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Nigromancia


Báleyr
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Quizás no sea algo prudente de reconocer en voz alta, todavía frente a Báleyr, pero la verdad es que siente cierta paz cuando los instrumentos de nigromancia desaparecen de su vista. Aún así, se siente orgullosa de demostrarse capaz de sobreponerse a la magia de sangre, pero sabe que ese no es el final. Donde verdaderamente probará su valía y su habilidad de dominar la nigromancia —y no que ésta la domine a ella— es en el Portal de las Siete Puertas, un lugar que ya ha visitado con anterioridad... y al que no tenía planeado regresar, honestamente. Intenta reponer sus energías en silencio mientras el arcano habla, de modo que cuando debe responderle ha recuperado el aliento.

 

—Estaré lista —asegura Madeleine, aunque algo le dice que el arcano de todas formas la probaría fuese cual fuese su respuesta.

 

Pronto, se queda sola en la mazmorra impoluta, aparentemente inocente. Se asegurará de descansar, por supuesto, no cree que haya mucho más que pueda hacer, ya que incluso el grimorio había desaparecido con el chasquido del nigromante. «Quizás debo preocuparme menos por la técnica y más por ordenar mis pensamientos», reflexiona.

 

Abriendo un portal, se despide de aquella mazmorra y espera que, con lo que ha aprendido en aquella velada, sea suficiente para la prueba que está por enfrentar.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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La tensión entre sus músculos delataba el estrés que tenia. Todos y cada uno de ellos parecía una roca sobre sus huesos, moviéndolo únicamente porque los obligaba a ello. Mientras andaba podría jurar que escuchaba sus articulaciones crujir. Descansar había dejado de ser una opción en cuanto intento acostarse y el dolor lo había hecho imposible, así que una pequeña sombra violácea, muy superficial, decoraba la parte inferior de sus ojos. Pero no parecía cansado, en realidad tenia toda la pinta de tener pocos amigos y por la forma en que apretaba sus dientes, podía sugerir que estaba un poco irritado.

 

Aunque eso no resultaba un impedimento para su responsabilidad, que le había sacado de su hogar por encima del resto de sus asignaciones para ir a ver a el Arcano. En lo que estaba ahí dentro un olor pútrido a hierbas se colaba por su nariz, lo detestaba, solo tenia ganas de quitarle aquella pipa con la que se veía muy a gusto fumando y lanzarla por la ventana de aquella habitación. Eran seres llenos de magia y poder superior y no tenían necesidad de restregarlo en la cara de nadie, lo llevaban como un escudo a todos lados... En repetidas veces pudo observar como Báleyr tocaba su anillo, eso llamaba mucho más la atención del gitano, no era como querer usar la Nigromancia como estilo de vida, o tal vez un poco, a él le parecía divertido todo el caos que podría generar con aquellos conocimientos, hasta seguramente podría recuperar el alma de su hermana Zoella.

 

Por supuesto —sonrió en respuesta a las palabras del Arcano, complacido. Ademas de su conocimiento, quiero que me enseñe a desentrañar todos los misterios que la Nigromancia posee, y me guíe a convertirme en un portador del anillo. hizo referencia a aquel que tanto miraba.

Quizás por eso le caían mejor.

 

Sin embargo, de todos los solo había encontrado afinidad con la Arcana Amara. ¿Cómo sería Báleyr? No había hablado de él con nadie y no había preguntado, le gustaba conocer esos detalles por sí mismo, pero no esperaba una persona dulce. La Nigromancia no era algo... Bonito, para los demás, ni contaba con el prestigio de otras habilidades, era más bien oscura y poderosa, lo que los magos solían evitar a menos que sean lo bastante inteligentes como para saber lo que quieren en realidad.

Editado por Matthew Triviani

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La calva observó el rostro emocionado de la pequeña niña al escuchar sus palabras. Repasó en su mente aquello y suspiro. Observó a Jeremy quien parecía estar desconectado de todo y acercó su rostro al oído de la niña con suavidad mientras le regalaba una mirada con complicidad. Triviani se sentía algo temerosa por la presencia de Amelia, pero esperaba salir de ahí pronto y poder seguir expandiendo sus conocimientos.

