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Libro del Caos


Bakari
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La bruja salió de un portal hecho con el Haz de la noche en la zona norte de la Universidad, envuelta en una capa de lana gris, con la capucha sobre la cabeza que escondía su ojo gris bajo una oscura sombra. Era tarde -muy tarde-, la luna brillaba en un cielo completamente despejado, iluminando con pálida luz las dunas que rodean el hogar de Bakari. Apareció sigilosamente como un mal presagio, deslizándose de forma imperceptible a una hora en la que los alumnos no suelen verse en los alrededores, y mucho menos se aventuran a salir en busca de un guerrero.

Antes de ir en busca del uzza, se pertrechó adecuadamente con pociones y objetos obtenidos con los libros anteriores. El anillo detector de enemigos en el pulgar y el antivenenos en el meñique de la mano izquierda, la daga del sacrificio escondida en la bota y el amuleto de resurrección al cuello. El resto de artilugios repartidos en los bolsillos de la capa; semillas de hielo y los pétalos de Pensamiento, Fluido Explosivo y Poción Vigorizante. Planeaba cometer un acto que muchos calificarían de suicidio, así que al menos iba preparada para soportar la paliza el mayor tiempo posible. La experiencia adquirida en las clases de los libros anteriores le indicaba que si no rompía la dinámica soporífera entre la displicencia de los Uzza y la falta de motivación de los alumnos, la historia seguiría repitiéndose una y otra vez.

Dejando de lado los poderes de los libros, había aprendido algo mucho más interesante sobre el pueblo que guardaba con tanto recelo sus conocimientos. Era evidente que el pacto efectuado con el Ministerio de Magia para entrenar a los magos ingleses, aunque tenía un trasfondo relevante en la propia historia Uzza, no les resultaba del todo natural y eso se notaba en su forma de enseñar. Más allá del carácter taciturno propio de sus gentes, estos guerreros no compartían la cultura ni los métodos de Europa. Probablemente verse forzados a dar clases a todo aquel que tuviera dinero para pagar la matrícula fuese incomprensible para un pueblo compuesto de tribus que veneraban a la Diosa de la guerra. Por lo mismo, si quería un entrenamiento digno tendría que olvidarse de las normas occidentales.

Se detuvo a unos metros del hogar de Bakari. A su espalda el portal se mantenía abierto dejando ver las luces del norte sobre un desierto de hielo. El contraste de ambos paisajes era hermoso. Pero lo que de verdad la reconfortaba era el abandono del control y el orden de Londres -de su vida- y el sometimiento al capricho del azar al presentarse ante Bakari con tanto desparpajo. Recuperar las leyendas que el resto del mundo desconocía sobre unos guerreros que se entregaban en cuerpo y alma a servir a la diosa, a la guerra. Beltis, en cierta manera servía a propósitos muy similares, aunque había matado a todos sus dioses.

- En nombre de Merlín -gritó afuera de la tienda, invocando el Segundo Contrato del pueblo Uzza-, sal y comparte tus conocimientos esta noche conmigo.

La luna -la diosa- iluminó los cabellos blancos trenzados de la bruja al quitarse la capucha. Los tatuajes grabados en su piel con líneas blancas eran tan mal recibidos como su cabello trenzado. Sin embargo, para la bruja también eran parte de su propia tradición y los lucía con descaro ante la molestia de aquellos magos.

- El caos, tan destructor como regenerador, hoy no se encuentra en la seguridad de tus dunas.

Dio un paso hacia atrás para atravesar el portal de espaldas. Al otro lado noche era clara y fría, el viento soplaba con fuerza, seco e hiriente, con ese olor a hielo tan propio del polo norte. Hielo que baja por la nariz como diminutas cuchillas con cada inspiración. Invocó Flechas de Fuego y las lanzó al pecho del guerrero como invitación justo antes de cerrar el portal. Un guerrero no se quedaría de brazos cruzados y cumpliría con el contrato y la promesa hecha a Merlín. Beltis contaba con la valentía y honor del pueblo Uzza para sacar a Bakari de la comodidad de su tienda y del hábito de dar clases.

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Orión tenía que pensar rápido. Se había aparecido justo en el momento en que las flechas de fuego iban viajando a la vivienda del Uzza. Si se quedaba ahí, con cara de tonto, seguro lo culpaba y terminaría con una muerte no tan placentera. Y con una sonrisa en su rostro y supo que lo último que le haría a uno de esos guerreros docentes se había convertido en una realidad. Materializó su varita en la derecha y tras un latigazo con la misma mano invocó el mismo hechizo que Beltis, flechas de fuego. Corrió hacia donde estaba el portal para entrar saltando. Todo terminó con tierra en su boca, una cara enrojecida por el golpe y una expresión de frustración. Clavó la misma en el suelo y dibujó uno por sus propios medios para ir a donde se encontraba la que sería su compañera.


