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(¯\_¤~-Dumbledore's Night-~¤_/¯) (MM B: 100837)


Sally Sigel
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Te voy a matar Mey.

 

Sólo podía pensar en mi vieja amiga y familiar, Mey Potter Black, ella me había solicitado la reunión desde que supo de mi regreso a aquel país y escogió dicho negocio, uno de nuestros favoritos cuando compartíamos varita hombro a hombro... hace... parecía que había pasado un siglo entero. La extrañaba, demasiado.

 

Sonreí torpemente hacia la mesera que regresaba con mi orden e intenté no verla directamente a los ojos, ese tipo de situaciones eran demasiado extrañas para mi, ¡nadie nunca me hacía eso!

 

- Gracias... si, muchas gracias.

 

Alcé la mirada y vi a uno de los bailarines... ¡¿Era posible aquello?! ¡Era mi viejo amigo Lestat! Casi escupía el trago que le había dado a mi bebida cuando me di cuenta, pero en vez de incomodarme me dio un poco de risa, me agradaba el hecho de conocer otro aspecto de mi amigo y, bueno, esto demostraba que tenía varias cosas que desconocía, cosas demasiado divertidas y entretenidas que lo hacían único.

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De vez en cuando lo miraba de reojo mientras caminaban por una angosta callejuela empedrada de Diagón. No es que Mey desconfiara de Gitax, pero aún no entendía por qué debían alejarse de la Mansión Weasley (que hasta entonces había servido de refugio a Mey desde que había llegado), y dejado a Goderic al cuidado de alma -nuevamente- para reunirse en un bar. En aquellos días le costaba horrores alejarse de su hija, pero más allá de eso, algo le decía que el Weasley tenía un motivo oculto llevarla allí.

 

Pareces nervioso —comentó la bruja, escondiendo sus manos en los bolsillos de la capa.

 

El invierno estaba llegando a su fin, pero aún así el frío se colaba entre los negocios mágicos en ráfagas de viento que hacían desear a los transeúntes el alegre crepitar de una chimenea y un chocolate caliente, o en el caso de Mey, un vaso doble de whiskey de fuego. Aquella última idea la alegró un poco y logró que acelerara un poco el paso, logrando que fuera Gitax quien en aquella oportunidad tuviera que que seguirle los pasos. Unos minutos después, sendos hechiceros ya habían traspasado una muralla mágica que los conduciría a la concurrida Leicester Square.

 

Llegamos.

 

Habían pasado años desde su última visita a la Dumbledore´s Night, e incluso pese a que sus recuerdos se habían emborronado y transmutado hasta solo ser una sombra de los importantes acontecimientos que habían ocurrido tras esas puertas dobles del local, para Mey seguía siendo un lugar emblemático de su temprana juventud. Sin mediar palabras, se le adelantó al Weasley e ingresó al lugar, como impulsada por un deseo ferviente de algo que aún no llegaba a dilucidar.

 

La música de moda y las brillantes luces de colores no tardaron en aturdir sus sentidos, pero no lo suficiente como para encontrar su lugar favorito en todo el bar. Sus ojos no tardaron en encontrar la mirada de Luis, el atractivo -pero tan gay- bartender de siempre, quien con solo un pícaro guiño de ojo supo de inmediato qué servirle. Cuando Mey hubo llegado, el vaso rebosante de la ambarina sustancia ya descansaba en la barra de caoba oscura. Propinando un ligero saltito, se acomodó en la silla alta y le sonrió con complicidad al hombre, olvidando por completo la presencia de Gitax.

 

¿Y Sally?

 

Las pregunta surgió de sus labios sin siquiera pensarlo, como si lo más normal del mundo fuera preguntar por la dueña del local. A veces la mente de Mey tendía a jugarle aquellas bromas extrañas, como si en el fondo de su mente descansara un mar de nombres, lugares y acontecimientos importantes en grado sumo, pero cuyo hilo de relación nunca terminara de hilvanar. Por suerte, lo siguiente que sucedía era el completo bloqueo mental que tendía a naturalizarlo todo. Sin lugar a dudas Saya Black había hecho un gran trabajo.