 

- Puedo sacarte de aquí si colaboras conmigo, Báleyr no tiene porque enterarse - agregó al oído de la niña para alejarse. Observó a la muñeca que tenía la niña en sus faldas junto a la estaca. ¿Sería esa muñeca lo que la mantenía atada a este plano astral? ¿si le clavaba la estaca podría liberar el alma de la pequeña infante? Las preguntas comenzaron a formarse en su mente mientras observaba la expresión de la fantasmita.

 

La sonrisa torcida que alojaba sus labios creció cuando Zoella pronunció aquello, Amelia pensaba que podría atormentar así a quien la había amarrado a aquel lugar, siendo la muñeca el objeto donde solía esconderse. La calva recordó la película muggle de Annabelle, y pensó si aquello había sido producto de algún nigromante.

 

- Necesito tu ayuda Amelia, ya mi hermano está desapareciendo y tu puedes conversar conmigo sin la molesta presencia de él - agregó mientras le regalaba una mirada maternal, buscando la inocencia de lo que algún día fue la niña. Guardó su varita, buscando darle más confianza a la fantasmita y se inclinó hacía ella - ¿Cómo terminaste aquí? - interrogó luego, dando claras señales de que ese era el secreto que necesitaba para por fin salir de aquella monocromática habitación.

 

Zoella necesitaba terminar la habilidad, creía que con aquello lograría traer a su bebé a la vida pero más allá de eso necesitaba vengar su muerte. Se concentró en Amelia, no podía quebrarse frente a ella porque tomaría aquello en ventaja y las cosas saldrían de muy mala forma. En silencio, escuchó las palabras de Amelia antes de dar su siguiente paso.

 

¿Debía liberar el alma de la niña antes de irse?

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Asentí las palabras del Arcano Báleyr Entendía su punto de vista, claramente. Pero tal vez el que no me entendía era él, ya que no se trataba solamente de la herida o de todos los sucesos ocurridos en toda mi vida. Sino la balsa que estaba buscando para navegar aquellas aguas profundamente inmensas en las que necesitaba algo para afrontar aquello y al parecer, la Nigromancia era lo que me servía en ése preciso instante.

 

— ¿Es necesario?

 

Pregunté sin necesidad de recibir una respuesta. Aquello parecía una broma. Desde el primer momento que había decidido realizar aquel viaje, me había preparado mentalmente para atravesarlo sólo. Y aquella pelirroja Macnair de alguna manera, inconsciente, se había encargado de estar ahí. En la puerta, en la habitación, y ahora tenía que traerla de regreso. Algo me decía que no iba a ser cosa fácil: o por ella misma o por todo lo que estaba alrededor. Le hice un gesto de aceptación y claramente que saqué mi varita. En aquel momento se me ocurrieron un par de preguntas, pero que mientras aparecía aquella puerta, dejé a un costado.

 

Tal vez tenía el trabajo de responderlas para poder vincularme al anillo.

 

Atravesé esa entrada sin decirle más nada al Arcano Báleyr. Iba a demostrarle, como había hecho con los otros Arcanos, que era merecedero de aquella habilidad.

 

La puerta se cerró tras de mí y el frío me dio de lleno en la cara. Mi pecho estaba completamente invadido por los latidos del corazón que parecía que iba a salirse de su hueco. La herida me susurraba. Si, susurraba. Era una vibración extraña, jamás lo había sentido. Murmuré un Lumos que me ayudó a visualizar aquella escalera que descendía en caracol. Las paredes de piedra estaban impregnadas de humedad y de muerte. Igual que las antorchas, estaban en su punto más débil.

 

Bajé los peldaños con paso seguro pero húmedo. Mis zapatos jamás iban a permitir dejar entrar agua pero se estaban empezando a mimetizar con el frío del ambiente. Mi aliento podía despedir volutas de vapor cada vez que respiraba. Fui bajando cada vez más, era interminable. Hasta que a un par de metros más abajo, el frío era igual pero de alguna manera todo empezaba a iluminarse más. Cuando llegué al anteúltimo peldaño, mientras me preguntaba dónde caraj0 estaba la muchacha que buscaba y cómo iba a encontrarla, vi una figura que se acercó a mí. Y le hablé como si supiera que tenía que preguntarle.

