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Prueba - Libro del Equilibrio


Lisa Weasley Delacour
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Tauro vio como Leah acudía al encuentro con su primo Zack, lo que sin duda prometía ser una buena batalla o por lo menos la oportunidad de que ambos se lucieran como los buenos duelistas que eran, ella por su parte permaneció a cinco metros de distancia de la columna más próxima a su izquierda y a ocho metros de su contrincante Shalyit, que aun no llegaba. Mientras la esperaba, la Líder recorrió el lugar con la mirada, preguntándose cual era la obsesión de los Uzzas por los domos y si acaso en su cultura acostumbraban a llevar a cabos los enfrentamientos de ese modo. Suspiró.

Los primos Ivashkov no tardaron en empezar su duelo y el sonido de los hechizos que iban y venían de un extremo a otro no se hicieron esperar, pero ninguno jugaba a matar, sin embargo se notaba que ambos lo estaban disfrutando y hasta parecía que se burlaban de alguien disimuladamente. Los minutos seguían pasando y la mujer aun no llegaba y sólo cuando estuvo a punto de seleccionar algún otro contrincante al azar, aunque las reglas se lo impidieran, observó a la Malfoy acercarse de frente en dirección a ella.

— Pensé que ya no ibas a llegar —dijo con una media sonrisa.

Cinaede —pronunció claramente, apuntando a Shalyit con la varita. Una capa de gas invisible envolvió el cuerpo de la Malfoy, aunque si lo mirabas muy de cerca podías ver que adquiría un tono verdoso mientras el veneno empezaba a hacer efecto. El proceso era bastante interesante, pues empezaba con invadir por completo las vías respiratorias de la víctima, cortándolas antes de ingresar a la sangre, donde tanto su sistema nervioso como circulatorio se veían gravemente afectados hasta desembocar finalmente en la muerte, esto si no se hacía nada para frenar el proceso. Si Shalyit había estudiado realmente el libro sabría que hacer, pero por ahora el veneno ya la había afectado, sólo le quedaba detenerlo.

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La Malfoy había seguido a sus compañeros hasta lo que era un acantilado, a unos cuantos metros atrás de ellos les seguían unos inferís y al otro lado del acantilado se encontraban 3 inferis mas y lo que se suponía era la entrada a algo que desde donde se encontraba no podía ver. Camino curiosa hasta el filo del acantilado y miró hacia abajo, momentos antes pensaba que posiblemente había un cuerpo de agua, pero se dio cuenta que lo que corría era un río de lava, levantó la cabeza y miró al frente, la distancia de un lado al otro era notable, pero que, ¿acaso no era una bruja con licencia de aparición?

Elizabeth sólo tuvo que hacer uso de las 3 Ds que tanto pedía que hicieran los examinados para encontrarse al otro lado y frente a ella se encontraban los 3 inferís que parecían ansiosos de matar a la demonio. Por lo que sin dudarlo un momento, levantó la varita y apunto a los que amenazan su vida. «Flechas de fuego» varios filamentos de fuego salieron de su varita, logrando quemar a las monstruosas criaturas que le acechaban, de esa manera se deshizo de aquellos seres. Desde ese lado, se pudo dar cuenta que aquello que había frente a ella no era otra cosa que la entrada a una muerte segura.

 

¡Un Laberinto! grito entre sorpresa e indignación, al parecer al Guerrero Uzza, Badru, había perdido el toque para probarlos y hacerlos merecedores de aquel curso con el. Resignada por lo que tenía que hacer camino al interior del laberinto. Sólo había avanzado un metro cuando frente a ella a exactamente 8 metros se encontraba un inferí. Por lo que sin pensarlo un minuto, de sus finos labios salió:

 

Incarcerus. tres gruesas cuerdas salieron de su varita, logrando amarrar al inferí, eso momentáneamente lo detendría, ahora bien debía asegurarse de que no iba a seguirle por lo que no tuvo más que apuntar de nuevo al inferí y sisear Incendio. enseguida el cadáver humano se volvió un cuerpo de calor. Eso le permitió seguir adelante dentro del laberinto, aún no sabía que sorpresas le esperaban pero iba a dar todo de ella para llegar hasta su rival.

