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Ellie Moody

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Todo lo publicado por Ellie Moody

  1. And there were no words for the way that you felt
    So you opened your mouth and you started to sing:
    La la la la la la la

  2. Vamos directo al grano, vengo a dejar mi voto para @ Ludwig Malfoy Haughton . Estoy segura de que hará un trabajo excelente y habrán roles muy chéveres con él, y de verdad espero que gane o/ Y una vez más me voy sin desear suerte porque no quiero empavar mi propio voto (?)
  3. Alcanza a escuchar la queja de Graves de quién fuese que estuviese a cargo de los Aurores del MACUSA, por permitir aquel ataque. Aunque Madeleine puede entender de dónde viene el enojo y la frustración, no puede decir que no siente algo de culpa por no haber sido más paranoica. A decir verdad, la consterna bastante el hecho de que algo de aquel calibre haya sucedido frente a sus narices y no hayan podido hacer nada por impedirlo. Tanta destrucción, tanto dolor, quizás incluso muerte... ¿y de verdad no había nada que pudieran haber hecho? El dolor de sus uñas hincándose en las palmas de sus manos le recuerda que tiene que respirar, y seguir adelante. Actuar en lugar de lamentarse y buscar culpables. —¿Pero no se tomaron medidas anti-muggles? —replica, luego de que Graves enviase algunos patronus—. Sé que estas formas no parecen mágicas, pero no veo cómo personas sin magia pudieran haberse colado y organizado lo suficiente como para lograr lo que hicieron. Cuando mínimo sería necesaria un poco de colaboración interna... Madeleine se sobresalta al sentir una mano en su hombro, pero al mirar hacia atrás encuentra a Ellie, cuyo rostro pálido está lleno de polvo gris. Sostenida con las manos temblorosas, tiene la cámara mágica prácticamente destruida. Aunque reconoce que está asustada y nerviosa, por lo menos está a salvo, así como las personas que lograron refugiarse bajo su encantamiento; sin embargo, estas ya están evacuando el lugar. Cualquier vida salvada es un alivio y una victoria, pero eso no significa que las bajas no sean dolorosas ni vergonzosas. —De momento, enfoquémonos en evacuar a los civiles y hacer una inspección del edificio —dice Madeleine, esperando que suene a un plan coherente, aunque es consciente de que le cuesta pensar con claridad dada la situación—. Una vez hayamos confirmado que el atentado de verdad ha terminado, podemos investigar más a fondo qué demonios es lo que sucedió. @ Hobb Graves @ Goderic Slithering @ Kaori M.
  4. Con paciencia, Ellie destapa las cajas y extrae los artefactos uno a uno; los examina inquisitivamente antes de realizar un asentimiento y decidir que puede incluirlos en la exposición del stand. Si tiene el rostro cansado y ojeras bajo los ojos, es porque pasó una gran parte de la noche puliendo y acicalando los objetos elegidos para este evento, asegurándose de que lucieran en perfecto estado y eliminando cualquier rastro de polvo o de olvido. Es muy consciente de que el último año descuidó su negocio personal, al embarcarse junto a Rory en el proyecto de los Centros de Educación Comunitarios; sin embargo, ahora que este por fin se dió a conocer en el mundo mágico, siente que se libra de una gran carga y puede regresar a sus propios asuntos. No es que se arrepienta de aquella inversión de tiempo, pero sin duda tiene que volver a encaminar su negocio y su carrera. Y este evento le pareció la forma perfecta de hacerlo. —Oh, por fin, la última —suspira Ellie, aliviada, al ver a Madeleine dejar una caja de cartón con un código identificador escrito al costado. Al revisar una vez más el montón, asiente, segura de que son todas las cajas que registró a nombre de El Trastero. Madeleine no puede evitar dirigirle una mirada de indignación al oirla, sonido agobiada como si todo este tiempo no hubiera estado bajo la sombra del toldo, mientras que ella tuvo que hacer varios viajes y ni siquiera pudo ahorrarse trabajo mediante la aparición o el uso de portales, debido a las medidas de seguridad implementadas a último minuto en el evento. Se obliga a cerrar los ojos, tomar una gran bocanada de aire y contar hasta diez. —Muy bien, todas tuyas —repone Madeleine, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano. Ellie, ajena al mal humor de Madeleine, asiente con una sonrisa de alivio y se dispone a terminar de acomodar su stand. Sobre la mesa, en un marco de madera, hay un pergamino con el nombre de su negocio y la descripción de los servicios que ofrece, de modo que los transeúntes puedan leer la información al pasar por el frente. Y en el resto de la mesa están acomodados algunos artefactos mágicos restaurados y mejorados por si misma, aunque ninguna de sus invenciones debido a que todavía no ha presentado las patentes correspondientes. De todas formas, se siente orgullosa del trabajo que puede presentar y espera comenzar a darse a conocer de forma profesional. Madeleine decide dejar a Ellie terminar de acomodar su stand, ya que no parece necesitar más su ayuda. Ya algunos de los otros stands parecen estar preparados para recibir visitantes, y aunque el aroma del café le hace cosquillas en la nariz, se recuerda que no está allí por ocio. Se supone que está allí como personal de seguridad, aunque le sigue fastidiando que la hayan llamado de último minuto, y más sabiendo que el MACUSA tiene una gran cantidad de Aurores legítimos. «Todo por esos molestos "Nuevos Rastreadores"», piensa, sacudiendo la cabeza. Si les preocupa tanto esa nueva amenaza, ¿por qué no suspender el evento? No sé vería como una señal de cobardía ni de paranoia, sino de cautela. Ella confiaría en un gobierno cauto. Pero tampoco le importa mucho el tema, y la paga no le molesta. Se aseguró de dejar en claro que por la llamada a último minuto, tendría que haber una compensación económica adicional. Detiene sus pasos al llegar al stand de Bratvá, el negocio que solía pertenecer a Bastian. Pasa la mirada por las botellas de vodka, pero obliga a sus ojos a seguir de largo. Está en servicio y, se supone, todavía está intentando pasar sobria la mayor parte del tiempo. Tanto como sea posible, a pesar de los tropiezos. Will parece estar a cargo del stand, lo que la toma por sorpresa, pues le cuesta imaginar que hubiera aceptado ese trabajo de buenas a primeras. —Lindo uniforme —musita Madeleine, conteniendo una carcajada, porque sin duda su indumentaria era diferente a la habitual—. Muy pintoresco. @ Hobb Graves
  5. Hola, me paso a nominar o/ Este año mi nominado será @ Ludwig Malfoy Haughton , lo he visto muy constante e interesado en el rol del CMI desde que retomó el foro prácticamente, y el poco tiempo que pude trabajar con él como lugarteniente me pareció un jugador con muchas ideas y mucha energía, y creo puede refrescar mucho el juego. No desearé suerte a nadie porque quiero que gane mi nominado, sorry not sorry (?
