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León Crowley

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Todo lo publicado por León Crowley

  1. El sonido de la puerta hizo que casi perdiera el equilibrio que llevaba mientras balanceaba la silla de un lado a otro, detrás del mostrador. La alta barra impedía que cualquier que entraba viera como perdía el tiempo y holgazaneaba pero si le permitía ver muy claramente el contonear de las caderas de Joan cada que iba de un lado a otro, esperando que algún cliente ingresara. Tanto Liam como Joan habían accedido a volver a administrar el local con la única condición de que se remunerara todo el tiempo que el local estuvo sin clientes no por falta de servicio de ellos, sino por atención de sus propietarios. La bóveda de León contaba con unos cuantos buenos galeones luego de su partida así que no tuvo problema en pagarles. Ya no era propietario del café pero si que le había traído muy buenas ganancias cuando tenía la mitad de las acciones de la franquicia, así que no tuvo problema en devolver un poco de esa ganancia. Ya vería la forma de cobrarle a Tau por el chantaje. No se molestó en ponerse de pie. El trato de los administradores consistía en que si el cliente era mujer, o la mayoría del grupo que llegaba eran señoritas, él se encargaba de atenderlas y dado el caso contrario, Joan se encargaba. No se podía negar que el encanto natural de ambos era un gancho considerablemente importante en a clientela que arrastraba el negocio. La primera vez entraban solo por el café, de la segunda en adelante, por verlos a ellos. —Buenas tardes Señorita, bienvenida a Juan Valdéz Café —escuchó León por encima de la barra el ensayado y coqueto saludo del rubio. Cuando escuchó la respuesta de la cliente que acababa de entrar, si tuvo que ponerse de pie. Reconocía la dueña de esa voz, lo haría en cualquier lado. La había visto incluso unos pocos días atrás pero un exabrupto la sacó del Castillo Crowley sin muchas explicaciones para ninguno de los presentes. Aún tenía la ropa sucia del mugre inicial que había en el local, pero sabía bien que no era problema para la castaña. Ubicó el origen de la voz y se acercó a la bruja por la espalda, sin dejarse ver aún. —¿Esta vez te piensas quedar más tiempo o saldrás corriendo como en el castillo?
  2. —Salud —respondió al brindis y antes de que pudiera llevar dejar la copa nuevamente en la arena, ya estaba fundido de nuevo en sus labios. Los brazos de León envolvían el cuerpo de Mía en un beso que adquiría intensidad a cada segundo, con cada contacto de los labios, de la lengua. La mirada incomoda del mesero parecía importar poco a los novios que casi se dejan caer en la arena tibia a la merced de sus deseos y sentimientos. El bailar de la brisa llevó unos cuantos cabellos rubios a interponerse en el rostro de ambos, lo que pareció indicado o no habrían llegado vestidos a la cena. —La ensalada me parece perfecto —respondió entregando la carta al mesero— y otra botella de vino, gracias. El sentir el cuerpo de la rubia sobre él y el largo beso habían causado un poco de estragos en su cuerpo que se complicaron un poco más en el momento en que el viento dejó levantó un poco la falda, como en una descarada invitación a lanzar por la borda todos los planes y tomarla ahí, en medio de la nada. Un poco de respiración pausas y auto-control bastaron para que la cabeza tomara el timón y relegara al deseo de la carne a un papel secundario. Necesitaba tranquilidad y serenidad esa noche, no podía dejarse llevar. Cualquier otra noche si, pero esa no. —No hay ninguna razón en especial mi amor —mintió—, se que han sido días difíciles en el banco y quise darte un poco de descanso sin ningún tipo de preocupación —llevó la mano derecha al rostro de Mía y acarició de forma suave sus mejillas—. Además sé muy bien cuanto te tranquiliza el mar, así que no fue muy difícil hablar con Juvencia para separar este sitio. Si bien había sido un poco complicado el explicarle a Juve, la hermana de Mía, que habían decidido formalizar la relación, ya una vez aceptada la idea de que nada podía hacer para cambiarlo, había dado su brazo a torcer y se resignó a reconocer a León como su legitimo cuñado. No era para menos su negativa; siempre que había una botella de vodka abierta, ambos terminaban en el mismo lugar y ella bien conocía de primera mano el oscuro pasado del Patriarca Crowley. Una vez explicada la verdadera razón de la reserva del lugar, no podía negarse. —Aparte de eso, desde la boda de Jessie que no hacemos algo fuera de alguna mansión —continuó viendo complacido que el mesero se acercaba con la entrada y el vino—, que mejor ocasión que celebrar tres años, tres meses y ya no recuerdo cuantos días juntos.
  3. La conversación había tomado un camino que desconocía por completo y en el cual, dadas las negativas reacciones que causó en las facciones de la pelirroja el tema, no tenía mucho interés. Por el contrario, si tenía interés en la leve mueca que había hecho la matriarca de la Black Lestrange ante su respuesta. Si bien sus palabras posteriores daban base y apoyo a la opinión del pelinegro, no había pasado desapercibido para este que Mía esperaba otra cosa. El pensamiento se dispersó en cuanto pudo a volver a participar de la conversación. Pero solo el pensamiento, la idea quedó dando vueltas, como un trompo que nunca se detiene. — ¡Agh! sigo sin entender como una mujer con tu belleza y encanto fue engendrada por un ser Pik Macnair —bufó con el solo recuerdo del ladrón de cuervos—. Pero bueno, algo bueno tenía que hacer con su vida y eso fue unirlas a ustedes dos —sus palabras salían con un falso enojo y no era que en realidad detestara a su excompañero de bando, simplemente no le perdonaría nunca hubiera robado su animal espiritual. >>Cómo te dije hace un momento, no descarto en absoluto la idea del matrimonio —soltó acariciando el dorso de la mano de Mía con el dedo pulgar—, estamos enamorados y eso es lo que suelen hacer las personas que se aman. Simplemente esperamos que el momento llegue solo y no apresurarlo, a fin de cuentas ya esperamos tres años. Se sorprendió. Tenía claro que ya llevaban un buen tiempo saliendo pero no había dimensionado cuanto y para el momento en que se preguntó si la reportera sabía ese pequeño detalle, el vuelaplumas garabateaba desesperado sobre el cuaderno con la complicidad de la sonrisa de satisfacción de Arya. Negó sonriente, avergonzado de si mismo por caer en su trampa de forma tan infame pero ya metida la mano, metido el brazo. Un largo sorbo a lo que quedaba de jugo en el vaso y continuó el interrogatorio disfrazado de entrevista. —Se siente bien regresar, debo admitirlo. Pasé cerca de diecisiete años viajando y el regresar a casa te cubre como con un manto invisible de alegría, de tranquilidad. Sin embargo encontré todo muy cambiado, no reconozco el sitio que dejé. La institución a la que dediqué gran parte de mi vida no existe, el ministerio ha cambiado y por ende sus procedimientos. No hay buenos, no hay malos. Todo parece mecanizado, automático, carente de vida —parecía uno de esos adultos mayores que se quejan de todo, anhelando los tiempos de antaño mientras alimenta las palomas en el parque. Volvió a dibujar una sonrisa en sus labios abandonando el tono gris que le estaba dando a sus palabras—. Hasta ustedes han cambiado. Las dejé siendo ilustres profesoras y ahora son la Directora de Gringots y la Reportera estrella del Profeta. Supongo que algunos cambios si son para mejorar.
