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León Crowley

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Todo lo publicado por León Crowley

  1. —No amor, aún no soy lo suficientemente fuerte —respondió al sentir sus labios tibios y suaves—, y sé bien que no cuadran los tiempos, yo tampoco tengo claros los tiempos, pero esa sensación jamas ha fallado. Podía notar como la expresión de Mía cambiaba de compasiva a combativa con el simple hecho de debatir lo que León le acababa de soltar. No, no era una noticia fácil para nadie y menos 20 años después de su última aventura en el despacho del director de la academia. Con una floritura de la varita que aún tenía en la mano, acercó hacia él una botella de plata del interior del abrigo que traía la noche anterior y que contenía una pócima herbovitalizante africana de la cual tomo un largo sorbo. Dejó que la sustancia recorriera cada uno de los recónditos rincones de su cuerpo, alimentando células, tejidos y órganos. El cuerpo se relajó y sintió alivio al fin. Necesitaba toda la energía posible para convencer a Mía sin que ella se disgustara más. —Mía, yo abandoné la academia hace 19 años, y un año más tarde me fui de Londres —tomó un nuevo sorbo y se sentó al lado de la matriarca, tomando su mano con firmeza—, eso quiere decir que al menos hace 20 años que estuvimos juntos en el despacho, ¿No es así?. Escuchó con atención la replica de la ojiverde, notando como cada vez atenuaba más su voz y el énfasis de sus palabras se hacía más fuerte e intenso. Notaba a simple vista el disgusto en su expresión y soltó su mano, consiente de que tal vez necesitaba un tiempo para similar lo que le estaba diciendo. Notó como su mano se deslizó a la parte anterior de sus espalda y oprimía su propio sello. Sabía que Mía también había sido poseída por una demonio, pero no tenía muy claro qué clase de súcubo era. Cuando escuchó el nombre, retumbó algo en su cabeza. **¡¿Qué?! ¿Rusalka? ¿Que está haciendo esa buscaniños acá? ¡Vaya que las consigues averiadas cachorro!** Destestaba infinitamente que lo llamara así. De alguna forma, el nombre de la demonio había sacado de sus cabales a Baphometh y había buscado la forma de hacerse sentir. El sello seguía vigente pero la voz del ente se hacía sentir lo suficiente como para desconcertar a León. Tomó otro sorbo de la botella y se puso de pie frente a la ventana. Por alguna extraña razón, la vista de los álamos despejaba su mente y le permitía pensar con un poco más de claridad. El senescal seguía maldiciendo en su cabeza disparates hasta que algo llamó la atención: Artemisa. La posesión de Mía era filial. Eso aclaraba un poco las cosas. —Si, es cierto, los tiempos son exactos cuando las dos partes son equivalentes —Volvió a mirar a Mía con una leve sonrisa en su rostro—. Mía, ¿Hace cuanto que Rusalka habita en ti?
  2. —Yo sé que no es de mi incumbencia mi amor —se sorprendió a si mismo llamándola de tal forma—, y perdóname si estoy metiéndome en tema que no debo pero.... Estaba seguro que con palabras no iba a lograr que Mía le creyera y si le creía, no le iba a entender. Solo había una forma de convencerla de lo que estaba pasando y era eso precisamente lo que había estado evitando los últimos meses. La presencia del senescal de Garuda se había disminuido desde que había empezado a salir con Mía y estaba seguro que de abrirle un mínimo de luz al demonio, no sería fácil volverlo a encerrar. Puso en una balanza el nuevamente tener que luchar por controlar a Baphomet o correr el riesgo de Perder a Mía. La decisión fue más sencilla de lo que pensó. —Ok Mía, hay algo que debes saber antes —depositó un beso en los labios de la ojiverde y se puso de pie ante ella despojándose de la bata. Cerró los ojos por unos minutos y abrió el sello de Dohko que mantenía al demonio atrapado en su interior. En la piel del holandés se empezaron a notar líneas que dibujaban patrones aleatorios que subían por su torso hasta la base del cuello. El cabello negro se tornó plateado y creció casi hasta la mitad de su espalda. Sus parpados se levantaron suavemente para revelar un par de ojos amarillos y desorientados que vagaban de un lado a otro hasta posarse en las piernas contorneadas de la rubia. **AGHH AGHH, ¿Qué? ¡¿Ahh?! ¡¿Estoy afuera?!... JAJAJA ¡Jo**dos africanos! ¿No decían que nunca iba a salir de nuevo? HAHAHA ¡Insecto!** —Él es Baphomet. Íncubo del Garuda y demonio que habita en mi desde hace muchos más años de los que querría aceptar —Tenía ganas de lanzarse hacia ella y tomarla de las manos, pero ignorante de la reacción de su otra mitad, prefirió mantener la distancia. Su voz sonaba más grave de lo normal y con eco, como si dos personas hablaran al mismo tiempo—. Él es la razón por la que me ausentara tanto tiempo y que abandonara la academia. Su único objetivo en la tierra es reproducir su semilla e infestar de demonios todo el mundo mágico, haciendo el terreno para una invasión apocalíptica o eso es lo que él dice. **Ñomi ñomi, has estado ocupado Crowley. Esta mujer se ve sencillamente deliciosa... anda déjame acercarme** >>Por mucho tiempo fui cómplice de esa misión, inconsciente de lo que estaba haciendo. Desde que me fui de Londres hace un par de años he luchado internamente con él para detener su plan y la última vez, casi me costó la vida. Tu fuiste de la primera persona que me vio cuando volví y puedes dar fe del estado en que me encontraba. No me puedo librar nunca de él, eso significaría mi muerte. Buscar como encerrarlo me llevó a recorrer muchos sitios hasta que al fin lo logré, pero requiere mucho trabajo. Y no sé porqué pero desde que estoy contigo, me ha sido más fácil controlarlo. ​**Ohh, veo que sientes cosas por ella. ¿Ella lo sabe? ¿Has tenido los pantalones decirle? ¡OYE, RUBIA! !ESTE i****** TE... ¡NOO! ¡NO OTRA VEZ!** Nuevamente bajó la mirada ignorando los gritos del demonio en su cabeza y se concentró en si mismo, en lo que había aprendido de los hermanos de la escuela de magia africana Uagadou en Las Montañas de la Luna. Lentamente el color de su piel volvió a la normalidad y sus ojos y cabello tomaron el color oscuro característico de los Crowley. Agotado se dejó caer al piso cerca de la bata la cual volvió a tomar para cubrir su cuerpo. El trazo que habían dibujado las lineas por su espalda y torso, eran ahora heridas abiertas que emanaban sangre. Abrir el sello era fácil, pero cerrarlo nuevamente no era sencillo y consumía bastante energía la cual no tenía. Tomó la varita y detuvo el sangrado con un conjuro de sanación. Levantó la mirada cansada para contemplar a Mía nuevamente. —Tantos años cargando con su presencia, me ha otorgado algunas habilidades propias de él. Entre esas, reconocer sus hijos Mía, y anoche, cuando abracé a Jessie... sentí que... —Reunió la poca energía que le quedaba y se sentó frente a ella tomándola de las manos soltando las cosas como—. Amor, lo que te quiero decir es que... Jessie es mi hija.
