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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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Estaba nerviosa, hacia mucho que no veia a mi padre y mucho menos a la familia, no los conocia a todos y menos a los miembros que no eran cercanos. El señor Corvinus me habia adoptado cuando era muy niña y la mayoria del tiempo estuve educandome lejos de la familia, razon por la cual solo venia en vacaciones y fechas especiales. Cuando encontre a mi familia sanguinea ya era una adolescente y al poco tiempo contraje matrimonio asi que no habia compartido mucho con los miembros de la familia Crowley, solo con mi Padre.

 

Mi padre solia visitarme y compartia conmigo largas charlas en las que ambos nos mostrabamos puntos de vista o le compartia mis experiencias y miedos, esa era la razon a mi gran cariño hacia el.

 

Pero tras mis matrimonios, mis hijos, el trabajo en el ministerio habia dejado a la familia de lado.

 

La puerta se abrio y frente a mi vi a un elfo, le sonrei amablemente.

 

- buen dia, vengo a ver al Señor Leon Crowley, podria avisarle que su hija Ariane ha venido a verle

 

 

Le dije cortesmente

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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El narrador (?

Semanas, meses habían pasado ya desde que el cuerpo de León había aparecido casi sin vida y ensangrentado en la reja de la honorable familia Crowley, víctima de un viejo enemigo de la familia. Francine Adler, la mujer que en el pasado se hubiera aliado con el enemigo del rey Mathias para matar a la familia, había sobrevivido por más de 1500 años, con la sed de venganza y de avaricia por quedarse con la riqueza que se ocultaba en las ruinas del viejo castillo en Rumania, donde vivía la familia inicialmente. La mujer, había quedado embarazada antes de la boda, dia en el que rebanara la garganta de su prometido Viserys Crowley, el menor de los cuatro hijos del rey y hubiera permitido que las fuerzas de Lord Coward -enemigo juramentado del legado Crowley- ingresaran al castillo y acabaran con el linaje.

Lo que Francine no sabía, y no se enteraría hasta mucho tiempo después, era que el mismo Mathias Crowley, antes de morir, la había maldecido, y con ella a la criatura que crecía en su interior. Un maldición que no le permitiría tener paz ni salud, hasta que los herederos de los 4 hijos del rey se reunieran y la sangre de los cuatro fuera impregnada en la espada negra con la cual había muerto Viserys. Mathias, astuto como él solo, sabía que pasaría mucho tiempo antes de que eso pasara, delegando la responsabilidad de guardar la información sobre la maldición a Rorschach, un elfo de la familia que viviría por décadas, hasta que el momento llegara.

Así pues, la verdugo de los Crowley, había desaparecido de la faz de la tierra con su vástago y su maldición a cuestas llena de rencor y odio por no haberse podido apoderar de las riquezas de la familia. El niño que llamó James, creció entrenado y adecuado por la Adler para acabar con la vida de cada uno de los herederos Crowley, que según algunos elfos torturados, habían escapado de la masacre gracias a Ayacos, el mayor de los herederos, que moriría al poco tiempo. Francine se había casado con un acaudalado burgués de apellido Morán, que le dio el apellido a ella y al niño de cabello blanco y ojos violeta, que parecía no conocer la felicidad. Sus labios pocas veces dibujaban una sonrisa y sus ojos inexpresivos y melancólicos, que no se sabe si fue por la crianza o por la maldición.

Los niños Crowley por su parte, habían sido dispersos por el mundo y habían crecido y tenido familia hasta nuestros días. León Crowley, Claudia Rambaldi Crowley y Andrés Greyback Crowley eran los tres herederos del legado de la familia y James, ya adulto y engañado por su madre, buscaría acabar con la vida de ellos, empezando por León. Sin tener claro el paradero de Andrés, Claudia y los demás Crowleys empiezan una búsqueda de explicaciones que develen el misterio del mensaje dejado por León antes de perder el conocimiento, cuyas heridas no curaban pese a los cuidados de los elfos Rhyfs y Arthur.

Todas las pistas, llevaron a los miembros de la familia hasta las ruinas del castillo Crowley original en Rumania, donde se encontraron con el elfo, Rorschach que les contó toda la historia y cómo James había atacado a León en Hungría. Por otro lado, la figura de un hombre ingresaba en los terrenos de la familia en Ottery. James Morán, usando una poción multijugos con cabellos de Andrés, ingresaba en el castillo y sacaba el cuerpo de León, lastimando a los elfos en su proceso por ordenes de la misma Francine. Apareció luego en Rumania, con el cuerpo ensangrentado del Crowley, que se había debilitado aún más por el movimiento del peliblanco.

