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Chateau Dumbledore (MM B: 78647)


Ada Camille Dumbledore
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Se distrajo viendo aquel extraño espectáculo que el tapiz les mostraba, no lograba entender del todo lo que @@Elaryan le decía así que despejó sus pensamientos y prestó atención a sus palabras. Si Xavier le había contado alguna vez sobre aquello entonces no era difícil suponer que ya antes había sucedido, ¿sería acaso en aquella época cuando los Dumbledore se dividieron?

 

- No sé si los pueda invocar a todos, pero trataré de reunirlos - dijo apartándose del tapiz con dificultad, quería permanecer allí pero lo cierto es que tenía que ponerse a mandar lechuzas y algunos patronus lo antes posible, además de ir con su hijo para ver si se encontraba bien.

 

Fuera seguía oscuro, pero calculaba que no faltaría mucho para que empezara a clarear, aquella madrugada había sido bastante larga pero le alegraba haberse reencontrado con Elaryan, a pesar de aquel extraño suceso que el castillo empezaba en contra de ellos y que no dejaba de preocuparle.

 

- Ustedes deberían descansar, sobretodo tú Adrian, debes estar agotado por el viaje - afortunadamente los elfos ya se habrían ocupado de llevar su equipaje a la habitación que solía ocupar - Nos vemos dentro de unas horas, para desayunar - dijo despidiéndose de Adrian, Elaryan y Arya.

 

Salió del salón y se dirigió directamente a su habitación, donde Percy dormía placidamente en su pequeña cama. Con un candelabro alumbrando tenuemente su mesita empezó a escribir algunos mensajes que luego ató a la pata de su lechuza a quien envió volando por la ventana. Con su varita también invocó algunas mariposas plateadas que llevaría el mensaje hacia aquellos miembros de la familia que eran parte de la Orden del Fénix.

 

A la mañana siguiente, algunas horas después...

 

Se habia levantado temprano para buscar las cosas que la noche anterior había llevado al castillo. Ya había colocado el mantel cómeme sobre la mesa del comedor y colgado el reloj familiar en la pared. Eran ya cerca de las siete de la mañana cuando su hija adoptiva Anael llegó y fue a despertar a Percy, los tres estaban ya sentados a la mesa cuando sintieron la presencia de dos nuevos magos en el castillo cuando eran cerca de los ocho. En cuanto a Arya, Elaryan y Adrian por lo que se veía en el reloj aún estaban en sus habitaciones.

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Así que nos mudábamos... La verdad era que lo agradecía. A pesar de que aquellas paredes contenían toda mi infancia, mi adolescencia y los años más felices de mi juventud, también tenían impregnado el recuerdo de mi madre, aquello de lo que me había estado alejando todos esos años. Me dolía ver que incluso el árbol familiar nos estaba anulando. El castillo había notado nuestra ausencia, nuestro abandono.

 

Pero entonces, los tres nos percatamos de algo extraño. El árbol comenzó a desvanecer a más familiares, incluídos algunos de los que sí habían permanecido allí, manteniendo unida una pequeña parte de la familia. Y sin más, se iluminó, radiante, ofreciéndonos un espectáculo bastante singular. ¿Qué demonios pasaba? ¿Qué estaba haciendo? ¿Nos quería reunir a todos?

 

Mis preguntas fueron casi inmediatamente respuestas, cuando el hombre que había tocado el lienzo dijo que el castillo podía percibir cuándo algo iba mal, cuándo la familia se disolvía y buscaba un sistema de defensa. Entonces era aquello. El castillo presentía nuestra mudanza, y no quería que le abandonásemos, no así, sin una despedida digna.

 

- Sí, debemos reunir a todos -comenté rompiendo el silencio en el que me habían sumido mis pensamientos-. Este castillo se merece una afectuosa despedida por todo lo que nos ha dado estos años...

 

Casi ni me había percatado que había entrado en la sala otra muchacha. ¿Me la había presentado Sally ya? En cualquier caso, decidí acercarme a ella y darle un caluroso abrazo de bienvenida.

 

- Adrian Wild, primo de Sally. Encantado.

 

Miré a mi prima y al otro hombre y revisé que los elfos se hubieran llevado ya mi equipaje. No quedaba nada en la estancia que me perteneciera. Eché una última ojeada al casi llameante árbol y vi relucir mi retrato bajo el de mi madre, más claro que nunca. Contuve una lágrima que luchaba por resbalar hacia mi mejilla y me la sequé de inmediato con la manga de la túnica.

