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Ottery Fitness (MM B: 111388)


Valeskya Granger
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Nos quedamos reclinados dentro del yacuzzi, los chorros del agua a presion producian burbujas a nuestro alrededor, mi amigo tenia los ojos entrecerrados mientras sentia el suave cosquilleo. Nadie que no lo haya vivido puede entender el placer que se siente con este modo de bañarnos. Los dermatologos avisan de que el exceso de baño puede provocar daños en la piel, pero solo si aplicamos algun tipo de jabon, si nos bañamos con agua, simplemente, los efectos son mucho mas placenteros.

 

Estos pensamientos me asaltan mientras voy notando las burbujas, cuando estoy en esta circustancia me acuerdo de los grandes pueblos que nos precedieron en el arte termal, los romanos y los arabes, ellos si que sabian bien lo que significaba este placer en la vida.

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Valeskya soltó una risita que seguramente no inspiraría nada de confianza, ni a su prima ni mucho menos a su hermano. Eso de tratar de no envenenar a medio Ottery con una poción, podía no ser la intención de ella, sin embargo, todo podía ocurrir cuando no se seguían las instrucciones de manera adecuada. Antes de irse al área de comida que estaba cerca de la recepción, se quedó por un minuto para ver el cartel de Zahil y aprobarlo con el pulgar antes de retirarse. No había nada más por qué preocuparse, confiaba en el buen gusto de su prima; sin querer llegó a su mente el momento en el que la vio con un acompañante, hace varios años, en la mansión Granger [?].

 

- Bueno… manos a la obra he de suponer.- La joven de ojos color violeta trató de que su voz no se tornara insegura. En su vida había cocinado, al menos en la que recordaba, y temía que las cosas salieran mal. - ¡Breena! – Levantó la voz lo suficiente como para su elfina la escuchara y apareciera al lado de ella. Con un movimiento de su varita, hizo aparecer un delantal, el cual se amoldó a su cuerpo y recogió su cabello, al tiempo que ponía un gesto serio. - Necesito que me ayudes… aunque no harás las galletas, al menos necesito que me digas en qué cantidad debo colocar cada porción… tú debes ser la experta acá.-

 

- Si gusta, puedo hacer yo las galletas mientras….- Exclamó la elfina, con seguridad y seguramente para prevenir un desastre inminente.

 

- ¡NO! Ni Joaquín ni yo podemos ser tan inútiles. – La pelinegra volvió a mover su varita para poner un delantal a su hermano, quien se aproximaba a ellas. - Breena será la chef a cargo y nosotros solo seguiremos órdenes… o bueno, más bien yo seguiré sus órdenes mientras tú te encargas de empezar con la poción. No puedo hacerlo todo.. – Exclamó con seguridad.

 

Resultaba bastante evidente que la elfina se sentía incómoda ante el hecho de darle instrucciones a su ama, así que intentaba decir las cosas con mucha más claridad. Valeskya trató de prestar especial atención a la hora de poner la cantidad adecuada de cada cosa se requería, y de no perder la paciencia al ver que hacer la masa no resultaba tan fácil como cuando veía a Breena hacerlo. Finalmente permitió que la elfina interviniera un par de veces. Se valió de su varita mágica para darle la forma requerida, aunque eso implicaba algo de trampa, pero era mejor a que intentara moldear una galleta para darle forma de duende y al final pareciera un muñeco de nieve [?].

 

Solo faltaba lo verdaderamente preocupante: la poción.

 

- ¿Qué puede salir mal, eh Joaco? – Preguntó con el tono de inseguridad en su voz. La joven traía restos de ingredientes esparcidos por la cara, pero no le importaba. - Al final, tendremos que probar las galletas en nosotros mismos para saber que mataremos a alguien ¿no lo crees? – Preguntó.

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- ¿Sabes? conoci a mis esposas en un local muy similar, ambas eran masajistas.

 

- ¿Y se les daba bien?

 

- Muy bien. pero era un local muy diferente. Tenia servicios de spa, pero tambien otros muchos servicios, mi socio supo hacer un negocio muy saneado.

 

- Tu socio...hablas mucho de el pero...¿como llegasteis a ser socios?