Cuando James llegó a las ruinas del viejo castillo Crowley, hirió a varios miembros de la familia con tal de llegar a Claudia y acabar con su vida, librando una batalla con ella que casi termina en tragedia, de no ser por la intervención del verdadero Andrés que apareció en el lugar, luego de ver los desastres que James habían hecho en Ottery. Cuando Claudia contaba la verdad al ya derrotado James, Francine apareció enterrando la espada negra en el vientre de Andrés. La mujer se burló de lo est****o que había James al creer toda la historia y ahora se podría librar de la maldición de una vez por todas y reclamar como suyo, el tesoro que se ocultaba bajo las ruinas del castillo.

Todo estaba ya acabado para los Crowley: Andrés y León estaban heridos por la espada, Claudia y los demás miembros de la familia habían quedado malherida por la batalla con James y Francine se acercaba a tomar la sangre de la misma Claudia para acabar con la maldición. Fue el mismo James quien tomó su varita y atacó a su propia madre, por haber jugado con él y haberle mentido. Agarró la espada negra y decapitó a la Adler, rompiendo así la maldición que se cernía sobre él mismo. Su cabello se tornó castaño y sus ojos oscuros se volvieron, tal y como los de su padre.

El objetivo con el cual la espada negra había herido a León y a Andrés, moría con ella y las heridas de ambos magos comenzaban a sanar; la de Andrés mucho más rápido por ser reciente, pero las de León cicatrizaban lento, dado la cantidad de sangre que ya había perdido. Rápidamente, Fokker y Joa aplicaron escencia de dísctamo sobre las heridas de León para que no perdiera más sangre. Claudia se recuperaba al tiempo que lo hacía James que no sabía como mirar a quienes había querido matar. Rorschach, el anciano elfo, mostró a Claudia un salón secreto en las ruinas, donde reposaba toda la historia y algunas riquezas de la familia, que debía reposar en Ottery, en el nuevo castillo.

La familia volvió a Ottery, a recuperarse y a sanar sus heridas. León pasó algunos días más inconsiente y se recuperó para regocijo de sus hijos y sobrinos. James, por su parte, emprendió su camino por su cuenta, buscando algo de paz para si mismo, con la promesa de los Crowley, de que cuando volviera, podía hacerlo, al fin y al cabo era un autentico Crowley.

Fin.

Off:

Chicos, así damos por terminado el exteeeeeeenso trama familiar. Ya pueden rolear sus cosas y sus visitas normalmente. Aprovecho para compartir la noticia de que Fokker nos acompañará a Claudia y a mi en el patriarcado de la familia. Bienvenido patencio.

Espero haber llenado las líneas (? xDDDD

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Orillas del Bosque Negro. Castillo Crowley. Claudia y Apolo.


—Cuatro disparos a cien pasos—dijo Apolo, después de haber elegido el arco con el que la Crowley debía disparar—. Oreja izquierda, oreja derecha, cabeza y estómago.

Midió la distancia y trazó una línea en el suelo con un pequeño palo de madera. Levantó el rostro y observó satisfecho como el helado viento de invierno mecía sin parar la piel de conejo que colgaba en uno de los grandes abetos del castillo. Para su aprendiz sería una difícil tarea clavar las flechas en los puntos que le había indicado; gozaría verla enojada y reclamando por ello.

—Si fallas en al menos una, tendrás que asear todo tu hogar ¿te parece?—dijo eso con una sonrisa tan irónica, que la pelinegra no pudo menos que sonreír también.

Claudia ya no llevaba su capa, sino solamente un largo vestido blanco que se confundía con la nieve que aún cubría el césped. Suspiró, apretando la banda que tenía alrededor de su muñeca. Era un objeto suave, hecho de piel de gato manchada, un regalo de Artemis cuando ganó su primera competencia de tiro.

<<Te protegerá>>había dicho. La atesoraba casi tanto como sus arcos.

Apolo y lo elfos que la rodeaban la miraron. Indicándole que debía disparar. Miró al blanco y, como cada vez que hacia aquello, levantó su arco al cielo en un saludo amplio, y luego disparó. Una, dos, tres y cuatro veces. Cada flecha se clavó en los diminutos círculos que Apolo había dibujado. Nunca fallaba y si así sucedía, lo volvía a intentar sin ninguna equivocación.

La rubia deidad frunció el ceño. Las tres primeras flechas formaban un pequeño y limpio dibujo sobre la piel blanca, como una flecha invertida. La contemplaba atónito, mientras los elfos saltaban y agitaban los brazos, sonriendo descortésmente a quien había retado a su ama.

