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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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Fokker Cygnus

 

Sonrió, cuando Sol le tendió la mano y le dijo palabras que no comprendía en si. De verdad creía que su intento era un hecho desesperado por ir a llorar al aposento de su padre. Se detuvo y observo desde lo alto de las escaleras a cada uno de los presentes. Pudo denotar que muchos estaban preocupados por su acción. Le pareció hasta que algunos lo veían con cierta compasión. ¿Por qué? se estaba preguntando el muchacho. Que no podía aquel joven otra vez a su padre, aunque solo lo haya visto un puñado de veces en toda su vida. Por alguien a quien en verdad no tenia ningún respeto y ningún aprecio. Su sangre fría, era en ese momento su fiel compañero.

 

Te equivocas madre— le dijo con tono frió y la miro sin expresar ningún sentimiento. —Solo quiero ver la cara de aquel hombre que dice ser mi padre, y saber si me puede dar algo mas de información

 

Separo las manos de las de su madre de un golpe. Pero tal vez ella tenia razón, interrogarlo ahora fríamente tal vez no surtiría efecto. Pero había algo que era su lucha existencial, siempre se pregunto porque nunca lo busco antes, y solo lo hicieron cuando les pareció necesario. Porque lo dejaron y porque lo necesitaban ahora. Tal vez porque necesitaban manos para defenderse de algún peligro. Solo pensaron en él como un objeto. Su grado de confusión era tal en ese momento, que tenia motivos muy fuertes para ver a León. Solo para convencerse de lo que sentía, si dentro de él había algún atisbo para llamarlo padre, porque para él, no se había ganado ese titulo hasta ahora.

 

Lo admitía ante todos, aunque fuera de una manera formal. Pero no era lo que sentía realmente. Lo que sabia en ese instante era que un tipo llamado León Corvinus se desangraba, herido por un problema familiar de muchos años, que tal vez haya iniciado por una tontería cualquiera y en realidad no le importaba en demasía, pero que por culpa de llevar su sangre, lo perjudicaba en ese instante. Y como tal debía defenderse de eso. Que si estaba ahí en casa era por el único familiar con la que había tenido un contacto directo como era Claudia. Y que si no fuera por ella, saldría de aquel lugar a pelear solo, porque nunca le intereso la familia.

 

Y dirigiéndose a Goshi, dijo cuatro suaves palabras que expresaban mucho —No te incumbe, gracias— ella no tenia la culpa de lo que le pasaba en aquel momento.

 

Creo que no tendrán ningún problema en organizar esto por si solos. Creo que los veo como si fueran a darse un paseo o algo así, bien por ustedes. Tampoco me importa lo que piensen de mi, por mi parte tengo planeado investigar por mi propia cuenta, si alguien quiere seguirme es libre de hacerlo, pero les advierto que no seré buena compañía

 

Termino de subir las escaleras y esta vez se dirigió a su habitación. Solo quería relajarse un poco y tomar algunas cosas que eran necesarias para el viaje. Esto incluía algunos galeones y monedas de oro. Porque sabia que las iba a necesitar a donde iba. Dejaría que la muchachada Crowley (?, hiciera sus planes, poco le importaba ya.

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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Para Claudia, el abrazo de la Lestrange significó algo más que una muestra de acompañamiento en todo aquello. No la conocía, ni siquiera sabía a ciencia cierta qué relación tenía con su compañero patriarca; solo algunas veces sus oídos habían escuchado su nombre. Pero sentía que esa mujer formaba parte de su vida desde siempre. El cálido abrazo que le profirió le trajo vivas imágenes de una infancia ya casi olvidada y el rostro amable de una joven de largos cabellos castaños.

No pronunció palabra alguna. Sol dejó de abrazarla y Claudia simplemente sonrió, pero su sonrisa no llegó a notarse en sus ojos. Su mente divagaba. Estaba completamente segura de que las personas que habían acabado con sus padres, eran quienes habían herido al Corvinus. Para su familia sería una idea completamente absurda. Habían pasado más de cuatro siglos desde aquello y resultaría imposible que ellos aún sobrevivieran. Pero ¿Y si hubiesen tenido el mismo destino de la matriarca? Era la única opción que la bruja tenia en su cabeza. Tal vez los asesinos sucumbieron ante un ser de la noche, un vampiro, para así prolongar su vida.