  4. La expresión de tranquilidad en el rostro y la sonrisa que dibujaban los delicados labios rosa de Mía era lo que necesitaba para comprobar que el objetivo principal de la noche había sido alcanzado. El viento parecía encantado de jugar con su cabello rubio y lo levantaba a su merced, lo que hacía más épica la imagen que se quedaba grabada en la mente de León que aceptaba el ofrecimiento y se sentaba a su lado, convencido de que ocultaba sin problema los nervios que parecían invadirlo. No era para menos. Nunca había sido la persona más detallista, ni siquiera con sus propios hijos y mucho menos era el más romántico, pero debía darse crédito por lo que había hecho. No lograba entender si era la ausencia de Baphometh o la forma de ser de la Black Lestrange, pero sentía una química especial y diferente con ella, un fuerte impulso que lo llevaba a estar cerca de ella, a preocuparse, a verla sonreír. Las últimas semanas, pese a que sus labios jamás le negaron un beso o una sonrisa, sus ojos denotaban un gran cansancio, una mueca de desagrado se pintaba en su rostro con el solo mencionar el banco y algo debía hacer. —Claro que era necesario —comentó recibiendo una botella de vino blanco, el menú y dos copas que el mesero acercó en cuanto se sentaron, tal y como se lo habían indicado—, siempre es necesario escaparnos de vez en cuando, tu yo solos, sin nadie más. Y tal vez el mesero. —bromeó justo antes de soltar un beso en sus labios. La tarde había terminado de caer y daba paso a una impecable noche que parecía haber sido diseñada en función a la cita que tenían; la ausencia de nubes permitían una panorámica inmejorable de la bóveda estrellada iluminada por la luna menguante a un costado del panorama, como si el mismo Van Gogh se hubiera permitido replicar su célebre obra en el cielo. El reflejo del mismo cuadro en el vaivén intermitente de las olas emulaban un centellar más de estrellas que se prendían y apagaban al ritmo del sonido arrullador del inmenso mar que se postraba ante ambos. —Me alegra y tranquiliza que te gustara, la verdad no sabía si era demasiado o muy poco —confesó luego de servir el vino y entregar una de las copas a Mía—. A mi también me basta con tenerte a mi lado o arriba o abajo o como sea, siempre que sea contigo. Una mirada lasciva y poco disimulada al pronunciado escote de Mía siguió las últimas palabras del holandés que derivaron en un largo e intenso beso que había estado conteniendo desde que la vio en la mansión. La tibia arena proveería un lecho natural a cualquier deseo pecaminoso que se les cruzara por la mente, pero no era ese el plan que él tenía para esa noche, o al menos, no para esa parte. Terminando el beso en un suave mordisco del labio inferior, tomó otro sorbo de vino y presentó el menú de la noche a su novia. —¿Deseas comer? —la sonrisa pícara que se marcaba en sus labios marcaba la pregunta con un doble sentido bastante usual entre ambos.
  5. Afueras de la Mansión Black Lestrange El inclemente sol que anunciaba el verano se escondía ya en el horizonte dando por terminada la tarde y abriendo paso a la muy necesaria noche que traería consigo la brisa refrescante del norte, una brisa suave que arrastraba consigo el inconfundible aroma del bosque que rodeaba el castillo Black Lestrange. Como suele pasar al iniciar el verano, estaba aún bastante claro el cielo para la hora, el reloj de plata en el bolsillo del pantalón blanco de León marcaba cerca de las siete de la noche cuando este se apareció en frente a la puerta de la enorme edificación. Podía perfectamente haberlo hecho al interior de la misma y no habría ningún problema, pero había optado por mantener la formalidad del asunto y hacerlo afuera. Recorrió las escaleras de la mansión ahora que las conocía un poco mejor y un par de golpes en la enorme puerta de roble de la habitación fueron suficientes para llamar la atención de la matriarca. La vestimenta que el pelinegro había elegido para noche distaba mucho de los particulares atuendos que solía vestir y dado el lugar al que iban, un enorme gabán de cuero negro no habría sido lo más adecuado. Una ligera camisa blanca acompañaba el ya mencionado pantalón del mismo color completaban su despreocupado atuendo que carecía por completo de algún tipo de calzado. Cargaba en la mano derecha una de las pashminas de tela ligera que Mía solía llevar sobre la ropa y la otra mano completamente libre para recibirla. Echó una rápida mirada en el enorme espejo que reposaba en la pared del hall de las habitaciones antes de que ella saliera a su encuentro. —Hermosa como siempre —saludó a su novia con un beso en los labios luego de recorrer su cuerpo de arriba a abajo con la mirada, casi devorándola —disculpa tanto misterio latente esta noche pero quiero darte una sorpresa. Espero hayas traído lo que te dije. La mañana anterior, justo antes de que la directora de Gringots saliera en dirección a su trabajo, había ocultado un ruiseñor mágico en el bolsillo de su gabán con la única instrucción de cantar su misiva cuando el stress de la jornada la tuviera completamente agobiada. El mensaje era una invitación la noche siguiente a un exclusivo lugar. Gentilmente se le solicitaba vestir de forma cómoda e informal, sin zapatos, llevar ropa de cambio y si lo consideraba necesario, pijama. Sabía que no la iba a necesitar, pero no estaba de más sugerirlo. —Bien, ¿nos vamos? —preguntó extendiendo la mano para luego desaparecer del lugar, no sin antes cubrir los ojos esmeralda de mía con la pashmina—, te dije que era una sorpresa. ******* El dulce aroma del bosque que el viento arrastraba había sido reemplazado por el del mar que invadía todo cuanto alcanzaba a cubrir y era la única pista que Mía tendría del lugar en donde estaban junto con la tranquilizante sensación que da la arena al caminar sobre ella. La imponentes playas del hotel Douce Tentation habían sido reservadas para una tranquila cena que León había ideado para la Black Lestrange que había manifestado en más de una ocasión el stress manejado en la oficina de la entidad bancaria más importante de todo el Reino Unido. —Ten cuidado de caerte que después no te vuelvo a recoger —bromeó mientras la guiaba a un pequeño espacio organizado para la velada. Algunos cojines en el piso al rededor de una pequeña fogata que parecía ignorar por completo la brisa del mar que los rodeaba gracias a un sencillo hechizo. Un viento lo suficientemente fresco para amenizar la noche pero no lo suficiente para agobiarlos con el frío. No muy lejos del lugar, un mesero y una mesa provista de todo tipo de bebidas y snacks aguardaba por la pareja. La ubicó al fin frente al fuego y se alejó, intencionalmente de ella. —Felices tres años, tres meses y catorce días —susurró en su oído justo antes de soltar la pashmina y sentar un beso en sus labios.
