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Mia Zoeh

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Todo lo publicado por Mia Zoeh

  1. Sonreí ante la aprobación de mi acompañante, mientras delante de mis ojos pude ver su cabello volver al rubio que recordaba. ¿Metamorfomaga, quizás? ¿Sólo eso? No estaba asustada; por el contrario, estaba más bien asombrada. No conocía gente como ella, y siempre me habían parecido curiosos y divertidos. Iba a preguntarle luego, o a dejar que saliera el tema si se presentaba la oportunidad. Volteé a ver a la cansada elfina que seguía esperando con su cuaderno de notas en la mano y le dije lo que pediríamos: una pizza grande con queso y pepperoni. Y para beber... -¿Qué quieres? ¿Un refresco, un licuado... Cerveza de mantequilla, jugo de calabaza?- le pregunté a Susan. -Yo pediré un refresco, y ella..- le dicté a la elfina, dándole paso a lo que fuese a pedir la otra rubia. Iba camino a ser una excelente tarde. Presentía que esa chica y yo podríamos ser muy buenas amigas. @@Susan V. Goldstein
  2. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local Con @Darius El mago regordete me dirigió una mirada algo extrañada por detrás de los cristales de sus gafas. Se disculpó con el chico con el que estaba hablando y, tras dedicarle unas últimas palabras, pasó a mi lado y me pidió que lo siguiera. Tenía aires de superioridad, y yo sentía mi sangre comenzar a hervir. ¿A qué temperatura llegaba a ebullición la sangre? Pues no me faltaba demasiado para eso. Suspiré, aflojando los puños que había apretado no recordaba cuándo, y lo seguí hacia donde fuera a llevarme. Esperaba que no fuese su oficina; me negaba a entrar allí de nuevo. Me acomodé el cabello, aún retirando trozos de pastel de mi cabello. Menos mal que me tocaba cambiarme de ropa y arreglarme para la fiesta; no pensaba presentarme así. Iba manchando el piso de la biblioteca con los trozos de pastel y de crema que me quitaba del pelo y me sacudía de los dedos, pero problema suyo: le tocaría limpiar después. Y poco tenía que hacer. Estaba furiosa, pero intentando calmarme mientras seguía caminando hacia donde había visto desaparecer al mago.. Al doblar a la derecha en una de las estanterías, lo vi entrando a algún sitio que acababa de abrir, suponía, con alguna clave. Parecía estar esperando por mí, así que apuré el paso. Sin embargo, cuando estaba por llegar, uno de los fantasmas que me había atacado antes me cortó el paso. Era el fantasma de un fraile, con un hábito negro y que parecía muy divertido respecto a mi apariencia. -¿Qué quiere?- pregunté, sintiendo que comenzaba a echar humo. Encima eso; tenía que volver a toparme con el fantasma aquél. -¿Quiere que le cuente un chiste? Creo que tengo el chiste perfecto para usted...- le comenté, cambiando súbitamente mi tono de voz del de alguien enfadado al de una dulce y tierna joven. Le sonreí, intentando que se viese natural, y el fraile comenzó a reír. -No. Lo que quiero es ver algo de tu magia.- me dijo, y sentí que se me había salido el alma del cuerpo. -No tengo mi varita conmigo.- le dije. Era la verdad; había salido tan rápido de mi oficina que no la había tomado de la almohadilla donde solía apoyarla cuando estaba trabajando, para tenerla a mano pero no en el bolsillo de los jeans. -Entonces no pasarás.- replicó el fantasma, cruzándose de brazos y aún impidiéndome pasar. Suspiré, aunque en realidad lo que quería era gritar con todas mis fuerzas por la frustración que venía acumulando desde que había salido de la comodidad de mi oficina. Cerré los ojos un momento, pero el fantasma no iba a rendirse. -Aunque... ¿No es ésta tu varita?- me dijo, y abrí los ojos de golpe, sólo para ver mi varita de madera de fresno flotando delante de mis ojos. Abrí mis orbes azules y estiré mi brazo en un intento por agarrarla. Creí que me iba a hacer la famosa broma muggle de alejarla de mi alcance cuando estuviese por tomarla, pero no. Por el contrario, sentí el agarre de mis dedos alrededor del mango de madera y pude pasar mi pulgar por las marcas del tallado del mismo. Suspiré. Iba a hacer aquello sólo para dejar contento al fantasma y que me dejase pasar. Ya no quería perder más tiempo. -Lumos- conjuré, y una luz blanca y brillante emergió repentinamente de la punta de mi arma. Me dirigí hacia la estantería que tenía a mi izquierda y apunté a uno de los libros. Gracias a la luz, pude leer el título en el lomo. Era un Tratado sobre Magia Egipcia del siglo ¿XIX? ¿Qué clase de literatura había allí? -Wingardium Leviosa- el libro comenzó a flotar entre el fantasma y yo, y el fraile aplaudió, emocionado. Hice levitar el libro un poco alrededor, controlándolo a voluntad, y lo devolví a su sitio. Una vez en su posición anterior, conjuré un Finite y el libro dejó de levitar, reubicándose entre los otros dos Tratados que lo flanqueaban. -¿Feliz, señor?- le pregunté, frustrada, y guardándome la varita en el bolsillo trasero del vaquero, avancé hacia la pequeña habitación donde Darius me estaba esperando. -Lo siento, señor, uno de los fantasmas me entretuvo allí afuera.- le comenté mientras esperaba sus indicaciones para sentarme. Intenté calmarme, aunque lo que más quería hacer era estrangularlo con todas mis fuerzas... Y de verdad tenía mucho de eso. ¿Todo bien? me preguntó el hombre cuando llegué a su lado. ¿Todo bien? ¡¿TODO BIEN?! Casi había muerto a manos de sus fantasmas, se habían reído de mí y había perdido más de una hora intentando luchar por mi vida. Y ahora él, con su superioridad y sus aires de grandeza me preguntaba si estaba "todo bien". Noté que estaba apretando los dientes y mi mandíbula comenzaba a doler, así que intenté calmarme. Ese tipo estaba crispando mis nervios. Si algo tenía por seguro, era que íbamos a permanecer él en su biblioteca y yo en mi restaurante. No quería tener ningún contacto cara a cara con aquél demente una vez que acabara aquella tarde. -Si dejamos de lado que casi muero a manos de sus fantasmas que me consideran una "sangre sucia" y que se morían de ganas por arrancarme la cabeza del cuello y colgarla como trofeo de guerra... Pues sí, está todo bien. Está todo magníficamente.- le dije con los dientes aún apretados, dejando salir toda la rabia que había estado acumulado. Me senté frente al hombre regordete y de gafas que tenía enfrente y suspiré. Iba a quedarme hasta tarde bebiendo en el restaurante para olvidar todo aquello, eso era seguro. -¿Qué hay de usted, señor? ¿Está todo en orden?- le pregunté en cuanto logré controlar mi mal humor. Quería dejar de lado las formalidades y saltarle a la yugular, pero por la buena imagen del restaurante y la mía propia, me controlé para no hacerlo.
