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Asenath

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Todo lo publicado por Asenath

  1. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Le había dado la oportunidad a Kraven de explicar lo que sabía del efecto que él mismo había mencionado, pero éste la había desaprovechado. Tal vez, y solo tal vez, ante una explicación satisfactoria se hubiera salvado de que cumpliera la advertencia. No pudo evitar endurecer aún más su expresión, queriendo perforar con sus moteados ojos grises. El sol estaba subiendo cada vez más y resaltaba las múltiples cicatrices que surcaban su piel. -¿Acaso cree que soy hombre? “¿Él maestre?”- murmuró antes de cumplir con su previo aviso. Él había terminado de hablar, aparentemente – Cinaede- pronunció, haciendo que la piel de su alumno se cubriera de aquel gaseoso veneno, que pronto entraría en sus fosas nasales. -Este efecto produce un gas que pronto entra por las vías respiratorias, lastimándolas, cuando llega a la sangre causa parálisis en el sistema nervioso y, finalmente, la muerte- miró con frialdad la situación, se había sentido insultada. -Para recuperarse, va a depender del poder que ostente el rival. – miró al otro joven- Un anapneo enseguida, dos episkey, uno en cada turno posterior… ayúdalo, ¿qué esperas? -le ordenó. Esperaba que con aquello bastara para que ambos comprendieran quién mandaba allí, y que deberían acomodarse a su ritmo si querían hacer las cosas bien. Sin mirarlos, se movió por la cálida arena, dándoles la espalda mientras ambos se encargaban de su obra. Esperó a que ambos pudieran estar desocupados, se movió tal vez unos diez metros antes de voltear y observarlos. Aún no eran dignos, pero sabía que podrían serlo. -Flechas de Fuego- pensó finalmente, invocando hacia ambos aquellos filamentos de fuego que iluminaron la arena a su paso. Era hora de ver cómo se movían aquellos muchachos. Empezaba a percibir los siseos provenientes de la zona donde se encontraban. Una vez que se deshicieran de aquellas flechas, empezarían también a percibirlos. ¿Cómo podrían sospechar que se encontraban en un nido enorme de serpientes? Hasta que los rayos del sol empezaran a calentar la arena las mismas se encontrarían dormidas… pero ahora que el astro brillaba con intensidad, los peligrosos reptiles empezarían a moverse, apareciendo desde debajo de sus pies. Ya empezaba a ver las primeras. Sonrió, su trampa había resultado. ¿Qué harían para poder escapar de ahí?
  2. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Aguardó pacientemente las dudas que pudiesen plantear sus estudiantes, sabía que sus conocimientos no eran sencillos que puntualmente el Libro del Equilibrio exigía lo que su nombre expresaba: Equilibrio. Tanto a la hora de planearse como utilizarse, no había que desear grandes hazañas, muchas veces la humildad y la escucha eran mejores aliadas. No le gustó la pregunta de Kraven, no solo por falta de aquel equilibrio que denotaba perdido en la pretensión de sus palabras, sino porque planeaba pasarse de listo y saber aún más de lo que se les había brindado. Frunció un poco los labios, pues tomaría revancha sobre lo que éste acababa de hacer, pero primero le brindaría una respuesta. -Las Semillas de Hielo que acabo de mostrarles -mientras hablaba alzó el pequeño frasco y lo movió delante de su rostro tranquilamente- no son las que van a serles útiles en un combate, éstas solo congelas superficies. Ahora bien… Tomó de su cinturón su varita, era hora. No se movió de la posición donde estaba, la apuntó hacia aquel chico y pensó “Semillas de Hielo”. Enseguida un rayo cruzó el espacio que la separaba de aquel muchacho. Solo pretendía asustarlo, pues el rayo le impactaría y apenas le haría sentir algo de frío. -Semillas de Hielo también puede ser una muy buena defensa, pero para aplicarla a criaturas. Por eso nuestro amigo no se encuentra ahora congelado… Contra Fuego Maldito no es útil, ya que no se trata de una criatura real. Mejor será que te busques otra defensa contra ello. Y aún no he hablado de Cineade, así que si es tan amable y nos quiere contar lo que sabe, la clase es suya. Aunque le advierto que va a ser receptor de uno apenas termine de hablar, así que piense bien sus palabras y acciones. Se cruzó de brazos y miró los otros objetos y recobrando su propio equilibrio. La consulta del otro joven, por fortuna, le resultó más acertada. -La persona no queda adherida, de ninguna manera, un resbalón y una caída son las consecuencias más probables- afirmó y tomó el siguiente objeto. Quería terminar de hablar sobre ellos para pasar a la acción. -Los Pétalos de Pensamiento- tomó otro frasco donde los mismos estaban contenidos- suelen usarse para elaborar varias cosas. En primer lugar, son comunes en perfumes que, si bien huelen muy bien, resultan venenosos y letales si se pone demasiado de ellos. El perfume puede propagarse a través de una vela, logrando efectos alucinógenos hasta la muerte… También es común su uso en pociones para privilegiar la agilidad mental o disminuirla. Les recomiendo no utilizarlos si no están seguros de lo que hacen. “Por último…-tomó el restante objeto, contemplándolo con orgullo, antes de seguir hablando- Amuleto de la Resurrección, éste puede usarse una vez por ciclo lunar, pero les permite volver en sí tras un enfrentamiento en que terminen inconscientes. Yo que ustedes siempre lo llevaría en el cuello, ya que si no lo tienen pierden la posibilidad de usarlo -lo alzó para que vean su forma de esmeralda- brilla en la oscuridad. Ese era el último de los elementos que tenía para mostrarles, así que se incorporó y, ahora sí, dio lugar al adelantado estudiante, para que hablara sobre el efecto que tanto le generaba curiosidad. -Tu turno Kraven, espero que estés preparado para lo que sigue… te escuchamos…
  3. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Si bien por su mente desfilaban muchos pensamientos, sus ojos escudriñaban cualquier movimiento en el terreno, ya que nunca había que confiar en la calma. Bien sabía que los enemigos más peligrosos podían llegar con total cautela. A lo lejos divisó a un individuo que se acercaba, con expresión de fastidio. Ya a unos metros, escuchó su comentario, pues el silencioso desierto daba la posibilidad de que todo ruido lejano llegase a cualquier receptor posible. Intentó mantenerse serena, a pesar de todo. De por sí le molestaba tener que enseñar sus conocimientos a individuos que apenas lograban ser dignos de ellos, no toleraría sus caprichos y faltas de respeto. “Civilización” pensó “así llaman a destruir la naturaleza para cubrir todo de cemento. El desierto es así para espantar individuos como este.” -A intentar obtener- lo corrigió con brusquedad frunciendo el ceño, molesta. Ya se encargaría de que supiera que había oído sus quejas. El otro joven, al que conocía de su anterior desafío, por fortuna para sí mismo, no había cometido los mismos errores. Notó la diferencia enseguida entre sus dos aprendices, la falta de humildad en el primero sería algo a corregir si pretendía continuar. -Asenath es mi nombre- no se trataba de un nombre como el que conocían esos magos, el suyo lo había adquirido al convertirse en Guerrera Uzza. -Como saben, estoy aquí para demostrarles los usos del Libro del Equilibrio y permitir que intenten aprenderlos. Pero solo será así si son dignos- agregó a modo de