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Instituto Internacional de Investigación a la Magia.


Jeremy Triviani
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-No me expliques nada de tu trabajo, se nota que no sabes hacerlo a la perfección. Esto es tu culpa por jugar con animales que no entiendes -Respondió Jeremy cortante a las palabras de Sophie, las cosas empezaban a ponerse tensas de nuevo, y empezaba a estar molesto. Ella estaba sangrando, lo que hacía más difícil todo.

 

¿Porque se empecinaban en tratarlo como un niño. Él también había pasado por cosas peligrosas, y las había superado. La arrogancia de las mujeres empezaba a molestarlo mucho. Cuando estaba en ese punto, no podía razonar bien, pero las palabras de Tauro se llevaron toda su atención.

 

-¡Que lo traiga si eso funciona! -Le gritó viendo cómo todo el laboratorio estaba a punto de colapsar. El viento estaba desapareciendo y la temperatura empezaba a descender peligrosamente - No voy a morirme, así que traigamos a Lilith.

 

Estaba por agregar otra cosa, cuando los cristales empezaron a estallar por el cambio radical de temperatura. Miles de pedazos de vidrio volaron hacia donde estaban ellos, buscando dañarlos. Jeremy quiso invocar un escudo, pero se dio cuenta que su varita había desaparecido. La tenía en su mano hacia dos segundos, y ahora ya no estaba.

 

-Me robó la varita -Susurro sin poder creerlo. ¿Cuándo se había acercado tanto?

 

 

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Tauro quiso replicarle, decirle que la verdad no tenía idea de lo que estaba hablando y que él sería la primera víctima mortal de Lilith si seguía comportándose de esa manera, pero también suponía que no le interesaba. Él era así. Suspiró exasperada, algo debía decirle, no se podía quedar con las ganas. Abrió la boca para decir algo y en eso un nuevo ataque, solo que esta vez tomó completamente desprevenida a Tauro, que no hizo más que usar sus propios brazos para cubrirse y Jeremy, sin proponérselo, recibió todo el daño dirigido hacia ella.

 

—¿Qué dijiste? —preguntó sin poder dar crédito a lo que escuchaba. Se cercioró de que aun tuviera la suya y suspiró aliviada al darse cuenta de que aun la sostenía en su mano, Sophie también. El punto es... ¿sería Asmodeos tan peligroso como para moverse sin ser notado? Si no les había pasado algo mucho peor es porque simplemente se estaba divirtiendo.

 

— Sophie... ¿Asmodeos sabe cómo usar una varita? —probablemente sí, pero le preocupaba más otro tipo de magia que la que ellos habían aprendido —¿Cómo es exactamente que nos ayudará Lilith? —no se atrevía a moverse, detestaba estar a oscuras. Se ocupó de las nuvas heridas del vampiro quisiera o no, pues antes había hablado muy en serio en cuanto a no tener que cargar con su cuerpo por ahí, eso solo los retrasaría.

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La negativa de Tauro me sienta un poco mal. Traté de entenderla los segundos que podía dedicar a eso, dada la situación cada vez más urgente y peligrosa.

 

Podía imaginar el porqué cuestionaba mi solución, pero era momento de elegir entre el menor de dos males. Es cierto que Lilith se aferraría al plano terrenal, pero también era más fácil de desterrar, además de que tenia más afinidad con Lilith, quizá demasiada, siendo aquella la demonio que me había convertido a mi.

 

– ¿Podrías, al menos, dejar de decirle animales a los demonios? – pregunto y me impresiona la calma con la que lo digo considerando lo incorrecto y exasperante de su comentario. Ya tendría tiempo de decirle que estaba demostrando nada más que una inmensa inmadurez, primero tratando de pasarlo todo por un accidente y luego por mi culpa en lugar de la suya por tocar cosas que no le pertenecían. De hecho ya había decidido instalar algún tipo de mecanismo que impidiera la visita de vampiros y humanos a mi laboratorio. Aquel mago se había encargado de confirmar que no se podía confiar ni siquiera en los supuestos expertos del IIIM en ser cuidadosos con las investigaciones de otros que a menudo resultan ser tan peligrosas como la mía.