  3. Pequeña aclaración a lo que dijo Darius: Los elfos durant eun rol convencional del negocio, son controlables por Darius o por mí (en caso de que él quiera). En caso de una fiesta privada o reservación del restaurante por parte de un afiliado, será el anfitrión quien pueda controlar a los elfos; aunque dependiendo del tipo de celebración, serán unos u otros los que estén por allí. Ya, listo, @@Kira~ si aún quieres afiliarte, te añado a la lista ^^
  4. Aquí te lo dejo de nuevo, aunque yo sí podía ver la imagen... Es raro; la verdad, pero puede que sea el navegador o algo de eso. Pero no importa, aquí te dejo otra. Un saludo, y gracias por el aviso! @
  5. Me presentaba nuevamente al Ministerio luego de una ausencia muy larga. Estaba nerviosa, era cierto, pero también tenía todas las ganas de aprender cosas nuevas y ver qué me deparaba aquél nuevo Departamento de trabajo. Aparecí frente al Ministerio y caminé con paso firme hacia el Atrio de entrada. Vi caras conocidas caminando entre la multitud, y los saludé a todos y cada uno de ellos. Me arreglé el pelo con los dedos, dejándolo completamente lacio de nuevo, y caminé hacia la Ventanilla de Informes. -Buenos días, ¿para llegar a la guardería?- pregunté amablemente y presté atención a todas las indicaciones que me dieron. Era un sitio al que nunca había ido, pero me habían dicho que por allí debía pasar para llegar a donde se encontraban mis nuevos compañeros de departamento. Se sentía algo extraño preguntar por aquél sitio, pero si era necesario, era necesario. Agradecí la gentileza de quien me dio las indicaciones y comencé a andar hacia ese sitio. Llevaba un café en la mano, y lo iba bebiendo de a poco mientras esquivaba a quienes venían de frente a mí para no golpear a nadie por accidente. No quería problemas en mi primer día de trabajo. Doblé a la izquierda donde me indicaron y pude ver a un elfo por allí, cerca de la puerta de una habitación que se veía vacía. Había más de una puerta, por lo que no sabía a dónde ir. Me acerqué a la criatura despacio, para ver si podía darme alguna otra indicación. Le expliqué lo que estaba buscando y me dijo que debía saltar el muro. Le di las gracias y cuando me incorporé para seguir hacia donde iba, vi a una figura femenina que llevaba varios niños trepados en ella y se dirigía hacia una habitación también vacía, contigua a la que yo me encontraba. Noté que me vio, porque se detuvo una milésima de segundo antes de entrar, pero los niños la arrastraron hacia el interior de la habitación. Me dirigí hacia donde estaba ella; probablemente viniese desde afuera, así que debía estar el muro por allí. Y en efecto, lo vi ni bien me acerqué al lugar donde había visto a la chica. Me acerqué a él y salté, y un grupo grande de gente ya se encontraba reunida allí. Sentí el calor subir por mis mejillas; ¿había llegado tarde? Me acerqué a ellos, esperando a que alguien me indicase qué debía hacer. -Buenos días.- saludé en cuanto llegué junto al grupo de gente y sonreí brevemente de lado. ¿Caería bien?
  6. La joven se veía tan emocionada como yo por la pizza. Me reí ante su comentario de la inmortalidad; ¿sería un vampiro también? Hice la nota mental de buscar sus colmillos disimuladamente cuando hablara o se riera. Si era como yo, deberían de ser visibles. Incluso en mi caso, en el que había sido muy humanizada sin perder las cualidades vampíricas básicas, dos colmillos un poco más largos de lo habitual en un humano eran perfectamente visibles cuando sonreía o me reía a carcajadas. Nos levantamos para ir dentro del local a pedir, cuando una elfina se presentó frente a nosotros con dos menús. Miré a mi acompañante y regresé a sentarme, tomando el menú y oyendo atentamente a la elfina. No se veía demasiado feliz de estar allí. ¿La tratarían mal? Miré el menú y a mi compañera. Había muchísimas opciones de comida, y una vez las había visto todas, no sabía con cuál quedarme. Sólo de pizza, las opciones parecían infinitas. Volteé a ver a mi compañera, que parecía indecisa también. -¿Algún tipo de pizza en particular que quieras?- le pregunté. Había descartado las opciones agridulces, como la pizza hawaiana, ya que no era fan de ellas. Pero aún así, las opciones no se habían reducido lo suficiente. -¿Qué opinas de queso y pepperoni?- le pregunté, yéndome a lo clásico. Si ella quería otra cosa, quizás podíamos pedir separado. @@Susan V. Goldstein @@Akiza Ravenclaw H.
  7. Me llevó unos minutos darme cuenta que la nieve se había trasformado en flores blancas que caían. Eran las mismas flores que habíamos visto antes y que había estado por tocar; sólo que ahora se abrían y dejaban salir las esporas ni bien tocaban el piso. Una iba camino a caer sobre mi pie pero logré quitarlo de allí a tiempo. En cambio, los blancos pétalos tocaron la nieve, camuflándose con ella, y las danzarinas esporas brillantes comenzaron a elevarse en el aire delante de mí. Aparté la mirada, pero el panorama detrás de mí no era mejor. Mía, quien hacía cinco minutos parecía no querer estar allí conmigo, ahora estaba totalmente ida. Había comenzado a saltar por el bosque en cual cuento de hadas muggle, y simplemente esquivaba las raíces de los árboles y la maleza alta como si conociese aquél bosque de toda la vida. Quise reír hasta que vi la flor que se encontraba en su cabeza, y cómo las raíces de ésta bajaban por su espalda, aferrándose al cuerpo de la mortífaga. Miré a Pik, y su orden fue clara. Correr. No lo pensé demasiado y comencé a dar largas zancadas por la nieve. Se dificultaba un poco mantener el equilibrio ya que con cada paso, nuestros pies se hundían un poco en la espesa capa de nieve del piso, pero era preferible eso a que alguna de esas cosas nos cayera en la cabeza. Mi compañera seguía totalmente ida; parecía disfrutar de un paisaje que nosotros no podíamos ver. Pik la llamó y su respuesta fue voltearse hacia nosotros y saludarnos con la mano. Alcancé a elevar una ceja; ese comportamiento no era ni medio normal en la Black Lestrange; a menos que el mismo variara cada media hora. Nos detuvimos unos cuantos metros más adelante, donde ya no caían flores. Me doblé hacia adelante, apoyando las manos en mis rodillas, súbitamente agotada. ¿Por qué estaba cansada? Siendo un vampiro no era ni medio normal que estuviese así de cansada por correr unos metros. Miré a Pik, que me miraba, preguntándose qué le pasaba a la otra rubia. Negué con la cabeza, intentando decirle que yo tampoco lo sabía y regresé la vista al piso. Me dolía la cabeza; algo no andaba bien. El comentario del Macnair me hizo entender. Tenía algo en la espalda. Una de esas flores me había caído en la espalda. Me incorporé de golpe y comencé a intentar quitármela. Por más que giraba sobre mí misma y me sacudía, la flor no caía. Se me nubló la mirada, pero insistí. No iba a dejar que aquello me afectara; acababa de ver como Mía estaba totalmente ida, y yo no quería terminar igual. Podía escuchar mi corazón latir en mis oídos, cosa que nunca ocurría. ¿Por qué me sentía tan humana? De golpe, algo muy frío tocó la piel de mi cara, pero ya no tenía fuerzas para levantarme. Aún estaba consciente y podía hablar, pero mis músculos motores no respondían. -No puedo moverme...- alcancé a decir claramente. Al menos aún podía hablar, aunque con la vista nublada todavía era más bien poco lo que alcanzaba a distinguir a la altura del piso. Oía como en un eco la risa cantarina de la Black Lestrange. ¿A qué se debían aquellas reacciones tan distintas en ambas?
