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Conocimiento de Maldiciones


Matt Blackner
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Era una mañana fría de enero, húmeda aunque sin previsión de lluvia. Me encontraba con las manos en los bolsillos de mi abrigo, de color negro, mientras esperaba de pie, haciendo pequeños surcos en la tierra con mis botas de piel de dragón.

 

Volvía a comenzar el año dando clases para la academia, como casi se había convertido en tradición para mi. En aquella ocasión contaría con dos alumnos, @@Orión Yaxley, @@Gatiux y @@Nate Weasley que ya deberían haber recibido, un par de días antes, una nota donde, además de confirmarles que habían sido aceptados en mi clase, deberían utilizar el traslador, una pequeña talla de madera con forma de rana, que había incluido y que se activaría unos minutos antes de las 8 de la mañana.

 

La clase se desarrollaría en el interior del espeso bosque. Tendríamos que atravesarlo para llegar hasta las ruinas de un antiguo templo griego, donde había decidido impartir la clase. Había dado con aquel lugar de casualidad, tiempo antes de llegar a Ottery, y lo había recordado mientras planteaba como impartiría aquella asignatura.

 

Fócida, cerca de la cumbre del Monte Parnaso. Delfos esperaba a mis alumnos, preparada para recordar su triste historia.

Editado por Niko Uzumaki

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Por algún motivo Gatiux se había empeñado aquella mañana en desayunar algo que sólo podrían conseguir en el centro de Londres, se había levantado diciendo que tendrían que darse prisa porque debían pasar por la ciudad antes de ir a por el traslador que les llevaría hacia la clase. Que tenía ganas de un Bubble Waffle y que no pensaba desayunar otra cosa.

 

Orión le había seguido el rollo, por supuesto, aunque no sabía si era porque al final le había contagiado el antojo de Bubble Waffle o porque intuía que si a la Malfoy se le había metido eso entre ceja y ceja, lo mejor era acompañarla a cumplir la petición en vez de protestar inútilmente antes de terminar yendo al sitio donde primero dijo la banshee de cabellos violetas.

 

Y una vez en la larga fila, viendo como el tiempo avanzaba y las personas no, empezó a sentirse nerviosa. Gatiux amaba llegar puntual a los sitios, era una de esas buenas costumbres inglesas que intentaba llevar a rajatabla. Movió las piernas, alternando el peso en un tacón y luego en el otro. Por los nervios y porque hacía algo de frío, y aunque se hubiera puesto unas largas medias tupidas sentía como el frío pasaba entre las piernas. Apretó las manos dentro del entallado abrigo rojo, como si así fuera a pasarse la sensación.

 

- ¿Señora, va a tardar mucho? -preguntó Gatiux inclinándose hacia delante- Voy a llegar tarde a una cita.

 

La mujer que tenía delante era la primera de la fila, pero llevaba allí unos diez minutos preguntando sobre ingredientes y mareando a la chica que atendía sobre las posibles combinaciones de sabores de los gofres y si quedaría bien el sabor del kiwi en rodajas con el del chocolate blanco. Se volvió hacia Gatiux, escaneándola de arriba a abajo y arrugando la nariz.

 

- ¿La cita es con el peluquero para quitarte ese horrible color de cabello?

 

Gatiux abrió la boca, ofendidísima con el comentario. Ella amaba su color de pelo de fantasía. Sujetaba con las dos manos la melena violeta, que estaba recogida en una coleta alta, miró a Orión como si no creyese la falta de respeto que recibía antes de las 8 de la mañana. La señora se volvió para la dependienta, que tenía los ojos muy abiertos, temiendo la trifulca que se podría montar en la cola que retrasaría a un más al resto de clientes, y pidió por fin un crêpe de dulce de leche.

 

La Malfoy no dijo nada, pero había fruncido el ceño y sus ojos amarillos no perdían de vista a la señora de delante, maquinando una venganza que no fuera usando la varita ya que le haría perder el tiempo y llegaría tarde a la clase si tenía que seguirla por la ciudad hasta un lugar apartado. Por fin llegó su turno, su objetivo se sentó en una mesa cercana a la puerta.

 

La dependienta sonrió con apuro, como pidiéndole disculpas por el comentario de la anterior clienta. Gatiux miró hacia los sabores, ya los tenían decididos de antemano porque llevaban un rato en la cola y pidió a la mujer tres Bubble Waffle, uno con helado de chocolate para ella, otro de helado de menta para Orión y un tercer Bubble Waffle de chocolate, caramelo y nata. Pagó y se quedó con dos conos en las manos.