 

- Me voy a descansar. Acudiré mañana al desayuno -paré unos instantes frente a la puerta-. Me alegro de estar de vuelta, prima.

 

Y así, encaminé mis pasos hacia mi antigua habitación. Al llegar vi que Wilmo estaba colocando mi equipaje, con un orden algo extraño en él.

 

- No te tenías que haber molestado, Wil.

- No es molestia, amo.

- ¿Cómo has dicho? -inquirí con cierto asombro.

- A...drian.

- ¿Tanto tiempo llevas sin verme?

- Me había acostumbrado a llamar al resto de magos y brujas que pasan por el castillo "amo" o "ama"... Lo siento.

- No te disculpes, no pasa nada, ya sabes que es porque no te considero un esclavo, sino un amigo.

 

Su sonrisa habló por sí sola.

 

- Voy a dormir un poco. Mañana quiero ayudar en todo lo que haga falta para la mudanza. Desayunaré con mi prima, y espero que con el resto.

 

A la mañana siguiente

 

Me encantaba despertarme con un sol radiante clareando el cielo azul, completamente despejado. Abrí la ventana a pesar del frío que entraba y respiré hondo. Había que aprovechar los últimos días en aquel castillo. No quise vestirme, bajaría a desayunar en pijama. Y descalzo. ¡Qué sensación tan maravillosa la de volver a estar en aquel ambiente! Ya casi se me había olvidado lo rejuvenecedora que era aquella cama.

 

Bajé corriendo las escaleras y miré el reloj del hall. Las ocho y diez. ¿Se habría levantado ya Sally? Escuché algunos murmullos en el recibidor. Serían algunos elfos charlando mientras limpiaban. Fui hacia las puertas que daban al comedor.

 

- ¡Buenos días! -saludé nada más ver a mi prima. Entonces me percaté de los dos pequeñajos que tenía a su lado- Son... ¿tuyos? -dije sin disimular mi sorpresa.

Editado por Adrian Wild

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✤ Viajero de la noche ✤

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Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visto los jardines que rodeaban la residencia de los Dumbledore, mucha más de lo que hubiera podido imaginar cuando se había marchado de allí al dejar la Orden del Fénix, dejando prácticamente todas sus cosas detrás ¿se encontrarían todavía allí? Dudaba que todavía existiera rastro de ella o que hubiera alguien a quien conociera.

 

Pero, a pesar de todo, realmente no sabía que la había motivado a ir nuevamente. Aunque, la noche anterior algo extraño la estaba alentando con urgencia a que fuera, lo atribuyó a la paranoia que vivir sola le atribuía; después de todo, era también una Dumbledore y la nostalgia la embargaba de manera repentina. Inspiró y expiró fuertemente intentando quitarse los nervios. Se sentía extraña, como si fuera urgente que entrara de una vez.

 

Cogió fuertemente la pequeña maleta en la que mayoritariamente tenía ropa y tocó a la puerta, despacio. A penas entró lo primero que sus ojos localizaron fue el lugar donde se encontraba antes el árbol familiar y por su cabeza cruzaron un montón de preguntas. Era inusual, inusual incluso para aquella familia y la fuerte magia que los rodeaba. Se mordió el labio inferior, sabiendo que había sido un error no haber aparecido allí antes.

 

-¿Hola?

 

Se dirigía a quien pudiera escucharla, pero su voz era realmente tenue; incluso sus pasos eran sigilosos y silenciosos, ayudados por los zapatos bajos. Avanzó poco a poco mirando con curiosidad a todos lados buscando a alguien conocido o no, como si se tratara de una niña pequeña en un lugar nuevo. Tenía la ilusión de ir a la que antes había sido su habitación y comprobar que siguiera allí, pero creía no poder lidiar con eso si no era así.

 

Llegó al comedor y para su alivio, vio a varias figuras sentadas, listas para desayunar, a dos de ellas las reconocía a la perfección y reprimió el impulso de ir a abrazarlas. Era como una pequeña muestra de que nada estaba mal. Les sonrió cálidamente e hizo un gesto de saludo con la mano.

