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Mia Zoeh

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Todo lo publicado por Mia Zoeh

  1. El Callejón Diagon era aquel lugar al que recurría cuando necesitaba tomar algo de aire y despejar la mente. Y esta era una de esas noches. No importaba la hora del día ni el momento del año; sabía que las calles del Callejón servirían para despejar un poco mi mente del murmullo constante que la atosigaba. La primavera se estaba instalando sobre Inglaterra, por lo que la noche ya no estaba tan fría como de costumbre y las calles estaban aún más abarrotadas de gente de lo usual. Los locales tenían las luces encendidas, y mirando por la ventana era sencillo distinguir que en casi ningún sitio había lugar para sentarse a beber algo o comer. La gente paseaba, y también lo hacía yo. Sentía el suave sonido de mis botas sobre las calles empedradas, mientras mantenía mi mente distraída mirando vidrieras e ignorando el mundo que me rodeaba. Caminaba en mi mundo, escuchando una especie de melodía en mi mente, sin prestar demasiada atención a la gente que me pasaba por al lado. De repente, las vidrieras se terminaron. En su lugar, un portón de hierro oxidado intentaba impedir el paso a un sitio oscuro pero cuyas formas se recortaban contra el cielo nocturno; siendo la más llamativa la de una ¿rueda gigante? ¿Hacía cuánto tiempo estaba ese lugar ahí? ¿Sería ese el parque de diversiones del que siempre había escuchado pero al que nunca había llegado, por algún motivo? Me detuve a observarlo. Transeúntes pasaban a mi lado y ni siquiera volteaban a verlo, como si no estuviera allí. ¿Estaba enloqueciendo, acaso? Comenzaba a creer que sí cuando delante de mí, a varios metros del portón, la luz en la punta de una varita se encendió. Había alguien que de a poco se adentraba en el lugar. No estaba loca, alguien más lo había visto. El sitio era real. Quizás los rumores no tanto. Me metí por encima del portón, maldiciendo haber decidido ponerme falda aquella noche y haciendo un ruido infernal. La alisé con las dos manos y levanté la vista. La figura se había volteado y me iluminaba con su varita. Era un chico que no conocía, o al menos no recordaba haberlo visto. Parpadeé, intentando acostumbrarme a la luz entre tanta oscuridad. Escuché su comentario y me sonrojé. -Yo no tenía idea de que esto estaba aquí... - comencé con mi propia excusa. -Soy Mía, por cierto. ¿Habías venido por aquí antes?- me presenté rápidamente. @@Syrius McGonagall
  2. No pasó nada de tiempo entre que la aldaba golpeó la puerta y que ésta se abrió. No pude reprimir la mirada de genuino asombro que se dibujó en mi rostro cuando vi la velocidad con la que se había respondido mi llamado. Del otro lado del umbral se encontraba alguien a quien esperaba ver: Kamra. Sin embargo, no se veía nada bien. No me enfoqué en mi equipaje ni en entrar, sino que di una zancada larga hasta colocarme a su lado. -Kam, ¿qué ha ocurrido? ¿Puedo ayudar en algo?- comencé a preguntar, asustada, intentando ser de ayuda. No recordaba haber visto a Kamra en ese estado previamente. Parecía herida. A su lado, como no podía ser de otra manera se encontraba mi madre, Alessandra, a la que había extrañado un montón. Me coloqué más cerca de ella para poder saludarla, aunque suponía que estaba más preocupada por su esposa en este momento. Y lo entendía completamente. -Hola, mamá. Te he extrañado.- hice una pausa. -¿Cómo has estado?- añadí rápidamente. Esperaba que nuestra relación pudiera recomponerse. Habíamos perdido tiempo, eso era real, pero en lo profundo de mi ser lo que más quería era recomponer las cosas con ella. @ @
  3. Nick: Mia Zoeh Link a la Bóveda: Bóveda Rol de Personaje: Empleada del Departamento de Misterios del Ministerio de Magia inglés | Directora de Cátedra y Profesora de griego en una Universidad muggle. Información Adicional: Apasionada por los idiomas, y sobre todo por la lengua materna de sus padres adoptivos, decide dictar las clases de Griego Antiguo y Moderno correspondientes a la cátedra de Lenguas Clásicas en una Universidad inglesa, cátedra de la que además es directora. También continúa con su empleo en el Ministerio de Magia inglés a cargo de la resolución de misterios relacionados al uso de la magia.
  4. Buenas a todos! Vengo a pedir una modificación ya que va siendo hora de actualizar un poco la ficha (cosa que hago cada vez que regreso de una ausencia injustificada al foro. Es como mi catarsis xD). Pero en fin, que en el apartado de Edad debe decir 23 años y no 20, que ya se me ha pasado el tiempo (madre santa, el tiempo vuela en este lugar). La otra modificación es el rango, el cual dice Unicornios de Oro y ya figuro como Dragones de Bronce, por lo que creo que habría que actualizar eso también. Y por ahora, nada más. La historia pienso dejarla como está, y lo demás creo que por ahora está en orden. Saludos y gracias a quien realice los cambios!
  5. Había pasado ¿cuánto tiempo? Probablemente demasiado. Como siempre que algún evento sacudía mi vida en Ottery, había decidido marcharme a ver a mis padres adoptivos. Ellos estaban bien, aunque comenzaba a notar el paso del tiempo en sus rostros y su cabello. Mi padre, un hombre griego de rasgos marcados y cabello negro, de a poco peinaba cada vez más canas, y sus facciones se estaban arrugando visiblemente. Mi madre no perdía su belleza, pero podía notar que sin decirlo, todo parecía costarle un poco más. Incluso yo había cambiado; había intentado cambiar cómo me veía, darme una apariencia más de adulto, y dejar atrás lo que había sucedido. Sinceramente, en un principio no quería volver. La simple idea de cruzarlo en Londres, en el Ministerio, o incluso en Ottery no me hacía bien. Sin embargo, varios meses después, estaba lista para retomar mi vida. Me miré una última vez en el espejo de bolsillo que siempre llevaba conmigo. Mi cabello rubio, el que siempre había llevado largo, se encontraba ahora por mis hombros, enmarcando mi rostro y modificándolo bastante a como estaba acostumbrada a verlo. Mi maquillaje era suave, ya que el viaje había sido largo (cuando iba a ver a mis padres prefería no usar la magia ni la Aparición). Me detuve frente al castillo y me tomé un minuto para contemplar la silueta recortada del mismo contra el cielo. Era tal cual lo recordaba; la pregunta era si él me recordaría a mí. Atravesé la reja de entrada y cerré tras de mí, emprendiendo el camino hasta la puerta principal. Dejé mi equipaje en el piso a mi lado, y estiré la mano hasta la aldaba de hierro. Titubeé, pero finalmente la tomé con fuerza y golpeé. ¿Habría alguien en casa? No era un día particularmente frío, pero aún faltaba bastante para el verano inglés, que tampoco era extremadamente cálido.
