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Videncia


Sajag
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Con el Arcano

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La bruja parecía haber notado un pequeño cambio en la persona y en su magia, de entre las pruebas y lo que ahora se mostraba. Quizás era porque se acercaba la hora de una prueba final? no lo sabía pero había imitado a su sobrina y se había sentado a su lado, en la misma posición mientras que decidía aguardar con calma y paciencia a queles dijesen algo o a que nuevamente, alguna Visión hiciera presencia y les indicara que era momento de algo diferente.

Casi le brotaba una sonrisa cuando escuchó la voz de su sobrina a un lado, inclinandose levemente de lado para escucharla mejor y entonces, abrió muy apenas uno de sus ojos que había cerrado para meditar unos instantes

-Me parece que no lo hemos hecho mal hasta ahora, usamos lo que vimos y actuamos según eso... en especial tú, te has lucido que me siento orgullosa

Le susurró de regreso, realmente sintiendo esa luz de orgullo salir en su pecho y cada vez más feliz de haber tomado la decisión correcta de que ambas tomaran aquella clase en conjunto; adoraba a Xell y la luz que la pequeña sacerdotisa emanaba le hacía sentir que realmente algo estaba mejorando en su interior, de alguna manera, su presencia le hacía sentir mayor fuerza y que se inspiraba mucho más para ser mejor incluso en eso

Sin embargo el arcano parecía despertar en aquellos momentos por lo que volvió a retomar la posición derecha y se propuso escuchar lo que tuviera que decir

-Una vez que contemos hasta diez, veremos a dónde tenemos que acudir para la prueba final?

Preguntó al Arcano con un tono suave y bajo, sin querer perturbar la meditación que pudiera tener también su sobrina, y sin embargo tal cuál había preguntado igual había cerrado los ojos para comenzar a contar con calma; se imaginaba que en cuanto se acercaran al número final, una nueva visión aparecería e igual podrían tomarla o no para seguir lo que les mostraría que sería la cumbre de aquellos estudios para demostrar que podían manejarse con sus visiones.

O quizás no, cuando se trataban de esas cosas nunca se podía darlo todo por sentado, cierto? Ya la guerra había demostrado que a veces las visiones eran correctas y a veces no así que...

Qué verían? qué camino se les mostraría o se les ampliaría para que pudieran salir adelante? o quizás aún requerían de un poco más de tiempo de estudio? qué estaría pensando su sobrina al respecto?... aunque tenía todas esas dudas en su corazón, las guardaría por el momento para que nada perturbara lo que viniera a sus visiones de lo que continuaba, ya le haría esas preguntas a Xell más tarde en casa, con una buena taza de chocolate caliente.

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Aquel lugar era muy tranquilo. Después de todo lo sucedido en los arrozales, rumbo a la casa del Arcano, aquello parecía un Paraíso comparado con el agua y el frío. Se estaba bien, empezaba a amodorrarme cuando sentí que la tía Haya me decía que lo habíamos hecho bien. Abrí los ojos y me di cuenta que el Arcano había dicho lo mismo, o eso quise pensar cuando nos invitó a meditar un poco.

 

- Gracias, tía Hayame - me hacía sentir bien que dijera que estaba orgullosa de mí, yo no me sentía así pero era agradable el apoyo de la familia.

 

Me levanté del lugar donde estaba y me acerqué a él para volver a sentarme en el suelo. La meditación no se me daba bien, yo era de contemplación emocional, mirando la naturaleza y maravillarme de las proezas que la Madre Gea creaba cada día y cuyo poder era visible en el batir de las alas de una mariposa, de la semilla que se reproducía y florecía, de las ardillas que volaban de árbol en árbol... No dije nada y me senté a su lado y esperé sus palabras.

 

Tuve que reflexionar lo que nos preguntaba. No había pensado mucho en ello tras la aventuras de los fantasmas japoneses y los arrozales anegados de agua. No estaba segura de si la Videncia era complicada. Para mí, lo complicado era entender el camino que era correcto y era cierto, los conceptos primarios me eran desconocidos. O eso creía pero... Si no los entendiera aunque fuera como algo innato, no habría logrado salir con vida. La Tia Haya me había ayudado pero también creía que yo había ayudado un poquito. Así que...