  6. Nombre: El Trastero Rubro: Reparación, restauración y venta de artefactos mágicos de segunda mano. Link:
  7. Mientras el discurso de Valkyria se prolonga, Madeleine lucha, plantada en el punto donde está parada, con la ansiedad que crece exponencialmente en su pecho. Intenta convencerse de que sólo es paranoia, y que no sucederá nada malo. No hay una amenaza real, está todo en su cabeza. Siempre es así, en todas las misiones; siempre tiene que obligarse a mantener la calma, a apegarse a la evidencia y no a lo que cree sentir. Siempre la han tildado de paranoica, de exagerada... y es consciente de que hay verdad en eso. No puede seguir arruinando misiones por culpa de ese comportamiento errático, y menos cuando no es ella quien las comanda ahora; no puede arruinar el esfuerzo de los demás, por su incapacidad para mantenerse bajo control. Así que intenta enfocarse en las palabras de Valkyria, aunque hace rato dejaron de tener sentido, y aprieta las manos con fuerza para controlar los temblores, sintiendo las uñas clavarse en la piel de sus palmas. «Todo está bien. Todo...». Pero no puede continuar con el mantra cuando una corriente eléctrica recorre su brazo derecho. No necesita bajar la mirada y ver la esfera de obsidiana resplandeciendo en el anillo detector de enemigos para saber que esta vez el peligro no está en su cabeza. Madeleine toma a Ellie de la muñeca, ignorando su protesta al interrumpir la captura de una fotografía, y hace que se vuelva hacia ella para mirarla inquisitivamente a los ojos, de modo que ésta puede leer en ellos lo que sin duda demoraría más explicar en palabras. Ellie, en efecto, al observar la urgencia en la mirada de su prima se toma el atrevimiento de emplear la legeremancia para tomar un par de pensamientos superficiales y entender qué es lo que ocurre. —P-peligro —tartamudea Ellie, en un susurro. Sin embargo, la alarma sólo alcanzó a llegar un par de instantes antes de la primera explosión. Pero de esa forma por lo menos Ellie, en lugar de quedarse paralizada por el shock, alcanza a tomar su varita mágica y conjurar un fortificum. Una muralla de piedra se levanta inmediatamente desde el suelo, adecuándose a la forma ordenada por Ellie en su hechizo. La "pared" no tiene la forma típica, sino que parece más bien una especie de puente o arco, cuyos lados están expuestos, pero bajo el cual pueden ponerse a salvo varias personas. El hechizo apareció justo encima de donde Ellie, Madeleine y varias personas estaban; aún así, por instinto, todos se protegen la cabeza con las manos y se sobresaltan al escuchar los escombros caer. Ellie se estremece al reconocer que más allá de donde conjuró el fortificum, hay muchos gritos de pánico y de dolor, pero siente los músculos tensos y no es capaz de pensar con claridad. El shock comienza a llegar en oleadas tardías, ahora que la adrenalina parece haber abandonado su sistema y que se siente ligeramente a salvo bajo la estructura de piedra. Madeleine, sin embargo, sabe que debe hacer algo. —Quédate aquí —espeta Madeleine, hablando por encima de su hombro—. Y mantenlos a salvo. Y prácticamente desaparece, sin hacer el más mínimo susurro, controlando la energía de su entorno para moverse ágilmente entre las personas que corren. Aunque siente el impulso de detenerse a proteger a las personas, es más fuerte el instinto de buscar a quién o quiénes hayan estado detrás de aquel atentado; sólo de esa forma, todos pueden verdaderamente estar a salvo. Apenas hace un esfuerzo para que aparezca en sus manos un arco hecho de pura Magia de la Oscuridad, al igual que el carcaj de flechas heladas colgado a su espalda. Toma una flecha y la coloca velozmente en el carcaj, mientras sus ojos buscan al enemigo, pero sólo puede ver empleados del MACUSA y personas asustadas. O huyeron, o están ocultos. De cualquier forma, parece que lo que buscaban no era comenzar un enfrentamiento, sino simplemente sabotear la inauguración y (o) atacar al MACUSA para ¿demostrar algo? ¿Sembrar pánico? Es por accidente que llega hasta donde están Graves, Slithering y Kaori, esta última aparentemente ayudando a una mujer. —Si esto fuera obra de mortífagos, habríamos visto alguna marca tenebrosa —dice Madeleine, deteniéndose frente a ellos, pero sin dejar de mirar alrededor, esperando ver algo que le de información de lo que acaba de ocurrir—. Pero nadie ha salido a llevarse el crédito de esto. ¿Por qué? ¿Qué demonios es esto? —masculla por lo bajo. Una vez más vuelve la mirada al lugar donde estaba el público; muchas personas salieron corriendo, pero otras no pudieron hacerlo y están heridas o confundidas. Los funcionarios del MACUSA que no se vieron heridos parecen estar buscando en qué ayudar; entre ellos, Madeleine reconoce a Matt Ironwood, que si mal no recuerda es parte del FBI. —¡Ironwood! —llama Madeleine, como si tuviera derecho para hacerlo, cuando probablemente el mago tenga más jerarquía que ella en el MACUSA— Acordonemos la zona —sin embargo, no tiene mucha esperanza de que eso haga alguna diferencia. Todo se volvió un desastre en tan solo unos instantes. No puede evitar pensar que el universo está haciendo un terrible trabajo en darle razones para mantener la calma cuando los pensamientos catastróficos y el temor irracional la invaden. Siempre hay que estar alerta, preparada para lo peor. ¿Cómo pudo hacer sido tan idi***? @ Syrius McGonagall @ Goderic Slithering @ Kaori M. @ Hobb Graves
  8. —Creo que soy la última persona que podría ayudarles a ponerse al día —replica Madeleine, al escuchar las preguntas que Slithering dirige al grupo y sabiendo que las respuestas que él recibiera podrían ser de utilidad para todos. Pero durante el último tiempo ella no había estado muy atenta a los sucesos ocurridos en la comunidad mágica británica, e incluso se había mantenido bastante alejada de sus amistades y conocidos; mirando atrás, sólo hay un borrón en su memoria, pero sabe que no ha sido tiempo perdido. Ha estado trabajando arduamente, para... para...—. De todas formas, parece que ya lo averiguaremos —murmura por lo bajo, sin prestar atención a Graves todavía medio-discutiendo con Kaori. Al ver el rostro de Rory, Madeleine se da cuenta de que ciertamente sí lo había visto hace muy poco, pero fue un encuentro tan rápido y un poco enredado que no pudieron hacer un intercambio. Aunque, bueno, ahora que lo piensa el mago sí que tuvo tiempo para hacerle un comentario a Kaori acerca de cómo era una "mala influencia", lo cuál sólo le hizo pensar que sin duda conocía muy poco a la bruja. No dijo nada, por supuesto, aunque la culpabilidad de acabar nuevamente con varios meses de sobriedad por un arrebato todavía le pesaba en el pecho. Por lo menos, no fue una noche llena de excesos, sino una velada más bien tranquila en la residencia de Slithering en Ravenrock y estaba segura de recordar toda la noche. Ya ni siquiera está segura de por qué decidió unirse a la "celebración". Normalmente esos arrebatos venían del enojo, de la tristeza, del miedo... pero, lo cierto es que sólo quería disfrutar de la compañía de ellos, por tonto que sonara. Y ya que aparentemente no había sido requerida en la misión a la cual había sido convocada a la casa de los Potter, era mejor aprovechar la noche. De cualquier manera, no tiene la más mínima idea de qué era lo que compartiría Rory en aquella conferencia y no puede ni siquiera intentar imaginar nada. De modo que sólo cruza los brazos, respira profundamente y espera no tener que escuchar la palabra "edicto". Lo primero que se le viene a la cabeza es, que si Ellie estuviera allí, habría enloquecido. Habría perdido totalmente la cabeza, pues solía compartir en voz alta sus pensamientos en contra de la segregación. De hecho, su colaboración con el Departamento de Tecnomagia justamente había nacido de su creencia en la colaboración mutua y el intercambio de saberes. Y también había participado en el proyecto de los Centros de Educación Comunitaria. ¿Ella sabría algo al respecto, o también la noticia la tomaría de sorpresa? Madeleine mira de soslayo a Slithering, pero no sabría qué pasa por su mente. Tampoco es capaz de saber qué piensan Graves, o Kaori; sin embargo, quiere pensar que pase lo que pase, habrá quien apoye a Rory. Porque, quizás no siempre esté de acuerdo con él, pero se considera una de las personas que vio su elección como un rayo de esperanza para la comunidad. Y en cuanto a si está de acuerdo con él o no, es una pregunta más difícil de responder. Lo cierto es que para Madeleine no es extraña la idea de que los magos vivan junto a muggles, pues ella misma vive en un lugar principalmente muggle y desde hace ya un tiempo fue expuesto el Secreto Mágico, así que no es un cambio exageradamente drástico. Sin embargo, sabe que especialmente la comunidad británica está llena de personas anticuadas e intolerantes. No le preocupan los sentimientos de esos magos y brujas, pero sí el bienestar de las comunidad no-mágica. Ella confía en que Rory velaría por el bienestar de ellos, pero no cree que sea suficiente. Una vez más, quizás, tenga que entregar su varita para una causa mayor. —De alguna forma, se siente como si esto no debería tomarnos por sorpresa —musita Madeleine, mirando a sus acompañantes—. Rory nunca mostró interés por reestablecer el Secreto Mágico, y siempre ha tenido una postura muy abierta acerca de la convivencia con la comunidad no-mágica. ¿Verdad? Espero que no cause mucho revuelo —añade por lo bajo, aunque está convencida de que es una afirmación muy ingenua.
