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GoshI

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  6. El lugar parecía acogedor y lo suficientemente reservado como para que el italiano se sintiera seguro de soltar la lengua sin reparo alguno. Sin embargo había algo en la soltura de la Malfoy que no le terminaba de convencer del todo, y Federico era una persona a la que le gustaba tener las cosas bajo su control. No iba a permitir que ningún detalle escapara a la suerte. Sinceramente no le interesaba en lo más mínimo la sarta de objetos tenebrosos que pudiera tener Mistify en su cuarto, salvo por aquello que se escondía bajo sus sábanas cada noche. Más precisamente bajo su ropa interior. Podría apostar una suma importante de galeones que no se trataba de algo sacro; ¿o acaso existe alguna mujer que no suelte sus demonios al momento de ser tocada por un hombre? -Me imagino que matarás a ese elfo, ¿verdad? Sonrió arqueando una ceja apenas la criatura se había marchado. -Espero que el hechizo del que me hablas funcione a la perfección o tú y yo tendremos un grave problema a futuro. Esta vez soltó una carcajada. Aflojó los hombros y se inclinó hacia delante, clavando sus ojos verdes en los suyos con la mirada intensa que tanto le caracterizaba al vampiro. Se había negado a la bebida que le era ofrecida, pero había procurado saciarse de sangre anteriormente para no caer ni un sólo segundo en su maldito instinto. Con los codos apoyados sobre la mesa comenzó a hablar. -Estábamos hablando de negocios. -Entrelazó sus dedos colocándolos sobre la madera.- Sé que ella está aquí, la vigilo día y noche sin descanso. Lo único que necesito de ti es una coartada. Y su cuarto, una vez terminemos el trabajito sucio. Me gusta, es bonito y se encuentra muy cerca del suyo. Soltó una risa nerviosa. Soltó las manos e hizo una floritura con los dedos de su derecha. -Salvo que quieras hacer otro tipo de trato... No terminó de decir la frase que la garra de la Malfoy se encerró en la muñeca del Di Giorno, tomándolo completamente por sorpresa y apoyando su antebrazo sobre la mesa al cruzarlo con el suyo. Con los ojos saltones vio como la bruja enarbolaba la varita para dar paso a lo que era claro y justamente necesario. Llevó la mano libre al bolsillo de su pantalón y tanteó su vara de álamo temblón. No pudo evitar mostrar sus blanquecinos dientes en una curva. "No confías en mí, eres muy lista..." Levantó la mirada, esperándola. Debía prestar atención a cada una de sus palabras. Un juramento inquebrantable no se hacía todos los días.
  7. Verla fue lo más similar a un espejismo. Semejante mujer con tan bellas curvas no podría pasar desapercibida para ningún hombre, mucho menos para un galante como Federico cuya debilidad por la carne humana superaba a lo que significaba cualquier vestigio de sed por la sangre para un vampiro. Alzó una ceja, disimulando muy bien el resto de todas las reacciones físicas que podía tener ante semejante presencia. Al menos para ello estaba muy bien entrenado, así como para otras cosas que quizás no tenían tanta relevancia. El recorrido de la mirada del vampiro fue sutil, hasta enfocarse en sus ojos y dibujar una sonrisa de lado. Sacó las manos de los bolsillos y no dudó un segundo en acercarse, adelantándose al movimiento de la dama como buen caballero que era, para tomar su mano y sin desviar sus ojos, depositar entre sus nudillos un beso de cortesía luego de bajar aquel peldaño. -Me temo que tantos años de experiencia con las mujeres me llevan a tener muy bien controladas ese tipo de tentaciones milady. -Soltó su mano con suavidad y se incorporó, colocando las suyas por detrás de su espalda.- El cambio de locación y el nuevo equipamiento de seguridad no ha hecho más que desorientarme y por ello me he demorado. Antes de ceder la palabra a la Malfoy agachó la cabeza en una leve reverencia. -Sin embargo no me excuso y le pido mis más sinceras disculpas. -Volvió a erguirse con la misma sonrisa en sus labios, mostrando sus blanquecinos dientes.- Quiero alegar además, si me permite, que se encuentra tan o más hermosa que en nuestro último encuentro. Un leve tono rojizo se elevó a las mejillas del italiano, cuyo tono rozaba un grado de picardía muy típico en su discurso. Desvió la mirada hacia sus laterales y frunció los labios, llevando sus manos al frente para entrecruzar sus dedos a la altura de su ombligo. -Me imagino que nuestra conversación continuará en un ámbito privado. A menos que quiera hacer de lo nuestro algo público. -Sonrió sarcástico, sabiendo muy bien que la respuesta de Mistify podría ser tanto favorable como de un rechazo rotundo con terribles consecuencias. Sin embargo se arriesgaba; por alguna razón le fascinaban las mujeres desafiantes y la Malfoy era una de ellas.- No me quejaría en lo más mínimo.