 

- Sí, creo que estoy preparada para poner a prueba mi habilidad. - No era orgullo sino miedo lo que mi voz reflejaba pero insistí en ello. - Sé que será difícil pero quiero demostrar que puedo. Sé contar hasta diez.

 

¡Qué tontería acababa de decir! Claro que sabía contar hasta diez. No se refería a eso. El Arcano quería decir con sus palabras que me tomara tiempo para aprender a discernir lo que significaban todas aquellas visiones. ¿ O quería que contaran hasta diez para saber cómo y dónde sería la prueba del Portal, como decía Hayame? ¿O ambas?

 

Esperaba alguna mención del Arcano aunque ya había dicho que sí y me mantenía en lo dicho.

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Richard lo observó largamente y sus pensamientos se superponían con rapidez.

 

«No ahora» fue lo que pensó.

 

Lo hizo con honestidad. Jamás se había sujetado a las reglas de alguien que no le gustara y no iba a empezar luego de tanto tiempo porque, como había señalado, no tenía sentido. Sajag era un hombre sabio, sin duda, pero Richard jamás había sido un hombre que admirara la sabiduría. A su modo de ver, Sajag no vivía en realidad. Por supuesto, era una postura que no solía compartir porque entendía perfectamente por qué no era una perspectiva popular. Dejó la taza sobre la mesa, realizó una breve inclinación y se despidió con un movimiento relajado de la mano.

 

Cincuenta años sería ¿qué importaba? Casi estaba esperándolo, porque podía permitirse esperar. Sonrió y salió por la puerta, cayendo así en cuenta sobre su primer error. Negó con la cabeza porque ya no tenía mucha importancia; se calzó los guantes de cuero, los googles y el morral y al subir a la moto y presionar el pedal para arrancar e irse de allí, sintió un profundo alivio. De regreso, a su mundo humano, quizá también como un humano después de todo.

 

Varios días después~

Catherine Moody

Visión: La Habana

Ella no lo sabe pero se encuentra en un sueño.

 

Un rostro de rasgos desdibujados, pelirrojo, que le tiende la mano y ella camina a su lado por un rato hasta que, poco a poco, va cayendo en cuenta que pasean por un lugar que no es Nueva Orleans. Había pensado que caminaba con ese amigable desconocido porque observaba los preparativos para el Mardi Gras pero ese no es el caso. No, ellos caminan por las calles de una ciudad distinta, una ciudad que no conoce.

 

Sus pasos no hacen ruido y Catherine comienza a preguntarse por qué no siente miedo por un individuo sin rostro. Él no la lleva lejos: primero es el mar y luego un edificio alto, con un rostro que parece titilar en su memoria, intentando abarcar el nombre al que se encuentra asociado. No lo logra y en lugar de intentarlo de nuevo, se dedica a observar el segundo rostro, frente al primero. Es gracioso, porque ese último consigue arrancar un nombre mucho menos conocido que el primero, de su memoria: Camilo Cienfuegos.

 

Entonces, todo parece disolverse, porque ella está soñando y en la habitación, sus ojos se mueven con insistencia bajo sus párpados firmemente cerrados, cuando ella pugna por despertar.

 

Lo hace de golpe, cubierta de sudor, y sentándose luego de un gritito casi quedo, que se convierte en una respiración dificultosa. Sus manos aferran las sábanas preguntándose qué demonios pudo haber sido eso. Ella solía ser capaz de distinguir entre sus visiones y las pesadillas regulares pero esas fronteras se esfumaron desde la época en la que perdió la cordura. El anillo de nigromancia que en esos momentos lleva en el dedo no hizo más que empeorarlo todo.

 

—Deberías ir.

 

La persona que le habla, está apostada en el marco de la ventana. Tiene una figura menuda y suave, abundante pelo rojo y un rostro en transición de la juventud a la adultez. De todas formas, Catherine no es capaz de imaginar cómo podría haber evolucionado porque ese rostro está atrapado en esa forma para siempre. El vampiro muestra los colmillos al hablar:

 

—No estoy muy seguro pero creo que no es por aquí.

