux Normalmente, la posesión que los oscuros son capaces de hacer debería durar poco tiempo. Madeleine sabe que, una vez más, pondrá al límite su magia y su energía. «Espero que estés feliz», es el último pensamiento que tiene, antes de que su mirada se quede en blanco y y su cuerpo desvanezca. Puede sentir... puede sentir el suelo bajo ella. Bajo él. Pero entonces, el dolor llega: un dolor punzante, que atraviesa todo su cuerpo y la invade desde adentro. ¿Qué es eso? ¿Es el dolor que le causa Laura a Rory, o el dolor que le causa la propia Madeleine a Rory? No está segura de querer averiguarlo. Lo que sabe, sin embargo, es que tiene que seguir aquel rastro. Ahora que está ahí, entiende lo que debe hacer: lo que hay dentro de Rory, es el puente para llegar hacia Laura y al horrocrux. Así como hay una conexión entre Laura y el horrocrux, también hay una con el párroco. Él forma parte de esta nueva ecuación. Y Madeleine puede moverse entre ellos. Tiene que encontrar dónde termina Rory y dónde comienza Laura. Quizás, si la alcanza, la manipulación que el escendia le permite, pueda alterar aquella conexión. ¿Podría separar las moléculas que unen el cuerpo de Laura y el horrocrux? ¿Acaso aquella conexión puede considerarse materia? O si tan sólo, por lo menos, fuese capaz de detectar un punto débil, un lugar donde los demás puedan atacar...
  4. Hito 5: Horrocrux Levanta levemente la mirada para observar a Kaori, que está ofreciendo su ayuda. Le gustaría no tener que repetir la dolorosa explicación de lo que está a punto de suceder, pero sabe que puede contar con el apoyo de la bruja. —Despard está en una situación crítica, hay un poco de la esencia de Laura Nielsen en su interior —le explica a Kaori, a la vez que hace un gesto hacia la Inquisidora. Madeleine apenas es consciente de que la mujer está siendo atormentada tanto por un demonio, como por su propia prima, pues su mente está enfocada en el párroco inconsciente—. Él... él está dispuesto a que entremos en su interior, porque quizás así entendamos la conexión que existe entre la Inquisidora y su horrocrux, así poder averiguar la forma de destruirlo —siente la garganta reseca, pero sabe que ya no hay marcha atrás. Cierra los ojos y se traga el pedrusco de nervios que se le acumula en la garganta—. Lo intentaré primero, pero quizás necesite su apoyo. »Además, hay que contener el horrocrux y ayudar a Melrose. Por fin, Madeleine le hace un gesto a Ellie para que se aparte y ocupa ella su lugar, colocando la cabeza de Rory sobre su regazo. Si cerrara los ojos e intentara adivinar quién es en base a su presencia, jamás podría adivinar que se trata de Rory. Aquella aura que lo rodea... aparece abrazarla. Y aquello es una terrible señal. Baja la cabeza, para indicarle a los demás que se concentrará en lo que debe hacer. En lo que, de cierta forma, le prometió a Rory hacer. Coloca las manos, la buena y la mala, en torno al rostro del mago y comienza a canalizar su energía psíquica, reuniendo magia suficiente para realizar el escendia.
  5. Hito 5: Horrocrux Cuando Slithering se acerca, Madeleine cierra los ojos, permitiéndose calmarse tan sólo un poco. Él parece estar en una mejor condición que los demás presentes, mucho más fresco, descansado, lleno de energía y con todas sus extremidades funcionales. —Utilizaremos el escendia, por supuesto —asiente Madeleine. No está segura de si Goderic tiene un mejor plan que ese, pero en aquella situación estresante es lo mejor que se le ocurre—. Yo... —comienza a farfullar, bajando la mirada hacia Despard. El papel de la Orden Oscura, es uno muy desgraciado en la Orden del Fénix. Nunca lo mencionan en voz alta, pero todos lo piensan. Los paladines son valerosos guerreros, con poderes asombrosos y una moral estricta e inquebrantable. Los sacerdotes son los elegidos de la Diosa, dotados de las bendiciones de la naturaleza, capaces de inspirar hasta al alma más miserable. Y los oscuros... ellos hacen el trabajo sucio, el que nadie más quiere hacer. Madeleine sabe que con cada misión, se vuelve más flexible con su moral y su criterio; con cada misión, es más fácil ir más y más lejos. Pero ahora, es más difícil que en otras ocasiones. Aunque no diría que Rory Despard es su amigo, es una persona que admira por apegarse tanto a sus creencias y a sus ideales, hasta el punto de ser una molestia. Madeleine sabe que él no es un charlatán. Él de verdad cree en lo que dice y sus acciones son acorde a sus palabras. Y lo que le hará la Magia de la Oscuridad a su cuerpo, ¿no es lo mismo que le está haciendo ese fragmento de esencia de Laura? ¿No le causará dolor y sufrimiento, también? Aunque tiene los ojos ya cerrados, recuerda con claridad su mirada de súplica. Pero no puede simplemente justificarlo, con que él lo pidió. A fin de cuentas, ella puede elegir no actuar. Pero ¿y qué hay de todo lo demás? ¿Todo lo que han sacrificado? ¿Todo el esfuerzo de Despard? —No importa lo que suceda —dice Madeleine, con la voz ronca—, no podemos detenernos hasta que entendamos lo que sucede con el horrocrux y sepamos qué hacer. Si no, todo será en vano. No puede evitar girar la mirada hacia Melrose, que se ha lanzado contra la Inquisidora. Se pregunta... si ella se da cuenta de que le están haciendo daño a Despard, ¿sería ella la siguiente en ser su víctima? De repente, siente una punzada en la cabeza. Ellie la está mirando y Madeleine comprende que escuchó aquel pensamiento.
  6. Hito 5: Horrocrux «No. No. No». Pero no tiene fuerzas para decirle a Despard que aquello es una locura, incluso para sus estándares. Él es un sacerdote de Avalon, ¿cómo demonios pretende hacer eso? ¿Quién sabe si aquello no le traerá problemas permanentes? Cuando abre la boca para protestar, se da cuenta de que no puede elaborar una frase coherente y sus ojos amenazan con cerrarse, y sus brazos amenazan con caerse, y su magia amenaza con apagarse... «Seguramente hay otra forma. Estamos ganando tiempo. Sólo tienen que pensar un poco más». Por supuesto, ya el sacerdote había tomado una decisión. Todo parece ocurrir en cámara lenta, un sueño bizarro, una tortura. ¿Por qué le tenía que dar esa responsabilidad? ¿Por qué... simplemente... no la dejaban...? «¿Por qué no puedo tener un solo momento de paz, Dios?». Apenas es consciente de que Ellie le pone un frasco en los labios y la obliga a beber varios sorbos. A diferencia de la primera vez que tomó aquel brebaje, en el taller de Ellie, no hace un gesto ante el sabor amargo y la textura desagradable. Se encuentra en un estado a mitad de la vigilia y el sueño, y ni siquiera se explica cómo todavía está conteniendo la magia de hielo. De no ser por el apoyo que le brindan los paladines, hace mucho que habría sucumbido. Lentamente, su visión se aclara y se enfoca, y los temblores aminoran. Es como si hubiera comido un trozo de chocolate, pero sabe que no es un milagro. Tiene... tiene que ser más cuidadosa, muy a su pesar, si quiere regresar a casa. —Estoy lejos de estar bien —responde con sequedad, a la pregunta de Graves. Aunque ha recobrado un poco de energía, su brazo todavía está afectado; si no está tan mal como Melrose o Despard, imagina que es porque la esencia oscura no es tan agresiva con alguien de su clase—. De todas formas, puedo mantener el hielo, sólo un poco más —añade, luego de mantener los ojos cerrados por un momento e intentar entender su situación actual—, pero no puedo seguir luchando en vano. Si atacaremos, tiene que ser un golpe certero. ¿Entiendes? Y para eso... Madeleine vuelve el rostro hacia Rory Despard, cuya cabeza está posada en el regazo de Ellie, mientras ella intenta ayudarlo, aunque es en vano. ¿Es Madeleine la única que entiende lo que ocurrió? —La energía oscura de Laura, la que estaba en Mel, ahora está en Despard —explica, mientras avanza hacia el sacerdote—. Creo que, de alguna forma, él pensaba que podría servirnos para entender qué sucede. Si lo poseo el tiempo suficiente, como intenté hacer con Laura, quizás podría... —pero se interrumpe cuando alcanza a ver a Melrose saltando hacia Laura, con una determinación que la asombra. ¿Qué es lo que pretende? ¿Acaso ella tiene un plan o percibió algo?