  6. Podía sentir la mirada del ojimiel fija en mí, y no sabía si eran los efectos del alcohol en el licor o algún otro factor, pero de golpe sentí como mi cuerpo se relajaba; mis hombros caían sin tensión alguna y una sonrisa de complicidad se dibujaba en mi rostro. Estaba con un compañero de trabajo, sí, pero también lo consideraba un amigo. La conversación había girado hacia mí y mis intereses, y aunque al principio la incomodidad hizo que mis palabras no salieran con toda la seguridad que me hubiese gustado, ahora ya me sentía como entre amigos. Me terminé de un sorbo el licor que me quedaba y apoyé el vaso vacío sobre el escritorio. Reí ante el comentario del Ryvak sobre la esgrima y lancé una mirada de soslayo al Gaunt mientras en mi mente consideraba que, en realidad, apuntarlo con un florete era algo que realmente quería hacer en ese momento. Me contuve y regresé mi atención a Antoni. Nunca habíamos tenido instancias así en el trabajo donde pudiéramos charlar sobre temas no relacionados al Ministerio y lo que sucedía en el mundo, por lo que era genial poder hacerlo en aquel momento. Noté el movimiento de peliverde hacia mí y me sonrojé; sin embargo me acomodé en el asiento y crucé una pierna por sobre la otra, un poco de lado, mientras jugaba distraidamente con el pie que quedaba en el aire. -Pues los duelos no son lo que se me da mejor, pero sí, tengo buena soltura en las muñecas con la varita. Soy diestra, aunque he logrado dominarla con la mano izquierda también.- añadí al comentario, aunque en realidad nadie había preguntado. Me incliné un poco hacia Antoni, apoyando mi brazo en la rodilla que tenía elevada y la cabeza sobre la mano. Su siguiente pregunta me descolocó un poco porque no era algo que hubiese pensado. Pero quizás era el momento de cuestionarme ese tema. -No tengo nada definido...-expresé con sinceridad. -Me gusta conocer sobre todo lo que pueda. Sé sobre idiomas, maldiciones, encantamientos y primeros auxilios, tanto muggles como mágicos.- repasé en voz alta. -Ahora creo que me estoy inclinando a la historia o las leyes, ya que me parece extremadamente necesario conocer el pasado para no repetirlo, y también saber con qué leyes se cuentan.- comenté. -¿Qué hay de ti, Antoni? ¿Qué es lo que te interesa? @
  7. El brindis propuesto me tomó por sorpresa pero intenté disimularlo lo suficiente como para unirme sin que pareciese algo forzado. No había prestado demasiada atención a lo que había dicho el Gaunt, aunque Antoni parecía no haberlo notado. Mejor así. Di otro sorbo de mi licor y lo removí un poco, más por jugar y liberar tensiones que por intentar cambiarle un poco el sabor. Sin embargo, cuando pensé que la conversación iba a seguir su rumbo entre ellos dos, y me debatía entre si había sido una buena idea o no ir a aquel lugar, el peliverde dijo mi nombre seguido de una pregunta. Tragué saliva y lo miré fijamente. No podía simplemente ignorar que me estaba preguntando directamente a mí sobre mis intereses. Puse mi mejor cara de haber entendido a la perfección todo lo que había sucedido hasta ese momento y dejé que mi mente elaborara la respuesta lo mejor posible. -Soy más aficionada a los deportes muggles. Como sabrán, crecí con muggles muchos años de mi vida. Practico natación y esgrima. Quidditch practiqué cuando estaba en el Colegio pero no se me dio muy bien jamás.- decidí ahorrarme el comentario de que los deportes con pelota y yo no nos llevábamos nada bien en general. Di un sorbo al vaso. -Últimamente mis intereses pasan más por lo académico. Saber más, conocer más. Creo que es lo que abre puertas en este mundo, y lo que realmente nos da poder.- dije con extrema sinceridad, casi hasta encogiéndome de hombros, y esperé a la reacción de los demás. ¿Había estado tan mal la respuesta? @ @Kritzai
  8. No esperaba la reacción de mi madre. En el último segundo antes de entregarles la caja con el regalo, se me había pasado por la mente que quizás no les iba a gustar. O lo iban a hallar muy simple. Pero cuando la rubia rompió en llanto, me quebré con ella. Me llenó de besos y lágrimas las mejillas y yo me reí llorando. Un poco lloraba de emoción de verla tan feliz y tan bien con Kamra; otro poco era llanto debido a mis propios problemas. Ella sabía, porque cuando me abrazó me lo hizo saber. Pero no era el momento, ni el lugar. La gente había comenzado a llegar y no quería robarles más tiempo de celebración con los demás. -Creo que el cuarto de los quintillizos es un lugar excelente.- dije ante el comentario de mi madre. Le sonreí a ambas y me volteé hacia los demás. De golpe más gente había llegado. La joven del principio no se veía cómoda con la situación; la notaba apagada y tímida. ¿Me notaría apagada a mí también? Me limpié el par de lágrimas que me había hecho derramar mi madre y me dirigí hacia ella para saludarla más tranquila. -Buenas noches. Soy Mía, hija de Alessandra. Es un placer tenerte aquí.- le expresé cuando llegué a su lado. Quizás cuando entrara un poco más en confianza se sentiría más cómoda con la situación. @ @ @
  9. El Ryvak removió entre las botellas del bar del castaño buscando las bebidas solicitadas. Carraspeé la garganta mientras tomaba asiento frente a Kritzai, esperando el licor dulce que había pedido y que en este momento me era más que necesario. Antoni me lo entregó, gesto que agradecí en voz alta con una sonrisa, y bebí un trago largo. Me quemó un poco la garganta; hacía bastante no bebía alcohol y había perdido el gusto por el mismo, pero en esa situación, era exactamente lo que estaba necesitando. La sensación caliente bajando por mi garganta hizo humedecer mis ojos, pero aparté esa sensación con un parpadeo rápido. Vi como Antoni se sentaba en otra silla disponible con su copa en la mano izquierda. Los dos hombres comenzaron a charlar. Fijé la vista en un punto intermedio; no observaba a ninguno de los dos pero intentaba hacer parecer como que sí. Seguía la conversación perfectamente pero evitaba a toda costa el contacto visual con los partícipes. Bebía sorbos más cortos del licor, disfrutando por primera vez su sabor y el calor que irradiaba en la boca. Me crucé de piernas, colocándome levemente de costado. Giré un poco el tobillo; me estaba apretando la tira del zapato y necesitaba mover un poco el pie para aflojarla. La conversación se desarrollaba normal, aunque yo sentía que el tiempo no pasaba. ¿Qué se suponía que debía decir? Me concentré en el remolino que se formaba en mi vaso de licor si lo movía un poco y dejé que mi mente vagara por donde le diese la gana. @ @Kritzai
