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Libro del Caos


Bakari
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Las apariencias muchas veces engañaban, podría parecer la típica chica linda con un gran carisma, pero sin un gramo de inteligencia, pero era justo eso lo que le hacía verse especial, la edad en un demonio era una cifra sin precedente y Elizabeth había vivido más años de los que en verdad recordaba y había peleado tantas batallas como sus años reales. Pero claro, era una mujer vanidosa y no iba a dejar que su cuerpo se llenara de cicatrices de batallas aun cuando cada una de ellas contaran por si solas una gran historia.

Estaba decidida a retirarse de aquel sitio y pedir a los directores de la Universidad Mágica la devolución de sus galeones, después de que esperará por varias horas bajo el rayo del sol y el Uzza no hubiese hecho acto de presencia. Cuando escucho la voz de Bakari emerger de la casa de campaña a las orillas del río. Por lo visto a los guerreros les gustaba darse su tiempo para poder atender a su alumnado, nunca iba a entender el porqué de la decisión de los directores de la Universidad y de los Warlocks al confiar la enseñanza de nuevos poderes que sólo iban a acrecentar el número de inocentes muertos gracias a los diversos ataques de la Marca Tenebrosa y la Orden del Fénix, entre ellos.

Confiar este tipo de poderes en personas que no pensaban más que hacer uso de ellos para matar al enemigo no debía ser tan sencillo como comprar el libro y pagar la matricula por un intento de clase. La morena tenía cierta esperanza en que estas primeras horas no fueran un preámbulo de lo que en verdad podía encontrar dentro de la catedra que iba a darle el sextagenario en ese momento.

La mujer de cabellos negros como el carbón, había escuchado la pregunta que el hombre a cargo hizo tanto para ella como para las otras dos personas que ahí se encontraban. Los había escuchado desde que llegaron, pero no tenía la necesidad de hablar con ellos o si quiera saludarles, había dejado hace años la Malfoy y no le apetecía saludar a los miembros de esta.

¿qué obtendré a cambio de que usted conozca el mayor de mis temores? —preguntó.

Los ojos miel de la demonio se quedaron clavados en las oscuras orbes llenas de misterio que caracterizaban al Uzza, ella no iba a dar algo tan valioso a cambio de nada. Al fin y al cabo, ella había pagado una matrícula para ser enseñada, si los guerreros creían que sólo por ser ellos la gente iba a doblegarse y entregar parte de su vida como un tributo para poder seguir aprendiendo de ellos, el hombre frente a ella estaba cometiendo un gran error.

Puedo darle el mayor de mis deseos, aunque viniendo de una joven como yo, seguro le va a parecer tonto. —comenzó a decir casi de inmediato tras soltar su cuestionamiento acerca del mayor de sus temores y la ventaja que adquiere al compartirlo. —Deseo la paz mundial, que la gente vea en el de al lado una persona en la que se pueda confiar y no a un gran enemigo. —finalizó.

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No disimuló la poca sorpresa que le hacia ver a Beltis, es más, casi empezaba a preocuparse por su tardía llegada. Sabía que cursaría la clase y ese era el motivo por el cual se había inscrito, el puesto de dirección empezaba a tener sus ventajas después de todo. Dejó que lo besara y soltó un suspiro bastante exagerado, complacido ante tal acto de amor.

— Que bien es comenzar una clase con tanto afecto de tu parte, Beltis. Seguiré estando atento a las clases que te inscribas para que me recibas de esta manera—sonrió de oreja a oreja, dando por hecho que la Malfoy sabía que no estaba mintiendo—. El Uzza todavía no aparece y llevo un rato esperando —soltó de mala gana, frunciendo el ceño con gesto amargo— creo que ya sé cual será el primer profesor sin recibir paga el próximo mes.

