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๑۩♚۩๑ Mansión Black Lestrange ๑۩♚۩๑ (MM B: 78195)


Mia.
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Observaba a sus hijos, al parecer habían perdido un poco la cordura por cómo se comportaban y no era para menos. Veía el dolor en los ojos de Matthew por ver el sufrimiento de sus hermanas ya que gracias a la maldición de Jessie él sufría todo aquello.

 

Veía a Romalo acercarse a Matthew para herirlo, observaba con benévolo placer como Susan y Lady se desangraban lentamente. No podía dejarlas morir, debía hacerlas sufrir.

 

Apunto su varita primero a Susan y luego a Lady curando sus heridas pero dejándolas debilitadas, sonrió con cariño a ambas brujas caminando al rededor de la esfera protectora maquinado que más hacer.

 

-¿Ya han encontrado la solución a sus problemas?

 

Debía estar segura que aprendieran la lección, los cuatro o jamás los dejaría salir de ahí.

 

-Tal ve deba llamar a toda la familia para que vean el espectáculo

 

Volteo a ver a Ashura cuestionandole si aquellos sería buena idea o por el contrario debían de esperar a ver cómo reaccionaban los niños.

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Mi madre @@Jessie Black Lestrange nos había curado pero mi cuerpo se sentía molido...ella seguía esperando algo que no sabia si le podía dar.

 

-Madre déjame llegar a Alex prometo no atentar contra mis hermanos...si ellos no hacen que me enfade-.Suspire cansada.-Lo siento madre quizá no era la reunión de familia que esperabas...solo considera que no nos conocemos, que toma tiempo tener confianza y cariño-.Mire a cada uno de mi hermanos en busca de apoyo.

 

Podía que @@Susan V. Goldstein , @@Romalo_LPZ o @Mathew B. Triviani no pensarán como yo pero seria una buena forma de intentar aplacar la ira de nuestra madre.

 

-Es factible que sea difícil pero no imposible-.Trate de sonreír pero ni para eso tenia fuerza.

 

Mi cabello rojo aún no volvía a la normalidad cosa rara...sobre mi piel aún sentía la humedad de mi propia sangre impregnada en la tela del caro vestido, no importaba en lo más mínimo solo poder salir una vez de este embrollo al fin.

 

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Matthew seguía bajo los poderes de su madre, no entendía muy bien como funcionaban algunas cosas y se estaba tornando un poco aburrida toda aquella situación... Si solo quería matarnos, ¿porque no hacerlo de una vez por todas? tanto meló drama de telenovela muggle era agotador, aun sin tener que gastar una mínima pizca de su energía...

 

Cerro los ojos por un instante para pensar en algo y tratar de no visualizar toda aquella situación --¿Tanto deseas unas disculpas? ps ¡DISCÚLPAME!-- Grito irritado. Realmente se estaba fastidiando por tanto problema, porque no mejor dejar que sus hijos se mataran entre si y que el mas fuerte sobreviviera, sin tanto preámbulo porque no encerrarnos en alguna de las torres del castillo Black y dejarnos a nuestra merced hasta que las cosas se calmaran, no entendía, también pretendía no hacerlo.

 

Romalo aun intentaba hacerle daño, pero algo dentro de el no permitía que lo hiciera... Tiene tanta bondad que cuando la obscuridad asoma sus miedos florecen y su valentía se acobarda. Alcanzo a visualizar un avión de papel sobre volando la sala, podía deducir de quien se trataba y que era para el aquel mensaje que contenía. Pero sin mas, no podría recibirlo hasta que su madre lo saque de aquel circulo creado con magia gitana.

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El fuego no sólo se encontraba ardiendo en la chimenea, sino también en el interior de su cuerpo, que parecía a punto de entrar en ebullición. La piel del mago de cabellos negros era pálida, pero en aquel ambiente, dado el calor y la suave penumbra que los acariciaba, adquirió tonalidades extrañas. Incluso el tatuaje que abarcaba toda su espalda lucía distinto, como si estuviera por quemarse en cuestión de segundos. Pero es que en realidad, así se encontraba el mago, como si estuviera ardiendo, como si fuera a incendiarse.