advertencia. Sin dar más explicaciones, se dejó quitó la espada del cinturón, dejándola a un lado para luego sentarse en la arena. Aún no tomaba la temperatura habitual, pues el sol apenas asomaba en el cielo, pero de todos modos era una agradable y familiar sensación en la piel de sus piernas. Cruzó sus piernas delante de sí, antes de rebuscar en una bolsa de negro cuero que llevaba atada también a su cintura. De allí sacó varios objetos que dispuso separados, para que pudieran contemplarlos de a uno. -Deben tener similares, los han adquirido con el Libro. Y no intenten la patraña de que han leído el contenido, porque estarán en blanco hasta que yo dictamine lo contrario- agregó. Sabía que muchas veces mentían al respecto, como tratando de ganarse el favor de sus educadores. -Este anillo, les recomiendo llevarlo siempre. Es antídoto ante todo tipo de venenos, con excepción del de aquella bestia llamada basilisco. Pero deben tenerlo puesto al momento de ser envenenados…- comentó, antes de poner el anillo en su dedo, señal de que solo se lo había quitado para poder mostrarlo. Lo siguiente por ver fue un pequeño frasquito, práctico de portar y muy valioso si se utilizaba con sabiduría. Dentro, cientos de lo que parecía granos de arena plateada se movía como aguardando a su poseedora. Asenath contempló el transparente recipiente con sus ojos grises por unos segundos, antes de tomar un par de granitos con cuidado. -Semillas de hielo- les indicó, al tiempo que las lanzaba a un lado, convirtiendo una amplia superficie de terreno en hielo. No duraría demasiado así, puesto que el sol haría su trabajo, pero bastaba para que los aprendices comprendieran el efecto. -Se lanzan sobre el terreno y congelan, muy poca cantidad sirve para una superficie, como ven, bastante amplia. Las semillas se regeneran por sí solas, siempre y cuando no abusen de su uso y les den tiempo. ¿Alguna duda?- contempló uno a uno, al tiempo que apartaba la larga trenza color azabache, para que pendiese a sus espaldas. @@Martin N Roses @@Kraven Von Alexandros
  4. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Apenas empezaban a asomar los primeros rayos de sol en el horizonte. El desierto pronto cambiaría por completo. Las criaturas nocturnas volverían a sus escondites y pocas serían las valientes que continuasen sus vidas al rayo del sol. Una fresca brisa recorría todo, acariciando la arena y jugando a arrastrar algunos granos al ras del suelo. Pronto, esa brisa tomaría una temperatura incómoda y molesta, podría llegar incluso a volverse más intensa y desatar una tormenta de arena. El desierto era así, impredecible y hermoso. La silueta de una mujer sentada en el suelo, delante de una casita humilde de barro y ladrillos. Una larga trenza amarraba el largo cabello que caía a sus espaldas, símbolo entre su pueblo de que pertenecía a la clase Guerrera. Asenath observó el cielo, se avecinaba un día despejado, para luego continuar con su tarea, deslizando por el filo de su espada la piedra de afilar. Sabía muy bien que no lograría darle más filo, y no lo hacía con tal objetivo, sino que era su momento de relajarse y despejar la mente de todo pensamiento. Dedicando su atención al simple ir y venir de la piedra sobre el pronunciado filo, el armonioso canto que solo el metal podía producir. Poco a poco, el día fue acercándose, y con ello las obligaciones. Su pueblo había celebrado contratos diversos a lo largo de la historia, y era eso lo que la obligaba a continuar acercando a magos a sus preciados conocimientos. Con orgullo cumplía lo que su pueblo le había legado, pero no sin asegurarse de que quienes aprendían bajo su tutela fuesen dignos verdaderamente de lograr tales poderes. Colocó en su cintura la pesada espada, con un movimiento grácil, como si en sus brazos tan solo pesase apenas unos gramos. Si bien su contextura era fornida, solo su pueblo estaba valoraba todo lo que una mujer podía hacer, dándoles el mismo lugar que a los guerreros hombres y proporcionándoles el mismo entrenamiento. No envidiaba nada a ningún guerrero, apreciando lo que la naturaleza le había brindado y agradeciendo por ello en todos sus actos. Los anaranjados rayos del sol matutino ya destellaban en las escamas de dragón y la plata de su armadura, reflejándose así mismo en la arena del terreno. Pronto sería la hora de recibir a sus pupilos, y esperaba que no llegasen tarde. Sus pies descalzos se alejaron entonces de su hogar, para buscar una zona despejada. No quería ser interrumpida en caso de que necesitase castigar o, simplemente, expulsar de sus lecciones a alguno de los jóvenes. Su paciencia tenía límites y lo haría notar si era necesario. Anduvo unos minutos hasta perder de vista las viviendas, era suficiente. A su alrededor solo se veía arena y más arena. Sabía que podía haber serpientes en esa zona, y también cómo controlar a la perfección a tales animalejos en caso que fuera necesario. -Bien… resta esperar, si demoran van a sufrir por ello- murmuró cruzando sus brazos y contemplando su entorno. --- Libro del Equilibrio @@Kraven Von Alexandros @@Martin N Roses
  5. Libro de la Sangre Aprobado Martin N Roses Reprobado Ernest Macnair Wilfred
  6. —Esto es el final— la voz de la Uzza se dejaba sentir como el golpe de una espada sobre el cuerpo de un enemigo. Asenath reaccionó ante el juramento de Martín, ella no podría defenderse, pero el tampoco y eso le daba un poco de ventaja. Concentrándose en la herida que le provocará con la daga que invocará al inicio del duelo, no tardó en entretejer una estrategia efectiva contra su alumno. — Yo juro no atacar— expresó con claridad creando un vinculo entre ella y el Black usando el corte que le hiciera durante el duelo, si ella no podría defenderse, el tampoco podría atacarla. Las cargas estaban equilibradas para ambos, ya no quedaba demasiado tiempo y sin esperarlo el agua comenzaba a subir por las columnas. Era momento de irse de ese sitio, no era idóneo morir ahogados y mucho menos si la situación le otorgo al hombre lo que tanto deseaba. — Ha sido un duelo digno de recordar, puede ir en paz. Ha logrado vincularse con el libro de la sangre—inclinando su cabeza como signo de respeto desviaba sus gris mirada. Observando las manchas de sangre que tenía en el cuerpo, presionando los ojos sintió como filamentos delgados abrían un nutrido grupo de heridas en su cuerpo. Ahí estaba de nueva cuenta la sangre, aquel elemento que desde que inicio el duelo no dejo de ser el protagonista principal. — Episkey—cerrando sus ojos daba la sanidad a su cuerpo pensando ese conjuro, tras tocar con la punta de su arma la zona donde las heridas iban cerrándose poco a poco. No existía rastro alguno de daño en su anatomía, dándole una última mirada al paisaje, desapareció en medio de una neblina como la que utilizará al iniciar el duelo. El Black se había quedado solo, ya era libre para partir de ese lugar y emplear los conocimientos recién adquiridos. Las columnas terminaron por ser devoradas por las aguas turbulentas, sepultando ese sitio en el recuerdo de ambos contendientes. Asenath pudo aprender varias cosas de su pupilo y ella esperaba haberlo sabido guiar por la senda que lo condujo hasta la victoria. Ahora tenía otra misión entre manos, ya le tocaría dar batalla en una clase nueva e intentar complicarle las cosas a los que se atrevieran a enfrentarse a ella y al complicado, pero sabio libro de la sangre.
