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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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La falta de entrenamiento me estaba pasando factura y aunque Shôji decía que no había entrenado en mucho tiempo parecía que eso era una vil mentira, respiré más profundamente parecía que nada de lo que hacía surtía efecto, usaba solo la cimitarra para decapitar y dar una lección rebombarte a quien estuviera viendo no para luchar con ella , usualmente para luchar usaba un Wakizashi o un Florete: espadas más cortas y manejables, que se basaban más en la rapidez y la fluidez del movimiento y su peso no me obstaculizaba mucho.

 

Mi hombro dolió como una perra al estar en contacto con el pie de Shôji y no pude evitar soltar la cimitarra y sentir como mi brazo y mi mano se entumecían y agarrotaban, Shôji a pesar de todo también se veía agotado, me deje caer al suelo agarrándome mi brazo y sentándome al mismo tiempo mientras daba un masaje a mi hombro para que la sangre volviera a circular, le hice señas con la mano a Shôji para que se sentara a mi lado:

 

-No te preocupes, un elfo nos provisionara de agua y algún alimento mientras mi brazo vuelve a estar a punto y dado que mi piel es bastante sensible y tu golpe contundente me va a dejar un cardenal que tendré que explicar a demasiada gente - llamé a Kiwi, mi elfina y le pedí agua, zumos, galletas y en un susurro bajo le pedí mi espada personal, sentí pasos rápidos entre los arboles pero al estar en contra del viento el olor de los fluidos que la gente emanaba no me llegaban, fruncí el ceño y me levanté del suelo apartando la katana con la que Shôji entrenaba de una patada acercándola a él y saqué mi varita apuntando hacia la fuente del ruido:

 

-¿Quien esta ahí? - amplié mis sentidos demoniacos, mi oído, mi olfato, mi vista, el tacto y sobretodo la energía para sentir algo más de lo que podía percibir, sentí mi cabello ponerse de punta y la energía estática recorrer mi piel haciéndola no solo hipersensible sino que esta se erizo a sí misma como mecanismo de defensa.

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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La falta de entrenamiento me estaba pasando factura y aunque Shôji decía que no había entrenado en mucho tiempo parecía que eso era una vil mentira, respiré más profundamente parecía que nada de lo que hacía surtía efecto, usaba solo la cimitarra para decapitar y dar una lección rebombarte a quien estuviera viendo no para luchar con ella , usualmente para luchar usaba un Wakizashi o un Florete: espadas más cortas y manejables, que se basaban más en la rapidez y la fluidez del movimiento y su peso no me obstaculizaba mucho.

 

Mi hombro dolió como una perra al estar en contacto con el pie de Shôji y no pude evitar soltar la cimitarra y sentir como mi brazo y mi mano se entumecían y agarrotaban, Shôji a pesar de todo también se veía agotado, me deje caer al suelo agarrándome mi brazo y sentándome al mismo tiempo mientras daba un masaje a mi hombro para que la sangre volviera a circular, le hice señas con la mano a Shôji para que se sentara a mi lado:

 

-No te preocupes, un elfo nos provisionara de agua y algún alimento mientras mi brazo vuelve a estar a punto y dado que mi piel es bastante sensible y tu golpe contundente me va a dejar un cardenal que tendré que explicar a demasiada gente - llamé a Kiwi, mi elfina y le pedí agua, zumos, galletas y en un susurro bajo le pedí mi espada personal, sentí pasos rápidos entre los arboles pero al estar en contra del viento el olor de los fluidos que la gente emanaba no me llegaban, fruncí el ceño y me levanté del suelo apartando la katana con la que Shôji entrenaba de una patada acercándola a él y saqué mi varita apuntando hacia la fuente del ruido:

 

-¿Quien esta ahí? - amplié mis sentidos demoniacos, mi oído, mi olfato, mi vista, el tacto y sobretodo la energía para sentir algo más de lo que podía percibir, sentí mi cabello ponerse de punta y la energía estática recorrer mi piel haciéndola no solo hipersensible sino que esta se erizo a sí misma como mecanismo de defensa.

