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Libro del Caos


Bakari
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Aries ganó tiempo, un tiempo para pensar la respuesta más clara y sin tanto rollo. Optó por decir la verdad, Kaori no tenía, ni debía tener motivos para estar celosa. Aun cuando, para el mismos Black Lestrange, el que estuviera celosa le hacía lucir aún más hermosa de lo que ya era. Se acercó a ella y sin que se lo esperará le dio pequeños besos en los labios en presencia de las demás personas.

No tendrás motivos para desconfiar de mí, ella fue mi prometida, le tengo un cariño especial por lo que fue, pero que no se volverá a repetir. En estos momentos, solo tengo ojos para ti. —le dijo mientras no quitaba una sonrisa de sus labios y le miraba a los ojos.

Para sorpresa del metamorfomago le sorprendió la respuesta de la pelinegra, había dejado aquel momento en segundo término y trató de seguir la clase en la que estaban como si nada hubiese ocurrido.

La rueda del tiempo dices…

El mortifago buscó la definición de la rueda del tiempo en el libro del Caos. Así que concentró todas sus energías caóticas para poder hacer bien la rueda del tiempo y librarse del rayo rojo que buscaba arrebatarle la varita. Afortunadamente la rueda del tiempo los había regresado a una acción antes de que Kaori le lanzará el expelliarmus, de esa forma manteniendo su varita con él. Así que era su momento para hacer que ella usará una nueva rueda.

Deberías mostrarme como haces la rueda del poder. —sugirió

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Cada una de ellas realizó su respectivo pacto de sangre firmando en el pergamino que había colocado frente a ellas, incluso el chico. Trol, Ninfa, Señor del Caos, algunas veces más de una vez fueron los entes que aparecieron frente a ellos justo momento después de que se concentraran en sus malos recuerdos y proyectaran su magia canalizada para que el Dios Anubis pudiera otorgarle el poder del Caos, pero sus estudiantes no se quedaron allí sin hacer nada más, ni siquiera esperaron las siguientes instrucciones del guerrero.

 

Se sentían con la confianza suficiente de invocar el resto de hechizos puestos en el libro que habían conseguido con un par de galeones, probaron su suerte con las diferentes ruedas, aunque no todos los presentes seguían los pasos de sus compañeros. Parecían más dependientes de las instrucciones del guerrero, cómo si él tuviese las ganas o algo más que enseñarle a todos los demás. Alguna especie de sabidura extra que pudiese otorgarles u ofrecerle.

 

- Pueden intentar realizar cualquier otro encantamiento que quieran - Comentó dirigiéndose especificamente a las personas que no habian intentado realizar nada más - Tienen un par de minutos, pueden jugar con los entes del caos si se atreven o entre ustedes.

 

Pero a las tres personas que habían ingreso un poco más tarde necesitaba preguntarles las mismas preguntas del principio y que siempre necesitaba realizar solo para conocer un poco más sobre sus estudiantes y en de qué manera iba a usar los poderes del Libro. Estaba seguro de que no se sorprendería con lo que iba a escuchar pero de todas formas, era un viejo curioso.

 

Miró tanto a Candela, Aries y Kaori.

 

- ¿Cuál es su mayor deseo y cuál es su mayor temor? - Preguntó esperando respuestas mientras seguían con averiguando como realizar el resto de encatamientos faltantes.

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Candela se había aislado un poco del grupo, pues el ir y venir de los supuestos ataques en cualquier momento le hubiera rozado. No, ella prefirió mantenerse al margen durante un rato, le había costado un poco más que el movimiento anterior concentrarse para invocar aquella Ninfa y necesitaba recargar un poco la depresión de su recuerdo. Si años anteriores, alguien le hubiera dicho que no debía reprimir ese dolor porque en el futuro le serviría... Se hubiera ahorrado todo ese esfuerzo innecesario. Y como estaba aislada, aburrida, dejó que la Ninfa intentase trenzar la maraña que tenía en la cabeza.