  7. Una herida provocada por la daga del sacrificio que invocará el Black, causó una herida que simplemente le arrancó sangre. Pero ante tal daño no emitió un solo sonido, no era la clase de Uzza que se quejaba por las heridas de batalla, sino todo lo contrario eso despertaba más su sed que buscar causar un daño mayor en su rival. La sorpresa no se hizo esperar en el rostro de Martín, tras percatarse que su rival no seria su compañero de clase Ernest. La sangre seguía brotando por el brazo de la Nesedy, semejándose un poco al caudal de un rio que ansia mezclarse con las aguas saladas del océano. Episkey -pensó curando la herida que le provocará la daga. Las cartas estaban echadas sobre la mesa y Asenath no cesaría en su afán de comprobar que el hombre delante de ella merecía poseer los conocimientos que estaban poniendo en practica. El libro de la sangre solía ser complicado, justamente por eso se requería de una mente aguda y capaz de desenmarañar todos los conjuros que servían tanto para dañar y a su vez protegerse de cualquier clase de ataque. Daga del Sacrificio está vez la invocación había sido exacta y certera, apareciendo en su mano aquel objeto punzo cortante tras pensar el conjuro sin presión alguna - Immolo Oppugnare-se estaba sacrificando para dañar a su oponente y así lo recito con calma, quizás su accionar derivaría en colocar el dedo en el gatillo y tras presionarlo un proyectil daría justo en el blanco y eso ocurrió. Levantando con fuerza la daga la empuñaba con decisión sobre su muslo ejerciendo la presión necesaria para poder realizar un corte limpio, pero que era capaz de abrir un surco por donde sin duda alguna un chorro de sangre se abría paso apareciendo uno idéntico en el cuerpo de su alumno. Equiparando un poco las cargas, no dejaría que las cosas se le salieran de las manos. Estaba ahí para enseñarle el verdadero poder de la sangre, no solo era capaz de dar la vida, sino también de arrebatarla sin ninguna clase de consideración. Sus ojos se clavaron en el mago, delineando la ruleta de estrategias que ambos tenían a su alcance. Sintiendo el calor del liquido vital correr por su oscura piel, no permitiría que un milímetro más fuera a parar al suelo. Pero debía esperar un poco para curarse, solo le restaba esperar a la muerte o que su rival, no se dejará llevar por la adrenalina y arremetiera de nueva cuenta contra la Uzza.
  8. PV:100 PP: 6 Asenath estaba profundamente decepcionada de Ernest, no demostró tener lo necesario para poder obtener los conocimientos que otorgaba el libro de la sangre. En ese caso ella tomaría su lugar dentro de la prueba, batiéndose a duelo contra Martín y no le pintaría el panorama tan fácil. Posicionándose sobre la columna de roca, dando un profundo respiró apareció su varita en su mano. Escuchando el ruido del océano debajo de sus pies, apreciando la silueta de su rival al irse disipando poco a poco la neblina. Su vestimenta era la que solía portar dentro de sus innumerables contiendas, aquella armadura que le protegía de cualquier clase de daño y al mismo tiempo despertaba en ella esa fiera sedienta de sangre que dormitaba en su ser. —Aguamenti—fue el resultado que obtuvo al verse pillada por el conjuro lanzado por el Black. No fue expulsado ningún chorro de agua, sino que en su lugar una serpentina de papel fue enviada por el viento lejos del par de combatientes. La Nesedy admiraba la astucia de su alumno, asegurando que ese duelo sería mucho más entretenido de lo que ella se hubiera imaginado. Pensó con tranquilidad en la—Daga del Sacrificio—apareciendo en su mano una daga resplandeciente y afilada—Dañar—infringiéndose un corte en la zona del antebrazo, no dudo en apretar el filo contra su piel haciendo un daño mayor. Cortando parte del musculo, llegando profundo sintiendo la punta de esta chocar con su hueso esa misma lesión apareció en su alumno. Arrancándole de las venas liquido vital, sangre era lo que empaparía las ropas de ambos. No le importaba perder algunos litros de sangre, si con eso conseguía que lo enseñado por la Uzza quedaba grabado en su memoria. —Curación—la sanación fue certera y rápida, no quedaba el más mínimo rastro del corte en su brazo. Elevando la mirada la clavó como una flecha en el blanco en los ojos del Black, sería paciente y analizaría con calma cada uno de los movimientos de este. Centrando toda su energía en exprimir hasta la última gota de potencial que sabía que este poseía y le serviría para salir victorioso de todo aquello.
  9. La sangre era el nexo principal que conectaba ese libro con los que deseaban aprenderlo, estableciendo como elemento primordial el derramamiento del liquido vital. ¿Cuántos magos tuvieron que perder litros y litros de ese elemento para hacerse con el?. Esas dudas no le competían a ella y prefería dejarlas sobre los hombros de sus alumnos, porque ellos serían los encargados de sacarse el cuero para obtener los tan anhelados conocimientos. Asenath se quedó pensativa ante las acciones del Black, sacrificar parte de su poder para salvar la vida de un compañero. Podría compartir ese pensamiento, pero al estar dentro de una prueba como esa, siempre optaría por jalar agua para su molino y no perder la oportunidad de demostrar lo que era capaz de lograr y romper los limites que ella misma se había impuesto. Cada decisión tomada de forma errada, no tardaba en pasar una alta factura que no todo estaban dispuestos a cubrir . Sus ojos grises analizaban el rostro de ambos hombres, dando con el punto débil de cada uno de ellos. Aquel que les haría perder el hilo de su meta principal, enfrentarse a una prueba de ese calibre nunca resultaba ser un trago agradable de asimilar. Pero eso era lo que le inyectaba el sabor a todo ese proceso, aderezándolo con los ingredientes más letales que existieran dentro del mundo mágico. Debian ser capaces de aceptar el tener que sacrificar cualquier cosa por alcanzar sus objetivos. Perder la vida era la mayor parte del tiempo un mero tramite. Ella misma lo experimento en sus años como aprendiz, perder personas y objetos valiosos que poco a poco pudo volver a recuperar con paciencia y tesón. Ahora Martin y Ernest se encontraban en situaciones similares, puestos a prueba por el libro de la Sangre. La Uzza sería una espectadora de momento, pero no era descartable que entrará al quite en el momento preciso. Poco a poco el paisaje mutó en un acantilado profundo y sin fin a simple vista, si se observaba demasiado tiempo el fondo de este se perdería la noción del tiempo y el control sobre los sentidos y la racionalidad. Dos murallas del mismo tamaño se elevaron eran de roca maciza, no se verían afectadas por ninguna clase de hechizo o conjuro. Ahí ambos duelistas aparecerían cubiertos por una bruma que espesa que les impediría ver con claridad una vez que ambos tuvieran la varita en su mano la misma se disiparía dándoles la libre acción de atacar sin ninguna clase de restricción. —Piensen en cada uno de sus movimientos, no pierdan la brújula y verá que esto terminará en un abrir y cerrar de ojos— la voz de la Nesedy, retumbo por todo el lugar. No había vegetación de ningún tipo cerca de ambas columnas solo debajo de ellas se agitaba con violencia un océano improvisado por la Uzza. Dentro de este algunos peces y tiburones deambulaban, pero no por el interés de saciar un hambre inexistente sino para darle un toque más siniestro a todo aquello. El desafortunado que cayera en esas aguas, no saldría con algo menos que algunas heridas que pusieran en peligro su vida. Ahí no contaba la raza de la que provinieran, sino la valentía que tuvieran para batirse a duelo y sangrar hasta perder la noción de las cosas. Esa era la verdadera esencia del libro de la Sangre, sacrificarse para proteger o para atacar y yendo más allá para arriesgar todo y obtener el doble de lo apostado en la ruleta del destino. No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece. Duración del duelo: Del 17 de Septiembre al 27 de Octubre Nos guiaremos por las reglas Nuevas de duelos existentes. Lista de Hechizos (con especial énfasis en el Libro de la Sangre) Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic del Libro del libro de la Sangre. @@Martin N Roses @@Ernest Macnair Wilfred