 

Arya Macnair. Necesito si…

 

Pero la figura cuando llegó a mí, se bajó la capucha a la luz de la antorcha y me tomó la mano. Observándola. Y luego me miró fijamente. Su rostro de alguna manera se transparentaba. Su túnica se arrastraba levitando y se movía como si la brisa la arrastrara, más que caminar. Habló con una voz profunda, tranquila e igual de helada que las escaleras. Claramente estaba ignorando mi pregunta de dónde podría encontrar a Arya.

 

El primer choque fue el inicio. La enemistad irá creciendo, muchacho. La Sangre de Florencia se inclinará entre reinar o perecer. Y arrasará con todo lo que haya en el medio. La Bruja Oscura posee El Sol y el Mar. Que se esconde detrás de marcas rosadas. Pero el León es demasiado confiado y eso lo llevará a la ruina. Su peor miedo será el pronóstico de su futuro y las Estatuas caerán.

 

La vieja no se callaba. Y no me soltaba la mano. Aquellas palabras me resonaron en la cabeza como un poema pero me solté entre sus garras y avancé unos pasos. ¿Qué demonios le sucedía? Ni siquiera me respondía en las dos oportunidades en que le pregunté sobre aquella chica. Chica que tan solo hacer unos pasos, pasando unos estantes con unos libros hermosos, pude ver. La cabellera rojiza era inconfundible y me encontré con un panorama extraño allí también

 

Arya portaba un libro entre sus manos. Una luz se estaba abriendo paso y mostrando un panorama totalmente diferente a eso. Miré para atrás y aquella vieja se había ido. Me había tocado y había sido como si un muerto me hubiera tocado. Estaba seguro que era uno. Me recorrió un escalofrío mientras sus palabras volvían a resonar en mi cabeza. Me había dicho “muchacho”. Claramente la vieja no veía con sus ojos. Carraspeé mi voz antes de dirigirme a la recién encontrada.

 

Arya… ¿Con quién hablas? —porque la había escuchado claramente. Me acerque unos pasos más, aun con la varita en la mano. Pude ver que aquel umbral mostraba unos árboles. La miré a ella: — ¿Qué estás haciendo? Es hora de irnos. Vamos.

 

¿Tenía que explicarle que el Arcano me había dicho de volver? Técnicamente había pedido que la guiara de regreso pero jamás había dicho por donde.

 

@@Arya Macnair

Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Le habían dicho que el Arcano se encontraba en una zona de mazmorras y la realidad era que no le sorprendía en lo absoluto que en verdad aquello fuese así; era algo que iba en la naturaleza de todos ellos a final de cuentas, cuando se trataba de las artes oscuras y de los muertos y los cuerpos que se regresaban a la vida lo normal era que se realizasen sus trabajos en lugares oscuros, lúgubres y húmedos, como si de alguna manera solo esos sitios llamasen al tipo de magia que rehuía a la luz.

 

Tenía que admitir que a veces ella misma encontraba curiosas aquellas situaciones en las cuáles todo lo oscuro siempre se relacionaba a lo malvado o a lo oculto pero la verdad es que tampoco tenía quejas.

 

Por lo pronto... ella seguía en su viaje por conseguir todos los conocimientos que pudiera, recordaba que hacía tiempo ella ya había poseído la constancia como Nigromante pero con las reformas que se habían hecho le habían retirado la certificación ya que ahora les iban midiendo la magia de distintas maneras y eso significaba... comenzar las certificaciones de cero.

 

Y había dejado una de sus favoritas para después puesto que primero quería estar segura de la manera en la que ahora se llevaban a cabo aquellas pruebas para volver a certificar algo que ya conocía; de todas maneras, no era algo que le pudiese decir al profesor, últimamente se daba cuenta de que estos estaban bastante agresivos en lo referente a sus alumnos por lo que lo mejor era, ir con cuidado e ir calando el carácter de aquella persona.

 

Todavía recordaba a la curiosa persona que enseñaba Animagia y que había terminado por no enseñar por lo que había tenido que obtener la certificación aprendiendo de su sobrina, bastante versada en la materia tenía que decir.

