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Heredad Ollivander (MM: B 110990)


Hessenordwood Crouch
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Ya ha pasado algo más de un mes desde aquella su “primera vez” con Evans, por supuesto que, como muchas primeras veces en otras cosas, la situación no habría terminado como creyera él que fuera óptimo, si realmente él hubiese de esforzarse por que todo saliera agradable si no para él al menos para su querida sanadora, sin embargo, el desenlace habría de resultar nada esperado. Tan rígido, tan demasiado íntimo, tan difícil…

 

Por qué mudarse a un nuevo hogar por “primera vez” junto a Bel claro que fue más complicado de lo que Garry Ollivander pudo imaginar.

 

Aún es un dolor de cabeza pensar en aquella vez, no es capaz si quiera en volver a pensar en cómo es que se libró de aquella discusión con Bel, que de entre tantas que han pasado hasta ahora (desde quien ira por la leche hasta discutir por decidir si saber sobre el sistema solar es importante) las que hablan sobre la “relación que existe entre ellos” siempre serán las más engorrosas. Es curioso, no se ha puesto a pensar el por qué, y es como si tratara de evitar una verdad rotunda.

 

Después de ese día las cosas son diferentes, él está siendo consciente de que su relación con Bel Evans, además de estar “formalmente casados”, es diferente, él aún no es capaz de determinar si es para bien o para mal, solo sabe que es diferente y aunque algunas veces se cree haber acostumbrado a ella, siempre hay un nuevo cambio entre ellos que no lo deja acostumbrarse nunca a lo mismo.

 

Justo ahora camina hasta una de las tantas habitaciones que más le gusta moverse por toda la casona, sin embargo, eso no evita que el mago se mueva libremente y con seguridad por los nuevos caminos que se abren frente a él. Debajo de su brazo lleva un libro grande de hojas amarillentas que parece estar cerrado con un par de cerrojos y es una cadena la que se enrosca en él, de este provienen ruidos extraños como si estuviera murmurando o diciendo maldiciones entre dientes, falta solo que el mago ajuste el agarre del tomo para que los ruidos cesen y solo sea el chasquido de las cadenas lo único que acompañe sonoramente el ritmo de sus pasos, “clin-clan”.

 

Hoy se cumplen algunos días desde que él ha estado ahora fuera de la heredad, ha estado en un viaje fuera del Ottery y de regreso ha perdido unos días en la hacienda de los Tonks, no está seguro si durante todo este tiempo ella se ha quedado en la casona de sus parientes o si se ha marchado al castillo Evans para no estar sola en aquel lugar que pareciera disfruta de la presencia de ella jugándole bromas con tanto movimiento de cuartos, de lo que sí está convencido es que por lo menos hoy si se encuentra por aquí, Grell se lo ha escupido con aire irritante apenas entraron al círculo de la heredad.

 

―Buen día Bel Evans-, entra sin más apenas llamando a la puerta del cuarto que ha adoptado a Bel (el cuarto a ella no ella a él) y lo ha aprovechado como su estudio. ―Estoy de vuelta-, se asoma curioso, para ver a la sanadora escondida entre una pila de libros que parecieran a punto de colapsar. ― ¿Está todo bien aquí?

 

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― Este podría ser.

 

Hice a un lado el libro, jugándome la suerte al colocarlo en una pila ya elevada de otros textos sobre el escritorio. La verdad era que marzo acababa sin que tuviera todavía noticias de Garry, más allá de saber que había salido de viaje por Ottery. En el interín, volver al Castillo Evans me había ayudado a reflexionar mucho más sobre las nuevos hábitos que había empezado a tomar por su causa, cosas pequeñas que comenzaba a pensar llevaban a toda esa gente casada a decir que el matrimonio cambiaba sus vidas.

 

Me negaba a emplear palabras tan dramáticas, pero sí era cierto que estaba cambiando.

 

Así que para no pensar demasiado en las consecuencias, me había embarcado en la aventura personal de mi hijo Edward que sabiendo que era profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas, había comenzado a bombardearme a preguntas al respecto. En principio, había creído que podía desentenderme del asunto dándole una buena suma de los galeones de la familia, pero lo cierto era que una vez conversado el asunto, había terminado con el mismo interés que él.

 

Era por esa razón que había vuelto a la heredad un par de días atrás, y aunque lo primero que había tenido que hacer era limpiar no solo el polvo, sino las porquerías dejadas por ese par de innombrables (Garry las seguía denominando "mascotas"), había despertado ese día libre y descansada, lista para emprender esa tarea, lo suficientemente absorvante como para que no me surgiera en pensamientos que me hicieran extrañar a mi marido ausente e incluso a las más banales charlas que podía tener con él.

 

Tras todas esas horas de búsqueda, han asomado cosas interesantes, así que cuidándome de anotarlas para luego hacer un breve resumen del asunto, eché mano de la pluma y el tintero y comencé a escribir. La pila de libros ya sobrepasaba mi cabeza, aislándome todavía más de lo que esa habitación hacía, cuando de repente la puerta se abrió. Solté un suspiro cansado entonces, soltando la pluma, convencida que era alguna de esas dos mujeres poniéndome a prueba mi paciencia por enésima vez, pero no era ninguna de ellas.