  10. El Black actúo tal y como lo esperaba Asenath, atacando a su compañero de clase. Ella se mantuvo expectante en todo momento, jugando con las diversas posibilidades que el destino colocaba delante de los presentes. Ella simplemente se dejaba admirar por la destreza demostrada por Martín, tal tesón y decisión para atacar de forma certeza a Ernest, si lo deseaba podría contrarrestar el daño causado en el caído. Pero se atrevió a pasar por alto tal acción, posiblemente impulsada por la adrenalina que le provocaba estar dentro del campo de batalla. —Te defiendes o mueres— su voz era como un tempano de hielo flotando en el océano. Aquellos ojos no reflejaban la más mínima compasión, volcándose a su pasado como aprendiz. Una a una sus cicatrices tomaban vida, susurrándole todo lo acontecido años atrás ahora ella tenía la sartén por el mango controlando a placer todo lo que acontecía dentro y fuera de sus memorias. —Maldición— lo pensó afectando la siguiente acción de Martín, para su mala estrella no podría realizar con exactitud el ataque que le cruzará por la mente. Dejándolo simplemente resumido a un conjuro mal pronunciado que sería una versión bizarra del original y sin generar ninguna clase de efecto en ella o su compañero de clase Ernest. Era lo imperceptible que tenía la magia, porque nunca podía darse nada por sentado cuando se reaccionaba con dicho tema. Las posibilidades de que Asenath, le salvará el pellejo al Wilfred se agotaban como lo hacían los granos de arena que caían dentro de un reloj de arena. Poco a poco todo se tornaría mucho más complicado para ambos duelistas, estaban a un pestañeo de presentarse a la prueba y demostrar que eran dignos de controlar los poderes que estaban plasmados dentro del libro de la sangre. Cerca de sus pies reptaba una serpiente, echándole una mirada cómplice a la misma levanto su vara de cristal mutó en una cubierta por escamas de serpiente, sangre de escorpión y la sangre de su padre, Babu. La lealtad de está estaba compuesta por varios jeroglíficos que enunciaban el nombre de la Uzza. —Orbis Bestiarum— el efecto fue inmediato y no tuvo que emitir ningún sonido o palabra para que un anillo dorado envolviera el cuello del ofidio, dejándola bajo el control de la Nesedy. La orden emitida por la mujer fue que ascendiera por la pierna derecha de Martin, buscando con esa acción inyectar su ponzoña en el flujo sanguíneo del hombre y le impidiera atacar con claridad al ver sus sentidos mermados por el veneno. Confiaba en las habilidades de este, para librarse sin problemas de dicho ataque. Aún quedaba demasiada tela de donde cortar, asintiendo le miraba con una mueca imperturbable. Quedaba en manos de el terminar con la vida de su compañero o sanarlo, aunque consideraba una perdida de tiempo tener un enfrentamiento donde solo una de las dos partes daba pelea y la otra optó por adoptar la postura de espectador. Le daría un par de minutos para reaccionar, si luego de eso continuaba ausente, no le quedaba más que lanzarle algún conjuro para despabilarlo o terminar de una buena vez con todo aquello.
  11. Las palabras de Ernest captaron por un breve instante la atención de Asenath, observándolo con cierta incredulidad movía la cabeza en un gesto negativo. Detestaba que las personas se fueran por lo más sencillo y menos arriesgado, siempre la vía más accesible y las que les ahorraba tener que probar su verdadera valía. La Uzza se tomaría un largo instante para responder ante la duda de su aprendiz, acariciando las líneas que dejaron las cicatrices que adornaban su cuerpo, sintiéndose orgullosa de cada una de ellas. —Es una buena opción, pero no creo que eso te ayude a la hora de intentar aprender lo que este libro tiene para enseñarte—su gris mirada se acentuaba clavándose en el pecho del mago. Ellos necesitaban la sangre para poder vivir, está corría por sus venas alimentando las mismas y dándoles la energía para transportar nutrientes y otras sustancias que el cuerpo humano necesitaba. La daga reposaba en su mano deseosa por realizar otro corte, pero en está ocasión su objetivo sería otro. —Un mago experimentado sabría como evitar cualquier clase de daño anticipado, porque la experiencia que posee le daría las armas para lograrlo con éxito—la daga realizó un corte limpio en el costado de la mujer. Immolo ad protegendum se estaba sacrificando para proteger a Martín de un nuevo ataque, pero no pasaría lo mismo con Ernest. Tomando con la palma de su mano un poco de su sangre, no dudo en acercarse con sigilo hasta donde estaba su aprendiz tocando su pecho con su mano dejando la marca de sangre impresa en el. —Obedire—de ese modo le impedía causarse alguna herida que requiera la asistencia de un Episkey. Además de eso ya tendría un lastre más que arrastrar y del cual librarse, la mala suerte estaba del lado de Martín sin duda alguna—Juramento de Sangre—la Uzza le prohibió defenderse de los ataques que vinieran en su contra. Ambos magos estaban en aprietos, quizás era momento de centrarse en aprender lo que debían y no dar palos de ciego. Uno de ellos estaba a nada de morir, sino se curaba de las heridas provocadas por la Nesedy. —Deben demostrar que son dignos y hasta ahora, no han hecho un trabajo arduo para demostrarme que no estoy desperdiciando mi tiempo en ustedes—la dureza se hizo presente en su rostro. La belleza exótica por un breve instante se vio ensombrecida por la decepción quizás precipitada por parte de la Uzza, pero ver al primer hombre sangrar si que a este le importará en lo más mínimo, no despertó en ella las ganas por brindarle una mano amiga. Estaba ahí para ayudar e instruir, no para ser protagonista de un acto fraguado por el destino y destrozado por el poco interés que mostraba su alumno. Ernest era otro cantar, pero ya lo comprobaría más adelante. Jugar con la mente de sus aprendices se estaba volviendo un deporte ameno para Asenath, jugar hasta que se cansará de ello asestarles el golpe final. La muerte estaba rondando ese lugar, invitando a todo aquel que deseará abandonar el mundo de los vivos y perder la oportunidad de aprender que la sangre era mucho más que un liquido vital que les corría por las venas.