  9. Ellie observa a Madeleine seguir las mismas indicaciones del cuerpo de seguridad del MACUSA, preguntándose qué piensa ella de aquello. Sabe que tiene ideales afines a los de Goderic Slithering, aunque la razón por la que está ahí es única y exclusivamente por los generosos pagos que van a su bóveda de ahorro. Su rostro es inescrutable, como de costumbre, pero le gustaría pensar que se siente culpable. Porque los protestantes no estaban haciendo nada malo, ¿verdad? Después de todo, la pena de muerte es... Un escalofrío recorre su columna vertebral, y se obliga a sostener la cámara de fotos mágica con fuerza para no dejarla caer. No sabe qué palabras hilar para terminar el pensamiento, pero el malestar físico que siente es suficiente. Sin embargo, su propia mente le envía pensamientos y recuerdos en un intento de refutarse a sí misma. Si no se atreve a decirlo en voz alta, es porque sabe que está siendo ingenua. Puede ser un mal necesario: Tom Riddle, Gellert Grindelwald, la Inquisidora, ¿habrían podido reformarse? ¿Valía la pena correr el riesgo? ¿Valía la pena gastar dinero en mantenerlos con vida durante décadas y décadas, en lugar de emplearlo en algo más? —Todo en orden —escuchar de forma tan repentina la voz ronca de Madeleine a sus espaldas hace que se sobresalte—. Sólo los dispersamos, a la mayoría por lo menos... No había necesidad de tener a nadie... —Está bien, así no habrán motivos para que hablen mal del gobierno de Slithering —replica Ellie—. Es un día muy importante como para que sea nublado por algo así. —Como sea —Madeleine se encoge de hombros, aunque Ellie se atreve a pensar que no le da tan igual como lo hace ver. No sólo porque esta obra se trata de una buena causa, sino porque quien estará a la cabeza es una vieja amiga suya, Valkyria Karkarov. Escuchan el discurso de Goderic en silencio, aunque Ellie toma algunas fotografías, esperando que alguna captura sea decente. Mientras compraba rollos fotográficos para la ocasión, Melrose le dijo que debería tomar una fotografía de Madeleine para el álbum familiar, pero Ellie no se atreve a girar la cámara en su dirección. Con su atmósfera terrorífica, tiene la sensación de que al revelar la foto, vería una sombra o una mancha que le daría pesadillas por días —aunque el fenómeno tuviese una explicación perfectamente racional—. —Ah, ya viene el discurso de Valkyria —murmura Madeleine, apenas consciente de ello. Da un vistazo alrededor, aunque no hay necesidad real de hacerlo, pues sus criaturas asechan las sombras, dándole muchos más pares de ojos y orejas para monitorear la zona que Graves le asignó. Las bestias con forma de serpiente que se arrastran en las sombras, según su voluntad, no han percibido ningún peligro, nada fuera de lo ordinario; todo parece estar en orden, por los momentos. Vuelve a fijar la mirada sobre la bruja que se acerca a tomar su lugar frente al público, diciéndose que el escalofrío en su nuca sólo es paranoia.
  10. Ellie sacude la cabeza cuando la caja de herramientas se desparrama sobre el piso, pero apenas se sobresalta. Está segura de que no hay nadie a quien le importe el ruido que haya ocasionado la caída. La casa de seguridad que es el antiguo hogar de la familia Potter se había convertido, desde hace un par de semanas, en el lugar perfecto para trabajar sin ser molestada. Las visitas de los miembros de la Orden del Fénix eran escasas y breves, y normalmente se limitaban a utilizar la cocina para aquellas esporádicas reuniones. Es por eso que, de alguna forma, había adoptado aquel lugar como un taller para los proyectos de la Orden del Fénix, aquellos que prefería mantener alejados tanto de su negocio en el Callejón Diagón como de su propio hogar. Sabía que los mortífagos sospechaban de la ubicación del número 12 de Grimmauld Place y La Madriguera, pero el Valle de Godric parecía no estar bajo su radar. O, por lo menos, se atrevía a sacar aquellas conclusiones luego de examinar los datos de los ataques mortífagos del último par de años. En el escritorio, unas especies de granadas estaban abiertas, exponiendo un circuito interno que con ayuda de libros muggles había comenzado a entender. Aunque por supuesto que Ellie no sacaba información del Departamento de Tecnomagia, más que todo por respeto a Goderic, no podía evitar que su labor allí la inspirara a seguir buscando nuevas formas de combinar la tecnología muggle con la magia que había estudiado toda su vida. Era un gran desafío, pero el más pequeño logro la llenaba de felicidad y autosuficiencia, y le hacía sentir que podía ser útil para la Orden, aunque evitara las misiones más peligrosas y violentas. Decide dejar el destornillador sobre el escritorio, pero le duele demasiado la espalda para agacharse a recoger el pequeño desastre. Por el contrario, se recuerda en la silla y busca la taza de hidromiel, solo para descubrir que está vacía, así como la botella de la que se había estado sirviendo. La señal para ir a la cocina a estirar las piernas y buscar más provisiones costeadas por el bando. Se echa la manta sobre los hombros y se coloca unas acolchadas pantuflas para bajar, todavía pensando en el plano que había estado leyendo el último par de horas. Es casi un cliché que los "genios dementes" hablan solo consigo mismos, pero Ellie podía pasar mucho tiempo en silencio. Sin embargo, dentro de su mente podía ver sus ideas tan claramente como una fotografía, y podía añadir sus modificaciones antes de llevarlos a la vida real. En los tres días de reclusión que llevaba, no había pronunciado una sola frase entera. Quizás es por eso que, cuando se dio cuenta de que había alguien en la casa, tuvo que hacer varios intentos para decir algo coherente. —Ah... mmm.... hiya, Matt —se las arregla para saludar al mago. Las palabras llegaron tarde, pero mentalmente había encontrado el recuerdo casi inmediatamente. Sabe que conoce a Matt Ironwood, un mago estadounidense con lazos con la familia Evans McGonagall. El primer recuerdo que se le vino a la mente fue el de la 184, aunque era bastante lejano y probablemente se habían vuelto a ver luego de ello—. Disculpa si interrumpo, sólo vine a buscar unas provisiones —explica, aunque no parece que el mago esté acompañado. @ Syrius McGonagall
  11. No puede evitar ahogar una carcajada cuando escucha la frase con que Kaori los "saluda". Quien hubiera escuchado aquella exclamación sin tener contexto, habría pensado que Kaori se refería a una situación indecorosa... Aunque, a decir verdad, quizás haberse quedado desparramados e inconscientes en el salón de Slithering, borrachos como unas cubas, podía considerarse una situación indecorosa, a pesar que todos hubieran mantenido la mayoría de su ropa encima. Con una sonrisa, sacude la cabeza levemente, recordándose que es momento de concentrarse. —Relájate, Kaori, todavía no ocurre nada —musita Madeleine, comiéndose de un bocado lo que le queda de hot dog, pues por la expresión en el rostro de su compañera parecía como si se lo fuera a arrancar de las manos en el instante en que bajara la guardia. Saca una pequeña botella de gel antibacterial del bolsillo de su chaqueta y se limpia las manos con su contenido—. Pero no creo que haya tiempo para ir a comprar comida, y más con las medidas de seguridad que han establecido para poder entrar —así que Madeleine hurga en los bolsillos de su chaqueta, hasta que da con algo. Cuando saca la mano, tiene una barrita de avena con pasas. Ella odia las pasas, solo compró el snack pensando que eran chispas de chocolate. Un error de novato—. Aquí tienes —le dice a Kaori, extendiéndole la barrita. Esta vez, sí deja salir la carcajada con el comentario de Kaori destinado a molestar a Graves. Es cierto que quizás no están siendo de los más discretos, pero bueno, Slithering es una figura pública. ¿Acaso de verdad sería creíble que no tendría todo un escuadrón de seguridad acompañándolo? «Aún así, parece que elegimos un mal día para tener resaca».
