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Nigromancia


Báleyr
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Mirándose al espejo no se preguntó si estaba lista, sabía que lo estaba. A diferencia de videncia, con todo lo que sospechaba le tocaría sacar a flote, había estado esperando el momento hacía tiempo. Aprendida la lección de tenerle más miedo a los vivos que a los muertos o fantasmas, Macnair se calzó un par de altas botas negras y salió de la Mansión; no había nada que la habilidad de un Nigromante pudiese hacer para turbar su mente, o eso era lo que creía cuando, confiada, giró sobre sus cortos tacones de madera y desaparecía volviéndose un arrebujo de túnica negra. La tarde que le acompañaba mimetizaba su cuerpo con las sombras, como si de una más de estas se tratase.


Frotó sus manos al arribo. Por un instante fue una irregularidad en el apacible escenario. Las mazmorras estaban frías, la piedra que la componía desde los cimientos no permitía que el calor permaneciera por demasiado tiempo, y a medida que descendía por las escaleras que, según le dijeron, le conducirán al Arcano que busca, sentía que su propio cuerpo pierde temperatura. Aquello parece una morgue, era lo que pensó, oyendo sus propios pasos y el siseo de la túnica rosando los vaqueros finos. Lamentaba la vestimenta escogida, el clima fuera exhuda primavera, pero allí, allí hasta la propia respiración se petrifica.


—¿báleyr?


El labio superior le tembló un poco. Acomodó el cuello de su camisa, que sobresalía de la túnica y detuvo el andar callando el eco. Había bajado suficientes escaleras como para llegar al Inframundo, pero no se había topado con un solo alma, poseedora o carente de cuerpo.


—¿Hola?


Repitió, y el eco le devolvió el saludo. Arya intentó aguzar el oído sacando la varita sutilmente de su escondrijo, algún rincón de por ahí tenía que servir de "aula" para el arcano, la pregunta era cuál, o si estaba en la mazmorra correcta.

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Miré la palma de mi mano, como si estuviera sosteniendo algo que no se veía, como si estuviera sintiendo algo que no me pertenecía. Volví a mirar al frente y a estirar mi mano hacia donde la había apoyado algunos segundos atrás, antes de alejarla. Quería tocar algo, algo o alguien que había estado ahí hacía unos instantes. Pero una intensa luz no permitía ver quién era realmente. Me había sentido como años atrás, como si fuera al principio de mi adolescencia.

 

Ya sabía exactamente en qué momento. Pero habían pasado ya muchos años. Y era algo que había perdido de a poco. Y sentía ése vacío ya desde hacía demasiado y cada vez se hacía más pesado. Era como si cada vez perdiera un pedazo de mi cuerpo que no podía recuperar. Lo último había sido con mi esposa. Era la parte lógica que me faltaba, mi cable a tierra. ¿Qué había pasado? Si lo supiera, claramente no estaría allí.

 

Aquella luz cegadora se empezó a apagar. Otra vez intenté llegar a ella pero ya no estaba aquella persona que me estaba haciendo volver a sentir eso que había perdido. Cuando la luz se apagó completamente, pude sentir algo en mi corazón. Tal vez no era algo consciente. Pero se notaba cierta oscuridad que se había establecido tras un pensamiento. Una idea que si no hacía algo al respecto se transformaría en una obsesión. O no.

 

¿Cuánto tiempo hacía que me encontraba bajando escaleras y caminando por aquellos pasillos? Tanto que me había vuelto a sumergir dentro de mi cabeza y perdido nuevamente entre ésas imágenes que no estaban seguro si eran un sueño o simples pensamientos. Mi mente era tan profunda, tan enroscada, tan llena de huecos, y tan complicada por mis habilidades de ocultamiento, que a veces tardaba tiempo en salir de ella.

 

Pasé una mano por aquella pared. Estaba helada. Igual que el vapor que salía de mi boca. Acomodé el cuello de mi camisa, aunque la capa que portaba era abrigada. Mis zapatos emitían golpes sordos por cada paso. Aunque me detuve a escuchar una voz femenina que resonaba en aquel sitio. ¿Quién era? “Hola”, murmuré, pero nadie respondía.

 

Bajé dos tramos de escaleras más, iluminados por unos cristales azulados muy tenues y unas antorchas que se movieron cuando pasé a través de ellas. Al fondo del pasillo había una figura que reconocí cuando estaba a mitad de camino. Su cabellera rojiza me hizo detener. No tenía que encontrarme con nadie y muchos menos con Arya. Aunque intenté ignorarla porque realmente me quería encontrar con Báleyr. Me habían hablado maravillas del Arcano, aunque lo conocía desde un poco antes.

 

Esperé allí. Al parecer los dos estábamos por el mismo objetivo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El repicar de un eco.

 

Macnair volteó extendiendo el brazo que portaba la varita y por poco le roza la nariz al hombre que pasó de sí como si se tratase de un fantasma. De pronto se sentía nerviosa porque notó que el pulso le temblaba ¿Qué esperaba hacer con aquello, desmayar al Arcano? quizás su inconsciente temía que la primera prueba fuese un ínferi o algo similar, criaturas por las que no sentía ningún tipo de afecto, simpatía o sentimiento alguno. Pero no, no se trataba de Báylor.

 

Lo siguiente que experimentó fue verguenza ¿Por qué? no sabría decirlo. Se encontraba, luego de varios años, a centímetros más de su más cercana figura paterna. Pik no había ocupado el puesto como se debía por lo que, tras sus años de servicio a los aurores, o mejor dicho, miembros de La Orden del Fénix, ambos personajes forjaron una estrecha relación. Elvis había sido la primer persona en romper las barreras de su mente mediante legeremancia para ayudarle.

 

—¿Cómo has estado?

 

Preguntó, rompiendo el silencio que él mismo instauró. La estaba ignorando, más no sabía por qué, era casi como un balde de rechazo lanzado por la cabeza, frío como el agua. O tal vez, simple imaginación suya. De cualquier modo no estaban allí para conversar o rememorar hazañas, sino para incursionar en el arte de la Nigromancia.

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Para Madeline Moody

Lentamente tomó una gran cantidad de aire y la retuvo en sus pulmones, el ambiente ya se encuentra contaminado entonces con el humo que ha estado fumando y la luz que iluminaba el sitio está siendo empañada por la nube de las especies consumidas. De algún modo, el lugar deja de aparentar tanta frialdad y, aunque no reconforta a Báleyr, le trae a la memoria los recuerdos de sus primeras enseñanzas dentro de las artes oscuras y la nigromancia. Considerando que había comenzado a una edad demasiado joven como para que, incluso antes que nada, comprendiera verdaderamente el significado de la muerte, tendría que esperarse que alguien como él pensara algo natural en devolver la vida a los muertos. Pero, por el contrario, es bajo su propia experiencia en la práctica de la misma que Báleyr encuentra un significado más complicado de lo que es la muerte y lo que hay más allá de esta, y por lo tanto de la vida misma también.

Es por eso que, hacia con Madeleine, debe ser cuidadoso y seleccionar las palabras correctas para explicarse mejor, no quiere decirle lo que quiere escuchar, sino lo que necesita saber, la verdad, por que entre las escasas palabras de la hechicera se asoma, más que simple curiosidad, una angustiosa hesitación. Pero la verdad es, en muchas ocasiones, algo no tan sencillo de aclarar, mas que nada por que no siempre se puede comprender, aunque Báleyr lo intente, y aunque muestren respeto (falso o no) por él y sus ideas, los aprendices no siempre estarán de acuerdo.

[...]conociendo los secretos de la Nigromancia, ¿se puede respetar verdaderamente la vida? [...]

Báleyr parpadea lentamente con el único ojo que le queda en el rostro mientras que con la misma calma se inclina sobre la mesa para observar mejor los escritos sobre el grimorio, esos que se van revelando con una fluidez tan ordenada que pareciera que es Madeleine Moody quien los expone a voluntad, y puede atreverse a decir que recientemente no es algo común ver algo como eso en los aspirantes de nigromancia. Cuando sobre lee las primeras líneas, puede terminar de cerrar ideas y sin más preámbulo que el sonido monótono de su voz, comienza su explicación.