— ¿A dónde creen que van ustedes? —la voz de la ojiazul ya no mostraba el más mínimo atisbo de melancolía. Sus susurros fueron reemplazados por una voz grave y potente. Sus facciones infantiles desaparecieron y su mirada denotaba autoridad—. Joana y Fokker se detienen ahí, ahora mismo.

Sus orbes centellaban furia. Claudia no dudo en apuntarlos con su varita de espino, no vacilaría en usarla si alguno de ellos osaba por contradecirla. Miró sobre su hombro a León, indicándole que se acercara a ella.

—¿Podrías ir en busca al resto de los elfos y ver quien es la señorita que grita mi nombre en el hall? —susurró a su oído tan pronto lo tuvo a su lado. Plasmó un beso en su mejilla y lo dejó ir.

La italiana chasqueó la lengua tan pronto su sobrino se marchó. Se arrepentiría de lo que diría.

—Somos una familia ¿no?—caminó lentamente, con la mirada al piso y realizando movimientos con su la varita—. Esta es una situación que se sale de mis manos, sé que mi trato con ustedes no ha sido el mejor, pero les pido que por favor, por primera vez nos comportemos como nuestros ancestros. Unidos, fuertes y leales.

Les dio la espalda.

—Arthur ¿qué debemos hacer? ¿a donde debemos ir?
Editado por Claudia Rambaldi Crowley

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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—¡NO! —gritó el Arthur, consiente de que no debía hacerlo—, no es prudente verlo ahora. El más mínimo cambio en su condición, podría desencadenar otra hemorragia de la que no se podría recuperar.

El elfo se sentía cansado, agotado y vencido por las circunstancia que rodeaban el macabro asunto de León. Los rostros de los presentes solo podían reflejar el desconcierto y la frustración de no poder hacer nada y pese a que la voluntad estaba a flor de piel, las pistas poco o nada esclarecían los hechos. Las piernas de Arthur flaquearon y si debil cuerpo cayó sentado sobre el suelo con la sabana extendida a sus pies. la historia de Claudia no le era nueva para él, pero escucharla de boca de ella era más que desgarradora. Sabía bien que León la quería mucho, así no lo demostrara. NO conocía hombre que amara más a sus hijos e hijas, pero sabían que ellos nunca lo sabrían. Levantó el rostro y miró a los presentes.

—Lo que causó la herida en el maestro, fue una daga negra. El acero parece ser forjado por hechiceros muy antiguos y muy malditos. Solo hay una persona con tales conocimientos en maldiciones y artes oscuras cómo para arrojar una luz sobre esto. El hermano adoptivo del amo. Deiwan Rambaldi. Ya he hablado con Chomsky y estará en el Centro Cultural "George Gordon Byron"; un local en Diagón —hizo una pausa y siguió—. En las vestiduras de León, había una muy peculiar hoja de roble que solo crece en ese bosque —prosiguió señalando una palabra en la tela blanca— El bosque de Gemenc, en Hungría. Allí estuvo antes de ser atacado. Allí debemos ir.

El elfo se llevó las sus manos huesudas al rostro y siguió revisando la sabana. Sabía mejor que nadie que León había pasado un tiempo viviendo en la mansión Blatgold de la familia Adler, pero dudaba mucho que a ello se refiriera. Hacía décadas que no ponía un pie allí. Pero recordaba haber visto el apellido en algún lado del mismo castillo Crowley. Se volvió a mirar a quien se había presentado como reportera, seguro sus dotes investigativas, ayudarían en la labor.

Cuando llegamos de Holanda, hace cerca de 25 años, el primer lugar en donde pasamos la noche fue en la Mansión BlatGold Klee de la familia Adler. No sé si sea eso a lo que se refiera, pero es un paso que debemos dar por descartado —levantó la mirada y fijo el rostro en Joa—, sin embargo, Adler, tiene otro significado en la historia de la familia. Un apellido marcado por traición. Solo una persona sabe con certeza que pasó con ese apellido. Aura, la hermana de León, aún vive en Harlem, Holanda. No podemos hacerla venir y que vea a León así. Hay que ir a Holanda también.

>>Rumania —estiró la mano y posó el dedo sobre la segunda línea— Rorschach. Es un antiguo apellido de los elfos que custodiaban el castillo Crowley original y que escaparon. Rhyfs es el último de los Rorschach que después de la masacre de la familia, huyeron a Rumania. Él irá allá en busca de información, pero no podemos dejar que vaya solo.

