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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Circ del Joglars

 

Aquello iba a ser divertido.

 

Estaba oculto en una callejuela oscura y sin salida del Callejón Diagón, después de haber perseguido durante media hora a un par de gatos que se me habían zafado por los recovecos más inaccesibles de la zona comercial. Me había quedado allí un rato, contemplando la noche que poco a poco caía sobre las calles repletas de negocios que comenzaban a cerrar unos e iluminarse otros de contenidos nocturnos. Respiraba sin dificultad a pesar de la carrera. Correr y saltar por los tejados y fachadas no significaba ningún problema para un vampiro. Me mantenía cauto, controlando esa respiración sosegada y tranquila que poco a poco percataba todos los aromas que llegaban hasta aquel rincón oscuro.

 

Y entonces, un aroma atrozmente conocido despertó todos mis sentidos. Sonreí. No era una sonrisa amable, pero tampoco perversa. Era la sonrisa que produce el presagio de una noche de diversión. Pero debía actuar con mucho cuidado y precisión, pues sabía que comenzar aquel juego podía acatar graves consecuencias. Y lo sabía muy bien.

 

Comencé a caminar, con más sigilo que el que podía tener cualquier animal sumido en la noche acechando a su presa más preciada. Mis pasos eran relajados; no eran lentos, pero tampoco tenía prisa. Perseguí aquel olor levantando a veces la cabeza para asegurarme de que el resto de aromas no tapaban al que había sentido. Benditas casualidades. Subí por una fachada de la que sobresalían varias tablas de madera y divisé a mi objetivo de diversión. Era inconfundible. Hasta desde las alturas podía percibir la fragancia natural de aquella muchacha.

 

Fui con algo más de ligereza por los tejados, saltando sin ruido, con pisadas certeras y muy, muy leves. Años de experiencia. Todavía no había cumplido el objetivo principal de aquella noche, saciar la Sed, pero quizá aquello podía esperar. Sólo quizá. He ahí el riesgo al que estaba sometiendo a la pobre chica que, inocentemente, se acercaba a las luces de una carpa que reconocí al instante. La cosa mejoraba por momentos. ¿Le gustaban los espectáculos circenses? Pues iba a vivir un maravilloso "Circo de los Horrores". Bajé por unas cañerías y me oculté muy cerca de la puerta del circo, esperando a que Kirara cruzara la puerta.

 

Inspiré hondo y el olor a palomitas recién hechas, el del algodón de azúcar y el del fangoso terreno se me mezcló con el aroma de mi antigua compañera de departamento, aquella que me había tachado de asesino de mascotas ya de por vida. Y aquella sensación... No pude contener una risilla.

 

- Vamos, pequeña Ki. Quiero jugar.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Circ del Joglars

Las posibles novedades que se encontraría dentro del circo eran infinitas, por lo que era inevitable tener otro pensamiento que no estuviera relacionado con el tema. El material con el que estaba constituida la carpa era la causante de que los ruidos no se escucharan más allá de la entrada. A pesar de saber que las horas habilitadas para los espectáculos había pasado y era improbable que Sagitas estuviera en las inmediaciones, estaba emocionada por volver a visitar ese local. Estaba segura que los empleados eran de confianza y no tendrían problema de que ella merodeara por la zona donde estaban los artistas, en este caso, las criaturas.
Desde aquella perspectiva era imposible divisar el interior y su vista tampoco le ayudaba, pero si suficiente para admirar la escultura del establecimiento. Las luces eran potentes y coloridas, lo que captaba su atención por completo. Sin embargo, sus ansias de conocer lo que le esperaba allí se incrementaban cada vez más, hasta el punto de animarla a avanzar. Le causaba mucha felicidad estar a pocos metros de descubrir aquello, por lo que sonrió a sí misma para contener la emoción y los nervios que comenzaban a surgir.
Se quedó cautivada al cruzar la puerta y ver la diversidad de colores que se mezclaban, era simplemente fascinante. A sus mascotas les hubiera encantado compartir aquel momento con ella, sobre todo a Blondie, aunque Kirara confiaba más que nadie en la elfina y le permitía pasear por esos lugares hasta el atardecer; por lo que creía que ella ya había pasado por allí. Como todo momento de felicidad, siempre hay algo inesperado que termina desvaneciendo todo rastro de ella. Era incomprensible la razón por la que esa aterradora voz se apoderó de sus pensamientos de forma tan drástica, pero quería creer que sólo fueron producto de horas de insomnio.
Intentaría dar caso omiso a la situación volviendo su atención al circo y evitando voltear atrás, a pesar de su empeño, le fue imposible resistirse. El establecimiento, las criaturas, los empleados, todos corrían peligro allí dentro y, existía la posibilidad de que en el exterior, lo estuviera la comunidad mágica. Como miembro leal al lema de la Orden del Fénix, se resignaría a dar media vuelta. Sin pronunciar ninguna palabra, encontró a al individuo al que había imaginado. Se aferró a su varita, pero antes escucharía sus propósitos.
Seguía animándose, diciendo que sólo había sido un sueño muy profundo a causa de un hechizo clérigo, a pesar de que lo sabía muy bien, fue tan real que aún esa sensación de impotencia no cesaba. Tampoco sabía qué tan auténticas eran esas alucinaciones. Creía que lo más óptimo sería terminar el asunto de una vez por todas. —Tus necesidades no me incumben —Replicó la bruja con tono brusco, aunque sonó como el de una niña encaprichada—. ¿Crees que sí? —añadió retrocediendo unos pasos hasta llegar nuevamente al exterior, ya que lo mejor sería mantenerlo lejos de cualquier ser vivo.
—Ahora dime, ¿qué quieres? —Decidió indagar de forma más pacífica, ya que al menos, teniéndolo bajo su atención, evitaría que cometiera lo que tanto temía.