  8. La chica pareció relajarse considerablemente cuando le contesté que no hacía tanto tiempo que había llegado al lugar. Se la había visto visiblemente preocupada por no haber llegado en hora, y eso me hizo notar que era en realidad una buena chica. Me reí ante su respuesta y su risa. Quizás mi comentario sobre si era nueva sí había sonado algo... extraño. Pero una vez que llevabas un tiempo viviendo en el mismo sitio y caminando las mismas calles seguido, comenzabas a ser capaz de identificar caras nuevas entre la multitud. -No te preocupes que no se nota.- le dije entre risas. -Es que luego de un tiempo viviendo por aquí, comienzas a poder identificar los rostros que nunca has visto entre la muchedumbre.- le aclaré, sin borrar la sonrisa de mi rostro. Me estaba sintiendo cómoda con ella; muy cómoda, si me tocaba ser al extremo sincera. -Soy Mía Zoeh Targaryen. El placer es mío; siempre me gusta conocer gente nueva.- me presenté yo inmediatamente después de que lo hizo ella. Me di cuenta de que yo sonaba como alguien que siempre se sentaba a conversar afuera de un restaurante distinto con una persona distinta cada vez, cuando en realidad, era todo lo contrario. Pero quería cambiar eso; salir más y conocer personas nuevas. No quería quedarme con la gente que pusiese cruzarme por el trabajo o la Universidad. -¿Pedimos algo?- ofrecí, para ir levantándome y entrar al local. -¿Pizza?- le pregunté con una sonrisa. @@Susan V. Goldstein
  9. Mientras que a mí me hacía sentir cómoda la manera en la que el Macnair bromeaba con que ambas compartiéramos el mismo nombre, tenía la sensación de que mi compañera no estaba muy de acuerdo con tanto regocijo. Sonreí ante la broma del profesor y al notar que había ignorado por completo mi sugerencia de utilizar mi segundo nombre a modo de identificación. Probablemente fuésemos a chocar bastante la otra chica y yo, pero me planté en la mente la idea de que yo había elegido esa clase para aprender un conocimiento; no para hacer nuevos amigos. Rodé los ojos y seguí caminando, siguiendo los pasos del profesor. Seguía pensando en las flores que había estado a punto de tocar, y miré por encima de mi hombro para comprobar que las esporas brillantes continuaban bailando en el aire frente a nadie que las pudiese observar. Sin embargo, al regresar la vista al piso para evitar tropezar con raíces o tocar alguna otra de esas flores si aparecía alguna, pude apreciar cómo pequeños copos blancos estaban comenzando a llegar al piso. ¿Nieve? Nieve. Levanté la vista y, en efecto, un manto blanco parecía caer del cielo como una cortina sobre nosotros, cubriendo todo al llegar al piso. Alcé una ceja, extrañada. Tenía más de un motivo para creer que aquello era algo más que una nevada común. El más contundente de ellos: no hacía tanto frío como para que nevase. El caminar con el piso cubierto no era sencillo, y menos aún en un bosque tan frondoso como lo era aquel. No podía ver si había raíces que hubiesen quedado algo descubiertas, ni vislumbrar la maleza entre la gruesa capa de nieve que ya había cubierto rápidamente el piso debajo de nuestros pies. Miré a mi compañera, a ver si también estaba extrañada por aquello, pero la vi demasiado concentrada observando una de las flores de pétalos blancos de las que habíamos estado hablando. ¿A ella no le llamaban la atención para nada? Regresé la vista al frente y en ese momento noté lo oscuro que estaba todo. El bosque donde nos encontrábamos nunca había sido excesivamente luminoso, pero la oscuridad que parecía cernirse sobre nosotros era simplemente extraña. Siguiendo por el camino que llevábamos, la ausencia de luz parecía la boca de un lobo. A medida que nos movíamos hacia ella, las luces en las puntas de nuestras varitas parecían apalearla, pero sentía que aún así no era suficiente. Nos detuvimos, y de nuevo, casi tropecé con el Macnair. ¿Por qué soy tan distraí...?. No pude terminar el pensamiento. Ni bien quité la vista del piso y la regresé al frente, no pude evitar quedar en blanco por completo. ¿Qué era aquello? Demonios. -Pik...- fue lo último que dije, llamando la atención del profesor.