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vi la espada que Arya pateo en mi dirección, si alguien enserio venia a pelear no me serviría de nada, de un salto me levante y saque la varita que llevaba amarrada bajo el brazo, luego desenvainé mi propia espada, que no se había separado de mi cintura y me coloqué cerca de Arya. podía sentir una presencia demoníaca acercándose en pie de combate, pero después de un segundo instintivamente volví a envainar la espada.

 

"es la misma presencia de tu madre, no creo que necesitemos ponernos en guardia" le dije a Arya mientras volvía a poner la varita en su puesto bajo mi manga, deje a Arya sola mientras me sentaba y tomaba un largo trago de un vaso que la elfa me estaba ofreciendo, el agua estaba fresca, me quede mirando tranquilamente mientras la Madre de Arya llegaba con varias personas a su espalda con las varitas levantadas.

 

"quizá esto se ponga interesante" le dije divertido a la elfina que miraba aterrorizada a los magos que llegaban

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No sabía si el hechizo servía para los vampiro, demonios, licántropos y otros seres, aunque suponía que sí, porque en realidad tenían una apariencia humana. Me vino de regreso con la imagen de dos personas, dos contendientes que luchaban en algún lugar del parque. Pero ahora ya sabía donde aparecerme, para algo soy la dueña del lugar y me podía permitir ese lujo.

 

Aparecí cerca de las dos figuras, con la varita en la mano, pero al sentir la voz , la bajé, lanzando un suspiro.

 

-- ¡Serás... vacaburra! Me has dado un susto de muerte -- le dije a mi hija. -- Buenas noches, señor Soja.

 

Creo que no era su nombre, pero a mí los nombres orientales no me sonaban al oído, y ese era el que más se parecía al suyo.

 

-- No recuerdo bien su nombre, lo siento. ¿Qué hacéis peleándoos en el Parque? ¿No sabes que por la noche, el dragón de la puerta ataca a los que perturban la paz del parque? Ay, hija, que por un momento pensé que... ¡Estás herida!

 

Miré de reojo al Sr. Soja y fruncí el ceño.

 

-- ¿Era un enfrentamiento o... sólo entrenábais? Porque te recuerdo que en la Ojo Loco guardas un tatami de esos a mi escondidas. Ya sabes que yo me entero de todo. Que haga la vista gorda no significa que no lo sepa. Hum... Tú y tus gustos por las armas blancas... Creo que nunca me acostumbraré a que uses esos cuchillitos tan grandotes. ¿Necesitas un Episkey o te apañas sola?

 

Sabía que mi hija era como yo, una orgullosa que es independiente y no le gusta pedir ayuda si puede hacerlo ella misma.

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Su respiración le hacia constatar que aquel momento no estaba ocurriendo en su mente, su cuerpo captaba todo aquel cúmulo de sensaciones: su piel del rostro se relajo al sentir la mano de lady, no recordaba ser tocado así alguna vez, pero le agrado. Sus ojos le veían sonreír y por reflejo sonreía, tratando de agradar le y que aquella hermosa sonrisa, no se borrará de su joven rostro, le gusta mucho verla sonriente. Aunque sabia muy bien que podía ser como él, que sonreía, pero esa sonrisa era la envoltura de un dolor callado. Sentía el calor de ser cobijado y abrazado y solo podía pensar que la suerte si existía, mas que sentir bienestar físico, era algo en su ser que le comenzaba a colmar de una forma desconocida pero muy anhelada.

Su olfato le hizo percibir ese agradable aroma que emanaba de ella y le embriagaba en esa nueva forma que era tan fuerte que le hacia sentir seguro...¿porque temblaba entonces?...si, también le escucho con toda su atención, su voz era amable, suave, tranquila, pero sus palabras le removieron muchos recuerdos, muchos instantes dolorosos, y no podía resistir mucho detrás de aquella muralla que él tenia levantada frente a él, en un intento por no ser alcanzado por el dolor, la vergüenza de su vida.