 

-¡Sally! ¡Adrian! Que gusto verlos otra vez, hola a todos – dijo, realmente emocionada mientras se les acercaba. Había más personas junto a ellos pero no los reconocía. Sin aguantar la curiosidad que tenía desde que llegó, les preguntó abiertamente, un poco más seria - ¿Qué está sucediendo?

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Me acosté pensando en lo sucedido aquel día, nuevamente volví a sentirme parte de algo. Me sentí relevante por primera vez en años, aceptado. La familia me abrió sus brazos y me permitió volver a su seno, y no solamente eso, sino llegar más allá y convertirme en patriarca. Un honor que no pude tomar la última vez que pisé el Castillo, en cambio decidí irme y dejarlos de lado. Pero no se iba a volver a repetir.


Y me dormí con aquella idea fija en mi cabeza. Que no se repetiría de nuevo. No, en esta ocasión iba a dejarme todo, la piel y el corazón, por ayudarles. Por ayudarme, por volver a ser lo que siempre fuimos.


Cerré mis ojos, y por primera vez en mucho tiempo, dormí.


A la mañana siguiente…


Estaba fresco. El cuerpo no me pesaba un gramo más de lo que debería y la cabeza no se sentía prisionera de sus pensamientos. Ni congestión, ni malestar, tan siquiera una piza de arrepentimiento me rondaba.


Me aseé y abandoné la habitación. Se oían algunas voces, supuse que procedentes del comedor. Era la hora del desayuno.


Descendí a paso cambiado, tranquilo. Disfruté de las vistas, de la calma, me dejé llevar durante los minutos que duró el transito hasta el comedor, donde ya se habían reunido algunos de los miembros. Todos allí, sonrientes, felices. Algo había cambiado en esas horas, yo también empezaba a hacerlo. Me observé en un espejo, mi rostro, mi cabello, volvía a ser el que era. Incluso el brillo de mi piel se atenuaba a medida que pasaban los minutos, retornando a su aspecto normal, el de siempre.


Elaryan, poco a poco, volvía.


—Buenos días a todos –Les saludé con una tenue reverencia, mientras busqué un sitio para sentarme y poder comer algo. Tenía hambre.




Ex-Líder de la Orden del Fénix
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Churchill me citaba // Viva el CO2 // Tejonista y Tejounhista // Posible parodia

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Edmund apareció en los jardines del castillo al caer la noche. No estaba solo. Su fiel elfo doméstico estaba su lado esperando que hiciera algo o por lo menos hablara, pero Edmund permanecía inmóvil. Pareció pasar una vida entera cuando por fin el mago aclaró su garganta y comenzó a caminar por los jardines. Al mismo tiempo realizó una floritura con su varita y los tres baúles que llevaba consigo se elevaron unos centímetros del suelo para luego andar detrás de él.

 

Caminó por un cuarto de hora antes de encontrar lo que buscaba. Durante todo ese tiempo Andrew repetía una y otra vez que era mejor que ingresaran al castillo para iniciar la mudanza pero Browsler no le contestaba, un nudo en la garganta se lo impedía. Al estar a unos dos metros de la tumba Edmund cayó al suelo de rodillas. Su rostro se veía demacrado bajo la tenue luz de la luna llena y mostraba una expresión vacía. Sí, así mismo era como se sentía. Al llegar al castillo había recordado que Lucas ya no se encontraba en medio de ellos y la reciente destrucción de su antiguo hogar tampoco le había facilitado asimilar ese recuerdo.

 

Ddraig Gwyn, su hipogrifo, acercó hacia la mejilla izquierda de Edmund para reconfortarlo. Había olvidado que estaba allí nuevo compañero. Browsler intentó sonreír pero sólo consiguió soltar una mueca rara. Frunció el ceño, ¿y ahora que se había hecho Marcellus? Su perro faldero se le había escapado de nuevo.

 

Edmund se colocó de pie y se sacudió el polvo de su túnica negra. Pensó que no sería buena idea que alguno de sus familiares lo viera en aquel estado así que sacó su saeta de fuego y voló en busca de su habitación. Recordó la ubicación que le había dado Sally, así que fue fácil encontrarla. Los baúles llegaron allí gracias al encantamiento que les había efectuado y Andrew apareció por cuenta propia. Ddraig Gwyn se había quedado en los jardines mientras que Marcellus seguía desaparecido.

