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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpg Harpo temblaba. Tras su grito de aviso sobre que atacaban la mansión, esperaba la reacción del patriarca. No entendía cómo era que habían entrado en la mansión, si tenían defensas adicionales. Le costaba entender eso pero no podía ser casualidad que hubieran atacado justo cuando uno de los patriarcas no estaba. Les habían separado, sin duda, pero...Ello conllevaba que había un traidor en la casa.

 

Ese pensamiento le hizo desaparecer el miedo, que fue sustituido por la furia. ¡Alguien se hacía atrevido a traicionar a la familia! Apretó las dos manos (sí, dejó la sopera encima de un mueble) y se acercó a la Ama Helilké, quien le daba instrucciones.

 

-- Ahora mismo, Amita. Avisaré a los elfos y a los sirvientes para que defiendan la mansión. No, las puertas evanescentes están precintadas por la Ama Sagitas, después de... lo sucedido.

 

¿Alguien habría abierto los precintos que ella misma le puso? Debería comprobarlo después.

 

-- No se preocupe por nada, no lleve peso, yo le ayudo, Ama, con la Ama Hayame. Usted tiene que cuidarse por dos.

 

La sospecha anidaba en el pecho del elfo pero ya llegaría el momento de comprobar quién era el traidor. Ahora tenía que seguir las órdenes de la Ama Sagitas, defender por encima de todo a la bebita no-nata, evitar que le pasara cualquier cosa a la madre y a la hija. El Amo Matt no había dicho nada pero ya ayudaba también en la evacuación de la Ama vampira. Cuando habló, dijo que no a la opción del "Dragón verde", el negocio de su mujer, y dijo algo de una cabaña. Me sonó a chino pero era mejor. Si yo no sabía donde era, nadie más de la mansión lo sabía. El traidor tampoco.

 

Aquella duda le martirizaba y no sabía si compartirlo con el Amo. No era el momento pero suponía que él tenia que saberlo. Pero no lo dijo porque la Ama embarazada tenía nauseas. Se acercó a ella corriendo y la sujetó como pudo.

 

-- Amo Matt, encárguese usted de sacar a su tía y yo me quedo con ella.

 

El Amo accedió, aunque no sabía si por su sugerencia o porque él ya lo había pensado. Sentimos ruidos y pronto llegó el olor a quemado.

 

-- ¡Están quemando la casa!

 

El Patriarca ordenó a su mujer que se escondiera y el elfo aprovechó para salir a organizar la defensa, dejando a varias elfinas con la orden de recoger todo lo que pudieran para llevar a esa cabaña ropa y comida, lo que necesitaran. Salió y recorrió varios pasillos. Los elfos salían despavoridos, algunos querían huir. El grito de Harpo les obligó a reaccionar.

 

-- ¡Vamos a defender esta casa! ¿Entienden? Todos a blandir lo que se pueda usar como arma y a defender la Potter Black. Y esto va para vosotros, los elfos sirvientes de la Familia Rambaldi que acompañan a la Ama Heliké: ella les ordena que defiendan esta casa como si fuera suya, así que ¡Adelante! Apagar fuegos y a atizar a los extraños.

 

Le costó refrenar la idea... Conocía bien a todos los de la Familia Potter Black y estaba muy seguro que ninguno era un traidor, nunca lo sería, después de lo que la Ama Sagitas había hecho por ellos, dándoles la libertad y un sueldo con el que sobrevivir. ¿Y si el topo estaba entre los elfos de la Ama Heliké? No les conocía; le era más fácil malpensar sobre ellos...

 

Un estruendo en la Sala de la Chimenea le alertó. ¿Hasta dónde estaría dispuesto aquel grupito para atacar a la familia? ¿Destrozarían el cuadro de la fundadora de la mansión? Chasqueó los dedos y un busto de una mujer con flores en el pelo se alzó y golpeó con fuerza sobre un enmascarado. "Uno menos", pensó y corrió hacia allá. Tomó un perchero y abrió la puerta de la Sala. Gritó y amenazó con él a quien se encontraba dentro.

