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Orión Yaxley

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Todo lo publicado por Orión Yaxley

  1. Derecho a cupones: Nick: Orión Yaxley Link al perfil: http://www.harrylatino.org/user/46902-orion-yaxley/ Premio en la Lotería Navideña ( 25 cupones) Total de cupones: 25 cupones
  2. ID: 46902 Nick (con link a la ficha): Orión Yaxley, http://www.harrylati...e-orion-yaxley/ Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla) http://www.harrylati...e-orion-yaxley/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...e-orion-yaxley/ Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2021-1-10 Objeto: Felix Felicis Puntos: 160 Precio: 9320 G Total de Puntos 160 Total de Galeones: 9320 G
  3. Orión Yaxley

    Libro del Caos

    - ¿Las ruedas del libro? Primero tenemos la del Poder, que puede limitar el rango de hechizos del contrincante. Debilitarlo lo incapacitaría a accionar con magia más poderosa. No era su favorito, pero bastante útil cuando se encontraba con contrincantes de su mismo nivel mágico. Se acordó de su preciado Anular, hechizo mortífago por excelencia en tiempos lejanos. - La rueda del Tiempo, que puede alterar la eficacia o no del hechizo o acción realizada por el oponente. Está vinculado a la Rueda de la Fortuna, que sigue la misma línea de acción pero es mucho más potente porque abarca más decisiones del contrincante. Las dos, útiles, pero bastante volátiles. Sobre todo la segunda que, después de todo, no se llamaba rueda de la Fortuna por azar. - Luego la rueda del Caos, que tiene afecta la potencia de los hechizos propios, las cuales puede multiplicar la potencia del hechizo, o limitar su éxito. Si tuviera que elegir alguna favorita, estoy completamente seguro que sería esa. Ahora, los Señores (y Señoras) del Caos. Eran… siete, sí. - Cícople, que te ayudará. El Trol, que bueno, no tanto. La Ninfa, con poderes curativos. La Hechicera que te intentará matar. El buen Peeves, me impresiona que se pueda invocar con este hechizo. Y bueno, el Señor del Caos que depende de su humor –y los dados, claro. Orión había contestado todo tan pronto había cruzado el Fulgura Nox desde su Manor a Egipto. Lleva su cabello cobrizo y canoso corto, con una barba de un par de días. Vestía una camisa clara, pantalones y zapatos de vestir. Algo común para la comunidad mágica.
  4. - Siempre preocupado por la política sobrino. Pero está bien, alguien de la marca debería encargarse de eso. Después de todo, el poder viene de varios lados. No quiso inmiscuirse más. Gatiux había hecho muy buenas preguntas. Algo estaba oliendo mal en el Mundo mágico. Si un grupo de muggles encontraron un inhibidor de la magia, eso quería decir que venían trabajando con cierta parte de la comunidad mágica tiempo atrás. Y no tenía las ganas, ni las energías, de ponerse a proyectar conspiraciones y cazar gente subversiva a la causa. Ahora estaba él, cocinando para la familia con panceta, huevo y preparaciones típicas escocesas, de donde viene la familia. Seguía en la cocina, entre las hornallas y los platos. Sintió a Gatiux pasar detrás de él al fregadero por agua. Suspiró, sabía que el proceso para enmendar el tiempo pasado sería largo, pero no por ello una tarea tediosa. Ella valía lo valía todo. Eso no impedía qué, al igual que ella, no se enfrascara en sus propios pensamientos negativos. Hasta que la entrada de Maida lo sacó de ese eje. - Pero querida, siempre estás invitada, sólo hace falta que pases más por casa. Es más, ¿sigue siendo su hogar verdad? Sí bueno, Aaron y Maida podían tener otras residencias dónde pasar el tiempo, eso es obvio. Pero Orión se inflaba el pecho de orgullo con lo logrado en la Manor gracias a sus residentes. Y como la vieja casa tenía un aura de magia antigua, las tareas domésticas como limpiar la chimenea, regar las plantas o barrer las tenía que hacer con sus propias manos. Es más, entre Gatiux y él bromeaban que una trabajaba trayendo la pasta a la casa y el otro se encargaba de mantener todo el orden. - Mucho gusto, Albus. Bonito nombre –dijo un poco severo y en broma. Sólo quería hacerlo incomodar, verdaderamente no tenía malas intenciones-. Lo bueno es que la Manor ya cobró un poco de vida, ¿no? Se acercó a Gatiux para darle un beso en la cabeza y pasó sus manos por el cuerpo de ella para abrazarla desde atrás. - ¿Quieres que te prepare unos hotcakes con miel, arándanos y chocolate? –le susurró. Cualquier comida caliente le vendría muy bien. Luego levantó su vista azul, mientras retraía las manos y pasaba a ubicarlas en los hombros de ella. - Con Zíngara te refieres a Candela, ¿verdad? Está más loca que una cabra esa mujer. Y eso te lo digo yo, que he visto el futuro en el cereal –sí bueno, él tenía sus cosas también-. ¿Sabes que va descalza a todos lados?