 

Su elfo doméstico inició las labores de mudanza mientras que él se acostó en la cama. Pasó toda la noche en vela observando como el elfo doméstico sacaba una gran cantidad de objetos de aquellos baúles que habían sido modificados con un encantamiento de extensión indetectable. Por mucho que le había pedido al elfo no realizar ninguna labor aquella noche, Andrew no le obedeció. Antes de las tres de la mañana ya todo se encontraba ordenado.

 

-------------------

 

La mañana llegó unas pocas horas después que a Edmund le habían parecido minutos pues estaba absorto en sus pensamientos. Cuando los primeros rayos del sol se colaron por las ventanas abiertas, Browsler decidió levantarse. Pasó un par de horas aseándose en el baño. Al terminar se observó en un espejo, todavía tenía muy marcadas las ojeras pero ahora lucía presentable.

 

Su estómago comenzó a realizar aquel clásico sonido que le indicaba que tenía hambre por lo que el mago se dirigió hacia el comedor. Había olvidado por completo que el día anterior no había probado ni un bocado. Llegó al comedor y saludó a todos cortésmente mostrando una sonrisa, esperaba que su abuela Sally hubiese preparado algo delicioso de comer pero no le mencionó nada, de lo contrario la bruja seguramente lo amenazaría con kiorkearlo. Browsler estuvo a punto de sentarse cuando fuerte golpe hizo que la mesa cayera hacia un lado, todos lanzaron exclamaciones y se alejaron de la misma para no ser ensuciados con el jugo y la comida que se acaba de caer.

 

Browsler buscó con sus ojos el origen de aquel desastre y lo encontró sin mucho esfuerzo. Allí estaba su crup.

 

- ¡Marcellus! –regañó Edmund frunciendo el ceño-. Tan pronto como vuelvas a hacer algo así te encerraré hasta navidad.

 

Edmund salió del comedor y se llevó al perro para sacarlo del castillo. Al parecer su preciado desayuno debía esperar unos minutos más.

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<<Llegó la hora de conocer a mi nueva familia>> pensó Goderic mientras esperaba que un elfo u otro miembro de la familia abriese la puerta principal. Esperaba que quien lo recibiera fuese alguien conocido para él, como Emily, Sally, Niko o Ed ya que todavía no terminaba de conocer a toda la familia. La adopción se había realizado recientemente, tanto así, que todavía no terminaba de realizar todos los trámites ministeriales necesarios para ello. Ya hacía mucho tiempo que había dejado de utilizar la extensa y, a veces, enredada burocracia de la sociedad mágica por lo que ya no recordaba cómo ni a dónde debía ir para conseguir regularizar todo, de hecho, ni siquiera recordaba qué era lo que tenía que regularizar. No obstante, estaba dispuesto a realizar todos los trámites.

El motivo de la adopción era básicamente compartir un lazo con todos aquellos viejos compañeros con los que había compartido amargos y bellos momentos dentro y fuera de la Orden del Fénix. Goderic, en ningún caso, esperaba un poco de apoyo económico de su nueva madre y de su bien repleta bóveda de Gringotts (xD). Además es una familia a la que respeta desde sus inicios por lo que esperaba y confiaba que su nueva familia fuese acogedora.

El mago apenas pudo contener un bostezo, definitivamente no estaba acostumbrado a hacer visitas sociales tan temprano, quizás debía haber ido en otro momento del día y no en uno tan inoportuno como la mañana. A pesar de ello, ya estaba allí y no pensaba marcharse luego del viaje. Cuando estuvo a punto de golpear la puerta para que alguien le abriese, la puerta se abrió sorpresivamente de par en par. El mago que lo había hecho era conocido para Goderic, de hecho, habían compartido liderato dentro del bando. Ed llevaba consigo a un crup, aunque ninguno de los dos parecía muy contento por lo que rápidamente supuso que alguna travesura había hecho y el mago lo estaba retando por ello.

Hola Ed, ¡tanto tiempo!.— saludó al verlo.— ¿cómo se llama esta cosa tan preciosa? — agregó haciendole cariño inconscientemente al crup, sin poder ocultar su fascinación por las criaturas mágicas y muggles.

Esperó a que Ed terminara de regañar al crup o lo que fuese a hacer para pedirle ingresar al castillo, después de todo no sabía si Sally había informado al resto de su reciente unión a la familia y no quería parecer intruso entrando sin ser invitado.

