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Nigromancia


Báleyr
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Él notaba como su ropa empezaba a humedecerse producto de la larga espera, aunque parecía que solo habían concurrido escasos segundos desde que atrapó su varita la primera vez que ingresó a la estancia. Habría perdido la cuenta de las muchas veces que su mirada recorrió el lugar lleno de cachivaches que solo entorpecían la armonía visual que provocaba un entorno agradable, y que producto de tanta acumulación el calor que hacía tenía un origen obvio y natural.

 

Báleyr volvió a emerger, como muchas otras veces, para abordar alumnos que tenían pendiente la certificación de la habilidad nigromántica. Sin embargo, parecía desconocer al ser al que parecía dirigirse con cierta desconfianza.

Eran cientas las ocasiones en las que Patrick Colt había visitado hogares de londinenses, que atrapados por la magia oscura que el mortífago forzaba, se veían obligados a sucumbir a su constante asedio. Morir era una respuesta rápida ante las satrapías del asesino que disfrutaba cada segundo ante la opresión de quienes, por eludir una decisión sencilla, evitaban adherirse a la misión mortífaga a la que debían obedecer según su régimen.

 

Patrick Colt nunca entendió que cada quien tenía la oportunidad de elegir sus destinos, pero que por desgracia eran tan débiles que sino, eran obligados a no decidir ninguna otra cosa más. Por ende, él sonrió ante la ignorancia del Arcano a quien no podría revelarse por obvias razones. No portaba su máscara, tampoco eran visibles sus tatuajes gracias a un encantamiento desilusionador capaz de encubrir su identidad ante desconocidos, y mucho menos llevaba consigo la varita con la que había cometido tantos crímenes.

 

- ¿Se cree que si hubiese matado a alguien estaría frente a usted en lugar de estar en Azkabán? - dijo con cierta desconfianza y apatía, tal como si la respuesta fuese demasiado obvia si se tratase de una persona inocente -. Pero gracias a la constante ola de violencia que nadie detiene, he sufrido la muerte muy de cerca. Mis hermanos...

 

Mintió, entre sollozos. No podía revelar jamás la sensación que le concedió la primera vez que le regaló la muerte a un oponente de la Orden del Fénix, ni la última vez que lo hizo. Ese sentimiento de tener un obstáculos menos que le otorgaba cada cada cuerpo inerte, ensangrentado o abatido era cada vez más adictivo que solamente era capaz de aplacarse con una nueva víctima. Y aunque lo único que quería frente a sus compañeros mortífagos era acrecentar con nuevos reclutas las filas del bando, nunca se regocijaba por los nuevos pues resultaba ser un número menos en su lista de occisos.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase
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  • 3 semanas más tarde...
Si Báleyr hubiese sabido como sonreír lo habría hecho en ese mismo instante. Como Arcano poco o nada le podían interesar los asuntos que iban más allá de sus habilidades, mucho menos los bandos. En más de una ocasión se había cruzado con algún aprendiz que revelaba quién era o hacía comentarios justo delante de sus narices que lo delataban. Bien pudo haberlo mencionado a los entes correspondientes, pero de nuevo, él estaba lejos de querer interesarse por eso, le parecía algo sin importancia, porque mientras estuvieran ante él el pasado no tenía ninguna relevancia más si sus actos de ahora respecto a la Nigromancia.


— Nadie que no haya pasado por una experiencia cercana a la muerte o haya cometido un acto relacionado a ella tendría interés en la Nigromancia. No hay necesidad de mentir, aceptar esa misma oscuridad o deseo que viene del interior es parte del aprendizaje —El tuerto no apreciaba a las personas que no eran honestas, pero no había forma de que él supiera lo que pasaba por la mente de Patrick, o más bien no quería saberlo.



— Si quiere convertirse en Nigromante, debe entender lo que es el dolor para que se piense dos veces antes de querer traer a alguien a la vida. Además, ¿por qué lo haría? Cada intento se lleva una parte de ti, puede ser un recuerdo o un mínimo fragmento de tu alma. Es algo que te roba la energía. Es un camino que muchos sueñan con recorrer y lo hacen exitosamente, hasta que no hay marcha atrás ni cabida para el arrepentimiento —Báleyr hablaba a través de su propia experiencia, él simplemente podía advertirles sobre los peligros, pero jamás lo trataría de persuadir de hacer una cosa u otra.