  10. Mi madre estaba radiante, como siempre. El tiempo no pasaba para ella, y los quintillizos tampoco se le notaban en el rostro, por lo que cuando me dijo que no había descansado bien, tuve que enarcar una ceja. Me abrazó, y al devolverle el gesto pude sentir cómo apretaba mi brazo. Ella lo sabía; sabía que había algo fuera de lugar conmigo. Tragué saliva; no estaba lista para dar las explicaciones. Pero también sabía que ella no preguntaría en este momento. No iba a insistir; era su noche y la de @, y no iba a arruinarla con mis propios problemas. -Claro mamá, cuando quieras. Pero por esta noche quiero que tú y Kamra disfruten.- le dije, apartándome para mirarla y dedicarle una sonrisa, intentando tranquilizarla. No estábamos solas por lo que el contacto fue breve, con su brazo en mi cintura y mi mano en la suya. Habíamos tenido una relación complicada durante un tiempo pero yo quería demasiado a esa mujer rubia a la que me parecía en demasía. Invitados comenzaban a llegar; rostros que me eran conocidos y otros que no lo eran tanto. Hacía tantos meses que no salía de mi habitación que tampoco había sido parte de reuniones familiares si es que las había habido en algún momento. Mis brazos colgaban a los lados de mi cuerpo mientras iba recibiendo a los invitados con una sonrisa y un saludo amable. Por el momento estaba funcionando, mi mente se estaba manteniendo despejada y lejos de los pensamientos que me había hecho llegar al estado en el que me había encontrado un par de horas atrás. Mi tía @@Dennis Delacour llegó y la abracé. Había pasado tiempo sin verla y era de las personas que más extrañaba. Nuestra relación siempre había sido muy buena; ella había sido la primera en saber... sólo que aún no le había dicho que habíamos terminado. No lo iba a hacer esa noche tampoco. Alejé la idea de mi cabeza antes de que cobrase fuerza, y parpadeé con fuerza para alejar las lágrimas de mis ojos azules disimuladamente. Cuando oí bajar a @ me volteé a mirarla. Mi madre se veía espléndida en el vestido que había elegido. Otra más a la que no parecía afectarle tener cinco bebés pequeños en la casa. Me pregunté cómo lo harían, y supe a quién iba a pedirle consejos cuando fuera mi turno. Me reí para mis adentros mientras una punzada de dolor me atravesó el pecho ante la simple idea de que eso no iba a ocurrir. No ahora, y por como venía mi historial, no iba a ocurrir nunca. Dejé que ella y Alessandra se saludaran, y que los demás invitados fuesen hacia ellas. Conjuré un Accio con mi varita y sostuve en mi mano el regalo que había conseguido para ambas. Era algo muy muggle, pero esperaba que a ellas les gustara. Repasé que todo estuviese en orden: un marco con múltiples fotografías de ellas, de ellas en su boda, con los quintillizos, con la familia... Eventos especiales, fechas importantes y sus nombres se entrelazaban mediante letras mágicas alrededor de las fotos, apareciendo y desapareciendo, brillando con más o menos intensidad y cambiando de lugar a cada rato. Las fotos eran mágicas, obviamente, por lo que se movían, saludaban, bailaban y se reían en todas ellas. Además iban cambiando cada poco. Dentro de la caja, un sobre para cada una contenía una carta que había escrito para cada una de ellas, y que esperaba pudieran leer. Cuando llegó mi turno, me acerqué a ella y la abracé. -Felicidades, mamá. Estás hermosa hoy.- le dije, apartándome del abrazo y sosteniéndola de los hombros. Aquella mujer me había abierto los brazos y me había aceptado desde el día uno, y no sabía cómo podría pagárselo algún día. Llamé a Ale con la cabeza. -En este día tan especial para ambas, quiero darles este regalo. Espero que les guste, y sirva para mantener vivos los momentos que han pasado juntas hasta ahora. Felicidades a ambas.- les dije y les entregué la caja. @
  11. @@Ashura Lestrange No hay problema con los plazos. Yo estoy con finales hasta el 24 de Octubre y no podré venir tanto por el foro así que el plazo es lo de menos en realidad xD Eh, la actriz es Taylor Momsen. Si quieres puedes bucar alguna imagen tú; quiero algo del estilo de la que te dejé (hay algunas que son demasiado dark para Mía, aunque quizás puedas trabajar con ellas xD). Muchas gracias por responder y avisar saludos!
  12. Hola Ashura! Vengo a pedir una firma y un avatar, si no estás muy cargada de trabajo, ya que necesito cambiar los que tengo y creo que ya he pedido por aqui antes y me han encantado los resultados. Así que sin más, dejo la ficha debajo. Si estás muy complicada me avisas; de todos modos no tengo apuro y puedo esperar Imagen: esta Texto: Mía Zoeh Avatar: Sí Observaciones: Medidas máximas del foro en ambos casos (500 * 200 en caso de la firma, las del avy no las recuerdo). El avatar quiero que se centre en la chica, y si pudiese llevar las iniciales MZ en la parte inferior sería genial. El texto de la firma me gustaría en alguna fuente manuscrita o que parezca caligrafía, y lo dejo a tu criterio cómo y dónde queda mejor. Sobre los colores estoy segura de que tú sabes mejor, pero me gustan en general los azules, violetas, rosas... aunque estoy abierta a opciones. Gracias por adelantado, aunque ya luego vendré a agradecerte formalmente. Un saludo!