  3. Las palabras habían sonado con más gravedad de la que hubiera querido pero habían despertado el interés suficiente en ella como para despabilar por completo el sueño remanente que suele quedar luego de una noche bastante movida. Perdió por un momento la idea de lo que tenía que decirle al ver su inmaculado cuerpo desnudo caminar hasta el armario y volvió en si al verla sentarse lejos de la cama. Tomaba el café cuando escuchó las últimas palabras, que le hicieron casi tirarlo al piso —¡No, cariño! —exclamó dejando la taza a un lado—, al contrario Mía, amanecer a tu lado es lo mejor que me ha podido pasar en los últimos meses, por no decir años —hizo una pausa y se puso de pie, de nuevo frente a la ventana—. Es solo que anoche me di cuenta de algo, y si queremos empezar lo que creo que queremos empezar, es mejor dejar las cosas lo más clara posibles. Por más que tratara enlazar las palabras de forma ordenada en una frase, no lograba articular lo que había sentido al momento de despedirse de Jessie. Mucho menos, tratar de explicar el porque no se lo dijo en ese momento, así que si él no era capaz de hacerse entender a si mismo, mucho menos iba a lograr que alguien más lo hiciera. Solo necesitaba encontrar la forma de hacerlo. Muchos años habían pasado y no sería fácil lograr que le creyera. —Para ninguno de los dos es un secreto el pasado que corre sobre nuestros hombros. Tenemos años en diferentes instituciones y conocimos mucha gente allí —se alejó de la ventana al percatarse que aún estaba desnudo y que ya empezaban a transitar elfos por el jardín trasero de la casa. Con un sutil movimiento de la varita materializó una bata se de negra, parecida la de Mía—. Y créeme, no es mi intención cuestionar nada de lo que haya sucedido en ese pasado, pero hay algo que me carcome por dentro y si estoy en lo correcto, es necesario que ambos sepamos la verdad. Se acercó a la silla donde descansaba la Black Lestrange y la miró directamente a los ojos. —Mía, ¿Quien es el padre de Jessie?
  4. Buenas tardes. Paso a pedir la modificación de mi ficha, agregando la familia Black Lestrange ala familia adoptiova, quedando la parte superior de la siguiente forma No edito mi ficha hace mucho, así que si me faltó agregar algo, por favor me lo hacen saber. Muchas gracias modes.
  5. Bueeeenos días. Como ya se sospechaba y se veía venir, vengo a pedir ingreso a la familia bajo el lazo adoptivo. Nombre del personaje: León Crowley Link a la ficha de personaje: Ficha Link a la bóveda en Gringotts: Bóveda Elfos registrados: Arthur: Elfo personal de León. Atlético, con barba blanca y con un parche en el ojo izquierdo que perdió por un ataque de ira de Baphometh(demonio íncubo que habita en León), lo cual nunca se ha perdonado. Suele tener fallas de memoria por una resurrección reciente. Debidamente registrado ante el Ministerio de Magia. Irene: Delgada, de test más oscura de lo normal para un elfo. Llegó recientemente de la casa materna de León en Holanda para las necesidades de este en la nueva familia, por lo cual le cuesta un poco hacerse entender. Registro pendiente Debidamente registrada ante el Ministerio de Magia. Posible padre/madre: Esposo Novio de Mía Nombre Real: Sergio Fecha de cumpleaños: 20 de Abril País: Colombia Redes Sociales: @Vodkaotico
  6. —¿Cómo qué que hago acá, Sole?— indagó con una falsa mueca de indignación—, hasta donde vi la última vez, esta sigue siendo mi casa así no venga seguido, ni mis hijos, ni mis elfos... Hizo una pausa y se dio cuenta de lo alejado que estaba de todo lo que en algún momento fue. Llevaba años sin ver un amigo o tomar un buen vodka en un bar local. Claro, su salud no era precisamente la de un adolescente, pero nunca lo había sido tampoco, así que no era excusa. El Screwdriver se termino justo en el momento que elfo, que León desconocía por completo, hacía una seña para invitar a desayunar. Se puso de pie y tras sembrar un beso en la mejilla de cada una de las brujas, avanzó hacia el comedor invitándolas a acompañarlo. Como si el mismo Arthur hubiera dejado las instrucciones para el desayuno, la mesa estaba colocada justo al gusto del holandés; un vaso grande de jugo de naranja con algo de vodka para iniciar el día, un café cargado, par huevos revuelto con jamón serrano y un corte de lomo sudado. Los que en algunos países de suramerica llaman "Moñona". La brisa del norte barría los abetos del patio trasero de la mansión e invadía la cocina con el delicado olor de la montaña que se mezclaba con el del café en un solo aroma que llevaba extrañando desde que salió de Amsterdam, meses atrás. —Y bien señoritas —preguntó a la Crowley y la Lestrange en cuanto cruzaron el portal de la cocina—, ¿Cómo van sus vidas?