 

Era Garry. Las ojeras en su rostro estaban más pronunciadas que nunca, pero había una sonrisa triunfal en su cara, tanto mientras alegremente anunciaba su retorno como cuando preguntaba por cómo me encontraba.

 

Querido, es genial tenerte de vuelta- echando para atrás la silla me puse de pie con toda la intención de darle un abrazo de bienvenida, pero antes de poder hacerlo, mi vista se posó en el curioso libro encadenado que llevaba en las manos ― ¿otra vez estuviste de compras? Pero que demonios traes ahí.

 

El libro resulta atrayente, pero consciente que una vez andar tocando esa clase de textos "especiales" me trajo problemas, me crucé de brazos inclinando hacia un lado la cabeza para intentar leer el lomo, o algo que indique de que rayos puede tratarse. Pero entre las cadenas, y el firme agarre de las manos de Garry resulta imposible.

 

 

¿Es un regalo para mí como el de la vez pasada? ― había tenido su punto de gracia aquel libro de páginas incompletas pero no estaba muy segura de querer siempre esa clase de presentes ― ¿o solo tu impulso de llenarte de cosas raras?

 

Sonreí, imaginándolo en algún oscuro rincón empleando sus mejores técnicas para negociar con el vendedor de turno la compra. Sin notarlo, lo había llenado de preguntas ya, así que era mejor guardar silencio para que él empezara a responderme.

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Con una larga sonrisa en el rostro el mago negó apenas ante una de las tantas preguntas que Evans disparaba. Es increíble la cantidad de maldiciones que salen de la boca de Evans últimamente, él no sabe si es por la confianza que le tiene o si es una manera de ella para lidiar el estrés que su matrimonio puede llegar a provocarle, él no puede pasar por alto esta “rudeza-gentil” que ella de pronto demuestra con él, porque le resulta un dato poco usual y aún no está seguro de sí, cuando ella le habla de ese modo, está molesta de verdad o solo es el modo más natural de ella. De cualquier modo, hoy no se siente afortunado para conversar aquello en calma con Bel, no ahora, sin mencionar lo poco importante que resulta aún el tema.

 

―Esto lo he conseguido en un bazar muggle en Egipto-, sosteniéndolo con ambas manos le mostró la fachada del pesado tomo que mostraba en su cara un par de figuras que se distinguían forzadamente como jeroglíficos. ―Casi me lo han regalado, al parecer ellos no pueden escuchar lo que yo, aunque igual parecían muy felices al deshacerse de él-, sonrió divertido y con poca fuerza agitó el libro para que nuevos murmullos salieran de él. ― ¿Escuchas esto? -, se inclina hacia adelante para dejar a la altura de ambos el ruidoso libro. ―Había pensado llevárselo a Knockturn para ver si podía hacer algo con él, la verdad es que me está volviendo loco-, con un gesto dio a entender que los sonidos que provenían del objeto eran muy estridentes para sus oídos, a pesar de lo bajo que parecían sonar.

 

Balanceándose con el libro colgando aun de ambas manos camina hasta el escritorio de Evans donde al fin descansa colocándolo justo en medio de dos altas columnas de libros, apenas se queda un largo segundo dando la espalda a Evans echando un vistazo a los títulos de las páginas abiertas de alguno de ellos. Da un suspiro rápido que se escapa más bien como un resoplido antes de volverse a la sanadora, parece, por lo desaliñada (más de lo usual) de su cabello y ropas que la mujer Evans lleva más de un par de horas metida en aquel despacho atendiendo sabrá Merlín que tarea.

 

―Asi que supongo que solo es mi impuso de llenarme de cosas raras-, se encoge de hombros restándole importancia, no cree necesario mencionarle otra vez a Evans que ella fue escogida como su esposa en este torcido plan suyo bajo los mismos criterios que el mago considera cuando se hace de cosas como esta, la última vez que lo platicó la sanadora no parecía haberlo tomado con el mismo entusiasmo que Ollivander. Aquello hace que a su mente regrese aquella discusión con ella, no miente cuando dice que solo con Bel Evans pudo haberse comprometido y sin embargo es consciente de lo muy diferentes que ambos son, es quizá esto una de las razones por las que no se termina de acostumbrar.

 

― ¿Entonces?-, ha dejado pasar un largo silencio antes de continuar, lo que está a punto de comenzar podría ser como Yanna se lo ha dicho antes “ponerse solo la soga al cuello”, porque él no sabe muy bien que es lo que ella espera que él haga al respecto de este tema, tampoco está muy seguro de si tratar de solucionarlo al modo de Garry sea lo mejor, pero algo le dice que si es importante para Bel Evans, el no tomarlo en consideración sería una falta de respeto para su sanadora, aunque sean tan diferentes. ― ¿Lo has contado ya a tu familia?

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Que estuviera por allí recogiendo lo que otros tan fervientemente querían desechar no era algo que me inspirase confianza, así que intenté no decir nada de ese trozo de información y en cambio enfocarme en lo demás que decía, en aquello del ruido.


Es extraño agitar el libro como si fuera alguna clase de refresco que es necesario agitar antes de consumir, pero cuando me inclino un poco más hacia él, realmente consigo escuchar aquello que menciona. Es un idioma ininteligible, una mezcla de gruñidos y susurros, pero no es para nada un invento que ese libro verdaderamente intenta comunicarse.


O quejarse.