La amenaza monetaria pareció surgir efecto, como si viento hubiera llevado sus susurros a los oídos del guerrero Uzza. No se presentó ni saludó, solamente expuso su definido torso como una pieza de museo bajo el sol y soltó un par de preguntas dignas de un final de reinado de belleza muggle. Aún bajo la sombra del paraguas y Beltis a su lado, procedió a responder luego de que una mujer llamada Elizabeth —como le gustaba ser Director y enterarse de todo en la Universidad— respondía antes que él. Soltó una risita suave tras la respuesta de la paz mundial.

— Mi mayor temor, ahora que soy padre y veo desde otra perspectiva la vida, es que la suceda algo a mi hijo y no esté yo para protegerlo o ayudarlo. Uno se vuelve muy dependiente de un hijo de un minuto a otro, todo gira entorno a él y nunca pensé que… cambiara tanto por él —confesó, el Pik de hace 3 años estaría riéndose ante tales babosadas dichas—. Mi mayor deseo es que el Ministerio de Magia baje los precios de los libros de hechizos y aumenten los sueldos a todos los trabajadores de Ottery —alzó los hombros en un gesto despreocupado y sonrió— es casi como la paz mundial, pero un poco mas material y superficial.

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Cuando finalmente los escuchó, deseó con todas sus fuerzas seguir descansando en su cabaña, las horas de meditación sin duda le generaban más beneficios que estar allí, solo había escuchado banalidades, deseos superfluos que más o menos se asemejaba a lo que ya había escuchado antes. La muchacha que contestó primero tenía cierto aire de superioridad que la hacía verse más desafiante que los otros, incluso atreviéndose a pedirle algo a cambio. Al respecto, Bakari solo esbozó una media sonrisa, desdeñando sus palabras, ignorándolas por el momento.

Esperó que terminaran sus intervenciones y los observó, entre enojado y decepcionado, preguntándose si aquel par pensaba que sus preguntas eran en vano. “La paz mundial” dijeron, dejando a Bakari con unas histéricas ganas de reírse en sus caras y solicitarles que se largaran. Al menos, Pik mencionó parte de su familia, una respuesta común y aburrida, pero al menos más válida. A lo otro, solo pudo decir:

- ¿Acaso piensa que la magia uzza no vale sus galeones?.

El rostro de Bakari reflejaba la severidad de su pregunta, no le importaba en lo absoluto que no tuviera para pagar por conocimientos. A los uzzas como él lo tenía sin cuidado, pero los sacrificios debían hacerse y la magia del caos no podía obtenerla cualquiera. Ningún guerrero había sacrificado tantas horas de entrenamiento ni ganado tantas cicatrices sobre sus cuerpos para recibir comentarios como aquel..

- A cambio lo que obtiene es manejar las fuerzas del caos - dice de repente, mirando a la mujer, Elizabeth - ¿No es para eso que está aquí?.

Bufó, exasperado, pensando que tal vez aquellas eran las respuestas menos profundas que había recibido en mucho tiempo. Quizás, y solo quizás, permitiría que siguieran con la enseñanza si demostraban ser al menos más hábiles con la magia de lo que eran con las palabras.

Lo único positivo de aquello era que no necesitaba tanta concentración para traer a su memoria los momentos más caóticos de su vida, sus temores, sus asesinatos, los días de guerras que había dejado en el pasado, pero que constantemente se veía obligado a rememorar por aquella clase. Juntó sus manos sobre el pecho y cerró los ojos por unos instantes. La nube oscura característica del caos empezó a formarse alrededor de sus extremidades, suficientemente visible para que los presentes se familiarizaran y tuvieran claro qué hacer.

- El control de la magia es importante, a mi no me interesan sus temores pero al dios Anubis sí - sonrió, enseñando los dientes, poco agradables -. Intenten invocarlo ustedes, solo piensen en sus peores momentos, en el caos y el miedo.

Y así, si lograban controlarlo, invocarían los poderes del libro de hechizos. Sin embargo, tras lo escuchado, lo que Bakari espera es poco o nada.

