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Mansión "Ojo Loco" Potter Blue (MM B: 78439)


Sagitas E. Potter Blue
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He de reconocer que no me gustaban las preferencias de comida de mi hija aunque sabía que la sangre era necesaria para su alimentación en ciertos momentos de debilidad. Y ésta lo era. Sin embargo, la reñí.

 

-- Esa educación, Pere... No debes ser descortés con las visitas.

 

Sabía que, en el fondo, Perenela estaba defendiéndome y defendiendo su hogar, que creía amenazado por la presencia de Lilliana. ¿Por qué yo no lo creía igual? ¿O sí lo creía y me estaba engañando? En realidad, la esencia de ella era poderosamente oscura pero no me causaba miedo sino desazón. ¿A qué se debería eso? Debería analizarlo en algún momento. Además, ella acababa de rechazar mi palabra de amiga y la había sustituido por la de "Lealtad". ¿Era una señal de algo? ¿Recordaba algo de aquellos momentos lúgubres que mi mente se negaba a dejarme rebuscar en ella?

 

Ahora no podía; no sólo tenía una hija irritada y una visitante desorientada sino que también hizo su aparición la come-galletas-auto-invitada que yo creo que se había quedado a vivir para siempre en la "Ojo Loco".

 

-- Claro que tenemos comida, la duda ofende. Al menos que ya hayas estado en la cocina y la hayas devorado toda, cosa de la que te creo capaz, Tamarindo.

 

Me encogí de hombros, con cierta tristeza en el acto. Contemplé como Liliana se servía y yo, sencillamente, dejé que lo hiciera. En cierta manera, aquella casa había sido suya antaño, cuando las cosas habían sido totalmente diferentes. Ahora era mía por una mera casualidad del destino y porque yo, en el fondo, a cabezona no me gana nadie.

 

-- Sí... Aquellos dormitorios fueron una etapa de mi vida que siempre recordaré con cariño.

 

No creo que lo hubiera dicho en voz alta, más bien creo que lo musité. Ya casi no recordaba aquellos dormitorios verdes sino la sensación de felicidad que había perdido posteriormente. Respiré con fuerza y me acerqué a uno de los sillones.

 

-- Nada de sangre, Perenela, por los dioses... Hoy sería incapaz de soportarlo. Tómate un tentempié, un buen caldo de gallina te dará fuerzas. Ya tomarás... lo otro... cuando estés en tu dormitorio.

 

Creo que era la primera vez que le negaba a mi hija su aperitivo particular. Enarqué la ceja cuando Lilliana respondió de forma agresiva y abandonó la habitación y la casa. Fruncí el morro y contemplé brevemente a Perenela. ¿Merecía la pena que le riñera por su comportamiento o la apoyaba en lo sucedido? Suspiré y me recosté en el sillón. Mi hija murmuraba palabrotas que me perturbaban.

 

-- Necesito una copa, fuerte, doble.

 

Sabía que Harpo se negaría, como se negaba siempre que quería beber para olvidar. Porque me conocía y sabía que eso me hacía recordar más y ponerme peor. Me pasé la mano por el pelo.

 

-- No, no estoy orgullosa de tu comportamiento, cariño, pero no puedo enfadarme contigo, lo sabes. Sólo que... tal vez... esta conversación con ella me hubiera hecho...

 

¿Hecho qué? ¿Recordar? ¿Para qué...? Mis pensamientos fueron rotos por las palabras de Tamarindo, que me hicieron sonreír. Me incorporé un poco en el sillón.

 

-- Tienes razón, Tama. Ya me que prohíben beber en mi propia casa, al menos que pueda comer pastelitos. Trae todo lo que haya en la cocina, Harpo -- le dije a mi Elfo. -- Tama y yo tenemos hambre.

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  • 2 semanas más tarde...

--Harapo, que no pare la comida, tarenos un banquete de dulces!!