  6. ID: 113891 Nick: León Crowley Link a la Bóveda Trastero: 109058 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 94122 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 10 Fecha: 2019-05-02 Criatura: Hipogrifo Puntos: 40 Precio: 2000 Criatura: Gato Blanco del Recuerdo Puntos: 0 Precio: 0 Total de puntos: 40 Total de Galeones: 2000
  7. ID: 113891 Nick: León Crowley Link a la Bóveda Trastero: 109058 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 94122 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 10 Fecha: 2019-05-02 Nombre del producto: Libro de la fortaleza Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 5 Precio: 5000 G Precio total: 5000 G
  8. Bueeeeenas tardes! Hola @ vengo con una pedido así como inusual porque no me había terminado de animar a abrir el club pero dadas las recientes novedades del juego creo que si se necesita el espacio. Y pues nada, lo siguiente: -Emergencia firmera- Diseño [Firma | Avatar | Banner]: Banner Texto: Pokemon-Dont-GO Especificaciones [Forma | Colores | Fonts |Características del personaje]: Pues es un banner para el Club de Pokemon Go de las tres escobas. Sé que hay fuentes de la Letra de Pokemon y el GO no sé si haya fuente o lo puedes tomar de esta imagen que tiene muy buena resolución. Depronto si pudiera aparecer uno que otro pokemón, como el infaltable pikachu, Tiranytar o cualquier otro pues mucho mejor. Muchas gracias de Antemano.
  9. -Es lo que te mereces por abandonarme la última vez que no vimos -respondió a su alegato al tiempo que se puso de pie para recibirla. Un profundo abrazo fue todo lo que necesitó para hacerle saber a la Black que simplemente estaba armando una tormenta de drama en un vaso de agua. Si bien era cierto que aquella velada había terminado un poco mal, no era razón alguna para guardarle algún tipo de rencor. Al contrario estaba feliz de verla aunque no hubiera planeado hacerlo. La soltó al fin para contemplar sus mejillas un poco coloradas y un más arriba de donde las recordaba, prueba infalible del tiempo que había pasado sin verla. La invitó a tomar asiento luego de que Sol se excusara para retirarse a un trámite ministerial. -Qué alegría verte Goshi-wan -exclamó ofreciendo una de las mandarinas que tenía la intención de desayunar -. ¿Me encogí o creciste? No tenía intención alguna de ver a nadie esa mañana, por lo que su vestimenta seguía tan escueta e informal como se podía. Le daría pena alguna con la recién llegada si no fuera porque tenían una amistad que había perdurado por años y había resistido uno que otro traspié. Sin embargo había algo de lo que estaba seguro y es que la cocina no era precisamente el lugar adecuado para recibirla y teniendo en cuenta que había pasado más de la mitad de la mañana, era un poco tarde para invitarla a desayunar y muy temprano aún para un almuerzo. Pocas personas sabían que él había vuelto a Ottery así que no era una visita la razón por la cual ella estuviera allí. -Me pareció escucharte decir que necesitabas usar la biblioteca -apuntó invitándola a salir del comedor-. ¿Te importa si te acompaño un rato? llevo mucho tiempo sin caminar por mi propia casa.
  10. —Dime que no vino para lo que creo que vino —respondió a el beso de su novia aún sin terminar de acostumbrarse a que se llamaran de esa forma—. ¿y fue impresión mía o acaba de llamarme "cuñado"? Llevaban ya mucho tiempo saliendo juntos pero siempre se habían referido con los nombres de pila o con los apellidos, exceptuando cuando uno que otro juego de rol íntimo se les cruzaba a mitad de la noche. Era su novia, y estaba muy feliz de serlo, lo que no sabía era si ambos estaban preparados para darlo a conocer. La misma pregunta se le había cruzado la noche anterior en la boda, pero había optado por ignorar la respuesta que ahora parecía ser más evidente. Tomó de la mano a Mía y se acercó hasta la sala donde los inquisidores ojos de la Macnair devoraban impacientes la noticia. —Modales si me enseñaron Arya —respondió a la pelirroja dejando un delicado beso en las mejillas tras un fuerte abrazo—, lo que no me enseñaron fue como volver a la habitación de Mía. Siempre es un placer verte. Caminó hasta la pequeña sala y se sentó en el sofá, en medio de las dos ojiverdes aún con el vaso de jugo en su mano. No era precisamente la bebida más indicada para recibir una visita, y se inquietó hasta que percató el sutil aroma proveniente del café de su novia. No fue tanta la preocupación por la bebida con la cual recibía la entrevista hasta que se percató de la vestimenta. Levantó la cabeza un poco asustado buscando alguna cámara extravagante de esas que suele usar el profeta pero para tranquilidad suya, no había alguna. Solo quedaba rezar porque Arya no hiciera mención en su entrevista. Solo atinó a mover la cabeza afirmativamente a la mención que Mía hacía sobre el tiempo que llevaban saliendo juntos y en cuanto pasaron al viaje del desierto no era mucho lo que podía opinar. No tenía muy claro cuanto llevaba de haber vuelto, pero "un par de años" era una respuesta sumamente adecuada, sin tener en cuenta la aventura de la oficina del director de la academia o se verían obligados a decir "un par de décadas". Su mente se fue muy lejos hasta los recuerdos de esa noche y en su rostro una sonrisa traviesa se dibujó pero que no duró mucho cuando fue traído de nuevo a la realidad con dos palabras que cayeron como un balde de agua fría al punto que casi se atora con el último sorbo de jugo. Era difícil para León establecer cual de las dos afirmaciones lo había dejado más perplejo. Si el hecho de que Arya y Mía eran hermanas, lo cual podría perfectamente justificar la característica mirada esmeralda de ambas, o la otra. Si, la otra, porque ni siquiera en su mente podía repetirla. Había huido del matrimonio desde que tenía uso de razón y si bien ninguna mujer había sido digna de tal titulo tanto como Mía, aún le tenía suficiente respeto al matrimonio. Respeto, por no decir miedo. Su elocuente cordura tomó de nuevo el ritmo, antes de que la idea se fuera más lejos. —Creo que esta familia ha tenido suficientes bodas por ahora —soltó detrás de una sonrisa despreocupada que trataba de ocultar el nerviosismo de sus palabras—. En un futuro, tal vez, sean esos nuestros planes. Como dice Mía, hasta ahora nos estamos dando la oportunidad de formalizar la relación. No queremos forzar las cosas sin antes conocernos y conocer nuestras familias. Había salido de la situación con mucho estilo, al menos a los ojos de la reportera, pero no sabía como lo iba a tomar la Black Lestrange, Aún tenían las manos entrelazadas y esperaba que en cualquier momento ella lo soltara. La amaba, por supuesto, y el miedo al matrimonio se equiparaba tanto como el miedo a perderla. Deseó en lo más profundo que Arya no hubiera mencionado el tema en lo más mínimo, pero no podía hacer nada ya, solo apartarse y apartarlas a ellas de la idea. —y hablando de conocer la familia, ¿cómo va eso que ustedes dos son hermanas? @Mia. @Arya Macnair
  11. Era aún temprano para abrir algún local del callejón cuando León llegó al frente a la puerta del café Juan Valdéz y el sol en lo más alto de la bóveda celeste emanaba el suficiente calor para no querer pasar mucho tiempo en la calle. El verano estaba en su punto más caliente haciendo que los labios resecos de transeúntes ocasionales clamaran por una bebida refrescante. Hubiera querido decir que él estaba allí para tomar un té helado o un cholao, pero no, tenía por delante una maratónica labor un tanto más compleja. Del bolsillo derecho de los vaqueros claros que traía puestos sacó la varita con la cual abrió la puerta del negocio dejando que el aire entrara y refrescara un poco el lugar. El hedor característico de la secreción de cierta plaga le golpeó de frente y evidenció lo que algunos vecinos del local le habían contado antes de entrar. No conocía a nadie que trabajara por abrazos, sonrisas o palabras y las personas que en algún momento él y Taurogirl habían escogido para mantener el lugar, no eran la excepción. Al lado del pelinegro una elfina nerviosa como todas las que llegan a la gran ciudad, esperaba temerosa con unas cubetas en las manos. —¿En serio acá servían alimentos? —espetó la elfina incrédula al ingresar al lugar—, esto parece más la alcoba de su hermano Andy Hubiera llamado la atención de la insolente criatura por el comentario del local al cual le tenía mucho aprecio si no hubiera sido por la segunda parte del mismo. Contuvo la risotada a tiempo para dedicar una mirada inquisidora a la elfina que supo interpretar y se puso a limpiar al instante. El Crowley sabía muy bien que el olor putrefacto era causado por la secreción del bundimun y por eso indicó a Irene que él se encargaría de eso. La experiencia adquirida como aprendiz y empleado de la agencia consultiva de plagas le había enseñado que un engorgio al centro de la criatura y un incendio eran necesarios para erradicarla por completo. Al cabo de unas horas, el negocio estaba listo y preparado: una rápida visita a la tienda departamental y todo el mensaje de mesa y cocina había sido renovado, Joan y Liam habían accedido a regresar por unos cuantos galeones más de sueldo y la decoración del lugar había sido rediseñada. Agotado, se tiró en el sofá de la sala de estar donde Joan acercó un vaso frío de jugo de naranja. Metió la mano en el bolsillo y sacó la misiva que había recibido una semana atrás, en el castillo Crowley. —Me debes una grande —susurró para si mismo mientras terminaba el jugo.
