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Matthew Black Triviani

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Todo lo publicado por Matthew Black Triviani

  1. Hola, vendo amor en frasquitos. :3

    1. Malum Luxure

      Malum Luxure

      4 docenas por favor y tengo a cobrar la semana que viene

  2. ❤️❤️❤️ a tí si te dejo amor :love: mi persona favorita. 

  3. Hola, vendo amor en frasquitos. :ninja:

  4. —Claro —respondió con la misma tranquilidad, viendo como el portal se abría ante el. El nuevo anillo de habilidad se posó en su anular y se quedó mirándolo durante un segundo, tal como había hecho en otras ocasiones, apreciando el poder que salía del material del que estaba fabricado. Aun no era suyo, para conservarlo debía demostrar que sabia controlar plenamente la habilidad que había adquirido durante la clase y aunque acababa de pasar tres pruebas tediosas en cuanto a el peso de poder mental que tuvo que usar, ésta era la que realmente importaba, la definitiva. Todo lo que había hecho hasta el moment oera solo una excusa para ubicarse ahí, frente a ese portal. Ahora el tiempo era relativo, debía demostrar que realmente era un legilimante. Dedico un segundo mas a una inclinación hacia Rosalia en señal de respeto, que era lo que sentía por todas las figuras que habían alcanzado un nivel tan grande en el mundo mágico a costa de méritos acumulados y, posteriormente, atravesó el portal. Automáticamente un gancho incómodo se apoderó de su vientre y una oleada de colores cegó a sus ojos. Y después, todo quedó en blanco. Hasta que se acostumbró a la nueva luz. ~ * ~ *~* ~ ¿Aquello era el tiempo actual? Con el ceño fruncido, escudriñó el entorno con cierta desconfianza. Las calles londinenses eran exactamente lo que eran en la actualidad, con los autos de los Muggles decorando las carreteras y los mismos Muggles cumpliendo sus actividades cotidianas, sin notar la magia que los envolvía, entrecerró los ojos, ignorando que entre ellos habían magos escondidos -suspiró con enojo-. Pero lo que más le llamaba la atención es que no parecía uno de sus recuerdos. Podría haberse regodeado de una memoria perfecta de no ser porque, más que una virtud, era un gran defecto. Pero basándose en eso, no recordaba haber estado en ese lugar ni días anteriores ni años atrás. No era una zona concurrida, a pesar de estar cerca del río Támesis, ubicado al sur de Inglaterra, pero aún así había suficientes personas como para considerarlo poco privado. Nadie hacía nada muy relevante, ocupaban bancos e incluso se reclinaban en la cerca que separaba el lugar del río, para evitar accidentes. Conversaban o sólo pensaban. Y curiosamente, él podía escuchar el murmullo de sus pensamientos si los veía con suficiente atención. Por un momento se cruzó el asesinarlos creando una pequeña tormenta con el agua del claro río, pero eso haría que su prueba fuera en vano. No escuchaba palabras concretas, no veía imágenes nítidas en un principio, sólo detectaba si era una mente que podía penetrar de proponérselo. Se acercó con cautela y algo de desprecio a un muggle que estaba sentado en uno de los bancos cercanos. El estaba sumido en sus pensamientos, con las pupilas inmóviles en el vaso de cartón que tenía en las manos o, tal vez, en el humo que expedía de un pequeño agujero en la tapa de plástico. No parecía abatido, aunque sí preocupado y su misión en ese momento, fue averiguar por qué. Ésta vez le costó muy poco en comparación a la primera vez que intentó hacer algo relacionado a la Legilimancia. Tal vez por la distracción del muchacho, tal vez porque se trataba de un muggle sin la concentración mágica que podía llegar a tener un oclumante. Pero sólo con ver sus ojos y poner un poco de su parte, supo qué era lo que le preocupaba. Exámenes, impartidos por una universidad cercana, algo que lo devolvió a su niñez, donde hubo un tiempo donde se preocupaba por ello, antes de saber que era un mago. Torció una ligera sonrisa cuando el muggle alzó la mirada, sintiendo la propia en él. No pareció disgustarle y el no se mostró arrepentido, por lo contrario, siguió andando en busca de una nueva mente que leer. Viéndolo desde el punto de vista de quien no está poniendo verdadero esfuerzo, era una tarea sencilla. Descubrió a una anciana que había olvidado comprar la comida del gato, un niño que había perdido la libra destinada a una golosina que no conocía y un hombre con preocupaciones adultas y muy profundas para la hora del día. Sin embargo, nada sucedía. Fue entonces cuando un murmullo más fuerte y más llamativo llegó hacia el, cercano a donde se encontraba. A diferencia de los demás, tenía una chispa que conocía bien. Era una chispa mágica. Pensamientos que estaban ligados a su mundo, a sus creencias, a lo que el podía llamar cotidiano, a lo que realmente conocía como inconvenientes de gran escala, por encima de cualquiera de las problemáticas muggles. Llevada por la curiosidad, se inclinó a un par de metros de la persona en cuestión, con los brazos reposados en la cerca que daba al Támesis. El