 

Catherine suspira y se aparta del lecho. Sabe que no podrá volver a dormir y una conversación con Armand no tendría por qué venirle mal. El vampiro disfruta atormentándola pero también es verdad que puede decir cosas interesantes cada tanto, cosas que jamás se le ocurrirían por sí misma. No está segura si se trata de condescendencia pero, a su edad, ya no importa si es eso lo que lo conduce o simple y genuino interés. Su voz, llega directo a sus pensamientos.

 

«Yo creo que ese lugar lucía como La Habana».

 

Catherine no ha estado allí jamás, así que no tendría sentido que pudiese observar un retrato del mismo, dibujado con la precisión suficiente como para ser reconocida por alguien que sí. Sin embargo, el vampiro no deja de inmiscuirse en sus pensamientos, así que podría ser una visión real y no solo un mal sueño.

 

«Alguien está llamándote».

 

Por primera vez, el vampiro no parece estar contento. Es fácil distinguirlo en sus rasgos, su manera de hablar. El que lo haya dicho en voz alta también podría ser una buena razón, sin embargo, Catherine se hace otro tipo de preguntas también, urgentes.

 

«¿Quién es Sajag?»

 

El que ese pequeño trozo de información le sea arrancado se le hace invasivo pero no puede evitarlo. Desde todos esos sucesos, había sido incapaz de guardar sus pensamientos y menos frente a las capacidades de un vampiro de varios siglos. Todo lo que le queda es tomar sus cosas y agradecer en voz baja. Armand la observa con curiosidad, antes de esfumarse por la ventana. A la mañana siguiente, Catherine toma el primer vuelo hacia Japón. Mientras cruza el océano piensa en las palabras del vampiro: «Podría adivinarlo en tu sangre, si eso no significara la muerte».

 

No puede evitar asociar ese pequeño viaje con Bel. Después de todo, la muchacha había estudiado allí y aún incluso cuando traspone la puerta de Sajag para encontrarse con él, sigue pensando en ella. Las cosas se desarrollan con una facilidad tan fluida que hasta es un poco abrumador. Ella alza la voz para llamarlo pero no puede verlo por ninguna parte. Empieza a recorrer la habitación, ojea un par de libros, llega a la cocina...

 

En su cabeza, sigue recorriendo el espacio en donde no encuentra ningún individuo. El cuerpo de la mujer se encuentra apenas trasponiendo el umbral, hecho un ovillo en el suelo de la casa del arcano.

 

Hasta que escucha una voz, que la guía.

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  • 2 semanas más tarde...

Despidiendo a Hayame Snape Potter Black y Xell Vladimir y recibiendo a Catherine Moody

 

La postura del Arcano no cambió nada a pesar de la impulsividad de sus pupilas. La sonrisa en el rostro apacible, en un gesto bonachón y complacido con las palabras de ambas.

 

- Tendréis tiempo de aprender a dominar el Ojo Interior. Es importante, sin embargo, que sepáis Ver con él o no servirá de nada cruzar el portal de la Videncia. No se le puede engañar, no se deja cambiar de opinión. O sales o no saldrás nunca. Si decís que sí y entráis, el Destino habrá sido echado.

 

Esperó pacientemente a que ambas expresaran sus dudas. Tan iguales y tan diferentes a la vez... Tenían grandes expectativas ante sus ojos y parecían querer seguir juntas hasta el final. Aunque él sabía que no sería así, que la Prueba las separaría, no dijo nada más. Lo verían ellas mismas pronto. Muy pronto.

 

- Descansar. Os esperan decisiones difíciles. Crueles tal vez. Relajaros, beber mucha agua, desintoxicar vuestras mentes de conocimientos superfluos, intentar comprender lo que vuestro Ojo os muestre, sin interpretaciones incoherentes. La Verdad es como es o será como sea, por mucho que no nos guste.