Egipto es una tierra de gran tradición mágica- examiné una vez más aquello que parecían jeroglíficos con la inquieta sensación de que los había visto en algún otro lugar, sin embargo era incapaz de recordar dónde― ¿Knockturn? Ah, cierto, llamas así a Ellie Moody, aunque aun no me has comentado por qué razón ― tenía la certeza que tras ese apelativo debía haber toda una particular historia de como había trabado amistad con ella, como de hecho la tenía de cada uno de sus conocidos, yo incluida― yo no los oigo tan claros, pero creo que podría ser una buena idea.


Mientras termino de decir aquello, el espíritu curioso de él no ha perdido tiempo y ya anda inspeccionando los libros apilados sobre el escritorio. En mi interior, tenía que admitir que por alguna razón, no esperaba verlo tan pronto de regreso. No era como que no quisiera verlo, solo era esa incómoda sensación de que había varios pendientes entre los dos que no estaba segura todavía de como encarar, aun cuando había podido pasar incontables noches viendo solo el techo de la habitación o el dosel de la espaciosa cama de mi habitación en el Castillo Evans McGonagal.


Y cuando después de inspeccionarlos se giró para observarme, algo en su postura, en solo replicar desinteresado lo que le he dicho de coleccionar rarezas, me dice que muy posiblemente alguno de esos temas incómodas está por llegar. Recostado sobre el escritorio, durante ese par de segundos que parecen eternos, apenas me acerqué un par de pasos a él, sabiendo que tocaba enfrentar lo que con tanta displicencia me había rehusado a encarar.


― No me imaginé que tocarías el tema ahora¿es por las anotaciones que hice?― elevando ligeramente el mentón apunté hacia las notas colocadas sobre los libros que detallaban la fecha y hora del viaje que emprendería con mi hijo y un par de personas más ― Digamos que no ha surgido la oportunidad para hacerlo, pero esperaba que este viaje, donde estaremos fuera y con mucho más tiempo para hablarnos, podría ser el momento propicio.


Lo cierto era que en esos días en el Castillo Evans, había visto tal contento en mi elfina, incluso en los reticentes de mis hijos con eso de que "me había casado por amor" y "era feliz" que resultaba descorazonador decirles algo contrario. La realidad era que mi voluntad de decir la verdad se había postergado de forma indefinida, porque además un pensamiento más había asomado, pequeño, alentador, y que intentaba de ver de forma positiva en lugar de como alguna clase de mentira hacia mí misma.


¿Y si compartía ese pensamiento con Garry? ¿podría hacer algún mal acaso.



― Todos me han asegurado además que luzco más feliz que antes. No estoy segura de atribuirlo a nuestro casamiento, nuestra no relación romántica o lo que sea, pero tampoco encontré que otra cosa en mi vida ha podido tener ese efecto de "felicidad"― la leve sonrisa se ensanchó― así que me he resignado por ahora ante la idea de que de alguna retorcida forma soy feliz aquí ¿tu que opinas?



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Él supone ahora que ella sabe que se lo ha estado pensando todo este tiempo, si no lo sabía la mención nuevamente del tema seguro que la hace pensar eso, pues Ollivander no es de meter conversaciones improductivas cuando hay algo más importante por platicar. Sin embargo, en este momento tiene ya consigo una respuesta demasiado elaborada para ser creíble o tomada en serio, al menos Evans sabrá la treta en esto, a pesar de lo mucho que se ha esforzado con ella, por que camino de regreso a la heredad se lo ha estado pensando en esto, puliendo detalles y llenando huecos que está fuera de parecer una respuesta sincera.

 

Entonces ha dejado que ella comience, con una pregunta tan simple que de pronto ha convertido en una más compleja aún. Él necesita quedarse en silencio un largo rato más, la respuesta que ella ha soltado de pronto va en contra de todo lo pensado antes, quizá es debido al prolongado tiempo que han dejado pasar que, aunque no ha sido tanto como en otras ocasiones, por lo menos parece haber sido suficiente para despejar la mente de ambos magos, aquella, la última vez, la querida acompañante de su hermanastra y ella misma, habrían influenciado quizá un poco el rumbo de aquella charla turbia con Evans.

 

Él está haciendo ese gesto llevando su mano hasta cubrir la mitad de su rostro, es este que hace cuando sus pensamientos son tan acelerados e inentendibles para él mismo que se siente abrumado, intimidado consigo mismo y el problema que trata de enfrentar, como si se tratara del caso mas misterioso y enredoso por resolver en Baker.

 

La cuestión aquí ahora es simple; él solo debe entenderse a sí mismo.

 

―Me parece razonable-, tks lo esta haciendo de nuevo, ser demasiado formal con ella, a él le gusta serlo con Bel, aunque una mejor opción hoy sea intentar ser un poco menos insoportable, o mejor dicho más insoportable. ―Un viaje familiar…-, murmura meditativo, no seguro de lo que ella le confiesa, pero ¿Qué puede saber él sobre “momentos oportunos”? ―Estoy seguro de que lo sabrás, no he conocido a nadie tan maternal en mi corta vida, y te digo que mi madre no dejó que consumiera sólidos hasta tener todos los dientes en su lugar.