 

Delante de él, la Amita Xell, de pie, sollozaba, mirando a dos cuerpos tendidos en el suelo: una especie de muñeco retorcido, sucio e inerte, que reconoció, no sabía cómo, como el Amo @@Adrian Wild. A su lado, la Ama Sagitas se revolvía levemente, como si luchara entre un sueño del que quisiera despertarse y no pudiera.

 

-- ¡Ama Sagitas! ¡Lo encontró!

 

Había mal olor, mucho, que impregnaba las cortinas, los muebles, la alfombra... Era como si la suciedad que emanaban tuviera un ente propio que iba expandiéndose. Pero al elfo no le importaba. Había olido cosas peores y, ahora mismo, la mansión ardía.

 

-- Están mugrientos, sí, Amita Xell. No se preocupe, yo los cuido. Vaya a... -- ¿a cambiarse, en la situación en que estaban? Sí, era mejor que sí, pues ella olía como ellos. -- Lavarse un poco y después, si puede, ayude a defender la mansión. Nos atacan. Si espera un segundo, le ayudo a quitarse algo de "eso" de encima.

 

Se acercó a Sagitas y la movió un poco. Puesto que la mansión tendría que ser remodelada al final, ¿qué más daba incluir una habitación más? Con su magia particular, activó la lluvia apaga fuegos en ella. No es que hiciera falta pero el agua, a borbotones, salpicó todo y pegó al suelo aquella mugre que traían. Grandes charcos oscuros se formaban en el suelo, limpiando sus caras.

 

El Amo Adrian empezaba a aparecer debajo de aquella suciedad, mostrando una piel desnuda cada vez más blanca. La Ama Sagitas gritó al recibir el agua en la cara y, sorprendentemente, abrió la boca y empezó a lamer el líquido. Abrió enseguida los ojos.

 

-- ¡Van a atacar la casa, Harpo! Hay que... -- Se incorporó y se apoyó en los codos, mirando alrededor. Su brazo izquierdo tenía una herida abierta de arriba a abajo pero la sangre había sido arrastrada y lucía limpia. -- ¿Dónde está Heliké y la niña Artagracia?

 

Sí, era un nombre ridícul0 que le gustaba sólo a ella. En aquel momento tenso y peligroso, en el que había dos heridos graves, Adrian y Hayame, y en el que podría haber más, el elfo se puso a reír, divertido por la pelea que se montaría como siguiera insistiendo en que la niña llevara ese nombre.

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- eso espero - susurré yo antes de meterme en ese maldito cuarto. Pensé rápidamenten la palabra que me había dicho el pelirrojo. Al intante parecía estar fusionada dentro de una especie de pasadizo pero sabía que era cosa de ese encantamiento. Pero a pesar de ello, el elfo Harpo había "obedecido" mis órdenes. Suponía que lo hacía por ser mujer del patriarca. Puse un gesto torcido, pero esperaba que mis propios elfos le hicieran caso y más le valían que lo hicieran, sabían de las terribles consecuencias cuando me enfadaba. Nos debían un respeto.

 

Pero aún así, estaba nerviosa. ¿Porqué Matt tardaba tanto tiempo? El lugar era oscuro como un panteón o una cripta. Quería usar mi varita y tener al menos un punto de luz, pero, ¿sería arriesgado? Había escuchado el sonido particular de un aparición en el pasillo. Después, pasos que se paraban y luego la voz de mi marido. No sabía cuántos eran, pero diferentes aromas procedían del exterior. Me daba cuenta de que debían ser tres. Mi esposo podía estar en cierto peligro, así que, a decir verdad, tampoco lo pensé mucho. Aún con la ropa que tenía por llevar el luto de mi tío Ishaya (traje pantalón chaqueta negro, con la camiseta a conjunto y botas de piel de dragón) saqué dentro del bolsillo el morral de cuero y de él un anillo de habilidad. Sonreí de lado, seguro que no se lo esperaban.