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Ingresó con mucha desconfianza a lo que parecía ser un laberinto, con la varita en alto y lista para lo que se presentara por delante de ella. Ya sabía que no podía confiar en ese tipo de lugares, sabía que el peligro no había terminado aún y debía enfrentarse al mismo en aquel lugar.

 

Fue de un lado al otro, encontrándose con algunos pasillos sin salida y teniendo que rehacer el camino hecho. A medida que pasaban los minutos, iba notando que le iba costando cada vez más el respirar, pero lo extraño era que en ningún momento había corrido para terminar de aquella forma.

 

Se detuvo un momento, apoyando sus manos en sus rodillas en un intento de conseguir aire para sus pulmones, los cuales ya lo pedían de forma desesperada; pero por más que lo intentara, no pudo lograr reponerse.

 

¿Qué rayos sucede aquí? – maldijo, mirando de un lado al otro – Lumos – susurró, casi sin aliento, haciendo que la punta de su varita se encendiera.

 

Entonces lo notó, una bruma verduzca se hallaba por todo el laberinto, lo sabía debido a que recién en ese momento se percató de que las paredes del laberinto no eran del mismo color, además de que en la parte más alta el verde no se apreciaba tanto como a esa altura. ¿Sería que aquello era lo que la afectaba?

 

Casco-burbuja pensó, e inmediatamente una burbuja cubrió su cabeza al completo. Lo hizo en el momento justo, pues había comenzado a marearse y deslizarse poco a poco por una de las paredes hasta el suelo; en cuanto el hechizo había puesto a cubierto su cabeza, sus vías respiratorias pudieron adquirir todo el aire que les había faltado, aspirando todo en una gran bocanada desesperada.

 

Una clase más como esta y no estaré para contarlo – murmuró, levantándose y siguiendo el camino, intentando hallar una salida a aquel terrorífico lugar.

 

Luego de unos minutos, allí a lo lejos, por uno de los pasillos, vio una luz intensa a la cual rápidamente se dirigió, ¿se trataría de la salida? Esperaba que sí.

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Me había llevado algunos minutos pero había alcanzado llegar al final del laberinto. Había rastros de que otros se encontraban por allí. Marcas en el suelo, o como las que había dejado yo, simples rastros que señalaban que alguien había transcurrido aquel tramo de nuevo. El encantamiento casco burbuja me había ayudado a no perder el aire nuevamente. A veces la bruma verde se pegaba en el borde y debía quitarla con la mano. El anillo Uzza me protegía del veneno. Y al final vi el pasillo que daba a la salida.

 

Cuando me quité el caso, pude tomar oxígeno puro. Había pasado de aquellos pasillos, que parecían oscuros y solitarios a ése espacio que continuaba en un domo. Otro domo, la clase anterior había sido similar. ¿Éste también se desaparecía y nos arrasarían algunos obstácul0s? Miré para atrás y pude ver que algunos compañeros continuaban saliendo. Otros ya se encontraban en el espacio para lucha. Si, nos tocaba enfrentarnos y tenía mis suposición de a quien me enfrentaría. Aproveché a caminar. Necesitaba mover mis extremidades para no quedar duro.

 

Los nervios se habían disipado. Al parecer aquellas barreras habían sido una especie de prueba para ver si eramos dignos de vincularnos al libro. La parte personal estaba pasada ahora solamente tenía que utilizar algunos poderes más, demostrar que tenía noción de ellos y terminaría aquel acto. Porque los Uzza me habían enseñado de antemano, solamente debía hacer todo aquello por un proceso burocrático y porque el Ministro quería sacarnos más dinero a toda la comunidad mágica.

