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Videncia


Sajag
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Crazy intentó por enésima vez tejer un portal que los sacara de allí, las finas hebras de oscuridad brotaron lentamente y lucharon por entrelazarse, por completar el dibujo que abría las puertas del viaje, pero algo se lo impidió, como si una fuerza invisible les impidiera tocarse y los repeliera. Exhausto, dejó ir las hebras y masculló una serie de insultos. Sus portales nunca fallaban, nunca, era incluso capaz de burlar los más poderosos hechizos antiaparición. Allí estaba operando magia antigua y muy poderosa.

 

Súbitamente se dio cuenta de que estaba solo, en algún punto de la huida precipitada se había separado de su hija y del arcano. A su alrededor se escuchaban gritos, explosiones y en el ambiente flotaba el familiar aroma de la magia. Eso le trajo recuerdos del pasado, de la arrogante e ingenua versión de sí mismo que inundó el mundo mágico de muerte en pos de un ideal.

 

Nuevamente sintió un tirón, un impulso de la intuición, y se lanzó rodando hacia su derecha. Un rayo de color púrpura impactó en el lugar que había ocupado solo un segundo antes y se giró para ver al brujo que lo había lanzado. Era un mago egipcio alto y calvo, vestido con una extraña túnica blanca y que blandía una de aquellas extrañas varitas hechas de papiro. Una cicatriz surcaba su boca, partiendo sus labios en dos de una forma macabra.

 

- No me esperaba menos del Lobo Blanco - dijo en un inglés con fuerte acento -

 

- Maldito lunático, las arenas del desierto se habrán vuelto de color carmesí cuando acabe con vosotros

 

El egipcio no respondió solo enarboló la varita lanzando un enorme chorro de fuego en su dirección. Crazy invocó un muro a través del fortificum que lo detuvo y se lanzó hacia un lado, lanzando un Avada Kedavra. El rayo esmeralda surcó el aire llenando el bosque de un resplandor antinatural hasta que desapareció, rechazado por su adversario como quien espanta un mosquito. Atónito, Crazy pestañeó.

 

- Pero qué narices...

 

- Vuestra era llega a su fin, inglés, estoy seguro de que puedes verlo - respondió con calma -

 

Crazy lo observó durante un instante, sopesándolo.

 

- Vitae

 

El muro de piedra que acababa de invocar tembló y cobró vida, de él se desgajó un enorme gólem de largas piernas y brazos. Crazy se impulsó con una proyección mágica y aterrizó sobre su cabeza justo cuando la criatura descargaba un descomunal puñetazo sobre el extraño egipcio. Pareció invocar un escudo, pero la inercia del golpe lo mandó volando un par de docenas de metros ladera abajo.

 

- Sácame de aquí - dijo Crazy encaramado a su rocoso compañero -

 

El golem se giró con inusitada rapidez para su tamaño y comenzó a trotar asestando manotazos para apartar los árboles que se encontraba en su camino. El Malfoy hizo todo lo posible para no caerse aunque se le había olvidado invocarlo con alguna clase de asidero. La súbita visión del egipcio recuperando el conocimiento y siguiendo el rastro de árboles destrozados golpeó su mente como un rayo y desapareció. Fue reemplazada por la intuición del camino a seguir, como si una brújula interior le indicara la posición de su hija.

 

No tardó mucho en encontrarla y, sin bajarse del gólem, le gritó:

 

- Ya sé que me repito pero tenemos que irnos

 

Mackenzie se giró, había uno de esos egipcios atado a su lado y ella tenía en la mano un extraño objeto de aspecto antiguo. ¿Alguna de sus reliquias de arqueomagia?

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La respiración del Arcano se hacía más pesada con cada inspiración que llenaba sus pulmones de aquel aire polvoriento en la batalla. Sajag, a pesar de todos sus conocimientos, permanecía ajeno a la batalla y contemplaba como sus dos pupilos mantenían en ritmo y luchaban por sobrevivir al ataque. Había notado el mohín de la mujer al notar que él no había sacado su varita. No hacía falta. Había leído las profecías del destino de los Arcanos, alguna escritas por él mismo, así que no hizo nada por convencerla de que estaba en un error al mostrarse dura con su pacífica reacción. Ella era aún una principiante dentro del mundo de la Videncia. Apretó más la mano en el hombro por el que se desangraba y, sin hacer nada por curarse, y sonrió, preocupándose más porque entendiera el motor de la Habilidad que de ayudar en la batalla. Crazy Malfoy también estaba luchando, aún un poco lejos de ellos, pero también adaptándose a las Visiones que ahora le golpeaban. Estaba a punto para iniciar su prueba final; al menos, ahora no las rechazaba.