  10. Una cabellera azul intenso fue lo que más llamó mi atención. Veía a la chica caminar hacia donde me encontraba y pensaba en si sería ella o no. ¿No era rubia? Levanté una ceja, aunque en seguida cambié mi expresión cuando noté que, en efecto, se dirigía hacia la mesa donde me encontraba sentada. Le sonreí con serenidad y levanté una mano para saludarla, indicándole que definitivamente era yo quien la esperaba. Se veía algo tímida y recatada. ¿Sería nueva? Estaba ansiosa por conocerla, y ayudarla en lo que fuese si podía. Ella apartó una silla y tomó asiento. Me incorporé en el mío, enderezándome cuán alta era y me dediqué a observarla. -No te preocupes, no hace mucho que llegué.- le dije para tranquilizarla; a fin de cuentas, era la verdad. No llevaba casi nada de tiempo sentada allí cuando había divisado el color de su cabello. -Susan, ¿verdad?- pregunté, curiosa. Creía recordar que ese era su nombre. -¿Llevas mucho por aquí?- añadí. Vaya forma de romper el hielo, Mía..., pensé, pero no dije una palabra. @@Susan V. Goldstein
  11. Pizza. Aquel alimento tan famoso entre los muggles no eran tan común entre los magos; menos aún entre aquellos que nunca habían estado en contacto con su contraparte no-mágica. Yo, por el contrario, había sabido disfrutar de la pizza durante toda mi vida viviendo con padres y hermanos muggles; por lo que cuando vi una pizzería ubicada en el Callejón Diagon, supe que aquél iba a ser el sitio perfecto para mi encuentro con una chica que acababa de conocer. Había lugares disponibles fuera del local, así que tomé asiento en uno de ellos. Para aquella tarde había optado por ropa poco llamativa, del estilo de la que llevaba siempre. Llevaba un par de vaqueros negros y una camiseta blanca de mangas cortas. El cabello iba suelto, como siempre, y encima de mi cabeza coloqué los lentes de sol que había elegido para proteger mis orbes azules de la luz del astro rey, que en aquel verano estaba siendo intensa hasta de más. Me dediqué a esperar a que apareciera la chica a la que estaba esperando. El local por fuera no se veía demasiado grande en comparación a los locales contiguos, pero se me hacía acogedor, y eso para mí era lo principal. -Espero no tarde demasiado...- dije para mí misma por lo bajo. @@Susan V. Goldstein
  12. Arian Elfo mesero Ya casi había terminado de limpiar para la ama Zoeh, a la que había visto salir por la escotilla que dirigía a su oficina. La cristalería relucía, los utensilios de plata estaban recién lustrados y todo el restaurante brillaba. Estaba todo listo para que la ama Zoeh montara la fiesta de la que tanto había hablado con ellos. Me caía bien la ama Zoeh; no era como los demás magos de la comunidad, que nos trataban como basura. Ella era noble, pura, y siempre había una sonrisa plantada en su rostro para dedicarnos, sin importar cuántas horas llevase metida en su oficina. -Bennet, Vic.- llamé a mis dos compañeros elfos encargados de tomar pedidos. Quería asegurarme de que todo estaba en orden y listo. No quería que la ama Zoeh estuviese decepcionada o tuviese que hacer todo apurada. -¿Está todo listo por la cocina?- pregunté y ambos elfos asintieron con la cabeza. -Bien.- en ese momento oí a alguien en el oasis, así que fui allí a tomar su pedido. Era una joven que no parecía vivir en la zona, pero aún así había ido allí a tomar algo. Hice una pronunciada reverencia frente a ella y me coloqué a su orden para lo que quisiese beber. Era el primer pedido del restaurante y era algo sencillo; algo que a Eric se le daba bien. -En seguida se lo alcanzo, señorita.- le dije, hice una nueva reverencia y desaparecí. Eric y Eleonor, los elfos encargados de la barra, se encontraban discutiendo detrás de la misma. No parecía nada serio; ya estábamos acostumbrados a las peleas de aquellos dos. -Eric, una cerveza de mantequilla para la señorita de fuera.- le pedí en cuanto se hizo un minuto de silencio. Eleonor desapareció con un chasquido de sus largos y finos dedos de elfo. No sabíamos a dónde iba luego de discutir con Eric, pero siempre solía desaparecer. El vaso rebosaba de cerveza de mantequilla, con su característica espuma casi desbordando el vaso. Lo coloqué sobre una bandeja de plata y me desaparecí, repareciendo en el oasis junto a la nueva clienta. Le ofrecí la bandeja para que tomase el vaso de ella y me coloqué la bandeja pegada al pecho. -¿Hay algo más que le pueda ofrecer, señorita?- pregunté, atento a cualquier cosa que ella pudiese querer. @@Alegna Black -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Mía Zoeh Targaryen Dueña del local En el momento en que puse un pie dentro, comencé a sentir una energía negativa todo a mi alrededor. Aquello no era ni medio normal, ¿que esa biblioteca no llevaba abandonada años? Eso me había dicho el rematador que me la había vendido en una subasta. -Yo sabía que no debía fiarme de ese viejo- dije para mí misma mientras observaba, boquiabierta, cómo una figura espectral de un hombre anciano se elevaba en el medio de la sala. Retrocedí, tanteando la pared en busca del cuadro por el que acababa de entrar. Sin embargo, todo ocurrió demasiado rápido. Una vez la figura espectral estuvo erguida frente a mí, los símbolos gravados en la pared comenzaron a desprender un brillo totalmente anormal, fuera de sí, y una voz fantasmal que pareció retumbar por todos los rincones de la habitación y de mi cabeza, pronunció la orden más directa y concreta que había oído nunca: Largo. ¿Qué era todo aquello? Volteé un segundo para ubicar la entrada a la oficina y me encontré súbitamente encerrada allí dentro y acorralada por un montón de fantasmas que comencé a ver una vez volví a girar la cabeza. El lobo blanco del cuadro aulló; un aullido desgarrador como si estuviese en mitad de una noche de luna llena. Temblé, sintiendo el escalofrío subirme por la médula. Oía las voces de los fantasmas hablando conmigo y entre ellos, pero me sentía aturdida, perdida. Parecían querer atacarme pero sin decidirse aún; hasta que finalmente un rayo pasó cerca de mi diestra. Provenía de uno de los rincones. Tuve que dar un salto hacia la izquierda para evitarlo, y me quedé cubriéndome la cabeza con los brazos en un rincón. ¿Qué clase de locura era aquello? Algo blando y húmedo me golpeó los brazos, manchando todo a mi alrededor de... ¿crema? ¿Eso era pastel? Bajé la guardia un segundo y un nuevo pastelazo, esta vez en la cara, me obligó a mirar al frente para ver de dónde venían. El fantasma de