  12. «Qué molestia», dice Madeleine para sus adentros, mientras se abre paso a través del . Ministerio de Magia. Recibió una notificación de solicitud de prestación de servicios hace menos de una hora, y por un momento creyó haber leído mal el lugar al que fue convocada. Pero ella sabía que su empleador no solía cometer equivocaciones a la hora de asignarle una misión. Siente el cuerpo adolorido por el cansancio acumulado de semanas de trabajo ininterrumpido, y sabe que su rostro refleja su cansancio sin disimulo, pero no le da mucha importancia. Por su mente pasa la idea de tomar una poción multijugos, pues no es que ella sea una persona muy querida en Inglaterra, pero si a Slithering no le importan sus antecedentes, no ve por qué ella debería preocuparse por ello. Lo único en lo que debe enfocarse es en su rol de personal de Slithering, y, muy a su pessr, seguir las indicaciones del jefe de seguridad, Graves. Está vestida con pantalones cargo negros, botas de combate, una franela negra y una chaqueta de cuero. Tiene el cabello recogido en una cola de caballo baja, y a sus espaldas lleva colgada la vaina de Melle. —Qué bueno que piensas así —comenta Madeleine, al abordar a Slithering y Graves—, ya que he decidido traer mi propio para de ojos. Pero si tenemos suerte, será un día poco memorable. En verdad, no estoy preocupada —reconoce, mientras dándole un bocado al perrito caliente que trajo consigo, y que compró en un puesto callejero cercano al Ministerio. El sabor es familiar, pues son los mismos que solía desayunar cuando trabajaba como Auror en el Ministerio. Sin embargo, es una verdad a medias. Es cierto que Madeleine no está preocupada por Slithering. Pero acerca de Rory, es otro tema...
  13. No puede evitar sobresaltarse ligeramente cuando escucha a Graves hablar. ¿En qué momento había llegado? De cualquier forma, pone los ojos en blanco al escuchar su apasionado discurso, aunque en gran medida está de acuerdo con sus palabras; lo que le fastidia un poco, es el tono justiciero de los paladines. Para Madeleine, sólo es un tema de practicidad. La verdad es que le fastidia la idea de trasladar a un prisionero fuera del continente, pero supone que habrá que hacerle caso a Rory; después de todo, si el propio Ministro de Magia declara que no hay un lugar en Europa donde puedan mantenerlo oculto, habrá que hacerle caso. Pero... la verdad es que preferiría no hacerlo. Es una misión que implica usar recursos, que bien podría ser mejor empleados en algo más significativo, algo con más valor. «Deberíamos acabar con esto, aquí y ahora». Madeleine observa de reojo a Hobbamock, a sabiendas de que si alguien lo apoyara, no lo pensaría dos veces. Le daría la misma sentencia que le dio a Marie Tenenbaum, o quizás una peor y más definitiva. Pero también sabe que Rory haría todo lo posible para impedirles llegar a ello. —"Pero para los impíos no hay paz, dice el Señor" —replica Madeleine, fastidiada, pero sacude la cabeza con resignación. Reflexiona una vez más en las palabras de Rory, acerca de sacarle información al mortífago, pero quizás por su afán en descartarlo Madeleine se siente incapaz de intentar pensar en algo que hacer para que el prisionero tenga alguna utilidad para la Orden. Es sólo que, ¿qué les podría decir? ¿Revelar identidades, revelar lugares...? Entonces, ¿qué harían? ¿Darles de caza y quemar sus hogares? ¿No pueden hacer eso ya mismo? ¿No tienen nombres y lugares y más información? Además, ellos normalmente son un hueso duro de roer y no tiene energías para ello. No quiere más meses de investigación, de trabajo, de paranoia... por otro lado, una ejecución, o una condena de por vida, le haría una breve sensación de realización. Y quizás, en el fondo, podría darle un poco de alegría. La sensación de un trabajo bien hecho. Como diría Graves: es justicia. La pregunta de Rory hacia Malfoy, hace que Madeleine salga de su ensimismamiento y fije la mirada en la nota que acaba de recibir el mago. Quizás habría ignorado aquello, de no ser por las preguntas del sacerdote. ¿Acaso teme algo? —No sé qué tan seguro sea este lugar, si los mensajes pueden llegar con tanta facilidad —murmura Madeleine, con el ceño fruncido. Decide no preguntar nada en voz alta, pero una pequeña preocupación (no sabe de qué, ni por qué) comienza a gestarse en un rincón de su cabeza. Finalmente, Kaori recalca que están estancados. Parece ser que ella aboga por un juicio, pero no en Inglaterra, sino en los Estados Unidos. Madeleine no tiene idea de si es posible juzgarlo allá, ni los detalles legales, pero sabe que al final apoyará lo que decida la mayoría. Es claro que no se pondrán de acuerdo pronto, pero la sugerencia de Kaori de ir a su barco mágico, el cual pueden ver a través del portal que abre en medio del salón, podría darles tiempo para ponerse de acuerdo. Madeleine reflexiona que eso no evitaría una masacre, sí les daría la seguridad de que no podrían alcanzarlos. Sin embargo, ¿no es cierto que mientras más tiempo estén en ese tira y encoge, más masacre harán los mortífagos? Aunque, no es como si eso no sea lo que hacen normalmente; si no tuvieran un prisionero, siempre tendrían otra excusa para destruir y matar. —Yo estoy de acuerdo con que no podemos quedarnos en un solo lugar —dice Madeleine, avanzando un par de pasos hasta ubicarse junto a Kaori—. Mientras nos sigamos moviendo, tendremos la seguridad de que no nos quitarán al prisionero.
