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∞ La Mazmorra ∞ (MM B: 99618)


Mentita
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¿Candela tenía algún tipo de fetiche con asustarla? Casi sale corriendo del bar en cuanto oyó su voz. Y encima tuvo el descaro de básicamente estudiarla cuando la tuvo al frente. Hablaba de haber matado a algo. ¿Que no estaba sucia? ¿En serio? Ella que vestía como si no tuviera una bóveda familiar repleta de galeones, ¿le hablaba de suciedad? Dejó de apretarse el empeine del pie adolorido y negó para ambos lados.

 

No está sucio porque lo impermeabilizo con un hechizo —explicó, una cosa era disfrutar el andar descalza y otra tener los pies sucios todo el tiempo—. Pero por otro lado, ¿qué carambas era esa cosa? No lo maté, me tropecé, pero se fue o algo así, no lo vi. ¡Me golpeó el pie!

 

Apareció a punta de varita un cazo y lo llenó a la mitad con un Aguamenti, para limpiarse las manos. Luego lo desapareció todo con un sencillo hechizo desvanecedor. Mientras realizaba todo eso, no despegó los ojos de la Triviani. ¿Por qué había un animal escapando de su negocio? ¿Y qué tan peligroso o asqueroso era que la había asustado? Sin duda, Maida no le había prestado mayor atención.

 

¿Alguna plaga que te esté malogrando el negocio, Candela? —intentó, pero no supo si logró, sonar amable. Aún le dolía el pie.

 

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― Aggg... ¡Deja de llorar tanto! ―se había desesperado y, si escuchaba otra queja más, le hubiese dado una bofetada.

 

Era ese tipo de reacciones lo que la llevaban a pensar que había elegido el camino correcto al alejarse de la sociedad y vivir como si fuese una paria en el mundo. Tanta niñería junta, era insufrible. Relajó los músculos y dejó largar un profundo suspiro. Tenía la impresión de que estaba a punto de hablarle a un infante.

 

― No era una plaga, ¿sí? No sé exactamente qué era, pero estaba cerca de la puerta. Allí donde tropezaste. ―señaló el lugar y luego el pie de la chica.― Creí que lo habías matado, te iba a agradecer si lo hacías... Pero bueno.

 

Se inclinó hacia atrás y estiró el cuello para ver si lograba distinguirlo, pero se le hizo imposible. Además, aunque no se le pasó por alto el detalle del pie impermeabilizado, prefirió no hacer comentarios al respecto. Ya demasiada ofensiva era la actitud de la Triviani, como para sumarle una crítica a ello.

 

― Tengo hielo, si quieres. Claro que te costará unas monedas, pero te ayudaría con el dolor. Supongo. ―se quedó de pie frente a ella, mientras la observaba con un gesto entre curioso y altanero.

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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La miró con los ojos abiertos como platos, o sea, no estaba llorando. Resopló cansada y le dio otro vistazo al local. Poco concurrido. Lo gracioso, fueron las siguientes palabras de la dueña, ¿era en serio? Esa chica tenía extraños problemas de comportamiento, se preguntó seriamente como sería su relación con su madrina. Alyssa era tan, ¿formal? O al menos, ese lado era el que le había conocido Maida. A lo mejor eran los genes Triviani.

 

¿Hielo? No, gracias, me parece que no se hinchó —respondió justo antes de cruzar los brazos y recostarse completamente en la silla. Necesitaba relajarse un poco, aunque la mortífaga que tenía al frente no se lo hiciera tan sencillo. Que personaje peculiar, algo en ella, le recordaba a su tía. ¿habría sido así de joven? No, esperaba que no—. Necesito algo de beber, eso sí. Con un jugo de maracuyá helado, estaría encantada.

 

Le brindó una sonrisa graciosa, dispuesta a no enojarse, después de todo, Maida tenía paciencia. ¡Y claro que Ottery entero sabía de eso! Chasqueó la lengua sopesando todo lo sucedido hasta el momento y volvió a dirigirse a Candela.