  12. No recordaba con exactitud cuando había sido la última vez que la había visto, en alguna gala de la academia tal vez antes de irse, pero no debió ser mucho tiempo después dada la descripción. Los últimos meses antes de partir de Londres habían sido muy duros para el pelinegro, no solo por el hecho de dejarlo todo a un lado y emprender un viaje del cual no estaba seguro de volver, sino su salud también estaba fuertemente comprometida a causa de Baphomet. No sabía bien si contar la historia completa a Sol y preocuparla por los hijos que compartían o simplemente un breve detalle de la situación. Optó por lo segundo. —No tienes que cuidarte de nada Sol —respondió mientras picaba en trozos unas cuantas manzanas rojas ya lavadas—, estaba un poco mal de salud y debía eliminar la causa de ese mal. No pude hacerlo del todo, pero al menos pude controlar la causa de ese mal. Tú sabes bien de quien hablo. No era un secreto para ninguna de las personas con las cuales hubiera compartido en algún momento si condición demoníaca; aún cuando creía que él controlaba a Baphomet y no el demonio al pelinegro, sus cambios de humor eran perceptibles en sus características corporales: su cabello cambiaba de color dependiendo el estado de ánimo, las marcas en su cuerpo se asentaban cuando estaba enojado, incluso, alguna vez alguien llegó a decir que emanaba un ligero olor a azufre, lo cual no le gustó en lo más mínimo. —Amo Crowley —interrumpió el elfo al ver que León colocaba el plato de manzana frente a la Lestrange—, la señorita Goshi se encuentra en la puerta principal. Pregunta si puede usar la biblioteca. Al parecer era el día en que las viejas y buenas amistades aparecían por el castillo Crowley. No estaba del todo seguro el porqué, pero sospechaba que algo tenía que ver con el profeta. Tampoco veía a Goshi desde hacía mucho tiempo, para ser exacto desde una gala en que lo dejó abandonado y no tuvo más remedio que refugiarse en las botellas de licor asgardiano hasta el amanecer. Frunció un poco el ceño al recordarlo pero lo relajó de inmediato. —Dile que no tiene permitido usar la biblioteca —respondió sentándose de nuevo en la mesa mientras deshojaba una mandarina—, o por lo menos no, hasta que venga a saludarme como se debe.
  13. —Hey, olvidaste algo— tomó la mano de Mía para traerla hacia él y soltó un profundo beso en los labios—. Si, tal vez más tarde pase al castillo por algo de ropa. Por ahora necesito comer y descansar. Hablaba con una naturalidad y propiedad sobre la relación que se sorprendió a si mismo; estaba almorzando, solo, en el mesón de la cocina de una mansión que no era el suyo pero en el que se sentía como si llevara allí toda la vida. Ya no era únicamente el vínculo con Mía el que lo ataba al castillo, se había comprometido con su hija a estar cuando ella lo necesitara y tenía la firme convicción de cumplir la promesa. Si las cosas seguían por el camino que León cría que iban a seguir, pasaría más tiempo allí del que se habría imaginado. No tenía ningún problema en compartir la habitación de la matriarca y amanecer todos los días allí, pero tampoco quería ocupar su vida de forma tan invasiva. La llegada del elfo llegó con el plato principal, sacándolo de sus pensamientos —Oye, Sunev —llamó la atención del elfo antes de que se retirara—, como pudiste darte cuenta con el show de esta mañana, pasaré un buen tiempo por acá. ¿Crees poder organizar una habitación para mi? —La ama Mía ha ordenado disponer la habitación adjunta a la de ella para usted señor Crowley —respondió el elfo intentando evitar contacto visual, un tanto sonrojado—. Hace unos minutos llegó una bella... perdón, joven elfina portando un registro ministerial autentificado a su nombre y está arreglando su habitación. Contuvo la risa ante la evidente atracción que el elfo había sentido por Irene, la elfina joven y de tez oscura y ojos claros que había traído desde su casa materna en Holanda, en primera instancia para que le ayudara en la recuperación de sus heridas ya que estaba especializada en sanación, pero un inconveniente con los trámites ministeriales habían demorado el traslado más de lo pensado. Con Arthur en el castillo Crowley, Irene debía estar en el segundo sitio donde más tiempo pasaba y era innegable que era en la Black Lestrange. Agradeció al elfo la información y el ansiado almuerzo que devoró tan rápido que no tuvo tiempo de apreciar si tenía buen sabor o no. Se levantó con el vaso de jugo especial recién recargado y se dirigió caminando sin mucha prisa a la habitación. Era apenas la segunda noche que amanecía en la mansión y en ninguna de ellas había bajado a la primera planta, apenas si recordaba como había llegado al comedor y ahora tenía que devolverse solo. Pasó de la cocina al comedor, a la pequeña terraza que daba al camino de piedras, pero por ningún lado una escalera. No estaba aún en condiciones para volver a aparecerse por lo que intentarlo era arriesgado y lo que menos quería era interrumpir a Mía. Hubiera querido ir a saludar a Arya ya que fue compañera en la academia pero con el aspecto que tenía el pelinegro, solo lograría desatar un mundo de preguntas y hasta donde había podido mirar en el tablón ministerial cuando fue a registrar la elfina, trabajaba ahora con el profeta. Se quedó quieto, estático, con el vaso en la mano y mirando a la pared del minibar que no había notado antes, como si un "petrificum totalum" hubiera golpeado su cuerpo. Un estruendoso clic se hizo en su interior al captar una vaga idea de lo que traía alguien del profeta a la mansión Black Lestrange. "Las paredes del ministerio tiene oidos por todo lado" se recordó a si mismo las palabras que Animaga le dijera a su llegada en la Agencia Consultiva de Plagas, su primer empleo ministerial. También la academia tenía el mismo cáncer que en más de una oportunidad le costó grandes dolores de cabeza. Era apenas predecible, si la mitad de la comunidad mágica los había visto la noche anterior tomados de la mano en la boda de Jessie, pero ¿Tan rápido había llegado al profeta? Se tranquilizó a si mismo diciéndose que seguramente había venido para algo más, para algo del banco o de la universidad. Volvió a dar un largo y sonoro sorbo buscando la escalera para darse cuenta que había llegado a la mitad de la entrada de la sala, a plena vista de Arya, con un vaso de jugo de naranja, unos vaqueros sucios y una remera muggle. Normal. Si la reportera no había ido buscando esa noticia, León se la había entregado en bandeja de plata. —¡Stront! —maldijo para si mismo y caminó hacia la escalera que al fin encontraba. Tarde