 

Creo que no debería dar órdenes a un elfo que no es mio y mas si aun no me aprendo bien su nombre. Pro es que me cuesta, no es cumpa mia que tenga un nombre tan raro, la culpa es de sugus seguro, por bautizarle asi. A quien se le ocurre un nombre que me cuesta a mi tanto pronunciar v_v

 

--Y bueno, yo no me enteré de nada de lo que acaba de pasar, ni ganas, porque teneis todos caras de amargados y largas. Asi que o alguien me explica, o cambiamos de tema y nos alegramos porque yo estoy aqui y eso es motivo de fiesta!!!

 

Quien diria que era una chica timida, pero vamos, en casa de sugus, donde hay confianza... la tama da asquete. Y bueno, eran mis mejoresintenciones, alegrar a sugus y que no se pusiera con la cara que tenia, que parecia que se le iba a escurrir el maquillaje de payaso y se iba a poner a llorar.

 

Que dramática soy. Pero nada, aqui a divertirse.

 

--¿Qué podemos hacer?

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  • 4 semanas más tarde...

Jack Blackner [Maridito Fantasma de Sagitas]

 

Levité por los terrenos de la Ojo Loco, buscando a Sagitas. Era de noche, Ithilion dormía y Matt a saber donde estaba, seguramente se había escapado para ver a su vampirito. Asi que yo me dedicaba a vagar por el jardín, buscando a Sagis. Las ventajas de ser un fantasma, que uno puede ir en línea recta sin preocuparse de los obstaculos o del tiempo que tarde.

 

EMpezaba a preocuparme no verla, pero algo me decía que estaba alli, unos lo llamarían corazonada, y nosotros lo llamábamos Conexión, esa que tanto nos unían.

 

Al fin di con ella, sentada en el jardín. Me quedé un momento mirándola de espaldas antes de besarle por el cuello a modo de saludo.

- En qué piensas niña? - le dije.

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¿Había dicho "Tama y yo tenemos hambre"? ¿Y desde cuándo yo era tan amable con mi amiga y le invitaba a comer sin pensármelo dos veces? La última vez que había hecho eso casi nos quedamos sin comida en la casa, apenas unas migajas en la despensa y un paquete de galletas sin gluten que había quedado abandonada en un estante por su sabor agrio.

 

Aún así, decidí que hoy haría la vista gorda y la dejaría comer aunque lo hiciera de forma libidinosa porque acababa de decir algo muy bueno: o nos dejábamos de tonterías o hablábamos de cosas positivas.

 

-- Ciertamente, que tú estés aquí es motivo de fiesta -- dije, medio en broma medio en serio. -- Ya que estamos aquí y aunque sea agosto, podríamos pensar en preparar el próximo Halloween. Que preparar las figuritas y cosernos disfraces requieren su tiempo.

 

Sí, lo sé, algo temprano, pero hablar de fiesta y me imaginé justo la que venía ahora. Así que le dije que fuera pensando en un tema para la fiesta que montaríamos cuando recordé que tenía una botellita de perfumes en la zona del laboratorio que quería regalarle. No, no es que huela mal mi amiga. Es que al oler una de aquellas botellitas, días atrás, algo me recordó a Tama y quería que ella lo oliera para saber si tenía la misma sensación.

 

-- Come lo que quieras, Tama, Harpo, que no Harapos, te traerá más si lo acabas. Yo voy a buscarte un presente.

 

Salí de allá y me dirigí a los jardines. Hacía algo de fresco, tal vez debiera haberme puesto una chaqueta. Se había hecho de noche y respirar aquel aire puro era embriagador. ¿O lo sería el beso que sentí en el cuello? Sonreí antes de girarme y tocar a mi marido en las mejillas. Sabía que había que ir despacio puesto nuestra conexión funcionaba de forma lenta. Fue poner la punta de los dedos en el aire que rodeaba su cara y ésta empezó a aparecer, como si se dibujara en el aire y se fuera llenando de carne, hasta hacerse corpóreo en torno a mis dos manos. Le sonreí y le devolví el beso, olvidándome de todo.

 

-- Pensaba en ti, por supuesto...

 

A pesar del frío que había sentido antes, ahora tenía un rubor cálido en mi rostro.