 

Por supuesto, que él creía entender todas las cuestiones que a Bel Evans podían perturbarle, al menos si no las entendía del todo podría saber cómo funcionaban y es que su tan querida Bel es tan británica, pero cuando habla de su felicidad, bueno él no esta seguro de que lo que ella llama “ser feliz” esté ligado a estos mismos ideales, porque aunque lo pareciera, ningún otro británico en esta vida, Garry esta seguro de ello, hubiera soportado estar casado o simplemente compartir actividades con este ejemplar de Ollivander por tanto tiempo como el que ella lo ha hecho.

 

―Yo creo que he sido algo injusto-, sea puesto serio nuevamente, quizá un poco mas de lo que le gustaría. ―En los planes que hice para nuestro matrimonio no hablaba de ceremonias públicas, ni temas familiares, hablaba de algo más silencioso…-, sonríe divertido tras recordar la elaborada ceremonia nupcial que se había llevado a cabo, a pesar de tanto tiempo ya de eso aun se siente demasiado mal al respecto. ―Lo habrás leído en todos esos pergaminos que te entregué de como llevaríamos acabo este contrato.

 

―Fue una sorpresa también para mi encontrarme con toda esta familia tuya deseándonos lo mejor a pesar de que no conocían mucho sobre el hombre con el que compartiría tu vida, y yo…-, debe ser cuidadoso con sus palabras no pretende ser mal interpretado en esta ocasión. ―Yo no estaba contento con todo eso, por supuesto que sí de matrimoniarme contigo y que nadie más, pero pareciera que lo hubiera hecho con todos ellos también-, hace un gesto dramático de desagrado que le quita peso a sus palabras. ―Sin embargo, fue decisión tuya que ellos dieran por hecho nuestro casamiento, entonces eso era algo que decidiste por cuenta propia, por lo tanto, asumí que lo referente a tu familia era algo que deberías solucionar por cuenta propia, eso pues, para sentirte segura.

 

Exhala como si decir todo aquello hubiera exigido un verdadero esfuerzo físico.

 

―Claro, después de un tiempo pensé que todo esto se trataba nada mas de que entré más silencioso más difícil sería para ti mantenerlo creíble-, rodó los ojos recordando aquel caso donde Bel no había dejado de reclamarle por explicarle hasta el cierre del misterio, todo por que estaba convencido de que la preocupación de ella sería mas creíble si de verdad se sentía preocupada. ―Entonces, creo que mi idea es más clara ahora, ¿no? -, el rostro en su cara realmente parece confundido, como si tanteara el terreno, alerta de no ser atacado con algún inesperado rayo o algún libro volador. ―Has lo que creas correcto para ti, Bel Evans, se caballerosamente correcta y muéstrame como se hace, porque yo no sé cómo hacerlo.

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«Querida Eileen,

 

Este mes, recibí noticias buenas: la descendencia de mi tía Odette está asentada en Ottery St. Catchpole. Sé que debes recordar lo que decía tu abuela de su mi primo político y no es para menos, lo admito. Sin embargo, creo que a estas alturas a tu abuela le hubiera gustado pasar la página, así que intentaré hacerlo en su nombre.

 

Por favor, visítalos a la dirección que te daré y entrega la bandeja de tablet. Recuerda, de cierta forma, ellos también son familia.

 

Con amor,

 

EM».

 

Así, Ellie se encuentra a sí misma frente al bosque de olivos, no muy lejos de su cabaña asentada a las afueras de Ottery St. Catchpole. Se siente como una especie de "caperucita roja", con una cesta de mimbre colgaba de un brazo, en el cual lleva un comestible recado de su madre. La mañana es cálida y fresca, por lo cual viste una túnica verde oliva de mangas hasta los codos y larga hasta las rodillas, junto a unas sencillas botas marrones. Su quebradizo cabello, de un rubio pálido, está atado en un moño tras la nuca. Sin embargo, en su rostro hay una mueca que deja ver que hay algo que la incomoda. No es el bosque, desconocido, sino la cercanía de aquellos dulces típicos escoceces, los tablets de su madre... su mayor debilidad. Si no intenta tomar uno, es porque sabe que su Euphemia Moody protege las cosas que sabe que ella puede tomar; lo descubrió en la adolescencia, cuando se le ocurrió tomar un bombón de chocolate que encontró en la peinadora de su madre y pasó todo el fin de semana hablando en siseos.

 

«Bueno, soy una mujer adulta. Ésta obsesión con los tablets ya debería ser cosa del pasado...».

 

Pero sus ojos miran, suplicantes, los dulces de leche semienvueltos en servilletas de papel.

 

Ellie decide comenzar a caminar antes de hacer alguna estupidez que podría costarle caro. Decide olvidar los tablets, usando sin darse cuenta su dominio de la Oclumancia sobre sí misma, y en cambio concentrarse en lo primero que le llama la atención al levantar la mirada: el tétrico cartel que está colgado del también tétrico cerco de alambre oxidado. «Solo aquel que tenga clara su intención puede llegar a su destino», dicen las letras escarlata. Ellie se encoge de hombros, sin darle mucha importancia. Por supuesto que sabe qué está haciendo en aquella dirección tan específica: va a buscar el caserón que está allí y va a entregar aquel obsequio de su madre, a unos familiares políticos. Fácil.