 

Finalmente cuando estuvo delante de lo que se le había indicado, era el área del arcano encargado de aquella habilidad alzó una mano y tocó con suavidad usando los nudillos, esperando a que aquel hombre le diese el paso hacia donde esperaba, poder obtener la certificación por segunda vez.

 

@Báleyr

Editado por Hayame Snape Potter Black

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Cirse parecía conforme con mi escueto conocimiento. Sonreí a medias, como a la niña que le palmean la cabeza tras repetir algo nuevo, pero rápidamente el espasmo muscular desapareció. Aquel espíritu que me llamaba "maestro" estaba ofreciéndome saltarme algunos pasos necesarios para incursionar en el mundo de los muertos sin más ¿Era eso correcto, debía de dudar? Claro que debía hacerlo, pero en ocasiones mi accionar no tenía lógica alguna, además no me estaba pidiendo el alma o cosa semejante. Volví a acercarme al grimorio que se mostraba completo y pasando unas cuantas hojas intenté absorber al menos la información esencial para no morir en aquella incursión. Dentro de mi cabeza la luz roja, las sirenas, gritos clamando coherencia, más todo se apagó cuando cerré el libro de golpe provocando un fuerte ruido.


—¿Así sin más?


Pensé. El espectro se convirtió en un halo cegador que irradiaba calidez pero su voz —mi voz— aún resonaba en el sótano de aquella mazmorra.


—Si es lo que desea, Maestro. Sí


Me tomé un segundo para cuestionarme si era realmente algo que deseaba, pero estaba casi hipnotizada con la idea de qué habría más allá. Asentí confirmando que, efectivamente, cruzar hacia el mundo de los muertos era algo que quería de manera consciente. Una voz que no era mía cortó el encanto de la escena, giré lentamente el rostro permitiendo que Elvis viese mis facciones de perfil casi siendo consumidas por el halo. Lo oía perfectamente preguntarme qué hacía, con quién hablaba y que debíamos irnos de allí.


—Ésto es lo que Báleyr quiere.


Musité con una amplia sonrisa que me confería un aspecto enfermizo, aferrada al grueso grimorio como si la vida se me fuera en él ¿Había recuperado el tono?. Introduje medio cuerpo y casi pude intuír que Gryffindor me tomaría por el brazo buscando hacerme entrar en razón, pero a su vez del otro lado alguien más me llamaba, alguien requería mi presencia y no podía decirle que no. No sabía el por qué, solo que no era lo correcto.


Y me perdí, dándole completamente la espalda, dentro del portal que me daba acceso al mundo de los muertos. Pronto mis pies chapotearon en aquel frío y gris arroyo, allí no había ni un solo ruido. No había pájaros en el cielo o flores en los árboles que sólo enseñaban sus esqueletos secos. Estaba sola, o eso creí hasta que mis sentidos captaron el graznido de un cuervo a lo lejos ¿Sería quien me llamaba?


Quería averiguarlo sin lugar a duda y eché a andar con sigilo y cautela.

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Sitio del Arcano

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Volvía a tocar esta vez con pequeñas arruguitas rojas comenzando a aparecer por detrás de su cabeza mientras trataba de que sus golpeteos en la puerta no fuesen escandalosos pero que al menos si se hicieran escuchar; probablemente la primera vez había tocado muy quedito y por eso el encargado de Nigromancia no la había escuchado, bueno, tratándose de alguien que se dedicaba a los muertos como tales a lo mejor estaba en aquellos momentos separado de su cuerpo en algún tipo de proyección para observarlos?

 

Realmente no lo sabía pero tampoco era como que fuese la primera vez que un profesor estuviese ocupado.

 

Ahora que lo pensaba...

 

Y si el arcano encargado se encontraba impartiendo una prueba?? Parpadeó un par de veces, realmente no había analizado el hecho de que debía de haber más personas en aquellos momentos estudiando los conocimientos, después de todo, en medio de una situación de guerra donde muchos estaban recluídos y por ende eso también les daba toneladas de tiempo libre...

 

Qué les impediría aprovechar aquellos momentos para subir el número de conocimientos que poseían en esos momentos?

