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Caridad


Ellie Moody
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El hecho de que desde hace varios meses ciertos miembros Orden del Fénix estén involucrándose en la busca de la cura definitiva para el virus que afecta a la comunidad muggle(*), ya ha dejado de ser información confidencial y es más bien un secreto a voces. Mucho tiempo, esfuerzo y dinero se ha invertido en la causa, y aún así todavía no hay ninguna certeza de que vayan a tener éxito; no sólo se enfrentan a un problema difícil de resolver incluso teniendo magia a su disposición, sino que también deben vérselas con aquellos interesados en que este virus, que hasta los momentos sólo afecta a la comunidad muggle, siga causando estragos. Es por esto que cuando una misteriosa persona hace llegar un mensaje a la Orden, asegurando conocer sus intenciones de encontrar una cura y que puede ser de ayuda, hay poco espacio para cuestionamientos.

Es así que en esta ocasión, un selecto grupo de miembros de la Orden del Fénix termina dirigiéndose a Dalkey, un pueblo ubicado al sur de Dublín. Están convocados a reunirse con una persona que se hace llamar Aldrich, en su casa ubicada en una colina apartada del resto del pueblo. Sus investigaciones previas indicaron que no tiene mucho tiempo en el pueblo; sin embargo, parece  que es conocido por ser médico y por ayudar a todo el que lo necesite, de modo que en Dalkey le tienen un gran cariño y muchísima confianza. ¿Acaso de verdad será de ayuda o se tratará de otro callejón sin salida?

(*) Línea Cronológica de la OdF: Abril, 2021 - Octubre, 2021.

◈ ◈ ◈

Recuerden que este rol tiene un máster o guía, pero el desarrollo de la trama depende de ustedes. Les animo a que integren elementos interesantes, a que exploren situaciones que crean que pueden ayudarles a indagar en el perfil de su personaje. Y, por supuesto, deben leer y respetar los roles de sus compañeros, y entre todos debemos esforzarnos en unificar todos los aportes para que todos estemos en la misma página.

IMPORTANTE: La participación, interés, dedicación e iniciativa en esta actividad en rol son fundamentales para la obtención del conocimiento de bando al que estén optando. También es importante que lean el funcionamiento de las misiones para que sus roles vayan de acuerdo a la dinámica que seguiremos.

+Ver más sobre los Clanes de la Orden del Fénix
+Ver más sobre las Misiones de Clanes

Participantes de la misión

CONOCIMIENTO DE BANDO I

Paladines • Herrería Sagrada

Marcellus Allan

Oscuros • Control de Energía Interna

Arcanus

CONOCIMIENTO DE BANDO I

Paladines • Intelecto Sagrado

Cillian Hauhgton

Oscuros • Control de Energía Psíquica

Ludwig Malfoy Haughton
Scavenger Weatherwax

CONOCIMIENTO DE BANDO III

Paladines • Magia Sagrada

Mica Gryffindor

CONOCIMIENTO DE BANDO IV

Oscuros • Poder Destructivo

Emily Karkarov

Editado por Ellie Moody
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Habían pasado tan solo unos días desde que varios miembros de la orden del fénix se habían enfrentado a los terrores de la abadía de Erast y el Malfoy quien no podía ser ajeno a los sucesos mundiales de la actualidad había tenido que regresar a sus labores normales dentro del hospital de los inocentes. En el había trabajado día y noche para conseguir una cura que ayudará a finalizar con la pandemia que azotaba a la comunidad y aún así no había logrado tener éxito en encontrar la solución.

La vacuna que habían desarrollado en el grupo experimental de Luna y Ella tenía un éxito medianamente adecuado en el manejo y contención de la enfermedad pero con un efecto secundario extraño, los pacientes desarrollaban síntomas psicóticos atacándose entre ellos, desafortunadamente en uno de los pisos había tenido que terminar sedando e inmovilizando a los que habían recibido la dosis.

Fue así que cuando se enteró de la existencia del Dr. Aldrich supo que era momento de pedir ayuda y dejar el orgullo para después, preparó una maleta con todos los experimentos que llevaba y se trasladó al pueblo de Dalkey donde se encargaría de localizar a dicho médico, posiblemente compartiendo sus investigaciones lograrían darle fin a la epidemia e incluso con algo de suerte ya tendría un gran avance dicha persona.