 

Si la caminata es larga, no es porque Ellie, quien ve muy bien su objetivo a pesar de no saber ni siquiera cuál familia es aquella, haya caído en el sortilegio que, desconoce, tiene el bosque, sino porque el olor de los dulces la embriaga y le hace pensar en robar uno. Si no lo hace, es porque recuerda lo que escuchó alguna vez: «la única maldición imposible de romper, es la que hace tu madre. Eh, sin ofender». Pero, por fortuna, el bosque se hace menos denso y en un amplio claro observa un caserón que debe ser el caserón.

 

«Entrego ésto y me voy. Así me tenga que aparecer en Edimburgo, encontraré un lugar donde pueda comprar mis propios tablets»

 

Esperando concluir su labor rápidamente, toca la puerta con tres golpes seguidos y aguarda.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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― El problema querido, es que apenas soy más correcta que tú, pero deberías haberte dado cuenta que si me pones al lado de por ejemplo, una Black Lestrange, resulto la persona con peores modales y tratos de todo Inglaterra.
Garry ha dicho demasiadas cosas, que todavía me cuesta procesar, pero esa conclusión a la que ha llegado me parece lo más equivocado de todo. Y aún así, el rostro tan serio con que ha ido soltando todo eso, o su propio rostro de duda de esos momentos, me hace darme cuenta que ha sido completamente sincero.
Aunque olvidar lo excelente mentiroso todavía hace que mis dudas no se disipen de todo. Darle veritaserum de pronto no parece tan mala idea, pero recordando mi promesa de ser lo menos violenta posible, exhalé suavemente antes de volver a hablarle, con la idea de que quizá tomarme con humor lo que me había dicho podía ser la mejor forma de superar ese silencio "de los feos" que se niega a irse del ambiente.
Eso de tu madre debiste contármelo antes. Explica varias cosas sobre lo engreído que eres ¿sabes?― volví hacia el escritorio para empezar lentamente a devolver los libros de los que ya había recogido la información necesaria hacia su sitio en la biblioteca. Al menos empleaba así la varita en lugar de emplearla para hechizarlo a él― sí leí ese contrato que dices, no a profundidad la verdad, pero en su esencia tengo presente lo que decía. Pero la familia ¿cómo decirlo? Aunque lo deseas, no siempre puedes tener control de sus acciones ¡y mira que hay que tener mucha cara para reclamarme sobre los Evans teniendo a tu hermanastra aquí viviendo con nosotros!
La rabia que había sentido de solo pensar en la insoportable Yanna hizo que el libro que en ese instante trasladaba empezara a chamuscarse por lo que rápidamente tuve que apagar el fuego con otro movimiento.
Es muy injusto que los culpes de ser tan amantes de las fiestas y eventos públicos, cuando esa ha sido la crianza que han recibido en el castillo― por un momento recordé la libre vida que llevaba Soamily o incluso las historias de "libertinaje" de Rina― bien sabes que yo no disfruto de esas cosas, pero me temo que yo soy la rara en ese sentido, y debo la falta de costumbre a mi crianza con mis padres muggles¿por qué demonios estaba ahora dándole explicaciones que ni siquiera me había pedido?― lo que estoy tratando de decir es que, habrá cosas como estas en dónde vamos a discrepar, pero en fin, creo que es mejor que simplemente digas las cosas como las sientes, a que te las calles y eso genere peores malentendidos.
Ya no quedaba un solo libro sobre el escritorio y cogiendo mis notas las coloqué en el morral que era casi una extensión de mi ser.
― Bien dicen que nadie escoge a la familia que le toca, pero nosotros si elegimos estar juntos ¿no? Creo que eso es lo único que debe importarnos por ahora. Creo que es una conclusión ehm...más razonable.
Estaba segura que no iba ser la última discusión que tendríamos al respecto, pero cuando a punto estaba de acercarme a él para darle un abrazo, la puerta se abrió de repente, asomando por ella la morena norteamericana de acento francés (¿podía haber peor combinación?) de quien me costaba recordar el nombre.
Una rubiecita está parada en la puerta, es bastante más joven que ud madame― su boca se contorsionó en una mueca de burla mientras giraba la cabeza para dirigirse esta vez a Garry― debió estar bueno el viaje "beau-frère" que ha impresionado a semejante muchacha, al punto de traerle regalito hasta la puerta de la casa. No me diga― un falso gesto de asombro se dibujó en su rostro― ¿por fin comprendió que su matrimonio mejorará siendo un trío?
Apenas escuché su risa en el pasillo, maldiciendo lo escurridiza que era, y el hecho de que una vez más, el sectusempra salido directamente de mi varita para herirla hubiera ido a parar en la pared del pasadizo.

 

― Bien, si te busca, no deberías hacerla esperar― salí del pasillo masticando todavía las venenosas palabras soltadas por (lo recordaba ahora) Nasha Montpellier ― ya me dirás tú si prefieres atenderla de forma privada, o deseas que te acompañe.

 

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¿Reclamar? ¿Culparlos? No, para nada, que tonto sería hacerle eso a los Evans. Lo que todo este tiempo ha tratado de decir es que poco le importa lo que Evans McGonagall hagan al respecto de sus propias acciones, casi incluyendo a la misma sanadora, lo que ha compartido con Bel habría sido solo con ella. El lugar de ella en la Orden del Fénix, las aventuras con él en Baker, ella no habría tenido que buscar el visto bueno de ellos para trabajar junto a él, ¿sabían acaso ellos que su negocio era aún más peligroso que su matrimonio con el licántropo? Entonces ¿Por qué ahora no podía ocultarles que su matrimonio con él no habría sido primeramente por las razones usuales?