 

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En el Parque de las Lamentaciones

 

- ¿Plástico? - Pregunté indignada mirando a mi pareja y a mi tía Sagitas. La verdad es que me había escandalizado bastante.

 

- Haremos lo que dice tía Sagitas, es mejor poner unas que reduzcan el polen y así no tengas problemas con la alergia, Matt - le dije en un tono cariñoso.

 

- Bueno, mas que insensibles yo pienso que todo se debe a que no saben escoger correctamente - me encogí de hombros.

 

- Pero claro, las flores en sí, servirían más para la ceremonia, en el banquete, bien podemos prescindir de ellas - comenté. La verdad es que me parecía que no eran tan imprescindibles ponerlas en las mesas... Ahí quizás si podríamos poner unas de plástico... Pero ya se vería, aún faltaban muchos detalles, la verdad.

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Circ dels Joglars

 

Estaba muy cerca. Yo la observaba escondido entre las sombras que me proporcionaban las ramas de un frondoso arbusto y la maleza acumulada a los laterales de la verja que circundaba todo el terreno del circo. No podía verme, pero sí escucharme. Mi voz había sonado como un susurro transportado desde la lejanía por el viento, a pesar de que estaba a apenas cinco pasos de la posición de la muchacha.

 

Sonreí travieso. Hacía mucho tiempo que no tenía aquella sensación... Aquella sensación tan placentera. Pretendía divertirme, y lo iba a hacer. Su reacción defensiva sacando la varita me causó cierto enternecimiento, pero de ninguna manera compasión. Cuando mi alma revoltosa salía a la superficie la compasión no existía, y era algo que tuve que aprender casi a la fuerza, pues era un contraste muy fuerte para mi parte serena, cariñosa y compasiva.

 

Permanecí unos instantes inmóvil, viendo cómo Kirara retrocedía sobre sus pasos con la varita en la mano, atenta de cualquier movimiento sospechoso. Estaba demasiado cerca para dar un paso en falso. Aproveché el momento en el que miró hacia el lado izquierdo de la puerta y salté la valla yéndome a ocultar detrás de un carruaje de madera algo viejo y revestido con flores salvajes que habían encontrado su lugar entre las grietas. Lo había hecho a tal velocidad que lo único que había podido ver la pequeña bruja era una sombra desvanecerse tras aquella decoración naturalista. Estaba seguro de que era un carruaje estraviado que mi hermana habría dejado allí por si lo reclamaban los dueños y había mantenido como decoración después de ver cómo la Madre Naturaleza había ejercido su dominio sobre el mismo.

 

Retomé la respiración pausada de antes, intentando captar si la chica se había acercado o seguía cauta en la puerta del recinto.

 

- ¿Tienes miedo, pequeña Ki?

 

La voz sonó ronca y algo más fuerte que la anterior, aunque mantenía aquel matiz de susurro atemorizador.

 

- Tú siempre estás dentro de mis necesidades, pequeña Ki.

 

Sonreí ampliamente, casi con un gesto psicópata, pero quité la sonrisa y el gesto enseguida. Hasta yo mismo me había asustado de aquella frase y de cuánto tenía de verdad.

