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╬ » Castillo de la Familia Ravenclaw « ╬ (MM B: 101487)


Keaton Ravenclaw
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Danny había estado esperando algunos minutos sin saber lo que estaba pasando más adentro del castillo, el elfo doméstico quedaba de volver después de recibir las instrucciones del patriarca pero no volvía y al mago le ganaba la curiosidad. Él no se imaginaba que la tardanza se debía a un cruciatus bien puesto que había recibido el pobre de Pastelero así que decide entrar para explorar por su cuenta esperando que no se enojara nadie por pasarse sin avisar.

 

Había dejado su maleta en la sala para que no le estorbara en su recorrido y emprende su marcha, Danny era sordo, así que no se había dado cuenta de la conversación de los miembros de la familia, ni siquiera de los gritos que proferían aquellos que recibían la maldición, así que camina sin miedo hasta llegar a la entrada de las mazmorras en donde descubre a varias personas conversando.

 

Ahí estás... ―le habla al elfo sin saber que su volumen de voz había sido tan fuerte que todos podrían darse cuenta, luego se cubre la boca se pega a uno de los muros para no ser visto y se queda callado.

 

Lamentablemente no se encontraba tan cerca como para leerles los labios y enterarse del tema de la plática, así que se le había hecho fácil acercarse cosa que después se había arrepentido. El ver a un mago que imponía cierto respeto con la varita en mano y cierta expresión le perturbaba un poco. Realmente no era poco, le asustaba tanto que ahora tenía deseos de salir corriendo para marcharse por donde había venido.

 

Danny no sabía que todos eran familiares, quizá podrían ser intrusos de los que defendía el castillo, así que por si acaso saca su varita también y la mantiene en alto mientras trata de controlar su respiración que se había acelerado por el miedo.

 

 

 

 

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Ni bien aquel rayo le impactó en el pecho un dolor punzante comenzó a propagarse hasta apoderarse del cuerpo en su totalidad. Uno se sorprendería de ver a un padre atentando contra la vida de su propio hijo, sin embargo entre los Ravenclaw no eran de extrañar ese tipo de tratos. El insufrible tormento lo llevó a quedar tendido sobre el suelo casi al instante. Sin dejar de retorcerse los alaridos escaparon de su boca a pesar de la fuerza con la que presionaba su mandíbula. Cientos de agujas clavándose continuamente, cada una de ellas dejando un severo rastro de ardor en el cuerpo, como si de hierro al rojo vivo se tratara.

 

Era tal el dolor imbuido que el Lovegood batallaba por mantenerse consiente. Muchas brujas y magos subestimaban aquella maldición, solo quienes la sufrieron en carne propia sabían lo tortuosa que podía llegar a ser, tan solo unos pocos minutos de exposición bastaban para poner a prueba la fuerza de voluntad de la víctima. Un fugaz relojeo le sirvió para observar a su gemela acercarse hasta el patriarca y su acompañante antes de regresar rápidamente a la lucha contra la maldición.

 

De un momento a otro aquella sensación punzante bajó un cambio, el dolor fue disipándose poco a poco, con una respiración aún agitada buscaba recuperar el aliento. Quién ahora se encontraba sufriendo los efectos de la maldición Cruciatus era Pastelero, elfo de la familia y uno de los más serviciales, cuyos gritos resonaban invadiendo toda la habitación. El Myrddin todavía en el suelo captó la señal de su hermana, sin dudarlo un segundo más apuntó en dirección a su padre aprovechando su distracción.

 

-Expelliarmus- el rayo salió disparado hacia su objetivo dando en el blanco, la varita del ojiverde se desprendió de su dueño, cayéndole directo a las manos de la Hawthorne -, no debes ser muy consiente de lo que realmente implica la maldición cruciatus si la utilizas tan a la ligera, alguien debería de aplicarla en ti un día de estos- comentó fatigado mientras intentaba incorporarse del suelo. Exhausto buscó apoyarse al borde de un escritorio que tenía detrás, demasiadas emociones por un día, la suave caricia de su almohada era lo único que anhelaba en ese momento -. Y tú que estás ocultándote desde la puerta, ven aquí y preséntate- dijo refiriéndose al joven que intentaba ocultarse en la entrada a las mazmorras sin mucho éxito.