 

– Lo siento Tauro, pero honestamente no podría importarme menos lo que le suceda al vampiro – es como si ya hubiese perdido las ganas de pelear, como si estuviese aburrida, pero no, estaba muy tensa, pero no podía perder la cabeza con la necedad de Jeremy. Cada palabra aunque el volumen es moderado, está cargada de veneno.

 

– No hay otra manera – comienzo debatir, cada momento que perdíamos era tan crucial. Pero en ese momento nos interrumpe para informarnos que ha perdido su varita. Genial. Mi parte más cruel lo celebra, a pesar del riesgo que eso supone.

 

Un nuevo ataque, logro crear mi escudo protector a tiempo, puedo sentir que están aumentando de intensidad. Me temía que el próximo sería definitivo.

 

Asiento a su pregunta. Asmodeo había caminado por la tierra libremente por demasiados siglos, había aprendido magia de sobra, más oscura que la que conocían casi la totalidad de todos los magos vivos.

 

– Pero ocupa más fuerza para tener el control suficiente de la varita, es cuestión de tiempo. Muy poco – añado para terminar de aseverar el estado crítico – tampoco me gusta la idea, pero sé como controlar a Lilith – aquello era exagerar, pero si era cierto que tenía la afinidad a mi favor. Era difícil explicar que había compartido hasta años con ella en su forma humana. – Lilith es la madre de Asmodeo – susurro aquello como si ayudara en algo. – Es capaz de equiparar y superar sus poderes y ponerlo en esa misma celda, ella fue la primera en hacerlo– un recuerdo de la primera vez que había presenciado un enfrentamiento entre ambos cuando recién me adaptaba a mi condición y otro más reciente de cuando me había ayudado a traerlo hasta ahí.

 

Otro cambio de temperatura extremo y un terrible fogonazo. Soy yo la primera en verlo, los otros están de espalda, los tomo de los brazos para tirarnos los tres al piso y evitar por milímetros la llamarada que rebota contra el vidrio de seguridad al otro extremo.

 

– Tiene que ser ahora Tauro - hago un corto en mi palma en lo que nos reincorporamos – las palabras son «Marag Ama Lilith Rimok Samalo Naamaah».

 

Le tiendo mi mano chorreando sangre. Ni siquiera me detengo a pensar en el vampiro, si apreciaba su vida se vería en la obligación de restringirse.

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Tauro escuchó con atención lo que Sophie le decía y aunque sabía que Lilith era madre de muchos demonios, no tenía conocimiento de aquella relación, pero el saber que había una posibilidad de que regresara a Asmodeos a donde pertenecía le brindaba una gota de tranquilidad. En medio de todo sonrió, pero era ante el hecho que incluso el ser más peligroso tenía esa relación extraña y difícil con su madre, tal como la suya. Era extraño que en medio de todo se acordara de su madre, quizás porque tenía una visita pendiente que hacerle y eso siempre la ponía de los nervios.

Fue la bruja quién la sacó, de golpe, de sus pensamientos, al salvarlos a ella y Jeremy de un nuevo ataque que le roza los pelos. Ya no se trataba de sillas o mesas con los que intentara asustarles, las cosas se estaban tornando mucho más serias y peligrosas.

— Si tiene que ser ahora, hagámoslo —atajó con determinación, imitando el corte que se hizo en la palma, dejando que la sangre brote por sí sola porque para lo que están a punto de hacer el sacrificio debe ser más grande.

Marag Ama Lilith Rimok Samalo Naamaah — dice al unísono con ella, en una lengua que no es de ahí.

 

El mantra da inicio. Mientras ambas brujas recitan las palabras, el vampiro debe mantenerlas a salvo a como de lugar, aun sin varita.

 

¡Te invoco, Diosa de la Luna! Madre de brujas y reina de delicias prohibidas. Sal de las cuevas del desierto del Mar Rojo. Ven a mí, Madre de la Fornicación. ¡Diosa antigua, que cabalga la media luna oscura a través de los cielos de medianoche! ¡Madre de los demonios! Princesa de los Gritos, que vuela a través de la noche y chilla en el desierto —el grado de concentración es tal, que Tauro se olvida de lo que pasa a su alrededor. La sangra sigue goteando a chorros y al caer al piso va formando una estrella de cinco puntas.