  5. - Yo no llevo esas porquerías en el bolso. Un rosario… qué ocurrencias tienes. - Sí, no vaya a ser que nos prendamos fuego, ¿eh? –dijo, pegándole un leve codazo en chiste, intentando romper su cruce de brazos. Todo era risas y diversión hasta que, bueno, lo que fuera que protegía la barca se empezó a materializar frente a lxs dos. El propio vapor, energía o lo que fuera que rodeaba a la barca se desplazaba lentamente hacia el centro del lago. De a poco, lo que parecían botas empezaron una marcha lenta pero incesante. Luego, unas piernas esqueléticas nacieron desde las mismas y se entrelazaron cual zarcillos traslúcidos. Se hizo presente la cadera, que llevaba cadenas de prisionero. Una columna con escoliosis unía la pelvis con el resto del tren superior. Si alguien musicalizara estas escenas, la opción coherente era el tema de una batalla contra algún jefe de videojuegos. Y así Orión se aferró a su varita. - Me preguntaba cuándo nos íbamos a topar con compañía… Giró rápido su muñeca mientras pensaba en unas Flechas de Fuego. Desde la punta de la misma se dispararon filamentos brillantes de color naranja que se desprendieron hacia todas partes frente a los dos magos. Se detuvieron unos segundos y cambiaron trayectoria hacia la amenaza que se avecinaba. Sin embargo, como se imaginaba, los filamentos atravesaron el cuerpo traslúcido del fantasma. - ¿Quién se atreve a profanar nuestra tumba? –la voz casi que gutural perforó sus oídos. Pasó de ser una mandíbula moviéndose al aire a una calavera completa con dos rubís brillantes como ojos-. Encontrarán… su muerte. El lago, su descanso. Orión frunció el ceño, no estaba acostumbrado. Se estaba encontrando con enemigos demasiado charlatanes. - ¿No compramos un grimorio antes de venir verdad? –le dijo a Gatiux sin quitarle la vista al fantasma. Le lanzó otro hechizo que tuvo la misma suerte como el primero. El Fantasma ahora estaba frente a la pareja, dando el primer paso sobre la orilla de piedra. Tanto Gatiux como Orión retrocedieron unos pasos. Había algo curioso, la cadena que salía de su cadera estaba conectada con el pequeño farolito de la barca. Como si el mismo fantasma estuviera atado a lo terrenal. Y si bien, Orión sabía que la mayoría de los fantasmas dependían de cuentas sin resolver o alguna maldición, quería probar todas las instancias antes de tener que razonar con él. - Buenas, señor Fantasma, ¿podemos ayudarlo en algo? ¿Alguna cuenta pendiente? Ya sabes para que… -hizo señas con la mano como si lo estuviera echando-. Se vaya al más allá y eso.
  6. - ¿Qué creo que signifique el poder de las estrellas? Orión caminaba a la par de Gatiux mientras miraba hacia el cielo. Se llevó la mano al mentón pensando. Su tren de pensamiento se disparó. Intentaba recordar cualquier tipo de ritual que cumpliera con la descripción de los centauros. Sabía, de todas maneras, que la respuesta le iba a llegar en el momento necesario. Como siempre. Bajó la vista hacia el camino y luego hacia ella. No quería excluirla de su razonamiento. Estaba por hablar, pero sin darse cuenta habían llegado hasta la cueva de Berenci. Él tomó refugio con ella cuando Niko comunicó las precauciones. Soltó a su vez una risa cuando su pajera hizo alusión a llamar al viejo centauro loco. Volvió sus ojos a la entrada cargada de magia oscura. Luego, intercambió pensamientos con Gatiux. Él había entendido a la primera, pero la verbalización de ella fue todo lo que necesitaba. Pasar de ser un flaquito torpe a un grandote torpe tenía una condición: ser carne de cañón. - Ya me enfrenté a una acromántula, ¿qué es lo peor que podría pass…? Mejor me callo –le dijo en voz baja a Gatiux y dio un paso de su refugio. Con la varita encendió una tímida luz y se adentró a la caverna. - ¿Sabes? –dijo en voz alta, casi que queriendo mirar hacia atrás pero sin despegar la vista de enfrente-. Me quedé pensando en lo de las estrellas. Creo que se refieren invocar el éter. Verás, los cuerpos celestes tienen magia, como existe aquí en la tierra, pero cada uno rige aspectos que nos atraviesan. Tal como Neptuno con el misticismo. El gran error es pensar que los planetas giran alrededor nuestro. Sus pasos eran firmes y estaba en posición de pelea, con la derecha en frente y la izquierda a un costado. Con eso pretendía minimizar el espacio de impacto de hechizos: su cuerpo. Las paredes de la cueva de un momento al otro se expandieron. Seguían en completa obscuridad, pero era obvio que se encontraban en una gran cúpula. - En realidad es uno el que le da sentido. Una estrella no nace con un fin, sino que a través de la magia, transformamos su poder. ¡Claro! Que idi***, es ESE ritual… De repente un puntito de luz, tal como él llevaba en su varita, apareció del otro lado de la caverna. Orión puso los ojos como platos e invocó un escudo protector que difuminó el ataque enemigo. - Se nota que habla un experto… -una voz ronca se originó del otro lado -. En hablar estupideces. Antorchas comenzaron a encenderse bordeando las paredes del domo, desde el extremo donde estaba el grupo, hasta el otro lado, como si fuera un efecto cadena. Berenci los había recibido en una especie de ring. - Estoy considerando seriamente mi amistad con los centauros después de esta noche.