 

Ella misma lo estaba haciendo, hacía días que había colocado su ficha de inscripción para aumentar toda la lista que tenía pegada en una pared en el salón de su hogar; su actual esposo tan solo rodaba los ojos cada que la veía apuntando un nuevo logro pero para ella aquello era algo bastante importante porque significaba que había dado un paso más dentro de una sociedad que en sí siempre se había mostrado como algo hostil hacia los seres como ella.

 

Después de lo ocurrido hacia poco por las medidas ministeriales donde algunos compañeros y compañeras habían perdido el reconocimiento del departamento de Seres...

 

Sacudió la cabeza y movió un par de veces el picaporte de aquella mazmorra no para ingresar sino para que el arcano supiese que en verdad había alguien en el exterior; justamente, en territorios de los no-vivos estaba atada de alguna manera a aquella pequeña e incómoda maldición de los vampiros acerca de no ingresar a un sitio cuando no eran invitados.

 

Generalmente no le era de inconveniente puesto que ya había sido invitada en el pasado a todas partes por lo que el acceso lo tenía en casi todo el pueblo... pero aquella mazmorra era territorio nuevo y firmemente aferrado a las mismas leyes que la mantenían existiendo por lo que por lo pronto... tenía que seguir esperando...

 

-Señor Arcano?... me permite pasar por favor?

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Si de algo me había dado cuenta, era que tal vez aquel Arcano no era como todos los Arcanos que había conocido y que me había logrado vincular a sus anillos. ¿Y por qué en ése instante estaba pensando mientras las cosas sucedían? Porque mientras los demás había sentido seguridad y confianza en los conocimientos que requerían para aquella habilidad, allí parecía que cualquier paso en falso lograra lo que quería Báleyr. ¿Nos quería con vida o con muerte? Estaba en duda.

 

Los ojos de @@Arya Macnair claramente no era los que conocía. La jovencita se había cruzado en mi vida muchos años atrás, así que sabía que estaba en apuros. Ella me respondió que era lo que Báleyr quería. Y el Arcano también quería que la llevara de regreso. ¿No era más fácil pedirme que la acompañara? Tal vez la única razón de darnos órdenes opuestas era que Arya no escaparía sola e iría acompañada conmigo, haciéndome entrar allí. Y a la vez, se aseguraba conmigo que haría regresar a ambos, sabiendo que prácticamente obligaría a la bruja a no perderse en el camino.

 

Arya —sé que quise alcanzarla. Y eso hice cuando ésta comenzó a atravesar el umbral, pero aunque la tomé del brazo para que frenara y no lo hizo. Y quise sacarle aquel libro enorme de sus manos ¿Pero qué pasó? Vibró fuerte y sentí un chispazo que recorrió todo mi cuerpo, lo que provocó que lo soltara.

 

Saqué mi varita y asentí. Báleyr quería que “ambos” hiciéramos eso, así que también atravesé el umbral del portal.

 

Era distinto aquel frío pero se sentía demasiado natural. Frente a nosotros había un río muy débil con árboles totalmente despejados de hojas. Todo era gris, con nubes negras que pronosticaban tormenta. Invoque un Lumos desde mi varita pero no era como cuando iluminabas todos desde arriba: el entorno parecía que se tragaba aquella luz y solamente llegaba a iluminarnos a nosotros dos.

 

Unos cuervos llamaron nuestra atención. El silencio abrazaba tanto a Arya como a mi. Para ambos era un sitio desconocido.

 

A unos metros del rio, como si nos estuviera esperando, luego de caminar algunos metros uno al lado del otro, nos encontramos con una balsa de color rojo. La pude ver desde a unos cuantos metros atrás, porque resaltaba ante tanto gris. En el camino había unas figuras tiradas en el suelo, inertes. También del otro lado del río. Me adelanté unos pasos y noté que la barca estaba sola en el rio. Me giré para hablarle a Arya.

 

Me imagino que debemos subirnos en la barca, ¿No? ¿Qué más te dijo Báleyr? —no estaba seguro si la joven iba a responder a mis preguntas. Pero esperaba que si.

 

Aquel silencio era realmente opresivo.