 

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El chico era sordo, pero no era necesario escuchar para darse cuenta de lo que estaba pasando. Se asoma un poco mas para ver el momento justo en el que uno de los muchachos cae al suelo mientras se revolvía en el suelo formando una mueca que parecía de dolor. Se cubre la boca para no emitir una exclamación de sorpresa, aquél hombre que sostenía su varita en mano acababa de realizar una de las maldiciones imperdonables. Luego se oculta nuevamente.

 

―Por Merlín... ―susurra sin quitarse las manos de la boca, luego vuelve a asomarse.

 

Al ver cómo el elfo se retorcía formando lo que parecía una mueca de dolor, el chico se aterra tanto que se paraliza por completo, ¿Quién podría ser capaz de torturar de semejante manera a una criatura inocente? El corazón de Danny latía con fuerza, tenía que salir de ahí si no quería ser la siguiente víctima de aquél que posiblemente estaba muy enojado, ¿Para torturar a alguien? No estaría enojado sino furioso. O al menos eso era lo que el mago creía.

 

Su cabeza daba vueltas y estaba a punto de irse de ahí cuando el chico que había sido torturado lograba ponerse de pie y tratando de desarmar al primer mago, cuando se da cuenta de que le hablaban desde el interior de la mazmorra. ¿Era una broma? Definitivamente su curiosidad le costaría muy cara, de eso estaba seguro, ¿Salir? ¿Presentarse? ¿Qué estaba ocurriendo con esa gente? Danny lo piensa un poco pero decide salir por miedo a hacerlos enojar.

 

―Hola... ―pronuncia echando un vistazo a cada una de las personas que se encontraban ahí ―soy Daniel Lestrange, Danny ―termina tratando de disimular el miedo, sus manos se encontraban en el interior de sus bolsillos y una de ellas sostenía disimuladamente su varita atento a lo que pudiera pasar.

 

 

 

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Finalmente, aquellos intolerantes chillidos provenientes de la boca del elfo, habían cesado; pero ella no podía negar que no había disfrutado contemplar su frágil cuerpo retorciéndose como una serpiente en el suelo, clamando a su amo parar con aquella tortura más Keaton estaba tan distraído con el recién llegado que no se había percatado que su propio hijo lo había desarmado.

 

En cuanto el arma mágica de su padre salió disparada hasta su dirección alzó su brazo derecho para tomarla en el aire y poder llevándosela hasta la oreja para escucharla crujir. —Núcleo de fibra de corazón de dragón ¿no es así? — Elevó la comisura de sus labios, formando aquella sonrisa torcida que infundía temor. —Poderosa, sin lugar a dudas… pero desafortunadamente desleales. — Jugueteo con Santa Teresa -porque su padre tenía aquella loca manía de ponerle nombre hasta a sus calzones- entre sus dedos, para luego lanzarla directamente hasta su nuevo amo.

 

Cobarde… No es digno, ¡No es digno!, cobarde, cobarde, ¡cobarde! —El elfo domestico de Isabella, Hugo, salía de debajo de una del escritorio en el cual el Lovegood recargaba su figura, había permanecido escondido allí desde que su ama lo había atrapado con las manos en la masa, intentando manipular al que ahora llamaba cobarde. —¡Él no es digno de perecer a esta familia! Incapaz de defenderse de un simple cruciatus… —Mascullaba lo suficientemente bajo para que solamente él lo escuchara, mientras retorcía sus huesudos dedos de forma ansiosa.

 

—¡Vamos Francky! ¿Vas a dejar que te torture? ¡Ya no tienes diez años! Acaba con él… —La estruendosa risa de la Hawthorne resonó en la cocina, quería provocar a su hermano, sacarlo de sus cabales y hacer que todo aquello terminara siendo un completo desastre. La presencia de aquel joven en la cocina detuvo su carcajeo en seco, captando toda su atención, después de todo era difícil ignorarlo ya que no había dejado de gritar para presentarse.