Al llegar al pueblo no le costó trabajo localizar su vivienda pues todo mundo en el pueblo sabía donde vivía el único médico del lugar, la casa se veía bastante grande ya que ahí mismo recibía a varios de sus pacientes y los mantenía en observación hasta que se estabilizaran, Ludwig estaba fascinado con aquella casa bastante humilde pero linda a la vez, no dudó ni un instante en tocar a la puerta para ser recibido dando a conocer a la figura de una anciana que se encontraba en el lugar, la mujer abrió la puerta y preguntó las intenciones del mago al estar ahí.

-Buenas tardes, mi nombre es Ludwig Malfoy, me gustaría entrevistarme con el Dr. Aldrich, deseo saber sobre sus avances o investigaciones en materia del virus mágico - sorprendentemente la mujer le permitió la entrada y lo dirigió a una hermosa sala de estar que podría servir como sala de espera, ahí el rubio tomó asiento mientras esperaba la llegada del médico en cuestión.

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Agnes Lynn

La novedad del viaje es algo a lo que todavía no se acostumbra, el instinto de abandonar el aire libro y recluirse en su estudio es un empuje constante en su cabeza. Sería tan fácil el cerrar los ojos y dejarse llevar por la costumbre, regresar a su apartamento y seguir examinando el objeto en su escritorio. Si tan solo pudiera callar a esa voz en su cabeza.

La consecuencia más directa de su encierro es la falta de información respecto a la situación del mundo actual. Por supuesto que ha leído las cartas de su padre acerca de la plaga que azota a la sociedad muggle, pero su pueblo natal es tan insignificante que incluso parece que el virus ha tenido piedad con ellos. Aún así, los rumores son amplios y horribles. No tiene que extender mucho la imaginación para pensar en un par de modos en que los magos podían empeorar la situación actual, y más importante, mejorarla.

Esa última es la razón por la cuál se encuentra caminando por las calles de Dalkey, haciendo el mayor esfuerzo por mezclarse entre las personas que la rodean y jugando, lo mejor que puede, el rol de turista con un trozo de pergamino en la mano. Las instrucciones iniciales son simples, alguien bajo el nombre de Aldrich asegura tener una cura -o el camino a una- para el virus, y la orden está ahí para investigarlo.

Sabe que está en el lugar correcto sin tener que mirar el papel. La memoria de Bones, el médico local de su villa en Bromley, le viene a la mente en cuanto ve a los locales sentados en la sala de espera a través de la ventana. Las caras largas de algunos, y la energía en general confirman sus sospechas.

Apenas ha dado un golpe ligero en la puerta cuando esta se abre, demostrando a una mujer mayor que viste un semblante cansado.

— Buenas tardes, mi nombre es Kit. — Técnicamente no es una mentira, su segundo nombre es Katherine, pero entiende que está en una misión de reconocimiento e investigación, y debido al objeto tan sensible de su visita, no quiere dejar nada que pueda rastrearse hasta ella o la orden. — Busco al Dr. Aldrich, es en relación a—

— La cura del virus, ¿correcto? — La voz de la mujer frente a ella es apenas un susurro, pero hay una firmeza en sus palabras que le da la impresión de que la anciana no tiene paciencia para mentiras. Agnes asiente con la cabeza y antes de que pueda explicar más, la mujer continúa. — No eres la única. Hay alguien en la sala de espera ya, y durante el día han venido más personas.

Agnes toma apenas un par de segundos para digerir la información. — Claro, lamento las molestias, pero los rumores se esparcen rápido, no me sorprende que hayan llegado a varios oídos curiosos.

Entiende bien la función de un médico local, y lo protectora que puede resultar la comunidad a la que pertenece. — Sólo queremos hablar, se lo aseguro, señora…. — hace un gesto de interés, esperando que la mujer capte su intención.

— Croyton. Alice Croyton. — comenta la anciana con un suspiro, al mismo tiempo que se hace a un lado para que Agnes pueda pasar.

Una vez adentro, no le sorprende ver a Ludwig ahí. En cuanto lo distingue se acerca a él y toma siento a su lado.

— La Sra. Croyton me dice que no somos los primeros en venir a preguntar acerca de la cura. — le susurra al Malfoy después de saludarlo. — ¿Crees que debamos preocuparnos?