 

Marag! Ama! Lilith! Rimog! Samalo! Naamah!
Eres pasión, muerte y éxtasis.
Tu boca gotea sangre fresca.
Tu lengua bífida gotea con veneno mortal.
Tus ojos son tan negros como la muerte.
Tu aliento es el hedor de la carroña.
Tu matriz es la guarida de la Serpiente.
Cada vez es más difícil seguir pronunciando cada palabra, la garganta se le seca.
¡Te llamo, Reina de Saba, consorte de Dios!
¡Te llamo, la novia del diablo, que gobierna el Reino de las sombras eternas!
Te llamo, alma de toda criatura viviente.
Te llamo, fin de toda carne, el útero y la tumba!
Siente que se desmaya, pero ya están casi al final del ritual.
¡Te llamo Lilith!
Marag! Ama! Lilith! Rimog! Samalo! Naamah!
¡En nombre del dragón!

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Jeremy quería demostrar que no le importaba haber perdido la varita, pero realmente empezó a asustarse por ese contratiempo. ¿Cómo podía ayudar a las brujas si no tenía varita? Negó con la cabeza sintiéndose tonto, mientras que unas esquirlas lo lastimaron en los brazos y apenas en el pecho, dañando su ropa a jirones. Hizo oídos sordos a lo que las brujas le decían, porque desde un primer momento estaban en su contra, y parecían que a pesar de la tregua que habían arreglado, Tauro volvió a ser su “enemiga”.

 

-No me voy a morir… -Volvió a decirles, pero ellas no le prestaban atención - Tengo debilidad por la sangre de demonio, así que hagan alguna invocación sin ella.

 

Sus palabras se perdieron en la nada, cuando Sophie lo agarró y lo lanzó al piso, salvándolo de ser una croqueta. Lejos de agradecérselo, Jeremy la miró ceñudo, hasta que ella se cortó y los ojos empezaron a nublársele al sentir sed de sangre… demoníaca. Casi podía saborearla, los colmillos aparecieron rápido, mientras se ponía de pie.

 

Se contuvo lo mejor posible, pero la peliazul no ayudó mucho. Se abrió las venas para empezar el ritual de invocación. Delante del vampiro. ¡Pretendían que no haga más que mirar! Vio el crimen de la sangre roja de Tauro deslizarse por su piel y caer gota a gota en el suelo. Manchándolo. Jeremy contuvo un gemido. No quería recordar, pero no podía evitarlo. Miles de imágenes se formaron en su mente, haciendo que salivara y atacó a quien tenía más cerca, para calmarse. Sophie.

 

 

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Tauro estaba tan centrada en terminar el ritual que la verdad se había olvidado de Jeremy, quién volvía a ser una molestia. Lo que estaba haciendo requería de su completa concentración y voluntad, sin embargo, un gemido a lo lejos hizo que los vellos de su nunca se erizaran. Aquello solo podía significar peligro y no necesariamente departe de Asmodeo. Había olvidado por completo cómo se colocaba el vampiro con la sangre de demonio.

El pentagrama en el suelo estaba terminado, solo hacían falta algunas palabras de parte de Sophie para terminar ya que ella era la experta en todo lo referente a Lilith. Pero todo su esfuerzo estaba a punto de verse arruinado por los instintos de otro. Tauro no pudo anticipar la reacción del vampiro, al menos no a tiempo.

-¡Vampiro tonto! -rugió, cuando lo vio encima de Sophie. Quiso apartarlo, pero en ese punto su fuerza de alguna manera aumentaba y no lo tenía doblegado su voluntad como la otra vez. Luchar con él tampoco tendría sentido, los haría perder el tiempo y cada minuto que pasaba Asmodeo se hacía más fuerte. Así que hizo lo único que le pareció lo más conveniente.

La bruja se subió a la espalda del vampiro, no para atacarlo, sino para atraerlo con su olor. Con la mano ensangrentada manchó su rostro, su boca, con esto pretendía que cambiara de objetivo mientras Sophie hacía lo suyo. Ya habría tiempo para regaños.