Él no era tan agraciado como la Malfoy, ni tampoco tan preparada. Llevaba su anillito de Videncia y el resto todo metido dentro de su monedero Mocke. Y ya está. Un abrigo liviano, camisa, botas, pantalones, esas cosas. No tanto para el frío con el que se había encontrado, pero viviría.


- La próxima, déjame un poco más de tiempo para entrar al portal.


Se levantó con cuidado de la nieve.


- Tú y tu fascinación con hacer todo en lugares exóticos. Pero bueno, ya, ¿sabes que nos rastreará, verdad?


Beltis era la oscura entre los dos. Él tendía a ser el extraño. Capaz y hasta te apuesto que los podían enfrentarse a Bakari.


Miró hacia cierto horizonte apretando la empuñadura de su varita. Esperaba a que salieran en cualquier momento.

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- La próxima vez cierro el portal antes -le espetó llevando ambas manos a la cadera y mirándolo con reproche-. ¿Me puedes decir qué c*** haces aquí? No creo que sea una coincidencia que los dos pensáramos que era una buena idea levantar al uzza en plena noche.

 

El viento gélido les azotaba el rostro y sobre sus cabezas refulgían las luces del norte con sus colores brillantes. El sonido del viento era lo único que se escuchaba aparte de los resoplidos de frío del Yaxley. Era una noche tranquila y cada instante de espera parecía volverse más y más silenciosa. La bruja comenzó a caminar por el borde del lago congelado.

 

- Sé que nos va a rastrear, es lo que quiero. Lo que no entiendo es por qué te pareció una buena idea meterte en el portal. Ahora va a pensar que eres tan culpable como yo.

 

Había sido un ataque para provocar, no un ataque real. Aunque mientras más tiempo pasaba, más le preocupaba el hecho de que no apareciera. ¿Se lo tomaría peor de lo que había calculado? El temperamento Uzza era de temer, sí, y más aún cando se enfrentaban a un desafío o una afrenta. Podía estar preparando algo terrible o, en el peor de los casos, haberse ido a dormir otra vez.

 

- Ten cuidado, estás pisando hielo. Y en esta época la capa de hielo es fina y débil.

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- ¿Así es como quieren jugar? ¿Eh? Malditos europeos.

 

Bakari era un tiferim particular. Ya al borde de la locura y con un léxico un poco particular. Esa noche sí, estaba durmiendo como podía en la vivienda que le habían asignado desde la Universidad. Como la batalla era lo único que lo saciaba, no esperaba grandes comodidades. Una cama fuera del frío y listo. Muy parecido a su compañero Khufu en ese sentido. Y obviamente, como todo guerrero descendiente de familias de guerreros y toda la cosa, salió golpeándose la pechera protectora con la vara de cristal de rojo escarlata.

 

Vio dos conjuntos de flechas de fuego dirigirse hacia él y bufó. Podían hacerlo mejor, o no. Los bandos ya no existían y sus hechizos eran los más fuertes. Extendió las manos y generó un cerco de luz con un Obsistens. Su hechizo protector absorbió los ataques como si nada.

 

- ¡Jaaa! idi*** -escupió tras ver a Orión cayendo de cara con la tierra.

 

Lo vio desaparecer. Seguramente con Beltis. Si querían hacerlo más interesante, podían haberse trasladado a dos puntos diferentes del mundo. Salvo que quieran tenderle una emboscada. Pero, ¿a él? ¿Al invocador de Anubis? ¿Al mejor Nigromante de todos los Uzzas? ¡Claro que sí!

 

Sacó un cuervo de uno de los bolsillos. Si hubiera sido un conejo estaríamos rozando lo cliché. Dejó suspendida la vara y con las dos manos le quebró el cuello al animal. Sacó su daga y le abrió las entrañas mientras murmuraba unos cánticos que vaya a saber Dios. Sacó órganos y sangre. Con un cuervo completamente vacío buscó restos biológicos de los dos. Pelos, sobretodo. Uno blanco y el otro azul. Perfecto. Con ellos dos coció el pecho del cuervo y le susurró al oído.

 

- Encuéntralos.

 

Con su misma arma, abrió un portal completamente negro, esperando que el cuervo vacío pudiera realizar lo suyo.

 

El anillo detector de enemigos de Beltis estaría zumbando. El de Orión no porque es un idi*** que no usa todo lo que aprendió hasta ahora. Todo porque, Bakari, estaba asomando su calva cabeza por el camino guiado por el muerto. Y ahí estaba, sonriendo torcidamente a sus dos amiguillos nuevos, en un lejano lugar donde las luces boreales iluminaban escasamente la tundra.

 

- ¿Quieren ver el poder del caos?

 

Concentró sus energías mientras terminaba de cruzar por completo el portal y desde su propio pecho un poltergeist apareció.

 

- Ay ay ay… miren a quien tenemos aquí, ¡EL GRAN BAKARI! Seguramente nos deslumbrará con sus poderes, sus grandes poderes de… viejo amargado.

 

Peeves levantó la cabeza para ver a los otros dos magos y soltó otra carcajada.