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Desde la seguridad de las sombras, Madeleine observa con tranquilidad a sus compañeros de bando tocando la puerta de la casa que lleva horas vigilando. El pueblo de Dalkey es una comunidad tranquila, y tras la caída del Estatuto del Secreto Mágico algunos magos y brujas llegaron allí huyendo de las ciudades más pobladas, ganándose la confianza de sus habitantes al usar sus conocimientos y poderes para el bien común. El caso más popular, según sus indagaciones, es el de Aldrich. Sin saber de qué lugar viene es imposible rastrear información, pero lo que se sabe con certeza es que es en el pueblo es una persona querida y respetada. Acepta en su consultorio a cualquier persona que necesite de sus servicios, ya tengan dinero en los bolsillos o no. Al principio probablemente había tensión y desconfianza al ser un pueblo mayormente muggle, pero actualmente parece casi una utopía el hecho de que hasta sea un asistente habitual a las misas de los domingos y se le consulte acerca de las medidas que el pueblo debe tomar como prevención para evitar que la enfermedad —de la cual han habido sólo unos pocos casos en Dalkey— se propague tan catastróficamente como en otras ciudades más pobladas y densas.

Madeleine entiende el problema, pero no puede evitar pensar que aquel es un desperdicio de misión. ¿Por qué se necesita una escuadrilla de paladines y oscuros, para hablar con un medimago? Entiende que todos se ofrecieron como voluntarios, pero aún así, ¿no era mejor destinar esos recursos humanos a algo más... urgente? ¿Algo como las noticias de que en las últimas semanas han habido más intentos de ataques mortífagos, que en los últimos dos años? ¿Algo como que todavía hay secuelas de las atrocidades de la Inquisidora? Honestamente, se siente tentada a dejarlos a ellos arreglarse con Aldrich. No puede ser tan difícil. Sin embargo...

No puede negar que le da un poco de curiosidad. ¿Qué tiene esa persona de especial, que no tienen los miembros de la Orden que han estado en el caso por meses? ¿Quién demonios es ese sujeto? Y lo más importante, ¿por qué contactar a la Orden del Fénix?

Resignada, deja que las sombras que acumuló a su alrededor para ocultarse bajo la sombra del árbol se dispersen. Irónicamente, ahora que está en una misión donde duda que haya algún tipo de acción, está en mejores condiciones que la vez anterior. Su brazo ya ha sanado y ha recobrado sus energías en el Lago Sombrío, tras conectarse una vez más con las Aguas de la Vida. Para sus adentros, Madeleine se dijo a sí misma que fue un baño reparador y todavía a esas alturas sonríe ante su propia broma.

Todavía tiene la sonrisa en los labios, cuando se quita la capucha de la capa de viaje para tocar la puerta y no asustar —demasiado— a quien le abra. Extingue la mueca y espera pacientemente, con las manos en los bolsillos de sus holgados vaqueros.

—Hace mucho tiempo que no teníamos tantos visitantes —suelta la mujer que le abre la puerta, de edad avanzada y cabello platinado. Madeleine supone que aquella es su forma de saludar e indicar a las personas de adentro que hay alguien más en el grupo, a lo cual responde con un leve asentimiento de la cabeza.

Al entrar a través del pequeño vestíbulo y llegar al salón, lo cual le demora tan sólo un par de pasos, observa a quiénes ya sabía que estaban allí. Malfoy y Agnes Lynn, sentados en un mueble. Parecía que estaban hablando entre ellos, pero Madeleine no le da mucha importancia a ello.

—Naturalmente —dice una voz, que viene desde la que debe ser la cocina, aunque está separada de la sala por una pared y un arco sin puerta. A través de este arco aparece un hombre de edad media, de baja estatura, contextura delgada y el cabello negro surcado de algunas vetas plateadas; está vestido con pantalones color caqui y una camisa verde de manas largas, debidamente abotonada al frente—. Después de todo, fui yo quién los convocó.

En las manos tiene una bandeja con una cafetera y algunas tazas blancas, la cuál deja en la mesa ratona en torno a la cual están sentados los recién llegados —salvo Madeleine—; con un gesto les indica que pueden servirse, aunque no los presiona, quizás comprendiendo que aquello no debe ser algo que hagan a menudo, ya sea la parte de ser invitados a tomar un café o el aceptar bebidas de una persona desconocida.