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Laboratorio de Herbología

Nuevamente las luces rojas parpadearon en aquel laboratorio y la Snape alzó una ceja con extrañeza

Esta vez no hubo sonidos de advertencia o fuertes pitidos que amenazaran con hacer reaccionar de forma más violenta al pequeño demonio negro que ahora parecía dormitar, enroscado cual gato de llamas entre algunas de las macetas menos inflamables de la Ryddleturn que parecía demasiado concentrada en su propio trabajo como para ponerle atención a ninguna otra cosa; pero de todas maneras los ojos rojos de la mujer no dejaron de ver los alrededores, casi como si en cualquier momento algo fuese a derrumbar los muros o la puerta de aquel espacio, donde al parecer alguien había encontrado la manera de meter a la rubia en una guerra de la cuál, esta ni siquiera tenía la autorización de su departamento como para comprometerse a ello

Aunque por un segundo había dudado acerca de si no habría sido por su culpa, ya que se había acercado a la caja con la fuente de varios objetos malditos y acababa de sacar lo que parecía un alhajero lleno de símbolos extraños en oro sobre su superficie; runas que se movían de vez en cuando de forma mística y sin un órden en específico

-Dime que tú eres la que esta provocando las alarmas de alguna manera, porque esta vez, no creo que haya sido mi culpa

Le dijo Hayame a su compañera rubia mientras que comenzaa a moverse con cuidado en dirección de la puerta de la entrada a ese laboratorio y lo más calladamente que pudo, le pasó los cerrojos mágicos que ahora veía, aquella habitación poseía; unos momentos después también sacaba la varita y la agitaba suavemente solo para apagar las luces y poderse quedar a oscuras, solo en caso de que alguna otra cosa fuera a suceder

-Es normal que las cosas más raras siempre sucedan en este tipo de lugares? -volvió a cuestionar a la rubia y por un segundo se temió, que algún otro país hubiera tenido las agallas de mandar a su gente a atacar aquel laboratorio, justo cuando estaban todos ellos metidos ahí

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La respuesta de Jeremy fue inmediata y me preparé para abandonar el laboratorio, mientras los científicos se dedicaban a hacer su trabajo. Estábamos sintetizando la sangre de mis gemelos: Taren y Elyssia. Ambos eran hijos de hombres lobo, por lo que se esperaba que su sangre fuera pura pero, al ser parientes de demonios, había una mutación que los hacía... diferentes y era eso lo que nos asustaba a Sebástian y a mi. Toda aquella excusa de llevarle la sangre de Arya a Jeremy para que realizara sus estudios era una forma de poder aunar fuerzas para descubrir algo que me interesaba en lo personal: mi familia y sus poderes.

 

Llegar al Laboratorio de Jer no era difícil, no desde donde yo estaba. Habían modernizado las instalaciones al estilo muggle, con códigos y ascensores además de magia avanzada para evitar brechas de seguridad, pero eso no quería decir que no ocurrieran algunos pequeños desastres de vez en cuando. "Demonología y Maldiciones" quedaba justo dos pisos debajo de mi laboratorio y, al abrirse las puertas del ascensor, me encontré con las luces de seguridad prendidas.

 

-¿Qué demonios?- dije, casi siendo tan redundante con la expresión que podría haber soltado alguna risotada si no fuera por la preocupación que aquello me generaba.

 

Las sirenas en el corredor no se oían tan fuertes como en otros sectores del laboratorio, más que nada porque esos lugares estaban casi insonorizados. Pero también eran prácticamente impenetrables. Una brecha de seguridad significaba que los que estaban adentro, estaban atrapados. El laboratorio tenía planes de contención un poco hostiles.

 

De pronto, la temperatura aumentó y lo comprendí: allí se había liberado algo que no era de este plano. ¡Demonios! Sí, probablemente uno. Los cristales internos del laboratorio estallaron y fue entonces donde la luz intermitente de las sirenas me dejaron ver a los tres individuos. Jeremy, lo conocía porque trabajábamos juntos en el Concilio también. Tauro era casi imposible de no reconocer con aquel cabello azul. La que no me resultó conocida fue la tercera figura, otra mujer. Las dos chicas estaban agarradas de las manos, recitando algo, pues desde allí podía ver que movían la boca... Pero, entonces, Jeremy saltó sobre la mujer desconocida para mí y Tauro sobre él.