 

—Tu… —Se bajó de la barra en la que había permanecido sentada con anterioridad, mientras lo apuntaba con su varita de Espino que había estado sosteniendo en la mano izquierda. —¿Qué hacías fisgoneando detrás de la puerta? — Inquirió, elevando una de sus cejas, pero no le había dado tiempo a contestar que con un ademán rápido de su mano susurró: — Levicorpus —. El haz de luz salió desde la punta de su varita para impactar con el cuerpo de Daniel, dejándolo colgado de cabeza.

 

—¿Lestrange? — Avanzó con lentitud hasta él, dejando que el sonido de las suelas de sus botas altas contra el mármol de la cocina llenase el vació que había dejado su pregunta. —¡No me hagas reír! ¡Tan patético y deprimente que no eres capaz de mantener la cabeza erguida mientras hablas! — Rió con desdén observando con detenimiento como el rostro del intruso comenzaba a tornarse cada vez más rojo, producto de la sangre que comenzaba a concentrarse en su cabeza. —Más bien pareces un Longbottom

 

 

 

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La reunión familiar se había extendido y desvirtuado más de lo deseado, ameritaba que la noche se asomara para que aquel eterno día finalizara de una vez por todas. La Hawthorne, luego de examinar la varita de su padre, lanzó esta misma a quien ahora le respondía. En ese mismo instante en que atrapaba el arma mágica con su mano más hábil volvía a aparecer en escena el desagradable elfo doméstico de su hermana. Embistiendo las piernas del Myrddin salió de debajo del escritorio refunfuñando y criticándolo, alegando que no era digno de formar parte de la familia. Con eso último se habían terminado de cargar la poca paciencia que le quedaba.

 

-Mira maldito desgraciado- tomándolo del cuello de sus harapos lo levantó del suelo lo suficiente como para quedar cara a cara y fulminarlo con una mirada asesina -, no hagas que vaya en contra de mis principios y te torture hasta agonizar- le advirtió soltándolo y consiguiendo que el frágil elfo se estrellara contra el suelo.

 

Entre el cansancio que su cuerpo llevaba acumulado y los allí presentes que no dejaban de molestar habían conseguido ponerlo de mal humor al Lovegood. Una vez soltada a la criatura doméstica, manipulando su nueva adquisición con la derecha apuntó al antiguo dueño de la misma, mientras que la izquierda, donde sostenía su varita de toda la vida, la dirigió al acompañante de su padre para prevenir que éste realizara algún movimiento en defensa del vampiro -Petrificus Totalus- pronunció lanzando un doble hechizo que terminaría impactando en ambos magos, que caerían de espaldas al suelo completamente inmovilizados.

 

-Creo que te has sobrepasado esta vez...- exclamó el Ravenclaw al acercarse hasta el cuerpo paralizado del patriarca -. Puede que te la devuelta en estos días- dijo refregándole a Santa Teresa por su rostro -, aunque por lo que veo ella está a gusto conmigo- antes de retirarse se dirigió a su hermana -. Te encargo a estos dos Isy... y ya deja en paz a ese muchacho quieres, es obvio que no tiene malas intensiones.

