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Keaton Ravenclaw
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VARIOS DÍAS DESPUÉS

Danny se encontraba sentado sobre la cama mirando atentamente alrededor de la habitación que se le había asignado para dormir. Era la primera vez que dormía en un cuarto de ese tamaño, y era lo lógico debido a que se encontraban en un castillo, cada uno de los dormitorios eran enormes aunque al chico no le importaba demasiado ese detalle. Lo único que le preocupaba era el momento en el que tendría que recibir su respectiva bienvenida con una maldición.

 

Realmente el lugar era agradable, dejando de lado el temor a ser apuntado por la varita de alguien que al parecer era costumbre familiar. El chico aún se sentía resentido por el trato que había recibido de Isabella, por lo cual había decidido evitarla al menos de momento. Ya encontraría alguna forma de devolverle el favor cuando Danny comenzara a tomar mayor confianza, y no se pusiera nervioso puesto que atacar a alguien siempre le provocaba esa sensación.

 

—Qué desastre...

 

Pronuncia después de salir de la habitación y cerrar la puerta. Detrás de él iba Bram, su gato blanco que le seguía a todos lados y en ese momento lo hacía sin provocar el menor ruido. Solo se escuchaban los atenuados pasos de Danny, quien como siempre vestía con su ropa de mezclilla y zapatos deportivos. El chico iba dando vueltas a sus ideas y reacciona hasta que llega al final del pasillo y el inicio de la escalera descendiente.

 

—Quizá...

 

Mira a ambos lados, asegura que su varita se encuentra segura en el bolsillo de su chamarra y se sienta en la cima del pasamanos de la escalera. Eran varios metros de altura serpenteante, y aunque el mago se sentía nervioso no pasaría nada si se sostenía bien, así que después de pensarlo algunos segundos se desliza hacia abajo dejando a la fuerza de gravedad hacer lo suyo.

 

—¡¡Sí!!

 

A esas alturas no le preocupaba mucho lo que la familia pudiera decirle. Podría defenderse bajo el argumento de que, si ellos eran raros, Danny también podría serlo a su manera aunque sus familiares no lo entendieran por completo. Pero por el momento debía dejar de lado todos esos pensamientos y suposiciones puesto que quería entretenerse un poco, así que al llegar al final del pasamanos cae de pie en el suelo y se va a caminar a los terrenos del castillo con Bram siguiéndole los pasos.

 

 

 

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El Lovegood se había apartado de manera tímida, últimamente el nerviosismo por momentos se apoderaba de su cuerpo cuando estaba en compañía de su gemela, le preocupaba que sus expresiones faciales delataran aquellos nuevos sentimientos que albergaba, puesto que siempre fue una persona fácil de leer. Sin embargo la distancia que había tomado de modo preventivo se vio acortada nuevamente a causa de la insistencia de la banshee. Frente suyo aquel par de orbes color plata no solo conformaban una mirada penetrante sino también una muy analítica, intentando descifrar lo que ocultaba el Myrddin. Éste a su vez se encontraba perdido en esos hermosos ojos que tenía delante, cautivado por completo.

 

-Ehh...- titubeó luego de parpadear varias veces volviendo a la realidad - si si la poción, bien... vamos entonces- nuevamente los nervios lo invadieron obligándolo a desviar hacia un lado la mirada.

 

De camino al castillo pasaron por el quincho junto al lago, donde el ojiazul tomó de nuevo el libro de pociones que le fue prestado. En el trayecto no se dijeron una sola palabra en lo absoluto, el Ravenclaw cada tanto observaba de reojo a su hermana, desviando su vista rápidamente en reiteradas oportunidades. A pesar de las altas temperaturas la mazmorra estaba envuelta por un gélido pero refrescante ambiente que se agradecía aquellos días de verano. Hacía semanas que no bajaba hasta allí, de la última vez que sufrió a causa de la maldición cruciatus de su padre, todavía recordaba el frío suelo en contacto con su cara.