 

- ¿Y cree que esa Profecía no era correcta? Las Profecías siempre lo son, retazos de lo que va a suceder, de lo que sucedió, de lo que está sucediendo. Los Videntes no somos responsables de las interpretaciones que le dan a nuestras palabras. Podemos luchar contra ellas e intentar que no se cumplan o podemos adaptarnos a lo que sucederá para que nos favorezca.

 

Era difícil hablar e intentar convencerla, a ella y al hombre que se acercaba encima de un No-Ser, la importancia que debían darle a las profecías en vez de ignorarlas. Pero sabía que, en algún momento, lo reconocerían. El Portal se encargaría de eso.

 

- La Videncia es un Ciencia Variable que pocos son capaces de entender, mujer. Pero es real. Su mismo nombre indica que dice antes de que suceda y se diferencia de la predicción por la forma que nos llega. Si seguimos el proceso lógico de los indicios, no seríamos Videntes. Hay una diferencia entre los Sabios y los Profetas.

 

El tiempo corría tan deprisa que no estaba seguro que llegaran a tiempo al punto en que quería que ambos se concentraran: La Pirámide con las puertas de cada Habilidad estaba a punto de desaparecer en aquel lugar y sólo uno de ellos llegaría a entrar y a realizar la prueba aquí, en tierras inglesas.

 

- La Videncia llega sin saber cómo, con la Visión. Eso que usted tiene y no acepta aún, Srta. Malfoy. Esa que le muestra qué hacer en cada momento de su vida en que necesita una "inspiración", a veces como simples palabras en nuestros oídos que no entendemos o frases en nuestros labios que no sabemos que hemos dicho. A veces en sueños; a veces sin saber, sin más, porqué lo sabemos. Sr. Crazy...

 

El Arcano tenía problemas para vocalizar ahora. "Aún no, aún no...", se aferró la mano en el hombro e intentó fijar la vista en la imponente figura de aquel hombre sentado en un ser de barro y piedra.

 

- ¿Está listo para iniciar su prueba y enfrentarse al Portal? Allá podrá demostrar si es capaz de creerse que es Vidente. El Portal no le permitirá dudar, el Portal le aprobará el intento o le escupirá de su interior si no está preparado. ¿Quiere hacer la prueba? Ciertamente... Ya... No... no queda tiempo. ¡Váyanse, los dos! Eso les ayudará a salir, ahora que pueden hacer portales y... Su Ojo Interior le mostrará su Destino y el lugar donde se producirá la prueba. Si es que acepta empezar la prueba.

 

Sajag no se iba, tenía otros estudiantes que comprobar si estaban vivos. Y la Srta. Mackenzie aún tenía que pasar por un trance más antes de darse cuenta de lo que era y de lo que podía hacer.

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Le sorprendió percatarse de que Sajag estaba sangrando, un pequeño hilo de sangre le bajaba por el brazo y su respiración se volvía entrecortada por momentos. Era la primera vez que veía a uno de aquellos poderosos seres herido y su primer impulso fue bajarse del gólem a curarlo, pero la forma en que continuaba dándoles lecciones con expresión serena lo contuvo. ¿Porqué no se curaba él mismo? ¿Qué había visto en el futuro que lo empujara a aquella actitud irracional?

 

- ¿Quiere hacer la prueba?

 

Aquella pregunta lo tomó completamente desprevenido, se había olvidado de la prueba y de todo lo que los había llevado hasta allí, pero al parecer el arcano no. Reflexionó un instante, ¿Realmente quería seguir adelante e intentar adquirir lo que Sajag describía como una maldición? Algo en su interior le dijo que la decisión ya estaba tomada, que tanto él como el arcano la conocían y sólo restaba verbalizarla.

 

- Sí, acepto la prueba

 

Tan pronto como lo hubo pronunciado esas palabras lo invadió una sensación de peligro inminente. Recordó entonces al poderoso egipcio del labio partido y comprendió que se les estaba agotando el tiempo. Bajándose de un salto de su atalaya, le indicó con un gesto al golem que acudiera al encuentro de su enemigo.

 

- Retrásalo todo lo que puedas

 

Mientras aquella monstruosa masa de piedra se alejaba con su andar parsimonioso, Crazy extendió la mano y tejió un portal. Le alivió ver los hilos de oscuridad surcando el aire y entrelazándose con éxito hasta formar un arco ovalado en el aire a través del cual podía verse una gran pirámide. Una explosión cercana le indicó que el vitae había caído, así que les hizo un gesto a su hija y al arcano para que lo siguieran y atravesó el portal. La Academia inglesa había caído.