 

<<Control, Wild, control.>>

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✤ Viajero de la noche ✤

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Circ del Joglars

Dejó caer sus parpados sobre sus orbes castaños permitiéndose relajar de aquella desagradable situación, aun así, se sentía nerviosa al desconocer la procedencia de esa voz. De ser lo que ella creía, ¿qué intenciones tenía éste con respecto a ella? La última vez que tuvieron contacto fue durante el duelo hacía unos meses y, antes de aquello, en la librería de la Academia, pero no recordaba haberlo perjudicado de alguna manera.
Sospechaba que se trataba de un mago que, como cualquiera, escondía centenares de secretos; sin embargo, no le convencía creer que la oclumancia fuera uno de ellos. Debía de ser otra habilidad, aunque tampoco descartaba que pudiera tratarse de algún problema personal. Le restaría importancia si no fuera porque invadía su subconsciente, lo que significaba que algo estaba funcionando mal.
—Por favor, ya basta —Suplicó la bruja al percibir una sombra que se escondía en la oscuridad, detrás de una escultura natural y antigua. Sujetó con más firmeza la varita cubriéndola con todos sus dedos para evitar que se le escapara de sus manos, por algún movimiento imprevisto a causa de su estado. El sonido provenía del exterior, estaba segura, y pudo concluir con la hipótesis al sentir un timbre de voz tan fuerte que logró sobresaltarla de su posición. Impediría que el miedo se apoderase de sus acciones y, sobre todo, que fuese percibido por él.
—Tú tienes más miedo al no dar la cara —Sabía que personas como él no le temían a nada porque, según Kirara, carecían de sentimientos hacía lo que le rodeaba. Quizás, no se apreciaban ni a ellos mismos. Aunque, al hacer memoria recordó la vez en la que la hermana de éste había desaparecido y fue incapaz de contener sus emociones, enfureciéndose y gritando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Le hacía falta una buena terapia para controlarse a sí mismo.
—Morphos —Conjuró apuntando hacía el carruaje de madera que estaba a unos metros de ella, en el que percibió ruidos que, según creía, fueron provocados por Wild. Gracias a la cantidad de años que habían transcurrido, el transporte contenía suficiente material para crear alguna criatura para su defensa. En ese caso, aprovecharía en transformarlo en un lobo adulto que cumpliría con todas las órdenes de su creadora. La intención de su plan era asustarlo y hacer que soltara cuál era su problema.
—Aparece, Wild, y no te atacaré —Dijo, ésta vez intentando mantener su calma a pesar de que sus últimas palabras fueron una clave para deducir en qué consistía su búsqueda. La noche había dado comienzo y, con ella, la diminución de temperatura en el ambiente. Sintió como un viento helado recorría su espalda y finalizaba en su nuca, aquella sensación de escalofrío tan extraña al estar en medio de circunstancias de esas características. Comenzaba a dudar si había hecho lo correcto al citarlo de forma personal, pero la mejor opción era arreglar esos asuntos de forma decente.

 

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**Drake Viatore y su amada Isabella **

Hacía rato que no salían a ningún sitio que de algún modo Drake sentía que estaba perdiendo el toque para enamorar cada día a su amada dama, algo que a veces le dejaba sumamente pensativo y hasta inquieto situación que comenzaba a desesperarlo y más aún porque no era precisamente del tipo que se mantuviera quieto en un sitio, si bien mantenía una postura bastante tranquila y desinteresada en ciertas situaciones cuando se trataba de ella sencillamente a veces pensaba que era un simple novato intentando mantener el amor que Isabella sentía por él.

 

Así que esa tarde había preparado todo para que pasarán un tiempo a solas, en un lugar donde podrían rememorar aquellos meses en los que sólo eran dos enamorados de la vida y llenos de una vitalidad inaudita, además de que deseaba consentirla tanto como así se lo merecía, por lo que con ayuda de Hugo, muy a regañadientes de él, y por supuesto de Dunkel que interferiría si su igual hacía algo para que la invitación de suaves y gráciles grabados no llegaba a manos de la Hawthorne, la cual había firmado con una frase corta.

 

 

 

Con todo el amor del mundo para la mujer más bella de este universo…

 

Drake

 

Sólo había especificado el lugar y la hora, el parque de las lamentaciones resulto ser su elección y la razón la descubriría la joven de ojos plateados a su llegada mientras el Italiano esperaba por su novia fuera del parque con los manos dentro de sus bolsillos del pantalón de mezclilla negro y su camiseta color azul marino que hacía juego con el color de sus ojos, además de una brillante sonrisa y su cabello negro ligeramente despeinado.