Conocer los secretos de una persona no siempre te orillan a entender sus acciones o sus ideales, y aunque lo hiciera, aunque sintieras que le comprendes, verdaderamente no sabes si tomarías las mismas decisiones o acciones bajo las mismas o similares circunstancias. Ahora bien, ser poseedor de esos conocimientos si hacen algo dentro de ti, te abren los ojos ante la verosimilitud del poder hacer, cosechan en ti esa posibilidad. De pronto la idea de que también puedes llegar a hacer lo mismo que ellos, bajo la influencia de lo que sea, no suena tan incapaz, y se queda en ti para siempre.-, para entonces, la mirada del arcano ya no se encuentra sobre las páginas del grimorio o la bruja frente a él, sino observando al bichito de luz que se ha colado en algún momento a ese espacio tan secreto. —Aunque estamos hablando de una magia y no de una persona, aquí ocurre algo similar. Conocer los secretos de la Nigromancia te aclara la mente para entender la nigromancia, más no necesariamente comprenderla, de eso último, en parte, se encarga la práctica. Sin embargo, una vez que se tienen los conocimientos, es el usuario quien decide los límites, hasta cierto punto.

Detiene un poco su verbosidad locuaz para echar otro vistazo al libro que se ha descubierto ante los pensamientos de la bruja. El contenido que se muestra es muy específico, y Báleyr se pregunta si algo de todo lo que está diciendo realmente está siendo razonado o tan siquiera considerado por Madeleine.

Habrá entonces quienes decidan explorarlos y quienes prefieren resguardarlos hasta que sea meramente necesario, pero cual sea el caso, una cosa si es verdad, cuando una persona se adentra a la práctica de la magia de la sangre, por las razones que sean, el hilo de su cordura se adelgaza y su mente se pone a juego. Conocer los secretos de la nigromancia y decidir usarla solo cuando es necesario no te exentará de eso. Cargarás contigo con la posibilidad de poder emplearla si es necesario, o sean cual sean las razones que quieras colocar sobre la balanza. Eventualmente, cosas como el respeto, la empatía o la misericordia se hacen aun lado cuando crees en el poder hacer, por que una vez que se adentra por la senda oscura de la nigromancia, la persona se vuelve cada vez más indiferente a sus raíces naturales, y encuentra que la muerte jamás será un límite para ella o él.

Ciertamente es un riesgo, un sacrificio.

Ahora, siguiendo ese razonamiento, ¿crees que lo hará? ¿que la nigromancia enseñe a respetar verdaderamente la vida?-, suspiró largamente. —Si quieres continuar, déjame mostrarte algo que quizá puede ayudarte. Trae tu libro, dejemos que él se concentre en lo suyo.

Tranquilamente el arcano había abandonado la silla que ocupaba y comenzó a encaminarse por entre las mesas llenas de frascos, de vez en cuando se detenía a observar el contenido que difícilmente se distingue por el polvo que los cubre y, cuando no parece convencido con lo que su ojo divisa a través del cristal, continuaba avanzando hasta los anaqueles casi vacíos sobre los muros. La ambición de Báleyr por enseñar la nigromancia parece ambigua, verdaderamente no tiene el mayor interés por los motivos que ante él se presentan estas personas y, si lo pregunta, solo es para saber cómo guiar su enseñanza. No obstante, esta vez, parece particularmente interesado en explorar más los alcances de la bruja Madeleine, solo por que sabe reconocer que en el enseñar también se puede aprender.

Hace un momento hablaste de considerar natural devolver la vida a los muertos. Debo aclararos que por supuesto que no es algo natural, si lo fuera no se necesitaría de un mago nigromante para hacerlo-, comenzó nuevamente. —Pero si es posible. Y sucede, es algo tan real como tu y yo. Pero escucha, hay una diferencia grande entre devolver la vida a los muertos y traer la vida después de la muerte-, finalmente se decidió por un frasco grande, que apenas puede cargar entre sus dos manos y mover hacia otra mesa. —Se sabe que el inferius es un cadáver reanimado mediante magia oscura, tal como lo has visto, carecen de alma y mente, por lo tanto, de aquellos que ya se fueron, solo les queda la apariencia de quienes solían ser, sus cuerpos solo sirven como marionetas para el mago que los invoca. Quiere decir que, aunque pueden incluso llegar a hablar, no son, ni representan a quienes fueron en vida. Despeja esta mesa, por favor, necesitamos espacio, y mantén tu libro aquí cerca.

Después de dejar el recipiente, Báleyr se movió de nuevo por el espacio silenciosamente, de tanto en tanto, la mirada azul del arcano se detiene a observar al otro muchacho que se encuentra del otro lado del salón, pero tampoco se entretiene más tiempo con él. Al volver espera encontrar la mesa desalojada para poder dejar junto al frasco ese otro volumen sobre estudios de anatomía humana que, con un golpe al suelo de su bastón, se abre violentamente, pasando sus páginas con rapidez hasta detenerse en el tema de órganos vitales.

Algunos textos no tan antiguos hablan del cuerpo, la mente y el alma, como elementos independientes que funcionan mejor en conjunto, como componentes de algo mucho más completo. En una cohesión armónica dan como resultado la vida como la conoces. ¿Algo de esto te suena familiar?-, continúa explicando a Madeleine. —Uno sin el otro, por más completo, no funcionan igual-, está tan concentrado en lo que dice cómo en el frasco sobre la mesa, con un gesto molesto, le indica a la muchachita que lo abra y que vacíe su contenido sobre la superficie del mueble. —Este es un corazón-, señala la carne casi descompuesta, los líquidos que lo mantenían en relativo buen estado, ahora están esparcidos por todas partes de la mesa luego de haber vaciado su interior ahí, y de entre todo solo se destaca la pudrición que ha comenzado a carcomer la carne. — Es un órgano vital, una fracción apenas de todo el complejo cuerpo humano que no es capaz de sentir o de pensar por cuenta propia, necesita la señal del cerebro para funcionar, necesita de venas y sangre en su interior para continuar haciéndolo y, aún así, es un órgano indispensable.

Invoca inesperadamente su varita para poder levantar el órgano y analizarlo con mayor detenimiento, nada ha evitado su parcial estado de desgaste y descomposición, el olor es desagradable, pero el rostro rígido de Báleyr hace pensar que ni siquiera el arcano parece notar ese detalle.

Utiliza toda esta nueva información que has revelado en las páginas del libro para intentar reanimarlo-, solicitó sin más.

 

Para Zoella Triviani

La pequeña figura de la niña se desvaneció en el aire sin dejar más rastro que una espesa tensión en el ambiente. La acción de la bruja no habría sido la primera reacción que Báleyr hubiese esperado que Zoella tuviera ante este segundo intento, no después de su explicación, sin embargo, también entiende que la prueba fue inesperada para ella, y quizá demasiado dura, pero, aunque quisiera (que no lo hace), el arcano no puede a estas alturas de la lección tocarse el corazón con ella, pues esto es lo que los grimorios de la vieja magia arcana quieren que ella enfrente, porque la verdad de todo es que las sendas oscuras nunca en la vida serán flexibles con ella ni con nadie, y entre más profundice con una mente y corazón tan blandos, más pronto sería consumida. Así que por su bienestar, espera que ella pueda comprender eso también.

Aún con ese inesperado momento, y aunque bajo el criterio del arcano a Zoella le ha costado mucho más tiempo y esfuerzo realizarlo, finalmente ella lo controló de alguna manera y continuó, e incluso tuvo la sutileza de inclinar el tema de conversación hacia otra dirección. Si es sincero consigo mismo, no aconsejaría a Zoella adentrarse más allá en la nigromancia que las artes y prácticas más rudimentarias, no porque no sea capaz de conseguirlo, porque de alguna manera todo ese puñado de sentimientos acumulados y mayormente reprimidos dentro de ella no solo la corrompen, sino que también arrastran todo eso que alimenta en secreto su alma y la hace aferrarse a sus ideales, le dan fuerza para seguir un día más de pie, pero por el contrario, ella no presenta tener realmente la estabilidad de su mente bajo su total control, y en cualquier momento, en el peor de sus días, la oscuridad que se encuentra al profundizar en las torcidas sendas de la magia de la sangre, un día terminaría por absorber de ella todo y ni siquiera el recuerdo de lo que algún día fue, o el más compasivo de sus sentimientos podría traerla de vuelta.

Por otro lado, él ya le ha advertido, la ha puesto ha prueba y, aunque con sobreesfuerzo lo ha conseguido, lo que pase con Zoella después de aquí no será responsabilidad de Báleyr, él ya le ha dado las razones y las advertencias suficientes. Al final del día, Zoella es y será todo aquel resultado de sus acciones, voluntarias o involuntarias. Podría ser duro con ella, pero a las finales estaba hecho, y si Bárleyr asintió en su razonamiento, más que para solo responder una pregunta ajena, lo hace también por su deliberación de que ahora pueden continuar.