 

Oye, Mei. ¿Tú no querías un duelo? —me había puesto dentro del espacio dedicado a la batalla. Una pareja ya se encontraba llevando un duelo. El resto estaba llegando a ello. Como Mei. Había sacado mi varita y miraba a la bruja, que se acercaba. Cuando se detuvo, a unos diez metros, le dirigí una sonrisa—. ¿Por qué no lo tenemos ahora? Tú y yo. ¿Cuántas veces ha sucedido eso? —era cierto. Había tenido miles de duelos. Y casi ni uno con la bruja. Sería todo un placer y honor. Realicé una reverencia. Luego levanté mi mano libre y en ella se materializo una daga, tan plateada como la luna—. Immolo Oppugnare

 

Sin importar mi túnica, llevé la Daga de Sacrificio hacia mi brazo derecho y clavé el filo en la tela. El arma Uzza cortó la tela y también la piel, incluso los músculos. Recorrí mi brazo del codo hasta la muñeca y la sangre empezó a ensuciar la hoja de plata. Mis palabras proyectaban la magia hacia Mei, de ahora en más mi rival, donde también se vería que era mágicamente cortada exactamente igual. Ambos teníamos que curarnos. Y aquello recién empezaba. Por eso decidí aprovechar y cuando puse la daga, resguardada en mi bolsillo, pensé en Curación, para que aquella herida se cerrara rápidamente. Miré a mi líder de la Orden del Fénix.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Si, había estado esperando a que todos los pupilos pasasen al otro lado para hacerlo yo. A fin de cuentas era mi deber, como profesora de la cátedra, preocuparme de la seguridad y confrontar los peligros que los acosasen. En cuanto vi saltar a Hades, supe que era mi turno. Vi como mi hipogrifo volvía tras dejar a Elvis a salvo y con un – Guarda mi respalda – Me lance al vació, activando el amuleto volador, el cual me elevo un par de metros en el aire y me dejo avanzar lo justo para continuar con mi idea. Los artilugios eran increíbles.


- Aguamenti – Pronuncie, haciendo que un chorro de agua helada fuese desde mi varita hasta el extremo opuesto del abismo. Con los pétalos del libro que impartía, el diez, hice que el liquido elemento se transformase en hielo, quedando un puente perfecto para lograr mi objetivo; cruzar y enfrentarme a los inferis, los cuales me esperaban con ansias. Sus ojos rojos no dejaban de observar mis movimientos, rezando porque me cayese al rio de lava que había debajo de mi figura. Toque tierra firme al poco tiempo. Sonreí por ello.


En cuanto fui cosciente del sitio en el que estaba, conjure las flechas de fuego. Todas ellas impactaron en los cadáveres controladas por la fuerza maligna que asediaba el templo. Una prueba menos. Trasgu, al verme sana y salva, lanzo al aire un arrullo de orgullo. Agradecía que estuviese allí conmigo, la conexión con Gaia era mas fuerte si el estaba a mi lado. El laberinto en frente mio era lo único que me separaba de aprobar la clase. No me conocían los Uzzas aun, Pasaría y con matriculara sus exámenes.

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No habían pasado ni cinco minutos dentro del laberinto cuando a sólo unos metros de donde ella estaba se encontraba una bruma verde, se detuvo unos segundos a meditar sobre lo que podría ser lo que le esperaba. En su mente imagino que alguien de sus compañeros ya le estaba jugando una mala pasada, así que debía ser lo bastante inteligente para pasar aquella bruma sin ningún daño, luego recordó donde estaba por lo que intuyo que Badru era el responsable de ello. Tomó su varita y apunto en dirección a su casa, iba a hacer uso de una de sus escobas.

 

--Accio nimbus 3000. --tardo varios minutos, pero surcando el cielo apareció una de sus tantas escobas que tenía. Al tenerla frente a ella se subió, sabía que alcanzaría una velocidad que haría que el daño de la bruma pudiera ser nula. Pero había errado, la bruma verde al terminar de pasarla le había hecho sentirse ahogada, el aire en el rostro provocada por la velocidad a la que iba tampoco ayudaba, por lo que antes de llegar al claro donde su rival estaría esperándole descendió con su escoba y bajo de ella.

 

--Anapneo. --siseo justo antes de que sus vías respiratorias se taparan, y enseguida se abrieron permitiéndole respirar. Al final no había sido tanto el daño como se lo esperaba, así que cuando se sintió mejor camino al claro. Ya estaba lista para enfrentarse a su líder y eso más que ponerla nerviosa, estaba ansiosa, lo de ellas iba a ser intenso quizás no en forma de hechizos, pero si en palabras.

 

Estaba a sólo 13 metros de Tauro, ya la podía ver, era inconfundible por su color de cabello, parecía distraída quizás ansiosa por lo que en el rostro de la demonio de piel canela una sonrisa se formó en sus labios, haría esperar a su rival un poco más.