  8. Federico Di Giorno El caminar elegante del vampiro enmarcaba un estilo elitista que lo definía como aristócrata, dueño en su caso, no de la voluntad de un pueblo, sino de su propia imagen y persona en sí. Su cuerpo era vestido por ropajes que parecían datar de décadas o siglos atrás, con detalles de color en un pañuelo o algún botón que traían a su figura un anclaje perteneciente al posmodernismo. Sino, su cabello era el que se encargaba de variar, corto, pero maleable, llevándolo esta vez con la gomina sujetándolo hacia un lado, un tanto levantado en volumen, dándole mayor vuelo a su mediana estatura. En resumen, le gustaba lucir bien, sobretodo en ocasiones especiales como aquella. No era la primera vez que visitaba la Mansión Malfoy, más si la primera que se dignaba a ingresar por la puerta principal. La clandestinidad era su fuerte, pero su visita en esta ocasión meritaba cierta formalidad que estaba comprendida dentro de sus planes. Volver a enfrentarse a esta mujer cara a cara era un gran reto para el italiano luego de tantos años de agachar la cabeza a causa de su error. La vergüenza le había carcomido el cerebro día y noche, hasta que logró comprender que lo que había logrado superaba mucho más a lo que tenía como objetivo principal en aquel momento y para lo que había sido contratado, y por ello mismo ahora no temía enfrentarse a su cliente una vez más. La tortura siempre es más efectiva que la muerte cuando necesitas poder. Pero esta vez estaba dispuesto a completar su objetivo, sin pedir nada a cambio. Necesitaba deshacerse de cierto estorbo, a cualquier precio, y qué mejor aliada... -Buenas noches. -Saludó el castaño al ser recibido por uno de los elfos de la mansión. Sonrió ampliamente.- Busco a la señora Mistify Malfoy, de parte de Federico Di Giorno. Llevó las manos a los bolsillos y accedió a la invitación de la criatura, traspasando la puerta para ingresar al vestíbulo, donde se dispuso a esperar. Caminaba de un lado a otro, arrastrando un tanto los mocasines, hasta que encontró una columna donde apoyarse sobre uno de sus hombros. Sí; había algún que otro mueble para tomar asiento, pero prefería encontrarse alerta a cualquier estímulo externo que se presentara. Sentarse incluye reposar al menos un mínimo porcentaje de sentidos, que el italiano no estaba dispuesto a desperdiciar.