  7. - ¡CUIDADO! –gritó un turista que estaba por cruzar la calle. El mortífago se corrió a un costado cuando esquivó el auto que estaba por embestirlo. Los autos no eran los mejores amigos de Orión, que estaba por comerse cualquier accidente de tráfico. Tuvo que saltar a un costado, jadeando, casi que viendo toda su vida al pasar. Lanzó un par de insultos por lo bajo, sobre los muggles y sus costumbres. Y, por sobre todo, los franceses y su est****a costumbre de manejar para el otro lado. Cruzó la calle sin distraerse mucho. Si bien, no se había separado demasiado de Gatiux, estaba sólo, intentando llegar a La Bastilla. Algo muy dentro de él le indicaba que ése era el lugar donde tenía que estar. Sus pasos fueron, un poco toscos, esquivando turistas y, obviamente el carterista de turno intentando sacarle cualquier joya presiada. Bah, como si tuviera algo robable, más allá de su set de té y bueno, el ocasional ingrediente exótico. Bueno, eso podía ser un poco valioso. Pero no, que nadie toque su set de té, porque se podía morir, o matar a cualquiera. Su parca lo protegía del aire gélido que de repente se levantaba. Aún, con esas temperaturas tan bajas, las calles estaban atiborradas de gente. Las evitaba, a veces con éxito, otras... casi sacando el hombro de lugar de algunas personas. La variedad de personajes le podía llegar incluso a ser impactante. Hasta se había cruzado de un pollo bailarín que iba moviendo el cartel de un lado al otro para vender pollo frito, o algo por el estilo. Los faroles de repente lo iluminaron de costado y un bocinazo lo asustó. Otra vez estaba cruzando mal y otra vez lo estuvieron a punto de atropella. Otro tipo le pegó, esta vez, un insulto de arriba abajo. - ¿Dónde es que está La Bastilla? La próxima vez Gatiux me debería llevar con correa, no quiero perderme de nuevo. El piso estaba helado. A veces me pregunto cómo es que el tipo no se mató desnucándose todavía en esa noche en Paris. Fidelio
  8. https://i.imgur.com/pfeKPL1.jpg - La Bastilla En La Bastilla, el tumulto se hacía cada vez más notable, pero parecía que la causa no era algo en particular, sino que simplemente la actitud de oveja los obligaba a estar todos juntos. Y eso era el paraíso de los y las rateras de la ciudad. Una casta que Orión respetaba, de lejos, pero respetaba. Para Gatiux era como estar en Disneylandia y en parte, el mortífago, se sentía atraído, casi que por osmosis. - Mira, allí, allí. El del gorro burdeos. Los dos se detuvieron y Orión revisó qué estaba sucediendo. Un tipo de la calle hecho y derecho, en busca de una presa. Hacía frío y si no fuera por ese largo abrigo, seguramente se moriría de hipotermia. Caminó con cierto sigilo, sin ni siquiera la necesidad de tener un vínculo entre la vista y el objeto a robar. Era como si fuera un vidente, sabiendo exactamente dónde poner la mano y en el momento justo. Y así, tal como se acercó, metió la mano y arrebató un dispositivo electrónico (un móvil para quien esté leyendo esto), tal como le hicieron varias veces a él. Es más, sentía un poquito de empatía, como que quería detenerlo, pero a su vez, no, si a él le habían robado, ¡que le roben a otra persona! - ¿Lo has visto cómo se movía? Ha sido muy refinado. Parecía un felino, en ningún momento ha rozado nada con el brazo. Ella no se ha dado cuenta de nada. - ¿Sabes? A veces me apena tanto talento desperdiciado. Se me ocurre, ¿por qué no abres una escuela paraladrones? Imagínate un ejército de… No sé, cuervos negros que te traigan cosas bonitas y brillantes de vez en cuando. Haciendo analogía a los cuervos y de cómo se robaban todo lo que brillaba para sus nidos. Se sentía un genio en ese momento. Siguieron caminando, mientras que él estaba atento a cualquiera de sus compañeros. Les había indicado específicamente mezclarse con la gentuza sin magia de Paris. Algo que bueno, sabía ciertos miembros del bando no cumplirían específicamente con el pedido. Bebió del té que había aprovechado a comprar cuando Gatiux se acercó por una crepe. Le costó tomarlo, estaba demasiado amargo. Sin quererlo (o con toda intención) se encontraron finalmente en La Bastilla. Fidelio
  9. Oh la la. París, su ciudad mentirosa favorita. París es como esas mansiones enormes y ostentosas, llenas de cortinas aterciopeladas y demás decoraciones con adjetivos rimbombantes, sólo que cuando entras te descubres con decepción que está decorado con el plástico más barato y las restauraciones más pedorras. La ciudad de la gran cultura, si de lo patético estuviéramos hablando. Evitaba visitar la ciudad lo más que podía. Después de todo, Orión era casi como cualquier otro muggle disperso entre las calles parisinas. Con los bolsillos completamente robables. Casi que iba con el monedero mocke en el cuello, pero hasta él sabía que hasta eso tenía riesgos. A veces me pregunto cómo es que tanto ella como él terminaron juntxs siendo tan dispares. Digo, una la maestra del robo y el otro, bueno, siendo él. De todas maneras, casi como blanco de cualquier carterista y sabiendo dónde estaba metido, disfrutaba del momento. De una Gatiux apoyándose en su bicep, envalentonándolo y emocionada por todo lo que estaban viendo. - Bueno, de los muggles se pueden aprender un par de cosas, ¿verdad? –Le susurró mientras veía hacia atrás por si no los seguía nadie-. Ahora, ¿por qué los muggles no dicen que no directamente? Ah, cierto que no tienen armas. Como él. Que si uno se pasaba de vivo, bueno, los puños serían lo mínimo. Iban caminando por el borde de la basílica iluminada. Bueno, Paris de noche tenía su cierta magia. Y si bien, toda esa situación podía acercarse a un tipo de luna de miel, los dos estaban ahí por una misión un poco especial, junto con todo el bando. Y, él por su parte, estaba atento a cualquier tipo de señal que les indicara hacia dónde tenían que ir. La misión era simple: conquistar diferentes puntos y hacerse de la ciudad. Después de todo, el departamento de aurores de Francia estaba un poco en crisis, ya saben, con toda la guerra mundial y esas cosas que atañan a las naciones. Así que… para Orión caos era igual a oportunidad. Había enviado lechuzas con notitas sobre el suceso y esperaba que sus compañeras y compañeros respondieran al llamado. De repente, la gente se comenzó a amontonar muy cerca de donde ellos estaban. El Yaxley afinó la vista, sin perder el monedero de entre sus pertenencias. Será que… ¿esta era la señal que estaba esperando? Fidelio