Editado por Mey Potter Black
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- He llegado


Cansada y llena de barro, asi cruzaba el hall de la mansión. Habia tomado por costumbre avisar a la Delacour, cuando y tras las guardias de vigilancia, volvía al hogar familiar. Con delicadeza y asegurándome de que no tenía nada pesado entre sus manos, por mi propia seguridad, ingrese a su habitación, donde y con infinita paciencia intentaba, sin éxito a decir verdad, dormir a una revoltosa Luna.


Basto una mirada furibunda por su parte para que me decidiera, no tenia de otra, a contarle como habia ido el asunto. Me protegía demasiado y la entendía, no soportaría otra perdida más, mucho menos la mía, pero aquello me parecía abusivo. Mi ego reclamaba, al igual que mi espíritu rebelde. No toleraba órdenes, aunque estas viniesen de mí pilar en la vida. Conocía los pros y los contras y seguía viva, ¿por algo era, no?


Me senté sobre la cama, quitándome antes la capa negra que custodiaba mi figura e inicie con la charla del día – Nosotros éramos tres, ellos doce, conseguimos derrotar a siete, los demás han huido – Habia cerrado los ojos, recordando punto por punto. Resumí lo que habia sido una batalla de horas y en la que si habia resultado levemente herida. Mis ropajes, aquí y allí, asi lo demostraban.


Le quite hierro al asunto. Confiaba ciegamente en nuestro poder y en la luz que llevábamos pos estandarte – Todos están bien, es más, tenemos nuevas pistas para poder hallar el nombre de uno de sus líderes – Su sonrisa me indico, que pese a todo, estaba orgullosa de mi y mis avances dentro del grupo de defensa. El coraje de nuestros corazones superaba, por mucho, la podredumbre de la marca tenebrosa y sus miembros.


Habia pasado la prueba, ya podía irme a descansar….


- Nos vamos – Su voz resonó en la sala de una forma rara, entusiasmada de mas, como si me ocultase algo


- ¿Dónde? – Nada salió de sus labios, tan solo se limitó a coger su varita


Me encogí de hombros y la seguí. ¡¡Vamos, no tenía de otra, no me habia dejado ni cambiarme de ropa! Me tenía intrigada. Llevaba todo el día rara, más de lo habitual en ella y como era evidente, la curiosidad estallo de forma alarmante en mi figura. Tome su mano y ambas, en una desaparición conjunta, nos dejamos llevar por aquel remolino tan conocido.


Dos segundos después, quizás tres y envueltas en una estala blanca hicimos acto de presencia ante el Dumbledore´s night. ¿Tanto lio para ir a beber una copa? ¿Ahora se escapaba de mi primo para ello o es que la directora de la oficina del ministro tenía prohibido emborracharse? Levante una ceja y sonreí mordazmente.


- ¿Tienes algún problema con el alcohol y no me lo has dicho? Porque tanto secretismo para esto…. No es que sea muy normal…. – Me acerque a su persona y le tome la temperatura, ya con una gran sonrisa en los labios – Mei, ¿tienes fiebre, estas bien de la cabeza? – Si, por su rostro, definitivamente me la estaba jugando, pero ¿Qué quería? Allí ya no era mi jefa, ni mucho menos, si no una buena amiga a la cual y por inercia tenía que molestar.


Abrí la puerta del bar y deje que ella entrase primero. A ver si asi me enteraba porque y a donde me llevaría todo aquel secretismo extremo.

