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Mia Zoeh

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Todo lo publicado por Mia Zoeh

  1. Escuché el comentario de la Rambaldi, quien había estado callada unos cuantos minutos, y le lancé una mirada fulminante. Sí sabía usar magia, pero ¿y qué? Moviendo a Sagitas sin magia me aseguraba de no lastimarla más de lo que ya pudiese haberlo estado. Por suerte, no pasaría de un par de moretones durante unos días en el lugar del golpe, pero podría haber sido peor. La chica que se había llevado a los niños parecía haberse quedado con ellos allá dentro de la guardería. ¿Qué estaba haciendo con ellos? Me concentré nuevamente en el agujero, iluminándolo con mi varita al igual que Sagitas. Seguía apoyando su idea de bajar, aunque los demás no parecían demasiado dispuestos a meterse allí. -Sigo insistiendo en que deberíamos entrar.- dije seriamente, pasando la mirada de uno a otro de los miembros que quedaban allí de pie pertenecientes al departamento. ¿O pensaban quedarse allí parados analizando desde afuera el agujero? -O si no, ¿cómo obtendremos mejores referencias sobre lo que lo ha ocasionado?- insistí. No tendría problemas en ir primera, pero tampoco quería hacerlo si lo consideraban peligroso o inapropiado; a fin de cuentas, ellos llevaban más tiempo que yo haciendo ese trabajo. Me coloqué de cuclillas junto al agujero, y metí la cabeza dentro. No podía ver nada, ni siquiera iluminando con la varita. Tenía que haber algo más que se nos estuviese escapando de las manos; pero ¿qué era eso?
  2. -¡Lumos!- dije nuevamente, viendo cómo mi varita volvía a iluminarse y me acerqué, de nuevo, a la orilla del agua, asegurándome de no tocarla. Me parecía haber percibido movimiento bajo el agua, pero quizás sólo eran más ramas que estaban esperando a que alguna de nosotras tocase el agua para sumergirnos hacia aquella oscuridad absoluta que se veía no demasiado lejos en el fondo. Miré nuevamente hacia donde el árbol blanco se encontraba y pude ver a una figura emerger del agua de una forma bastante antinatural. ¿Sería Pik? -¡Pik!- grité, pero no se volteó a mirarme. Quizás sí era él, pero la pregunta allí era, más bien, ¿cómo íbamos a llegar hasta allí? Comencé a analizar las distintas formas; a nado era imposible. Miré a mis alrededores y no vi ninguna forma de bordear el agua. Había que, sí o sí, atravesar aquella inmensidad. Pero ¿cómo? Tan pensativa estaba, que casi no noté cómo la ropa parecía ceñirse alrededor de mi cuerpo, cada vez más. Sentía la tela más y más pegada a mi piel, y cuando se me dio por mirar hacia mis tobillos, vi unas ramas comenzando a enredarse en mis piernas, y comenzando a subir por ellas. -¡Diffindo!- exclamé, apuntándoles con mi varita, y ambas ramas se cortaron como si una tijera mágica las hubiese seccionado en dos. Me alejé de la orilla, o al menos eso intenté, ya que no había notado que una gruesa rama estaba acercándose peligrosamente a mi cintura. La misma se enroscó a mi alrededor, y me elevó en el aire. Comencé a gritar, y miré a mi compañera en busca de ayuda. -¡Mía! ¡Ayuda, por favor!- le supliqué, rezando para que mi próxima parada no fuese el fondo de aquel lago. Tragué saliva y cerré los ojos, preparándome para el momento en el que la oscuridad comenzara a rodearme. Esperaba que mi compañera pudiese hacer algo por mí.
  3. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local La petición de Darius me hizo palidecer, pero tenía razón. Éramos los dueños; nos tocaba bailar juntos. Miré a mi acompañante y tragué saliva. Nos veíamos como una pareja totalmente dispareja; yo con mi metro ochenta y un par de tacones que me agregaban algunos más me veía bastante más alta que el chico, que era considerablemente más bajito que yo. Pero tocaba hacer lo que teníamos que hacer, y eso implicaba bailar juntos. Tomé la mano del joven, sintiendo el calor subir por mi cuello y mi cara. Trágame tierra, pensé, mientras me desplazaba hacia el centro de la pista bajo la atenta mirada de todos los presentes, quienes aplaudían y silbaban. Sentía mi mano temblar encima de la del chico, pero intenté mantener la compostura. La música se había detenido un momento en lo que nos posicionábamos al centro de la pista, y aún sosteniendo la mano de Darius, me volteé para enfrentarlo. Coloqué mi mano en su hombro y sentí un escalofrío recorriéndome la espalda cuando él posicionó su mano en mi cintura. Me aclaré la garganta y sonreí; con un poco de suerte, eso iba a ocurrir sólo una vez. Un vals comenzó a sonar; era el típico baile de salón que todas las parejas elegían bailar. Ante la mirada de todos, mi acompañante y yo comenzamos a desplazarnos por la pista de baile con mucha gracia, como si hubiésemos ensayado aquel momento varias veces antes. Intentaba no bajar la mirada al piso, aunque tuviese que hacerlo un poco para poder sostenerle la mirada, y rezaba mentalmente que no me pisase. Un giro, y su mano de nuevo en mi cintura. Más pasos hacia los lados, más giros, alejamientos para volvernos a acercar y finalmente, aquella música que estaba comenzando a sentirse eternamente larga, finalizó. Un último giro y terminamos en la misma figura en la que habíamos comenzado. Todos aplaudieron. Me volví a alejar del mago, le hice una reverencia a forma de saludo y me volteé a saludar al público, entre risas. Ya se había terminado aquello. Luego del improvisado baile, pude regresar mi mente a los asuntos pertinentes. ¿Qué hacía Alba por allí? ¿Y si era asunto de trabajo, por qué estaba ella sola? Tenía un presentimiento extraño, pero no iba a dirigirme más a Darius. Si algo sucedía, pediría Veritaserum. Estaba más que decidido. Vi por el rabillo del ojo como Alegna había ido a sentarse al oasis, y luego como Albus salía detrás de ella. Un nudo se hizo en mi estómago, pero ¿por qué? ¿Celos? Sacudí un poco la cabeza para apartar ese pensamiento de mi mente, y decidí acercarme a la barra, donde Alba estaba bebiendo algo sin alcohol. Decidí sacarle conversación, y si estaba allí por trabajo, ver en qué podía ayudarle. -¿Está todo bien, Alba?- le pregunté cuando llegué a su lado. Me senté en uno de los taburetes, cruzando una pierna por encima de la otra. Maldije por un segundo los vestidos cortos; no estaban hechos para los taburetes altos, definitivamente. @@Alba Ryddleturn
  4. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Con @ y @Kira~ Miré al joven que se encontraba junto al otro propietario, a quien por algún motivo no había notado antes, y me disculpé con él por no saludarlo como correspondía. ¿No era el mismo chico que estaba en la biblioteca cuando casi había muerto a manos de los fantasmas del psicópata de mi socio? Le estreché la mano, y regresé mi mirada a Darius, quien parecía dispuesto a hacerme quedar mal. -Escuche, señor,- comencé a decirle, aunque me molestaba un poco tener que llamar "señor" a un chico tres años menos que yo. -ésta es probablemente la noche más importante para el negocio; no sólo para mí; para usted también. No olvide que las ganancias son de ambos.- le dije, acercándome a él para que nadie más pudiese oírnos. Él parecía defenderse calmadamente, pero pude distinguir un pequeño dejo de nerviosismo, y una gota de sudor que comenzó a resbalarle por la frente lo delató. -No quiero amenazarlo ni armar un escándalo; no quiero que el negocio sea conocido por eso.- le aclaré, alejándome un poco de él, pero no lo suficiente como para tener que gritarle. -No sé lo que esté escondiendo ni si tiene algo que ocultar, sólo le digo una cosa: No quiero problemas esta noche ni a largo plazo. Ésta fue la inversión de mi vida, porque no a todos nos caen las cosas del cielo como a usted.- enfaticé el "usted", para resaltar que, ante todo, estaba tratándolo con más respeto del que, por mi parte, merecía. -Quizás usted no esté feliz con la sociedad. Yo tampoco lo estoy. Pero si usted convive pacíficamente conmigo, yo también lo haré con usted. Y si usted tiene problemas de los que yo no sé nada, agradezco no me los comunique, ya que no quiero convertirme en cómplice ante los ojos de un tribunal.- le pedí. Era la verdad; sus asuntos prefería que se quedasen siendo de él. Si debía enfrentarme al Veritaserum algún día, quería asegurarme de no saber nada de nada en la realidad. -Y ahora, sin ánimos de ocasionar una pelea, lo invito a que se una al resto de invitados...- le dije en voz alta, notando que el reportero y el fotógrafo se acercaban a nosotros. Sonreí, y recibí el escueto abrazo de mi socio. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para reprimir la mueca al sentir su beso en la mejilla. Tragué saliva; no lo iba a dejar perjudicarme aquella noche. -Señor Darius...- respondí ante su mención de mi apellido y lo observé alejarse, no sin antes preguntarme qué era aquella cosa que había visto arder por un segundo ante él. Si algo estaba tramando, me iba a asegurar de frustrarlo. Miré al joven que aún seguía allí. -Disculpe todo esto, joven; ¿por qué no sigue disfrutando de la música? ¿Quiere algo para beber?- le pregunté.