  10. Aún después de tantos años de conocerse, Orión seguía sorprendiéndose con las situaciones en las que se encontraban. Sobre todo siendo él vidente. Pero es que, de repente un día estás tomando té tranquilo en la Manor, con los pies calentitos con pantuflas y al otro, sacrificando una cabra en un volcán para conseguir una piedra preciosa con propiedades mágicas para él y monetarias para ella. Esta vez, fue incursionarse a un famoso bar de waffles como en burbujitas con helado y algún que otro topping. Obviamente que se le antojó, uno de menta granizada, de esos gustos que nadie pide sólo el 5% de la población. A diferencia de ella, él solía ser más paciente con las cosas. Se dispersaba viendo a los muggles pasar con sus maletines y celulares. Estaban en medio del distrito financiero londiense. Algunos pájaros. La brisa invernal de enero. El té que tenía en las manos para calentarse los dedos. Gatiux por el otro lado estaba lidiando con lo suyo… a su manera. Y, el Yaxley estaba a punto de comentarle algo para calmar los ánimos cuando ella se apresuró y apuró a la mujer de enfrente. Como a él le gusta el caos, decidió ver, sabiendo más o menos cómo iba a terminar la escena. Después de todo, esa mañana, se machó de lleno con la pasta dental en su sweater y por más que fuera el más torpe de toda la comunidad mágica, eso tenía que significar algo. - ¿Señora, va a tardar mucho? Voy a llegar tarde a una cita. - ¿La cita es con el peluquero para quitarte ese horrible color de cabello? Orión sólo pudo llevar la mano a la boca, como ahogando un pequeño grito de sorpresa. Negó con la cabeza chasqueando la lengua. Esas cosas no se hacían y Orión sabía que esa venganza se iba a servir literalmente fría. La mujer se fue a sentar y les tocó para pedir. Entrecerró los ojos cuando tuvo que pagar el tercer Bubble Waffle, esperaba igual que ella se lo dejara. Estaba famélico. - Amor, sujétame mi desayuno. Tengo que ir a tropezarme. - Lo que necesites querida. Te espero… allá, donde pueda ver mejor. Vio toda la escena. El desastre. La catástrofe. Y estaba riendo como niño de 3 años con una travesura, mientras que lamía un poco de su helado que chorreaba por el cono. Y eso que los dos tenían como cuarenta y pico. Cuando salieron del local, Orión le sacó la lengua y con uno de los dedos bajó uno de los párpados a modo de burla. Luego buscaron un café en algún lugar un poco comercial donde él se horrorizó con la forma en que preparaban el té. Se desaparecieron rumbo al bosque. - ¿En qué lugar del mundo crees que estamos? - En algún bosque maldito. Pero nada más maldito que esa cafetería, Gatiux, ¿dos saquitos de té en el mismo vaso descartable? ¿¡Con agua hirviendo!? ¡Esa gente debería ir directo a Azkaban! ¡Por atentar contra el sentido com.. Apareció el otro alumno y Orión detuvo su rant. Le devolvió al saludo y carraspeó. No quería que pensara que fuera tan loco a la primera.
  11. Cuando Gatiux explicó su teoría sobre la cantidad de muertos en el lago, Orión se estremeció. Que sean mortífagos no significaba que les gustaba asesinar a mansalva, no eran psicópatas. Capaz entendían que la muerte era otro instrumento en la vida y había secretos valiosos en donde otrxs podían considerarlo tabú. Aun así había límites que eran demasiado cruzar. El alma de una persona se destruía con cada una de esas acciones: hay que saber bien a quién asesinar. Soltó una pequeña risa ante la elocuencia de Gatiux. Ni muerta, claro, porque el lago estaba lleno de muertos. Tomó la iniciativa para buscar algo que los ayude a cruzar mientras seguían hablando. - Sí, seguramente son réplicas. Lo que no entiendo es cómo la Orden no se acercó antes a comprobar el alcance de la magia oscura. Iban caminando por la orilla del lago buscando algún indicio de cruce. Bien podrían buscar las escobas y acercarse a cada isla volando, pero para hacerlo debían estar… con todos los sentidos en línea. Desde ahí que optó por seguir buscando algún modo vehicular más seguro. Después de todo tenía un leve presentimiento que sería tarea imposible. Una barca. Una barca sería lo ideal. Y justo había una descansando a unos escasos metros. - Mira, ahí más adelante hay una barca. Podemos prepararla con algún tipo de magia oscura protectora así no se nos da vuelta a la mínima de cambio. Ni bien se iban acercando, Orión pudo notar una especie de capa gaseosa que rodeaba la tímida embarcación. Estaba atada a un poste con una farola viejísima, de esas que ya no se fabrican más, ni se ven en las ferias vintage. Estaba quieta, como si estuviera congelada en su sitio. Lxs dos se quedaron en silencio, uno que se rompía cada vez que las múltiples goteras alimentaban incesantemente en el lago. - Procedamos con cautela. Fíjate en el borde del bote y la superficie del agua ¿ves la capa gaseosa? –dijo señalando desde donde estaban parados. Sí bueno, la antorcha no era la más grande del mundo, pero entre ella y la iluminación del farol, algo se podía notar- Dime que tienes agua bendita o algún rosario en tu bolso. No hice el curso de conocimientos de exorcismo.