 

"mi amor, voy a cambiar de aspecto, intenta disimular cuando me veas salir. En cuánto oigas una explosión deshazte de uno de ellos" le había dicho tras esa conexión especial que habíamos sentido desde el primer día. Me puse el anillo de la metamorfomagia en el dedo. A pesar de ver a esa asquerosa mujer una vez, había quedado tan grabada en mi cabeza que no me hacía falta ver una fotografía en movimiento, para hacer lo que quería. Sentí como mi cuerpo iba cambiando, como la poción multijugos, pero mucho mejor. No tenía el tiempo limitado y podía hasta confundirlos. ¿No dicen que una buena defensa, siempres es mejor que un ataque? Y a eso iba.

 

No me había mirado a un espejo para saber que la transformación en una persona odiosa, había funcionado. Sentía la cabellera pesada detrás de mi espalda, cogí un mechón de pelo y comprobé que era violeta. Suspiré nuevamente, saqué la varita y además de sacar un cuchillo de tamaño considerable, escondido detrás de mi espalda, salí del armario, dando una patada tan fuerte, que seguro que los que estaban afuera no se lo esperarían.

 

Metamorfoseada como madamme Everdeen

 

- señores... éste ser de aquí, me ha encerrado dentro de éste maldito armario -gruñí yo intentando poner la voz de esa mujer. ¿Funcionaría? Me miraban desconcertados, asustados y asombrados. Supongo que, jamás se imaginarían que, su "dueña" estuviese secuestrada por uno de los tantos enemigos que les había dicho esa mujer que tenían. Se escuchó una explosión. Uno de ellos giró la cabeza y yo aproveché con rapidez y habilidad, romperle el cuello con ambas manos. Cayó muerto al suelo, como un saco de patatas.

 

- Ha muerto porque me ha traicionado. Me ha vendido a mis enemigos...

 

- Pero, si la hemos visto fuera, es imposible que haya estado aquí dentro todo el tiempo.

 

- Mis señores, conozco muy bien los secretos de éste lugar - les dije con una voz sensual, camelándolos, luego, apunté a Matt y puse un gesto para que me obedeciera- tú, ven conmigo, vamos a ver a Sagitas... seguidme - les ordené yo con voz ronca apuntándolos con mi varita.

 

- Id delante, el señor de la casa se queda a mi lado - obedecieron. No les quedaba otra, pero la pelea seguía allá afuera. Galadriel gritaba evalentonando a los otros elfos, mientras enviaba todo tipo de cosas. Por el rabillo del ojo había visto como, ¿lanzaba lazo del diablo? Casi lanzo una carcajada. Se había enreddado en uno de los atacantes y, sabía que, si no conseguía relajarse, lo asfixiaría presa del pánico. Varios más, con Baco, Vesta y Vulcano, lanzaban pociones y cuando daban en el suelo toda la tierra salpicaba a las personas que querían entrar a la mansión. Además de, por supuesto, usar su propia magia.

 

Agarré el brazo de Matt. Le indiqué con la cabeza que yo iría a por el de la derecha. Sigilosamente mientras nos daban la espalda para protegernos, con el puñal en la a mi propia espalda se la introduje por la mitad del cuerpo susurrando:

 

- por mi familia -enseguida empezó a caer sangre, primero un hilillo pero era densa por la zona en la que estaba clavado el puñal: - ¡ahora! - grité a Matt esperando que reaccionase.

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Aún estaba aturdida y con menos fuerza que un oso hivernando, así que permanecí quieta, respirando, escuchando los ruidos en la mansión y preguntándome qué era lo que había motivado el agua en la cara hasta que relacioné dos más no sé cuantos dan cuatro (creo...)

 

-- ¡Harpo! Atacan la mansión -- volví a decirle. El agua estaba fría y parecía que recuperaba el equilibrio que necesitaba, aunque no sería del todo hasta que tomara una poción vigorizante o una buena comilona proteínica, lo primero que se diera. -- ¡Deja de reírte y ayúdame!

 

Le tendí la mano derecha para que me ayudara cuando noté un pie blanco a mi lado. Ahora era blanco. @@Adrian Wild aparecía por debajo de la suciedad que llevaba meses asimilando en su cautiverio.