 

Cerró los ojos y volvió a quedar sumido en el silencio de la meditación. La paz del lugar, el suave mecerse de las hojas por la brisa de aquellos jardines, el aroma a los cerezos que florecían a marchas forzadas, el cantar de las atrevidas cigarras... Todo invitaba a la reflexión sobre la vida. No contó el tiempo que pasó en aquella postura, haciendo esperar a las muchachas. Después, habló de nuevo.

 

- Mañana a las diez, el Sol de pondrá oscuro. La luz desaparecerá y las Tinieblas gobernarán durante una hora en el sendero de acceso al colegio. Es el momento justo en que se abrirá la puerta que lleva hacia la Linterna de Piedra. Nada brilla, nada se ve, nada la ilumina y sólo se ve si es un día nocturno. Deberéis estar allá a las diez en punto porque os mostrará el camino hacia la pirámide. Si queréis hacer la prueba de la Vinculación al Anillo de Videncia, estar allá, puntuales.

 

Volvió a concentrarse en su meditación. Tenía mucho que reflexionar sobre lo ocurrido con otro de sus pupilos, el Sr. Moody. Les sintió irse y esperó a que su Visión se materializara en forma de una chica que entraba en su sencilla casa. Al principio, le había confundido ambas figuras en la misma Profecía pero enseguida entendió el mensaje. Le causaba algo de estupor la salida, por no calificarla de huida, del hombre, altivo sobre su moto, alejándose de su presencia. Sin embargo, le sustituía alguien familiar que tendría que empezar de cero.

 

Intuía que le traía muchas más preguntas sobre sus sueños pero también notaba una mente menos cerrada, más abierta a la intuición y perseverancia que se necesitaba para comprender aquella Habilidad. Aún así, Sajag decidió ser cauto. La familia Moody estaba siendo, si bien no, interesante. Lo suficiente, al menos, para romper la tranquilidad y monotonía de aquella isla.

 

- Si rompe mi meditación, no le hablaré. Si no la rompe, mi mutismo le explicará mil sensaciones sobre sus visiones, señorita Moody - pensó el Arcano. A veces, abusaba de su poder pero había que comprenderle; ¿qué se podía esperar de un hombre anciano que ha vivido tanto y que ahora vive "desterrado" en una isla del Japón moderno? Tratar con los pupilos era la única diversión que trastocaba su vida cotidiana.

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  • 2 semanas más tarde...

Catherine yace encogida en el suelo. Sus sueños empiezan a volverse intranquilos. En ellos, pasea por esas calles que viera en sus sueños en Louisiana. Están a media luz y algunas figuras la observan con curiosidad al pasar. Tiene la ropa desastrada, el cabello desordenado, como el de una loca; está toda de negro, viste botas, un vestido, una gargantilla en el cuello, un anillo de bodas todavía intacto en el dedo anular. Por dentro, su mente grita, ve imágenes de ella misma clamando desconsolada y luego vuelve a la realidad y está ahí, caminando, viendo extraños al pasar. Un tipo se le acerca y parece querer arrebatarle el diminuto bolso y la varita, uno colgando de su muñeca y la otra firmemente sujeta en su puño. Pronto, está muerto y Catherine sigue su camino.

 

Su estómago se encoge. Son los recuerdos sellados de la locura. Sabe que existió esa época, donde no daba razón de sí misma, donde tuvieron que hacerse cargo de ella, donde nadie sabía en realidad qué hacer con ella. Porque no podía superar la mella de Kaiser en su alma. Porque había hecho que se pudriera y oscureciera por dentro, llena de los recuerdos de una vampiro -Pandora- que le había legado recuerdos de una vida inmortal que habían desestabilizado su cerebro. Porque era humana y no podía acapararlo, porque los cuestionamientos de Kaiser siempre la atormentaban, la hacían pensar en que todos habían querido destruirla y que habían tenido razón de hacerlo, porque no era más que un despojo, algo desechable, que debía servir a la labor ulterior de servirle.

 

Recuerda todo eso con culpa y pena. Jamás supo, hasta ese mismo instante, quien la guió. Quién estuvo allí, enterrando los cuerpos (o evitando los asesinatos), quien la observó en las sombras, quien la recogía de las calles cuando su cuerpo no podía más y se desplomaba en medio de la acera. Quién la sacaba del abismo insondable de las pesadillas.