Es una creencia, esa de usar el olor de los muertos para pasar desapercibidos, pero es lo que hay en tu interior, tu mente y tu alma, lo que verdaderamente atrae a aquellos del otro lado-, explicó lacónico. —En realidad, existen más de un método cuando se habla sobre la reanimación de cuerpos o la invocación de almas y espíritus para el servicio de un mago oscuro, pero intentar abordarlas todas a la vez nublarían la visión del nigromante y, lejos de lograr el objetivo, los resultados podrían ser perjudiciales-, la voz del arcano se escucha distante, como si se estuviera concentrando en dos temas al mismo tiempo en ese momento. —Pero ya que lo menciona, podemos continuar con el siguiente elemento; el alma-, con un ademán elegante, la luz del pozo de la mazmorra se intensifica dejando a los presentes olvidar un poco la oscuridad casi de ultratumba que guarda aquel misterioso espacio.

Báleyr vuelve al grimorio escrito con las lágrimas de Zoella y, con un gesto, invita a la bruja a acercarse a revisar también el nuevo contenido que se ha revelado luego de que la figura de la niña se desvaneciera.

La senda del sepulcro-, lee el nigromante y el ya de por sí duro gesto del arcano consigue mostrarse aún más severo. —Es aquella que se encarga de las almas de los muertos-, explicó. —Dentro de la magia de la sangre el menor de sus problemas será encontrarse cara a cara con un alma (o algo más) mediante una invocación, señora Triviani, comunicarse con ella y convencerla de que es usted ahí quien tiene el control es donde las cosas comienzan a torcerse un poco más, por que cuando un alma, por mas clara que pudiera haber sido en vida, una vez que vuelve de la muerte, jamás será la misma.

Luego de la breve introducción al tema, se apartó de Zoella y del grimorio hasta llegar al extremo opuesto del salón, buscando espacio suficiente entre las estanterías ocupadas por las antiguas colecciones de libros malditos y temas varios. Cuando lo encuentra, con la ayuda de su bastón trazó un eje sobre el muro descubierto provocando un ruido chirriante al contacto, inmediatamente no ocurrió nada, pero Báleyr permaneció un tiempo más ahí, observando aquel punto fijo hasta que la piedra crujió.

Traer con usted de regreso a un alma, al mundo de los vivos, es lo que necesita aprender-, la línea que trazó sobre el ladrillo se abrió y dio un espacio tan estrecho que a duras penas una persona muy delgada podría entrar hacia su interior. —Ahí adentro hay alguien que ha vuelto del más allá debido a la nigromancia, su invocador le ha dejado atrapada en el mundo de los vivos. Busque el consejo de ella y averigüe cómo es que lo ha hecho-, Báleyr se hizo a un lado para dejarle el espacio a la bruja de intentar cruzar el camino. —Es posible que se encuentre a un viejo conocido por ahí dentro, pero no deje que la desconcentre, señora Triviani.

Para Jeremy Triviani & Zoella Triviani.

¿Pero qué haces?-, la sombra de Amelia apareció tras los destellos de las chispas que provienen de la varita del mago al conjurar su inusual invocación. No va a decírselo de buenas a primeras, pero, sea cual sea el conjuro que ejecuta el mago, crispa el humor de la niñita, y lo único que quiere es que pare de hacerlo. —Interrumpes la hora del té-, Amelia es una figura pequeña al centro del salón, sentada en la mesita, que no parece importarle en absoluto la presencia del mago y continúa su juego, como si él no estuviera ahí. —¿No sabes que es de mala educación interrumpir? y más aún cuando no eres invitado-, la acústica del pequeño cuarto es buena, aun así detrás de la voz dulce e infantil de ella se escucha un lamento.

La escasa luz de la habitación provoca que el ambiente casi inocente que rodea a Amelia se pierda, es cómo en una historia de terror, con la incertidumbre de que, si la luz sobre ellos se encendía con mucha más intensidad, la figura de ella se desvanecería sin dejar más rastro que el eco que su aguda voz provoca. Amelia es el fantasma de un alma atrapada en el mundo de los vivos por tan demasiado tiempo, eso se puede notar por el detalle de sus ropas e, inclusive, en los gestos ahora sombríos por la ausencia de buena iluminación. En su tranquilidad, concentrada más en el juego de tazas que tiene frente a ella, su brillante mirada, que no presta atención a Triviani, está ausente de vida, de intenciones, como si interactuara con él en un plano distinto. Intentar atraer su atención no parecía ser algo tan simple.

Antes de que finalmente el brujo pueda pretender comunicarse con Amelia, inesperadamente, y para sorpresa hasta del mismo espíritu, una abertura más se muestra en la habitación y da paso a una delgada figura de tez tan pálida como la de ella. Tan rápido como ha sucedido, detrás del nuevo no invitado la entrada se sella, evitando que cualquiera ahí intente escapar. Amelia contempla confundida a esa nueva persona que aparece frente a ellos y por largos segundos que congelan la habitación le observa cómo si pudiera ver a través de ella. No obstante, la sorpresa no dura mucho más antes de que la niñita vuelva a jugar con las tazas sobre la mesa. Ella sabe que Báleyr los ha enviado aquí a molestarla, y eso le fastidia.

O lo haría si no pensara que siendo dos al mismo tiempo el juego podría llegar a ser mucho más divertido.

¿Qué es lo que quieren aquí?-, la mirada astuta del espectro por fin abandonó el juego de tazas y observó a uno y después al otro. Existe algo en ellos dos que le provoca una tierna sonrisa divertida.


Para Arya Macnair & Elvis F. Gryffindor

Pocas veces, desde hace ya mucho tiempo, se siente como el día de hoy, con su mente ocupada en más de un solo lugar al mismo tiempo, a pesar de que no es Báleyr el arcano de la videncia. Hoy, ni siquiera su nueva adquisición, un viejo libro de sortilegios patrocinio de un pasado viejo aprendiz, pueden mantener su mente ocupada en una sola cosa, el presente. Se encuentra distante en mente, atrapado un poco nuevamente en los días de su propio aprendizaje que ha salido a relucir en más de una ocasión por los últimos aspirantes a nigromancia que por su mazmorra han pasado. De pronto se siente inspirado a cambiar sus métodos de enseñanza, para que el recuerdo del pasado no lo hostigue con tanta insistencia, sin embargo, Báleyr recuerda que es ese el peso de todos esos saberes que con recelo resguarda, el que debe cargar sobre él como el anillo nigromante en su mano.

La nueva lectura es interesante, va relatando una historia corta que habla de un hombre de buena suerte, de mejores intenciones, de simpleza en su vida hasta que es desventurado hasta el día de su muerte por modificar el destino de los demás mediante el uso de brebajes, remedios mágicos, fórmulas y acciones de hechicería. En algún momento de la historia Báleyr ha comenzado a leer sin prestar atención, recordando que, en una sesión pasada, uno de los más recientes aprendices, confundida sobre sus propias decisiones, cuestionaba si conociendo los secretos de la nigromancia se podría respetar verdaderamente la vida. El nigromante piensa ahora en una respuesta mucho más sencilla esta vez, pero se imagina, soberbiamente, que solo alguien como él pudiera entenderle. Pensar en que necesita de otro Báleyr para conversar y no solo dejar sus ideas al aire es un síntoma tal vez de que finalmente el viejo brujo nigromante debe dejar la universidad.

Ni siquiera los ruidos que se escuchan desde el exterior de su mazmorra lo ayudan a dejar hundirse en su apesadumbrar, mucho menos lo ayudan a que concentrarse en su lectura sea más simple. Sabe que es lo que le espera después de esto, ¿quién más se atrevería a bajar hasta ahí, casi del otro lado de su puerta, además de los aspirantes a nigromancia que vienen a buscarle? Por un instante sopesa la idea de que, si se queda en silencio, tal vez ellos se vayan y lo dejen tranquilo un día más, o al menos tengan la consideración con él de dejarlo terminar el siguiente capítulo de la lectura. Pero tal cosa no ocurre, y no puede continuar leyendo con las voces de lo que sabe que se convertirá prontamente en una conversación colada hasta el interior de su espacio, acabando por robarle lo último de concentración que a Báleyr le queda.