un fraile se reía de mí, a coro con los demás fantasmas, aunque éstos parecían más dispuestos a matarme que a dejarme como animal de su circo. Me limpié la cara con la manga de la camisa y me incorporé. Voy a tener que lavar esto después..., pensé, observando lo arruinada y llena de crema que estaba mi ropa. No quería ni pensar en mi cabello. Aparté todos pensamientos sobre mi aspecto en ese momento cuando el fraile me instó a contar un chiste para salir de allí con vida. Comenzó a apurarme, como si no quedase tiempo para esperar por mí... y yo simplemente no podía procesar todo aquello. Abrí la boca para intentar decir algo; presentarme o defenderme de alguna forma... No había llevado mi varita; no lo había creído necesario. Además, temía qué podrían hacerme si la empuñaba. Sin embargo, antes de que algún sonido pudiese emergir de entre mis labios, oí una voz femenina muy seria y fantasmal haciendo una petición que me heló la sangre: Maten a la sangre sucia. ¿Sangre sucia? ¿Yo? Tragué saliva; aquello iba en serio. -¡No, no, NO! ¡Esperen!- supliqué, recostándome contra la pared que quedaba a mi espalda, sin lugar para huír. -No soy una intrusa; no quiero serlo. No vengo a invadir el sitio del Señor Darius; por el contrario, quiero conocerlo.- expliqué calmadamente. Un minuto de silencio fue seguido por las sonoras carcajadas de cada uno de los fantasmas allí presentes. No estaba funcionando, y eso me aterraba más que nada. ¿Cómo se derrotaba a un fantasma? No podías simplemente lanzarle algo pesado por la cabeza y huir aprovechando la conmoción... Eso simplemente causaría aún más risas y sería un intento fallido. Ya estaba aceptando que no saldría de allí cuando un pergamino se materializó en mis manos. ¿Por qué las cosas se materializaban en mis manos? ¿Acaso el correo no llegaba a manos de mis elfos domésticos? Gruñí; no era momento de seguir rellenando papeleo del Banco. Además, si al final iba a morir o a quedar considerablemente herida, ¿para qué quería seguir con el papeleo? Sin embargo, noté que era similar al último que había recibido. Se parecía a aquella carta que me había llevado a aquél lugar. Las risas de los fantasmas seguían, pero intenté concentrarme en la lectura para saber qué era aquello. -Maldito loco...- dije entre dientes pero lo suficientemente alto como para que cualquiera bastante cerca pudiese oírme. Bastardo. Iba a matarlo cuando lo encontrase, si es que lograba salir con vida de allí. ¿Qué clase de loco mecanismo de seguridad salido del infierno era aquél? Aunque en ese momento lo que quería era colocar mis dos manos alrededor del cuello de ese loco psicótico y apretar, sabía que era mi única forma de salir de allí con vida. -¡Sia!- dije casi gritando y todo se detuvo. La energía comenzó a cesar de a poco y los fantasmas dejaron de reír. El fantasma de la mujer que había hecho la sugerencia de que me matasen se quedó mirándome fijamente. ¿Y ahora qué debía hacer? -El señor Darius acaba de comunicarme que es un error que yo esté aquí y que me dirigiese directamente a ti para hacértelo saber...- dije lo primero que se me ocurrió, blandiendo el pergamino aún apretado en mi puño. Tragué saliva y me preparé para el golpe final. Pero en lugar de morir, pude oír el sonido del cuadro abriéndose detrás de mí. Miré por encima de mi hombro y allí estaba la biblioteca. No lo pensé demasiado y corrí lo más rápido que pude. Casi tropiezo un par de veces con mis propias piernas, pero no me importaba. Puse un pie fuera y sentí el alivio sobre mis hombros. El cuadro se cerró detrás de mí y me dediqué a buscar por fin a Darius. -Maldito... loco... enfermo... del demonio... - dije malhumorada mientras recorría la cantidad interminable de estanterías abarrotadas de libros polvorientos de temática egipcia en su mayoría. No me iba a detener a leer los títulos de ellos; no aún. Tenía una fiesta que planear y poner en marcha, además de un escritorio lleno de papeleo por acabar y enviar, ya había perdido muchísimo tiempo intentando sobrevivir ante un montón de malditos fantasmas que estaban probablemente más locos que el propio dueño. Finalmente lo encontré conversando con ¿una clienta? Era una chica joven, y parecían estar hablando de algún libro en particular. No quería interrumpirlos, pero noté que el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y sabía que no faltaba demasiado para que el Banco cerrara. Aquello no podía esperar; ya demasiado lo había hecho. Me aclaré la garganta para llamar la atención del otro mago. Quería mantenerme lo suficientemente cerca de él como para no tener que gritarle, y a la vez lo suficientemente lejos como para poder contener el impulso de asesinarlo o de que pudiese hacerme algo. Si aquello de los fantasmas y esa locura eran su "mecanismo de seguridad", no quería averiguar cuáles eran sus técnicas de defensa. -Buenas tardes, señor. Mi nombre es Mía Zoeh Targaryen, y dejando de lado que casi muero asesinada vilmente por una horda de fantasmas en su oficina, quería pasar a presentarme.- le dije con voz firme una vez tuve su atención. Le extendí la mano, dubitativa; ¿qué truco tendría oculto en la manga? @Darius
  13. Mía Zoeh Targaryen Dueña del local -¡De haber sabido que iba a tener que hacer tanto papeleo para el Banco, me lo hubiese pensado mejor!- me quejé, enfurruñada, mientras mojaba la punta de la pluma en el tintero por enésima vez. Llevaba todo el día llenando formularios para enviar al Banco Mágico y así poder terminar, finalmente, los trámites necesarios para que el negocio que acababa de adquirir estuviese en regla. Bajé un segundo la pluma y moví la muñeca en círculos un rato para aliviar el dolor de llevar horas escribiendo. -Necesito un café...- dije, acercándome hacia la puerta y entreabriéndola para asomarme un poco. -¡Eric!- llamé a uno de los elfos encargados del café. La criatura se manifestó delante de mí en una fracción de segundo, y con una reverencia tan pronunciada que le hizo casi tocar el piso con la punta de la nariz, se puso a disposición de lo que fuese a pedirle. -¿Me traes un latte machiatto? Necesito algo de cafeína para poder seguir con todo esto...