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La ojimiel escuchó las palabras de Elvis y si, tenia razón, eran mejor muchas varitas. Sin embargo sus compañeros de clase tenían otros planes y sin esperar nada ni nada se adentraron en el laberinto, quizá estaban deseosos de que la clase termine. Se encogió de hombros y se dispuso a seguir a al mago por el laberinto, pero al ver a Elizabeth pasar antes que ella recordó que desde hace mucho no había visto a Anne.

 

> pensó la ojimiel deteniendo su andar y posando su mirada al otro lado del acantilado, pero no podía reconocer a nadie > murmuro no muy convencida. Lo pensó un momento y luego decidió que la iría a buscar primero en el laberinto y luego si no estaba ahí saldría para regresar sobre sus pasos y buscarla hasta encontrarla.

 

No había recorrido mucho del laberinto cuando empezó a sentirse un poco mareada, cerró los ojos un momento y al abrirlos un enjambre de mariposas iba en su dirección. El rostro de la castaña se puso aun más pálido y un sudor frío, producto del miedo, le recorrió el cuerpo. Retrocedió varios pasos pero los insectos ya estaban sobre ella, podía escuchar el sonido del aleteo a su alrededor y sentir sus finas patas sobre su piel, así como también los cuerpos de gusano de las mismas. Intentó gritar y pedir ayuda pero no tenía voz estaba paralizada por el terror que esos animales infundían en ella.

 

Cayó al suelo, sudorosa, temblando, aun con los bichos rodeando su cuerpo, atacándola. Cubrió con sus manos su rostro en un intento por alejarlas al menos de su cara, de intentar respirar sin sentir los gusanos con alas chocar contra ella, de serenarse e intentar pensar en algo para alejarlas pero su fobia la dominaba, nublaba su mente, abrió los ojos y entre los aleteos de los insectos observó a lo lejos una antorcha que despedía un humo verdoso > comprendió de inmediato. Dándose cuenta que lo que venía luego de las alucinaciones era la muerte, la Karkarov se concentró en hacer funcionar el anillo antiveneno y luego pensó >

 

Poco a poco las alucinaciones fueron desapareciendo > pensó la bruja aferrando con fuerza el frasquito en donde los pétalos del pensamiento reposaban. Había sentido sus efectos y ahora los miraba con más respeto. Se quedó ahí sentada recuperando las fuerzas, intentando alejar la sensación de los insectos atacándola.

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El lúgubre pasillo se abrió ante mi, como la boca del lobo frente a su presa. Tenia que orientarme y hallar la salida para y por fin poder acceder al domo que seguramente Badru, tan amablemente, nos había preparado para que y una vez mas peleásemos por un nuevo puesto en el siguiente libro. Era, como poco , ridículo, tanto Elvis, como Hades, como yo misma ya habíamos tenido que superar un sinfín de retos para que los amantes del Nilo nos considerasen aptos. Lo único que me mantenía fiel a todo aquel circo era saber que en algún punto del camino mi poder había crecido y así, con el, podía afanar la balanza de la guerra mágica hacia mi lado.


Vamos, adelante. Y así fue como ingrese al laberinto, decidida. No había miedo en mi corazón. Después de tanto tiempo veía a la muerte como una vieja amiga. Lo que si tenia era una gran curiosidad por saber que le hacia tanta gracias al guerrero Uzza cuando menciono dicho lugar. Los pasos resonaban en el camino. Era como si el eco los difundiese en todas direcciones. De repente y sin previo aviso una neblina verde hizo acto de presencia envolviendo mi cuerpo. Supuse que al ser vampiro no me iba a afectar. Al instan supe que me equivocaba. Comencé a toser como si no hubiese un mañana. Pense en un casco burbuja y seguí avanzando.


Contrarrestar un problema me salia casi natural, gracias a los entrenamiento a los cuales la Delacour me enfoco al entrar al bando de la luz. Le agradecí mucho aquel hecho, aunque luego de luchar contra su enorme dragón quedaba en un estado comatoso difícil de superar. Ya no sentia que me asfixiaba, no obstante, notaba el cuerpo pesado. Lo achaque a la adrenalina al principio. Luego de unos segundos note como mi visión se iba tornando borrosa – Veneno – Pronuncie como si fuese el descubrimiento del año. Negue con rotundidad, activando el anillo que lo elimino por completo. Los nómadas del desierto estaban locos, definitivamente.