 

- Nos conociamos previamente, me ofrecio compartir su negocio, tuvimos 2, a medias.

 

- ¿Rentables?

 

- Ya lo creo.

 

- ¿Y por que lo dejaste?

 

- No lo hice. Tuvimos algunos problemillas....

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Mientras la alborotadora matriarca trataba de organizarse, yo debatía mentalmente si me convenía más quedarme callado y asistir sin reproche a lo que mi hermana suponiera que era el arte delicado de cocinar, o en cambio si debíamos unir nuestras mentes para intentar evitar un desastre. Un desastre que se veía cada ves más inminente, como si yo fuera un marinero y aquellas galletas una tormenta grande que no se podían evitar. Aquella era una Valeskya tan dispuesta que no me gustaba nada. El espíritu navideño le hacía mal, y posiblemente a todos nos repercutiera.

 

Cuando llamó a su elfina, creí que había una posibilidad de que al final me hubiera estado precipitando y que tal vez, la Granger se hubiera dado cuenta de que aquello era una locura. Pero con la necedad de una persona ebria, la aparentemente sobria mujer, exclamó acallando a la criatura, a quien, por primera vez en mi vida miré con compasión; ella también lo entendía, ella conocía a su ama tanto o mejor que yo, y sabía que si los envoltorios no tenían letras muy grandes, podría incluso llegar a confundir la sal con el harina, y eso, en el mejor de los casos. Usar las tazas medidoras no era tarea fácil.

 

-No sé que te ha hecho pensar que estoy incómodo con mi inutilidad, si hasta la reconozco y la celebro... -mascullé entre dientes, de manera arrogante mientras pasaba una mano por mi cabello, cuando en realidad aquello era un insulto a mí mismo, pero como estaba en paz con mis demonios, no lo percibí.

 

Las galletas avanzaban sorprendentemente bien. A pesar de que mis órdenes habían sido encargarme de la poción, las ignoré olímpicamente y aguardé allí atrás, viendo por encima del hombro de la joven de cabello negro, como elaboraba aquel manjar. Di las gracias al universo de forma silenciosa cuando permitió que la elfina interviniera en momentos claves de la elaboración, evitando cualquier clase de error fatal. Una mirada a la incomodada criatura y pude darme cuenta que sería la primera en su servil especie en necesitar vacaciones. Pobrecilla...

 

-La poción puede salir mal -dije tajante, eliminando su optimismo- fuera de no haber preparado alguna, como te dije momentos antes, ni siquiera tengo un libro de pociones. Tendrás que trabajar el doble y ayudarme -miré las galletas y asentí a lo que proponía- Está bien, probaremos una, es nuestra responsabilidad como dueños. Somos inmortales ¿qué es lo peor que puede pasar?

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- ¿Problemillas?

 

- Con el Ministerio, creian que nuestro negocio rozaba lo prohibido.

 

- ¿Y lo hacia?

 

- Pues...mas o menos...

 

- ¿Mas o menos?

 

- Mas bien mas que menos. La verdad es que rozabamos peligrosamente actividades no permitidas.

 

- Y os hicieron cerrar,

 

- Exacto.

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- Debí corregir la frase donde decía que no podíamos ser tan inútiles ¿cierto Joaquín? –

 

Exclamó la joven toda malhumorada por la situación, la ponía de nervios sentir la sombra del ojiazul tras ella, juzgando todo lo que estaba haciendo y sin dar señal de ayuda. De no ser porque estaba concentrada en no echar las galletas a perder, sin duda ya hubieran peleado o mínimo ya lo hubiera corrido de la cocina. Una vez que terminó de aventar las galletas para que se hornearan a su debido tiempo, dirigió parte de su furia para descargarla sobre el joven.

 

- Eres el rey del optimismo, encima de que no ayudas con las galletas, me dices que la poción puede salir mal… cosa que ya sabemos de antemano. – Respondió con toda la sequedad que le permitía ser ella [?]. - En la biblioteca de la mansión debería haber algún libro sobre pociones… Breena no puede hacerlo todo ¡Deberías traer a uno de los elfos de la casa al menos! – Lo señaló acusadoramente.