  7. Hito 5: Horrocrux Ellie se apresura a sacar los viales de su bolso de piel de moke, esperando que aquel extraño mejunje les sea de ayuda. Una simple poción herbovitalizante no les habría dado el tipo de energía que necesitan, de la misma forma en que un encantamiento vigorizante no los habría ayudado a mantenerse de pie por más tiempo. Madeleine había probado un par de veces aquella pócima y su sistema lo había soportado, pero, por supuesto, no era un invento perfecto. Estaba lejos de serlo. Sin embargo, en aquella situación, dudaba que Madeleine y Hobbamock se pusieran demasiado exigentes... O, por lo menos, se molestarían con ella por algún posible efecto secundario una vez que todo terminara. —Es mi error, pensar que iban a ser sólo un poco más racionales que de costumbre —replica Ellie por lo bajo, pues aunque está dispuesta a ayudar, no significa que esté contenta con las elecciones que han estado tomando. El brebaje ayuda a Hobbamock y a Madeleine, quiénes son los que han estado conteniendo el horrocrux junto a otra bruja, de modo que por eso fue a por ellos primero. En ese momento, vuelve el rostro hacia Melrose justo a tiempo para escuchar su grito de ayuda. A pesar de la desgarra la desesperación en su voz, es un alivio escucharla, pues la última vez que había mirado la escena, ella seguía inconsciente. Sabiendo que ya ellos no la necesitan, se apresura a llegar a su prima. —¿Sanarlo...? —repite Ellie, cuando se agacha junto a ellos. Pero la piel de Rory no tiene ninguna herida grave. Ellie coloca una mano sobre su frente y está helada. No hay fiebre, pero esa temperatura no es buena. —Yo... Ella no conoce mucho acerca de los poderes especiales de Rory, Ellie y Mel, pero fue capaz de hacer una deducción rápida en base a lo que vio y oyó. Melrose había sido afectada por la magia negra del horrocrux y, de alguna forma, Rory la purificó. «Pero no puedes destruir la energía, sólo transformarla». Sabe que los sacerdotes pueden transformar energía y sabe que pueden absorberla, también... Tiene una idea de qué es lo que ocurre allí, incluso sin intentar usar la legeremancia para averiguarlo. —Rory estará bien, Mel —declara Ellie. No es una mentira, pero tampoco tiene la seguridad de que así sea; sin embargo, le parece que Mel necesita oír eso ahora—. Me quedaré con él y lo ayudaré. Pero tú tienes que... Se queda en silencio, cuando observa que su prima tiene la mirada clavada en Laura. —Espera, tu todavía... Pero no hay nada que puede hacer para detener a Melrose. ¿Qué se supone que está planeando? Siente el impulso de ir tras ella, pero recuerda que prometió quedarse a cuidar a Rory. Aunque no sabe si será de ayuda, de todas formas le abre la boca y vierte un poco del brebaje que ayudó a Madeleine y a Hobbamock. «¿Qué se supone que haga contigo, Despard? ¿Debería intentar rezar? ¿Una de tus estampillas de ayudaría?». No necesita su monóculo de la claridad, para darse cuenta de que su problema es que la magia negra lo debilita. Y si el único que tiene el poder de arreglarlo es el que está en un estado crítico, ¿qué será de él?
  8. Hito 5: Horrocrux Horas atrás —Entonces, ¿qué debería esperar de la situación en el Ministerio? Ellie clava la mirada en sus zapatos de charol, apenada. Aquel es su modus operandi habitual. Le trajo las noticias a Madeleine, sabiendo que ella iría, pero sin atreverse ella misma a unirse a la comitiva. Melrose se había ido y ni siquiera ello le había hecho llenarse de valor. Por un lado, le gustaría ser más como Madeleine y como Melrose, pero por el otro, entendía perfectamente que aquel no era su papel. Conociéndose, terminaría siendo más un estorbo que una ayuda. Pero, quizás desde aquella posición, sería más provechosa. —No alcancé al usar la Esencia de Presencia con Mel —murmura Ellie, destapando el pequeño compartimiento de su Anillo de Presencia. Con el extremo de su varita de sicomoro, extrae una pequeña gota y la coloca en un pequeño frasco, que le entrega a Madeleine—. Rómpelo, cuando llegues allá. Y, si hay algo que puedo hacer... ¿Se arrepentirá de aquella promesa? ¿Sería capaz de cumplirla, acaso? —Haré todo lo que pueda por ayudarlas. Presente Antes de llegar, está totalmente aterrada. Al cerrar los ojos, mientras tocaba su anillo, había estado visualizando aquella imagen mental. Había visto el dragón, el basilisco, la revelación de Laura, la lucha de sus compañeros... Y también vio la afección de Melrose, y el estado de Madeleine, Hobbamock y Rory, quiénes eran de sus pocos amigos y las pocas persona que conocía en aquella misión. Tomó su bolso de piel de moke, equipado con un encantamiento de extensión indetectable, y también el pergamino que guardaba muy recelosamente en un pequeño lugar de su biblioteca personal. Incluso desde afuera, estando segura y tranquila, seguía sin descubrir de qué forma podían eliminar la amenaza que es el horrocrux de Laura. De todas forma, Ellie no está allí para eso. Como se dijo a sí misma, aquel no es su papel. Pero hay algo en lo que puede ser de ayuda. El portal se abre justo al lado de Madeleine y Hobbamock, gracias a que Ellie había estudiando el lugar con la imagen mental que le proporcionaba el anillo de presencia. En su bolso, estaban las pociones que había asaltado de la colección de Catherine. Entiende que quizás, aquello no funcione como espera; después de todo, el cansancio que deben estar sintiendo va más allá de lo físico, justo hacia donde los conocimientos de Ellie terminan... Pero, en algo debe ayudar.
  9. No ha vuelto a levantar la mirada de la sopa, aunque se ha resignado a seguir comiendo. Se siente totalmente incapaz de moverse; tiene la sensación de que si hiciera un movimiento brusco, si respirara de forma descuidada, se rompería en mil pedazos. Está esforzándose por mantenerse tranquila, por escuchar, por controlar la respiración, por mantenerse entera. No es que esté molesta. Reconoce que antes, cuando Catherine intentaba ser amable con ella, había una espina en su interior que la lastimaba. Luego, la última vez, sólo había vacío. Ahora... Ahora siente que ese vacío comienza a llenarse con demasiados sentimientos. Está tan abrumada, que no puede tomar un bocado más de comida ni articular una palabra. No puede tomar la cuchara de plata para fingir que come con naturalidad. Últimamente, se siente como una adolescente; pareciera que hubieran mil emociones nuevas en cada esquina, una más intensa que la otra. Por supuesto que le conmueve escuchar que le digan... no, que su madre le diga que su vida ha valido la pena. Y no sólo eso, sino que quizás, tiene algún significado. Que por lo menos colocó un ínfimo grano de arena en la causa, pero que indiscutiblemente dejó una huella. Luego de tantos años, luego de tantas vivencias, luego de tantas heridas y tanta tragedia, se da cuenta de que necesitaba oírlo. Necesita confirmar que no estaba loca... y que sigue sin estarlo. Pero, por sobre todo, quería confirmar que por lo menos una persona se enorgullecía de ella. «Pero, idi***, ¿no te lo ha dicho antes, todos estos años? ¿No te ha repetido que te aprecia, que quiere, estar contigo, y tu...?». «Y yo, siempre, siempre, tengo que lastimar a las personas que amo. Tengo que puyar con mis espinas a cualquiera que intente acercarse». Y sabe que no madurará verdaderamente, hasta que deje de hacerlo. Si quiere sentir que está avanzando, tiene que esforzarse. —Yo... —su voz pierde fuerza, como si las energías le fallaran, pero sabe que no puede dejarlo así. «Tengo que esforzarme más». Ignora el hecho de que las mejillas se le humedecen— Yo... Madeleine golpea la mesa con las palmas de las manos, causando que suenen los cubiertos de plata contra los platos, y se pone de pie. Abre la boca, dispuesta a esforzarse, cuando Catherine suelta una carcajada. Madeleine se queda confundida y observa a las brujas, y entiende por qué Cath se ha reído. Melrose la mira con una expresión muy seria, expectante, y Madeleine comprende que está aguardando por sus palabras. De alguna forma, su presencia tiene un efecto tranquilizador... No, esperanzador. Tuvo aquella sensación cuando buscó apoyo en ella, en la batalla contra la Inquisidora, y ahora siente algo muy similar. Esboza una sonrisa cómplice —aunque aquello el único efecto que parece tener es confundir a Melrose— y se aclara la garganta. —Gracias, Melose —dice Madeleine, mientras se sirve un vaso de agua—. Catherine, no puedo permitir que abandones este mundo como una mártir, o lo que sea. Y Melrose será mi testigo, para que no puedas ni siquiera intentarlo —explica, levantando el vaso de agua, como si estuviera haciendo un brindis—. No sé cómo llegué aquí, y sigo sin saber qué demonios estoy haciendo, pero acepto mi destino. »Y también, acepto lo que ofreces. Sé que nunca lo he hecho, pero quiero comenzar a hacerlo ahora. Salud. Cuando se lleva el vaso de agua a los labios, puede sentir el gusto de sus lágrimas, pero sonríe levemente.