- le pedí amablemente, dedicándole una sonrisa. Nunca se me había dado bien tratar mal a los elfos aunque ellos afirmasen que no les molestaba ser tratados como objetos. Eric desapareció así como había llegado y yo regresé al escritorio. Me froté los ojos con los puños y oculté la cabeza entre las manos, apoyando los codos en el escritorio. Mechones de mi cabello rubio claro se vinieron hacia mi cara con mi súbito movimiento, pero no me molestaba. El golpe tímido en la puerta me indicó que el elfo estaba de vuelta con mi café. Regresé a la pesada puerta para recogerlo, pero no era sólo eso lo que la criatura tenía en sus delgadas manos. -Llegó una carta para la ama Zoeh...- me dijo al tiempo que me extendía un amarillento sobre junto al café. Revisé el remitente: definitivamente era para mí. ¿Sería otra carta del Banco? Lancé una mirada fulminante a la pila de documentos y formas que aún tenía pendientes de llenar y a la cantidad de sobres que esperaban ser llenados y sellados para ser enviados. Suspiré, y agradecí al elfo por su servicio. Una nueva reverencia llevó la nariz de la criatura a milímetros del piso y volvió a desaparecer. Regresé al escritorio, dándole un trago al café que me acababan de preparar y dejando que su dulce sabor inundase mi boca. Sentía el cansancio en la mirada; mis párpados comenzaban a pesar, pero debía terminar todo aquello antes del final del día. Todavía tenía unas cuantas horas. Bajé el vaso de café y me dediqué a abrir el sobre misterioso que acababa de llegar. No sabía qué podía ser; no tenía sello del Banco como todos los documentos que me habían enviado y que yo llevaba casi medio día rellenando. ¿Se les habría olvidado ponerlo por fuera? Dudaba. Los duendes eran muy estrictos con esas cosas. ¿La oficina dentro de la esfinge había sido ocupada? ¿Y nadie se había tomado la molestia de hacérmelo saber? Me levanté, tomando el pergamino con ambas manos y me dirigí fuera de la oficina. Ésta se encontraba debajo de una escotilla secreta ubicada en una esquina de la cocina. Al salir, los elfos encargados de la cocina voltearon a verme e hicieron un gesto con la cabeza en señal de saludo. Les sonreí a todos y me dirigí casi corriendo a la salida. Había encargado a los elfos que limpiasen la cocina y el restaurante en general para comenzar a prepararlo para la fiesta de inauguración que estaba pensando en dar para atraer más público al sitio. Salí al exterior por la puerta de cristal que conocía perfectamente dónde se ubicaba en la pared del mismo material, pero que podía pasar desapercibida fácilmente. El sol de la tarde me golpeó en la cara, pero no me molestaba mucho. No tuve casi tiempo para observar todo a mi alrededor; enfilé corriendo hacia la esfinge que se encontraba detrás del local principal y que no había tenido tiempo de revisar a fondo. Sabía que había una biblioteca allí, pero aún estaba decidiendo qué hacer con ella. ¿Sería que alguien más tenía planes para ella? Entré casi corriendo y comencé a buscar la referencia que se me había señalado en la carta que acababa de recibir. Un lobo blanco era lo que buscaba; y al final lo vi: el cuadro de un lobo blanco se encontraba como colocado ahí sin motivo en particular, en la pared del fondo de la biblioteca llena de estanterías abarrotadas de libros. Me dirigí hacia allá sin tiempo que perder. -Seth- dije con voz firme, y el cuadro se abrió, dando paso a una magnífica oficina que nunca había visto. Quedé boquiabierta observando aquél espectáculo; el suelo de mármol negro era magnífico. Comencé a adentrarme en el lugar, fijando la mirada en la silla detrás del escritorio al fondo del lugar, la cual estaba girada hacia la pared. -Buenas tardes, disculpe... ¿Señor Darius?- pregunté luego de aclararme la garganta para llamar la atención de quien estuviese allí... Si es que había alguien. -Soy Mía Zoeh Targaryen, dueña de este lugar.- añadí, presentándome para que no pensase que estaba invadiendo su territorio. @Darius
  14. Mientras escuchaba a mi compañera hablar, saqué mi varita y la sostuve firmemente en la diestra mientras seguíamos avanzando. Las palabras de la otra chica, con quien curiosamente compartía nombre, complementaban las mías y lo expresaban de forma más profunda. Miré el piso un momento para evitar tropezar con alguna raíz o pasto demasiado alto que anduviese por allí. Estábamos llegando a la linde del bosque, y se podía ver perfectamente lo frondoso que éste era. Conjuré un Lumos, ya que la luz del sol no alcanzaba el piso entre las espesas copas de los árboles y seguí avanzando, intentando no quedarme atrás. El profesor explicó algunos detalles que yo no conocía sobre las maldiciones en objetos. Me causó gracia aquello de que los objetos pudiesen hablar literalmente si la maldición estaba mal hecha, pero tomé nota mental de todo aquello: sería útil en un futuro. Si no, ¿para qué hubiese elegido aquella clase? -Llámeme Zoeh, profesor...- indiqué entre risas. Al compartir nombre con mi compañera de clase, sabía que podía crear una confusión entre ambas cuando el Macnair se refiriese a una o a la otra. No me molestaba mi segundo nombre, así que nos ahorraríamos mucho tiempo si me llamaban por él... Al menos en aquella clase. De repente, el profesor dejó de hablar, deteniéndose en seco, y tuve que detenerme de golpe para no chocar contra él. Me había distraído mirando unas flores de pétalos blancos que crecían debajo de uno de los enormes árboles que por allí habían. Me parecía ver cierto resplandor alrededor de ella, parpadeante, pero me sentía de golpe hipnotizada por aquella flor. Yo estaba fascinada. Me acercaba a ellas cuando una voz dentro de mi cabeza comenzó a cuestionarme. ¿Qué estaba haciendo? Estaba en un bosque que no conocía acercándome a unas flores extrañas... Pero son tan lindas..., respondía yo dentro de mi cabeza. Parecía una pelea sin fin, hasta que fui cortada en seco y traída nuevamente a la realidad por las palabras del mago que era encargado de darnos clase. Cuando regresé a la realidad de la clase, estaba casi por tocarlas. Me incorporé de golpe, si entender bien qué había ocurrido, pero segundos después agradecí no haberlo hecho. La punta del bastón del profesor se acercó hacia ellas, moviéndolas, y logrando que se abriesen como si fuese primavera de repente. Sus centros, de un color amarillo brillante, soltaron unas esporas luminosas que comenzaron a danzar en el aire frente a nosotros, iluminando el ya oscuro bosque. Abrí los ojos en señal de asombro. ¿Qué era todo aquello que pasaba frente a nuestros propios ojos? -Entonces son más peligrosas de lo que parecen, ¿no?- pregunté ante la conclusión del profesor. Volví la vista rápidamente hacia las flores de pétalos blancos, pero la aparté en seguida. Cuanto más rápido pudiese alejarme de allí, mejor para mí.