  5. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Con Daniel, @@Alba Ryddleturn y el Departamento de Cooperación Mágica Internacional Lo que faltaba: el reportero se había acercado hacia nosotros algo tambaleante. ¿Cuántos whiskeys tenía encima ese tipo? El fotógrafo venía a su lado, aunque se notaba en su rostro que definitivamente, prefería estar dentro bailando. El grupo de música que había contratado debía estar por empezar a tocar, y el chico no parecía querer perdérselo. Lo supe por cómo miraba por encima de su hombro hacia la pirámide y regresaba la vista a nosotros cuando le parecía que había estado demasiado tiempo mirando atrás. No entendía qué estaba pasando, ¿qué hacía el Departamento de Cooperación Mágica Internacional allí, en la inauguración de mi negocio? Además, el comentario de mi elfina me había descolocado. Darius era inmigrante, ¿pero qué tenía para esconder? Daniel, el reportero que nos acompañaba en aquella velada, luego de unos minutos de aire fresco, se aclaró la garganta y comenzó a hacerme preguntas que yo no sabía cómo responder. -¿Qué se esconde en La Tierra de los Faraones, señorita Targaryen?- me preguntó, aún un poco mareado por el alcohol. De verdad, ¿cuánto había bebido? -Señor, de verdad le digo que no tengo idea de qué está haciendo el Ministerio de Magia en el negocio.- intenté explicar en mi defensa. La siguiente pregunta del reportero me dieron ganas de golpearlo a él primero y a Darius después. -No, señor, no tengo nada que esconder. Y podrá verlo por usted mismo en cuanto el Ministerio termine de hacer las revisiones pertinentes.- le dije, y jalé del portón dorado. Éste se abrió, y me moví hacia un lado, dejando paso a que los miembros del Ministerio pudiesen entrar y revisar. Iba a ir a buscar a Darius e interrogarlo. Si realmente estaba nervioso como Bonnie decía, de seguro tendría algo que esconder. Y yo no iba a hacerme responsable de lo que pudiese pasarle a él, mientras no afectase a mi propio local. Me dirigí al joven fotógrafo, que miraba con cierta nostalgia a la pirámide. -¿Por qué no va a disfrutar de la música, joven?- le ofrecí, y pareció animado. Le sonreí, y lo observé alejarse. Me volví hacia Daniel, el reportero. -¿Por qué no entramos, señor? De seguro será muy beneficioso para usted y para mí incluir al grupo en vivo que está comenzando a tocar, ¿no cree?- le dije, con una sonrisa de lado, y lo acompañé hasta la pirámide nuevamente. Mis planes, sin embargo, eran otros. Al entrar, busqué con la mirada a Darius, y lo pude ver un poco alejado, lo cual se contradecía totalmente con su actitud hasta el momento de la llegada del Ministerio. Era totalmente contradictorio que estuviese apartado de la gente, sin buscar la aprobación de todos y pasearse con sus aires de superioridad, observando todo por encima de su nariz, juzgando cada cosa del restaurante y de la fiesta. Me acerqué a él. -¿Qué ocurre que no está haciendo sociales con los demás invitados?- le pregunté, con tono firme pero intentando no ser ruda. @Darius
  6. Sagitas parecía estar bien físicamente, aunque tuve que contener una risa cuando mencionó lo de su orgullo. No era ético reírme de su comentario, así que simplemente me aclaré la garganta e hice de cuenta que no había oído nada. Sin embargo, la Potter Blue se adelantó a cualquier otro miembro del Departamento y, conjurando un Lumos, se arrodilló junto al hoyo y lo iluminó por dentro para poder verlo. Me quedé parada ahí, con la varita en la mano, mirándola. ¿Qué tan profundo era? Unos pasitos apurados me obligaron a voltearme, y ahí vi al montón de niños que había cruzado antes cuando entraba al lugar, asomándose por la puerta; algunos iban caminando decididos hacia donde estábamos todos; otros, más cautos, no habían decidido aún si salir o no por miedo a las represalias que podían recibir por parte de los adultos presentes. Sabía que era peligroso; no podíamos permitir que se acercaran de más a aquél agujero. Si alguno de ellos se caía dentro, los padres tendrían todo el derecho del mundo de ir a quejarse al Ministerio. Pero antes de que pudiese hacer algo para detenerlos (aunque no sabía exactamente qué; nunca había sido excesivamente buena con los niños), una chica que había estado en silencio hasta hacía unos minutos atrás, se fue con ellos, impidiéndoles acercarse más. Regresé mi concentración al agujero, que aún estaba ahí y que todavía no sabíamos cómo se había producido. Me acerqué a Sagitas. -Estoy de acuerdo con Sagitas.- comencé a decir, y volví a mirar al hueco. Ahora podía ver que sí era algo profundo, aunque la oscuridad dentro de él me impedía ver si había algo más; algo que nos dijese cómo había llegado eso a estar allí. -Quizás podríamos bajar, mientras otros investigan en la zona en busca de alguna pista...- sugerí.