  14. ID: 113891 Nick: León Crowley Link a la Bóveda Trastero: 109058 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 94122 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 9 Fecha: 2019-03-27 Nombre del producto: Libro del Aprendiz de Brujo Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 1 Precio: 1000 G Precio total: 1000 G
  15. ID: 113891 Nick: León Crowley Link a la Bóveda Trastero: 109058 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 94122 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2019-03-27 Objeto: Baúl de Siete Cerrojos Puntos: 40 P Precio: 2000 G Total de puntos: 40 P Total de Galeones: 2000 G
  16. —La última vez que vi a nuestro hijo fue en una taberna hace 3 años —contestó recordando aquella noche en que alguien le había pedido sinceridad y había salido disgustada al recibirla—, desde entonces no lo he vuelto a ver. Es más, no sabía que aún venía por el castillo, que por cierto, no tienes que avisar o pedir permiso para venir. Es bueno que alguien le eche una mirada de vez en cuando. ¿No vas a pedir nada de comer? Era imposible que él mismo supiera quien más hacía visitas frecuentes al castillo dado que llevaba años sin pasarse por allí. Claudia al parecer había desistido de la invitación a desayunar y había volado nuevamente y Andrés ni que decir, llevaba aún más tiempo desaparecido. Le daba un poco de alegría saber que al menos el Cygnus aún pasaba por la casa, así fuera para saquearla alegando que le pertenecía por herencia o para pedir dinero prestado. Seguro algunas de sus hijas aún pasaban por allí, pero al no ver a nadie, simplemente desaparecían. Tomó un largo sorbo del jugo compuesto y pudo ver como los ojos ámbar de Sol se entristecían un poco al responder. —Todos pasamos por malos momentos alguna vez en la vida —respondió terminando el contenido del vaso—, y son esos momentos los que forjan nuestra fuerza y determinación. En mi caso, este mal momento ha durado años y ya que lo preguntas, me ha llevado casi al borde de la muerte y por eso estuve tan ausente. Por fortuna ya estoy recuperándome aunque mi cuerpo no lo demuestre porque créeme que estuve peor. Se llevó la mano a lo que en otros tiempos fuera un musculoso y marcado abdomen pero en ese momento no era más que el forro que protegía sus tripas. La camisa le quedaba tan holgada que parecía que la hubiera heredado de un hermano mayor, diez años mayor que él. Estaba mejor que antes, sí pero aún estaba lejos de ser quien era. El demonio en su interior había sido controlado y el costo de ese logro había tan alto que estaba seguro de no poder pagarlo de nuevo. Solo esperaba que esta vez funcionara. —¿Segura que no quieres hablar? —indagó ofreciendo la botella—, tal vez no sea el mejor consejero pero al menos puedes desahogarte.
  17. Apenas si había logrado retomar el equilibrio cuando el empujón de su yerno lo tumbó de la silla y lo mandó al suelo nuevamente golpeando su ya magullada espalda. En otras condiciones hubiera reaccionado de la peor manera posible pero dadas las condiciones y la forma en que Jessie empezó a asimilar las imágenes vistas, entendió perfectamente el actuar del Black. Le sorprendió un poco la intriga del peliblanco dada la evidente naturaleza de su ser, pero ya más adelante tendría tiempo de investigarlo un poco. Se repuso nuevamente con el último sorbo de la herbovitalizante y sonrió al escuchar las palabras de la pelirroja y Mía. —Si Jess, algo está mal conmigo y lo ha estado los últimos 170 años —apuntó luego de responder el dulce beso de Mía, sin poder aún ponerse de pie—, precisamente por eso me fui tanto tiempo, para tratar de arreglarlo. Como dice tu madre, creemos que mereces saber la verdad y eso que viste es la verdad pura y sincera. No tienes que quererme ni saludarme todas las mañanas con un beso en la mejilla si no quieres, no puedo forzar un cariño cuando jamás hemos tenido oportunidad de compartir nada contigo. Cuando quieras hablar, solo tienes que decírmelo y acá estaré, o estaremos para ti siempre que lo necesites. Si alguno de los hijos de León lo hubiera escuchado hablar así, seguramente habrían conjurado un revelio para descubrir quien se hacía pasar por él. Se trepó nuevamente a la silla y ordenó un poco más de jugo al atemorizado elfo atrincherado en una esquina, el cual muy seguramente jamás había visto una escena como la que se presentaba ante sus ojos. Los ánimos habían bajado ya a un punto en el que la voz era conciliadora y tranquila. La pelirroja parecía haberse calmado un poco con el apoyó que la rubia y Otto le brindaban. Hubiera hecho lo mismo sino se sintiera tan agotado y hambriento. —Creo si fue necesario hacerlo después de todo —contestó a su novia con una sonrisa—, el astuto plan de Jessie estaba logrando su cometido: nos estaba enfrentando a los dos y no puedo darme el lujo de perder lo que hemos logrado en este poco tiempo. Yo también quiero aprovechar el tiempo que tengo a tu lado y discutir no es la forma de hacerlo. ¿Sabes cual es una buena forma de hacerlo? ¡Almorzando! —giró la mirada al elfo levantando ambas cejas, esperando entendiera la indirecta—. Creo a todos nos caería bien
  18. @ sdaksjdhlsdakfjhldfkjahsdñlf Me encantaron todas!!!!, las vi la semana pasada pero he estado un poco ocupado y no pude venir a agradecerte. Están geniales y sí, olvidé poner el Avy y menos mal lo hiciste. No sé si depronto fuera posible quitarle el marco a ambas firmas? si es mucho trabajo no hay lío. Y pues.. Siii jajaja si se puede si me gustaría dejar guardada también la tercera firma, así quedo empaquetado hasta el 2022 xD Muchísisisismas gracias Cissy, de verdad que quedaron geniales +_+
  19. —Tu pasado no solo es borroso niña, en bochornoso —espetó ante el alegato de la pelirroja—, y el hecho de que no lo recuerdes refuerza mi teoría: solo aceptas en tu vida lo que te conviene, lo que es más fácil para ti. La mañana había avanzado más rápido de lo que cualquiera de los presentes se habría imaginado y el sol se posaba en lo más alto de la cúpula celeste disparando sus rayos directamente sobre el ventanal de la cocina, calentándola. La preparación del almuerzo de la mansión había dado inicio en medio de la discusión y la mezcla de olores y aromas cargaba aún más el ambiente tenso. La botella que había tomado apenas unos minutos atrás se había vaciado casi por completo pero seguía con sed, con la necesidad de refrescarse y de ser posible calmarse. No fue sino hasta que el recién casado intervino para traer un poco de tranquilidad que se logró reducir su enojo. Agradeció los cumplidos del peliblanco con una sonrisa y respiró profundo antes de continuar. —Esa es la