 

- Amor, sujétame mi desayuno. -le dijo a Orión mientras caminaban hacia la puerta- Tengo que ir a tropezarme.

 

Le pasó a Orión el de chocolate, quedándose con el más grande y el que llevaba de todo. Cuando pasaban cerca de la mesa de la mujer que había increpado a Gatiux, la Malfoy fingió tropezarse, tirando el waffle de chocolate, caramelo y nata sobre el escote y el regazo de la mujer del encontronazo de la fila. Hubo un grito por parte de la mujer desconocida cuando se dio cuenta de que acababan de arruinar su outfit.

 

- Ay dios mío, cuanto lo siento. Soy muy torpe. -dijo Gatiux teatralmente, llevándose la mano a la boca- Lo siento, me quedaría a ayudarte pero tengo cita en la pelu para que me quiten este horrible color de cabello. Chaito.

 

Esbozó una sonrisa falsa y movió los dedos de la mano para despedirse.

 

Una vez en la calle soltó una carcajada de verdad. Le pidió a Orión su Bubble Waffle y mientras miraba el reloj pensando en que debían de darse prisa para llegar al traslador. Tras acabar su desayuno y pasar por un Starbucks a por un café caro que se terminó enseguida, Gatiux sacó una pequeña talla de madera del bolsillo. Habían encontrado un lugar sin gente y ahora miraba el reloj sin soltar a Orión, con quien tenía el brazo entrelazado.

 

Tres. Dos. Uno.

 

El familiar tirón que nacía de la boca del estómago. Aterrizaron con elegancia sobre un campo, a la entrada de un bosque. Gatiux pensó si es que todo el mundo estaba en guerra con la civilización o contra sus tacones, últimamente terminaba visitando cuevas, bosques y acantilados, y ninguno de esos sitios era heel's friendly. Miró en derredor.

 

- ¿En qué lugar del mundo crees que estamos?

Editado por Gatiux

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We'll do it all, anything, on our own. We don't need anything or anyone. – cerró el grifo de la ducha en cuanto terminó de sacarse el shampoo del cabello, para luego envolverse rápidamente en una toalla a cobijo del frío. – If I lay here.... if I just lay here, would you lie with me and just forget the world? – canturreó, en lo que salía del baño, mientras con la mirada evaluaba el reloj que yacía sobre su mesa de luz. Tenía cinco minutos antes de la hora en la que el traslador que yacía junto al reloj se activaría.

 

Se vistió tan rápido como pudo, guardando su varita dentro de los bolsillos de sus pantalones de mezclilla. Siguió tararaeando la melodía de aquella canción que tanto le gustaba mientras se aventuraba, traslador en mano, fuera de su habitación y en dirección a la cocina. Aún tenía poco más de un minuto cuando se sirvió café recién hecho en su jarra portátil, y fue con unos cuantos segundos de sobra que se aventuró al jardín y le dio un trago a su infusión antes de desaparecer a rumbos desconocidos.

 

El traslador lo absorbió en una milésima de segundo, y en lo que dura un pestaño desapareció de su hogar rumbo al lugar donde el profesor los estaría esperando. El frío del comienzo de año marcaba presencia con fervor, a sabiendas de que aún restaban unas cuantas semanas de invierno duro. Nathan procuró no volcar su café mientras recobraba la estabilidad, y con suma gracia le dio un trago a su bebida antes de acercarse hacia donde su profesor y los que asumía eran sus compañeros se encontraba.

 

Forget what we are told, before we get too old, and show me our... – prosiguió, en lo que daba los últimos pasos hacia ellos.

 

Buenos días >> saludó, momentos después.

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Aún después de tantos años de conocerse, Orión seguía sorprendiéndose con las situaciones en las que se encontraban. Sobre todo siendo él vidente. Pero es que, de repente un día estás tomando té tranquilo en la Manor, con los pies calentitos con pantuflas y al otro, sacrificando una cabra en un volcán para conseguir una piedra preciosa con propiedades mágicas para él y monetarias para ella. Esta vez, fue incursionarse a un famoso bar de waffles como en burbujitas con helado y algún que otro topping. Obviamente que se le antojó, uno de menta granizada, de esos gustos que nadie pide sólo el 5% de la población.