 

-- ¡No, no, Harpo! Ayúdale a él. ¡Xell, por los Dioses! Haz algo y ayúdame, no puedo hacerlo todo yo sola! -- No era justa, ella también había sido de gran ayuda, así como Jack. Suspiré e intenté no preocuparme. Jack volvería, estaba segura, estaba ligado a la PB y a mí. No se quedaría en aquel lugar. Volvería. ¡Tenía que volver! -- Venga, ayúdame...

 

Sin embargo, me levanté yo sola de la tensión. Caminé un par de pasos indecisa y llegué hasta la mesa, donde aún descansaba un tapete rojo con borlas granates. Era lo suficientemente grande para cubrir a mi hermano. Lo saqué de un tirón sin importarme que los jarrones y el centro de mesa salieran arrastrados con el empuje. Harpo se preocupó de mantenerlos en el aire antes de que se rompieran.

 

-- ¡Oh, vamos, Harpo! Olvídate de las riquezas materiales. Hay que ayudar a Adrian. Hay que salvar la PB, hay que ayudar a Matt y Heliké... ¿Están defendiendo la mansión? Hay que... -- demasiados "hay qué..." en aquellas oraciones. No había preguntado por ellos... ¿Qué estarían haciendo? ¿Estarían bien? Bueno, lo primero es lo primero. -- Xell, busca mi maletín de primeros Auxilios y llévalo a la habitación de Adrian; comprueba que haya bastantes cápsulas reabastecedoras de sangre. Harpo, tráeme agua y una esponja para limpiar a Adrian y después ayuda a Matt y... Dile que ya estoy aquí, que enseguida les ayudo, en cuanto compruebe que él está bien. Y... ¡Suerte a ambos! ¡Cuidaros!

 

Incorporé un poco a Adrian. Aquel cuerpo desnutrido y casi limpio por los chorros de agua pesaba bastante. Era de huesos gruesos, sin duda. Adrian era apuesto y bien plantado cuando estaba bien. Aunque no me importara su desnudez, ahora me daba la sensación que él agradecería no exponer durante más tiempo del necesario su cuerpo libre de ropa. Le puse el tapete alrededor, envolviéndolo como si fuera una toalla. Suspiré y me desaparecí. Aunque débil, seguía siendo la matriarca y podía aparecerme donde quisiera. Me costó un poco. Si no fuera urgente, ahora estaría descansando en la cama y pidiendo silencio. En vez de eso, aparecí en el interior de la habitación de Adrian.

 

-- ¿Pero qué demonios ha pasado aquí...?

 

La habitación estaba totalmente destrozada, una arca abierta y... Me era igual. Harpo apareció al instante con una bañera portátil llena de agua caliente. Ni le pregunté como lo hacía. La magia de las criaturas es insondable. Metí a Adrian en ella, sin el tapete, claro. Mi elfo me puso la varita en la mano. Es increíble cómo él encuentra siempre lo que yo pierdo. Con la esponja en una mano y la varita en la otra, fui limpiando su cuerpo y sanando sus heridas, demasiado numerosas. Mi ceño se iba frunciendo cada vez que encontraba una nueva.

 

-- Esto es por mi culpa -- dije en voz baja.

 

-- Cúrese usted, Ama, también lo necesita. -- Me dijo Harpo.

 

-- Gracias.

 

-- Tiene que curarse... Han visto a... A ese tal Lázarus. La necesitamos sana. -- Le miré con una pregunta muda. Limpiando el cuerpo de Harpo casi había olvidado que había una batalla en casa. -- Yo me encargo de subirlo a la cama y pondré una elfina para que le cuide, Ama. Si se encuentra bien...

 

Me levanté y tiré la esponja al suelo.

 

-- Dile a Xell que le aplique medicina, cualquier medicina que no tenga la "X" del veneno, cualquier cosa le ayudará, tal como está.

 

Apreté la varita.

 

-- Lázarus... Qué bien que visites mi casa... -- Dije al aire, mientras salía de la habitación de Adrian e iba en su busca.

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Tenía que reconocer que, a pesar de que me hubiera avisado, se em cortó la respiración al ve como Everdeen salía del armario donde había escondido a @. Al menos, me consoló saber qeu aquellos magos eran poco menos qeu peones...si hubieran tenido algo de seso, sabrían qeu la verdadera se encontraba quemada gracias a mi hermanito.