 

Sus caricias continuaron lentamente pero precisas, rozando tela, rozando más allá de la tela, percibiendo cómo la humanidad de Mía iba abriéndose al placer sin poder evitarlo. Las yemas de los dedos de Black se encontraban a aquellas alturas resbaladizas, debajo de aquella tela de encaje. Y entonces…

 

La bruja había actuado lentamente pero demostrando sus deseos. Ahora era el galés quien se encontraba apoyado al escritorio, encerrado por la rubia, que empezaba a recorrer su cuello, su pecho… y más allá con sus labios. Tampoco eran indiferentes las manos delicadas de Mía, que actuaban con suavidad pero también con un instinto depredador. Black no hizo más que entornar sus ojos tormentosos de color gris, para percibir el contacto múltiple que ella le brindaba, entregándose al placer.

 

—No te detengas. —Su tono de voz, por lo bajo, pareció una súplica.

 

Las pálidas manos de Black se desplazaron en aquel momento hacia las mejillas de la bruja, arqueándose levemente para alcanzarlas. Un segundo más tarde, y clavando su mirada en aquel par de ojos verdes y brillantes, las manos del galés se enredaron en los cabellos rubios, sin detenerse allí. Entre las olas de placer que estaba recibiendo, también se las ingenió para quitar la prenda superior que cubría a Mía, dejando a la vista algo que no hizo más que avivar la llama que estaba sintiendo en su interior.

 

Si existía una importante y notoria tensión en algún punto de su cuerpo, eso último no hizo más que amplificarla, a merced de las manos de la rubia.

 

—Por favor —Black empezaba a encontrarse embriagado y recién allí notó como el vaso de whiskey que antes había bebido, había rodado lentamente por el escritorio hasta caer en la alfombra. Por suerte se encontraba vacío y no se hizo añicos. Sin embargo, ¿qué más daba aquel vaso? Si beber de los labios de la bruja había resultado más reconfortante. Y aún tendría más por hacerlo, en cuanto pudiera…

 

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Las casi súplicas del Black fueron el único incentivo que necesitó para continuar con sus planes iniciales de descubrir cada centímetro de su anatomía, mirándolo durante unos segundos, notó como la misma emoción contenida que se vislumbraba en los de ella, se notaba en los de él, pero había algo en ellos, un sentimiento más que no podía atinar a precisar. Sin embargo, no era momento para concentrarse en eso, sino que únicamente en aquella parte en la que sus manos concentraban aún su atención y que podía sentir más tensa con dada fracción de segundo que transcurría.

 

—Si lo pides así, es imposible negarme. —sus palabras fueron acompañadas por un golpe seco en la alfombra, provocado por el contacto que había tenido sus rodillas con ella. Su nueva posición, le permitía estar mucho más cómoda y tener acceso con otras partes de su cuerpo a la parte inexplorada del cuerpo del galés.

 

El brillo del fuego de la chimenea ahora podía notarse como un reflejó en los cuerpos en igualdad de condiciones de los magos, por fin habían alcanzado una igualdad considerable, porque segundos antes, el sostén que hacía juego con la húmeda lencería inferior que usaba, había desaparecido en las hábiles manos de su compañero.

 

Liberando a sus manos de su anterior tarea, esbozó una sonrisa tranquila y se acercó lentamente hasta el punto máximo de tensión del cuerpo del ojigris. Sus labios se abrieron permitiendo que su boca fuese ahora la portadora de las caricias, recorriendo todo su contornó de manera lenta y tortuosa, para finalmente permitir el libre acceso, succionando con un ritmo un poco más rápido, mirándolo a los ojos, se entregó por completó a su tarea, mientras que sus manos curiosas masajearon y prestaron atención a la tensión que anteriormente había notado a los lados de lo que se encontraba disfrutando. Entre su masajeo y las caricias de sus labios, que cambiaban de velocidad y forma, podía sentir más y más tensión en aquella zona.