Arthur sabía lo que significaba la primera frase del macabro mensaje y y era consiente de que era aún más grave que lo sucedido a León. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de Andrés y eso le preocupaba aún más.

La primera línea del mensaje —prosiguió mirando de nuevo a Claudia—, es lo que me preocupa aún más. La sangre de los cuatro, solo se puede referir a la sangre de Aiacos, Raehgar, Lothius y Viserys. Los cuatro hijos del rey Crowley. No sé conoce descendencia de Viserys. En esta habitación está la descendiente de la sangre de Lothius y arriba, casi moribundo, el de Aiacos... —en el salón principal, se hizo un silencio casi espectral que hacía antesala a lo que ya todos empezaban a suponer. Arthur se puso de pie finalmente y se acercó a Claudia—. Ama, Andrés puede estar en peligro también.

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La reacción de Fokker no me tomó por sorpresa, los hombres siempre eran así, les gustaba mostrarse fuertes ante el mundo y no mostrar jamás debilidad alguna, mucho menos sus sentimientos. Aquello era un gesto que sin duda, había heredado de aquel mismo padre, del que ahora renegaba intentando con ello mitigar su dolor. Negué suavemente con la cabeza mientras lo veía devolverse por el camino andado, sin que me dejara pronunciar palabra. Lo seguí de nuevo hasta el salón donde un pequeño caos se había armado, Claudia empuñaba su varita reclamando a algunos por su intento de huida, incluido Fokker que parecía estar a punto de estallar.

 

Arthur hablo de nuevo, evitando que alguien mas fuera a ver a León. Comenzó a intentar explicarnos un poco la situación, cosa que definitivamente agradecí, por que al no ser parte de la familia tenía muy poco conocimiento de los acontecimientos y mucho mas de sus causantes. Definitivamente estaba claro que lo ocurrido a León no era un “caso aislado” era un ataque dirigido y definitivamente en contra de la familia completa.

 

Mi cabeza rodaba de una a otra de las ideas que exponía el elfo, sin entender completamente a donde nos llevaría todo aquello, pero consciente de que cuanto antes actuáramos seria mejor. Aquel que había intentado acabar con León volvería por el resto y terminaría con lo que había comenzado sin detenerse fácilmente. Hungría, Holanda, Rumanía eran algunos lugares que según Arthur eran cruciales para poder salvar a León y su familia. El silencio era tenso, cada cabeza presente intentaba armar aquel complicado rompecabezas con las pocas piezas que obteníamos.

 

Tras las últimas palabras de advertencia del elfo, la tensión creció, suspire preocupada aun sin conocer bien a la familia de León sabía que para él lo más importante era justo eso, su familia, no sabía si el dentro de su letargo estaba consciente, pero imaginaba su angustia. En lo personal yo sabía lo que ello significaba, perder a tu familia y con ello a todo lo que más amabas, no era algo sencillo. Solo los que lo habíamos vivido conocíamos aquel amargo sentimiento de frustración y desamparo.

 

 

- Claudia…- dije rompiendo el silencio- Solo tu comprendes lo que Arthur quiere decir, ayúdanos a entender y a poder ayudarte, dinos que debemos hacer en que podemos ayudarles- avancé hacia ella intentando mantenerme serena y asimilar toda la información, para tener la mente clara. – Tu eres una de las piezas claves…

 

Giré la cabeza hacia Fokker que seguía debatiéndose entre irse y afrontar aquel cumulo de sentimientos que no quería dejar salir. Extendí la mano y la puse en su hombro intentando darle un poco de apoyo y calma, no estaba segura de nada, me sentía bastante perdida, pero en alguien debía caber la prudencia .

 

- Si alguien mas tiene algún dato, por favor es momento de hablar…- dije dirigiéndome al resto de los presente. Cualquier ayuda sería vital en aquellos instantes.

Editado por Sol Lestrange Black R

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—Yö puede encontrar un bar si su ama lo desea —aseguró el elfo apresurándose por seguir a Joana—. Pero piensa que tal vez no sería lo adecuado en este momento, señorita…

 

—Tengo un plan, Yö, te lo contaré en el camino —alcanzó a decir la joven bruja antes de escuchar el grito enfurecido de la matriarca.