  10. HitHito 5: Horrocrux «¿Qué voy a lograr...?». Cuando poseyó a la Inquisidora, durante tan sólo un segundo, tuvo la oportunidad de sentir el vínculo que hay entre ella y el horrocrux. Es su propia alma. De alguna forma, es como si ese pequeño hilo que no está encerrado ni por su cuerpo ni por el medallón, tuviera un poder mucho más inmenso e incomprensible que la magia. En ese momento, Madeleine comprendió que sólo había una forma en la que todo podía terminar. Por eso, les mencionó a Kaori y a Slithering el Poder Destructivo: quizás, si ellos juntaban sus todavía altas energías, podrían destruir hasta la más pequeña partícula del vínculo, del horrocrux... de Laura. Quizás era una idea desquiciada, producto de estar en su límite físico y emocional, pero en su cabeza era la única solución posible. «¿Qué voy a lograr...?». Honestamente, ni siquiera sabe si aquello sirve de algo. Pero tiene que seguir intentarlo; y si no da resultado, seguir intentando con más fuerza. Ni siquiera piensa que esté haciendo algún sacrificio. Ella no es una salvadora. Sólo es alguien más del montón, que pone su grano de arena a una causa mayor. Si tuviera un poco más de energía, soltaría una carcajada al ver a Graves haciendo la misma estupidez que está haciendo ella. Ciertamente, sus palabras la llevan rápidamente al pasado, recordando aquella misión donde los tres clanes unieron su magia. Ni siquiera tiene energía suficiente para abrir la boca y decir algo. Cierra los ojos, recordando las enseñanzas de Aaliyah Sauda, despejando su mente del cansancio, del dolor, de la fatiga, del hastío. Mentalmente, se visualiza a si misma como un jarrón como agujeros, perdiendo agua en cada instante; intenta frenar el escape, intenta extender su resistencia y mantener el campo de hielo lo más que puede. Todo el cuerpo le tiembla levemente y un sudor frío humedece su frente. Le gustaría... le gustaría descansar... «¿Qué voy a lograr? Sólo quisiera mantenerme de pie. Eso es todo».
  11. Las hojas secas que se acumulan en el borde de la acera, le recuerdan que el otoño se acerca. Le sorprende encontrarse a esas alturas del año de forma tan repentina. Normalmente, sentiría algo de pánico, pero por primera vez en muchos años tiene la sensación de que que el año terminará bien. Los problemas de la comunidad mágica no se han arreglado mágicamente, pero hay bastante esperanza en la atmósfera. La Inquisidora ya no es una amenaza y el Ministro de Magia es un hombre en quien confía plenamente —por no mencionar que es simpatizante de su bando—. La Orden del Fénix sigue luchando, como siempre lo ha hecho. Y ella... Desde el enfrentamiento con la Inquisidora, Madeleine ha estado quedándose en el castillo de la familia Evans McGonagall por invitación de Cath. Una de las excusas que se dieron mutuamente, era que necesitaba estar en un lugar tranquilo y cómodo para recuperarse de las heridas que habría sufrido. Madeleine baja la mirada a su brazo todavía envuelto en aquellos vendajes sagrados, que apenas le permiten hacer uso de sus poderes. Para cuando Despard pudo volcar su purificación espiritual en ella, la corrupción de la Inquisidora había subido desde su mano, y había estado a punto de llegar a su hombro y a su pecho. Tomar el horrocrux con las manos desnudas e intentar volcar toda su Magia de la Oscuridad en él había sido un riesgo innecesario y, a pesar de que aparentemente todo había salido bien, tenía en claro que no había sido precisamente por ella; sin embargo, sabía que arrepentirse y lamentarse no valía la pena. «No podrán decir que no me enfrenté a la mismísima Inquisidora», había dicho en broma... Aunque, honestamente, no tan en broma. Quizás, en el fondo, le agrada su nueva cicatriz. De aquello habían pasado tan sólo unos días, y en ese transcurso de tiempo había tenido otro encuentro especial con Will. La última vez había sido la noche anterior a los eventos ocurridos en el Ministerio de Magia y era, aproximadamente, su quinta "cita". No es como si hubiese estado llevando una cuenta mental. Madeleine se había tomado con demasiada literalidad las palabras "carpe diem" y aquella había sido su excusa para seguir posponiendo mencionar lo relativo a Bastian Karkarov. A esas alturas, tenía la seguridad de que Will le había contado Benjamin acerca de ella. El misterio para ella, era si Benjamin le había comentado a Will cómo se conocían. Cuando estaba con él, no sentía remordimientos y prefería disfrutar el momento, pero cuando se quedaba sola la culpa comenzaba a carcomerla y había llegado al punto en que era insostenible. Cierra los ojos por un momento, concentrándose en recordar una vez más la ya lejana misión de rastreo en Alaska, uno de los tantos intentos fallidos de dar de caza a la Inquisidora. Ya sea por valiente o por idi***, sólo hay pocas ocasiones en las que de verdad siente miedo y el reconocer quién era Benjamin en aquel momento fue una de ellas. No había nada que pudiera dolerle y aterrarla más que todos los arrepentimientos que lleva constantemente consigo. «Moody, es hora de que lo superes. Él está muerto porque era un idi*** que hizo su propia tumba. Si alguien tiene la culpa de su muerte es él mismo», habían sido las palabras de Benjamin en aquel momento y ella había permitido que la reconfortaran. Sin embargo, es consciente de que es cínico de su parte aferrarse a esa excusa; había tenido la oportunidad de tener ese cierre con Benjamin, nunca con Will. Y mientras más lo postergue, peor será. Aunque la verdad es que quizás ya está en la "peor" situación. Entrecierra los ojos, cuando se encuentra frente al letrero luminoso de Bratvá. A esas horas de la noche, la mayoría de los negocios en el Callejón han cerrado y las personas que caminan parecen estar celebrando, algo que tenía mucho tiempo sin ver. Esa es una cosa más que la hace sentir esperanzada y nostálgica, pero no alcanza a tener suficiente energía como para sonreír. Adentro no hay muchas personas, lo cual agradece. Si bien Madeleine interrumpió su aprendizaje con Sajag hace ya algún tiempo, no necesita ser una vidente para estar segura de lo que sucederá. Es lo que siempre sucede, cada vez que alcanza cierto nivel de cercanía con alguien; eventualmente, llega el momento de revelar quién es verdaderamente, y entonces sucede lo inevitable. Está acostumbrada a ello y sabía que llegaría el momento. No debería sentirse tan contrariada por ello. Y en cuanto a Will, bueno, piensa que por un lado es un tanto ególatra de su parte pensar que le hará daño; implicar que eso es una posibilidad, sería implicar que de alguna forma ella es importante para él. Prefiere convencerse de que esta situación sólo le traerá consecuencias a ella. Se esfuerza por mantener esa narrativa, mientras toma asiento en la barra VIP y pide una gaseosa de lata. Sin embargo viene a su mente uno de los recuerdos de la fiesta, el rostro suave y tierno de Will entre sus manos, y aquella sensación de querer protegerlo del resto del mundo. Madeleine maldice por lo bajo, entendiendo por qué es, pero sin querer asumirlo. Sabe que esa noche no terminará como en otras de sus citas. Ni siquiera se debe a que lo haya estado postergado, pues lo cierto es que desde el inicio las cosas estaban destinadas a terminar mal, como son siempre los asuntos relacionados a ella. «Pero pudiste haberlo hecho antes, idi***», se dice para sus adentros. Cuando Will se sienta a su lado, ya se ha tomado casi todo el refresco y está considerando pedir una cerveza, pero decide que lo mejor es mantenerse sobria esa noche. La resaca de la fiesta duró unos dos días, y no desea volver a experimentarla. Como es habitual, se limita a hacer un gesto con la cabeza para indicar que ha notado su presencia. Se queda en silencio por unos momentos, vacilante, hasta que por fin aborda el tema. Sin embargo, termina haciéndolo de forma diferente a lo que había pensado en un inicio. —Hay algo que no me has preguntado —comienza a hablar, con su característica voz ronca y su acento escocés. Clava la mirada en Will, aunque sabe que no podría leer sus pensamientos, porque jamás terminó su entrenamiento de legeremancia—. Y no creo que no hayas hablado al respecto con tu propio hermano. Hazlo. Pregúntame cómo conozco a Benjamin, y cómo él me conoce a mi. @ Hobbamock Graves
  12. Hito 5: Horrocrux Comienza a impacientarse, pero no está en condiciones de actuar. Por lo menos, no por su cuenta. Comienza a rogar que Despard encuentre las fuerzas físicas y espirituales que necesita para interceder por Melrose... ¿Quién diría que terminaría rezando? Entonces, en medio de su súplica interna, Graves responde a su comentario y vuelve el rostro hacia él. La verdad la poquísima piedad que pudo haber llegado a sentir con Laura Nielsen, se había esfumado desde el momento en que vio la afección de Melrose. «Lo siento, pero la paz nunca fue una opción». —No me importa purificar ese maldito horrocrux —susurra por lo bajo, para que sólo Graves la escuche. Aunque él es un paladín, sabe que puede entenderla. Madeleine recuerda muy bien la imagen de Marie Tenenbaum, juego de que Graves ejecutara su "justicia sagrada" y la hiciera pagar por sus atrocidades. ¿O es que, acaso, se arrepentía?