 

- ¿Y ustedes? Por tus pintas señor, seguramente dirás que tu pequeño “tamaño” es por el frío. Y tú, mujer, con ese estilo estás más para un Coachella que para estar alzando la varita contra un mago.

 

Bakari sólo pudo reír, no había nada que hacer. Esa misma noche había sacado su amuleto Caudex y lo pasó por su corazón dos veces. Ahora lo utilizaría en batalla.

 

- Caudex.

 

Una cúpula de luz se alzó hacia Beltis y Orión. Como estamos en un enfrentamiento con un Uzza que le gusta jugar un poquito sucio, los hechizos que lograba hacer se duplicaban. Pero les daría una ventaja. Antes de que quedaran como Squib podían hacer uso del azar...

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  • 2 semanas más tarde...

- Es que soy igual de culpable. Es que, estaba siguiendo a Gatiux por la noche en la universidad. Algo me decía que se iba a meter en problemas. Me perdí. Quedé cerca de la cabaña a la que atacaste, así que me uní.


Si le iban a echar la culpa por querer incendiar una casa, más valía que lo quisiera hacer de verdad. Se levantó con cuidado, aunque estuvo a punto de romper la capa de hielo con su gordo trasero. Con pasos seguros se acercó al borde del lago. Por su parte conjuró otro haz de noche, había que tener algún escape seguro. Y fue justo al mismo tiempo en el que un sonido, que a Orión le pareció como un trueno, apareció al mismo tiempo.

Se aferró a la varita y vio como el mismo Uzza comenzaba a canalizar los poderes de un libro del que, el Yaxley, no tenía ni la más mínima idea. Soltó un gasp cuando escuchó lo que le dijo Peeves y su respuesta no fue más que un simple dedo del medio. Encima de todo esto, ¿tenía que aguantar a un poltergeist haciendo chistes de él? Pero, el foco se le cambió cuando vio que Bakari estaba sacando un amuleto especial del que nunca había visto.


- ¿Tienes idea de qué es un Caudex? -le susurró a Beltis.


No quiso perder mucho tiempo igual. Se mordió el labio. Miró hacia abajo, hacia los costados. Había leído algo entre todos los libros que se había robado una vez del Magic Mall. Un hechizo especial que estaba ligado a las mismas fuerzas caóticas que habían invocado a Peeves.


Si no sabía de qué se trataba ese ataque, mejor era intentar cancelarlo de alguna manera. Cerró los ojos y trató de imaginar una rueda de tiempo lo mejor que pudo. Se imaginó esos dispositivos que usan las presentadoras de televisión para lograr un premio. Un demonio pequeño con patas de cabra reía macabro mientras giraba la rueda.


Tres posibilidades. O se duplicaban cualquiera que fueran los efectos del hechizo de Bakari. Que toda esa parafernalia fuera al vicio. O que, se cancelara de alguna manera eso que había hecho.


Y quedó igual. Se golpeó la palma de la mano con la frente.

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- ¿Espiando a Gatiux? No creí que llegaras a eso. Gatiux se las puede arreglar muy bien sola, mejor que nosotros, si me apuras. Al que habría que vigilar es a ti...mira en lo que te has metido.

Orión hizo un portal justo en el momento en que el Uzza apareció e invocó a un poltergeist. Por un segundo Beltis temió lo peor cuando el guerrero les preguntó si querían ver el poder del caos hasta que Peeves soltó la primera broma para dejar en ridículo a Bakari. ¿Qué estaba pasando? Miró al Yaxley y se encogió de hombros sin entender. No había tenido tiempo de leer el libro del Caos porque hasta que no comenzó la clase las páginas permanecieron en blanco. Y claro, ahora no había tiempo.

- ¿Un coa qué?- dijo ante la nueva broma de peeves.

Pestañeó varias veces antes de decidir sacar el libro. Orión le preguntó por el Caudex que acababa de usar el Uzza.

- Creo que es un amuleto poderoso. Pero no sé nada más.

Frunció el ceño dejando que Orión hiciera el primer movimiento mientras ella leía rápidamente el texto. Fortuna, justo lo que necesitaba. Era extraño estar en medio de un lanzamiento de hechizos con el libro en la mano. Rueda de la fortuna, se dijo varias veces, para invocar las fuerzas del caos como mostraba el libro, un poder que fuera capaz de anular los hechizos del guerrero -o al menos uno-. Se distrajo durante un segundo en esa sonrisita de sabelotodo de Bakari y nada pasó. Orión estaba a su lado con una mano en la frente. No sabía si partirse de la risa ahí mismo.

 

- Ja ja -se burló Peeves- Bakari, il siñir dil quiis, en un duro enfrentamiento con un par de temibles magos. ¡¡Oh no!! ¡Está condenado!

 

El poltergesit empezó a lanzar bolas de nieve a diestra y siniestra mientras el par de magos esperaba su condena. Beltis intentó hacer un hechizo con la varita pero no salieron más que chispas, como si fuera una squib.

 

- mier**...


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  • 4 semanas más tarde...
Guest
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