— Esos hermanos... ¿Cree que quisieran volver? —preguntó. En todo ese tiempo el Arcano solo había estado observando al hombre desde una esquina, rígido, sin moverse, casi que podía pasar por una estatua --Vamos a averiguarlo. Búsquelos, llévese el Grimorio e intente algo que le resulte útil ahí para hacerlos volver. Pero tenga en cuenta lo siguiente. Las heridas que hayan tenido permanecerán, así que si quiere hacer su proceso menos doloroso le recomiendo investigar primero sus heridas y encontrar la forma de sanarlas mientras aun esté muerto.

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  • 3 semanas más tarde...

A Jeremy le había costado bastante tiempo buscar una razón válida para aprender una habilidad. Realmente no era codicioso como para decir que era para adquirir "màs poder". Tenía una docena de motivos de ese calibre, y podía enumerar los beneficios que aquello le traía a su aprendizaje. Pero no eran más que engaños para decorar una bonita respuesta. Su necesidad era emocional y lo sabia, aunque no iba admitirlo frente a nadie. El ultimo tiempo hasta pagar la matricula había sufrido muchos cambios de humor producto de la indecisión que aquel paso le traía.

 

Pero allí estaba, en el volcán Mahoutokoro con la intención de buscar respuestas a una magia que desde siempre le había producido curiosidad. No solo había practicado las Artes Oscuras hasta el cansancio, llevando hasta esa misma asignatura en la Universidad Mágica rozando las leyes permitidas en sus clases, sino que había traído a la vida muchos espíritus que hablaban de la Nigromancia y las consecuencias de molestar a los muertos para volverlos a traer a la vida rompiendo el ciclo natural que existía.

 

La casa del Arcano era la mas alejada, Jeremy camino hasta allí sin mayores problemas. Llevaba una chaqueta de cuero sin mangas sobre una remera blanca y unos cómodos jeans amplios con zapatillas deportivas blancas con cámara de aire en el talón. Su cabello suelto largo hasta el principio de la nuca, estaba apenas peinado, dándole un aspecto rebelde y poco mágico. En los dedos de sus manos llevaba los anillos de los libros mágicos y unos cuantos comunes en forma de calaveras y cruces invertidas. Del cuello los amuletos, también de los libros mágicos, se mezclaban con una medalla que representaba el escudo del West Ham United, su equipo muggle de fútbol favorito.

 

-¡Hola! -Gritò desde la puerta de la casa del Arcano. Sin ingresar a la vivienda. No era cierto que los vampiros debían recibir una invitación formal para entrar a los lugares, pero aun así, el prefería respetar la privacidad de algunas personas. Si, solo de algunas, estaba claro.

 

 

@Báleyr

Editado por Jeremy Triviani

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  • 3 semanas más tarde...

Rara vez podía decir que se encontraba cansado o agotado mentalmente. Desde hacía días que aquel pensamiento no lo abandonaba y aunque era consciente de que ese era su precio a pagar, no se terminaba de acostumbrar. Le gustaba pensar que de tener la oportunidad habría hecho las cosas de manera diferente, pero lo cierto es que no, volvería a tomar las mismas decisiones o por lo menos estaba seguro de que hubiese elegido el mismo camino, que hiciera lo que hiciera siempre lo llevaría hasta este punto en el que no dejaba de sufrir; su dolor no era físico, iba mucho más allá y era algo con lo que debía cargar. Con cuidado volvió a colocar el libro en su puesto, tomando otro en su lugar, se sentó en uno de los sillones para empezar a leer, al menos así sus pensamientos lo dejarían en paz.

Iba por la mitad de su lectura, cuando un grito que no llegó a alterarlo lo interrumpió. Báleyr, que ya sabía lo que aquello significaba se tomó su tiempo antes de hacer cualquier cosa. Bien podría fingir que no se encontraba allí, por lo que obligaría a la persona a regresar al día siguiente, o bien podría utilizarlo como entretenimiento aunque a veces esto le pudiera salir mal. Los aprendices que no mostraban progreso lo hacían perder el tiempo y en más de una ocasión estuvo a punto de renunciar para no tener que soportarlos más, pero de nuevo se lo pensaba y desistía de la idea.