  7. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Todo mundo bailaba y sonreía; podía ver en sus rostros que sin duda alguna se lo estaban pasando muy bien en aquella noche. Y yo no podía estar más que feliz. Todo estaba saliendo más que bien, y estaba segura de que aquella noche sería difícil de olvidar para muchos de los presentes, y para la comunidad mágica en general. Incluso el reportero que ya nos había entrevistado antes había pedido algún que otro trago a Vic, y el chico fotógrafo que lo acompañaba parecía estar disfrutando como nunca de la música. Un chico que ya conocía entró por la puerta, y me acerqué casi corriendo a saludarlo. Era Albus, compañero de casa y amigo. ¡Qué alegría verlo allí! Me detuve a su lado. -Hola, Albus...- saludé y le di un beso en la mejilla. -Gracias por venir, es un placer tenerte aquí.- añadí, y le señalé el salón, indicándole que podía ir a sentarse donde gustase o, por el contrario, unirse a las varias personas que ya estaban dándolo todo en la pista de baile. Observé todo a mi alrededor, y Arian me alcanzó una copa de daikiri de fresa. Sin embargo, ni bien le di un sorbo, un tironeo me hizo mirar hacia el piso. Vi a Bonnie, quien parecía ahora algo preocupada. Sin embargo, miré hacia la puerta y no vi a nadie. Pero la elfina tironeaba de mi vestido y me obligaba a seguirla. No lo dudé; la criatura no hablaba ni me explicaba qué ocurría. ¿Qué había pasado? Miles de suposiciones dieron vueltas por mi cabeza; esperaba que no fuese nada extraño ni ilegal que pudiese espantar a los clientes e invitados del lugar. La elfina me condujo fuera de la pirámide, y mis tacones comenzaron a enterrarse en la blanca arena que cubría el suelo. En el portón pude distinguir un par de figuras a contraluz, ¿quiénes eran? ¿Por qué no entraban? Me acerqué a ellos, trastabillando y tropezándome en la arena, y a través del portón creí distinguir a uno de ellos. -¿Alba? ¡Alba!- dije animadamente, pero vi en su rostro que no estaba allí por diversión. -¿Qué ocurre?¿Por qué no te sumas a la fiesta?- le pregunté, comenzando a abrir el portón para que entrase. Bonnie me llamó la atención volviendo a jalarme del vestido. Me incliné hacia ella, porque parecía querer decirme algo. -Ama Zoeh, el Señor Darius está en la puerta... Y parece algo nervioso.- me susurró, y yo palidecí... Si es que eso era posible. Me erguí cuan alta era y regresé la vista a Alba y el resto de sus compañeros. Fue ahí que noté sus identificaciones del Ministerio de Magia. Tragué saliva. ¿Qué estaría escondiendo Darius para estar así de nervioso ante la presencia de esa gente? Si clausuraban el negocio por su culpa, iba a matarlo con mis propias manos. @@Alba Ryddleturn @ @@Albus Severus Black
  8. Bien, recién veo esto. @@Albus Severus Black ya agrego el link de tu bóveda en el listado de afiliados. Y sobre qué otros beneficios tendrán los afiliados, bueno, los referentes a la biblioteca que los pacte Darius, jajaja. Yo puse esos, que van más enfocados al restaurante, y son beneficios más On rol que otra cosa. Sólo pasaba a decir eso, y avisar que edito el primer post para agregar la bóveda de Albus. Un saludo!
  9. Sabía que le llamaba poderosamente la atención a la ¿rubia? que no hubiese sido un neófito. Y ya estaba acostumbrada a esa clase de comentarios, ya que todos los vampiros que conocía o había conocido, habían vivido sus primeros años bebiendo sangre escondidos en los bosques linderos a las ciudades. Yo, sin embargo, había pasado una infancia feliz en un orfanato hasta los cuatro años, y luego dos años como una niña humana normal en casa con mi familia griega. -Es normal que te llame la atención, ya que es la etapa que todos los vampiros compartimos sin importar edad, sexo u origen. Pero en mi caso, al haber sido mordida tan pequeña, en cuanto logré recuperarme de la pérdida de sangre y que mi cuerpo canalizara lo que había ocurrido, mi familia mágica ya se había puesto manos a la obra para que yo pudiese llevar una vida lo más tranquila posible. ¿Te imaginas una niña de seis años mordiendo cuellos por ahí?- le pregunté entre risas. -La verdad, siento que me faltó vivir algo como vampiro, pero lo agradezco muchísimo. Dicen que es una etapa algo... difícil.- di un sorbo a mi refresco y una probada a la pizza. -Cuéntame más de tu padre... ¡Vaya historia tan interesante ha de tener!- le pedí. Eso de los ángeles encarcelados me sonaba del orfanato muggle en el que había vivido hasta los cuatro años, pero quería el detalle. Nunca había sido educada en la religión una vez había abandonado el orfanato, así que no tenía demasiada idea de muchas cosas. Recordé por un instante a la Hermana Elizabeth y al Padre Joseph. Iba a enviarles algún recuerdo luego, y quizás, ir a visitarlos cuando tuviese tiempo. @@Susan V. Goldstein
  10. Bufé, pero comencé a caminar detrás del Macnair ni bien se metió por un pasillo estrecho que se veía despejado. La caminata silenciosa fue levemente interrumpida varias veces por el sonido de nuestros pasos en la nieve; seis pies pisando a destiempo el manto blanco que cubría todo a nuestro alrededor. Mantenía la varita firme en la diestra; después de todo lo que había ocurrido, le tenía pavor a cualquier cosa que se moviese y pareciese brillar de alguna forma. En nuestro entorno, todo desprendía brillo. Y éste cada vez iba en aumento. Los troncos de los árboles, la poca maleza que sobresalía por encima de la nieve, las flores, las ramas, las hojas; todo, absolutamente todo, estaba rodeado por ese aura brillante a la que le acababa de desarrollar un miedo para nada irracional. Me estremecí al recordar el ardor que me recorrió el cuerpo sólo unos minutos antes y tuve que luchar por apartar ese recuerdo de mi mente. El silencio durante la caminata era palpable; podía tocarse con los dedos el aire entre nosotros. Íbamos caminando; el Macnair por delante y la Black Lestrange y yo un poco más atrás, los tres en completo silencio. De golpe, el bosque se abrió, dejando ver un lago de aguas oscuras con un árbol de todo menos normal en el medio. Miré al cielo; un poco más allá, cruzando el lago, el cielo se veía despejado y estrellado. Pero la pregunta era, ¿cómo íbamos a llegar al otro lado? El árbol blanco desprendía un brillo similar al de todo en el bosque, pero con una intensidad mucho mayor. Era casi imposible de mirar fijamente durante mucho rato. Sin embargo, Pik pareció distinguir una silueta ¿humana? atada al árbol y con flores a su alrededor. Dijo que debíamos ir a rescatarla, y al poner un pie dentro del agua, algo lo jaló del tobillo hacia el fondo. Grité; un grito agudo de sorpresa salió del fondo de mi garganta. Empuñé la varita; no veía nada. -¡Lumos!- dije, volviendo a iluminar la punta de mi varita, y analicé la superficie del lago hasta donde llegaba, sin tocar el agua. ¿Qué era aquella cosa? Volteé a ver a mi compañera. -Tenemos que ir a buscar a Pik... ¿Qué se te ocurre?- le pregunté, volviendo a mirar hacia el agua. La superficie del lago volvió a quedar como un plato oscuro; sin movimiento... Sin señal de Pik.