  7. La mañana había llegado al fin y los débiles rayos de luz que se filtraban por las ramas de los arboles golpeaban en la ventana y daban lenta claridad a la habitación de la matriarca donde León volvía a despertar. Diferente a la noche anterior, este estaba ya de pie, pensativo y con la mirada perdida en el basto bosque trasero de la mansión. El impecable traje oscuro que vestía la noche anterior y el elegante vestido brillante de la rubia reposaban inertes a un lado de la cama donde la Black Lestrange reposaba dormida aún, con la perfecta silueta de su cuerpo desnudo cubierto apenas por una sabana de seda verde oliva. El dulce aroma del café del desayuno que minutos antes había llevado la ruborizada elfina por la desnudez del pelinegro, invadía la habitación por completo. El demonio holandés se giró hacia la cama y se tomo un tiempo para contemplar a Mía, incrédulo aún de lo que había sucedido la noche anterior en la boda de Jessie y Otto que, aunque tardó un poco más de lo que había pensado, había sido bastante entretenida y llena de gratos momentos para la feliz pareja. La alegría que transmitían había contagiado a los asistentes de tal forma que en determinado punto de la noche, no había una sola persona que no estuviera bailando o cantando al son de "Los Hechiceros del Swing" incluso, los representantes del ministerio de magia se unieron en un entretenido baile que emulaba los movimientos de un ave de corto vuelo muggle. Al caer la madrugada, los invitados, algunos ya borrachos, se retiraban a sus casas agradeciendo la velada y la oportunidad de compartir con la familia de tan magno evento, abrazando a los recién casados y deseándoles y vida llena de pasión y desenfreno. Si, con alcohol en la cabeza, nadie desea prosperidad. Al momento en que León fue a agradecer a Jessie la invitación, todo el vodka y el tequila que tomó, se fue de un solo golpe hasta los pies, la sangre se le heló y la piel se le puso de la misma ave de corto vuelo mencionada antes. Estuvo a punto de retirar el abrazo que le había brindado y salir del lugar, y lo habría hecho, sin duda, si la ocasión no significara tanto para Mía; la sonrisa en sus labios fue suficiente para esperar al otro día, así no tuviera ni la más mínima idea de como decirlo. El sol se había levantado lo suficiente como para burlar las últimas ramas de los arboles y pegaba ya de lleno contra la ventana y la almohada donde un par de ojos esmeralda comenzaban a abrirse. Acercó entonces el pelinegro el desayuno a la cama y se sentó a su lado. —Bueno días dormilona —selló el saludo con un beso en los labios—. Espero hayas descansado porque... necesitamos hablar.
  8. Y ahí estaba otra vez, a unos cuantos metros de los terrenos de la mansión de los Black Lestrange, arreglado para una ocasión especial, de pie en la oscuridad del pequeño bosque de abetos que rodeaban el castillo, pensando. Era la segunda noche consecutiva que estaba en ese lugar y pese a que tenía muy claros los motivos de la primera visita, no lo eran tanto los de la segunda. Su cabeza era un manojo de dudas, preguntas y, pese a que se negaba a aceptarlo, temores. La invitación verbal que Mía le había hecho en la mañana pasaría como un evento más del amplio mundo mágico, de no ser por la connotación subsiguiente a la invitación: "Conocer la familia" No sería la primera vez que le hicieran esa invitación, y de haberla rechazado, tampoco sería la primera vez que lo hiciera. Sin embargo, para León esta vez era diferente, esta vez no quería huir, no quería correr, pero aún así, lo hizo. Esperó hasta que la rubia saliera del baño y con un beso en los labios se despidió sin dar la respuesta que ella esperaba. No porque le disgustara la idea de conocer la familia de Mía, de ser parte de su vida, de amanecer todos los días a su lado. No. Huyó porque las palabras de la rubia coincidían con lo que él estaba pensando en ese mismo momento y eso lo aterró. Para cuando se dio cuenta, ya estaba en la reja principal de la mansión. ―Buenas noches señor Crowley ―le saludó una elfina al ingresar. La misma que les había llevado el desayuno a Mía y a él en la mañana―. La ama Mía lo espera en el lugar de la ceremonia. Acompáñeme por favor. Apagó el cigarro y siguió a la criatura hasta el interior del jardín donde caminaban sonrientes algunos de los invitados los cuales reconoció al instante pero seguro de recibir sonrisas hipócritas y falsas, no se molestó en saludar. Un portal Fulgura conectaba los terrenos de la familia con un lugar que identificó sin mucho esfuerzo pese a la decoración la cual cambiaba por completo el aspecto del lugar. La tibia luz que emanaban las velas a lo ancho del lago contrastaban con la fría y densa noche de los Montes Cárpatos que servían de marco al más tenebroso e imponente castillo de la vieja república Rumana, una imagen que perfectamente podría haber sido un óleo de Courbet. Y allí, al borde del lago, estaba la razón que lo había llevado hasta allí. Avanzó hasta donde estaba la rubia, no sin antes pasar por una de las mesas de servicio y robar un vaso de whisky que vació en cuestión de segundos; valor liquido. Cuando llegó, Mía estaba de espaldas a él ordenando a uno de los elfos, servir más pasa/bocas a los invitados. ―Buenas noches anfitriona ―saludó tomándola por la cintura y en cuanto se giró, depositó un beso largo y delicado en sus labios―. Y bien ¿A quien debo conocer primero? @@Mia Black Lestrange
  9. El momento de los besos tímidos, sencillos y solitarios habían quedado atrás y los labios dedicaban ahora sendas batallas sobre el respectivo par. Los cuerpos se enlazaban desnudos a la luz cetrina de la chimenea y el calor que la misma emanaba y emanó durante gran parte de la noche en la que ambos, León y Mía, iban un poco más allá del deseo, un poco más allá de la lujuria. Había palabras temerosas ocultas en cada contacto de la piel, sentimientos callados por besos largos y profundos. La pasión consumió la noche y la absorbió de forma tal que la botella quedó sin terminar y las fresas sin comer; la sed fue saciada por el sudor y el hambre satisfecha con la piel. La enorme habitación se había reducido únicamente al espacio que ocupaban, que entre ambos cuerpos no alcanzaba a ser ni media cama. Envueltos en un almizcle de whisky, chocolate y leña, quedaron fundidos, uno en el otro. La mañana llegó y con ella los tibios rayos de sol que se colaban por los pequeños espacios que habían entre las cortinas y permitían que la luz no se dispersara más de lo necesario. León se había despertado con las primeras luces del alba como era costumbre ya desde muchos años atrás y poco tardó en recordar donde estaba, no por las memorias que se empezaban a arremolinar en su mente, sino por los finos labios rosados y la cabellera rubia de quien yacía dormida en su pecho. Cualquier intención de abandonar la alcoba en silencio al amanecer, como lo había pensado la noche anterior antes de llegar el castillo, había quedado descartada, no porque ella estuviera dormida sobre su pecho, sino porque él no quería. Se asustó un poco ante la idea y se quedó mirándola dormir, tranquila y en silencio, con una débil sonrisa a medio dibujar en sus labios y fue todo lo que necesitó para disipar ese temor. La abrazó aún más fuerte y la acompañó en su labor. Una suave voz lo sacó del sueño en el que había vuelto a caer y las primeras palabras que escuchó coincidían con la misma idea con la que se había dormido aunque no lo reconocería. O por lo menos no por ahora. —Buenos días —susurró con un suave beso en la mejilla—, ten cuidado con lo que dices, después no me vas a poder sacar de acá Era evidente que no estaba molesto y también lo era que ella ya debería saberlo por lo que siguió su juego. Se deleitó con la figura al natural de la rubia y la recorrió posando sus manos en sus muslos desnudos, subió por ellos hasta su cadera y su torso. La tomó con firmeza y la tumbó sobre la cama para invertir la posición y quedar sobre ella, con sus brazos apoyados a cada costado de su cabeza y sus piernas a cada lado de su cintura. Se acercó y besó sus labios suavemente, apenas rozándolos, bajó por su mejilla hacia su oído, su cuello y sus hombros. — ¿Te parece que estoy molesto? —preguntó mirándola a los ojos mientras continuaba su recorrido, hacia al interior de las sabanas.