  12. Asenath estaba devorando un nuevo libro, adquirió que adhirió inmediatamente a su biblioteca. Gustaba de conocer más allá de lo que ya sabía sobre Historia de la Magia, jamás acaba de descubrir cosas nuevas sobre su tribu y las que acogieron a sus hermanos como un miembro más de la familia. Ahora su atención se posicionó en el cuenco que estaba sobre la mesita de madera, dentro de este goteaba sangre desde el techo. Elevando sus grisáceos ojos acariciaba con lentitud el pequeño hueco en la madera superior de su vivienda, tal vez alguna criatura se había lastimado intentando colarse en el hogar de la Guerrera Uzza. Ella invitaba a todo aquel que deseará aprender, pero algo pedía a cambio de compartir parte del acervo cultural que resguardaba en su cabeza. Incontables vivencias habitaban dentro de sus memorias, piezas que encajaban a la perfección en el rompecabezas que armaba su vida. Poco a poco nuevas se anexaban en cada clase o viaje que la mujer realizaba alrededor del mundo, jamás tenía tiempo de descansar a sus anchas y disfrutar de su hogar dentro del pueblo Uzza. Una nueva misión llamaba a su puerta, semejándose a una enredadera que ascendía buscando una rendija por donde colarse. La Nesedy respondió al llamado levantándose de la silla, estiraba con decisión toda su anatomía, calzándose su armadura se preparaba para la batalla. No les facilitaría las cosas a sus alumnos, el ligarse al libro de la sangre sería una ardua y demandante tarea para ambos. Entenderían el valor del poder que confería el libro que llevaba el nombre del liquido vital, el cuál mantenía con vida a los seres mágicos y no mágicos dentro del mundo que ella habitaba. La línea entre la vida y la muerte era demasiado fina y delgada, cercenar está con unas tijeras de plata no le llevaría más de unos segundos — Alistaré todo lo necesario—la voz de Asenath retumbó dentro de la casita. Respondiendo a la petición de la Uzza, dándole las armas necesarias para ir al encuentro con sus nuevos pupilos. Las plantas que crecían fuera de su hogar, adornaban esté con una serenidad contagiosa, seductora y atrayente, posiblemente tendría la oportunidad de emplear sus conocimientos sobre el dominio de la mente y subyugar al par de magos. El sangrar era una de las opciones que daba la daga del sacrificio, no era descartable emplear ese hechizo en su beneficio. Los amuletos que contenía el tomo, ya reposaban dentro del cinto de su armadura, acompañados por su peculiar espada y una daga. Reviviendo parte de su entrenamiento, retomaba la fuerza que esos fragmentos depositaban en ella. Era como si las abejas entrarán a la colmena, plagando la misma con sus ofrendas, desde animales muertos hasta la miel que producían y la cera que mantenía viva su esencia dentro de ese lugar. Cada ser viviente era capaz de devolverle sus favores a la tierra, siempre que estos le necesitarán ella estaría encantada de echarles una mano amiga. El viento golpeaba su exótico rostro, arañando con sus ráfagas las cicatrices que poblaban parte de su cuerpo, experiencias que retrataban su andar por diversos campos de batalla. Encarnizadas luchas que sostuvo por mantenerse con vida, lastimando algo más que su cuerpo en el proceso. Ella sabía que el arma más poderosa que posee el ser humano es su mente, ahí donde radican todas sus virtudes, cualidades y habilidades. Además de sus defectos y el tan conocido talón de Aquiles, probaría si el par de magos contaban con el tesón necesario para usar de forma adecuada los hechizos del libro de la Sangre. Era necesario sanar algo más que el cuerpo físico, esto una vez que ella iniciará con el primer ataque—Daga del Sacrificio—apareciendo en la palma de su mano un objeto afilado y punzante. Immolo Oppugnare se estaba sacrificando para agredir, proyectando un corte en el antebrazo de Martin. El dolor era penetrante arrancando de los labios del hombre un quejido ahogado, el sanar dicho daño era primordial a menos que se arriesgará a perder un poco más de sangre si se veía afectado por un otro corte en su cuerpo. Ernest estaba en su mira, pero por el momento le dejaría meditar sobre lo que presenciaron sus ojos. Asenath comenzaba con el duro entrenamiento de no considerarlos aptos en determinado tiempo, acabaría por echarlos de sus dominios y castigarlos con varias heridas que sanarían tan fácilmente una vez que fueran provocadas.
  13. LIBRO DE LA SANGRE Julio 2020 Aprobados: -- Desaprobados: Ernest Macnair Wilfred Hannity Ollivander
  14. -El juramento de sangre vincula al invocador con sus victimas. Debe de existir un corte de por medio, echo con la Daga del Sacrificio, para que pueda ser utilizado. En este caso, la victima estará a merced de los deseos del invocador, tanto sea para dañar, como proteger u/o mantener una palabra que se acepto de mutuo acuerdo -Observó que el chico no respondía su pregunta así que lo hizo ella misma -La maldición provocara que cualquier hechizo que diga el rival sea una mera burla que no ocasionara daños. La guerrera esperaba que aquello hubiera quedado claro mas no tenían tiempo de refrescar los conocimientos. Ahora los pondría a prueba ahí mismo. Uno contra el otro y se fijaría lo que habían aprendido de la lectura del libro. Deberían esforzarse, ya que aquel libro representaba una magia muy útil para duelos, y hasta para el día a día. Mejoraba la suerte de los que la tenían aprendida, siempre era así y aquella vez no seria distinta. El templo serviria para que los alumnos pudieran batirse a duelo demostrando sus conocimientos sobre el Libro de la Sangre. Asenath utilizó, en el suelo donde estaban parados, la vara de cristal para formar un circulo en llamas alrededor de los magos. Esas lineas llameantes los mantendrían dentro para que se desarrollara la competencia. Ella vigilaría como se iban desarrollando los acontecimientos. -El circulo de fuego se ira cerrando hasta quemarlos, no tienen mucho tiempo -Les informo complacida con su forma de incentivar la pelea - Pueden empezar. CONDICIONES No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece. Duración del duelo: Del 21 de Julio (inclusive) al 27 de Julio. Nos guiaremos por las reglas Nuevas de duelos existentes. Lista de Hechizos (con especial énfasis en el Libro de la Sangre) Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic del Libro del libro de la Sangre. @Ernest Macnair Wilfred @Hannity Ollivander
  15. Asenath

    Libro de la Sangre

    Asenath detuvo su actividad, algo que desde fuera parecía ser un baile pero que en realidad eran una serie de pasos cuidados. Con los ojos vendados, caminaba dando pisadas y acomodando los pies en la piedra del suelo, de modo que podía mantener firme su posición mientras giraba el rostro contra el viento salino, lo que le traía olores y recuerdos. Era una forma de concentración, una de varias. Se quitó la venda y observó a los dos recién llegados y, luego movió una mano para paralizarlos. El Vínculo de Sangre, maestría propia que había desarrollado del Vínculo Mental del Libro de Merlín, hacía que pudiera controlar el fluido vital, de modo que si quería podía detener la irrigación de sangre de sus alumnos y matarlos allí mismo. Pero no era eso lo que pretendía, sino mostrarles un poco de poder y así conseguir su atención. -La sangre...- comenzó, mientras sabía que los síntomas de sus alumnos empezarían por sentir que les faltaba el aire debido a la baja intensidad a la que su sangre recorría el cuerpo, deteniendo los latidos del corazón poco a poco-. ... el fluido que nos otorga la vida y puede ser usado para traernos la muerte- sus ojos se ensombrecieron mientras soltaba el agarre sobre Ernest y Hannity-. ¿Qué es un Juramento de Sangre realizado con la Daga del Sacrificio y para qué sirve?- los ojos de la guerrera se detuvieron en Hannity, esperando a que ésta respondiera su duda y, luego, se dirigieron a Ernest-. ¿Qué es lo que hace el hechizo Maldición?- si habían leído el libro, podían responder a sus preguntas. -Piensen bien sus respuestas... se estarán enfrentando en un duelo con esos hechizos y los que ya conozcan- aclaró, mientras ataba la venda con la que se había cubierto los ojos a su cinturón y, luego, sacaba su varita mágica. Con un rápido movimiento, ésta se convirtió en su vara de cristal. La madera de su varita se había retorcido hasta que apareció el núcleo del cristal de plata, que brilló como si fuera una estrella por sí misma. Con el báculo de madera, dio un golpe en el piso y una burbuja transparente de energía sólida se materializó alrededor de las ruinas. Eso evitaría que los curiosos interrumpieran el entrenamiento que se iba a llevar a cabo.