 

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La Hawthorne suspiró, mientras se frotaba las sienes con las puntas de sus dedos y dejaba la pluma a un lado, mirando con detenimiento todo la papelería que tenía sobre el escritorio. Las reformas ministeriales la estaban volviendo completamente loca ya que debía condicionarlas con el Hotel. Desde que había vuelto a su rutina diaria los días eran cada vez más largos para ella, en especial que ahora se había convertido en socia de Moco de Troll y debía pasarse continuamente por aquel local; eso sin mencionar que había decido abrir uno propio con su mejor amiga.

 

Todo el trabajo que se le iba acumulando hacía estar más lejos de su familia, sobre todo de Drake, extrañaba pasar todo el tiempo a su lado, estar con él las veces que se le antojara sin medir el tiempo, pero eso le estaba resultando prácticamente imposible. Suspiró nuevamente mientras recargaba su taza de café y le daba otro sorbo mientras trataba de relajarse recostando su espalda sobre el sillón donde se encontraba.

 

Ver una lechuza entrar por la ventana la hizo querer gritar, sabiendo que seguramente se trataba de otro papel que debía analizar y luego firmar. Miró a la lechuza con molestia mientras dejaba la taza de café sobre el escritorio de madera oscura y se levantaba con pesadez para poder tomar la carta que el ave traía en su pico. Pasó su lengua por sus labios, saboreando el gusto a café que le había quedado mientras abría el sobre de la carta.

 

Sus labios despintados se curvaron inmediatamente al leer la dedicatoria del trozo de pergamino, esta vez sí que el Viatore la había sorprendido. Sin dudarlo ni un segundo más se guardó la carta en el bolsillo del pantalón y con un movimiento de su varita organizó todos los papeles desparramados que se encontraban sobre el escritorio de la oficina para luego salir de ella hasta el tocador.

 

Luego de acomodar su cabello rubio platinado, dejándolo caer por su espalda y parte de sus hombros, retocar su maquillaje contempló su delgada figura al espejo, sus piernas lucían un jean entallado color rosa pálido y traía encima un top blanco que dejaba ver parte de su estómago. Debía admitir que últimamente había subido un poco de peso, y eso, por primera vez en muchos años, la alegraba.

 

Se miró por ultima vez y, tomando su bolso para ponérselo sobre el hombro desapareció no sin antes cerrar los ojos. Se apareció a un lugar cercano de donde su amado le había indicado, puesto que esta sería la primera vez que iría a ese lugar, seguramente maravilloso. Avanzó a paso lento por las calles adoquinadas, escuchando el suave taconeo que dejaban sus zapatos de tacón alto.

 

No pudo evitar sonreír al ver la esbelta figura del Viatore a la entrada del parque, no dudó en abalanzarse sobre sus brazos mientras besaba con suavidad sus labios. —¿He olvidado alguna fecha importante?— Inquirió mientras lo abrazaba por el cuello y fijaba sus pupilas plateadas en las del vampiro.

 

@Kutsy

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**Drake Viatore**

 

Los minutos habían comenzado a avanzar mientras Drake se hacía un par de preguntas sobre los eventos a los que tenía que asistir y a los que de algún modo se encontraba atado por los contratos que ostentaba al ser modelo, una fachada que le servía de mucha ayuda cuando preguntaban su edad y tenía que revelar que en realidad era mucho más joven de lo que era en realidad, pero eso poco le importaba por ahora estaba ahogado en trabajo y pasarelas, las cuales le mantenían alejado de Isabella, mas de ese modo intentaban mantener las cosas entre ellos lo más cercanas posibles. Como que cada que terminaba un evento, sencillamente se escapaba para verle llegar a casa y besar sus labios y darle las buenas noches.

 

Esa era la vida de aquellos dos enamorados, su relación se había estrechado aún más al descubrir que eran padres, suceso que al vampiro le había llenado el corazón de una felicidad inaudita ya que el pequeño Becan, el cual poseía el mismo color de ojos que él, era nada más y nada menos que su primogenito uno al que desde que supiera de su existencia había amado en ese mismo instante y aunque ahora sabía el pequeño llevaba su sangre no cambio en nada el de por si cariño que le profesaba a su hijo. Adoraba que le nombra papá o verle hacer travesuras mientras su madre intentaba lucir aún más hermosa durante las mañanas que habían compartido juntos.

 

Finalmente su espera llegaba a su fin ahí estaba ella, tan hermosa y llena de vida sonriéndole, llenadole de cariño y de sus caricias que sencillamente Viatore no dejaba de preguntarse si aún estaban admirando la aurora boreal o se encontraba sumido en un placentero y casi irreal sueño, la atrajo a su cuerpo, abrazando su cintura con sus brazos, conforme se deleitaba con el permufe que su calida y sedosa piel desprendía, al igual que su ondulante cabello rubio platinado ─pero que preciosa señorita me he encontrado hoy ─Declaró dedicándole una sonrisa coqueta y depositaba en su boca un corto beso para después sujetar su blanca mano entre las de él para hacerla caminar a su lado.