 

-¡HEY!- grité, aunque sabía que no iban a escucharme.

 

Entonces lo vi, la presencia siniestra que estaba causando estragos. Los aspresores se prendieron cuando la temperatura aumentó una vez más y el demonio se giró para mirarme. Lo conocía. Lo había visto una vez.

 

-Asmodeo- apreté la mandíbula.

 

El maldito que había raptado a mi sobrina para llevársela al Inframundo y gobernar con ella. Sus ojos, rojos como brasas, sonrieron a la par que sus dientes puntiagudos chasquearon.

 

Pasé mi tarjeta por el lector pero la puerta no se abrió. Bien. Tendría que usar algo más.

 

Cerré los ojos y me concentré. Desde que había tenido a los gemelos no había vuelto a transformarme en lobo. Debido a los avances que habíamos hecho, había podido controlar mi transformación a gusto y mantener todos los sentidos amplificados, sin perder nada, pero no lo había intentado durante el embarazo y ahora que los gemelos tenían tres meses, tampoco había sentido la necesidad de correr a la luz de la luna como hacía Sebástian. Pero el caso lo ameritaba.

 

-Vamos- murmuré.

 

Concentré mi magia en mis músculos, en mi cuerpo, haciéndola fluir por mis nervios, mis huesos, mis tendones, mis venas. <Oh no, me gusta mi traje> pensé, mientras sentía cómo mis huesos se deformaban para dar paso a la bestia. Solté un grito de agonía mientras mis piernas se deformaban hasta parecer las traseras de un enorme lobo, la mandíbula se rompió y alargó, las orejas crecientes. Mis dientes se transformaron en colmillos filosos y el grito pasó a ser un aullido feroz.

 

Ahora, con mi fuerza mejorada, embestí el vidrio del laboratorio. Una. Dos. Tres veces. El vidrio se rompió y rasgó mi piel, haciendo que salieran algunas gotas de sangre pero el tejido se regeneró rápido, muy rápido. Algo más del suero mejorado de lobo.

 

Corrí a toda velocidad bajo el agua que caía de los aspresores y salté sobre Asmodeo, dispuesta a sacarle la garganta de una mordida pero el demonio era astuto y rápido y me esquivó, por lo que caí sobre el trío que seguía luchando, haciendo que todos se separasen. Mi olfato me dijo que Jeremy era un vampiro... uno hambriento. Gruñí. Esperaba que alguno de los presentes pudiera leer mi pensamiento.

 

<Dejen de pelear, id.iotas. Hay un demonio muy muy malo en este maldito lugar> pensé, clavando mis ojos en los tres apenas recuperé el equilibrio.

 

 

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Jeremy ya estaba por morder a la Sophie, sus colmillos estaban que le rozaban la piel de su cuello, cuando sintió que alguien se subió a su espalda y mojo su mejilla con sangre. Eso cambió su objetivo al instante. Conocía ese plasma que lo hacía salivar, se giró lo suficiente para atrapar la muñeca de Tauro y hundir sus colmillos en la pálida piel. Su éxtasis fue total al sentir el líquido orgásmico bajando por su garganta.

 

Estaba al borde de perder el control nuevamente frente a la peliazul, pero esta vez sus sentidos le avisaron a tiempo que alguien estaba por embestirlos. Dejó de morder a la mujer y la giró para ponerla a su espalda, mientras se ponía de escudo para soportar la fuerza del lobo al caer. Fue una milésima de segundos, que dejó a todos sin ningún daño, más que la difícil situación del demonio que huía por donde el animal había entrado.

 

-¡Noo! -Gritó indignado, mientras buscaba la mirada del lobo queriéndolo matar, sin importarle nada. Luego se dirigió a Tauro porque el tiempo apremiaba - ¿Crees que pueda utilizar mi varita para escaparse del IIIM?

 

No tenían mucho tiempo para pensar las consecuencias sobre ello, la invocación de Lilith estaba a medio terminar, y habían perdido a Asmodeus de vista. Jeremy no tenía idea si las instalaciones podían resistir los hechizos del demonio. Necesitaba su varita. La necesitaba ahora. La sangre de Tauro que corría por su sistema nervioso lo estaba empezando a poner un poco inestable.