Editado por Goderic Slithering

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El camino hacia la puerta principal había resultado más corto de lo esperado. Mientras avanzaba se preguntaba donde estaría Andrew, su elfo doméstico siempre salía con una sorpresa descabellada para con el mago y en realidad él lo agradecía, de lo contraria posiblemente contraería úlceras. Había recibido una montaña de malas noticias al regresar a Ottery.

 

Pero al parecer las malas noticias habían acabado.

 

- ¡Goderic! -exclamó Edmund respondiendo el saludo del mago. Ciertamente, tenía muchísimo tiempo sin verlo. Su interlocutor se veía un poco diferente, pero no mencionó nada al respecto, recordó que le habían comentado que Goderic también se había lanzado un viaje inesperado de un par de años-. Que alegría verte, compañero.

 

Browsler había dejado caer al crup al suelo para saludar a Goderic con un fuerte abrazo. El mago le preguntó por el nombre del crup por lo que Edmund rió por lo bajo.

 

- Se llama Marcellus -contestó sin poder contener la carcajada-. Lo sé, el Holy Knight me matará cuando lo sepa. Si es que algún día aparece, claro.

 

Browsler buscó con su mirada al crup pero no lo encontró. ¿Y ahora que se había hecho? Ciertamente tenía esa particularidad del mago de quién había escogido del nombre. Marcellus siempre desaparecía misteriosamente.

 

- Después lo buscaré -se resignó-. ¿Y tú que haces por acá? Disculpa mis malos modales, pasa adelante. Justo íbamos a empezar a comer cuando Marcellus destrozó la mesa del comedor. Es un tanto inquieto.

 

Edmund lideró la marcha de camino hacia el comedor. Al llegar observó que la mesa seguía en el suelo, el jugo derramado en el piso y restos de comida en todos lados, hasta en el cabello de Sally. ¿Es que acaso todos estaban tan viejos ya que no habían podido mover sus varitas? Browsler realizó un encantamiento para reparar la mesa, otro para absorber el líquido derramado y uno último para botar los restos de comida en la papelera. Al terminar, soltó una sonrisa cómplice y aclaró su garganta.

 

- Les tengo una sorpresa -comentó en voz alta para que todos le escucharan. Y se hizo a un lado para dejar pasar a Goderic.

 

El ambiente se llenó de saludos, abrazos y presentaciones. Mientras las formalidades se llevaban a cabo, Edmund reparó en dos magos que no había visto hasta ahora.

 

- ¿Y esos niños? -preguntó.

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Antes de que Sally pudiera responderme, Wilmo apareció a mi lado y me hizo una seña para que me agachara. Así lo hice, acercándome a su rostro y él me susurró al oído que había dos personas esperando en el Hall para ser recibidos (@@JoaPotterSeverus / @@Niko Uzumaki). Miré a mi prima sin saber si ella sabía algo de aquella visita, pero me tomé la libertad de decidir que compartieran el desayuno con nosotros.

 

- Diles que pasen, Wilmo. Estará bien tener más compañía en el desayuno.

 

Realmente tenía muchas ganas de ver a viejos conocidos, aunque si eran personas a las que conocer, también estaba bien predispuesto. Me sentía muy feliz de estar de vuelta, a pesar de que cada rincón de aquel castillo me condujera a recuerdos que habían cobrado un sabor amargo con el paso de los años.

 

Esperé junto a los pequeños magos y a mi prima, los tres sentados, a que volviera Wil con las visitas, cuando por la puerta asomó un rostro bastante conocido y añorado; tanto, que se me heló la sangre al verlo, más de lo que ya la tenía.

 

- Emily.

 

Pronuncié su nombre con un extraño tono melancólico y alegre. Me quedé parado, viendo cómo se acercaba a nosotros. No pude formular ninguna palabra a pesar de querer contestar a su pregunta. Miré a Sally deseando que dijera algo, cuando de repente otra voz surgió por detrás de la recién llegada. El hombre junto al que había observado el árbol familiar la noche anterior hizo su entrada en el comedor para unirse a nosotros en el desayuno.

 

En ese mismo momento los elfos domésticos comenzaron a poner toda la vajilla correspondiente al desayuno y a traer las bandejas repletas de dulces, tostadas y frutas. Sería mejor que empezásemos a desayunar. Me fui a sentar al lado de uno de los dos niños, quedando frente al hombre que miraba la comida con gran gusto.

 

- Emily, siéntate donde quieras, acompáñanos.