  14. Cuando por se encuentra en la tranquilidad de su hogar, en completo silencio y con las luces atenuadas, siente que podría llorar de la felicidad. Durante el día la adrenalina la impulsa y la empuja hacia adelante, pero cuando la jornada laboral termina siente de golpe todo el cansancio y el estrés acumulado. Suele llegar como una muerta viviente a su sencillo y silencioso apartamento, deja su abrigo y sus botas en el sofá de la sala y se arrastra hasta el baño para darse un largo baño de agua caliente; a veces es capaz de comer y llegar a dormir a la cama, pero la mayoría del tiempo termina quedándose rendida en el sofá mientras cena y ve la televisión, sin siquiera terminar su plato de comida. Y ese día no es la diferencia, por supuesto. Si es posible, se siente más exhausta de lo normal. Las misiones que Slithering encarga suele ser un martirio, pero la bolsa de monedas de oro que tintinea en su abrigo mientras se lo quita, le recuerda que la recompensa suele valer la pena. Hace un gesto de dolor mientras se agacha para quitarse las botas, sintiendo los moretones en el cuerpo que deberá tratar pronto para evitar que sean una molestia el día de mañana. Sin embargo, decide apartar sus pensamientos del trabajo y enfocarse en qué comerá. Se le antoja un poco de cereal con leche, algo que no requiera mucho trabajo. Y ese día, hay un episodio nuevo de la serie que ha estado viendo últimamente, debería haber una revelación importante... Pero sus pensamientos se detienen y sus manos se quedan paralizadas con las trenzas de las botas en las manos, cuando percibe algo. Rápidamente vuelve el rostro por encima del hombro, entrecierra los ojos ligeramente al reconocer el resplandor del encantamiento patronus. Un gato está posado sobre el sillón, mirándola; todo se mantiene en silencio por unos segundos, hasta que la criatura habla con la voz de uno de sus compañeros de bando. —Por el amor al cielo... —maldice Madeleine por lo bajo, cerrando los ojos con fuerza. «Cálmate. Respira; inhala, exhala...». Es una reunión urgente. No hay razón para molestarse; no es como si las personas la fastidiaran a propósito cuando por fin tendrá un breve momento de paz, entre el caos y el cansancio del día. Por supuesto que no. No es como si el universo conspirara constantemente en su contra de esa forma. Ella lo sabe. Se lo repite mientras se pone lentamente de pie, aunque sus manos están hechas puños junto a ella—. Bien, como sea —farfulla finalmente, suspirando y relajando las manos. Aunque es una emergencia, decide primero tomar una ducha rápida y cambiar su uniforme del MACUSA por su otro uniforme. Viste unos pantalones cargo negros, con una camiseta negra y una chaqueta de cuero; su calzado es el mismo de su uniforme diurno, unas botas de combate. Se recoge el cabello en una cola de caballo y toma su varita mágica, para hacer un portal ahí mismo. Mientras abre la puerta de la residencia Potter, se da cuenta de que ha pasado un tiempo desde la última vez que estuvo allí; sin embargo, todo parece estar igual que siempre. Hay cosas que nunca cambian y, en esencia, Madeleine siente que la Orden del Fénix siempre es ella misma. No importa el tiempo que esté alejada, cuando regresa, es como si el tiempo no hubiese pasado. «Después de todo, siempre van a haber problemas que deban resolverse». Durante unos momentos se limita a observar en silencio a sus compañeros hablar en torno al prisionero. Madeleine sólo se ha enterado de los sucesos tras leer los reportes de las misiones, pero cree que entiende la situación. Lograron apresar a un mortífago, y ahora están en la encrucijada de qué hacer con él. Sinceramente, no entiende por qué le dan tantas vuelvas al asunto. En su mente, es una decisión simple. Sin embargo, cuando Rory pregunta abiertamente al grupo qué harán con él, se da cuenta de que le cuesta decirlo directamente. —¿Qué tanto vamos a hacer con él? —musita Madeleine, hundiendo las manos en los bolsillos de los pantalones— Seguramente interrogarlo sería una pérdida de tiempo. Podríamos simplemente arrojarlo en alguna celda que tengamos por ahí, y botar la llave. No sería de utilidad, pero por lo menos sería un mortífago menos del cual preocuparnos.
  15. El sonido de los pasos a su espalda hace que se ponga alerta, y vuelve el rostro por encima del hombro. «Respuestas», repite Madeleine para sus adentros, esperanzada, al reconocer la figura de Slithering. Sin embargo, como es habitual, él no dice mucho por los momentos. Normalmente, cuando se reúnen, él espera a que todos los convocados estén en el lugar para compartir la información, o dar alguna indicación. —Y ahora llegaste tú —responde Madeleine, poniendo los ojos en blanco, pues el comentario le había parecido innecesario, al ser evidente la situación; sin embargo, es cierto que más que una pregunta, parecía una afirmación. Apenas un momento después, Emily hace acto de aparición. Por lo menos, ya están casi completos; sólo debe faltar Kaori por llegar, asume Madeleine. Las otras personas que suelen acudir a las misiones de Goderic son Ellie y los gemelos Karkarov, pero de haber sido necesarios ya habrían llegado. Aunque, nunca se sabe qué sorpresas puedan haber en esas situaciones. Madeleine saluda a Emily con un ligero asentimiento de la cabeza, y asiente ante su pregunta. —Supongo —musita. Sin embargo, repentinamente, Madeleine se da cuenta de que no es tan sencillo. No sabe si los demás están enterados de la "situación difícil" de la que Kaori prácticamente acaba de salir; y tampoco sabe si le corresponde hacer un comentario al respecto, así que aprieta los labios y simplemente esperar y ver qué sucede. «Espero que sí», dice para sus adentros, pues si Kaori asiste significa que ya está recuperada y que todo está bien. Por otro lado, si pasa el tiempo y no aparece... En ese momento, cree oír la grava crujir y comenzar a sentir una presencia familiar. Aliviada, exhala el aire que, no se había dado cuenta, estaba conteniendo. A pesar de las protecciones colocadas en el lugar, podía percibir la Magia de la Oscuridad de sus compañeros de clan en el aire. Kaori aparece de entre los árboles, y está acompañada por su pareja, lo cual la sorprendió. Frunce el ceño, confundida, pero asume que todo tiene su razón de ser. Ella ha estado demasiado alejada de todo como para cuestionar quién participa en la misión. —Bien, ya estamos todos, ¿no es cierto? —inquiere Madeleine, volviendo el rostro hacia Goderic, cómodamente sentado en el piso como si estuvieran en un picnic— ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí?
  16. Aunque es inútil, vuelve a mirar inquisitivamente el reloj en su muñeca, como si los números fueran a revivir ante sus ojos. Se siente como si aquella diminuta pantalla apagada y muerta, por lo que termina quitándoselo y arrojándolo en el bolsillo de su chaqueta. No puede creer que Ellie haya sido tan descuidada como para darle un artefacto que no funciona correctamente para una misión, pero, a final de cuentas, nadie es perfecto. Es entonces cuando su mano se tropieza con el otro objeto que lleva consigo: algo que parece una pequeña brújula de oro envejecido, que encontró en el cobertizo de Catherine. Es un aletiómetro, y Ellie le advirtió que no debía tratarse de un objeto de fiar; después de todo, parecía funcionar a base de adivinación, más que otra cosa. Pero Madeleine no creía que le hiciera daño llevarlo consigo, de vez en cuando. Lo había usado en un par de ocasiones, aunque nunca era capaz de decir si las respuestas que le eran mostradas eran acertadas o no, pues aquello de hacer una pregunta con tres dibujitos, y recibir uno como respuesta no era tan sencillo como se oía. —No recibí más instrucciones que las coordenadas de este lugar seguro —explica Madeleine, señalando con su varita de ébano el claro que los rodea—. El Bosque de Morgana; quizás un apodo, porque indagué un poco y no encontré información oficial de este lugar,. Como sea, revisé la zona y encontré varios encantamientos defensivos, que parecen funcionar bien, pero no me han dejado "percibir" si hay algo extraño en la atmósfera. Y usar mi magia quizás afectaría las defensas, y todavía no nos hemos reunido con los demás, así que no he querido hacerlo todavía... »Seguramente Slithering tiene más información, no creo que nos haya convocado acá porque nos extraña demasiado. Pero supongo que la ha mantenido para sí mismo hasta los momentos. Cuando saca la mano del bolsillo de la chaqueta, tiene el aletiómetro en las manos. Madeleine lo abre y le echa un largo vistazo, sin saber qué combinación resultaría en una pregunta coherente. —Como sea, las respuestas deben estar más allá de la magia defensiva. «Las respuestas, o el peligro».