 

El rostro, se hace visible al fin. Rizos aureorojizos, como los de Richard. Ojos claros, castaños o miel o a veces de un color entremezclado con escarlata. Armand. Entonces sus palabras en el marco de la ventana ya no suenan a advertencia si no un adiós agridulce. Saber todo lo que hizo por ella, significa desatar la tristeza, el infierno, la culpa de saberse un ser desquiciado y peligroso.

 

Algo que fue, algo que ya no es más pero que no puede negar. Una asesina, aquello que Kaiser siempre quiso que fuera. Una nigromante, la razón por la cual Armand no puede beber su sangre. Una vidente, quizá, aquello con lo que nació pero no es todavía.

 

Se incorpora y no sabe si es en sueños o en la realidad. Ella no había visto el futuro, no estrictamente. Más bien, había roto la contención en el flujo del pasado ¿Significa eso, acaso, el retorno de sus poderes para atisbar en el futuro?

 

Para ella, para Richard, eso siempre significó dolor. Ver el futuro no era algo bueno. Sin embargo ella, a diferencia de Richard, había sabido sobrellevar los sueños, los ataques repentinos. No le importaba tanto no estar en control.

 

Sigue su camino hacia la cocina y encuentra a un hombre animado a la mesa, preparando té. No luce peligroso pero tampoco luce normal. Catherine toma asiento, observa los bellos trazos en la taza y luego de recibir el té en silencio, lo bebe a pequeños sorbos. Es intenso, rojo, agradable. Lo hace por un buen rato, con los pensamientos puestos en los recuerdos que ha revivido: cómo pueden estar conectados con su poder, cómo puede interpretar el que le lleguen en ese preciso momento.

 

Entonces vuelve la vista hacia Sajag y observa su paz, sin interrumpirlo, tal cual le dijo. Lo hace también por otro buen rato y es entonces cuando empieza a comprender.

 

Completamente enloquecida, había llegado a la puerta del tuerto, el nigromante. Había hecho lo que había creído que tenía que hacer para deshacerse de esos recuerdos y lo había logrado. El precio, había sido una parte de su alma, para siempre y había cumplido. Había entregado sus recuerdos a Pandora en el mundo de los muertos y matado de manera literal el problema. Ahora, que tanto tiempo había pasado y las cosas se habían asentado no necesitaba la eliminación y el olvido.

 

Necesitaba la paz que no había podido conseguir desde entonces, no en realidad, porque solo tenía una media vida, vacía y sin emociones. La misma que Sajag ahora representaba ante ella. Terminó su té con un último sorbo y pensó también en cómo podría conseguir eso ¿Cómo estabilizar sus poderes? ¿Cómo volver a observar esas visiones, el mismo sentimiento de desapego que había logrado tener para ver su pasado ahora?

 

Todas esas preguntas se iba planteando, mientras miraba al arcano y supo, de alguna forma, que estaba a punto de descubrir cómo.

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Él era un Maestro entre los Maestros, el Arcano de la Videncia, no un psicólogo o psiquiatra moderno de la vida muggle cotidiana. Sin embargo, con algunos de sus pupilos sentía que debía inclinarse más hacia ese rol pues llegaban con el alma rota, movidos por la locura de no entender, o de entender demasiado. En cierta manera, a veces se sentía más como un sanador que tenía que conseguir que se valorasen en lo que eran, en lo que fueron, en lo que serían. En lo que son en el momento de llegar a su puerta...

 

Las sensaciones se volcaban alrededor de la figura femenina que parecía perdida cuando llegó a su puerta. Esperaba que recuperara un poco el equilibrio antes de poder iniciar el despertar de su ojo interior que brillaba fuerte. Había empezado su renacer en algún momento Sajag intuía que ella misma se había dado cuenta de ese hecho. Así que supuso que pronto entablarían relación. Respetó su silencio, como ella respetaba el propio, durante un tiempo más. Cuando consideró que, estaba preparada para empezar, desperezó su cuerpo de la quietud, movió las articulaciones de las manos y de los tobillos, tras lo que se incorporó. Su figura no era imponente como la de Báleyr, aunque él conservaba los dos ojos. Avanzó despacio hacia el sitar y lo rozó con la punta de los dedos. Después se giró hacia ella.