Haciendo el libro a un lado de mala gana se levanta con mucha más agilidad de lo que tal vez podría hacerlo una persona de su larga edad. La puerta que lo separa de los extraños se ha abierto de un solo y seco movimiento, cortando el silencio del pasillo y la discreta conversación con un fuerte rechinido por parte de las viejas bisagras. El breve intercambio de miradas no dura tanto como realmente se siente; su solitario ojo azul escudriñó apenas de arriba a abajo a cada una de las personas que estaban ahí, lo hizo antes de llegar a cualquier otra conclusión y finalmente conceder su genuina atención.

De nuevo son dos, piensa con mucha menos irritabilidad con la que ha abierto la puerta.

Si no encuentran la mazmorra tal vez es por que en realidad no quieren estar aquí-, la voz del arcano no se escucha realmente molesta, el gesto severo y duro ya lo acompaña desde hace mucho tiempo atrás.

Tranquilamente volvió al interior de la mazmorra, la puerta detrás de él quedó abierta, por si alguno finalmente se animaba a entrar, aunque tampoco se inquieta si ninguno de los dos lo hace. Los aposentos de Báleyr son un lugar aún más frío que el pasillo y el largo camino que lleva hasta él, particularmente ordenado, pero hay también tantas cosas ahí guardadas que a simple vista pareciera lo contrario, la luz ahí dentro también es nítida, pero solo existe la necesaria, y en lugar de humedad se respira el aroma de las diferentes mezclas que el arcano consume en la pipa.

¿Cómo es que creen que Báleyr pueda ayudarlos hoy?-, masculla apenas, más entretenido en volver a rellenar el cuenco de su pipa con especies que en el par de aspirantes que se han presentado hoy.

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Casi como si del destino se tratase, la conversación que nunca debió entablarse, muere.

 

Elvis pareció sopesar su pregunta más ambos fruncieron los labios cuando la puerta se abrió. El golpe fue seco, Macnair, que ya había guardado su varita, dio un pequeño brinco en el lugar que alteró un poco la paz con que hubo arribado. Una cosa era experimentar la situación a través de las palabras de otros y una muy diferente era vivirla. Báleyr daba miedo. Tuvo que alejar aquellos pensamientos para no quedar como una tonta, a menos que el Arcano fuese capaz de leer su mente, como bien sabía Gryffindor podía hacer, y supiera lo que estaba sucediendo allí dentro. O tal vez su expresión de espanto le delatara.

 

Intentando no actuar así, hizo un gesto descendente con la cabeza mostrando respeto, un saludo silencioso, segundos antes de que el hombre que les observaba con un solo ojo lanzara la primer pregunta, posiblemente, de la clase.

 

—No es un sitio, expresamente, del agrado popular— confesó, sin ánimos de ser descortés —Si estoy aquí— hizo una pausa para mirar a Elvis, pues no podía hablar por él —Es para aprender de usted, y del conocimiento que posee por sobre la muerte...

 

Rápidamente echó una ojeada, por sobre el hombro de Báylor, al interior de la mazmorra que habitaba. No parecía un sitio de torturas con cadáveres encadenados a las paredes, el aire que de allí salía tampoco apestaba a muerte o sangre. Más bien parecía un sitio apacible, con una tenue y lúgubre luz que iluminaba lo justo y necesario. Pudo apreciar libros y unos pocos muebles; la película de terror que muchos me hubieron contado como clase de Nigromancia comenzaba a disolverse en su mente, cosa que le relajó por completo.

 

Finalmente agregó:

 

—No para dominarla o burlarla, como quizás esté pensando... si para comprenderla— "Y utilizarla en mi favor" prosiguió mentalmente.

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La explicación del arcano llegó a continuación de las preguntas de la bruja ¿podría ella creerse alguien vivo cuando vivía realmente por pura inercia? La estabilidad mental de la calva pendía de un hilo, y ya había sido aconsejada por su pareja acudir al centro de rehabilitación del cual ella misma era dueña, pero se negaba rotundamente. Las indicaciones a seguir llegaron y Zoella supo que había cumplido con el objetivo secretamente impuesto por el Noruego.

 

La mazmorra cambió de iluminación, los focos se fueron intensificando progresivamente hasta iluminar de una forma casi perfecta toda la estancia. Los pasos del Nigromante pasaron por un lado de la anatomía femenina y le invitaron a tomar nuevamente el grimorio con las palabras reveladas solamente para ella. Con suavidad, toma el antiguo libro entre sus manos, abierto ante sus grisáceos ojos y con lentitud acaricia la piel que lo envuelve, percibiendo la sutileza con la que fue encuadernado. Quiso saber como habían fabricado tan antiguas lecturas, pero las palabras del hombre la hicieron regresar a la clase, prestando total atención a lo que continuaba.

 

Las palabras llegaron a sus oídos, y leyó lo que el grimorio le presentaba mientras los pasos del arcano se alejaban.

"Mediante la Senda del Sepulcro el nigromante puede ver,
invocar y dar órdenes a los espíritus de los muertos.
En niveles superiores el nigromante puede obligar al fantasma
a permanecer en un determinado lugar u objeto,
e incluso dañar a los wraiths directamente.
Como muchos ámbitos de la Nigromancia
incluyen la relación con los fantasmas.
Nota: Si un nigromante utiliza un poder de la Senda del Sepulcro
en presencia de algo de gran importancia para el fantasma al que quiere afectar,
la posibilidad de éxito en la activación se incrementa de forma drástica.
El objeto podría ser la bañera en la que el cuerpo mortal del fantasma se ahogó,
la chatarra oxidada del coche en la que el cuerpo mortal del fantasma quedó atrapado en vida,
o algo no relacionado con la muerte del fantasma,
como su libro favorito o la habitación de un niño fantasmal."
El sonido del bastón chocando con el suelo de la habitación llamó la atención de la vampira, quien dejó el grimorio abierto en la pagina donde hablaba de la senda y caminó hasta encontrar el espacio donde Báleyr estaba. Un espacio lo suficientemente grande como para que la Triviani cruzara era lo que el Nigromante tenía en frente, con su bastón trazó un eje longitudinal en la pared, provocando un chirriante sonido que provocó un suave escalofrió en la bruja.
Segundos pasaron antes de que la piedra crujiera, anunciando la abertura a otro salón de la vivienda del tuerto. Asintió a las palabras y se quedó algo pensante ¿un viejo conocido? Supo que su tarea era descubrir como el invocador logró anclar al alma del espíritu que habitaba el lugar pero dudó un poco si seguir con aquello o no, la bruja no deseaba romper el pequeño dominio que había conseguido con su mente, más sabía que debía arriesgarse o perdería oportunidad alguna.
Caminó por la apertura, cruzando de una habitación a otra, cuando una dulce e infantil voz llegó a sus oídos. Terminó de cruzar la abertura a una habitación con una iluminación tenue, donde logró observar un fantasmal cuerpo jugar al té en una mesa, alzó la vista y sus ojos conectaron con aquellos profundos océanos, ojos que cada vez que le veían lograban colapsar cada fortaleza que la calva se proponía a armar.
Giró su cuerpo para escapar pero no lo logró, la abertura había sido sellada y ella estaba atrapada ahí, con Jeremy y Amelia, sintió el aire faltarle y observó como las paredes se cerraban a su alrededor. Tembló suavemente y cerró los ojos, respiró, ignoraría al mago y seguiría con su labor, debía dejar en claro a la niña que ella era quien mandaba ahí.
Puso su espalda recta, alzó el mentón e intentó a toda costa no volver a cruzar miradas con el Triviani, quien la observaba en silencio. Llevó sus pasos hasta la silla a un costado del fantasma de Amelia y se sentó, tomó una de las tacitas de té y la estiró para que la niña le sirviera - Yo necesito un consejo tuyo, querida - habló la bruja, con suavidad pero manteniendo cierto tono autoritario en su voz.
Quiso levantar la vista, pero no lo hizo. Sabía que ignorar al Triviani le causaría un inmenso enojo que podría terminar en una tragedia, pero realmente solo quería obtener respuestas a lo que el arcano le había indicado. Buscar un consejo de Amelia y y averiguar como es que el invocador logró anclarla al lugar, aunque tenía una vaga idea de los hechos, prefería averiguarlo directamente de la niña.
- Soy la Señora Nesbitt, y mientras hablamos podríamos tomar té ¿Que opinas? - intentó entablar cierto lazo de confianza con la niña, y esperaba lograr cumplir con los objetivos del arcano.
Editado por Zoella Triviani

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De verdad que no había salido como quería. Pero si de algo estaba seguro, era que todas las cosas pasaban por algo. Hacía algunos meses que no había tenido noticia alguna de Arya. Y estaba también seguro, que se encontraba bien, porque así se la veía. A diferencia de mi figura que gracias a aquella oscuridad de las mazmorras, no se lograba apreciar bien. No tuve mucho tiempo a responder a su pregunta, cuando las bisagras de la puerta nos indicaron que el Arcano había llegado.