—Ya conocen a Alice, es mi tía abuela —explica el hombre—. Ella me cuidó por muchos años, y ahora yo intento cuidarla a ella. Y en cuanto a mi, supongo que debo presentarme formalmente. Mi nombre es Audevan Aldrich, medimago de Dalkey. Estoy seguro de que tienen muchas preguntas, así que permítanme tomar asiento con ustedes.

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Habían pasado solo un par de días desde la última misión a la que habían acudido, si bien aún no lograba procesar por completo lo que ahí habían vivido, comprendía que todo había pasado por una razón. Ahora lograba controlar el conocimiento de la Herrería Sagrada, el cual consistía en aprender a utilizar su propia energía, así como aquella que lo rodea para lograr así tener mayores atributos defensivos y curativos que sin duda le daban una gran ventaja contra la magia negra.

Y ahora estaba ahí, listo para emprender su siguiente misión, sabía que el acudir a cada una de ellas le permitía seguir avanzando en su aprendizaje. Salió del Chateu Dumbledore y desapareció, esta vez su destino era Dalkey, un pequeño pueblo ubicado al sur de Dublín. Si bien no sabía bien lo que tendría que hacer en aquel lugar, por lo menos sabía que Ludwig estaría ahí para apoyarlo de cierta forma, aunque ambos perteneciesen a clanes diferentes.

Apareció un par de metros del lugar que Madeline les había indicado. ¿Qué sería lo que tendrían que buscar en aquel lugar? ¿Qué había descubierto el tal Aldrich que se le había pasado por alto tanto a Ludwig como a todos los demás que estaban investigando aquella extraña enfermedad? Había intentado mantenerse al margen de todo aquello aun cuando sabía que era un tema importante para su prometido.

Pero al final aquello que uno tanto evita, termina por llegar a su vida de alguna u otra forma.

Camino lentamente hasta la entrada del lugar, se detuvo frente a la puerta por un par de segundos antes de animarse a llamar, aunque podía escuchar voces conocidas dentro. Voces que podía reconocer bastante bien debido a aquellos momentos en que la voz era lo único que tenían para intentar resolver el misterio de la Abadía. Al final se decidió a llamar a la puerta y esta no tardo demasiado en abrirse.

Una amable mujer le dio la bienvenida y le indicó el lugar donde se encontraban los demás, al parecer Cillian llegaba justo para que tanto Madeline como el doctor Aldrich explicasen porque estaban en aquel lugar.

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Durante un breve tiempo, Madeleine fue aprendiz de la Arcana de Legeremancia, pero al final resultó que no tenía lo que hacía falta. Nunca volvió a intentarlo, y quizás fue la mejor decisión que pudo tomar al respecto. Ella es una persona en extremo paranoica y desconfiada, pero con el pasar del tiempo ha tenido que aprender a dejar de prestar atención a lo que ella imagina de alguien y en cambio concentrarse en los hechos... O mejor dicho, ha tenido que resignarse, puesto que Ellie se negó a acompañarla en su visita al pueblo. Madeleine clava la mirada en Audevan Aldrich, mientras este se sirve con parsimonia una taza de humeante café negro y le da un pequeño sorbo. Como si se hubiese percatado de ella, el hombre alza la mirada y la observa fijamente, pero Madeleine no retrocede. No le importa demostrar que es cautelosa y severa, y que solo porque él se hace llamar un aliado de la Orden del Fénix no significa que confiará abiertamente en él.

—Cuánto silencio —declara el doctor Aldrich, visiblemente nervioso—. Lo siento... Admito que no sé mucho acerca de cómo trabajan ustedes. Por supuesto, conozco a la Orden del Fénix gracias a las noticias y estoy a favor del trabajo que han venido haciendo, pero supongo que soy bastante ignorante. Quizás invitarlos a tomar café no es la mejor forma de llamar su atención.

El hombre se pone de pie. Madeleine se tensa, pero se mantiene quieta.

—Sólo quiero ser de ayuda, pero sé muy bien que por mi mismo, no podré llegar más allá de este pueblo —les dice, mientras observa con nostalgia hacia la ventana, al pasar frente a ella—. En cambio, ustedes parecen estar en toda Gran Bretaña y supongo que tienen más recursos que yo. No, en verdad, estoy seguro... —de repente, el hombre se detiene y pasa la mirada sobre cada uno de ellos— Estoy seguro de que tienen mucho, más de lo que puedo imaginar. Y no hablo de algo tan frívolo como oro o tesoros.