 

- ¿Desde cuándo lo sabes?

 

No preguntó nada más. La música dulce del instrumento musical sonó tras sus palabras y acompañaron el silencio, armonizando la espera.

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Catherine Moody

 

-Desde siempre -masculla una desconcertada Catherine.

 

Abre los ojos y está en la cocina aunque no parece ser la que ella viera antes. Es verdad, lo había sabido desde siempre y fue por eso quizá, que había acudido, con muchos rodeos, pero estaba allí. La mujer no da señales de querer seguir hablando por un rato pero finalmente sus palabras empiezan a narrar una escena que se desarrolla en su cabeza y es más o menos así:

 

En un lugar soleado, Catherine observa que hay una figura alta y oscura. Al inicio, piensa que es Kaiser pero no debería poder ser él, porque él tomó el cuerpo de un niño Malfoy, antes de irse. La mujer observa de manera incesante, intentando no pensar en las cosas que están vinculadas a ese sujeto y sin embargo, incluso en la tranquilidad del Edén Salvaje, puede decir que esa aura perversa y asesina solo le puede pertenecer a su ex marido.

 

El cómo habían terminado casados había sido la mala broma de un mago del todo desconocido para ella. No importaba, porque su vida ya estaba arruinada de todas formas.

 

La hojarasca se marchita a su paso pero ese efecto lo causa solo para divertirse atormentándola. Catherine no piensa caer más en su juego. Así que se adelanta y lo encara y él susurra algo acerca de nunca dejar ir algo de su propiedad, por más inútil que pueda resultar. Entonces, Catherine sabe que ha venido por ella.

 

Lo que no tiene lógica, porque Kaiser ya tenía a Andry Cat para hacerle los mandados. Una Malfoy de mayor confianza, con la que sentía mayor entendimiento y no contraste y desdén.

 

Está ahí. Ella lo rechaza y puede verse un relámpago de luz verde. Tendida sobre la hierba, aprecia que Kaiser alza su cuerpo en vilo y planta un beso rojo en sus labios fríos.

 

¿Acaso está presenciando su propia muerte? ¿Es algo innegable? ¿O puede ser detenido?

 

Coloca su rostro entre sus manos, antes de volver a alzar la mirada. No ha caído en cuenta todavía que acaba de narrarle su visión a Sajag pero lo hará pronto, de todas maneras, en unos minutos. Mientras tanto, la tan deseada paz no se ha asentado todavía. Solo un conocimiento inquieto y palpitante que pugna por liberarse más allá del miedo.

Editado por Vincent Mériadec

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La música fluyó, bailarina, en la atmósfera de la habitación, complementando el fluir de los pensamientos de la mujer, acompañándola mientras ella "veía" lo que creía que podría ser su propia muerte. Sajag la dejó caer en ese ensimismamiento, permanecer en él, hasta que lo rompió con una sencilla frase:

- ¿Puede evitarlo?

Ya era hora de empezar la clase; las reflexiones interiores no le ayudarían a sobrevivir entre aquella marea de sentimientos y de visiones que la mantenían aturdida. Así el Arcano se dirigió hacia los anaqueles en busca de un libro, de nuevo en silencio, sabiendo que sus movimientos eran seguidos por la mujer. Alcanzó un volumen que solía mostrar, a veces, a los pupilos que se preguntaban sobre la finalidad de la Videncia.

- El Futuro es un lastre, señorita mía. Siempre se está moviendo, cambiante y revoltoso. Pero ha de saber que es inevitable. De un modo u otro, el futuro llegará y le agarrará. Nadie puede librarse de ello. Tome.