  10. —He pensado cosas buenas, malas, atrevidas, respetuosas —respondió tomando el último trago que quedaba en el vaso—, pero todas han sido contigo. El whisky bajó por la garganta de León despacio, el frío parecía intentar apaciguar el fuego que surgía de su interior, pero al licor lograba incrementarlo de inmediato. El sabor de los labios de Mía lo enloquecían y lo hacían desearlos más y más con cada beso que daba la impresión de subir la temperatura de la chimenea, aunque en realidad era la de sus cuerpos. Escuchó lo que dijo respecto a la habitación y aunque a él le hubiera gustado decir lo mismo la noche anterior, si había algo que el nunca había hecho, ni siquiera lo hubiera pensado hacer, y lo había hecho por ella, diferente era que se lo dijera esa noche. Algún día, quizá. —Bueno, si soy el primero en estar en esta habitación tendré que asegurarme que no lo olvides nunca —susurró en su odio saborear el trozo de fresa y permitirse que el dulce del chocolate se mezclara en su boca con el del whisky, una combinación sutil y poderosa, que demostraba el buen gusto de la Black Lestrange y le confirmaba una vez más al pelinegro, porque ella lo atraía tanto— tal vez, quien sabe, no necesites a nadie más acá. ¿Era consciente de lo que estaba diciendo? si a él le hubieran dicho eso en una noche cualquiera, hubiera salido despavorido por una ventana ante la idea de una atadura o un compromiso y teniendo en cuenta que no estaba precisamente en su castillo, sería a él a quien sacarían por la ventana. Sus pensamiento se evaporaron de repente cuando la ojiverde pidió ayuda con el vestido. León se acercó hasta estar detrás de ella y muy despacio bajó la cremallera que dejaba al descubierta parte de su espalda y hombros. El sutil aroma a vainilla emanó casi de inmediato mientra su piel iba quedando expuesta y se acercó, dejando que sus labios dieran pequeños besos en la piel de su cuello y hombros. Cuando el vestido yacía inútil a los pies de ella, tomo otra fresa y la acercó a la boca de la mujer —No me decido que está mejor —susurró mordiendo el otro pedazo—, si las fresas, el whisky...—se lanzó a sus labios y la beso con intensidad, con pasión y deseo, como si hubiera estado lejos por mucho tiempo, como un reencuentro prolongado por años, como si la hubiera extrañado una vida entera—, o tus labios. Sin dejar de besarle desapuntó su camisa y la dejo a un lado, junto al vestido y los zapatos, donde al parecer pronto estaría el resto de su ropa.
  11. — ¿Tu habitación? —preguntó dejando que ella se acomodara sobre su cuerpo más de lo que había pensado cuando la sentó en su piernas. Sus labios se encontraban una y otra vez y en cada beso parecía que el fuego de la chimenea aumentara o el espacio se redujera ya que la temperatura de la pequeña sala empezaba a subir exponencialmente. El trago de whisky había bajado por su garganta apenas unos minutos a tras pero su cuerpo pedía más, estaba sediento, aunque no estaba del todo seguro de que saciaría su sed—, mmm no sé, la última vez que estuve contigo en una habitación desperté solo, desnudo y con resaca. León no entendía como ella lograba que se sintiera tan a gusto en su piel, sobre sus labios, frente a sus ojos como si la conociera desde hace décadas, como si hubieran compartido una y mil historias, una y mil noches. Su cuerpo parecía conocer cada rincón del suyo, cada esquina, cada borde; el arco que abrió sus piernas era del ángulo exacto de la cintura del pelinegro. Recorrió con sus manos la tibia piel de sus brazos cruzando por la espalda y bajando hasta los firmes muslos que sostenían su cuerpo y se levantó del cómodo sofá. —No necesitas decírmelo dos veces —susurró tras besarla y se alejó de la luz y el calor de la chimenea más no del que emanaba el roce de ambos cuerpos. Luego de darse cuenta que pese a su efusiva iniciativa no sabía en donde ostias quedaba la habitación de Mía y de recibir una pequeña burla acompañada de otro beso, se dejó guiar hasta la alcoba por la escalera que da al tercer piso. Algunas voces llegaban hasta ellos provenientes del primer nivel y esperaba que eso no la obligara a abandonarlo. Un par de vasos y una botella completa de whisky los esperaba ya en una pequeña mesa al lado Otra chimenea un poco más moderna que la anterior. Dejó caer el cuerpo de la rubia sobre el suave edredón de la cama y se acomodó sobre ella, perdiéndose en el verde esmeralda de sus ojos. —Mentiría si te dijera que últimamente no he pensado en nada más que nosotros dos —se confesó y dejó que sus labios se fundieran en los suyos.