versión que ella quiere escuchar, Mía, es lo que prefiere creer —soltó de forma tranquila al escuchar las tensas palabras de su novia. Podía permitirse el que Jessie lo detestara, pero no el perder a la rubia—. Yo solo tenía la intención de que supiera la verdad, tal cual como tu me lo pediste. Pero no voy a permitir que me trate como le entra en gana, simplemente porque no lo acepta. Si a ti te parece bien, respeto completamente la decisión. Jamás le he hecho o dicho nada en su contra para que tome esa actitud conmigo o como para que me llame traidor, como si ella si me conociera o supiera por lo que he pasado. Si no le agrada que sea su padre, perfecto, que siga creyendo que es Zack, o Zeth o el tal Weasley, me da igual a este punto. Sabía perfectamente que Mía tenía su pasado, tanto como él tenía una larga historia a sus hombros, pero escuchar al menos el nombre de tres de sus amores anteriores en una mañana, con detalles no solicitados, era demasiado para cualquier persona. El licor había apaciguado un poco su euforia y cuando había optado por retirarse y retomar la conversación con Mía al otro día, la pelirroja insistió en sacarlo de sus casillas. Una parte de León reconoció la terquedad de su hermana Claudia en los ojos de Jessie, la imperativa necesidad de sacarlo de quicio y gastarlo su paciencia. Fastidiado ya por la situación se movió tan rápido como sus habilidades infernales se lo permitieron y se postró frente a su hija lo suficientemente cerca para tocarla. —De acuerdo Jesseca, ¿quieres pruebas? —susurró apenas lo suficiente para que ella lo escuchara. Levantó la mano con la cual había cortado el cristal del vaso y colocó la palma ensangrentada en la frente de Jessie—, acá las tienes. El brazo de León tomó de nuevo el mismo color oscuro que había adquirido minutos atrás cuando le confesó la verdad a Mía en la habitación. La sangre del pelinegro en la frente de su hija amplió la conexión lo suficiente como para que ella viera con claridad lo que se visualizaba en la mente del Crowley. Como sucede en un pensadero, los trazos oscuros fueron tomando forma hasta que la imagen fue precisa para ambos: la silueta de la entonces profesora de Rol Básico y el Director Mortífago de la Academia entrando en la oficina de este ultimo a alta horas de la noche. Al fondo se reproducían las palabras del pelinegro aclarando a Mía las incongruencias en la línea temporal de gestación de Jessie y hecho de que las dos entidades, Baphomet y Rusalka se reclamaran los derechos del alma de la pelirroja. Extenuado, León rompió la conexión temporal con la mente de Jessie y se dejó caer impactando al suelo con más fuerza de la que podía aguantar. De haber estado en otra condición, hubiera dejado que viera el momento exacto de la concepción, pero no contaba con la fuerza para aguantar otra manifestación del senescal y solo esperaba que eso fuera suficiente para convencerla. Como pudo se apoyó en una de las sillas y se sentó en la misma, tomando lo que restaba de vodka en la botella. Estaba otra vez como al inicio de la mañana, ensangrentado, débil y con hambre. Sus ojos cansados adornados de unas profundas ojeras se posaron en los pares de Jessie quien permanecía en le mismo sitio, con la palma roja de su padre aún en la frente. —Ya tenías una historia y ahora tienes las pruebas —soltó regalando una sonrisa, más de resignación que de satisfacción—. Lo que quieras creer depende de ti.
  20. La actitud déspota y desafiante de la pelirroja confirmaba que, al igual que en muchas otras veces, no iba a ser fácil hacer entender de la verdad. Hubiera podido quedarse callado y dejar que la evidentemente resentida criatura siguiera con su perorata pataletuda si no hubiera sido por las palabras finales de su alegato. Fue como si una de las chispas que emanaban los ojos de Jessie hubiera caído justo sobre el vodka y encendiera todo su ser. Se olvidó por completo de donde se encontraba y porqué estaba allí o a quien tenía tomada de la mano. Una oleada de cólera se dispersó por su cuerpo haciendo que el vaso que sostenía con la mano izquierda estallara de la presión ejercida y se enterraran los cristales en la palma del holandés, dejando caer un poco de líquido vital al suelo. -¡¿Qué dices mocosa?! -espetó soltando de inmediato la mano de Mía y acercándose hasta donde estaba-, ¿¡Qué ca**jo sabes tu de traición!? ¡A duras penas has soltado el biberón, niñata! Cómo había sucedido todass veces que cuestionaban su honor, la ira era ahora quien controlaba al holandés y no la razón lo caracterizaba. Jamás había faltado a su palabra una sola vez y por más difícil que fuera la verdad, siempre la mantenía como estandarte de su actuar y proceder. Nunca en su tiempo como miembro de la marca tenebrosa hubo alguna duda de su fidelidad a los principios y por el contrario, si había destapado a una que otra traidora que filtraba información al bando contrario. Como si su memoria selectiva hubiera hecho un clic, recordó parte del pasado de Jessie. Era mucha la información a la que había tenido acceso como director de la academia y esa era una de las ocasiones en que podía usarla. -Ahh, ¡pero por supuesto! -soltó haciendo un poco de teatro burlón, sin perder de vista a Otto por el rabillo del ojo-, seguramente todo lo relacionado a TRAICIÓN lo aprendiste de tus maestras en el bando de la luz, ¿no?. No creas que me olvido niña, más de una vez te vi llorando en las celdas de Nurmengard. ¿Y ahora perteneces al bando tenebroso? ¿No es eso el significado de "traidor"? JA!. Nunca se sabe hasta donde caminar cuando algo nubla la visión y era eso exactamente lo que le estaba pasando al pelinegro: la ira había cegado por completo su razón y no se detendría hasta que fuera demasiado tarde. Las palabras de Mía recordando su intimidad con Zack ahondaron un poco más en la herida profunda de su orgullo y prefirió ignorar por completo la sincera mirada de disculpas que le brindaba la rubia. Como lo hace cualquier persona en una acalorada discusión, repasó rápidamente en su cabeza las palabras de cada uno de los presente buscando grietas de las cuales agarrarse. Alejándose un poco de la pelirroja en dirección a la cocina, continuó sin darle la espalda. -No, claro que no, nada nos emparenta niña -respondió limpiando la sangre que le quedaba en la mano con el torso de la remera de Helloween y tomó del pico la botella de vodka Asgardiano que utilizaba Sunev-, sigue creyendo tu historia de princesas rosadas en la que tu padre es aquel cobarde que prefiere alimentar una mentira fácil que admitir la difícil verdad. Tal vez puedas vender la idea para una telenovela muggle.