 

-Creo que esto es tuyo, gracias- dijo retornando el libro a su respectiva dueña . Te encargo la poción, tu eres mejor en ello... dime si puedo ayudarte en algo.

 

 

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Chasqueó la lengua con satisfacción ante los balbuceos de su hermano en un intento por evitar que una sonrisa surcara sus labios. ¡Qué ingenuo había sido! Queriendo engañar a la persona más allegada a él desde que eran tan solo un par de niños; de donde se encontraba parada podía percibir los músculos del muchacho tensarse debajo de su camisa, delatando aquel estado de nerviosismo ansioso que lo envolvía por completo.

 

Pero aquel no era momento para martirizar al Lovegood con una infinidad de preguntas, eso jamás funcionaba con él, siempre que lo había intentando cuando eran jóvenes terminaba estallando como una bomba de tiempo dificultando aún más el trabajo; después de tantos años sabía como estirarle la lengua, con inocentes y retorcidas insinuaciones que la llevarían, poco a poco, a atar los cabos sueltos.

 

El recorrido hasta las mazmorras le resultó grato, dejando que la suave brisa primaveral terminara de secar y enmarañar su extensa cabellera que, aun estando cubierta de hojas secas seguía manteniendo su encanto y desprendiendo aquel inconfundible aroma a jacinto. Apartó en innumerables ocasiones un mechón rebelde de su rostro agitado por el viento, para posicionarlo detrás de su oreja lanzando incontables bufidos de hastío.

 

Sus pies descalzos palparon la gélida superficie rocosa de la entrada permaneciendo estática allí por una milésima de segundos, intentando recordar si Hugo había logrado limpiar la sangre seca del Mooncalf la ultima vez que había estado ahí. Negó, en un intento de borrar aquellos pensamientos de su cabeza en cuanto su hermano le devolvía el libro de pociones, no podía permitir que su gemelo detectara su ligera preocupación.

 

Avanzó hasta el centro de la habitación en donde estaba situada una mesa de madera repleta con frascos de todo tipo de tamaño, conteniendo una infinidad de ingredientes, desde los mas comunes como ramitas de valeriana, bayas de muérdago y agua del rio lathe hasta los más exóticos como aguijones de billywig, ojos de águila y bozo de murciélago.

 

—Solo mantén tus escurridizos y curiosos dedos lejos de mis ingredientes —. Le advirtió, deslizando su mirada lentamente hasta sus manos solo para asegurarse de que no haya tocado nada, en especial alguna extremidad amputada de algún animal. Realizó una floritura con la muñeca que sostenía su varita de espino, apareciendo el caparazón del Cangrejo de Fuego que le servía como caldero de lujo y masculló: —Agamenti —. De la punta de su arma mágica saló un pequeño chorro de agua, la cantidad necesaria que requería la poción.

 

Levantó la mirada un segundo de los apuntes que ella misma había anotado, para toparse con la de su hermano quien no dudó en desviarla. —Habla —. Sentenció con voz apaciguada al mismo tiempo que vertía un poco de sangre de unicornio en el caldero y encendía el mechero para que empezara a hervir. — Esa mirada esquiva solo puede significar una cosa... —hizo una pausa más larga de lo necesaria para comenzar a machacar los tres dedos de grindylows en el mortero. — Me estas ocultando algo. —Aseguró, deteniendo inmediatamente su labor para mirarlo con firmeza.

 

—No me obligues a darte un poco de Veritaserum en el café mañana, aprovecha la oportunidad que te estoy dando para decirme qué hiciste —. Entornó los ojos, advirtiéndole de lo que era capaz de hacer si procuraba mentirle. El Lovegood había pasado semanas completas evitando su cercanía, la misma que a él tanto le gustaba tener, después de todo ninguno solía respetar la privacidad del otro irrumpiendo en su habitación en el momento mas inoportuno.