— Adelante —murmuró, aunque su voz se escuchó en toda la habitación. El Nigromante no se inmutó en levantarse, al menos no de inmediato. Esperó a que el aprendiz se presentara delante suyo y solo hasta ese momento se puso en pie, dejando ver su imponente y alta figura —Sígueme —le pidió sin rodeos, conduciéndolo a la habitación continua —Los espíritus guardan muchos secretos y pocas veces deciden revelarlos, a menos que tengan un motivo o que se pague un precio. Muchos espíritus conservan la esencia de quiénes fueron cuando estaban vivos y algunos quieren volver para terminar algún asunto inconcluso —a medida que hablaba ''El viejo'' movió uno de los estantes de libros dejando ver una puerta secreta que llevaba hacia un cuarto pequeño.

— Conoce a Amelia, averigua todo sobre ella y con suerte te dirá donde está su cuerpo. Averigua también cómo murió, las causas, es importante que te informes acerca de todo esto y cuando tengas la respuesta, regresa a mí —Hasta ese momento solo parecía un cuarto vacío y es porque Amelia le gustaba permanecer escondida. Tenía una personalidad traviesa, a veces era hasta cruel y le gustaba engañar a los humanos con falsas historias, sobre todo a los hombres y es porque uno de ellos era el culpable de su muerte. Amelia no le gustaban los mentirosos y podía oler las mentiras. Le gustaba conocer secretos oscuros o verdades tan ocultas y profundas que de revelarlo podía arruinar la vida de quién se lo contara, pero solo así, podían llegar a ganarse su confianza.

— Si tienes suerte te llevará a dar un paseo —agregó Báleyr, cerrando la puerta tras de sí, aun así su voz siguió atrapada en el cuarto, de donde el aprendiz no saldría hasta que así Amelia lo determinara.

 

@@Jeremy Triviani

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  • 1 mes más tarde...

La Triviani observaba la incubadora de cristal llena de formol, aquella incubadora que mantenía en perfectas condiciones del cadáver de su bebé, aquella pequeña criatura producto de su última unión a Jeremy, justo antes de su accidente en Azkaban. La bruja lloraba noche tras noche su perdida, percibiendo aún en su vientre las sensaciones de ese bebé de 25 semanas, patearle y moverse en su interior. recordaba siempre el momento en el que se había enterado, días antes de visitar la cárcel mágica, pretendía decirle a Jeremy, sólo buscaba el día adecuado para hablar con su hermano, el deseo de pasar un embarazo al lado de quien había sido su primer gran amor le hacía ilusión a la bruja, a pesar de que actualmente mantuviera una relación amorosa con la Delacour, la rubia que era la luz de sus ojos.

 

Pasó suavemente la mano por el cristal, mientras una lagrima recorría su mejilla. Llevaba días esperando la notificación que en su mano estaba, cursaría la habilidad de Nigromancia, habilidad que quizás le permitiría traer a la vida al feto, para que siguiera con la gestación solo que fuera de su vientre. La Triviani se había encargado, con ayuda de su medico mágico clandestino, el extraer por completo lo que en su vientre se alojaba, guardándolo todo este tiempo, a escondidas de su hermano.

 

Zoella dejó un beso sobre el cristal - Pronto estarás con mamá - susurró, pegando la frente del cristal, antes de aparecer en los pasillos de Mahoutokoro, rumbo a la sala donde Báleyr se encontraba. Caminó los largos pasillos en silencio, mientras su calva brillaba totalmente pulida bajo el sol que pegaba desde las ventanas de los pasillos. Sus ropas, negras hoy, cubrían su aún delgada figura, siendo unos jeans y una blusa manga larga las que había escogido usar ese día.