  11. Tras encontrarme con Mary, una de las primeras invitadas en llegar, mucha más gente fue acercándose al local. La noche acompañaba, y la gente vestía para un cóctel. Algo de música había comenzado a sonar de fondo para ambientar un poco el lugar, y yo seguía parada allí, recibiendo a cuanto invitado llegaba. La elfina los conducía hacia mí primero y hacia sus lugares después. Iba a ser una noche magnífica; ya lo presentía. Pero faltaba alguien, y estaba empezando a preocuparme. ¿Dónde estaba Darius? Nuestro primer encuentro de la vida no había sido para nada lo que había imaginado. Éramos personas completamente diferente, y que un chico adolescente fuese mi socio en algo tan complejo y delicado como lo era un negocio, no me hacía ninguna gracia. Pero las cosas habían salido así; la mitad de aquél negocio y las ganancias eran suyas debido a una herencia. La otra mitad eran mías. Estaba dispuesta a soportarlo aquella noche por simple cortesía. Pero no podía dejar de preguntarme, ¿iba a asistir? Quizás me había comportado demasiado ruda con él, pero simplemente había conseguido sacarme de mis casillas, él y sus fantasmas. Un revuelo en la puerta me sacó de mis pensamientos, y Bonnie vino corriendo hacia mí, casi tropezándose con su vestido negro de gala. No podía hablar; ¿quién había llegado que la elfina estaba así de emocionada? La dejé que me guiara, pero me mantuve a unos cuantos metros de la entrada. No necesité pararme en puntas de pie para poder ver quién o qué estaba causando tal revuelo entre los invitados que esperaban para ingresar, quienes observaban asombrados aquello, fuese lo que fuese. Estiré el cuello hacia arriba un poco para poder ver mejor, y lo que alcancé a divisar me hizo parpadear varias veces rápidamente para asegurarme que en efecto estaba allí. ¿Era eso una alfombra voladora en la puerta de mi negocio? De no haber llevado los ojos perfectamente maquillados, me los hubiese frotado con los puños para asegurarme de que no estaba soñando. No había bebido más que una copa de champán, imposible que estuviese alucinando. Caminé los metros que me separan hasta la entrada, pidiendo permiso a quienes estaban bloqueándola, amontonándose para ver mejor, y disculpándome con aquellos a los que pisaba sin querer. Y allí estaba Darius, vestido con un traje negro como la noche y haciendo uso de unas habilidades sociales que no le conocía y que dudaba que tuviese. Entró al local como si nada, y se dirigió hacia varias mesas, saludando y dando las gracias por asistir. Me giré sobre mis talones, boquiabierta, y volví a entrar al local. ¿Qué estaba haciendo? ¿Llegaba a cualquier hora y saludaba a los invitados como si él los hubiese esperado allí desde hacía horas? Respiré profundo; no iba a discutir con él. No esa noche, al menos. Me alisé la distintas capas de la falda del vestido, que se habían arrugado un poco por haber estado caminando entre la gente de la puerta y quise regresar a recibir a quienes seguían llegando. Sin embargo, la voz del otro dueño que acababa de llegar me hizo voltearme, por curiosidad, para ver en qué andaba ahora. Me negaba a que estuviese tratando mal a mis elfos domésticos o causando algún problema por el simple hecho de no gustarle las fiestas. Pero el joven se encontraba dando una entrevista y respondiendo las preguntas de un periodista que había llegado hacía rato y al que le había dicho que hablaríamos cuando el otro dueño llegase. Elevé las cejas, ¿quién diablos se creía que era aquél mocoso? Me serené y me volví a acomodar el cabello para liberar la frustración que me estaba generando la situación. Llamé a Vic, que acababa de salir con una bandeja con coñac y varios vasos con hielo y le pedí uno. El elfo me lo sirvió gustoso y me lo entregó, regresando a una de las mesas de donde también lo llamaban animadamente. Bueno, al menos a nadie más le molestan los elfos, pensé, y sonreí de lado. No tuve demasiado tiempo para pensar en qué hacer a continuación, porque pude ver al joven reportero acercándose hacia mí. Cambié mi mueca de frustración por una radiante sonrisa y esperé a que el joven llegase a mi lado para indicarle una mesa vacía y un poco alejada del bullicio donde podríamos hablar un rato. Le ofrecí algo de beber, pero declinó mi oferta. -No bebo durante el trabajo, señorita.- me dijo, sonriente, y yo me reí. Nos sentamos frente a frente; era mi primer entrevista de ese tipo pero si algo había aprendido a controlar eran mis nervios. Así que mi semblante se veía relajado, como si no estuviese ocurriendo nada. Mientras este enano no incendie la pirámide, no tengo de qué preocuparme, pensé, pero no dije nada en voz alta. Fijé la mirada en el reportero, que estaba preparando todo para comenzar con las preguntas. -¿Qué nos puede decir de La Tierra de los Faraones?- me preguntó, y tuve que pensar un momento la respuesta. En eso, vi que le hacía señas a otro chico que apareció casi corriendo a su lado con una cámara fotográfica colgando del cuello. Lo saludé también y dejé que me tomase algunas fotografías. -Bien, La Tierra de los Faraones busca posicionarse como un negocio diferente con actividades tanto de interior, como son el restaurante y la biblioteca, como de exterior, para lo que está el oasis.- comencé a explicar con gracia. Las palabras parecían fluir solas y salir de mi boca con una elegancia que ni yo misma me conocía. -Busca reunir a todos los grupos de magos y brujas que puedan existir. Busca, además, ser un lugar al que siempre se quiera volver para probar cosas nuevas. La Tierra de los Faraones nace como un emprendimiento personal, que ahora comparto con mi socio, el señor Darius.- evité la mueca que casi hago inconscientemente. -¿El negocio funcionará sólo como lo que está establecido en un principio; es decir, restaurante, biblioteca y lugar al aire libre?- me preguntó el joven mientras su vuelapluma escribía cada palabra. Le di un sorbo al coñac. -Para nada. Aquellos que deseen afiliarse a nuestro negocio obtendrán algunos beneficios; entre ellos, el poder reservar la pirámide de cristal para celebraciones variadas y en todos los horarios. Ya sean bodas, cumpleaños, fiestas infantiles, bautizos o reuniones de cualquier tipo; la pirámide de cristal puede ser reservada por cualquier persona que haya cumplido los requisitos para afiliarse al negocio.- expliqué. Si aquello iba a ser publicado, necesitaba que la gente supiese esas cosas. -¿Y cuáles serían esos requisitos?- preguntó, ciertamente interesado el reportero. Sonreí, y di un nuevo trago al vaso de coñac. -Los requisitos son sencillos. Para poder ser afiliados al negocio no se necesita más que acercarse a la barra y pedir a alguno de los elfos para hablar conmigo en persona. Allí, se le hará entrega a la persona de una ficha que deberán completar con sus datos personales básicos y responder algunas preguntas, entre ellas, qué tipo de celebraciones llevaría a cabo en este lugar.- expliqué. Hice una pausa mientras el reportero asentía, y retomé lo que estaba diciendo. -Y para poder reservar el sitio, ya sea la pirámide o el oasis para celebraciones de verano, se debe llenar una solicitud que establezca qué tipo de celebración se va a llevar allí, cuánto va a durar y un número aproximado de invitados. Además, si se necesitan mozos, recepcionista o barman, o las tres cosas. Además, obviamente, se debe especificar qué se va a reservar; si la pirámide o el oasis.- finalicé el discurso y esperé la siguiente pregunta. -¿Acaso no cuenta también con una biblioteca?- fue la siguiente pregunta. Me mantuve al firme en postura. -Sobre eso supongo que mi socio, el señor Darius, habrá podido darle más información. Sí, cuenta con una biblioteca que se encuentra en la esfinge que puede ver si mira hacia el horizonte desde este mismo punto.- señalé hacia el patio, donde la silueta de la esfinge blanca rompía con la oscuridad de la noche. -En ella se pueden encontrar aquellos libros que interesan a magos y brujas que buscan conocimientos aún más avanzados y poderosos de los que el Ministerio de Magia ofrece; sobre todo, si su interés principal es la cultura egipcia.- expliqué lo mejor que pude. Esa área era de Darius, pero algo sabía sobre aquello. -Un par más de preguntas más, señorita Targaryen.- me dijo y yo asentí con la cabeza, sonriéndole al joven, y dejé que el fotógrafo me tomase una nueva foto; esta vez de pie. -¿Por qué su negocio es atendido por elfos domésticos? No fue una pregunta en tono despectivo, si no que sonó a mera y genuina curiosidad por parte del reportero. Me reí. -Supuse que preguntaría eso, ya que mucha gente se lo ha de preguntar también.- le dije, creyendo firmemente en eso. -Los elfos son criaturas que han sido utilizados para servir a los magos y brujas desde la Antigüedad. Saben mejor que nadie cómo tratar con personas, cómo servir y hacer eficientemente una tarea que se les haya asignado.- comencé a explicarle al reportero. -Quizás mucha gente los vea como simples esclavos, pero para mí son más que eso. No encontrará en el mundo mágico elfos mejor educados que los que atienden estos restaurantes; a los que me encargo de tratar como si fuesen empleados humanos y no elfos. Ellos no son golpeados ni maltratados, por lo que pueden vivir muchos años más haciendo lo que mejor saben hacer: tratar y servir a magos y brujas por igual.- finalicé mi discurso, y pude ver una cierta mirada atónita en los ojos del reportero. No demasiada gente habría de pensar así, imaginaba, y me alegraba ser, posiblemente, la primera. -Una última pregunta, señorita.