  15. Uhm, hola Es mi primera vez por aquí, y vengo a avisar de que ya he creado la bóveda de mi negocio, La Tierra de los Faraones. Así que dejo ficha por aquí para que la revisen y la aprueben, que estoy muy emocionada de poder comenzar con el negocio Un saludo, y gracias a quien se encargue del trámite! Nombre del Negocio: La Tierra de los Faraones Link a la Bóveda del Negocio: Bóveda Trámite a Realizar: Aprobar bóveda Pérdidas/Ganancias: 50% Darius 50% Mía Zoeh EDITO: Solicito que el canon de apertura del negocio se descuente íntegro de mi bóveda personal, y que la división 50-50 comience a correr una vez el negocio esté activo; es decir, una vez que se deposite el dinero del mes. Ahora sí, un saludo, y espero ésto no interfiera con la solicitud ^^
  16. http://i.imgur.com/arZEEby.png La civilización egipcia fue, en su tiempo, una de las más grandes e importantes de la historia universal. Y aunque ahora ellos se han perdido, su magia llegó hasta el Callejón Diagon para implantarse en un lugar que se conocía vacío, y así impregnar con un poco de la magia de esta maravillosa cultura a los magos ingleses que por estas calles de adoquín transitan día tras día. La entrada no está sobre la calle ya que no se trata de un local como los demás; si no que un elegante portón doble de hierro de color dorado da la bienvenida al mago que se acerca a él. Entre los barrotes se ven forjados un par de ojos de Ra con los mismos barrotes, y las iniciales de los dueños de aquél lugar forman un diseño en la cerradura. Detrás de las altas puertas de hierro lo único que se alcanza a distinguir es un camino de arena blanca, como la del mismo desierto, y la sombra de algunas altas estructuras unos cuantos metros hacia adelante. La principal de éstas estructuras, una pirámide de cristal es la más imponente de todas. Construida enteramente de cristal y hierro, sirve de cafetería y restaurante durante las horas del día, y es un hermoso salón para celebraciones nocturnas. Las mesas, perfectamente cuadradas y con una superficie de cristal con bordes dorados cubren el piso de la pirámide; los tamaños varían, desde mesas simples para dos personas hasta mesas grandes para familias enteras. Las sillas que acompañan son de hierro en color dorado, y la tapicería va muy a juego con toda la gama de colores crema y dorados que inundan la habitación. La barra, sobre la pared del fondo del sitio, tiene una superficie de madera de roble, lustrada y siempre impecable. Debajo, vidrios cubren los estantes desde donde lucen las botellas con las bebidas y decoraciones con luces que suelen apreciarse encendidas durante las celebraciones nocturnas. Detrás, un amplio estante flotante se encuentra cubierto de botellas de vidrio con etiquetas y distintos licores dentro, para gusto y libre elección del cliente. Al ser una pirámide enteramente de cristal, independientemente del lugar que se ocupe se tendrá una bellísima vista del exterior. Hay poca decoración en las paredes para evitar la interrupción de la mirada del cliente, pero detrás de la barra hay un par de tapetes colgando de las paredes, decorados con motivos egipcios, que disfrazan la entrada a la cocina. Allí es donde se preparan los platos del restaurante y donde se sirve el café de quienes van allí a probar aquella deliciosa bebida caliente. Una puerta de cristal disimulada por las propias paredes da al exterior; un patio cubierto de arena donde puede apreciarse un oasis con palmeras, mesas similares a las del interior pero sólo para dos o tres personas, una piscina que simula la forma de un lago y es perfecto para actividades al exterior, como la natación u otras actividades que requieren de un espacio amplio. Además, puede usarse para reuniones más íntimas en el verano, ya que también tiene un espacio con piedras para encender fogatas. Un edificio con forma de esfinge se alza, imponente, un poco alejado del oasis, hacia la izquierda. Allí se encuentra la biblioteca, que ofrece libros difíciles de conseguir para aquellos magos que desean especializarse en algún tema del que no consiguen información. La misma es atendida por uno de los dueños, Darius, quien tiene su oficina principal detrás del cuadro de un lobo dentro de la misma esfinge. Ésta es de color blanco con joyas incrustadas; un edificio ostentoso pero que sólo recibe a los magos que el propio Darius decide. El enigma de la oficina de Darius es privada, en sí se constituye de dos, una visible al público de piso de mármol negro con mosaicos de cristales desconocidos, lentamente únicos y valiosos, la cual hace la historia del rey Lycaón o Licaón. Donde las paredes tienen varios jeroglíficos, un escritorio de marfil y una silla negra, en la misma siempre ronda una Taipán del Interior en su forma espiritual, la cual se mueve con gracia. La segunda fase, solo se acede con el permiso del mismo y es desconocida por la otra dueña, siendo ignorada por muchos e inclusive el Ministerio de Magia, esta tiene un diferente mosaico en el piso, dado que muestra los ideales del mago, un mesa grande de reuniones. En la cual se ve siempre hechizada para parecer el plato de la preferencia del invitado, una copa para brindar con el licor y un vaso capaz de llenarse con solo el deseo, de igual forma el techo muestra la ilusión de un cielo nocturno, así como la primera. La entra para acceder a la misma se encuentra diagonal con la de Zoeh, pero oculta bajo el cuadro de un lobo blanco aullando a la luna, al decir el nombre de Seth, esta se abre. Dejando ver una pasillo oscuro por unos segundos y luego algunas antorchas incrustada a la pared. El recorrido del mismo es silencioso y es acompañado por el recorrer de algunos fantasmas. Mía Zoeh, la otra dueña del local, posee una oficina en un sótano oculto debajo de la pirámide de cristal, al cual se accede por una escotilla en la cocina. Sin embargo, sólo quienes conocen la respuesta a la pregunta que una voz cantarina formula una vez frente a la puerta de roble con las iniciales de su propietaria talladas pueden acceder. De lo contrario, la puerta no se abrirá. La oficina de la Targaryen es de color dorado, con algunos detalles en crema. Posee altas estanterías llenas de libros de estudio y de carpetas con los documentos referentes al negocio y a los clientes. Un escritorio de madera con una ornamentada silla de respaldo alto se encuentran sobre una de las paredes laterales del salón. Detrás, hay un tapete con un ojo de Ra similar a los del portón de la entrada. En el resto del salón hay sillones cómodos para reuniones y un pequeño bar con algunos licores, para cuando otros dueños de locales o personas importantes visitan a la Targaryen en su oficina. Elfos: Bonnie: Elfina pequeña, encargada de la recepción al restaurante y asignación de las mesas. Eric y Eleonor: Elfos encargados de la barra y de servir los tragos allí. Bennet, Vic y Arian: Elfos meseros, encargados de tomar pedidos y llevar la comida a las mesas. Afiliados: -- ¿Deseas obtener beneficios especiales para hacer de tu visita algo memorable? Pásate por el registro y deja tus datos para convertirte en afiliado de La Tierra de los Faraones.Una vez lo seas, podrás obtener una consumición gratis en cada visita, la cual podrás usar para bebidas o platos del restaurante. E incluso podrás reservar el salón principal para celebraciones.
  17. El escenario frente a nuestros ojos parecía sacado de una película. El paisaje Irlandés siempre se me había figurado particularmente bello independientemente de la estación del año. En aquel momento preciso, aunque nos encontrábamos en verano, un viento frío me removía el cabello y sentía que comenzaba a helarme la piel. El vestido que cubría mi cuerpo ese día estaba fabricado con una tela que era más para la estación fría que para aquella en la que nos encontrábamos, pero al saber que terminaríamos en Irlanda, supe que era lo correcto. Una capa de color azul oscuro caía por mi espalda y encima de mis hombros, y encima de ella, mi pelo rubio se veía de a ratos aún más claro. Seguí con la mirada el bastón de quien sería el responsable de enseñarnos en aquella oportunidad. La punta del mismo apuntó hacia un bosque que se divisaba a lo lejos, en línea recta desde donde estábamos. Tendríamos que entrar en él y salir con vida. La investigación que se nos había asignado a los tres comenzaba en aquel predio de árboles, y no pude reprimir el reflejo de tragar saliva al pensar en la cantidad de criaturas mágicas y no mágicas que podría haber por allí; sin mencionar maldiciones y hechizos de distintos tipos a los que, probablemente, tuviésemos que enfrentarnos. La pregunta del profesor me tomó por sorpresa. Parpadeé velozmente, algo atónita y sin saber qué responder en el instante. Lo pensé durante unos segundo. ¿Qué eran las maldiciones? ¿Cómo podíamos saber cuando alguien estaba maldito? -En mi opinión, las maldiciones son un tipo de hechizo que nos hacen daño o que pueden alterar la forma en la que nos comportamos o nos movemos.- dije un poco por lo bajo mientras caminábamos. Al ser sólo tres personas, no se me hacía necesario gritar. Si bien no estaba segura de mi respuesta, sabía que estaba allí para aprender justamente sobre maldiciones, y no perdía nada con participar. -No estoy segura de si hay forma de detectar una maldición, que no sea, obviamente, interactuando con el objeto o la otra persona. Supongo que en un mago o bruja es más fácil ya que su comportamiento normal se ve afectado. Pero en objetos... No sé.- dije finalmente tras pensarlo y sin encontrar una respuesta. Esperé la respuesta de mi compañera; quizás ella tenía más idea que yo. Iba a ser una clase muy interesante; ya podía presentirlo.