 

La verdad es que nunca fue la mejor elaborando pociones, así que temía que algo pudiera salir mal; si bien era un hecho que ninguno de los dos podría morir, no sabía qué clase de consecuencias podría tener en ellos el hecho de que se elaborara mal. Había recordado leer algo sobre eso en el pasado: el olor a quemado, demasiado espesa y demás cosas que podían resultar en el aspecto de la poción que bien hecha debía tener un color entre azul y turquesa. La Granger suspiró, sin duda tenían que apresurarse y acabar con esa festividad de una vez.

 

- En vista de que has sido elegido dedocráticamente gracias a tu apoyo en la cocina, tendrás que ir por el libro de pociones a la mansión y de paso ir a comprar los ingredientes. – Sentenció la ojivioleta. - Y no es una opción decir que no, pues yo tengo que quedarme a que las galletas salgan decentes o tendré que hacerlas de nuevo… A menos que quieras involucrarte con cosas de cocina, algo que dudo muchísimo.- Terminó de acusar.

 

Sin decir una palabra más, se dio media vuelta y buscó entre la cocina unos colorantes, para elaborar una pasta de colores para poder darle mejor aspecto a las galletas que estaban horneándose. Sin duda eso de la poción comenzaba a ponerla un tanto nerviosa, pues solo sabía de las señales físicas que indicaban que estaba mal hecha, más no recordaba haber visto algo más sobre los efectos en las personas. “Bah, no creo que alguien haya muerto por eso”, pensó distraídamente al tiempo que se preguntaba si conocía a alguien que pudiera brindarle más información antes de empezar a elaborarla.

 

- ¡Y de paso sería bueno que consiguieras un caldero! – Exclamó en voz alta la Granger sin mirar a su hermano y esperando que no hiciera ninguna protesta al respecto.

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Los hermanos se habían desaparecido en la cocina del gimnasio y la habían dejado sola en la recepción, aburriéndose un poco. Al parecer, a los brujos con buen cuerpo y guapos no les gustaba trabajar porque ninguno se había aparecido a pesar de que el anuncio llevaba ya unas horas(?). Subio los pies al escritorio y cruzo sus brazos por atrás de la nuca para recargar su cabeza mientras miraba al cielo o al techo en ese caso.

 

- estoy tan aburrida que casi podría salir a comerme un maldito muggle - dijo, pero enseguida se tapo la boca. Que diablos había sido eso, ella no solia decir aquellas cosas, menos desde era miembro de...rayos, de que era miembro. No podía recordarlo, solo sabia que aquello no le gustaría a alguien, aunque no estaba segura de a quien. Se rasco la cabeza y se enderezo en su asiento bajando los pies y recargando la cabeza en una de sus manos mientras con la otra tomaba un lápiz y una hoja y se ponía a dibujar.

 

No tenia nada en mente, solo estaba dejando que su mano hiciera los trazos de manera distraída mientras el tiempo corría lentamente. Cuando finalmente termino, en la hoja, un hermoso fenix parecía mirarla con tristeza

 

- donde he visto este pajarito - penso mirando su obra de arte. Lo coloco encima de los papeles y lo miro como con nostalgia. - yo creo que eso fue mi mascota y lo perdí y el trauma bloqueo el mal momento

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- ¿Y has vuelto a tener problemas legales?

 

- Pues no exactamente. La verdad es que no suelo tener roces con el Ministerio. En general nos respetamos mucho, yo procuro no inmiscuirme en sus cosas y ellos me dejan en paz.

 

- Pero a lo que yo me referia...

 

- Si, bueno, la verdad es que hace unos años tuve un pequeño problemilla. Y es que no habia rellenado los papeles del permiso de residencia en el Reino Unido. Asi que tuve que pasar por el Ministerio y solucionarlo.

 

- La burocracia es un asco.

 

- Hombre, eso no. La burocracia es muy necesaria. Lo que pasa es que los tramites pueden ser muy pesados. Pero no me quejo, la verdad es que si no fuera por ella nos hariamos unos lios tremendos. Los empleados del Ministerio son muy importantes.

 

- No sabia que los apreciaras tanto.