- me dijo el reportero tras unos minutos de silencio que se hicieron largos e incómodos. Sonreí; si bien me la estaba pasando genial allí, tenía una fiesta y un negocio que atender. Aquella noche tenía que estar más atenta que nunca a todos los detalles; nada podía ni iba a salir mal. -Claro, dígame.- le pedí al reportero, dando un nuevo trago al coñac que llevaba unos minutos revolviendo en el vaso. -¿Cree que su negocio puede significar una nueva era en la noche y vida Londinense? ¿A qué clase de público apunta su idea?- me preguntó y me miró fijamente. Me había descolocado. Me reí nerviosa mientras buscaba qué responder a eso. ¿Lo había pensado siquiera alguna vez? ¿Me había detenido a pensar algo como eso antes de instalar un negocio en el Callejón? La respuesta a ambas preguntas era que no; pero ese no era un tan mal momento para comenzar a preguntármelas. -No sé si instaurar una nueva era en la noche Londinense; ya hay muy buenos negocios que ofrecen servicios nocturnos a los transeúntes que caminan por el Callejón Diagon. Si creo firmemente que es una propuesta curiosa, ya que no se trata exclusivamente de un restaurante o de una biblioteca o de un sitio para actividades al aire libre, sino que nuclea esas tres cosas en un mismo local, con una propuesta estética y ambiental totalmente distinta a lo que ya hay por el Callejón. La magia del Antiguo Egipto puede sentirse en cada centímetro del predio, desde que se atraviesan los portones de hierro de la entrada hasta que se vuelve a la calle empedrada que lo ha traído hasta aquí.- dije, sin saber muy bien de dónde habían salido todas esas palabras. Estaba hasta asombrada de mí misma. -Referente a su siguiente pregunta, apunta a toda la familia durante el día, y a las almas nocturnas en la noche. Aquellas personas solitarias que gustan de una buena lectura también pueden hacerlo, o si buscan un punto de reunión alejado de las miradas indiscretas de los transeúntes que puedan pasar demasiado cerca de las ventanas y oír todo, éste es el lugar perfecto para ellos.- finalicé la respuesta y volví a ponerme de pie para una nueva fotografía que el joven de la cámara se encargó de tomar. Estreché las manos de ambos hombres y los observé alejarse hacia otra mesa con más gente. ¿Irían a preguntarles cómo se lo estaban pasando? No tenía tiempo para eso; tenía cosas que hacer. Observé el reloj de arena colocado detrás de la barra y vi que ya era buena hora para comenzar con la fiesta, -¡Sonorus!- dije, apuntándome a la garganta con la varita. Mi voz se amplificaría para que todos pudiesen oírme por encima de la música y desde cualquier rincón de la pirámide. -¡Bienvenidos sean todos a la fiesta de inauguración de La Tierra de los Faraones! Es un placer enorme tenerlos a todos aquí en esta magnífica noche de verano, que por suerte acompaña espectacularmente a este evento.- dije y oí cómo muchos de los presentes aplaudían y emitían gritos de júbilo. -¡¿Están listos para bailar toda la noche?!- pregunté animadamente y más gritos siguieron a mis palabras. -¡Qué comience la fiesta!- exclamé, y apuntando con mi varita al rincón de donde se emitía la música, con un simple movimiento de muñeca, ésta cambió a algo más movido que todos podrían bailar y disfrutar, y su volumen aumentó drásticamente. Observé cómo los más valientes salían primeros a la pista; parejas que estaban dejándolo todo allí, o gente que había ido en grupos y que se notaba se la estaban pasando bien. Anulé el encantamiento en mi voz con un simple Finite y di un nuevo trago a mi coñac. Aquella noche iba a ser una que nadie iba a olvidar... Ni siquiera yo.
  12. La atención con la que me escuchó la chica me asombró. Creía estarla aburriendo, pero por el contrario, parecía atraída por mi historia. Le sonreí al terminar, y cuando me dijo que no debía disculparme, solté una risa nerviosa. Estaba segura de que podría salir una muy buena amistad de allí, aunque era nuestro primer encuentro. La elfina apareció a nuestro lado con la comida y las bebidas, y ambas agradecimos la atención. -No, nada más, muchas gracias.- le dije a la elfina y la vi alejarse. La pizza se veía deliciosa, pero parecía estar recién cocinada y sentía que iba a estar demasiado caliente para comenzar a comer en ese momento. Aparté un poco un trozo para que fuese atemperándose y regresé a la conversación. Ahora era ella la que me contaba su historia, y ¡vaya que era una muy interesante! Era un demonio de ¡¿cuántos años había dicho?! La miré con asombro. Su historia era genial; no conocía muchos Demonios además de mi madre biológica, pero no estaba segura de que tuviese tantos años como ella. Sin embargo, aparentaba tener mi edad, quizás un año más. Estaba asombrada. -Espera... ¿siete siglos? ¡Eso es demasiado hasta para mí!- le dije riéndome. Era verdad; yo tenía dieciocho años en realidad. -Yo tengo dieciocho años; nací en 1997.- le expliqué. De seguro le llamaba la atención que me resultaran demasiados setecientos años, pero cuando tienes dieciocho, ya cuarenta años te parecen demasiados; ni qué decir de setecientos. -Es una historia grandiosa, Susan.- le dije sinceramente, y tomé mi trozo de pizza para comenzar a comerlo. OFF: Disculpa la tardanza xD @@Susan V. Goldstein
  13. La mujer me agradeció cuando la ayudé a levantarse, y allí pude observar, por encima de su hombro, que el hueco era bastante más profundo de lo que había imaginado. Iba a dejárselo a alguien más del departamento; primero debía encargarme de la Potter Blue, que ahora parecía preocupada por la seguridad del lugar; y era entendible: estábamos en una guardería. Los niños iban a estar interesados en qué hacía toda esa gente allí, y alguno podía caerse en el agujero como le había pasado recientemente a la bruja a la que ahora acompañaba a un lugar un poco más alejado para poder revisarla y hablar con ella. -No estoy segura; yo diría que lo mejor sería mantener a los niños alejados del agujero y del muro hasta que se solucione el tema, porque la curiosidad puede lograr que alguno de ellos caiga dentro del hueco. Ya sabe cómo son de curiosos los niños.- le expliqué, deteniéndome en un punto alejado de donde se encontraban los demás del departamento. -Dígame, ¿le duele algo del golpe? ¿Alguna zona en particular de la que deba preocuparme?- le pregunté. A simple vista no veía nada alarmante; no había sangre en su ropa ni manchas de ningún tipo más que de tierra, pero sabía que los peores traumatismos eran los que no se veían a simple vista. @
  14. Encontrarme a mi compañera de generación y amiga había sido una más que grata sorpresa. No había esperado verla allí, y había pasado tanto tiempo que íbamos a necesitar muchas horas para ponernos al día. Escuché su comentario de que aún seguía en el mismo trabajo; me parecía increíble que, habiendo entrado juntas, yo ya hubiese cambiado muchas veces de departamento, mientras que ella seguía firmemente en el de Criaturas. Sabía que le encantaban, pero la admiraba por aún seguir por allí. -Pues yo cambié de Departamento muchas veces.- le dije entre risas. -Y ahora, acabo de regresar de un viaje por parte de Europa y Estados Unidos. Fui a visitar a mis padres muggles, no recuerdo si te he hablado de ellos. Y con ellos fui a Grecia, a visitar a la familia que queda allá. Y ya luego me fui yo sola por Alemania, Rusia, Italia, Francia y muchos otros países que me moría de ganas de conocer.- le conté por encima. -Luego visité Estados Unidos. Te asombrarían las comunidades mágicas que hay desperdigadas por el mundo. Son increíbles.- finalicé, y dirigí una nueva mirada al local. -¿Qué hay de ti, además de seguir en el Ministerio?- le pregunté, dirigiéndome hacia una de las vitrinas con dulces. Se me había antojado algo dulce luego de llevar un rato rodeada de ellos. @
  15. La calma cesó cuando mis terminaciones nerviosas, una a una, comenzaron a sentir un ardor que me recorría la piel milímetro a milímetro y logró hacerme estremecer. Solté un grito de dolor; no recordaba nada similar a aquello, y quería evitarlo a toda costa. Sentí ganas de llorar, abrazándome las rodillas, hasta que mi cuerpo dejase de temblar; un poco por el frío de la nieve y otro poco por aquél ardor que había salido de ¿dónde, exactamente? Cuando logré incorporarme, me sequé una lágrima que había logrado salir de mi ojo y comenzar a deslizarse por mi mejilla. Aún sentía el cuerpo adolorido, como si mis músculos estuviesen completamente rígidos y contraídos, y llevasen así durante horas. ¿Qué me había pasado? Miré mi silueta en la nieve, ¿cuánto tiempo había pasado allí tendida, sin poderme mover? Observé a la rubia sosteniendo su varita y detallándole a Pik la reacción que había tenido mi cuerpo en cuanto aquella cosa, fuese lo que fuese, lo había atacado. Imaginé que era un hechizo, y cuando Pik me pidió hacérselo a mi compañera, no me negué. Debía reconocer que la Black Lestrange simpática me caía muy bien, pero esa no era ella... Y ella no me había dejado tendida en la nieve. Apunté a la mortífaga con mi varita y repetí las palabras que el Macnair había dicho antes. Metum Maledicto, y oí el grito desgarrador de la Black Lestrange. ¿Estaría sintiendo lo mismo que yo? Si se suponía que el ardor era sólo en la zona afectada por la maldición, ¿qué estaría sintiendo ella? Aparté la mirada, quitándola de mi campo visual, y esperé a que aquello se terminara. -¿Podemos correr ya, Pik?- pregunté totalmente en serio. Quería salir de ahí lo antes posible, aunque tampoco quería dejar la maldición sin descubrir y resolver... La gente que tuviese que vivir con ella no se lo merecía.
