Últimamente el chico se sentía verdaderamente desconectado, del mundo tanto mágico como muggle. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que paseara por las calles del pueblo de Ottery como lo hacía recién en su retorno. La última vez que recordaba haber dado una caminata había sido precisamente una noche en que algunos mortífagos, anteriormente compañeros suyos, invadir una mansión. Obviamente Danny no pasaba de largo y se le había ocurrido entrar para ver lo que sucedía, sin recordar que aquella noche era luna llena y él terminaba transformado en un licántropo sin razonamiento. Lo que había pasado luego no lo recordaba, pero como había sido reciente, el joven mago todavía experimentaba la debilidad propia que le dejaba los días después de aquella transformación.
Sin embargo, Danny no estaba dispuesto a reindirse fácilmente y después de tomar un poco de poción y brebajes para recuperar sus energías, había aceptado asistir a una fiesta que se llevaría a cabo en una mansión a la que él no conocía. Era de esperarse, puesto que la curiosidad del muchacho no tenía límites y le ayudaría a socializar un poco más con las personas de su familia y, ¿Por qué no? Hacer uno o dos amigos también. Así que dentro de unos minutos estaría en la entrada de la mansión vestido con un traje formal y un antifaz que le cubría medio rostro. Danny se daba cuenta de que los magos adoraban las fiestas de disfraces puesto que hacía poco había asistido a una y esta sería la segunda. Solamente una duda le tenía pensativo, ¿Qué se estaba celebrando?
La memoria del licántropo era verdaderamente horrible, todo tenía que anotar, todo le tenían que repetir. En su casa guardaba decenas de cuadernos con anotaciones por todos lados para no olvidar los eventos importantes ya sean familiares, escolares o laborales. Realmente era una suerte que el muchacho siguiera recordando su nombre y domicilio, o sería un mago perdido a quien todos considerarían un vagabundo. Aunque además de su nombre, familiares y domicilio, había una cosa que no había olvidado tampoco y era el hecho de que iría acompañando a una linda bruja que había conocido el año anterior en el local de su hermana, y para la que él llevaba un sencillo pero bonito ramo de flores. Danny no había preguntado si le gustaban las flores, pero se las llevaría igual.
Hasta el momento ninguno de sus familiares decían nada por las flores a pesar de que no estaba haciendo el menor esfuerzo por esconderlas, y así terminan a la entrada de la mansión Moody. Danny mira a su alrededor y camina junto con los muchachos hasta ingresar en el lugar en donde descubre que ya habían estado llegando muchos de los invitados. Realmente el joven se sentía un poco incómodo al ir vestido con aquél traje que era muy distinto a los vaqueros o ropa deportiva y cómoda que solía usar todos los días, pero entendía que no podía tomarse semejante atrevimiento en un festejo como aquél. Además, ¿Qué le diría ella? En fin, ya asumiendo que al pasar el rato se acostumbraría, mira a su alrededor nuevamente para buscarla y no tarda mucho en encontrarla entre la multitud vestida con un traje verde que le quedaba muy bien a pesar de que se le notaba nerviosa.
—¿Me permite?
El chico se había acercado a ella lo suficiente como para saber que ella podría escucharle, le mira de frente con una sonrisa y le extiende el ramo de flores que había llevado para ella.
—¿Estás nerviosa?
Pregunta ladeando un poco la cabeza sin dejar de mirar la expresión de Darla, luego sonríe un poco una vez más y le confiesa. Aunque después de verla un momento se da cuenta de que había cometido un error, quizá Danny solo se proyectaba en ella y era él quien sentía nervios al encontrarse presente en ese lugar. A pesar de ello, el muchacho se mantiene con expresión relajada y no deja de prestar atención a la chica, ya que al ser sordo necesitaba observar las expresiones de las personas para no perder detalle de lo que le decían.
—También yo. Los festejos no suelen ser mi fuerte.
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