 

Solo ella lo sabe.

 

Tanteó el suelo con la punta de sus zapatos en un gesto infantil de mostrarse incómodo por todo lo que ella le contestaba ahora, después de todo este drama confuso es posible que entre sus libros futuros de estudio se cuelen todos aquellos que Mss H y Bernadette le han aconsejado para mejorar su matrimonio, porque justo ahora trata de que su inexpresivo rostro lo exente de alguna discusión más.

 

Exhala cansado, este tema esta tan extraviado como la discusión en Baker sobre si las galletas son mejores que los bollos para tomar el té. No ha importado absolutamente nada de lo que ha tratado de explicar ahora, por más sincero que ha sido no cree que Evans pueda entender a lo él que trata de decirle o él lo que ella quiere escuchar, y es que ellos son tan diferentes.

 

Sin embargo, está de acuerdo con ella en una cosa, ellos han escogido estar juntos ahora, y no pretende ser aquel engreído del que ella habla, pero está seguro que de haberlo hecho nuevamente, siempre sería Bel Evans.

 

Para su buena o mala fortuna, Nasha es quien se encarga de interrumpir la conversación, a Ollivander le ha interesado más que cualquier cosa que ella pudo haber dicho el hecho de que un visitante se animara a entrar a los terrenos de Ollivander, y es que ¡tanto que lo ha patrocinado! Incluso recuerda haber ofrecido a algún maestro en la Universidad sus tierras para uso de estudio. Se lamenta e incluso le sorprende también la poca falta de curiosidad por Evans ante su nueva o primera visita, quien sabe, por ahora lo repercutirá a lo mal que ha salido esta charla nuevamente.

 

Gracias, querida-, apenas asiente con media sonrisa en el rostro, es difícil hacer que Bel Evans no se tome tan enserio las palabras de aquellas dos muchachas y también lo hace el hecho de que la palabra de ellas tenga más credibilidad que las de él mismo para la sanadora. ―Puedo decirles que se marchen a otro lugar si de verdad te molesta-, pero tan tardes van sus palabras que ha perdido a Bel justo después de entrar a un cuarto que se desvanecía frente a él.

 

---

 

No ha perdido más tiempo, la verdad después de la detallada, innecesaria y por supuesto que equivocada, información que Nasha les ha informado sobre quien espera en la puerta, no ha más que despertado aún más la curiosidad al mago, por un momento se siente el pequeño Garry que corría por aquellos pasillos cada vez que la puerta de la mansión se escuchaba abrir para dar la bienvenida a cientos de personas desconocidas. Por tantos años aquel caserón habría dejado de ser un lugar importante.

Por supuesto, también está el hecho de querer saber quién es aquel que se ha animado y conseguido cruzar aquel bosque maldito donde vivió atrapado tantos años. A su mente vuelve el recuerdo de aquella mujer Tonks que alguna vez lo rescató.

 

Al abrir la puerta se encuentra con una mujer, de edad madura, algunos años mayor que él eso es seguro, aunque ella es de baja estatura, su cabello es tan pálido que algunos de los reflejos del sol que se cuelan por su capa destellan y él podría haber dicho que le han encandilado, es un rostro bastante conocido y aun así Ollivander la escudriña como si jamás hubiera visto a alguien como ella en su vida.

 

―Shh-, antes de que la mujer pueda decir nada, él hace el típico gesto de que guarde silencio llevándose un largo índice hasta la altura de la nariz. ―Ven, sígueme-, dejando que la puerta quede completamente abierta el mago se adentra a la casona dejando el camino libre para Moody. ―Nasha, ¿puede usted por favor dejar de espiar y llamar a mi querida esposa al estudio? -, no ha dejado de caminar, escucha los pasos detrás suyos de la mujer, son algo más lentos, tímidos quizá, él no está seguro ahora, pero igual disminuye la velocidad de sus pisadas.

 

Después de caminar por un largo pasillo se encuentran al fin con una puerta doble de madera, tiene en ella cristales por toda la parte superior, son de colores y están dispuestos de formas y lugares diferentes, Ollivander se apresura a rebuscar en sus bolcillos la llave con la que abre erráticamente.

 

―Siempre se cierra, no entiendo porque-, explica apenas mirando por encima de su hombro. ―Ven, entra-, justo detrás de ella Garry se le vuelve a adelantar con largos pasos hasta llegar al centro de la habitación, dejando detrás la puerta abierta de par en par. ― ¿Tienes al fin el resto de las páginas? -, con un ademan señala alguna de las butacas del salón, indicando que, si ella prefiere, puede esperar ahí. ― No creas que no me importa, pero no puedo recordar cuantas ni cuales eran las que hacían falta-, ahora esta recordando lo que Evans hacia tan solo minutos atrás le había platicado, cuantos libros a medias y remendados apenas no habrían de a completar los huecos gigantescos de su pequeña biblioteca. Es extraño, él no recuerda que fueran tan pocos.