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  • 2 semanas más tarde...

El Sr. Malfoy había tomado las decisiones correctas hasta llevar a los tres fuera del peligro momentáneo, sin embargo, aún no tomaba conciencia de que sólo uno saldría del portal —y por consiguiente del peligro—, aquella tarde. Su hija, a quien tan férreamente intentaba salvar en su camino, aún estaba lejos de poder acompañarla en la travesía, pero llegaría ahí. No existían las casualidades, y era algo que debería aprender en cuero propio. Avanzó raudo por el portal creado y dedicó sus ojos a la pirámide mientras evitaba pensar en la vieja Academia. Lo curioso de los magos que caían en ese tipo de caminos era lo que tenían en común: fuera de la búsqueda de las habilidades, lo tenían todo. ¿Era la ambición y la sed de poder lo que los llevaba a continuar buscando? ¿O era verídica su sed de conocimientos ancestrales?

 

Con seguridad, los Malfoy se habían esforzado pocas veces como lo estaban haciendo ahora, incluso la negativa de Mackenzie era prueba de lo mucho que luchaba contra algo que ya tenía en su interior. Una especie de soberbia invertida si quería decirse, negar la naturaleza a la que estaba destinada, querer cambiar algo ya escrito.

 

Encontrándose ya cerca de la pirámide los caminos se separaban en la visión de ambos magos, el precio de utilizar, queriéndolo o no, un atajo para la señorita Malfoy. Por mucho que ambos habían dado lo mejor de su talento mágico no habían logrado cambiar en nada el destino que Sajag les había ido contando, aunque fuera en migajas.

 

Ya sé que me repito —parafraseó el Arcano en un susurro— pero, ¿está seguro de hacer la prueba?

 

Aunque Crazy pudiera ver la pirámide, incluso el viejo Arcano había desaparecido de su horizonte, el anillo de Videncia, en cambio, aunque sin el total de sus habilidades había aparecido frente a sus ojos, a centímetros de él.

El portal a la estancia vislumbraba justaba el escenario que había dejado, sólo que estaba inundada por la bruma de una madrugada que sólo el Malfoy podría recorrer. Era ingresar a la nada misma, con una infinita niebla.

 

Ocupa tu sitio en el círculo de los Videntes, Crazy Malfoy, ¿quién serás desde este minuto en adelante?

 

Y por mucho que él supiera acerca de la prueba que se avecinaba, tenía que liberar los oídos del Malfoy de cualquier otra distracción. “Alguien dudará de su capacidad de ver” y aunque todo apuntaba a Mackenzie…lo que ocultaba el portal podía cambiar las inferencias de la primera Visión.

 

 

La ex-viceministra había escapado de la destrucción de la Academia, y Sajag estaba cada vez más cerca de liberarse de sus ataduras con el Reino Unido, pero su sentido del deber le impedían dejarla a su suerte. A lo mejor se estaba convirtiendo en un reto personal, ¿cómo podía ser tan altanera de autonegarse semejante habilidad? Estos magos con sus delirios de dioses, era justamente eso lo que los tenían ahora en el punto de jaque. Deseaba con todo su ser que Mackenzie confiara en lo que podía ver, en la información que residía en ella, que pudiera encontrar lo que buscaba, su padre. Si ese era el camino que ella había escogido, ese sería, sin embargo, poco más podía hacer el Arcano, era ella quien debía dar las respuestas, leerlas, si cabía el término, confiar.

 

¿Resistirse le está funcionando? —susurró cerrando los ojos.

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  • 4 semanas más tarde...

Richard había estado al tanto de ese hombre por años.

 

Le da curiosidad. Catherine le había dicho una cosa sobre él y Pandora otra, antes de... bueno, no importaba ¿o había sido Melrose? Ah, lo recordaría más tarde. El punto era que le habían dado distintas impresiones sobre el mismo individuo y él no sabía qué pensar sobre éste de todas formas. Lo importante, era que necesitaba ajustar su propio manejo de sus visiones y era un momento como cualquier otro, bueno para hacerlo.