—. No me importa salvar a Laura Nielsen. Si destruimos todo, no hay necesidad de ello. Sabiendo que aquello pasará inadvertido, vuelve a clavar la mirada en la Inquisidora, canalizando su energía psíquica. Ignora el dolor de su brazo, que empeora —y donde, aunque no lo ve en ese momento, la corrupción comienza a esparcirse—; ignora las punzadas en las sienes, alertándole que se está sobreexigiendo. Sólo quiere acabar con todo... acabar con esa maldita cosa. Por un instante, logra poseer a la Inquisidora haciendo uso del escendia... No sabe si es su debilidad o el tema del horrocrux lo que la expulsa rápidamente, pero no importa. Tiene una idea. Hay otras personas que no están cansadas. Vuelve la vista hacia Kaori y hacia Slithering, a quien reconoce por su aura oscura. No sabe si están al tanto de la situación, pero de todas formas, normalmente entre ellos no suelen cuestionar sus planes. —Quizás llegó el momento, de usar nuestro Poder Destructivo —les dice por lo bajo, refiriéndose a un área concentra de la Magia de la Oscuridad—. Me cuesta creer que haya otra forma de terminar con esto, además de la destrucción total del horrocrux y de... En ese momento, escucha que un mago se dirige hacia ellos. Parece hablarle a Graves, pero de todas formas Madeleine replica: —Contenerlo es posible, todavía. Pero este horrocrux va más allá de lo que alguna vez he llegado a ver. Todavía no se me ocurre una manera. Levanta la mano sana hacia el horrocrux, que está colgando de un patronus corpóreo; casi puede ver como el aura oscura absorbe la criatura luminosa. Sabe que posiblemente Graves le recordará que le quedan pocas energías, pero, si no es ahora, ¿cuándo? Madeleine cierra los ojos... y, simplemente, se permite liberar la magia que había estado canalizando y controlando todo ese tiempo. Sale de forma desordenada, caótica: ese es el Cháos, manifestándose como una gran ventisca helada. Por fortuna, a esas alturas los demás se habían alejado del collar y además, no tenía tanta energía como para convocar aquel poder en todo el escenario. El hielo abarca tan sólo un metro cuadrado, creando un gran bloque que termina encerrando la criatura luminosa —extinguiéndola, pero manteniendo su silueta dentro del hielo— así como al horrocrux. Aunque ha drenado una gran cantidad de energía, se cree capaz de mantener aquel bloque durante algún tiempo. Confía en que el hielo sea capaz de contener por lo menos una fracción del aura maldita del horrocrux, aunque termine haciéndole daño a ella misma. Ni siquiera quiere ver cómo está su brazo a esas alturas. —Deberían sentirse un poco mejor —susurra, casi sin aliento—. Ahora... por favor... usen la cabeza y piensen cómo terminar con esta pesadilla... Dado: 19
  13. Cuando Madeleine advierte que el silencio se prolonga, hace sonar a propósito su cuchara con el fondo del plato y también hace un ruidoso sorbo, en un intento de aparentar que está comiendo tranquilamente. Quizás, es demasiado cínico de su parte sentarse a comer y hablar con naturalidad, luego de... Bueno, luego de tanto. Y sabe que no tiene derecho a protestar ni a exigir, a esas alturas. «Lo que debes hacer es cerrar la maldita boca y disfrutar la comida», se dice para sus adentros. Ya la sopa está a una temperatura más agradable, caliente pero sin llegar a quemar, y se permite disfrutar el caldo de pollo bien condimentado y la esencia de las setas. Las verduras comienzan a distinguirse al fondo de su plato, cuando Cath vuelve a hablar. Asiente levemente con la cabeza, sin atreverse a decir nada que pueda traer arrepentimientos para alguna de las dos. —Bueno, había pensado que... —comenzó a decir, pero Cath había comenzado a hablar una vez más y Madeleine decidió guardar silencio. Se da cuenta de que, al principio, parece estar tanteando el ambiente. Aquello le parece gracioso, pero es algo que no puede recriminar, pues conoce su propio temperamento; luego, termia sintiéndose culpable, por el hecho de que obligarla a medirse con ella. Frunce los labios, decidida a no decir nada desagradable y decidida a escuchar lo que Cath desea compartir. Se esfuerza por mantener una mirada serena, mientras el contacto visual dura, pero la interrumpe luego de unos segundos, sintiéndose abochornada. Sabe que la está escudriñando con la mirada, pero se esfuerza por seguir comiendo con normalidad, como si sólo estuviesen discutiendo un tema trivial y como si Catherine no estuviese comenzando a entrar en un terreno más delicado. No importa cuánto haga sonar la cuchara contra su plato, puede escuchar con claridad sus palabras. Disimuladamente, baja la cabeza, aparentando que está observando con interés el fondo de su plato. Siente que los ojos le arden y la nariz se le congestiona. «Maldita sea. No ahora. No me traicionen». Cierra los ojos y respira lenta y profundamente. Sigue haciendo chocar la cuchara contra el plato, pero no vuelve a llevarse un bocado a la boca. —Uhm, gracias, supongo —su voz es un susurro ronco, apenas perceptible. Se queda en silencio por unos momentos, vacilante. Una sensación extraña llena su pecho. Es algo cálido... algo reconfortante, igual que los bocados de la sopa casera. Entiende qué es y, por eso, se siente extrañamente cohibida. Sin embargo, hay algo que la sigue molestando—. Es sólo que... —cuando vuelve a hablar, se da cuenta de que su voz tiene un tono más agudo. Se aclara la garganta y levanta levemente el rostro. »Creo que cuando tu esfuerzo tiene sentido, es un trabajo. Como... como haber puesto la mesa, o preparar la cena. El resultado es coherente y podemos decir que fue un buen trabajo. Pero si los esfuerzos no tienen sentido... y sólo son cosas locas y extrañas y aleatorias... —de repente, se arrepiente de no haber usado algo con mangas largas. Su mirada se pierde en los trazos sin sentido de su piel y los recuerdos la angustian. Todavía sigue sin entender cuál fue el sentido de tantas cicatrices, tantas batallas, tanta muerte. Lo peor: sigue sin entender qué pensaba que habría después. «O, mejor dicho, tenía la esperanza de que todo acabara en alguno de esos momentos»— Sólo estaba pensando que quería hacer algo que tuviera un propósito real —masculla, rindiéndose con la sopa y soltando la cuchara—, algo que tenga sentido, quizás. Aunque, ciertamente, no puedo imaginar qué sea eso. @ Melrose Moody
  14. Hito 5: Horrocrux Madeleine reflexiona acerca de la pregunta de Eitʃ. ¿De qué está hecha la conexión? Eso le parece evidente: es la propia alma de Laura. Se imagina dos trozos de tela, unidos por un hilo muy fino; al final, todo está hecho del mismo material. ¿Cómo cortar la conexión? ¿Cómo romper un alma? Aquello es más difícil y más doloroso de responder. Apenas conoce a esta mujer, pero de todas formas se atreve a decidir que no es una persona ingenua. Aquella es una misión asesina y, el que no lo haya aceptado a esas alturas, es un gran, grandísimo ingenuo. Comienza a separar los labios para balbucear algo, pero la bruja se aleja y Madeleine alcanza a observar que se reúne con Rory Despard; no sabe cuál es la relación entre ambos, pero parece que ella, de alguna forma, está preocupada por él. Por lo menos ellos están bien y son capaces de defenderse por sí mismos y, aunque hace un rato que perdió de vista a Hannity Ollivander, percibió un nivel bastante decente de Magia de la Oscuridad, razón por la cual no se preocupa por ella. Angustiada, baja la mirada a Melrose. Necesita que despierte. Necesita que le ayude a terminar de entender, necesita que hagan un plan. Necesita su ayuda. «Por favor...». Escucha la voz de Graves detrás de él. Sus manos se hacen puños, pues odia que haya dicho lo que había estado pensando; sin embargo, en aquella situación, sabe que no puede ser tan terca como de costumbre. Se pone de pie y se aleja un par de pasos, dejando que él utilice su Magia Sagrada para ayudar a Mel. —No —gruñe Madeleine, cuando el paladín menciona la posibilidad de un daño permanente—. Tienes que encontrar la forma de hacer algo, porque yo... —no es capaz de terminar la frase y termina soltando una maldición, enojada. ¿Y si ella colaboró en debilitarla, al acercarse a ella? ¿Y si su intento de destruir el horrocrux empeoró la situación, al usar de forma tan salvaje la Magia de la Oscuridad en un objeto maldito? ¿Colaboró ella de alguna forma a la afección de Mel? El dolor que recorre su brazo, le recuerda que, además, sus intentos fueron en vano. No logró nada, salvo quizás empeorar la situación. Las cosas que suceden a su alrededor, de repente, parecen volverse borrosas. Puede percibir la magia en el aire, puede sentir las alteraciones en el aire cada vez que intentan, sin éxito, destruir el horrocrux. ¿Cuándo se terminará aquella pesadilla? Se aleja un par de pasos más y comienza a buscar con la mirada a Despard y a Eitʃ, pero un temblor bajo sus pies la hace tropezar; no tiene más remedio que dejarse caer de rodillas, pues apoyarse de la mano lastimada sólo habría empeorado su situación. Y, entonces, escucha una voz fantasmagórica, que parece extenderse por todo el lugar; Madeleine siente un escalofrío recorrer cada centímetro de su piel, a pesar de que el mensaje no es para ella. «Date por vencida. Todo esto es inútil. Jamás podrás gobernarlos». No está segura de si aquella voz es audible para todos, o su conexión con el Mundo de los Muertos le ayudó a percibirla. Sin embargo, comprende que aquella tuvo que haber sido la invocación de alguien. ¿Sería algún Nigromante entre ellos? ¿O...? Madeleine recuerda que los integrantes de la Orden de Avalon tienen una conexión con el mundo espiritual. ¿Acaso Despard habría sido capaz de hacerlo? Cuando alza la mirada, a la distancia, alcanza a observar la figura de Laura Nielsen y la figura fantasmagórica del hombre con rostro similar a ella, su reconocido padre. Madeleine reflexiona que tiene sentido que aquel intento pacífico provenga de Despard. De alguna forma, aquello la hace enojar, pues sus intentos también son en vano. Todo lo es. La pesadilla sigue, y sigue... Pero entonces, cuando advierte que Mel se mueve, se permite albergar una pizca de esperanza. Su primer impulso es saltar hacia ella, pero las palabras de Graves vuelven a su mente y se da cuenta de que debe quedarse donde está. La voz débil de la muchacha parece una súplica. Madeleine busca con la mirada a Despard, rogando que haga algo. «Espera... él ha estado usando sus poderes, no ha parado de intentar —recuerda—. Todos hemos estado usando y agotando nuestras energías. Ya estamos casi al límite, ¿no es así?». Pero sabe que no puede decirle eso a Mel. «Por favor, eres el único aquí que puede purificar la... la invasión de Laura Nielsen». Madeleine se da cuenta de que, así como ella ha estado depositando sus esperanzas en Melrose, ella las ha depositado en Rory. Y, en la situación actual, Madeleine no tiene otra opción más que unírsele a su prima. Melrose ya se ha esforzado bastante y ha entregado bastante. Está herida, contaminada. Dañada. Y Madeleine, que a esas alturas casi no puede usar el brazo derecho, también está en una situación deplorable. No es que Rory Despard no se haya esforzado y no haya entregado nada de sí, pero todavía puede seguir luchando. —Despard —llama Madeleine, con la voz ronca. Sabe lo que está haciendo: está exigiendo demasiado... y se está aprovechando de la amabilidad del párroco. Pero, ¿qué otra opción hay?