 

-- Pensaba en Matt y en Heliké. ¿Tú crees que serán felices...?

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Alessandra se escondio en la puerta de la mansión mirando por todos los rincones por si su madre aparecía. No podía atrasar más la noticia quedaban 4 DÍAS para la boda, solo 4.

 

- Esperó que no mate- penso recordando a Matt y su secuestro.

 

Con cuidado camino de puntitas hasta las escaleras para subir con cuidado a su cuarto, ¿y si le mandaba un mensaje a su abuela? ¿la protegeria? ¿lograría casarse? Después de todo eso era lo más importante llegar al altar y decir "Si, acepto"

 

-Char- llamó a su elfina.

 

Mientras la criatura esperaba ella hizo una pequeña nota a Sagitas, no sabía si Perenela estaría ahí pero lo sabría si escuchaba algún grito por su parte.

 

Abue.

 

Estás con mi madre? Necesito hablarte urgente. Estaré en mi habitación.

 

Alessandra

 

Se lo dio a Char que desapareció frente suyo, mientras tanto ella salió disparada a su cuarto.

 

 

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Sonreí cuando se giró, poniendo las manos en mi cara. Habíamos tenido que aprender a ser pacientes, ya que aquella magia, aunqeu siempre fiable, necesitaba su propio tiempo para funcionar. Me dediqué a observarla mientras me iba haciendo corpóreo, al menos hasta el cuello, antes de que me besara. Llevé mis manos hacia ella, y poco a poco, la sujeté.

 

Siempre echaba de menos no poder abrazarla....

 

Observé sus mejillas, con un color rojizo muy gracioso que me recordaba ligeramente a Matt cuando se sonrojaba, ya que yo no sentía los cambios de temperatura. Noté que me enturbiaba ligeramente, una respuesta a sus propios sentimientos y a los míos propios...lo más parecido que podría tener a sonrojarme.

 

Alcé ambas cejas al oirla. Últimamente no paraba de pensar en los chicos...parecía realmente preocupada. Reí, alzando la vista al cielo.

- Y porque no iban a serlo? - le pregunté.

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  • 2 semanas más tarde...

Thiago Gryffindor.

 

La punta de su lengua acarició con medida tensión el filo de aquel vidrio impoluto que formaba la copa que su rígida mano sostenía. Le gustaba sentir esa sensación límite de estar a punto de cortar los diminutos vasos sanguíneos humedecidos por el vino, concluyendo en una catarata de sangre emanando de su boca. Sin embargo, la imperiosa necesidad de su organismo de beber otro sorbo lo obligó a desistir de aquella práctica y acabar con los últimos rastros del rojizo y aromático líquido. Ese amargo dulzor que tanto ansiaba bañó completamente sus papilas gustativas y atravesó su garganta mientras el mago se reclinaba en su silla.

 

Thiago dejó reposar la cristalina copa sobre la mesa ratona que tenía delante y observó, como hacía uno momento atrás, la desgastada etiqueta que identificaba la botella de vino casi terminada. El amarillo variaba su tonalidad hacía una más oscura sobre los bordes y las letras se volvían ilegibles entre las múltiples manchas de humedad que la invadían, aun así con un elegante pulso y números alargados se leía el año de producción: 1895. El malbec que la etiqueta describía permaneció en la bodega personal del mago hasta que, al materializarse en la "Ojo Loco" Potter Blue, decidió llenar su vacío con un simple pero peculiar lujo.

 

Sus profundas pupilas, rodeadas por un iris esmeralda, se dilataron al recorrer con su cálida mirada lo que inmediatamente lo rodeaba. Aquella habitación, en la planta baja de la mansión, había sido un hogar para él. El chisporroteo del fuego danzante de la chimenea, ubicada a unos tres metros de su asiento, era de una familiar musicalidad que encantaba sus oídos. El silencio había domado sabiamente aquel espacio para permitir al Gryffindor apreciar los pequeños detalles, eso que pasarían inadvertidos ante los ojos de alguien acostumbrado a la cotidianidad de la familia. Él había estado mucho tiempo fuera, demasiado quizás. Las fechas relacionadas a su desaparición se volvían borrosas con su mente, como en la etiqueta del malbec.