 

Sintiendo como su cuerpo se tensaba un poco, se concentró, en dar placer y hacer que él mago sintiera el calor y fuego que emanaba su cuerpo, en trasmitir como se encontraba de ansiosa en ese momento, deseosa de más y más. Continuando durante algunos ¿minutos? O ¿segundos? No sabía con exactitud con sus atenciones, cerró los ojos en el instante en que notó como de manera espontánea sentía algo emanaba de esa parte que pocas veces veía el sol. Su labor estaba dando frutos y eso le agradó, por lo que no desistió hasta que consiguió que aquella emanación se incrementara y en cuanto eso ocurrió abrió los ojos.

 

Alejándose de él unos centímetros, se puso de pie. Nuevamente colocándose frente a él, acarició su pecho desnudo y esbozó una sonrisa coqueta, para después pasar sus brazos por su espalda y finalmente por su cuello, atrayéndolo a ella y acortando la distancia que los separaba, permitiendo que sus cuerpos avivados por el calor se juntaran una vez más y finalmente, volvió a juntar su boca a la de él, exigiendo un beso que si era posible, permitió que se incrementara el fervor con él que sus sensaciones le pedían absorber más de lo que él tenía para brindarle.

 

—Quien diría que me gustaría descubrir parte de tus secretos —soltó en cuanto terminó el beso.

 

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La respuesta de Mía hizo que en el rostro pálido del mago de cabellos negros se dibujara una tenue sonrisa. Había vuelto a entornar los ojos grises para sentir todo potenciado, pero mientras recibía aquella clase de placer no pudo más que volver a abrirlos para contemplarla, puesto que verla hacer aquello también era gratificante y placentero. Como si las caricias de sus labios o el contacto de su lengua se magnificaran.

 

Black hubiera deseado que no se detuviera, pero también quería explorar otras cosas de la rubia que hasta ese momento no conocía. Al menos, no con la cercanía que se merecían.

 

—Yo lo hubiese dicho —dijo entonces el galés, con ligero humor.

 

El beso había sabido distinto, pero lo disfrutó. Al mismo tiempo, no perdió ni siquiera un segundo para acariciar su humanidad y descender la última tela de encaje que aún cubría parte de los misterios mejor guardados de Mía. Sus manos se internaron en aquel sitio, acariciándolos con sutileza, y notando la excitación que iba provocando en ella.

 

—Creo que ahora es mi turno. —Dicho aquello, los labios del mago empezaron a recorrer el cuerpo de la rubia. Primero fueron sus labios, luego su cuello, y en sus pechos se quedó un tiempo prudente, recorriéndolos sin prisa y con evidente deseo. Sin embargo, aquello no iba a ser todo.

 

No fue necesario pedirle permiso pero sí clavó su mirada perla en aquellos ojos verdes que continuaban brillando con suma intensidad. Cuando vio la expresión de Mía terminó de decidirse: el descenso hacia su ombligo fue aún más pausado y cuando continuó más allá, también lo hizo desear, para magnificar el placer. Black abrió su boca y comenzó a probar un banquete que nunca antes había probado. Sus labios insistieron, resbalándose por allí, besando y recorriendo aquel lugar con anhelo.

 

Pero no podía quedarse a vivir allí, al menos, no por el momento. Cuando su boca se fundió con la humedad latente, volvió a ponerse de pie, cuan alto era, quedando unos centímetros encima de Mía, aunque ella aún mantenía sus tacones.

 

—Qué bien guardas tus secretos —volvió a bromear Black.

 

De repente, sus manos se aproximaron a la zona baja de la espalda de Mía para aproximarla por completo a su cuerpo. Desnudos los dos, Black pudo sentir el contacto de las partes que habían estimulado mutuamente, y aquello se transformó en un fuego aún más intenso y potente que el mismísimo de la chimenea. Los cuerpos estaban ardiendo, así como sus mentes, y Black logró que terminaran fundiéndose juntos, como si se tratara de una sola cosa. El movimiento que empezó con sutileza, fue adquiriendo mayor ritmo por parte del mago. Finalmente, sus labios volvieron a necesita los de Mía, y la besó.