 

Pero caminé junto a ella, mientras aquellos dos tipos nos precedían. Asentí ligeramente cuando me sujetó por el brazo, lanzándome sobre aquel tipo para matarle, rompiéndole el cuello con un movimiento rápido, lo que demostraba cierta experiencia en ello. Cuando me giré, estábamos solos, de pie.

- Estáis bien? - pregunté preocupado, mirando a Helike de arriba a abajo, pero suspiré aliviado al darme cuenta que las pequeñas manchas de sangre, al menos, no eran suyas.

 

Un chasquido a nuestro lado me hizo alzar la varita como un resorte, pero...era Harpo. Bajé la varita, y antes de preguntar, me dijo que tanto @@Xell Vladimir Potter Black como mi madre habían logrado regresar con el tío Adrian. Al menos esa era una buena noticia, pero por desgracia Adrian no estaba en condiciones, asi qeu necesitaba atención urgente antes de que Sagitas pudiera unirse a nosotros.

- Harpo...Harpo busca a Ithilion. - dije, pensando en el niño. Su habitación lo protegería, pero no eternamente. Fenrir gruñó tras el elfo. - Fenrir te acompañará. Cuando des con el niño, súbelo a sobre su lomo y él lo sacará de aqui. - con Fenrir, el niño también podría llegar hasta la cabaña, lo cual era algo menos de lo que preocuparnos.

 

Me asomé por el pasillo. Parecía vacío, pero teníamos que seguir bajando por las escaleras. Volví con Helike, y le cogí la mano.

- Vamos. En silencio. - pedí, mientras avanzábamos con cuidado, pegados a la pared. Alejarnos de la barandilla nos daría una mínima ventaja, ya uqe al menos, no podrían vernos bajar.

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Después de deshacernos de esos tres tipos que habían vigilado el armario en dónde Matt me había refugiado empezamos a caminar despacio. Estaba nerviosa, no podía evitarlo prefería estar en cama durmiendo pero, la familia era lo primero. Al mismo tiempo, tenía miedo. ¿Ya habían llegado los demás? Rogaba en mi interior que sí, nosotros dos éramos pocos a pesar de que, los elfos estaban tirándole cosas a los que estaban llegando. No sabía cuánto fluído explosivo había conseguido comprar durante todo éste tiempo, pero no pude evitar sonreír mientras volvía a mi aspecto de siempre, gracias al anillo de la habilidad.

 

Enseguida recordé algo y llamé a Galadriel. En cuánto se apareció vi que tenía varias heridas en la cara y estaba llena de tierra. ¿Dónde se había metido esa elfina? Al parecer quizá por culpa de los bombazos de las pociones explosivas, le había salpicado la tierra. Me agaché y empecé a decirle.

 

- Lamento tener que dejes tu puesto, pero ve a mi baúl -urgí deprisa - encontrarás varios paquetes de dinamita, no preguntes -le dije a mi marido. Seguro que no tenía ni idea de que teníamos semejante material - estaba protegido con encantamientos -le expliqué con rapidez - encender la mecha y lanzárselos a esos c******* - le dije yo, rechinando los dientes. Galadriel asintió con una sonrisa maquiavélica ¿seguro? eso me pareció ver en cuanto chascó sus dedos y desapareció. Levanté nuevamente la vista y tras mirar al terreno, pude divisar a alguien muy conocido para mí. Su cabellera negra y su piel nívea eran inconfundibles para mí.

 

¿Cómo había llegado tan deprisa? Eso querría decir que, tal vez Sagitas, Xell, Adrián y el tío Jack ya estaban en casa. No pude evitarlo.

 

- ¡¡Lázarus está aquí!! Ese perro sarnoso se ha atrevido a venir - grité despavorida - Pero tuve que agacharme y tirar a Matt al suelo. Tuve buenos reflejos en esos instantes porque, un hechizo de color verde que conocía bien, había roto los cristales del pasillo en el que estábamos - ¿estás bien, estás bien? -repetí yo. Pero se había aparecido Harpo momentos antes y siguió las indicaciones del pelirrojo. Justo cuando se desapareció empezaron la andanada de conjuros. Me puse en el medio de la pared que dividía las dos ventanas y suspiré.