No deseaba hablar de su pasado, intentaba esconderlo, y creyó que encerrarse en el silencio se aliviaría...pero era una grave equivocación.

No sabia como funcionaba esto, escucho su historia y se quedo pensando, temblando por el parecido de aquel sufrimiento narrado pero también interrogante del final...¿era eso lo que lady le quería explicar?

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Escuche lo que me dijo Shôji, tenia buenos sentidos si podía ya diferenciar la esencia de mi madre con tal poco tiempo de haberla conocido, bajé la varita un poco pero aun no la solté, no confiaba en las apariencia de las personas, no del todo... no desde lo acontecido con Hestia, aun así al escuchar la exasperada voz de mi madre la bajé y le repliqué volviendo a poner mi varita en su estuche.

 

-No soy vacaburra, el susto me lo has dado tu... ¿Desde cuando vigilas quien anda por los terrenos? y es Shoji mami no soja. -Alcé la ceja al escuchar lo del dragón la ventaja de haber vivido demasiado tiempo entre la casa y el circo era que incluso los animales no me bufaban y ya me conocian aunque no todos se me acercaran.

 

-Herida no, magullada, Shoji sigue teniendo una buena patada - me dejé caer en el suelo al lado de Shoji tomando un vaso de agua y uno de zumo, desde que estaba herida perdía demasiado líquidos y tenia que reponer mi energía muy constante, energía, sangre y comida. Tomé una galleta y la mordisqueé mirando a mi madre:

 

-No es un tatami, es un salón de té y le dije a Harpo que se mantuviera callado con el salón de armas, sabes que son invaluables y no podía dejarlas en casa de la abuela, es demasiado avariciosa con las cosas que me dejo papá y desde que los demonios no se pueden matar con magia toca siempre tener algo afilado a mano, bastante malas experiencias hemos tenido y dado que no tengo una mamá ninja, me toca apartármelas a mi para lidiar con ellos.

 

Terminé mi galleta y me dejé acosté en el pasto mirando el follaje de los arboles, alcé la vista hacia mi madre:

 

-Entrenamos y me las apaño pero si logro que tu tengas tranquilidad puedes hacer tu los episkeys, así curas a tu siempre herida hija y así yo no me tengo que preocupar de tener que explicarle los hematomas a nadie mas. - le sonreí a Shoji y a mi madre:

 

-Para estar bastante desentrenado te manejas bien, mucho mejor que yo - tomé el fardo de tela que mi elfina me había traído y sonreí revelando una espada corta y mucho mas delgada y manejable que la cimitarra - Esta es mi espada personal, mucho mas liviana que la Cimitarra, mi padre quería que aprendiera a manejar diferentes armas pero creo que me acostumbre mucho mas a esta que a cualquier otra.

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  • 2 semanas más tarde...

Sabía que, cuando Sagitas lanzaba sus piques era para enfadarme. Y la verdad es que la mayoría de las veces conseguía hacerlo. Me había indignado bastante el hecho de que sugiriese que usara mis potingues para dañar a sus queridos animales. Arqueé una ceja, un poco enfadada... Debía de obviarlo pero a veces no podía, como en esa ocasión.

 

- Sabes de sobra que yo no puedo morir Sagitas - dije yo, toda enfurruñada.

 

- Está bien - asentí con la cabeza- pero me tendrás que indicar qué plantas son. Date cuenta que no tengo el conocimiento de herbología así que, mis conocimientos son básicos - me encogí de hombros.

 

Corrí detrás de Sagitas, parecía a punto de darle un ataque de nervios. Decía algo de duelos, pero no se veían los flashes de los hechizos, más bien parecían armas vulgares. Invocó el hechizo para detectar humanos...

 

En cuánto llegamos mi cuñada estaba practicando con sus armas con alguien a quién desconocía. No tenía ni la menor idea de quién era...

 

- Va, Sagitas, déjalos, si están entrenando no debería de haber mayor problema - dije yo, con un deje de cansancio. Siempre preocupándose por vanalidades, pensé para mí.

 

Y escuché las palabras de mi cuñada... Pero bueno, como siempre mi tía preocupándose de más.