  16. Asenath

    Libro de la Sangre

    El agua rompía contra las piedras del acantilado, lanzando espuma en todas direcciones y, luego, retrocediendo. Cada roca que el mar había tocado en su danza durante cientos y cientos de años se encontraba erosionada de forma distinta, formando algunas pequeñas lagunas donde organismos vivían y comían, donde las algas se arrebujaban para obtener un espacio cerca del agua pero también cerca del calor del sol, con quien hacían la fotosíntesis para lograr obtener los nutrientes necesarios para subsistir. La isla se alzaba en alguna parte del Mediterráneo. Sin nombre y sin bandera, era el lugar elegido por algunos piratas -nuevos o viejos- para traficar todo tipo de cosas: desde especias y criaturas, hasta artefactos y pergaminos legendarios. Los "piratas", muchos magos y brujas, otros tanto pertenecientes a los duendes rebeldes y a algún clan de vampiros, licántropos o veelas, se juntaban en la única taberna que se alzaba en el mercadillo, donde puestos con comida y ropa rebosaban de visitantes. Aquel lugar era donde muchas veces Asenath había tomado contratos, en antaño, cuando se encontraba viajando. A pesar de que un código de honor la única a cada uno de esos contratos, no todos provenían de personas respetables y la guerrera no se inmutaba por ese dato. Había un lugar apartado, dentro de unas ruinas que alguna vez pudieron haber sido un templo griego, donde Asenath solía entrenar, lejos del caluroso desierto o el gris paisaje inglés. Y era allí, precisamente, donde sus nuevos alumnos debían presentarse luego de recibida la invitación para participar de su clase. Tal como se esperaba de ella, vestía su típica ropa consistente en una sencilla tela de color rojo que le tapaba el busto y otra similar que se ceñía a su cadera, por debajo de su falda de cuero de tebo. La trenza en su espalda se mecía en el viento que atravesaba las columnas semi derruidas de aquel templo, como una tela suave colgada sobre un tendero para que se airee luego del lavado. La vista de las aguas cristalinas no tenía comparación y, para su felicidad, no había visitantes indeseados merodeando por allí para verla entrenar. @@Ernest Macnair Wilfred @
  17. LIBRO DEL EQUILIBRIO Junio 2020 Aprobados Aaron Black Lestrange
  18. PV: 100 PP: 8 (-1 por Flechas de Fuego y -1 por Cinaede) Asenath volvió a reír, pero esta vez entre dientes. -Ya veremos si tienes el potencial, chico- musitó la mujer, su voz clara y raposa en el campo de batalla improvisado que los contenía. Entonces, como si su plan estuviera totalmente en marcha, vio a Aaron caer hacia atrás sobre la arena al verse afectado por el efecto de los pétalos. La guerrera, precavida al saber que podrían afectarle también a ella, había tomado el antídoto para evitar los efectos alucinógenos de los mismo al verse recalentados con el sol, pues la arena actuaba como una fuerte fuente reflectante del sol, creando un impacto calorífico que quemaba los pétalos, haciéndoles desprender su aroma dulzón con resultados nocivos. Observó con atención a su alumno, utilizando las semillas de hielo a ciegas para crear una capa fría sobre la arena y terminar con el alucinógeno. Nunca había visto a alguien tratar el problema con tanta eficacia y, por ello, le dedicó una ceja levantada de sorpresa al Ministro que, lamentablemente, no pudo apreciar. Bueno, por algo era Ministro. Sabía resolver problemas hasta cierta medida, eso quería decir que era rápido de mente. Asenath frunció los labios cuando Aaron mencionó los pétalos en pociones y, luego, se quedó ciega. Aunque había visto blandir la varita a su contrincante, no lo había visto mover los labios y la Arena del Hechicero hizo un rápido ataque a sus ojos. -Cinaede- la Uzza movió su varita con precisión. Ya había combatido sin su vista y en peores condiciones que aquella, así que no ver durante un período de tiempo no la acobardaría en lo más mínimo. Tal como Aaron la había atacado con su primer movimiento, ahora ella le devolvía el favor al lanzarle un efecto de gas venenoso que obstruiría sus vías respiratorias y le causaría la muerte-. Creí que ibas a aprovechar a adelantarte a mi Anapneo, pero me equivoqué contigo. Te gusta el juego lento- respondió, caminando un poco hacia la izquierda. Con el oído, aún, podía saber dónde se encontraba el mago. No supo si fue por su comentario o simplemente porque quería evitar que dijera hechizos verbales, pero Aaron le lanzó un Silencius que le quitó, de nuevo, una capacidad casi vital para un duelo. >>No será tan sencillo<< pensó la bruja. Él aún tenía que curarse de su Cinaede. >>Maldición<< el hechizo fue inmediato y, así, el siguiente conjuro que quisiera lanzar el Ministro saldría en una versión ridícula, como había sucedido con sus Flechas de Fuego. Claro que no evitaría que él pudiera hacerse un Anapneo para no morir con el gas del Cinaede, pero no podría curarse por completo y las heridas serían graves.
  19. @ El sistema de duelos nuevo puede ser algo confuso en cuanto a llevar los puntos de vida y los puntos de poder. La mejor forma de llevar la cuenta es al final de una batalla, asalto o redada, pero también puede hacerse post a post, como en el caso de la clase del Libro del Equilibrio, ya que estamos para aprender. Por lo tanto, cualquier duda que tengas puedes postearla aquí. Ninguna será considerara tonta, repetitiva o sin importancia. La idea es aprender y entender lo mejor posible este sistema y el libro. Bien, los puntos de vida (PV) están dados (por ahora) por los puntos base de cada mago o bruja. Más adelante podrían agregarse cosas que modifiquen esos puntos de vida (como objetos del mall o armaduras). Los puntos de poder (PP) están dados por los niveles del mago o bruja. Al comienzo, tendremos una base de 5 puntos de poder y luego se irá sumando un punto de poder cada 10 niveles. Por ejemplo: Un mago de nivel 40 tendrá: 5 PP base + 4 PP adicionales Un mago de nivel 25 tendrá: 5 PP base + 2 PP adicionales Un mago de nivel 50 tendrá: 5 PP base + 5 PP adicionales Por lo tanto, al ser nivel 11, tus PP serían 6. Ya para el siguiente post puedes corregirlo, además de restarle los PP que ya hayas usado.
  20. PV: 100 PP: 9 (-1 por usar Flechas de Fuego) Los efectos de la Arena del Hechicero eran inmediatos, aún cuando Aaron hubiera querido contrarrestrarlos le hubiera sido imposible porque ella lo había agarrado desprevenido. ¿Pero qué mejor forma de enseñar que con el ejemplo? ¿Y qué mejor ejemplo que con un ataque directo al alumno? Podrían decir algunos magos, que ella estaba siendo un poco injusta debido a su nivel de poder y a la nula experiencia de Black con esas magias, pero la realidad es que Asenath no era injusta, sino severa y, decididamente ruda. Vio al Ministro mover la varita pero sin pronunciar palabra alguna (Maldición), así que contraatacó de forma inmediata: -Flechas de Fuego- fue lo que intentó decir, pero, en vez de eso, lo que salió fue algo como: Flochas de gufo. Asenath soltó una carcajada al verse afectada por el hechizo de su contrincante, que claramente había sido una Maldición que ella podría haber previsto, pero no contaba con que aquel fuera el primer movimiento de su alumno-. Muy bien, señor Ministro- por supuesto, el mago que no podía ver había escogido un efecto para atacarla, aunque más bien podría tomarse ese hechizo como una defensa. El siguiente conjuro lanzado por Aaron fue un Cinaede que "dio en el blanco", por decirlo de alguna forma. La realidad es que los efectos, al ser inmediatos, siempre "daban en su blanco" ya que no precisaban recorrer ninguna distancia para alcanzar su objetivo. Las vías aéreas de la guerrera Uzza se vieron afectadas momentáneamente y no tuvo más remedio que hacerse un: -Anapneo- la voz le salió entrecortada por el rápido efecto del gas venenoso, pero pronto sintió que podía volver a respirar. Si Aaron hubiera tenido más poder, probablemente hubiera tenido que sanarse los pulmones afectados y heridos. Por suerte eso no había ocurrido, aunque había perdido la capacidad de atacar a su oponente con ventaja-. No, en realidad el amuleto funciona con heridas de tipo sangrantes. La ceguera es una incapacidad temporal... Se te irá en poco tiempo- respondió la guerrera a la pregunta de su alumno-. Es su turno, señor Black. Debería atacarme con todo su potencial- se burló la mujer, blandiendo la varita.