 

Creo que un elfo podría haberse hecho cargo de tu problemita con el insecto —dijo tratando de averiguar mentalmente que cosa era, lo había visto un cortísimo momento—, digo, si resulta peligroso, es más sencillo conseguir un nuevo elfo. Oye, iba camino de Borgin & Burke, ¿tienes algo con perlas negras?

 

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― Esto es un bar niña. ―le respondió de manera cortante cuando le pidió un jugo.

 

Candela se dio media vuelta y se alejó de Maida para ir en busca de su pedido. Podría haber usado el servicio de los elfos, pero realmente tenía ganas de alejarse de la chica, al menos en ese momento. Iba negando con la cabeza mientras se ataba la melena desaliñada y llegaba hasta la barra.

 

Desde allí aprovechó para vigilar a su ahijada, hacía rato que la había perdido de vista y se preguntaba si, la persona con la que iba a verse, era alguien de confianza. Bueno, la Triviani no era la persona más confiable del Londres -o del mundo- pero tenía cierto sentimiento de posesividad en cuanto a Zoella se refería.

 

Licuó pulpa de maracuyá con hielo, lo sirvió en un vaso grande y le puso un par de gotitas de coñac. Es que no se sentía totalmente ella misma si no preparaba algo sin alcohol.

 

― Aquí tienes. ―dejó el vaso sobre la mesa de la Yaxley, una vez hubo regresado con ella. Al cabo, adoptó un gesto pensativo a la pregunta de la bruja.― ¿Perlas negras? ―repitió la interrogante, apelando a su memoria.― Recuerdo algo con perlas, pero no sé si sean negras. Creo que se trataban de unas que cambiaban de color según la raza.

 

Se rascó detrás de la oreja mientras pensaba.

 

― Oh, ya sé. Una bruja alemana que tenía fobia a los licántropos, aunque me parece que más que fobia, era asco. Ya sabes, ese tipo de gente con prejuicios y tal. Menos mal que ya murió. ―suspiró con alivio― El caso es que hizo que le fabricaran una pulsera, que cambiaría de color, según la raza a la que estuviera expuesta. O que se le acercase. ¿Por qué?

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Un sonido había llenado sus oídos aquel día, un pájarillo trinando alegremente mientras daba de comer a sus polluelos. El ambiente de aquel día era agradable, para ser todavía invierno. Escuchaba los susurros de las personas un poco desconfiados, como si temieran que después del suspiro mas largo pudieran dejar salir su pecado más culpable. Siguió arrastrando los pies, o al menos eso creyó que hacía, al menos se movían contra su voluntad, más porque literalmente no quería acudir a aquel local, el tan solo pensarlo le caía mal al estómago. Su relación con Candela, no era muy amena y ella tenía todo el derecho y sus razones para ello, pero al menos sabía que una milésima parte de aquella gitana se interesaba por su ex hija o al menos eso le dejaba ver cada vez que notaba que su presencia le intimidaba o por lo menos habpia algún atisbo de reacción en ella.

 

Suspiró y alzó la vista, ahí estaba el local, si fuera por ella, daría media vuelta y se iría a su castillo a descansar un poco, pero el deber era el deber y tenía que detenerse allí a cumplirlo. Dió un par de pasos y empujó la puerta para darse entrada. > > Pensó mientras esbozaba una sonrisa burlona en su rostro. Tomó una moneda pequeña de su bolsillo y jugeteó con ella lanzándola al aire dándole vueltas mientras caminaba y revisaba el local, después de todo, era la primera vez que lo visitaba. Esperaba ver pronto el dulce rostro de su ex madre.

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Hizo señas hacia la barra para que enviaran a una moza o un elfo, lo que fuese que utilizara el local para servir a su cliente, y pidió un café cargado con algo de leche. No le apetecía el alcohol en esa ocasión. No estaba de humor para embriagarse. Además con lo rebuscado que había sido llegar allí desde que entró al local, seguro se perdía con unas copas de más. ¿No podrían haber hecho un acceso más directo?