  16. Sentía que mi pregunta había sido mal recibida entre los presentes; sobre todo por aquella bruja que parecía ser la que estaba a cargo del Departamento y que había sido la primera en saludarme y notarme. No sabía si sentirme mal al respecto o simplemente dejarlo pasar y anotar mentalmente que no debía hacer esa clase de preguntas en voz alta. Me dediqué, entonces, a escuchar con atención las indicaciones que se me daban, y ante la mención de revisar a quien había caído dentro del hueco, no lo dudé. -Yo sé Primeros Auxilios... Yo me encargo de eso...- dije en voz alta, y me dirigí hacia la bruja que se encontraba aún dentro del agujero. Noté que todos habían estado conteniendo la risa al referirse a ella, y debía reconocer que hasta a mí me causaba cierta gracia verla allí. Me coloqué de cuclillas junto a la Potter-Blue y la saludé, presentándome con ella e intentando comenzar a moverla de allí. Sería mejor sacarla rápido de aquél sitio, además de que, para quienes fuesen a encargarse del agujero, les facilitaría la tarea si la bruja no estaba allí. Dudaba de qué tan bien estaba haciendo las cosas; esperaba que bien, pero para ser mi primer día, era más de lo que había esperado encontrarme. Me levanté, y tomé ambas manos de la bruja tras haberla girado un poco. Le pedí que apoyase los pies en el suelo, para que pudiese hacer apoyo mientras yo la ayudaba a levantarse. -A la de tres...- le dije a la bruja, y tragué saliva. Sentía miradas en mi nuca, y los nervios me estaban haciendo sudar cada gota de líquido que pudiese haber en mi cuerpo. -Uno... dos... ¡tres!- exclamé, tirando de los brazos de la bruja y trayéndola hacia mis brazos. La sostuve más de cerca cuando estuvo casi de pie para erguirla del todo. -Vamos, veremos si no se ha lastimado demasiado...- le dije, dejándola que se sacudiese la ropa si quería, antes de comenzar a caminar un poco lejos del grupo para poder revisarle el golpe. @ @ Off (¿demasiado muggle? xD)
  17. Nunca había querido tanto poder hablar como en aquel momento. Pude ver desde mi posición a quien suponía era mi compañera acercándose a mi lado. Vi que movió su pie en dirección a mí, pero jamás sentí el golpe. Deseaba poder decirle que seguía viva y que hiciesen algo por ayudarme. Aún consciente, no entendía por qué las flores tenían esos efectos tan opuestos en ambas. Mientras que la Black Lestrange parecía más viva que nunca con aquella flor enredada en su cabello, yo permanecía inmóvil en la nieve. Respiraba, aunque sentía el aire entrar de golpe en mis pulmones, como si tuviese que forzar la entrada a ellos. Miraba todo a mi alrededor; necesitaba más que nunca que a alguno de mis acompañantes se le ocurriese qué hacer al respecto. Y si iban a dejarme allí... Por lo menos esperaba no seguir consciente para verlo. Intentaba, en mi mente al menos, enviar las señales motoras a mis brazos, piernas y dedos, pero no lograba moverlos. Lo único que seguía funcionando era mi visión, y por supuesto, mi cerebro. Empecé a pensar en alguna forma de llamar la atención de mis acompañantes. No podía moverme, pero ¿y si intentaba mover la nieve soplándola con mi propia respiración? Lo intenté; lo intenté tomando todo el aire posible y soltándolo de golpe para ver si así lograba, aunque fuese, agitar apenas los copos más superficiales de la espesa capa de nieve. Pero el aire frío me quemaba la nariz y me hacía doler el pecho; y los copos no eran tan livianos como me lo imaginaba. Estaba frustrada, y más aún porque no podía expresar mis sentimientos de ninguna forma. Dirigí la vista a Mía, rogándole por ayuda con la mirada. Sabía que no le caía bien, pero no quería quedarme en aquel bosque para toda la eternidad. Ayúdenme, por favor, era el mensaje que intentaba enviarles a ambos; clavando mi mirada en uno primero y en el otro después.
  18. @ Me lo llevo! Un millón y medio de gracias, ha quedado genial; valió la pena totalmente la espera ^^ Ten por sentado que volveré, porque me encanta el trabajo tuyo que he visto, así que cuando te desahogues un poco de lo que son pedidos (que he visto que aún te quedan algunos por entregar), me tendrás de nuevo por aquí, jajaja. Un saludo, y mil gracias de nuevo!
  19. Acababa de llegar al sitio y ya alguien me había notado. Saludé con la cabeza antes de volver a bajarla disimuladamente, para evitar mi presencia allí. Di un nuevo sorbo a mi café; ¿de verdad iba a encajar allí algún día? Sin embargo, todos parecían más concentrados en otra cosa que yo no había notado y de la que no tenía ni idea... Sí, esas cosas ocurren cuando la gente ya se conoce, Mía, me dije, pero nada salió de mis labios. Cuando creía que estaba destinada a quedarme allí parada lo que restaba del día, la mujer que me había saludado a mi llegada se apartó, dejando ver un agujero. Lo observé; ¿qué era aquello? Y comenzó a hablar, explicándonos que no podíamos crear nada de la nada, y que nos tocaría rellenar el agujero. Alcé una ceja, pero no indignada, si no más bien extrañada. Que teníamos que hacer ¿qué? Me aclaré la garganta una vez la bruja terminó de hablar. No quería ser la primera en acercarme, pero si nadie más se ofrecía, acabaría haciéndolo de todas formas. -Disculpe, ehm... ¿Amya?- ni siquiera estaba segura en su nombre. -¿Podría explicarme mejor qué debemos hacer?- pregunté, muriéndome de la vergüenza. Podía notar que todos se habían quedado en silencio de repente en cuanto yo había comenzado a hablar. No tenía ni idea de cómo iban a reaccionar los demás. De golpe, sentí ganas de meterme yo en el agujero y desaparecer.