Editado por Lisa Weasley Delacour

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Por el momento había logrado uno de sus primeros objetivos: convencer a Mey de ir un bar. En sí ella nunca se había negado a unos tragos, pero últimamente estaba un poco más rara de lo normal y no sabía si iba a ser tan sencillo como en otras ocasiones del pasado. Pero allí estaban, los dos caminaban por el Callejón Diagon y por alguna razón, sin comentar absolutamente nada. Gitax iba callado, perdido en sus pensamientos porque aún temía en cómo podía terminar aquello. Lo que menos quería es que de alguna forma, terminara perjudicando a la Potter Black. Pero sabía que en el fondo, aquella noche podía podría ayudarla a recuperar sus anhelos interiores y sus verdaderas pasiones que había olvidado al salir del bando.

 

Pero el silencio tuvo su precio, ya que Mey se había dado cuenta del comportamiento extraño de Gitax, quien siempre era de hablar demasiado y estar a las risas.

 

— Pareces nervioso.

 

— ¿Nervioso? Ni cerca, ¿Por qué lo dices? — si hacía dudar a la bruja todo podría darse vuelta y no llegarían a nada, pero por suerte ella solamente se cruzó de brazos y en un repentino cambio de humor, avanzó con mayor velocidad y más decidida hacia el bar al que se dirigían.

 

Fue cuestión de menos de un minuto para estar en la entrada de "Dubledore's Night". Era un lugar emblemático, y no solo por el nombre que estaba tan ligado a la Orden del Fénix, que había significado tanto para Mey. Gitax la observó cuando estuvieron entrando, buscando algún indicio de cambio, esperando que en cualquier momento tuviese algún recuerdo o algo que dejara entrever asombro o duda en sus ojos.

 

Pero no, la Potter Black continuaba decidida hacia la barra, donde se sentaron y fueron atendidos. Con una copa de Whisky de Fuego en su mano derecha, el Weasley observaba todo el lugar buscando a la persona que había convocado para aquella velada: Mei Black Delacour. Pero al parecer no había llegado aún, por lo que bebió un trago y se limitó a mirar la entrada mientras escuchaba a su amiga hablar con el cantinero. Se asombró cuando escuchó el nombre de Sally, antigua líder del bando. Se giró y se quedó mirándola por unos momentos, pero no surgió palabra de su boca. Al parecer el lugar también le trae recuerdos, pensó sonriente.

 

Y un par de escenas también le vinieron a su mente, puesto que en sus tiempos de aspirante y en ese mismo local, Gitax había visto a Mey, Kim y otros fenixianos cuando apenas empezaba a reconocer sus rostros. Ante la nostalgia de recordar tantos años atrás, se acomodó en sus silla, llevó la copa a sus labios y bebió todo lo que quedaba del Whisky de Fuego. Se negaba a creer que había pasado tanto tiempo, porque de cierta forma le temía al crecer, al pasar del tiempo y al olvido.

 

— Otra por favor — pidió a Luis de manera amable.

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*~*~* Eres una Gatita mentirosa *~*~* | |*~*~* Pero aún así, mía *~*~*

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No pudo más que permanecer inmóvil en el lugar, con la boca ligeramente abierta y los ojos ya levemente cristalinos debido a que se habían negado a pestañear. Pero lo tuvo que hacer, más por instinto al que le obligaba su cuerpo que a otra cosa, y aunque aquella parte de su anatomía se movilizara, el resto permanecía de la misma forma. Al fin reaccionó: su corazón se aceleró y latía fuertemente, su mente le trajo un mar de recuerdos que la hizo aspirar aire y cerrar al fin los labios antes de que un ruido extraño saliera a través de ellos.

 

¿Cuánto tiempo había pasado? No lo tenía muy claro, no porque la hubiese olvidado, sino más bien todo lo contrario, aún tenía muy presente aquellos meses, aquel tiempo donde las cosas cambiaron abruptamente en su vida y en general de todos quienes la rodeaban. Ella era una.

 

Quisiera verla… – dijo casi de forma atrevida – sé que no recordará nada, incluso dudo que recuerde mi rostro o mi nombre, pero de verdad me gustaría verla, saber que está bien tanto física como emocionalmente.