 

Las palabras salieron de seguido, con una finjida seguridad. Coloqué la servilleta de tela en mi regazo y mis ojos recorrieron los manjares tan bien presentados. Casi había olvidado lo que era comer a mesa puesta, donde me lo sirvieran todo. En la casa de España todos colaboraban en las tareas domésticas y en todo lo concerniente a la casa, y yo no era menos. La verdad era que me gustaba aquello, porque era una forma muy humana de resolver la vida cotidiana, pero también agradacía inmensamente poner sentarme y no tener que preocuparme más que de comer y disfrutar de mi familia.

 

Wil apareció por la puerta con los dos visitantes. Reconocí a Niko, pero no sabía muy bien quién era el otro chico que acompañaba a mi elfo... Sin embargo, había algo en su mirada que me llamaba la atención. ¿Le conocía? Me levanté para darles la bienvenida e invitarles a compartir la mesa con nosotros. Pero antes de poder sentarme de nuevo, otra voz me asombró por las espaldas.

 

- ¿Ed? -me giré para comprobar si efectivamente aquella voz provenía del mago cuya imagen mi mente había formado en la cabeza.

 

Efectivamente, allí estaba, un antiguo compañero de la Orden del Fénix. Desde que me había ido de la organización no le había visto, aunque tampoco había propiciado ninguna oportunidad para ello con mis innumerables viajes. Le saludé con un apretón de manos y un abrazo y dejé que fuera a sentarse, cuando, sin si quiera esperarlo, la mesa se volcó con gran estruendo y un revoltoso crup salió de debajo, correteando. Edmund enseguida le atrapó gritando su nombre: Marcellus. No pude evitar sonreir con amplitud al escuchar aquel nombre. ¿En serio había nombrado al animal así? ¿Y tenía el consentimiento de Marcellus?

 

Ambos, semi-perro y dueño, salieron al jardín, mientras todas las bebidas se desparramaban por el suelo, cubierto de pasteles, dulces, hojaldre y trozos de platos, vasos y tazas rotos.

 

- ¡Pues vaya reencuentro!

 

Algunos de los presentes habían sufrido las consecuencias de aquel desastre casero y tenían nata y té sobre sus ropas. Wilmo estaba tumbado en el suelo. Fui corriendo a su encuentro y le ayudé a levantarse. El impacto le había pillado cuando estaba colocando mantequilla y mermeladas para las tostadas en la mesa según me explicó.

 

- ¿Pero te has hecho daño? -le pregunté, algo preocupado.

- No, estoy bien. Voy a cambiarme y ayudar a limpiar este desastre.

- ¿Seguro?

- Sí, sí. Tú céntrate en disfrutar de tu familia.

 

¡Pero qué eficiente y bueno era este chiquitín!

 

Me incorporé y justo cuando iba a sacar mi varita para ayudar a devolver todo a su lugar y limpiar el suelo y a los que se habían manchado, Ed apareció por la puerta y se puso a reorganizar todo. Le ayudé y en seguida todo estuvo como antes. Tras él había otra persona a la que introdujo.

 

- ¡Goderic! -fui a abrazarle para darle la bienvenida- Esto va a parecer una reunión de la O...

 

Callé de pronto. Miré a mi alrededor. Todos eramos conocidos y no había peligro... Pero no quería arriesgarme. No sabía cómo estaban las cosas en la Orden últimamente y no quería ponerles en un compromiso a ninguno. Carraspeé disimulando el parón y continué:

 

- ...de la operativa de antiguos amigos.

 

Ed preguntó a Sally por los niños. Entonces recordé que yo también le había preguntado por ellos y todavía no había recibido una respuesta con tantas llegadas y bienvenidas.

 

- Sentémonos para desayunar y charlar tranquilamente -indiqué con una sonrisa señalando a la mesa y recobrando mi asiento.

 

El día se presentaba interesante.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Al parecer Niko había llegado justo para el desayuno y no podía estar más feliz de ello. No había comido nada todavía y de paso podría charlar bastante con todos los miembros de la familia.

 

Uno de los elfos de la familia que se hacía llamar WIlmo le informó a Adrian de la llegada de sus nuevos invitados y los hizo seguir. Niko estaba en compañía de Joa un nuevo miembro de la familia, el Knight aunque era nuevo en la familia no era nuevo dentro de dicho grupo de personas, los conocía muy bien a todos.