 

Arya parecía una niña pequeña, otra vez. Como cuando la había conocido. Aún así, no centré mis pensamientos en aquella figura. Le resté importancia a las palabras de Báleyr porque a mayoría de los Arcanos sostenían aquella postura, por lo que la imagen se dividía si hacían eso por obligación o si les pagaban por ello. Aún así, nos invitó a pasar a ése cuarto que parecía de ultratumba, más que nada por el ambiente tenso y frío.

 

Me detuve a unos pasos atrás de Arya, luego de entrar en ésa extraña invitación. Negué con la cabeza tras la respuesta de Arya, que parecía más una excusa de porqué se encontraba allí. Claramente su deseo era controlar la Nigromancia. Bajé unos segundos mi cabeza, negando y luego hablé, porque tenía que hacerlo. Aunque realmente mi deseo hubiera sido participar individualmente de aquello:

 

Arcano Báleyr, creo que usted puede ayudarme a entender ésta nueva vida. Éste sentido de vida y muerte, que no estoy seguro si es propio o si le pertenece a ése alguien más. Soy consciente que de alguna manera tenemos ésa conexión con un pago natural. ¿Es vida por muerte? ¿La nigromancia es vida realmente? ¿O es una muerte extraña? ¿Cuáles son los límites de la nigromancia? Creo que he llegado a un nuevo punto en mi vida que necesito de ésa información y poder. Y usted me puede ayudar y brindar eso.

 

Era una respuesta camuflada. Jamás iba a revelar mis intenciones verdaderas porque aquello estaba guardado en el rincón más recóndito de mi mente, ocultado por todo tipo de magia y hechicería. Pero conocía el poder de los Arcanos y sabía muy bien que eran únicos y los mejores. Y a la vez, estaba seguro de cómo tratarlos. Eran tan exigentes que tenía que fijarme en cada detalle y eso estaba haciendo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Cuando termina de hablar, se da cuenta de que ha estado inclinándose hacia adelante, por encima de la mesa que la separa del inexpresivo arcano. A Madeleine le gusta pensar que es buena ocultándose de los demás, especialmente a simple vista: encubriendo sus pensamientos, sus emociones, sus intereses. Más que gustarle, se deleita con la idea de ser una estupenda mentirosa; en muchas ocasiones, así ha logrado sobrevivir. Pero la verdad es que suele perder el control de sí misma más de lo que desearía admitir. La pasión es su principal motivador y combustible: le permite hablar y actuar sin pensarlo dos veces, empuñar su espada y lanzarse hacia el peligro sin temor. Pero cuando lo que desea es contenerlo, se desborda y sale a borbotones, como la sangre de una herida abierta. Lentamente, cierra los ojos y se concentra en regular su respiración. Detesta la sensación, tanto física como emocional, de haber hablado demasiado, tanto física como emocionalmente. Se inclina hacia atrás, para descansar en el respaldar de su asiento, mientras que un silencioso Báleyr ojea el grimorio abierto.

 

Luego de unos momentos, el nigromante comienza a hablar con una voz monótona. Quien viera aquella escena, probablemente pensaría que se trata de una de las escenas más típicas: el del viejo sabio aconsejando —o, mejor dicho, sermoneando— a un joven rebelde, sólo para ser ignorando por el último. La verdad es que Madeleine no hace mucho por mejorar la imagen. Con la cabeza apoyada en el respaldar de la silla, pareciera estar admirando cómo las arañas trabajan arduamente en sus telarañas. Pero la verdad es que bajo aquella fachada, está prestando mucha atención a Báleyr. Luego de haber tanteado el terreno, no cree que a él le importen demasiado sus modales, así que decide no perder energía en eso. Ni siquiera lo considera, de hecho, ya que está analizando la idea que expone el viejo e intentando comprender cuál es su respuesta con exactitud.

 

«Es muy claro —se reclama a sí misma—. Báleyr puede enseñarte lo que sabe de la Nigromancia; puede proporcionarte conocimiento objetivo. Sin embargo, lo que decidas hacer con éso es simplemente tu problema».

 

La siguiente advertencia del nigromante, no es más que una vieja conocida para Madeleine. ¿No sabe ella muy bien que una vez perdida la inocencia, jamás puede recuperarse? Siente una punzada en la mano derecha, donde está la cicatriz de un corte muy intencional. No es la primera vez que incursiona en la Magia de la Sangre. La primera no fue, tampoco, estudiando el Libro Uzza acerca de este tipo de magia. Fue hace ya varios años atrás y no precisamente de forma voluntaria, cuando el castillo Winterfall todavía se levantaba en Ottery St. Catchpole. Luego de una serie de eventos desafortunados, descubrió que su sangre estaba vinculada de alguna forma al castillo, para asegurar la restauración de éste cuando fuera necesario. «El pacto se ella con sangre y se pagan con sangre». Recuerda claramente la frialdad con la que Richard le dijo que usaron a un muggle como parte del proceso catalizador, que no quedaron ni sus huesos, ni un sólo mechón de cabello... Y lo peor de todo, es que incluso luego de saber la verdad, fue incapaz de abandonar definitivamente el castillo. Siempre terminaba regresando a Ottery, a Winterfall, al recuerdo de Pandora. Ahora recuerda que fue gracias a Catherine, que rompieron el lazo y por fin pudo ser libre de formar una familia de verdad con ella, su verdadera madre, a pesar de no estar relacionadas de forma biológica.

 

Está a punto de abrir la boca para preguntar qué clase de sacrificio se realiza en la nigromancia, pero repentinamente lo entiende. «Los nigromantes sacrifican su propia humanidad».

 

Al percibir el tono de interrogación en la voz de Báleyr, vuelve la mirada hacia el arcano. No se siente capaz de decir que no tiene dudas. La verdad es que, a pesar de que ha reflexionado lo dicho por el arcano, sigue sin tener una respuesta certera para su pregunta. Y comienza a intentar convencerse a sí misma de que probablemente, no tendrá una respuesta al final de la jornada. ¡Maldición! Existe la posibilidad de que nunca la consiga. Pero ¿vale la pena correr el riesgo? La abruman los recuerdos que el grimorio ha desencadenado, así como aquellos lugares en su mente que el hechicero ha agitado. Ni siquiera está segura de estar pensando con claridad. Nuevamente, vuelve a observar el techo. ¿Qué debe hacer? ¿Intentar pensar como una persona normal... o seguir su instinto?

 

Todavía sin ser capaz de decir algo en voz alta, se levanta para seguir al nigromante por la estancia. Lo observa desde una distancia prudente hurgar entre sus propios frascos, como si no pareciera recordar qué hay en su propio laboratorio. Todavía concentrado en la faena, vuelve a hablar. Madeleine pensó que aquel desafortunado comentario había logrado quedar atrás, pero al arcano no se le escapó. Quizás tuvo que haber pensado mejor en una forma de expresar su idea. Se recuesta contra el muro a su espalda, para sentirse capaz de escuchar la respuesta del arcano. No puede evitar pensar que, de haber venido hace un par de años, de verdad habría estado buscando la forma de revivir a los muertos. Bien, no revivir a los muertos en general. Sólo revivir a Pandora. Piensa que, incluso, habría convencido a Jank de unirse a ella en aquella maldita locura. Sin embargo, un escalofrío recorre su espalda al imaginar lo que habría pasado, especialmente con las honestas palabras de Báleyr al respecto. Pero a esas alturas, está convencida de haber aceptado que aquel es un tema en el que es preferible no meterse. No tiene pensado intentar usar la nigromancia de esa forma... usarla de verdad, si es que tal cosa es posible.

 

De todas formas, las palabras del nigromante le traen cierto consuelo. «De aquellos que ya se fueron, solo les queda la apariencia de quienes solían ser». Espera que eso signifique que... que aquellas cosas... no estaba sufriendo en realidad. Significa que, a pesar de haberse quedado congelada y haber llegado a cuestionarse si Darius no tendría buenas intenciones, no hizo sufrir a Sofía y a Kimi. No es que aquello elimine la imagen horrible, todavía viva en su memoria, pero le quita un poco de peso de encima.

 

—Uh, okey —murmura Madeleine, ante la repentina solicitud de Báleyr.