 

 

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El chico camina tranquilo por el terreno del castillo con el gatito al lado. Necesitaba relajarse un poco ya que estaba cansado de trabajar. Afortunadamente aquel sería su día libre por lo que tenía tiempo de sobra para vagar y conocer un poco más el lugar que ahora era su hogar. Pronto encuentra el árbol en el que había descansado la vez anterior antes de ir al partido de quidditch con Becan, y se sienta al pie con la espalda recargada al tronco. Danny se estira y bosteza de forma perezosa mientras abre el libro que había llevado para leer un rato.

 

—No subas muy alto o me costará ir por ti.

 

Le habla a su gato casi gritando, luego abre su libro para comenzar la lectura mientras que su gato trepa al árbol con rapidez. Como todos los gatos ese era bastante inquieto, le gustaba explorar y cazar así que no tardaría tanto en llevarle algún regalo a Danny con total orgullo. El joven mago lo deja hacer mientras que se entretiene leyendo totalmente concentrado. Lamentablemente no pasa mucho para interrumpir el libro al sentir una fruta que le cae en la cabeza y evoca con una risita la anécdota de Newton y la manzana. El muchacho estaba por continuar cuando mira algo.

 

—¿Y esos son...?

 

Observa a lo lejos a nada más y nada menos que a Isabella y a Franko entrar en la mansión. El muchacho se queda pensando y comprende de inmediato que algo extraño estaba a punto de pasar, puesto que nada en lo que estuviera involucrada esa mujer podría ser algo bueno. Es por eso que la curiosidad lo lleva a cerrar el libro y dejar su lectura para otra ocasión, pues ese era el momento de seguirlos para ver lo que estaban por hacer. Era peligroso, eso Danny lo sabía muy bien, pero aún así estaba dispuesto a correr el riesgo.

 

—Bram, quédate ahí.

 

No podía permitir que le siguiera o lo descubriría, ya que el gato no sería capaz de esconderse al no saber de qué trataba la locura que Danny estaba por hacer.

 

 

 

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Ante la advertencia por parte de su hermana simplemente asintió. Con un leve movimiento de varita desempolvó la superficie de una mesa ubicada detrás suyo, tomó asiento acercando una silla para apoyar sus pies y observar aquellas sutiles manos manipulando de manera habilidosa los ingredientes. El Lovegood había estado evitándola durante las últimas semanas inventándose pretexto tras pretexto, algunos de ellos hasta resultaban ser muy tontos y sin sentido. Se le dificultaba mantener la compostura y controlar sus nervios estando en presencia de ella, tal y como le estaba ocurriendo allí en las mazmorras. Los ojos de ambos gemelos se encontraron por un breve momento, automáticamente el ojiazul desvió su mirada. Su nerviosismo comenzó a ir en aumento en cuanto la Banshee inició con su interrogatorio, aquello que justamente estuvo intentando eludir. En lo que ella hacía una pausa decenas de pensamientos se le cruzaban por la cabeza tratando de suponer lo que diría a continuación.

 

-No... no se a que te refieres- dijo con cierta intranquilidad sin poder verla a la cara.

 

Nunca había sido bueno mintiendo, siempre que lo intentaba escapaba de la mirada del otro a causa de la culpa que luego lo carcomía por dentro. El Myrddin tragó saliva a la vez que le daba un vuelco al corazón en cuanto recibió unas palabras y mirada amenazantes de su hermana. La ingesta de apenas un par de gotas de aquella poción y el Ravenclaw terminaría revelando a la fuerza su más profundo secreto. De tan solo pensarlo se le helaba la sangre.

 

-No te atreverías- comentó preocupado mientras una gota fría de sudor descendía lentamente de su sien.

 

 

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@@Danny Lestrange

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—Te oigo titubear —. Canturreó con escario al mismo tiempo que tomaba un mechón delantero de su cabello rubio platinado para poder cortarlo. Las finas y largas hebras cayeron dentro del mortero y posteriormente fueron machacados junto con unas bayas de muérdago y los dedos del grindylow. Vertió el polvo fino dentro del caldero y con aquel cucharon de metal comenzó a mezclar los ingredientes hasta obtener una sustancia espesa de color azul celeste.