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Soltó un suspiro cansado y cerro el paraguas que lo protegía del sol, lo apoyó del suelo y lo sujetó con ambas manos, como si de un bastón se tratara. Lo poco que habló el Uzza fue suficiente para saber que carecía de sentido del humor o de empatía, no sabia como la gente podía vivir tan amargado y con tantas ganas de buscarle un pero a las cosas.

— Estas interpretando mis palabras de una forma distinta, Bakari. La magia de tu pueblo si vale los galeones, sean solo mil o cincuenta mil, lo que no tiene mucho sentido es que el Ministerio de Magia quiera que todo el mundo aprenda sus poderes pero todos ganan como unos miserables. Solo unos cuantos poseen un sueldo digno, otros buscan hacer irregularidades mediante Gringotts y quien sabe lo que hacen con los locales en el Callejón Diagón —explicó, sin casi parpadear—. Y eso es a lo que me refiero, sé que no todos pueden obtener los poderes de tu pueblo, pero el simple hecho de que para muchos se les hace imposible inscribirse para ver que son capaces es en lo que no estoy de acuerdo.

Escuchó con atención al guerrero, intentando olvidar el intercambio de palabras pasadas. Debía concentrarse y superar la clase. A simple vista parecía bastante sencillo lo que estaba explicando: pensar en algo que te destroce el alma, que Anubis se alegre de la desgracia ajena y sentir como la magia recorría los brazos. Seria todo menos sencillo, comenzando por el hecho de que el Macnair no creía en ningún Dios, a pesar de que podía confirmar la existencia de uno.

Bajó el rostro y empezó a recordar, a sentir, a revivir las emociones en el campo de batalla. Los intercambios de hechizos, el terror y la adrenalina, el olor a carne humana empezando a quemarse, los gritos de dolor y el charco de sangre que dejaba a su alrededor. Todo lo que lo rodeaba era un caos y era horror, pero lo que sentía el Macnair no era miedo. Era nostalgia, una añoranza por un tiempo pasado el cual tenía años sin revivir.

Alzó las manos sobre su pecho y solo vio una fina capa gris que las rodeaba. Soltó un sonido gutural de reprobación y agitó los brazos, deshaciéndose del primer fracaso. Bajó las manos y volvió a concentrarse, olvidando donde se encontraba y recordando en especifico una ocasión no muy lejana.

El sentimiento, a diferencia del contrario, no evocaba a la muerte directa ni el goce de causar esta. Lo que sentía ahora era miedo, pánico, de lo que le pudo pasarle a su hijo tras la aparición de Danyellus y la declaración de muerte que hizo hacia su hijo con Alyssa. El conocimiento de la estabilidad emocional del Triviani, el desconocimiento de que cuando podría actuar y no saber como enfrentar la situación de manera correcta le hacia hervir la sangre. Sentía odio hacia su anterior tutor y miedo de lo que era capaz de hacer, el no poder tener el control de la situación lo incomodaba e hizo que su vida fuera un desastre. Había vivido meses así, casi sin dormir y atento a cualquier movimiento, siempre atento a lo que sucedía alrededor de Massimo.

Llevó las manos a su pecho y al abrir los ojos pudo notar que, a diferencia del primer intento, una nube oscura similar a la que rodeaba los brazos del guerrero ahora estaba en las suyas. Quería sonreír por lograrlo, pero su pensamiento estaba invadido por todo lo que había recordado.

Editado por Pik Macnair

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- No me importan sus problemas financieros - Comentó mientras la temperatura de su cuerpo seguía en aumento a causa del inclemente sol - Si no pueden costar el curso ni el libro, no se merecen estar aquí.

Lo dijo, pero segundos después quería retractarse, no estaba realmente conforme con aquellas palabras porque muchas personas podían tener más habilidad que la de los presentes en esa clase y podían valer mucho más su tiempo. Estaba consciente de que las personas sin dinero o algo de valor en ocasiones se esforzaban mucho más, dispuestos a darlo todo por salir adelante. Sin quererlo, volvió a darle la razón a sus recientes palabras, si estaban dispuestos a todo, lograrían obtener los galeones necesarios para todos los libros.