 

La bruja llegó a las plantas orientadas al norte, dispuestas para los arcanos, aisladas del resto. Observó el trozo de pergamino con la ubicación y llegó hasta la gruesa puerta de madera oscura, tocó dos veces y esperó a que el arcano le indicara que podía pasar. La necesidad de la calva por aprender aquella habilidad eran inmensas, la necesidad de volver a sentir en sus manos el pequeño cuerpecito de su bebé eran grandes, y justo ahí, parada, sola frente a la puerta, la melancolía la invadió, recordando sus tres embarazos anteriores, todas las sensaciones en su vientre, las patadas de sus bebés e incluso los ecos realizados para corroborar el estado de sus hijos.

 

Otra lagrima se escapó de su ojo, con lentitud levantó la mano y retiró la gota salada que colgaba de su mentón. Relamió sus labios y mentalmente se reprimió, ordenándose calmarse antes de que el arcano abriera la puerta.

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  • 3 semanas más tarde...

Báleyr exhaló una bocanada tan larga de humo que casi llenó el aire de la mazmorra con este. Él no ha contado el tiempo desde que ha tenido un estudiante nuevo, ¿por que lo haría? ciertamente se siente algo satisfecho de que nadie cruce su puerta para aprender el arte de la nigromancia. No necesariamente es porque no le guste enseñarlo, es por todo lo que implica tener que recordarles el valor de aprenderlo. Tener que recordarse a sí mismo sus propios sacrificios. Báleyr exhala nuevamente antes de volver a llevarse la pipa a la boca, seguramente es solo que su longeva edad y su largo aislamiento se lamentan por él.

La puerta sólo se ha escuchado sonar dos veces, en aquel silencio apacible en el que Báleyr lee las noticias es inconfundible. Sin embargo, no atiende inmediatamente, él se queda en silencio por un largo rato, esperando tal vez a que vuelva a sonar el llamado... o que no lo vuelva a hacer. Báleyr sabe que no cualquier mago o bruja está ahí del otro lado de la puerta esperando por él, por que para aprender una habilidad tan oscura como la nigromancia se necesitaba algo mucho más allá que fuerza, alta habilidad y dominio de sus poderes mágicos. Se requerían experiencias.

Si, esa era la diferencia entre aprender de los arcanos a hacerlo de esos guerreros uzza.

Con un ademán Báleyr desliza el cerrojo de la puerta, para no levantarse de la silla y no tener que dejar su lectura innecesariamente. No levanta la mirada del ejemplar entre sus manos porque puede escuchar cómo la puerta se abre con timidez tras permitirle el paso. No obstante, las pisadas que le siguen por detrás parecen tener más determinación, aun así no consiguió que el mago arcano abandonara la lectura, es demasiado viejo para saber que no debe confiarse de las primeras impresiones, sobre todo tratándose de los aprendices de nigromancia.

Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera de nuestra vida, tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades que tenemos de ser y de hacer a los otros felices-, masculló el viejo arcano con la boquilla de la pipa atrapada entre sus dientes, insatisfecho, no del todo, por lo que su único ojo en el rostro lee. ―Nos entristecemos por cosas pequeñas y perdemos un tiempo precioso. Perdemos días, a veces años, en intentar recuperar esos días pasados y perdemos el enfoque de nuestro presente-, el arcano apenas movió el ojo que le queda para observar, por encima de las páginas de su lectura, la esbelta figura que lo escucha del otro lado.

Báleyr había aprendido también, con el paso de los años, que para cada persona en este mundo, la nigromancia tenía un significado espiritual diferente, algunas veces parecido, pero nunca igual. Eso era parte de sus vivencias; todo aquello que le daba contexto y significado a la existencia mágica de una persona y les permitía la capacidad de dominarse, o no, a sí misma sobre todo lo demás.

¿Qué estás haciendo aquí, joven persona?-, Báleyr negó con a cabeza levantando la mano impidiendo que ella le diera una respuesta pronta. Luego aclaró, desbordando paciencia en sus palabras. ―Bueno, se que haces aquí, pero ¿por qué?-, otra bocanada de humo inundó el salón.