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Sitio del Arcano

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La bruja se había sentado con las piernas acomodadas a modo de mariposa en el suelo, sacando su propio libro acerca de los muertos para comenzar a leer un poco al respecto, prepararse; no quería que las clases le cayeran encima de golpe y terminar con una pregunta que no pudiera responder, tener tantos años arriba no significaba que fuera lo mismo que tener todas las respuestas en automático.

 

Uno nunca sabía cuando podría servirle, la cosas también se habían mdoernizado y a veces ella se quedaba muy chapada a la antigua...

 

Un breve crujido llamó su atención, desde un pasillo a la distancia, oscurecido por las penumbras naturales de aquel sitio que a pesar de unas pocas antorchas, no terminaban de iluminar todo el sitio al completo; se puso de pie despacio, sería el arcano?... a lo mejor le había pillado saliendo a alguna visita y ahora estaba volviendo aunque...

 

No le parecía que fuesen los pasos que normalmente encontraría en uno de los profesores... algo les faltaba...

 

Entornó los ojos rojos que refulgeron en medio de las llamas que se alimentaban de los maderos en los soportes de metal; se acercó despacio a uno, colocándose bien el libro bajo el brazo y sin pensar sacó una de las antorchas de su argolla; el sonido del metal al golpear la roca retumbó en la oscuridad lejana donde no había nada que iluminase pero no por ellos los pasos que empezaban a oirse más cercanos, menguaban.

 

De alguna manera se le antojaban... ligeros?... no rápidos sino que no parecían producir demasiado peso sobre el suelo de roca... no como si tuviesen algún tipo de calzado... había un algo que creía reconocer pero...

 

Alzó la antorcha

-Arcano? -llamó aunque era más bien como una pregunta estandar, tenía casi la completa certeza no solamente de que no recibiría una respuesta sino que ademas, no se trataba de su profesor de turno. Muy despacio y finalmente comenzando a tocar el límite de la zona iluminada por las llamas, una silueta se percibió, avanzando inexorablemente hacia la vampiro que apretó con mayor fuerza aquello en su mano mientras tragaba levemente en seco

 

Lo último que habría esperado ver era a un auténtico muerto avanzando hacia ella desde uno de los pasillos, con expresión vacía pero clavada en su figura como si se estuviese enfocando en ella; no iba corriendo pero tampoco se detenía a lo que la vampiro emitió un pequeño gruñido y empezó a agitar un poco más la puerta del arcano como si de alguna forma esta se fuese a abrir para permitirle refugiarse en el interior pero esta seguía tan cerrada como en un inicio

 

Acaso esa era una tarea del arcano y nada más no le habían avisado??

 

Era una especie de forma de probar a ver si podía ser alumna suya o si no estaba lista para asomarse a los misterios de la Nigromancia?

 

Qué tendría qué hacer ahora?

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El Arcano elevó la vista hacia la puerta de entrada. La llamada era apremiante pues lo había hecho dos veces en poco tiempo. Báleyr cedió al placer de hacer esperar a aquella vampira que aporreaba, sabiendo que, si no le dejaba entrar, le sería difícil traspasar aquel umbral. Su atención, así, volvió hacia sus otros alumnos que estaba vigilando en aquellos momentos.

 

Le interesaba mucho la reacción del gitano. Aquel Triviani parecía molesto de hallarse en el interior de la mazmorra, del humo de su pipa que formaba una mescolanza con el aroma de la Muerte de la que es imposible deshacerse cuando te formas como Nigromante. Aquel olor, si algún día llegaba a vincularse con el Anillo de la Habilidad, le acompañaría de por vida. Y de por muerto.

 

- ¿Quiere que le enseñe a desentrañar todos los secretos de la Nigromancia, muchacho? - El Arcano era demasiado mayor, demasiado sabio y demasiado seguro de sí mismo para dirigirse así a @. - ¿No apunta demasiado alto?

 

Siguió sentado en aquella silla. El Arcano era muy alto y, aún así, parecía despropocionado con respeto a la altura de la mesa. Golpeó dos veces en ella, con cierta impaciencia. Baléyr no era una persona paciente.

 

- ¿No entendió que debía escoger un libro y traerlo aquí, Sr. Triviani?