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Respiro pausadamente, encontrarse de frente a su hermanita le permitía ver con claridad su dulce mirada y todo su rostro amigable.

Quería sentirse diferente a las noches pasadas. ¿tardaria mucho en amanecer? Con desconcierto en el momento, algo diferente comenzó a sentir, mientras se sucedían las segundos, los minutos...algo sintió ante el abrazo de Lady, era un algo que le aseguraba que nada malo pasaría, su hermanita le acompañaba. Lentamente ese sentimiento experimentado por primera vez le hizo sentir seguro, a salvo.

No supo como nombrarlo, pero una calidez lleno su pecho y cerró los ojos, se abrazo con miedo pero con anclas de no perderla y su ser al fin durmió, durmió sin que vinieran las pensadillas, no soñó nada, fue un sueño pesado, el tiempo le cobro tantas veces sin descansar, pero esta fue diferente.

Lo apacible de su descanso se dejo ver en su semblante, su mente se liberó y no teniendo sobre su ser tantas cosas abrumandole, le dejo al fin en paz.

 

 

@

Editado por Antoni Tonks

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Empecé a rebuscar con la mirada pero la verdad... ¿Cómo buscar algo si no sabía cuál era los hierbajos a sacar? Miré a mi alrededor y había un montón de plantas. Algunas las conocía por el simple hecho de que las usaba en mis pociones. Como por ejemplo, hiedras y otras plantas...

 

A lo lejos me pareció divisar un reflejo... ¿Sería la fantasma que me había dicho Sagitas? Bien pudiese ser... Solamente había hablado con uno y era mi propio tío Jack, marido de Sagitas, pero de los extraños como ese... Nunca.

 

Bien podía seguirlo pero sabía que luego la pelivioleta quizá me echase en cara que, no le ayudase a quitar las malas hierbas... Di un puntapié a una piedrecita y ésta rodó un par de metros mientras mi suegra (?) se decía a hablar con la "extraña pareja" con la que nos habíamos encontrado en el parque.

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Contemplé que mi hija guardaba su varita ante aquel hombre, lo que significaba que confiaba en él. Yo soy más desconfiada ante los desconocidos, lo confieso. Y no sólo desconocidos de no haberlos visto nunca; aunque los conozca de oídas o de haberlos visto un par de veces, suelo desconfiar hasta que realmente algo, un clip en el cerebro, me demuestra lo contrario, normalmente la frecuencia del trato y que los demás familiares confíen en él.

 

Así que me mantuve alerta ante el extraño, aunque mi hija lo tratara con tanta familiaridad.

 

-- No vigilo en mis terrenos, no lo necesito. Tengo personal para eso. Sólo me encontraba por aquí por casualidad -- le sonreí, se ve que no le gustaba que le llamara vacaburra, un insulto muggle. La escuché mientras se comía una galleta. No hice caso al tema del tatami con las armas, como si ya no recordara que tenía eso escondido en casa. -- Eres una maleducada; no nos invitas a galletas.

 

Claro que yo la iba a cuidar, así que moví la varita con cierta indolencia que casi no se notó y pronuncié varios Episkeys mientras miraba con mala leche a quien le había dañado. Entrenamiento o realidad, no me gusta que hieran a mi niñita. Arrugué la nariz ante la mención de su padre y volví la varita a mi pelo, recogiendo un moño mal hecho en un gesto airado. Miré a otro lado para que no notara el daño que me producía cada vez que me hablaba de su padre como si nada.

 

-- Está bien, seguir jugando con esos cuchillitos, que nosotros vamos a buscar gramíneas.

 

Me giré hacia Heliké, miraba a algún punto del lago pero no vi nada en especial. Tal vez Anna andaba por allá cerca. Como siempre, me metí con mi sobrina.

 

-- ¿Sabes cuánto pago al mes a los jardineros para que tengan las piedrecitas puestas en orden? Y vas tú y le pegas una patada. Anda qué.... Hum... Vamos a buscar plantitas, Heliké, si eres capaz de dejar las piedras en paz, claro....

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