Le extendió el libro, un montón de pergaminos ajados por el tiempo, unidos por costuras hechas a mano, por varias generaciones de Arcanos Videntes, que habían ido añadiendo sus propias vivencias, pensamientos, experiencias de años. Se lo dio abierto en una página concreta. Pero aún no le dejó leer; Sajag había empezado y, a pesar de ser parco en palabras, prefería ser directo para no alimentar falsas esperanzas en sus pupilos.

- La Videncia no se aprende. La Videncia se tiene. La Videncia se vive. La Videncia... convive con su esencia interna y usted la deja fluir junto con sus propias vivencias. Esta habilidad es muy compleja, demasiado, no se puede aprender. Es ambigua, es imprecisa, no es certera porque la Videncia nos enseña un futuro que es igual, ambiguo, impreciso, poco certero... ¿Cómo pretender "ver" el futuro cuando éste es impredecible? Sin embargo, la Videncia se tiene, se expande, se visibiliza con la práctica. Y el Futuro se hace predecible...

4hVJSZz.jpg?1Una noche tuve una Visión sobre mí mismo. Mi mujer murió el 12 de agosto en un atraco a un banco, de una bala en la frente, y yo abandoné toda esperanza de seguir viviendo sin ella. Me di a la bebida y a las drogas y, al final, lo conseguí, doce años más tarde, muriendo de una enfermedad hepática autoinmune. Dejé atrás una familia que no me lloró por lo mal que se lo hice pasar en ese tiempo y mi cuerpo descansó en una fosa común para indigentes, alejado de mi dulce Teresa.

Cuando desperté, me propuse que ese futuro nunca se cumpliría. Traía dinero físico a casa para que no tuviera que entrar en ningún banco y su destino no se cumpliera. El 12 de agosto se acababa y mi mujer seguía viva. Salimos al balcón, agarrados de la mano, felices de contemplar las lluvias de estrellas de San Lorenzo. Una sonrisa surcaba mi rostro, feliz; había burlado el futuro, tendríamos hijos, seríamos felices... Su mano me soltó y la vi desplomarse en el suelo, como una muñeca de trapo, sin vida. La autopsia reveló que un meteorito le había alcanzado en el mismo lugar que le había dado la bala en mi Visión. Una posibilidad entre mil millones de que pasara... Así que yo me pregunto si Ver sirve de algo. El Futuro se empeña en cumplir su objetivo aunque tú quieras evitarlo... Lo único que evité fue la forma de reaccionar y rehíce mi vida, muriendo sí, doce años más tarde pero rodeado de amigos y familiares que me demostraron su amor y su pena.


El Arcano respetó el tiempo de la mujer en leer y reflexionar sobre ello. Después se acercó, con una bandeja de frutas sencillas, ofreciéndole que comiera algo. No se puede pensar en estas cosas con el estómago vacío. Él tomó una manzana verde brillante y la observó, como si aquella piel tersa fuera lo más importante en aquel momento.

 

- Dígame, señorita Moody, ¿para qué quiere estar vinculada con la Habilidad de la Videncia? ¿Qué espera conseguir con ello? Y, sobre todo... ¿Cree que merece la pena?

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Catherine Moody

Luego de la repentina sacudida a causa de lo que había visto, Catherine reacciona un poco. Su cuerpo se relaja y sus pensamientos vuelven a divagar. Sí, no es algo concreto, no es algo que le esté pasando: son imágenes en su cabeza. Al inicio, no entiende por qué le entrega ese montón de pergaminos, pergaminos ajados, avejentados y frágiles; sin duda, debe ser una pieza importante para él o cuanto menos preciada, pero lo toma de todas formas y lo mira por encima, apreciando sus formas, ya que Sajag no le deja leerlos, no todavía.

 

La lectura, una vez ha escuchado las palabras del arcano, es corta. Supone que hace referencia a lo inevitable de lo visionado pero de que eso no cambia el hecho de que nuestras acciones en el tiempo restante son importantes. Al menos, eso le parece a Catherine.