  18. Bueno, primera vez que me paso por aquí Y es la primera vez de todas que vengo a pedir un Banner para negocio, si pudiese ser. No es urgente, así que no hay ningún apuro. Espero que se pueda trabajar bien con la imagen que he elegido Así que, sin más que decir, dejo el formulario para el pedido.
  19. La conversación con mi padre fue breve, como solía ser siempre desde que lo conocía, pero no tuve demasiado tiempo para quedarme en silencio ya que una oleada de gente ingresó al recién inaugurado local. Algunos se veían emocionados por la re-apertura de aquella mítica tienda de dulces; otros parecían enloquecidos por meterle azúcar a sus sistemas. Pero había una persona en particular a la que conocía perfectamente y que era imposible no identificar entre la multitud. Se acercó ella a saludarme; era mi compañera de generación Mary Croft, a quién hacía muchísimo tiempo que no veía; no porque no nos llevásemos bien, si no porque yo había estado fuera del país y fuera de la Academia, era rara la vez que coincidíamos en nuestros trabajos; quizás cuando tocaba hacer algún trámite por parte de ella en mi antiguo Departamento, o viceversa. La abracé fuerte; ¡lo que yo quería a esa mujer!... -Vaya sorpresa, Mary. ¿Qué tal has estado?- le pregunté tras separarme de ella y mirarla a los ojos.Estaba muy ansiosa por poder conversar un buen rato con ella y ponernos al día. @
  20. Luego de una larga ausencia del foro, he vuelto para tomar por fin el Conocimiento que hace tanto que quiero. Y mejor si es para el mes de Julio, ya que me dará algo más de tiempo para volver a acostumbrarme al foro.
  21. Tan ensimismada en mis pensamientos estaba mientras esperaba respuesta que no oí los pasos detrás de mí, acercándose. Debido a ello, el saludo de una voz muy familiar me hizo sobresaltar. Me giré sobre los talones, de golpe, y lancé una mirada algo asustada a mi ahora nuevo acompañante. Me tardé unos segundos en unir el sonido de la voz con el rostro, pero en cuanto lo hice, no pude evitar sonreír. -Vaya, que ahora soy yo la perdida, ¿no?- expresé con un falso aire de indignación. Sí, yo sabía que había perdido contacto casi por completo con aquél hombre, pero me gustaba bromear con eso cada vez que lo veía. -Hola, papá.- sonreí mientras daba un paso hacia el Ravenclaw. Ya me había acostumbrado a verlo igual de serio en toda ocasión, pero juraría que había divisado una fugaz sonrisa en su rostro antes de que volviese a ponerse serio. Hice un recorrido rápido con la mirada por el local, reviendo todos los detalles que ya había notado al ingresar al local, y me volteé de nuevo hacia Keaton. -Está hermoso este lugar, papá, ¿qué tal va el negocio?-pregunté, en un intento por iniciar la conversación. Hacía mucho no veía a aquél hombre tan importante para mí; no iba a dejar pasar la oportunidad de ponernos al día. @@Keaton Ravenclaw
  22. Pues bien No sé si me toca a mí solicitar este cambio, pero recién acabo de notar el cambio de rango. Y como sólo cambió en mi perfil y no en la ficha, pensé en pasar a pedirlo para mantener todo actualizado e igual al perfil, así se evitan confusiones en un futuro. Así que solicito cambo de rango de Unicornio de Bronce a Unicornio de Plata (debido al cambio de Nivel Mágico). Cualquier cosa, me avisan y lo soluciono a la brevedad. Un saludo!
  23. Las calles de piedra del Callejón me resultaban familiares, mas aún así las sentía extrañas. Muchos recuerdos inundaban mi mente mientras caminaba a paso lento, pausado, mirando hacia ambos lados de la calle. Había locales que recordaba haber visto y otros que eran evidentemente nuevos. Sin embargo, llegando al Caldero Chorreante, un edificio cuya bienvenida era dada por escaparates llenos de dulces llamó poderosamente mi atención. Sentía que ya había visto ese sitio antes en una de mis incontables visitas al Callejón Diagon, pero por más que me esforzaba no lograba recordarlo tal cual lo estaba viendo en ese momento. Me adentré en el local, cuyas dos paredes laterales de un color rosa chillón servían de fondo para los escaparates de altura considerable donde aún más dulces se exhibían para la elección y el juicio de cada mago o bruja. -¿Hola? - llamé, quizás no lo suficientemente alto ya que no noté movimiento alguno en la tienda. Seguí caminando, adentrándome aún más en la habitación de colores tan alegres. Me sentía atraída a todos esos dulces y esos colores. Había aroma a caramelo emanando de algún sitio por ahí, que imaginé se trataría de la cocina... o como llamaran a ese lugar donde preparan los dulces. -¿Hola? - volví a llamar, elevando un poco más la voz mientras me acercaba a uno de los altos escaparates y comenzaba a analizar las golosinas allí colocadas. ¿Habría alguien en ese momento?
  24. Me la pasé meses sin entrar al foro y cuando regreso, ya no entiendo nada x.x Eso me pasa por vaga (?) Ando chismoseando por el foro para enterarme de todos los cambios y de qué es cada cosa, pero me encanta este nuevo espacio :3 Ya hacía falta algo así. Por cierto, como podrán ver, tomé el test y me salió Ravenclaw (al igual que en Pottermore y que en todos los sitios donde lo he intentado xD). Así que yo más que feliz con mi casa, y me verán seguido por mi Sala Común. Un saludo!
  25. Nick: Mia Zoeh ID: 119097 Conocimiento: Conocimiento de Maldiciones Nivel de Magia: III (3) Link a la Bóveda: Bóveda Link a la Ficha: Ficha

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