 

Se dirigió sin muchas ceremonias hacia el ala del profesorado donde se alojaba, saliendo temprano y llegando en la moto voladora. Desciende sin miramientos sobre la parte delantera de la construcción sin molestarse en ser cauto, sabiendo que lo más probable es que ya esté esperándolo (él no utilizaba la adivinación para las cosas cotidianas pero sabía que habían personas que lo veían como un poder a extender a todo ámbito, hasta el más corriente).

 

Al alzar la mirada, lo que ve es una fachada simplificada, con mucha posibilidad para la entrada de luz. Quizá alguien que guste de la lectura o las actividades al exterior, es lo que concluye de ello (lo uno o lo otro). Sus jeans y botines resuenan un poco cuando se acerca a la fachada. El ambiente es cálido así que ese día va vestido del modo extravagante: polo sin mangas, blanco, con inscripciones ininteligibles y grises al frente; sus brazos al descubierto, el collar metálico, los rizos aureorojizos coronando su cabeza tal vez ya bastante más largos de lo habitual.

 

Su expresión es casi burlona cuando llama a la puerta pero su expresión se compondrá incluso antes de que la abran. Con una de amabilidad, de profundo agrado, de halago, carismática, desinteresada... lo que haga falta. Es, simplemente, la esencia misma de Richard Moody.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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La bruja aquel día llevaba un pequeño mapa por delante y había decidido ir preparada para cualquier cosa que le fueran a pedir.

Tenía ropas de abrigo y al mismo tiempo, llevaba cualquier ropa que pudiera usar en un ambiente caluroso, cargaba una bola de cristal, sus runas y todo lo de adivinación en una de aquellas bolsas encogibles y por si acaso, su telescopio también; ah! y claro, un repelente de animales ya que no olvidaba su ultima clase de adivinación transformada en una especie de animal con pelaje plateado que se volvía invisible, qué irónico, justo ahora le iba a tocar estudiar Criaturas Mágicas

Muchas clases y muy poco tiempo para el mes que estaba por venir...

-Ni siquiera sé porqué me angustia tanto esto del futuro, está bien que dije que ansiaba tener una clase de Videncia, poder despertar el je-ne-c'est-pas de adentro y si, que quizás me convencieron de que tomar las clases contigo me ayudaría a ser un poco más purificada -volteó su mirada hacia Xell Vladimir ya que ambas habían decidido tomar aquella clase juntas, habían disfrutado mucho la compañía la una de la otra y eran conscientes de que como familia, ante cualquier peligro era mejor saber que había alguien en quien confiar -pero sí! lo admito, después de lo que ha estado pasando últimamente algo dentro de mío se remueve y no es mi animal de animagia

Cerró los ojos y arrugó un poco el mapa, agachando la cabeza y sin saber las caras que ponía en aquellos momentos su sobrina

-Entonces, hacia dónde crees que sea Xell?... creo que otra vez he perdido el norte, realmente los mapas no son lo mio -gimió con resignación, dónde estaría esperándolas el arcano de Videncia cuando ahora tenían que moverse de país en país para poder recibir sus clases en medio de una guerra loca?

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@@Xell Vladimir Potter Black @Sajag

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  • 2 semanas más tarde...

El Arcano no disfrutaba de la gran paz que se respiraba en aquella hermosa isla de Japón. Su pequeña casa, la que le habían asignado en aquella bella escuela nipona, era agradable, discreta y llena de sus libros y sus hierbas desecadas que no querría haber perdido en el traslado. No tenía quejas, el Arcano había vivido tiempos peores que el actual, estaba acostumbrado a moverse por diferentes espacios, unos más ricos y otros más pobres, pero todos muy acogedores. Sajag no se quejaba por eso. El Arcano sólo se quejaba de lo que VEIA que le daba información precisa de cómo se estaba desarrollando el conflicto político y militar entre aquellos países vecinos.

 

No era de su incumbencia. Eran temas ajenos a los Arcanos. Todos habían jurado que no intervendrían en el resultado y que sus propios problemas eran mucho más importantes que aquellos triviales entre los ingleses y los belgas. Y, sin embargo, el Arcano miraba continuamente hacia Londres, donde había dejado pocos pero grandes amigos, grandes videntes que habían adquirido la Habilidad durante su estancia en aquel país. Sufría por ellos, aunque no violaría nunca su juramento.