Al doblar una esquina me encontré con una de mis pupilas. Valkyria, la cual a pesar de estar vida e ilesa, tenia la peor cara que había visto jamas, producto, posiblemente, de las alucinaciones de aquella espesura. La tome del brazo y la arrastre conmigo hasta la salida, pues estaba a unos pocos metros mas - ¿Estas bien? - Escanee con mi mirada todo el cuerpo de la fémina, al menos el que estaba visible. No parecía estar herida. Mi varita brillaba con fuerza en mi diestra, esperando ordenes - ¿Puedes continuar? - Me daba igual si reprobaba o me quitaban puntos por cuidar de la gente, estaba en mi esencia natural y así seria siempre - ¿Un poco de agua?

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Aun no estaba del todo recuperada cuando sintió un fuerte tirón de uno de sus brazos, se trataba de Lisa quien prácticamente estaba llevando a rastras a la castaña. Obligándose a caminar la siguió hasta la salida de aquel espantoso laberinto. Apenas salir al otro lado el casco burbuja desapareció.

 

—Gracias... —dijo con voz ronca —Estoy bien... a sido un ataque de pánico y miedo... una est****a fobia que tengo —le explico, aunque evito decirle exactamente lo que había visto y sentido —¿Agua?... si, podría ayudarme en algo —dijo respondiendo al ofrecimiento de la bruja.

 

Observó a su alrededor > pensó molesta al ver a sus compañeros de clase enfrascados en un duelo, al parecer ya se les había hecho costumbre a los Uzzas ponerlos a luchar uno contra otro, debían encontrarlo muy divertido. Observó con la mirada las parejas de duelo, ahí tampoco estaba su cuñada.

 

—¿Me toca enfrentarme a ti?... —preguntó luego de un momento pero tras comprender el retorcido sentido del humor de los Uzza se respondió ella misma —No, seguro que quieren otro enfrentamiento entre mi cuñada y yo... — aquellas palabras hicieron que se preocupara aun más.

 

Antes de ingresar al laberinto la había buscado con la mirada pero no estaba por ninguna parte, será acaso que encontró otra manera de regresar, quizá le tocaría ir a buscarla aunque ahora que sabía lo que había en el laberinto podría ir preparada.

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Le tendí una botella de agua, la cual siempre llevaba conmigo por si las moscas. No cometía dos veces los mismos errores. No quería volver a sentir lo que era la desconsideración. El recuerdo de la aventura en la tumba de Tutankamon siempre estaría en mi memoria – Todos en su momento hemos tenido miedo, no te avergüences de ello, es algo común en la humanidad – Me quede a su lado, observándola beber por si en algún momento se desmayaba.


No es que yo tuviese muchos conocimientos médicos, no obstante, si contaba con los básicos y necesarios para que sobreviviese hasta el final de la cátedra, la cual se ponía interesante según pasaban los minutos. Algunos de los pupilos ya combatían ferozmente, otros estaban como la Karkarov recuperando el aire y varios de ellos miraban con curiosidad el domo creado por el guerrero Uzza en busca de una estratégica perfecta para ganar el combate.


- No – Respondí con prontitud a su pregunta, ya que parecía alterarle el que yo fuese su rival en aquella pelea - Creo que a mi me toca luchar contra Hades – Le señale al hombre, el cual se hallaba a una distancia de ocho metros de mi persona en linea recta, en medio de aquel rectángulo azulado – Flechas de fuego – Conjure adivinando los pensamientos del Ragnarok y sobresaltando a Valkyria. Sonreí por ello.


El elemento primigenio impregnado en las armas blancas voladoras impactaron en el pecho de Hades. Tendría que apagar el fuego y curarse de emergencia, pues si su cuerpo caería al suelo calcinado en un coto lapso - ¿Puedo confiar que estas bien? - Por una parte mi mente estaba puesta en el duelo contra el otro profesora, la otra araaba las bases de la preocupación por saber si la alumna en cuestion se encontraba firme y con fuerza.

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