 

No obstante, la mirada de Niko se centró en una sola persona. Llevaba mucho tiempo sin ver a su padre Elaryan, tanto que lo daba por perdido aunque a su madre sí la había logrado ver un tiempo atrás. Rápidamente el joven caminó en dirección de su padre y le dio un abrazo.

 

- Mucho tiempo sin verte, ya me hacías falta - Dijo, no acostumbraba a ser muy cariñoso pero el cariño que le tenía a Elaryan era mucho y podría ir en contra de sus costumbres al menos por esa ocasión. A los demás miembros de la familia solo los saludó agitando su mano, eran demasiados y solo quería sentarse a desayunar y hablar un rato.

 

Además, al lugar habían llegado más miembros: Emily, Edmund y Goderic. Era toda una reunión y por lo visto habría una mudanza pronto, así que sería genial. Niko los saludó a todos a medida que iban llegando, pero seguía pensando mucho en todo el tiempo que llevaba sin ver a su padre.

 

Al parecer Niko se había perdido un poco de la acción al estar tan pensativo, y Marcellus, el crup de Edmund, no se había portado bien. Lo curioso para Niko no fueron los daños generados por el animal, era su nombre. No podía creer que Edmund le hubiese puesto dicho a nombre a su criatura.

 

- Es un nombre bien original, pero creo que Marcellus no va a estar muy feliz si viene - Agregó, mientras observaba todos. En ese momento recordó que todas sus criaturas se encontraban en la entrada del lugar y que había olvidado encerrar a algunas que no debían estar tan libres.

 

- Ups, creo que Marcellus no va a ser el único causante de problemas. Mi pequeño zoológico debe estar afuera, por ahora terminemos de desayunar y luego lo voy a buscar - Sally no estaría muy feliz de escuchar dicha noticia, pero Niko le había informado muy bien de la cantidad de criaturas que tenía en su poder y que las llevaría a vivir con él.

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Hizo caso a la sugerencia que Adrian le hacía y se sentó al frente de Elaryan, quien entonces era desconocido para ella, antes de recibir una respuesta sobre la locura que era el castillo en ese instante y que se debía a una mudanza de la que no se enteraba todavía. Entonces se fijó en la presencia de Niko y uno más de sus familiares a quien tampoco conocía y los saludó amablemente con una simple sonrisa.

 

Le gustaba la escena, no solo porque estaba compartiendo con gente a la que apreciaba, sino porque a pesar de su ausencia prolongada, se sentía a gusto. Además, una buena y tranquila comida iba a aumentar el buen humor de Emily. Pero su alegría, más allá del desayuno, se disparó al ver a uno de los primos que más apreciaba seguido por un pequeño crup haciendo destrozos. Edmund parecía todo un niño corriendo detrás de su mascota, una faceta que nunca antes había visto en él.. No le dijo nada en ese momento, seguramente habría tiempo de saludarse y conversar más apropiadamente después; solamente se ocupó de limpiar su ropa embarrada.

 

-¿Una nueva mascota?

 

Preguntó a Ed cuando mencionó la sorpresa y se puso a pensar en qué nombre escogería su primo esta vez, quizás se le ocurriría haría un homenaje a su padre adoptivo, Boss, tal como había hecho con Marcellus. pero al levantar la cabeza y comprobar de qué, o mejor dicho quién, se trataba quedó realmente impactada. Dejó que todos se saludaran y río con las bromas respecto a Marcellus y el carácter de la reunión. Pero al ver al princeso algo desorientado, se puso de pie para llevarlo a sentarse a su lado.

 

-¿Tú qué haces aquí? - preguntó con voz baja y un tono nada amigable, mirándolo con fingida indignación cuando ambos se sentaban.Seguramente Sally, quien ahora estaba siendo interrogada por los extrañamente quietos en la mesa, lo anunciaría en algún momento; pero Emily era impaciente. Mientras esperaba su respuesta, empezó a preparar una tostada y la puso en las manos de su antiguo socio - Ten, ingrato.

 

-Queridos patriarcas, creo que tendrán que conseguirnos un zoológico, entre todos, tendremos más animales que la misma Reserva - comentó poco después que Niko prácticamente advirtiera que había dejado sueltas a algunas de sus criaturas. No se le hizo difícil imaginar al castillo siendo destrozado de una forma u otra, sino era por las criaturas, por los mismos Dumbledore

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