 

Los frascos y pergaminos de la mesa indicada por el arcano, terminan en las estanterías y mesas ratonas cercanas. Espera que el nigromante no le pida organizar todo al final, pues no cree que sea capaz de recordar el orden de la mesa. Al final, deja reposar el pesado libro que carga en los brazos en un extremo de la mesa, esperando que no sea un problema. Por fortuna, Báleyr no le presta mucha atención. Coloca sobre la plana superficie un frasco polvoriento cuyo líquido oculta un bulto, así como un libro que, al abrirse, revela tratarse de anatomía humana. La verdad es que Madeleine no tiene muchos conocimientos de biología y espero que aquello no sea un gran inconveniente para la materia. No obstante, las palabras del arcano le parece que tienen poco que ver con lo que está plasmado en el libro.

 

—El cuerpo y el alma están conectados por a mente —repone Madeleine por lo bajo, ante su pregunta.

 

No está segura de querer hacer lo que le pide el arcano, pero decide no pensarlo demasiado. Toma el frasco, remueve la tapa y, sin echar un vistazo antes, lo vuelca sobre la mesa. Un olor putrefacto invade sus fosas nasales, provocándole náuseas e incluso haciéndole lagrimear un poco; tiene que hacer uso de una gran fuerza de voluntad, para no vomitar sobre la mesa, para no voltear la mirada ni siquiera un centímetro. No quiere mostrar debilidad. Se obliga a ver aquel gran trozo de carne, putrefacto y descompuesto. A veces olvida que las personas no son más que bolsas de carne andantes, con un montón fluidos desagradables y cosas asquerosas bajo la piel. Ahora mismo en su pecho hay un bulto de carne como ese, latiendo, mateniéndola con vida. «Pero en mejor estado... Oh, bueno, probablemente no en verdad». De todas formas, las palabras de Báleyr le hacen pensar que la carne, la piel y los huesos no son nada si no están unidos a un alma.

 

—¿Uh? —Madeleine alza las cejas y sus ojos avellana se dirigen al nigromante, luego al corazón putrefacto, luego al nigromante nuevamente. Se siente ligeramente desorientada, invadida por una sensación de vértigo. Todo parece ir muy rápido; siente que no tiene el control de lo que ocurre. Sigue sin estar segura de lo que hace, de lo que dice, de lo que piensa... pero está ahí. Seguirá adelante. Sólo es un corazón, un poco de carne, nada más. No es un cuerpo, mucho menos una persona— Supongo que puedo intentarlo... —murmura por lo bajo—. Es decir, lo haré.

 

Se arremanga la blusa, aunque no tiene intenciones de tocar aquella cosa. Entonces abre el libro y le echa una ojeada. No tiene que buscar, pues la información se revela frente a ella. La verdad es que no comprende aquellos extraños símbolos... pero puede leerlos y sabe qué hacen.

 

Antes de pensar tan siquiera en revivir el corazón, tiene que regenerarlo. Está en un estado de descomposición un poco avanzado, mas no es imposible. Aquello es algo que puede hacer sin leer el grimorio, sólo le basta con echar un vistazo. Empuña su varita mágica con determinación y se concentra en arreglarlo. En aquel ejercicio no tiene que pensar a gran escala, sólo debe concentrarse en aquel único órgano, esa única pieza, sin más. Mueve lentamente la muñeca, concentrándose en regenerar la carne podrida, unir los conductos de sangre. Devolver el tiempo. Suspendido en el aire, frente a sus ojos el corazón podrido se vuelve un poco más tolerable a la vista. El olor a podrido se hace más tolerable, aunque Madeleine no está segura de que sea capaz de eliminarlo por completo.

 

Con cierto nerviosismo, baja la mirada al grimorio. Ahora... ahora es el momento. Reanimar el corazón, otorgarle vida. O algo parecido a la vida. Aquel ritual, sin embargo, es un poco más elaborado. Madeleine agita la varita mágica, para hacer desaparecer los líquidos que acabaron esparcidos en la mesa. El grimorio le indica que es necesario que dibuje un círculo debajo el órgano suspendido, para contener la energía en aquel lugar. Con un movimiento lento de su varita de tejo, un hilo de luz escarlata dibuja la circunferencia con un símbolo inscrito en su interior, que sólo sabe hacer por la revelación del grimorio. En cada esquina del pentagrama invertido, dibuja una runa de un alfabeto desconocido. Un alfabeto prohibido.

 

Eleka nahmen nahmen ah tum ah tum eleka nahmen —lee lentamente, con un hilo de voz.

 

Y... y no pasa nada.

 

«Sabes muy bien que no basta con decirlo. Tienes que hacerlo de verdad. Tienes que desearlo». Y aquella no le agrada, pero ¿cómo conocerá la verdad? ¿Cómo entenderá?

 

Cierra los ojos y posa las manos sobre la mesa. Se siente afortunada de haber recuperado su conexión con la Magia de la Oscuridad y haber pasado las últimas semanas entrenándose a sí misma en el control de energía, pues de esa forma se siente capaz de conectarse con el corazón que está intentando reanimar y con el ritual que el grimorio le da a conocer. No quiere revivir a una persona. No tiene ninguna intención de jugar con la vida de nadie. Sólo pondrá en práctica lo estrictamente necesario para conocer la Nigromancia y la naturaleza de aquella rama oscura de la magia. Sólo quiere entender y ésa es la forma, como bien lo dijo Báleyr.

 

Ésta vez, no lee el libro. Siente que las palabras han quedado grabadas en su mente. Y cuando recita el conjuro, lo hace con determinación:

 

Eleka nahmen nahmen ah tum ah tum eleka nahmen...

 

No se siente capaz de ver lo que ocurre. La verdad... la verdad es que tiene miedo. Y más cuando escucha un ruido sordo. Ba-bump. Demasiado asustada como para seguir en la oscuridad, abre los ojos. Se da cuenta de que se siente débil. Está jadeando, como si hubiera estado trotando, y su frente está perlada de sudor. Se sostiene de la mesa, pues sus rodillas de repente se sienten demasiado débiles para sostener su cuerpo. Y tiene que aferrarse todavía con más fuerza, pues se estremece profundamente al ver cómo el corazón palpita. Por desgracia, o quizás por fortuna, luego de un segundo el órgano cae inerte sobre la mesa.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 2 semanas más tarde...

Para Arya Macnair & Elvis F. Gryffindor


Después de escuchar la introducción de los dos brujos Báleyr no hace más que acomodarse aún mejor en su silla, como si no estuviese planeando levantarse de ahí pronto, y tal vez así sería. Y es que, después de lo que cada uno argumenta, él tiene que detenerse a pensar solo un poco más acerca de lo que le dicen estas personas; son dos aprendices en el mismo lugar y compartiendo el mismo tiempo para aprender la nigromancia con él y, sin embargo, no es difícil de entender que las razones por las que ambos están aquí ahora no son las mismas, a simple vista, ni siquiera rozan en la semejanza, son casi tan diferentes que parece tratarse de un tipo de competición por saber la respuesta correcta a su pregunta, aunque por supuesto que eso no existe.

Siente entonces que debe tomar una decisión sobre ellos, pues es de algún modo evidente que, de llevar la enseñanza juntos, los resultados no serían los mismos, pues aun coincide con la idea de que, entre las personas que a él llegaban, siempre poliandria existir un algo que a lo que a alguno faltaba a otro le podría sobrar y a lo que a uno haría fuerte a otro sería capaz de destruir. Si sigue entonces el enfoque de estas dos personas, decide que probara algo diferente para cada uno de ellos es lo mejor y, eventualmente, vería si sus caminos en el aprendizaje se cruzaban de nuevo.

Murmuró un gruñido bajo cuando ha terminado su reflexión.

Es solo que no es común que las personas vengan aquí a estudiar la nigromancia por genuino interés-, comienza su charla con neutralidad y cierta monotonía en su voz, como si recuperara el hilo de una vieja conversación. —No es algo extraordinario tampoco, el deseo del querer saber quiero decir-, el único ojo que le queda en el rostro baja desde el techo de la mazmorra, donde se había mantenido pensativo, y se encuentra con el par de magos, uno casi detrás de otro, como si estuvieran presagiando las intenciones del arcano. —Yo puedo enseñarle lo que sé, señora, pero les diré que para aprender de la nigromancia hay que estudiarla y para comprendedla mejor hay que practicarla, como cualquier otra magia o cosa que quiera hacer, por supuesto que, lo que decidan hacer con el conocimiento que les ofrezco es su decisión y aunque dominarle o burlarle no fuera su verdadera intención cómo me dice, le puedo garantizar que eso no hará ninguna diferencia, al final del juego, las cosas sobre la balanza no pesarán lo mismo.