  13. Luego de mucha ausencia y desgano, motivado un poco bastante por la vida muggle que cada año de carrera me quita uno o dos de vida, y un poco porque ya no me atraía demasiado el foro, vengo a dejar mi ficha para entrar a la Orden. Es el único bando en el que he estado y en el que me gustaría estar; no me imagino en ningún otro sitio, por lo que he decidido volver ya que vuelven los bandos y era lo que me faltaba para recuperar un poco la motivación en el juego. Dejo ficha debajo, y gracias. Inscripción a la Orden del Fénix Nick: Mia Zoeh Número de ID: 119097 Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/topic/105361-ficha-de-mia-zoeh/
  14. Habían sido días largos y no muy felices, debía reconocer. Mi vida se había convertido en una montaña rusa de emociones en cuestión de días y había sido tanto que simplemente me había dedicado a llorar en mi habitación. Lloraba, contemplaba el horizonte recortado por la ventana cuando amanecía, y regresaba a la cama a contemplar la pared, el techo, la araña de cristal que se posaba encima de mi cabeza, la biblioteca llena de libros que ya había leído y releído... Todo a mi alrededor me parecía extraño, se me hacía melancólico y me tenía con la mente completamente en blanco, intentando no pensar. Había quitado el anillo de mi dedo anular. ¿Había sido lo mejor? No lo sabía, y no estaba segura de saberlo alguna vez. Pero la pieza había sido devuelta a su dueño y ahora mi mano izquierda se sentía liviana, desnuda, vacía. No había quedado marca (gracias a la bendición de ser un vampiro y no broncearme), pero no podía evitar notar su ausencia. ¿Cuántos días habían pasado? ¿Veinte? Quizás ya un mes. No lo sabía. No había abandonado mi habitación en tanto tiempo que no tenía idea de lo que había sucedido en Ottery, ni en Londres, ni en ningún sitio. Tenía cartas de mis padres sin abrir y sin leer, porque sencillamente no encontraba las fuerzas ni las ganas de leerlas; ni siquiera quería abrirlas y tener que aparentar que estaba bien cuando en realidad no era así. Sin embargo, ese día se respiraba un ambiente festivo en la casa. Desde la llegada de los quintillizos la vida familiar en la casa había estado volcada a ellos. Yo los adoraba, eran mis hermanos y como a todos los quería muchísimo. Pero tampoco había querido molestar demasiado a las nuevas madres, y no me sentía de humor para hacerlo. Al principio, cuando aún salía de mi habitación, iba a verlos varias veces por día y a ayudar; dos manos no venían mal cuando hablamos de cinco bebés que por norma general suelen llorar a la vez; pero últimamente las visitas se habían hecho más y más esporádicas. Sabía que había suficientes manos disponibles para ayudar en caso de necesidad, pero aún así me sentía culpable por no poder salir de la cama y dar una mano. Levanté la cabeza de la almohada, con los ojos hinchados y círculos oscuros debajo de ellos, profundamente marcados en la palidez de mi rostro. Observé el calendario encantado que reposaba sobre mi escritorio. La página había cambiado cada día; era mi manera de mantener la percepción del tiempo y no enloquecer. Sabía que había llegado el otoño no sólo por la fecha sino por el delicioso aroma a comida otoñal que entraba por las rendijas cada día. Había podido apreciar la transición de las hojas de los árboles, del verde del verano a los amarillos, rojos, beiges y marrones del otoño, y podía notar que las horas de luz eran menos ya que la distancia entre la hora del amanecer y la de atardecer era cada vez menor. Pero ese día en particular había algo muy importante en la casa: el aniversario de Memi y Kam. No iba a dejar que la depresión me ganara, así que me levanté pesadamente de la cama que ya prácticamente tenía la forma de mi cuerpo marcada y me miré al espejo. Enfundada en un corto camisón de satén con encaje y con el pelo revuelto, la chica que me devolvió la mirada no parecía nada feliz. Era como si la vida hubiese sido drenada de ella; los ojos azules ahora se encontraban sobre un fondo rojo e hinchado de llorar. El pelo, alguna vez rubio platinado, se veía oscuro y apagado, enredado, triste. Me dirigí al closet y elegí un vestido rojo asimétrico, que quedaba por el primer tercio de los muslos delante pero caía hasta los tobillos detrás. Era de seda, y la parte superior, cuyo escote se encontraba a la altura de los hombros y resaltaba perfectamente mis clavículas aún más marcadas de lo normal, ajustaba perfectamente en las zonas correctas. La espalda era transparente, dejando ver piel hasta un lugar que rozaba la indecencia pero sin mostrar demasiado. Me lo probé; hacía meses que no lo usaba y no estaba segura de cómo me quedaría. Había perdido peso, eso era notorio, aunque aún conservaba parte de la figura que siempre había poseído. Ajustaba bien y no se me veía mal, así que lo lancé para la cama y me dediqué a buscar zapatos. Unos tacones negros, sin punta y con pulsera al tobillo me parecieron la combinación perfecta para el vestido así que los coloqué junto a la cama y me metí corriendo a la ducha. Al salir, me sentía renovada. No feliz, pero renovada. Me sequé el cabello y lo ricé con cuidado. Siempre había preferido el método muggle a pesar de poder usar la magia, pero debía tener cuidado para no quemarme. Me maquillé, resaltando mis ojos con un delineado negro y aplicando un labial rosa muy claro, apenas perceptible, en los labios. Tuve que recurrir al rubor ya que me veía más pálida y sin vida de lo normal, y aplicarlo cambió radicalmente mis rasgos y cómo me veía. Me coloqué el vestido, sin necesidad de un sostén, y me calcé los tacones. Una última mirada al espejo me devolvió una muchacha completamente distinta a la que había visto sólo minutos antes, pero a la que fui capaz de sonreirle. -Puedes hacer esto. Tú eres más que esto, Mía.- le dije a mi reflejo, tomé el regalo que había comprado con meses de antelación y salí de la habitación, cerrando la puerta detrás. Al bajar la escalera pude ver a mi madre esperando, a Luna a quien hacía tiempo no veía, y podía sentir el delicioso aroma a la comida que estaba siendo preparada en la cocina. Me acerqué a mi madre y le di un fuerte abrazo. -¡Felicidades! ¿Cómo estás? ¿Cómo están los quintillizos?- le pregunté, aún sin salir del abrazo. Esperaba que no notara que había llorado, aunque las madres siempre saben esas cosas. Me separé de ella y me volteé hacia Luna. -¿Qué tal?- le pregunté con una media sonrisa. ¿Estaba incómoda? Bastante. ¿Iba a dejar que eso arruinara la noche? Para nada. @ @
  15. ID del foro: 119097 Número de Comprador Frecuente: #286 Link al perfil en la Web del Magic Mall: Aquí Bueno, ni siquiera sabía de la existencia del perfil en el Magic Mall, pero lo acabo de revisar y hay datos que no están correctos (el nivel, por ejemplo), así que ya aprovecho a pasarme por aquí a dejar el formulario. Espero que esté correcto. Un saludo.