Entonces, su rostro repentinamente sombrío se ilumina con una sonrisa. Mientras hablaba, había estado caminando hacia una puerta ubicada bajo las escaleras que llevan al piso superior.

—Agradezco su presencia, y el hecho de que estén acá, dejándome ver sus rostros y sin varitas levantadas. En estos días, creo que es algo raro, pero lo agradezco. Permítanme corresponder a su honestidad. Síganme a mi despacho.

Al abrir la puerta, Madeleine observa una escalera que desciende y una luz blanquecina brota de aquel estrecho pasillo.

—Síganme —dice Madeleine, decidiendo ir al frente—. No debería haber nada raro, todo parece tranquilo —susurra, al pasar junto a Malfoy, Agnes y Haughton—, pero no bajen la guardia. Y, no sé, tomen notas o algo así. Yo no sé del tema, así que no cuenten conmigo para una charla científica. 

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Mientras esperaba pacientemente en la sala de espera pudo ver como llegaban más miembros de la orden del fénix después de todo habían sido convocados para la misión que se llevaría a cabo dentro de aquel lugar, lo que para el rubio pudo ser algo incomodo, intentó ponerse en el lugar del médico que residía en aquella zona, posiblemente sería muy celoso de su trabajo y no le gustaría compartir sus conocimientos con varios extraños.

Agnes fue la primera en llegar a la cual saludó con alegría, había tenido poco contacto en la Abadía de Erast pero con eso habían logrado comenzar a conocerse un poco más, después de todo ambos eran del clan oscuro y debían permanecer unidos de alguna manera – creo que muchas personas al conocer los antecedentes del Dr. Aldrich podrán sentirse curiosas y atraídas es normal que deseen conocer sobre sus avances – comentó ante su pregunta.

Poco después llegaron Madeleine y Cillian a quienes también saludó con la mirada, se sentía a gusto con aquellas presencias pues sabía que eran personas de fiar a las que le podría confiar su vida en caso de ser requerido, no tuvo tiempo para poder entablar una conversación con ellos pues el médico que los había convocado había salido finalmente para recibir a sus invitados, Ludwig frunció el entrecejo, se sentía algo extrañado al ver a tal persona recibirlos, desconocía sus motivos pero algo le decía que no tardarían en conocer sus intenciones.

El médico finalmente habló y al rubio se le erizaron todos los vellos del cuerpo, era notorio que deseaba apoyar a toda la comunidad pero no tenía idea de la manera en la que operaba y algo no le estaba agradando del todo, ¿sería acaso posible que aquella persona solo los estuviese utilizando? Madeleine también se encontraba suspicaz al respecto pues una vez que el señor les pidió acompañarlo ella se puso en primera fila y todos la siguieron hacia aquella trampilla de la cual emanaba una luz extraña.

Ludwig fue el segundo en continuar por el camino y no estaba seguro de lo que vería pues mientras más se acercaba la luz era aún más resplandeciente, tanto que sus ojos tuvieron dificultad para acostumbrase a tanta intensidad, tuvo que tomar un barandal para no caer y lastimarse en el trayecto, una vez llegaron hasta abajo pudieron observar sin mayor problema el interior de aquel sótano, el cual no era muy diferente de una clínica común y corriente, en el habían camillas de exploración separadas por biombos, una mesa en frente y varios cajones donde podrían obtener material de curación. No había ningún paciente a la vista aunque se podía oler un fétido aroma que salía un poco más adelante.

-Díganos, para que o de que manera podemos ayudar – tuvo que taparse la nariz por un momento – diablos ¿Qué es ese olor? Parece como si alguien hubiera muerto hace semanas.