 

La invitación de Bakari a usar el resto de encantamientos hizo que observara a Arya por el rabillo del ojo, era la única, además de ella, que no estaba participando del festival de hechizos que habían armado los otros tres. Se giró a ver si se le había pasado alguna cara, pero no, los reconocía de muy poco y la muchacha que acompañaba a Aries no le resultaba para nada familiar. Así pues, regresó a esa turbulencia en su memoria en la que le hacía eco el llanto de un niño y juntó sus manos como si estuviese esperando recibir algo en ellas. No recibiría nada, por supuesto, pero necesitaba la magia que encerraba ese recuerdo, para invocar la rueda del caos.

 

Sectusempra... ―apuntó su varita a la Macnair, y un rayo de color escarlata se dirigió a la figura de la fémina.

 

Cabe aclarar que, al momento de invocar dicha Rueda del Caos, la Triviani tenía la seguridad de que resultaría en un pequeño rayito para nada peligroso. Pensó en los antecedentes, Peeves y una Ninfa, poco colaboradores, y supuso que no habría mucho de qué preocuparse. Mas no contaba con que había puesto demasiado de sí misma en la invocación, y el rayo con el que había decidido atacar a la bruja, resultó en algo mucho más potente que cualquier otro ataque.

 

Oops... ―cruzó ambas manos en la espalda. La gitana no era muy aficionada a hacer amistades y quedaba demostrado con lo que acababa de hacer.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Kaori.

A pesar de que continuó con la clase como si nada hubiera pasado, las palabras de Aries se quedaron por un momento en la mente de Kaori, si, todos tenían un pasado y ella no iba a obsesionarse con eso, así que una vez que sabía quién había sido la peliroja en la vida de su novio y que era parte del pasado, debía dejarlo ahí, en el pasado. Ella por otra parte era el presente y estaba segura que el futuro del mago.

A pesar de que estaba enfrascada en la conversación con el Black Lestrange, no dejo de prestar atención a las demás compañeras de clase así que cuando vio que unas gruesas cuerdas se dirigían hacia ella, con un poder inusual ya que la rueda del tiempo así lo había querido. El poder del caos la había jugado una mala pasada.
La bruja, habiendo fallado en la invocación de la rueda del tiempo, se apresuró a pensar en un salvaguarda mágica, haciéndose intangible justo a tiempo para que las cuerdas la atravesaran, se alejó de las mismas y sonrió de medio lado a la bruja que la había atacado.

―Ya será después amor, que ahora la del tiempo me ha fallado … ―dijo mirando a las cuerdas que yacían inmóviles en el suelo. ― ¿también la conoces? ― preguntó, pues notó que la joven los miraba con mucho interés.

Dejo la pregunta en el aire puesto que en ese momento el guerrero decidió prestarles atención y hacerles un par de preguntas, preguntas que ya había respondido en una ocasión, para su sorpresa sus respuestas habían cambiado un poco.

―Tengo miedo a la soledad y a perder mis recuerdos… olvidar lo que soy y hacia donde voy ―respondió ―Mi deseo es poder controlar el libro, deseo su poder ―mas que desearlo lo necesitaba, si quería poner en marcha sus planes vincularse al libro era indispensable.

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Sobre su Saeta de Fuego, Ellie atraviesa los terrenos de la Universidad Mágica. Mientras que el invierno y el espíritu navideño se han asentado en Londres, ese lugar parece, como de costumbre, un mundo completamente diferente... un pequeño punto cálido y lleno de color y vida, en medio de la nieve. Disfruta la brisa que agita su cabello pálido su ligera túnica negra, durante el vuelo, y también disfruta las vistas que tiene desde allí arriba. Lo normal sería que se detuviera en el Ateneo, pero según las indicaciones que recibió, debe volar más allá del campus; guiándose con el encantamiento brújula, se dirige a la zona norte de los terrenos, descendiendo poco a poco para así encontrar la carpa y, quizás, más magos sedientos de conocimientos.