—Oreja izquierda, oreja derecha, cabeza y estómago. Ningún fallo mi querido señor.

Retrocedió con un pequeño gesto de la cabeza. Sonriendo complacida.

—Disparo mejor de lo que tú o tu hermana jamás podrían esperar hacerlo—en un gesto de burla le sacó la lengua. Tirándole el arco a sus pies y sentándose sobre la nieve.
Editado por Claudia Rambaldi Crowley

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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Había pasado toda la tarde hablando con Mei, semanas en realidad, dado el vínculo de trabajo que las unía, sin embargo Mey todavía no confiaba lo suficiente en la mujer como para entablar una amistad. Hacía años en realidad que la Potter Black no hacía amistad con nadie, convirtiendo su círculo de allegados en lo más parecido a un selecto club al cual muy pocos tenían la posibilidad de ingresar. Sin embargo, a la hora de una batalla, la primer persona que se le venía a la mente era la Delacour y, pese a que jamás lo admitiría en voz alta, esta también resultaba (aún sin ser mejores amigas) de las pocas personas a la cual confiaría sus espaldas sin meditarlo demasiado.

 

-Expecto Patronum!

 

Saliendo de su ensimismamiento, Mey invocó un fantasmagórico nundu, su patronus, el cual fue viajó directo a los miembros de la Orden del Fénix de guardia aquel día. Según fuentes confiabas, una mortífaga llamada Claudia Rambaldi se encontraba en aquel momento en el Castillo de su familia. Minutos después Mey aparecía frente al Castillo Crowley, ubicado en la parte oriental de la emblemática calle Ottery, en la colina que colinda con el Bosque negro, lugar donde se encontraba Claudia en esos momentos. Sin esperar a sus compañeros, Mey se adentró en el mismo en búsqueda de la mortífaga, si estos eran rápidos no tardarían en llegar junta ella.

 

 

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De forma distraída observó el cielo. Esperaban por el llamado, aquel que les anunciara que algún mortífago o sospechado del bando andaba pululando por el lugar. Aquella ocasión, el destino era Ottery, por lo que se mantenían al margen de todas las mansiones, más precisamente en un total descampado en las afueras del pueblo.

 

Oh, vaya, ¿qué tenemos por aquí? – comentó en cuanto el anuncio llegó, aquello que habían estado esperando – El Castillo Crowley, ¿eh? Una visita luego de mucho tiempo – volvió a decir mientras se colocaba la luz sobre su rostro para evitar ser identificada y caminaba junto a la Potter Black en dirección a los terrenos de aquella familia.

 

Atravesaron las verjas sin mucho problema, ya que se abrieron con facilidad y con cuidado, caminaron hasta llegar a los límites del Bosque Negro, lugar donde Claudia se hallaba. Mei la observó con cuidado, haciendo a un lado la capa que cubría su vestido corto y sus zapatos de tacón y esperó a ver la reacción de la muchacha.

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Caminaba tranquilamente por las calles de Ottery, rumbo al lugar que el nundu de Mey me había señalado, poco a poco me acostumbraba a la llegada de varios patronus, que normalmente tenían el mismo propósito de visita. Llegué pronto al castillo Crowley, sacudí un poco la cabeza para alejar aquellos pensamientos, esperaba no verlo ahí.

 

 

 

De todos modos no importaba demasiado, tenía puesta una luz sobre el rostro que impediría que me reconociera, por lo demás la túnica negra me cubría por completo, me adentré en el castillo en busca de mis compañeras y las vi, cerca al bosque negro estaban esperando la reacción de Claudia, la persona a la que habíamos ido a buscar, así que las saludé únicamente con un movimiento de cabeza y me quedé en silencio, haciendo silenciosos movimientos con mis pies que estaban cubiertos con unas sencillas botas para resguardarlos del frío.

 

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Ajustándose la gruesa capa de viaje que llevaba encima del vestido (siempre de negro), Mey se felicitó a sí misma por haber optado por medias de lana en lugar de sus habituales medias en red y unas botas de caña alta, el tiempo era terrible en aquella zona. Luego de ingresar a los terrenos del Castillo Crowley, Mey sacó su varita mágica del interior del morral en donde la tenía guardada para así iniciar un hechizo que servía para indicar la presencia humana en el lugar. Tras unos segundos, varios de sus compañeros llegaron a ella, pero Mey se encontraba demasiado ocupada en ese instante.

 

-¡Ya sé donde está!