 

~~~°~~~

 

Sábado de verano por la tarde, el sol se encontraba en su máximo resplandor, ninguna nube opacaba el cielo en Ottery, el sonido de las cigarras invadían todos los terrenos del castillo. Habían pasado semanas desde que su herida sanó por completo, dejando únicamente un pequeño tajo a modo de cicatriz a la altura de sus costillas gracias a los cuidados de su gemela, a su vez había restaurado su habitación tal y como le había prometido. El Lovegood se encontraba en el quincho ubicado en las cercanías del lago, donde había pasado toda la mañana. Luego de haber disfrutado de un delicioso almuerzo que Goloso y Pastelero amablemente le habían alcanzado hasta allí, se recostó sobre el sofá más cercano a la orilla del lago para dedicar un poco de tiempo a la lectura, sin embargo el sueño se apoderó de su cuerpo rápidamente.

 

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Estaba tan nervioso, que nuevamente el deseo de salir corriendo por donde había llegado se estaba apoderando de él, ya ni siquiera le importaba irse a dormir a otro lado, a algún hotel de paso ni nada. Al menos allá nadie saldría herido o eso es lo que creía. Recién se acababa de presentar cuando la única chica presente se acerca a él, Danny lee los labios y mira sus expresiones faciales. Se notaba perfectamente que no estaba contenta de verle ahí.

 

Fue curiosidad, lo siento mucho. N-No volveré a... ¡Oye!

 

Se sacude cuando de pronto siente cómo se eleva por los aires y queda invertido al recibir un encantamiento que el mago conocía muy bien. Aquel con el que había jugado en el pasado con sus compañeros cuando recién estaba aprendiendo a hechizar. Ahora lo recibía como una especie de castigo y eso no le gustaba, así que comienza a sacudirse pidiendo que le bajaran de ahí. Desde ese punto le costaba mucho ver a los demás.

 

¡Bájame! ¡Si lo haces me iré y no molestaré más!

 

Sigue exclamando. Danny no podía saber lo que estaban diciendo debido a que se encontraba flotando de cabeza como si estuviese colgado de los tobillos. La sensación era humillante, comenzaba a sentir su rostro caliente debido a la sangre acumulada y temía terminar con dolor de cabeza. Quería entender lo que la chica le decía, pero era imposible. Lo único que había leído con dificultad fue la última palabra "Longbottom" ¿Por qué? Danny no pertenecía a esa familia.

 

Y así comienza a pedir que lo bajen, debido a que no escuchaba y la exhaltación y vergüenza de lo que estaba sufriendo, no se daba cuenta de que había comenzado a gritar. Tampoco se daba cuenta de que el chico que había sido torturado pedía que le dejaran en paz.

 

 

 

 

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¡¿Podrías cerrar la boca por un momento, maldito fisgón?! —Vociferó contra aquel sujeto que no paraba de gritar como si quedar colgado de cabeza fuese equivalente a la maldición cruciatus. —¿No te das cuenta de que estamos intentando mantener una conversación? — No quería perderse ningún detalle de las palabras amenazantes que le dedicaba su hermano a aquel sujeto que decía ser su padre; después de todo la encarada de hacer cumplir dichas amenazas iba a ser ella misma. —Silencius — Blandeó su varita una vez más, enmudeciendo a Daniel por completo.

 

La sonrisa que se dibujaba en su semblante fue desapareciendo poco a poco y sus labios terminaron por torcer un gesto a modo de disgusto tras escuchar a su querido gemelo — Arruinas mi diversión, Franck —. Fijó su penetrante mirada en la del muchacho, el cual se veía más abrumado e irritado que de costumbre producto al ajetreo interminable de aquel día, que terminó por ser una montaña rusa de emociones. — Bien… — Bufó bajando su varita, haciendo que los hechizos que acababa de aplicarle perdieran efecto provocando que el cuerpo de <<Longbottom>> cayera como un gran costal de papas.

 

Avanzó hasta el castaño, acortando la distancia que los separaba para posicionar ambas manos a la altura de sus hombros. —Lo intenté, te juro que por un momento lo intenté — Sus dedos jugueteaban con las solapas de su camisa al mismo tiempo que le dedicaba esa típica mirada que pedía tan sólo un poco de compasión, intentando convencerlo de que ella era incapaz de hacer semejante maldad. — Pero la paz en este Castillo me hace querer vomitar.

 