 

A diferencia de ella, él solía ser más paciente con las cosas. Se dispersaba viendo a los muggles pasar con sus maletines y celulares. Estaban en medio del distrito financiero londiense. Algunos pájaros. La brisa invernal de enero. El té que tenía en las manos para calentarse los dedos. Gatiux por el otro lado estaba lidiando con lo suyo… a su manera. Y, el Yaxley estaba a punto de comentarle algo para calmar los ánimos cuando ella se apresuró y apuró a la mujer de enfrente.

 

Como a él le gusta el caos, decidió ver, sabiendo más o menos cómo iba a terminar la escena. Después de todo, esa mañana, se machó de lleno con la pasta dental en su sweater y por más que fuera el más torpe de toda la comunidad mágica, eso tenía que significar algo.

 

- ¿Señora, va a tardar mucho? Voy a llegar tarde a una cita.

 

- ¿La cita es con el peluquero para quitarte ese horrible color de cabello?

 

Orión sólo pudo llevar la mano a la boca, como ahogando un pequeño grito de sorpresa. Negó con la cabeza chasqueando la lengua. Esas cosas no se hacían y Orión sabía que esa venganza se iba a servir literalmente fría. La mujer se fue a sentar y les tocó para pedir. Entrecerró los ojos cuando tuvo que pagar el tercer Bubble Waffle, esperaba igual que ella se lo dejara. Estaba famélico.

 

- Amor, sujétame mi desayuno. Tengo que ir a tropezarme.

 

- Lo que necesites querida. Te espero… allá, donde pueda ver mejor.


 

 

Vio toda la escena. El desastre. La catástrofe. Y estaba riendo como niño de 3 años con una travesura, mientras que lamía un poco de su helado que chorreaba por el cono. Y eso que los dos tenían como cuarenta y pico. Cuando salieron del local, Orión le sacó la lengua y con uno de los dedos bajó uno de los párpados a modo de burla. Luego buscaron un café en algún lugar un poco comercial donde él se horrorizó con la forma en que preparaban el té. Se desaparecieron rumbo al bosque.

 

- ¿En qué lugar del mundo crees que estamos?

 

- En algún bosque maldito. Pero nada más maldito que esa cafetería, Gatiux, ¿dos saquitos de té en el mismo vaso descartable? ¿¡Con agua hirviendo!? ¡Esa gente debería ir directo a Azkaban! ¡Por atentar contra el sentido com..

 

Apareció el otro alumno y Orión detuvo su rant. Le devolvió al saludo y carraspeó. No quería que pensara que fuera tan loco a la primera.

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- Se encuentran en la isla de Fócida, cerca de la cima del Monte Parnaso - dije, con tono jovial, metiendo las manos en los bolsillos.

 

@@Gatiux y @@Orion Yaxley fueron los primeros en llegar, aunqeu prácticamente pisándoles los talones apareció también @@Nate Weasley, bebiendo café. El último en llegar parecía tararear los últimos versos de una canción, mientras que en la pareja podía sentir sensaciones muy diferentes...una ligera picardía en ella, reflejando cierta diversión, de la misma forma en que se sentía Ithilion después de hacer una travesura y salirse con la suya, mientras que su compañero parecía escandalizado por algo. Sonreí de medio lado y me hice a un lado, para mostrarles el camino qeu se adentraba entre los árboles.

 

- Será un camino corto, y obtendremos unas vistas interesantes a cambio - dije, dando el primer paso e invitándolos a seguirme, disculpándome con la mirada con Gatiux, sabiendo que un camino así podría no ser del todo agradable para ella a causa de su calzado.

 

- Todos hemos sufrido una maldición en algún momento de nuestra vida. Tal vez hemos sentido sus efectos en carne propia, o hemos presenciado como alguien cercano las sufría - y es que, en el clima actual por el que pasaba nuestra comunidad en los últimos tiempos, bandos y demás...me costaba encontrar a alguien que las desconociera totalmente - Admito que, cuando yo mismo decidí cursar esta asignatura, buscaba aprender más sobre las maldiciones para proteger a los mios de sus efectos. Pero otros deciden estudiarlas porque buscan poder y beneficiarse gracias a ellas. - comenté en voz alta, mientras paseábamos entre los árboles

 

Miré hacia los tres estudiantes

- Que sabéis sobre maldiciones? Conocéis alguna en concreto? - pregunté. Era de todos conocida la existencia de las maldiciones imperdonables y sus efectos sobre el ser humano pero...sabrían de alguna más?