  16. De a poco, el hechizo de curación del libro iba haciendo efecto en mi cuerpo. Me sentía recuperar la vitalidad y la movilidad en el brazo. La cicatriz no se iría tan fácil, pero al menos no punzaba más. Era un corte profundo pero ya no sangraba. Cerré los ojos y respiré profundo, sintiendo el aire entrar en mi cuerpo. No era un aroma muy agradable, pero había llegado a temer no respirar más, por lo que me emocionaba de todos modos. La Triviani había utilizado la Salvaguarda mágica para que mi rayo no le hiciese nada. Así que el duelo seguía. Carraspeé con la garganta, intentando aclarar mi voz. Le apunté directamente. -Silencius- dije y vi que la bruja movió sus labios pero nada salió de ellos. Sonreí. Era mi momento. -Sectusempra- mi voz resonó por todo el pantano pero no me importaba. Un rayo salió de la punta de mi varita, directo al pecho de la bruja dispuesto a causarle un montón de heridas sangrantes si le impactaba de lleno. El hechizo de curación me había devuelto bastante vitalidad, por lo que ya no sentía tanto el cansancio. Pude ver a mi tía observándonos a todos y le dediqué una media sonrisa. @
  17. Las flechas que le había lanzado a la Triviani fueron fácilmente atrapadas por las aves que ella invocó con un Avis. Suspiré. No estábamos yendo a ningún lado y ya estaba comenzando a cansarme de aquello. Era buena en deportes pero no en duelos, y eso me frustraba. Había sido siempre mi asignatura más baja en la Academia y lo seguía siendo a día de hoy. No es que quisiera herir a la bruja que tenía en frente, pero quería acabar con todo aquello de una vez. Resoplé de nuevo. Me estaba quedando sin ideas a pesar de que sentía que mi cabeza iba a toda velocidad. -Desmaius- grité, apuntando a la Triviani con mi varita y vi cómo un rayo salió expulsado hacia su pecho. Iba camino a impactarle a toda velocidad. Sin embargo, en el mismo instante en que el rayo salió de mi varita, sentí una vibración en mi mano izquierda. Tragué saliva, el Anillo Detector de Enemigos estaba vibrando con locura, al punto de esparcir un cosquilleo intenso por toda mi mano. Miré para todos lados buscando la fuente del peligro, pero no la encontré. De repente, el suelo vibró también y un basilisco emergió de él, colocado exactamente en la mitad entre la Triviani y yo. Tragué saliva, y aunque intenté apuntarle con la varita, no tuve tiempo de reaccionar. La bestia me mordió el brazo que utilicé para cubrirme el rostro al ver que iba directo a atacarme. Grité de dolor, mientras caía de rodillas al suelo y me preparaba para una segunda embestida que nunca llegó. La bestia había notado la presencia de la otra bruja y se encaminaba a atacarla. Oí el ruido sordo que hizo la bruja al caer al suelo y aparté la mirada. La herida del brazo sangraba y se veía horrible. Mi cuerpo temblaba mientras me arrastraba un poco del lugar donde había caído, pero tenía que hacer algo con esa herida si no quería morir en aquel paraje desolado. Mientras me concentraba para llevar a cabo el hechizo, pensé en toda la gente que conocía. ¿Cómo reaccionarían si no regresaba? Cerré los ojos, rindiéndome un poco ante el cansancio y el dolor y alcancé a visualizar lo que quería. Pensé en el hechizo de Curación del Libro y suspiré, esperando que hiciese efecto. Sentí como de a poco mi cuerpo comenzó a ganar vitalidad. No esperaba que la cicatriz de la mordida desapareciera, pero sí quería terminar el duelo. Y no morir en el intento. Me puse de pie al mismo tiempo que la Triviani; con las piernas aún temblando por tener que soportar mi peso en ellas. Débil, levanté el brazo derecho adolorido pero que de a poco recobraba la sensación y apunté al basilisco. -¡Avis!- grité, más de rabia y de dolor que por claridad del hechizo. Una docena de aves recibieron la orden de picar al basilisco en el rostro, sobre todo en los ojos. Por su parte, Zoella le lanzó una llamarada que acabó por espantar a la criatura, desapareciendo por donde había venido. Respiré hondo; ya estaba. Habíamos solucionado un problema. Escuché las palabras de la bruja y sonreí, cansada. -Todo está bien. Supongo que el brazo me dolerá mañana.- comenté, enseñándole de lejos la fea cicatriz que brillaba en mi antebrazo pálido. -¿Tú cómo estás? ¿Te ha hecho mucho daño?- le pregunté a la Triviani. Viendo que el duelo seguía, aunque las dos parecíamos exhaustas, empuñé mi varita. Sin mediar palabra, Zoella lanzó un Expulso, y una roca de tamaño mediano se dirigió en mi dirección. Iba a hacerme caer si me golpeaba, pero tenía una idea para ella. Pensé en un Salvaguarda Mágica, que era una apuesta segura pero eficaz, y vi como la roca me atravesaba sin problemas, cayendo detrás de mí varios metros. No estábamos jugando, y eso era evidente. Sólo restaba ver cuánto más soportaríamos el cansancio. @