 

—Sí, quiero estar vinculada a ella —replica entonces, con el pergamino señalado todavía abierto en su regazo— pero, a la par, siento que ella me eligió a mí antes, si usted me entiende. Yo no pedí nacer con esas visiones pero esas visiones llegaron a mí y se cumplen —su voz se regulariza a medida que va hablando—. Quiero conseguir entereza para comprenderlas mejor y de esa forma continuar sin remordimientos o dolor innecesarios —aclara, pensando en aquella ocasión en Richard o el propio Armand—. Sí, creo que merece la pena, en la medida en que pueda hacer algo con ellas.

 

Y "hacer algo" no hacía precisamente referencia a cambiarlas o a hacer lo que describía el hombre del pergamino. Era simplemente hallar el camino que funcionara para ella, pues era por eso justamente que cada quien encontraba formas distintas de vincularse al anillo y cada anillo significaba una cosa para cada quien. A la par, las visiones de Catherine no eran quizá como las de otros que habían pisado esa misma sala, aunque tuviesen un talento superior o igual al suyo. Se trataba del mismo flujo del futuro que oscilaba sobre las cabezas de todos pero las corrientes vitales eran distintas, por lo que en ese cuaderno, más que orientación, Catherine veía metodología.

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  • 2 semanas más tarde...

Que firmeza al responder. Sajag había pasado mucho tiempo sin escuchar tanta firmeza de una persona tan titubeante, porque sí, Catherine Moody titubeaba, aunque no lo dijera con palabras. Las visiones, el "ver", podía venir en mil y una formas, en un sueño, en un colapso de segundos, de minutos, en una sesión de meditación o de golpe, sin embargo, el querer hacer algo con respecto al pasado, presente o futuro era lo que variaba en cada uno de los videntes que habían pasado por la vida del arcano. Sajag tomó uno de los frutos que instantes atrás había ofrecido a la mujer.

 

Querer es importante, claro —concedió con los labios llenos de fruta y se tomó unos segundos más para proseguir—, pero querer también impide. Parece ser una persona con un flujo de emociones bastante importante, ¿me equivoco? —alzó la mano derecha deteniendo cualquier intento de respuesta— Tiene la capacidad de "ver", es innegable, pero, ¿es merecedora de conectarse del anillo? ¿Puede detener el cauce de emociones cuando alguien unido a sus sentimientos este frente a su destino? ¿Un destino que usted conozca pero no pueda develar? Esas, señorita Moody, son las preguntas que muchos esquivan.

 

Como el anterior alumno de su misma familia. No era una decisión cualquiera, era una importante. ¿Hacía cuánto el arcano había logrado despojarse y mantener su estado de objetividad, neutralidad? Siendo testigo auricular de las guerras que envolvían tanto a muggles como a magos. Daba igual, él no interfería, aún a sabiendas del resultado, de poder aconsejar de tal o cual manera. Un rostro inescrutable era una de las principales características de la mayoría de arcanos, aunque algunos claro, eran más volátiles que otros. Sonrió muy levemente hacia Catherine, sabía cuál sería el resultado de esa visita, aunque quisiera —a lo mejor por costumbre—, oírlo de sus labios y enterarse por sus acciones. El dolor que escondía en sueños, el miedo completamente racional a volverse a topar con alguien de su pasado, era obstáculos sencillos de saltar si se tomaba la decisión. Y en efecto, la Videncia también la había escogido a ella, le había visto, seguramente capacidad de guardar secretos. De esconder las espinas de una rosa aún a costa de su propia piel, de su propia sangre.

 

Suena más difícil de lo que es —le concedió a modo de consuelo, quería liberarle de sentir de antemano el peso de saber y no hacer—, y aunque son muchas voces, es una habilidad de grandeza, y como toda grandeza, conlleva mucha soledad —si, a lo mejor eso estaba más difícil de explicar—, verá, no todos pueden estar en la cima.

 

Ser bendecidos o malditos a iguales partes, por el don de conocer los recovecos del tiempo, de las posibilidades y del destino, no era algo para el pueblo, y aún del reducido grupo de los que desarrollaban visiones, había que dividirlo entre los que lograban desarrollar la habilidad de conexión con el ojo interior. Catherine era una de las llamadas, sin embargo, ¿estaría dentro de las escogidas?

 

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