  12. Más que la frustración o la indignación, había sido la impotencia y el desconocimiento lo que había motivado al Crowley a abandonar la comodidad de su casa y acercarse hasta allí. El manojo de preguntas que rondaban por su cabeza parecían haber mutado en una suerte de enojo que no se permitía evidenciar y sin embargo, todo rastro de ese disgusto se evaporó cuando los finos labios de Mía invadieron los suyos. Lanzó las manos al rededor de su cintura y subió por su espalda hasta los fríos hombros descubiertos hasta casi envolverla en un abrazo. Para cuando volvió en si, ya estaba al interior de la mansión — ¿Comer lo que yo desee? —devolvió la pregunta contemplando la contorneada silueta de Mía subir las escaleras justo delante de él —si, se me acaba de antojar algo delicioso. Un clima completamente diferente al que brindaba la fría tarde londinense obligó León a despojarse del abrigo que un presta elfina se apresuró a recibir y llevarse a algún lugar en la primera planta, no sin antes haber sacado del bolsillo interior la caja de habanos que dejó sobre una pequeña mesa. La chimenea brindaba la suficiente luz para apreciar la clase del pequeño salón que parecía haber sido diseñado única y exclusivamente para descansar sin importar el momento del día en que se hiciera. Cuando se volvió hacia Mía, es encontró con otra intrigada elfina que parecía más interesada en recibir alguna instrucción de él que de la matriarca; ordenó un sencillo whisky sin hielo y se acercó a la rubia a la cual por primera vez en toda la noche, podía verle el rostro. Podría ser el efecto de la cetrina luz de la chimenea o la falta de reflejo en las paredes de la habitación pero por un momento, en el verde intenso de sus ojos, pareció notar un ligero atisbo de cansancio. Había aparecido allí, en la puerta de su casa, en un día normal de trabajo y pretendía arrebatarle el tiempo que seguramente destinaba al descanso o al sano esparcimiento sabiendo de primera mano lo que era dirigir un departamento completo de una institución oficial. Se lamentó por un instante y estuvo a punto de disculparse y retirarse, pero como si de una tira de historietas se tratara, una idea se encendió en su cabeza y solo esperaba que no saliera mal. Se acercó a Mía y la rodeó con un brazos en un delicado beso con el cual fue arrinconandola hasta el sofá, donde giró para sentarse y dejar que el cuerpo de ella reposara en sus piernas sin dejar de abrazarla. —Para serte sincero, venía pidiendo una explicación pero de forma sabia has sabido desarmarme —hizo una pausa para recibir los dos vasos de whisky que traía la elfina que miraba la escena con cierta extrañez lo que le daba buena espina a León —, en cuanto a lo que puedes hacer por mi, que tal si simplemente nos quedamos acá hasta el amanecer —antes de que pudiera responder, selló sus labios de la misma forma en que ella lo había hecho unos minutos atrás, cuando sus pensamientos se habían transformado un enfurecido Longhorn Rumano. Ahora era simples ashwinders jugando al rededor del fuego que despertaba en él.
  13. <<¿Tienes algo que perder?>> La pregunta daba vueltas en su cabeza como un duendecillo de Cornualles encerrado en una jaula, inquieto, imparable e intranquilo. Estaba aún muy débil para aparecerse en la periferia de la mansión Black Lestrange por lo que prefirió caminar la distancia entre su castillo y el enorme bosque de álamos que rodea los terrenos de la familia mortífaga. Sacó un puro del interior de su abrigo que encendío con un chasquido de los dedos. Los último rayos naranja del sol rasgaban el atardecer y daban paso a la noche compañera de la brisa fresca de otoño que arrastraba las hojas secas del suelo y arrancaba las rezagadas que aún se aferraban a las ramas de los álamos. A lo lejos, las antorchas se prendían automáticamente con la caída de la tarde e indicaban el portón proncipal. León sacudió el polvo del abrigo oscuro que cubría la camisa carmesí y el pantalón oscuro que había elegido esa noche, no a falta de más ropa sino porque era la que aún le quedaba sin que pareciera un gancho. Había vuelto de un largo sueño hacía poco tiempo y no lograba completar su masa muscular del todo. Apagó lo que quedaba de puro contra el suelo y se acomodó el cabello, o lo que le quedaba. Para su sorpresa, cuando llegó al pontón principal, no había un elfo o un sátiro esperándolo. Seguro no era normal que las visitas llegaran a pié. Avanzó sin interrupción alguna hasta algunos metros antes del gran portón principal donde se manifestó un elfo de carácter recio y desconfiado que se presentó a si mismo como Tadeus. Si bien era normal en los miembros y exmiembros de la Marca Tenebrosa tratar con crueldad e indiferencia a todo elfo o sátiro a su servicio, al Exdirector del departamento de Cuidado de Criaturas Mágicas del Ministerio, no le era a fin tal práctica —Busco a tu ama Mía —espetó el hombre mientras terminaba su recorrido hasta la puerta principal y sacaba otro puro -. Avísale que León Crowley ha venido a verla
  14. —Así que eso es lo que se siente —susurró León, sentado desnudo al borde de la enorme cama, mirando fijamente la solitaria camisa carmesí y el pantalón oscuro que llevaba la noche anterior. Generalmente él era quien recogía la ropa en completo silencio y se escabullía en la complicidad de la madrugada antes de que los primeros rayos del sol disiparan la oscuridad e impactaran irritantes en el cristal de la ventana de la habitación que estuviera. Era un maestro del escape y un diestro evasor de la temida pregunta "¿Cuándo nos vemos de nuevo?". Esa mañana, él era quien despertaba solo. Difusas imágenes de una botella de vodka asgardiano, un par de ojos esmeralda y un paseo por el bosque del álamo empezaban a arremolinarse en su mente, a unirse y enlazarse formando un vago recuerdo de lo que había hecho la noche anterior, cuyo desenlace obligó al desaparecido patriarca de la familia Crowley a dibujar una sonrisa un tanto perversa en sus labios. Aunque no recordaba muy bien en donde estaba, la cama, las paredes y el enorme ventanal que daba al bosque negro, le daba una idea de en donde había despertado. Se puso de pie con el amargo sabor de la resaca aún latente en la boca y se dirigió al baño. Su cuerpo aún no recuperaba la masa muscular que había perdido durante la larga hibernación de la cual había regresado apenas unas semanas, por lo que tardó más de lo normal bajo el frío chorro de reparadora agua fría. No estaba seguro cuanto tiempo llevaba había pasado desde que entró, cuando unas voces en alguno de los niveles inferiores lo saco de sus pensamientos, un tanto impuros. Era poca la ropa que tenía allí y no estaba seguro de que tan limpia estuviera la que había usado la noche anterior, por lo que unos pantalones cortos oscuros y una remera blanca de la Casa Stark fue lo primero que encontró. Estaba aún muy débil para realizar una aparición por lo que optó por usar la puerta de la alcoba. Al salir un Screwdriver de mandarina le advertía que algún elfo había notado su presencia lo cual no le desagradaba en absoluto. Tomó el vaso, cruzó el hall y bajó la escalera justo para sorprender a un par de conocidas brujas, hablando de él y aunque el ver a alguien de su familia después de tanto tiempo le alegraba de sobremanera, no se permitió demostrarlo. —Si esos comentarios vinieran de inocentes criaturas como Marissa, Joa o Valent, creería la superioridad moral con qué estoy siendo juzgado —alegó con una sonrisa caminando hasta la sala y sentándose en uno de los sillones—, pero de ustedes dos...