  12. Aparecerse en Paris no era el deporte favorito de Orión. Era una ciudad demasiado turística, con gente yendo y viniendo para todas partes. Muggles de lo más irrespetuosos, tenía que agregar. Incluso los carteristas eran moneda corriente: robos a personas distraídas con una habilidad sorprende. Y ninguno de ellos era Orión, por lo que le molestaba más el tema. Por eso, tenía que andar preparado y palpar sus bolsillos por si llevaba todo bien: su monedero mocke, la varita y algún encendedor mágico para incendios rápidos. Llevaba una parka oscura con felpa dentro, unos pantalones oscuros abrigados y botas. Paris en invierno era más horror, porque hacía frío. Paris en verano peor, por el olor a orina en las calles. Paris era horror en general para él. Ya entendemos más o menos la idea. Y así, en una noche de luna llena, tenía una misión: hacerse de los lugares más icónicos de toda la ciudad y conquistarla para el bando, claro está. Ir de aquí para allá, hacer lo que tenía que hacer y desaparecer para la Manor, a tomar un buen te para recuperar el calor corporal. - Quítate viejo –un muchacho de unos veinte de la mitad de su tamaño casi que lo intentó empujar a un lado sin mucho éxito. Orión alzó la varita con mirada bélica para que el grupo de adolescentes que acompañaban al insulso se echaron a reir- ¿Qué harás, disciplinarnos con un palito? Por Dios, dejan entrar a cualquiera al país ahora. Oh, si supieran. Si realmente supieran. Se giró para el otro lado y comenzó a caminar en vistas de la Torre Eiffel con las manos en los bolsillos. Se concentró en pensar en algunas estrategias para visitar los espacios y tomarlos. Capaz los pintarrajeaba con aerosol o los prendía fuego como para que sepan que era de él. Tenía una mente un poquito especial para ese tipo de cosas. Después de todo, era Vidente y sabía que, aunque fuera el único, tendría una mini victoria esa misma noche. Por último suspiró, soltando vaho mientras miraba, con sus azules ojos, la punta del monumento francés. La clave para la protección de esa noche era: Semper Fidelis.
  13. - Según dicen los rumores, la puerta demanda un sacrificio. Veamos si tienen razón. Gatiux se cortó la mano con la Daga del Sacrificio y Orión sintió la herida en carne propia. A veces, cuando te importa mucho una persona la empatía puede superar algunos límites. Se acercó hasta la Malfoy y juntxs dieron un par de pasos hacia atrás expectantes a lo que iba a ocurrir. La cueva les había hecho una pregunta tácita sobre la seguridad de la pareja en entrar. Y el sacrificio fue la respuesta más clara que se podía dar en el momento. Entendían el precio. Así, las piedas vibraron, el suelo temblón y la puerta mágica comenzaba a darles un vistazo de lo que se encontrarían más adelante. Tal cual como si se hubiera llevado el cuento de Alí Babá y los Cuarenta Ladrones. Tanto que Orión susurró: - Ábrete sésamo… Al tiempo que el mecanismo les daba permiso de entrar, Orión tomó con sus dos manos la palma ensangrentada de Gatiux. Canalizó su energía mágica e imaginó cómo la piel se cerraba y la sangre fluía correctamente. No era un experto en primeros auxilios o en las artes sanadoras, pero sabía lo suficiente como para intencionar curas en heridas superficiales. Y tal como apareció ese corte, se curó, incluso la sangre perdía se había recuperado, de alguna manera. Ahora que Orión había aplicado una Curación, podían seguir con su camino. Orión volvió a encender la antorcha, que hacía lo que podía en ese lugar. Avanzaron seguros, con la una al otro y varitas en alto. Bordearon la corriente marina que ingresaba al lugar hasta que la arena pasó a ser piedra y las paredes comenzaban a distanciarse cada vez más y más. Se encontraron con que la cueva era mucho más extensa de lo que podía parecer desde afuera. Estaban en la cueva correcta, por si algunx le llegaba a quedar una mínima duda. Se encontraron con un lago calmo de agua estancada. - No sé si prefiero estar más aquí que allí fuera –pronunció viendo cómo la entrada era un punto pequeño en la lejanía. Con la varita lanzó un lumus hacia el centro del lago. Algo supo interceptar a medio camino la bolita de luz que cayó en picada hacia la superficie del lago. Bufó, intrigado. De repente, las islas comenzaron a brillar. Si estuvieran en el monte, Orión hubiera pensado inmediatamente que estaban frente a la luz mala. - Nos están llamando, ¿no te parece? –dijo mientras se acercaba a la orilla del lago. Veía su reflejo solamente- Así que este es el famoso lago de inferis, ¿cuánta gente tuvo que matar para llenar el fondo de muertos?