  20. @ Me encanta! Sólo un detalle: el texto así desvanecido sobre el final, confunde un poco y no se alcanza a leer :/ Si pudieses hacerlo todo sólido o con un sombreado que permita que se lea perfectamente, quedaría grandioso y te adoraré por el resto de mis días (? Sólo sería ese cambio, si no es demasiada molestia ^^ Un saludo, y muchas gracias!
  21. @@Albus Severus Black Te aceptamos como afiliado; ya edito el apartado de Afiliados para añadirte a la lista. En cuanto tengas tu bóveda, te voy a pedir que te pases por aquí y nos la dejes en un post para así poderla añadir al primer post. Bienvenido a La Tierra de los Faraones; nos encantará leerte por el local!
  22. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Recibiendo invitados. Me había dirigido hacia la barra un minuto ya que uno de los elfos me había llamado. Eric y Eleonor estaban discutiendo por una marca específica de champán y me habían llamado para intervenir y tomar una decisión. Era algo difícil, la verdad, ya que ambos de los que me enseñaban me gustaban. Pero al final me decanté por uno, que me parecía el más adecuado para la inauguración. -El rosa burbujeante será el mejor para esta noche.- respondí, sonriendo a Eleonor, y pude ver cómo le echaba la lengua a su hermano. Eric me miró, y yo me reí. Me agaché, apoyando una rodilla en el piso y le coloqué una mano en el hombro. Me acerqué a él para que la elfina no pudiese oírnos. -Te prometo, que en la próxima fiesta serviremos el espumante.- le susurré al oído y sus ojos parecieron brillar de emoción. En el segundo en que me incorporé, sentí un tironeo en la falda del vestido. Me volteé, mirando hacia abajo, y vi a Bonnie, que era la encargada de la recepción, con los ojos llenos de emoción. Me indicó que la siguiese, y en su emoción no pude entender más nada de lo que decía. Las palabras salían atropelladamente de su pequeña boca, y no pude reprimir la carcajada que me produjo el ver esa emoción en ella. Al llegar a la puerta pude ver por qué estaba así de feliz: Mary Croft Atkins, mi compañera de generación y amiga estaba parada en la entrada, esperando por ¿mí? Me acerqué a ella casi corriendo sobre aquellos tacones de aguja. Llegué a ella y la abracé con cuidado de no arruinar su vestido largo. Se veía preciosa. Ahora era yo la que estaba emocionada y no podía casi hablar. Me aparté de ella levemente para observarla. -¡Mary! ¡Estás preciosa! ¡Gracias por venir!- agradecí y volví a abrazarla antes de invitarla a pasar. -Acaba de comenzar, pero pasa y sírvete lo que quieras.- le indiqué, señalándole la barra, desde donde los dos elfos la saludaron amablemente. Se veían preciosos en sus trajes de gala. Bonnie regresó a nuestro lado y me volteé para mirarla. -¿Le busco una mesa a la señorita Croft, ama Zoeh?- me preguntó y yo sonreí. -Sí, Bonnie, por favor. Ubica a la señorita Croft en alguna mesa y llama a Arian, Vic o Bennett para que le alcancen lo que quiera para tomar, por favor.- le indiqué a la elfina y regresé la vista a mi compañera. Era grandiosa verla allí. -Mary, Bonnie te llevará a tu lugar, y alguno de los meseros vendrá a tomar tu pedido para lo que quieras beber. Ahora volveré contigo a conversar un rato. Espero que te diviertas.- le sonreí, y observé cómo la pequeña elfina la acompañaba rápido hacia una mesa del perímetro de la pirámide. Había una noche hermosa afuera, y podía verse perfectamente a través del cristal de la pirámide. Estaba muy emocionada por la fiesta; no podía esperar a ver quién más llegaría. @
  23. Me sentí muy relajada cuando se tomó mi comentario de buena manera. Quizás había sido demasiado directa, y había personas a las que podía molestarle. Pero ella no era una de esas personas, y a mí me gustaba eso: se parecía mucho a mí en ese aspecto. Era extraño que yo tomara algo como personal y directo, o que me tomase algo a mal si no iba claramente con la intención de hacer daño. -Me gustaría verlo de ese color, la verdad. Sería curioso, como mínimo.- me reí ante la imagen mental de ella con el cabello verde esmeralda. Había visto muchos colores de cabello en mi vida, sobre todo viviendo con muggles, pero jamás un verde esmeralda. En mis épocas de adolescente, los veranos los pasaba rodeada de chicas con el pelo rosa, celeste, violeta o con mechas californianas. Era lo normal en mi entorno, pero obviamente, ninguna de ellas era metamorfomaga. Cuando comentó sobre su raza probablemente en mi rostro se reflejó lo extrañada que estaba. ¿Raza? -Así que no eres sólo metamorfomaga...- le dije, sonriéndole. Y luego, comencé a reír ante su comentario sobre mis colmillos. -¿Hablas de éstos bebés?- le pregunté, sonriendo y dejando que ambos colmillos reposaran sobre mi labio inferior. -Soy un vampiro, aunque uno bastante peculiar, debo decir.- comencé a contarle. No solía hablar de ésto con mucha gente; creo que fuera de mi familia, podía contar con una mano sola la gente que sabía la historia completa. -Fui mordida a los seis años por un vampiro milenario. Y sí, era muy pequeña, en realidad debería haber muerto a media transformación, pero sobreviví. Sí, soy inmortal.- añadí, agregándole algo de comedia a lo trágica que era la historia de por sí. -Además, mi familia mágica se dedicó a realizar hechizos de alta complejidad para que yo pudiese sobrevivir y pasar desapercibida entre humanos. Así que no tuve la etapa de neófito en la que no controlas el impulso de beber sangre.- expliqué. Podía sonar muy loco para quien no lo había experimentado de cerca, pero yo ya me había acostumbrado a ello. -Digamos que esa magia logró "humanizarme" en cierta forma, por lo que tengo todas las cualidades buenas de los vampiros, como la fuerza, la velocidad, la palidez y éstas bellezas de colmillos, y sin embargo, puedo vivir perfectamente entre humanos ya que no es estrictamente necesario para mí beber sangre. Además puedo sentir sueño y dolor, así que poseo cualidades humanas básicas.- acabé la historia. -Lo siento, ¿hablé mucho?- me disculpé, sintiendo que me sonrojaba de nuevo. Eso solía pasarme cuando me emocionaba contando una historia. -¿Qué hay de ti? ¿Qué es eso de tu raza? @@Susan V. Goldstein
  24. La pregunta sobre su cabello fue una total sorpresa para mí, y por eso sentí que me sonrojaba casi al instante. ¿Tan notorio era mi asombro por su cambio repentino de color de cabello? Me reí cuando ella lo hizo, dando a entender claramente que se trataba de una broma y que no era hostilidad ni nada parecido. Me caía bien aquella chica; no podía esperar para conocer todos los secretos que podía ocultar. -Lo siento, ¿tanto se nota mi curiosidad?- me disculpé, aún entre risas. -Es lindo, aunque te sienta mejor el rubio.- le guiñé un ojo, intentando ser simpática, como si aquello fuese una charla normal entre amigas sobre qué color de cabello le sentaba mejor a la otra o qué prenda de ropa combinaba mejor con el color de ojos de la otra persona. Nuestro pedido debía estarse preparando, así que decidí romper el hielo haciendo, por fin, la pregunta que tanta curiosidad me estaba generando. -Así que ¿eres metamorfomaga?- pregunté, notablemente curiosa. @@Susan V. Goldstein