agua se movía con la misma suavidad de los pensamientos del individuo que intentaría leer, lentos y parsimoniosos, ligando algo en completo silencio. Pestañeó con un par de segundos de retraso, serenando su mente, antes de ladear la cabeza y fijarse en ella con disimulo. Movía las manos entre ellas como si amasara, lo que daba la impresión de que estaba pensando en controlar algo. Basada en eso, extendió su mente intentando leerla y por primera vez desde que había cruzado el portal, no lo logró a la primera. Tensó ligeramente los músculos de la espalda, usando su cuerpo como ancla para su mente, algo que no podía sentir pero que sabía que podía impulsar. El segundo intento costó más que el primero, como si el hombre se negara a la intromisión. Pero no lo hacía, seguía completamente ajena a su presencia, a sus intentos de leerle la mente. Volvió a intentarlo, ésta vez desligándose de sí mismo por un segundo, olvidándose de lo que estaba haciendo, olvidándose de la prueba y lo que la rodeaba; era el, su mente y la del desconocido a su lado. Y funcionó. Sólo que no esperaba precisamente que fuera esa la mente la que estaba leyendo. Al principio se sobresaltó, viéndose a sí mismo en la cabeza de esa mago desconocido, en sus años de verdadera juventud, cuando había quedado congelado en esa apariencia que aún en la actualidad la acompañaba. Pensó que era un error, que había regresado a internarse en su propia cabeza. Pero lo cierto era que no, no eran sus pensamientos, porque lo que empezó a ver después no tenía nada que ver con el. Primero se vio a sí mismo, con veinticinco años, esperando con arrogancia y cierto descaro delante de la misma puerta que años atrás había cruzado como invitado y por la que había salido siendo un asesino. Con un aura distinta, con el brillo de la raza envolviéndolo en un manto que ni siquiera la magia podía ocultar. Las facciones marcadas, las nubes en su iris mucho más visible y el cabello alborotado cayendo como una invitación, o como un insulto en ese caso. Demasiado bien, demasiado entero. Vio desde otra perspectiva la pelea entre el y su padre, el intercambio de veneno entre ambos que había surgido de su arrebato inexplicable de odio, un berrinche injustificable. Y vio en primera persona el ataque de Aaron. No quiso verse tendido en el suelo otra vez, perdiendo sangre debido al desalmado ataque de su padre, que más que matarla, lo había extasiado hasta dejarlo inmóvil e indefenso, débil y moribundo. Sintió los pensamientos de Aaron. Arrepentimiento mezclado con una sed incontrolable, odio desmesurado y un cariño muy profundo, opacado por la venganza que necesitaba cumplir. Dejó de verse tendida en la nieve en medio de un invierno casi ocho años después de la muerte de sus padres adoptivos muggles. En algún punto que realmente no podía ubicar, su cerebro lo obligó a poner un alto o, al menos, un límite entre lo que quería saber y lo que ya sabía que se estaba entremezclando. La barrera, al igual que la mente y los recuerdos, no era sólida ni tangible, no era una pared que el pudiera ver o sentir o que se interpusiera entre cada recuerdo. Pero era lo bastante real como para indicarle cuándo debía poner cierta distancia. En más de una ocasión, viendo los distintos momentos en que el y Aaron habían compartido disculpas, enfrentamientos y abrazos, tuvo que recordarse que estaba en su cabeza. Centrarse sólo en lo que el gitano percibía de cada momento. Ira, amor, odio, pena... Y, finalmente... Paz, una paz completa y plena que iba de la mano con Matthew, a pesar de todo lo que habían pasado, al final, solo podía percibir como Augustine lo apreciaba, a su manera, la forma en que lo veía y ya no sentía ninguna de esas cosas. También podía sentirse a el mismo, ajeno a algo que conocía, ajeno a una mezcla poco favorable de dos cabezas unidas por una misma memoria. Al final pudo dejar de leer a voluntad, cuando quis, cuando hubo leído lo suficiente, sus ojos volvían a estar en la sala del portal, su postura estaba relajada. Así que el mismo decidió que ea tiempo de dejar de leer, que la prueba dentro de la prueba era aprender a salir del portal a cuenta propia y no porque este quisiera sacarlo. Se separó y avanzó hacia atrás, liberando su mente. Y después dd unos segundos, estaba de vuelta en la pirámide, con una luz tenue y el anillo con su nombre más unido a su dedo que nunca. Poso los ojos en Rosalia, sabiendo que había estado atenta a todo lo que pasaba y una vez más con la sombra de una sonrisa adornando la comisura de sus labios, le dedico una inclinación de cabeza.