 

- ¡Bombarda! - lancé el conjuro y no sabía si le había dado a uno de ellos, no quería arriesgarme a mirar por si me daban, pero al mismo tiempo a pesar de caerme encima de Matt, no pude evitar acariciarme la tripa.

 

- Cariño, habrá que irse, tengo que hacerle las curas a Hayame, pero no podemos dejar la mansión sin saber si están los demás - le dije con apremio en mi voz.

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@ afirmó qeu Lazarus estaba alli, pero yo ya lo había sentido. Tan confiado, pagado de si mismo. Gruñí, pero antes de poder hacer o decir nada, ella tiró de mi. Acabamos agachados, en el suelo, mientras el hechizo mortal atravesaba los cristales. Helike lanzó un contraataque, pero acabó cayendo al suelo sobre mi...algo qeu en parte agradecí.

 

Pero...tuve miedo. Ver como se acariciaba la tripa me recordó que no podía descuidarme. Por mucho poder que tuvieran, al mismo tiempo eran muy vulnerables. Tenía que evitarles la lucha.

- Me da igual la tía Hayame. - gruñí, mirando hacia todas partes. Cree una protección, un muro de piedra que cubrió la pared destrozada. Con cuidado, ayudé a levantarse a mi mujer y la llevé hasta las escaleras. Estábamos a cubierto, y no nos habían visto movernos hacia ahí. - Ella está a salvo. Sagitas y Xell pueden defenderse. Vosotras no. Sois vulnerables. Asi que me prioridad es sacarte de aqui

 

Una nueva explosión retumbó en el muro qeu había creado. Ya sabía qeu Fenrir estaba con Ithilion, asi qeu el niño tambien estaba a salvo. Los mayores podíamos cuidarnos solos.. O casi...

Una lluvia de medias lunas se dirigía hacia nosotros. Sostuve a Helike detrás de mi, mientras agitaba la varita, creando un protego ante nosotros para evitarlos, al mismo tiempo que mi hechizo impactaba en los torsos de los atacantes. Desde luego, los elfos tendrían mucho que hacer cuadno acabásemos, a juzgar por el estado en qeu dejé a los agresores, tirados por el suelo.

- Estas bien? - pregunté

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- hijo de verdad, menuda sensibilidad la tuya - le medio regañé con una sonrisa a la pregunta que le había dicho de mi tía, la vampira. Pero igualmente, no podía evitar preocuparme por ella. Todavía no estaba del todo bien y me hubiese gustado que, en otras circunstancias ir a cazar para proveerle de sangre. Pero es que así, era imposible hacer nada. Aún tenía reservas por ahí guardadas y nos ayudarían en caso de necesidad urgente. No podía evitar estar intranquila por ella, aún estaba débil y no estaba muy allá para una batalla pero, sabía que, en cuánto estuviese recuperada, daría lo mejor de sí.

 

Me ayudó a levantarme y le di un beso en la mejilla, al mismo tiempo vi que conjuraba una pared de piedra. Levanté una ceja, mirándolo...

 

- Un encantamiento muy bueno... sé que no es magia oscura... pero casi se le parece - susurré, mientras que, los hechizos impactaban en la pared que, estoicamente, aguantaba bien los envites. Algo que agradecía, la verdad.

 

- está bien, está bien - le dije con una tierna sonrisa- pero vámonos, ¡ya! - le urgí yo nuevamente. Temía que se acercaran a las puertas, más que entrar, destrozarlas... Pero ya tenía una ligera idea de qué usar para poder escapar de la mansión.

 

- Hijos de... buenos reflejos mi amor - le dije sonriente otra vez, al ver cómo se evaporaban las medias lunas - me atacan como lo habría hecho yo -refunfuñé, cabreada- seguramente Lázarus les indicaría como procedería yo. Me conoce mucho más de lo que esperaba.

 

- sí, sí, tranquilo - comenté y cuando ya estábamos en el rellano de la escalera, se escuchó un estruendo, la puerta principal de la mansión salió destrozada hacia adentro varios de los de Lázarus estaban apuntando con las varitas en alto. Vi que pronunciaban algo. No lo pensé más...