 

Los orificios de su puntiaguda nariz se ensancharon, permitiendo apreciar a la perfección el aroma que surcaba el aire. Lo conocía a la perfección. Aquella fragancia había enmarcado con su frescura noches de regocijo, de pasión, de celebración y también, como en la vida misma, de pesadumbre: LILAS...¡Como había aprendido a amar las lilas! El extracto aromático de aquella flor permanecía allí aun cuando la estructura arquitectónica se derrumbaba hasta su base, víctima azarosa de los ataques inescrupulosos que las distintas bandas criminales de Ottery llevaban a cabo en una guerra que había pasado a serle ajena. Los incipientes recuerdos de aquella época, que comenzaron a aflorar en su cabeza nublada por el vino, lo obligaron a desistir de apreciar aquel perfume perfecto.

 

La luz proyectada por el fuego le permitió admirar su semblante reflejado en la copa que había abandonado. Encorvó su espalda lentamente y acercó un poco más su rostro a la copa, admirando sus finas facciones deformadas por el cristal. Su mandíbula se marcaba notablemente debajo de un manto de barba apenas crecida pero sumamente cuidada, su piel blanca como la leche se hallaba tirante por su característica delgadez y sus escasos pómulos delataban el alcohol en sangre con un rubor leve. Sus carnosos labios habían formado en algún momento de la velada una una sonrisa que había permanecido inmutable, escoltada a los lados por sus hoyuelos.

 

- Passepartout- consultó por fin el mago, sin desistir de aquello- ¿Crees que quede alguien aquí?

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La temperatura era agradable en el jardín; bueno, tal vez algo frío pero ya estaba acostumbrada al contacto con mi marido Jack y, además, solía generarme más calor que frío, así que yo estaba bien allá fuera. Sin embargo, el tema de la futura boda de Matt y de Helike me estaba preocupando tanto que la aparición del fantasma no se producía del todo, síntoma de que mi cabeza cabalgaba muy lejos.

 

-- ¿Y por qué han de ser felices? -- repuse en una respuesta muy tonta puesto que eso era burdamente una defensa de mi territorio como madre y no una respuesta realista. Nada me decía que ellos no fueran a ser felices con el matrimonio. Era yo quien no lo iba a ser porque... ¡porque era así de vacaburra y no quería dar mi brazo a torcer.

 

Una elfina nos alcanzó y solté a Jack, alejándome unos centímetros de su piel, lo que provocó que se hiciera aún más transparente. Me traía una nota.

 

-- ¡Vaya! -- dije, al leerla. -- Es de Alessandra, necesita hablarme de forma urgente.

 

No me gustaba eso. A saber qué querría. Además, ambas éramos miembros de la Orden del Fénix y esperaba que la noticia no estuviera relacionada con algo malo que tuviéramos que solucionar como Bandistas. Aunque, entonces, seguro que me habría mandado un patronus. Entonces, ¿qué le sucedería para que fuera tan urgente?

 

-- Jack, cielo, volvamos al interior. Aless me llama y quiero saber qué pasa. ¿Me acompañas?

 

Suponía que sí, siempre me seguía, aunque casi siempre como fantasma y pocos podrían verlo. Entré en la mansión por la parte trasera y me dirigí, rauda, hacia las escaleras por las que subí al piso en el que Alessandra tenía su habitación. Golpeé la puerta brevemente, esperando respuesta para entrar. A pesar de ser matriarca, siempre daba un grado de intimidad a los miembros de la familia, algo que yo consideraba que era un respeto hacia su persona.

 

Aún no había acabado de tocar la puerta cuando Harpo se apareció ante mí, retorciéndose las manos. Me sorprendió. Él, como yo, había visto demasiadas cosas como para que algo le pusiera nervioso.

 

-- ¿Qué pasa? -- Era directa, notaba que le pasaba algo. Miró por encima de su hombro.