 

De haber podido evitarlo, habría evitado decir aquellas palabras, sabía que no debía interferir, que no debía meterse allí, si hacía ya vario tiempo que había decidido irse de la Orden del Fénix y renunciar a todo lo que allí había vivido era por algo. Y ella, ahora como actual líder de bando y más con aquella petición, estaba poniendo en peligro todo ello. Pero sencillamente había sido más fuerte que ella, aún cuando sabía su fuerza de voluntad, su fuerza mágica, aún así a veces era tan débil…

 

***

 

Logró que Luna se durmiera luego de que Lisa llegara, por lo que la dejó cuidadosamente en su cuna para luego taparla y acariciar el rostro de la niña de un año de edad. Estaba segura que era su propia culpa que la pequeña no hubiese logrado conciliar el sueño rápidamente, y no era para menos, sus energías se movían en sintonía como paladines que eran, y el que la suya estuviese tan inquieta no había ayudado.

 

Nos vamos – se limitó a decirle y evidentemente sin responderle dónde exactamente, aunque aprovechó la ocasión para y mientras estaban saliendo, voltearse y golpear su frente con sus dedos –. Y que sea la última vez que no me envían un patronus, si quiero puedo rostizarles el trasero para que aprendan.

 

Parte juego, parte verdad, si había algo que realmente odiaba era dejar solos a sus chicos cuando estaban siendo atacados por los mortífagos; confiaba en sus habilidades en batalla, más si Lisa se hallaba en ella, pero y aunque le doliese admitirlo, el enemigo era más en cuanto a poder.

 

No tardaron en llegar a destino. El cartel que les daba la bienvenida al local hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, y nada tenía que ver con que llevase las piernas demasiado al descubierto para la época del año en la que estaban. Estaba realmente nerviosa y ansiosa, y sabía que la Weasley lo había notado desde hacía un buen rato, pero prefería seguir sin decirle nada.

 

¿Problemas con el alcohol? – repitió, siendo consciente recién en ese momento de lo que la otra le había dicho – Ciertamente sí, tengo un problema… Y es que cuando bebo y me embriago se me da por sacar la varita lanzar hechizos a diestra y siniestra cual loca, pero eso es fácilmente controlable – agregó, agitando la mano para quitarle importancia al tema –. Vamos, quiero entrar.

 

Ya sin poder contenerse por mucho más, fue la primera en dar el paso para ingresar directamente al bar. Era la primera vez que entraba, aunque ciertamente había sentido deseos en más de una ocasión de visitarlo. Llamativo, como todo club bailable, pero no estaba allí para eso. Su mirada iba y venía, intentando encontrar a las dos personas. Ya a ese momento no disimulaba en lo absoluto, era idi*** hacerlo.

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Habia salido ilesa del primer round del día, no estaba tal mal aquello, pensaba a la vez que la seguía hacia dentro del local. Conocía de más y de sobra la personalidad de Mei, asi como también sus miedos, inseguridades e incluso movimientos dentro de las batallas y aquel día, por raro que pueda parecer, me sorprendió mucho la forma que tenia de comportarse. Era como si esperase algo, un regalo o similar. Se la veía histérica, pero feliz.


Mujeres, ¿Quién las entiende? Susurre justo antes de que la música ingresase en mis oídos y me abandonase al ritmo de aquella candente y susurrante melodía. No sabía el porqué de quedar en un sitio como aquel, mucho menos a quien íbamos a ver, por ende, mi mente solo podía procesar lo que mis sentidos me indicaban; estaba en lugar amigo. La esencia de la orden circulaba por las paredes de todo el edificio, lo que me relajo inmediatamente.