El costo no siempre tenía que llegar en forma de culpa o arrepentimiento, pero siempre había algo que perder.

Adentrarse en los oscuros senderos de la nigromancia trae al usuario que la practica el riesgo de cada vez hacerse más indiferente a la vida misma, de convertir su alma en algo parecido a las creaciones que realiza, la magia de la sangre no hace prejuicios, aquellos que sean juzgados buenas personas correrán los mismos riesgos que aquellos que de verdad no lo sean. Es por eso que la ambición por el conocimiento y la nigromancia no son necesariamente una buena combinación, si no tiene cuidado, podría consumirle la cordura antes de siquiera poder adentrarse al mundo de los muertos.

A pesar de que habla con ambos, las palabras se inclinan más hacia el argumento de la bruja, Báleyr tiene que ser más cuidadoso de no confundir a la otra persona, aunque igualmente no estaba de más si el mago las escuchaba también, después de todo, no era eso una advertencia lo que recitaba con calma, sino parte de la verdad de lo que seguramente les espera.

Intercaló otro breve silencio antes de proseguir, en su mente, vuelve a repasar las palabras del otro aprendiz y se pregunta si la bruja Macnair se habría sentido curiosa o inspirada por alguna de las tantas dudas que el mago le ha arrojado.

A menudo la gente cree que necesita algo por lo que aferrarse a la vida, algunos lo hacen con menos fiereza que otros, pero siempre hay un motivo para quedarse y, de alguna manera con la misma frecuencia, eso les funciona para no dejarse consumir-, continúa ensimismado en la serenidad que le provocan sus palabras, ¿cuántas veces no ha explicado esto ya?. —Por otro lado, hay a quienes eso mismo se vuelve su vulnerabilidad, y los acaba antes de que puedan notarlo-, se detuvo a reflexionar, esperando que ella también lo estuviese haciendo. —Debería pensar en eso, señora, inténtelo-, con un ademán flojo Báleyr consiguió que de la estantería detrás de él se activara un interruptor que revelaba lentamente un pasadizo entre el muro y los viejos libros de herbología que tiene de fachada. —Piense en la vida mientras camina hacia lo que hay más allá de la muerte.

Con un ruidoso clack el estante dejó de moverse y ante los ojos de los aprendices se mostró un camino estrecho que apenas entrar comenzaba con un escalonamiento de piedra, los muros oscuros estaban iluminados con la luz de un fuego que parecía que en cualquier momento se apagaría, el camino era tan largo y retorcido al final que desde arriba no podía distinguirse donde es que terminaba. Posiblemente es un lugar aun mucho mas frió que la mazmorra, pero seguramente ahí la bruja tendría el tiempo y la privacidad para ordenar un poco mejor su mente antes de hacer su primer contacto con la nigromancia, era mejor mantenerse de ese modo, con la mente clara.

Ese camino lleva hasta la biblioteca, hay algo ahí que quizá sea de su interés; sobre el atril hay un ejemplar en particular que funciona muy bien-, el viejo arcano hizo una seña invitando a la bruja a tomar el camino escaleras abajo hasta la biblioteca. —Adelántese, estaré con usted en un momento-, Báleyr esperó entonces nuevamente en silencio hasta que la bruja alcanzara la entrada hacia el escalonado pasillo. —Solo una cosa, ese de ahí es un grimorio de nigromancia, por ende, hay algo que debe dar a cambio para que se le sean revelados sus textos, profundice, y encuentre lo que quiere aprender.

La puerta detrás de Arya Macnair se cerró luego de que ella se adentrara por el pasadizo, dejando al arcano solo con el otro iniciado. Sabe que él también ha escuchado todo lo que Báleyr ha explicado hasta ahora y, al igual que lo hace con Macnair, al nigromante le interesa saber si es que los aprendices hubieran cambiado sus respuestas luego de eso. Aun mientras hablaba con ellos, las palabras de Gryffindor seguían en su cabeza, yendo y viniendo como si hicieran falta piezas en sus oraciones para terminar de cobrar un sentido, sus interrogantes primeramente le habían parecido tan ordinarias entre aquellos que vienen con él a buscar conocimiento, sin embargo, mientras más se las repite encuentra que tal vez el brujo esconde algo más que simple curiosidad por explorar las sendas de la sangre.

Usted habla como si fuera alguien tal vez incapaz de reconocerse frente a su propio reflejo-, retoma la conversación antes de que el mago pueda interrumpirlo con otro tema. —Como alguien que no solo se ha desprendido de la vida en algún momento, si no que también lo ha hecho de si mismo, de su propia alma-, no tiene con que garantizar que eso sea verdad, después de todo la mayoría de los aprendices siempre llegan a él con una máscara sobre su rostro, si se avergüenzan de ellos mismos o si no quieren ser juzgados por el arcano ante sus verdaderas motivaciones eso es algo que Báleyr desconoce, pero es algo con lo que solo ellos pierden el tiempo. —La nigromancia, como lo es la vida y como lo es la muerte, puede tener significados y alcances tan diferentes para cada usuario, aun para aquellos que no la han explorado, y pueden ir cambiando en base a nuestras experiencias con ella-, tentó. —El único factor que cambia es la persona-, pensándolo mejor, tal vez ha sido mala idea separarlo de Macnair. —Ahora, quisiera cambiar mi pregunta inicial si no le molesta.

Báleyr exhaló una gran cantidad de humo por la nariz y la boca que casi llenó todo el aire de la mazmorra con la mezcla.

¿Cómo cree que obteniendo el conocimiento y el poder de la nigromancia puedan ayudarle? ¿Por qué cree que necesita de eso? ¿Y si la aprende y se da cuenta de que no es lo que buscaba, que al final no obtiene una respuesta? Uh, ¿qué hará entonces? Cargar el peso del conocimiento consigo es un arma de doble filo señor, porque con ella por un lado se juega el poder y por el otro la integridad de la persona. Entonces, ¿de verdad necesita esto?



Para Zoella Triviani


Con cierto recelo escondido en su mirada Amelia siguió los cuidadosos pasos de aquella mujer que se unía a ellos en aquel espacio que ahora parece mucho más pequeño con la presencia de alguien extra, ¿pero que se creía ese Báleyr para dejarle a ella todo el trabajo?. Amelia escondió la indignación que ese pensamiento le provoca y pretendió volver a su juego como si la intromisión de aquellas dos personas no le molestara en lo absoluto. Por otro lado, el espectro de Amelia no tarda en darse cuenta de que, a diferencia del otro mago que aún está en silencio, la bruja frente a ella tiene mucho más contenido sobre lo que desea o debe hacer ahí, y Amelia piensa que eso es algo bueno, por que al menos así conseguirá que se vaya antes.

Señora Nesbitt usted tiene buenos modales, me gusta-, la niña se inclinó para fingir que servía algo en su tasa con la tetera de juguete, después levantó la mirada para encontrarse con la de Zoella, la sonrisa de la menor parecía esconder un secreto, uno que sabía que Zoella buscaría y también estaba dispuesta a no soltarlo con tanta facilidad, o tal vez si, todo dependía de la bruja. —Yo se bien lo que tu quieres aquí-, Adela susurró como si no quisiera que alguien más les escuchara. —Te lo diré sin problemas, pero a cambio debes prometerme que te vas a quedar aquí conmigo hasta que él se marche-, discretamente señaló al brujo que se encontraba en la misma habitación.

El fantasma de Amelia se esfumó en un parpadeo y solo quedó el eco de su voz resonando sin parar entre las frías paredes de su habitación antes de recibir cualquier otra respuesta por parte de la bruja Triviani. Amelia es el fantasma de una joven muchachita, posiblemente aún era una niña antes de perder la vida, sus ropas en cambio son demasiado sofisticadas a pesar de no haber pertenecido a la misma época, por lo que es fácil notar donde es que las prendas que viste están dañadas; el borde de su vestido parece carcomido por el calor y las mangas de sus brazos están ligeramente doradas. Además de eso y de que hasta ahora prefiere la compañía de Zoella en lugar de la de Jeremy, no hay más en esa habitación que pueda confesar algo sobre la tragedia en la que Amelia pereció.

Para suerte de la Triviani, su única tarea es conseguir que Amelia le revele cómo es que sigue atada al mundo de los vivos.