—. Yo no puedo hacer más que agravar la situación. Graves puede ayudar a Mel a mantenerse vinculada con su Magia Sagrada, pero sólo un sacerdote puede purificar la corrupción. Tienes que hacer esto. Por última vez, dirige la mirada a Laura Nielsen y recuerda las palabras de Melrose. Un vínculo entre el collar que están intentado destruir y ella. Ese vínculo alimenta al horrocrux y lo hace mucho más fuerte de lo que debería ser. Madeleine, poco a poco, ha aceptado la idea de que aquella situación es más difícil de lo que debería ser. Son una gran cantidad de magos y brujas con diversos tipos y niveles de magia; han sacado muchas armas de su arsenal, pero nada ha dado resultado. ¿Es un esfuerzo en vano, mientras exista esa conexión? ¿Pero cómo pueden romperla? No pueden destruir el horrocrux sin destruir a Laura, no puede destruir a Laura sin destruir el horrocrux... Sin comprender exactamente cómo funciona aquel lazo, es imposible que pueda hacer algo. Cierra los ojos, intentando recordar lo que sintió cuando usó el control corporal en Laura Nielsen. ¿Habría alguna pista allí? Y abre los ojos. ¿Si la poseyera...? —Graves, ¿escuchaste lo que mencionó Melrose antes de debilitarse, verdad? —farfulla Madeleine. Si intenta guardar cierto disimulo, es porque sabe a Despard no le agradará aquel plan— Creo que por eso, todo esto ha sido inútil; esa tiene que ser su fortaleza. Quizás, en lugar de enfrascarnos en el horrocrux, deberíamos enfrascarnos en ese vínculo. Mientras más tiempo pasan peleando contra el horrocrux, es como si la situación empeorara. Llegó incluso a ver que hubo un enfrentamiento entre algunos de los presentes, aunque parecía que no pasó a mayores. Pero con las emociones a flor de piel y la magia usándose sin pensar en las energías que consumía, la balanza parecía inclinarse a favor de la Inquisidora...
  15. Cuando Freya la hace tomar asiento, Madeleine cae en cuenta de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se sentó a compartir un plato de comida con alguien más. Le asusta darse cuenta de que la situación la intimida: cubiertos de plata correctamente dispuestos en la mesa, la insignia familiar grabada en la finísima vajilla, el mantel fino e impoluto... Pero mirando más allá, quizás no es la riqueza exuberante lo que la intimida. Lo que le da miedo, es el hecho de que los cubiertos están acomodados con cariño, todos tienen el mismo plato y la mesa es una invitación a compartir y disfrutar una velada familiar. Es consciente de que siempre rehuyó de eso con demasiada insistencia. Constantemente, cuando mira hacia atrás, suele sentir vergüenza de la persona que fue; y ni siquiera piensa en la Madeleine adolescente, insufrible, sino en la que fue hace una semana, hace tres días, hace unos minutos. Nunca está satisfecha con las elecciones que hace y se pregunta si en algún momento la cuestión cambiará. ¿Qué es lo que debe hacer para ser diferente? ¿De qué se trata? ¿Cuál es el secreto allí? Si decide aceptar que esta es su familia y su hogar, ¿entonces podría decir que por fin alcanzó la madurez? Si se sienta derecha en su silla y toma correctamente su sopa, ¿podría decir que es una persona sana y estable? ¿Qué es lo que debe cambiar? ¿Qué elecciones debe hacer a partir de ahora? El tintineo de las cucharas le recuerda que no puede quedarse viendo el plato. No recuerda que jamás estas cuestiones la hayan perturbado, pero es cierto que antes había una gran sombra sobre ella, que ahora nota ausente. Pensó que al librarse de aquella maldición, la ansiedad acabaría; pero el hecho de no tener aquella cosa oscura y pestilenta sobre ella, no significa que no hubiesen otras cosas malas, el tema es que nunca les había prestado atención. Un problema grave eclipsaba mil problemas pequeños y, de ahora en adelante, sabe que tiene que enfrentarlos poco a poco. Ahora, el problema que más ansiedad le causa es si situación con Catherine. Ella se distanció porque la propia Madeleine lo exigió, pero ahora, es consciente de que no era lo que quería. No, no dijo qué era lo que necesitaba y eventualmente tendrá que atreverse a decirlo en voz alta. Pero... todavía... le da miedo decir esas palabras, incluso en su propia mente. «¿Qué elecciones debo hacer a partir de ahora?». Sin pensarlo, se lleva a la boca una cucharada de la sopa y suelta un quejido cuando se quema la lengua. Toma un vaso de agua fresca, pero sabe que sentirá la lengua rara durante varias horas. No había sido consciente de que el silencio se había asentado sobre la mesa, hasta que Catherine le dirige la palabra por primera vez desde que llegó. Madeleine pasa la mirada rápidamente de ella hacia Melrose, y observa que su prima está ensimismada en su plato de comida, sin importarle demasiado lo que ocurre con ellas dos. —Uhm... —Madeleine toma un shortbread y muerde tan solo un pequeño pedazo, pensativa. Sabe que en el castillo hay una habitación destinada para su uso, pero nunca la ha utilizado. En su mente, una idea brillante aparece: hospedaje gratuito, comida gratuita, aseo gratuito— Podría pasar acá una temporada, supongo —responde, como si la pregunta de Catherine hubiese sido una invitación. Ahora que lo piensa, últimamente ha comenzado a pensar en qué debería estar haciendo con su vida. Por algún motivo, antes no era una opción. Nunca se había imaginado a sí misma como una adulta... pero ahora, veía su cada vez más lejana fecha de nacimiento, veía su rostro menos infantil y veía sus nulos logros en la vida. Comenzaba a pensar, ¿qué sería de ella en cinco años? ¿En diez años? ¿Qué haría en las horas del día que sobraban, en los que parecía existir sin razón alguna? ¿Cómo llenaría su bóveda de Gringotts para su retiro? —En verdad, tengo ganas de hacer algo —comenta Madeleine, todavía examinando el shortbread que tiene en la mano—. Quizás debería conseguir un trabajo, o algo así, mientras cobro mi herencia familiar —suspira, decidiendo volver a atacar la sopa—. Pero, ya sabes, un "trabajo de verdad", que no implique ser perseguida por la ley. No sé, sólo era algo que estaba pensando. @ Melrose Moody
  16. HITO 5: Horrocrux La sangre huye de su rostro, cuando observa el ojo extraño de Melrose. Madeleine sabe que no hay manera de que no haya visto antes y sabe que tal cambio físico sólo puede tener causas mágicas. Inconscientemente, levanta la mano sana para acercarla al rostro de Mel, pero le da miedo turbarla. Ella... Bien, lo cierto es que a pesar de ser su prima, Madeleine no es tan cercana Melrose; auténticamente se preocupa por ella, pero no sabe hasta qué punto puede verdaderamente entenderla. Así que considera que los pensamientos que surgen en torno a ella, son más divagaciones suyas que hechos concretos. Es la impresión que le da Melrose, que puede ser diferente de la realidad. Y si tuviera que adivinar, diría que lo que sucede es que está demasiado abrumada y por su mente pasan muchas cosas al mismo tiempo. No la mira a ella, sino que tiene la mirada clavada en un punto del vacío, como si estuviera viendo algo... Le ofrece el apoyo que necesita para incorporarse, aunque el dolor no desaparece. Pero, de repente, y no sabe por qué, es como si escuchar a Melrose tuviera más importancia que ver qué es lo que están haciendo con el horrocrux. Se da cuenta de que tiene la esperanza de que ella le brinde alguna revelación, alguna luz en aquella situación tan confusa, como ha estado haciendo. Porque gracias a ella —gracias a los paladines— es que sabe que Laura Nielsen fabricó por lo menos un horrocrux y que ése colgaba de su cuello. ¿Si tuvo esa revelación, no es razonable pensar que podrían llegar más? Pero las palabras que Melrose consigue decir, sólo la confunden más. —Mel —Madeleine se da cuenta de que su voz se quiebra. Está tan enojada, tan frustrada y tan desesperada por aquel baile con el maldito horrocrux y con Laura, que los sentimientos que ha estado conteniendo comienzan a desbordarse. En sus manos aparece un vaho helado, una pequeña escucharla recubre sus dedos, señal de que su magia está amenanzando con descontrolarse—, no entiendo qué demonios estás diciendo... Pero entonces, una imagen viene a su mente. Recuerda el incidente en Ravenrock... y, por supuesto, recuerda a Violeta. Ellie se encargó de recolectar toda la información de aquella misión y, un par de semanas después, elaboró un detallado informe que Madeleine tuvo la oportunidad de revisar. Ellie recopiló información no sólo del caso de Violeta, sino de los sujetos que habían sido rescatados de Tenenbaum Futuristics. Habló del vínculo entre el cuerpo, la mente, el alma y la magia; habló de cómo funcionaba la magia para un mago, de cómo funcionaba para un obscurus y de cómo Violeta y los demás eran más obscurus que magos. Ellie mencionó algo que Madeleine recordaba constantemente: no es que la magia de Violeta hubiese sido alterada, sino la conexión que tenía con ella. El problema no es que hubiesen destruido su varita mágica, sino que una varita mágica no volvería a funcionar para ella. En todo su informe, Ellie hizo énfasis en la conexión y Madeleine terminó aceptando que el experimento había consistido en todo aquello. Y ella sabe que la doctora Marie Tenenbaum tenía cierto vínculo, directo o indirecto, con el Inquisidor. Es decir, con Laura Nielsen. Es decir, con Genetics Corporation. Es decir... es decir... —Se supone que un horrocrux contiene el fragmento del alma —murmura Madeleine, cerrando los ojos con fuerza, asustada de que la idea que acaba de iluminarse desaparezca—. Este fragmento se separa y por eso el horrocrux puede actuar de forma independiente. Eso ya es inhumano. Pero lo que tu estás diciendo... —Madeleine puede verlo en su mente. Un pequeño hilo mágico, que une al collar con Laura; un pequeño hilo mágico, un cordón umbilical, que lo alimenta. Pero sus pensamientos se interrumpen cuando ve a Mel tambalearse. Madeleine actúa antes de reflexionar en lo que hace; haciendo uso del phantom, la alcanza para que no se estrelle contra el suelo, librándola de un golpe fuerte. Aún así, no está segura de que su presencia esté siendo positiva para la paladín, pero se dice que dejarla sola es todavía peor.