La tome de la mano, sin previo aviso, cuando mis verdes pupilas hallaron cerca a alguien al cual quería mucho – Mira, allí esta Gitax – Tire de ella para que pudiese verlo también, pues el ambiente era nutrido y la visibilidad casi nula. Se puso tensa al segundo, rígida y el corazón, acelerado de pro si, comenzó a bombear a ritmos verdaderamente alarmantes - ¿Estas bien? – Tampoco hubo respuesta, solo se dedicó a caminar en una única dirección.


No me molesto en lo más mínimo que hiciese aquello, a fin de cuentas el misterio quedaría resuelto en cuanto encontrásemos a la persona o personas con las que habíamos quedado. Mi deber y única opción, claro estaba, en aquel momento, era cuidar sus espaldas, alejarla de peleas absurdas si bebida demasiado y contener cualquier sentimiento más allá de lo estrictamente normal. No iba a dejarla caer, me lo prometí en su día y haría honor a esa promesa en donde y cuando fuese necesario.


Al llegar al lado del rubio, lo salude como solía hacer – Enano, eso de que te me pierdas y no avises donde te metes no mola nada eh…. – Metiéndome con él de forma clara y con ese toque cariñoso y mordaz que solo tenía cuando se trataba de familiares cercanos o amigos muy queridos. A su lado, una joven morena con cara de pocos amigos, me miraba de forma seria y de arriba abajo, evaluándome, vete tú a saber qué cosa La omití y me centre en la Delacour.


¿Pero qué….? Le habia dado un aire, se habia quedado estoica y más pálida de lo habitual. Sus pupilas color chocolate enfocaban la figura de la fémina de una manera casi dirá que reverencial. ¿Podía ser….? No, ella se habia ido de Londres antes del nacimiento de los gemelos y con claras intenciones de no volver, no podía…. O ¿acaso la hija prodiga habia vuelto a casa como habia hecho el Weasley? No conocía su nombre, ni tampoco su ida, pero si su historia, su gran historia.


Deje pasar los minutos, no me interpondría ante un reencuentro de aquella magnitud, pero y por el momento, no me separaría de la castaña ni un solo centímetro.

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Mientras bebía copa tras copa de Whisky de Fuego, sin temor y precaución de los efectos que pudieran tener sobre su maltratado estómago, sus ojos iban posándose en cada una de las muchachas que tenía en frente y que se encontraban bailando o hablando en grupos. Cada una tenía algo diferente, y todas le llamaban la atención. Sin embargo algo muy dentro suyo lo hostigaba a pensar que ninguna se parecía a la pelirroja de la cual se había enamorado y con la cual finalmente se había juntado y tenido un heredero.

 

Aimé Westrong.

 

Por ella había perdido el orgullo y la dignidad muchas veces; persiguiéndola por los terrenos de la Academia, molestándola en la Orden del Fénix y hasta visitándola en su Mansión, donde una vez sus hermanas lo habían recibido con tomatazos. Y aún con todo, sus intentos siempre se habían mantenido, porque la obseción, o el amor que él había sentido, habían prevalecido siempre. Como muchas veces Mey le había recalcado, era un estúp.ido romántico. Y ahora la pasaba mal. Porque sabía que había abandonado a su familia por unas simples misiones y ahora debía de estar distanciado tanto de Aimé como de James, su hijo, quienes habían viajado por su propia seguridad a un lugar donde los mortífagos no pudieran encontrarlos. < Ni los mortífagos, ni yo > pensó un tanto amargado, mientras intentaba quitar esos pensamientos de su mente.

 

Y fue justo cuando le pagaba a Luis otra ronda tanto para él como para Mey, que vio entrar a dos jóvenes de rostro familiar. Su corazón empezó a latir con mayor rapidez, cuando la mirada de Lisa Weasley se fijó en él y pronto empezó a avanzar hacia la barra, atrás de la líder de la Orden del Fénix, Mei Delacour. Intentó mantener la postura de indiferencia con el entorno, y cuando ambas mujeres llegaron hacia donde él estaba, sonrió y se puso de pie para darles un beso en la mejilla y saludarlas como correspondía.