  14. - No lo sé, estaba usando ese pergamino como posavasos para que el café no dejara cerco en la mesa. Lo encontré bajo un montón de pergaminos con otros rumores y no le di importancia en su momento, hasta ahora que el rumor empezó a ser un ruido constante. Sé que hay algo que vigila el lago aparte de los inferis, aunque no decía el qué. Orión soltó una leve carcajada mientras saltaba entre unas piedras del sendero. El mago promedio seguramente encontraba la misión bajo un destino sagrado o algún informante valioso de vaya a saber qué comunidad mágica antigua y secreta. Mientras que ellos dos encontraban esas aventuras en los sitios más cotidianos. En este caso, en un improvisado posavasos. Igual, en algo tenía razón, los rumores corrían rápido en la comunidad mágica y, sobre todo, en plena guerra. Hacía poco habían pasado sus primeros días de retorno a Inglaterra encerrados en una mentira: aparentar ser muggles. Y, a decir verdad, robar información y desaparecer como si nada, parecía un juego de niños desde la perspectiva actual. Siguiendo la misma línea, Orión sentía que el mundo mágico se tornaba cada vez más peligroso. Pero a mayor riesgo, mayor la recompensa. - Sí, bueno… no sé. Me parece que vamos a estar en un peligro más real que otras veces. Además hoy miré antes de venir la baraja que me regalaste y me salió una carta de esas de mal augurio. - Tranquila, una carta sola es un indicio, pero nunca te definirá nada. La clave es usar esa información a favor. Ya sabes, actual en… -pegó otro salto entre piedras- a favor. Cuando se giró para ayudarla a cruzar el pequeño vacío, puedo ver de reojo cómo una ola bastante grande se les acercaba. Con la varita de turno (una pequeña, flexible, de núcleo con fibras de corazón de dragón) susurró un Fortificum, para que un muro de piedra negra, grueso y resistente, pudiera cubrirlos de la amenaza inminente. Pasaron de una oscuridad total, a la luz de ese horrible día cuando la muralla se desmoronó mágicamente. Orión estaba abrazando a Gatiux, poniéndole la espalda al mar. Levantó la mirada, miró para los costados. - Bueno, eso estuvo cerca. Siguieron caminando por el borde del acantilado. El mar se enfurecía a cada paso que daban, como si una fuerza quisiera impedirles el paso. La experiencia le decía a Orión que seguramente se trataba de eso. Y tal como hablaba con Gatiux, los dos llegaban a las mismas conclusiones casi en la totalidad de los casos. La antorcha de repente se apagó. Cualquier encantamiento que él le había aplicado sucumbió a las artes oscuras que rodeaban a la cueva. Fue ahí cuando levantó sus ojos azules y, entrecerrándolos, pudo divisar la entrada. - La famosa Cueva del Horocrux –dijo entre dientes. Era mucho más grande de lo que pensaba. El agua entraba y salía con un ritmo hasta tétrico, como si la entrada fuera en realidad el hocico de una bestia enorme. Sabía que se trataba de ella, porque de todas las cavernas que habían investigado, era la única que desprendía un viento aciago. Ser mortífagos les daba esa ventaja: sabían cuándo estaban por enfrentarse a las artes oscuras. Sólo faltaba un trecho más: unas escaleras de piedra que se desprendían de la pared y conducían a la entrada de la caverna. - Preparemos las botas con el ungüento antideslizante. Tienen la misma seguridad que una casa fenixiana. Ninguna. Se acercó a la Malfoy de cabellos violeta. La miró diretamente en sus ojos ambarinos. La tomó de los antebrazos. - No te preocupes, yo estoy aquí por ti y tú lo estás por mí. Somos un equipo. Hasta siempre. –cada vez que terminaba una oración asentía, como dándole más fuerza a cada una de las palabras. Porque eran sus verdades. Porque eran sus máximas.
  15. En esos momentos, Orión le hubiese gustado tomar algún banquito, sentarse y escuchar atentamente a Sauda con las manos en el mentón. Que la Arcana compartiera los mismos criterios que él le daba una cierta seguridad y, por qué no, calor corporal. Era ese no sé qué que le indicaba que estaba en el camino correcto. Porque la mente es la mezcla de todas nuestras experiencias y juicios. Orión nació para relacionarse con otras personas y así es como cultivó su información, sus memorias, su mente. Si tuviera que arrancar lo invasivo, tenía que prender fuego todo el bosque. Y hasta él tenía algunos límites. Ahora, la pregunta de que si vale la pena lo sacudió. Se dio cuenta de algo fundamental, de las piezas de su mente, de sus pensamientos y de los límites de las otras personas. - La Oclumancia… Entiendo que es libertad. Libertad de elegir. Y fue contundente. Para él, hacer lo que quería era su más preciado objeto inmaterial. Y, el sólo hecho de que existían personas que podían cruzar esos peligrosos límites En ese caso, si el mortífago entendía bien, la habilidad se basaba en la reacción. Y era ahí donde encontró la clave. Su mente, su conciencia, su aura le marcaba bien por dónde tenía que desarrollar su concepto. Entonces, fue así como volvió su vista a la copa de los árboles, que bailaban ante la leve brisa. Entendió que había capas, algunas finas y otras rígidas, que iban expandiéndose exponencialmente. Las primeras, las ramas más gruesas resultaban pesadas, se entrelazaban y amortiguaban más la luz y, a medida que iba subiendo el recorrido, las extremidades de los árboles adelgazaban y jugaban entre ellas. Sintió el viento en su cara y construyó su mente con su sistema de creencias, intercambiables, que algunas podían tener más importancia que otras en algún momento y viceversa. Los legilimantes no podían saberlo todo, y tenían que concentrarse en una cosa a la vez. Y así fue como probó. Sintió que el haz de luz que se colaba y le pegaba directamente en la cara comenzaba a molestarlo. Se encandilaba. Tenía que taparlo. Colocó algo preciado, pero no importante en ese momento, como punto primero, y así fue bajando, de lo menos importante, a lo más requerido en ese momento. No valioso, sino exigido. Porque valioso, todo en su mente era valioso. Las ramas primeras de a poco empezaron a abrazarse, atenuando la luz del sol. Luego, las ramas medianas se entrelazaron. Por último, las gruesas. Y Orión quedó sucumbido ante la oscuridad tenue de las sombras. Había expandido su mente, como cuando una piedra cae a un lago y las ondas recorren toda la superficie. Ahora, quería sol, pero no tanto. Levantó las manos extendiéndolas y como gesticulando la apertura de una ventana, dejó simplemente abiertas las capas más finas y las medianas. Sólo la gruesa lo defendía, y sentía el calor justo del sol. Las copas de los árboles funcionaban como metáfora perfecta. - Arcana, entiendo que la Oclumancia es un diálogo con el intruso. Yo puedo recibir esa energía y re direccionarla lejos de mi mente. De esa forma puedo dejar pasar lo que quiero, lo que necesito y bloquear lo que no. Concentró sus fuerzas mágicas y una onda expansiva, leve, salió de su coronilla. Toda la vegetación se movió hacia atrás y las copas volvieron a cerrarse, refugiándolo del sol. Se sentía en paz con su mente y había silencio. Por fin, había silencio. Pero estaba completamente drenado y necesitaba descansar. Hacerlo conscientemente le era agotador.