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Nathan dedicó una breve y discreta mirada a la pareja que sería compañera en la presente clase. En realidad, no tenía prueba alguna de que fuesen pareja, pero la tensión entre ambos era cuasi palpable y un par de miradas y gestos entre ellos constituían pruebas fuertes a favor de aquella hipótesis. El Weasley dirigió la mirada hacia el profesor, agradecido de tener algo más en lo que centrar su atención, y arqueó las cejas en curiosidad al escuchar el lugar donde estaban puesto que aún con aquel comentario no tenía ni la más remota idea de en qué parte del globo se encontraban. El clima frío era una sensata guía a aquella pregunta, pero el hemisferio norte era extenso y aún en el hemisferio sur había lugares donde los climas fríos eran eternos y permanentes.

 

Decidió borrar aquella pregunta de su mente y concentrarse en la clase. Se adelantó a sus dos compañeros y siguió al profesor dentro del bosque, el cuál se volvió más denso y frondoso conforme se adentraban en él. Por unos segundos, nadie medió palabra alguna, y más allá del taconeo contra la tierra el silencio era impoluto. La melodía de aquella canción resonaba aún en su cabeza, y a la par que le canturreaba la canción en voz baja, miraba donde ponía sus pies puesto que el terreno se volvía más y más inestable. La voz del profesor lo sacó de su chiquilín juego a esquivar la rama, y por más que no gustaba de hablar en clases era consciente de que su participación era la principal forma de evaluación que el docente tenía.

 

En mi trabajo utilizamos una gran cantidad de maldiciones, todas con fines protectores, por supuesto. – acotó, mientras el camino se volvía cuesta arriba. – Soy empleado del Banco Mágico de Gringotts, y la gran mayoría de las bóvedas tienen al menos una docena de maldiciones destinadas a prevenir que los contenidos que resguardan sean tocados por nadie más que sus verdaderos dueños o, de tocarlos, que el precio a pagar sea muy alto. Por ejemplo, la maldición flagrante vuelve a los objetos demasiado calientes como para tocarlos, mientras que la maldición geminio genera tantas réplicas que es imposible saber cuál es la verdadera.

 

Por supuesto, el Weasley podría haber hablado de otras maldiciones. Maldiciones capaces de doblegar la voluntad de la gente, o de torturarlas hasta la insanidad, o incluso de acabar con sus vidas pero... bueno, no consideraba que fuese el lugar ni el momento.

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Gatiux rio al escuchar la queja de Orión, en parte lo había llevado a aquella cafetería muggle para poder observar su reacción. Era divertido verlo indignado, quejándose sobre todo lo que estaba mal. Un adorable cascarrabias. Y aunque hicieran mal el té en la cafetería aquella el café era salvable, le añadían muchas cositas con la que siempre tenías un sabor nuevo que descubrir.

- Te prometo que la próxima vez iremos a algún sitio que nos pongan té bien hecho.

Se habían acercado, Gatiux agarraba las solapas de la chaqueta de Orión mientras hablaban, en un gesto natural e inconsciente. Le sonreía de forma que sabía que le perdonaría enseguida el haberle llevado a un sitio donde llevaban a cabo el sacrilegio del té. El carraspeo de Orión y la forma en que sus ojos azules se dirigían más allá por encima de sus hombros le hizo saber que no estaban solos.

Se volvió, encontrando a un muchacho que sostenía un vaso de café entre sus manos y ahora les saludaba a ambos.

- Buenos días -contestó mientras extendía una mano cordialmente- Soy Gatiux Malfoy.

En el mundo mágico nunca sabías cuando ibas a conocer a magos nuevos, ni cuando esta conexión sería algo perjudicial o beneficiosa, pero la educación primero, claro. Al final en la comunidad mágica se acababan conociendo todos unos a otros aunque fuera de vista y no tuvieran mucho trato.

Como por ejemplo, el profesor, que acababa de llegar a donde se encontraban los tres alumnos. Gatiux había coincidido con él unos años atrás, cuando trabajaba en el Departamento de Catástrofes. Se acordaba de haber tenido que ir a una cafetería medio derrumbada, llena de enormes piedras, y que él y otros compañeros habían hecho lo imposible por arreglar el estropicio. Lo que no recordaba era el nombre, ¿Martín? ¿Marcos?. ¿Lo ponía en el pergamino que les llegó con el traslador? Quizás no lo averiguara si no lograba acordarse, porque no se presentó, pasó a hablarles directamente sobre la asignatura, sin preámbulos.