  21. PV: 100 PP: 10 Asenath hizo señas nuevamente a Aaron mientras comenzaba a tomar distancia y éste continuaba hablando sobre las últimas cuestiones que la guerrera le había planteado. La Arena del Hechicero era uno de los hechizos que más le gustaban a la Uzza, ya que cegar a un oponente daba una gran ventaja sobre la batalla. Además, era un hechizo que pertenecía a un Libro de poder bajo y, a la vez, era terriblemente poderoso. Ese equilibrio que solía ver en los libros siempre le llamaba la atención, no sólo en el libro que estaba enseñando en aquel momento, sino en todos. El más difícil, quizá, por su forma caótica, era el libro que llevaba dicho nombre: el Libro del Caos. -Arena del Hechicero- corrigió-, es un hechizo que le va a impedir apuntar, no se olvide. Utilizar "Maldición" puede ser una forma de impedir que el hechizo sea efectuado de forma correcta. ¿Pero qué ocurre si el mago contrincante lo usa como acción inmediata?- preguntó-. Arena del Hechicero- Asenath blandió su varita con precisión, apuntando directamente al mago que se encontraba ahora a siete metros de distancia. El efecto sería inmediato, haciendo que Aaron quedara cegado momentáneamente y no pudiera lanzar hechizos que requirieran puntería, como bien le había explicado ya en dos ocasiones. Quizá con el ejemplo, el mago lo entendería para siempre. -Muy bien con las flechas. Siempre es mejor utilizar primero un Aguamenti para intentar contrarrestra el dolor de las quemaduras y luego Episkey para curarlas del todo. También puede utilizar el hechizo Curación, que equivaldría a un Episkey. Pero me temo que luego no podría volver a utilizarlo- la guerrera se encogió de hombros, pero dudó de que ese gesto fuera a ser visto por Black. El escenario donde estaban luchando era exactamente el mismo que antes, una zona libre en medio del desierto y bajo el calor abrasador del astro rey. Había algunas rocas enterradas, dispersas en aquellos metros que separaban a los contendientes. También estaba la roca plana donde Asenath había estado sentada momentos antes, afilando su espada, en medio de una pequeña zona con unas palmeras que hacían sombra y un poco de pasto, pero no había mucho más. Como siempre, la guerrera Uzza utilizaba su ropa habitual que consistía en una tela rojiza ajustada al pecho y atada por la espalda, ligera y fina, que le ayudaba a colocarse mejor el peto en batalla. La parte de abajo consistía en la misma tela que hacía de pantaloncillo, con un trozo de tela por delante que caía hasta la altura de las rodillas. Iba descalza, ya que de esa forma sentía el suelo bajo sus pies y sus movimientos eran más fluidos. *** No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece. Duración del duelo: Del 18 al 27 de Junio. Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes. Reglas de Asaltos y Duelos Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta el Libro del Equilibrio. (Con especial énfasis en este último). También dejo link al tópic de Poderes donde se encuentran los poderes rolísticos que serán aplicados también durante el duelo. En tu segundo post, te asaltarán alucinaciones infundidas por los Pétalos de Pensamientos que se encuentran dispersos por la arena del desierto, que al recalentarse han comenzado a propagar su perfume. Debes defenderte. Puedes hacerlo con hechizos y éstos no consumirán acción del duelo, sino que se considerarán meramente rolísticos. Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic de consultas.
  22. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Asenath observó de cerca al mago, lo examinó desde el pelo hasta la puntas de los pies, que ahora se encontraban cruzados al haber tomado asiento en el suelo empolvado del desierto. Cada uno de los movimientos del Ministro eran calculados aunque intentaba demostrar todo lo contrario, como si en realidad ella pudiera tragarse ese aire de indiferencia. Pero no tuvo la misma pose cuando se acercó, rápida y sigilosa como un felino, hasta encontrarse a menos de un metro del hombre. Los ojos se ambos se cruzaron y ella pareció sonreír, más no lo hizo. Había dedicado pocas sonrisas en su vida, la mayoría prefería guardarlas para su familia cuando los veía. -Veo que posee buena memoria- no fue un cumplido, sino que sonó con algo de burla mientras las palabras salían-. Para alguien a quien no le gusta aprenderse las cosas de ese modo- si Asenath hubiera sido un animal, probablemente muchos dirían que era algo letal y voraz, como una leona o algún ave rapaz. Pero, a veces, ella se sentía en la piel de una serpiente, deslizándose lentamente hacia su enemigo, calculándolo, midiéndolo, mientras pensaba la mejor forma de moverse para atacar. -Las semillas de hielo no pueden afectar humanos, aún aunque estos sean de alguna raza, como los vampiros o tengan una maldición de sangre, como los licántropos. Y aunque los centauros, las sirenas y los duendes pueden ser considerados criaturas, ellos prefieren ser llamados "bestias"- aclaró la Uzza, rodeando al mago con pasos lentos-. El Cinaede no es un veneno común, por eso el anillo antiveneno no funciona con él. Éste es sólo para los venenos más comunes. A efectos prácticos, necesita poder respirar no sólo para pronunciar hechizos, sino para vivir, así que el Anapneo es el mejor remedio contra el Cinaede- hizo una pausa, ubicada a espaldas de Black-. Aunque de todos modos el veneno ya estará en su sistema y precisará un Episkey para curarse de él. Depende del poder del mago, podría necesitar dos Episkey- reanudó la marcha hasta situarse nuevamente frente a él-. El amuleto de curación funcionará igual que un Episkey, pero su poder es limitado y se agota rápido, así que sólo posee un uso y luego requiere reposo para recargarse- finalizó. -Tengo unas últimas preguntas para usted, señor Ministro, y pasaremos al duelo para poner en práctica estas cosas. Hay dos hechizos que no hemos nombrado, Arena del Hechicero y Flechas de Fuego. El primero es un efecto que ciega al oponente, por lo que sólo podrá realizar hechizos que no requieran puntería. ¿Puede decirme una forma de contrarrestrar un ataque como ese?- preguntó, haciéndole una seña a Aaron para que se pusiera de pie-. El segundo hechizo, es una invocación de filamentos ignífugos que provocan quemaduras... ¿puede decirme cuál es el hechizo de emergencia que debería utilizar de ser atacado con unas flechas?- inquirió la bruja, alejándose ahora unos cuantos pasos mientras veía ponerse de pie al mago. Luego de que el mago respondiera a aquellas cuestiones, la guerrera lo atacaría y, de ese modo, comenzarían el duelo para poner a prueba lo que Black había estado leyendo en el libro y respondiendo en la clase. La práctica hacía realmente al maestro.