 

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Las caricias de Black comenzaron a embriagar todo su cuerpo, allí donde posaba sus manos o labios sentía como su temperatura corporal se incrementaba, casi produciéndole una quemazón que amenazaba con llevarla hasta el límite. Su respiración se aceleraba en momentos, mientras que en otros su cabeza echada hacía atrás con los ojos cerrados, dejando en claro que estaba disfrutando de ese momento, en el que su cuerpo se tensaba y relajaba, al ritmo de las atenciones que recibía.

 

Parecía una tortura sumamente placentera la que estaba viviendo, por lo que se sorprendió en el instante en que el ojigris se colocó de pie y fijando su mirada en él, soltó una risotada, disfrutando de la cercanía que tenían en ese preciso instante. Sus cuerpos sudorosos y sus ganas de conocer más profundamente la anatomía del otro, permitía darse cuenta que había ciertos encantos y habilidades, que la bruja jamás se imagino que él poseyera y que afortunadamente estaba descubriendo y disfrutando en más de un sentido.

 

—Una bruja siempre sabe guardar lo que le interesa. —continúo con la broma— Aunque, tu tampoco te quedas atrás Martín. —completó con voz afectada.

 

En el momento en que sintió como sus cuerpos se unían, en uno solo, permitió que de sus labios saliera un gemido, el cual se transformó rápidamente en una exigencia por aumentar la velocidad de los movimientos. Eran uno solo en ese momento, por lo que en el instante en que sus labios se juntaron, sintió como el fuego comenzó a emanar de su interior, estaba alcanzando ese punto más allá del límite que durante minutos estuvo rozando pero que se había negado a alcanzar anteriormente.

 

Jalando un poco de los negros cabellos despeinados del mago, mordió su labio interior y con su diestra, acarició su espalda, atrayéndolo más hasta su posición, tomándolo como punto de apoyo para colaborar en los movimientos que los unían y separaban cada vez más rápido. Buscando la mirada del mago, volvió a besarlo y se dejó llevar por completo, sin perder nunca el contactó visual. Soltando algunas respiraciones agitadas cuando se separaron, podía notarse en su cuerpo que estaba saciada.

 

—Quien diría que una visita “ministerial”, terminaría con tan excelentes resultados. —soltó girándose un poco, para llenar el vaso que permanecía sobre el escritorio con el líquido carmín, que hacía tiempo había pasado a segundo plano—. Para haber sido una mentira, he de reconocer que ha sido de las mejores. —reconoció bebiendo el contenido del vaso que sostenía.

 

Sus cuerpos permanecían desnudos y con algunas motas de sudor. Sí, era justo así como se veían, girándose para mirar nuevamente al mortífago, notó en ese momento el tatuaje de rosa que tenía en la parte baja de su espalda, enarcando una ceja, se acercó más a él, para apreciarlo. Si ya había conocido partes de su cuerpo más privadas, confiaba en que esa parte de su anatomía fuese nuevamente explorada tranquilamente.

 

— ¿Cómo lo obtuviste? —preguntó, acariciando los bordes con uno de sus dedos— Soy un tanto despistada, a penas lo noté. —admitió, negándose a aceptar que antes no le dio mucha importancia, no cuando su mente se encontraba sumida en un total vendaval de sensaciones.

 

Notando que quizás el after era un poco extraño, esperaba que no fuese incómodo al menos de momento. Esbozando una sonrisa, se giró y volvió a besarlo, antes de escuchar su respuesta.

 

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El placer había alcanzado el punto máximo en el cuerpo del mago de cabellos negros, quien, respirando con algo de dificultad, fue reincorporándose con tranquilidad. Tomó su varita y realizó la reparación del vaso que minutos atrás había caído del escritorio. Caminó hacia él para llenarlo hasta la mitad y beber de un sorbo una vez más aquella bebida que tan bien le sabía a sus labios. Fue entonces cuando la proximidad de Mía volvió a captar su atención, y esta vez, hablando de algo que hacía tiempo no escuchaba.