Comenzaron a caminar. Por lo menos el profesor había parecido un poco culpable al mirar los zapatos de la bruja de cabellos violetas, totalmente erróneos para el terreno en el que se encontraban pero que le hacían unas piernas espectaculares y quedaban de maravilla con el conjunto de abrigo y vestido. Gatiux encontró apoyo en el brazo de Orión mientras caminaban.

Hubo una pregunta, sobre si conocían Maldiciones. El muchacho, que dijo trabajar en Gringotts, les contó como protegían las bóvedas poniendo un par de ejemplo de las más comunes en el banco. El pensamiento de Gatiux fue en otra dirección cuando mencionaron la maldición geminio, una duda que siempre le había asaltado. Una rama de la magia sin explorar.

- Señor profesor, usted que sabe tanto de esta asignatura que nos atañe, ¿cree que habría alguna probabilidad de hacer la Maldición Geminio permanente? -preguntó la Malfoy- Teóricamente hablando, claro. Pagar con galeones falsos, por poner un ejemplo. Al final se pudren. Pero al principio parecen reales, y si hubiera una forma de hacer la Maldición Geminio permanente en el tiempo...

Sonrió de forma encantadora, pareciendo incluso un poco cohibida por la línea del pensamiento que había expresado en alto. Miró hacia el suelo durante un segundo. De todas formas estaban en el ambiente ideal para hacer preguntas académicas, no era raro que alguien planteara dudas de aquel tipo, más cuando no había sido ella quien sacaba el tema a colación.

- El mago que descubra cómo hacer eso podría mandar al traste toda nuestra economía. El valor de la moneda caería en picado.

La banshee de ojos amarillos se preguntó internamente si la cuestión del profesor iría más allá de lo evidente. La sombra de las imperdonables planeaba sobre sus cabezas, estaban ahí, pero al parecer nadie quería mencionarlas. Quizás si alguien decía saber su existencia serían señalados mentalmente como mortífagos por el resto. Un tema bastante peliagudo, pero claro, ninguno de los presentes eran chiquillos a los que le hubieran regalado el palito hace poco. No nombrarlas también podría parecer sospechoso.

- Hace mucho tiempo leí sobre una maldición que colocada sobre un objeto, podría matar rápidamente a aquel que intente destruirlo. -continuó Gatiux, en referencia a la pregunta del profesor- No hay mejor manera de protegernos de los peligros que saber de la existencia de los mismos.

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- Bueno, siempre puedo tomar café.

 

Orión se ponía rojo cada vez que Gatiux le acomodaba sus prendas. Se sentía un enorme torpe y a la vez, esos contactos lo derretían parado. Uno de los compañeros del curso se apareció y él tuvo que comunicárselo.

 

- Y yo Orión.

 

Buenos modales a un lado, la clase empezó. Estaba un tanto aliviado, porque Matt dijo que el camino era corto, aunque estaba a esto (a muy poco, si me vieran la mano) de subir a caballito a la Malfoy y hacer el tonto, como siempre. Y, en el transcurso, comunicó sus motivaciones con la clase, las cuales Orión, en cierta medida, compartía.

 

- ¿En serio quieres falsificar galeones con el Geminio? –le susurró después de su pregunta, poniéndole uno de sus dedos en las costillas mientras la sujetaba del brazo, como para no perder la formación. Estaba evitando reírse todo lo que podía.

 

Caminaba sin mucho esfuerzo, pateando piedritas o rompiendo ramas. Matt los estaba llevando por una especie de sendero y Orión supuso que su destino era una de los antiguos asentamientos griegos. Sabía que cerca de Parnaso estaba el oráculo de Delfos. En una etapa de su juventud estuvo fascinado con todas las artes adivinatorias griegas. Ahí lo recordaba con un poquito de vergüenza.

 

Reflexionó un poco de las maldiciones. Vamos, era mortífago, sabía de muchas. Sobre todo de las Artes Oscuras. Pero, las impresiones lo eran todo. No quería tener una comitiva aurora frente a la Manor. Ya soportó lo mismo con los muggles. Una probada de las cosas le era completamente suficiente, como ese “té” de Starbucks.

 

- Si uso la lógica –bueno, un caso esporádico-. Diría que las maldiciones tienen como objetivo algún tipo de perjuicio. Mi pregunta es, ¿por qué diablos se vende un objeto maldito como el Collar Maldito de Ópalo Inmantado en el Magic Mall?