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Quiso regresarse a casa, y seguir estudiando los miles de libros de la vida y la muerte que había conseguido, quiso seguir investigando formas alternativas de revivir a su bebé, pero sabía que era en vano, la única solución a su consideración era adquirir de una buena vez los conocimientos que la Nigromancia le conferiría para lograr su cometido, la rabia hacía si misma era inmensa, sabía que ese día no debía asistir al llamado de su madre, aún cuando la misma se molestara de sobremanera por no atenderle. A su mente llegó la imagen de ella frente al espejo, sin ninguna prenda en su cuerpo que cubriera el creciente vientre que a penas y se le notaba, ese día había sentido la primera patada de su bebé, y la felicidad que la había albergado era tal que suaves lagrimas habían brotado de sus iluminada mirada, mirada que a hoy día se encontraba totalmente apagada y deprimida.

 

Las pensamientos de la bruja se vieron interrumpidos por la apertura de la puerta. Calló su mente y se decidió a entrar, debía hacerlo, se lo prometía a alma de su hijo, debía hacerlo regresar ante todo pronostico. Tomó el pomo de la puerta y con algo de timidez la abrió, empezando a adentrarse a la morada del Nigromante. Con pasos decididos de encaminó hasta quedar a escasos metros del arcano, que fumaba y leía entretenido un ejemplar del periódico mágico el Profeta.

 

No emitió palabra alguna por largos segundos, manteniendo el gélido silencio intacto. Su cuerpo se estremeció suavemente al escuchar la profunda voz del arcano, sus palabras llegaron justo al pecho de la bruja, donde una punzada se hizo presente ¿Por que el arcano habrá dicho aquello? se interrogó, determinando que decir en contestación a aquello. Se sintió plenamente identificada por cada palabra pronunciada y ante la vista del único ojo del mago se sintió pequeña, diminuta.

 

Su pregunta llegó, y la bruja se recompuso tan rápido como pudo, irguiendo los hombros para contestar.

 

- En efecto, la vida se desvanece con un único soplido. Cualquier mortal e incluso inmortal corren los mismos riesgos de perder la existencia en el mundo - agregó a lo dicho por el viejo hombre, mientras media las palabras con las que iba a contestar al hombre. Tomó con suavidad la silla al otro costado de la mesa, empujándola para sentarse en ella con cierto atrevimiento, al no pedirle permiso al arcano.

 

- Quiero recuperar algo, bueno, a alguien. Necesito traerlo a la vida otra vez - confesó con seguridad, a sabiendas de que ocultar aquello no serviría de nada, y que el mentirle no serviría de mucho. la determinación alojada en la mirada de la bruja era notoria, los deseos de lograr adquirir dichos conocimientos iban más allá de cualquier necesidad de poder que le podía conferir la Nigromancia para su puesto dentro de la Marca Tenebrosa.

 

Nuevamente el silencio reinó en el lugar, donde Báleyr y Zoella intercambiaban constantes miradas, analizándose y descifrando la expresión del otro.

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Ya veo-, la boquilla de la pipa se machaca entre sus dientes, y su brillante y único ojo azul se detiene a analizar a la hechicera. Báleyr asintió apenas a las palabras de la bruja, es un movimiento apenas perceptible, pero evidente, no era tampoco como si estuviera completamente satisfecho con ella, pero la aceptaba igualmente. Si, todos tienen un significado subjetivo parecido, aunque nunca igual-, se dio la razón tras escuchar las explicaciones de la bruja, sus necesidades. Entre las personas que llegan hasta su mazmorra es común que la búsqueda de conocimientos tan oscuros recaiga casi siempre sobre un menester, considerada su decisión egoísta o no, eso era algo que estaba fuera de los intereses de Báleyr. No obstante, el arcano considera también que una sola necesidad no es suficiente para formar a un nigromante.

 

Sin apuro alguno dobló el ejemplar del periódico que tenía entre sus manos y con el mismo cuidado lo hizo a un lado para finalmente quedar cara a cara con la aprendiz. El silencio entre ellos era espeso, era el de dos mentes trabajando detenidamente, Báleyr lo veía en la mirada de ella, el cómo a pesar de estar casi al borde de sentimientos con los que ha estado cargando por mucho tiempo hace un esfuerzo para mantenerse sobria, pensando cuidadosamente cada una de sus palabras. Honestamente, no es lo que Báleyr espera ver ahora, él está más interesado en su interior, en conocer más de ella, quiere saber si en realidad está lista para esto, física como mental y espiritualmente preparada, para que Báleyr no pierda su tiempo antes de intentarlo nuevamente.