  18. Mi primer ataque había sido detenido. No esperaba que no lo fuera, aunque me llamó la atención la estrategia usada por la bruja. Sin embargo, el duelo seguía y por la mirada en los ojos de la Triviani no parecía dispuesta a ceder. Yo tampoco. Lanzar el primer hechizo por algún motivo me había llenado de confianza en mí; se sentía bien volver de nuevo a aquello. Me concentré y pensé en un Salvaguarda Mágica, el que me volvió intangible. Cualquier rayo que la bruja me lanzara me atravesaría como si no estuviese parada allí o no fuese de carne y hueso. En seguida de pensar en el hechizo del libro, mi contrincante lanzó un Sectusempra que iba dirigido a mi pecho. No pude evitar ponerme nerviosa y atinar a lanzar algo para protegerme, aunque tenía el Salvaguarda Magica en mí. Vi perfectamente cómo el rayo atravesaba mi cuerpo e impactaba en un árbol detrás de mí. Sin nada que lo detuviera, el rayo había recorrido una distancia larguísima. Dejé salir el aire que había estado aguantando inconscientemente; a pesar de la protección que ese hechizo del Libro me había dado. Pensé rápidamente en un contraataque. -Disparo de Flechas- dije en voz alta, apuntando a Zoella. Vi media docena de flechas salir disparadas hacia ella, directo a su pecho. De impactar, abrirían grandes cortes en su piel y tendría que curarse para continuar. @
  19. La clase se había pasado tan rápido que cuando la Delacour anunció que era hora de comenzar la prueba, me sentí lo menos preparada que había estado jamás. Me sentía algo cansada por la pelea de un rato antes con los cocodrilos y las serpientes, pero me mantenía pensando en que estaba un poco más cerca de lograr la vinculación, y esa prueba era lo que me estaba separando de mi objetivo final. Vi que una pareja ya se había alejado un poco del paraje, colocándose en sus posiciones. Vi que eran los dos chicos, así que volteé rápidamente hacia mi compañera de duelo: Zoella. Sabia que la bruja era habilidosa y yo me sentía bastante oxidada en los duelos. Tragué saliva e intenté tranquilizarme a mí misma mientras me dirigía, varita en mano, hacia el lugar donde mi compañera ya se encontraba esperando. Apreté con fuerza la empuñadura de mi varita hasta que mis nudillos quedaron blancos. No quería mostrar que estaba nerviosa... pero lo estaba. El paraje del pantano estaba rodeado de objetos interesantes que podrían ser usados en el duelo, como ramas y troncos musgosos, rocas y piedras con musgo y un sapo que saltaba por allí. Me coloqué frente a mi compañera y fijé mis ojos azules en ella. -Yo tampoco lo estoy. Pero es el último paso para la vinculación.- le dije a la Triviani, mientras me colocaba en posición. Me tocaba iniciar, y no quería. Pero el momento había llegado. Llevaba tiempo esperando por esto. Tragué saliva una vez más y me aclaré la garganta. -Expelliarmus- dije, apuntando con mi varita a la bruja. Quería empezar lento y ver cómo se desarrollaba el duelo. @
  20. Todo había sucedido a una velocidad vertiginosa. Los cocodrilos se acercaban y parecía que el Black Lestrange y yo éramos los únicos que pelearíamos con ellos. Zoella y Matthew estaban discutiendo entre sí, aunque no podía oírlos, y de repente se encontraban subiendo y cayendo de las espaldas de los cocodrilos, como quienes montan caballos. Me quedé boquiabierta por un segundo, aunque luego comencé a reírme. No podía creer lo que veía, pero mientras ninguno saliese lastimado de allí, la situación estaba siendo divertida. El Anillo Detector de Enemigos que llevaba colocado en la mano derecha comenzó a vibrar, haciéndome regresar a la realidad de dónde nos encontrábamos. Lo hallaba conveniente; si bien poseía un medallón para avisar peligro, el anillo simplemente vibraba al punto de acalambrar mi mano cuando el enemigo estaba demasiado cerca. Aferré la varita con fuerza y enfrenté a la serpiente que se acercaba reptando hacia mí. Activé rápidamente el Anillo de Amistad con las Bestias, el que llevaba en la mano izquierda junto a la alianza de compromiso, y en mi cabeza comencé a entender al animal. Supe que no atacarían a menos que se sintiesen atacadas o estuviesen hambrientas, y ninguna de las dos estaba sucediendo con la serpiente que se acercaba hacia mí. Sin embargo, cuando volteé por encima de mi hombro, vi que una de ellas se dirigía hacia mi tía. Quise gritar, pero en el instante en que abrí la boca para decir algo, vi como la bruja era limpiamente atravesada por la serpiente. Supe entonces que había utilizado la Salvaguarda Mágica y suspiré, dejando salir todo el aire que había estado aguantando sin darme cuenta. Me giré de nuevo a mi serpiente. Se movía aún más lento, pero sin detenerse. Tragué saliva y, sabiendo perfectamente a qué tipo de animal me enfrentaba, le apunté con mi varita. -Sectusempra.- exclamé, viendo como en la piel del reptil se abrían grandes y profundos cortes. La serpiente se irguió cuan larga era y se preparó para atacarme. Me lo esperaba, por lo que sin pensarlo demasiado utilicé lo primero que se me vino a la mente y que había visto a los demás utilizar. -¡Salvaguarda Mágica!- exclamé, cerrando los ojos al momento en que la serpiente me atacaba. Unos segundos después los volví a abrir, para comprobar que el reptil me había atravesado sin problemas. Ahora yacía muerta en el suelo debido a los cortes que le había causado. Me alejé de todos modos de ella; sabía que a pesar de muertas, las serpientes seguían siendo venenosas por un tiempo así no pudieran morder por ellas mismas. Y si algo quería evitar, era ser envenenada. No, gracias. Otro problema acechaba: los cocodrilos seguían ahí y nos superaban en número. Suspiré. -Orbis Bestiarum- exclamé en dirección a uno de los cocodrilos. Iba a utilizar la misma estrategia de ser necesario. Le ordené que atacara al que se encontraba a su lado, mientras intentaba que el Anillo de Amistad con las Bestias me ayudara a entender qué querían aquellos animales. Sin embargo, con todo el revuelo, no estaba siendo fácil.