 

Infló su pecho, inhalando profundamente procurando mantener la compostura pero quien sabe si lo lograría, después de todo no daba crédito a lo que sus oídos estaban oyendo, ¿cómo se atrevía a mentirle tan descaradamente? Ninguno de los dos contaba con la dichosa edad de cinco años, en donde la única preocupación que tenia el castaño era tirar las cabezas de las muñecas de su hermana por el retrete, evitando así que la pequeña Hawthorne llorara desconsolada y se ensañara con la escoba nueva del muchacho.

 

Pero aquella realidad estaba demasiada alejada del presente puesto que ambos contaban con la madurez suficiente como para hacerse responsable de sus actos. —¿Me quieres ver la cara de est****a? — Inquirió apoyando ambas manos sobre sus caderas y fulminándolo con la mirada. Respirar y contar hasta diez ya no estaba surtiendo el mismo efecto que antes; todo gracias al temperamento colérico que volvía a relucir a causa de la falta de sueño sumado a la abstinencia de aquellos hongos alucinógenos y en aquel par de surcos oscuros que destacaban debajo de sus ojos.

 

Su rostro inexpresivo se había transformando por completo, revelando el enfado en aquella vena latente en el medio de la frente; un destello liliáceo se atravesó por el medio de sus obres platinados, el mismo que se veía reflejado cuando tenía emociones muy fuertes. Su mirada viajó directamente hasta el maletín siete cerrojos que se encontraba en una esquina de la mesa, justo en donde lo había dejado hace unos días cuando estaba formulando un suero completamente nuevo que sería probado en muggles.

 

—Oh, no claro que no… —Masculló entre dientes, negando ligeramente con la cabeza, tan solo para no advertirle su próximo movimiento. Abrió el baúl con una ligera floritura de su varita haciendo que del mismo saliera una botellita con aquel característico color traslucido y levitara directamente hasta sus manos. —La poción ya estás lista —. Le informó, luego de haber vertido un par de gotas dentro del preparado; definitivamente no iba a esperar hasta el desayuno.

 

Derramó la pócima en un recipiente similar a un vaso de acero y se acercó hasta donde el patriarca se encontraba sentado. Elevó la comisura de sus labios formando una sonrisa torcida para luego acariciarle la rodilla izquierda con sutileza, indicándole separar sus piernas para poder meter su cuerpo en medio de ellas. — Hasta el fondo —. Le guiñó un ojo y acercó el filo del metal hasta sus labios.

 

De esta manera, Frack Lovegood aprendería a no volver a engañar a su hermana, y mucho menos ocultarle que travesura había estado haciendo esta vez cerca de sus pertenencias, o peor aún, cerca del pequeño Becan, quien había estado insistiéndole a su tío que le ensañara a volar en escoba.

 

 

 

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Editado por Isabella Hawthorne

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El muchacho mira entrar también al gemelo de Isabella, Franko, aquél que le había salvado de terminar con toda la sangre en la cabeza el día de la humillación que tenía grabada en su mente y que no olvidaría jamás. Y sinceramente era esa vergüenza y el notar algo extraño en el comportamiento de esa chica el que lo llevaba a acercarse a espiar. Su curiosidad no tenía límite así que con su libro bajo el brazo se dispone a acercarse, ingresa a la mansión con cuidado y observa al lugar en el que ingresan, claro está, cuidando de no ser visto.

 

Pronto se da cuenta de que su objetivo era preparar una poción y Danny observa muy bien los ingredientes que le añade la chica, presta atención también al movimiento de sus labios y entiende perfectamente lo que dice. También averigua lo que menciona su gemelo y se cubre la boca con sorpresa, ¿Hermanos gemelos enamorados uno del otro? El joven mago no daba crédito a lo que sus ojos acababan de percibir ya que no creía que esas cosas pasaran entre magos, pero por lo visto era así. Franko gustaba de su hermana y ella estaba a punto de oírlo de sus labios.