  15. Tarde, otra vez. Las manecillas del reloj Fossil que reposaba en sus muñeca marcaban casi una hora más de la que había asegurado recoger a la mujer que lo había aguantado, de cierta forma, en los últimos meses sin tener ningún compromiso con él. Mientras miraba el lúgubre corredor que unía el vestíbulo con el resto del castillo, se preguntó porqué Mía tenía tal paciencia con él. Habían pasado mucho tiempo trabajando juntos, pero nunca había trasgredido el ámbito laboral. Nunca hasta hacía unas cuantas noches. ¿Qué había cambiado? Por el contrario a esos años en la academia, su apariencia física había cambiado al punto de que la misma bruja de ojos esmeralda no lo reconocía. Ni Ross, ni Juve, ni ninguno de los que otrora fueran su más cercana familia, de ideal, no de sangre. Aunque si lo ponía en perspectiva, muchos de esos hermanos también lo eran de sangre. Una u otra linea del lazo de diablo que tenía por árbol familiar, terminaban en ese castillo. Hijos, nietos, sobrinos, amigos sin duda figuraban en el muro norte del castillo. Era mejor no gastar mucha memoria en ese lugar. <<¿Tendrás tanta suerte?>> Se disponía a refutar enérgicamente la molesta voz en su cabeza, cuando el sutil y ya conocido aroma a jazmín de Mía, que se había deslizado tan rápido como lo permitía la brisa del atardecer, llegaba hasta el pelinegro, haciendo que perdiera la coherencia de su alegato. Se giró hacia el origen de la fragancia, para encontrar a su acompañante, envuelta en una elegante pieza de paño negro que lo dejaba todo a la imaginación. —Dicen que lo bueno se hace esperar —apuntó al tiempo que respondía el beso en su mejilla, cerca a los labios. En efecto, su imaginación voló. No por lo que custodiaba el abrigo sino cuando la invitación a quedarse en el castillo surgió de la forma menos esperada. Debía reconocerlo, le había dejado completamente desarmado ante tal sugerencia: una noche fría, en un castillo al parecer desocupado, vestidos para una ocasión especial y con una cita a medio terminar. Parecía como si los planetas conspiraran para un objetivos específico. Ahora estaba en condiciones de responder a la nefasta voz en su cabeza. Sí, Había tenido suerte. Se disponía a aceptar la invitación, tomarla en sus brazos, y llevarla a algún lugar cálido en el castillo, cuando el silencio que los había envuelto momentáneamente se vio cortado por otra voz que intervenía en el lugar. Un profunda y burlona carcajada hacía eco en su cabeza mientras su rostro abandonaba el gesto travieso que había adoptado y mutaba por otro un poco más amable que daba la bienvenida al recién llegado. —Un placer conocerte Orion, soy León Crow... —respondió apenas a la mitad ante la extraña intervención del ojiazul que entregó un pequeño presente. Un presente acompañado de un mensaje que podría ser tomado de muchas formas. O bien era una persona sumamente amable que entrega su ayuda, se necesitara o no, a quien se encontrara, o era una anticipada advertencia de que necesitaría ayuda. Recapituló un poco las palabras del joven que se retiraba ya tan rápido como había aparecido. ¿Le dieron eso en su momento? ¿Acaso estaba escrito en algún lado que León necesitaría su ayuda? Se preocupó. Después de todo no sería tan buena idea quedarse en el lugar. Mordiendo su lengua y contrario a su deseo inicial, desistió la invitación pelando a lo mágica que podría ser la noche y la velada de la gala. Abandonó la calidez del castillo tomándola de la de la mano no sin antes mirar a ambos lados. Desapareció del lugar en volutas de humo negro con el eco burlón de la voz en su cabeza recordándole que, después de todo, no había tenido tanta suerte.
  16. <<¿Porqué estás nervioso?>> La voz en su cabeza que había preferido ignorar desde hacia ya dos meses, insistía en su intento de hacer arrepentir al mago de lo que estaba a punto de hacer. Pulcros y lustrados zapatos de cuero negro parecían fundirse con el sendero de piedra caliza oscura que guiaba el camino al emblemático castillo por el que muchas veces había pasado, pero ninguna con el motivo que lo guiaba esa noche. Dudó por un momento que los hechizos de protección que custodiaban la edificación lo detuvieran, pero su esencia seguía intacta, aunque su cuerpo no tanto. —Semper... —susurró avanzando hasta la puerta tras recorrer el sendero hasta el pequeño puente de paso. Miró a su alrededor un poco sorprendido por el silencio que dominaba el lugar. O la respetable familia que habitaba suntuosa mansión había visto reducido sus números de forma drástica, o todos ya se encontraban en camino a la gala a la cual pensaba asistir. Se preocupó. Ya suficientes veces le había quedado mal a la mujer de cabellos rubios que pretendía visitar esa noche como para sumar otra. No necesitaba sortear las criaturas, no. Lo conocían bien. Llegó finalmente ante las gigantes puertas de madera curtidas por el tiempo. — ¿A quien busca a esta hora? —espetó un elfo desgarbado abriendo la puerta en el exacto momento que el pelinegro se disponía a tocar. Lo reconoció de inmediato. Esperaba que la criatura no. —Dile a Mía que León vino a buscar.