  23. Asenath

    Libro del Equilibrio

    La guerrera observó al mago mientras éste caminaba y hablaba, jamás perdiendo un ápice de su tranquilidad aunque su voz sonara dura como el acero y fría como el hielo. Aaron Black era la clase de mago a la que los Uzza no deseaban enseñarles por nada del mundo. Quizá ella estaba equivocada con el mago, quizá su entrega a su causa era genuina y no simplemente una forma de obtener más poder y perpetuarse en él o a su casta. ¿Podía ella decir si era o no así? Conocía de política, pero estaba hecha para la guerra y ese era el camino que había elegido. Aquel mago inglés, con su porte y su sangre, había elegido otro camino pero no se cegaba sólo a éste. -No es la sutileza, si eso desea saber- fueron sus escuetas palabras antes de dejar la piedra de afilar en el suelo y enfundar su espada a su espalda, con un movimiento suave y firme, pues de haberlo hecho mal bien podría tener ahora un peligroso surco de carne abierta y sanguinolenta allí donde el filo rosara-. El equilibrio es la palabra clave de este Libro que usted desea conocer y es allí a dónde vamos a llegar si es que aprende lo necesario- eran más palabras de las que ella estaba acostumbrada a dirigir a sus alumnos, así que ya era demasiada atención especial la que le estaba prestando al mago. -Me imagino que ha leído el Libro del Equilibrio al menos una vez. No quiero que lo saque si es que lo ha traído, quiero que me diga de memoria las definiciones de los hechizos Cinaede y Semillas de Hielo. Cuáles son los efectos que causan en el contrincante y de qué forma podemos o debemos prevenir sus efectos si alguien nos los lanza- comenzó, seria, mientras esperaba que Aaron realmente estuviera interesado en aprender algo, de otro modo lo echaría de su clase de una sola vez y no le importaba las posibles represalias por no querer enseñar. -Luego, quiero que me explique cómo funciona el Amuleto de la Resurrección y el Anillo Antiveneno- finalizó, sacando su varita ahora y colocándose frente a Black. No lo iba a atacar ni esperaba que él lo hiciera -porque sería bastante est****o-, pero tenía que pensar que si el mago estaba dispuesto a seguir adelante, ellos tendrían que batirse a duelo. Parte de su enseñanza era precisamente esa, no sólo la lectura de los hechizos, sino su puesta de acción.
  24. Asenath

    Libro del Equilibrio

    Asenath levantó la vista de su labor cuando escuchó la voz del mago y miró con cierto interés a los dos guardaespaldas que custodiaban al Ministro inglés. Ni siquiera reveló una sola muesca mientras lo veía marcharse, desapareciendo, y su atención pasaba nuevamente al hombre delante de ella, a cierta distancia todavía mientras transformaba sus ropas en algo más cómodo para la ocasión. Si la guerrera hubiera sentido diversión, quizá hubiera sonreído, pero no era el caso. La oscuridad del mundo se cernía sobre todos, incluso en un lugar tan alejado y hermoso como el interior del continente africano. -Sé quién es usted, Ministro Aaron Black- la forma de decirlo sonó hasta insultante, pero la guerrera no se inmutó. Sí, el hombre era imponente con su actitud petulante, su pureza de sangre y aquellas feas cicatrices en su cuerpo. Pero ella estaba esculpida en acero, sangre y magia, llevaba años luchando y sirviendo-. ¿Por qué ha venido a tomar clases de duelo? Creí que si era lo suficientemente tonto como para declararle la guerra a los muggles, podría enfrentar sus decisiones sólo con su conocimiento ya adquirido. ¿Qué es lo que busca de los grandes guerreros Uzza?-. Por el trato que tenía, Asenath no podía negarse a enseñarle, aunque no lo considerara digno. Pero no le haría nada fácil el camino hacia el éxito y estaba dispuesta a demostrar que aquel hombre no era más que otro tonto con una mota de poder, demasiado pesada en sus manos poco expertas. Si algo había aprendido la guerrera en sus muchos años, en sus confrontaciones, era que no se podía marchar a un encuentro con nulo conocimiento del enemigo y sin armas y sentía que eso era todo lo que Aaron Black había hecho, condenando a sus propios seguidores a la ruina. Aún así, Asenath admiraba el temple del mago, admiraba su forma de presentarse al mundo. Quizá detrás de aquella arrogancia ciega encontrara un guerrero digno de sus enseñanzas. Siendo la más experimentada de todos los Uzza, Asenath tenía la esperanza -tontamente- de que algunos de sus pupilos demostraran algún cambio al adquirir estos nuevos conocimientos. -Cuando responda a esa pregunta, si me satisface su respuesta, entonces comenzaremos a entrenar- finalizó, observando con ojo calculador al mago frente a ella. Su espada aún permanecía en su regazo.
  25. Asenath

    Libro del Equilibrio

    La guerrera había esperado ese momento con cierto anhelo, aunque ella no lo hubiera sabido de ante mano. Las cosas no siempre se daban como uno las pensaba o como las quería, más bien parecía que simplemente sucedían o no y era así como estaba pasando en aquel momento. El mes anterior no la habían requerido para que entrenara nuevos estudiantes en las artes de los libros -y mucho menos la habían llamado para enseñar su especialidad, el Libro de Merlín- por lo que había dedicado su tiempo libre no sólo a estudiar más sobre técnicas de duelo mágico, sino a reforzar su ya trabajo cuerpo para llevarlo (o intentar) a nuevos límites. La guerra había estallado en el resto del mundo. Bulgaria había atacado Inglaterra y los muggles se habían visto envueltos en las trifulcas de los magos. Luego, el Ministro de Magia de Inglaterra había, unilateralmente, decidido que su pueblo ya no se escondería tras el Estatuto del Secreto a la Magia y, con ello, había desencadenado un horror peor del que incluso el viejo Arcano Sajag podría haber predicho. No sólo se habían recrudecido los ataques búlgaros, sino que Italia había sitiado Londres y luego la ONU había tenido que intervenir para que esas hostilidades cesara. Pero si con ello no era suficiente, lo que se había cernido sobre el mundo hacía tan sólo unas semanas era lo peor de todo: muggles atacando magos; muggles atacando muggles. Asenath sacó filo por trigésima vez a su espada. Lo hacía más como un mantra que para realmente afilarla ya que el metal del que estaba hecha no requería tanto cuidado. Aún así, a ella le gustaba mantener sus armas listas, no sólo su varita y su cuerpo, sino que el acero siempre era requerido en momentos como aquel. Aunque se había jurado al gobierno de Inglaterra cuando Mackenzie Malfoy fuese Viceministra, ese pacto aún la mantenía atada a sus clases y no podía tomar contratos nuevos. De todos modos, ella no los hubiera tomado ahora que cualquiera podría ser llamado a luchar en nombre de ideales toscos y poco aferrados. Casi parecía una bendición que aquel contrato con Malfoy la atase a Uagadou, cerca de su hogar y lejos del conflicto, aunque una parte de su ser añorara la guerra y la adrenalina que se sentía al empuñar tan afiladamente su varita. Pero aquella ocasión le había proveído un deleite que ella no estaba esperando o no sabía, en realidad, que sí lo estaba haciendo, pues el propio Ministro de Magia que hacía meses había desencadenado aquella secuencia en el mundo mágico y el muggle, ahora se presentaba a sus lecciones, queriendo fortalecerse. La noticia le había llegado tan sólo el día anterior y Asenath ya estaba lista para enfrentar al hombre que había visto en periódicos, noticies mágicos y muggles, cartas interceptadas y fotografías a lo largo y ancho del mundo: Aaron Black Lestrange. Como si el mismo viento de guerra lo hubiera arrastrado hasta sus pies, hasta su arena. Uagadou era, en aquel momento, el mejor lugar en el que Asenath podría haber estado y allí, en la arena de combate construía lejos del campo de Quiddtich, cerca de las planicies de la Savannah, la Uzza esperaba con ansias la llegada del mago que había construído y destruído tanto en un mandato, que era demasiado corto para todo el dolor que le esperaba al mundo. *** Alumnos Aaron Black Lestrange

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