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Cuando Madeleine echa un primer vistazo al lugar, no puede evitar recordar la planta secreta que tenía la Orden del Fénix para sanar a sus heridos en batalla. Es una clínica improvisada, pero ¿por qué? En el pueblo debe haber un hospital público y algunas clínicas privadas, todas muggles por supuesto, pero Aldrich no debería tener problema para integrarse siendo que a pesar de ser un mago y a pesar de todo lo que ha sucedido el último par de años entre ambas comunidades, parece ser bien aceptado. Madeleine anota aquello como una pregunta para tratar más adelante, pero no puede evitar sentirse culpable por actuar con tanta desconfianza. No es como si la Orden del Fénix haya venido a ayudar a nadie; hasta donde ella sabe, no hay problemas en Dalkey que requieran de su apoyo. Por el contrario, son los integrantes del bando quiénes se han esforzado en encontrar la cura a un virus nuevo e implacable y es Aldrich quién les ofreció si ayuda. No pueden olvidar por qué están ahí y quién necesita a quién. Quizás ella no sepa mucho de ciencia, pero puede entender ese concepto general  básico.

—Lo siento —se disculpa Aldrich, apresurándose a agitar su varita mágica para realizar algún encantamiento que aplacara el fétido olor que Malfoy no se había demorado en exponer en voz alta—. Tuvimos un problema de ratas y por este motivo no tengo pacientes acá, mientras me encargo de sanitizar la clínica. Las desventajas de instalarme en un sótano, supongo —añade, visiblemente avergonzado por el tema—. Pero no se preocupen, este otro lugar está bien resguardado.

Antes de ver a qué Aldrich se refiere, Madeleine introduce una mano en su bolsillo y palpa la pequeña peonza que lleva consigo. El chivatoscopio, capaz de detectar las mentiras, se ha mantenido totalmente estático. «Muy bien. Por ahora, podemos seguir».

Al fondo del sótano hay una puerta metálica y visiblemente gruesa, sin ninguna rendija arriba ni abajo, con un ojo de buey donde puede verse una habitación totalmente blanca. Cuando Aldrich la abre con la varita mágica, haciendo que se eche a un lado como si corriera una cortina, revela un pequeño cubículo con una pared de vidrio al fondo. Madeleine asume que esa área está esterilizar a los posibles visitantes del laboratorio. Una vez entran, el doctor cierra la puerta tras ellos.

—No se preocupen, esto es solo para evitar la contaminación —les dice, mientras toca un botón junto a él que libera una especie de vapor frío, de un tono azulado. Madeleine aprieta con fuerza el chivatoscopio, diciéndose a sí misma que tiene que confiar; que si fuese un peligro para ella o para los demás, ya lo sabría.

Una vez el proceso ha terminado, la pared de cristal se levanta y se revela lo que parece ser un laboratorio ordinario y humilde, nada demasiado avanzado tecnológicamente pero pulcro y ordenado. Intenta percibir algún deje de magia defensiva, pero no detecta nada. 

—No quiero sonar maleducado —comenta Aldrich, mientras avanza hacia el interior. Al volver el rostro, observa a Ludwig y sonríe ligeramente—, pero no los llamé porque necesitase su ayuda. Disculpe, creo que no escuché su nombre...

—Porque no los dijimos en voz alta —acota Madeleine, frunciendo ligeramente el ceño.

—Está bien, entiendo —responde, con una carcajada—. La Orden del Fénix es perseguida, ¿no es así? Bien, no insistiré, aunque honestamente esos temas siempre me han parecido más complicados de lo que deberían ser. Si hay quiénes intentan ayudar, no deberían ponerles trabas. En fin... No quería decir que piense que ustedes no pueden ayudarme, sino que no era mi intención ser una carga para ustedes; mas bien, todo lo contrario. Espero quitarles un peso de encima.

El hombre les da una espalda para comenzar a buscar en un cajón. Entonces, extrae una caja donde hay algunos viales con un líquido traslúcido. 

—No pretendo aburrirlos con términos médicos y explicaciones científicas —explica—. Lo que supongo que les importa es, ¿funciona? Sí, sí, funciona —Aldrich levanta la vista al techo sobre ellos y sonríe ligeramente—. Alice no es una bruja, así que se infectó y debido a su edad y su salud frágil, estuvo en una condición muy grave. Pero con este tratamiento, fue casi un milagro.

Esta vez, Madeleine se ve obligada a ver el chivatoscopio. Sigue sin girar, sin moverse... No hay mentiras. Pero tiene la sensación de que hay algo que no está viendo. Algo de lo que no se da cuenta. ¿Cómo funciona la ciencia, de todas formas? ¿De qué forma se descubre la cura para un virus? ¿De qué forma se desarrolla un tratamiento? ¿Cómo se está seguro de que esta cura de verdad funciona? Intenta repasar los hechos que conoce. En Dalkin han habido pocas infecciones y todavía muchas menos bajas. Y en cuanto a desapariciones extrañas o cualquier otro suceso misterioso, no hay noticias. Y hasta los momentos, no han salido mentiras de su boca.