 

—Por... Merlín.

 

Se dice internamente sin hacer ruido, solo asomando una parte de la cabeza lo suficiente como para mirar con un solo ojo. Su varita se encontraba en su mano libre y el libro en la otra. De ser descubierto el muchacho siempre podría alegar que estaba buscando la biblioteca, y debido a que era nuevo en el castillo su mentira podría ser creída sin problema. Aunque sabía que quizá podría ganarse un buen crucio, al menos dudaba de que le fueran a matar. O al menos eso creía él. En esas estaba cuando de pronto se le ocurre una idea descabellada que efectivamente le costaría dolor físico.

 

—Aguamenti.

 

Lo susurra tan bajo, que seguramente los muchachos no se darían cuenta del fino chorrito de agua que acababa de salir de la punta de la varita para dirigirse al caldero, al que Danny había apuntado de forma certera. Poco a poco ese utensilio se llena de agua, el hechizo termina y el joven mago guarda de nuevo su varita, pero no conforme con eso decide quedarse a mirar para ver lo que pasaba con la poción que le había salido bien. Al menos la del caldero había sido estropeada y bien merecido se lo tenía por haberle puesto en ridículo así el día de su llegada.

 

 

 

 

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La poción no se había hecho tardar demasiado, su hermana se acercó con un vaso de acero inoxidable en mano donde depositó aquel liquido azulado de espesura considerable. Una leve caricia en su rodilla fue señal suficiente para que abriera sus piernas permitiéndole pasar. Las suaves manos de la Banshee por debajo de las suyas llevaron aquel recipiente metálico hasta sus labios. Aguantando la respiración el Lovegood bebió el contenido, sin embargo no pudo evitar soltar una mueca de disgusto al tomar aire nuevamente, las pociones de su gemela destacaban por sus buenos resultados, no así por su sabor o aroma. Una vez terminado de ingerir se puso nuevamente de pie dispuesto a ver el efecto instantáneo sobre su cabellera. En una de las esquinas de la habitación una pila de cajas junto a un antiguo y desgastado baúl reposaban, los acompañaban varios otros muebles cubiertos de sábanas blancas impidiendo que estos se llenaran de polvo y se estropearan. El Myrddin quitó una de ellas dejando al descubierto un espejo de pie de aproximadamente unos dos metros de altura.

 

-Ehh, Isy...- llamó a su gemela girando levemente su cabeza pero sin quitar la vista del espejo -, se supone que surte efecto al instante ¿No? O acaso lo hace de manera progresiva- consultó desorientado.

 

Tenía entendido que la poción volvería aquella cabellera castaña al antiguo rubio platinado que solía lucir en las viejas épocas. La única diferencia era que en aquel entonces simplemente se teñía, en cambio con el preparado de la matriarca convertiría al rubio en el color original por lo que no volvería a crecer el castaño. A pesar de ello y para sorpresa de ambos su hermana había fallado, o por lo menos no tuvo éxito en su totalidad. <<¿Acaso se le habrá olvidado algún ingrediente o estarán mal las proporciones? No, imposible... es Isy de quien hablamos, no se le escaparía un error tan simple como ese>> El pelo continuaba con la tonalidad de siempre, exceptuando por algunos mechones del frente que habían cambiado al platinado, a decir verdad no le quedaba mal pero no era lo esperado. Dejando aquello de lado lo más alarmante de todo era que el ojiazul se encontraba en ese mismo instante bajo los efectos del veritaserum sin haberse percatado de ello.