  21. Noté la sonrisa burlona en el rostro del Black Lestrange, a lo que solamente pude responder rodando los ojos. No iba a dejar que me cambiara el humor aquella situación; me encontraba igual de motivada que antes de su gesto. Observé a los demás, como una forma de mantenerme distraída de los futuros gestos que pudiese hacer el chico. Vi a la otra bruja colocándose sus anillos, mientras los analizaba uno por uno. La entendía; era difícil reconocer cuál era cuál. Aún me costaba un poco eso, aunque me moría de ganas de comenzar a probarlos. De repente, un chapoteo fue perfectamente audible de todos lados gracias al eco en el pantano. Me volteé sobre mis talones y rápidamente aferré mi varita con la mano derecha. Un par de ojos se asomaban por encima de la superficie del agua pantanosa, observándonos fijamente. Tragué saliva. No me había imaginado tener que luchar con cocodrilos; no todavía. Noté que el Black Lestrange ya se había girado con anterioridad, así que imaginé que el chapoteo había sido cosa suya. Más ojos, hasta una treintena de pares, se elevaron desde el agua, acercándose amenazadoramente hacia nosotros. Aferré más fuerte la varita, intentando pensar. El mago agitó su varita en dirección a uno de los animales y éste comenzó a atacar a uno de los suyos. Supe lo que había hecho; los cocodrilos no se atacaban entre ellos a menos que tuviesen buenos motivos. Y con un grupo de magos y brujas a su entera disposición, no podía pensar en una mejor opción de cena. A mi lado, Matthew se acercó a Zoella para comentarle algo que no pude oír, ya que evidentemente había utilizado algún tipo de protección. Regresé mi atención al frente; las 28 criaturas que no se encontraban luchando entre ellas se acercaban con pasos firmes hacia nosotros. Tragué saliva una vez más e imité lo que el mago había hecho con anterioridad, apuntando al cocodrilo que encabezaba el grupo. "Orbis Bestiarum", pensé, y vi cómo el animal era rodeado por un anillo dorado. Lo vi perdido, confundido, y no dudé en apuntar con mi varita hacia el grupo. La criatura se giró y comenzó a atacar a otro cocodrilo. Ya eran cuatro menos. -Aún quedan 26. Podríamos ordenarles que se ataquen entre ellos pero probablemente no seamos lo suficientemente rápidos para evitar que nos ataque alguno primero.- comenté en voz alta, pensando, sin dirigirme a nadie en particular. Quizás alguien tenía alguna idea, y si así era, éste era el momento perfecto para mencionarla al grupo. Vi que Matthew y Zoella seguían hablando de algo que yo no podía escuchar. ¿Estarían tramando algo que nos ayudara? Fijé la mirada en el Black Lestrange. Parecía que tampoco se esperaba aquella reacción por parte de los cocodrilos. Cielos. Observé que cada vez se movían más rápido. Había que hacer algo, y tenía que hacerse rápido.
  22. Poco después de llegar al lugar donde la clase se llevaría a cabo, un chico con aspecto de pocos amigos se hizo presente. Iba impecablemente vestido, pero se veía extremadamente serio. Di un paso al costado; por su mirada parecía no tener buena relación con la Delacour, por lo que asumí que conmigo las cosas no cambiarían demasiado. En seguida y sin mucho lugar para mediar palabra, otro muchacho apareció. Se veía un poco excéntrico y distraído, y se presentó como Matthew. Hasta ahora, la única cara conocida por allí era la de mi tía Dennis. Jugaba con la varita entre las manos mientras esperaba a que la clase diese inicio. El hedor en el pantano era fuerte pero luego de un rato parecía que mi nariz se había acostumbrado a él por lo que no me molestaba demasiado. En eso estábamos, yo jugando con las ramitas del suelo con la punta de mis zapatillas cuando un fortísimo splash me hizo girar por encima de mi hombro. Alguien había caído en el agua con el traslador. Esperaba que estuviese bien; en las aguas de un pantano podían aparecer muchísimas cosas desagradables, sin hablar del olor que éste emanaba. Cuando la bruja se acercó al grupo limpiándose las ropas pude ver quién era. Le sonreí apenas ya que no teníamos tanto trato pero de todos modos me caía bien. Un mago peliazul fue el siguiente en aparecer y la Delacour que estaba a cargo de la clase comenzó a hablar y darnos la bienvenida, por lo que asumí que la clase estaba dando comienzo. Al fin. Jugué un poco con el amuleto colgado de mi cuello, el que venía con el libro, y el que me moría de ganas de aprender a utilizar. La rubia presentó los objetos que venían con el libro y vi que el chico que había llegado primero los tenía todos colocados en forma de un amuleto, colgados de una única cadena. Pensé en lo conveniente que resultaría, pero regresé mi atención a la clase mientras extraía los anillos de un bolsillo y me los colocaba. En el dedo anular llevaba otro anillo que nada tenía que ver con el libro pero que no pensaba quitarme. Cuando la Delacour pidió que alguien le hablase de estos objetos mágicos, alcé la mano derecha. -El libro viene con tres anillos: el Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos, que permite mantener una conversación con otra persona sin que nadie fuera del rango pueda oírla; el Anillo de Escucha, que sirve para escuchar conversaciones que no estén protegidas y el Anillo Detector de Enemigos que, como su nombre lo dice, avisa a su portador de un peligro inminente.- hice una pausa, repasando en mi mente la información que había estado estudiando antes de la clase. Me aclaré la garganta antes de continuar. -Por último, el Libro contiene el Amuleto de la Curación que permite curar a cualquier persona siempre y cuando ésta no esté muerta.- miré a mis compañeros mientras sentía el calor subir por mi cuello. En parte extrañaba esa sensación en clase. -Sobre los hechizos, el Libro contiene dos. El hechizo Salvaguarda Mágica, que vuelve intangible al mago o bruja que lo conjure, evitando así cualquier tipo de coalición, ya sea de hechizos o de materia sólida. El segundo hechizo es el de Curación que, bueno, creo que es bastante obvio lo que hace...- añadí, refiriéndome en mi mente al último párrafo de la descripción de cada objeto y hechizo del libro que se encontraba en mi pergamino. Miré fijamente a mi tía y le dediqué una sonrisa algo tímida. Esperaba que no se notara lo ansiosa que me encontraba por tomar aquella clase.