 

Tenía que ser un juego. Todo el día no debía ser más que una pésima broma de mal gusto. Primero Fokker y su grandiosa forma de dar noticias, después un maldito asesino frustrado le impedía hablar con León y saber la verdad, y luego ¿Claudia pretendía regañarla? ¿Cuándo solo buscaba ayudar? Si la mujer no estaba enloqueciendo, significaba entonces que la Macnair estaba poco tolerante aquella noche, o tal vez ambas.

 

Se detuvo, y antes de voltear a ver a la vampira, se tomó un segundo para respirar profundamente. Se sentía… Extraña. Se estaba dejando alterar por toda la situación. Podía jurar que su sangre corría más espesa y caliente por sus venas, o quizás era el estrés estaba afectando sus sentidos. Eso y la palabra “familia”. Si escucharla de Bel había resultado incómodo, de los labios de la Rambaldi era casi un insulto.

 

—No sé a qué juegas, Claudia —confesó luego de voltearse—, ¿pero no crees que es mejor que nos vayamos ahora, antes de siquiera ensuciar el piso de tu adorado castillo? Quién sabe, incluso respirando podríamos contaminar el aire —sí, estaba molesta. Observaba a la pelinegra con sus ojos tan rojos como jamás habían estado, sus pupilas convertidas en apenas un par de delgadas rendijas verticales.

 

Sin embargo, al pestañear y volver su vista al elfo de León, no había nada fuera de lo común en ella.

 

—Gracias por la información, Arthur —asintió en agradecimiento y se dispuso a dirigirse a la salida, esperando no ser interrumpida de nuevo.

 

Al menos algo bueno obtuvo del retraso. Ahora sabía que su destino exacto era Haarlem.

 

—Nos vemos, “familia” —se despidió en un susurro más para sí misma que para ser escuchada, sin esperar las decisiones del resto de los presentes.

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El Crowley se sentía algo extraño en la situación en que se encontraba, sobre todo porque era en la que menos esperaba encontrase aquel día. Había despertado con algo en la cabeza, ya que no había podido llevarlo a cabo el día anterior, y este mismo tampoco parecía esperanzador. Los momentos fortuitos no llegaban, o quizás era el que no podía sacar las palabras de su boca, que demoraba demasiado.

 

Por suerte su comentario no había quedado al azar, y una estuvo de acuerdo con él. La recordaba del día.anterior, ¿ella también se había embromado con él? No recordaba haberle dicho su nombre, mucho menos él segundo. « "Christopher, el que lleva a Cristo a cuestas." Vaya carga que tendré.»

 

Trató de quitarlo de su mente, para comenzar a pensar un poco más claro sobre lo que estaba pasando. Su padre se encontraba arriba, lastimado y al parecer todos en la familia corrían el peligro de terminar como él. O mejor dicho, peor, porque su padre había sido lo suficientemente listo para terminar vivo, desangrando, pero vivo. ¿Qué sería de los demás? ¿Estarían todos bien? Estaba completamente seguro que no estaban presentes toda la familia.

 

Luego de un grito abrazador de Claudia, que lo sacó por completo de sus pensamientos, pudo ver como regañaba a dos de sus hermanos que habían decidido irse solos en dos puntos diferentes. La comprendió, no era facíl lidiar con algo así, más teniendo el cargo que ella poseía y sabiendo que en realidad no se fiaba de ellos. Que apenas los conocía.

 

Sintió la mirada de la castaña sobre él, y no tardo en acercarse a ella para saber que necesitaba, la ayudaría en lo que sea y Claudia lo sabía. Al escuchar su pedido sólo atinó a asentir con la cabeza, luego del beso que le había dado en mejilla, y a encaminarse hacía las cocinas, donde supuso que estarían las pequeñas criaturas haciendo un gran alboroto, cotilliando entre ellos.

 

No había llegado demasiado lejos cuando se cruzó con dos elfos, uno que se lloraba una niña otro que lo apañaba. Le causó algo de pena, pero no la suficiente para que su voz sonara menos aspera al dirigirse a ellos.

 

-- ¿Qué creen que hacen? No deberían estar aquí, me han dicho que hay alguien en la entrada llamando a gritos, ¿a ninguno de ustedes se les ocurrió atender?

 

-- Lo sentimos, amo, pero lo que está pasando nos ha dejado conmocionados, enseguida iremos a atender si es lo que desea -- habló una criatura, la que menos acongojada se encontraba.