  17. Mientras Madeleine camina por el claro, bordeando el claro que resplandecía por la luz de la luna, Ruby sale de su escondite en el bolsillo de su chaqueta y se arrastra por su brazo, hasta treparse en su hombro izquierdo. Tal y como lo había prometido Slithering, aquel se trata de un lugar seguro: está protegido por encantamientos defensivos, que probablemente mantienen al peligro alejado, pero también le impiden a Madeleine percibir si hay algo extraño en la atmósfera. No se atreve a invocar su Magia de la Oscuridad, pues normalmente esta es caótica y destructiva, y no puede arruinar las defensas del lugar sin que los demás hayan llegado y se hayan podido agrupar. Odia esperar, pero es su única opción, ya que no hay pistas, no hay información que repasar mentalmente, no hay un plan que simular en su mente. Y ni siquiera puede calentar un poco. No está segura de cuánto tiempo ha pasado, cuando siente una perturbación. Por inercia, su mano se dirige a la varita mágica que guarda en el bolsillo de sus pantalones cargo; sus ojos reconocen a Graves, aunque no por eso suelta su arma mágica. Prefiere lucir preparada paralo que sea que enfrentarán, a pesar de que se siente ciega en aquella misión y había estado perdida en sus pensamientos. Ruby, la serpiente cristalina, se enrolla en su mano derecha y examina al mago en silencio. —Uhm —Madeleine baja la mirada al reloj que lleva en la mano izquierda, recordando que llegó allí a un cuarto para las diez de la noche. Ellie se había comprometido mucho con sus labores para el Departamento de Tecnomagia, y le había entregado un reloj digital que había demostrado funcionar incluso en lugares donde había una gran acumulación de magia en la atmósfera, como el Ministerio de Magia. Sin embargo, cuando intenta ver la hora, la pantalla está apagada y aunque oprime bruscamente los botones de los costados, nada sucede. ¿La batería habría muerto? ¿No se suponía que las baterías de esas cosas podían durar mucho tiempo?—. Tengo un buen rato esperando por ustedes —replica luego de unos momentos, decidiendo no preocuparse por ello. De cualquier forma, intenta que su comentario suene a reprimenda, a pesar de que probablemente sea la hora exacta a la que Slithering los convocó. Espera que pronto llegue alguien más, ya que la verdad es que Graves no es exactamente su persona favorita. Si lo tolera, normalmente es por alguien más: por ser amigo de Ellie, o por ser el cuñado de Will. Pero es una labor bastante pesada, más cuando está convencida de que cada cosa que le dice tiene la intención de fastidiarla de alguna forma. —Naturalmente —suspira Madeleine, encogiendo la cabeza con suficiencia—. Soy una excelente... —cuando se da cuenta de que está a punto de decir «una excelente tía», se interrumpe fingiendo una tos por el frío. Se frota los brazos por encima de la chaqueta y termina de hablar — una excelente niñera. Es uno de mis muchos talentos. Pero es momento de enfocarse en la misión.
  18. Unos instantes después, sus pies alcanzan el suelo y la realidad vuelve a dibujarse a su alrededor. Madeleine abre los ojos, y parpadea un par de veces hasta adaptarse a la luz escasa. La brisa helada de la noche hace que se estremezca debajo de su chaqueta de cuero, a pesar de que están en uno de los meses más calurosos de Gales; para sus adentros, se dice a sí misma de que es evidente que esa reacción no se debe al clima. No está segura de qué es lo que está haciendo allí, ni tampoco Slithering brindó demasiada información en su mensaje, pero si el "escuadrón especial" fue convocado, no debe ser nada bueno. La sensación de ser un perro del Gobierno Americano la hace mascullar con desagrado, mas sabe que está allí por voluntad propia, por la promesa de una jugosa recompensa. Mientras más misteriosa es la misión, más peligrosa suele ser y mejor es la paga, eso lo sabe cualquiera. Madeleine echa un vistazo rápido alrededor, aunque no es que eso le de mucha información del lugar donde está. Lo único que sabe, gracias a la información brindada por el presidente, es que está en un lugar llamado el Bosque de las Sombras, y únicamente logró abrir un portal allí ya que le fueron proporcionadas las coordenadas exactas de un área segura para aparecerse. Se trata de un pequeño claro, iluminado por la luz de la luna. A su alrededor, se levantan altos y frondosos robles, cuyas ramas son empujadas levemente por la brisa nocturna. Y la atmósfera está llena de los sonidos del bosque nocturno; el ulular los búhos, el cantar de los insectos, el aullido ocasional de los lobos... Nada de lo que no pueda cuidarse por sí misma. Aunque, para ser sincera, preferiría estar acompañada; no tanto porque le incomode el escenario, sino porque está segura de que necesita el apoyo del grupo. «Más les vale no tardarse demasiado».