  23. Me encontraba en el Castillo Rambaldi repasando por enésima vez algunos apuntes que había hecho para la clase del Libro de la Fortaleza. Estaba muy ansiosa por regresar a la Universidad a estudiar; saciar de una vez el hambre de conocimiento que me carcomía por dentro por llevar tanto tiempo sin hacer ningún curso. Había enviado mi solicitud de inscripción para el libro en cuestión con la misma emoción con la que me había inscrito por primera vez a la Academia y con las mismas ansias con las que enviaba cada solicitud de inscripción de cada curso. Un golpe súbito interrumpió mi lectura, que de todos modos estaba a punto de terminar, y me dirigí hacia la fuente del sonido. Un sobre flotaba del otro lado de mi ventana, probablemente retenido por los muchos encantamientos que rodeaban al castillo. Abrí un poquito la ventana y lo tomé en mi mano. Dentro, había una carta y una rama. Decidí primero leer la misiva; normalmente cuando había cosas dentro del sobre solían ser trasladores o tener algún tipo de uso explicado en la carta. Sonreí al ver que la carta era de la profesora que impartiría la clase. Salté en mi lugar varias veces, sin poder contener la emoción, y me zambullí en el vestidor para cambiarme de ropa. Un vestido de invierno de color oliva me cubría el cuerpo hasta las rodillas. Unas medias de red y unas zapatillas deportivas completaban el atuendo. Me dejé el cabello suelto y me coloqué una capa de viaje negra encima de los hombros. Guardé mi varita y tomé la rama en mi mano. Detestaba los trasladores. Aún hoy, veintiún años después, seguía odiando la sensación de tironeo debajo del ombligo. Además de la incertidumbre de dónde iría a caer al trasladarme. Era cierto que con la desaparición había un cierto riesgo de despartición si se perdía la concentración en algún momento, pero hasta ese momento no me había pasado en ningún momento. Finalmente el torbellino se calmó y, para mi sorpresa y mi alivio, aterricé en tierra firme pero sobre la orilla de una pantano. Un paso en falso y acabaría de agua pantanosa hasta la cintura o más arriba. Pude mantener el equilibrio y comencé a caminar para alejarme de aquél lugar tan peligroso. Con los pantanos nunca se sabía; no sólo porque el suelo a su alrededor no solía ser lo suficientemente firme sino por la cantidad de criaturas de todo tipo que solían habitar esos lugares. El crujir de las ramas me mantenía en la realidad y concentrada al caminar, fijándome bien dónde pisaba. Finalmente, la vi. Conocía a la rubia, pero sabía que tenía que dejar los lazos de lado para que la clase se desarrollara con soltura e imparcialidad. ¿Habría más compañeros? La rubia parecía estar sola, esperando por allí. Apuré el paso sin perder de vista las ramas del suelo. Esperaba que no apareciera ninguna raíz de la nada que me hiciese tropezar y caer de bruces al suelo. Cuando llegué junto a la Delacour, la saludé con efusividad. -Hola, al fin he llegado.- comenté, mientras me quedaba a una distancia prudente de la rubia pero lo suficientemente cerca para poder charlar. -¿Esperamos a más personas?- le pregunté, girando mi cabeza en todas las direcciones. No oía ruido a pasos, por lo que no podía decir si alguien más se acercaba al lugar o no. @@Dennis Delacour
  24. -La navidad sí que hace milagros con ustedes dos.- dijo mi madre cuando se acercó a saludarnos a Wen y a mí y no pude evitar soltar una carcajada. Vi al pequeño Richard correr a los brazos de su madrina Dennis, mi tía, y suspiré de puro cariño. Amaba esa festividad cuando podía pasarla con toda la familia. Allen, mi tío, apareció algo apresurado y me acerqué a saludarlo con un abrazo. No habíamos compartido ninguna cena anterior, así que me entusiasmaba poder reunirnos todos en esta. De repente, Dennis apareció en la puerta con Richard en brazos y una joven a su lado. La presentó como su pareja, o algo así, y vi sus ojos llenarse de ilusión pero también de miedo sobre cómo reaccionaríamos todos. Mamá fue la primera en acercarse a Zoe (esto iba a ser confuso, aunque en mi familia casi todos me llamaban Mía) y le dio la bienvenida a la familia. La seguí, colocándome detrás de ella para esperar mi turno para saludarla. Al acercarme a la joven le dediqué una amplia sonrisa a ella y a mi tía. Me acerqué y le di un abrazo de bienvenida. -Bienvenida a la familia, Zoe. Espero que te sientas cómoda estando por aquí. Ven, pasa, ¿qué quieres de beber?- le ofrecí, haciéndome a un lado para que entrara. Me volteé a mi tía Dennis y la abracé con fuerza, dejando al pequeño Richard entre ambas. -Estoy muy feliz por ti, tía. Si tú eres feliz, yo lo soy. Zoe parece genial, y si tú eres feliz a su lado y ella te trata bien, por mí es genial.- susurré en su oído mientras la estrechaba más cerca. Un sonido en la puerta me hizo separarme de mi tía, dejándola ir detrás de la recién llegada y para que pudiera presentarla todos los demás. Al abrir allí estaba mi abuela, a la que abracé con fuerza. La había extrañado demasiado. -¡Abue! ¿Cómo has estado? Ven, entra, que afuera está helando.- me hice a un lado, dándole espacio para entrar mientras el gélido viento me alborotaba el cabello rizado. Desde allí donde estaba me giré para ver hacia el interior y apreciar a toda mi familia junta. Sonreí y suspiré; sin duda esa era la mejor festividad de todas. Me acerqué por detrás a mi hermano y le cubrí los ojos. -¿Quién soy?- pregunté, esperando que adivinara. @ @@Dennis Delacour @ @ @@heberth portillo
  25. Mia Zoeh

    Inscripciones

    Por primera vez, vengo a intentarlo :3 Nick: Mia Zoeh ID: 119097 Libro de Hechizos: Libro de la Fortaleza Justificante de compra del Libro (Link al post del Concilio de la bóveda trastero): Aquí Rango Social: Unicornios de Oro Nivel de Magia: VI Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): Marzo 2015 Link a la Bóveda: Aquí Link a la Ficha: Aquí

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