  5. Dividir su mente era la parte complicada de todo aquello, porque ya había tenido que hacerlo en varias ocasiones, tanto en oclumancia como en la clase que estaba por finalizar. Tenía que centrar su atención en dos puntos y en uno ejecutar más acciones que el otro y no era tarea sencilla, ni siquiera para alguien con todos sus conocimientos. Suspiró. ¿Qué más podría hacer? Si no lo hacía, lo más probable era que Rosália se negara a presentarle la última prueba y no tenía ni tiempo ni ánimos para perder esa oportunidad, ya tenía demasiado tiempo pasando los obstáculos, más de lo estipulado, como para querer demorarse un poco más. —¡Matthew! La voz no era del presente, era una voz que conocía bien y era una voz que venía de otro tiempo, de un recuerdo, de su mente. Cerró los ojos, concentrándose, antes de dejarse llevar. Era la voz de Aaron. Al principio le costó andar y recordar a la vez, porque era como entrar y salir de su recuerdo, tal como si su mente fuera un pensadero y el un intruso. Pero después de unos minutos de ensayo y error, logró ver a medida que sentía el movimiento de la varita en su mano, apuntando hacia distintos lados. Incluso logró verse en el pasado, como si fuera un espejismo borroso de la actualidad. Era su propia palma, joven y sin nada en el recuerdo, con la estructura de cristal moviéndose con parsimonia tal como si fuera un reflejo muy ténue de lo que pasaba en el otro plano. Complicado, pero perfecto. —¿Aaron? —se preguntó en sus adentros. La casa en donde estaba era pequeña y confortable, la típica casa inglesa de época que solía conservarse en la actualidad como tiendas de aire antiguo o incluso cafeterías. Las lámparas de gas estaban encendidas a pesar de que era de día, quizás porque el clima ameritaba un poco de luz. El ocupaba un sillón de cuero más suave de lo que aparentaba ser en realidad, con la espalda recta y la mirada perdida por las ventanas abiertas que daban a la calle, observando con cierta renuencia la fachada londinense. No había pisado la ciudad en tantos años, casi una década, que no podía evitar sentirse un intruso o incluso sentirse en peligro. Y así como el tiempo había pasado para la ciudad, también había pasado para ellos. A diferencia del último recuerdo, ya no era un niño, ni siquiera en edad estudiantil. Era una hombre ya adulto, según los criterios de la comunidad mágica y estaba pronta a su gradución. Sus rasgos se habían marcado, no lo suficiente como para hacerlo ver como se veía en la actualidad, porque para eso habían pasado varios años más desde ese recuerdo, pero sí como para que fuera evidente que algo pasaba con el. Así que no fue ninguna sorpresa que Aaron lo reconociera con cierto matiz de, a su vez, no saber a quién estaba mirando. Enfundada en la típica túnica negra con dos cadenas de hierro simulando plata, el gitano en su sala de estar tenía una sombra casi lejana del niño que había sido la última vez. Era Matthew, sí, solo que sin ese aire infantil y esa inocencia escondida en algún lugar de un mal genio constante e injustificado. Ésta era un Matthew duro y con cierta oscuridad en el fondo. Pero cuando los dos se miraron, no hubo dudas de que eran los mismos de siempre, aunque tuvieran la misma cantidad de años crecidos sin verse. Sabia, que no debía quedarse ahí, donde su felicidad estaba en auge, eran recuerdos, o imágenes proyectadas de lo que él hubiera querido, nada de todo lo que estaba viendo era real, no debía quedarse, por lo que solamente sonrió de costado y avanzó por el lugar, recorriendo con su mirada una ultima vez la casa de su niñez, antes de llegar al umbral, para desaparecer por el, giro, y dedico una ultima palabra a quien se encontraba sentado... —Es relativamente fácil ubicarte —admitió el gitano—. Tal vez deberías ocultar un poco mejor tu dirección, nunca sabes quién podría encontrarte. Y desapareció hacia el cuarto blanco que Pereira había creado en un principio.
  6. Tardo un minuto, por no decir varios, en percatarse de lo que Rosalia le estaba diciendo. Ese recuerdo siempre le provocaba dolor de cabeza, un vacío en el estomago que no podía combatir sin tomarse un momento para respirar y digerir el pasado. Aun no lo superaba, dudaba en hacerlo en algún momento, así que tardaba un tiempo prudente en volver a guardarlo en lo más profundo de su cabeza para cuando fuera que alguien quisiera volver a sacarlo. Pero en ese instante, bajo la tutela de la Arcana y en medio del camino a la Pirámide, no estaba intentando guardarlo. De hecho, no había intentado nada mas qeu permanecer en paz con él y pesar de lo mucho que le doliera y una vez que puso un pie en el nuevo escenario, el otro lo siguió por inercia. El recuerdo se había cortado a la mitad y estaba seguro de cual era el motivo, aun tenia que llegar hacia la pirámide y Rosalía había puesto una prueba más en su camino, ahora eran puertas, luego de su breve explicación y el notorio apoyo a su pupilo, Matthew cerraba los ojos para seguir ahondando en esa memoria. No le hacia gracia ni le entusiasmaba, pero si debía hacerlo entonces lo haría con la frente en alto y una expresión de neutralidad aprendida. Al menos su mandíbula se había relajado después de unos minutos de presión, dejándole sentida la zona y con la compañía de los latidos de su corazón. Sus pasos llevaban un ritmo apremiante, aunque no iba apurado, conocía lo que debía hacer y por ello no tenia dudas al momento de andar, de seguir los serpentosos claros que permitían moverse entre los recuerdos de otras personas. Una pequeña gota