—¿Tiene algún problema con que echemos un vistazo a los registros médicos? —musita Madeleine— Me imagino que su tía Alice no es la única a quién ha ayudado con esta cura.

—Ciertamente, no —responde Aldrich—. Adelante, pueden ver cuánto quieran en mis archivos.

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Agnes Lynn

Se ha mantenido callada todo el rato, más por desconfianza que por otra razón. Juzgando por la expresión de sus compañeros no es la única incrédula de todo este asunto. Ahora, al escuchar a Audevan Aldrich proclamar que desea quitarles un peso de los hombros, y que ha encontrado una cura a al virus que azota a los muggles, no puede evitar el sonido de desconfianza que sale de sus labios.

De reojo puede ver a Madeline examinando un objeto en su bolso y al regresar la mirada al doctor, Agnes puede detectar escepticismo, pero no agresividad o algún otro signo de peligro; eso es suficiente para calmarla un poco. El doctor Aldrich señala con la mano derecha un estante en la esquina de la habitación, donde se encuentran los registros médicos de sus pacientes tratados.

Se dirige hacia el estante, con cuidado de no darle la espalda directamente al doctor y de mantenerse atenta, hasta ahora no hay nada que señale las intenciones del doctor como falsas, pero no puede evitar sacudirse la sensación de que algo no encaja tal cual con el hombre. Abriendo uno de los cajones del mueble, toma un puñado de archivos y regresa con el resto del grupo, ofreciéndoles uno de los folders que tomó del estante.

Agnes no tiene entrenamiento médico a parte de los hechizos sanadores que ha usado en duelos y batallas, así que decide enfocarse en los registros médicos y dejarle a alguien más el ir a revisar la poción. Espera que al menos uno de ellos sepa lo suficiente para poder examinar el líquido a profundidad.

El expediente que tiene en las manos pertenece a un tal Simon Redforth, quién según el documento había empezado a exhibir síntomas del virus un par de semanas antes de caer en el radar del doctor. Las notas médicas incluyen, por supuesto, términos con los que no es completamente familiar, pero todo parece apuntar a que Redforth estuvo muy cerca de morir.

 — ¿Estoy entendiendo bien? ¿Puede esta poción curar el virus incluso en casos extremadamente grave? — Este hecho no hacía más que aumentar su desconfianza en el hombre. Por todo lo que había leído, los casos graves del virus eran casi imposibles de curar.

— ¿Qué tan sencillo es de realizar? — continúa, después de unos segundos. Específicamente no pregunta por los ingredientes del elixir, está segura de que el doctor Aldrich no divulgará los mismos hasta que se sienta satisfecho con ellos.

 Devuelve la mirada a sus compañeros, curiosa por saber qué opinan del doctor.

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伊藤健三 (Kenzo Ito)

Recién amanecía...

>>No. Amaneció hace rato.<<

El nudo. Desde el accidente las ideas en mi cabeza pasaban por delante y por detrás. Lo que debía ser una hermosa y prolija trenza de pensamientos terminaba siendo una bola imposible de desenredar. Desistía en la mayoría de mis reflexiones; las dejaba morir a medio camino porque sino me arrastraban con ellas. El nudo era observable, si cerraba los ojos. Me aterraba la idea de pensar en el nudo en primera persona. Mirar el reloj en mi muñeca me devolvió un poco a la realidad. Estaba sentado en un angosto sendero de tierra, rodeado de espesos y largos pastizales verdes. A mi alrededor había algunos arbustos secos de flores opacas y amarillas. Podía ver el agua por debajo de la colina y un cordón montañoso hacia mi derecha.