 

El Arcano cerró los ojos y dejó de ver el templo rosado. La suave brisa, algo fresca, sólo le arrastraba aromas agradables de los campos floridos. La calma era tal que le apeteció dejarse caer en aquel suelo de césped verde y respirar la tranquilidad hasta descansar un poco en aquella tarde apacible. La tentación era grande pero una Visión reciente le atormentaba: dos muchachas, una vieja y una joven aunque las dos tuvieran edades parecidas, cruzaban un pastizal de arroz recién cultivado. Las aguas crecían de forma desigual y algunos campos eran trampas precisas de pozos sin fin de remolinos de agua. Ambas caían. Una moría. La otra no podía escapar. Ambas se perdían. Y, sin embargo... Ambas tenían los medios a su alcance para salvarse.

 

No las conocía. A ninguna las había visto nunca. Sin embargo, las reconocía. La unión entre todos los Videntes que habían adquirido la Vinculación del Anillo a la Habilidad que él dominaba permitía indagar en las visiones de todos ellos. Las reconocía, sí, sabía sus nombres, sus deseos, sus faltas... Sabía mucho de ellas y... Debía ayudarlas.

 

Sajag, así, se sentó en el suelo y se puso en una posición de meditación. Si aquellas mujeres venían en su búsqueda para aprender, ahora empezarían las clases; a distancia. Tendrían su primera Visión y él comprobaría si eran capaces de notarla antes de que llegaran al lugar de su muerte, para salvarse.

 

 

 

En un momento paralelo: Recibiendo a Richard Moody

 

El Arcano levantó la cabeza del libro que tenía entre las manos. Estaba sentado frente al gran ventanal, inclinado sobre el pequeño libro de miniaturas que le habían traído de un antiguo Scriptorium de un país ya inexistente de la Europa Central, él único superviviente de un terrible incendio. Era antiquísimo, con predicciones muy interesantes. La que había arrancado una sonrisa al hombre fue la de ese hombre Sabio entre los Sabios que leería el libro, muchos siglos después de su laminado.

 

En ese momento le pilló la llamada del hombre. Aunque había una puerta en medio, Sajag sabía de quién se trataba. Acarició el libro una vez más antes de cerrarlo. Tenía que leerlo entero para saber si sus predicciones eran tan exactas como la que había descubierto. Después lo hizo levitar hasta hacerlo descansar en aquel mar de libros que era la pared del fondo, en un lugar que sólo un Vidente encontraría.

 

- Adelante, pase usted. Si encuentra cómo: la Videncia o la Fuerza le dejarán pasar, muchacho. No hay pomo, no hay llave, no hay nada que le permita el paso. Intente ver cómo se entra en mi casa, Sr. Moody.

 

El Arcano sonrió para sus adentros. Sabía cómo entraría aquel hombre desconocido porque le había visto hacerlo y presentarse con ese nombre, por lo que se sentó en el borde del camastro, alejado de la puerta y de las posibles consecuencias, para calzarse las sandalias planas. No quería ir descalzo cuando el hombre pasara a sus aposentos.

Editado por Sajag
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Pastizales de Arroz

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La bruja seguia andando por aquel lugar intentando comprender el mapa que tenía.

Aunque le fascinaba Japón, era uno de sus países predilectos no terminaba de ubicarse del todo, problema de aquella isla que cambiaba demasiado rápido a su parecer, incluso para un vampiro acostumbrado a ver cambios en su entorno; temía un poco que realmente se pasasen de largo y en lugar de encontrar la escuela de magia y al Vidente, terminasen perdiéndose en Hokkaido o peor aún, en Aokigahara donde seguramente verían cosas demasiado desagradables.

Se frotó los párpados aún asegurándose de ir cerca de la sacerdotisa, porque en caso de que realmente llegaran a donde ella pensaba, bueno... al menos Xell tenía el poder de purificar a los espíritus

Ella todavía intentaba lidiar con su alma que había pasado por el Libro del Caos y seguía removiéndole el interior

Qué hacer?

-Alguna idea?

Le preguntó a su rubia compañera de viaje, seguramente que Xell tendría muchísimo mejor sentido de orientación que ella en aquellos momentos y no tenía muchas ganas de sacar sus runas; tenía el presentimiento de que si lo hacía, el arcano se aparecería para arrojárselas en la cabeza y decirle que la Adivinación no era lo mismo que la Videncia.

Y entonces...

Se detuvo.

Intentó parpadear y le parecía sentir que lo hacía pero no veía que sus ojos se cerraran mientras que las imagenes delante de estos se volvían extrañamente confusas... esa como si repentinamente flotara a toda velocidad por aquella zona, mirando las aguas que surcaban el sitio y se frenaran solamente en una zona... luego otra... y una más... una y otra vez, las imagenes se movían rápido y solo se detenían en ciertos puntos por unos segundos antes de que sintiera como daba un paso hacia atrás para casi caer de sentón en las aguas que pisaban. Tomó por inercia la muñeca de Xell y sacudió la cabeza con los ojos cerrados y una mano en esta tratando de despejarse

-Viste eso?