de sudor bajó por el costado de su frente, algunas habitaciones vacías empezaban a ser llenadas, como si pequeñas imagines fueran creándose de la nada misma, como si los recuerdos flotaran en una nube tormentosa, flashes de memorias pasadas, presentes y pensamientos futuros... La mente de las personas podían ser muy curiosas, algunas un poco extrañas y perturbadoras, como la suya. Observó a la Arcana flotando a su costado, con una sonrisa, y por más que lo intentó, no logro ubicar un recuerdo de su mente en aquellas habitaciones, por lo que siguió caminando mientras tocaba cada marco de ellas. —Este no era tan malo. A diferencia del primer recuerdo, se veía mayor y no solo en facciones, sino que la edad y el conocimiento parecían gritar de sus ojos, cosa que se mantenía en la actualidad. Había dado un estirón considerable en tres años y sin explicación alguna. No era necesario explicárselo a Pereira, ella podía oír sus pensamientos claramente, como si fuera algo involuntario. —Creo que será algo entretenido, mientras yo me sumerjo en viejos recuerdos, usted aprende de mentes que aún no ha leído—intentó sonreír, pero solo una mueca se dibujo en su pálido rostro, intentaba no notarla, pero sabía que cada paso que daba, iba a ser vigilado por ella. —¿Es posible quedarse atrapado en un recuerdo?—tenia dudas, sentía curiosidad por tocar aquellas nubes en cada cuarto.
  7. Nicks de los Integrantes del Grupo: Rhiann Macnair R. Aaron Black Yaxley Arya Macnair Shelle Gryffindor Matthew Black Triviani. País Elegido: Rusia.
  8. Acepto tomar la mano de Rosália para con su ayuda salir de ahí, no necesitaba que lo hiciera, pero en esos tiempos un gesto de amabilidad a veces podía cambiarlo todo... Aun que Matthew no precisamente se caracterizaba por ser un mago amable, un movimiento en seco de la vara y quedó completamente seco. Si, definitivamente se estaba por volver loco, pensó por un momento que aquel lago tenia efectos alucinógenos o algo por el estilo, todo frente a el comenzó a verse borroso, lo que estaba creado por materia se volvió gaseoso, y desaparecía entre las nubes. Y por un motivo desconocido, al menos hasta que comprendió lo que pasaba, su mente recibió una especie de descarga que lo hizo cerrar los ojos con fuerza. Como un flash, muy similar a lo que ocurría cuando se recibía un Strellatus. Al abrir los ojos, sintió que estaba viviendo una realidad paralela, como si hubiera pasado de un plano a otro en un instante. Ya no estaba en el lago, los colores ya no eran vivos. Estaba en un lugar que recordaba bien, en medio de un Londres antiguo y algo derruido, una zona que le recordaba sus años de soledad y que no tenia ganas de recordar. Apretó los dientes y otra vez el mismo dolor de cabeza lo invadió, cuando intento cerrar sus pensamientos para reprimir el recuerdo. Regreso a la nada misma, si, ¿pero a que coste? Incluso se sintió mareado, puesto que lo que estaba pasando no era una intromisión de Rosália, sino de su misma mente. Su mente le estaba exigiendo que leyera su propio recuerdo, casi como si estuviera adentrándose en su mente como si él mismo, curiosamente, fuera su propia victima. Torció el gesto, mirando hacia la Arcana y sopeso la idea de continuar, aunque recordó el mar recuerdo de Baleyr y decidió que tal vez no era tan buena idea. —¿Por qué ese precisamente? —murmuró de mala gana, marcando todo el acento rumano en cada palabra. Se toco la frente como si estuviera cansado aun sin haber empezao y suspiró, proyectando en aquel brilloso fondo blanco diferentes situaciones. —Bien. El primer escenario fue de su niñez, cuando sus padres habían muerto, un recuerdo no tan doloroso por eso, si no por los años que vago en soledad hasta el reencuentro con sus padres biológicos, Candela y Aaron. Volvió a cerrar los ojos, esta vez con más parsimonia que antes, acompañando el gesto con un suspiro largo de preparación. Era momento de volver a la época en la que había vuelto duro, que lo había hecho madurar. Tan solo hacerlo sintió la intromisión, como buscaba en los compartimientos de su memoria hasta dar con al fecha exacta. El día de su expulsión, el primero y el ultimo que había pasado en la calle. O no en la calle, en ese sitio desagradable e inmundo que llamaban hogar de acogimiento. No era huérfano porque hubiera periodo a sus padres, era huérfano porque había matado a los muggles que se había hecho pasar pro tales. Aquel segundo escenario, seguramente no seria sorpresa para Rosália, pero antes de que pudiera decirle algo, ya lo había visto... Abrió los ojos lentamente, con la mandíbula fuertemente apretada, su ultimo y tercer recuerdo, se había materializado al ras del que el anterior se evaporaba. El tortuoso recuerdo de su reencuentro con sus padres... Fue aquella vez, la primera que el gitano pudo sentirse completo y eso, lo hacia sentir orgulloso de sus raíces. Con eso, esperaba haber completado aquella prueba con éxito. @ Rosália Pereira
  9. :ninja: vengo a dejar amór y desaparecer hasta el Lunes. Mucha trabajasion, cariño, nos leemos en discord. ❤️ 