  17. HITO 5: Horrocrux Se acerca a Melrose intentando verificar su estado, pero tiene cuidado de mantener alejada la mano herida de la paladín. Si no hizo ningún esfuerzo por realizar curación alguna, es porque sabe que, más que una herida física, aquello es una maldición; una corrupción que la atormenta con un dolor agudo, que parece querer extenderse y con la que siente que está luchando. Ahora que lo piensa, quizás sí que fue una idiotez, tomar un objeto maldito con sus propias manos, sin poner algún tipo de barrera... Pero, ella siempre ha sido más de actuar que de pensar. Y por ese mismo motivo es que está de cuclillas frente a su prima, ridículamente manca. Le cuesta hacer que Melrose enfoque su mirada en ella y Madeleine se descubre extrañando la presencia de Ellie. Quizás, si estuviera ella ahí, podría llamar su atención, hacer que se espabile. O, incluso si aquello superara su habilidad, podría saber qué es lo que está sucediendo ahora en la mente de Mel. Se retuerce como si sintiera dolor, pero está sonriendo. ¿Qué demonios es eso? La imagen del horrocrux aparece en su cabeza, una vez más. «Definitivamente, esta situación es diferente. Incluso para tratarse de un horrocrux, hay algo extraño...». Aquello no le agrada, para nada.
  18. HITO 5: Horrocrux Cuando baja la mirada a la herida en su mano, Madeleine se da cuenta de que es inútil intentar una curación. Puede ver que no se trata de una herida normal... y, definitivamente, se trata de una nueva cicatriz que añadir a su colección. El dolor se ha extendido por todo su brazo, un calambre atroz, pero sabe que no puede dejar que aquello la inmovilice. Respira una, dos, tres veces, intentando olvidar el dolor. Sin saber por qué, vienen a su mente recuerdos de tantas horas que pasó estudiando Artes Oscuras, para su cruzada contra los mortífagos. Recuerda haber estudiado los horrocruxes en algún momento. ¡Maldición! Ni siquiera es la primera vez que enfrenta uno. Recuerda aquel horrocrux que apareció misteriosamente en The Hunters, que ocasionó un gran incidente; recuerda el campo de fuerza, los rayos que salían de él. Y, aún así, no le había dado tantos problemas como aquel e incluso su hielo fue capaz de contenerlo. En su mente no es capaz de concebir la idea de que siendo hoy una bruja con más experiencia y más dominio de su magia, aquel maldito objeto cause tanto problema. ¿Qué hay de diferente con aquel horrocrux? Cuando es capaz de alzar la mirada, se da cuenta de que éste ya no está bajo su dominio. Al ver a la paladín Vera examinar el medallón se tranquiliza, pero la paz no dura más que un par de momentos; pronto, se da cuenta de que está luchando para mantenerlo en su control... y, entonces, la situación es difícil de seguir. Sus ojos observan la lanza, pero no las esquirlas conjuradas por Mel. Puede ver el jaleo, el caos, pero no es capaz de seguir el hilo de los sucesos. ¿Quién tira y quién empuja el horrocrux? Lo cierto es que se cansa de intentar seguirlo con la mirada. Y, además, su atención se desvía al escuchar la risa psicótica de Mel. Ya que de momento los demás parecen haber controlado al horrocrux, aunque Madeleine sigue sin entenderlo por completo, se acerca al lugar hacia donde su prima ha ido a parar luego de literalmente salir volando, a causa de una fuerza invisible e incomprensible para ella. Le preocupa que el golpe le haya terminado de afectar la cabeza, especialmente cuando comienza a gritar. —¡LAURA NIELSEN TU NO ERES NI SERÁS NUNCA MINISTRA! Es cierto que ella también se niega a aceptarla como Ministra de Magia, pero hay mucho más detrás de aquella declaración de lo que imaginas. —Melrose, tienes que mantener tu cabeza en orden —musita Madeleine, entornando los ojos—. ¿Estás bien? ¿El horrocrux te hizo daño a ti también? Sin poder evitarlo, observa de reojo el lugar hacia donde cree que ha ido a parar. Y, una vez más, se pregunta qué puede haber de diferente en aquella situación.
  19. PP: 9 PV: 50 Madeleine, inconscientemente, lleva la mano a la herida que tiene el brazo, todavía a medio cerrar. Quizás... quizás es hora de que piense mejor lo que está haciendo, en lugar de improvisar. No le había dado mucha importancia al principio, pues pensó que sería más un juego que algo serio, pero Catherine se lo estaba tomando con bastante seriedad, como se lo indicaba su malestar corporal. Según sus cálculos mentales, el efecto del himno del eléboro se ha desvanecido ya. Cualquier ataque con fuego, incluso el Fuego Compacto, sería inútil; pero, por otro lado, sus sentidos están desprotegidos. Sabe que es poco original, pero levanta la varita mágica hacia ella y conjura un Mutis. Observa el haz de luz recorrer rápidamente la distancia que las separa, buscando su pecho; si impacta y le quita la posibilidad de hablar, entonces puede tener cierta ventaja, a pesar de todo. Aunque todavía tiene heridas que curar, decide que es hora de protegerse un poco más. Separa los labios, sabiendo que ha recuperado la voz, y agita la varita sobre sí misma. —Himno de eléboro. Percibe muy, muy levemente aquella vibración musical y tranquilizadora que actúa inmediatamente sobre sus sentidos, agudizándolos y protegiéndolos.