>>¿La montaña sigue ahí cuando no la estoy viendo?<<

Tum-tum, tum-tum. Los pasos se acercaban por el sendero. Escuchaba el progresivo aumento de volumen de unas voces femeninas. Al cabo de pocos segundos, las dos mujeres que venían trotando se frenaron al verme sentado en el suelo. Giré la cabeza para verlas. Hicimos contacto visual por lo que parecieron horas y me sonrojé. Con las manos y piernas me arrastré hacia atrás sin levantarme, lo suficiente para dejar de obstruir el paso. Mis pantalones negros estaban ahora manchados de la tierra seca. Las mujeres se adelantaron por el sendero, no sin antes mirarse entre ellas y reír disimuladamente. Cuando se retiraron, me puse de pie, y tomé mi varita del bolsillo de mi jean negro para limpiarlo.

Dalkey me había dado esa primera impresión. La gente era igual en todos lados. Siempre que viajaba a un lugar nuevo esperaba encontrarme con alguna diferencia. No la había. Los lugares parecían variantes de una misma base. O quizás era la gente la que me daba esa sensación. O el nudo.

>>Dejá de nombrarlo.<<

Una reja negra sostenida en una pared de piedra gris me permitió salir del sendero. La casa donde debía dirigirme estaba cerca. Caminé. Había hecho un esfuerzo por no destacar, usando ropa común y sin llamar la atención. Con las manos en los bolsillos, anduve por una calle interna hasta dar con mi lugar de destino. La fachada de la casa era tan normal y tan parecida a las demás que tuve que revisar mi pequeño pergamino con las instrucciones una última vez. O varias veces más, no recuerdo. Había estado parado a unos metros de la puerta por un buen rato. La entrada se abrió sola. Una mujer me hizo una seña desde adentro.

-Disculpe, estoy buscando la casa del Dr. Aldrich.

Era ahí. Hice una pequeña reverencia y entré. No había nadie en la sala, pero podía escuchar algunas voces a lo lejos. Me di la vuelta, viendo una vez más a la mujer. Se limitó a señalar con la mano hacia dónde tenía que ir. Se la veía visiblemente cansada. Agradecí y caminé hacia donde me indicó. No estaba seguro si estaba yendo por el lugar correcto. Más inseguridad. Frené.

>>¿Por qué me aceptaron en la Orden? ¿Por qué me permitieron enlistarme con los paladines?<<

Respiré hondo algunas veces. Los pensamientos negros se fueron disipando. No había muchos caminos posibles en la dirección que se me había indicado. Abrí una puerta de madera; detrás había un baño a oscuras. La cerré lo más despacio que pude, mirando varias veces hacia atrás para corroborar que esa mujer no me estuviera observando.

>>Qué inútil.<<

Otra tanda de respiraciones. Caminé hacia otra puerta que esta vez estaba abierta. Detrás de ella había una escalera que bajaba. Descendí sin tocar la baranda que daba más inestabilidad que apoyo, hasta dejar atrás el último escalón. No había olor a nada, lo cual me llamó la atención considerando que la casa sí tenía olores normales en su planta baja. La luz provenía de una puerta metálica. La misma no tenía una manija, solo un círculo de vidrio. Miré a mi alrededor, estaba solo. Me acerqué al cristal por un costado, con cuidado. Adentro vi varias figuras. Pude reconocer a algunos compañeros de Bando.

>>No sé cómo abrir esto.<<

Retrocedí. Los nervios estaban empezando a palpitar. La puerta se abrió de pronto.

-Adelante

El hombre, más bajo que yo y al menos 20 años mayor, me hizo una seña para que pasara. Hice una pequeña reverencia, lo saludé y entré. La puerta se cerró detrás de mi. Saludé a mis compañeros, aunque conocía a pocos de ellos y sólo de vista. Era "el nuevo".

>>El que menos ayuda va a aportar.<<

Tenían documentos en las manos y estaban revisando su contenido. No sabía bien lo que ocurría, tampoco quería preguntar e interrumpirlos. Sabía el motivo por el cual estábamos ahí, de todas maneras. Así que deduje que estaban revisando algunos casos del doctor. Me acerqué a uno de los estantes y tomé un documento cualquiera. Lo leí por arriba: no entendía nada. Nombres, detalles médicos, fechas. Síntomas. La firma del doctor parecía un nudo.

>>¡Callate!<<

Un detalle me llamó la atención.

-Doctor, tengo una duda sobre este documento - dije. Por mi mente pasaba un tornado negro. - Acá dice que la paciente... Ava Broin, "presentó endurecimiento de tejido cutáneo en la zona abdominal tras la primera dosis". ¿Por qué pasó eso? ¿Se pudo revertir?

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