  21. —Nunca han sido fuertes los lazos con mi hijos amor —soltó terminando de devorar el trozo de carne que el hábil elfo había preparado—. No es una destacada facultad de los Crowley el amor paternal. La última frase le trajo a León más de un recuerdo doloroso de su infancia en los bastos terrenos del hogar de su padre, recuerdos que bien podrían ser una sarta de mentiras de Baphometh, cuando este se apoderó de su cuerpo. Sus numerosos hijos e hijas no recibieron mucho cariño o amor de su parte. Estaba más interesado en que aprendieran a defenderse, a no dejarse de nadie; a luchar por lo que querían a toda costa. Si, eran cosas necesarias en la vida, pero no tan necesario como un abrazo o un consejo. Entendió eso solo hasta que logró controlar al senescal, pero ya era demasiado tarde. 20 años tarde como se lo habían hecho saber Fokker y León Jr, luego de fallar un sectusempra conjunto. Justo había terminado el último vaso de jugo especial cuando vio entrar a la pelirroja por la puerta del jardín y tras colocarse de pie, recordó la sensación de la noche anterior. No había tenido forma de explicarle a Mía exactamente que había sentido, y agradecía a Odín que ella no se lo hubiera preguntado o habría sido aún más complicado convencerla de la verdad. En cuanto la mujer llegó al comedor junto al jardín, supo que Mía estaba en lo correcto al sugerir que no iba a ser fácil. Los ojos de Jessie aunque grises, parecían arder en llamas naranja al posarse sobre los pares oscuros del holandés. Extendió la mano a la recién casada y extendida se quedó. El tosco y cerrado saludo con que lo recibió fue todo el lenguaje de señas que necesitó, para saber que sería larga la mañana. —Buenos días Jessie —saludó de forma cortes y solemne. Habían sido muchas las veces que se había tenido que presentar ante alguien para después decirle que era su padre y luego de unas cuantas pataletas, largarse. Pero esta vez no podía hacerlo igual, esta vez tenía que decirle a la hija de la mujer que amaba, que también era su hija. Cual piedra que cae en el agua y genera una reacción en cadena de olas a lo largo de un lago hasta la orilla, cayó sobre el pelinegro el apellido del que Jessie creía, era su padre. Habían muchos Blacks en el mundo mágico, muchos apellidos conjugados, compuestos y conexos; tendría que ser el segundo o tercer apellido más mezclado del linaje mágico inglés, su misma mejor amiga era una de ellos, pero solo un Black había sido parte del pasado de Mía. Una parte de si mismo parecía haber omitido intencionalmente que la rubia había estado casada, que él mismo había felicitado a ese hombre por su unión y hasta habría brindado por su felicidad en el bar de la academia. El karma hace de las suyas cuando mejor se está. Agradeció que el arribo de Otto lo sacara de sus pensamiento y le respondió el saludo con un leve movimiento de la cabeza. —No Jessie, no hay ningún Black —dijo con la mirada fija en la pelirroja, repeliendo el fuego ya carmesí de sus ojos—. Solo hay un Crowley. Y ese Crowley soy yo. Y yo soy tu padre —soltó al fin, sintiendo como Mía apretaba con más fuerza su mano.
  22. —Es sencillo elegir con quien compartir el resto de la vida si estás enamorado, ¿No crees? —preguntó luego de darle un corto beso antes de que la rubia ingresara a la ducha. No podía negar que el hecho de que Jessie creyera que uno de los ex de Mía fuera su padre, como tampoco podía negar que el solo pensar en alguna de sus parejas pasadas le incomodara. Con la basta experiencia que él mismo tenía de lo pequeño que era el mundo, no sería raro que conociera a esa persona. Era algo que en algún momento iba a suceder y si era en ese momento mucho mejor. Se puso de pie y por un instintivo reflejo se dirigió a uno de los armarios de la habitación creyendo encontrar ropa allí. Río para si mismo consiente de que en algún momento debía dejar un par de pantalones y camisas en ese lugar y sacó del bolsillo derecho del abrigo lo que parecía ser un monedero; tanto tiempo viajando por diferente lugares le había enseñado a ser precavido y tener un par de mudas de cambio bajo un hechizo de expansión indetectable. Llevaba un par de meses de nuevo en casa, por lo que la muda limpia que quedaba, no era precisamente la más adecuada para darse a conocer ante su hija o al resto de la familia de su novia -si, ya podía nombrarla así-, pero dadas las circunstancias, prefería eso a la camisa ensangrentada y con fuerte aroma a tabaco y licor. Unos vaqueros oscuros, unas Converse clásicas y una camiseta o remera de su banda muggle favorita era lo único que había en la maleta. Solo esperaba que si alguien veía su remera la asociara a la festividad clásica de octubre y no a la banda de Power Metal alemana. Cuando escuchó a la rubia salir del baño, casi no logra controlar un intenso deseo de quitarle la bata y secar personalmente cada gota de su cuerpo. —¿Llegó sola, dices? —preguntó ya desde el interior de la ducha—, espero que hayan pasado tan buena noche como nosotros, aunque se veían muy cansados. El agua cayó sobre su cuerpo refrescando como la lluvia de otoño lo hace en la planicie del Serengueti luego de meses de sofocante sequía. La sangre seca se escurría por su torso y piernas revelando las marcas del reciente encuentro con su infinito huésped y el olor a vodka se desprendía de su cuerpo sin dejar rastro. No lo había notado pero cohabitando con el hambre, una sed marcada se manifestaba en la resequedad de sus labios y se preguntó si la ojiverde lo había notado en cada beso. Se quedó un rato en silencio bajo el agua fría, perdido en sus pensamientos y contemplando lo mucho que había cambio su forma de vivir el día a día en las últimas semanas. El reflejo en el espejo al otro lado de la puerta de vidrio reflejaba un cuerpo borroso, agotado y maltratado, combatiente de mil guerras y batallas. Pero su rostro evidenciaba lo contrario, tenía una sonrisa permanente que parecía imprimir la misma a alegría a sus ojos oscuros. Nada comparado a la persona que había vuelto a Ottery, unos meses atrás. Conservando la misma sonrisa salió del baño, ya vistiendo la muy informal ropa que, comparado con el impecable vestido rosa de Mía, desentonaba aún más al punto que un leve sonrojo pasó por sus mejillas; sonrojo que se evaporó cuando ella tomó su mano y sin importarle nada, salió con él de la habitación. Nunca había estado en el castillo Black Lestrange a plena luz del día pero sentía una tranquilidad y una confianza que no era normales en una persona que detesta estar en un lugar que no conoce. Décadas habían pasado también desde que había caminado de la mano de alguien y aún así, parecía que el contacto confería la seguridad suficiente como para sentirlo un acto normal y propio. Al llegar a la cocina, pudo sentir un aroma en especial por encima de cualquier otro. Esperaba que Jessie y Otto tuvieran una unión tan estable como la del zumo de naranja y el vodka. —Yo si recibo ese delicioso jugo especial —soltó sentándose junto a Mía al tiempo que tomaba el vaso antes de que el elfo, que miraba sorprendido, lo retirara—. Tal vez un buen trozo de carne cocida o asada con de arroz y un pan para mi, si no es demasiado pedir. Si su figura estaba delgada y maltrecha, no era por falta de comida precisamente. El gasto de energía que implicaba tener controlado al senescal conllevaba que su cuerpo se consumiera a limites extremos, razón por la cual debía devolver al organismo lo perdido. Tomó el jugo especial y lo vertió por su garganta como si su vida dependiera de ello y apelando a la exageración insignia de su lado materno, bien podía decir que así era. El tibio aire que entraba por los ventanales arrastraba consigo el dulce aroma de los álamos cuya vista calmaba tanto al holandés. Se sorprendió un poco al encontrarse a si mismo que no le desagradaba en absoluto despertar de esa forma todas las mañanas. Aún más sorpresa cuando una pregunta relacionada surgió de los labios de la matriarca. Se recordó a si miso revisar los registros académicos, por si ella había aprendido legeremancia en su tiempo ausente. —Pensé en irme en el momento en que descubrí lo de Jessie —confesó tomando la mano de Mía y contemplando por un rápido instante, como los rayos del sol se fundían en su cabello—. Pero me pareció más conveniente quedarme y aclarar el tema contigo. Ademas mi amor, recuerda que llevo más de 15 años sin venir a Ottery. Todo lo que en algún momento fue el hogar de los Crowley, es ahora una vieja edificación habitada por fantasmas y elfos gruñones. 15 años en los que no supe de mis hijos más que para contarles la naturaleza de su condición, o de mis nietos, de mis hermanos o amigos que tengo intención de recuperar —hizo una pausa justo para el momento en que el elfo recargaba el vaso. Notó el tono melancólico de sus palabras y la triste facción montada en su rostro y la cambió por una sonrisa honesta en sus labios—. Dicen que la familia está donde está el corazón de uno y como te lo dije hace un momento, mi corazón está contigo. Así que de una u otra forma, estar contigo también es estar con mi familia.