  9. El elfo yacía desmayado a un costado de la cama con el rostro enrojecido y las manos arañadas. Tenía el moño del cuello corrido de lugar, notando bajo el mismo una profunda cicatriz morada enmarcada por el fino dibujo de las venas que la rodeaban. Le temblaban los dedos de las manos, como si se tratara de un tick. -No entiendo cuándo cuernos te desharás de ese animal. La voz de Federico hizo levantar la mirada de Goshi cuyos ojos se encontraban llorosos e hinchados. Se separó de la pared acercándose a la chica arrastrando los mocasines en el suelo y al llegar a ella le tomó las manos agachándose frente a sí. Tenía una sonrisa tan radiante que a la Malfoy no hacía más que causarle repudio. Regurgitó y le lanzó un escupitajo en la cara. El italiano cerró los ojos apretando los labios, al mismo tiempo que tomaba con fuerza las muñecas de la squib y las retorcía apenas en un grado de intensidad. -No... Aprendes... -Abrió los ojos, cargados de ira.- No, claramente no. No aprendiste nada, ni aprenderás así te de una y mil lecciones. Soltó una carcajada que parecía la de un psicópata y soltó las muñecas de Goshi dándole un empujón para arrojarla a la cama. Se abalanzó encima suyo y con una mano aprisionó su cuello contra el acolchado. La ojiverde luchaba, pero su escasa fuerza no le permitía más que presionar sus muñecas mientras el aire se le agotaba en los pulmones. Tampoco podía gritar. Federico parecía extasiarse con ello. Llevó una mano a su muslo para apretarla contra sí y se acercó a su rostro para darle un beso en la mejilla al mismo tiempo que soltaba su cuello. Una caricia recorrió sus brazos, hasta tomarle las manos a la fuerza y entrelazar sus dedos con los suyos. Sonrió y se apartó, dejándola ir. La Malfoy pegó un salto de la cama colocándose del otro lado de la misma mientras tosía con fuerza. -Es... Estás loco... -La tos entrecortaba sus palabras. Federico parecía divertirse con ello.- Demente... Vete... ¡LEJOS! ¡Aléjate de mí! El italiano, cruzado de brazos caminó de espaldas hasta encontrarse con la puerta de su cuarto y detenerse allí. Su rostro se encontraba calmo y alegre. -Ahora que he vuelto a encontrarte, no te librarás de mí tan fácil, Goshi. -Volvió a soltar una carcajada y salió del cuarto inmediatamente. Goshi se quedó allí, de cuclillas, un rato, sosteniendo su cabeza con fuerza sin entender demasiado. La peor de sus pesadillas volvía a presentarse ante ella, como si no hubiese tenido forma de escapar de él nunca.
  10. La sola idea de mojar sus labios en alcohol hizo que me saltara el brillo en los ojos de felicidad, aunque su doble chiste me habría entusiasmado un poco más. Ya conocía a León lo suficiente como para atajar esa clase de bromas, aunque quizás, con un poco de alcohol a veces las bromas terminaban en... -Claro que sí, sabes bien que no puedo negarme a una copa. -Chasqueé la lengua.- O dos... ¿O tres? Solté una carcajada mientras el Crowley llamaba a la pelirroja y realizaba el pedido. Me quedé pensando un segundo en sus palabras, pero por sobretodo en aquella única palabra. Traición. Tenía tanto como tan poco significado al mismo tiempo. No sabía el significado de aquella palabra por sí misma, pero si tenía muy en claro lo que era por quienes la rodearon a lo largo de su vida. Era incapaz de cometerlo, pero había estado mucho tiempo rodeada por la palabra traición a raíz de sus lazos familiares. Volví a poner los pies en la tierra y bajé la mirada que había desviado inconscientemente hacia el cielo para encontrarme con los ojos del Crowley. Supe que era la persona que más lo entendía en aquel momento, o al menos así me creía yo. ¿Importaba la diferencia? Le sonreí. -Pascual es un viejo cretino que debes tener de tu lado siempre o te hará la vida imposible. -Tamborileé los dedos sobre la mesa cual marcha militar.- Estos meses casi ni he pisado la Taberna por su maldita culpa. Sacudí la cabeza. -Pero por él no debes preocuparte, ya casi todos desconfían de lo que dice. Generalmente una sarta de mentiras o rumores que nadie termina por comprobar. -Frunció el entrecejo.- Los más peligrosos somos nosotros mismos León. Resopló. -Lamentablemente hay que andar con los ojos y los oídos bien abiertos a todo momento. O, ¡zas! -Golpeó la mesa divertida, provocando un pequeño salto en la postura del demonio.- Te toman desprevenido y eres carnada para el pez gordo.