 

— ¡Lisa! ¡Mei! ¿Cómo están? Qué casualidad encontrarlas por aquí. — su tono escondía el nerviosismo con un toque de asombro, que parecía ser suficiente convincente para Mey —. Les presento a Mey Potter Black, quien me acompaña esta noche.

 

Mey mantenía su comportamiento de superioridad, como siempre y a pesar de ser joven y esbelta, por lo que insistió en la presentación y buscando una primera impresión amistosa dijo:

 

— Mey, te presento a Lisa Weasley, mi tía — señaló a la muchacha y luego prosiguió tras tragar saliva —. Y... Mei Delacour, una buena amiga.

 

Por un momento no supo cómo reaccionar, por lo que aguantó la respiración por unos momentos, como si estuviese en la espera de una catástrofe. Miró fijamente el rostro de su amiga y se preparó para cualquier situación.

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El cantinero le contó a Mey que hacía meses que no veía a la matriarca Dumbledore en el bar pese a pertenecerle, algo que no le extrañó en absoluto; aquella mujer era toda una entidad en la comunidad mágica británica, y seguramente tenía cosas más importantes que hacer antes que seguir regentando el negocio. Encogiéndose de hombros, Mey le dio otro sorbo a su vaso, deleitándose en aquel gusto que prácticamente nunca se daba debido a sus obligaciones con Alma, aunque hacía semanas que lo había estado necesitando.

 

Si la ves, envíale mis saludos.

 

Dijo al fin, dedicándole una última sonrisa al atractivo Luis, antes de que este volviera a enfocarse en su trabajo. El Weasley por su parte no había parado de beber en ningún momento, Mey ya había contado cinco recambios de vasos, pero no le sorprendía tanto esto como el silencio que mantenía... Según su experiencia, Gitax se encontraba ahogando sus penas en alcohol ¿acaso alguna bruja le había roto el corazón? A Mey no le interesaba para nada indagar en el asunto, nunca había sido buena en cuestiones del corazón. A decir verdad, la incomodaba bastante.

 

 

La noche comenzaba a caer y la Dumbledore´s night poco a poco se abarrotaba de magos y brujas en búsqueda de refugio, bebida y... una buena vista. Una muy buena vista. No muy lejos de, un par de musculosos y aceitados hombres se meneaban contra un caño sobre la misma barra. Todo un espectáculo que la obligó a apurar su trago y aceptar a regañadientes el siguiente que le ofrecía su taciturno compañero de bebidas.

 

—¿No crees que estás bebiendo mucho?

 

Se animó a preguntar, rompiendo así el incómodo silencio en el que habían estado sumidos desde su llegada. Pero Gitax no llegó a responder nada, puesto que en ese momento fueron interrumpidos por dos mujeres que lo saludaron con mucha confianza. Algo incómoda por la abrupta irrupción (el respeto por su espacio era sumamente importante para ella), se enderezó en su lugar y esperó educadamente a que una versión patéticamente nerviosa del Gitax que ella conocía los presenten. ¿Acaso una de aquellas mujeres era la causante de su nostalgia? La penetrante mirada de la Potter Black se dirigió automáticamente a la más parlanchina de las dos.

 

Un gusto —saludó escuetamente a Lisa, sin apartar su ojos cual rayos X de ella.

 

—Y... Mei Delacour, una buena amiga —continuó dudoso Gitax.

 

Por primera vez en la velada, Mey prestó atención a la segunda muchacha. Entonces el silencio de adueñó del lugar: la música no se detuvo, y los gritos y festejos de los magos y brujas continuaron... sin embargo, ninguno de los cuatro respiró durante unos interminables segundos, hasta que una cantarina carcajada asomó a los labios de la bruja.

 

 

—¡Vaya formalidad, Gitax! Claro que recuerdo a Mei Delacour...