  20. HITO 5: Horrocrux No está segura de cuánto tiempo ha transcurrido, bien podrían haber sido unos segundos como un par de minutos, cuando se da cuenta de que el control corporal que está efectuando comienza a dar resultado. Poco a poco, Madeleine "regresa"; había estado concentrada canalizando el control de energía, que las voces de los demás se habían convertido en ecos lejanos, aunque de todas formas percibe que el ambiente está mucho más turbulento que hace unos momentos. De cualquier forma, cuando observa a la Inquisidora, ve que está atada con unas cuerdas mágicas; asiente levemente, satisfecha del apoyo que pudo haber brindado para aquello. Laura de inmediato comienza a resistirse, pero todavía está afectada físicamente, así que estos esfuerzos son en vano; y ahora, Madeleine sabe que deben aprovechar la oportunidad de intentarlo una vez más. Rápidamente, guarda la flecha que tiene en la mano y se vuelta el arco en el hombro, pues necesita tener ambas manos libres. Una vez más, canaliza su magia oscura con el fin de manipular la energía que la rodea, pero ésta vez en lugar de concentrarse en el cuerpo de alguien más, se enfoca en el suyo propio. Se concentra en manipular la energía que la rodea, para así activar su poder phantom. Entonces, cuando salta hacia adelante, lo hace con un movimiento rápido y fantasmagórico, para nada propio de un humano; se acerca a Laura y, aprovechando que está atada y es incapaz de usar su Vara de Cristal, y arranca la fina cadena que cuelga de su cuello. Madeleine siente el ardor en su mano, pero aprieta el colgante con fuerza en su puño y sigue corriendo; la cadena se rompe y sabe que quizás lastimó el cuello de Laura. Contiene las ganas de abrir la boca para decir "lo tengo" y, en cambio, frunce los labios mientras aprieta el puño con más fuerza, resistiendo el dolor. Debe destruir esa maldita cosa y teme que, abriendo mínimamente los dedos, pueda escaparse de ella. Así que enfoca la mirada en el colgante y concentra su energía psíquica, concentrándose en percibir las partículas que componen el objeto y en acelerarlas... Confía en su dominio de la fragoquinesis y en su entrenamiento de oscura, está segura de que puede destruirlo definitivamente de aquella forma. Pero lo que sucede, es que Madeleine suelta un grito y se ve obligada a soltar el colgante, que cae en el suelo a un par de metros de ella y parece ser que queda cubierto por una especie de campo mágico. Se da cuenta de que tiene los ojos llenos de lágrimas y, cuando ve su mano, entiende por qué: la palma de su mano está en carne viva, sangrante, quemada. El dolor aparece sólo después de que observa la herida y se extiende por todo su brazo. Maldice por lo bajo, frustrada y todavía más enojada. Levanta la mirada para observar a los demás y observa que, mientras aquello sucedía, había una pareja besándose felizmente. Madeleine pone los ojos en blanco y sacude la cabeza con reprobación, preguntándose dónde se supone creen que están. Para ella, el campo de batalla es algo casi sagrado, donde no está permitida la más mínima distracción; ella misma se ha esforzado en mantener sus pensamientos alejados de las cosas banales, por más que éstos intenten manifestarse. Luego de emitir un suspiro, con una mezcla de enojo y dolor, vuelve a mirar el colgante inerte. Después de todo, destruir un horrocrux no es tan fácil como pensó que podría haber sido. En un intento de evitar que pueda "escaparse", levanta la mano sana y encierra el colgante en una masa de hielo. Pero, en su interior el horrocrux palpita sordamente... https://prnt.sc/1tmarzr
  21. HITO 5: Basilisco Con desesperación y con una vena marcándosele en la frente, Madeleine observa el intercambio ocurrido entre Melrose, Graves y Vera. Para ella, la idea que tiene de los paladines son algo ajeno y lejano, alimentado más por los rumores que hay de aquellos caballeros sagrados que de auténtico conocimiento. Lo cierto es que, para Madeleine, los paladines son... algo irritante. Algo que le molesta. Si en la Orden del Fénix de verdad hay héroes, entonces ellos serían los paladines. Siguen un estricto código moral, que siempre anteponen ante sus acciones y nunca —o casi nunca— pueden quebrantar. En el fondo, sabe por qué odia tal convicción y tan compromiso; y es que, quizás hace falta más valentía para mantenerse auténticamente leal a idea, que la que tiene ella como oscuro para rechazar casi cualquier restricción. Frunce los labios, intentando controlar la expresión en su rostro, pero no los interrumpe porque se da cuenta de que cuando los ve, puede comenzar a sentir algo parecido a la esperanza. Observa que los labios de Melrose se mueven, pero oye lo que dicen, pues se dirige hacia Graves. —¿Qué es lo que...? —no le gusta hacer preguntas, prefiere que le expliquen, pero en tal situación está dispuesta a lastimar su propio orgullo. Sin embargo, su voz se ahoga cuando Graves alza la voz para dirigirse a Laura. «Horrocrux». Aquella es la palabra que Madeleine necesita para terminar de comprender la idea que había comenzado a formarse, vagamente, en su mente, pero que era incapaz de unir en una idea razonable. Entonces, encaja perfectamente. La confianza de Laura, sus palabras («no pueden matarme») y, especialmente, aquella energía que Graves había mencionado, que claramente Madeleine podía percibir por ser algo tan parecido a su propia esencia. Cuando levanta la mirada una vez más hacia la Inquisidora, está convencida de que puede verlo. Puede reconocer el halo de oscuridad que la rodea, su esencia mancillada y corrupta... la monstruosidad en la que se ha convertido. Pues aunque todavía parezca en su mayor parte una mujer hermosa y poderosa, cuando el alma se manipula de aquella forma, te conviertes en uno. Madeleine advierte que Weasley ha hecho acto de presencia y aunque percibe la oleada de magia de la oscuridad, no puede adivinar qué es lo que ha hecho. Sin embargo, le parece que la prioridad de todos en aquel momento debe ser en primer lugar, poner a salvo a Sebastian, y en segundo lugar, separar a Laura de su horrocrux. Hace unos momentos un mago había intentado atacarla, pero Laura ni siquiera se había movido para evitar el hechizo. Madeleine rápidamente recuerda lo que ha estudiado de Artes Oscuras y recuerda que éstos pueden "defenderse" e incluso "atacar". Aunque supone que de alguna forma todos lo saben, ya que en lugar de buscar matarla y luego destruir su Horrocrux, en primer lugar están queriendo destruir el artefacto oscuro para luego acabar con ella; porque, además de resguardar una parte de su alma, sirve como una especie de barrera. Rápidamente, reflexiona, ¿habría alguna forma de debilitar al propio horrocrux, para poder tomarlo? ¿Hacer uso el Poder Destructivo serviría de algo? ¿O es mejor ir por un plan más seguro e intentar debilitar a Laura? Madeleine rápidamente decide que tomará la menor cantidad de riesgos posible. El hechizo del mago había recorrido un espacio físico y no había servido, así que debía intentar de otra forma. Clava la mirada en Laura Nielse, concentrándose a la par que sus ojos se entornan y un leve resplandor rojizo los ilumina. La Inquisidora puede sentirse superior a ellos, pero todavía tiene el cuerpo de un humano. Madeleine se concentra en lo que puede sentir, como si se tratase de una extensión de su propio cuerpo: siente sus dedos aferrados a la Vara de Cristal, el extrañamente tranquilo palpitar de su corazón, el roce de la túnica contra su piel... Pero va más allá. Intenta percibir cómo la sangre corre por sus venas, cómo sus órganos trabajan ajenos a lo que sucede a su alrededor, cómo sus pulmones se llenan de oxígeno. Y cuando es capaz de percibir hasta lo más mínimo, cuando tiene control de todo su cuerpo, se atreve a hacer el siguiente movimiento. Gradualmente, hace que la presión arterial baje y entonces siente lo que debe sentir la Inquisidora: la debilidad, la leve pérdida de sentido, la sensación de desfallecer, el dolor físico recordándole que no es un ser superior... Si es capaz de mantener aquel vínculo lo suficiente, quizás alguien podría tener la oportunidad de arrancarle el horrocrux.
  22. Sus mejillas sonrosas y sus ojos brillantes, son una inequívoca señal de que el vino se le ha subido ya a la cabeza. Sonríe con cierta timidez cuando escucha a Hannity referirse a ella como "profesora Moody", pero asiente levemente al escuchar su afirmación, aunque ella la había convertido en un comentario más agudo de lo que había pensado. No piensa añadir una palabra más pues no quiere interferir en la dinámica familiar que parecen tener, pero Bel aprovecha de lanzar una puya hacia los Moody que le arranca una risa. Ciertamente, no puede negar que ellos también son un poco estrambóticos. Honestamente —y no está tan borracha como para decirlo en voz alta—, para ella es un alivio que Richard desaparezca. Acerca de Catherine, no puede decir mucho pues apenas conoce a la madre de Madeleine. Y tampoco estuvo presente para ver el pequeño drama que hubo entre las dos, quizás por eso no le da mucha importancia al tema. —Estoy segura de que todo está bien —comenta Ellie, luego de darle otro sorbo a su copa—. Por fortuna, los Moody más extraños se fueron y sólo quedamos los nor... —pero su voz se ahoga, cuando la música que comienza a sonar es una que le causa escalofríos, pues la ha escuchado a altas horas de la noche en casa. Al mirar hacia el lugar de dónde vienen las carcajadas, observa que Melrose está muy emocionada haciendo una rutina de baile. Ellie apartada la mirada rápidamente y se bebe el resto de su vino en silencio, esperando que sus palabras hayan pasado desapercibidas. A veces, es duro ser la persona más sensata de su casa. Para su sorpresa Bel vuelve a unirse a ellos, aunque no se había percatado de que se había separado temporalmente del grupo. Del paquete de comida envuelto en un pañuelo, percibe un aroma a queso, masa y mantequilla. Escuchó varias veces el nombre del platillo, pero para ella era algo desconocido que no podía imaginar, ni siquiera registrar el nombre mentalmente. Quizás, debería pasar por la mesa de comida y prestar un poco más de atención a lo que los Evans ofrecían a sus invitados. Los siguientes momentos son bastante confusos para ella, pues no entiende por qué suceden. La extrañeza de los Ollivander, sumado a su estado ligeramente alcoholizad, son una mezcla peligrosa para su mente. Por lo que alcanza a entender, Garry siente que no puede llevarse la comida que Bel le ha entregado y que debe ganársela... ¿haciendo karaoke? Pero no es él quién cantará, sino Hessenordwood, que es ¿una especie de acompañante de Garry? ¿Y en qué momento había aparecido? ¿Eran familiares o algo por el estilo? Ellie parpadea, confundida, sin entender de dónde ha salido ese mago macabro ni tampoco cuál es el curso de razonamiento de la mente de Garry, y está demasiado asustada como para intentar averiguarlo por su cuenta. Si tuviera que describir aquella situación, un término adecuado sería "sueño febril". Quizás, aquella es la señal del universo para frenarle un poco al vino y beber un gran vaso de agua. —N-no te preocupes, Grelliam —se apresura a decir Ellie, luego de decidir que aquello es demasiado extraño para ella. La necesidad que tiene Garry de "pagar" por aquel obsequio, la presencia de Hessenordwood, el baile de Melrose... definitivamente, necesitan un momento de paz—. Es un obsequio el que te acaban de dar, no es necesario hacer algún tipo de negocio —explica, sin darse cuenta de que tiene levantadas las manos mostrando las palmas, como si estuviese frente a un criminal que la está intentando asaltar con un arma de fuego—. Además, parece que los chicos se han emocionado con este bailecito que está de moda, no creo que quieran ceder el puesto —añade, con una risa nerviosa.