 

- ¡Agárrate a mí! - tiré de la mano mientras pronunciaba con fiereza - ¡¡Ventus!! - había invocado con un movimiento en forma de látigo con mi varita de álamo y al instante se creó un tornado de un metro de alto con fiereza, y blandiendo mi arma mágica le indique que se dirigiera hacia al exterior, los hechizos eran absorbidos y las esquirlas de la madera y los desperfectos iban directos a ellos, los atacantes sorprendidos, fueron expulsados varios metros afuera de los terrenos. Ni siquiera ese tornado tenía tanta fuerza como para hacerlos retroceder hasta la calle principal de Ottery, pero al menos así, los retrasaría mucho más.

 

Agarré a mi marido @@Matt Blackner y tiré de él en dirección a los jardines, ahí tendríamos mucho más para defendernos. No lo pensé mucho tampoco, en ésta ocasión.

 

- ¡¡absorvere!!- apunté directamente hacia a uno de los que se había recuperado rápidamente y se escuchó un lastimero crujir de un tobillo. Tenía el efecto que, de no curarse pronto la afección podría transformarse en cangrena y perder un miembro y dudaba mucho que, de esa gentuza no deseara perder extremidades. Obviamente, era magia oscura, claro que sí y de la que disfrutaba mucho en usar. Seguro que Matt me miraría feo, pero en esos instantes, me importaba un bledo. Sólo estabsa protegiendo mi casa. Aunque tenía la sensación de que, Lázarus rondaba cerca, lo último que necesitaba, era encontrarme con él.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Alessandra Delacour

-Jefa de Criaturas

 

 

La Metamorfaga apareció detrás de las rejas de la mansión Potter Black, su madre Perenela le había dicho que los Potter Black eran su familia también, al único que conocía era a su nuero Andrew, quien llevaba bastante tiempo que no sabia de el pero despues de eso su madre no le habia explicado nada mas salvo una lista de nombres que Helike solo menciono a uno, alguien llamada Hayame y ahi habia quedado todo lo que sabia y aunque le picaba la curiosidad el arbol estaba ahi por trabajo.

 

Camino con pasos tranquilos hasta la puerta, habia tardado bastante tiempo con los Black Lestrange esperaba que no fueran tanto ellos tambien ya que despues debia seguir con un par de familias mas, al menos asi habia acordado con Lady, unas familia cada uno. Toco la puerta de la mansion y espero a que la atendieran.

 

En mano tenía un par de registros que esperaba que los elfos del hogar respondieran, eran sensillos, cómo su nombre,cuánto tiempo lleban trabajando, si les pagaban, dónde dormían y cómo era e trato de sus miembros para con ellos. Después de eso sería sólo observar el lugar dónde dormían las criaturas y terminaban eso si salía todo bien, pensó.

 

Mientras esperaba se puso los papeles entre las piernas, tomo su varita y alargo su cabello rubio, lo hizo un rodete en su cabeza y con su varita se lo coloco como aquel peinado que una vez vio a su madre hacerse con dos palos en el cabello.

 

La brisa estaba muy ligera y su camisa blanca ligera no le daba calor, volvio a tomar los papeles y con su vuelapluma comenzo a moverlo al aire mientras esperaba.

 

 

@ @@Matt Blackner

 

 

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No podía dejar de llorar porque toda aquella suciedad estaba adherida a mi ropa. Cuando acusé a la tia Sagitas y al tío Adrian de que estaban mugrientos, olvidé expresamente decir que yo también me sentía así. Necesitaba una ducha urgentemente y olvidar, olvidar todo lo sucedido en aquella casa demoníaca. Pero no podía dedicarme a mí, la tía Sagitas y el tío Adrian me necesitaban, tanto como yo necesitaba recuperarme.

 

Apenas dejé de llorar cuando apareció el elfo. Harpo estaba allá, con nosotros, algo que me hizo sentir más ligera. Él se encargaría de todo. El Elfo siempre ayudaba en la familia. Él mismo dijo que nos iba a cuidar, se lo agradecía porque yo no me atrevía a seguir yo sola. Respingué cuando sentí la voz de la tía Sagitas. Estaba viva, volví a llorar.