 

—Es extraño que alguien lo vea a decir verdad —dijo Black con la voz más pausada, regresando a la normalidad—. Por lo general, utilizo vendajes para cubrirlo y así evito tener que mentirle a las personas. —La expresión de Mía en aquel instante no supo identificarla, sin embargo, sonrió a medias—. Pero tranquila, puedo explicártelo…

 

Miró hacia el fuego que aún continuaba ardiendo, con aquellas lamidas irregulares de color naranja y amarillo, y algunas azules que se escapaban mientras la leña crepitaba.

 

—Fue una maldición. En mis años de juventud me dediqué a explorar muchos tipos de maldiciones, y me considero un mago experto en ellas. Pero para eso hace falta asumir riesgos y bueno… —Sintió el contacto de la yema de los dedos de la rubia en su espalda, alcanzando los bordes de la rosa—. Me equivoqué. Subestimé esa magia antigua que había encontrado, como suelen hacer los adeptos al bando oscuro. —En silencio admitió «en donde me incluyo».

 

¿Por qué la aparición de aquella rosa? ¿Por qué no había logrado detener aquella maldición? Las rosas…

 

—Ese lugar estaba plagado de rosas, y asumo que más de una se encontraba maldita. Esa es la explicación del por qué… Pero aún tengo misterios por desvelar. A veces sangra, sobre todo siguiendo el calendario lunar —dicho aquello se sintió extraño, aunque ya hacía mucho tiempo que lo último no ocurría: había encontrado un antídoto para ello.

 

Cuando detuvo su explicación volvió a aproximarse a Mía, besando sus labios y apoyándose una vez más en el escritorio de la acogedora habitación. Una de sus manos dejó el vaso en la mesada mientras la otra rodeó por la espalda a la rubia, atrayéndola hacia él.

 

—Ahora deberás contarme algún secreto profundo. —Un renovado brillo apareció en la mirada perla del mago de cabellos negros, ansioso y expectante, dispuesto a pasar varias horas en compañía de la bruja.

 

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Habia logrado por fin escabullirse de la salvaguarda de su madre, un poco de incertidumbre de parte del joven brujo, dudo por un momento que fuera capas de salir de allí o de la misma habilidad para fingir, una pequeña escena de actuación fue suficiente para que la Black Lestrange lo soltara y lograra seguir su cometido. No obstante, no olvidaría lo que su hermano y hermanas le habían echo y lo que paso. Se vengaría, de la manera mas malintencionada posible.


El avión de origami que se encontraba flotando por todo el salón se volvió molesto para el gitano, sabia de quien provenía el mensaje que en el se encontraba escrito, hubiera preferido que viniera en persona a darle el recado, pero no importaba, solo deseaba conocerlo de una ves por todas y entablar su relación...


--¿Un nuevo admirador secreto? ¡NO ME HAS CONTADO NADA MATTHEW!--

--¡No! Es mi susodicho padre... Me toca conocerlo, espero no tener un altercado similar.--

--Esta bien, vamos entonces-- Concluyo Matilda.


Matilda realmente estaba loca, sacaba conclusiones de quien sabe donde, puros disparates. El Triviani gruño, se acerco mas a la entrada de la mansión en busca de Eobard, si, el sabia su nombre... ¿Como? magia gitana (?) si preguntaban un porque, no existía un porque. Aun que tal vez... lo habría; << Quizás el ser un sacrificio fallido de su madre Candela le hizo despertar poderes videntes (?) >> encogió los hombros y se quedo parado analizando que estaba buscando. Era de olvida todo muy rápido, a veces.



@


OFF: Lo haré en dos partes al encuentro, cuando alguien me haga puente, escribiré la continuación.

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Sin esperar realmente una respuesta por parte de Black, se acercó un poco más a él, acariciando cada centímetro de piel de su espalda. Sus movimientos, se detuvieron, en el momento en que comenzó el relato, conocía muy bien esa sensación de sentirse invencible y el ombligo del mundo, y eso podía entenderlo porque había sido una época, que había vivido hacía algunos años y que le había pasado una factura bastante cara, con la que aún tenía que seguir viviendo, y que la perseguiría por siempre.