 

-- No, no. Yo me encargaré personalmente eso. Tu -- le ordenó al primero -- Encuentra a los demás de tu clase en este castillo, no importa a que Crowley le sirvan, los quiero a todos ahora mismo esperando las ordenes de la matriarca. En cuanto a ti, -- le dijo al otro elfo -- si no deseas que otro Crowley termine lastimado más te vale que dejes de lloriquear. Ve a buscar a cualquier miembro de la familia que se encuentre en el castillo, y dile que por su bien baje enseguida al salón, donde se lleva a cabo la reunión. ¿Han entendido?

 

No se quedó a esperar una respuesta de su parte, al voltearse pudo escuchar dos fuertes sonidos que significaban que ambos elfos habían comenzado ya con sus mandatos. Así que encuestión de segundos ya se encontraba en la puerta donde una joven pelirroja andaba gritando, esperando que alguien la escuche llamar a Claudia.

 

-- Es de mala educación gritar cuando uno apenas llega en un lugar, más si es tan sereno como aquí. ¿Sabes niña? Tus padres tendrían que habertelo enseñado, mas es probable que tu no les hayas prestado atención. -- comentó apenas cruzó la sala --. Si quieres ver a Claudia, te advierto por experiencia propia que no has llegado en un buen momento -- hizo una pausa, mientras se dedicó a observar cómo vestía la chica. ¿Se encontraba mojada o sólo le parecía? -- Por cierto, ¿quién eres?

Editado por León Christopher

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La rubia se encontraba en la cocina, apunto de responder al joven con el que se encontraba, cuando un gran alboroto la sacó de sus casillas. No sabía que pasaba fuera de la cocina, pero los elfos parecían algo exasperados. Dio un par de miradas furtivas a ellos, queriendo adivinar que sucedía mediante sus caras. Sin embargo, todos parecían desde asustados, hasta tristes por lo que no se imaginó que podría estar pasando.

 

No tardó demasiado en llegar su fiel elfo, compañero que había tenido ocupado con una misión importante hacía unos años, y que hace poco había vuelto a incorporarse bajo su mando. La cara de Jude seguía como siempre, carecía de expresión, pero estaba segura de que lo que venía a decirle no era nada bueno.

 

- Señorita Marissa, me gustaría informarla sobre algo importante - la criatura hizo una pequeña pausa, mirando a su acompañante - en privado, de ser posible. Es de vital importancia. - terminó titubeando.

 

Rodó los ojos celestes una milésima de segundo, observando al hombre que se encontraba en la mesa. Aunque no le gustara, era lo mejor, por lo que trató de ser lo más simple posible, y no ser mal educada. No quería que piense que lo echaba.

 

- No me malinterpretes, pero debo atender unos asuntos, y la verdad no quisiera entrometerte. ¿Te molesta que continuemos otro día? -- le comentaba mientras recogía su cabello en un intentó de moño encima de su cabeza, y cruzaba a grandes pasos hacía la puerta - Nos veremos otro día.

 

Ya en su habitación se dedicó a escuchar a Jude mientras se cambiaba de ropa. Del vestido amarillo veraniego que llevaba pasó a uno azul oscuro, muy sobrio, y unos zapatos de tacón alto, como de costumbre. Parecía que lo que le había contado el elfo sólo la hizo pensar en que tenía que salir de allí, siempre con su varita lista.

 

- ¿Y no se sabe quién fue? ¿No saben quién hirió a mi padre? - le pregunto ferozmente, con sus ojos cambiando de color a un naranja insólito, ¿cómo podía ser posible que alguien saliera así como así? sin dejar alguna pista al menos.

 

- No están seguros, señorita, al parecer no saben bien aún por donde comenzar - Jude llegó a parecer preocupado, no le gustaba como se estaba tomando la noticia su ama, aunque bien sabía que la noticia de que su padre había tratado de ser asesinado se podía tomar a la ligera - Espere, espere. ¿Dónde va, señorita? - le preguntó apenas la vio cruzar la puerta.

 

- Adonde están todos. ¿O piensas que me perderé de esto?

 

La rubia ya andaba bajando las escaleras a regañadientes, su cara expresaba un sentimiento notorio de enojo, cuando un elfo lloricón se encontró en su camino. << ¿Será posible?! ¿Cuántos malditos elfos hay en este castillo?>> Por suerte, este no se esforzó mucho en atreverse a hablarle a Marissa en tal estado, y sólo se limitó a decirle que debía estar en la sala para una reunión de Crowleys.