<<0>>

 

 

Sus pies descalzos se afirmaron sobre la superficie resbaladiza de aquella roca lisa en la que estaba parada, sintiendo la fría humedad que la misma desprendía a causa del fuerte oleaje que se montaba sobre ella cada vez que la brisa del viento dirigía la caudalosa agua del lago hasta ella. El verano jamás había sido una de sus estaciones favoritas, sin embargo, para nadie debía ser un secreto que disfrutaba más permanecer dentro del mundo acuático que sobre la superficie terrestre.

 

Sujetó su varita de espino con más fuerza provocando que los nudillos de su mano izquierda se tornaran blanquecinos, tomó distancia antes de comenzar su corta carrera a toda velocidad sobre aquel montículo y disponerse a saltar; dejando que su cuerpo ingresara en aquellas profundas aguas, primero sus brazos seguidos por su cabeza y al final sus pies.

 

El empujón que había tomado la ayudó a que su cuerpo se impulsara hasta lo más hondo, quedando sumergida por completo dentro del lago. Apuntó su arma mágica directamente hacia su rostro conjurando <<Casco Burbuja>>, generando una burbuja protectora alrededor de su boca y su nariz que le permitiría respirar aire fresco debajo del agua. Movió su cuerpo como el de una sirena para poder desplazarse con mayor agilidad, moviéndose en busca de su objetivo principal: Los Grindylows.

 

Aquellos demonios de color verde pálido serían fáciles de atrapar, o al menos eso era lo que pensaba ella, después de todo aquellas criaturas hostiles no tardarían en percatarse de su presencia y tratar de defender su territorio de aquella intrusa. Nadó hasta las algas que estaban suspendidas en las profundidades, meciéndose suavemente con el vaivén de la corriente; Hawthorne detuvo sus brazadas para permanecer inmóvil y perder agudizar sus sentidos, aunque los mismos se habían visto afectados por la presión, causando que su flujo sanguíneo se concentrara en su cabeza.

 

Un gruñido apenas audible la obligó a girar en un ángulo de 180°; sus obres plateados recorrieron todo el perímetro, pero la aguardaba aquella espeluznante tranquilidad, la misma que le aceleraba el pulso desbocando su corazón. Afirmó aún más su agarre a su varita mágica antes de volver a girar su cabeza y disponerse a seguir el recorrido cuando un par de tentáculos se enrollaron en su tobillo, hundiéndola.

 

Pataleó con fuerza, intentando soltar el agarre, pero no lo logró, la fuerza y destreza de aquella criatura eran mayores a lo que Isabella pudo llegar a prever. Su cuerpo se movió con frenesí al sentir como aquellas alimañas se le enredaban entre las piernas, impidiendo que la bruja escapara fácilmente.

 

¡Suficiente! ¡Relashio! —Chilló, apuntando directamente hacia ellos, haciendo que el hechizo impactara sobre el cuerpo de aquellos demonios y salieran expulsados; no sin antes tomar uno por sus extremidades y quebrarle sus largos y afilados dedos, después de todo eso era lo que estaba buscando.

 

El ascenso fue mucho más rápido de lo que esperaba; tan solo un par de minutos después y, luego de haber recolectado un par de sanguijuelas que habían quedado adheridas a sus brazos, sus pues tocaron se desplazaban hacia la orilla tocando al cabo de una hora tierra firme.

 

Llenó sus pulmones de aire fresco, dejando que la suave brisa veraniega se estrellara contra su cuerpo, mientras que el exceso de agua helada se escurría por sus piernas. Caminó entre la gramilla, sintiendo como el césped se le mentía entre los dedos provocándole un cosquilleo molesto, hasta llegar al lugar en donde su hermano yacía recostado, con el libro de pociones que ella misma le había dado sobre el rostro, ocultándolo de los molestos rayos del sol.

 

Retiró el libro con cuidado para dejarlo a un lado y poder observar los ojos del Lovegood cerrados, su pecho subía y bajaba con un ritmo sereno producto del sueño en el que estaba sumido. Negó incrédula, con una sonrisa traviesa adornando su semblante mientras ladeaba su cabeza para tomar su cabellera platinada y escurrirlo en la cara de su gemelo.

 

Las gotas de agua no tardaron en aterrizar sobre su rosto, al principio fueron solamente dos la que tocaron su frente y su barbilla, provocando que el rostro de Franck gesticulara de forma graciosa, tanto que Hawthorne se obligó a morderse el labio para evitar soltar una carcajada. —¡Deja de holgazanear! — Masculló con su típico acento francés en cuanto aquel par de obres azules se fijaron en ella.

 