 

―Estoy seguro de que a Evans le hará feliz saber que al menos se ha completado uno de tantos-, no se fija en lo que ella hace mientras con entusiasmo busca entre los estantes aquel libro a medias que consiguió para su cumpleaños y habla como si en realidad no estuviera haciéndolo con ella. ―Seguro que lo tenía por… ¡ah! Aquí esta-, con largas zancadas toma un lugar frente a Moody, todo este tiempo sin dejar de hojear con mucho cuidado las páginas gastadas. ― ¿Entonces? -, finalmente le observo con curiosidad infantil y el libro entremanos.

 

 

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Editado por Sain M. Ollivander

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Se supone que iba camino de algún lugar, ver a la visitante, pero la puerta que apareció de repente me terminó llevando a otro lado, en concreto a mi habitación. Estupefacta abrí y cerré los ojos un par de veces, como asimilando la idea de que nuevamente la casa pareciera decidir antes que yo misma "lo que me era más conveniente".
¿Pero para qué protestarle esta vez si había hecho lo correcto?
Quitándome el morral de encima me eché en la cama, toda despatarrada pensando en la conversación con Garry. Otra vez me había prometido llevar el asunto con calma, escuchar y ser empática con el asunto, con su forma de ver las cosas. Pero nuevamente todo había ido bastante mal, especialmente por las menciones de Nasha tan ***idamente certeras para herir.
¿Es que acaso ese era el superpoder de esa maldita mujer?
Ahhh, y eso sin tener en cuenta que de pronto me sentía bastante est****a de haber caído en su juego. ¿Qué más daba quién visitaba la heredad? Hombre, mujer, criatura, ser, bestia mitológica, etc, este lugar es tan insulsamente aislado que solo reflexionándolo de esa manera comprendí que en realidad era bastante extraño que alguien por propia iniciativa hubiera llegado hasta el Caserón.
E incluso superar el sortilegio del bosque, o que el cerco de ramas espinosas se abriese tan siquiera para darle entrada.
No es una confesión que haya hecho en voz alta, creo que ni siquiera he sido capaz de ponerla en palabras, pero la Heredad es tan diferente al Castillo Evans McGonagall, que exige más de mí, y no siempre parezco estar a la altura. Y es gracioso porque ese mismo sentimiento comparto cuando pienso en las inquilinas mascota de la casa, o en puntuales ocasiones, con el propio Garry.
¿Y sería que así también se sentía él respecto a la Evans? Resultaba una pregunta interesante para hacer, quizá para la próxima discusión que tuviéramos cuando el tema de las familias, nuestra no relación y todo eso saliera a flote. Por ahora, debía hacer lo que se esperaba de una anfitriona de casa, y eso era, ser cortés y amable con la visitante que teníamos.
Me senté entonces en el borde de la cama y soltando una larga exhalación me incorporé y caminé para abrir la puerta, que no obstante en ese momento se abrió de par en par. Era Nasha, y tentada me sentí de esta vez no errar el tiro con mi varita, pero la mujer no habló y apenas se limitó a entregarme un trozo de papel con gesto aburrido, y en donde solo figuraba una palabra: Estudio.
Heeeey ¿pero qué significa esto?- bajo el dintel de la puerta mis palabras resultan inútiles porque ella ya se había escabullido a algún lado, así que algo confusa solo me limité a ir por el pasillo pensando en el estudio y en que no fuese alguna clase de mala broma lo que me esperara ahí ― no en ese lugar que es mi favorito...
Mas al llegar, tras la puerta abierta, a quien primero alcancé a observar fue a Garry, que no estaba solo ¡sino junto a Ellie Moody! ¿podía ser que ella fuera la invitada de quien Nasha hablaba? Arghh, si me había sentido tonta minutos atrás, la sensación se multiplicó al infinito en esos momentos, en que torpemente alcé la mano para girarla de un lado a otro a modo de saludo.
Sobre el escritorio estaba nada más y nada menos que el libro incompleto que tan alegremente había sido mi "regalo de cumpleaños" semanas atrás.
Apenas llegas y la atormentas con eso Garry ― negué con la cabeza genuinamente avergonzada pensando en los pésimos anfitriones que resultábamos ― Lamento mucho no haberte recibido y que mi marido ya esté llevándote hacia...sus cosas raras. Como sea, Ellie ¿que te trae por aquí? ― tenía cierto parentesco con los Moody pero la verdad es que mis relaciones con ellos nunca habían podido ser muy cercanas por el miedo que me despertaba Richard Moody― ¿es algo del ministerio? ¿o tal vez del bando?
"La cortesía Bel, la cortesía". Era como si de repente P-ko se materializara en mi mente para recordarme que atosigar a preguntas a un recién llegado tampoco era lo más coherente de hacer. Así que tomando la varita del cinto la moví discretamente hacia el juego de té que reposaba sobre una mesita ratona cercana.
Por cierto, has de estar cansada, ese bosque puede ser algo fastidioso en ocasiones ¿un poco de té estará bien para ti?
@ @

 

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Ellie levanta la mirada de sus botas cuando escucha la puerta abrirse. Mentalmente, había estado ensayando su "discurso". «Buenos días ―diría, engrosando la voz para hacerse oír claramente y esforzándose en relajar el rostro, para que no parezca que socialmente torpe―. Soy Eileen Moody. Me envía mi madre con un recado y una historia. Lo cierto es que no conozco muy bien la historia de su tía. Pero sé que ella, que era una squib, tuvo un amorío con un hombre casado, que no reconoció a su hijo cuando nació; y, aún así, cuando ella murió, él abandonó el apellido Saint Marin. No es una historia muy agradable para la familia paterna de mi madre; de hecho, creo que mi abuela siempre le guardó rencor a su propio sobrino... Verán, ella murió hace un par de años. Cuando mi madre se enteró de que la descendencia de su primo se asentó en Ottery St. Catchpole, donde vivo desde hace poco, pensó que sería una buena idea enviar conmigo un obsequio de bienvenida y buenos deseos, hacerles saber que estamos aquí y que, si nos aceptan, somos su familia».