 

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La sonrisa que había estando ocultando se expuso en el mismo instante en el que percibió de la mueca de asco que se apoderaba del semblante de Franck— La próxima vez, le pondré un poco de saborizante sabor chocolate — Rió a sabiendas que no lo haría, después de todo esa era la recompensa que ella obtenía luego del arduo trabajo en la preparación de aquella pócima y sobre todo en la recolección del ingrediente indispensable con el cual no contaba y debió pasar una hora sumergida en las profundidad del lago, aún tenia las yemas de los dedos achicharradas y un par de marcas enrojecidas en sus brazos causado por las sanguijuelas que se le habían quedado adheridas en el trayecto.

 

Se hizo a un lado para que su gemelo pudiera contemplar delante del espejo como los mechones castaños se empezaban a decolorar casi inmediatamente, brillando debajo de la luz de las antorchas en un rubio platinado idéntico al de ella. Una particular oleada se arremolino dentro de su pecho, aquella sensación de que todo estaba volviendo a la normalidad comenzaba a invadir su cuerpo por completo para transformarse en un tan anhelado y gratificante consuelo para su acongojado corazón.

 

Giró sobre sus talones para contemplar estupefacta como la poción que ella misma había creado, no funcionaba como ambos esperaban. ¿Cómo era posible aquello? Si era capaz de preparar ungüentos y sueros con una complejidad superior a la de aquella. —Imposible —. Masculló avanzando para posicionarse al lado de él y poder analizar con detenimiento su cabellera, despeinándola un poco con sus dedos.

 

—No lo comprendo… todo estaba perfecto —. Volteó su cabeza, para contemplar ambas figuras reflejadas sobre el cristal. —Aunque debo decir que con esas canas te ves sumamente atractivo. — Le ronroneó en un susurro seductor, mientras con sus dedos jugueteaban sobre el pecho del Lovegood y su rostro se acercaba peligrosamente al de él, rozando sutilmente la punta de su nariz.

 

Estaba perdiéndose por completo en aquel par de luceros cuando recordó el pequeño suministro de veritaserum que le había propinado en el brebaje, quizás aquella había sido la razón principal por la que el preparado no había surtido el efecto esperado. —Te daré una ultima oportunidad para que seas sincero conmigo, ¿Qué fue lo que hiciste? — El tiempo comenzaba a correr y, si no obtenía la respuesta que estaba buscando en ese momento, el resultado del suero se desvanecería.

 

La cercanía de sus cuerpos, el calor de su aliento sobre la tersa piel de sus mejillas y la fragancia de su perfume la orillaban a perder la cordura, y aquel impulso insano por volver a unir sus labios como la última vez se hacía presente nuevamente. Trató de mantenerse firme en su postura de no volver a repetir aquello, sabiendo que aquel deseo aumentaba cada vez que estaban juntos y su hermano terminaría siendo incluso una droga incluso peor que los hongos en los que se había convertido adicta.

 

Estuvo a tan solo un par de milímetros de romper el pacto que había formulado con ella misma cuando con el rabillo del ojo se percató de la sombra ondeante de una figura de mediana estatura, justo detrás de una de las paredes que permitían el acceso a la habitación en donde estaban los patriarcas. —¿Tu mami no te enseñó que no es cortés espiar, rata inmunda? —Vociferó, olvidando por completo la incapacidad auditiva de Daniel.

 

Extendió su mano hasta su varita, la cual yacía entre el medio de las hojas del libro de pociones que había usado con anterioridad, para que esta viajara directamente hasta su mano, se aferró a la empuñadura, amoldando sus dedos a la perfección; en cuanto su fiel y maderosa amiga hizo contacto con su piel vibró lanzando un hechizo de forma voluntaria.

 

Gran parte de la pared que ocultaba al intruso fue demolida con un gran estruendo; la masa de polvo se extendía por la mayor parte de la superficie, más no llegaba hasta su posición actual. — Imperio —. Aquel maleficio imperdonable salió con fluidez por su garganta, como si se tratase de un hechizo común y corriente. —Ven aquí, ratoncillo, no tengas miedo —. Rió con desdén entre dientes, obligándolo a avanzar con un suave movimiento de muñeca.