¡Los tengo! — Abrió la palma de su mano en frente de sus ojos, enseñándole aquel ingrediente que les faltaba para lograr preparar la poción que volvería aquel cabello castaño en rubio platinado nuevamente. — Soy increíble, lo sé, no hace falta que lo digas — Aquellas arrogantes palabras salieron de su boca en el mismo instante en que su varita apuntaba hacia su próxima víctima. —Aguamenti—. El chorro de agua salió disparado directamente hacia el mago, empapándolo por completo desde la cabeza hasta la cintura.

 

¡A que no me atrapas! — Lo retó. Una risa burlona se le escapó de entre los labios mientras salía corriendo, como cuando eran niños, por los amplios jardines que rodeaban el lago limitando con aquel bosque que se extendía hacia el oeste.

 

 

 

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Una larga fila de brujas y magos ocupaba desde el greeter hasta la entrada, algunos de ellos acompañados por sus elfos domésticos; con cada persona que era atendida se la podía oír rezongar a la recepcionista aún más, lo único que sabía hacer esa mujer era quejarse y contar los días que le faltaban para jubilarse. Múltiples formularios sobrevolaban yendo de un escritorio a otro, juntando las firmas y autorizaciones necesarias. Básicamente un día como cualquier otro en las viejas oficinas del Departamento de Criaturas Mágicas del Ministerio de Magia londinense.

 

Saludando a sus compañeros al pasar se dirigió a su oficina. Una vez allí una pequeña brisa sopló, acompañada de una fragancia de lo más fresca y agradable que se impregnó en sus fosas nasales, todo al momento en que giraba el picaporte. Al traspasar la puerta se extendían los campos de lavanda que alguna vez había visitado en la región de Grasse en su país natal. La flora meciéndose suavemente al compás del viento, los extensos surcos formados entre plantaciones delineaban el sendero por el cual el Lovegood transitaba; al final de aquel largo camino una figura femenina reposaba, una densa y espontanea niebla comenzó a invadir los cultivos, cada paso que daba la fosca se volvía más y más espesa. El ojiazul en un intento por llamar la atención de aquella mujer lanzó un grito, a pesar de ello ningún sonido logró salir de su entre sus labios, finalmente la bruma terminó por consumirlo todo.

 

El Ravenclaw se levantó abruptamente del sofá en el cual estaba recostado y disfrutando de una reconfortante siesta. Su cara le delataba lo dormido que aún continuaba, tanto que en un principio siquiera le prestó atención a su hermana -Si si, muy bonito geme...- le comentó sin hacerle caso, dando media vuelta y reacomodándose dispuesto a seguir durmiendo. Sin embargo la Banshee tenía otros planes en mente. Terminó siendo victima de una de las bromas de la Ravenclaw menor, en esta ocasión recibió un chorro de agua que le quitó el sueño al instante . Ahora si hermana, más te vale que corras- le advirtió mientras se lanzaba a por ella.

 

Rápidamente salió en busca de la Hawthorne. El pasto recién podado facilitaba el contacto con las plantas de sus pies volviéndolo una grata sensación. Una sensación de déjà vu se apoderó de su mente al recordar una secuencia muy similar de cuando eran niños. La persecución duró no más de unos minutos, en el transcurso sufrió el impacto de otros chorros de agua, pero finalmente llegó hasta su objetivo. Capturándola entre sus brazos terminaron tumbándose y rodando sobre la suavidad del césped entre risas.

 

-Te atrapé- dijo el castaño reteniendo a una Isabella echada sobre el suelo, apoyando las rodillas a los costados de su cintura y las manos a ambos lados de su rostro, evitando cualquier intento de escapatoria. Sin embargo, la sonrisa divertida terminó por desdibujarse al momento en que un pequeño sonrojo acompañado de una expresión de nerviosismo se apoderaban de su cara. Tan solo observar sus orbes plateados o su dulce sonrisa eran motivo suficiente para sacar a flote esos nuevos sentimientos que albergaba por su gemela . ¿Qué era lo que decías que tenías?- preguntó apartándose e intentando cambiar de tema.

 