 

-- Un fantasma, Ama Sagitas.

 

Enarqué una ceja. Suponía que no se refería a Babila. El negrito caía muy bien a todos, a pesar de no ser de la familia sino un "mal llamado" conserje de la finca, como a él le gustaba que le dijeran. Así que no podía ser él. Hice un mohín con los labios y le miré sin preguntar nada más, esperando el momento en que él me dijera algo.

 

-- Un fantasma. De... De su hermano...

 

-- ¿Ishaya está muerto? -- No sé porqué pregunté por él; tal vez porque sabía que rondaba compañías poco gratas. -- ¿Cuándo ha muerto? ¿Cye lo sabe?

 

Harpo se retorció más las manos.

 

-- No, no. ¡El Otro hermano!

 

Por mi cabeza pasó el nombre de Adrian pero lo había visto aquel mismo día. No podía ser él. Ante mi cara de desconcierto, Harpo habló por mí.

 

-- Thiago. Su hermano Thiago ha aparecido, abajo, junto a la chimenea... Su fantasma bebe vino al lado de la chimenea.

 

Me quedé petrificada. No podía negarle a Harpo que Thiago fuera un fantasma ya que me constaba que había muerto hacia tiempo, o eso me dijo aquella mujer, Lucrecia, quien había pretendido quedarse con la familia alegando ser su heredera. Suspiré. Thiago... Él no podía ser un fantasma.

 

Los fantasmas no beben vino.

 

-- ¿Está Paspartout con él? -- pregunté. Si el elfo estaba cerca, es que estaba vivo y coleando. Observé la puerta de entrada a la habitación de Alessandra y después las escaleras, sin decidirme a quedarme o bajar. Sentí frío, pero no frío de la noche o de tener a Jack cerca. El frío de una noticia que no puedes creerte y que, en el fondo, ocasiona más miedo que alegría. -- ¿Has visto a su elfo?

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Thiago Gryffindor

 

Su mano permanecía recostada sobre los brazos de la butaca, con los dedos apenas arqueados. Los últimos minutos había permanecido inmóvil, acariciando con la yema la superficie aterciopelada de aquel rojizo tapiz, con su verde mirada perdida en los pies de la escalera que se avistaba al fondo ¿Acaso de allí provenían las tenues voces que, debilitadas por la distancia, llegaban a sus oídos?¿Pertenecía alguno de esos susurros, atravesados por las furiosas ventiscas que azotaban las ventanas de la habitación, a su hermana?

 

La aparición de una ligera capa de niebla alrededor de su diestra interrumpió repentinamente el indicio de normalidad de esa escena. Aquella esfera gaseosa comenzó a tomar una forma alargada entre sus dedos y, al disiparse, dejó al descubierto la varita de madera de roble de su pertenencia. El formidable artefacto mágico poseía un mango de plata impoluta, con la imponente figura de un puma grabado con puntillosa mano artesana en su superficie. Quien conociera la procedencia de su portador podría percibir en ella lo mismo que Thiago al sostenerla: el aroma a sangre y fuego de mil maldiciones lanzadas en su temprana juventud.

 

El Gryffindor colocó sus manos sobre los brazos y tomó impulso para levantarse. Los incipientes músculos de sus delgados brazos se tensaron bajo las largas mangas de la túnica purpura que cubría su cuerpo. Bastó una delicada floritura, llevada a cabo por la adquirida elegancia del mago, para que el desgastado gramófono junto a la chimenea comenzara a emitir sonido. Mientras una dulce melodía comenzaba a intuirse en la habitación, Thiago se tomó unos momentos para admirar: el aparato era antiguo, el característico dorado del ‘cuerno’ presentaba manchas oscuras y el vinilo que contenía aquellas notas musicales giraba con cierta dificultad pero sin afectar la fluidez de la música.