  16. Dados: 24 + 24 + 34 + 21 + 31 = 134 Astronomía y Astrología muchas veces se mezclaban. Una era una ciencia mágica en sí misma, la otra se desprendía de las artes adivinatorias. Gatiux, en ese momento, estaba estudiando los cielos y cuerpos celestes tal como él le había enseñado una vez en la Sala de los Planetas en el Ministerio. Compartieron los datos y él resolvió sus sospechas. La pareja compartía la opinión. Pero faltaba un hilo conductor y Orión tenía más dudas que certezas en ese momento. Se giró para comentarlo algo a Gatiux cuando se cruzaron, ella puso los ojos en blanco y él supo casi al instante qué estaba sucediendo. - Aquellos que habrán de revelar la profecía se encontrarán con los humanos. Pero estos tendrán que demostrar que son dignos de ella antes de que salga el sol. Orión entendió todo de una. No era la primera profecía que escuchaba y no hacía falta mucho análisis. Había una prueba qué cumplir y los centauros estaban íntimamente relacionados con eso. Y bueno, con ellos. Ah, pero la cara de incrédulo del mortífago no cambiaba. Entrecerró los ojos, mirándola fijo. - Amor… acaso, ¿eres vide…? - ¡Orión! –gritó el Rouffous. El Mago Oscuro no terminó la frase que levantó la mirada y vio que toda la manada de centauros se acercó al grupo. Algunos hablaban entre ellos. Otras mantenían sus arcos, brillantes, casi preparados para cualquier ataque. - Existe una vieja profecía entre los y las centauros alemanes. Sabemos que necesitamos la parte de los humanos para comprenderla y tal parece que ha llegado el día. Nos impresiona sus conocimientos, tal parece hablamos el mismo idioma. Entre ustedes, la mujer y el viejo sucio están en lo correcto. - Oiga. - Mi nombre es Minrar y soy la líder de esta comunidad. Han demostrado dignidad. Sin embargo, no somos los únicos guardianes de la profecía y dice así: Cuando los seres mágicos se unan frente una amenaza en común. Cuando la aguja gorda comulgue con la delgada y tres campanazos, tres, se escuchen en toda una ciudad. Cuando todos sepan y nadie quiera olvidar. La centaura suspiró. - Berenci fue el centauro que la descubrió por primera vez hace décadas. Compartió la primera parte, pero, al darse cuenta del poder que le confería la profecía total se auto exilio. El resto ya lo imaginas viejo loco –se referían a Orión, que parecía ofendido ya, él, ¿loco? Claro que sí-. El Ermitaño… es él. Y Neptuno rige esta noche. De pronto, el círculo de los centauros se rompió, para formar una leve salida hacia uno de los senderos que se perdían desde el pequeño asentamiento. Minrar se quedó mirando a la lejanía. El sol ya estaba por ponerse. - Él… no se las pondrá fácil. Invoquen el poder de las estrellas. Realicen la llamada de los astros. Canalicen el poder del éter. Que los jóvenes tengan cuidado –se refirió a Niko y a Zoella-. Berenci los usará de señuelos seguramente. Es astuto, pero tengo el presentimiento que entre ustedes dos –señaló a Gatiux y a Candela- podrán engañarlo.
  17. Tenía la vista fija en el mar, que rompía con fuerza en el acantilado. Giró hacia la cueva y volvió a refugiarse junto al fuego. Había una tetera calentándose junto con una cazuela con arroz y huevos que había preparado. Se sentó junto con ella y se sirvió un poco de té. Controló que tenían todo, la Daga del Sacrificio, algunos brebajes curativos y ungüentos y una antorcha preparada con hierbas protectoras. Seguramente Gatiux estaba haciendo lo mismo, siempre era la más preparada de los dos. Ella era la astuta y él básicamente pack-a-punch. Gatiux había encontrado, entre sus viejas cosas en la Torre Oscura misiones inconclusas de triadas pasadas. La mayoría estaban basados en mitos que ni Orión pudo concluir su veracidad y por lo tanto, quedaban encajonados. Era menester manejar bien el recurso humano y en plena guerra… ¿perseguir cuentos de hadas? No había lugar para eso. Y la famosa cueva del Horocrux era una de ellas. Pero, a diferencia de cualquier otra misión, esta lo preocupaba un poco. Le daba una suerte de mala espina. Por eso, entre Gatiux y Orión había una cierta serenidad. - Si seguimos más al norte nos vamos a topar con la cueva –sentenció tras beber lo último de su té y devorarse básicamente lo que le quedaba en la comida. Se levantó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Habían preparado unos trajes térmicos porque hacía un frío que calaba los huesos, básicamente. De su mochila sacó la antorcha para encenderla antes de apagar el fuego con las botas. Cubrió su cabello cobrizo y canoso con la capucha de la parka. Quería cuidar su calor corporal todo lo que podía. Por más que fuera completamente audaz en la mayoría del tiempo y sin importarle mucho las consecuencias, ¿ahí? Al contrario, quería estar seguro. Pisadas firmes. Objetivo igual. Estaban bordeando la costa, haciendo un par de saltos un poco arriesgados. La tormenta cada vez se iba levantando y periódicamente tenían que ir resguardándose en las diferentes cuevas naturales. Pero es que tampoco había otra opción para avanzar. Ya estaba jadeando, el esfuerzo físico era notable. - ¿Recuerdas específicamente quién trajo la información de la cueva? Sé que nos encontraremos inferis pero, toda la información posible ayudar. Se apoyó en el borde de la cueva y se asomó para ver cuánto le faltaba. - ¿Te encuentras bien?