 

«Ahí debe ser...» dice para sus adentros, al distinguir una pequeña y sencilla tienda. A poca distancia hay un amplio lago y es junto a éste donde hay un notable grupo de personas. Aún desde aquella distancia, reconoce que están entrenando. De repente, Ellie siente un pedrusco de nervios en la garganta.

 

Ella disfruta mucho de las clases en el Ateneo de Conocimientos, incluso las extrañas lecciones de algunos arcanos. Pero aquellas clases son diferentes. A pesar de que en su bolso de cuero está el Libro del Caos, sabe que no lo usará mucho en realidad. Los Guerreros Uzza tienen la reputación de ser personas de acción... y Ellie no es precisamente una persona de acción. Le gusta estudiar Encantamientos, Transformaciones, ¡todo tipo de magia!, mas los duelos y enfrentamientos no son lo suyo. Espera que Bakari, el que será su guía en esa ocasión, le preste más atención a la ejecución de la magia caótica del libro, que a sus habilidades como duelista.

 

Con esa idea en la mente, intenta sacudirse los nervios. Lo cierto es que a pesar de todo, la clase le emociona pues el libro le pareció muy interesante. Espera no sólo conseguir vincularse, sino quizás entender la naturaleza del libro y qué es lo que lo distingue de los demás.

 

Tras bajarse de la Saeta de Fuego y guardarla a la fuerza en su bolso —encantado con un hechizo de extensión indetectable—, se dirige hacia el anciano mago, que parece estudiar el avance de los otros magos. No es la intención de Ellie ser descortés con los demás, pues incluso cree reconocer a algunos de los aprendices, pero parecen muy concentrados en el entrenamiento y ella entiende que aquella debe ser su prioridad. A ella misma no le gusta que la molesten cuando está ocupada con su trabajo o sus estudios.

 

—Uhm... saludos, maestro Bakari. Estoy aquí para aprender de usted y lograr dominar el libro del caos.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Bakari habló.

 

Macnair no hubo querido hacer un repertorio de poder allí mismo sin la total supervisión del guerrero Uzza, de haber sido ésto lo que él quería posiblemente estuviese reprobada ya, puesto que no había llegado hasta allí para probar valía o volverse una fanfarria sino más bien para conseguir un total control de su propio caos interno. Así lo había expresado frente al hombre cuando solo eran tres cuerpos a la orilla de un calmado lago, bajo un cálido sol, y aun lo sostenía con la cantidad de personas que se hubieron sumado a la clase; incluso cuando su atención estaba en extremo turbada por Black Lestrange.

 

Rueda del tiempo pensó.

 

Cuando el guerrero les ofreció a quienes no había hecho uso de sus conocimientos la libertad para tal accionar, sintió un calor curioso en el costado de su rostro y al voltearse Candela, la nueva Directora de Hogwarts le miraba de forma extraña. Luego de años de entrenamiento y asistencia a clase le bastaron tres segundos para comprender que su rostro ahora significaba una diana para Triviani. Sonrió, no la conocía pero le caía bien por la forma en que se tomaba la cosas y manejaba las decisiones, después de todo solo se trataban como profesionales y con un escritorio escolar entre medio.

 

Desgraciadamente la tirada salió nula. La rueda del tiempo no le favoreció y absolutamente nada pasó, quizás fuera porque sus ojos verdes estaban fijos en aquella melena dorada, quién sabe. Suspiró, había caído sentada en el suelo levantando una fina nube de polvo por el peso de su cuerpo. El rayo mortal había impactado de lleno en su pecho y el ropaje utilizado para la clase acabó vuelto jirones, sangre por doquier, un leve quejido de dolor que se suspendía a oídos de todos. Su amuleto de ópalo brilló, debajo de la poca tela que le quedaba, quemó la piel, calentó la zona, y lentamente comenzó a curarse como si hubiese pensado en un Episkey, no todos los poderes de los libros resultaban óptimos para dañar.

 

―Vale, venga. Una vez más que no estaba prestando atención

 

Le retó a la muchacha.

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