  19. Escuchar la voz de Kaori hace que se sobresalte. Madeleine se apresura a quitarse las sábanas de encima y se incorpora en la cama, justo a tiempo para ver cómo la reluciente mamba negra se arrastra por el suelo, hacia ella, sin dejar de recitar el mensaje de la bruja. Tiene la sensación de que ha pasado mucho tiempo desde que escuchó la voz de uno de sus compañeros. «Es cierto —recuerda súbitamente, a medida que la realidad vuelve a dibujarse ante ella—. Estoy de vacaciones. Sólo tengo que regresar a dormir, no importa qué hora sea». Madeleine descubrió, muy a su pesar, que ignorar los llamados de la Orden del Fénix era más fácil de lo que solía pensar. Bastaba con cerrar los ojos, echarse la sábana por encima de la cabeza y volver a regresar a la tranquilidad de los sueños. No había dormido tan bien, ni sus sueños habían sido tan amables con ella, desde... A decir verdad, ni siquiera puede recordar una época así, si es que alguna vez existió. Pero pronto, Madeleine se da cuenta de que este llamado era diferente. No se trata de una reunión de emergencia, de un asedio o de una batalla, aunque ciertamente sí es un pedido de ayuda. Kaori está en problemas. Madeleine baja la mirada a sus manos y estruja la sábana entre ellas, frustrada. En su fuero interno, no le da vergüenza reconocer que podría ignorar el mensaje y hacerse la desentendida si se tratara de alguien más ajeno a ella; si fuera sólo un compañero más. Sin embargo, Kaori es más que eso. «Maldición...». Se pregunta si ella habrá enviado ese mismo mensaje a los demás. Hobbamock, Goderic, Amily... e incluso Ellie, que aunque no tiene mucha experiencia en "heridas de batalla", posee grandes conocimientos teóricos, y justamente las maldiciones son una de sus especialidades favoritas —«y también unas de sus más grandes frustraciones», se dice, al recordar el fiasco de Rhiannon, la maledictus—. Está segura de que es así, porque por sí sola, no está segura de cómo podría ayudar a Kaori. Ni siquiera siente que sus energías oscuras estén muy elevadas, pues ha pasado algún tiempo desde que visitó la Fortaleza Errante. Mientras se cambia el camisón de dormir por unos pantalones cargo negros, un suéter gris y sus desgastadas botas de combate, sigue elaborando excusas mentalmente, como si se estuviera disculpando de antemano ante los demás por no poder ser de ayuda. Sin embargo, cuando se para frente al espejo del baño para recogerse el cabello en una cola de caballo, decide que ya es suficiente. Odia sentirse como una llorona y una quejica. Su apartamento queda cerca del Callejón Diagón, así que decide tomar su moto voladora para dirigirse a Shadowhunters. El nombre del local se le hace familiar; está segura de que en algún momento lo visitó, pero duda que haya sido por ocio. Probablemente fue por trabajo, ya sea fuese para el Cuartel de Aurores o para la Orden del Fénix. No entiende qué relación pueda tener Kaori con ese bar, pero no es que sea un tema importante por los momentos. Lo que sí es importante, es llegar a Kaori cuanto antes. —Uhm, debe ser aquí —murmura, casi sin darse cuenta de que habló en voz alta. Luego de dar un golpe de aviso en la puerta, gira el pomo y entra, sintiendo un nudo en el estómago. Cuando recorre la habitación con los ojos, lo hace esperando ver a sus usuales compañeros, pero la única persona familiar es Kaori. Está acompañada con un mago que cree no conocer de algún otro lado, aunque con el historial que tiene de olvidar personas conocidas, fácilmente podría estar equivocándose. Se siente como una intrusa, pues aunque sabe que suele ser bastante hermética, no le costó percibir cierto ambiente íntimo allí. Como si su entrada no hubiese sido aviso suficiente, se aclara la garganta antes de hablar. —Vine lo más rápido que pude —comienza a decir, con el ceño fruncido. Aunque el mensaje había sido bastante claro acerca de que había una maldición sobre Kaori y que había que detenerla, a primera vista no parecía ver nada fuera de lo ordinario. Sería una estupidez preguntar qué fue lo que ocurrió, porque también recibió los detalles importantes. Y preguntar por los demás, sólo sería lavarse las manos. »No podemos perder tiempo —musita, obligándose a recordar la forma en que tiene que actuar. La Madeleine que los demás conocen, y seguramente la Madeleine a la que Kaori envió el mensaje—. ¿Puedo verla? La maldición... Desde debajo el umbral no podía percibirla, pero a medida que se acerca, se va haciendo evidente que las cosas no están bien. Puede percibirla en la atmósfera, perturbando las energías de por sí caóticas de la Magia de la Oscuridad. @ Kaori M. @ Ky.
  20. A decir verdad, no tiene ganas de discutir con Richard —o con nadie—, así que Madeleine se limita a gruñir y buscar una nueva canción en la lista de reproducción. Considera en buscar los audífonos en su bolso para poder ahogar, si volviese a surgir, la voz de su tío con algún comentario acerca de su nueva elección, con una vibra muy diferente a la canción anterior. Sin embargo, Catherine también parecía haber estado disfrutando la música, así que decide que simplemente hará oídos sordos y se concentrará en lo demás. Es un día demasiado bueno como para dejar que la poca paz que tienen se viera turbada. Sin embargo, mientras extiende una manta bajo la sombra de una palmera y se acuesta boca arriba, con los lentes de sol puestos, no puede evitar pensar que aunque no se trate de Richard, algo llegará eventualmente para arruinar la salida familiar. El cielo es perfectamente azul, las nubes son escasas, el sol los calienta y los broncea, pero la brisa marina los refresca. No hay personas de las que preocuparse, no duda que entre Catherine y Ellie se hayan encargado de elaborar algún encantamiento para mantener alejados a los visitantes indeseados. Hay comida, hay bebida, y hay juguetes de playa. Pero aún así, Madeleine lo sabe. Siempre hay una sombra vigilante, que espera el momento exacto en que baja la guardia, en que logra relajarse, en que cree que todo estará bien... entonces, el monstruo saca sus garras y se le lanza encima. Se da cuenta de que su respiración está acelerada y se obliga a calmarse. Sólo estaba divagando, pero a veces los pensamientos eran tan reales y asfixiantes que sentía que se volvían realidad con la fuerza de su propia ansiedad. Intenta concentrarse, nuevamente, en los colores del cielo, en el sonido de las olas, en el olor del mar, pero puede sentir las sombras tras ella. Lentamente, se incorpora apoyándose en los codos, y echa un vistazo a los demás. Todos parecen estar disfrutando el día, lo cual es de esperarse. De nuevo, se deja caer, sin fijarse si su cabello cayó en la arena o en la manta. Está segura de que hay quien piensa que a ella le gusta estar en conflicto, buscar problemas y todo lo demás, y quizás ella misma ha llegado a pensarlo. Está demasiado acostumbrada a ese tipo de vida. Pero la verdad es que su más grande anhelo es que esta tranquilidad pudiera durar para siempre. Que nada la amenazara. Y que no hubiera un temor que le permitiera disfrutarla. Pero, mientras las nubes en el cielo y mientras el sol se eleva más, mientras la lista de reproducción corre aleatoriamente sin fijarse si sonará alguna canción vergonzosa, lo único que puede pensar es en la manera desastrosa que acabará el día.
  21. ID: 113619 Nick (con link a la ficha): Ellie Moody Link a la Bóveda Trastero: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=107502 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: https://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=94381 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 54 Fecha: 2022-04-17 Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): https://www.harrylatino.org/forums/topic/107502-bóveda-trastero-de-ellie-moody/?do=findComment&comment=5468824&_rid=113619 Criatura: Baby Cancerbero Puntos: 160 Precio: 12000 Total de puntos: 160 Total de Galeones: 12000
  22. Buenas noches poliedro Sólo vengo a reclamar mi criatura baby, que ni sé cómo gané (??). Me gustaría un Baby Unicornio.