 

Existe una necesidad constante entre los seres vivos de aferrarse a su vida más de lo que se les es permitido-, comenzó una explicación. ―Cada uno tendrá sus razones para luchar por ella hasta el último aliento, pero una cosa sí es seguro, la mayoría de ellos siempre lo va a intentar-, el arcano abandonó su silla por un instante y se dirigió hasta uno de los estantes llenos de libros, el nigromante escogió un ejemplar y un frasco con hierbas secas. ―Lo harán incluso hasta cuando sean capaces de entender qué es lo que sucede después de perder la vida, es algo natural-, volvió a la vieja pero cómoda silla que apenas protestó ante su peso.

 

El semblante demasiado serio del arcano no se doblegó ante la sensibilidad del tema, el ya tiene muchos ayeres viviendo de esto.

 

Pero no es igual ese sentimiento al de perder a alguien-, aclaró. ―Cuando se pierde a alguien, a alguien amado sobre todas las cosas…-, negó con la cabeza, sin mucha efusividad y con misticismo en su mirada. ―Cuando alguien amado te abandona es imposible evitar pensar que se ha llevado algo de ti con el y sientes que a cualquier costo quieres recuperarlo; eso es a lo que ustedes llaman necesidad-, Báleyr tomó entre sus manos nuevamente el periódico y se lo extendió a Zoella, ofreciéndoselo. Los encabezados de la primera página no solo hablaban de los actuales acontecimientos que acechaban a la comunidad mágica británica, sino a toda nación que se había visto involucrado en los actos bélicos recientes. La crudeza de la realidad. ―¿Necesitas de verdad tanto a ese alguien como para traerle devuelta a sufrir la muerte una vez más?-, empujó apenas, con una frívola neutralidad en sus palabras.

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Las palabras del arcano nuevamente se hicieron presentes, y Zoella le escuchó con gran detenimiento, analizando profundamente cada una de ellas mientras el viejo hombre se levantaba de la silla donde estaba luego de intercambiar un par de miradas. Triviani no sabía que decir ¿en serio había tomado la decisión correcta para emprender aquel viaje hacía las sabidurías que podría compartirle el arcano? Nuevamente llegó a la duda a su mente. Sintió su vista nublarse, no, no podía llorar ahora y frente al arcano. Últimamente esas ganas de llorar abundaban dentro de la vampira, quien se reprimía y regañaba al hacerlo frente a otros.

 

Pensó en como sería su vida ahora con su embarazo, estaría empezando a penas las 32 semanas y lo más seguro es que por su mente no hubiese pasado el inscribir la nigromancia, al menos no por el momento. Retiró suavemente la lagrima que de su ojo cayó, justo cuando el tuerto hombre se giró a ella. Carraspeó un poco y acomodó su postura mientras el hombre le tendía el periódico.

 

La caída del estatuto mágico era el escándalo del mes, la mujer supo que aquello ya estaba más cerca de lo esperado y el fin de ella, de Aaron estaba por llegar, la libertad de cada uno de los magos y el fin de todo aquel que no llevara la sangre pura era cosa que perseguía la calva mujer. Leyó suavemente lo que en primera plana estaba mientras las nuevas palabras de Báleyr llegaron. Relamió sus labios y volvió a limpiar su mejilla, donde otra lagrima recorría la silueta de su delicado rostro.

 

- Mi hijo no alcanzó a saber lo que era la vida en sí - hablo, confesando en voz alta las razones de su presencia ahí - Considero que es justo que regrese, que viva la vida que tenía que tener y que muera, de la forma en la que la madre tierra de tenga. No debió morir por culpa de mi irresponsabilidad, debí aferrarme a la vida de él, a la seguridad de él o ella, no alcancé ni a saber que era - murmuró en un suave hilo de voz.