 

Entonces fue ella la que calló. Recordaba a Mei, pero... ¿de dónde?

Editado por Mey Potter Black
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Ahogó un grito de sorpresa en cuanto giró para ver la posición de Gitax y encontrarse con que no se hallaba solo. Ni siquiera se había dado cuenta de la reacción que había tenido, incluso había omitido las palabras de su mejor amiga y se encaminaba hasta donde se hallaban ambas personas, frente a la barra y conversando con un muchacho de aspecto bastante afeminado.

 

La primera en hacerse notar fue Lisa, quien inmediatamente le habló al muchacho de forma cariñosa. Ella, por su parte, aún permanecía en silencio, y aquello comenzaba a llamar demasiado la atención de la Weasley. Aspiró aire hasta inflar el pecho y en cuanto exhaló en silencio, se preparó para actuar. Porque sí, debía actuar, no quedaba de otra. El muchacho las saludó con mucha efusividad en cuanto llegaron, y no tardó en presentar a la supuesta desconocida.

 

Sonrió vagamente, casi sin ganas en cuanto había saludado con un apenas audible “hola” a todos, aunque parecía que la otra mujer no la había escuchado, aunque tampoco lo había deseado.

 

Las presentaciones no tardaron en llegar, aunque internamente pensaba que era realmente est****o. Mey y Lisa se conocían, ¡vaya que sí! Pero irónicamente ninguna de ellas lo recordaba, pues ambas habían terminado teniendo el mismo final de una forma casi tragicómica: sus recuerdos se veían privados del verdadero pasado que las marcaba, y en ambos caso para bien, aunque solo conociera en profundo uno de esos motivos.

 

Las reacciones no tardaron en hacerse esperar, estuvo a punto de lanzar una risa al aire en cuanto vio el rostro que le dedicaba la Potter Black a la otra. Típico de ella, su esencia no había cambiado en lo absoluto y eso la hacía sentirse aliviada. Ya con eso tenía suficiente como para dejarla en paz.

 

Pero las cosas no terminaban allí. El leve titubeo del muchacho al mencionarla hizo que hasta ella contuviera el aire, era tan extremadamente inquietante el estar allí, ser cautos a la hora de hablar como así también a la hora de comportarse la mantenía más nerviosa de lo normal, pero valía la pena soportar eso. El silencio siguiente pareció hacer que el tiempo se congelara, literalmente hablando; Mei había ocultado sus manos en la capa de viaje que aún llevaba puesta en un intento de que nadie notase que las manos le temblaban.

 

Tenía que hablar, tenía que decir algo, no soportaba la tensión, además del hecho de que había permanecido demasiado callada durante un largo rato.

 

Es un placer conocer…

 

Quedó con la boca abierta al verse interrumpida a media frase. Mey había hablado repentinamente de una forma jocosa y tan fuerte que volvió a dejar mudos a los allí presentes. El corazón de la castaña dio un salto y comenzó a bombear aún más sangre, la recordaba, vagamente, y probablemente no tenía idea de dónde, pero la recordaba.

 

Apretó los dientes fuertemente que hasta le dolían. Era bueno saber o por lo menos suponer que algo la recordaba, que la sintiera familiar aunque no tuviese idea de dónde.

 

Vaya, pensé que no te acordarías de mi – dijo repentinamente, sonriendo y elevando el tono de voz para cortar el ambiente extraño que se había dado y llamando la atención de la mujer, que se había quedado pensativa –. Del hospital San Mungo, mi ex marido trabajaba allí y nos cruzamos un par de veces cuando iba a visitarlo.

 

La mentira más grande que había dicho alguna vez, empezando porque odiaba ir a aquel asqueroso hospital, ¡le tenía pánico! Segundo, porque literalmente nunca había ido a visitar a su ex a su trabajo; y como para no ser poco, las poquísimas veces que se la había cruzado allí -si es que realmente existía una- era porque ambas habían caído en batalla. ¿Pero quién no podría negar que era una gran posibilidad de que allí se hubiesen cruzado? Todo el mundo iba a parar allí por uno u otro motivo.