  18. Lo bueno de tener preparados los roles con las circunstancias de los dados xdd Nick 1: Link al perfil: Orión Yaxley Nivel del Personaje: http://www.harrylati...e-orion-yaxley/ Link a la ficha: 25 Link a la bóveda: http://www.harrylati...e-orion-yaxley/ Mazmorra: Título de la Mazmorra: Torre del Dragón Link al Topic abierto para realizar la Mazmorra: http://www.harrylati...rre-del-dragon/ Último dado del horror, en serio de 1/30 me salió 25 o sea qué ondaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
  19. Tirada El Mago Oscuro estaba frente a la puerta trampa apestando a doxycida, con la camisa blanca a medio chamuscar, la cara llena de hollín y con la nariz roja y completamente irritada. Quería irse a su casa, meterse en la bañera y no salir por dos años básicamente. Aunque tenía el presentimiento que Gatiux lo iba a estar manguareando en el patio junto con Trasto. Tampoco estaría igual, en ese calor de la jungla cualquier cosa que implique refrescarse le venía bien. Bueno, estaba harto. Sacó el libro, lo apoyó en el rectángulo que accionaba el dispositivo y abrió la puertilla trampa. Nuevamente se encontró con la terraza y la hoja que faltaba del libro de Dumbledore. La tomó sin pedir permiso porque sabía que el gran Opaleye de las Antípodas estaba detrás esperándolo. La gran criatura lo reconoció y tras calentar su garganta por unos segundos lanzó una gran llamarada que cruzó toda la terraza. Orión saltó hacia un lado y contratacó con la varita con un: - ¡Obscuro! Una cintita negra fue volando directamente a la cabeza del dragón, ocultando los ojos. El mismo comenzó a moverse de un lado al otro, buscando quitarse el tapa-ojos mágico y enfureciéndose cada vez más con el mortífago. El resultado fue una criatura desesperada, lanzando fuego por todas partes y un Orión oculto tras la puertita trampa que usó de trinchera. Esta vez apuntó a la parte sana que le quedaba a la terraza y pronunció uno de sus mejores hechizos: - Confringo –pronunció casi automáticamente. Orión trabajaba así: veía una oportunidad y la tomaba, porque ya sabía qué tipo de resultado se iba a encontrar. No era la primera batalla, ni sería la última. Un rayo plateado se disparó de la punta de la varita e impactó en los pies del dragón. La explosión causó otro hueco donde cayó la criatura. La terraza, ahora, estaba casi destruida. En esas ocasiones, en los que una criatura mágica era el enemigo, las estrategias recicladas funcionaban. Pero todo tenía un límite, uno que estaba casi que por cruzar porque apuntó a uno de los pilares de la terraza y pronunció otro hechizo explosivo: - Reducto –esta vez, entre dientes. Emprendió carrera para alejarse del estallido. La torre se derrumbó sobre el dragón, que quedó atrapado entre toda la piedra negra. El mortífago buscaba, así, anular cualquier movimiento errático de la criatura para que él pudiera escapar. Se asomó por el boquete y vio que el hocico del mismo seguía al aire y lanzando fuego a lo que él respondió con un simple: - Impedimenta –haciendo que un rayo escarlata se expulsara de la varita y viajara directamente a los ojos del dragón aturdiéndolo un poco. Y, aprovechando la ventana de acción, volvió a girar la varita, esta vez para decir:- Incárcerus. Tres gruesas cuerdas se materializaron, volando directamente al hocico del Gran Drakan para que no pueda seguir lanzando fuego. Así Orión, inmovilizando a la bestia con un par de simples hechizos, giró los talones y abriendo un Fulgura Nox, desapareció rumbo al MACUSA. En esta ocasión preparado, ya que primero le sacaría fotocopia al libro y quedarse, obviamente con todos los conocimientos.
  20. Tirada! La tercera puerta, con la imagen del dragón, estaba un poco más afectada por el incendio de la última vez. Tenía marcas negras y se veía alguna que otra abolladura en la madera. Tampoco que le importara mucho a Orión, que blandió su varita tras soltar un leve Incendio, un fuego se expulsó directamente a la superficie. El líquido inflamable reaccionó y el mecanismo, tras un CRACK, le dio paso al mortífago al desmaterializarse con una leve capa brillosa. De todas las puertas, ese acertijo era el que más le gustaba. Le parecía sumamente simpático. Pero Orión sabía lo que había detrás de la puerta. Suspiró, dio un par de pasos y sintió el veneno con el que se había encargado de luchar antes. Este entró nuevamente por sus fosas nasales, después de todo no era conveniente gastar energía mágica si realmente no se sabía con qué se enfrentaba uno. Y, como acto reflejo, comenzó a toser. No había mucha ciencia en lo que seguía. Tenía que apuntar la varita, tomada prestada a vaya saber quién, y pensar en un simple Anapneo. Cuando lo hizo, sus fosas nasales y vías respiratorias en general se liberaron completamente. Inmediatamente pensó en un Casco-Burbuja para crear la misma protección que en su última visita. Respiró el aire puro aunque concentrado en ese pequeño espacio. Cruzó el salón que antes había estado en llamas, con cuidado de no tropezar en el hueco enorme que había dejado el dragón cuando le tendió la trampa en el techo. Llegó hasta el último pedestal, tomó la página, la enrolló como a las otras y la guardó en el libro. - Bueno, ahora sólo falta el último paso. A ver si el viejo muchacho aprendió algo de nuestro último encuentro –se dijo así mismo mientras cruzaba el salón. Explotó la burbuja en la escalera de caracol y subió hasta el último piso. No estaba cansado, pero ya quería terminar su pequeña peripecia para poder avanzar hacia el último desafío. Recuperar la hoja perdida y poder volver a su hogar. En el transcurso de la caminata pudo ver cómo la torre había sufrido de su última batalla. Las piedras estaban oscuras por el fuego y se podía ver una fragilidad general de la estructura. - Sólo espero terminar con esto antes de que se me caiga todo encima.

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