  23. Seguramente muchas iban a ser las preguntas pendientes en lo que sería su relación de ahí en adelante, más teniendo presente que ambos tendrían que convivir con el amor que se tenían y al mismo tiempo con el odio que sus contra-partes podrían profesarse. El silencio subsiguiente a su última frase se le había hecho más largo de lo que hubiera querido, unos dos o tres segundos dignos de la sala del tiempo de Kamisama. No le preocupaba tanto si era o no correspondido, ya se había lanzado al vació y lo peor que podría suceder era estrellarse; le preocupaba en realidad era que perdiera el control sobre si misma y su entidad hiciera de las suyas. Cuando se dio cuenta estaba de nuevo fundido en los labios de Mía, en sus cabellos rubios como siempre los traía y con un leve indicio de la presencia de Rusalka en su cuerpo. Paso la mano debajo del cuerpo de ella y volvió a rezar el conjuro de sanación. Él también se lo hubiera conjurado a si mismo, si las subsiguientes palabras de la Black Lestrange no le hubieran producido el mismo efecto. No físico, no corpóreo como lo hacía el conjuro, pero si interno; su alma dio un respiro cuando, por las mismas palabras de Mía, su amor, igual de confuso e inexplicable, era correspondido. —Ni yo quiero alejarme de tu vida. Te encontré sin estar buscándote y no pienso darme el lujo de perderte —Se dejó caer a su lado, acariciando el contorno de su rostro cansado—. Por supuesto que tiene que saberlo mi amor, cuando hayamos terminado de procesarlo nosotros. Si, las palabras de la matriarca estaba cargadas de razón y era justo que Jessie supiera la verdad, por más loca que pareciera. Si fue duro para Mía saber la naturaleza de la concepción de su hija, sería el doble para la pelirroja, ya que a falta de un demonio detrás de ella, tendría dos. Sin embargo, dada la edad de Jessie no era algo que le preocupara mucho a León, pero no sería este el momento de explicar en detalle a Mía. Él mismo había tardado más de 18 años buscando unas solución si no a su problema, al que habían heredado sus hijos, y si de suerte estaban, tal podría funcionar en Jessie incluso para la Maldición de Artemisa. —No te preocupes por ahora de eso, Jessie es muy joven aún y solo se pertenece a ella misma. Bueno, tal vez a Otto —Sonrió mirando de reojo lo maltrecha que había quedado la habitación.—. ¿Te parece si desayunamos algo antes de ir a buscar a Jessie? Todo esto me ha dejado un poco hambriento.
  24. Bueeeenas. Hola Cissy :3 Vi tus últimas entregas y me parecieron geniales, así que vengo a pedir cacao como decimos en mi tierra por una firma así bien darks. Veo que tienes la opción de elegir la imagen, así que me apego a ella porque soy terrriblemente malo buscando imágenes y capaz termino trayendo una de Patricio Estrella. Por favor, quisiera lo siguiente: De antemano, muchísimas gracias *-*
  25. —No sabía nada de lo que podía ocurrir mi amor. Baphometh influía en mi, me llevaba a hacer cosas que en su momento no veía problema. —Había notado ya el cambio en la actitud de la ya no tan rubia, que de vez en cambio se aquejaba de un dolor interno, de una batalla librada en su interior—. En cuanto descubrí lo que él intentaba, me fui, me perdí de todo el mundo. Avisé a mis hijos, o los que sabía que tenía de lo que estaba pasando y busque la forma de librarlos de su maldición. **¡Jessie me pertenece a mí, no a ella! ¡Ella nisiquiera estuvo ahí! ** No había terminado de hablar cuando la voz de la súcubo se manifestó de los labios de Mía que ya había perdido el tono natural de su cabello. Debía admitir que el color rojo le quedaba muy bien pero no era el momento de perder la concentración. Rusalka estaba a punto de controlar a Mía y sería él el culpable, así nadie más lo supiera, él si y jamás podría perdonárselo. Aprovechó el instante en que la Black Lestrange le dio la espalda al dirigirse a la cama, para poner la mano sobre su espalda y conjurar algo de lo aprendido en África —Ga terug, demon, die vol zit met kinderen **No funcionará en ella, tendrás que esforzarte un poco más, cachorro** —Ga terug, demon, die vol zit met kinderen Contrario a lo que el demonio aseguraba, el conjuro había funcionado, o al menos eso creía. Algunos mechones rubios se colaban por entre el rojizo intenso que había tomado su cabello. Las palabras de la demonio seguían saliendo disparadas por entre los labios de Mía. Si algo había aprendido es que nada frustra más a este tipo de entes que ser completamente ignorados, razón por la cual obvió las palabras y se acercó hasta la cama. La pregunta, que claramente era de Mía y no de la Rusalka lo dejó de una pieza. A pesar de ser la influencia del demonio la que lo invitaba a cometer una y otra fechoría, era él quien decidía hacerlo o no. —Fui yo el que estuvo ahí Mía, fui yo el que te invitó al despacho, fui yo el que te robó el beso —Se subió a la cama y acomodó sobre la ojiverde, conteniendo con brazos y piernas sus sacudidas. Dos palabras de Rusalka fueron las que no pudo ignorar. Ni él ni Baphometh—. Soy yo el que está hoy acá, soy yo el está contigo, soy yo el que... **¡No tienes el coraje!** —Soy yo el que está enamorado de ti —Susurró al fin depositando un beso en sus labios. No sabía si funcionaría o no, pero era un peso que se había quitado de encima. **Cursi**

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