El chico poco a poco logró concentrarse para obtener el control de su magia necesario para mostrarlo alrededor de sus manos en forma de una nube oscura, el primer paso para la invocación había sido exitosa para él. Lo hizo rápido tal vez la fortuna lo favoreció en ese entonces, ayudándolo.

Bakari, volvió a realizar el paso anterior, recordando sus peores memorias y controlando su magia hasta llevarla a las manos junto a su pecho, pero en esta ocasión fue un paso más allá, agachándose para colocarlas en el piso mientras invocaba uno de los señores del caos. Anubis mismo sería el encargado de enviarle alguno de los seis como él viese conveniente para el momento en que se encontraba, podía ser algo bueno o malo, pero eso era algo que no estaba a nuestro control.

Una nube oscura se formó frente a él para luego dispersarse y mostrar lo obtenido, Peeves se hizo ver, riéndose entre dientes contento de estar en el escenario esperando creando en su mente algunas bromas para burlarse de todos, pero el guerrero no tenía el tiempo ni tampoco el humor para aguantarlo, por eso con el chasquido de los dedos el ente del caos quedó congelado sin la posibilidad de hablar o moverse durante los próximos minutos. Solo estaba ahí para una demostración, no para que mostrara sus burlas incansables.

- Intenta convocar a uno de los señores del caos - Dijo esperando que hiciera el único movimiento nuevo que realizó - Anubis te otorgará alguno.

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  • 1 mes más tarde...

Había pasado un tiempo considerables desde que se había enfrentado a Badru; lo había elegido así por muchos y diversos motivos, también por el hecho de que ya una vez había cometido el error de tratar de tomar dos clases a la vez y había terminado muy mal parada.

 

Sabía cuales eran sus limitaciones y hasta donde podía llegar sin sufrir daños considerables o terminar más loca que una cabra.

 

En fin, ya no importaba y el tiempo pasaba así que ya era momento de volver a introducirse en el templo de la sabiduría dónde podria obtener más poder para alcanzar sus metas.

 

Sabía a donde debía ir y sentía mucho más satisfactorio el ir por medio de un portal pero no estaba segura de cómo se lo tomaría el guerrero. Ella sabía cómo solían ser de nerviosos y celosos con sus conocimientos cada uno de los Uzza.

 

Sin perder más el tiempo en cavilación banales giró sobre sus talones y se apareció al norte de la ciudad, cerca de un lago dónde una sola tienda de capañana adornaba aquel paraje.

 

Suspiró y estiró sus brazos tras su espalda al momento de soltar el aire lentamente para después comenzar a caminar.

 

Llego hasta la orilla del lago dónde se encontro con quien suponía era el guerrero Uzza. Intento un amago de sonrisa pero a sus labios color carmín solo llegó una mueca. Volvió a suspirar.

 

Aquello no estaba bien, ella no solía ser así, ella era todo alegre y sonrisa, veía la vida de una manera que la gente no entendía pero últimamente...

 

Hola... Yo... Mi mayor temor y deseo... Mi mayor temor es perder mi magia y mi mayor deseo es conquistar el conocimiento... Sí, es eso

 

Desde que pasará aquel accidente en su trabajo había temido el quedarse sin magia, en ser solo un muggle más pero gracias a Merlín eso no había sucedido.

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La brisa fresca acarició sus mejillas, sonreía con naturalidad mientras lindaba el borde de un lago transparente. El clima parecía devolverle la sonrisa y aquel día auguraba una calma curiosa, se debía vislumbrar que las clases de Bakari —según le habían dicho— eran caóticas. Hubo arribado hora atrás, los terrenos de la Univesidad y el Ateneo le resultaron ajenos para la ocasión y el punto geográfico se ramificó, muchos comentaban que el guerrero Uzza vivía aislado en una modesta tienda de tela como las de los antiguos ejércitos más agregaban que estaba terminantemente prohibido irrumpir su tranquilidad. Nadie querría enfurecer a alguien con tanto poder.