  11. Te olvidas que también nací yo ññ
  12. Entrar a la mansión no me había sido tarea fácil, y yo no era una Caperucita como para andar escondiéndome del lobo por el camino corto del bosque. La Rosaleda me parecía muy bonita, de no ser por las espinas que te perforaban la piel de caminar sin andar con cuidado de dónde pisar. De todas maneras, prefería no recordar cada vez que insultaba a los patriarcas por ese sinfín de obstáculos que le haría la vida imposible a los caminantes. Yo era uno de ellos, aunque ya pensaba en procurar otro tipo de entrada antes que volver a atravesar semejante y basta zona de jardines. Atravesé la puerta con paso firme, y cuando ambos pies estuvieron ya del lado de adentro de la mansión respiré profundo dibujando una sonrisa de satisfacción en mi rostro. Me quité la capucha sacudiendo un tanto el cabello para que se soltara y apenas me quité el piloto un estallido a mi lado izquierdo hizo que pegara un sobresalto, notando la presencia de un elfo bastante peculiar. -Señorita Goshi. -El elfo hizo una reverencia. Aunque así y todo no quité de mi rostro el gesto de desagrado.- Mi nombre es Raikkonen y es un orgullo darle la bienvenida a la Mansión. Acentuaba de forma exagerada la letra R, lo que me resultaba un tanto gracioso. -Bonito nombre... -Se agradece el halago, mi dama. -Hizo un ademán con la mano para indicarme las escaleras.- Si me permite la acompañaré con gusto hacia su cuarto. Hemos recibido al elfo Warhol con sus pertenencias, pero me pareció apropiado recibirla personalmente. Sonreí de lado un tanto incómoda. -Pues... Gracias. Completé la sonrisa hacia el otro lado y me dispuse a caminar detrás de la criatura con los ojos dispersos en cada detalle que decoraba la mansión. Había pisado aquel lugar anteriormente, sin embargo mi mirada estaba más dispuesta a encontrar a cierta persona que a vislumbrar el lujo que bañaba aquellas paredes. Era todo muy extraño. Caminar allí como una más, pisar los escalones sin miedo, para luego recorrer los pasillos con total libertad, era algo que no esperaba que algún momento fuera a suceder, al menos no hacía unos años atrás cuando mi techo se trataba de uno totalmente distinto. Por suerte sabía que no volvería a pisar aquel sitio, de no ser por querer recuperar cierta criatura. Era lo único que extrañaba. Si no fuese tan grande, quizás hasta pudiera robarlo. Pero no; no, no, no. Una Malfoy no hace esas cosas. ¿No? Me quedé tildada, inmersa en mis pensamientos, mientras seguía al elfo sin dar cuenta siquiera de la cantidad de escalones que acababa de subir. Cuando me quise acordar estaba llegando a la tercera planta. Miré hacia la izquierda del pasillo y algo me hizo sonreír, aunque no sabía exactamente qué. El elfo me condujo con gesto amable hacia el ala derecha, haciéndome soltar una carcajada cuando dejé de visualizar el lado contrario. Cuando entré a mi habitación, correspondiente a la segunda puerta, Warhol temblaba de pies a cabeza del otro lado de la misma. Cerré de un portazo sin importar la presencia de la otra criatura y apreté mi puño al dirigirme a Warhol con el rostro cargado de furia.