 

Su voz sonó gruesa, dura, aunque no había enfado en ella. A veces, sus indicaciones no eran lo suficiente claras, así que volvió a indicarle la silla que estaba a su lado. Después, siguió hablando:

 

- Ni yo mismo sé todos los secretos que comporta el conocimiento de esta Habilidad, Sr. Triviani. Es algo que se adquiere con la práctica y con el pasar del tiempo, asimilando experiencias. Aquí tendrá suerte si llega a conocer los mínimos necesarios para que el Portal se digne a abrirle paso.

 

Báleyr se tocó la herida que cruzaba su cara, desde la ceja hasta el mentón, dejando a la vista su ojo perdido.

 

- La Magia se paga. La Nigromancia es muy cara. Cada vez que la use perderá algo y ese algo será muy duro cuanto más se adentre en su estudio. Lo que pretenda hacer con ella lo pagará en sí mismo. Aquí no sirven sacrificios de otros. Es usted quien se sacrificará, así que tendrá que decidir siempre si merece la pena el fin que busque. ¿Aún quiere seguir aquí y vincularse, muchacho?

 

Esperaba su respuesta y su acción. Pero no le dedicaba una total atención puesto que recibía información de alguien. Un espíritu invisible estaba cerca, susurrando a su oído que una de las alumnas se había perdido y que el otro compañero la había encontrado pero se le había escapado. El ojo de Báleyr se achicó y arrugó el entrecejo.

 

- ¿Ha muerto? - le preguntó al espíritu que su pupilo no vería. - ¿No? Vaya... Dejémosla un poco más ahí abajo, a ver si es capaz de volver por sí sola. ¿Y el otro muchacho?

 

El Arcano asintió un par de veces ante la información que recibía de @.

 

- Bien... Vigílale. Los muertos ansiarán su cuerpo y tendrá que huir sólo en el bote. Es probable que se pierda en el Lago de los Espíritus. Tendrá que usar la nigromancia para hablar con alguien que le enseñe la salida para regresar aquí. Es curioso, ¿quién se atreverá a hablarle en vez de poseerle?

 

Báleyr hizo el además para que aquel espectro se alejara. Sin embargo, notó a un muerto cerca, algo que era inusual. Los muertos no suelen levantarse si nadie les invoca. Un muerto en sus terrenos, que él no había permitido que se paseara por ellos, era una trampa. Alguien había levantado a un muerto para atacarles. ¿Pero a quién? En ese momento recordó que tenía una alumna nueva esperando en la puerta.

 

No corrió. Báleyr nunca corría. Pero llegó rápidamente a la puerta, la abrió y, de un tirón, hizo entrar a la mujer pelirroja. Cerró la puerta de un empujón y sintió con aquel no-ser la golpeaba desde fuera.

 

- ¡Señorita @@Hayame Snape Potter Black! Me avisaron de su presencia pero nunca se me ocurrió que fuera tan insensata como para leer el Libro de los Muertos sin protección. ¿Es que su eternidad como vampiro no le ha enseñado lo que es la prudencia?

 

Pocas veces el Arcano de Nigromancia se sentía tan enfadado. Los locos son los que hacen las cosas sin pensar y precisamente aquella habilidad tenía que tener todos los cabos bien atados. Señaló a los dos, Matthew y Hayame, para añadir, moviendo antes la mesa contra la puerta con un movimiento de su Bácul-o.

 

- Cualquier mal uso de la Nigromancia acabará con ustedes muertos y siendo usados por otros nigromantes para sus estudios. Ese es el fin de los que descuidan los detalles. No creo que ninguno de los dos quiera morirse. Bueno, usted está muerta pero lo que le espera si no utiliza bien la Habilidad es mucho más peor que eso, se lo aseguro.

 

El enfado se pasó tan rápido como llegó. Al sentir otro ataque de aquel fallecido en un intento nulo para entrar, Báleyr volvió a arrugar el ceño.

 

- Dudo que ustedes tengan el poder suficiente para levantarlo, sin embargo... ¿Quieren que les dejemos entrar y le preguntemos?

 

Y la sonrisa que apareció en su rostro le hizo parecer, a pesar de ser tan mayor, a un niño con un juguete nuevo en sus manos.

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