 

─No has olvida nada amor ─le decía andando los dos juntos en aquel sitio que hacía tan sólo un par de semanas Drake encontrará, ciertamente todo lo había planeado apresuradamente pero esperaba que al menos ambos pasaran un amaneo momento llenándose de mimos y afecto que tanta falta les hacía a ambos, aunque no lo aparentará estaba nervioso y quizá ella lo notaría por la forma como su corazón palpitaba o cuando sin previo aviso se detuvo a unos cuantos metros de donde había quedado el escenario perfecto para aquella cita a “ciegas” ─bien amada mía, tendré que cubrir tus ojos ¿te parece? ─Inquirió inclinándose para susurrarle a su oído aquellas simples palabras.

 

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Su corazón le dio un vuelco al sentirse entre los brazos del joven, tan pequeña e indefensa como ella misma, ese pequeño espacio que tenía entre sus brazos la hacía sentir completamente segura de cualquier peligro y hasta de ellas misma. Inspiró profundamente, dejándose embriagar por el perfume que tanto le encantaba y la enloquecía poco a poco. — Es su día de suerte señor Viatore, esta señorita esta dispuesta a pasar todo el día con usted —. La sonrisa coqueta que le dedicó hicieron que sus mejillas se sonrojaran levemente mientras volvía a juntar sus labios con los de él por menos tiempo de lo que ella realmente deseaba.

 

Recorrió el lugar con la mirada, le agradaba, no era su estilo pero le agradaba pasar un día con él, a solas en un lugar tranquilo donde podían dedicarse a hablar tranquilamente de todo lo que había ocurrido en esas semanas. La Hawthorne no caía en cuentas de que Becan era nada más ni nada menos hijo del vampiro, era como una locura o un sueño. — ¿Estas seguro, cariño? — Inquirió, con desconfianza, ya que solía olvidar las fechas importantes fácilmente.

 

Entrelazó sus finos dedos junto a los de él mientras caminaban respirando un poco de aire puro, descontaminado del de la ciudad. La rubia relajó sus hombros mientras se disponía a disfrutar del paseo por aquel hermoso parque. El cuerpo del muchacho se paró sin previo aviso mientras ella se volvía hacia él y se disponía a escuchar sus dulces palabras. — Amor, ya sabes lo que pienso de las sorpresas ...— se dedicó a mirarlo mientras se mordía el labio inferior dubitativa — pero sé que no dejarás de insistir, así que está bien —. Sonrió de lado mientras le robaba un beso de sus suaves labios.

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**Drake Viatore**

 

 

Escuchó con atención la pregunta de su novia antes de volver a negar y acariciar su mejilla derecha con suavidad, ciertamente ella tenía razón pero al menos en ese caso ahí estaba él para recordárselo aunque siendo sinceros eran parecidos en ese punto olvidaban las fechas importantes sin embargo si algo compensaba esos “pequeños olvidos” eran los detalles que tenían uno por el otro, como cuando al levantarse Drake la contemplaba dormir hasta que abría esos ojos de los que había quedado prendado en lo alto de la torre en Paris así que en lo único que pensaba era en contemplarlos nuevamente.

 

Aunque Viatore no lo dijera le encantaba la experiencia de que sus dedos se entrelazaran con los de él, era como decirle en silencio que le extrañaba y que disfrutaba de su compañía ─lo sé mi vida ─besó su frente al percibir su nerviosismo, sabía que quizá hacerla pasar por eso no era del todo sencillo mas sonrió triunfante ante sus últimas palabras y luego unió sus labios a los de ella para corresponder su delicado beso, teniendo cuidado colocó sobre sus ojos un mascada de color salmón y se inclinó un poco y cogiéndola con cuidado la levanto en vilo para estrecharla contra su pecho y caminar con ella el último tramo que les separaba de la sorpresa que había organizado el vampiro casi sin magia.

 

Ciertamente cuando su pequeño paseo terminó no deseaba dejar de llevarla de esa forma pero quizá estaría nerviosa, así que más a regañadientes que otra cosa le depósito con suavidad sobre el césped y deslizó con un movimiento la cinta que le impedía ver… Frente a la Hawthorne quedaría los globos que había atado al piso, de un modo que aún le resultaba inusual revelar, que formaban un pequeño sendero hasta donde una manta que tenía diseños circulares descansaba una canasta de mimbre, un par de copas y una botella de vino rosado, esperando por ambos.

 

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