 

A lo lejos una melena rojiza, conocía el perfil de aquella mujer y le resultó agradable saber que tendría una cara amiga en aquel emprendimiento. Jessie y ella jamás habían acabado de cuadrar una relación, eran simplemente compañeras pero cuando se trataba de soporte estaba segura que ninguna dudaría. Apuró el paso, entonces, haciendo resonar la suela de sus zapatos deportivos pero elegantes deteniéndose casi al instante y pausando los movimientos cuando sus ojos verdes se toparon con otra figura, enorme, fornida, antigua. Bakari

 

El hombre habló, su compañera respondió casi sin titubeos pero la voz le tembló. El guerrero se imponía, incluso su propia garganta se secó. Contuvo la respiración y sus oídos solo eran capaces de distinguir los eufóricos latidos de su corazón y el susurro de su camisa suelta al viento. De repente lo miró, trató de conectar con él aunque sabía que era algo imposible y como cada una de las adversidades en su vida se repitió "No vas a vencerme". Sus orbes brillaron con violencia, la pregunta estaba hecha también para su persona.

 

—Mi mayor miedo...— Sopesó —... Es herir a quien no debe ser herido.

 

Dejó ir el aire acumulado en sus pulmones relajando cada músculo en su anatomía.

 

—Mi mayor deseo. Poseer completo control sobre mi.

 

Sus demonios y raíces arañaban las entrañas por salir, por negarlo. Tosió. Nuevamente se hizo el silencio

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Había alguien más con ella tomando la clase, no se había percatado en qué momento había llegado o incluso si estaba antes que ella, simplemente optó por hacer lo que debía hacer y no presto atención a nada más.

 

Pero al escuchar su respuesta se dió cuenta que ambas brujas distaban mucho de paracerse, por el contrario, parecían polos opuestos.

 

No sabía si tomarlo como algo bueno o malo; la verdad sea dicha agradecía el tener a alguien en quien apoyarse, ya que el saberse sola con aquel sujeto la ponía un poco... Nerviosa.

 

Volteó a ver a Bakari esperando las siguientes indicaciones pero sus nervios le jugaban en contra provocando que su cabello cambiará de rojo a rubio, azul, morado y rosa.

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Nuevas estudiantes arribaron en el momento en el que abrió la puerta de su cabaña para dejar pasar un poco de aire fresco, se encontró con una chica de cabello rojizo y aparentaba una edad inapropiada para estar allí tomando clases con los guerreros. Era también una chica con el mismo color de cabello, solo por eso llegó a pensar algún tipo de parentesco entre ellas, pero esta última mostraba más rasgos de una mujer adulta y unos ojos verdes interesantes. Mucha belleza en ambas.

 

Sin embargo, el tiempo le había demostrado que ese tipo de personas usualmente no lograban impresionarlo más allá de su apariencia. No eran capaces de demostrar sus habilidades con los encantamientos sencillos o de anteriores libros, usaban lo mismo que el resto una y otra vez sin mucha creatividad.

 

Ambas respondieron a sus preguntas de tu rutina. A una de ellas le atemorizaba la idea de perder magia, convertirse en una simple squib o muggle sin la capacidad de comprender el mundo que conocía y la otra simplemente le preocupaba herir a las personas equivocadas.

 

- ¿Qué tipo de conocimiento deseas obtener? - Comentó. En el mundo se esparcia cualquier tipo de conocimiento y era imposible obtenerlo todo, una parte era posible conseguir, pero jamás su totalidad.

 

La otra chica solo anhelaba controlarse a sí misma, como un animal con rabia que pierde el control en el peor de los momentos. No estaba seguro de la relación de esa frase, aunque sin duda notaba un aura extraña en ella; algo no encajaba en su totalidad, algo oscuro escondía.

 

- ¿Control por qué? - Preguntó, esperando averiguar más sobre ella - ¿Qué quieres controlar?.

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Guest
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