  23. HITO 5: Horrocrux —Mantente alerta —susurra Madeleine, en respuesta a Hannity Ollivander. Se da cuenta de que sus dedos, que siguen sosteniendo la flecha helada en su arco, tiemblan ligeramente. Cierra los ojos y toma una gran bocanada de aire, obligándose a sí misma a calmarse. No es miedo lo que la hace temblar, sino una ira salvaje y apenas controlable; es una ira que trasciende lo humano, que si no pudiera dominar, la convertiría en una bestia, como le sucedió en Ravenrock. Y no hay nada más que quisiera que liberarse de las ataduras y eliminar a la Inquisidora, a Laura Nielsen, pero no está allí sola. Junto a ella hay aliados de la Orden Fénix, hay familiares y hay amigos... y es por eso que tiene que controlar esos sentimientos y mantenerse enfocada. No se trata de que ella la derrote, se trata de mantenerse fuerte junto a los demás. De reojo, observa a Kaori y a Graves, que también parecen estar alertas ante lo que pueda ocurrir. Madeleine no prestó atención a sus rápidos movimientos para hacer desaparecer al basilisco, así que sería una sorpresa cuando, más adelante, descubra la nueva "mascota" de la Fortaleza Errante. Pero, ahora mismo, es un tema que no importa. Madeleine abre la boca pensando en dirigirse a Graves, con la esperanza de que un paladín pudiera percibir con más certeza de qué podía tratarse aquella fuente de magia oscura, pero entonces un pequeño alboroto llama su atención. Madeleine reconoce a Vera, una integrante de la Orden de la Mano de Plata que estuvo presente en muchas de las misiones donde participó. Ella estuvo en Ravenrock, también, y aunque es relativamente nueva en la Orden del Fénix, la reconoció inmediatamente como una guerrera. Por eso, le llama la atención no sólo su presencia que no había advertido hasta ese momento, sino el extraño intercambio que ocurre entre ella, Mackenzie Malfoy y un mago al que reconoce vagamente como Sebastian Crowld. Por supuesto que presta atención a lo que dicen, pues en aquel momento de confusión cualquier fuente de información es valiosa. Aunque, a decir verdad, Madeleine se da cuenta pronto de que sus palabras no tienen mucho sentido. Él... está despotricando contra ellos. Contra todos ellos. Al principio sólo les pedía piedad, pero luego de la súplica pasó al dolor e incluso a la rabia. «¿Por qué tuvisteis que viajar en el tiempo? ¿Porqué?». La sangre bajó de su rostro y, por poco, sus armas no desaparecen del impacto que provocan aquellas palabras. Aquel viaje había sido una misión secreta de la Orden del Fénix... y que aparentemente no había tenido ningún resultado favorable. A Madeleine le había parecido un intento desesperado por lograr algo... pero no algo más que un intento en vano. No un fracaso, no una desgracia. Sólo, un intento fallido. Madeleine observa a Kaori y a Graves, y habla con un susurro ronco, pues sabe que no pueden alertar a Laura. Se había mantenido tensa observando cómo abrazaba a Sebastian, incapaz de hacer nada, pues sabía que cualquier intento podía dañarlo a él también. —No estoy segura de qué es lo que sucede —no puede entender qué vinculo habría entre la Inquisidora y aquel mago, cómo él podía estarla defendiendo como si no se tratase de una genocida que no tenía planes de detenerse. Internamente, reconoce que le gustaría hacerlo. Le gustaría saber por qué él la defiende y le gustaría que hubiera otra forma, pero... ¿qué se supone que deben hacer, a esas alturas? ¿Llevarla a Azkabán? ¿Eso sería suficiente? ¿Si quiera había esperanza de rehabilitación? ¿Quién lo intentaría y quién asumiría la responsabilidad? Ni siquiera se trata de justicia o de venganza. Se trata de asegurarse de que no sea un peligro, para nadie, jamás—, pero creo que atacarla de frente no servirá de nada. A esas alturas, Laura se dirige a todos ellos, desafiándolos a atacarla. De nuevo, Madeleine reflexiona que parece demasiado confiada, como si no le preocupada la desventaja numérica y estratégica, como si todavía tuviera un as debajo de la manga. Las palabras de Laura de hace un momento se repiten en su mente: «no pueden matarme». ¿Acaso...? ¿Acaso, era posible...? —Tiene que haber un punto débil. Hay que identificarlo y eliminarlo, y entonces... —una vez más, se encuentra pensando en por qué alguien defendería a la Inquisidora. Siente una punzada de culpa en el costado, pero sabe que no hay marcha atrás. «Lo lamento, pero es la única forma».
  24. —Puedes quedarte dando vueltas si quieres, pero yo me voy de una maldita vez —se queja Madeleine, cuando está convencida de haber llegado a la misma intersección por séptima vez. Está malditamente segura de que la piedra mohosa, el árbol seco, y la forma en que la luz de la luna caía sobre el camino era la misma que ya había visto repetidas veces. Quizás Ellie todavía intentando convencerse de lo contrario, pero ella se niega a formar parte de esta falsa—. ¡Estamos perdidas! ¡No hay forma de que lleguemos al maldito castillo! —¡Es que no lo entiendes! —suspira Ellie con cansancio. Ella es por lo general una persona paciente, pero como cualquier otra, tiene un límite y Madeleine la estaba presionando cada vez más. La cabeza comenzaba a dolerle y estaba comenzando a considerar arrojarle a la cabeza el cesto de tablets que su madre había preparado y había enviado desde casa, como obsequio para la matriarca Ollivander— ¡Es un bosque encantado! ¡Si estamos perdidas es por tu culpa, porque no puedes dejar tu mente en blanco y seguirme! ¡Y si te vas sola, no vas a llegar a ningún lado mejor que éste! —Qué bosque encantado ni qué ocho cuartos —replica Madeleine, sacudiendo la cabeza. Ese maldito bosque, ella podría incendiarlo todo si le diera la gana—. Te juro que... Pero su voz se ahoga cuando la brisa trae el sonido de un gran crujido, como si el tronco de un árbol se hubiera roto en lo más profundo del bosque. La verdad es que tienen tanto tiempo vagando en el maldito bosque, que lo que sucede en su interior parece algo más cercano a un sueño que de la realidad. Quizás, por eso, repentinamente tienen la sensación de que es una pesadilla lo que hay en las sombras y salen corriendo. ───※ ·❆· ※─── Cuando por fin la luz de la luna baña su rostro, Ellie tiene la sensación de que ha despertado. Siente que apenas han pasado minutos desde que dejaron la casa y se pusieron en marcha a la Heredad Ollivander, pero el cielo nocturno —que todavía tenía luz del sol, cuando llegaron a Ottery St. Catchpole— le indica que como mínimo perdieron un par de horas en el bosque. Quizás subestimó el hechizo con el cual el bosque estaba encantado; es consciente de que se alteró demasiado e incluso Madeleine, que ahora observa la luna con cierta nostalgia en su rostro, parece algo cohibida, como si se apenara igual que ella. De repente, recuerda algo que se comentó en aquella fiesta donde se encontró a los Ollivander, hace algunas semanas: que son bastante peculiares. Ellie sacude la cabeza, diciéndose que aquel incidente será lo más extraño de la noche, y le hace un gesto a Madeleine para que la siga. Después de todo, ella ya conoce el camino. En su carta, Hannity le explicó lo que debía hacer: hacer que Bel Evans acudiera esa noche a la Heredad. Su primera intención había sido pasearse por el Castillo Evans McGonagall y traerla, pero ¿no era eso muy evidente? ¿Y dónde estaba la sorpresa en eso? Mientras caminan, Ellie le cuenta a Madeleine aquella parte de la historia, que no alcanzó a contar pues habían comenzado a discutir por estar perdidas. —Le envié un regalo a Bel, y le puse una nota para que sólo ella abra la caja —le explica a Madeleine, mientras se dirigen al lago. A lo lejos, observa las luces de las lámparas—. Ella pensará que recibió un colgante con una gema preciosa, pero ¡en verdad es un traslador, que la traerá a la fiesta! Según mis cálculos, aproximadamente media hora, la caja debería estar llegando a su puerta. —Déjame ver si entendí —Madeleine se detiene y la observa con los ojos entrecerrados. —Enviaste un regalo anónimo dirigido a Bel Evans, que es conocida por ser una rebelde miembro de la Orden del Fénix... —Sí... —Y escribiste que es un paquete que únicamente ella puede abrir... —Sí... —Y adentro, hay un regalo que parece costoso y preciado... —Sí, porque, ¿no es eso lo que le gusta a la gente...? —¡Tenemos que avisarle a alguien, idi***! —exclama Madeleine, tomándola de los hombros y sacudiéndola, para ver si así despierta— ¡¿No te das cuenta?! ¡Esa es la clase de paquetes que te envían cuando alguien quiere echarte una maldición! ¡Van a quemar esa caja antes de que nadie pueda tocar el traslador y puede que incluso alerten a los Aurores! @ Hessenordwood Crouch @ Rory Despard @ Hannity Ollivander Evans @ Melrose Moody

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