 

En aquel plan sólo había una falla la cual se encargó rápidamente de atajar.

 

Lisa, ¿por qué no vas a pedir algo para beber y de paso me traes algo fuerte? – le dijo a la chica, aunque de una forma que externamente parecía ser amistosa, pero que entre ellas quedaba claro el mensaje: era una orden como si en plena redada se encontraran, e incluso le había propinado un fuerte empujón para que fuese en busca del chico que atendía la barra, quien se hallaba bastante alejado en ese momento.

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Los enormes ojos de Mey fueron estrechándose poco a poco a medida que la situación se tornaba más extraña. Gitax continuaba bebiendo whiskey de fuego como si fuera agua, y de vez en cuando le lanzaba nerviosas miradas que intentaba simular, pero claro, lo hacía pésimamente. Aquella mujer que había presentado como Lisa dejó automáticamente de prestar atención a Gitax, para enfocarse así en su amiga; Mey incluso notó que algo iba mal, no por la reacción de Mei, tanto por la de Lisa: de aquellas dos, solo una una resulta buena ocultando cosas en profundidad.

 

Porque sí, Mey no tenía la menor duda de que algo pasaba allí, y no le gustaba en lo más mínimo. Pese a haber perdido sus recuerdos, el conocimiento empírico continuaba latente en lo más profundo de su ser, esperando una oportunidad para despertar sus sentidos. Desconfiada como era, no sabía fingir y no tardó mucho en demostrarlo con su lenguaje físico, cruzándose de piernas y brazos y escuchando a medias a Mei.

 

—Nunca fuí muy seguido a San Mungo —afirmó Mey, quitando todo margen de duda al asunto —. ¿Segura que no nos conocemos de algún otro lugar?

 

Insistió sin perder detalle de la respuesta de Mei, pero esta se apresuró en cambiar de tema, dirigiéndose a su amiga y ordenándole que le trajera algo de beber. Aquello la sorprendió bastante, no porque cambiara de tema, mucho menos porque buscara algo fuerte de beber en un bar como aquel, en donde hombres y mujeres esculturales -y prácticamente carente de ropa- no paraba de menearse contra objetos; si no por el cambio en su voz, que pasó de monótono a imperativo. Si lugar a dudas se trataba de una persona acostumbrada a las órdenes.

 

¿Ese es mi tío Adrian?

 

Se sobresaltó Mey al comprobar que a unos metros de ellos se encontraba Adrián. ¡Pero claro! Si ella misma había arreglado una reunión con este hacía varios días. Por supuesto, con todo lo sucedido en las últimas semanas la pobre no perdía la cabeza porque la tenía puesta. Dando un saltito de la silla, y sin molestarse en excusarse con el resto, se acercó a su tío por la espalda y lo saludó con un fuerte abrazo.

 

¿Cómo está el Potter Black más sexy de la familia? —susurró a su oído.

 

Una sonrisa ladeada iluminó su rostro por unos segundos. Pese a haber sido borrada del árbol familiar, Mey aún continuaba considerándose una Potter Black en todas las de la Ley; la sangre que corría por sus venas seguía siendo la misma que la de Antara Black después de todo. La Potter Black nunca cerraría sus puertas a quien la necesitara, aquella simple frase que su abuela siempre repetía desde que tenía memoria ya no resultaba tan literal como antes (dada las actuales circunstancias…), sin embargo, en el fondo de su corazón Mey buscaba nuevas lecturas a aquella frase.

 

Bien, era una Potter Black. Bien, necesitaba su ayuda, y en aquel momento toda entidad familiar con la que podía contar era su tío Adrian, el único fenixiano que ella conocía en el mundo (o al menos, que recordara).

 

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