 

Apuntó directamente hasta el arma mágica del <<Longbottom>>, como a ella le gustaba llamarle, para poder desarmarlo con un simple <<— Expelliarmus—>>. La varita del joven cayó a cinco metros de distancia, mientras su cuerpo se elevaban solo once centímetros de la superficie hasta llegar a donde se encontraban los Ravenclaw’s. —Fuiste tú… ¿no es así? — Entrecerró los ojos, mientras lo interrogaba. —Tú alteraste MI poción.

 

 

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Lyanna apago el cigarrillo contra el cenicero de vidrio luego de darle una última pitada. No sonreía, solo observaba su reflejo en aquel espejo de pie antiguo que decoraba tan bien la habitación de hotel muggle donde se había alojado mientras intentaba ubicar a la familia de su madre.

Sus ojos se habían tornado de un color azul intenso y sus pensamientos la invadían todo el tiempo con inseguridades.

 

-detesto esto-

 

Se repitió una vez más en voz alta. ¿Cuántas veces más iba a tener que cambiar de familia? Esperaba sin duda que la respuesta esta bendita vez sea nunca más. Se coloco los tacones altos y bajo a la recepción del hotel para despedirse de la forma más humana posible. Cuando estuvo lo suficientemente lejos de los ojos de la gente curiosa se desapareció para aparecerse en las puertas de una gran mansión.

Un suspiro se coló por sus labios carmesí y se acomodo suavemente la larga cabellera de ondas platinadas que caían en forma de cascada por su espalda. Saco de su bolso de mano una túnica de terciopelo negro y se la coloco sobre los hombros tapando el vestido de verano ajustado al cuerpo.

Sus cosas deberían haber llegado con anterioridad. Llamo a la puerta dos veces antes de ser recibida por un elfo domestico que la saludaba con mucha cortesía.

 

-Buenas Tardes-

 

saludo cordialmente y se adentro en la mansión mientras escuchaba de fondo las palabras del elfo que la invitaban a recorrer y sentirse como en su casa. Ella solo lo miro y sonrío fríamente. Después de todo, era su casa.

Sus pasos recorriendo el lugar la hicieron dar con una escalera que según ella debía ser la entrada a las mazmorras, estaba a punto de dejarlo estar cuando desde abajo escucho un claro e inigualable maleficio

 

-imperio-

 

Lyanna permaneció quieta unos segundo esperando a oir otra cosa cuando escucho las palabras de una joven diciendo —Ven aquí, ratoncillo, no tengas miedo —.

Comenzó a bajar las escaleras muy despacio intentando que no suene el taconeo de sus zapatos. En ese momento su parte veele le jugaba en contra, <<la curiosidad mato al gato>> se dijo para si aunque nada impidió que siguiera hasta el último peldaño de la escalera y observara como un joven se elevaba unos once centímetros del suelo, contra su voluntad, y se introducía dentro de una de las arcadas.<<Lyanna, ¿dónde te metiste?>> ya era tarde para huir, pero definitivamente no sabía a lo que se enfrentaba.

 

—Fuiste tú… ¿no es así? Tú alteraste MI poción –

 

Las palabras resonaron un poco por el eco característico del lugar y la clara furia que traía la joven que las pronunciaba. Involuntariamente los ojos de la semiveela se tornaron de un color violeta intenso. Se acerco más a la arcada intentado que no la vieran, pero pretendiendo escuchar. Si ese joven estaba en problemas tal vez se lo habría buscado. Su parte noble le decía que debía ayudarlo. No quería arrancar en una familia perdiendo un integrante el primer día.

 

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Off:

Que lindo que es volver!! Hola familia!

Pido paciencia porqué llevo años sin hacer esto! jaja pero ya voy a agarrarle la mano de nuevo!

gracias por aceptarme nuevamente! :love:

Editado por Lyanna Friedrich

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