 

Entró despacio, tratando de no causar ninguna molestia en los demás, seguida por Jude. No sólo se encontraban miembros de la familia en la sala, había algunos desconocidos que claramente nada tenían que ver con ellos. Reconoció a Claudia, a Fokker, a Joa y a Bel, también a una chica con la que se había cruzado el día anterior, pero de la cual no se acordaba el nombre, y otra dos personas que no recordó. Quizás los había visto antes, pero su memoria no estaba del todo clara ahora.

 

Llegó justo para escuchar a el elfo personal de su padre hablar, al parecer ya había explicado su estado, y ahora se dedicaba a decir que debían tener en cuenta. León había dejado pistas, así que debían averiguar por qué, todo un misterio. Cuando terminó se animo a salir de detrás de la puerta y se animo a hablar.

 

- Yo acompañaré a Rhyfs a buscar información de los Rorschach, no me será un problema volver a Rumania - volver allí significaba volver a revivir parte de su infancia, tanto las partes bonitas como los sucesos traumáticos que había vivido en ese lugar, que tanto se había esmerado por esconderse en su memoria - puedo ponerme en marcha enseguida

 

Se quedó esperando alguna respuesta, tanto afirmativa como negativa, o incluso alguna clase de sugerencia, si alguien quería acompañarla.

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Parecía que Billie llevaba bastante tiempo hablando en voz alta para que alguien le prestara atención y le ayudara a buscar a su madre. Ella estuvo a poco de quedarse sin voz hasta que alguien se acercaba a ella y de mal educada no la sacaba, pero lo que mas la enojo fue que aquel tipo se dirigiera a ella como niña. La pelirroja en verdad odiaba que la llamaran así, no podía creer que todos la vieran como una niña en lugar de lo que era, una joven con la suficiente edad y conocimiento como para dejar de ser una nena.

 

-No soy una niña...- murmuraba molesta -Y deja de verme así, unos locos se estaban enfrentando en el jardín y para mi desgracia termine siendo un daño colateral.- sabia que la observaba por que estaba totalmente empapada y no tiritaba de frio solo por puro orgullo -Mi nombre es Billie y soy hija de Claudia, por eso la estoy buscando.-

 

La francesa omitió que había llegado hace poco de París y que no tenia lugar alguno en donde quedarse. Debido al frio comenzó a frotarse los brazos para poder calentarse un poco, algo imposible por lo mojada que estaba y por que ese lugar era todo menos cálido.

 

-Ya se que este lugar esta bastante ajetreado pero quiero que me ayudes a encontrar a mi madre, de seguir aquí de seguro moriré de hipotermia.- comentaba algo sarcástica mientras sujetaba las dos curiosas valijas vintage en las que llevaba sus cosas reducidas para que todo entrara y no necesitar grandes maletas.

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Un largo SENDERO, cubierto se hojas secas simulando un natural tapetes de diferentes tonos ocres, flanqueado por altos arboles de gruesos troncos oscuros, que se perdían en el inmenso cielo azul grisáceo, apenas iluminado por un tímido sol a punto del ocaso. El viento frío, mecía las copas de los arboles, desnudandoles, dándoles un aspecto triste y desolado.

 

 

El camino topaba a las orillas de un extenso lago de aspecto cristalino que reflejaba los escasos rayos de sol, impasible y a la vez imponente, de fondo unas altas montañas nevadas. Al rodearlo, una enorme EDIFICACIÓN de piedra gris se alzaba en medio de un inesperado campo de tulipanes y verde césped que parecían no sucumbir ante la cercanía del invierno. Sus altas torres sobre salían en aquel claro en medio del bosque de otoño, abriéndose paso a un diferente paisaje como salido de la mas reluciente primavera.

 

 

En medio de aquel paisaje natural una hermosa mujer estaba sentada, de manera casual sobre el verde césped encantado. Su mirada se perdía en el lejano paisaje de otoño, entre las copas de los altos arboles que rodeaban los terrenos de aquel, el Castillo Corvinus. La soledad parecía su mejor compañera, en aquellos días. Poco o casi nada salía de aquel lugar, nada le llamaba al exterior, mientras que dentro de aquellos espacios tan personales se sentía segura y protegida. Lejos del mundo, lejos de todo.