  17. <<Dos años perdido y me cita en un salón de té para abuelitas>> —pensó para si mismo mientras el despistado barman pasaba de un lado a otro buscando algo de Licor. Tendría sentido que un "barman" careciera de práctica en un lugar destinado más a reuniones calmadas o familiares y que olvidara como hace un simple Screwdriver de necesitarlo. ¿Podría haber sido premeditado? ¿Citar a su hermano en un lugar sin alcohol para evitar una tragedia? Bien sabía que Andrés podría ser perverso pero hacerle eso, luego de años sin aparecer, sería, más allá de cruel, peligroso. León apretó con fuerza el puño pensando que cada minuto que pasaba allí era uno menos que podría estar en otro lugar, averiguando sobre el legado de Azazel. Se disponía a levantarse cuando el eco de unos torpes zapatos entrando en el salón cortaron el silencio. Un par de ojos celestes montados en unas mejillas sonrojadas se acercaron sin prisa alguna hasta la barra que apenas si permitía al barman verla si no fuera un tipo de considerable altura. La delgada joven bien podría pasar desapercibida en un lugar concurrido, pero dada la soledad del lugar, se llevó la atención de las únicas dos personas presentes en parte, por el sutil aroma a azufre y astromelias que la delataban como una joven súcubo. León prestó atención a la chica temiendo que distrajera al elevado hombre. Más atención se llevaron las palabras de la recién llegada al pronunciar un nombre que le era muy familiar. —¿Así que esto es de Lyra? —preguntó más para si mismo mientras daba una mirada un poco más inquisidora al lugar. Meditándolo un poco, tenía mucho sentido que el lugar le perteneciera; un serio sentido de la decoración, sin llegar a suntuosas extravagancias que rayan a la vista, ni el típico bar de mala muerte del callejón. Pensándolo bien, la neutralidad general de quien fuera compañera suya en la división de bestias algunos años atrás, se imprimía en cada detalle del lugar. Nada con demasiado color blanco ni demasiado color negro. Ni mucho rojo ni mucho verde. Neutral. Esbozó una sonrisa en los labios y volvió la mirada a la barra solo para ver como desaparecía el fracaso de barman que había conseguido Lyra. — ¿A donde fue ahora? ¿Lleva treinta minutos tratando de encontrar una botella de licor y ahora se va? —preguntó disgustado colocándose de pie—. Supongo que tendré que atenderme solo. Apoyó la mano derecha en la barra y de un solo impulso saltó al interior de la barra que a juzgar por la limpieza del suelo, llevaba mucho tiempo sin ser usada. Habiendo trabajado tanto tiempo en la barra de su propio bar, sabía que el piso al interior de la misma, siempre estaba manchado de uno u otro trago. Miró entre los cajones de la despensa en busca de una botella de cualquier cosa que no fuera jugo de calabaza o arándano, té de hierba, sobres de stevia. ¿Acaso pertenecían a una secta religiosa enemiga del alcohol? Al correr una de las puertas, un leve brillo entre una de las divisiones reveló al holandés su preciado tesoro. — ¡Aja! —exclamó eufórico levantando por lo alto la botella de Vodka Nordico oculto con un hechizo de expansión indetectable, como si fuera el logro personal más importante de la semana. Bajó lentamente el rostro con la sonrisa de satisfacción aún dibujada en los labios y se encontró de frente con una confusa expresión de la joven. Había olvidado por completo que no estaba solo—. Disculpa el desorden. Si esperaba otro minuto a que ese barman sirviera algo, habría destrozado el lugar —puso la botella sobre la barra—. Ya que estoy acá, ¿Puedo servirte algo? Una cerveza de mantequilla, quizá. No creo que tu madre ponga problema alguno —gritó desde algún lugar bajo la barra mientras se movía entre jarras, vasos y platos. Finalmente emergió con dos vasos y una jarra que dejó frente a la castaña para estirar la mano en un cordial saludo—. Soy León Crowley, por cierto. ¿Cómo te llamas?
  18. — ¿Seguro que es acá? —indagó al elfo. —Si señor —respondió la servil criatura mirando un trozo de papel que entregó de nuevo al mago—, este es el nombre del local. Ranas Lunares, Callejón Diagón. La fría brisa del norte golpeaba con fuerza a cada lado del callejón, moviendo de un lado a otro las copas de los arboles que demarcan el callejón comercial más importante de la Londres que permanece oculta al ojo muggle. Coordinados como una granja de hormigas y resguardados pesados abrigos, los cansados trabajadores del ministerio empiezan su viaje a casa luego de una ardua jornada. La tarde caía ya, ocultando tras la colina de GreenWood los últimos rayos sol que daba paso a la siempre misteriosa noche. —No es un lugar muy de él —apuntó León guardando el papel en el bolsillo del gabán sin siquiera mirarlo—. Tal vez sea solo la fachada. El holandés ingresó en el local dejando su pesado abrigo oscuro en el colgaropa al costado izquierdo del vestíbulo, justo después de la puerta principal. Recorrió el lugar con la mirada, sintiéndose como nada de lo que veía parecía hacer juego con él mismo. Tenía el aspecto de un enorme salón de té pero con decoración actual. Si eso era otra broma de su hermano, seguro lo colgaría de sus licántropas orejas de la enorme lampara del comedor principal del castillo Crowley. Revisó con cautela todo el primer piso para comprobar que no era el sitio adecuado para sostener una conversación que seguramente terminaría en una acalorada discusión. Tras deleitarse con los aromas que emanaba la cocina a los pies de la escalera, subió al segundo nivel buscando a Andrés o buscando una barra al menos. Dudaba ya que clase de licor podría encontrar en un lugar así, pero intentarlo era lo mínimo que podía hacer. Avanzó hasta la barra no sin antes observar de arriba a abajo la morena de cabello rizado que llevaba una bandeja con dos bebidas a una mesa cercana. — ¡Joven! —llamó la atención del barman —, sea tan gentil de darme un vaso de cualquier licor que tenga.