 

Exclamó, guiando a sus compañeros a orillas del Bosque Negro, donde se encontraba Claudia. No tardaron mucho en llegar hasta allí, la mortífaga se encontraba cercana a un enorme abeto, junto a un desconocido que aparentemente entrenaba. Incrédula, Mey enarcó una ceja, compartiendo con Mei una mirada cómplice antes de acercarse hasta Claudia, deteniéndose a una distancia de seis metros. Solo cuando esta notó su presencia fue que Mey habló:

 

-¿Claudia? -preguntó conociendo la respuesta, solo a modo de saludo -. Tendrás que acompañarnos, según nos han informado fuentes confiables, pertenecés a la Marca Tenebrosa -su mirada se detuvo justo en la mano ocupada de Claudia, y antes de que esta pudiera hacer nada, Mey ya la apuntaba con su propia arma mágica diciendo -Floreus!

 

De la varita mágica de Claudia solo surgirían flores a partir de ese momento. Por supuesto, aquello no se podía detener allí, por lo cual, sin dejar de apuntar a Claudia, Mey exclamó un...

 

-Incárcerus!

 

Invocando tres gruesas cuerdas. La primer cuerda impactó de lleno en los tobillos de Claudia, impidiendo que pudiera caminar. La segunda cuerda impactó entonces en torno a sus muñecas, uniéndolas a sus caderas para que tampoco pudiera utilizar sus manos y, a su vez, la tercer cuerda se enroscó alrededor de la boca de la mujer, para que ningún tipo de palabra, mentira o hechizo pudiera surgir de sus labios.

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Las negros ojos de Radamantys barrian el horizonte, su pecho subia y bajana con calma mientras su mente evocaba viejos recuerdos, viejas glorias que hacia mucho tiempo habian pasado, una melancolica sonrisa se plasmo en los labios del demonio que tras soltar un largo suspiro se giro sobre si mismo desapareciendo de aquellas desoladas tierras en las que se encontraba.

 

Asi sus pies tocaron el suelo firme en las calles de ottery, sus pasos eran calmados su rumbo seria sin lugar a dudas su castillo, mas la noche se prestaba para una agradble caminata, cuando pasaba por las afueras del castillo Crowley , algo raro estaba pasando, por lo que el demonio se fijo que nadie le viese y cubrio su rostro con la mascara negra.

 

Avanzo hasta donde estaba el jaleo y se acerco , alejandose a 9metros de cualquier mago u objeto, -buenas noches- saludo Rada a los presentes, -Parece que se divierten- dijo este haciendo una pausa, -porque no nos divertimos en igualdad de condiciones?- cuestiono.

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Miré a Claudia fijamente, los hechizos de mi compañera la impedirían defenderse al menos por unos instantes, me detuve un momento calculando la distancia que nos separaba, estaba a siete metros de la bruja, así que sacando mi varita del bolsillo de la túnica, apunté hacía ella y dije claramente:

 

- Expelliarmus

 

La varita de Claudia voló de inmediato de sus manos y fue a parar a cuatro metros de distancia lejos de su dueña, levantando nuevamente mi varita, apunté al objeto mágico y dije:

 

- Accio varita de Claudia

 

Sonreí levemente al ver volar el objeto hacía mí, lo atrapé rápidamente y me di cuenta que no había más que hacer, ya que ahora la bruja se encontraba desarmada, esperaba en silencio por si se presentaba alguien más, después de todo nunca se sabía quién podía llegar o quienes en realidad, no podía distraerme hasta estar lejos de aquel castillo.

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La noche era intranquila, el ambiente se volvía tenso o tal vez fueran solo imaginaciones del castaño, aun así con su vestimenta oscura, aquella que utilizaba solo para salir y prácticamente causar males en la comunidad mágica. su mascara roja metalica se posiciono en su rostro. Kritzai ahora no seria identificado por un desconocido, y voló en forma de humo hacia el cielo. Pronto observo algo curiosamente, llegó a los terrenos en vuelo de la Crowley. Su esencia era humo mientras unas luces diminutas estaban en el suelo. Bajo a observar aunque imaginando que seria aquello. Aterrizo sutilmente-

Camino sin mas hasta llegar al castillo Crowley, donde, seguro ya estarian los miembros de la orden en el lugar, esas luces siempre eran de ellos. de eso no le cabía duda al castaño, asi que entre cubierta su identidad, su varita lista en mano avanzo hasta la puerta del lugar, rapido la abrió sin mas observando todo lo que era conformado en ese establecimiento.

 

— Asi que aqui estamos....—Su tono de voz era diferente cuando hablo, refiriéndose a sus compañeros y rivales.

 

 

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