No solo lo prometas si no lo vas a cumplir-, murmuró desde un rincón irreconocible, aun escondida en un lugar donde no puede ser vista, pero ella si puede ver a Zoella. —Tienes que jurarlo-, esta vez su voz se escuchó susurrarle al oído. — Tienes que jurar por tu alma que te quedaras hasta que él se marche y solo así te diré lo que deseas saber-, con una risa escalofriante, que erizan con un escalofrío el cabello de cualquiera, el espectro reapareció nuevamente delante de Zoella, con una muñeca colgando de una mano y algo parecido a una estaca en la otra. —¿Entonces? ¿te quedarás a jugar?

Para Madeleine Moody


El arcano aprecia detenidamente el trabajo que Madeleine hace al reparar los tejidos podridos del órgano, es un método cuidadoso el que usa ella para lograrlo, aunque Báleyr considera que, con tal estado de pudrición, si quisiera reanimarlo por más tiempo, tal vez hubiera requerido un tratamiento más largo y elaborado, pero para tratarse de un ensayo pronto, de un primer intento, tampoco es que ha salido del todo mal. Evidentemente la aprendiz entiende con rapidez lo que tiene que hacer, si falla, Báleyr cree que es por la indecisión constante que se refleja en la bruja por continuar con la lección. Desde luego que no era una tarea sencilla lo que le ha pedido, pero el arcano también considera que, entre otras cosas, restaurar y reanimar tan solo un órgano y no todo el cuerpo humano es un buen comienzo para sentir, sin perder la cabeza, los vínculos que se forman con la práctica de la magia nigromante.

Su tranquilidad no se alteró y su azulado rostro examinó mejor el órgano ahora derramado sobre la plana superficie de la mesa, luego del gran esfuerzo que le ha costado palpitar nuevamente después de años de no hacerlo pareciera que no solo la bruja Madeleine estaba exhausta, aún cuando el nigromante sabe que aquel pedazo de carne no es capaz de sentir o de pensar por cuenta propia. El silencio se prolonga entre ellos nuevamente, es una terrible forma que tiene Báleyr de reconocer el trabajo realizado por la aprendiz, y un merecido descanso, se imagina que puede darle un momento de privacidad, sola con su mente, analizando lo que acaba de pasar mientras se esfuerza por recuperar el aliento.

Dentro de la práctica de reanimar un cuerpo humano está la importancia que hay en reconocer el estado de deterioro, mutilación o daño por un padecimiento de todo lo orgánico-, comenzó con tranquilidad, con una voz suave incapaz de perturbar la calma de nadie a pesar de lo que está hablando. —Es lógico pensar entonces que, entre más completo y en mejor estado se encuentren las partes, los resultados son mejores, incluso logrando casi alcanzar su estado original-, eso es lo que se esperaría, sin embargo, Báleyr ya conoce el caso de algunos nigromantes donde sus creaciones son tan profanas que ni siquiera hacen el intento por mejorar los cadáveres del estado de descomposición en el que los encuentran.

Lo más sencillo para algunos de esos magos oscuros habría sido entonces armar una gran masacre para hacerse de un ejército de inferis con cuerpos frescos que estuvieran bajo su control.

Algo como eso es lo que se podría considerar como el desprendimiento de un mago nigromante hacia la vida misma; acabar con la vida de alguien solo para crearla, imitándola, por cuenta propia.

Ese hechizo de reanimación debe su complejidad a la gran variedad de circunstancias que pueden hacer que cambie el resultado. Es por eso que el nigromante debe saber reconocer la frescura de la carne, el daño que hay en los tejidos u órganos esenciales para el movimiento o reflejos, el tamaño y la composición fisiológica de lo que se pretende revivir y, por supuesto, el que sea o no un cadáver entero-, finalmente el arcano levantó la mirada y se encontró con los claros ojos de ella. Sobre la superficie de ellos Báleyr detecta desconcierto, aunque no de lo que le está explicando el nigromante, si no de lo que ella ha hecho. Podría ser tal vez que Madeleine necesitaba algo más de conocimiento subjetivo antes de continuar con la enseñanza.

Suspira largamente antes de comenzar a alejarse de la mesa y volver hasta los estantes en busca de algo más.

¿Qué fue lo que sentiste en ese momento? cuando latió tu corazón junto a este otro ya podrido-,

Ella no tiene que decírselo a él si no quiere hacerlo, aunque sería conveniente si lo hacía de todas formas. Lo que Báleyr espera es que ella profundice en esa pregunta, que explore y reviva en su mente nuevamente ese instante, que diferencie los sonidos, los aromas, las sensaciones que en esos escasos segundos hicieron palpitar aquel órgano al ritmo de sus propios latidos. Quiere que encuentre, en la magia que ha utilizado para lograrlo, aquello que de alguna manera la ha unido a esa acción, por que al practicar la magia de la sangre difícilmente se pedía algo sin dar otra cosa a cambio.
Cauteloso, Báleyr esperó en silencio por su respuesta.

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El Arcano empezó a hablar. Y había parecido un silencio de años, en lo que la mente de uno comenzaba a divagar. Debía admitir que aunque las palabras que Baleyr iban dirigidas para Arya, eran demasiadas interesantes. Aunque fuera otra intención con la que iba la bruja, rescataba de aquello que la vida de uno podía llegar a ser indiferente. No estaba seguro si era asi, pero aquella frase parecía que también rebotaba dentro de mi mente por alguna extraña razón.

 

Asi es. “Adentrarse al mundo de los muertos” una de mis dudas más existenciales que tenía para con aquella habilidad, me era respondida en aquel entonces. Me recorrió un escalofrío pero no por temor, sino porque iba a usar cada poder que tenía dentro de mi para fortalecerme y conseguir aquel nuevo. ¿Podía imaginar lo que conseguiría en ése mundo? Poder, información y más conocimiento.

 

El Arcano Baleyr se había desligado por unos momentos de Arya Macnair, porque claramente que nos íbamos a tener que separar. Sentí un enorme alivio ante eso, no porque tuviera algo contra la joven pelirroja, sino porque quería que aquel camino que tenía que recorrer, lo hiciera por cuenta propia. Asentí con la cabeza para despedirme de ella y esperé atento al maestro. ¿Me hacía aquellas preguntas a solas por algo en especial? Esperaba que no, porque si quería que me fuera o le dijera mentiras, estaba equivocado. Me habían bastado esas pocas palabras para confirmar mi incentivo para eso. Y traté de plasmarlo.

 

Si cree que no me conozco, señor, está equivocado. Creo que he hecho un largo camino en el transcurso de toda mi vida y justamente me ha pasado eso, he llegado a un punto donde me integridad se ha visto afectada por varios factores. Y creo que la Nigromancia me va a ayudar, no a recomponerla, porque hay cosas que perdemos que ya no podemos hacerlas regresar; pero si creo fervientemente que podré obtener cierto incentivo para regresar a ése punto en donde me desvié un poco.

 

¿Cómo le explicaba todo al Arcano? No me arrepentía ni me avergonzaba de nada de lo que había pasado. Pero estaba seguro que si emitía información o si no le contaba lo mejor que pudiera, podía estar milenios allí charlando con el Arcano para demostrarle que iba a ser un buen alumno, como lo había sido con otros.

 

Creo que si no me subestimo a mí mismo, jamás se me hubiera ocurrido estudiar la magia de Nigromancia. Pero han ocurrido varios sucesos en mi vida que me han llevado a darme cuenta que es una posibilidad recurrir a ella. Tal vez era lo que tenía que pasar. Tal vez no. Pero estoy seguro que si hablo de un presente, es algo que si es estoy buscando. El conocimiento es poder, Arcano Baleyr. Y siempre hay una respuesta que nos llega. Y si no es lo que esperamos, soy capaz de usarlo como incentivo para encontrar otro camino nuevamente.

 

¿Qué más puedo perder?” iba a soltar, pero no me animé. No quería que pareciera que era un último recurso, sino que la Nigromancia era un salvavidas (irónicamente) que me iba a ayudar en esos huecos que ahora me estaban hundiendo.

 

Me gusta ver el lado positivo. Siento que si pierdo más tiempo sin intentarlo, luego va a ser tarde. Y ahora estoy a tiempo de utilizarlo a mi favor (o a la de otros) para sumergirme en éste enorme mar. Porque si de algo estoy seguro es que sé nadar. Lo necesito. ¿Es algo loco verlo como si fuera un faro?

 

Le dirigí una sonrisa. Se me había ocurrido eso. El mundo era oscuro, con un mar negro, profundo y furioso. Y la pequeña luz que me guiaría sería la Nigromancia ¿Alcanzaba como respuesta? Esperaba que si.

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