  19. —No —detuvo a Sol tomándola de la mano justo después de saludar a Goshi con un abrazo y un delicado beso en su mejilla—, hay una razón por la que tu instinto te trajo acá. Después de todo eres la mujer que más me ha aguantado —con gran esfuerzo se sentó en el sillón frente a la chimenea. El brillo del fuego que habían encendido Cristopher y Goshi era el único que permanecía en los ojos de León y eso lo reconfortaba, ya que desde que había despertado no había sentido nada tan cálido. Estiró las manos y dejó que la reconfortante llama le recordara que aún tenía intacto su sentido del tacto mientras organizaba un poco las palabras que, de una u otra forma le debía a su familia o al menos a la familia que estaba presente. —Como bien lo saben, mi cuerpo aparenta mucho menos edad de la que en realidad tengo gracias al ente demoníaco que habita donde debería estar mi alma.. Cada cierto tiempo ese ente, Balphometh, reclama posesión de mi cuerpo como suele pasar en las posesiones normales. En ese tira y afloje llevo ya 350 años —hizo una pausa y se giró mirando a los ojos a León Jr—, y aunque parezca extraño, tal parece que su hijo pretende hacer lo mismo contigo. León metió la mano en el bolsillo de la larga bata que había tomado para salir de la habitación y empuñando tembloroso la varita hacia la biblioteca al otro lado del salón principal, atrajo hacia una pequeña mesa que descansaba en medio del salón un enorme libro de portada en cuero negro, cubierto por un lazo carmesí oscuro que sin tocar, retiró del libro. El movimiento armónico de la varita fue pasando hoja tras hojas del libro que contenían desde dibujos de wendingos, shivas y trisckters, hasta encantamiento en latin. Con el rabón del ojo León alcanzó a ver el dibujo de la espada de vidrio negro que casi lo mata alguno años atrás. Finalmente una hoja que marcaba por titulo "Aiaco's Legacy" se detuvo a los presentes. —Sin socavar mucho en la historia de nuestro apellido, luego de la traición de Francine Adler a Viserys que por muy poco llevó al fin del legado de nuestro apellido, nuestro moribundo predecesor, Aiacos Crowley y hermano de Viserys, hizo un pacto segundo antes de morir con un demonio llamado Azazel. A cambio de permitir que su hijo Conan sobreviviera al ataque de Lord Coward, él y toda su descendencia servirían como recipientes del linaje de Azazel. —León hizo una pausa dando vuelta a la pagina donde se veía una precaria ilustración del pacto, con Aiacos cubierto de sangre y lo que parecía ser una cabra de dos patas frente a él—. Lo que nuestro antecesor no sabía era que Cyrus, hermano del rey Mathyas y tío de Aiacos, había rescatado de la toma del castillo a Conan y a cada uno de los hijos de los tres Crowleys que tenían linaje. El patriarca apuntó a los cuadros que colgaban del arco que comunican el vestíbulo con el gran salón: León, descendiente de Aiacos, Claudia, descendiente de Lothius y convertida en vampiro para preservar su especie y Andy, descendiente de Raeghar, mordido por un licántropo. El último de los hermanos Crowley, Vyserys, había tenido un hijo, llamado James, que años atrás había buscado venganza por manipulación de su propia madre. —Cada uno de nuestros antepasado fue poseído y manipulado por Azazel y su linaje a través de muchos siglos a costa del trato y ninguno vivió más de 20 años después de poseido. Esto me fue contado cuando mi padre murió —hizo una pausa y cambió la hoja del libro—, hace 320 años. Desde entonces, el demonio de turno, Balphomet y yo hemos luchado por el control de lo que queda de mi cuerpo. Esa es la causa de que caiga en un profundo sueño cada tanto y despierte cada vez más débil. Cada batalla arrebata una parte de mi humanidad, de mi capacidad de sentir; lástima, cariño, amor, ternura, compasión hace mucho dejo de ser algo importante en mi vida. >>Esta última pelea la gané por poco, por muy poco. Blaphometh lo sabe, sabe que estoy viejo y gastado, sabe que no ganaré la siguiente y por eso mandó a su hijo a buscar a mi hijo, por los medios necesarios puedo suponer —movió de nuevo la varita y pasó algunas hojas y fijo la mirada en León Jr—. Tal vez te preguntes porqué nunca te comenté esto y es que —apuntó la varita al libro donde se figuraba una gráfica de linaje de Aiacos, con cada uno de los nombres de los recipientes hasta el nombre del primer hijo de León—. No deberían haberte buscado a ti. Deberían haber buscado a tu hermano mayor. A mi primer hijo —miró de nuevo a Sol—, a nuestro primer hijo. Por eso estás acá. La mirada del patriarca se posó de nuevo en el libro de tapa de cuero negro. Uno de los troncos de la chimenea se quemó de golpe, aumentando la luz que se proyectó directamente sobre el papel donde la punta de la varita reposaba, permitiendo ver claramente el nombre de quien debería ser el recipiente: Fokker Cygnus Crowley.
  20. Hola Ashura Honestamente me pasé por acá para chismosear y sin la intención de pedir una firma y realmente me pareció muy bueno tu trabajo. Así que apelando a la enmienda de que si uno no tiene una imagen específica podrías hacer uso de una de tu galería, pues dejo el pedido. De antemano muchas gracias por la dedicación y el tiempo a la hechura. Imagen: A libertad de la diseñadora Texto: Pues mi nick es León Crowley, pero si consideras innecesario ponerlo, no hay lío. Avatar: Si Observaciones: 500x200 está bien para la firma y la del avatar las mismas medida que tienes en el tuyo. Lo único que podría anotar como observaciones es que no soy muy amigo de los tonos pastel (? León tiene alma mortífaga, a ver como te sale. Smudge Rulz De nuevo, muchas gracias.
  21. Consumibles en Batallas Nombre: Link a la certificación: enlace Nota: No se permiten más de 5 consumibles en inventario. Consumibles especiales: Nombre: Link a la certificación: enlace
  22. Poderes de Criaturas Tipo de Poder: Licencia de uso:
  23. Libros de Hechizos Nombre: Libro del Aprendiz del Brujo. Nivel: 1. Link a la certificación: enlace. Habilitado para su uso: Sí. Nombre: Libro de la Fortaleza. Nivel: 5. Link a la certificación: enlace. Habilitado para su uso: Sí. Nombre: Libro de la Sangre. Nivel: 7. Link a la certificación: enlace. Habilitado para su uso: Sí.
  24. Criaturas Mágicas Clasificación X: Nombre producto: Cuervo. Puntos obtenidos: 10. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Pantera (2). Puntos obtenidos: 10 x 2 = 20. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: León (2). Puntos obtenidos: 10 x 2 = 20. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXX: Nombre producto: Kneazle. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Crup. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Hipogrifo. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Hipogrifo. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Hipogrifo. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Billywig. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXXX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Criaturas en la Reserva: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de puntos en criaturas: 290
  25. Pociones Mágicas Clasificación A: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAA: Nombre producto: Filtro de los Muertos. Puntos obtenidos: 40. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAA: Nombre producto: Fluido Explosivo. Puntos obtenidos: 80. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAAA: Nombre producto: Veritaserum. Puntos obtenidos: 160. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Poción Multijugos. Puntos obtenidos: 160. Link a la certificación: enlace. Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de puntos en pociones: 440

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