 

Regrets collect like old friends, here to relive your darkest moments…I can see no way, I can see no way…and all of the ghouls come out to play…

 

Una hipnótica voz femenina comenzó a elevarse progresivamente en la habitación a medida que la canción tomaba fuerza. La perfecta armonía entre batería y pandereta de la base musical que acompañaba a la cantante penetró el duro material de aquellas paredes, produciendo pequeñas vibraciones que llegarían hasta los pisos superiores de la mansión. A medida que el poder de aquella declaración de intensiones musical tomaba potencia, la sonrisa del mago comenzaba a hacerse más notoria. Era una expresión natural, sincera...innegablemente feliz.

 

La música lo liberaba, lo ayudaba a canalizar todas las cosas que podrían afectar su psiquis en aquel momento de deconstrucción de su pasado. Libertad ¿Qué estado, que sensación de mayor importancia existe en la vida? Ir allí donde el destino te llevase sin ataduras, sin cadenas encerrando tu cuerpo y tu mente en el status quo. Poder volver sin una cruz sobre la espalda a la tierra que te vio crecer y formar tu personalidad, tu empatía, tus valores...

 

And I've been a fool and I've been blind, i can never leave the past behind, I can see no way, I can see no way...I'm always dragging that horse around

 

Sin caer en cuenta de lo que hacía, con su mente ocupada en recitar la letra, comenzó a bailar al compás de aquella melodía. Sus pies se movían con la agilidad que su entrenamiento como cazavampiros le había proporcionado y danzaba con la soltura agraciada de su cuerpo esquelético. Giraba continuamente con su negra cabellera ondeando con el viento, casi como una referencia al vuelo matutino que llevaba a cabo con sus aethonans ¿Dónde se encontrarían en la actualidad?¿Habría Sagitas cuidado de ellos tras su misteriosa desaparición de las tierras inglesas?

 

- Hermana...- esperó unos segundos al percibir su presencia, medidos perfectamente por su retorcido humor para mantener la tensión de aquel reencuentro - Creo que hay que hacer un cambio de decoración, algo un poco más minimalista como se lleva ahora tal vez.

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No esperé la respuesta de Harpo. No sé cómo pasó pero el gramófono sonaba. Era una deliciosa melodía que... olía a Thiago. Sí, lo sé, la música no huele, normalmente. Yo era una mujer especial, mi naturaleza de sacerdotisa me proporcionaba un regusto especial por la mezcla de sentidos y era capar de oír una esencia y oler una música. Y aquella música concreta olía a aquel muchacho que una vez estuvo a mi lado en momentos horribles y que, a su vez, yo sentía que le había fallado. Era un aroma a amor mezclada con remordimiento, una música que evocaba risas sinceras y palabras rabiosas que el remordimiento me hacía arrepentirme de haberlas pronunciado en algún momento...

 

Me giré lentamente, con esperanza, con miedo... Todo parecía haberse paralizado y me costaba girarme, como si toda yo fuera una piedra que fuera imposible volver hacia la habitación de la chimenea. Lo conseguí, sin embargo, sólo para ver una figura que bailaba en ella, pasando por el hueco de la puerta y desapareciendo de mi vista.

 

Sí, parecía un fantasma.

 

Me acerqué a la puerta, despacio, con los ojos abiertos por la incomodidad de ver el regreso de un muerto y, a la vez, con la perplejidad de ver que mi hermano no estaba muerto sino que seguía vivo, en contra de todas mis noticias. Y, sobre todo, confundida porque no sabía porqué no corría hacia él y le abrazaba. Era todo tan raro...

 

Permanecí en la puerta, fascinada por aquella cara y por el vuelo acompasado de aquel pelo oscuro que bailaba en el salón. Era un hombre, muy diferente a aquel muchacho que había conocido y había perdido años atrás. Era un hombre. Pero era él, su voz seguía siendo dulce y, petulante, me sugería un cambio de decoración.

 

Sonreí. Avancé hacia él y puse las manos a la altura de las suyas, preparada para engancharme a su baile solitario.

 

-- Siempre podemos discutirlo si no me tiras todas las tonterías que me gusta coleccionar por meros motivos sentimentales. ¿Me permites bailar contigo, hermano?

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