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- ¿En serio quieres falsificar galeones con el Geminio?

- Bueno, ya sabes, una chica tiene sus inquietudes. -respondió Gatiux algo solemne- Mis preguntas son sólo teóricas, no es como si quisiera meterme en problemas con la falsificación de monedas.

Gatiux procuró parecer algo cohibida cara a la galería, representando el papel de alguien que se sonroja un poco y agacha la mirada mientras sonríe con vergüenza. Ella siempre procuraba mantener la fachada de ciudadana ejemplar. Nunca sería su aspecto civil reconocible el que intentaría pagar con galeones falsos. Pero claro, ella podía habitar otras pieles, unas que nadie volvía a ver nunca, esos sí podrían pagar con galeones falsos.

Le sonrió de forma pícara a Orión. Él ya sabía como funcionaba su mente después de tantos años juntos, y había aprendido a seguir los pensamientos de la banshee cuando ésta los exponía en alto. Lo más probable es que pasase las siguientes noches enfrascada en aquel proyecto a la luz de las velas, intentando que el cambio de las monedas fuera algo permanente, que no se pudrieran.

Necesitaría litros de café. O... conseguir polvito de cuerno de Hodag. Investigando recientemente había averiguado que podría pasarse siete días y siete noches sin dormir si lo consumía. Por eso había adquirido aquella criatura para tenerla en casa. Si de vez en cuando limaba los cuernos como parte de su cuidado, conseguiría la preciada sustancia.

Mientras más caminaban, más chasqueaba la lengua Gatiux. Había decidido ponerse guapísima aquella mañana, con un vestido precioso, unas medias que abrigaran algo sus piernas y unos tacones. ¿Para qué? Para que la sacaran al campo, como si fuese una cabra o algo así. En realidad no le hubiera molestado en otra ocasión, pero se le estaban manchando sus preciados zapatos de tierra, y cada dos por tres tenía que coger el brazo de Orión con fuerza para no dar un traspiés.

- ¿Por qué diablos se vende un objeto maldito como el Collar Maldito de Ópalo Inmantado en el Magic Mall?

- Pues por el mismo motivo que venden dragones o basiliscos, para sacarte los galeones uno a uno. -se veía como aumentaba la nube de mal humor por segundos- No les importa que sea mercancía peligrosa, sólo el dinero de la gente.

Iba soltando pequeños bufidos mientras apretaba la boca con reprobación, fulminando al profesor de vez en cuando con sus ojos amarillos.

- Supongo que habrá alguna ciudad interesante por aquí cerca, ¿no? -le preguntó a Orión- Que tal si turisteamos cuando salgamos de aquí, ya he tenido suficiente bosque, si es que son todos iguales. Y mis tacones son para el asfalto.

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- Supongo que habrá alguna ciudad interesante por aquí cerca, ¿no? Qué tal si turisteamos cuando salgamos de aquí, ya he tenido suficiente bosque, si es que son todos iguales. Y mis tacones son para el asfalto.

 

- Me gustaría visitar el oráculo de Delfos. Más al oeste está Patras, que tiene lindas vistas. Podemos ir a almorzar, tomar un buen vino, ver qué tiene el museo para, observar claro.

 

Y con observar se refería a robar.

 

Se fijó en lo incómoda que estaba Gatiux en el terreno. Los tacones realmente no ayudaban. Le brindó la mano, alzándola a caballito sin muchas complicaciones. Su mente divagó un poco en el bosque mientras se ponía a pensar en la propuesta de ella, con eso de falsificar galeones. Seguro podían salir con la suya en los negocios más pequeños, pero el Magic Mall era demasiado denso con sus controles y prefería pagar el precio y ya.

 

Su cabeza se levantó para volver a dirigirle la palabra.

 

- Y con lo de Tienes toda la razón querida, luego nos escandalizamos por la guerra entre la Orden del Fénix y la supuesta Marca. Al final, es el mismo Ministerio el que les vende las armas a los dos bandos a través de sus integrantes.

 

Pegó un leve saltito para esquivar una piedra. Orión no podía asegurarle a Gatiux un viaje placentero.

 

- Profesor, ¿cuáles son los métodos más comunes para traspasar la maldición de un objeto a otro a fines de romper el maleficio? Digo, más allá de usar las propiedades mágicas del agua, o las energías de la naturaleza como sanadoras, ¿existen formas para no morir con objetos malditos?

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