  10. Matthew Black Triviani Al parecer tendría solo un alumno aquel mes, Mael, un mago tenebroso que había compartido filas dentro de sus misiones, alguien peculiarmente interesante y quien ahora dirigía todo desde las sombras de la Torre Negra... Podía sentir muchas veces la mirada de ellos en lo alto, donde alguna vez Black también estuvo. Su rostro no inspiraba confianza, ni tampoco demasiada emoción por impartir una clase de Meteorología, esperaba más alumnos, deseaba ver como se ahogaban en el Océano Índico. Movió sus hombros para restarle importancia a sus pensamientos y se adentró pasos a la Universidad, donde seguramente Mael ya estaría esperándolo. ¿Le había enviado una lechuza para avisarle como debía venir vestido? probablemente no, mejor, la ropa mojada es algo que no podía descartar. Era obvio que no se quedarían en los terrenos de la Universidad, donde seguramente los estarían vigilando y no podrían divertirse de la mejor manera que sabia, jugando con los encantamientos meteorológicos en una ciudad repleta de Muggles. Su capa ondeaba por el apretado paso del gitano, su ataviada capa negra escondía sus brazos, su pálido rostro resaltaba por sobre su vestimenta, decidió ignorar a toda persona que estuviera en los pasillos y se dirigió hasta pararse frente al mago, donde ladeo su cabeza y extendió su mano para saludarlo. Intento sonreír, pero no lo logro. Solamente saco su mano y girando la palma, señaló hacia una pared, donde próximamente abriría un portal con dirección al The Shard, uno de los edificios más altos de Londres. El plan era bastante sencillo, Londres se caracterizaba por ser una ciudad con mucha lluvia, Mael podía frenar la lluvia, o aumentarla, generando inundaciones. @ Mael Blackfyre
  11. Creo que la reacción "me enluna" será mi favorita xD 