 

- Estás mal y te preocupas de la bebita! - exclamé, entre sollozos.

 

El agua ayudó a limpiarnos un poco y me sentí mejor, aunque la habítación quedaba completamente destrozada.Pero como había dicho el elfo, estaban atacando la Potter Black, así que aún podía quedar peor. El grito de la tía Sagitas, diciendo que la ayudara, me hizo reaccionar.

 

- Perdón, tíita. Ya te ayudo.

 

Le ayudé a coger al tío Adrian, quien parecía un muerto en vida. Bueno, los vampiros son muertos en vida, pero ella me pidió su maletín de primeros auxilios. Sabía donde estaba. O al menos la última vez estaba en su dormitorio, cuando la habíamos dejado atada durante una semana en su cama, hasta que se recuperó de las heridas. Corrí hacia allá. Me encontré con uno hombre de negro y grité con fiereza.

 

- ¡Ahora no puedo, bobo! - le lancé algo con la varita y vi que el hombre caía hacia atrás, golpeándose contra la pared. - ¡No tengo tiempo!

 

Revolví la habitación sin piedad, sacando los vestidos de la tía y tirándolos al suelo. Allá en el fondo estaba el maletín que me había pedido. Corrí de nuevo por el pasillo hacia la habitación del tío Adrian. El enmascarado seguía en el suelo, debí darle fuerte. Entré y estaba el elfo y Adrian solos.

 

- ¿Y la tía?

 

Harpo me dijo que se había ido y que le diera cualquier cosa al tío.

 

- ¡Pero si no tengo Primeros Auxilios! - protesté.

 

Era igual, la vida del tío estaba en mis manos, mientras no hubiera nadie capaz de curarle. Abrí el maletín y saqué varios potingues. Soplé y recé a la diosa Madre para que me ayudara a no matarlo y le di un sorbo al tío. No quería que se atragantara así que le di un poquito y esperé, otro poquito y esperé. Cada vez estaba más nerviosa. Se oían los gritos del ataque en la mansión. Temía por los primos. Por la tía... Que se preocuparan los que se cruzaran en su camino.

 

Entonces sentí que llamaban a la puerta. ¡No podía ser! Me acerqué a la ventana y me asomé despacito. Debajo estaba Alessandra. El corazón me dio un vuelto. ¿Qué hacía aquí la prima? Me asomé un poco más.

 

- ¡Huye, mientras puedas!

 

Cerré la ventana. No estábamos para visitas. Entonces, recapacité y me volví a asomar a la ventana:

 

- ¡Prima Alessandra! ¿Tienes primeros auxilios? ¡¡Te necesito!! - le dije, antes de que me contestara.

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Alessandra Delacour

-Jefa de Criaturas

 

 

 

De curiosa puso su oido en la puerta de la mansion para saber si habia alguien pero no se escuchaba nada. El ruido de una ventana abrirse la hizo sobresaltar y dar un par de pasos hacía atras aterrorizada de que la descubrieran husmeando.

 

-Eh!!- exclamó.

 

Una muchacha rubia le gritó que huyera y sólo logró confudir más a la Metamorfaga que se quedó parada ahí mirando la ventana por dónde se había ido después de gritarle aquéllo. No pudo más que golpearse la frente con una de sus manos pensando en que locura estarán metidos todos más porque estaba desde el departamento de Criaturas.

 

-Espera- llamó a la bruja.

 

Diablos!! Apenas viera a su madre Perenela le pediría que le anotase los nombres de todos y su aspecto físico. Pero se alegró ver que la fémina volvió sólo que le sorprendió su pregunta.

 

-Si tengo primeros auxilios- gritó desde la puerta.

 

Años que llevaba siendo sanadora, incluso después de cambiar de trabajo seguía tratando con la sanación en el Control de Comercio, pero ahora había decidió probar otro trabajo ya que reportera era fatal.

 

-Qué está pasando?- gritó aporreando la puerta para que la abrieran.

 

 

 

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