 

Un creciente nudo llegó a su garganta, no podía soportar la culpa de haber matado de aquella forma a su bebé, de haber sacrificado la vida de la creación de su vientre solo por separarse de su hermano aquella noche, en Azkaban. La ojigris dejó el periódico con suavidad sobre la mesa y sus ojos repararon en el libro que reposaba en las manos del arcano - Un hijo lo es todo para una madre, aún sin verles el rostro ya el sentimiento por ellos comienza a crecer - comentó suavemente Zoella, acariciando con suavidad su vientre con la mano que descansaba anteriormente en su pierna - Recuerdo su primera y única patada, bueno, la que logré sentir. Quisiera poder darle la vida que no pude darle a mis otros hijos. Quisiera verle crecer, vivir, reír - admitió, viendo a la nada misma.

 

- Se llevó gran parte de mi, se llevó todo sentido de vida que me quedaba - agregó, regresando la vista al único ojo que tenía el varón frente a ella. Alejó la mano de su vientre y la colocó sobre la mesa, junto a la otra - ¿Cree que podría usted enseñarme para traerlo de vuelta? Daré todo de mi si es necesario, yo sólo... lo quiero de regreso - soltó, con cierta suplica en su voz.

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Báleyr escuchó pacientemente todo lo que la bruja Triviani le contaba, no escuchaba entre sus palabras lo que él esperaba, lo que él busca escuchar, pero de algún modo la comprendía. El silencio entre ellos nuevamente se prolongó, Báleyr no despegó la dura mirada de la bruja.

Ciertamente, los juicios no entran de todo en la cabeza de Báleyr, los motivos por los cuales las brujas y magos deciden venir a aprender de él no son del todo su interés; algunos pueden desear el conocimiento para propio provecho, o buscan salvar sus vidas o la de algún ser querido, tal cual era el caso de Zoella esta vez. Sin embargo, y a lo que a él concierne, es que aunque intrínsecamente no sean razones infames, en un punto de esta persecución antinatural invariablemente la nigromancia los lleva por una senda más oscura, y sobre todo, sea cuál sea la razón, cuando las personas emprenden el camino de la nigromancia, la locura suele acompañarlos en el viaje.

Daré todo de mi si es necesario-, promete ella.

Después de segundos que parecieron eternos, Báleyr suspiró y nuevamente se llevó la pipa a la boca.

Yo puedo enseñarle, si, pero debe preguntarse si realmente es capaz de conseguirlo, debe ser consciente de los sacrificios que necesita hacer, pues el camino hacia el arte de la nigromancia es como ningún otro al aprender de las magias de la sangre, y una vez que se sumerge en aguas tan turbias es imposible salir impune. Cuando una persona se adentra por la senda oscura de la nigromancia, se vuelve cada vez más indiferente a sus raíces mortales. Al cuestionarse los secretos de la muerte de forma morbosa, un nigromante puede llegar a parecerse a las creaciones de su magia.

La severa seriedad no abandonó nunca el rostro durante el discurso del arcano nigromante, sin embargo, su mirada se volvió más penetrante sobre Zoella.

Déjeme decirle que muy probablemente el amor a esa persona no la va a salvar de ese destino, señora Triviani-, advirtió, consciente de algún modo en lo delgado que puede ser el hilo de cordura de una persona tras sufrir una pérdida tan dolorosa como la que ella relataba momentos antes . ―Si la criatura vuelve, debe estar consciente de que no será usted la misma persona que es ahora la que lo reciba, y eso será lo menos.

Hizo otra pausa para que ella sopesara las circunstancias. El acto de ella no era necesariamente egoísta, sin embargo, no era cuestión de ser una mala o buena persona, la nigromancia siempre corrompía sin piedad a sus usuarios.

¿Vamos a continuar entonces?-, Báleyr le ofreció a la bruja esta vez el viejo volumen que tenía entre sus manos, un antiguo grimorio de magia arcana. ―Si es así, lleve este libro a la biblioteca, y veamos qué es lo que quiere mostrarle-, el arcano tomó entre sus viejas manos su bastón y dio dos golpes al suelo, a un costado de la habitación se desmontó una trampilla que dejaba libre un camino escalonado hasta lo que parecía un sótano. La biblioteca siempre tiene un aspecto diferente, que va de acuerdo a lo que la bruja o mago en cuestión aprenderá. ―En el camino puede contarme qué es lo que ya conoce sobre la nigromancia, señora.

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