 

Pero cuando la puerta se abre, sabe que sus palabras no serán así de elocuentes ni cálidas. Ella suele sentirse torpe al hablar, mucho más cuando tiene que presentarse a nuevas personas. Rápidamente, busca palabras para armar un saludo rápido y cordial, pero se encuentra con la señal universal para mantener el silencio. Y, tras el dedo apoyándose sobre el labio, un rostro en el cual destacan tres largas cicatrices.

 

«Ollivander. ¿Será posible?».

 

Ellie sostiene con firmeza el canasto de mimbre y en su rostro aparece una mueca para indicar que entiende la orden. Tiene la intención de mantener la mirada baja para cruzarse con la mirada de quien más pudiera habitar esa casona pero, cuando se adentra en el vestíbulo, es imposible. Aquella es la primera vez que está en una casa tan grande y, a su parecer, acomodada (aunque lo cierto es que cualquier casita de dos pisos es acomodada, en comparación con la cabaña donde vive). El estilo de aquella casona, que le hace pensar vagamente en el Palacio de Westminster o la catedral de Nuestra Señora, le hace sentir en un lugar viejo y con historia. Quizás estas personas tengan poco tiempo en el pueblo, pero aquel lugar no es nuevo. Si camina lento no es tanto por su la incomodidad de estar en un lugar que no conoce sin entender muy bien la situación, sino porque está observando los muebles, las decoraciones, las formas del techo, del suelo, de las puertas, de las ventanas...

 

Lo último que detalla, es el vitral de varios colores que corona dos altas puertas de roble.

 

―Puede ser una maldición ―comenta Ellie distraídamente, cuando Ollivander se queja de que la puerta se cierra constantemente.

 

Entra lentamente a lo que, aparentemente, es el estudio de la casona. Le parece un lugar agradable, a pesar de que es muy difícil estar cómodo en un lugar que uno no conoce. Aún así, toma asiento, colocando el canasto sobre sus rodillas. Cuando el mago habla, es evidente que ha asumido un motivo por el cual ella está allí: ese condenado libro, ese condenado trabajo incompleto. Sin embargo, tiene sentido, pues ella prometió avisarle si encontraba el resto de las páginas... una búsqueda que, evidentemente, no realizó. Tiene mucho tiempo sin pensar en ello; sólo recuerda vagamente el asunto cuando ve, en cualquier otro lugar, a Ollivander.

 

―Ehm... ―lo cierto es que le pone un poco nerviosa que la mire tan animadamente y, peor, asumiendo todavía que Ellie va a por fin completar aquel libro. Se acomoda en su asiento, como si repentinamente, fuese una silla dura e incómoda, y también vuelve a acomodar el canasto sobre sus rodillas, aunque es evidente que al mago no le interesa (pero, oh, puede oler el dulce de leche...).

 

Antes de poder explicarse, alguien más entra al estudio. Se trata de una mujer que, como ella, tiene rasgos maduros a pesar de la corta estatura y los rasgos poco afilados; sin embargo, le parece que Bel es un tanto más baja que ella y con un rostro más infantil, con más facilidad que ella para quitarse un par de años con sólo una poción para alisar la piel. Su presencia es más cómoda y gentil que la del mago, aunque es consciente de que, de cierta forma, él también le agrada. Sin saberlo, en varias ocasiones Ollivander le habló de su esposa, pero sólo en La Madriguera descubrió que se trata de ella, a quien conoció en una escapada del trabajo.

 

―Disculpen ―Ellie muestra una sonrisa insegura, un tanto apenada―. Para ser honesta, no esperaba encontrarlos aquí ―se siente todavía más apenada cuando recuerda que incluso Ollivander, en su visita a su negocio en el Callejón Knockturn, le dejó también la dirección de su casa; por supuesto, ya que nunca encontró las páginas pues nunca las buscó, tampoco se molestó en revisar aquel pergamino donde se supone que las enviaría―. Verán, mi madre preparó estos scottish tablets ―explica, abriendo el canasto para dejar ver los turrones preparados con azúcar, leche condensada y mantequilla―. Ehm... ―intenta pensar en el discurso que había ensayado, pero ahora es tan difícil hilar las palabras― su tía era una squib... y su familia materna se enojó cuando el hijo de su tía se cambió su apellido... nunca supe qué apellido tomó, cuando renunció al Saint Marin. Pero ella supo que la familia de la descendencia de él se asentó aquí. Por eso estoy aquí, para entregarles este obsequio de su parte.

 

»Y, eh, somos prácticamente vecinos, ¿saben? Mi cabaña está como a veinte minutos, creo.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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