 

Dejó el sombrero de reportero con la tirita colgando del doblez sobre la mesa acompañando el gesto con un poco más de fuerza de la necesaria, como si de un golpe se tratara. El día no había sido el mejor en el trabajo. Casi no pudo ver a Gabrielle y las noticias no habían fluido de su pluma al papel como solía pasar. Lo único que le quedaba por intentar era recorrer Ottery en busca de algún lío entre vecinos o irregularidad reclamada sin ser escuchada por el Ministerio, pues los policiales se los había quedado otro compañero.

 

De cualquier manera, era demasiado el trabajo que hacer y sólo quería despejarse una hora antes de seguir.

 

Mordió el costado de su dedo pulgar con nerviosismo. La cabeza no le dejaba tranquila. El café estaba bueno, no lo podía negar, pero la cafeína no era la suficiente para despertar sus sentidos y darle la excitación justa a su cerebro para poder estar alerta y perspicaz. Dio otro sorbo más y sacó la varita, cambiando sus ropajes por algo más cómodo e informal. Una remera verde agua y un pantalón gris de jean algo corto. Las zapatillas ya las tenía.

 

Por qué no puede pasar algo emocionante? Esto de ser el piso del ministerio y el… otro tabajo… - Se frenó antes de mencionar a la Marca tenebrosa. Dudaba que hubiese algún fenixiano allí, pero de todas maneras tenía que tener precaución - … no me gusta nada. -

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Iba a contestarle algo, pero Candela, como era su costumbre, no le daba tiempo. Vio que algunas personas entraron al local, pero para ser sinceros, no les prestó la mínima atención, seguía tratando de recordar que clase de animalejo fue con el que se tropezó. Y, ¿por qué andaba tan suelto en plaza? Capaz era buen motivo para llamar al Departamento de Control de Criaturas Mágicas.

 

Gracias —respondió seca y bebió un sorbo, aquello tenía licor. Frunció el ceño dispuesta a confrontarse con la Triviani, cuando lo de las perlas negras la atrapó en la conversación. Volvió a tomar el jugo de piña adulterado y torció el gesto. ¿Qué le habría puesto? Era poco, pero se notaba igual.

 

Cruzó las piernas y ladeó la cabeza mientras sopesaba las opciones.

 

No, una baratija que cambia de color la consigo en cualquier feria, Candela —explicó—. Necesito perlas de Tahití, negras, de por lo menos diez milímetros. Es para una poción que intento crear, son rarísimas, pero creí que en Borgin & Burke no tendrían problemas de conseguirmelas, a cualquier costo.

 

Un sombrero raro le había llamado la atención. No era raro, ella misma fabricaba distintos modelos, cualquier chuchería para la cabeza le jalaba el ojo. Había una rubia sentada ahí, tomando, ¿café? Fijó sus ojos nuevamente en la Triviani.

 

¿La conoces? —inquirió olvidándose por un instante el tema de los galeones con ella.

 

@ @@Ashura Lestrange @@Mahia Black

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Casi le daba una bofetada por decir que lo que vendía eran baratijas, pero se contuvo ya que le interesó lo siguiente. ¿Maida intentaba crear una poción? Dicen que ver para creer, pero tenía que darle crédito, era Mago Oscuro, after all. Mas no pudo opinar mucho al respecto, el ingreso de dos brujas llamó su atención. Bueno, quizás una más que la otra.

 

Aún no se acostumbraba a ver tan seguido a Ashura, todavía le molestaba tener que encontrársela en cada lugar que pisaba. Casi que pensaba recriminarle el que la estuviera siguiendo, pero lo pensó mejor y se dio cuenta de que toda esa situación podría ser su culpa.

 

― Mahia Black. ―sonó a una respuesta para Maida.― Llevo años de no cruzármela, pero sí, la conozco. ―hizo una mueca al darse cuenta de que la Black la había escuchado.― La otra... ―se refería a Ashura ésta vez― Tengo la desgracia de conocerla, también.

 

En ese momento se alejó de la Yaxley y caminó a través de las desordenadas mesas para llegar hasta Mahia, estaba recordando cierta información que necesitaba y le vendría bien un poco de ayuda.