 

 

Sus lagos y negros cabellos caían suaves en una cascada sobre su espalda, sus mejillas coloreadas por aquella fría brisa, que le obligo a re acomodar su bufanda y con sus suaves y pequeñas manos enfundadas en unos guantes de lana. Pero no era solo el frío, un escalofrió altero aquella paz que le envolvía. Un mal presentimiento la hizo ponerse de pie de golpe, mientras su corazón martillaba con desespero dentro de su núbil pecho. Sus manos fueron sobre su corazón, las cuales despego de inmediato, contemplándolas. Con ansiedad se despojo de los guantes dejándolos caer, apenas lo hizo, sus blancas manos se tiñeron de sangre, que comenzó a gotear desde sus dedos teñiendo de rojo el verde pasto.

 

 

Cerró los ojos apretándolos con fuerza perdiendo el aliento, la angustia la invadió. Abrió sus ojos oscuros con miedo. Sus manos estaban limpias. Las levanto hasta quedar a la altura de su pálido rostro, invadido por la sombra del desconcierto. Se llevó las manos al cabello en un visible gesto de desasosiego. Una imagen llego a su mente, un hombre tendido en el suelo en medio de un charco de sangre roja, fresca y brillante. Su corazón se encogió, al reconocer en aquel mago el rostro de su hermano.

 

- León…- dijo en un susurro mientras un par de lágrimas resbalaban ya por sus mejillas. – No, no por favor…- su voz temblaba en una mezcla de miedo e impotencia. Sin pensarlo mas, dio media vuelta guiada por sus impulsos, corrió hacia el castillo. Algo le decía que debía estar ahí, que el peligro estaba cerca. Que por ahora nada mas podía hacer…

Editado por Sol Lestrange Black R

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Estaba perdiendo la paciencia. Tenía más de un par de horas esperando en un restaurant a que Yö regresara. Llegar a Holanda había sido la parte fácil, pero evidentemente no tenía la ubicación exacta del Castillo Corvinus y como el elfo había rechazado la idea de la Macnair de ir gritando Crowley por todos los bares de Haarlem, solo le quedaba aceptar la sugerencia del sirviente y darle un poco de tiempo para investigar.

 

<<Eso puede ser peligroso, ama. Podría llamar la atención de las personas que quieren dañar a su familia. Mejor deje que Yö se encargue de buscar la dirección de la señora Aura>>. Expresó el elfo, rechazando la solución de Joana, como si encontrar a grupo de asesino fuese algo malo. Seguía muy alterada, y a pesar de haber ordenado algo de comer, no se sentía capaz de digerir ninguna clase de alimento. Deseaba venganza, contra el atacante de León por quitarle la oportunidad de aclarar las cosas, y contra el patriarca Crowley por ocultarle el hecho de ser su padre, y en caso de que aquello no fuese cierto, tendría que preparar algo contra Fokker. La única razón por la que le hacía caso a la sugerencia de su elfo, es que él en su calma, probablemente veía las cosas con más claridad.

 

Jugaba con el plato con la comida intacta frente a ella, cuando con un ruidoso plop, su servil criatura apareció, prácticamente haciéndola saltar del su asiento cuando con timidez le brindó un ligero asentimiento. ¡La había encontrado! Sin decir nada dejó unos cuantos galeones en la mesa, con más propina de la necesaria, y salió del local a toda prisa. Ya había perdido suficiente tiempo, no podía retrasarse más.

 

Una vez en el exterior extendió su mano, dejándola al alcance de Yö, quién al saber lo cambiante que podría ser el humor de su ama al estar tan asniosa, se apresuró a tomarla y desaparecer en dirección al bosque.

 

Cuando la chica volvió a enfocar su vista, estaban rodeados de un vasto campo, iluminado tenuemente por la tímida luna que se escondía entre nubes, permitiéndole observar la edificación que se alzaba a unos pocos metros. No necesitaba detallar el resto del espacio, aquello era todo lo que necesitaba.

 

—¿Seguro que es aquí? —preguntó a su fiel acompañante mientras se acomodaba el abrigo para protegerse de la fría brisa que azotaba al lugar. Comenzaba a sentirse algo nerviosa. Hasta ese momento no había pensado en qué sería exactamente lo que le diría a la desconocida mujer, pero cuando el elfo respondió afirmativamente, supo que tendría que improvisar—. Bien, esperemos que no tenga que lidiar con otra Claudia —murmuró antes de golpear la puerta.

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