  13. Rubiaaa!!! *o* Si querés yo puedo adoptarte para que seas prima de Moni *-* sólo decime y lo traigo de las orejas a Crazy para que apruebe todo lo que falta *lo mira feo* Ahora que tenemos castillo, pásense a rolear! Aprovechemos xD Creo que nada más o.o La usurpadora, esperando por su amoooooor, la usurpadora... (8) *agita los brazos*
  14. Ficha editada a pedido de los Líderes por baja del Bando Mortífago. GoshI, Moderadora de Harrylatino.org
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  17. -Wow... no recuerdo haber visto esto anteriormente... Warhol iba caminando unos metros más adelante, mientras llevaba entre ambas manos las maletas de la Malfoy. Tenía los ojos tan abiertos y la mirada tan exaltada como la de su dueña, quien no podía creer lo que estaba viendo. La Comunidad Mágica vivía tiempo difíciles y parecía que su padre se había dispuesto a mejorar la seguridad del hogar, seguramente por no querer que el Ministerio se quedara acéfalo, ni sus hijos con la herencia. Su mirada de asombro cambiaba de a poco mientras recorría aquella estructura con la mirada, sin encontrar siquiera una maldita puerta, o cerradura que le permitiera pasar. ¿Acaso era necesario sí o sí aparecerse dentro para ingresar allí? No era que amara caminar, pero Goshi no tenía otra opción, mas que aquella, y Warhol. Al girar hacia un lado en busca de su elfo, un chasquido le hizo denotar que fue en aquel momento justo en el que el mismo había desaparecido con sus cosas. Cerró los puños. Apretó los dientes. Maldijo por dentro y entró a desesperar. Estaba sola en las afueras de la mansión, con una verja de por medio y ni una gota de magia que le permitiera hacer estragos ante semejante estructura. -Malditos Malfoys.... -Susurró, más luego gritó.- Más fácil comprar perros, mediar un lago, ¡pero no! ¡Una maldita reja sin puerta! Sus pies se adelantaron pisando con fuerza. El viento hizo que la capucha del piloto que llevaba puesto se volara hacia atrás, dejando que sus cabello oscuro se liberara al son de la brisa. Un tono rojizo invadió el iris de sus ojos y cuando sus manos tocaron la verja una voz grave e imponente hizo que la Malfoy cayera de espaldas al suelo del susto. Los hierros de la reja comenzaron a contorsionarse, en un baile metálico cuyos chirridos aturdían los oídos de cualquiera que por allí pasara. Goshi había dado varios pasos hacia atrás cual cangrejo mientras sus ojos no se despegaban de aquello. Las formas que tomaban aquellos barrotes eran extrañas, un tanto deformes, figurando de a poco lo que parecía ser un rostro viejo y arrugado, de gesto serio y un tanto temible para aquellas horas de la noche. -¿Quién es y cuál es el motivo de su visita? Goshi titubeó. Los labios le temblaron un poco, más luego tragó saliva y se aclaró la garganta desviando la mirada primero al suelo para luego fijarse en aquellos extraños y horribles ojos. -Goshi, soy miembro de la familia... -¡¿Una Black?! Alzó la mirada al cielo, mordiéndose los labios para decir palabrotas, respiró fuerte y volvió a dirigirse al señor "Cara de Reja". -No soy Black... Se levantó del suelo, con el ceño fruncido, sacudiéndose la ropa, mientras apretaba su puño derecho clavando las uñas en la palma de su mano. -Soy Goshi Malfoy Rowle, y me dejarás pasar, o tendrás que darle explicaciones a mi padre, el señor Ministro. Los barrotes de metal y la voz de "Cara de Reja" se distorsionaron nuevamente, hasta que el sonido había cesado y un hueco que ocupaba el mismo lugar que la nariz de aquel rostro le abrió paso a la ojiverde para ingresar por primera vez a aquellos jardines como miembro de la familia. "Espero que esa reja no haya sido idea de Mistify, o tendré doble motivo para asesinarla." Se sonrió a si misma y volvió a colocarse la capucha, para avanzar a paso lento y constante hacia las puertas de la Mansión.
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