Le preguntó a su sobrina comenzando a sentirse mareada, como si algo en su cabeza no hubiera regresado del todo. Qué demonios había sido eso?

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Richard tiene una ceja en alto. Quiere reírse pero no está seguro de que sea lo correcto y todavía quiere conservar las maneras. Además ¿cuán complicado puede ser?

 

Está pensando en las varias formas en que puede colarse. Podría usar magia Uzza, solo para importunar al arcano de la forma en que él ha hecho con él. De hecho, se detiene casi decidido a hacerlo, con una sonrisa tentadora en los labios, pero la idea de ir por los libros hasta donde ha estacionado la moto lo detiene. Otra posibilidad podría ser deshacerse de la puerta. No tendría que tomarle mucha magia mas sería desgastante, así que no se siente con ganas. Al final, decide dar un pequeño giro y colarse por uno de los ventanales luego de hacer un pequeño y discreto revuelo con la mano izquierda.

 

El brujo se incorpora en toda su estatura una vez dentro y observa al arcano. Éste es tal y como se lo han descrito: un cliché indio. Como si fuese de esas típicas figuras de película, del hijo reacio a heredar fortunas y caudales de dinero que de todas formas le habrían dado mayores posibilidades de hacer el bien en el mundo. Un budista con los gustos y caprichos de una gran dama inglesa cincuentona. Sin embargo, no está allí para criticar al arcano o intentar adivinar sobre su pasado, así que hace un venia discreta, compone una sonrisa y se aproxima luego de sacudirse brevemente la ropa.

 

El olor es terrible pero bajo el hálito de peste que puede respirarse debido a productos similares al incienso, Richard distingue uno mucho más agradable que solo puede ser achacado a la masiva cantidad de libros. Siempre le han gustado esos espacios a pesar de que su fuerte no sea la lectura; de haber sido esa su casa, tendría en su lugar una sala de música pero al menos es agradable pensar que habrá allí más que intentar adivinar qué es lo que hará el otro a continuación. Así que clava los ojos en el arcano, castaños y enormes, intentando determinar qué será la primera indicación que habrá de darle. Aparte de entrar como pudiese, claro.

 

—Richard Moody —señala, utilizando su nuevo apellido—. Un placer.

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Pastizales de Arroz

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La bruja comenzó a caminar con el mejor cuidado que podía, tratando de recordar las imagenes que habían pasado por su cabeza y que parecían advertirles de lo que les podía esperar enfrente; tenía frío ahora que sus pies empezaban a sentirse muy fríos, no se humedecían gracias a las largas botas que subían por el exterior de sus pantalones negros conforme trataban de avanzar por aquella zona que no se los estaba poniendo nada fácil

-Vamos Xell... vamos... sé que podremos encontrar al arcano de alguna manera

Intentaba animar a su sobrina mientras que le daba el brazo para que se sostuviera conforme continuaban caminando por aquella zona con difícultades, la vampiro intentando no hundirse de más entre el lodo del pastizal; realmente no era muy fan de los sitios húmedos como ese, por mucho que gustara de vivir normalmente en el sótano rodeada de sus pociones

Una cosa eran estos con el calor de las chimeneas donde borboteaban las pociones y otra muy diferente, aquellas zonas donde la humedad se pegaba en la piel y no traía la misma satisfacción que cuando terminaba con una poción; ella estaba muy orgullosa de su trabajo y nunca le había molestado el ensuciarse haciendo aquello pero el lodo que no pertenecía a sus trabajos de jardinería y aquellos largos talllos de las plantas de arroz, no eran su tacita de té

-Aquí

Se detuvo de golpe ante lo que le parecía ser un punto demasiado familiar

Se sentía mareada y se aferró un poco mejor al brazo de su sobrina, esta vez por su cuenta porque había sentido como si se fuera a caer por el mareo que le había girado la cabeza por dentro, como si la hubieran metido en una lavadora muggle; parpadeó tan rápido como podía, creía reconocer esa misma imagen de lo que había visto hacía varios minutos atrás, como si hubiera flotado y se hubiera detenido en varios puntos, sintiendo que se hundía en cada uno de ellos...

-Creo... que acabamos de entrar en un campo minado... -le susurró a Xell mirando los alrededores mientras intentaba reconocer algo más -creo... que deberíamos de tomar otro camino...

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