—Todos somos inmaduros en algún momento, —soltó, posando sus manos sobre el cuello del mago— pero, aprendiste la lección y ahora mismo estas lidiando con ello y eso es lo único importante-

Una risotada salió de sus labios, al momento de escuchar que quería conocer uno de sus secretos más profundos. ¿Tenía secretos? Claro que los tenía, por decir, que su vida había sido básicamente el más grande de todos. Enterarse, que no era quien creía ser, le había afectado de manera significativa así que sí, quizás podría compartir parte de su historia, además de que era lo justo, por la información que recientemente había obtenido.

Con sus brazos aún en el cuello del ojigris, lo atrajo hasta ella y volvió a fundir sus labios en un beso. Mientras tanto, dando un paso hacía atrás, obligó a que se pusiera de pie, dejando en evidencia la diferencia de estaturas, a pesar de aún conservar los tacones, fijando sus ojos, en los de él, dio paso había atrás y lo hizo girar lentamente, para acercarlo hasta la silla en la que anteriormente había estado sentado y una vez allí, lo hizo caer sobre ella.

Levantando primero uno de sus pies y después el otro, los liberó de los tacones que hasta el momento conservaba, para después, aprovechar que la silla no tenía brazos y abriendo sus piernas, acercarse hasta su posición, recargando su cuerpo en aquella parte de la anatomía del mago que anteriormente había conocido y disfrutado. Acariciando su pecho, sonrió con lentitud y no pudo evitar soltar un suspiro.

— ¿Qué tan oculto quieres que sea ese secreto? —cuestionó con una sonrisa divertida— Porque, primeramente debo admitir que no eres el único que ha jugado con las maldiciones y ha tenido consecuencias con ellas. —su mano comenzó a pasearse por el torso del pecho desnudo, acariciando lentamente.

Intentando encontrar las palabras adecuadas, se quedó pensando unos segundos, mientras volvía a besar su cuello.

—Artemisa… ¿has escuchado hablar de ella? Pues mi madre, hizo un pacto peculiar, que involucra a toda su descendencia directa —comenzó a pensar, sintiendo como en su interior comenzaba a removerse algo— Poder y riquezas, a cambio del control de nuestras vidas y almas —sí, a pesar de haber pagado con su vida por la maldición, continuaba sintiendo esa oscuridad que la invadía en más de un momento—. Al momento de comenzar a estudiar las artes oscuras y las maldiciones, tenté a la Diosa y un demonio ahora cohabita en mi cuerpo, por no decir que muchas veces es quien lo controla.

Sus palabras, fueron seguidas por besos por el cuello desnudo del Black, que poco a poco comenzaron a llegar hasta sus labios, para disfrutarlos una vez más. Logrando que su cuerpo se sintiera completamente relajado, provocando, sintiendo que aún no había obtenido suficiente, y queriendo más, pero se contendría, al menos de momento.

—He perdido mi voluntad, y no me molesta, porque eso ha hecho que mi vida sea mucho más liberal y relajada, aunque en su momento, mi padre intento evitar que la maldición me afectara, haciéndome pasar por su nieta, no dio resultados —una sonrisa irónica apareció en sus labios—. La sangre Black y Triaivni, corre por mis venas, en mayor o menor medida y siempre estaré ligara a ella, así que porque no mejor disfrutar de los placeres que puedo obtener y vivir sin preocuparme.

Tomando las manos del Black, sonrió y sintiendo el control que tenía en la posición que tenía en esos momentos, sobre él, volvió a besarlo, sin soltarlo, recordando como era la primer persona en mucho tiempo que conocía acerca de aquella dualidad que compartía con un demonio. Sin poder creer lo fácil que había sido compartirlo, negó con lentitud y comprobó que ese encuentro, era uno peculiar y benéfico para los dos, algo que necesitaban, para saciar sus energías y deseos sexuales.

 

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