  25. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Con @Darius Estaba comenzando a hartarme de aquél tipo. Lo único que quería era huir de aquel sitio, prohibirle a mis elfos domésticos entrar siquiera a la esfinge y desentenderme de lo que ocurriese allí dentro. Cuando me ofreció un trago, lo tomé sin dudarlo. Era lo que necesitaba, aunque con sólo uno no iba a solucionar nada. El fuerte sabor del alcohol me quemaba la garganta, pero no me importaba. Comencé a jugar con el borde del vaso de vidrio mientras escuchaba todo el blablabla que salía de su boca. Porque sus fantasmas, y mis elfos... ¿y mis elfos qué? Sentí el impulso de golpear la mesa y asegurarle a los gritos que no debía haber en el mundo mágico elfos mejor educados que los míos, pero me contuve. Luego se lo explicaría con los modales que correspondían. -Sí, vine a verlo por la carta...- comencé a decir, pero uno de los fantasmas nos interrumpió. Le dijo algo de una reunión, y él pareció querer levantarse e irse a ella, dejándome a mí ahí luego. Ah, bien. Si eso era todo lo que le importaba la sociedad de ambos, pues a mí me importaba menos. Me recliné en el asiento y me crucé de brazos, asintiendo con la cabeza dándole a entender que no me ocurría nada de nada y me quedé esperando a que terminara de charlar con su est****o fantasma. Era todo una locura, y yo había terminado metida en el medio sin siquiera quererlo o esperarlo. Comenzó a hablar para sí mismo luego de disculparse al regresar. Suspiré. -Señorita...- le respondí, frunciendo el ceño un poco. Detestaba ser llamada Señora; ¿acaso me veía como alguien más de treinta? ¿Acaso nadie notaba que no había anillo de matrimonio en mi anular? Suspiré y me froté los ojos. No podría soportar aquello mucho más tiempo. -Señor, quiero que quede en claro que mis elfos están perfectamente educados por mí misma en persona, y ellos saben que su sitio es el restaurante dentro de la pirámide y el oasis. Saben que no pueden estar fuera de esos lugares y que venir a la biblioteca sólo les causará problemas. No se ofenda, señor, pero ya que estamos, preferiría mantener a los fantasmas lejos de mí, de mis elfos y de la clientela que nada tenga que ver con la biblioteca.- expresé de golpe antes de que pudiese seguir hablando. Sentía que iba a explotar si no lo decía pronto. -El restaurante será mi territorio, y la biblioteca el suyo. Eso incluye elfos y fantasmas del lado que corresponda a cada quien.- continué. Cuando sacó el tema de la fiesta no pude evitar cerrar los puños. Ya estaba, lo iba a decir todo. No creía igual que fuese a molestarle; con esos aires de superioridad suyos, era muy probable que ignorara todas mis palabras. -Mire, señor, yo no sabía de su existencia hasta que recibí su carta hace un rato. Yo compré este predio en una subasta, a sabiendas de que la biblioteca estaba abandonada. El rematador no me dio más detalles que los que le estoy dando a usted en este momento, y el evento de inauguración llevo planeándolo desde antes de que usted apareciera en mi futuro o en el de mi restaurante. No tengo ningún inconveniente en que compartamos sociedad mientras sea algo beneficioso para ambos, pero quiero que sepa que no quiero comenzar esta sociedad siendo acusada de no haberle comentado algo a alguien a quien no conocía.- le espeté, sintiendo mis nudillos blancos por estar apretando los puños con firmeza. El vaso acababa de rebalsar; iba a salir de allí y no volvería a ver a aquél tipo nunca más a menos que fuese estrictamente necesario. -La biblioteca, señor, entró dentro de los planes del festejo en el momento en que supe que había alguien utilizándola. Pero, ¿de verdad quiere a un montón de personas ebrias manchando sus libros de alcohol y vaya Merlín a saber qué más? ¿De verdad quiere parejitas escondidas entre las estanterías, sin respeto a nada de lo que hay aquí, simplemente por un rato juntos a solas?- le pregunté, evaluando todas las posibilidades que podían ocurrir en una fiesta, y que conocía de primera mano de las fiestas a las que había asistido en mi vida. -Si no es así, le recomiendo que cierre la biblioteca en lo que dura el evento para evitarse todas esas cosas que tanto usted como yo sabemos que pueden y van a ocurrir si la deja al libre ingreso de cualquiera que asista al evento. Además, señor, le advierto que no quiero reportes de problemas debido a sus fantasmas, así que si no se van a comportar como espíritus civilizados, será mejor que se queden aquí. Mis elfos estarán dentro de la pirámide de cristal, atendiendo a quienes asistan a la fiesta; sirviendo los tragos y eso. De verdad, mis elfos no se meterán con sus fantasmas, así que espero que sus fantasmas acaten la misma orden.- espeté de golpe. Ya me había sacado de mis casillas; ya no me interesaba en qué tono estuviese hablándole. Iba a poner los puntos sobre las íes y me iba a marchar en ese mismo momento. Me levanté, mirándolo redactar alguna est****a carta o ley o vaya Merlín a saber qué en un pergamino y extendí el brazo, tomando mi vaso y bebiendo lo que quedaba de su contenido de un solo trago largo. Bajé el vaso y le extendí la mano para estrechársela. -Ha sido un placer, señor. Y espero verlo en la fiesta de inauguración con sus mejores galas.- estreché su regordeta mano y me di media vuelta para marcharme. -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Mía Zoeh Targaryen En su oficina. Luego de aquella fatídica tarde, ya casi no quedaba tiempo hasta la noche para organizar todo. Por suerte, con un movimiento de varita había podido acomodar todo para recibir a quienes serían nuestros invitados aquella noche. Las mesas se habían transformado en mesas altas con sólo dos sillas, y se encontraban por el perímetro de la pirámide. El resto era todo pista de baila. La música simplemente parecía brotar de las paredes, y podía ser cambiada con el simple movimiento de la varita. Los elfos estaban ataviados con pequeños trajes negros y pantalones de vestir. En sus cuellos había pajaritas negras a juego. Se veían muy elegantes, y hasta estaba orgullosa de tenerlos. Las dos elfinas que formaban el plantel, por su lado, iban con vestidos de gasa negra. También se veían genial. La luz natural había cesado, y por el contrario, luces de colores amenizaban el ambiente, dándole un toque más alegre y fiestero. No eran demasiado fuertes pero tampoco eran tenues. Estaban perfectamente reguladas. Aquella noche no serviríamos comida, si no todo el alcohol que pudiese beber la gente. Yo me encontraba en mi oficina, terminando de vestirme para la ocasión. Había optado por un vestido asimétrico de color morado, ceñido a la cintura. El escote de corazón favorecía mucho mi figura ya de por sí muy estilizada, y el largo de la falda, desigual de un lado que del otro, era igualmente cómodo para poder andar y bailar libremente. Detrás, la falda llegaba hasta la parte posterior de mis rodillas, mientras que la parte de adelante de la misma quedaba unos tres o cuatro dedos por encima de la rodilla. Para calzado, había optado por unos tacones altos en plateado, sin punta. La plataforma en la parte delantera los volvía muy cómodos y fáciles de llevar, y el color de los mismos combinaba con la pedrería bordada en el corsé de mi vestido. Mi cabello rubio, una vez lo había lavado bien, lo había recogido en un rodete elegante en la parte superior de mi cabeza, dejando algunos mechones por fuera, los cuales había rizado hasta dejarlos casi como un resorte rubio. Llevaba un maquillaje de noche que destacaba el azul zafiro de mis ojos, que aquella noche parecían brillar de emoción. Le lancé una última mirada a mi reflejo en el espejo de la oficina antes de salir de ella, no sin antes terminar el trago de coñac que me había servido mientras me preparaba. Me paré en medio de la sala para ir dando la bienvenida a quienes fuesen llegando. Incluso estaba dispuesta a soportar a Darius a mi lado si era estrictamente necesario. Eso sí; no iba a hacerme responsable de lo que ocurriese en la madrugada luego de unas cuantas copas. OFF: Como bien dijo Darius, queda iniciada la fiesta de inauguración del negocio. ¡A bailar y beber hasta no poder más!

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