 

¿Qué tal? ―la saludó de forma casual al mismo tiempo en que aparecía Rhod, el elfo, con una taza para la bruja.― ¿Tomas leche? ―quiso burlarse, sin embargo rememoró el favor que estaba por pedirle.― Bien, supongo que la salud y esas cosas... ¿Puedo? ―señaló la silla frente a ella.

 

@ @@Mahia Black @@Ashura Lestrange

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~ Mosquito ~          Ianello 

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¿Y la atención al cliente? Bien, gracias. Resopló. Poco a poco comenzaba a acostumbrarse a la atolondrada forma de ser de Candela, aunque no fuera precisamente su estilo. A lo mejor estaba habituada a personas más estacadas en la vida, y ella misma buscaba ser así, quizá por eso era que no terminaba de cuadrarle la incesante libertad que exudaba la Triviani.

 

Como sea, la dejó con tres palmos de narices en cuanto a su pedido. El anuncio de que la rubia desconocida era Mahia, le llamó la atención, las dos únicas veces que había visto a la bruja estaba acompañada de Gabrielle, ¿donde andaba ahora? Maida sacó una pluma a vuelapluma violeta y un pergamino.

 

Cinco baratijas de ojo turco, raíces de asfodelo —mordió la pluma unos segundos, tratando de recordar—, acónito.

 

Resopló, necesitaba una respuesta de la dueña del local, aunque eso tuviera que conseguirlo por voluntad contraria. Se puso de pie y caminó hasta dónde estaba con Mahia.

 

Tía, buenas —saludó sonriente hacia la Black, y luego miró a Candela—, ¿crees que puedas ayudarme con esos ingredientes? Prometo que si funciona, te daré algunas muestras gratis para Borgin & Burke que podrás vender al precio que se te antoje.

 

No era que mirara a la chica como una ambiciosa, pero bueno, ser la dueña de una tienda donde se venden armarios evanescentes y Manos de Gloria, te daban una reputación bastante marcada. Al menos en la perspectiva de la búlgara. Era la Mundungus Fletcher de su mente, y a menos que en algún momento la chica decidiera mostrar algún lado humano, bueno, seguiría pensando igual.

 

Regresó a su mesa unos segundos para recoger la bebida y volvió con ambas brujas.

 

— Esta cosa está rica, aunque no creas que no sentí que algo raro le has metido al jugo —advirtió.

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- ¿Leche? Sólo en el café. Aunque no la digiero muy bien, mi estilo es la sangre - Entrecerró los ojos y dejó pasar unos segundos para incomodar a la mujer que le hablaba, luego asintió con la cabeza. Quitó el sombrero de en medio de la mesa y lo hizo desaparecer sin la varita; trucos que había aprendido con los años.

 

- Adelante - Movió la silla con el pie por debajo del tablón, separándola, y esperó a que se sentara. - Reconozco tu rostro.

 

Apoyó ambos brazos delante de ella y entrecruzó los dedos para unir los las manos, juntando las yemas de los pulgares. Se inclinó, apoyando la barbilla en los dedos y escudriño sus facciones. Candela Triviani. Aunque ahora se hacía llamar de otra manera, al parecer. Habían compartido un par de momentos en el antaño pero ninguna había seguido en contacto luego de que todo se fuera al diablo. Tampoco eran las mejores amigas en ese tiempo, claro estaba. Los rumores decían que la bruja había llegado muy alto en La Marca Tenebrosa, quizás más que ella, pero no había forma de comprobarlo. O quizá sólo no importaba en ese momento.

 

- ¿A qué debo el placer de tu compañia? -

 

Dio otro sorbo al café y chasqueó la lengua al ver que casi se terminaba. Devolvió el saludo a su sobrina, alertando que también sería una más en la charla.

 

- ¿Le debo decir a tu madre que estás tomando cosas extrañas? - Pensó sus palabras e irguió la ceja izquierda, estirando al cicatriz que le marcaba el rostro. - Cuando la encuentre, claro está.

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