  12. Buenas tardes, vengo nuevamente a preguntar cuando van a responder la clase que tengo esperando desde el 23 de Agosto... Veo siempre al equipo conectado, y las escuelas todas paradas. Veo que no soy el único con la misma incomodidad, y sin respuesta de las anteriores consultas de hace tiempo.
  13. Pucha, que quilombo, tuve que tocar la Advertencia, que por cierto, ni leí xD para poder postear... Ahora, vamos a lo que importa. (?) Según moderación, me retiraron el Libro de Situación Transitoria, editaron perfil, etc, pero aún sigue figurando que no puedo usarlo: Libro: Libro de Merlín Nivel: 40En situación transitoria, sin poder hacer uso del mismo. Y también, pido si pueden retirar mi casa de Hogwarts del perfil. ❤️ Gracias.
  14. —Vara de Cristal Murmuro Black tras ver la bandada de filamentos que salían de la varita de Asenath, rápidamente su arma mágica se había transformado en un bastón de cristal violáceo, convirtiendo sus hechizos cosas en un efecto inmediato. —Ignea Maxima— recitó. Polems de lirios de fuego se aplicaron a Black, confiriéndole inmunidad a cualquier tipo de fuego, por más poderoso que aquel sea, dejándolo protegido del primer ataque de la guerrera Uzza. Una pequeña mueca traviesa se escurrió por sus finos labios carmín, ladeando su cabeza de costado, para analizar el movimiento que estaba realizando su maestra, para su infortunio, era demasiado tarde, sus pies y seguidamente su cuerpo entero, se vieron envueltos en una Arena extraña, como si fueran pequeños cristales, ¡un arena de hechicero! exclamo en su mente, la mujer había sido astuta, sabia que podía utilizar algún rayo para hacerle pagar su golpe anterior... Matthew aún se sentía algo disparejo por su anterior ataque, si bien, no iba a morir, se sentía algo débil, pero aún así, levanto la mirada y atacó. —Caudex—murmuro, con los ojos cerrados por la arenilla. Asenath, ahora se vería envuelta por una cúpula de luz que bloquearía su magia, volviéndola como un squib durante lo que en duelos era un turno completo, sabia que no podría volver a utilizar aquel conjuro, pero todo dependía de ello, quería susurrar dirigiéndose hacia ella con un gesto de mofa, pero sabia que eso solo le traería problemas, y Black, era un mago inteligente como para jugar con una actitud así y terminar dentro de un ataúd de piedra. @ Asenath

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