 

- Pues la verdad es que si, yo no seria burocrata, pero no dejo de apreciar su trabajo.

 

- Ya se nota.

Editado por justo

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Refunfuñando, había desaparecido del local para aparecer en los terrenos de la mansión Granger. Como si fuera un simple sirviente y por algún motivo que no terminaba de entender ya que yo era tan dueño del local como ella, había acatado las órdenes de mi hermana; y aunque todavía estaba a tiempo de desobedecerla, había una fuerza superior que me lo impedía, quería creer que era una maldición por parte de la mal habida pero bien sabía que no era así . Solté un suspiro resignado ¿Qué había sido del Joaquín del pasado?

 

Fui directo a la inmensa biblioteca de la mansión, que por aquellos milagros de la vida se mantenía ordenado en aquel caos. En la sección de habilidades, no hizo falta más que buscara la "P" para encontrar la serie de libros que buscaba. Había más antiguos y más modernos, pero la poción vigorizante era un clásico, por lo que suponía que estaría en cualquiera de ellos. Dudé un segundo y en un criterio un tanto descuidados tomé cuatro libros, dos modernos y dos reliquias con tapa. Me senté en el escritorio para buscar la poción en cuestión y no fue nada complicado a decir verdad, estaba en el primero que abrí, una copia de "Filtros mágicos y pociones". Lo cerré y tomando nuevamente los cuatro libros, salí de aquella habitación.

 

-¡Kraven! -llamé, y la criatura apareció, un tanto sorprendida, pero sin emitir sus pensamientos- quiero que rebusques en los cacharros de la familia si hay algún caldero de peltre, un mechero, una cuchara de madera, lo que sea que se necesite para una poción, y lo lleves al gimnasio de la familia -le entregué tres de los libros- también estos libros. Puedes consultarlos para ver que equipo necesitamos. No tardes.

 

De nuevo en los terrenos de la mansión desaparecí para aparecer en el bulliciosos y serpenteante pero amado Callejón Diagon, debía conseguir los ingredientes, que no eran especialmente complicados. Torax de Dragón volador, alas de hadas, caballitos de mar voladores y huevos de doxy. Era una poción bastante cruel al parecer. Sonreí con malicia, no me había puesto a pensar en aquello hasta aquel momento. Con entusiasmo renovado, retorné al local y fui como rayo a la cocina donde ya estaban los libros y el resto de los insumos.

 

-Bien hermanita, empecemos -me quité el abrigo y doblé las mangas de la camisa.

 

Contrario a lo que yo pensaba de la vida, las pociones no cederían a mi imperio, por lo que por falta de practica, testarudez, o lo que fuera había llevado por lo menos dos intentos, en los cuales peligramos ser victimas de una euforia insoportable, o un sueño casi mortal, para acabar con un caldero lleno de un liquido que quizás, era de un dorado bastante cuestionable... "Color oro" decía el libro, pero ya de ahí no se sabía si era un oro nuevo, un oro viejo, o que demonios. Me encogí de hombros y miré a Valeskya.

 

-¿Tú que opinas? -pregunté, desconfiado de mi labor- al menos, empeño le puse... pero ni creas que voy a probarla yo solo.

 

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Seguiamos reposando en el Yacuzzi, los cosquilleos de las burbujas y el agua caliente nos recorrian a ambos. Me recordaba muchisimo el baño de los Prefectos de Hogwarts. Ninguno de los dos lo habiamos usado en nuestra estancia alli, pero debo añadir un pequeño detalle. Hay una ala del castillo que esta reservada, exclusivamente, para los profesores y visitantes. En una de sus salas hay un baño similar al de los prefectos, durante nuestra etapa de profesores estuvimos en ese baño en mas de una ocasion, era una buena manera de relajarnos, de escapar de las pesadas obligaciones del cargo.

 

- ¿Sabes? No te imagino metido en cosas ilegales.

 

- Aun no sabes mucho de mi. No he estado metido en cosas ilegales pero...algunas de mis cosas no son, exactamente, legales. Podria decir que son alegales.

 

- ¿O sea?

 

- Que no estan fuera de la ley pero tampoco creo que la ley las viera con buenos ojos.

 

- Comprendo.

Editado por justo

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