  23. Madeleine Moody Astronomía Madeleine está convencida de que hubo un error en el sistema de correspondencia del Ministerio de Magia. En primer lugar, sus conocimientos de Astronomía no eran precisamente algo envidiable; y, en segundo... ¿El Ministerio de Magia le había pedido ayuda? ¿A ella? ¿Una fugitiva de la ley? La vocecita paranoica de su cabeza sugirió, en un susurro, si era alguna forma de acorralarla; sin embargo, la acalló rápidamente al recordar quién está a la cabeza de la comunidad mágica de Gran Bretaña actualmente. ¿Acaso Rory había tenido lugar en ello? ¿En involucrarla de alguna forma con aquella misión? Sin embargo, si así hubiese sido, ¿no se lo habría consultado primero, de la misma forma en que le preguntó a Ellie si quería estar a la cabeza del Departamento de Misterios? Madeleine siente el impulso de romper la carta y fingir que nunca recibió nada, pero... —«El cráter de un asteroide...» —susurra Madeleine, leyendo la información anexa a la carta, que detallaba lo que debía saber acerca de Nördlingen. Y sus ojos se dirigen a la vaina que reposa contra la pared, con runas grabadas en el cuero de dragón. A pesar de que no es precisamente una erudita, Madeleine conoce lo suficiente de Astronomía como para saber qué es un asteroide y el hecho de que este únicamente difiere en tamaño de un meteorito, pero "en esencia" son prácticamente lo mismo. «Propiedades curativas en la tierra... una vida longeva para los habitantes del pueblo...». Lentamente, camina hacia Melle y pasa las manos por la empuñadura. Aquella espada está hecha a partir de un meteorito que también impactó en la Tierra, lo cual la dotó de ciertas características mágicas. La más llamativa, la que le da el título de "Espada Susurrante", es el hecho de que al cortar cualquier metal, la espada emite un sonido lastimero parecido al canto del fénix. Es un arma fuerte y resistente, pero no tiene ningún poder similar al que se le atribuye a las tierras de Nördlingen. Y aún así, Madeleine no puede evitar preguntarse. ¿Y si...? —Parece que viajaré a Alemania —informa Madeleine, al bajar las escaleras, guardando la carta con el sello ministerial en el bolsillo trasero de sus pantalones cargo. Ellie y Melrose vuelve la mirada hacia ella, atónitas, sin saber muy bien qué decir. Sin embargo, por su indumentaria, es obvio que está rumbo a una misión. Está vestida con una sudadera negra de mangas largas, a juego con el pantalón, y encima una chaqueta de pana. Cruzada en la espalda, lleva la vaina de su espada. —Oh... —dice Ellie, luego de unos segundos en los que ella y Mel intercambiaron miradas confusas— ¿Necesitas ayuda con algo...? Las cosas que le fueron enviadas por un tal Macnair, están guardadas en sus bolsillos. Madeleine está casi segura de que Ellie podría ayudarla con el mapa astral, pero decide que ella misma puede encargarse del asunto. —Sólo déjenme un trozo de pizza, por favor —dice casi en tono de regaño, observando de reojo a Melrose mientras camina hacia la puerta—. Seguramente llegaré muerta de hambre, no creo que el Ministerio nos tenga preparada una merienda, aunque estemos haciendo su trabajo sin cobrar. Sinceramente, Ellie no tiene idea de qué está hablando, pero decide que lo mejor es no preguntar. Observa a Madeleine hacer un portal en el jardín delantero, y cruzarlo sin mirar hacia atrás.
  24. —¿Agente Candiotti? —repite Madeleine, con el ceño fruncido, luego de que el buey con la voz de Rory Despard termine de dar el mensaje clasificado como un asunto urgente. Volvió la mirada hacia Ellie, esperando que ella tuviera más detalles al respecto, pero la bruja se limitó a encoger los hombros sin alzar la vista de su libro. «Es cierto», piensa Madeleine con frustración, había cedido sus responsabilidades en la Orden del Fénix. Eso no significaba que había dejado de apoyar al bando, pero no estaba al tanto de las misiones más restringidas ni de los movimientos de la organización dentro y fuera del país. En pocas palabras, Ellie sabe lo mismo del asunto, que Madeleine, lo cual es únicamente lo que Rory informó: que tienen que rescatar a un mago muy valioso y que deben trasladarse a unas coordenadas específicas lo más pronto posible. El tono de urgencia es demasiado repentino y, en lugar de sentirse ansiosa, simplemente está confundida. Durante el último tiempo no han habido muchas situaciones en las cuales la Orden del Fénix haya tenido que intervenir. Dejando de lado un par de ataques pequeños y fácilmente controlables, y algunas situaciones extrañas pero resueltas, todo había estado tranquilo. Es por eso que, al caer la noche, Madeleine había tomado la costumbre de ponerse el pijama y se había acostado en la sala a ver algún reality show en la televisión, en lugar de mantenerse a la espera de un llamado de emergencia. Mientras se incorpora en el sofá, siente el cansancio de la jornada laboral y el entrenamiento de la tarde, pero lamentablemente el mensaje llegó antes de que conciliara el sueño. No puede ignorarlo. Sabe que debe haber información de la misión que ignora, pero ese no es un motivo para ignorar su responsabilidad con la Orden del Fénix. «No, no es una responsabilidad —piensa, mientras sube las escaleras a su habitación—. Simplemente quiero hacerlo». No cree que Despard se haya guardado información para sí mismos por cuestiones de secretismo con sus propios compañeros; seguramente, sea algo que es más seguro compartir una vez se reúnan. ¿Cuántas personas se unirían a la misión? ¿El llamado había sido abierto o había sido para unas personas en específico, con atributos especiales para la misión? ¿No se le haría muy tarde mientras ata las trenzas de sus botas de combate? Madeleine es cuidadosa de abrir un portal en las coordenadas seguras indicadas por Despard, recordando su advertencia de que toda la isla donde vive la familia de mafiosos está protegida. Supone que irá a parar en una isla cercana, o en algún archipiélago; los detalles son algo que no le preocupan, pues tiene confianza en las órdenes dadas por su compañero. Al atravesar el portal, la brisa marina le golpea la cara, empujando la capucha de su capa de viaje, y el estruendo de las olas invade sus oídos. La Luna está en un punto más alto allí, que en Luss, pues Italia está una hora por delante de Escocia (y de Inglaterra). La idea de que el jetlag no será una molestia es un pequeño alivio. A primera vista no observa a nadie, pero confía en que no deben estar tardando en llegar...
  25. Al cruzar el portal, una brisa fría le golpea el rostro. A pesar de que está cómodamente abrigada en sus pantalones gruesos y el abrigo de cuero sintético, se estremece. El olor a madera y vegetación quemada, así como la electricidad en la atmósfera, la tomaron con la guardia baja; pero es algo que no volverá a repetirse. Sólo necesita unos instantes para adaptarse a la situación, y es como si no hubiesen pasado meses desde la última vez que estuvo presente en el campo de batalla. Cruzada en la espalda, lleva la vaina de Melle, su espada de meteorito. Y en las manos, hasta ahora libres, comienza a materializarse su Magia de la Oscuridad hasta tomar la forma de un arco hecho de hielo; también se materializa un carcaj a sus espaldas, lleno de flechas heladas. Rápidamente, Madeleine toma una con sus manos desnudas y escarchadas, y la tensa en el arco con la vista hacia el frente. Puede ver perfectamente los estragos que la magia tenebrosa causó, mientras los mortífagos se abrían paso a través de la reserva; la entrada todavía ardía a causa del fuego maldito que la había destrozado. Madeleine maldice por lo bajo, mientras sus ojos escanean rápidamente el panorama. A primera vista no parecen haber moros en la costa, pero de todas formas no baja su arma ni relaja los músculos de su cuerpo. Ni siquiera cuando escucha el saludo calmo de Rory, desde sus espaldas. —Gracias, Despard —responde sin volver el rostro—. Siempre estoy lista. El sacerdote se encarga de extinguir el incendio, cosa que Madeleine agradece, pues no estaba segura de cómo podría usar su magia sin causar un daño todavía peor al de los mortífagos. En aquella batalla, no puede perder el control; después de todo, más que una batalla contra los mortífagos, es una operación de protección, como Rory se encargó de recalcar en su llamado. No puede arriesgarse a dañar a una persona ni a una criatura inocente. —¿Se te ocurre alguna razón por la que los mortífagos querrían atacar la reserva? —le pregunta a Rory, cerrando los ojos para canalizar su energía. Es consciente de que están en desventaja numérica, y no hay garantías de que eso vaya a cambiar pronto, de modo que tiene que aprovechar sus poderes para igualar la situación. A sus espaldas, de su sombra, comienzan a materializarse sus Criaturas de sombras, y se elevan por encima de ella hasta alcanzar los dos metros de altura. Se tratan de tres serpientes gigantes, que se arrastran a su paso, listas para saltar sobre cualquier enemigo— Asumiendo que no es por puro "amor al arte", por supuesto —comenta con sorna—. Quizás así podríamos ubicarnos unos pasos por delante de ellos... porque si esperamos ganar en un enfrentamiento directo, no sé si tenemos muchas posibilidades —murmura, de mala gana. @ Rory Despard

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