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No podía dejar de moverse con nerviosismo al intentar salir de aquel hechizo sin lograrlo, su varita se había deslizado por el bolsillo de su chamarra y ahora estaba tirada en el piso justo debajo de él. Danny continúa pidiendo que le bajen mientras trataba de leer los labios de esas personas sin poder conseguirlo. El chico no podría aguantar mucho más tiempo ahí, ya comenzaba a sentirse mareado cuando de pronto enmudece.

 

Con sorpresa, el chico seguía colgado del tobillo y ahora totalmente mudo pero debido a su sordera ni siquiera se daba cuenta de aquello. Era era más aterrador de lo que podía imaginar, ¿Qué seguiría después? ¿Una maldición como la que acababa de ver? Aquello le estaba pareciendo tan insoportable que ahora estaba convencido no perteneces a esa familia para nada. El mago era muy distinto a los habitantes de ese castillo, se había dado cuenta de una manera no muy agradable.

 

—¡Ah!

 

Exclama cuando golpea en el suelo al caer, se sienta con dificultad y se lleva ambas manos a la cabeza. Poco a poco regresaba a la normalidad y el mareo desaparecía, pero no así el rojo de su rostro aunque ya no tanto por encontrarse de cabeza, sino por la vergüenza de haber tratado de esa manera tan humillante. Danny extiende su mano para alcanzar la varita, la guarda en el bolsillo de su chamarra y se pone de pie.

 

—¡¡Esto no era necesario, ¿Sabían?!!

 

Danny por lo regular hablaba en voz alta cuando quería comunicarse hablando y sin intención de hacerlo, pero en esta ocasión era muy diferente. Lo estaba haciendo totalmente a propósito debido a la vergüenza y a la rabia que tenía. ¿No era más fácil preguntar? ¿Todo se arreglaba hechizando a las personas? El mago estaba tan confundido que sale furioso a los terrenos del castillo sin decir adiós. Ya después averiguaría lo que quería saber. Ni siquiera sabía donde sería su habitación. Era la única pregunta que tenía después de presentarse y saber quiénes eran sus familiares.

 

 

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Editado por Danny Lestrange
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La estruendosa carcajada que salió de la boca de Hawthorne provocó que la pareja de Jobberknoll, que anidaba en uno de los cerezos del patriarca, saliera volando alarmada en dirección al bosque, soltando en el trayecto un par de plumas azules con pequeñas motas blancas sobre el césped.

 

El haber espantado a aquellas aves no detuvo la diversión infantil de ambos; al parecer en el fondo añoraban jugar y divertirse como lo hacían antes y permitir olvidarse, al menos por un momento, del arduo trabajo y las adultas responsabilidades en las que se veían envueltos; después de todo, eso significaba para ella regresar al Castillo Ravenclaw.

 

Anhelaba con lo más profundo de su corazón hacer de lado aquella faceta arrogante y frívola, que había adoptado como propia, por tan solo un par de horas al día, y estar a solas con su hermano le permitía sacarse aquella corza que mostraba ante los demás; después de todo, el único que contaba con la dicha de conocer en profundidad a aquella bruja de mirada penetrante, era su hermano.

 

<<Zancadilla>> Pensó al momento en el que Lovegood estiraba uno de sus brazos para intentar atraparla, pero no había suficiente para detenerlo, sino aquel tropezón impulsó su cuerpo sobre el de ella obligándolos a rodar por la ladera poco empinada del jardín, en dirección al lago. Rieron al unísono al detenerse; su cuerpo estaba extendido sobre el césped, permaneciendo prácticamente inmóvil por el peso de su hermano.

 

—¿Qué pasa, Franck? — Indagó, formando una sonrisa pícara en sus labios al notar como las mejillas blanquecinas de su hermano tomaban un velo de color rosado. Incorporó un poco su cuerpo, apoyándose sobre sus codos y mirándolo de forma desafiante. Aguardó un momento, pero jamás recibió una respuesta, por lo que se puso de pie para acorar la distancia nuevamente.

 

—Te decía… — susurró moviendo apenas los labios cerca de su rostro, — que le arranque el par de dedos que nos faltaba a ese Grindylow, para hacer la poción —. Fijó su mirada sobre sus obres azulados, intentando traspasarlos para discernir sus pensamientos. —¿Me escuchase?

 

 

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