 

 

 

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Me habría gustado tanto solo escapar de allí, que aquel no fuese mi problema y que Jeremy estuviese importunando a alguien más, aunque fuese para variar.

Pero no.

Era mi sangre y la de Tauro la que corría libre por el piso y, al ritmo de aquella cantiga maldita, se reunía formando un perfecto pentagrama. Entre tanto, era imposible no apreciar la belleza y horror de aquel acto. Arte y esoterismo funsionándose con aquellas fuerzas oscuras que permitían la existencia de criaturas tan fascinantes. Aun en aquel momento, lleno de tensión y peligros, no dejaba de aprender y fascinarme con todo el poder.

Pero el ritual pasa factura, si bien la sangre derramada entre ambas no es suficiente para ponernos en peligro si era capaz de debilitarnos importantemente, estábamos a escasos segundos de completarlo.

– Madre del Pecado, revélame tu verdadera forma, habla con la verdad y responde con la verdad. – el aire era tan denso o quizá solo me faltaba la respiración – Concédeme el conocimiento y la sabiduría de la Noche. Levanta mi espíritu y permítele entrar en tu reino oscuro en el lado Oscuro de la Luna. – hago un esfuerzo descomunal por continuar, demasiado depende de ello – Ho Orphis Ho Archaios, Ho Drakon Ho Megas!

Estaba hecho. Un silencio absoluto y nada natural se apoderó de la instancia. Intento levantarme triunfal y preocupada al mismo tiempo, pero un nuevo revuelo me impide hacerlo.

Es de nuevo demasiado para procesar en un solo vistazo. Pero no me tomó más que uno para reconocer que Jeremy había perdido el control de sí mismo y Tauro forcejeaba con su sed cuyo objetivo era yo.

Tomo una decisión increíblemente difícil pensando en el hechizo para curarme pues ocupaba detener la sangre que corre. Decido dejar a Tauro lidiar con el vampiro, pues había que hacer la petición a Lilith de inmediato.

Un olor familiar me llena la nariz. Una entremezcla de dulce y azufre. Lilith no se muestra a la primera, pero su presencia es evidente. Pongo una rodilla al piso y hablo en la lengua que ella misma me enseñase años atrás.

Asmodeus ha escapado – apenas logro pronunciar las palabras, porque al mismo momento una mujer aparece en la estancia. No entiendo como ha llegado hasta allí pero sé que se arrepentirá de no haber huido cuando tuvo la oportunidad. Era muy tarde ahora.

Una mujer lobo, me corrijo a mi misma luego de que logro comprender algo mejor toda la situación. Una mujer lobo lo suficientemente fuerte para romper el forcejeo entre Tauro y Jeremy, siento una punzada de verdadero odio y dolor al verla herida a causa del vampiro que como un niño no ha podido resistir el dulce. Pero no tenemos tiempo para seguir en discusiones absurdas, ni tampoco de decir nada más.La mujer en su forma de lobo gruñe en concordancia.

Lilith aparece en su forma más temible, indescriptible. Los demás no requieren seguirme cuando pongo una rodilla al suelo. Le rindo la pleitesía que exige aquella demonio que eran tan vanidosa como peligrosa.

Necesitamos tu ayuda – los demás no me entenderán en esa lengua – debemos contener o desterrarlo – pienso en toda mi investigación perdida, más no puedo poner en riesgo tantas vidas. La veo interesada en mis acompañantes –son aliados.

Un nuevo contragolpe de Asmodeo, que de no ser por Lilith ninguno habría logrado sobrevivir. Muestra toda su fuerza por primera vez. Veo la demonio asentir antes de que haya otro fogonazo. Lilith no hacía favores gratuitos, pero al menos teníamos una esperanza ahora.

– Debe mantenerse el pentác.ulo intacto – anuncio a los demás, no puedo explicarles todos los detalles del porqué, pero todo se resumía a que para poder desterrar a Lillith ocuparíamos el mismo tabernáculo de su invocación. – Ya no podrá escapar – le confirmo al mago sin varita que se nota algo fuera de sí. – Pero tampoco es seguro aquí.

Señalo la puerta, llegar hasta allá sería casi imposible. La lucha de demonios había empezado y nosotros estábamos en su arena.

Editado por Sophie Haughton

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